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- Sin embargo, los múltiples ataques a los locales sindicales, provenientes de grupos antiperonistas
armados (conocidos como “comandos civiles” y de diversas raíces ideológicas, pero principalmente
del radicalismo y socialismo) obligaron a muchos trabajadores a abandonar sus lugares de reunión.
La CGT solicitó al gobierno un cese de las ocupaciones y la celebración de elecciones sindicales
internas. Los comandos civiles se negaron a ceder, sabiendo que los comicios devolverían el poder
gremial a los peronistas.
- La crisis electoral dentro de los gremios convenció a las alas más liberales del gobierno militar que
solo se abandonaría la política conciliadora con la expulsión de Lonardi y de la influencia de los
nacionalistas católicos. Lonardi es obligado a renunciar en noviembre de 1955 y en su lugar asume
Aramburu, quien abandona la tentativa de integración y, ante la amenaza de huelga proclamada por
la CGT, interviene a esta y posteriormente a la totalidad de los sindicatos.
- Por su parte, los dirigentes sindicales estaban dispuestos a grandes sacrificios para adaptarse
(como lo evidencia la oposición a la violencia brotada de las bases, la negativa a salirse de la esfera
de acción meramente sindical y la aceptación a considerar el 17 de octubre como otro día de trabajo
formal).
- El porqué falló la política conciliadora tal vez resida en la debilidad del ala nacionalista dentro de las
fuerzas armadas para controlar a los comandos civiles, y que los dirigentes sindicales eran
conscientes de ello, por lo que no quisieron propiciar la erosión de sus propias bases de poder
cediendo a las exigencias del gobierno. Otro factor para el quiebre del interregno propuesto por
Lonardi fue la resistencia de la militancia peronista, opuestos fervientemente a la Revolución
Libertadora y que limitaban las posibles concesiones de los dirigentes sindicales; las manifestaciones
y huelgas espontáneas, instintivas y desorganizadas fueron la visualización de esta oposición, que
posteriormente se conocería como “Resistencia Peronista”.
- Con la instauración del régimen de Pedro Eugenio Aramburu, se aplicó una política fervientemente
antiperonista que planteaba la total erradicación del movimiento, sus instituciones y símbolos.
- En concordancia con la intervención de la CGT, Aramburu trató de proscribir la participación de
líderes gremiales peronistas, reprimir las manifestaciones del sindicalismo e instaurar una mayor
productividad y racionalización del trabajo.
- El “Congreso de la Productividad” (1955) fue una tentativa para aplicar, con ayuda estatal y
sindical, el programa de racionalización, que sin embargo se encontró con una negativa a la
cooperación por parte de los obreros. La propuesta de pago-por-resultados por parte de los
empleadores era ilegitima e inaceptable aún para muchos obreros; esto se explica por una cultura
de taller y planta, producto de la experiencia peronista, que arraigo en las mentalidades una serie de
supuestos informales sobre lo que los patrones podían o no exigir a sus trabajadores.
- Aramburu expidió una serie de decretos en pos de aumentar la productividad, pero que en el
proceso a ello degradó las condiciones laborales y la organización gremial; el decreto 2739
autorizaba a la eliminación de “obstáculos a la productividad”.
- Aunque hubo una amplia supresión de los llamados “obstáculos”, pequeñas concesiones que
hacían más tolerable el trabajo y más sencilla la solución de disputas con el sector patronal, nunca se
aplicaron efectivamente los planes de racionalización y la aplicación de nuevas cláusulas sobre la
productividad en los contratos existentes. Esto se debió, en parte, por la ambigüedad proveniente
del gobierno a la hora de aplicar las medidas acordadas.
- El éxito de estas luchas estuvo íntimamente relacionado con los antecedentes de organización
militante, que facilitaban o dificultaban las posibilidades de reorganización clandestina.
- Allí donde las maniobras de los interventores imposibilitaron la realización de comicios libres, los
comités no oficiales organizaron abstenciones en gran escala y voto en blanco.
- Los ataques a las comisiones internas, el revanchismo general, la ofensiva contra las condiciones
laborales, todo ello explicó muy claramente lo que se sentía se estaba perdiendo y señaló el
contraste con la era peronista; las políticas de Aramburu-Rojas reforzaron la identificación de la clase
obrera con el peronismo.
- Esta negativa a aceptar las victorias conseguidas durante la experiencia peronista, identifico por
descarte a los socialistas con las políticas del gobierno militar y los empleadores. Asimismo, estaban
desfasados de las comisiones no oficiales y espontáneas del peronismo, y se debatieron entre
aceptar las políticas gubernamentales o emprender una reeducación de los trabajadores peronistas.
- El comunismo adoptó una política más conciliadora con los obreros peronistas y sus
reivindicaciones, trabajando junto a ellos en el mismo terreno, sin buscar diferenciarse.
- Para 1956 era evidente que el peronismo en los sindicatos no se eliminaría por decretos o llana
represión. Sin embargo, Aramburu continuó con una línea dura, tratando de garantizar poner en
manos de una mayoría antiperonista el liderazgo del movimiento gremial y manteniendo al
peronismo en unos niveles minoritarios y aceptables. Sin embargo, esta tentativa tuvo escaso éxito.
- El aumento salarial expedido por Aramburu se basaba en el supuesto que la inflación resultante de
la devaluación no superaría el 10%; sin embargo, la tendencia inflacionaria superó las expectativas y
desembocó en crecientes conflictos entre las comisiones salariales y los patrones, que
posteriormente serían resueltos por los tribunales de arbitraje del decreto 2739.
- Si bien la caída de los salarios reales no era un hecho sin precedentes, el nuevo contexto de
antagonismo social y fanatismo agudizó la conciencia de clase. Los trabajadores percibieron que la
declinación en las condiciones laborales no era, en este caso, parte de una recesión económica sino
producto directo de los ataques gubernamentales contra los sindicatos y la congelación salarial.
- La mayor demostración del descontento fue la paralización metalúrgica en 1956, que desembocó
en una masiva movilización de las fuerzas armadas para recuperar los lugares laborales ocupados. Si
bien la huelga no dio respuesta a las reivindicaciones salariales y los despidos solo tendieron a
incrementarse, esta demostración es recordada como un símbolo de la capacidad obrera para
organizarse y enfrentarse al status quo. Ejemplos similares se dieron en las industrias de la
construcción, el calzado, gráfica, textil, de la carne y de la construcción naval, con represiones y
derrotas también similares.