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La Moral

La moral es un conjunto de normas, creencias, valores y


costumbres que dirigen o guían la conducta de grupos de
personas en la sociedad. Se distingue de la ética en que esta
es una moral transcultural o universal, aunque ambas se
suelen confundir. La moral permite distinguir cuáles acciones
son buenas y cuáles malas para un grupo social. Otra
perspectiva la define como el conocimiento de lo que el ser
humano debe hacer o evitar para conservar la estabilidad
social.
El término «moral» tiene un sentido opuesto al de «inmoral»
(contra la moral) y «amoral» (sin moral). Es la existencia de
acciones y actividades susceptibles de valoración moral, está
fundamentada en el ser humano como sujeto de actos
voluntarios. Abarca la acción de las personas en todas sus
manifestaciones, además de que permite la introducción y
referencia de los valores.
Los conceptos y creencias sobre la moral llegan a ser
considerados y codificados de acuerdo a una cultura, religión,
grupo, u otro esquema de ideas, que tienen como función la
regulación del comportamiento de sus miembros. La
conformidad con dichas codificaciones también puede ser
conocida como moral y se considera que la sociedad
depende del uso generalizado de esta para su existencia.
Hay diversas definiciones y concepciones de lo que en
realidad significa la moral, y esto ha sido tema de discusión y
debate a través del tiempo. Múltiples opiniones concuerdan
en que el término representa aquello que permite distinguir
entre el bien y el mal de los actos, mientras que otros dicen
que son solo las costumbres las que se evalúan virtuosas o
perniciosas.

Elaborado por: Juan Felipe Zarta


El concepto de moral se diferencia de la filosofía moral
o ética en que esta última reflexiona racionalmente sobre los
diversos esquemas morales con la finalidad de encontrar
principios racionales que determinen las acciones éticamente
correctas y las acciones éticamente incorrectas, es decir, la
ética busca principios absolutos o universales,
independientes de la moral de cada cultura.

Todas las sociedades tienen un conjunto de conductas, que


son el núcleo de una concepción moral ampliamente
compartida por los individuos del grupo. En Occidente han
sido particularmente importantes la concepción moral de las
religiones como el judaísmo, y el cristianismo. En Oriente
el confucianismo o el budismo también han ejercido un fuerte
influjo en el núcleo moral de sociedades asiáticas.
Si bien es frecuente remontar la reflexión moral occidental, a
lo dicho por las escuelas grecorromanas, donde la moral se
enseñaba en forma de preceptos prácticos, la reflexión moral
fue particularmente importante en la antigüedad egipcia a
juzgar por la gran cantidad de textos de carácter moral que
han sobrevivido. En la antigüedad grecolatina, se elaboraron
numerosos textos tales como las Máximas de los siete sabios
de Grecia, los Versos dorados de los poetas de Grecia; o bien
en forma de apólogos y alegorías hasta que después se
revistió de un carácter filosófico.
Los antiguos romanos concedían a las mores
maiorum (‘costumbres de los mayores’, las costumbres de
sus ancestros fijadas en una serie continuada de precedentes
judiciales) una importancia capital en la vida jurídica, a tal
grado que durante más de dos siglos (aproximadamente
hasta el siglo II a. C.) fue la principal entre las fuentes del
derecho. Su vigencia perdura a través de la codificación de
dichos precedentes en un texto que llega hasta nosotros

Elaborado por: Juan Felipe Zarta


como la Ley de las XII Tablas, elaborado alrededor del 450
a.C.
Ocupa importante lugar en las enseñanzas
de Pitágoras, Sócrates, Platón, Aristóteles, Epicuro y, sobre
todo, entre los estoicos (Cicerón, Séneca, Epicteto, Marco
Aurelio, etc.). Los neoplatónicos se inspiraron en Platón y los
estoicos cayeron en el misticismo. Los modernos han
profundizado y completado las teorías de los antiguos.

Muchos científicos creen que la ética es un producto de la


selección natural, que se considera que ha conservado
comportamientos sociales favorables al éxito evolutivo de los
grupos. Las sociedades animales muestran muchos ejemplos
de cohesión basada en la sumisión instintiva a lo que parece
ser leyes no escritas. Los grupos primitivos antepasados de
la especie humana tenían sin duda una organización de este
tipo que, con el desarrollo de las facultades cerebrales, se
transformó progresivamente en la institución de legislaciones
explícitas, y en el respeto a las mismas. Las sociedades que
se otorgaron leyes y las aplicaron resultaron ser más capaces
de sobrevivir y proliferar que las libradas a la anarquía y a la
competencia salvaje entre sus miembros.
Esta idea la amplió Edward O. Wilson, biólogo de Harvard,
bajo el nombre de sociobiología, para que abarcara todo el
tejido social humano. Según Wilson, que ha resumido sus
puntos de vista en una importante obra, Consilience, todo
nuestro sistema de valores, incluyendo las creencias, virtudes
y normas relacionadas con ellas, es producto de la
oportunidad evolutiva. El sistema existe simplemente porque
resultó ser útil para el éxito evolutivo de los grupos que lo
practicaron.
Muchos filósofos y científicos sociales se han opuesto
vigorosamente a la sociobiología por diversas razones.
Algunos ven en ella vestigios del darwinismo social, la

Elaborado por: Juan Felipe Zarta


posición empírico-lógica que defendió, especialmente, el
filósofo inglés del siglo XIX Herbert Spencer, para justificar,
sobre la base de la teoría de Darwin, los excesos del Iaisezz
Faire ("dejar hacer") económico. En opinión de otros, la
sociobiología exagera el papel del determinismo genético, en
detrimento de las influencias ambientales, y promueve las
discriminaciones raciales y sociales.
Dejando de lado estas polémicas cargadas de ideología,
ocurren dos reflexiones sencillas. En primer lugar, es
difícilmente discutible que las sociedades sometidas a las
leyes tuvieran mayor éxito que las sin ley. Por otro lado, la
antropología comparada demuestra claramente que las leyes
varían según los pueblos y las épocas. De modo que la
selección natural desempeñó un papel; pero lo que ésta
promovió fue la existencia de leyes, no necesariamente los
detalles de su contenido.
Sea cual sea el origen de nuestro comportamiento ético,
existen buenas razones para creer que, con el desarrollo del
cerebro, la moral ha evolucionado progresivamente desde
una forma puramente pragmática y utilitaria hasta una
concepción más abstracta del bien y del mal. La mayoría de
las civilizaciones distinguen entre las legislaciones, dictadas
por consideraciones de convivencia, y normas éticas,
basadas en valores absolutos. Estas siguen siendo arbitrarias
en cierta medida, como demuestran, por ejemplo, los
principales debates sobre bioética. Pero la distinción misma
entre el bien y el mal parece hallarse profundamente en
la naturaleza humana.

En conclusión, la moral se puede considerar el conjunto de


elementos exteriores y perspectivas que causan una
deliberación sobre los conceptos del bien y el mal, lo cual
lleva a basar el juicio humano en estas bases.

Elaborado por: Juan Felipe Zarta


Elaborado por: Juan Felipe Zarta

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