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Herederos de la antigua roma

1. El heredero es llamado a heredar; es decir, el llamamiento o "delación" surte


efecto, ex nunc, desde el instante en que la herencia se le ofrece. Por consiguiente,
el llamado en segundo lugar, a reserva de que no herede otro instituido con
preferencia sobre él –que es lo que acontece, por ej., en la sucesión intestada, en
virtud del orden gradual y sucesivo que la preside–, no adquiere condición de
heredero, sino en defecto del primeramente designado. Es principio romano que los
efectos de la adquisición de la herencia se retrotraigan al momento de morir el de
cuius, mas no la fecha de la "delación". En el instante de producirse la herencia –
que coincide con el de la muerte del causante– tan sólo se llama al instituido en
primer lugar.

2. De lo dicho se desprende que el heredero instituido debe vivir en el momento de


la "delación". No basta que el designado en segundo o ulterior lugar sobreviva al
instante de producirse la herencia; muriendo antes de la "delación", no podrán
heredar ni él ni sus herederos. El llamamiento en lugar secundario se rige por las
circunstancias existentes en el momento actual; es decir, en el del llamamiento –si,
por ej., la sucesión es abintestato, se llamará a heredar al pariente actual más
cercano– y no por las que concurriesen al producirse la herencia.

3. El simple llamamiento no produce la adquisición instantánea de la herencia, a no


ser tratándose de heredes necessarii. Respecto de los herederos "voluntarios" se
requiere, además, un acto especial de "adición", que sólo puede realizar la persona
misma instituida y no sus herederos (1). Si el heredero es "necesario" y muere antes
de tener noticia de haber sido llamado a heredar, transmite a sus herederos –
transmissio ex capite suitatis– la herencia ya adquirida por él ipso iure –aunque con
la reserva de una posible abstención–. En cambio, siendo "voluntario" y falleciendo
antes de "adir" la herencia, no le transmite la vocación, con la consiguiente
posibilidad adquisitiva. Por regla general, el Derecho clásico sólo admite la
transmisión de herencias ya adquiridas, mas no la del simple llamamiento a heredar.

Estos principios explican las normas que rigen en el Corpus iuris sobre
transmisión y sustitución:

a) Transmisión en sentido estricto es el traspaso de la "delación" por herencia o


causas análogas. El Derecho clásico la rechaza, en principio; únicamente cuando
el llamado a la herencia deje de "adirla" por una de las causas que dan derecho a
solicitar la in integrum restitutio –v. gr., por ausencia– pueden sus herederos suplir
la "adición", valiéndose de ese recurso restitutorio (v., por ej., D. 29, 2, 30 pr.): en
esto consiste la llamada transmissio ex capite in integrum restitutionis. La legislación
del Bajo-Imperio favorece más las transmisiones. Teodosio II declara válida, en el
año 450, la transmisión entre descendientes, que lleva el nombre de "transmissio
Theodosiana": los descendientes instituidos en testamento que mueran sin dejar
nada dispuesto acerca de la "delación", la transmiten a sus herederos, también
descendientes, con la consiguiente posibilidad de adquirir la herencia. Más tarde,
Justiniano (C. 6, 30, 19) generaliza la transmisión del llamamiento a heredar,
siempre que el llamado fallezca dentro del plazo deliberatorio o antes del año, sin
haber decidido nada acerca de la "delación" –los detalles no aparecen claros en el
confuso texto de la ley–; en circunstancias tales, el llamamiento se traspasa a los
herederos por ministerio de esta "transmissio Justiniana". Y aunque el emperador
reitera todavía el antiguo principio, contrario a la transmisión de llamamiento, ésta
triunfa y se impone, toda vez que responde a un sentimiento jurídico natural. Sin
embargo, las normas sobre transmisión del llamamiento a heredar no quebrantan el
fundamental principio de que el llamado debe vivir en el momento de la "delación";
pues sólo aquel a quien la herencia se "defiera" puede transmitir a otro su derecho
adquisitivo.

b) La sustitución es una institución de heredero suspensivamente condicionada en


que la herencia sólo se "defiere" al sustituto cuando el primeramente instituido la
repudie o fallezca sin transmitir a otro sus derechos. Como es de rigor en todos los
actos condicionales de esta índole, el llamamiento del sustituto queda demorado.
Para poder heredar, tiene que sobrevivir al momento de la delación, que aquí se
dilata hasta el instante en que la condición se cumple. Si muere antes, su
llamamiento resulta ineficaz y, por tanto, no se traspasa a sus herederos.

Objeto de la adquisición hereditaria

Objeto de la adquisición es, en principio, la universalidad de la herencia. El hecho


de que, concurriendo varios herederos, cada uno de ellos sólo adquiera una parte
alícuota del patrimonio hereditario, no contradice este principio: según las ideas
romanas, es ésta una simple restricción material, numérica, que desaparece al
desaparecer la razón exterior que la determina: partes concursu fiunt. Si por tanto,
algún coheredero no se hace cargo de su parte ni ésta va a parar a manos de otro,
por transmisión o sustitución, la porción libre pasa a aumentar ipso iure las de los
restantes, por virtud del derecho de acrecer (2). El acrecimiento favorece, por regla
general, a todos los coherederos, en proporción a sus cuotas, y no a su número.
Cabe, sin embargo, que sólo beneficie a un grupo de ellos: es el caso de
llamada conjuctio, que se da cuando el testador instituye a varios herederos en una
misma porción –re conjuncti, sin necesidad de que la "conjunción" se exprese
verbalmente: verbis conjuncti–. Si uno cualquiera de ellos no hereda, su
participación acrece tan sólo a favor de los demás. Es lo mismo que ocurre en el
caso de la sucesión abintestato por estirpes. La porción que acrece pasa a los
demás con las cargas –por ej., los legados– que sobre ella graven: portio accrescit
cum suo onere. El acrecimiento se produce ipso iure –no puede renunciarse– y no
es necesario que el coheredero a quien beneficia sobreviva y no sobre su
persona: portio portioni accrescit, non homini. Ya queda dicho que, en principio, los
derechos de cada coheredero abarcan la universalidad de la herencia.

El derecho de acrecer presenta especial importancia en la sucesión por testamento,


puesto que éste, en Roma, ha de recaer necesariamente sobre la integridad de la
herencia; así, las porciones hereditarias señaladas por el testador tiene que
aumentar o disminuir, en caso de necesidad –cuando aquél disponga de más o de
menos–, para ajustarse exactamente a la cuantía de la herencia; y si un heredero
testamentario no recoge su parte, ésta acrece en favor de los demás.

No obstante, el ius accrescendi tiene escaso campo de aplicación en la sucesión


testamentaria durante toda la época imperial prejustinianea, a consecuencia de las
normas de caducidad de las leyes Julia y Papia. Se consideran bienes "caducos"
aquellos de que el testamento dispone válidamente, pero que no llegan a adquirirse
por causas posteriores a la muerte del testador –v. gr., por incapacidad del instituido
o por morir éste antes de la apertura del testamento–. Si la causa que imposibilita
la adquisición existía ya antes de morir el testador –si, por ej., el heredero instituido
fallece después de otorgado el testamento, pero antes que el causante–, los bienes
a él dejados quedan in causa caduci; es decir, en situación de caducidad. Los
bienes "caducos" se hallan sustraídos al derecho de acrecer de los herederos
testamentarios; se les aplica la caducorum vindicatio y pasan, con sus gravámenes,
a aquellos que in eo testamento liberos habent; en primer lugar, a los herederos
testamentarios que tengan hijos, y en segundo, a los legatarios que se hallen en la
misma situación; en último caso, los recoge el Erario público, y desde Caracalla el
Fisco. Se respeta, sin embargo, el derecho tradicional de acrecer –ius antiquum– a
favor de los ascendientes y descendientes del difunto –hasta el tercer grado: Ulp.
tit. 18– instituidos en testamento. El régimen de caducidad llega hasta Justiniano,
que lo deroga, restableciendo en su pleno alcance el principio –vigente en el Corpus
iuris– según el cual la herencia testamentaria corresponde en su totalidad a los
herederos instituidos en el testamento, y restaurando así el ius antiquum in caducis.

La universalidad de la sucesión como rasgo característico de la herencia


romana

Rasgo característico de la herencia romana es la universalidad de la sucesión. El


heredero no sólo continúa y sostiene los derechos del difunto, sino todas sus
relaciones patrimoniales, su situación patrimonial entera. El patrimonio del difunto
pasa íntegramente al heredero, confundiéndose con el suyo propio –confussio
bonorum–, y los derechos y obligaciones de aquél, sin más que algunas
excepciones (3), se trasplantan a éste. Consecuencia de ello es que el patrimonio
del heredero responda de las deudas del difundo como de las propias, a la par que
las suyas personales se hacen también extensivas a la herencia. Este principio, sin
embargo, puede experimentar dos modificaciones.

a) La primera, por virtud del beneficium separationis, creado en interés de los


acreedores de la herencia. Ya en la época clásica, para protegerlos contra la
concurrencia de los acreedores del heredero, les concede el pretor el "beneficio de
separación", siempre que lo soliciten dentro de los cinco años y antes de haberse
concertado voluntariamente con aquél, aceptándole por deudor. El recurso pretorio
de la separación no exime totalmente a la herencia de responsabilidad por las
obligaciones del heredero; pero sienta una preferencia a favor de los acreedores
hereditarios, poniéndolos a salvo de un posible exceso de deudas de aquél. Se
confía, para ello, la herencia a un curator bonoris o administrador, encargado de
saldar las deudas hereditarias, entregando el remanente al heredero o herederos.
Los acreedores de éstos, aunque también pueden salir perjudicados con que el
deudor, si es solvente, acepte una herencia pasiva, no gozan, sin embargo, de un
derecho de separación que limite los créditos hereditarios a la herencia. No tienen
más protección indirecta que la del "beneficio de inventario", concedido al propio
heredero; si éste no lo ejercita, forzosamente han de afrontar, con arreglo a las
normas generales, el riesgo de insolvencia de su deudor.

b) Beneficium inventarii. Antes de Justiniano, el heredero no posee recurso alguno


para librarse de responsabilidad por las deudas hereditarias; tan sólo puede
eximirse de ella –en parte– concertándose privadamente con los acreedores del
difunto –al menos con aquellos que conociese antes de "adir" la herencia–, si se
avienen a respetarle su patrimonio personal. Mas contra la acción de los acreedores
desconocidos o reacios, se halla indefenso.

Justiniano pone remedio al mal, creando el beneficium inventarii (C. 6, 30, 22).
Merced a este recurso, el patrimonio personal del heredero queda exento de
responsabilidad por las deudas hereditarias, si a su debido tiempo aquél procede a
inventarizar los bienes de la herencia; dentro de los treinta días de tener
conocimiento de la "delación", debe comenzar el inventario y haberlo terminado
antes de transcurrir otros sesenta. En este caso, sólo responde de las deudas
hereditarias con la herencia, es decir, hasta donde alcance el activo de ésta,
quedando, además, autorizado para ir pagando gradualmente a los acreedores, a
medida que se presenten. Responde –según la opinión predominante entre los
pandectistas– cum viribus hereditatis –es decir, con los bienes que figuren en el
inventario, sin asumir, por tanto, el riesgo de su pérdida– y no pro viribus hereditatis,
o sea hasta donde alcance el valor inventarizado, porque esto significaría hacerle
responsable, hasta ese límite, con todo su patrimonio. Su responsabilidad queda
acotada cualitativa y no cuantitativamente, cesando al agotarse el activo de la
herencia.

Protección judicial de los derechos hereditarios

Acciones singulares contenidas en la herencia

Competen, naturalmente, al heredero, como sucesor universal, las acciones


correspondientes a cuantas relaciones jurídicas componen la herencia; v. gr.: las
acciones reivindicatorias, basadas en las propiedades de su causante, contra todo
el que, indebidamente, retenga las cosas heredadas. No necesita más, cuando el
litigio planteado sólo verse sobre una relación concreta y el demandado discuta la
existencia del derecho que el demandante como heredero ejercita. Supóngase, por
ejemplo, que un deudor del difunto, demandado por el heredero, niegue la deuda o
no reconozca el derecho del causante, o bien que el heredero reivindique una cosa
material incluida en la herencia y el demandado alegue que no pertenecía al difunto,
sino que es de propiedad suya o de un tercero. Para ejercitar estas "acciones
singulares" no es preciso hacer valer los derechos hereditarios, sino la existencia
en concreto del derecho de que se tata, adquirido con la herencia.
La hereditatis petitio o acción de petición de herencia

Mas el heredero se halla asistido, principalmente, por una acción de carácter


universal, basada en su derecho hereditario; la hereditatis petitio o acción de
petición de herencia, mediante la cual puede reclamarla cuando se encuentre en
manos de un tercero. Tiene por especial cometido esta acción dirimir los litigios que
versen directamente sobre el derecho hereditario, pudiendo ejercitarse solamente
contra quien posea pro herede o pro possessore. Se entiende que posee pro
herede el que se arroga derechos hereditarios –no simples derechos concretos,
pertenecientes a la herencia– y apoyado en ellos –alegando, por consiguiente, un
título universal– se apropia de ciertos bienes como hereditarios, reteniendo cosas
que, jurídicamente o de hecho (4), pertenecen a la herencia –corporis possessor–
o bien negándose a pagar lo adeudado al difunto, alegando ser él su heredero –juris
possessor–. Possidens pro possessore (5) se llama, en cambio, a quien no invoca
título alguno que justifique la retención de los bienes. El heredero puede exigirle
también la devolución de la herencia, es decir, de cuanto la compone, aun de
aquellas cosas en que al difunto sólo correspondiese una posesión de hecho.

La responsabilidad que lleva aparejada la condena, en la petitio hereditatis, se halla


regulada por un senadoconsulto Juventiano –de la época del emperador Adriano,
año 129 d. C.–. Es norma fundamental que el demandado venga constreñido a
restituir todo aquello en que se lucrase mediante la posesión de la herencia; así, por
ejemplo, el precio obtenido en venta de bienes hereditarios –principio de
subrogación: pretium succedit in locum rei, res succedit in locum pretii–. De este
modo se contrarresta el peligro de la usucapio pro herede, que vivía al amparo del
régimen hereditario primitivo, puesto que ahora la usucapión no exime de devolver
las cosas de la herencia. El senadoconsulto distingue, además, entre poseedores
hereditarios de buena y de mala fe. Los segundos tienen que restituir, además de
los bienes existentes, todas las adquisiciones que hubieran podido realizar:
responden de los daños ocasionados a la herencia por omisión de la más leve
diligencia y de los frutos no percibidos por descuido –fructus percipiendi–,
responsabilidad que, después de la litis contestatio, se extiende a los casos
fortuitos; es, en suma, la misma situación en que se halla el demandado de mala fe
en los procesos reivindicatorios. En cambio, la condición del poseedor hereditario
de buena fe es más favorable que la del demandado por reivindicación, pues tan
sólo responde de las adquisiciones que conserve, después de deducir todos sus
gastos y desembolsos, aun los que no tengan carácter necesario ni útil. No
responde por diligencia, en tanto no se entable la acción. A quien se halle en esa
situación le conviene, pues, ser demandado mediante la acción de petición de
herencia y no por medio de una acción singular –la reivindicatoria, por ejemplo, que
no deja margen para deducir libremente todos los desembolsos–. El possessor pro
herede –mas no el pro possessore– puede oponer al heredero que dirija contra él
una acción singular la exceptio ne praejudicium hereditati fiat, obligándole de este
modo a ejercitar la acción universal, o sea la hereditatis petitio, para que el litigio
sobre el derecho hereditario –cuando no verse exclusivamente acerca de la
propiedad de una cosa– siga los derroteros de la acción por petición de herencia.

La petitio hereditatis compete exclusivamente al heredero; el bonorum


possessor se halla asistido del interdictum quorum bonorum contra el poseedor pro
herede o pro possessore, aunque sólo contra el corporis possessor. Hasta que, más
tarde, el pretor le concede una hereditatis petitio utilis –la llamada "petición de
herencia posesoria"–, eficaz también contra el juris possessor. El interdictum
quorum bonorum desarraiga asimismo la usucapión pro herede, permitiendo
rescatar de manos del poseedor las cosas usucapidas.

Pluralidad de herederos

Principios generales

Si varias personas son llamadas a heredar conjuntamente, cada una adquiere una
parte de la herencia, y los derechos y obligaciones del causante se reparten entre
todas de un modo proporcional. Los bienes hereditarios pasan a ser copropiedad
de los coherederos por partes alícuotas –communio pro indiviso–, pudiendo cada
uno disponer libremente de su participación. Los créditos y deudas divisibles –es
decir, susceptibles de ejecución parcial–, disponen ya las XII Tablas que se
repartan ipso iure entre los coherederos, atribuyendo a cada uno un crédito o deuda
mancomunados –sobre una parte de los capitales o una cuota de propiedad de las
cosas–: "nomina ipso iure divisa sunt". Los créditos y deudas indivisibles –como
son, por ejemplo, los que versan sobre la constitución de una servidumbre predial –
se transfieren íntegramente a cada heredero, formándose, pues, entre todos ellos
una obligación solidaria.

Para liquidar entre sí los derechos hereditarios y poner fin a la indivisión, disponen
los coherederos de la actio familiae erciscundae, que tiene por objeto la partición de
toda la herencia. Respecto de los créditos y deudas que formen parte del haber
hereditario, ya hemos visto que no es necesario proceder a la división. La principal
finalidad de la acción de partición de herencia es, pues, poner término al estado de
copropiedad de los bienes hereditarios, corolario de la comunidad de herencia, y
liquidar los derechos y obligaciones recíprocos –praestationes personales– por ella
engendrados.

Deber de colación
Puede existir este deber cuando concurran a heredar varios descendientes, y
consiste en aportar a la herencia los bienes adquiridos del causante en vida.

Colación antigua
Fue el pretor quien introdujo en el Derecho antiguo el deber de colación, empezando
por aplicarlo al hijo emancipado –collatio emancipati–. Cuando uno de estos hijos
solicite abintestato la bonorum possessio unde liberien concurrencia con los sui, el
pretor le exige que "colacione"; es decir, que aporte a la herencia los bienes
adquiridos desde la emancipación, puesto que estas adquisiciones, de haber
seguido –como los sui– sujeto a la patria potestad, pertenecerían al padre, y por
consiguiente figurarían en el caudal hereditario. En otro caso, le deniega la bonorum
possessio. Por tanto, el hijo emancipado debe traer a colación todo lo que sin la
emancipación hubiera adquirido para su padre, que originariamente eran todos sus
bienes, ya proviniesen del propio padre o de un tercero; en cambio, la colación del
Derecho justinianeo se concreta a las adquisiciones procedentes del padre.
Inspirándose en las mismas ideas, el pretor obliga luego a la hija o a la nieta que
concurra a heredar abintestato como sua, a traer a la herencia lo recibido en dote –
collatio dotis–, siempre que tuviese derecho a exigir, llegado el momento, su
restitución, sin distinguir entre la dos profecticia, constituida por el padre mismo, y
la adventicia –naturalmente, si el derecho a la dote fuese ya exigible, formaría parte
de la herencia del padre o abuelo–. Como durante el matrimonio la dote pertenece
al marido, la hija o nieta no puede traer a colación en efectivo los bienes dotales,
sino simplemente el derecho a reclamar, en su caso, la restitución. El fin que se
propone esta colación pretoria es nivelar –cuando concurran a heredar varios
descendientes– las desigualdades existentes en punto a la capacidad adquisitiva
de los hijos, compensando la capacidad a que los sui se han hallado sujetos. He
aquí por qué los obligados a colación, según el Derecho pretorio, no tienen que
aportar solamente lo adquirido del padre, sino todos los bienes, aun los provenientes
de tercero. Y he aquí también por qué la colación tan sólo favorece a los sui y no a
los emancipados que puedan concurrir a la herencia.

La colación en el Derecho nuevo


El antiguo deber colatorio pierde su razón de ser conforme va imponiéndose, en el
transcurso de la época imperial, la capacidad adquisitiva del filiusfamilias, que hace
desaparecer, en términos generales, la antigua desigualdad entre los sui y los
emancipados. La legislación del Bajo-Imperio –empezando por el emperador León,
en el año 472– modifica, en efecto, el deber de colación, limitándolo a ciertos bienes
procedentes del causante y a las herencias entre descendientes, cuando aquél no
les exima de la obligación de colacionar; entre tales bienes se cuenta la dote
constituida a favor de una hija y las donaciones propter nuptias o compras de
empleos venales para los hijos; las donaciones, sin embargo, sólo cuando concurra
otro descendiente obligado a traer a colación su dote, su donatio propter nuptias o
su militia o cargo venal. Cambia la finalidad de la colación, que es, ahora, nivelar las
desigualdades nacidas de las adquisiciones provenientes del padre o ascendiente
a quien se hereda; por eso el deber de colacionar se limita a los bienes adquiridos
de aquél a título gratuito, gravando y favoreciendo por igual a todos los
descendientes que a la herencia concurran, y no sólo a los sui, como antes.
Justiniano extiende el deber de colación, que sólo regía en las sucesiones
abintestato, a la herencia testamentaria del ascendiente por sus descendientes,
siempre que responda a la voluntad presunta del testador.
(1) Una excepción, inspirada en antiguas ideas jurídicas, es la in iure cessio del
llamamiento civil a heredar abintestato –legitima hereditas–, ante aditam
hereditatem. En Derecho justinianeo ha desaparecido, pero en la época clásica aún
se admite.

(2) Suele expresarse así este principio: la transmisión precede a la sustitución, y


ésta al acrecimiento; es decir, si hay un transmisionario que ocupe el puesto vacante
del llamado a heredar, queda eliminado el sustituto; y existiendo sustituto, no se
deja margen al derecho de acrecer.

(3) Derechos reales activamente intransmisibles son las servidumbres personales.


También lo son los derechos de crédito que persiguen satisfacciones de carácter
personal -como los sancionados por actiones vindictam spirantes–. La ley civil
considera pasivamente intransmisibles las acciones nacidas de delito. Sin embargo,
los créditos y obligaciones intransmisibles pueden convertirse en transferibles,
mediante la litis contestatio; acerca de las modificaciones pretorias de este principio.
Sobre la transmisión hereditaria de las obligaciones en Derecho romano, v.
MITTEIS, Röm. Privatr. I, ps. 108 ss.

(4) La hereditatis petitio sirve también para reclamar cosas que el causante tuviese
sólo en custodia, por ej. como depositario, mandatario, comodatario, etc., siempre
que el demandado las detente por virtud del derecho hereditario que se arroga –
como possessor pro herede–.

(5) Poseer pro possessore dicen las Fuentes del que, al ser preguntado por qué
posee, contesta: quia possideo; es decir, del que no invoca ningún título posesorio,
universal ni singular. Contra estos poseedores, ambas acciones pueden ejercitarse;
la de petición de herencia y la singular –no les asiste la exceptio praejudicii (cfr. lo
que sigue)–. La significación histórica de las normas que rigen la possessio pro
possessore no está muy clara aún. Las últimas investigaciones son las de R.
LEONHARD, Der Erbschaftsbesitz (1899), ps. 46 ss. y W. STINTZING, Beitr. z. röm.
Rechtsgesch. (1901), ps. 62. ss.
Herederos en la actualidad
En el Derecho, la herencia es el acto jurídico mediante el cual una persona que
fallece transmite sus bienes, derechos y obligaciones (deudas) a otra u otras
personas, que en conjunto se denominan herederos. Heredero/heredera es
la persona física o jurídica que tiene derecho al total o a una parte de los bienes de
una herencia. El régimen jurídico que regula las herencias es el derecho de
sucesiones.2 Las reglas de herencia difieren entre las distintas sociedades y se ven
modificadas por los cambios legislativos viéndose además sujetas a la
correspondiente legislación sobre el impuesto sobre sucesiones y donaciones.
Aunque aún no existe legislación al respecto, se llama herencia digital al conjunto
de los bienes digitales (perfiles, archivos en redes sociales, cuentas, correos,
documentos en la nube, fotografías, vídeos, archivos o accesos) que una persona
tiene y que debería poder decidir sobre ellos cuando muera.34 Facebook usa el
término contacto de legado para referirse a la persona a la que cada usuario puede
nombrar para la administración de sus bienes digitales, en caso de fallecimiento.5
Aspectos históricos de la herencia
La antropología del parentesco es fundamental para conocer los mecanismos y
tipos de transmisión de la herencia. En muchas sociedades la herencia tiene
carácter patrilineal, donde sólo los hijos varones pueden heredar, otras sociedades
emplean la sucesión matrilineal, donde la propiedad sólo puede pasar a lo largo de
la línea femenina, más comúnmente va a los hijos de la hermana del difunto, o a las
hijas de la madre. Otras sociedades utilizan la primogenitura (hijo mayor varón) y
el mayorazgo para establecer la herencia. La distribución de la riqueza heredada es
muchas veces desigual. La mayoría puede recibir poco o nada y un heredero recibir
la mayor cantidad. Generalmente las hijas recibían globalmente menos que los
hijos. La primogenitura favorece al varón de manera evidente. La dote y
el ajuar para la boda son sistemas anticipados de herencia. La desigualdad en la
herencia se mantiene en muchas sociedades actuales.6
Algunas sociedades antiguas y la mayoría de los Estados modernos emplean la
herencia igualitaria, sin discriminación de género ni de orden de nacimiento.67
También aparecen los bienes comunes como patrimonio de la comunidad o
sociedad y sobre los que se preserva su carácter comunal, si bien pueden heredarse
los derechos de uso si se cumplen una serie de condiciones.8 La herencia se abolió
legalmente durante la Revolución de octubre de 1917 en Rusia, aunque
posteriormente dicha abolición se derogó, en 1926. En la Constitución de la Unión
Soviética de 1936, se admitía el derecho a heredar la propiedad personal.910
El Derecho hereditario y su fundamentación
Aunque puede indicarse que los principios en los que se asienta el derecho
hereditario son la institución familiar, la propiedad privada y la autonomía de la
voluntad es el Estado de Derecho el que sostiene su legitimidad y eficacia.1 Los
principios de familia, propiedad privada y autonomía de la voluntad chocan con
consideraciones del mismo corte liberal que las sostiene y que propugnan la
abolición, modificación o corrección del derecho hereditario argumentado que
constituye una fuente de desigualdad social, que es contraria a la iniciativa
particular, la libre empresa y el acicate por el trabajo.9
La justificación de la propiedad y su herencia en las sociedades contemporáneas
están inspiradas en la ideología liberal de autores como Locke.1
Pero no todos los autores defienden la naturalidad (derecho natural) de la herencia;
por ejemplo, el liberal utilitarista Jeremy Bentham, refiriéndose concretamente al
derecho a la propiedad y la herencia, afirma su contraposición a la libertad, en contra
de la afirmación del liberalismo, pues implica que se parte de situaciones desiguales
que impiden a otros ejercer la plena libertad. John Stuart Mill, discípulo de Bentham
y utilitarista liberal propuso una defensa de la igualdad más allá de la mera igualdad
ante la ley, la denominó igualdad de oportunidades, término de notable éxito en todo
el espectro de la filosofía política -desde el liberalismo al socialismo-. Para Stuart
Mill, los individuos deberían tener las mismas oportunidades en la vida para
realizarse a sí mismos o para alcanzar las mismas metas.1
La fiscalidad sobre la herencia y también sobre la propiedad privada supone una
reconciliación entre el derecho a la herencia y la necesidad de garantizar cierto
grado de igualdad social. En este sentido, el economista francés Thomas Piketty11
expone, en su libro El capital en el siglo XXI,12 publicado en el 2013, cómo la
concentración de la riqueza y su distribución durante los últimos 250 años crece
más rápido que la economía, lo que provoca un aumento de la desigualdad. Para
este autor, es necesario evitar lo que denomina capitalismo patrimonial en el que la
herencia es un componente importante.13 Piketty propone la instauración a nivel
global de impuestos progresivos y un impuesto mundial sobre la riqueza.14151611
En relación con las consecuencias de la desigualdad, el libro Desigualdad: Un
análisis de la (in)felicidad colectiva, de Richard Wilkinson y Kate Pickett, concluye
que existen efectos sociales perniciosos de la desigualdad que pueden y deben
corregirse.1718 El economista Miles Corak19 habría establecido la relación
indirecta entre desigualdad de ingresos y movilidad social intergeneracional,
destacando la importancia que tiene la riqueza y la herencia de los padres en el
futuro de los hijos en las sociedades más desiguales. Así, cuanta mayor desigualdad
económica sufra los padres menos movilidad social tendrán sus hijos.
Quienes son herederos los herederos forzosos
Para saber qué personas van a suceder a otra fallecida, deben distinguirse dos
situaciones:
Si el fallecido ha hecho testamento, serán herederos:
Los herederos voluntarios: Son aquellos que figuran como tales en el testamento y
suceden al testador en la titularidad de los bienes y derechos que componen su
patrimonio.
Los herederos forzosos: Son aquellos a los que la ley reconoce el derecho a
heredar, al menos, un tercio del patrimonio del fallecido, llamado legítima.Son
herederos forzosos, en primer lugar, los hijos (tanto naturales como por adopción,
matrimoniales y no matrimoniales) y descendientes y, en su defecto, los padres y
ascendientes.Por su parte, el viudo / a heredará en la forma que se establece
legalmente.
Si no existen herederos forzosos, los voluntarios pueden adquirir la totalidad de la
herencia, y si concurren con los anteriores, podrán adquirir todo lo que exceda del
tercio de legítima.
Junto a los herederos (forzosos y voluntarios) pueden concurrir en la herencia
los legatarios que heredan tan sólo objetos o bienes determinados de la herencia
(por ejemplo, «el apartamento X de la calle tal», el «coche matrícula X», etc)
Por otro lado, si el fallecido no ha hecho testamento, se abrirá la sucesión legal,
también llamada intestada o ‘abintestato’.
Quienes heredan cuando no hay testamento

En defecto de testamento, la ley determina quiénes son los herederos del fallecido.
A esta sucesión legal se la denomina sucesión legítima, intestada o ‘abintestato’ y
tiene lugar cuando, por ejemplo:
 Alguien fallece sin testamento.
 Cuando por testamento no se dispone de todos los bienes del testador, los
que restan se distribuyen como si no existiese el testamento.
 Cuando en el testamento no se indica quiénes son los herederos o éstos
fallecen antes que el testador.
 Cuando la herencia se repudia por el que ha sido nombrado heredero o no la
acepta dentro del plazo.
 Cuando el heredero es incapaz de suceder.
 Cuando el testamento no aparece o se ha destruido.
 Cuando en el testamento no se han incluido a todos los herederos forzosos
o cuando se consideró forzoso a alguien que no tenía esta condición.
 Cuando el testamento es nulo.
La ley también señala el orden por el que deben suceder al fallecido sus familiares
y en defecto de estos, el Estado. Así:
 Los descendientes: Los hijos y sus descendientes suceden a los padres y
demás ascendientes sin discriminación por razón de sexo, edad o filiación;
no se distingue por tanto, entre hijos naturales y por adopción, hijos
matrimoniales y no matrimoniales teniendo todos ellos los mismos derechos
hereditarios.

 Los ascendientes: Heredan en defecto de los hijos y descendientes del


difunto.En estos casos, el padre y la madre heredan por partes iguales y si
sólo uno de ellos vive, heredará la totalidad de la herencia. Si no viven los
padres, heredarán los ascendientes más próximos en grado (los abuelos). Si
viven los abuelos maternos y paternos, la herencia se dividirá entre ambas
familias a partes iguales.
 El cónyuge: Hereda a falta de descendientes y de ascendientes y antes que
los familiares colaterales (hermanos y sobrinos)
 Los colaterales: Si sólo concurren hermanos, éstos heredarán por partes
iguales; si participan en la herencia hermanos y sobrinos, los sobrinos
repartirán entre sí la porción de la herencia que le hubiese correspondido al
hermano fallecido (hermano del testador fallecido y padre / madre de los
sobrinos que heredan en su representación)Si intervienen en la herencia los
hermanos de padre y madre, con los hermanastros (sólo de padre o sólo de
madre), los primeros heredarán el doble que los segundos. Si todos son
medio-hermanos o hermanastros, unos por parte del padre y otros por parte
de la madre, heredarán todos por partes iguales.
 Los demás parientes hasta el cuarto grado (primos) heredarán en defecto de
todos los anteriores. Más allá de este cuarto grado de parentesco no es
posible heredar si no hay testamento.
 En ausencia de todos los parientes anteriores, hereda el Estado, que a su
vez está obligado a asignar un tercio de la herencia a instituciones
municipales de beneficencia, acción social, profesionales, tanto públicas
como privadas, otro tercio, a instituciones de las mismas características, pero
de ámbito provincial, y el último tercio a cancelar deuda pública salvo que el
Consejo de Ministros determine otra aplicación. Estas instituciones
heredarán siempre a beneficio de inventario.
 Para que el Estado pueda tomar posesión de los bienes hereditarios, es
necesario que se realice una declaración judicial instituyéndole heredero.
Quienes Pueden Suceder Por Testamento
 En principio, pueden heredar por testamento aquellas personas tanto físicas
como jurídicas que no se encuentren incapacitadas por ley (como las
asociaciones ilegales o los nacidos que no superen las 24 horas de vida).
 Para poder suceder es necesario además que el que ha sido nombrado
heredero viva cuando se produzca el fallecimiento. Si no es así, en el caso
de los herederos forzosos su participación en la herencia pasa a sus
descendientes.
 Sin embargo, si los herederos voluntarios fallecen antes que el testador, no
transmiten ningún tipo de participación o derecho sobre esta herencia.
 Por su parte, también pueden heredar los menores o incapaces, actuando en
su representación sus padres, tutores o defensores judiciales e incluso los
que aún no han nacido (los llamados nasciturus), cuando la viuda esté
embarazada. En estos casos, la división de la herencia se suspenderá hasta
que se produzca el nacimiento.
 Los testamentos pueden contener también una serie de disposiciones
especiales como las siguientes:
 Para «obras piadosas» o en «beneficio del alma del difunto», sin especificar
ni concretar su aplicación: En estos casos, los albaceas testamentarios
venderán los bienes y distribuirán su importe entre la Iglesia y los
establecimientos benéficos del domicilio del fallecido o, en su defecto, los de
la provincia.
 Para los pobres en general: Se entienden realizadas, salvo que pueda
acreditarse lo contrario, a favor de los pobres del domicilio del fallecido al
tiempo de su fallecimiento. En estos supuestos la distribución de los bienes
la realizarán las personas que hayan sido designadas por el testador o, en
su defecto, los representantes de la Iglesia, el Alcalde y el Juez del lugar.
 Para una persona incierta y que no puede ser determinada: La disposición
no sería válida.
 La disposición genérica hecha a favor de los parientes: Se entiende realizada
en beneficio de los más próximos en grado.
Para evitar fraudes, la ley no da validez a las disposiciones testamentarias
realizadas por el testador:
 Durante su última enfermedad a favor del sacerdote que le hubiese asistido,
parientes de cuarto grado (primos), iglesia, comunidad, etc.
 A favor del tutor realizada antes de aprobarse la rendición de cuentas.
 A favor del Notario que autorice su testamento o de parientes al mismo por
consanguinidad o afinidad hasta el cuarto grado, lo que será extensivo a los
testigos que intervengan en el testamento abierto.
 A favor de un incapaz.

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