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ENSAYO:
¿De qué manera la tecnología está transformando el
papel histórico del catedrático y cuál será su papel
dentro de la educación en el futuro?
Este tipo de bombardeo tecnológico, no solamente repercute en la forma en que los nativos
digitales interactúan sino que genera diversos aspectos psicológicos y emocionales, por
ejemplo, para Torres y Hermosilla (2012), existen ciertos rasgos psicológicos como la
disforia, la impulsividad, entre otros que hacen a los de esta generación sean más proclives
a generar adicciones, quizá debido a una inherente insatisfacción personal que poseen, en
donde un aspecto afectivo faltante en la persona puede llevarla a suplirlo con sustancias o
bien con otras cosas inmateriales que traten de completar aquello que no está bien, es de
ese modo que desarrollan conductas tecnológicas compulsivas igual de adictivas y
potencialmente destructivas, conocida como “Adicción al internet” (Small, 2006).
Ante esto, surge la pregunta, ¿De qué manera la tecnología está transformando el papel
histórico del catedrático y cuál será su papel dentro de la educación en el futuro?
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Desarrollo:
Para poder responder de manera explícita dicha pregunta, es importante, esclarecer
algunos aspectos importantes, el primero, es responder a diversas cuestiones sobre
¿Cómo se ha transformado la educación? Y ¿Cuál es su finalidad actual?
Cabe mencionar que la última década del siglo XX fue testigo de cambios significativos en
el entorno global, que, de alguna manera, tuvieron repercusiones en el papel, las funciones,
la conformación y el modo de funcionamiento de los sistemas de educación en el mundo.
Entre ellas se encuentra la importancia creciente del conocimiento, la revolución de las
tecnologías de la información y de la comunicación, el mercado laboral global, e incluso,
cambios sociopolíticos (Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento/Banco Mundial
2003). Cada una de estas modificaciones trajo consigo, tanto oportunidades, así como
importantes retos potenciales para la educación. Dentro de las oportunidades podemos
apreciar una posibilidad de acelerar áreas específicas del crecimiento económico y cultural,
solución de problemas, facilidad de acceso al conocimiento y a la información, así como un
mejor acceso a la experticia, las habilidades y el conocimiento profesional, y un entorno
propicio para reformas. Sin embargo, en lo referente a las amenazas que trajeron consigo
estos cambios, se encuentra la brecha digital y de conocimientos entre naciones, una
creciente fuga de cerebros y pérdida de capital humano avanzado.
Toda educación tiene unos fines claramente definidos, en función del tipo de hombre que
se desea formar, del modelo social imperante en el contexto y del momento histórico
(Cárdenas, 1996; Delors, 1996; León Salazar, 2012). Pese a ello, como lo señala, Delval
(1999), con frecuencia esas finalidades trascendentes no son explícitas y los agentes
formadores no tienen suficiente conciencia de la tarea que están realizando, en sus
palabras: “Saben lo que tienen que hacer para obtener los resultados que la sociedad
espera, pero no saben el sentido de lo que hacen”.
Por ello, encontramos que cada sociedad se ha planteado fines educativos propios teniendo
en cuenta la organización y grado de desarrollo de sus fuerzas productivas, así como la
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distribución del poder entre sus grupos sociales existentes; pero a lo largo de los años,
diversas instancias nacionales e internacionales han expuesto sus planteamientos
relacionados con la finalidad de la educación. Por ejemplo, la UNESCO (1995), establece
que la finalidad principal de una educación para la paz, los derechos humanos y la
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democracia ha de ser el fomento, en todos los individuos, del sentido de valores universales
y los tipos de comportamiento en que se basa una cultura de paz. Incluso en contextos
socioculturales diferentes es posible identificar valores que pueden ser reconocidos
universalmente.
Un año después, en un informe de la UNESCO, presidido por Delors (1996), se afirma que
la finalidad principal de la educación es el pleno desarrollo del ser humano en su dimensión
social, y se asume como un vehículo de la cultura y los valores, como un espacio para la
socialización y crisol de un proyecto común. Con la finalidad de lograr estos objetivos, la
educación debe basarse en cuatro pilares, que direccionan las finalidades educativas:
Aprender a conocer, Aprender a hacer, Aprender a vivir juntos y Aprender a ser.
Expuesto este panorama, las preguntas que surgen serían. ¿Cuál es el rol del docente en
esta Era Digital?
modo, que una tesis doctoral titulada Ocio Conectado: la experiencia de e-ocio de los
jóvenes, de Bizkaia, los jóvenes se definen como autodidactas respecto al uso del internet.
Ahora bien, ¿Cómo debemos interpretar esa autodefinición de los jóvenes? ¿Significa que
el docente ha quedado en un segundo plano en lo que respecta a la transmisión del
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conocimiento en la Era digital? ¿Estamos realmente respondiendo a las necesidades de los
nuevos nativos digitales?
Las TIC han provocado alfabetismos que potencian habilidades y competencias propias del
siglo XXX, las cuales se ejercitan principalmente en las prácticas digitales que los jóvenes
llevan acabo de aprendizaje informal (Busque, Medina y Ballano, 20013). Esto implica que
como dictaba la antigua tradición pedagógica, no es únicamente el docente quien tiene el
conocimiento y quien puede compartirlo.
El aprendizaje en la era digital se caracteriza por una permanente conexión del aprendiz al
entorno. Este entorno, no se basa en la cercanía física o teórica con el aprendiza, sino
también en su posibilidad de acceso mediante distintas redes virtuales, como internet o las
redes sociales digitales (Nobles, Londoño, Martínez, Ramos, Santa & Cotes, 2016). Como
efecto colateral, ha existido una ruptura de la barrera de la educación a distancia. La
educación mediante conexión a plataformas virtuales ya no puede denominarse “Educación
a Distancia”, sino que se ha evolucionado a una modalidad cualitativamente distinta,
denominada aprendizaje electrónico o e-learning.
Ante esto, los modelos clásico sobre el aprendizaje, han fracasado en su intento de tratar
de explicar este tipo de aprendizaje, puesto que este no se encuentra dirigido en un fin
concreto, ni depende directamente de la voluntad del aprendiz, sino que surge directamente
de la fusión del aprendiz con su entorno y la adopción de sus principios, modos de vida y
actitudes (Fuentes, 2017). ¿Qué quiere decir esto? Qué en la actualidad se habla de un
aprendizaje accidental, desorganizado, involuntario. Algo que nunca se había planteado
hasta el momento.
El único enfoque teórico actual, que es capaz de ofrecer una comprensión adecuada de
este tipo de aprendizaje, es sin lugar a dudas, el Conectivismo (Islas & Delgadillo, 2016),
que complementa a modo a de adecuación al mundo tecnológico digital.
produce el aprendizaje, define a la mente humana como una red que se adapta al entorno.
Por lo tanto, el aprendizaje sería el proceso de formación de redes a través de conexiones
entre distintos nodos, y el conocimiento residiría en dichas redes. El papel del aprendiza es
activo y creativo, ya que tiene la necesidad constante de actualizarse a su entorno
cambiante a través de realizar nuevas conexiones, reconocer patrones y aprender a través
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de la experiencia en la toma de decisiones (Siemens, 2006; Siemens & Conole, 2011). Sin
embargo, el Conectivismo no surge de forma independiente del resto de las escuelas
teóricas, sino que es el fruto de todas ellas al actualizarse a la era digital; se fundamenta,
en principios explorados por las teorías del caos, las redes, la complejidad y la
autoorganización (Siemens, 2004), retomando y redefiniendo aspectos importantes del
Constructivismo y Cognitivismo de Piaget, Gagné, Brunner, Vygotsky y Ausubel.
Esto redefinió el rol del docente, quien ahora se convirtió en un agente, guía, un
acompañante, que debe adquirir unas competencias, para ayudar a formar competencias
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En su propuesta de Pedagogía de la Coasociación, Mark Prensky(2001), propone tres roles
que considera debe adquirir el profesorado en la era de la Educación digital: Rol de
entrenador (haciendo alusión a la acción de cargada de retroalimentación y motivación),
Rol de Guía (Es decir, ayudante del alumno ya motivado, sabiendo en qué sentido hay que
guiar a cada estudiante), y el rol de Experto en instrucción (en donde el docente aporte todo
el conocimiento, imaginación y creatividad posible para hacer el proceso de aprendizaje del
alumno efectivo y atractivo).
Conclusión:
La tecnología transformó los modos de procesamiento de información, y abrió un panorama
completamente distinto al que se tenía sobre el aprendizaje, al modificar esto,
indudablemente se transformó el papel del catedrático, ya no es alguien que debe pararse
frente a un aula de jóvenes que no ha tenido acceso a la información, proclamando la
información proporcionada, como verdadera e irrefutable, porque ahora esos jóvenes han
sido bombardeados con información desde edades tempranas.
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