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Del muro
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in 2019 with funding from
Kahle/Austin Foundation
https://archive.org/details/delmurolapantallOOOOvega
Del muro ¿ U
pantalla.
w //
Eduardo de la Vega Alfaro
W
Del muro * U
pantalla
S.M. Eisenstein y el arte pictórico mexicano
INSTITUTO
MEXIQUENSE
DE CULTURA <A
O MEXICANO D
Televisión
Metropolitana
S.A. de C.V.
RENT
1
i' ^ \ x \ ¿ *C ^l V Hní \MH
Universidad de Guadalajara
Rector general
Centro Universitario de
Rector
Sub-director de publicaciones
Director general
Portada
Diego Rivera, La fiesta en las calles, 1923-1924
Sergei M. Eisenstein, shot de /Que viva México!
© Universidad de Guadalajara
Francisco Rojas González 131, sector Hidalgo
Colonia Ladrón de Guevara
44600 Guadalajara, Jalisco, México
ISBN: 968-895-743-7
Esta obra también contó
Impreso y hecho en México con el apoyo financiero
Printed and made in México de Robert Grant Dickson
índice
La obra gráfica
de Eisenstein en México 87
Secuelas 95
^ El arte de la composición plástica consiste en
llevar la atención del espectador por el camino y
orden exactos prescritos por el autor. Esto se apli¬
ca al movimiento de la vista sobre la superficie
de un lienzo, si la composición se expresa pic¬
tóricamente, o sobre la superficie de la pantalla,
si se trata de una forma fílmica.
S.M. Eisenstein,
El sentido del cine
12
Del muro a la pantalla
13
■
E l 7 de diciembre de 1930, procedentes de Hollywood, California,
los celebres cineastas soviéticos Sergei M. Eisenstein (director y
guionista), Grigory Alexandrov (asistente y co-guionista) y
Eduard Tissé (camarógrafo) arribaron a la ciudad de México y
se instalaron en el hoy desaparecido Hotel Regis. Puede decirse que con ello
dio principio, de manera formal, uno de los más complejos y fascinantes
casos de la historia del arte fílmico.
Unos días antes de su llegada a
la capital mexicana, el 24 de no¬
En la tierra
viembre de 1930, en una pequeña
casa situada en Pasadena, Califor¬
de los artistas
nia, el equipo encabezado por Ei¬
senstein había firmado contrato
aztecas
para realizar, de acuerdo con el texto de dicho convenio, una obra «provi¬
soriamente llamada película mexicana», cuyas principales características
consistirían en ser «no-política» y digna de la reputación del cineasta y
«de su genio».
El mencionado proyecto artístico había surgido como una alternativa
hasta cierto punto improvisada: el gran prestigio de los soviéticos, adquiri¬
do gracias a la realización de películas como La huelga (1924), El acora¬
zado Potemkin (1925), Octubre (1927) y La línea general o Lo viejo y lo
nuevo (1927-1928), obras profundamente ligadas a la vanguardia y a la
revolución soviéticas, había resultado insuficiente para que lograsen fil¬
mar en Hollywood alguno de los varios argumentos y guiones propuestos
por Eisenstein a la Paramount Pictures, empresa que a través de su repre¬
sentante Jesse L. Lasky los había contratado con el objeto de financiarles
alguna cinta. Entre las causas del fracaso hollywoodense de Eisenstein
suelen mencionarse tanto la incapacidad del cineasta para ajustarse a los
rígidos esquemas de producción de «La Meca del cine», como el desacuer¬
do de los funcionarios de la Paramount en el tratamiento de los diversos
proyectos fílmicos presentados para su posible realización.1
La llamada «Meca del cine» (o «Califórnica», como Eisenstein deno¬
minaría después a Hollywood) era, en apariencia, el punto final de un lar¬
go viaje iniciado por los artistas soviéticos en agosto de 1929, cuyo itinera¬
rio había incluido diversas estancias en Berlín, Zurich, Hamburgo, La Sarraz
(Suiza), Bruselas, Londres, Cambridge, Rotterdam, La Haya, París, Nueva
" York, Boston, New Haven y Chicago.
Datos pormenorizados sobre este aspecto de la vida y obra del , , , , ✓ , .
cineasta pueden encontrarse en el capítulo «Una tragedia ame- Dicho trayecto tema Ull tliple COme-
ricana», incluido en Sergei M. Eisenstein. Una biografía, de Marie tido: dictar conferencias, COnOCer de
Seton (FCE, México D.F., 1986, pp. 156-190), asi como en el libro cerca técnjcas y modalidades del
de Ivor Montagu Con Eisenstein en Hoilywood (Era, México D.F.,
! 976) cine sonoro que por entonces se ex-
tendían vertiginosamente en todo el mundo y, de ser posible, realizar uno o
varios filmes en el extranjero.
Cancelado su contrato con la Paramount, Eisenstein, quien no quería
o no podía regresar a la URSS sin haber filmado cuando menos una pelí¬
cula acorde con su relevancia internacional, acudió a ver a su amigo Charles
Chaplin a fin de plantearle la idea de llevar a cabo una cinta independiente
ambientada en México, país por el que el realizador de El acorazado Po-
temkin sentía una profunda y sincera admiración. Para ello, Chaplin en¬
vió a Eisenstein con Upton Sinclair, famoso escritor izquierdista, autor de
novelas de crítica social comoZ¿? jungla, La metrópoli o Petróleo, quien
supuestamente indignado por el trato que la Paramount había dado a los
cineastas soviéticos, finalmente aceptó la propuesta de financiar el proyec¬
to. Cabe precisar que Eisenstein y Sinclair habían mantenido algunos con¬
tactos previos a través de cartas y notas.
Sinclair y su esposa, Mary Craig, fundaron en poco tiempo una peque¬
ña empresa, la «Mexican Film Trust» que, según el contrato original, se
encargaría de costear lo relativo a la realización de la obra fílmica, inclui¬
dos los gastos de estancia de los cineastas en territorio mexicano por un
periodo «de tres o cuatro meses», tiempo estimado para acometer un do¬
cumental «de viaje» que, al margen de lo establecido en el convenio, en un
primer momento iba a titularse Life in México (Vida en México).
Antes de partir de la estación ferroviaria de Hollywood rumbo a su nue¬
vo destino, Eisenstein respondió lo siguiente a un reportero del diario Los
Angeles Times:
16
Vengo a México [...] a hacer una película sobre este país, de cuyo pueblo y de
cuyo arte soy un gran admirador: una película que muestre al mundo las
maravillas que aquí se encierran. En este momento existe en Europa gran
interés por México, y quiero mostrarlo tal cual es, para lo cual espero obtener
la cooperación del pueblo, y para el desarrollo de mi proyecto deseo entrar en
contacto desde luego con artistas, fotógrafos, etc.
Durante un mes aproximadamente me dedicaré a estudiar el ambiente
mexicano, y después procederé a la manufactura de la película basada en el
asunto local. Tras este estudio decidiré si la obra la basamos en un argumen¬
to determinado o en una exposición fiel del país, de sus costumbres y de su
pueblo, documentándome previamente en visitas que realizaré al Distrito Fe¬
deral y regiones inmediatas, al Itsmo de Tehuantepec y a Yucatán, pues no
omitiré por ningún motivo las famosas ruinas de Chichen Itzá, y mi interés
por el folklore local es enorme.
En la película seguiremos la misma técnica empleada en El Crucero
Potemkin, es decir, un realismo absoluto, sin emplear «estrellas» ni artistas Ser?ei El^en1stJein
r _ en la ciudad de
profesionales. Iremos al campo, a los centros industriales, a los círculos so- México, enero
cíales, a todos aquellos sitios que se haga necesario, como lo hacemos en de 1931
17
las cintas rusas, y así obtendremos lo necesario, sin adulteraciones ni
fingimientos [...].
[...] El objeto que me ha traído a México es el tomar una película con aspec¬
tos multiformes y de colorido inusitado, que ofrece el ambiente de la vida
mexicana. La muy difundida versión del charro con la pistola en la cintura y
las interpretaciones que sobre la Revolución Mexicana que a través de la prensa
amarillista yanqui, ha recibido hasta la fecha el mundo, tendrá en mí -obje¬
tivamente- la más franca y veraz exposición de lo que es en realidad este bello
país.
Teniendo una cierta experiencia con los acontecimientos que actualmente
se desarrollan en mi país, no me extraña nada que el movimiento social de
México haya sido visto a través de un prisma tendencioso [...].
No tengo alguna idea preconcebida de antemano de lo que mi cinta será:
pero el teatro mismo de mis futuras actuaciones está tan pletórico de mani¬
festaciones artísticas, que fijando el ambiente, haré desfilar en la pantalla los
rasgos típicos que ofrecen las tradiciones históricas del antiguo Imperio de
Moctezuma, la belleza del suelo, me parece que serán suficientes para recom¬
pensar a la larga cualquier trabajo que me tome para transportar con fideli¬
dad todo lo que a México se refiere [...].
En mi cinta actuará el elemento que forma este ambiente de misterio y de
romance: el indio mexicano. Las ruinas: todo el antiguo esplendor de los
mayas con un fondo de la colonización española, proporcionará la escena
sobre la cual trataré de captar el espíritu mismo de la nación simbolizada por
el águila y el nopal.
La epopeya de las pirámides, las joyas históricas biseladas en granito, el
claroscuro de todo el pasado histórico irá sucintamente como una evocación
lej ana en su presente real, de todas las huestes que desembarcaron con Hernán
Cortés y volvieron a encarnarse en los intrépidos jinetes de Pancho Villa [...].
18
artista soviético abandonó Estados
Unidos, donde había sido objeto de
múltiples ataques y censuras. En
tercero, que el realizador de La huel¬
ga pensaba desde un principio dar¬
le un sesgo político o cuando me¬
nos «social» a su nuevo proyecto
fílmico. Cuarto: aunque su idea de
la película no era todavía muy cla¬
ra, Eisenstein ya tenía algunas in¬
tuiciones con respecto al contenido
y las formas de la obra en ciernes,
todo ello como consecuencia de su
previo conocimiento de la historia,
la cultura y el paisaje del país. Quin¬
to: que el cineasta conocía muy bien
la imagen, en la mayoría de los ca¬
sos prejuiciada y negativa, que so¬
bre México y los mexicanos se di¬
fundía en todo el mundo a través
de las cintas hollywoodenses. Y por
último, pero no menos importante,
que el declarante tenía pensado apoyarse en los exponentes de las artes Retrato de Adolfo
visuales mexicanas, para lo cual inmediatamente entró en contacto con Best Maugard
pintado por Diego
pintores, fotógrafos e historiadores del arte y la cultura nacionales; el pri¬
Rivera (1913)
mero de ellos fue Adolfo Best Maugard (1891-1965), quien años antes, mien¬
tras dirigía el Departamento de Dibujo de la Secretaría de Educación, ha¬
bía publicado un texto didáctico de gran éxito en México y el extranjero:
Método de dibujo. Tradición, resurgimiento y evolución del arte mexi¬
cano (SEP, 1923), considerado como la base teórica de los nuevos sistemas
nacionalistas en la artes plásticas.
En un testimonio publicado en Excelsior del 8 de agosto de 1933, Best
Maugard señaló que el cineasta soviético llegó a México con unos «docu¬
mentos de recomendación finnados por Robert Flaherty y Dudley Murphy»,
conocedores del interés y conocimientos que el pintor tenía en materia
fílmica.
19
nuestro movimiento político-social. Insistí mucho en que debería hacerse di¬
cho trabajo con gran cuidado, con el objeto de suprimir toda posibilidad de
malas interpretaciones. Eisenstein entonces me invitó a colaborar con él, de¬
lineando juntos el estudio preliminar de los escenarios, escogiendo lugares
apropiados y arreglando los detalles necesarios. Nuestro trabajo juntos llegó
al punto de ayudarles personalmente a sacar la película. Acepté esta tarea en
vista de la importancia artística de tal obra y por estar Eisenstein en ella.
Mientras nos encontrábamos dedicados a los preliminares del trabajo, el
gobierno me pidió que interviniera como censor oficial en la hechura de la
película de Eisenstein, consistiendo esta censura en asegurar la autenticidad
y corrección de los tipos y costumbres de nuestro pueblo, así como a que la
definición de las tendencias político-sociales de la película estuvieran apega¬
das al plan original aceptado por el gobierno. Eisenstein fue notificado de que
sin mi aprobación, la película no podría ser tomada. Estando Eisenstein de
acuerdo con la petición de mi Gobierno, acepté la responsabilidad del puesto
de supervisor oficial de la película [...].
[... ] Eisenstein, Alexandrov y Tissé fueron acogidos por todos los sectores inte¬
lectuales y artísticos, con la más viva simpatía [...] La Secretaría de Educa¬
ción Pública y Bellas Artes le brindó [a Eisenstein] las mayores facilidades
para que, en el curso de su trabajo, no encontrara tropiezos. A su vez, la Se¬
cretaría de Gobernación, comisionó al pintor Adolfo Best Maugard para que
le guiara en sus viajes a través del país, le sirviera de intérprete (pues aún no
hablaba castellano) y le orientara respecto a la autenticidad de nuestra vida.
Best Maugard fue un valioso elemento para el cineasta ruso, y es induda¬
ble que, en cierta medida, se debe a él la interesante forma de coordinar la
20
estructura de la historia y el expresivo contraste de los matices en los temas
del libreto [...].
Adelantémonos a decir que es muy probable, por tanto, que Best Maugard
haya compartido con el cineasta su teoría acerca de los «siete elementos
primarios del arte mexicano» (la espiral, el círculo, el semicírculo, la rec¬
ta, la línea ondulada, etc.) y que de ello Eisenstein derivara, junto con sus
observaciones y otras influencias, los elementos compositivos triangulares
y circulares que iban a estar presentes a lo largo del filme. (Cabe aquí
señalar que el círculo, como metáfora del cambio social y la Revolución,
es uno de los leitmotiv de las obras que Eisenstein había realizado antes de
su llegada a nuestro país; sin embargo, en su filme mexicano, las formas
circulares iban a tener connotaciones ligadas a lo cósmico y lo eterno, aun¬
que también a la inminencia de la transformación revolucionaria).
E n primer término, cabe advertir que Eisenstein forma parte de la
extraordinaria oleada de artistas e intelectuales extranjeros que
llegaron a nuestro país atraídos por el renacimiento cultural ocu¬
rrido durante los veinte y principios de los treinta, es decir, en la
era postrevolucionaria. (Años antes, en las postrimerías del Porfiriato y
durante la Revolución Mexicana, varios literatos, periodistas y cronistas, la
mayoría de ellos estadounidenses o
ingleses —Charles Macomb Flan-
drau, John Kenneth Turner, John
Los
Reed, Ambroce Bierce, Jack London,
Richard Harding Davis, Albert Rhys
"antecedentes
Williams, Robert Haberman, Mike
Gold, Lincoln Steffens, Linn A. E.
mexicanos" de
Gale, etc.—, habían integrado otra
oleada de intelectuales interesados
Eisenstein
entonces en la conflictiva situación mexicana). En más de un sentido, la
fascinación de Eisenstein por México fue similar a la que en su momento
sintieron gente de la talla de David H. Lawrence, Katherine Ann Porter,
John Doss Passos, Alma Reed, Anita Brenner, Franz Boas, William Somerset
Maugham, Bruno Traven, Aldous Huxley, Carlenton Beals, Vladimir
Maiakovski, Francés Toor, Edward Weston, Tina Modotti, Emilio Cecchi o
Langston Hughes, todos ellos viajeros por tierras mexicanas y cronistas o
testigos de una situación socio-cultural que parecía ser tan deslumbrante
como promisoria. Incluso, algunos de los citados (Reed, Brenner, Dos Passos,
Huxley, Lawrence, Beals, Porter, Maiakovski, Cecchi), así como otros visi¬
tantes interesados en el México de entonces (Kenneth Rexroth, Stuart Chase,
Archibald MacLiesh, Mary Austin) escribirían, al igual que Eisenstein, sus
impresiones en torno al movimiento denominado «Muralismo mexica¬
no», vanguardia del resurgimiento artístico promovido por José Vasconce¬
los desde la Secretaría de Educación Pública y fenómeno que, no exento de
profundas contradicciones, había podido desarrollarse hasta alcanzar una
gran repercusión a escala internacional. Al respecto vale decir que, hacia
fines de los veinte y principios de los treinta, es decir, en el contexto político
del «Maximato callista», el movimiento muralista mexicano parecía ha¬
ber perdido su impulso e impacto originales, sobre todo a causa de la ma¬
nifiesta actitud radical de algunos de sus exponentes (Orozco, Siqueiros,
Xavier Guerrero, Jean Charlot, etc.), a quienes el Estado había negado apo¬
yos y patrocinios o, incluso, había reprimido abiertamente.
A diferencia de su paisano y correligionario Vladimir Maiakovski, cuan¬
do Eisenstein llegó a México el país no le era del todo desconocido: desde
muchos años antes de su arribo, una serie de hechos, que probablemente
el cineasta llegó a considerar como eslabones de una especie de destino,
habían ido acrecentando su interés por el territorio mexicano y por las
costumbres e historia de sus habitantes.
Nacido en Riga, Letonia, el 10 de enero de 1898, Sergei Mijáilovich
Eisenstein fue el hijo único de una pareja típicamente burguesa integrada
por un arquitecto e ingeniero de origen judío-alemán y un ama de casa de
origen eslavo. Mientras lleva a cabo sus estudios elementales en escuelas
de su ciudad natal, logra ver cine en París y queda impresionado por una
representación de la ópera Turandot escenificada en el teatro K. N. Nozlobin.
Fascinado desde niño por el dibujo, la caricatura y la pintura (principal¬
mente por el universo pictórico de Leonardo Da Vinci, El Greco, Miguel
Ángel y Rafael Sanzio), el futuro cineasta ingresa a la Escuela de Bellas
Artes de San Petersburgo, donde comienza a sistematizar y profundizar sus
conocimientos sobre el arte renacentista. Tiempo después se inscribe en el
Instituto de Ingeniería Civil de la Universidad de dicha ciudad desarrollan¬
do su gusto por la arquitectura, al tiempo que inicia su interés por diversas
manifestaciones del teatro popular de variedades.
Algunos datos proporcionados por el mismo Eisenstein indican que su
interés por México podría remontarse precisamente a sus primeros años
de vida. En Yo. Memorias inmorales (Vol. 1., Ed. Siglo XXI, México D.F.,
1988, p.38) confesaría: «[...] El enervante olor del jugo fermentado de los
magueyes asciende desde abajo (desde el sitio donde, a la sombra de las
veladoras y una pintarrajeada madona, se hace el vodka mexicano: el
pulque) hasta mí, en mi dormitorio provisional, en el segundo piso de la
hacienda de Tetlapayac..., una verdadera hacienda, la primera después de
aquella «hacienda de doña Manuela», de un cuento de aventuras que al¬
guna vez en mi infancia inquietó mi imaginación desde las páginas de El
mundo de las aventuras [...]». Aunque el autor de las memorias no ofrece
más pistas, es de suponer que el mencionado relato se ubicaba en alguna
antigua hacienda mexicana poblada por personajes típicos del periodo colo¬
nial o decimonónico. Es probable entonces que en aquel cuento se encuen¬
tren algunos prolegómenos de lo que Eisenstein filmaría años después en la
hacienda pulquera de Santiago-Tetlapayac. Por otra parte, en una entrevis¬
ta concedida a Salvador Baguez y publicada el 5 de julio de 1931 en el diario
La Opinión de Los Angeles, California, el cineasta declaró:
24
Se impone decir que las anteriores declaraciones de Eisenstein fueron
ilustradas con una foto en la que el cineasta aparecía al lado de Best Maugard
junto a un frondoso maguey.
Otro de los «antecedentes mexicanos» de esa primera etapa en la bio¬
grafía de Eisenstein tendría más bien un carácter «indirecto»: siendo niño
queda profundamente marcado (y así lo demostrarían más adelante sus
experimentos en el teatro vanguardista) por el extravagante mundo del
circo. El cineasta soviético encontraría en la cultura mexicana diversas
manifestaciones que muy probablemente asoció a su gusto por el espectá¬
culo circense y lo que éste tiene de relación a con la cultura y diversión
netamente populares: carnavales, fiestas religiosas de gran colorido, ritua¬
les, corridas de toros, bufonadas, «vaciladas», máscaras, sombreros, jue¬
gos y juguetes infantiles, etc.
Durante su adolescencia, Eisenstein comienza a hacerse experto en los
escritos de Freud y en los textos del marxismo-leninismo. Pero como parte
de su sólida formación científica y artística, por esa época accede también,
entre muchas otras, a las obras de Alexander von Humboldt, quien tras una
serie de expediciones por varias partes del territorio novohispano llevadas a
cabo entre 1803 y 1804 había publicado diversos libros (Atlas geográfico y
físico, Tablas geográfico-políticas del reino de Nueva España y Ensayo
político sobre el reino de la Nueva España), que seguramente fueron
conocidos por el futuro cineasta. Gracias a dichos textos, Eisenstein pudo
tener una noción más próxima sobre la Historia y el paisaje mexicanos.
Poco después, a través de las noticias periodísticas y de la lectura de las
crónicas de John Reed (México Insurgente, Hila de la Revolución), Ei- r
J \ ° / Sergei Eisenstein
senstein reinicia su interes por el país de Pancho Villa y Emiliano Zapata, en sus ^ ^
los héroes campesino-populares de la Revolución Mexicana, movimiento infancia
25
con el que terminará por sentirse identificado. No está por demás decir que
el artista soviético llegó a ser un gran admirador y conocedor de la obra y
la figura de Reed, quien, como se sabe, realizó también una magistral cró¬
nica de la revolución bolchevique, Diez días que conmovieron al mun¬
do, en la que Eisenstein se basaría para la realización de Octubre, una de
sus obras fílmicas más controvertidas. Ya en nuestro país, el cineasta se
inspiraría en uno de los capítulos de México Insurgente («Isabel») y en
algunos pasajes de Hija de la Revolución para concebir la idea básica del
que iba a ser uno de los episodios de su filme: Soldadera.
Tras colaborar como caricaturista en la Gaceta de San Petersburgo,
en 1918 el joven Eisenstein se incorpora voluntariamente al Ejército Rojo
en el que participa en calidad de ingeniero y coordinador de construcción
de defensas; hacia finales de dicho año, como complemento a sus tareas
militares, inicia una serie de intensas actividades escenográficas elaboran¬
do los bocetos para una puesta escena dzMisterio bufo, obra vanguardista
de Maiakovski. Instalado temporalmente en la ciudad de Velíkie Luki, en¬
tre agosto de 1919 y mayo de 1920, prosigue sus labores teatrales asumien¬
do el cargo de escenógrafo y diseñador de vestuarios en el montaje de diver¬
sas representaciones amateurs de obras como El mellizo, de A. T. Avér-
chenko; El espejo, de F.M. Sluchiani; Marat, de A. Amnue; El pleito, de
Gógol; 14 de julio, de Román Rolland; Georges Dandin, de Moliére, La
buena esperanza, de G. Heijermans y algunas más. En la zona de batalla
de los poblados de Smolénsk y Minsk funge como escenógrafo del Departa¬
mento de Teatro de la Sección Política del Frente Occidental del Ejército
Rojo, ocupándose, junto con su amigo, el pintor y dramaturgo K. S. Eliséiev,
de la decoración de los trenes del «agit-prop», un concepto teatral basado
en la sátira con el que se pretende estimular y concientizar a los integran¬
tes del Ejército revolucionario.
Al término de la guerra civil entre «Rojos» y «Blancos», ya consolida¬
do el triunfo de los bolcheviques, gracias a un amigo de la infancia, Maxim
Shtrauch, en octubre de 1920 Eisenstein ingresa como director de la sec¬
ción de escenografía del Teatro Proletkult, organización independiente del
Partido Comunista cuyas metas son difundir el arte entre los trabajadores,
crear una cultura específicamente popular y encausar las expresiones de
obreros y campesinos a través de la poesía, la literatura o el teatro.
El primer trabajo que los dirigentes del Proletkult encomiendan a Ei¬
senstein consiste en el diseño de la escenografía y vestuarios para una au¬
daz representación dramática de El mexicano, adaptación del relato
homónimo de Jack London, publicado originalmente en el periódico
Saturday Evening Post durante agosto de 1911. Como en el cuento de
London, la dramatización, debida a B. Arvatov y dirigida por Valeri
26
Smishlayev, narraba las vicisitudes de Felipe Rivera, militante de la Revo¬
lución maderista, quien obtenía fondos para la causa de una manera poco
común: boxeando en los pueblos del sur de Estados Unidos. Los diseños de
Eisenstein que lograron preservarse dan cuenta de una estilización van¬
guardista muy elaborada, claramente derivada de los vestuarios del espec¬
táculo circense: sombreros de campana cayendo sobre los ojos, chaquetas
con grandes cuadros y rombos de colores, capas negras enormes, máscaras
extravagantes, cubos y esferas dispuestos estratégicamente en el escenario,
etc. Según Dominique Fernandez (en Eisenstein: el hombre y su obra,
Aymá, Barcelona, España, 1979), de la época de la mencionada versión
teatral de El mexicano (noviembre de 1920-mayo de 1921) datan unos
dibujos eisensteinianos que muestran «maravillosos perfiles de indios, ojos
cerrados y nariz corva [...]. Uno de los indios, acurrucado en una especie
de mantón de plumas, parece una ave de rapiña». Debe suponerse que,
aparte de revelar un especial conocimiento e interés por los indígenas, és¬
tos dibujos fueron realizados por Eisenstein al conjuro del ambiente
«mexicanista» de la obra y que serían, a su vez, el más remoto antecedente
tanto de la concepción plástica del proyecto filmado en territorio nacional,
como de la obra gráfica que el cineasta realizaría en México.
Tiempo después, en su artículo «Del teatro al cine» publicado en 1934
e incluido en La forma del cine (Siglo XXI, México D.F., 1986, pp. 14-15),
el mismo Eisenstein explicaría sus brillantes sugerencias a la estilización
de la puesta en escena de El mexicano (el momento culminante, una
pelea de box, debía ser mostrada con todo su realismo y sobre un ring
colocado en el centro de la sala), mismas que de haberse llevado a cabo lo
hubieran ubicado como uno de los revolucionarios del teatro moderno. En
el citado texto, el cineasta reconocería también que su interés por la reali¬
zación fílmica había comenzado justamente con su colaboración en la
Fotografía
de la puesta en
escena de
El mexicano (1922)
27
mencionada obra: «En esta ocasión, mi participación llevó al teatro los
propios ‘eventos’, un elemento puramente cinematográfico, a diferencia
de las ‘reacciones a los eventos’, lo que es un elemento puramente teatral».
Entre 1921 y 1922, Eisenstein participacomo escenógrafo en otras siete
dramatizaciones producidas por el Proletkult: El rey hambre (Leonid
Andreyev); Macbeth (Shakespeare); Tratad bien a los caballos (V. Mass);
La ladrona de niños (Dennery); La fenomenal tragedia de Fedra (ver¬
sión paródica de la obra de Racine); La casa de las penas (Bernard Shaw)
y Sobre el precipicio (Valery Pletnev). Y entre 1923 y 1924, dirige y hace la
escenografía de otras tres obras financiadas por el Proletkult: Hasta el más
sabio se equivoca (Ostrovsky), pieza teatral para la que filma el corto có¬
mico de un rollo El diario de Glumov, su debut en el cine; ¡Atención,
Moscú! (Serguei Tetriakov) y Máscaras de gas (también de Tetriakov).
Por esas fechas (mayo de 1923) publica en el número 3 de la revista LEF
(Levy Front Iskusstv: Frente Izquierdista del Arte) su célebre artículo «El
montaje de atracciones», germen de sus brillantes ensayos teóricos sobre el
arte fílmico. Con La huelga, largometraje concebido por varios miembros
del Proletkult y patrocinado por la empresa estatal Goskino, Eisenstein ini¬
cia su extraordinaria carrera como realizador y teórico cinematográfico,
apoyado casi siempre por Eduard Tissé y por Grigory Alexandrov.
En algún momento de su carrera teatral, es decir, durante el periodo
1921-1925, el artista originario de Riga pudo ver la cinta hollywoodense
La marca del Zorro {The Mark of Zorro, Fred Niblo, 1920), en la que el
popular actor Douglas Fairbanks interpreta a Don Diego de la Vega, mítico
bandolero de la California hispano-mexicana de principios del siglo XIX.
En uno de sus más conocidos ensayos (.Dickens, Griffith y el cine actual,
publicado en 1944 e incluido en La forma del cine) Eisenstein declararía
su admiración por esa película como uno de los ejemplos del cine estado¬
unidense, capaz de sintetizar «una profunda emotividad de la historia, con
la actuación humana, con la risa y las lágrimas», sin perder «el fulgor de
una fiesta fílmicamente dinámica». Pero, seguramente, la atmósfera
hispano-mexicana de la cinta de Niblo-Fairbanks fue otro de los elementos
que llamaron la atención del cineasta y que motivaron su gusto por ella.
Mientras desarrolla los trabajos fílmicos que lo llevarían a la fama y lo
ubicarían como uno de los artistas más innovadores y radicales en la his¬
toria del cine, Eisenstein ve crecer su interés por la cultura mexicana gra¬
cias a una nueva serie de hechos, algunos fortuitos y otros no tanto. En
1925, el ya mencionado Vladimir
Maiakovski, «poeta de la Revolu- ^-
ción»soviética,excelente ensayista 2 Sob(,e•"*■»*f“cas*
1 se: Fernández Santos, Angel, Maiakovski y el cine, Tusquets Ed.
y guionista fílmico de vanguardia,2 Cuadernos Infimos No.54, Madrid, España, 152 pp.
28
viaja a Estados Unidos, de donde se desplaza a nuestro país; en la capital
mexicana es huésped del famoso pintor izquierdista Diego Rivera
(1886-1957). Como resultado de aquella gira, Maiakovski publica poemas,
reportajes y un libro de crónicas, Mi descubrimiento de América (Cf. Luis
Mario Schneider, Dos poetas rusos en México: Balmont y Maiakovski,
SEP, México D.E, 1973), en el que dedica un capítulo que narra sus impre¬
siones acerca del «país de los aztecas». Dichas impresiones incluyen refe¬
rencias a los murales pintados por Rivera:
32
un sentido, su otro vértice en Maiakovski. A ese respecto, Eisenstein escribió Gran fandango y
en sus memorias lo siguiente: francachela de
todas las calaveras,
grabado de José
[...] Acá [a la URSS] llega el prototipo de Julio Junerito de [lia] Ehrenburg: Guadalupe Posada
Diego Rivera/Gracias a Diego me entero no sólo del «Día de muertos», sino
de las demás fantasmagorías de ese asombroso país [...] De alguna u otra
manera el mismo gordo Diego, las fotografías de sus frescos y sus coloridos
retratos sobre México, encendieron aún más mis ganas de ir allá y mirarlo
todo con mis propios ojos [...].
33
A pocos días de haber llegado a Hollywood, Eisenstein se había trasla¬
dado en automóvil a la ciudad fronteriza de Tijuana, Baja California; de¬
cepcionado del ambiente y paisaje de ese lugar, se incrementaría en él la
esperanza de viajar por otras partes del territorio mexicano a fin de cono¬
cer otras imágenes del país.
Durante su permanencia en «Califórnica» el cineasta solía acudir a
una librería (la Hollywood Bookstore) donde el administrador, un tal Odo
Stadé, hombre «excepcionalmente inteligente» que en su juventud había
luchado en el ejército villista, lo dejaba boquiabierto con sus relatos y le
recomendaba libros sobre la cultura mexicana. Parece ser que gracias a las
sugerencias de Stadé, Eisenstein adquirió y conoció Idols Behind Altars,
texto antropológico de Anita Brenner ilustrado con fotos de Tina Modotti,
así como México and its Heritage, de Ernest Gruening y Mexican Maze,
de Carlenton Beals. El primero de los libros citados le ayudaría a concebir
diversas ideas fundamentales de la estructura dramática del proyecto fílmico
y lo aproximaría al universo del movimiento pictórico mexicano de la dé¬
cada de los veinte. Por su parte, el texto de Beals introdujo a Eisenstein en
la ironía y la agudeza que imperan en la llamada «vacilada mexicana», o
sea, el humor macabro que el cineasta retomaría en lo que iba a ser la
última parte de su obra filmada en territorio nacional.
Como aludiría Best Maugard en su ya citado artículo, Eisenstein cono¬
ció en Hollywood a Robert Flaherty, realizador de los documentalesNanook.
el esquimal, Moa?ia y Tabú, quien había estado en México buscando un
intérprete infantil para una cinta que no pasó de ser uno de los tantos
proyectos de la Fox. Flaherty refirió al cineasta soviético sus experiencias en
tierras mexicanas, entre las que se contaba la idea de filmar una película de
tema taurino: Bonito the bull (El Toro Bonito)? Quizá este hecho marcó
en Eisenstein uno de los precedentes que lo llevaron a filmar los aspectos
trágico-humorísticos de la «fiesta brava», toda vez que el toro, como per¬
sonaje simbólico, ya había sido utilizado por el cineasta en su película La
línea general o Lo viejo y lo nuevo.
Pero la Historia y la cultura
mexicanas parecían perseguir en Según Naum Kleiman, especialista en la vida y obra del realizador
todos sentidos al artista soviético. El de El acorazado Potemkin (Cf. «Los archivos de la Unión Soviéti¬
ca», revista Secuencias, No. 2, Madrid, España, Abril de 1995, p.
tema de El oro de Sutter, adapta¬
93), luego de encontrarse con Flaherty, Eisenstein «hizo su pelí¬
ción de L'Or, novela de Blaise cula mexicana también como obra flahertiana. /Que viva Méxi¬
Cendrars y uno de los proyectos que co/ es una obra flahertiana de Eisenstein». Coincidimos hasta
cierto punto con esta interpretación, digna por sí misma de un
la Paramount encargó a Eisenstein estudio más acucioso. Sin embargo, creemos que en el caso de
para su eventual realización, se ubi¬ su proyecto fílmico mexicano, Eisenstein no sólo asimiló la in¬
fluencia de Flaherthy, sino que incorporó una diversidad de as¬
caba en la época en que California
pectos temáticos y estéticos que rebasan con mucho la intención
dejó de ser territorio mexicano para de reducir esa experiencia estética a dicha categoría.
34
convertirse en estado de la Unión Americana. Según el guión original, tex¬
to escrito por Eisenstein, Alexandrov e Ivor Montagu, la película iba a con¬
tener, además de otras alusiones a dicho periodo histórico, una secuencia
en la que, entre tumultuosos «humas», la bandera de Estados Unidos «toma
el lugar de la bandera mexicana en el mástil del fuerte de Sutter». Por lo
demás, el siguiente capítulo del mencionado guión parece anunciar el
hieratismo plástico que Eisenstein utilizaría en el rodaje de su película
filmada en México, estilo que el realizador ya había experimentado en di¬
versas secuencias de Octubre y La línea general.
[...] El camino asciende cada vez más, y encontramos una misión española
en las colonias/En la explanada de la misión se halla sentado un grupo de
indios inmóviles y, como una estatua, la alta figura de un fraile/inmóviles,
todos ellos miran a un mismo punto sobre los bosques y las montañas arbo¬
ladas [...]. Portada de la
revista Mexican
Folkways, con
En noviembre de 1930, durante una estancia en San Francisco, Califor¬ diseño de Jean
nia, y luego de la cancelación de su contrato con la Paramount, Eisenstein Charlot
coincide de nuevo con Diego Rive¬
ra, quien acababa de llegar a dicha
ciudad para inaugurar una exposi¬
ción e iniciar sus estudios para el
mural Alegoría de California que
pintaría en el Exchange Luncheon
Club. Según la «Carta abierta» de
Alexandrov y Tissé publicada en
1955 en diversos diarios y revistas
del mundo, en que los cineastas ma¬
nifestaban su deseo de editar los ma¬
teriales filmados en territorio mexi¬
cano 25 años atrás, Rivera invitó a
Eisenstein y sus colaboradores para
realizar en nuestro país un docu¬
mental sobre «cómo vive México».
De acuerdo con esta versión, Rivera
fue, junto con el propio Eisenstein,
el principal instigador del proyecto
cinematográfico a realizarse en
nuestro país, lo cual resulta con¬
gruente con muchos de los aconte¬
cimientos que vendrían después.
A unos cuantos días de su arribo a la capital mexicana, Eisenstein adquirió otros textos
que lo introducirían aún más en la cultura, el arte y folklore del país: los libros Genius of
México, de Huber C. Hering, y ¡Viva México!, del ya citado Charles Macomb Flandrau (de esta
última publicación derivaría el título definitivo de su proyecto fílmico), así como varios nú¬
meros de la revista Mexican Folkways, editada por Francés Toor yjean Charlot y en la que,
desde 1925, Diego Rivera fungía como director artístico y diseñador principal.
36
C uando Eisenstein y su equipo arribaron a nuestro país, el cine
mexicano padecía una aguda crisis (la producción había dis¬
minuido a dos o tres largometrajes por año) y vivía una difícil
etapa de transición del mudo al sonoro. Algunos testimonios
iconográficos indican que los artistas soviéticos visitaron, en compañía de
Arcady Boytler, los estudios donde se filmó Santa, la primera cinta nacio¬
nal realizada con sonido integrado
a la imagen, cuyo rodaje se inició a
fines de 1931, pero lo más seguro es
Contextos:
que no hayan tenido acceso a diver¬
sos materiales filmados en México
el cine nacional
durante la etapa silente.
Los intentos de industrialización
y la plástica
cinematográfica surgidos a princi¬
pios de la década de los veinte ha¬
nacionalista
bían fracasado ante la embestida de la producción hollywoodense y, salvo
una marcada vocación paisajista, costumbrista y «nacionalista», derivada
en cierta medida de las obras pictóricas de José María Velasco, Eugenio
Landesio, Luis Coto, Daniel Thomas Egerton, Claudio Linati, Carlos Nebel,
Ernesto Icaza o Alfredo Ramos Martínez y sus experiencias con las «Escue¬
las al aire libre», el cine mudo mexicano no había sido capaz de incorpo¬
rar a sus elementos estéticos las propuestas y hallazgos de la «Escuela Mu¬
ralista Mexicana» o de otras corrientes como las que en su momento re¬
presentaron las respectivas obras de José Guadalupe Posada, Hermenegildo
Bustos, Saturnino Herrán, Francisco Goitia, Carlos Lazo y Manuel Rodrí¬
guez Lozano. De tal vocación paisajista y/o costumbrista, existen abun¬
dantes testimonios hemerográficos. Cabe aquí citar uno de ellos, escrito
por Rafael Bermúdez Zataraín en El Universal (11 de febrero de 1923) a
propósito <k La parcela (Ernesto Volrath, 1922), interesante en la medida
que indica la prefiguración del estilo con el que Eisenstein elaboró algunas
de las imágenes filmadas para el episodio Maguey.
[En La parcela] hay panoramas que en primer término nos señalan la si¬
lueta de un campesino y para remarcar el paisaje el panorama se difunde
en una perspectiva de una magueyera, cuyo plantío se extiende alineado y
monótono, pero intensamente colorista, que le da un tinte estético insupe¬
rable [...].
38
peones y las negras manchas redondeadas de sus burgueses y asesinos, gene¬
rales y monjas [...]
En México, como ya he dicho, empecé a dibujar de nuevo. Y de una ma¬
nera linealmente correcta. En eso había una influencia no tanto de Diego
Rivera, quien dibujaba con trazos gruesos y continuos, diferentes de mi que¬
rida línea «matemática» [...] repito, la influencia no es tanto de Diego Rivera,
aunque de una manera clara y en cierta medida él es la síntesis de todos los
tipos de primitivismo mexicano: desde los bajorrelieves de Chichen-Itzá, a
través de los juguetes primitivos y los decorados de sus utensilios, hasta las
inimitables ilustraciones que hizo José Guadalupe Posada para las hojas con
canciones callejeras. La influencia es más bien de esos primitivos, a los que
durante 14 meses palpo con mis manos, miro con mis ojos y por los que
camino con mis pies [...].
39
Y a es de sobra conocido que el proyecto mexicano de Eisenstein
derivó también en un doloroso y lamentable fracaso. De igual
manera, las principales causas y terribles consecuencias de di¬
cho fracaso han sido documentadas o analizadas con suficiente
rigor por lo que no abundaremos más en ellas.4
Para los objetivos de este ensayo basta con reiterar que el plan original
de filmar un documental «de via¬
je» se modificó sustancialmente y
que en lugar de permanecer «tres o
El apoyo de los
cuatro meses» en territorio nacio¬
nal, el equipo de Eisenstein se que¬
pintores
dó por poco más de 14 meses. En
ese lapso, los cineastas recorrieron
vanguardistas
el país y filmaron una considerable cantidad de materiales tanto para el
proyecto finalmente denominado ¡Que viva México! (filme de largometraje
que iba a estar integrado por un prólogo acerca del pasado prehispánico,
cuatro historias o novelas —Zandunga, Fiesta, Maguey, Soldadera—
y un epílogo alusivo al México moderno y a las festividades del «Día de
muertos»), como para una serie de «noticieros» o cortos documentales
que al parecer iban a completar la visión eisensteiniana sobre las costum¬
bres y la cultura nacionales. Se sabe también que con los rushes filmados
por los cineastas soviéticos en territorio mexicano se han hecho diversos
montajes o supuestas versiones; tales son los casos de Tormenta sobre Méxi¬
co {Thunder over México, 1933), de Donn Hayes, Cari Himm y Harry
Chandlee; Día de muertos o Kermesse fúnebre (Death Day, 1933), de
Hayes; Eisenstein en México CEisenstein in México, 1933), de Hayes y
Chandlee; Tiempo en el sol {Time
4 Sobre la estancia de Eisenstein en México existe una abundante y in thesun, 1939), de Marie Seaton
variada bibliografía; de ella vale la pena citar los siguientes tex¬ y Paul Roger Bunford; Mexican
tos: Serguei Eisenstein and Upton Sinclair: The Making and
Symphony (1942) de William F.
Unmaking of ¡Qué viva México!, de Harry M. Geuld y Ronald
Gottesman (Indiana University Press, Bloomington, Indiana, USA, Kruse; Episodios para un estudio:
1970, 320 pp.); México According to Eisenstein, de Inga el filme mexicano de Eisenstein
Keretnikova y León Steimetz (University of New México Press,
Albuquerque, New México, USA, 1991,112 pp.); /Qué viva Méxi¬ (Eisenstein’s Mexican Film:
co!, de Serguei M. Eisenstein (Era, México D.F.,1979, 3era Ed, Episodes for Study, 1957), de Jay
prólogo de José de la Colina, 102 pp.); «El círculo eterno», capí¬
Leyda y ¡Que viva México! (Id,
tulo de SergeiM. Eisenstein. Una biografía, de Marie Seton (FCE.,
México D.F. 1986, pp. 191-237); «Eisenstein en México», capítulo 1979), de GrigoryAlexandrov, a los
de Medio siglo de cine mexicano (1896-1947), de Aurelio de los que deben agregarse la versión edi¬
Reyes (Ed. Trillas, México D.F., 1987, pp.96-114), !Que viva Méxi¬
co! Elementos de una producción interrumpida, de Alberto Ruy tada en 1950 por Kenneth Anger
Sánchez, Tesis Profesional, Universidad Iberoamericana, 1975, 75 (misma que obra en poder de la
pp., y «El cine culto y la experiencia mexicana de Eisenstein»,
Cinemateca de París), y la de Lutz
capítulo de México visto por el cine extranjero, de Emilio García
Riera, Vol. 1, Era, México D.F. 1987, pp. 184-196 Becher realizada en 1994-1995 bajo
los auspicios del British Film Institute. Acaso los únicos méritos de estos
filmes sean, por un lado, el haber preservado los materiales originales y,
consecuencia de ello, permitir el análisis del «montaje interno» de los pla¬
nos rodados por el gran artista de Riga. Lo demás caerá siempre en el terre¬
no de las especulaciones e hipótesis que por muy válidas en sí mismas
carecerán del referente cinematográfico, o sea la cinta que Eisenstein, y
sólo él, hubiera montado, es decir, realizado plenamente.
Ciertamente, el rodaje de ¡Qué viva México! resultó demasiado largo,
conflictivo, penoso y accidentado. Una serie de malentendidos, plantea¬
mientos absurdos, formas de censura, intrigas, difamaciones, errores cons¬
cientes e inconscientes, estrategias discursivas, enemistades e intervencio¬
nes poco positivas por parte de los respectivos gobiernos de México y la
URSS, dieron al traste con un proyecto monumental en el que su autor
pensaba homenajear al mismo tiempo que superar los extraordinarios
logros de Intolerancia (1916), la obra maestra de David W. Griffith. Pero
también es cierto que gracias al respaldo de no pocos intelectuales y artis¬
tas mexicanos, Eisenstein pudo conocer más a fondo la cultura nacional y
mantenerse en el país filmando los materiales para lo que seguramente
hubiera resultado una obra tan ambiciosa como genial, pese a que en ene¬
ro de 1930 (es decir, poco antes de la llegada del artista de Riga a territorio
nacional), el gobierno interino de Emilio Portes Gil había decretado la
ruptura de relaciones diplomáticas con el régimen stalinista de la Unión
Soviética, hecho que en poco o nada favoreció a las pretensiones de los
cineastas soviéticos.5
Aparte de los ya mencionados Best Maugard y Aragón Leyva, los cineas¬
tas soviéticos contaron también con la asesoría, la amistad y el apoyo de
Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros, Jean Charlot (1898-1985), Roberto
Montenegro y Ñervo (1886-1968), Gabriel Fernández Ledesma (1900-1982),
Isabel Villaseñor Ruiz (1914-1953), Frida Kahlo (1910-1954), Carlos Mérida
(1891-1984), Pablo O’Higgings (1904-1983), Femando Leal (1900-1964),
Fernando Gamboa (1909-1992), Máximo Pacheco (1905-?), etc., todos ellos
figuras importantes de la vanguardia pictórica nacional de aquella época
y, gracias a la labor de difusión cultural emprendida en México por
Alexandra Collontai, embajadora de la URSS durante el bienio 1926-1927,
buenos conocedores de las aportaciones de Eisenstein, Tissé y Alexandrov
al nuevo arte fílmico. (Como veremos en páginas posteriores, el realizador
de El acorazado Potemkin lamentaría no haber conocido personalmente
a José Clemente Orozco, de cuya pintura recibió enorme influencia y a
quien terminó admirando al mis¬
mo nivel, o aún más, que a Rivera
Cf. Cárdenas, Héctor, Historia de ia relaciones entre México y
y Siqueiros). Rusia, FCE, México D.F. 1993, p. 147 y ss.
42
Todos esos vínculos artísticos y amistosos quedarían plasmados de di¬
versas maneras tanto en los rushes del proyecto mexicano de Eisenstein
como en un buen número de dibujos y obras pictóricas. Además, según
refiere Jay Leyda (Cf. Eisenstein at work, Ed. Pantheon, New York, USA,
1982, pp. 61-73), debido a que los consideraba sus principales fuentes de
inspiración temático-visual, o por simple admiración y/o amistad, el ci¬
neasta pensaba dedicar cada una de bis partes de su película a un determi¬
nado artista plástico: el prólogo a David Alfaro Siqueiros, Zandunga a
Jean Charlot, Fiesta a la memoria de Francisco de Coya, Maguey a Diego
Rivera, Soldadera a José Clemente Orozco y el epílogo a José Guadalupe
Posada. Las respectivas dedicatorias iban a estar implícitas en determina¬
dos detalles o sutilezas de la obra fílmica.
43
D urante los primeros meses de su estadía en México, el equipo
de Eisenstein se dedicó a conocer el país y a captar sus prime¬
ras impresiones del mismo: las fiestas del 12 de diciembre en
la Villa de Guadalupe, algunas corridas de toros, vida y cos¬
tumbres en Acapulco y sus alrededores, la devastación provocada por un
terremoto en Oaxaca, ceremonias en Juchitán y Tehuantepec, así como
aspectos de la tauromaquia en
Mérida y paisajes y rituales en las
ruinas de Chichen-Itzáe Izamal, si¬
Eisenstein y
tios de Yucatán donde estuvo acom¬
pañado por Roberto Montenegro,6
"Los tres
etc. Parte fundamental de esa aven¬
tura del conocimiento fue la visita
grandes''
a los lugares que albergan los mu¬
rales que hasta ese entonces habían
del muralismo
sido pintados por Orozco, Rivera y mexicano
Siqueiros: el antiguo Colegio de San
Ildefonso (ex-sede de la Escuela Na¬
cional Preparatoria), el edificio de la Secretaría de Educación Pública, la
Capilla y oficinas administrativas de la Escuela de Agronomía de Chapingo,
el Palacio de Cortés en Cuernavaca y el Palacio Nacional de la ciudad de
México. La fascinación de Eisenstein ante esas monumentales obras pictó¬
ricas lo llevarían a concebir su filme, ante todo, como un vasto «mural
cinematográfico» que integraría la historia, las costumbres, el paisaje, el
folklore y el arte del país. Algo de ello admitió el mismo Grigory Alexandrov
en la introducción de su versión de ¡Que viva México!, cuando su voz en
off señala que:
Otro dato confirma lo anterior: según una nota de Walter Gutman apa¬
recida en la revista estadounidense Creative art (Vol. VIII, No. 3, marzo de
1931), Eisenstein había dicho a Aragón Leyva, «con devoción religiosa y
completa sinceridad», que «Orozco es el más grande pintor del mundo».
46
breve semblanza que Eisenstein dedicó a Orozco, nota cuya fecha original Prometeo
de publicación desconocemos pero que aparece compilada en el número 2 0 930), de José
de la revista México en el arte (México D.F., Otoño de 1983, pp.12-14). De clemente 0rozco
acuerdo con un pie de imprenta, la semblanza apareció, ya traducida al
español, en el magazine América Latina, editado en Moscú en 1976. Sin
embargo, todo señala que dicha nota es el artículo que Eisenstein estaba
escribiendo para el diario Arte, según se describe en una carta que Jay Leyda
dirigió al gran muralista jalisciense el 27 de octubre de 1935.8
El breve epistolario Orozco-Leyda se debió a que el artista mexicano
pretendía realizar una serie de obras murales en la URSS. El antecedente
de dicho proyecto artístico parece ser una invitación que Eisenstein, quizá
a través del correo, planteó a Orozco hacia principios de enero de 1932,
ello de acuerdo a un breve testimonio que Alma Reed publicó en su estudio
biográfico acerca del pintor de Zapotlán.9 La intención de Orozco plantea¬
da a Leyda despertó el interés de sus colegas soviéticos pero, por razones
hasta ahora desconocidas, el proyecto artístico jamás pudo llevarse a cabo.
Ante la posibilidad de que el pintor viajara a Moscú y gracias a una convo¬
catoria de Leyda, Eisenstein se sumó al grupo de intelectuales soviéticos
que redactaron notas exegéticas sobre el arte orozquiano: con todo esto se
pretendía ayudar a la creación de —-
un ambiente favorable para que la 8 Orozco v. clemente, op. c¡t„ pp. 311-313 y 330.
propuesta del muralista mexicano 9 a Ref 0,°zm °:r- fa ’955, *«*>es,a
r r misma fuente, el pintor agradeció a Eisenstein la invitación para ir
pudiera concretarse. a la URSS «pero auguró [...] que [...] no podría decir cuándo».
47
La versión en castellano del ensayo escrito por el gran cineasta soviéti¬
co en 1935 se titula Prometeo (La experiencia) y está incluida en el libro
Cinematismo (Domingo Cortizo/Editorial Quetzal, Col. La Farándula,
Buenos Aires, Argentina, 1982), antología de 18 textos eisensteinianos. Por
su parte, la versión en inglés de dicho ensayo lleva por título The Prometheus
ofMexican Painting («El Prometeo de la pintura mexicana») y forma
parte de una compilación de escritos y notas llevada a cabo porjay Leyda.10
Desconocemos el título en ruso del texto de marras, pero la referencia al
héroe mítico, que seguramente contiene el original, alude al mural El
Prometeo, pintado por Orozco en 1930 en el Frary Hall del Pomona
College en Claremont, California, obra que muy probablemente Eisenstein
conoció durante su estancia en Hollywood o a través de folletos y fotogra¬
fías. En otros sentidos, dicha referencia podría hacer alusión al extraordi¬
nario renacimiento del arte pictórico mexicano o bien a la calidad de Orozco
como el más radical de los exponentes de la llamada «Escuela Mural Mexi¬
cana».
El artículo, sin duda una de las claves para comprender los nexos de
Eisenstein con las artes plásticas mexicanas y la consiguiente influencia de
ellas en su concepción fílmica, inicia con la siguiente aseveración:
48
como un consumo macrocósmico de esos dos caracteres tan definidos, tan
opuestos, tan irreconciliables [...]».
50
Hacia el final de su ensayo, el cineasta de Riga formula una justifi¬
cación de sus afinidades con el arte de los mencionados muralistas mexi¬
canos:
[...] Entre tanto, allí, entre las paredes arañadas, con sus colores raspados,
perdida por alguna razón sobre la superficie de las paredes, la pintura brilla,
entre la blancura del yeso abierto de vacío inacabado, con el ultramarino del
escandaloso féretro. Este tratamiento del féretro nosotros lo conocemos por
las viñetas de Posada. Estos féretros los conoce también nuestra pantalla. Pero
las inmensas y fúnebres manchas marrones de los rostros de los trabajadores
que entierran a un compañero, arrastran el féretro hacia atrás, aflorando a la
superficie del trágico esfuerzo en un conflicto mudo de dolor y cólera... (El
conflicto de la pared que quiere, en el paroxismo de la desesperación, pro¬
rrumpir en llanto) y petrificándose en la síntesis de la pared. El fresco no está
terminado. Tras este fresco no siguieron otros. La puerta de la prisión se cerró
tras su autor [...].
52
pedido al Excelentísimo señor don Julio Álvarez del Vayo [sic, por Del Bravo],
Embajador de España ante el Gobierno mexicano, que presida el acto de la
inaguración y que sustente una conferencia sobre las nuevas tendencias del
arte; esta conferencia será transmitida por la XEX de Excelsior. También
hablará sobre Siqueiros y su pintura, el célebre director de cinema Sergio M.
Eisenstein, una de las más altas personalidades del arte mundial [...]».
En Excelsior del 25 y 26 de enero de 1931 aparecieron respectivamen¬
te dos breves reseñas sobre la exposición de obras de Siqueiros montada en
el salón de arte del Casino Español. Según la primera de esas notas, dicha
exposición estuvo integrada por sesenta obras del artista, entre ellas El ac¬
cidente de la mina y Tren militar. La segunda nota informó que como
parte del acto inagural, Eisenstein había definido a Siqueiros como «el
más alto pintor mexicano».
Por otro lado, en sus memorias (Me llamaban el Coronelazo, Grijalbo,
México D.F., 1977, p.289), Alfaro Siqueiros se refirió a la mencionada ex¬
posición en los términos siguientes: «[...] Debiendo el pago del coche y sin
tener un solo centavo con qué comer, con el cuadro [El accidente de la
mina] montado arriba del coche, empezamos a recorrer la ciudad [de
Cuemavaca] sin saber a dónde ir. Finalmente encontramos a Ana Brenner,
la primera crítica de arte de nuestro movimiento, autora de aquel magní¬
Tren militar (1930),
fico libro titulado ídolos tras los altares, la que desesperadamente me bus¬ de David Alfaro
có un cliente para un cuadro más pequeño por la cantidad de 300 dólares. Siqueiros
53
Y ya con esa cantidad en las manos, resolvimos hacer lo que fue, pocas
semanas después, mi exposición en el Casino Español [...] aquella exposi¬
ción incluyó los 70 cuadros que yo había producido en Taxco [...]».
Por su parte, Eisenstein dedicó a dicho acontecimiento un muy breve
pasaje de sus memorias: «[...] en la ciudad de México inaguré la exposi¬
ción de Siqueiros en el local del Real Club Español, que se acababa de
convertir en el Centro Republicano Español, y cuyos retratos de los reyes
españoles fueron cubiertos con lienzos del pintor comunista [...]».
Por último, en Prometeo {La experiencia), el cineasta soviético aludió
así al trabajo pictórico desarrollado por Siqueiros en Taxco: «[...] Ea cá¬
mara de la cárcel es poco conveniente para el fresco. Pequeños lienzos gri¬
ses: sollozos crucificados en bastidores. Sus dimensiones están cortadas por
el catre y un taburete. Su color está inspirado por los bacines. Grises lienzos
de la tiniebla carcelaria —y el ritmo sin salida del encierro, siguieron a la
procesión tras el féretro azul. La prisión hizo de David Alfaro un pintor de
caballete. La síntesis es peligrosa... A veces obliga a bajar de la pared, a
cambiar laspictures au-desus de la mélée de la pintura, para incorporar¬
se en esta mélée de la realidad. Los grises lienzos con los profundos y oscu¬
ros ojos del indio abiertos en pregunta, como grises sombras de recuerdos,
habitan la amplia habitación vacía emplazada en lo alto, en una roca
sobre el Tasco [sic], con un balcón vertiginoso sin barandilla, donde traba¬
ja ahora Siqueiros, preparando la exposición de lienzos en la misma Nue¬
va York, la Nueva York de compradores y mecenas. El enceguecedor sol que
se asfixia en las rojas arenas (su nombre es Sangre del Toro) del ardiente
Tasco es como si no existiera/Atentos postigos protegen los ojos gris-celeste,
acostumbrados a la semioscuridad de la cámara. Y ocultan los movimien¬
tos de los pinceles, que fueran fusil y que se convertirán en fusil en cual¬
quier momento. Y abajo, con el hispano abigarramiento de las cúpulas de
azulejos, juegan innumerables iglesias y campanarios [...]».
A falta de otros indicios, habrá que suponer que, al momento de escribir
su ensayo sobre los muralistas mexicanos, Eisenstein debió contar con re¬
ferencias más o menos precisas acerca del paradero y proyectos de Siqueiros,
quien, luego de montar una primera exposición en marzo de 1934 en los
Delphic Studios de Nueva York, regresó a México, donde permaneció hasta
principios de 1936, fecha en que volvió a «La urbe de hierro». Es muy probable
que, entre marzo de 1934 y febrero de 1936, Siqueiros haya pasado algunas
temporadas en su casa de Taxco preparando el posible retorno a Nueva York
para exponer y desarrollar nuevas actividades artísticas. Pero, para enton¬
ces, el pintor ya no estaba confinado.
Volviendo a los textos eisensteinianos sobre la pintura mural mexica¬
na, puede decirse que la semblanza que el realizador de Octubre dedicó a
54
Orozco es, por su estilo y conceptos, una especie de prolegómeno de Pro¬
meteo (La experiencia). En ella se establece de nuevo el contraste entre
Rivera y Orozco y se alude a varias de las obras de este último pintadas en
el Colegio de San Ildefonso (La trinchera, Soldaderas, San Francisco
besando a los leprosos) y en la biblioteca Baker del Darmouth College de
Hanover, New Hampshire (La llegada, de Quetzalcóatl, Sacrificios, El sol¬
dado desconocido). Como los murales del Darmouth College fueron pin¬
tados entre 1932 y 1934, cuando Eisenstein ya estaba en la URSS, el cineas¬
ta escribió sobre ellos a partir de reproducciones contenidas en un folleto
(«Los frescos de Orozco en Dartmouth») que, según otra carta de Jay Leyda
del 10 de septiembre de 1935, el promotor artísticoJ.B. Newman llevó a Mos¬
cú. De todo ello se infiere que la nota fue escrita antes o simultáneo a la
redacción de Prometeo (La experiencia). La conclusión de ese texto revela
una vez más la admiración del cineasta por el muralista: «Los ojos que
miran las cosas de Orozco las empujan a un plano que su maestría, estilo y
modo de pintar rompen. Hacen con él lo que Diego hace consigo mismo. Un
pintor fuera del auditorio. En una palabra, Orozco debe estar con nosotros».
Debido a lo anterior, Eisenstein no tendría el menor recato en utilizar El entierro del
obrero sacrificado
como motivos visuales de lo que iba a ser su filme monumental, muchos
(1923-1924), de
de los conceptos estéticos y de los temas ya vistos en los murales de «Los David Aliara
tres grandes». Siqueiros
55
Marie Seton, biógrafa del realizador de El acorazado Potemkin, ha
señalado ya que la mencionada obra de Siqueiros, Entierro del obrero
muerto o El entierro del obrero sacrificado, realizada también en home¬
naje a la muerte del líder socialista yucateco Felipe Carrillo Puerto, inspi¬
raría a Eisenstein los planos de la «alucinante ceremonia fúnebre» que el
cineasta pensaba incluir en el prólogo de ¡Que viva México!. Aunque en
el filme el sentido de esos planos iba a ser diferente al del mural de Siqueiros
(según se afirma en el guión, con esas imágenes se pensaba plasmar «un
símbolo de la evocación del pasado» y una «despedida ritual a la civiliza¬
ción maya»), los elementos compositivos (rostros, disposiciones triangu¬
lares) estaban claramente tomados de la obra pictórica. Pero, por otro lado,
resulta obvio que Eisenstein (y de ahí buena parte de su entusiasmo ante la
obra siqueiriana) encontró en Entierro del obrero muerto algunas simi¬
litudes conceptuales con la secuencia de La huelga en la que un grupo de
proletarios desciende el cadáver del compañero que se ha suicidado ahor¬
cándose en el cuarto de máquinas, o, mejor aún, con el momento en que
un grupo de marinos del Potemkin lleva a cuestas, de manera ceremonio¬
sa, el cadáver de Vakulinchuk recientemente masacrado y recuperado del
mar, Tomando como punto de partida la obra siqueiriana, en los rushes
filmados en Yucatán el cineasta lleva hasta sus últimas consecuencias el
pathos ritual ya presente en la mencionada escena de El acorazado
Potemkin. Si en el mural de Siqueiros tres figuras masculinas cargan un
féretro azul marcado con el símbolo de la hoz y el martillo mientras son
observados por una mujer enrebozada cuya mirada sintetiza un «dolor
secular» (Mario de Micheli, dixit), en las diversas tomas realizadas para
integrar la «alucinante» secuencia del prólogo, un grupo de indígenas
mayas, en evidente acto litúrgico, conduce parsimoniosamente el ataúd al
tiempo que sus respectivos rostros expresan una intensa (y, por ello mismo,
hierática) conmoción que, de manera simbólico-abstracta, representa «la
despedida ritual» al México prehispánico.
Otras imágenes para lo que iba a ser el prólogo de ¡Que viva México/,
aquéllas que captan la arquitectura de Chichen-Itzá y Uxmal, algo deben
también a los motivos visuales de construcciones precolombinas que artis¬
tas como Rivera y Charlot habían incoiporado a sus murales o pinturas de
caballete. Ambos habían llevado a cabo sendos viajes de estudio por la zo¬
nas arqueológicas de Yucatán y de
ello habían extraído experiencias 11 Tí D rvM D / Ar-vt-t //¡Ti
* * ir\ /■»++* r- s-, I 11 -
12 Cf. Brown, Betty Ann, «El pasado idealizado: la utilización de la
estéticas fundamentales para sus imaginería precolombina por Diego Rivera», en Diego Rivera.
respectivas carreras artísticas.12 Pero Retrospectiva, Ministerio de Cultura de España, Madrid, 1986,
pp. 149-165, y Me Vicker, Donald, «El pintor convertido en ar¬
Eisenstein encontró en los elemen¬
queólogo», en México en ¡a obra de Jean Charlot,
tos arquitectónicos de Yucatán la UNAM-CONACULTA-DDF, México D.F., 1994, pp. 58-72.
56
posibilidad de seguir experimentando las complejas composiciones abs¬ Shot para el
tractas que, al igual que en ciertos planos de Octubre y Lo viejo y lo nuevo prólogo de
¡Que viva México!
(y después, en planos de luán el Terrible), yuxtaponen figuras y rostros
humanos con esculturas, estatuas o construcciones estableciendo rimas
plásticas y contrapuntos visuales.
Este último aspecto (lo relativo al «contrapunto visual»), había sido
teorizado por el cineasta en su célebre ensayo «Una aproximación dialéc¬
tica a la forma del cine», publicado originalmente en Moscú en abril de
1929. Con nota introductoria y traducción de Agustín Aragón Leyva, un
fragmento de dicho ensayo apareció en el número 36 (mayo de 1931) de la
célebre revista Contemporáneos. Llama la atención el hecho de que Aragón
Leyva haya traducido el concepto de «imagen móvil» o «imagen cinema¬
tográfica» como «cineplástica», que en los términos empleados viene a ser
la síntesis de lo «visible-espacial» y lo «visible-temporal». Es probable,
pues, que en la mente del traductor estuviera presente la gran influencia
que las artes plásticas mexicanas estaban teniendo en la concepción estéti¬
ca de Eisenstein, toda vez que el ensayo del cineasta soviético fue ilustrado
con stills de las escenas filmadas en Yucatán y Tetlapayac.
Los materiales filmados para el episodio Zandunga (único momento
de toda la obra eisensteiniana realizado con afán poético y antropológico
a la manera de Robert Flaherty), tienen su más claro referente pictórico
tanto en la serie de murales alusi¬
vos a la vida y costumbres en Te-
huantepec que Diego Rivera, auxi¬
liado sobre todo por Jean Charlot,
había plasmado en la SEP {Tehua¬
nos o Mujeres Tehuanos, La zan-
dunga, El baño de Tehuantepec,
Tehuana reclinada, Tehuana con
niño y México tropical o Paisaje de
Tehuantepec), como en los óleos ti¬
tulados Bañista de Tehuantepec
(1922) y Fiesta tehuana o Baile en
Tehuantepec (1928), obras del mis¬
mo autor. Rivera, quien durante los
primeros meses de 1931 estuvo au¬
sente de México, había platicado
con Eisenstein acerca de «las ma¬
ravillas» del estado de Oaxaca, lu¬
gar que el pintor conoció por pri¬
mera vez en 1922, también a ins¬
tancias de José Vasconcelos. Como
señalamos con anterioridad, los ci¬
neastas soviéticos recorrieron Oaxa¬
ca asesorados por Manuel Álvarez
Bravo y Jean Charlot, que también
era un admirador y profundo cono¬
cedor de la exuberante belleza de esa
zona geográfica.
Los rushes para el episodio Zan-
dunga, así como los diversos mon¬
tajes que se han hecho de ellos, ex¬
presan claramente el impacto de la
obra de Rivera, influida a su vez, en
cierta medida, por la estética de Paul Gauguin: mujeres semidesnudas ba¬ Tehuanas (1923),
ñándose en el río o peinando su cabello, jóvenes tehuanas portando en sus de Diego Rivera
cabezas grandes vasijas o cestos con flores y frutos, un baile popular el día
de la boda, ancianas ataviadas con enormes mantones, etc. Todos los ele¬
mentos que iban a dotar a la cinta eisensteiniana de una atmósfera de
cotidianeidad y sensualidad «paradisiacas», parecen dar vida a las men¬
cionadas pinturas de Rivera.
Dos de los temas que iban a incluirse en el episodio Fiesta («novela»
58
alusiva a la herencia española en la cultura mexicana), la imposición del
catolicismo y las festividades pagano-religiosas, reclaman sus fuentes pic¬
tóricas en los murales realizados en las escalinatas de la ENP por Orozco y
por Femando Leal, otro de los pioneros del movimiento muralista mexica¬
no. De La absorción del indio o San Francisco besando a los leprosos,
paneles orozquianos, Eisenstein tomó aspectos visuales básicos, los cuales
desarrolló de manera magistral apoyándose también en sus conocimien¬
tos de la pintura de Domenicos Theotocopoulos, El Greco. En su ensayo
dedicado al célebre artista cretense-español (Cf. El Greco y el cine, en Ci-
nematismo, Op. Cit. pp. 155-206), el cineasta soviético señala que:
«[...] La misma arbitrariedad dentro de los colores utilizados por i?/ Greco, y
en la conjunción de éstos con el color real del modelo, presentan los métodos
de extática característicos de Orozco. Y aquí salimos ya fuera de los límites de
los tipos y relaciones cromáticas de los fenómenos de la naturaleza [...]».
Shot para el
Estas analogías estéticas fueron sintetizadas y reelaboradas de mane¬
episodio
ra compleja y brillante por la cámara de Eisenstein-Tissé; resultado de ello Zandunga de
son, por ejemplo, las extraordinarias composiciones abstracto-pictóricas i Que viva México!
en que un grupo de frailes francis¬
canos vestidos de negro aparecen al
fondo del plano mientras en prime¬
ra instancia vemos una trilogía de
calaveras blancas, o aquélla en que
otro religioso porta en su mano un
rosario y un cráneo, en franca refe¬
rencia a San Francisco o San
Francisco y el lego, obras maestras
de El Greco.
De La Fiesta del Señor de Chal-
ma, el impresionante panel de Fer¬
nando Leal, el cineasta soviético pa¬
rece haber asimilado la manera de
representai; con mirada de asombro,
toda laparafernalia que suele llevar¬
se a cabo como parte de las ceremo¬
nias paganas: estandartes, másca¬
ras, disfraces, obispos regordetes que
bendicen a los feligreses, peregri¬
naciones, danzas de concheros, flo¬
res, multitudes en los atrios, etc.
59
San Francisco
besando a los
leprosos (1926),
de José Clemente
Orozco
Otro de los temas de Fiesta, el viaje en trajinera del torero David Liciega
acompañado por dos mujeres (una de las cuales fue inteipretada por Lupita
Gallardo, futura actriz del cine mexicano), coincide estéticamente, en su
colorido multitudinario y multiclasista, con el mural Viernes de Dolores
en el canal de Santa Anita, plasmado por Rivera en la SEP.
Asimismo, algunas de las fuentes de inspiración visual del célebre epi¬
sodio Maguey, referido a la vida cotidiana, la explotación laboral y la lu¬
cha de clases en las haciendas porfirianas, son demasiado evidentes: de
igual manera proceden de múltiples grabados y pinturas de Guadalupe
60
Shot para el
episodio Fiesta de
/Que viva México!
61
ción social. Combinar montañas, mares, desiertos, ruinas de civilizaciones
antiguas y el pueblo del pasado y el presente en un cine sinfónico desde el
punto de vista de la estructura y la organización, comparable en algún senti¬
do a las pinturas de Diego Rivera en el Palacio Nacional. Como esas pinturas,
nuestro filme presentará la evolución social de México desde los tiempos an¬
tiguos al presente, cuando emerge como un país progresista, de libertad y
oportunidades [...].
62
La trinchera
(1926), de
José Clemente
Orozco
64
concepciones estéticas de otro extraordinario pintor mexicano: Gerardo Shot para el
Murillo Coronado, DrAtl (1875-1964), pionero del movimiento muralista eipisodio Maguey
de /Que viva
y creador, junto con el teórico y dibujante Luis G. Serrano, de las
México!
«perspectivas curvilíneas», representaciones proyectadas que subrayan «las
formas esféricas de la naturaleza». Bajo esta fórmula plástica, los cielos
plasmados por el Dr. Atl (véanse, por citar dos ejemplos, La nube—1931—
o Nubes sobre el valle de México —1932—) se ofrecen a la mirada del
espectador con una profundidad de campo diríase «semicircular». Diversas
tomas en contra-picada con nubes de fondo utilizadas por Eisenstein-Tissé,
sobre todo en los materiales para el episodio Maguey, poseen, sin duda, un
efecto similar al que Murillo Coronado logró en sus cuadros más
reconocidos, efecto sustentado justamente en la «perspectiva curvilínea» u
oblicua. Como señala Ramírez Berg, dicho estilo fue, principalmente, una
tentativa por crear una estética nacionalista, opuesta a las influencias
academicistas y europeizantes, sustentadas en perspectivas lineales
renacentistas. Pero, siempre de acuerdo con lo dicho por el citado crítico,
los hallazgos visuales de Eisenstein y su camarógrafo solamente marcaron
un precedente para la concepción, mucho más rica, sutil y compleja, que
la dupla Fernández-Figueroa llevaría a cabo durante la década de los
cuarenta.
65
Por lo demás, algunas secuencias filmadas en Tetlapayac, aquéllas en
las que diversos personajes cargan la efigie de San Santiago Apóstol y, más
adelante, un toro de cartón, parecen tener su correspondiente plástico en
los paneles La danza de los santiaguitos y El torito, pintados por Amado
de la Cueva (1891-1926) en otro de los muros de la SEP.15
Aunque del episodio Soldadera (que a partir de las crónicas de Reed
iba a expresar la Revolución Mexicana a través de la mirada de una hu¬
milde campesina que combate al lado de su marido) sólo pudieron filmar¬
se algunas tomas de referencia, las alusiones del realizador de El acora¬
zado Potemkin al panel Soldaderas de la ENP permiten suponer que el
estilo visual del citado episodio iba a poseer características inspiradas en la
obra plástica de Orozco. En Cinematismo (Op, cit, pp. 208-209) puede
leerse:
[Orozco] te golpea desde la pared con ese inhumano puño. O se oculta tras la
pared, en el humo de los infinitos desiertos de la trágica mía de las Soldaderas.
Vistas como a través de una ventana que se abre hacia el inasequible horizon¬
te [...]
No hay nada más fascinante que seguir tras el eterno y raudo vuelo de
Orozco a través de la pared. Al frente, en el amenazante puño, o detrás, en la
ruta trasparente de la Soldadera. Trasformada en afiche, dejada como por
error en la pared luego del sangriento choque de un principio con otro [...].
[...] La soldadera [pintada por Orozco] va hacia el fondo de las huidizas pla¬
nicies, crispadas por la ferocidad de las pitas. Sus márgenes hieren la vista
desde las páginas de Los de abajo [...].
66
mundo entero». Ante la inexistencia de materiales fílmicos, debe inferirse
que Eisenstein iba a situar su «novela» sobre la Revolución en paisajes
desérticos, profundamente solitarios, evocando con ello «los infinitos de¬
siertos de la trágica ruta de las Soldaderas» orozquianas.
Finalmente, en el epílogo, que como ya se dijo sería dedicado a exaltar
al México moderno y a retratar las celebraciones del «Día de difuntos»,
Eisenstein iba a rendir un bello homenaje tanto a las magistrales «Calave¬
ras» de José Guadalupe Posada como al espléndido tríptico Día de muer¬
tos CLa ofrenda, La comida, La Fiesta en la calle), plasmado por Diego
Rivera en los paneles del muro sur («Patio de las fiestas») de la SEP. No
está por demás decir que el realizador fílmico pensaba hacer de ese episo¬
dio una forma de «Memento Mori» (recordatorio de la muerte) con ele¬
mentos de acción fílmica inspirados también en la «Danza de los muer¬
tos», sumamente popular «en los frescos de cementerios italianos y en los
grabados de Holbein». Pero al igual que Posada y Rivera, el cineasta iba a
utilizar los motivos de las costumbres mexicanas (mujeres enrebozadas
con velas en atrios y altares, ofrendas en los panteones, máscaras mortuorias,
calaveras de azúcar, bailes macabros) para elogiar a las clases populares
(que de acuerdo con la tradición marxista son las depositarías del cambio
revolucionario), así como para establecer un juego de ironías en contra de
los representantes del Estado burgués y las clases reaccionarias. Sobre este
último aspecto Eisenstein escribió en sus memorias:
68
como Adolfo Fernández Bustamante (Cf. revista Nuestro México No. 6, Calavera catrina,
agosto de 1932 pp. 9-13), posee también profundas raíces populares. Aun¬ grabado de José
Guadalupe Posada
que Eisenstein jamás lo refiera o mencione, lo más probable es que el arte
de Covarrubias haya sido la fuente visual de las mencionadas escenas, sín¬
tesis del frenético carnaval que en la película iba a ser una velada alusión
al potencial revolucionario del pueblo mexicano.
Algo similar puede decirse de otros motivos como los carruseles y las
«ruedas de la fortuna», elementos que en la cinta iban a expresar las fuer¬
zas vitales y el vértigo de la Revolución social.16 Como parte de su búsque¬
da de aspectos populares, exponentes del arte pictórico nacional como Fer¬
nando Leal, Jean Charlot y el mismo Diego Rivera habían pintado ferias
con sus tiovivos y «ruedas de la fortuna». También es posible, por tanto,
que dichas obras hayan sido un punto de partida en la concepción estética
que Eisenstein pensaba desarrollar
16 En sus reflexiones sobre la historia del primer plano, (Cf. Yo.
en la última parte de su frustrado
Memorias inmorales, Vol. 2, p. 46) Eisenstein señaló que: « [...]
proyecto fílmico. Los carruseles del «Día de muertos» repiten de una forma irónica
ese mismo tema trágico. Aquí, nuevamente están arrojados al
primer plano, hasta casi poder tocarlos, unos cráneos blancos.
Pero son de cartón: máscaras de cráneos. Detrás de ellos, en su
tamaño normal, dan vuelta los carruseles y las ruedas verticales
de la risa, apareciendo a través de las órbitas vacías de las más¬
caras, obligándolas a guiñar, como diciéndo que la muerte no es
más que un cartón vacío, a través del cual, siempre y de todas
formas, atravesará el torbellino de la vida [...]».
69
La fiesta en tas calles (1923-1924), de Diego Rivera
70 _• ^
Shot para el epílogo de /Que viva México!
71
'per Cf o cfo
VIII
72
C on todo lo hasta aquí dicho, resulta claro que el arte de los lla¬
mados «Tres grandes del muralismo mexicano» constituye la
influencia primordial ejercida sobre el aspecto visual del pro¬
yecto mexicano de Eisenstein. Pero, como ya lo habíamos ad¬
vertido, otros pintores vanguardistas de la época establecieron diversos vín¬
culos con el cineasta dando origen tanto a diversos documentos como a
una interesante serie de testimonios
iconográficos, todos ellos dignos de
mención en tanto que reflejan el
Eisenstein
ambiente que permeó el trabajo y
la estancia del cineasta soviético en
y los otros
México.
Unas fotos compiladas en el li-
artistas
bro Eisenstein: Dibujos mexicanos
inéditos (Cineteca Nacional, Méxi¬
mexicanos
co D.F., 1978,180 pp.) muestran aspectos del rodaje del episodio Maguey
en la hacienda de Tetlapayac: en ellas se ve a Adolfo Best Maugard colabo¬
rando con el cineasta en tareas de composición y dirección de actores.
Asimismo, una de las caricaturas realizadas por Eisenstein en dicha ha¬
cienda, intitulada «La santa disgraciada», alude claramente a la presen¬
cia del pintor, cuya delgada y espigada figura cuelga inerte de una nube
mientras una pequeña lámpara de aceite quema sus pies. La participación
de Best Maugard, que rebasó las funciones de simple «supervisión» para
constituirse en trabajos de asesoría formal y co-dirección, serviría de ante¬
cedente a la obra fílmica realizada tiempo después por el mismo artista
mexicano: el corto Humanidad y el largometraje La mancha de sangre.
Pero, como se verá más adelante, dichos filmes resintirían, a su vez, la
influencia eisensteiniana.
Según una crónica de Adolfo Fernández Bustamente aparecida en El
Ilustrado del 18 de junio de 1931, para mejor realización de su obra mexi¬
cana Eisenstein contaba en Tetlapayac «con la colaboración de Adolfo Best
Maugard [...] y de Gabriel Fernández Ledesma, quienes dan los toques de
mexicanismo aún como más certeza a los pasajes mexicanos. Ellos cuidan
de que no haya mixtificación, de que se usen las cosas auténticas, de que
no aparezcan en esta película los charros de guardarropía a que nos tiene
acostumbrados el cine americano [...]».
El testimonio anterior corrobora pues la aportación de Best Maugard
en la concepción estética del proyecto eisensteiniano, pero señala también
la no menos significativa participación de Gabriel Fernández Ledesma, otro
de los mentores que apoyaron la labor creativa del cineasta soviético en
nuestro país. En el estudio que la historiadorajudith Alanís dedicó al men-
cionado artista (Cf. Gabriel Fernández Ledesma , UNAM, México D.F.,
1985), se afirma que:
Como consecuencia del contacto establecido entre ellos, tanto Fernán¬ Retrato de
dez Ledesma como Isabel Villaseñor Ruiz, integrantes del famoso grupo Eisenstein (1931),
dibujo de
vanguardista ¡30-30!, rendirían amistosos homenajes a Eisenstein consis¬
Gabriel Fernández
tentes en retratos del cineasta. Pero mientras la obra de Fernández Ledesma Ledesma
(otrora fundador del Centro Popular de Pintura Santiago Rebull, director de
la Sala de Arte de la SEP y editor de la revista Formo) es de hecho una
caricatura con rasgos grotescos y motivos típicos de la hacienda (magueyes,
peones, tlachiqueros, mujeres en el tinacal, etc.), el de Villaseñor Ruiz, dis-
cípula sobresaliente del Centro Popular de Pintura, coautora junto con Alfredo
Zalee de un mural exterior en la Escuela Primaria de Ayotla e intérprete
principalísima del proyecto fílmico
eisensteiniano, ofrece trazos simples, 17 Por la alusión que se hace a la visita de Eisenstein a la Secretaría
directos, diríase sobrios: representan de Educación Pública, cabe suponer que Montenegro también
solía guiar y acompañar al cineasta en su recorrido por los edifi¬
miradas antitéticas, aunque com¬ cios que albergan las obras de los muralistas. Años después, en
plementarias, del mismo personaje. entrevista con Elena Poniatowska (en Todo México, Tomo II, Ed.
Diana, México D.F., 1993, p. 124), Montenegro confirmaría ha¬
Eisenstein dibujó a su vez alre¬
ber acompañado a Eisenstein por «diversas partes de la repúbli¬
dedor de veinte caricaturas prota- ca» y conservar «muchísimas cartas de él, y también dibujos».
74
gonizadas por las figuras de Fernán¬
dez Ledesma y Villaseñor Ruiz. En
ocho de ellas («Cholluda», «Portrait
de la estrella Cholluda», «Contraste
de proporciones», «El casamiento de
los camaleones», «El martirio de
Santa Miercolita», «Un martirio con
música», «Tripa de ratón disgracia¬
do» y «El ahorro») se destaca la
presencia de Chabela Villaseñor,
quien la mayoría de las veces es
mostrada como una mujer dulce,
pequeña y emocionalmente frágil.
En «Portrait symbolique de G.E
Ledesma», el cineasta dibujó al pin¬
tor de una manera por demás cu¬
riosa: con pies en lugar de manos y
con otro par de pies saliéndole del
tronco; la imagen incluye calaveras
ta sombra inmortal de Eisenstein (1931),
en vez de ojos (alusión a un estudio
dibujo de Isabel Villaseñor
que el pintor estaba haciendo sobre
la mitología de la muerte en la cul¬
tura mexicana), alcancías, un es¬
queleto de alambre, botas, huara¬
ches, espuelas, unos pescados de
guaje, un maguey y una sutil refe¬
rencia al personaje interpretado por
Chabela Villaseñor. En su conjunto,
esta caricatura eisensteiniana, con la
figura del pintor como rehilete, es
una parodia a la obra de Fernández
Ledesma, quien gustaba de coleccio¬
nar y pintar juguetes u objetos po¬
pulares producidos por los artesanos
del país, lo que a su vez lo había
motivado a escribir un par de curio¬
sos e interesantes libros: Juguetes
mexicanos (Ed. Talleres Gráficos de
la Nación, México D.F., 1930) y Cal¬
zado mexicano. Cactlis y huara¬
ches, Ed. Talleres Gráficos de la Na¬ dibujo de Sergei Eisenstein
75
ción, México D.F., 1931). Otra imagen, irónica y, di ríase, punzante, mues¬
tra a un diminuto Fernández Ledesma tratando de subir al voluminoso
vientre de Felicitas Larrauri, alias Matilde Crespo o «La Matildona», céle¬
bre prostituta de la época, mujer de exuberantes proporciones e «insacia¬
bles carnes» (Miguel Ángel Morales, dixit) a la que, incluso, Eisenstein
dedicó un interesante pasaje en sus memorias («¿Cómo alabar a
«Matildona» —escribió el cineasta—, esa mole de huesos y carne flexible
similar a las pirámides y a la catedral, a la cumbre nevada del Pico de
Orizaba, a las cárceles inundadas por el mar de Veracruz, al Castillo de
Chapultepec y al ensangrentado Cristo de Tlalmanalco?»). En este caso, el
artista de Riga hizo alusión a una anécdota que quizá el mismo Fernández
Ledesma (uno de los acompañantes del cineasta en sus paseos nocturnos
por los barrios céntricos y populares de la ciudad de México) le comentó a
propósito de las hazañas sexuales de la famosa hetaira. La caricatura refe¬
rida se complementa con una trilogía en la que «La Matildona» parece
querer llevarse a Fernández Ledesma y a otros «admiradores» de Chabela
Villaseñor hasta que esta última, furiosa por ello, clava un puñal en el
vientre de la prostituta que, ipso-facto, se convierte en mártir con todo y
aureola.
En «Santa Camaleoncita», otro de los dibujos eisensteinianos realiza¬
dos en Tetlapayac y complemento de «La santa disgraciada», la figura de
Fernández Ledesma forma parte del séquito de ángeles que asciende a los
cielos junto con la madona del título, imagen en la que pueden apreciarse
los rasgos, un tanto sesgados, de Chabela Villaseñor. En este caso, uno de
los personajes alados, representación de Grigory Alexandrov, empuja al pin¬
tor y a Martín Hernández, quien es mostrado como otro de los devotos ad¬
miradores de la artista. En otra más de las imágenes dibujadas por el
cineasta, ésta sin título, Fernández Ledesma aparece hincado junto a diver¬
sas figuras paródicas, incluidos Tissé, un peón (nueva referencia a Martín
Hernández), un asno y un camaleón: todos adoran con sendos «corazones
de fuego» a la misma «Santa Camaleoncita» (o sea, Isabel Villaseñor)
que, enmarcada por nubes, un sol y una luna, se encuentra flotando sobre
su «altar»; un frondoso maguey. Finalmente, otra de las caricaturas de
Eisenstein, también carente de título, muestra a Martín Hernández con
sombrero, rifle y cananas disparando a mansalva contra la cabeza del in¬
defenso Fernández Ledesma, quien recibe la descarga con perfecta actitud
de mártir: rígido, estoico y con las manos cruzadas sobre el pecho. Como
hipotética consecuencia de esa muerte, otros dos dibujos muestran al pin¬
tor volando con alas de ángel y convertido en objeto de culto de dos muje¬
res que representan la religiosidad popular. En los dibujos comentados, el
cineasta soviético hizo gala de fina ironía para representar algunas de las
76
situaciones ocurridas en torno a la pareja Fernández Ledesma-Villaseñor
durante el rodaje en Tetlapayac.
La atmósfera que perineo el rodaje en la hacienda pulquera del estado
de Hidalgo fue, como consecuencia de la vida disipada y «orgiástica» de
Julio Saldívar, propietario de la misma, bastante incómoda para Chabela
Villaseñor; incluso la participación de la artista en la película tuvo secue¬
las molestas y conflictivas. Así lo deja ver una carta que la pintora envió a
Eisenstein el 7 de julio de 1931 (fecha en la que Villaseñor ya había con¬
cluido su desempeño para el filme), texto que por su valor documental
reproducimos completo:
Querido amigo:
Usted sabe perfectamente bien toda la buena voluntad que yo tuve para
trabajar con mi pequeña colaboración en la cinta cinematográfica que usted
Santa camaleoncita
(1931), dibujo de
Sergei Eisenstein
77
realiza sobre México. No sólo buena voluntad sino satisfacción me proporcio¬
nó tal empresa a pesar del sacrificio que tuve que hacer con un medio lleno de
complicaciones y que si por una parte contaba con amigos en realidad finos y
educados, por otra parte tuve que sufrir la molestia enorme de convivir cerca
de gentes poco gratas y poco honorables para mí. Todo esto lo vi desde el
primer día que llegué a la Hda. Y sin embargo el hecho de considerar que mi
modesta contribución era un pequeño elemento para su obra, no vacilé en
soportar esas terribles cosas al fin y al cabo pasajes en comparación con lo
definitivo de su obra una vez realizada. Mi falta de preparación y experiencia
así como mi salud no muy entrenada en ese trabajo le hayan dado a usted
quizá algunas molestias, pero en el fondo eso no tiene importancia. Lo prin¬
cipal en mí era la inquietud que sentía por no haber dejado bien arreglado el
permiso para separarme de mi trabajo. Yo sabía bien lo delicado de este asun¬
to. Ustedes me aseguraron haber conseguido el permiso correspondiente du¬
rante todo el tiempo que estuve en la Hda. Cuando llegué a México no me
pude presentar en la Secretaría [de Educación Pública] porque estuve muy
enferma. Me quedé sorprendida al saber que mi cese sería dictado en esos
días. En la Ser. han tenido la impresión de que yo no he cumplido mi trabajo
y que por conveniencia o vanidad estoy filmando (Oh Hollywood). Conside¬
rando perdido mi trabajo me he anticipado a poner mi renuncia para evitar
el cese desagradable para mí. Recuerdo que usted me prometió
expontaneament [sic] enviar unas cartas que de mucho me hubieran servi¬
do. Creo sin embargo que todavía me ayudarían grandemente para nuevos
proyectos de trabajo en la Secretaría de E.P. Le acompaño documentos para
que sepa en qué sentido ha terminado este asunto. Le ruego que aproveche un
día nublado para enviarme estas cartas.... Quizá alguna de ellas dirigida al
oficial mayor o al Jefe del dep. de B. Arts., me sería muy provechosa.
78
Detalle del mural
Reconstrucción
(1931), de Roberto
Montenegro
79
Retrato de
Sergei Eisenstein
incluido en el panel
Reconstrucción
(1931), de Roberto
Montenegro
80
Retrato de
Roberto Montenegro
(1931), fotografía
de Sergei Eisenstein
81
la figura del pintor aparece, en primer plano, erguida sobre una de las
azoteas de la hacienda de Tetlapayac. Gracias a ello se logró el curioso
efecto de que el muralista parezca un gigante mucho más alto que el
Popocatépetl y el Iztaccíhuatl. Pero la postura de Montenegro permite a su
vez otro efecto: el triángulo que forma la entrepierna se corresponde con la
figura triangular de uno de los volcanes: se trata de una de las típicas «ri¬
mas visuales» que tanto gustaban al cineasta.
Además, habrá que hacer énfasis en que Eisenstein y Montenegro de¬
bieron compartir su mutuo interés y conocimiento por la iconografía de
San Sebastián, mártir cristiano que, como ya dijimos, inspiró el nombre y
ciertas actitudes del personaje protagónico del episodio Maguey y que, como
lo ha señalado el crítico Olivier Debroise, es figura importante en algunas
obras o esbozos del pintor mexicano.21 El recuerdo amistoso entre ambos
artistas se prolongaría también en la obra de caballete de Montenegro, quien
cuatro años antes de morir pintó otro retrato de Eisenstein, en rigor una
variante de la célebre foto de Agustín Jiménez en la que el cineasta aparece
mostrando una enorme calavera de azúcar, símbolo nacional de la muer¬
te. Pero, a ojos del para entonces anciano Roberto Montenegro, Eisenstein
reaparece en un trasfondo de caprichosas figuras geométricas mientras que,
con un sentido complementario al de Reconstrucción, en las manos del
cineasta se desliza, cual serpiente, un fragmento de película: con ello pare¬
ce aludirse a otro fundamental símbolo mexicano, aunque también es evi¬
dente que se trata de una referencia al proyecto fílmico eisensteiniano.
Uno más de los pioneros del
muralismo mexicano, el también
21 «[...] Arquetípica del manierismo —afirma Debroise en Roberto
citado Jean Charlot, autor en la es¬ Montenegro 1887-1968, catálogo de exposición, Museo Regio¬
calinata de la ENP de un soberbio nal de Guadalajara, julio de 1984, p. 14—, esa atracción por los
ojos, verdaderos o simbólicos, marca toda la obra de Montene¬
panel que expresa las formas bru¬ gro. Una Intensa circulación de miradas atraviesa sus cuadros,
tales de la conquista española, pin¬ incluso algunas naturalezas muertas (como aquélla en la que una
tetera refleja borrosamente un rincón del taller como si fuera una
taría, en el Nueva York donde Ei¬
bola de vidrio). Vulrierat Omnes ultima necat— uno de los mejo¬
senstein se prestaba a zaipar de re¬ res dibujos del álbum editado en París en 1910— representa a
greso a la URSS luego del fracaso un San Sebastián amarrado a su columna en un jardín diecioches¬
co; las mujeres que deambulan alrededor del mártir no llevan
de su filme mexicano, un interesan¬ arco ni flechas; son las miradas que hieren el cuerpo ofrecido del
tísimo perfil del cineasta en el que adolescente (la ambigüedad del título, al no indicar sujeto, re-
calca la intención). Asimismo, en El árbol de la Vida, primera de¬
este último mira hacia afuera del
coración mural de la Iglesia de San Pedro y San Pablo, una de las
cuadro con ojos que delatan sere¬ doce figuras femeninas alineadas en la parte inferior dirige su
nidad y una cierta tristeza, quizá arco —y su mirada paralela— hacia el caballero que ocupa el
centro de la composición (y se enraiza literalmente en el tronco
producto de la incipiente nostalgia del árbol). En uno de los bocetos preliminares de este mural, este
por el México que ha quedado atrás. personaje masculino aparece desnudo, en la postura tradicional
del San Sebastián; sin embargo, en la visión final se transforma
Por último, cabría hacer men¬
en símbolo del conocimiento sin perder su lugar central en la
ción a los vínculos amistosos de Ei- composición [...]».
82
senstein con otros dos exponentes de la vanguardia pictórica mexicana de Retrato de Sergei
la época: Alfonso Michel (1906-1957) y Pablo O’Higgins. Tanto una carta Eisenstein (1932),
fechada el 28 de septiembre de 1931 y remitida por el cineasta soviético al de Jean Chailot
señor Jorge Palomino y Cañedo, historiador y promotor cultural de origen
jalisciense, como las notas que este último agregó al mencionado docu¬
mento, ofrecen testimonio de que Eisenstein pasó varios días en la costa de
Colima yjalisco filmando algunos rushes de tema «exótico» y «paradisia¬
co», acaso complementarios a los realizados previamente en Oaxaca y
83
Acapulco. En esta empresa, en la que Eisenstein fue acompañado de nueva
cuenta por Roberto Montenegro y que implicó una breve estancia en Gua-
dalajara, ambos contaron con la ayuda del entonces joven Alfonso Michel,
quien los hospedó en «Las humedades», hacienda cocotera situada en la
región de Cualata, entre los poblados de Tecomán y Cuyutlán.
Por su parte, en un breve discurso mencionado con motivo de la
inaguración del «Cine-Club Sergei Eisenstein» en la sede del Instituto de
Amistad en Intercambio Cultural México-URSS, Pablo O’Higgins, colabo¬
rador de Diego Rivera e integrante del movimiento muralista, hizo intere¬
santes remembranzas acerca de la estancia de los cineastas soviéticos en
nuestro país:
84
De acuerdo con el testimonio anterior, algunas de las imágenes filma¬
das por Eisenstein en Tetlapayac, mismas que representan a un grupo de
peones cantando «El alabado» antes de partir a sus labores cotidianas,
algo deben a las observaciones de O’Higgins, discípulo de Diego Rivera y
entusiasta del folklore mexicano.
85
A tención aparte merecen los dibujos que el autor de La línea
general realizó durante su estancia en nuestro país, algunos de
los cuales, ya mencionados, fueron conservados durante mu¬
cho tiempo por Fernández Ledesma e Isabel Villaseñor; otros
serían compilados por el pintor Carlos Mérida, y los más aparecerían pu¬
blicados en diversos libros monográficos acerca del cineasta. Esa iconogra¬
fía reclama por sí misma un estu¬
dio acucioso entre otras cosas por¬
que, como señalara Jean Charlot,
La obra gráfica
testigo de ese trabajo artístico, Ei-
senstein solía dibujar «muy rápida¬
de Eisenstein
mente, para no perturbar los ele¬
mentos subconscientes. Se proponía
en México
numerar los dibujos en el orden en que fueron hechos y los consideraba
como fotos fijas de una tira cinematográfica. Así considerados son docu¬
mentos sumamente interesantes sobre sus procesos mentales».22 Más que
elementos de un «guión visual» para su película mexicana, muchos de
esos dibujos expresan la otra manera, a veces satírica, irónica o sublime,
con la que Eisenstein contempló al país y se contempló a sí mismo, a
través de los personajes o locaciones del filme.
Algunas de esas imágenes, sobre todo los «peones» y «magueyes» di¬
bujados en Tetlapayac, guardan cierta similitud, por ejemplo, con el estilo
de diversos cuadros o grabados realizados por Orozco entre 1917 y 1932
(Bajo el maguey, Tres mujeres, El maguey, etc.), obras que el cineasta
debió conocer. Lo cierto es que Eisenstein, el profundo admirador de Da
Vinci, El Greco, Holbein, Daumier y los muralistas mexicanos, dio rienda
suelta a su poco conocida faceta de artista de la gráfica y legó una serie de
obras extraordinarias que se insertan en la mejor concepción vanguardista
y resultan por ello de enorme riqueza para la cultura nacional.
[...] en estos días nublados en que todos nos divertíamos de mil maneras [...]
Eisenstein, encerrado en su habitación leía o dibujaba.
88
A veces sus dibujos, frescos y ligeros, no eran otra cosa que un simple
juego. Así, él jugaba también. Recogía los acontecimientos más triviales, con¬
virtiéndolos en pequeñas obras de arte. Sus dibujos no eran una crónica, sino
simple alusión a los sucesos que le servían para satirizar a sus amigos. En
muchas de las creaciones de este tiempo se encuentran referencias tan ínti¬
mas, tan ligadas con hechos del momento, que para comprenderlas es nece¬
sario «estar en el secreto». Insignificantes sucedidos o detalles de poca im¬
portancia eran motivo suficiente para que su mano delineara un gracioso
trazo. Sus comentarios gráficos, agudos y espontáneos, nos parece que suelen
ser equivalentes al oportuno a propósito verbal, que en una plática salta de
improviso.
Pero en su producción pueden diferenciarse otro tipo de dibujos que, sin
omitir el encanto onírico, son de suma trascendencia. Éstos están ligados a
las predilecciones del artista que se han ido fijando a través de su desarrollo
intelectual.
Como es fácil suponer, en la cultura del director soviético cabía una bue¬
na dosis de lecturas selectas. La literatura universal, los textos fundamentales
de las mitologías o la sagrada escritura, le proporcionaron un vasto temario,
cuyos caracteres, parábolas, símbolos o actores, constituyeron el punto de
partida, la inspiración, para recrear los hechos, actualizando el escenario,
remodelando al personaje, retrotrayendo el sucedido.
La Matildona
De tal manera, pudo hacer de Werther, una serie de diez dibujos, uno tras (1931), dibujo
otro, en los que le imaginó en diferentes métodos de suicidio. de Sergei Eisenstein
89
Más tarde, al ingresar al teatro del Ejército Rojo, encontró allí el campo
propicio para ensayar sus primeras escenografías y diseños de trajes [...].
Sigue a este tiempo el periodo en que se desarrolla la curiosidad y el inte¬
rés por la observación. Es cuando ensaya todo tipo de expresiones plásticas
relacionadas con el dibujo: apuntes, trazos esquemáticos, caricatura; todo
ello con la disciplina para el desarrollo de su facultad nemotécnica.
Contaba Eisenstein con una extraordinaria facilidad para dibujar de
memoria. Lo mismo resolvía el problema de un escorzo en movimiento que
la organización de un grupo de varias figuras empeñadas en una acción co¬
mún. Todo lo imaginaba en un segundo y lo expresaba con asombrosa es¬
pontaneidad.
Diversos estudios han señalado, en los dibujos de Eisenstein, la influencia
de [Honoré] Daumier; en efecto, ésta aparece en algunas representaciones de
tipos reales pertenecientes a la pequeña burguesía. Bien sabido es que, duran¬
te el siglo XIX, imperaba en Rusia una actitud de emulación de la vida fran¬
cesa. La burguesía, la intelectualidad y la aristocracia procuraban apegarse a
la ideas, a las actitudes, a las modas, a las expresiones del lenguaje, en fin, a
los dictados de la sociedad y las «buenas costumbres» vigentes en París.
No es difícil entonces considerar que así como llegaban, en esa época, las
novelas de Gustav Flaubert o los cuentos de Maupassant, también se recibie¬
ron las publicaciones periódicas Charivari o Le Miroir Caricaturel que in¬
sertaban siempre estampaciones originales de las litografías del famoso artis¬
ta Daumier. El hecho es que sus dibujos, liberados de influencias o asimiladas
éstas, acusan la más sagaz observación, el más inteligente análisis de la for¬
ma, con la que llega a establecer una familiaridad consanguínea que luego
le conduce al proceso de depuración.
Mas la posibilidad de expresar con los elementos lineales indispensables,
una imagen o una idea, puede, sin embargo, dar margen a un juego de habi¬
lidad, a un malabarismo intrascendente, sino es que al resultado de la obra
va unido un real sentido de belleza y poder de emoción. En los dibujos de
Eisenstein pueden caber muchos matices: la originalidad, la sugerencia, la
ironía, etc., pero siempre emerge de ellos, con avasalladora presencia, la vir¬
tud o la capacidad de sacudir nuestra pasión.
Pero vemos que además de su facultad de sintetizar certeramente la for¬
ma, existen en los dibujos de Eisenstein otras fundamentales cualidades que,
originadas quizá en fuentes distintas, se integran a su obra.
Me refiero, en primer término, a su dominio absoluto en la expresión en
movimiento. Es indudable que sus intervenciones, tanto en el teatro como
principalmente en el cine, le hayan proporcionado una enseñanza respecto a
la organización dinámica de los actores. Estudioso de los sistemas y de los
métodos diversos para actuar, e impulsado por sus propias teorías, el ejercicio
90
Dirección CA^>l«c^^Afic*:,/lrnphot,,
Todos hombres...
(1931), dibujo
de Sergei Eisenstein
91
Todo este mundo de la geometría, se somete a la voluntad creadora del
artista y se ordena en el resultado de una armoniosa arquitectura.
La facultad de construcción implica, más que un esfuerzo emotivo, una
disciplina intelectual. La idea debe expresarse gráficamente de manera esta¬
ble, sólida, consistente, y para ello la obra plástica construye su propia y firme
estructura. En el caso de Eisenstein, no deben haber sido ajenas a su capaci¬
dad de composición las disciplinas adquiridas como estudiante en su iniciada
carrera de arquitecto, tal como las fueron en Orozco, pues los mejores dibujos
del artista de la URSS (verdaderas piezas de museo) están penetrados de un
ímpetu de monumentalidad, como lo están los frescos del pintor mexicano.
En la manera de dibu j ar del director de cine parece que no existe comple-
jidad alguna en el proceso de creación. No se advierte ningún rastro que de¬
nuncie la pugna entre el pensamiento y su concreción plástica; no hay indi¬
cio que nos permita descubrir el conflicto entre la concepción estética y la
mano que debe consignar las escencias del espíritu.
Ante los excelentes dibujos de Eisenstein, la «voluntad de hacer» se nos
muestra tan simple, tan natural, tan alejada de preocupaciones, como se nos
ofrece en el trazo fresco y espontáneo de los niños.
Es asombrosa, al mismo tiempo que cautivadora, su facilidad, esa difícil
facilidad del fluir de la línea que recorre, como en libre albedrío, la superficie
de la página de donde surgen —a manera de magia— desde el abismo blanco
del papel, rasgos categóricos y contornos sensibles que poco a poco van defi¬
niendo formas hasta corporizar a las creaturas de su imaginación que ali¬
mentan un carácter distintivo y que son susceptibles de sufrir o de amar.
Cabe considerar esto, porque sus dibujos están ejecutados de primera in¬
tención. Han surgido al correr de la pluma fuente y, por lo tanto, excluyen
proyectos o esquemas previos; no se han valido de ningún trazo antecedente
como auxiliar. En la concepción del dibujo ya todo está previsto; las proporcio¬
nes de la superficie, los elementos geométricos de la composición total, el rit¬
mo o ritmos correlacionados para obtener las condiciones de equilibrios, etc.
Sorprende, pues, considerar que todo este vocabulario gráfico, todo este
repertorio de signos, líneas cortas o largas, rígidas o flexionadas en arcos gra¬
ciosos, caminan por un cauce inadvertido y, obedientes, toman el sitio que les
corresponde —de manera infali- -
ble— para lograr el resultado 23 Otros comentarios acerca de la obra gráfica de Eisenstein en Méxi-
r ° co pueden encontrarse en: Karetmkova, Inga y Naum Klieman,
plástico [...]. Les dessins mexicain d' Eisenstein, Moscú, URSS, sin dato edito¬
rial ni fecha de publicación; Eisenstein, Sergei, Dibujos mexicanos
inéditos, prólogo de Salvador Elizondo, Cineteca Nacional, Méxi¬
co D.F., 1978; De la Colina, José, «Los dibujos mexicanos de Ei¬
senstein, el otro yo del cineasta reflejado en el espejo de obsidia¬
na», en Unomásuno, México D.F., 3 de noviembre de 1978, y
Michelson, Annette, Drawing into Film. Director's Drawings, The
Pace Gallery, New York, USA, 1993, pp.7-17.
92
E isenstein regresó a Moscú en mayo de 1932 con la esperanza de
poder editar los materiales filmados en México, cosa que nunca
haría. Reincorporado a las actividades académicas y cinemato¬
gráficas, ya solamente podría filmar, en el apogeo de la dictadu¬
ra stalinista y con todo lo que ello implicó, sus obras sonoras: Alexander
Nevski (1938) y dos de las tres partes de que constaba su monumental pro¬
yecto Iván El Terrible (1943-1945).
Tras sufrir un primer ataque al co¬
razón, el cineasta inició la redacción
La nostalgia por
de su autobiografía en la que, apar¬
te de múltiples y diversas referencias,
México
dedica un breve pero hermoso capítulo a algunas de sus vivencias en terri¬
torio mexicano, texto que inicia con las siguientes líneas:
93
tudios cinematográficos de Potylika (cerca de Moscú) y otra en la que se ve
el cadáver del realizador fílmico tendido sobre la que fuera su cama, reve¬
lan en efecto la presencia de sarapes mexicanos, objetos que, con seguri¬
dad, provocaban a su dueño los recuerdos del lejano país en el que había
encontrado si no la plena felicidad, algo muy parecido a ella.
94
116 de julio de 1931, mientras Eisenstein y su equipo trabajaban
en la hacienda de Tetlapayac, Adolfo Fernández Bustamante pu¬
blicó en El Ilustrado una nota cuyos últimos párrafos afirma¬
ban:
96
revistas del 28 de abril de 1935), ambos realizados con fotografía de Agus¬
tín Jiménez (uno de los asistentes y primeros «discípulos» de Tissé), hayan
sido sendos homenajes a la presencia de Eisenstein en dichos lugares. Vale
señalar que el corto sobre el pueblo guerrerense tenía precedentes en la
propia obra plástica del pintor, quien en 1930 había publicado el libro Veinte
litografías de Taxco (Ediciones Murciélago), volumen comentado por
Genaro Estrada en el número 24 (mayo de 1930) de la revista Contempo¬
ráneos. Se sabe también que al menos uno de los mencionados documen¬
tales, Tehuantepec, fue realizado como material de relleno para la exhibi¬
ción de la gran película producida por la CLASA en ese año: Vámonos con
Pancho Villa, de Fernando de Fuentes.
Algún tiempo después, Montenegro colaboró como «sub-director artís¬
tico» en el rodaje de El capitán aventurero, el ya citado filme de Arcady
Boytler; como «supervisor de época» en Perjura (1938), dirigida por Ra-
phaelj. Sevilla, y de nuevo como «sub-director artístico» en El signo de la
muerte (1939), cinta realizada por Chano Urueta, primo de Alfaro Siquei-
ros.27 Y eso, al parecer, fue todo en lo concerniente a la carrera fílmica del
autor de La fiesta de la Santa Cruz, quien evidentemente no encontró en
el medio cinematográfico mejores opciones de desarrollo creativo.
Algo similar ocurriría con Adolfo Best Maugard quien, como ya apun¬
tamos, logró realizar dos filmes. El primero de ellos, Humanidad, fue un
corto realizado en mayo de 1935 gracias al patrocinio de la Beneficiencia
Pública, mismo que contó también con el trabajo fotográfico de Agustín
Jiménez. Según se decía en una nota de Hugo del Mar CRevista de revistas,
15 de diciembre de 1935), Humanidad fue exhibida en el cine Palacio
«ante el pintor Diego Rivera y el
caricaturista Miguel Covarrubias
27 Algunos testimonios señalan que, a su regreso de una estancia
[...] Ambos artistas del pincel y del en Hollywood, Urueta fungió como asistente de los cineastas so¬
lápiz, después de la exhibición, ex¬ viéticos en la realización del proyecto mexicano. Ello debió ocu¬
rrir durante la gira de Eisenstein y sus colaboradores por Acapulco
presaron a varios cronistas especia¬ y Taxco, ya que en ese entonces Urueta asistía y acompañaba a
les que la película les había impre¬ Alfaro Siqueiros en su confinamiento. En el número 3 de Cuader¬
nos de la Cineteca Nacional (México D.F., 1975, pp. 16-17), Urueta
sionado gratamente».
afirmó que: « [...] Yo ful la persona que recibió a Eisenstein en
Todo apunta, sin embargo, que México: entré de «gatito» de él y acabé siendo su asistente [...]
la cinta no tuvo la difusión deseada Yo sabía que Eisenstein era un gran director ruso. No conocía yo
sus cualidades personales, pero a mí me Interesaba profunda¬
por su realizador. Años después, en mente unirme a un hombre con virtudes y así fue que yo adquirí
un manuscrito fechado el 20 de los conocimientos que poseo del cine, todos ellos se los debo a
él, a su extraordinaria habilidad para encontrar la realidad [...]».
abril de 1939 y compilado en Fren¬
Efectivamente, en varias películas realizadas por Urueta en la dé¬
te a la pantalla (UNAM, 1963), li¬ cada de los treinta, sobre todo en Profanación (1933), Enemigos
bro antológico, Diego Rivera vertiría (1933), Una mujer en venta (1934, filmada en Taxco), Hombres
del mar (1938), La noche de los mayas (1938), El signo de la
en papel sus impresiones en torno a muerte y Los de abajo (1939), se hace patente, a veces hasta la
Humanidad calificándola como caricatura, la influencia de la concepción estética eisensteiniana.
97
«la mejor prueba local de la justeza de lo que [Best Maugard] pide al cine,
el verismo».
98
Stella Inda y otros
en La mancha de
sangre (1937),
de Adolfo Best
Maugard
99
ciana que proporciona escencias aromáticas, a tanto golpe de atomizador, la
tortera, los pachucos y sus peculiares atavíos, y toda esa canalla feliz y em¬
briagada que juega rayuela, se hace «dar grasa», baila danzones hasta des¬
quiciarse, le pide a los tríos la canción «que más les llega», requiere de amo¬
res efímeros de las prostitutas, consume modestos ponches, anises y algunas
cervezas, recoge colillas, se retira «rasguñando la pader», chilla, grita y se
encarama a los respaldos de los reservados o se desploma sin sentido en la
banqueta más cercana... En suma, la escuela del tipo y de hacer de la masa
popular la protagonista de la historia, las bases de la estética del cine de la
Revolución de Octubre, aquí se encuentran al servicio de los bajos fondos
mexicanos, durante el cardenismo. Es paradójico, pero así es. Quizás la vi¬
sión del primer filme de Best Maugard, el mediometraje Humanidad (1934),
sobre las instituciones de beneficencia pública de la época, confirmaría esta
influencia eisensteiniana; pero lo definitivo es que si la bobalicona historia de
una prostituta enamorada de un inocente muchachillo se sostiene es porque
el universo en que se desarrolla es totalmente creíble [...].29
En efecto, la obra fílmica analizada revela las dotes artísticas, así como
las modernas concepciones cinematográficas de Best Maugard, capaz, en¬
tre otras cosas, de situar la trama en
un cabaret auténticamente popular, 29 A propósito de estos señalamiento de Garmendia, imposible no
evocar aquí algunos fragmentos de las memorias del gran cineasta
antro adornado por una serie de
soviético, mismos que sintetizan su experiencia en los antros y
pinturas en bajorelieve, probable¬ cabarets de la dudad de México: «[...]La siguiente ocasión que
mente diseñadas por él mismo. En veo a [Jimmy] Collins es dos años después [...] No en Estados
Unidos de Norteamérica, sino en México City [...] Ahora nos
otras palabras, el pintor-cineasta encontramos los dos frente a la entrada de un dancing. Nos
asumió de nuevo, y hasta sus últi¬ rodean muchachos de bronce con ropa azul de trabajo y camisas
a cuadros y a rayas. Unos llevan el sombrero puesto, otros lo
mas consecuencias, el «verismo»
traen en la mano (no se vaya a descomponer la raya, [que] parece
que Diego Rivera elogió en el caso una cañada tallada caprichosamente entre un montón de cabello
de Humanidad, asociándolo a las negro áspero e inflexible). Los anillos baratos en dedos que el
trabajo curtió le hacen guiños con su falso brillo a los pendientes
cintas realizadas por Eisenstein en de la misma calidad que cuelgan de las orejas de las muchachas
la URSS previo a su llegada a Méxi¬ de bronce. Los polvos —que ya de por sí adquieren un tono
liláceo sobre el cutis de bronce— bajo la luz azul y roja de néon
co. Pero a pesar a sus evidentes lo¬
se ven en la mejilla como úlceras. Los coloretes, como negros
gros como cineasta, Best Maugard, hoyos. Así dibujaba en su juventud en los muros de las pulquerías
decepcionado por el pésimo trato [...] a las prostitutas el admirable José Clemente Orozco. Así mi¬
ran ellas desde los grabados en blanco y negro del maestro de los
otorgado a La mancha desangre,
jóvenes pintores mexicanos, el incomparable José Guadalupe
se retiró también del medio cinema¬ Posada. Arden febriles los ojos de estas «muchachas». Resplan¬
tográfico nacional para reintegrar¬ decen las telas brillantes que envuelven apretadamente los cuer¬
pos elásticos. Dentro se toca un danzón [...] Ese sorprendente
se a sus labores pictóricas y de difu¬ baile en el que, de tiempo en tiempo, cuando el movimiento es
sión cultural que ya no abandona¬ más brusco, súbitamente las parejas se quedan frente a frente
Inmóviles por completo durante varios compases, se quedan como
ría sino hasta poco antes de su
clavadas antes de continuar con la lánguida sensualidad o el rápi¬
muerte. do ritmo de los movimientos acompasados [...]».
100
S i bien Eisenstein se nutrió de la plástica mexicana para llevar a
cabo las tan audaces como sofisticadas propuestas estéticas para
su proyecto fílmico inconcluso, al menos uno de «Los tres gran¬
des» del muralismo mexicano, David Alfaro Siqueiros, no por
azar el más imbuido de frenesí vanguardista asociado a los cambios tec¬
nológicos, resentiría la influencia de los conceptos fílmicos eisensteinianos
tanto en sus teorías como en su pro¬
pia labor pictórica.
Poco después de clausurada la
Nuevos
ya aludida exposición llevada a cabo
en el Casino Español, Siqueiros, que
conceptos
con su viaje a la ciudad de México
había contravenido, una vez más,
estéticos
la orden de arresto domiciliario, decidió reiniciar sus actividades políticas,
hecho que finalmente motivó, hacia fines de abril de 1932, su salida del
territorio nacional. Autoexiliado durante un tiempo en Los Angeles, Cali¬
fornia, el artista acometió, entre mayo y noviembre del año citado, la rea¬
lización de una trilogía de obras muralísticas (Mitin obrero o Mitin calle¬
jero, en la Chouinard Art Scholl; La América tropical oprimida y des¬
trozada por los imperialismos, en la Plaza Art Center, y Retrato del Méxi¬
co actual, antes titulado Entregamiento de la burguesía mexicana sur¬
gida de la Revolución en manos del imperialismo, en la casa del ci¬
neasta Dudley Murphy en Santa Mónica), en la que a su vez desarrolló
una serie de innovaciones técnico-estéticas para plasmar temas alusivos a
su concepto radical de la política.30
Para la elaboración de Mitin obrero, Siqueiros aplicó procedimientos
novedosos a los que se refirió en un artículo testimonial publicado en la
revista ScriptMagazine del 2 de julio de 1932:
30 Cfr. Hurlburt, Laurence P., Los muralistas mexicanos en Estados De acuerdo COn Inga Keretniko-
Umdos, Ed. Patria, México D.F., 1991 p.211 y ss„ y Rochfort, ya ^ «£^5^ y SiquerOS: DOS
Desmond, Pintura mural mexicana: Orozco, Rivera, Siqueiros, 1
Ed. Limusa, México D.F., pp. 145-159. grandes figuras del arte universal,
se identifican en México», revista Caballero, México D.F., abril de 1971),
el encuentro del cineasta soviético con el muralista chihuahuense «y el
conocimiento de sus pinturas resultó especialmente interesante, y no sólo
porque muchas de sus impresiones mexicanas hallaban confirmación en
la plástica y el colorido de los cuadros de Siqueiros; eso se refería, por igual,
a Rivera y particularmente a Orozco. En este caso adquirían una impor¬
tancia singular los contactos humanos y no sólo el artista, sino también el
teórico de mayor relieve, adentraba a Eisenstein en la pintura mexicana
contemporánea».
102
ros en sus murales de los ángeles, Seymour Stern, director de la revista Wílliam Spratling,
Experimental Cinema afirmó que: David Alfaro
Siqueiros,
Sergei Eisenstein y
Siqueiros es el Eisenstein de la pintura, y aún más, porque Siqueiros no se ha Chano Urueta
detenido solamente en la creación de formas revolucionarias, es decir, en la en Taxco, enero
de 1931
creación de la técnica revolucionaria de la pintura y del procedimiento para
el mural sino que ha creado obras de caballete y murales que son revolucio¬
narios por su contenido ideológico.
Sus cuadros murales son movimientos garganteuscos de furor compri¬
mido, con profunda y concentrada energía revolucionaria, concebidos con
un espíritu de comunista militante... Esto no significa que sean obras banales,
como acontece en muchas de las telas de los que pretenden hacer «arte revo¬
lucionario»!...]31
Por otra parte, diversos estudiosos de la vida y obra del autor de El en¬
tierro del obrero sacrificado (Bernard S. Myers, Lincoln Kirstein, Mario
de Micheli, Laurance P. Hurlburt, Desmond Rochfort, Teresa del Conde o
Irene Herner) han señalado que, pese a existir precedentes en las concep¬
ciones estéticas el pintor mexicano, estas nuevas ideas siqueirianas deriva¬
ron de las charlas sostenidas en
TaXCO entre Eisenstein y aquél. 31 cf Arenal de Siqueiros Angélica, Vida y obra de David Alfaro
Para Myers (en Mexican siqueiros, f.c.e., México df, 1975, p. 35.
._ 103
Painting in Our Times, New York, USA, Oxford University Press, 1956),
Siqueiros asimiló de Eisenstein no sólo un marcado interés por el cine, arte
que el pintor consideró que «podría aumentar los elementos espaciales, y
especialmente los volúmenes del espado», sino nuevos conceptos para re¬
presentar los movimientos complejos y la idea de movilidad. Por su parte,
Kirstein, quien trató a ambos artistas, sostiene que: «[...] Gracias a Eisens¬
tein, [Siqueiros] conoció muchas de las ideas teóricas, tan incitantes como
salvajes, acerca de la reforma de la escala y las proporciones en la pantalla
cinematográfica, y la relación de la biología, la química y la psicología
con las artes visuales. Es importante comprender cuán medulares fueron
estos conceptos seminales y cómo influyeron sobre el desarrollo subsecuente
de Siqueiros».
Al respecto, Mario De Micheli afirma:
104
de la metodología y la estética de la práctica artística [...]. La introducción y
el uso de la fotografía y el proyector en los [...] murales realizados por Siquei-
ros en Los Angeles deben mucho a la influencia de Eisenstein, pero la proxi¬
midad de Hollywood también fue un factor importante.
Los directores cinematográficos de Hollywood fueron los primeros en usar
la técnica de los fotomurales, pues resultaba más económico que contratar
escenógrafos para que pintaran los fondos 33
105
gún la historiadora Esther Cimet Shoijet (Cf. Movimiento muralista mexi¬
cano. Ideología y producción, UAM-Xochimilco, México D.F., 1992,
pp.67-78), marca la ruptura de Siqueiros con las concepciones estéticas y
políticas sostenidas durante la década de los veinte, el artista postuló que
el grupo de pintores que él mismo había formado para acometer sus nue¬
vas obras en Los Angeles estaba «caminando hacia el conocimiento cientí¬
fico de [...] la naturaleza y medios sicológicos de los colores, de los tonos,
de los valores, de las formas, de los volúmenes, de los espacios, de las
texturas, de las combinaciones, del ritmo, del equilibrio, de la mecánica
del movimiento, aisladamente y en sus infinitas conexiones [...]».
[...] La marcha diaria por el camino de su objetivo final, el paso por el perio¬
do de ilegalidad para la estética revolucionaria, le dará a la plástica de agita¬
ción y propaganda el estilo dialéctico-subversivo que necesita, el estilo corres¬
pondiente, su propio lenguaje, su propia metodología, su propia forma, es
decir, la forma de la plástica de la lucha proletaria final contra el Estado
capitalista, forma que no tendrá [nada] de común con las formas secas del
pasado ni con las formas snobs y excéntricas del presente. Esta forma no será
ni académica ni modernista; será dialéctica y subversiva; es decir, lógica¬
mente materialista, objetiva y dinámica [...].
106
El muralista mexicano profundizó pues en su conocimiento acerca
de las posibilidades artísticas de la cámara cinematográfica, lo que, en
primer momento y gracias al empleo de la fotografía como elemento auxi¬
liar de la pintura, lo llevó a experimentar con verdadero furor. Y así, por
ejemplo, luego de obtener los resultados de un estudio fotográfico sobre la
zona en que habría de pintar su obra La América tropical..., Siqueiros
comprobó, asombrado, que «[...] el área geométrica de nuestro mural [...]
era una zona activa, dinámica, unfenómeno cinético increíblemente be¬
llo [,..]».36
Expulsado también de Estados Unidos, Siqueiros se exilió en Sudaméri-
ca (Uruguay y Argentina) donde, gracias al apoyo de artistas y militantes de
izquierda, pudo desarrollar su obra mural bajo algunas de las nuevas
concepciones pregonadas en su mencionado texto «Los vínculos de la pintura
dialéctico-subversiva».
De este periodo vale hacer referencia al hecho de que para la elabora¬
ción de su panel Ejercicio plástico, pintado en 1933 en la Quinta «Las
granadas», casa de Natalio Botana ubicada en Don Torcuato, provincia de
Buenos Aires, el pintor recibió, entre otros, el apoyo del entonces crítico y
futuro realizador cinematográfico León Klimovsky, fundador en 1929 del
primer Cine-club argentino, quien además era un destacado fotógrafo ex¬
perimental.
•_ 107
rales exteriores realizados de manera colectiva y para cuya elaboración
pensaba utilizar, otra vez, los medios de la tecnología moderna:
[...] Esto —escribió el muralista— nos llevó a comprender que una forma
popular de arte tenía que ser fundamentalmente elocuente [...] Hablamos de
un realismo que viene a confirmar que todo nuevo realismo verdadero debe¬
ría ser documental y dinámico. Es por ello que considero que en y por sí
misma la fotografía constituye nuestro aliado más importante. Nos dijimos
que entre los elementos fotográficos debíamos elegir precisamente aquéllos
que fueran los más conocidos, ^
puesto que serían así los más elo- 37 Citado por Mario de Micheli en Siqueiros, Op. Cit. p.51.
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cuentes, y que para este efecto sacrificaríamos todos los impulsos abstractos y La secuencia
estéticos [...] Consideramos que nos pertenecía toda la tradición del arte, de la masacre en
la escalinata de
pero que de ella la más inmediatamente útil era la que formaba parte del
Odesa en
carácter político funcional de nuestro esfuerzo, esto es, el cartel comercial, la El acorazado
fotografía, la fotografía documental, la cinematografía, el fotomontaje, etc. Potemkin
(1925), de
Ayudados por estos elementos, sacrificaríamos y hasta sofocaríamos todos los
Sergei Eisenstein
impulsos estéticos tradicionales.38
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Víctimas de la guerra, panel lateral del mural Nueva democracia (1945),
pintado por Siqueiros en el Palacio de Bellas Artes. Pese a estar inspirado
en una foto publicada en la revista Life, dicho panel parece tener resonan¬
cias delpathos trágico de la masacre ocurrida en la escalinata de Odesa,
magistralmente representada por Eisenstein en una de las secuencias más
conocidas de El acorazado Potemkin.
110
A ños más tarde y luego de haber desarrollado los murales Muerte
al invasor (1941-1942, Chillán, Chile) y Alegoría de la igual¬
dad y confraternidad de las razas blanca y negra en Cuba
(1943, La Habana, Cuba), en los que aplicó diversos y novedo¬
sos experimentos en la representación pictórica del movimiento, Siqueiros
haría énfasis en otras concepciones que, en el fondo, pretendían establecer,
acaso teniendo todavía en mente sus
diálogos con Eisenstein, una espe¬
cie de teoría acerca de la síntesis
Epílogo:
entre la pintura monumental y el
arte fílmico. Por ejemplo, en su tex¬
de la Imagen
to Cómo se pinta un mural (Edi¬
ciones Mexicanas S.A., México D.F.,
fílmlca al muro
1951, p.23) el artista reflexiona lo siguiente:
Muchas son en mi concepto [...] las ventajas del contacto entre la pintura y la
fotografía dinámica, esto es, la cinematografía. El cine coadyuva con la pin¬
tura en la captación del movimiento de las imágenes, de la distorsión del
espacio y los volúmenes que actúan sobre el mismo. En vista de lo logrado
hasta hoy, cabe preguntarse: ¿Existe alguna perspectiva de unión entre la pin¬
tura mural, particularmente aquélla que ha sido producida en superficies
activas de acuerdo a un plan de unidad espacial, y la cinematografía, produ¬
ciendo así un fenómeno nuevo que no sería ni la cinematografía como he¬
cho autónomo ni la pintura como expresión particular, sino algo completa¬
mente nuevo e inusitado?
Para Siqueiros, que, como todo gran artista, pretendía ser un auténti¬
co visionario, habrá de llegar el día «[...] en que se harán pinturas mura¬
les en superficies activas, en extremo compuestas, conformadas con planos
cóncavos, convexos, quebrados, adelantados, con rompimientos, etc., cuyo
propósito escencial no será la pintura mural en sí, sino su reproducción
cinematográfica; efectuada la reproducción, la pintura podrá desaparecer.
Las formas podrán precipitarse con un vértigo inusitado, se acentuarán las
expresiones psicológicas, se fusionarán los diversos sectores mediante mé¬
todos de supeiposición, se crearán nuevos colores por combinación de los
existentes. Pero ésta no será la obra de los caricaturistas como Walt Disney,
sino de los grandes artistas plásticos de sentido superior y profundo. Será la
consecuencia del contacto de un gran muralista con un gran cinemato¬
grafista. Y se darán casos de grandes muralistas con capacidad cinemato¬
gráfica o a la inversa. En su evolución, la pintura y el cine habrán de en¬
contrarse en un punto desde el que partirá esa nueva modalidad plástica a
la que habremos de buscarle dentro de pronto su nueva denominación
[...]».
Si en el caso de Eisenstein y sus vínculos con la vanguardia pictórica
Detalle de
mexicana estamos ante un proceso de influjo artístico que, metafórica¬ Por una seguridad
mente, iba «del mural a la pantalla», en el de Siqueiros nos encontramos social y completa
sin duda frente a un sentido que, con sus debidos matices, iría «de la ima¬ para todos los
mexicanos
gen cinematográfica al muro». De tal manera que en la obra siqueiriana y
(1952-1954), de
la de sus epígonos quedó cerrada una de las más lúcidas e intensas trayec¬ David Alfaro
torias de la influencia del cine en la pintura. Siqueiros
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Biblio-hemerografía
fundamental
Guión en español
— Eisenstein, Serguei, M., /Que viva México!, Era, Méxi¬
co D.F., 1979, 3era Ed., prólogo de José de la Coli¬
na, pp. 102.
Obra gráfica
— Karetnikova, Inga y Naum Kleiman, Les Dessins
Mexicain D'Eisenstein, prólogo de León Steinmetz,
Moscú, URSS, sin fecha de edición.
— Karetnikova, Inga, Eisenstein's Mexican Drawings, Ed.
BeniamonoCarucci Pub., Roma, Italia, 1973, pp. 160.
— Eisenstein, S. M., Dibujos mexicanos inéditos,
Cineteca Nacional, México D.F., 1978, prólogo de
Salvador Elizondo, pp. 180.
Textos de Eisenstein
referidos a México y al arte mexicano
— «La soldadera y Día de difuntos», en Eisenstein,
Sérguei M., Reflexiones de un cineasta, Artiach, Edi¬
torial, Madrid, España, 1970, pp. 51-61.
— «Orozco», en revista América Latina, Moscú, 1976,
compilado en el número 2 de México en el arte,
INBA-Cultura-SEP, México D.F., otoño de 1983, pp.
12-14.
— «Prometeo (La experiencia)», en Eisenstein, Sérguei,
M., Clnematismo, Domingo Cortizo Editor, Buenos
Aires, Argentina, 1982, pp. 207-213.
— «Primer bosquejo de ¡Que viva México/», en Eisens¬
tein, Sergei, El sentido del cine, Siglo XXI Editores,
3era Ed., México D.F., 1986, pp. 189-192.
— «[Encuentro con México]» , en Eisenstein, Sergei, Yo.
Memorias inmorales, Vol. 1., Siglo XXI Editores, Méxi¬
co D.F., 1988, pp. 377-383.
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Luego de un largo viaje por diver¬
sos países europeos y tras una estan¬
cia de seis meses en Hollywood, el
célebre cineasta soviético Sergei M.
Eisenstein (1898-1948) arribó a Mé¬
xico en diciembre de 1930 para rea¬
lizar un documental acerca de su
anhelado encuentro con nuestro país, cuya cultura había conocido en la
obra de José Guadalupe Posada y Diego Rivera. A su llegada, el creador de La
huelga, El acorazado Potemkin, Octubre y Lo viejo y lo nuevo se definió
como «gran admirador» del pueblo y el arte mexicanos y casi de inmediato
entró en contacto con varios de los exponentes de la vanguardia pictórico-
fotográfica de la época (Adolfo Best Maugard, Roberto Montenegro, David Al-
faro Siqueiros, Gabriel Fernández Ledesma, Isabel Villaseñor, Jean Charlot,
Fernando Gamboa, Pablo O’Higgins, Máximo Pacheco, Agustín Jiménez,
Manuel y Lola Álvarez Bravo, etc.), quienes lo asesoraron y auxiliaron en su
empresa. Como resultado de sus vínculos con dichos artistas mexicanos, Ei¬
senstein concibió su película como un vasto «mural cinematográfico» que
habría de contener claras alusiones a la obra de José Clemente Orozco, Ge¬
rardo Murillo, Amado de la Cueva, Rivera, Siqueiros, Montenegro y varios
más. Pese al doloroso fracaso de lo que en un momento se planteara como
un ambicioso proyecto fílmico, el realizador soviético dejó a su vez un im¬
portante legado a la cultura mexicana, mismo que no se reduce a las bellas
imágenes cinematográficas captadas por la cámara de Eduard Tissé, sino
que alcanza resonancia en los diversos ámbitos de la plástica, la fotografía,
el grabado y el dibujo.
La investigación que dio pie al presente ensayo, con el cual su autor obtu¬
vo el «Premio Nacional de Crítica de Artes Plásticas Luis Cardoza y Aragón»,
versión 1995, sirvió también de base para la elaboración de Eisenstein en Mé¬
xico: El circulo eterno, serie televisiva producida por el Canal 22 y el Institu¬
to Mexicano de Cinematografía nominada para el Premio Ernmy Internacio¬
nal 1996.