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hola maruu!!!

cómo andás??
leí tu trabajo, me gustó, es re interesante el caso que elegiste. te lo adjunto con un par de comentarios.
me parece que está bueno cómo lo uniste con lo del poder en foucault (tal vez agamben y esposito están a un nivel teórico más
alto que es difícil de bajar a un caso concreto).
con respecto a las obras del artista en cuestión, no me termina de quedar claro qué es lo que quiere mostrar... más allá de
causar un efecto fuerte sobre el observador-participante.
aparte, mencionás el tema del arte como mercancía, eso es re interesante, aunque tal vez se va del tema biopolítico
foucualtiano. el mismo artista es una persona remunerada en su obra? o tiene un status más alto por ser el creador, y los demás
solamente actores?
aparte, te mando el trabajo que yo entregué para ferrer-costa, por si tenés ganas de mirarlo (sobre la peli recursos humanos)
besote!!!

nati

Biopolítica

Las sociedades de soberanía se caracterizaban, para Michel Foucault, por el


ejercicio del poder a través la violencia física directa, por el castigo corporal. Es el
soberano quien, en definitiva, tiene el derecho de vida y muerte sobre los súbditos.
Si el soberano tiene derecho sobre la vida es sólo porque puede decidir sobre la
muerte. El poder, por tanto, se ejerce de acuerdo a la fórmula “hacer morir o dejar
vivir”. Llegado un momento, se hace necesario un cambio en la mecánica de
ejercicio de poder ya que nos encontramos ante un nuevo tipo de sociedad
producto de una incipiente industrialización y una explosión demográfica. Se debe
evitar dejar espacios vacíos que den margen para eludir la ley. Se hace necesario
pasar de un poder lagunar y global a un poder atómico e individualizante. La
fórmula para el ejercicio de poder también varía en el nuevo tipo de sociedad que
emerge. Ya no se trata del poder de hacer morir y dejar vivir sino que aparece el
derecho de hacer vivir o dejar morir.
Para Foucault ese poder sobre la vida se desarrolló desde el siglo XVII en
dos formas principales: la anatomopolítica y la biopolítica. La primera se centró en
el cuerpo como máquina, al cual se trata de educar aumentando sus fuerzas y
utilidad. Todo esto a través de procedimientos de poder característicos de las
disciplinas. Se trata de una tecnología que penetra en los cuerpos controlando,
clasificando y asignando a cada uno de ellos un punto determinado en el espacio.
Se ubican los cuerpos de modo de poder vigilarlos sin ser visto en un ejercicio de
poder panóptico. La biopolítica, en cambio, se centra en el cuerpo como especie.
Implica un trabajo del Estado en términos de definir la natalidad, la mortalidad, la
longevidad o la ecología (las relaciones de la especie humana con su medio) a
través de los denominados dispositivos de seguridad. Se opera sobre un nuevo
personaje, distinto del individuo: la población entendida como cuerpo múltiple. La
sexualidad esta en el cruce de ambos ejes a lo largo de los cuales se desarrolló
toda la tecnología política de la vida. El sexo permite acceder a la vida del cuerpo y
a la vida de la especie. Es utilizado como matriz de las disciplinas y principio de las
regulaciones. El cuerpo y la vida se convierten entonces en objeto y, al mismo
tiempo, sujeto del poder moderno.
Hannah Arendt describe, al igual que Foucault, ciertos cambios que se
imponen en la modernidad. Observa que se invierte el peso de la vida
contemplativa y la vida activa, se sobrevalúa a la primera sin tener en cuenta las
diferentes formas que posee la segunda (labor, trabajo y acción). Se trata de una
doble inversión: en primer lugar el trabajo, el producto concreto de la obra humana
que es durable y objetivo, eclipsa a la acción, la condición humana cuyo producto
es imprevisible e irreversible. Luego, en el siglo XX la labor, el mantenimiento de la
vida biológica pasa a primer plano. Para Arendt en la modernidad se ha producido
una glorificación de la labor, de las actividades relacionadas con los procesos
biológicos del cuerpo. “Por medio de la labor los hombres producen lo vitalmente
necesario que debe alimentar el proceso de vida del cuerpo humano (…) lo que
significa que la actividad de la labor no conduce nunca a un fin mientras dure la
vida; es indefinidamente repetitiva.” (Arendt, 1995)
La inclusión de la vida biológica en los mecanismos del Estado, que para
Foucault y Arendt constituía la novedad política de la Modernidad, para Agamben
constituye la esencia misma de todas las formas de poder político en Occidente.
Según este teórico italiano la biopolítica moderna se caracteriza por que el estado
de excepción deviene regla. Se confunden estado de naturaleza y estado de
derecho. Agamben explica que los griegos contaban con dos palabras para
significar “vida”: “zoe” (vida desnuda o nuda vida) que expresaba el hecho de vivir
común a todos los seres vivos y “bios” (ciudadano) que indicaba la manera de vivir
propia de un individuo o grupo. Estos términos comienzan a indiferenciarse. La
creación de vida desnuda es, para este filosofo, el resultado de una operación
biopolítica. “La biopolítica es, en este sentido, tan antigua al menos como la
excepción soberana. Al situar la vida biológica en el centro de sus cálculos, el
Estado moderno no hace, en consecuencia, otra cosa que volver a sacar a la luz el
vinculo secreto que une el poder con la nuda vida.” (Agamben, 1998) Si Foucault
utilizaba como paradigma el panóptico, aquella creación arquitectónica de Jeremy
Bentham que permitía vigilar a los internos de las prisiones sin ser visto; Agamben
utiliza el campo de concentración. “Auschwitz es precisamente el lugar en que el
estado de excepción coincide perfectamente con la regla y en que la situación
extrema se convierte en paradigma mismo de lo cotidiano” (Agamben, 2000)
Roberto Esposito, por su parte, coincide con Agamben en el hecho de que la
biopolítica es anterior a la modernidad pero ve un aspecto novedoso que es la
protección negativa de la vida, la inmunidad. También él percibe, al igual que los
filósofos que venimos mencionado, una importancia cada vez más central de la vida
biológica para la política: “objeto de la política no es ya una ‘forma de vida’
cualquiera, un modo de ser específico suyo, sino la vida misma: toda la vida y sólo
la vida, en su simple realidad biológica” (Espósito, 2005). Según el italiano:
“justamente este carácter binario constitutivo – entre vida y muerte, crecimiento y
deterioro – hace al cuerpo la zona liminar en cuyo interior se ejerce la intención
inmunitaria de la política: demorar cuanto se pueda el paso de la vida a la muerte,
empujar a la muerta al punto más alejado de la actualidad de la vida. El cuerpo es
a la vez el campo y el instrumento de este combate.” (Espósito, 2005)
Esposito revisa la obra de Foucault y diferencia entre los términos
“biopolítica” y “biopoder” por el primero se entiende “una política en nombre de la
vida” y por el segundo “una vida sometida al mando de la política”. Se trata de un
gobierno de o sobre la vida. En algunos textos el filósofo francés habla de una
cesura clara e irreversible entre soberanía y biopolítica. Foucault se concentra,
como ya mencionamos, en los deslizamientos que se producen entre la
administración de la vida y al gestión de la muerte: “Podría decirse que el viejo
derecho de hacer morir o dejar vivir fue reemplazado por el poder de hacer vivir o
de rechazar hacia la muerte” (Foucault, 1977) Sin embargo, también podemos
encontrar planteos que van en un sentido contrario: “… no tenemos de ninguna
manera una serie en la cual los elementos se suceden unos a otros y los que
aparecen provocan la desaparición de los precedentes (…) lo que va a cambiar
sobre todo es la dominante, o mas exactamente, el sistema de correlación entre los
mecanismos de soberanía, los mecanismos disciplinarios y los mecanismos de
seguridad.” (Foucault, 2006). Para Espósito esta indefinición esta ligada a que “…
vida y política son abordadas como dos términos originariamente distintos,
conectados con posterioridad de manera aun extrínseca.” (Espósito, 2007).

Santiago Sierra: el arte del intercambio.

“Estética relacional” es la denominación que se le da a una corriente artística


que se caracteriza por dar una mayor importancia a las relaciones que se
establecen entre y con los sujetos a quienes se dirige una obra que al objeto
artístico en si mismo. Fue Nicolas Bourriaud quien acuño el término. Para este
curador y crítico de arte francés el trabajo de un artista depende de sus relaciones
con el mundo y la estructura económica que les da forma. Para el artista relacional
no es la imagen lo que habría que representar o reconstruir, sino la relación real
entre nosotros. Si el arte relacional produce relaciones humanas, la pregunta lógica
que sigue es qué tipo de relaciones se producen, para quién y por qué. La obra de
Santiago Sierra es sin dudas un claro ejemplo de estética relacional.
Sierra es un artista español nacido en 1966 que reside en México desde
1995. Sus intervenciones artísticas han atraído la atención de los medios y la crítica
cultural. La obra de Sierra tiene una particularidad: en la mayoría de los casos las
personas involucradas en ella reciben una remuneración a cambio de su
participación. Las tareas que el artista requiere de sus colaboradores son
generalmente absurdas, forzadas y, en algunas ocasiones, dejan marcas
permanentes.
En sus instalaciones del año 2.000 en Salamanca, España, centró su
intervención la prostitución, la sexualidad y la drogadicción con su Línea de 160
centímetros tatuada sobre cuatro personas. El tatuaje se realizo sobre la espalda de
cuatro prostitutas adictas a la heroína y su paga fue el equivalente a una dosis.
Siguiendo con la misma temática, Sierra pago veinte dólares a diez personas en La
Habana, Cuba, para masturbarse separadamente cada uno en su casa y frente a
una cámara de video. También en Puerto Rico el artista remuneró a dos adictos a la
heroína con el valor de una dosis para que le permitieran rasurar una línea de 10
pulgadas que comprendía sus dos cabezas. Se trata de diversas formas que ha
encontrado Sierra para mostrar como el cuerpo entra el centro de la escena en la
modernidad. Si bien hemos visto que existen distintas concepciones de biopolítica
existe una coincidencia entre los distintos filósofos reseñados a cerca de la
centralidad de la vida biológica, y del cuerpo como su soporte, durante esta etapa.
Históricamente el cuerpo ha sido concebido como asiento de necesidades, de
procesos fisiológicos y bioquímicos. Se ha procurado, de diversas formas, conservar
su salud y evitar la enfermedad, se ha hecho hincapié en sus funciones. Ahora bien,
pensar en un cuerpo meramente biológico contribuye a la reificación de las
relaciones sociales que lo constituyen. Sin embargo no podemos perder de vista
que sus gestos, hábitos y conductas son construidos social e históricamente. El
cuerpo es un producto histórico. Como señala Foucault: “El cuerpo: superficie de
inscripción de los sucesos” (Foucault, 1980). El cuerpo es entonces un producto de
la historia y concebirlo de este modo nos permite pensar que los sujetos no tienen
una esencia, no están pre – dados sino que, por el contario, son fabricados. Lo más
íntimo y lo más público de los cuerpos se constituye en prácticas sociales, en
ciertas formas de organización social que están atravesadas por relaciones de
fuerza.
Así como el cuerpo y los sujetos son construidos en prácticas sociales
concretas existen saberes sobre los mismos que también se constituyen en este
entramado de relaciones. El carácter social del conocimiento y las verdades que
derivan de el deben pensarse como construidas. Son ficciones, pero que al estar
imbuidas en relaciones de fuerza, tienen efectos de verdad que son efectos de
poder. Estas verdades de materializan en tanto se imbrican sobre los cuerpos,
permiten intervenciones, efectúan clasificaciones, facilitan la regulación y su
control. Se trata de saberes aplicados a los cuales Foucault define como
tecnologías. Las más relevantes son las “tecnologías de poder” que “determinan la
conducta de los individuos, los someten a cierto tipo de fines o dominación, y
consisten en una objetivación del sujeto” (Foucault, 1990) y las “tecnologías del yo”
que “permiten a los individuos efectuar, por cuenta propia o con la ayuda de otros,
cierto número de operaciones sobre su cuerpo y su alma, pensamientos, conducta,
o cualquier forma de ser, obteniendo así una transformación de si mismos con el fin
de alcanzar cierto estado de felicidad, pureza, sabiduría o inmortalidad” (Foucault,
1990). Ambas cumplen un rol central en la construcción de la subjetividad. Estos
saberes poseen efectos de verdad que nos son sino efectos de poder que atraviesan
los cuerpos, los impregnan, los marcan. Toda relación de fuerza implica en todo
momento una relación de poder.
Precisamente Sierra ha realizado numerosos trabajos relacionados con el
mundo del trabajo y las múltiples relaciones de poder que en ese ámbito se tejen.
En 1999 realizó una convocatoria a través de una agencia de empleos buscando
personas de sexo masculino, mestizos, de entre 30 y 40 años y que midieran entre
1.60 y 1.70 centímetros de altura. 465 personas se presentaron en la sala 7 del
Museo Rufino Tamayo de la ciudad de México atraídos por la oferta de una
recompensa económica. El número de participantes estaba condicionado por la
intención del artista de cubrir el espacio con cinco personas por metro cuadrado. Su
tarea era permanecer de espaldas a la entrada de la sala durante más de una hora.
La empresa de contratación, especializada en modelos publicitarios, atrajo a los
candidatos con los más diversos señuelos. La sala fue llenándose poco a poco con
una división de escuela secundaria con sus maestros (que creían estar yendo a ver
una obra de teatro), la guardia presidencial mexicana, un batallón de soldados
completo y un grupo heterogéneo de amigos de la empresa. Sierra supone que la
compañía decidió utilizar una masa gratuita de individuos para quedarse con su
salario. La obra se llamó 465 personas remuneradas y quizás sea, junto con
Persona remunerada durante una jornada de 360 horas continuas, la que mejor
resume la intención del artista de demostrar el agotamiento del mundo del trabajo.
Para esta última, Sierra realizó una instalación en el P.S.1 (Centro de Arte
Contemporáneo) de Nueva York, Estados Unidos, que consistía en una sala
subdividida por un muro de ladrillos que dejaba a una persona encerrada en uno de
sus lados. Esta persona, que permaneció allí durante dos semanas continuas, era
alimentada por un hueco abierto en la mitad del muro y cobró 10 dólares la hora.
Resulta interesante también ver como Sierra trabaja con la realidad
económica y social de donde esté situado. En la inauguración de la Bienal de
Venecia de 2001, 133 personas remuneradas para teñir su pelo de rubio focalizó en
el conflicto racial de la Italia de las últimas décadas. En ese país trabajan como
vendedores ambulantes ilegales una gran cantidad de inmigrantes senegaleses,
bengalíes y chinos. El artista ofreció sesenta dólares a quienes aceptaran teñir su
pelo de rubio. El único requisito para participar era tener el cabello oscuro. A pesar
de que se preveía teñir a 200 personas solo fueron 133 debido a que la llegada de
inmigrantes se produjo en forma escalonada, sin que se pudiese establecer con
precisión cuántas personas se encontraban dentro de la sala. Se decidió entonces
cortar el ingreso calculando a ojo. Esto causó numerosos problemas en la puerta
por el incesante flujo de personas que aún pretendían entrar.
Una instalación que también trataba en cierto sentido el mismo tema fue
Trabajadores que no pueden ser pagados, remunerados por permanecer en el
interior de cajas de cartón. En este caso no se trataba de inmigrantes sino de
exiliados políticos procedentes de Chechenia que se encontraban en Alemania. La
legislación de este último país le otorga al exiliado unos cuarenta dólares por mes y
le prohíbe que trabaje bajo amenaza de deportación al país de origen. Sierra ya
había realizado esta obra en otras ciudades como Guatemala y Nueva York pero en
este caso tuvo la particularidad de que quienes participaban tuvieron que cobrar su
sueldo de manera secreta por su condición de exiliados. Su tarea consistía en
permanecer cuatro horas diarias durante seis semanas dentro de unas cajas
diseñadas con este propósito.
Otro país, esta vez Latinoamericano, que también posee un gran flujo de
inmigrantes es Chile. Allí Sierra involucró en su obra a un grupo de 13
personalidades de ese país a los que les tendió una trampa. La trampa fue realizada
para ser contemplada en exclusiva por distintos funcionarios políticos, escritores,
críticos de arte, periodistas y directores de diversas universidades y museos. Todos
fueron llamados a internarse de a uno por vez en un largo pasillo y llegado cierto
punto se veían enfrentados a un auditorio compuesto por 184 trabajadores
peruanos que los miraban con severidad. No pudiendo salir, la personalidad se
volvía sobre sus pasos. Sin embargo, el pasillo había cambiado y ya no conducía al
punto de partida sino a la calle donde un vigilante le devolvía las llaves de su
automóvil y le agradecía su presencia. Los inmigrantes habían recibido una
remuneración de 7.000 pesos chilenos cada uno.
En estas instalaciones Sierra da cuenta de algunos puntos ya advertidos por
Foucault en relación al poder. En primer lugar debemos destacar su carácter
productivo, y no solo coercitivo o represivo, ya que los sujetos, los cuerpos, las
verdades y la historia son fabricados dentro de relaciones de poder. Sierra
transforma a aquellos que colaboran en sus instalaciones en “personas
remuneradas”: individuos que, producto de la necesidad, aceptan realizar alguna
tarea a cambio del monto fijado por el artista. No se debe investigar al poder
meramente en su localización central. Al poder no hay que buscarlo en lugares
centralizados, como el Estado en sentido restringido, sino donde se ejerce y se
aplica, por ejemplo, en una instalación artística. El poder no se posee como un bien
sino que es una relación desigual que se ejerce: circula, funciona en cadena,
reticular y transversalmente. Es interesante observar que Sierra les paga a otros
para hacer trabajos por los que luego será remunerado; a cambio, será explotado
por galerías, distribuidores y coleccionistas. También debemos tener en cuenta que
no existe un poder sino que este se ejerce sobre innumerables puntos. En las obras
mencionadas anteriormente podemos observar un entramado múltiple y complejo
de relaciones de poder. En primer lugar tenemos a los trabajadores en relación al
artista que los ha contratado, pero también debemos tener en cuenta que por
tratarse de inmigrantes ilegales o exiliados también debemos considerar el poder
del Estado sobre ellos. También, como decíamos, Sierra como artista estará luego
sujeto a la cadena de distribución y comercialización artística.
Quizás la obra más controversial del español sea 245 m realizada en la
sinagoga de Stommeln, Alemania, en marzo de 2006. Debido al masivo extermino
de la población judía local durante el nazismo este edificio quedó sin uso religioso.
El gobierno local decidió entonces convertirlo en un memorial invitando artistas
anualmente para rendir homenaje a las víctimas. Para esta pieza se colocaron unas
mangueras desde los tubos de escape de seis coches comunes que recogían el
monóxido de carbono normalmente producido en la combustión del motor y lo
enviaban al interior de la sinagoga. El público debía acceder en solitario provisto de
una máscara de respiración artificial y asistido por técnicos de seguridad. En el
interior de la antigua sinagoga había monóxido de carbono suficiente como para
matar a una persona en media hora pero al público se le permitía estar cinco
minutos como máximo y siempre asistidos por máscaras de respiración artificial. El
título 245 m aludía a al espacio vacío de la sinagoga.
Una mirada de conjunto a la obra de Sierra puede leerse como una crítica a
los vínculos de la institución del arte con el dinero o a la perversión del artista
contemporáneo pero de ninguna manera se trata de una “posición maximalista de
emancipación de clase” (Sierra, 2002) o denunciar “la sumisión de toda actividad
humana a la reproducción y circulación del capital como fatum incuestionable”
(Sierra, 2002). En consonancia con el nihilismo depredador de su arte Sierra nos
dice: “No puedo cambiar nada. No existe posibilidad alguna de cambiar algo con
nuestro trabajo artístico. Hacemos nuestro trabajo porque estamos haciendo arte y
porque creemos que el arte debe ser algo, algo en consonancia con la realidad.
Pero no creo en la posibilidad del cambio.” (Bishop, 2004)

Bibliografía:

- Agamben, Giorgio (1998): “Introducción” y “El campo de concentración


como nomos de lo moderno” en Homo Sacer I. El poder soberano y la nuda
vida. Valencia, Editorial Pretextos.

- Agamben, Giorgio (2000): “El musulmán” en Homo Sacer III. Lo que queda
de Auschwitz. El archivo y el testigo. Valencia, Editorial Pretextos.

- Arendt, Hannah (1995): “Labor, trabajo y acción. Una conferencia”, en De la


historia a la acción. Barcelona, Editorial Paidós.

- Esposito, Roberto (2005): “Biopolítica” y “El implante”, en Inmmunitas,


Buenos Aires, Amorrortu.

- Esposito, Roberto (2007): “El enigma de la biopolítica” en Bios, Buenos


Aires, Amorrortu.

- Foucault, Michel (1977): “Derecho de muerte y poder sobre la vida” en


Historia de la Sexualidad. Volumen I. México, Editorial Siglo XXI.

- Foucault, Michel (1980): “Nietzsche, la genealogía, la historia”, en


Microfísica del Poder. Madrid, Ediciones de la Piqueta.

- Foucault, Michel (1990): “Tecnologías del yo”, en Tecnologías del yo.


Barcelona, Editorial Paidós.

- Foucault, Michel (2006): “Clase del 11 de enero de 1978”, en Seguridad,


territorio, población. Buenos Aires, Editorial Fondo de Cultura Económica.

- Bishop, Claire (2004): “Antagonism and Relational Aesthetics”, en revista


October, otoño 2004.

- Sierra, Santiago (2002): “Santiago Sierra. Un arte de la cotización” en


revista Milpalabras, otoño 2002.
ANEXO FOTOGRAFICO:

465 personas remuneradas

Línea de 160 centímetros


tatuada sobre cuatro personas
Trabajadores que no pueden ser
pagados, remunerados para
permanecer en el interior de
cajas de cartón

133 personas remuneradas


para teñir su pelo de rubio.

Línea de 10 pulgadas rasurada sobre las


cabezas de 2 heroinómanos
remunerados con una dosis cada uno
Persona remunerada
durante una jornada de
360 hs. continuas.
La trampa
254 m³

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