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MICROBIOLOGÍA › ANÁLISIS

Colonos lunares de ocho patas


El envío de tardígrados a la Luna es la última idea de bombero de los
magnates visionarios empeñados en cambiar el mundo
JAVIER SAMPEDRO

Madrid - 17 AGO 2019 - 17:01 CEST

Imagen al microscopio electrónico de un oso de agua de la especie 'Milnesium tardigradum' SCHOKRAIE E ET AL

Acabamos de enterarnos de que los primeros animales no humanos ya han llegado a la


Luna, como puedes leer en Materia. Por desgracia para ellos, viajaban en la misión israelí
Beresheet, que se estampó contra el suelo lunar a 700 kilómetros por hora por un fallo en el
sistema de frenado. Lo más probable es que murieran en el impacto, aunque nadie puede
asegurarlo. Los animales en cuestión se llaman tardígrados (u osos de agua, o cerditos del
musgo), y pese a esos seudónimos miden en realidad menos de un milímetro y tienen ocho
patas. Su resistencia a las condiciones extremas (deshidratación, radiación, falta de
oxígeno) es tal que no se puede descartar que hayan sobrevivido al desastre y estén ahora
en estado de animación suspendida, esperando a que mejore la situación para revivir. Es un
escenario de ciencia ficción, pero no resulta incompatible con la extraordinaria biología de
estos primitivos parientes de los artrópodos (insectos, gambas, arañas).

Enviar tardígrados a la Luna es seguramente una idea de bombero, al menos en el estado


actual de la exploración espacial. Y el bombero parece haber actuado en solitario. Se trata
del empresario norteamericano Nova Spivak, de 50 años, cofundador de la Arch Mission
Foundation (fundación de la misión del arca), una organización nacida en 2015 para
esparcir repositorios del conocimiento humano por todo el sistema solar. El año pasado
puso en órbita una copia de la Wikipedia. Y también colocó en la misión Beresheet una
“librería lunar” de 30 millones de páginas, que tal vez siga intacta tras el malogrado
aterrizaje. Lo que nadie sabía es que había metido en esa misma nave varios miles de osos
de agua vivos. Y “nadie” quiere decir nadie: ni siquiera el director científico de la misión,
Oded Aharonson, conocía esa parte del cargamento, como revela el artículo de Materia. Por
lo demás, tanto Spivak como los responsables de Beresheet han rodeado el asunto de un
escudo de opacidad digno de un secreto de Estado. La primera misión privada a la Luna no
solo terminó hecha añicos, sino que llevaba en su interior una carga secreta de seres vivos,
células y muestras de ADN del propio Spivak y otras dos docenas de personas
seleccionadas por el magnate.

La inyección de capital privado en la exploración espacial está resultando un soplo de aire


fresco para las agencias espaciales, siempre acogotadas por la cicatería presupuestaria,
pero también ha introducido en los proyectos una notable dosis de arbitrariedad por parte
de los socios capitalistas que los financian. Ideas de bombero. Son bien conocidas las
ocurrencias de Elon Musk, fundador de la firma de cohetes Spacex y de la fábrica de
automóviles eléctricos Tesla, como por ejemplo mandar al espacio uno de sus coches. Un
caso más reciente, y más rodeado de flecos oscuros, es el del financiero Jeffrey Epstein,
caído ahora en desgracia por las acusaciones de tráfico sexual que penden sobre su cabeza.

El sueño de Epstein, informa The New York Times,


era propagar su propio ADN por la especie La iniciativa privada en
humana, mediante la inseminación de mujeres en la exploración espacial
su gigantesco rancho de Nuevo México. “Mujeres” está resultando un soplo
puede significar aquí niñas de 14 años. Epstein es de aire fresco
un fervoroso practicante del transhumanismo,
una especie de ideología que pretende mejorar la
población humana con la ayuda de la ingeniería
genética y la inteligencia artificial. La mejor manera de hacerse una idea del personaje es
que Epstein considere que sembrar a la humanidad con su propio ADN sea una forma de
mejora de la especie. Pero el Times también documenta que es un mentiroso compulsivo, o
un “ilusionista serial”. Y que logró seducir a parte de la élite científica, como el premio
Nobel Murray Gell-Mann, descubridor de los quarks; el cosmólogo y teórico Stephen
Hawking; el evolucionista Stephen Jay Gould; el neurólogo Oliver Sacks; el genetista de
vanguardia George Church y el Nobel de Física Frank Wilczek. Los científicos reciben como
agua de mayo cualquier dinero que sirva para financiar sus proyectos.

Y eso, dinero, es lo que tenía Epstein a espuertas. También lo tienen Spivak, Musk y unos
pocos magnates visionarios más. Al resto de la especie humana, y también a los
tardígrados, solo nos queda esperar en un estado de animación suspendida a que algún
millonario tenga la próxima idea de bombero.

* LA CIENCIA DE LA SEMANA es un espacio en el que Javier Sampedro analiza la actualidad


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