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LENGUA

CUADERNILLO
SEGUNDO AÑO
EEMPA N 1306 “ROBERTO
FONTANARROSA”

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PROGRAMA:

UNIDAD 1

Repaso clases de palabras: Sustantivo, adjetivo. Clasificación morfológica y semántica.

Clases de palabras: Verbos y verboides. Clasificación morfológica y semántica.

Coherencia y cohesión.

El texto y la praxis social: géneros discursivos.

Tramas textuales y tipologías textuales: clasificación e identificación. Narración y descripción en


discurso ficcional y no ficcional.

UNIDAD 2

Géneros literarios: Cuento. Características generales: Narrador, personajes, conflicto, lugar y


tiempo del relato. Clasificación: cuento realista, fantástico, maravilloso, policial, ciencia ficción.

Géneros periodísticos: la noticia

UNIDAD 3

El texto conversacional. Elementos lingüísticos, paralingüísticos y extralingüísticos.

El texto dramático. La representación.

Guion teatral y puesta en escena.

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CLASES DE PALABRAS
La lengua está formada por distintos tipos de palabras. Cada una de esas palabras tiene un
significado determinado, una forma particular (con género, número, tiempo, etc.), y una
función dentro de la oración (modificadores, núcleos, objetos o circunstanciales).
Las palabras se clasifican según diferentes criterios:

 Criterio sintáctico: estudia las relaciones de las palabras dentro de una


oración.
 Criterio semántico: estudia las palabras según su significado.
 Criterio morfológico: estudia la estructura de la palabra según sus “accidentes”
(género, número.) En los verbos: persona, tiempo, modo.

EL SUSTANTIVO
El sustantivo es la clase de palabra utilizada para nombrar “cosas” (ya sea reales,
imaginarias, que se pueden ver y tocar o no), personas, lugares, etc.
Los sustantivos, a su vez, se dividen en varios grupos:
SUSTANTIVOS COMUNES:
Individuales: Nombran en singular a un objeto, animal o cosa. Hay dos tipos de sustantivos
individuales, los concretos y los abstractos:
- Concretos: los sustantivos
concretos son los que podemos percibir con nuestros sentidos (ver, tocar, oler, escuchar).
Pueden ser reales o imaginarios. Ejemplo: gato, auto, dragón, caja.
- Abstractos: son cosas que no
podemos percibir con nuestros sentidos, como conceptos, sentimientos, emociones.
Ejemplo: educación, libertad, sinceridad, afecto, serenidad.
Colectivos: Nombran en singular un conjunto de objetos de la misma especie. Ejemplo:
banda, manada, cardumen, jauría, caserío, enjambre, multitud.
SUSTANTIVOS PROPIOS:
Los sustantivos propios se utilizan para nombrar personas o lugares. Siempre van con
mayúscula.
Antropónimos: Son los nombres de las personas. Ejemplo: Juan, Ana, Julia, González,
Alberto, Pérez, Giménez.
Topónimos: Son los nombres de lugares geográficos como países, ciudades, continentes,
barrios, zonas, océanos, etc. Ejemplo: Bolivia, América, Paraná, Europa, Río Negro, etc.

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CONCRETOS
INDIVIDUALES (......................)
(...................) ABSTRACTOS
SUSTANTIVOS
COMUNES (...................)
COLECTIVOS
(......................)

ANTROPÓNIMOS
(...........................)
SUSTANTIVOS
PROPIOS TOPÓNIMOS ¡¡NO VALE
(...........................) COPIAR LOS
QUE YA
ESTÁN!!

Escribir en los espacios del cuadro (………………….) dos ejemplos de cada uno.

El adjetivo
El adjetivo es una clase de palabra que restringe, amplía o agrega información sobre un
sustantivo, al que está modificando.
Según algunas teorías, los adjetivos pueden dividirse en connotativos o descriptivos, por un
lado y no connotativos y no descriptivos por el otro. Nosotros explicaremos solamente los
connotativos o descriptivos.
ADJETIVOS CONNOTATIVOS O DESCRIPTIVOS: Señalan una característica del sustantivo al
que acompañan y se dividen en:

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Calificativos: Expresan cualidades, ya sea físicas o no, del sustantivo al que acompañan.
Ejemplo: famosa, pesado, infinito, cansador, desgraciada.
Gentilicios: Expresan zona, región o país de origen. Ejemplo: santafecino, americano,
europeo, porteño, tucumano, jujeño.
Numerales: Expresan cantidad. Y se dividen a su vez en:
o Cardinales: indican un número determinado. Ejemplo: uno, cinco, tres
o Ordinales: indican orden. Ejemplo: primero, segundo, tercero
o Múltiplos: indican multiplicación. Ejemplo: triple, doble
o Partitivos: indican partición. Ejemplo: cuarta parte, quinta parte.
o Distributivos: indican distribución. Ejemplo: cada siglo.

CARDINALES
CALIFICATIVOS
(....................)
(.....................)
ADJETIVOS GENTILICIOS ORDINALES
CONNOTATIVOS (....................)
O DESCRIPTIVOS (.......................)

MÚLTIPLOS
NUMERALES
(......................)

PARTITIVOS
(...................)

DISTRIBUTIVOS
(......................)

Escribir en los espacios del cuadro (………………….) dos ejemplos de cada uno.

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MORFOLOGÍA DEL SUSTANTIVO Y EL ADJETIVO.
(CONCORDANCIA)
Como dijimos al principio, las palabras pueden clasificarse según diferentes criterios. Lo que
escribimos bajo los títulos “El sustantivo” y “el adjetivo” son las clasificaciones semánticas.
Ahora, morfológicamente, sustantivo y adjetivo se modifican según su género (masculino o
femenino) y número (singular y plural).
El adjetivo siempre mantendrá una relación de concordancia con el sustantivo que
acompaña. Eso quiere decir que, si el sustantivo es masculino singular, el adjetivo también
lo será.
Ejemplo:
Femenino plural Masculino Femenino Masculino
plural singular plural

Chicas graciosas Chicos graciosos Chica graciosa Chico gracioso


señores odiosa
niña rico
doctoras copados

Completar el cuadro con los sustantivos o adjetivos que faltan.

El verbo
El verbo es una clase de palabra que sirve para nombrar acciones, estados o procesos
(caminar, estudiar, querer, dormir, hervir, etc.) . Pero no sólo indica eso, por ser una palabra
que cambia, además de indicarnos una acción o estado también nos aporta otra
información, a través de sus “accidentes”. El verbo es la clase de palabra que más
“accidentes” tiene, pues un solo verbo tiene muchas formas diferentes dependiendo de
quién está hablando, con quién, cuándo se produjo una acción, etc.

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Pensemos en una acción cualquiera, por ejemplo leer. Nadie diría “yo leer muy bien”, o
“nosotros leer siempre”. La palabra leer cambia. Decimos, por ejemplo:

morfología del verbo


Si analizamos el verbo, podemos ver que tiene dos partes, una que permanece igual (salgo
algunas excepciones) y una que cambia. Esas dos partes se llaman raíz y desinencia.

RAÍZ DESINENCIA
Le- -o
Le- -erá
Le- -en
Le- -ía

Las desinencias se agregan a la raíz para indicar los “accidentes”. El verbo posee los
siguientes accidentes: PERSONA, NÚMERO, TIEMPO, MODO Y ASPECTO.
PERSONA: se refiera a si la persona que realiza la acción es el que habla, el que escucha o
un tercero que no participa en la conversación.
Las personas gramaticales son tres: 1º persona: yo-nosotros, 2º persona, tú/usted/vos –
ustedes/vosotros 3º persona: él/ella- ellos/ellas.
NÚMERO: al igual que el adjetivo y el sustantivo, el verbo cambia según el número. El
singular y el plural se refieren siempre a la persona que realiza la acción. Singular: yo-
tú/usted/vos- él/ella. Plural: Nosotros- vosotros/ustedes- ellos/ellas.

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PERSONA

SINGULAR PLURAL

1º Yo Nosotros
2º Tú, vos, Ustedes,
usted vosotros
3º Él, ella Ellas, ellos

TIEMPO: Los verbos tienen diferentes formas para indicar el tiempo en el que sucede la
acción. Básicamente hay tres tiempos: pasado, presente y futuro.

Leí leo leeré

Leyeron leen leerán


MODO: Los modos verbales indican la actitud del hablante respecto al comportamiento
indicado por el verbo. Hay tres modos:
Indicativo: el hablante se limita a a exponer un hecho. Ejemplo: Tú lees
Subjuntivo: el hablante expresa duda, deseo o temor. Ejemplo: Ojalá leas
Imperativo: el hablante da una orden o apelación. Ejemplo: ¡Leé!
ASPECTO: El aspecto de la forma verbal indica el modo en que se desarrolla la acción. Puede
ser perfectivo o imperfectivo (perfecto o imperfecto)
Perfectivo: la acción se nombra como terminada, aunque aún no haya sucedido. Ejemplo:
leí, he leído, habré leído

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Imperfectivo: la acción se nombra como si transcurriera en el tiempo. Ejemplo: leo, leía,
leeré.
En síntesis, el verbo es una palabra que, además de señalar un hecho, estado o acción
indica:

SINGULAR
NÚMERO
PLURAL
QUIÉN LO PRODUCE PRIMERA

PERSONA SEGUNDA
TERCERA
PASADO

CUÁNDO SE PRODUCE TIEMPO PRESENTE

FUTURO

INDICATIVO
MODO SUBJUNTIVO

CÓMO SE PRODUCE IMPERATIVO


PERFECTIVO
ASPECTO
IMPERFECTIVO

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El texto
El texto es una unidad de comunicación que tiene sentido en la medida en que se
relaciona con el contexto en que es producido, y debe cumplir con 3 propiedades para ser
comprendido por el receptor: adecuación, coherencia y cohesión.

Adecuación
La adecuación textual se refiere a la adaptación del discurso según las condiciones
comunicativas.

Coherencia
La coherencia textual existe una relación semántica entre los componentes del texto. Un
texto es coherente cuando el receptor puede interpretar adecuadamente tanto esas relaciones
internas como aquellas que se producen con el exterior.
Observa los siguientes ejemplos:

Tras una fiesta fría, llega el frío. Este mes se llevará a cabo un encuentro entre maestros de todo
el país. Finalmente el presiente declaró ante la justicia.

Algún día (pienso en momentos de ira) iré a buscarla. Ella no significa nada para mí, y sin
embargo iré tras el misterio de su muerte, detrás de sus restos que se pudren lentamente en
algún remoto cementerio. Si la encuentro, frescas altas olas de cólera, miedo y frustrado amor
se alzarán, poderosas vengativas olas, y por un momento ya no me sentiré solo, ya no me sentiré
como una arrastrada, amarga, olvidada sombra.

¿Son estos textos coherentes? ¿Por qué? ¿Cuál es el tema que se desarrolla?
Cohesión
La cohesión es el conjunto de relaciones que los diferentes elementos del texto establecen
entre sí para construir una unidad coherente y facilitar la comprensión. Estas relaciones se
expresan a través de mecanismos lingüísticos –propios de la lengua-.
Vínculos cohesivos: son aquellos recursos lingüísticos utilizados por los usuarios de la lengua
para vincular las informaciones del texto. La cohesión se puede establecer gramaticalmente o
léxicamente.

Recursos cohesivos

Recursos Características Ejemplo


Elipsis Se omite una Yo me fui temprano; Juan, no (*).
palabra o En la oración anterior en lugar de decir Juan no se
construcción que fue temprano utilizamos una elipsis.
puede reponerse a
partir del contexto.

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Sinonimia La palabra o María despidió a sus amigos y partió de vacaciones.
expresión es La muchacha descansó en la playa todo el mes de
sustituida por otra enero.
palabra o expresión
de sentido
semejante.
Hiperónimos e Hipónimos Hiperónimos: Pájaro es hiperónimo de gorrión, jilguero,
palabra que alude al calandria, etc.
conjunto de
elementos
particulares.
Hipónimos:
elementos
particulares.
Paráfrasis o frase Es un conjunto de Karina vino a presentar su nuevo disco. La
equivalente palabras que dentro princesita de la cumbia estuvo de gira por la costa
del texto tienen el atlántica.
mismo significado En este caso la frase “princesita de la cumbia” se
que otra. refiere a Karina.
Marcadores textuales o Se trata de palabras La familia estaba preocupada porque Emilia no salía
conectores o grupos de palabras de su habitación.
que establecen Las clases han concluido, por lo tanto, los alumnos
relaciones lógicas, ya no asisten a la escuela.
temporales u
organizativas entre
las oraciones. [VER
cuadro más
adelante]
Referencia pronominal Se emplean Mafalda es una niña, su comida preferida son los
pronombres para panqueques, sin embargo, ella odia la sopa.
hacer referencia a
un elemento
expresado en el
texto o presente en
el contexto.
Pronombres
posesivos,
demostrativos y
personales.
[VER cuadro más
adelante]

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Referencia pronominal

Marcadores textuales

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Géneros discursivos y tramas textuales
Gran cantidad de los textos que utilizamos para comunicarnos tienen reglas o estructuras
relativamente estables. Todos los campos de la actividad humana (el periodismo, la ciencia,
la educación, la vida cotidiana, la literatura) producen diferentes enunciados. Un autor
llamado Bajtín definió esos tipos de enunciados como géneros discursivos. Los géneros
discursivos son casi infinitos porque cada una de las esferas de la actividad humana tiene
múltiples géneros discursivos incluidos.
Por ejemplo, si abrimos un diario cualquiera, veremos que ahí hay noticias, crónicas,
reportajes, editoriales, cartas de lectores, publicidades, avisos clasificados, historietas, etc.
Escriban a continuación géneros discursivos (textos) que se les ocurran
……………………………………………………………………………………………………………………………………………
……………………………………………………………………………………………………………………………………………
……………………………………………………………………………………………………………………………

¿Para qué me sirve saber esto?  Saber cuáles son las


características de un género nos dará pistas para poder
interpretarlo. Mientras más textos leamos, más fácil se
nos hace ver qué tienen en común, cómo están escritos.

En los ejemplos siguientes podemos ver, por ejemplo, un


telegrama de despido,una invitación a un cumpleaños, un
modelo de currículum y un aviso clasificado, ¿Podés
identificarlos?

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Las tramas (también llamadas secuencias o estructuras textuales) son esquemas abstractos
que varían según nuestra intención comunicativa. Decimos que son abstractos porque

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todos nosotros los utilizamos sin pensar. Las tramas textuales son: narrativa, descriptiva,
expositiva-explicativa, argumentativa, instructiva y dialogal o conversacional.
NARRATIVA: se usa para contar hechos que sucedieron uno detrás del otro o mantienen
relaciones de causa y efecto.
……………………………………………………………………………………………………………………………………………
…………………………………………………………………………………………………………………………………
DESCRIPTIVA: se usa para expresar características (qué es, cómo es) de una persona, objeto,
lugar, proceso o concepto.
……………………………………………………………………………………………………………………………………………
…………………………………………………………………………………………………………………………………
ESPOSITIVA-EXPLICATIVA: se usa para presentar información sobre un tema de manera
comprensible para el destinatario, a través de diferentes recursos.
……………………………………………………………………………………………………………………………………………
…………………………………………………………………………………………………………………………………
ARGUMENTATIVA: se usa para presentar una opinión o idea sobre un tema con argumentos
o razones que logren convencer a otros sobre la validez de esa opinión o idea.
……………………………………………………………………………………………………………………………………………
…………………………………………………………………………………………………………………………………
INSTRUCTIVA: se usa para dar indicaciones sobre cómo realizar determinados
procedimientos o procesos.
……………………………………………………………………………………………………………………………………………
…………………………………………………………………………………………………………………………………
DIALOGAL O CONVERSACIONAL: se usa para reproducir en estilo directo el intercambio
lingüístico entre dos o más personas en una situación comunicativa. Su característica
principal es la alternancia de voces de los interlocutores.
……………………………………………………………………………………………………………………………………………
…………………………………………………………………………………………………………………………………
Los textos tienen una trama principal y luego pequeños segmentos de otras tramas
incluidas. Esa trama principal se denomina predominante. En un cuento, por ejemplo, la
trama que predomina es la narrativa puesto que “contar” es fundamental, pero, sin
embargo, son necesarios los segmentos descriptivos, por ejemplo, para caracterizar a los
personajes o lugares y también dialogales, pues así se incluye las conversaciones de los
personajes.

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EL CUENTO
Un cuento (del latín, compŭtus, cuenta1 ) es una narración breve creada por uno o
varios autores, basada en hechos reales o ficticios, cuya trama es protagonizada por un
grupo reducido de personajes y con un argumento relativamente sencillo.
Este tipo de narración puede ser escrito u oral. Al igual que otros textos narrativos,
como la novela, los cuentos están escritos en prosa, es decir, la forma que toma el
lenguaje naturalmente. La narración está a cargo de un narrador, que es quien cuenta la
historia. Es importante aclarar que el narrador nunca debe confundirse con el autor.
El cuento, en términos generales, tiene las siguientes características:
FICCIÓN:  ES BREVE: Es suficientemente corto como para ser leído de un tirón.
construcción, Produce un efecto (noción central del cuento) cuando puede ser leído en una
invención, de sola sesión.
mundos  CUENTA UNA ÚNICA HISTORIA: Aunque los hechos incluyan a varios
diferentes al real, personajes, gira en torno a lo que le pasa a uno de ellos.
si bien se pueden  ES NARRATIVO: No es un retrato ni una descripción, sino que narra la
acercar al mismo. evolución o transformación de alguien o de algún hecho, más allá de que
Cada mundo incluya descripciones. Por eso el cuento tiene siempre un narrador que cuenta
presenta una la historia.
lógica, una  ES FICCIONAL: son inventados, las historias que se cuentan son producto de
congruencia, la imaginación.
interna, tiene
leyes propias.
En el cuento se relatan hechos o acontecimientos que se suceden en el
tiempo. Así se representa el orden temporal de una historia: un hecho ocurre
después de otro. La secuencia narrativa es un encadenamiento de hechos, de
acciones núcleo. ¿Qué son las acciones núcleo? Las acciones fundamentales y básicas del
relato que no se pueden eliminar ni modificar porque cambiaría la esencia de la historia.

Características

¿Quién lo escribió? Autor Persona real.


¿Quién lo narra? Narrador Figura ficticia creada por el autor.
Voz encargada de contar.
¿Qué pasó? Hechos Secuencia de hechos.
Los núcleos narrativos son las acciones principales
que no pueden suprimirse.
¿Quiénes participan? Personajes Seres ficticios que pueden ser reales o imaginarios.
MARCO

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¿Cuándo suceden los Tiempo Momentos específicos: fechas, años, meses.
hechos? Tiempos verbales.

¿Dónde suceden los Lugar Espacios físicos.


hechos?

Tipos de narradores más comunes

Persona gramatical Punto de vista


1° persona  Protagonista: Quien realiza las acciones o es afectado por los
hechos.
 Testigo: Espectador de los hechos.
3° persona  Objetivo: Sólo relata lo que ve.
 Omnisciente: Sabe todo: sentimientos, pensamientos,
hechos.

2ª persona  Puede haber narradores en segunda persona, pero no es


lo habitual

Clasificación de cuentos según su temática.

Cuento realista
Es una narración basada en hechos reales o imitados de la realidad, cuya principal condición
es la verosimilitud, es decir, crear el efecto de que lo que cuenta puede ser cierto.
El cuento realista es una representación seria y a veces trágica de la realidad. Generalmente el
autor parte de la observación directa de su contorno y lo refleja en sus obras con verosimilitud.
En el cuento realista el autor se propone dar una idea del mundo que lo rodea en todos sus
aspectos: material, moral, económico, político y religioso. En el afán de testimoniar la realidad
inmediata, las obras resultan a menudo vastos cuadros sobre la vida, las creencias, el lenguaje
y las tradiciones del hombre contemporáneo. En estos casos, la anécdota se diluye o es
solamente un pretexto para la descripción de caracteres y de costumbres.

Cuento policial
El cuento policial refiere la historia de un crimen cometido por un autor desconocido en
circunstancias misteriosas. El relato cuenta el procedimiento deductivo que, a partir de la
observación y la interpretación de una serie de indicios, lleva adelante un personaje
(generalmente un detective) para desenmascarar al culpable y explicar sus móviles.

Cuento fantástico
El cuento fantástico presenta una situación cotidiana en la que irrumpe un fenómeno extraño
o sobrenatural, que es imposible de explicar con las leyes de nuestro mundo. En general la
aparición de este elemento extraño no tiene explicación dentro del cuento. En estos textos, el

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acento está puesto en el conflicto que se crea entre hechos reales o que se consideran
normales, y hechos que se consideran anormales o irreales. Al finalizar el relato, no sabemos
exactamente qué ocurre ni si el conflicto está solucionado. El lector percibe ese fenómeno
como inexplicable.
Cuento maravilloso.
El cuento maravilloso se produce cuando frente al hecho sobrenatural se aceptan nuevas leyes
de la naturaleza que pueden explicarlo. Toda clase de situaciones mágicas pueden suceder, tal
es el caso de los cuentos de hadas como “Cenicienta”, donde la calabaza se convierte en
carroza o el ratón en cochero.
Cuento extraño.
Cuando el hecho sobrenatural es explicado a partir de las leyes racionales, naturales o
científicas. Lo extraño reside en la experiencia inquietante que se vive cuando algo familiar
para nosotros se convierte en desconocido; pero al final, en los cuentos extraños se aclara el
error de la quiebra de la realidad.
Cuento de ciencia ficción
La ciencia ficción es un género conformado por narraciones imaginarias que no pueden darse
en el mundo que conocemos. Los textos de ciencia ficción suelen contar historias situadas en
un futuro en el cual la ciencia ha avanzado y existen tecnologías que no existen en la actualidad,
pero que podrían existir.
La visión de ese futuro puede ser una visión optimista y representarse como utopía, donde se
exhibe una sociedad, gobierno o proyecto ideales, por lo tanto totalmente irrealizables,
lejanos, inexistentes; o puede ser pesimista y construirse como distopía, donde se presenta un
futuro cercano producto de las preocupantes características del presente, es una mirada más
concreta y real.
Algunos de los temas tratados en textos de ciencia ficción son: la conquista del espacio, el
contacto con seres de otros planetas, la lucha del hombre con la máquina, los viajes en el
tiempo, la robótica, etc.

La noticia
La intencionalidad del mensaje es ______________
Emplea la trama ________________. Es decir que está formada por lo menos por un marco
y un suceso con su complicación y su resolución. El marco responde a las preguntas ¿quién?,
¿cuándo?, y ¿dónde? La complicación responde a ¿qué pasó? Y la resolución contestaría a la
pegunta ¿y cómo terminó?
Punto de vista: se escribe en tercera persona y el redactor debe guardar la mayor
objetividad posible frente a los hechos que relata. Informa de manera breve y precisa sobre un
hecho de actualidad. Tiene que estar escrita con frases cortas, sencillas y con un vocabulario de
fácil comprensión
Todos los sucesos que interesan a la sociedad en general dan origen a las noticias periodísticas.
Por lo tanto, para que un hecho se convierta en noticia debe reunir los siguientes requisitos:
 Actualidad: los hechos deben ser recientes.
 Interés masivo: los hechos deben resultar llamativos para el público.
 Novedad: debe tratarse de temas originales, no asuntos que todo el mundo conozca y
que hayan pasado de moda.

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 Veracidad: es necesario que lo relatado haya sucedido realmente, para lo cual la
información debe estar avalada por una fuente seria y responsable.
 Verosimilitud: los hechos sucedidos deben ser aceptables y creíbles para los lectores,
es decir, deben pertenecer a los valores y creencias socialmente compartidos.
Los contenidos de una noticia se distribuyen siguiendo un orden jerárquico: se cuenta
primero lo más importante y luego se desarrolla el resto de las informaciones de acuerdo con un
orden de importancia decreciente. Esta estructura es conocida como “pirámide invertida”.

Primer párrafo: se cuentan los hechos respondiendo a las preguntas básicas.

Párrafos siguientes: se agregan más detalles.

Párrafo final: Cierre.

LAS SEIS PREGUNTAS CLÁSICAS


En las noticias, para dar forma periodística a los acontecimientos, los periodistas se formulan
seis preguntas clásicas:
 ¿Qué ha sucedido?
 ¿Quiénes son sus protagonistas?
 ¿Dónde ha sucedido?
 ¿Cuándo ha sucedido?
 ¿Por qué ha sucedido?
¿Cómo ha sucedido?

Fecha EL PARATEXTO DE LA NOTICIA

Nombre del diario


Volanta

Título

Copete o
bajada

Imagen

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Epígrafe Cuerpo
EL TEXTO CONVERSACIONAL
El texto conversacional o dialogal es aquel que se organiza en parlamentos. Un parlamento es el
discurso oral de un hablante, el cual se escribe luego de un guión de diálogo. Cuando el emisor deja
de ser ese hablante, en el renglón siguiente se coloca otro guión de diálogo, con el cual se señala
que el parlamento siguiente pertenecerá a otro interlocutor. En el texto conversacional, como su
nombre lo indica, se presenta el intercambio de mensajes entre dos o más hablantes, los cuales
juegan en cada caso el rol de emisor y receptor.

Los textos conversacionales pueden constituir transcripciones de diálogos reales (como sucede
cuando se transcribe una entrevista o en la copia en papel de un diálogo cotidiano) o la creación de
diálogos entre personajes ficticios (como sucede en las obras de teatro, denominadas texto
dramático).

En ocasiones puede ocurrir que, en otros tipos de textos, se incluya diálogo. Al hacerlo, deberemos
usar como signo para señalar que hay otra voz el guión de diálogo. Así podemos encontrar textos
narrativos con diálogo o textos expositivos o argumentativos con otras voces (lo que se puede citar
usando también comillas).

Obra de teatro.
La obra de teatro es un tipo de texto que está pensado para ser representado (como también los
guiones de radioteatros y de cine). En este tipo de obras no hay un narrador que cuenta, sino que
los hechos se van conociendo por medio de las acciones y el diálogo entre los personajes, de un
modo directo. Por esto, no hay narrador, sino que se le cede la voz a los personajes, que deberán
ser interpretados por actores, con vestuario, escenografía, iluminación, música, efectos, etc.
(siguiendo las indicaciones que el dramaturgo ideó).

Por esta razón en el texto dramático encontramos la combinación de dos tramas: la conversacional,
expresada en los parlamentos o diálogos, y la descriptiva, presente en las didascalias o acotaciones.

Cada vez que un personaje habla, esta intervención está encabezada por su nombre y, delante de
lo que dice, los dos puntos y la raya de diálogo.

Ejemplo:

Gladys: - ¡Con su permiso, señor!

Como estos textos están escritos para ser llevados a escena por un director y actores, incorporan
pequeñas indicaciones sobre los gestos, tonos de voz, movimientos en la escena o lugares en los
que transcurre la acción. Estas indicaciones, que suelen escribirse entre paréntesis se llaman
didascalias o acotaciones.

20
Ejemplo:

Animador (con ironía): -¿su confidente?

Estructura

Las obras teatrales no se dividen en capítulos, como las novelas sino que pueden dividise en:

Actos Desarrollan un episodio de la historia y dividen la historia, dentro de una unidad


de la obra.

Se determinan por la apertura y bajada del telón.

Escenas Divisiones en el interior de un acto. Se marcan por la entrada y salida de


personajes.

En ella permanecen los mismos personajes.

Cuadros Constituyen momentos dentro del acto, relacionados con un espacio


determinado.

El cambio marca el inicio de un cuadro, cambia la escenografía, por ejemplo.

Estas divisiones no constituyen una estructura fija en la obra teatral. En muchas obras podemos
encontrar todas estas partes y en otras sólo algunas. Se utilizan aquellas que sirven tanto para el
desarrollo de la acción como para el efecto que se busque lograr en el público.

Como dijimos, el texto teatral está pensado para ser representado, por lo tanto, hasta que no se
lleva a cabo la puesta en escena de la obra, éste está incompleto. Para ayudar al desarrollo de la
acción nos apoyamos en códigos tanto verbales como no verbales. Los verbales son el texto
(diálogo y acotaciones), y entre los no verbales (que tienen presencia en la representación)
destacamos:
- La expresión de la voz: tono, entonación…
- La expresión del cuerpo: esta se basa en dos ciencias: la proxémica o relación entre la
persona y el espacio que la rodea y la cinésica o lenguaje corporal.
- El vestuario.
- La adecuación del registro, léxico, vestuario, etc. al estatus del personaje.
- Música y efectos sonoros y / o visuales.
- Iluminación
- Escenografía

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Clericó
Fernando Chulak
En el camino mamá me había hablado sin parar de Gustavo. En la semana no. Si me dejaba en casa
de tía Norma y yo le preguntaba si era para salir con ése, mamá se hacía la distraída y cambiaba de
tema. O como mucho me decía: no es “´ése”, tiene nombre. Pero no lo nombraba.
Yo vine sentado al lado de ella, revisando las cosas que había en la guantera y ella dale que te dale
con Gustavo. Que me va a caer bien. Que es simpático. Que tiene sobrinos. Que le cae bien a todo
el mundo. Y cuando llegamos lo primero que hizo Gustavo fue mostrarme su auto. Abrió el capó y
me habló una hora de la nafta. Que el Torino 1971 te consume un montón, que apretás el pedal y
ya tiraste un litro, y que sé yo qué más. Si se va a quejar tanto no sé para que se lo compró.
De colección, me dijo. De colección es mi bolsa de bolitas, le respondí, eso es un auto, es para ir y
volver, nada más. Y qué iba a hacer yo. Más vale que el auto está buenísimo, pero mirá si se lo voy
a decir. Así que el tipo empezó de vuelta. Que las partes son casi todas originales, que el caño de
escape es doble, que las gomas no sé qué cosa. Y yo abrí mi bolsa de bolitas y le dije: mirá, tengo
lecheras, pininas, ojos de gato, aceritos, japonesas y bolones; eso es un auto, nada más.
Mamá miró a Gustavo y le hizo un gesto como si le pidiera perdón y él señaló para donde estaba la
pileta y me dijo: si querés podemos tirar cosas en la pile y las buceamos en lo hondo. Pero él no se
metió. No, se quedó afuera haciendo el asado. Tiró unas llaves y dos piedritas al agua y ni se fijó si
se hundían.
Yo tenía la malla puesta, me había sacado la remera y todo, pero ni loco me metía en el agua. Encima
ahora él se sacaba la remera porque decía que estaba muerto de calor. Mentira. Quería mostrar que
tenía todo el pecho lleno de pelos y una cadenita, y yo no tenía nada, ni un colgante con el escudo
de Racing, apenas un tatuaje de chicle Bazooka que me hizo sentir un tonto y que me borré con
saliva antes de que alguien lo viera.
Alrededor de la parrilla, sentados en reposeras o en la mesa, ya había como quince personas. Así
que yo me puse a un costado del patio, donde no había pasto, había baldosas, y saqué las bolitas.
No llegué a preparar el primer tiro que ya lo tenía a Gustavo atrás y me preguntaba cómo era la
cosa. ¿Qué cosa? ¿Acaso no sabía jugar a las bolitas? Todos saben. Así que ni le respondí.
Lo perdí de vista hasta que al rato volvió con dos jarras de vidrio enormes. Avisó que había clericó,
y lo avisó a los gritos, que si yo hubiera gritado así mamá me raja la cara de un cachetazo. A él no. A
él le acarició la espalda y le puso el vaso para que le sirva. Los quince tenían el vaso lleno y a mí ni
pelota. Mejor.
La tía Norma me había dicho que mamá estaba embobada. Pero que tenía miedo. No sé miedo de
qué. Embobada seguro. Esa noche con la tía nos vimos una peli de tiros y discutimos durante una
hora qué era mejor, si ser ladrón o policía. Yo al principio dije que policía, porque te daban pistolas
y esas placas doradas. Ella me dijo que si eras ladrón la placa te la podías falsificar. Ahí yo me
arrepentí y pedí cambiar. Así podría hacer lo que se me cantaba. Ella me dijo que si eras ladrón no
podías confiar en nadie, ni en tus amigos. No supe qué decirle.
Trajeron otra jarra con clericó. Esta vez Gustavo estaba con la parrilla así que la trajo otro, que
cuando llegamos me dijo el nombre y yo ni lo escuché. Mamá pidió, pero como antes le sirvieron a
otros, ella se puso a pescar con una cucharita las frutas en el fondo del vaso. Las cosas que había
tirado Gustavo a la pileta todavía estaban ahí. Nadie se fijaba. Yo podría haber tirado una reposera
que ni se iban a dar cuenta.
De la bolsa de bolitas saqué el bolón. Me lo puse arriba de la uña del dedo gordo, como a punto de
tirar. Pero no apuntaba a la pared. Directo a la cabeza de Gustavo. Mamá se tomó de un trago su
clericó y ya pedía otro. Al lado de la parrilla había una caja de fósforos. Me hubiera gustado encender
uno y acercarlo al bolón, que saliera disparado como esas bolas de cañón que usaban los piratas y

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que iban de barco a barco. Sólo que yo quería hundir a Gustavo. Sí, hundirlo, eso era lo que quería.
Pum. Y al fondo de la pileta.
Mamá se reía como una boba. Pero no vi ni escuché nada que fuera gracioso. Por lo menos se reía.
Y a mí me gusta cuando se ríe. Algo así era lo que me había dicho la tía Norma, cuando yo le pregunté
por este Gustavo. Que la hacía reír. Y que es bueno tener un hombre cerca. Cerca o en la casa, dijo.
Yo entonces pensé que en casa había varias cosas rotas, una ventana que cerraba mal, la canilla que
goteaba y así. Mamá le pedía a Tito, el portero, pero Tito siempre tenía algo mejor para hacer. No
sé, quizás Gustavo pueda. No sé.
Esa noche después de la peli de tiros empezó un programa malísimo, de política. La tía me dijo que
la esperara un minuto, que se iba a hacer un té. Mientras, yo me fui abajo de la mesa y saqué la
bolsa de bolitas. Cuando volvió yo trataba de pegarle a un acerito con una lechera. La tía no se rio
cuando le dije que la lechera que yo tenía en la mano era parecida a la pastilla que ella tenía en la
suya. Se la tomó rápido. Al poco tiempo se quedó dormida, así que aproveché para sacarle el control
remoto y poner algo mejor.
Acá al fin alguien se tiró a la pileta, pero fue una señora. No vi cuando se tiró, capaz que la tiró
alguien como chiste porque afuera todos se reían y ella tenía puesto un vestido blanco que, con el
agua, se le notaba la malla que tenía abajo. Bueno, no sólo la malla. Pero no miré. Juro que no miré.
El novio la ayudó a salir del agua y ella lo abrazó y lo mojó todo también.
Alguien gritó: más clericó traigan. Y fueron a buscar dos jarras. Gustavo dijo que el fuego ya estaba
listo así que iba a poner la carne, que ahora sólo había que esperar. Eso no lo entendí. Hacía un
montón que jugaba con el fuego y recién ahora se le ocurría poner la carne.
El también se tomó un vaso de clericó y le alcanzó otro a mamá. Después le dijo algo en el oído y
ella bajó la vista. Mamá me dijo que se iba a poner la malla, que ya volvía. Entonces me quedé solo.
Bueno, solo no, había un montón de gente, pero era lo mismo. Hablaban entre ellos o tomaban sol.
Mamá había dejado sus cosas en la reposera. Me fijé en su cartera si había traído algún otro juego
para mí. Nada, puras pavadas de mujer. También había dejado su vaso de clericó. Estaba vacío pero
todavía tenía una naranja que, se ve, no había podido pescar. En el resto de los vasos, que también
ya estaban vacíos, había más frutas. Pero todos habían dejado las naranjas. O mandarinas, siempre
me las confundo.
Me acuerdo que en su casa a la tía Norma también le había revisado la cartera. Aunque fue distinto.
Me parece que eran naranjas las del vaso porque las mandarinas tienen más pellejito. La tía
guardaba en la cartera un montón de cosas rarísimas. Había estampitas, flores muertas y aplastadas,
globos, más pastillas como la lechera, maquillaje, medias y una agenda con un montón de cosas
anotadas.
Me acerqué a la parrilla. Ni fuego había. Sólo carbón prendido. A-bu-rri-dí-si-mo. Y lo peor de todo
es que dentro de un rato alguno iba a gritar “un aplauso para el asador” y todos iban a aplaudir
como tarados, mientras Gustavo ponía cara de “no hace falta, en serio, no hace falta”. Algunas
manzanas también había, aunque casi todas naranjas en los vasos. Junté saliva como si tuviera un
chicle. Mastiqué el chicle que no tenía para juntar más y más saliva y cuando tuve la boca llena:
pum. Pero el carbón no se apagó.
En la pileta, recién en ese momento se terminaba de hundir el llavero que había tirado Gustavo. No
sé de dónde eran esas llaves, pero a nadie le importó. Ya las iban a tener que buscar cuando alguno
se quisiera ir. No sé por qué dejaron las naranjas. En la agenda, la tía Norma ponía al lado de cada
nombre una aclaración: trabajo, boliche, gimnasio y así. De mamá no decía nada. ¡De una decía
“loca”! Cuando me acordé tuve que disimular la risa para que nadie me preguntara.
Ahora que Gustavo no estaba, podía ir a ver el auto. Me encerré en el garaje. No podía negarlo: el
auto era lindísimo. Azul, todo brilloso, las ruedas enormes. Quise entrar para sentarme y agarrar el
volante, o ver hasta cuánto marcaba el velocímetro, pero estaba cerrado. Así que se me ocurrió:

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desenrosqué la tapa de donde se carga nafta y miré adentro. No se veía nada. Todo oscuro. Junté
saliva. Mucha más que la escupí al carbón. Y pum: adentro.
Primero me reí solo. No tenía con quién compartirlo pero me hizo sentir bien igual. Después me
volví a aburrir. No pasaba nada. Así que de mi bolsa de bolitas saqué la pinina. Había que sacrificar
una, cualquiera. Si me ponía a elegir capaz que tardaba mil años y me descubrían. Le tocó a esa.
Tenía que hacerlo rápido, antes de que llegara algún grande. Al otro lado de la pared había ruidos.
Creo que era el baño, porque había como una ventanita chiquita de esas que se ponen para que
salga el vapor de la ducha. Golpes como toc-toc-toc. Y voces. Había que apurarse, así que no lo pensé
más. Solté la pinina, que bajó por el tubo y se fue. Y después dos, tres ojos de gato, que son las que
más tenía. Listo. A otra cosa. A esperar que Gustavo prendiera el auto.
Al lado seguía el toc-toc-toc. Me subí a un banquito. Casi me caigo. En puntas de pie pude asomarme
a la ventana. Y ahí estaba mamá, la cara le rebotaba de lleno contra la pared. Toc-toc-toc. Era lo
único que se le veía desde ahí. Y ella no veía nada porque tenía los ojos cerrados. La frente contra
los azulejos. Toc-toc-toc.
Respiraba fuerte. Y a veces gritaba, aunque en voz baja. O algo así. Gritaba como cuando el agua de
la ducha está muy caliente y quema, pero igual metés el pie, de a poco. O como cuando te cortás
con un papel, que no sabés si duele o arde o qué. No sé, así. Y toc-toc-toc.
– ¿Mamá?
– La puta que lo parió – esa voz era la de Gustavo.
En un mismo momento mamá abrió los ojos, dejó de darse la cabeza contra la pared y me miró
rarísimo. Iba a decirle algo, no sé qué, pedirle perdón me parece, y justo se me dio por eructar, al
banquito se le dio por correrse y yo me fui para abajo.
Chau ventana. Chau mamá. Hola Torino. Hola chichón. Las bolitas rebotaban por todos lados, los
aceritos más que ninguna. Los ojos de gato reflejaban la luz y las japonesas se metían entre el piso
y mi espalda. Se movía todo y las bolitas bailaban a mí alrededor. Mamá no aparecía por ningún
lado. Agarré fuerte la bolsa, creo que vacía de bolitas. Y lo último que me acuerdo es que el que
estaba en el baño ahora era yo, Gustavo me sostenía la cabeza y yo no paraba de vomitar manzanas,
naranjas y uvas que salían disparadas como bolones.

El asesino (Stephen King)


Repentinamente se despertó sobresaltado, y se dio cuenta de que no sabía quién era, ni que estaba
haciendo aquí, en una fábrica de municiones. No podía recordar su nombre ni qué había estado
haciendo. No podía recordar nada.
La fábrica era enorme, con líneas de ensamblaje, y cintas transportadoras, y con el sonido de las
partes que estaban siendo ensambladas.
Tomó uno de los revólveres acabados de una caja donde estaban siendo, automáticamente,
empaquetados. Evidentemente había estado operando en la máquina, pero ahora estaba parada.
Recogía el revólver como algo muy natural. Caminó lentamente hacia el otro lado de la fábrica, a lo
largo de las rampas de vigilancia. Allí había otro hombre empaquetando balas.
–¿Quién Soy? –le dijo pausadamente, indeciso.
El hombre continuó trabajando. No levantó la vista, daba la sensación de que no le había escuchado.
–¿Quién soy? ¿Quién soy? – gritó, y aunque toda la fábrica retumbó con el eco de sus salvajes gritos,
nada cambió. Los hombres continuaron trabajando, sin levantar la vista.
Agitó el revólver junto a la cabeza del hombre que empaquetaba balas. Le golpeó, y el
empaquetador cayó, y con su cara, golpeó la caja de balas que cayeron sobre el suelo.
Él recogió una. Era el calibre correcto. Cargó varias más.
Escucho el click-click de pisadas sobre él, se volvió y vio a otro hombre caminando sobre una rampa
de vigilancia. “¿Quién soy?”, le gritó. Realmente no esperaba obtener respuesta.

24
Pero el hombre miró hacia abajo, y comenzó a correr.
Apuntó el revólver hacia arriba y disparó dos veces. El hombre se detuvo, y cayó de rodillas, pero
antes de caer pulsó un botón rojo en la pared.
Una sirena comenzó a aullar, ruidosa y claramente.
“¡Asesino! ¡asesino! ¡asesino!” – bramaron los altavoces.
Los trabajadores no levantaron la vista. Continuaron trabajando.
Corrió, intentando alejarse de la sirena, del altavoz. Vio una puerta, y corrió hacia ella.
La abrió, y cuatro hombres uniformados aparecieron. Le dispararon con extrañas armas de energía.
Los rayos pasaron a su lado.
Disparó tres veces más, y uno de los hombres uniformados cayó, su arma resonó al caer al suelo.
Corrió en otra dirección, pero más uniformados llegaban desde la otra puerta. Miró furiosamente
alrededor. ¡Estaban llegando de todos lados! ¡Tenía que escapar!
Trepó, más y más alto, hacia la parte superior. Pero había más de ellos allí. Le tenían atrapado.
Disparó hasta vaciar el cargador del revólver.
Se acercaron hacia él, algunos desde arriba, otros desde abajo. “¡Por favor! ¡No disparen! ¡No se
dan cuenta que solo quiero saber quién soy!”
Dispararon, y los rayos de energía le abatieron. Todo se volvió oscuro…
Les observaron cómo cerraban la puerta tras él, y entonces el camión se alejó. “Uno de ellos se
convierte en asesino de vez en cuando”, dijo el guarda.
“No lo entiendo”, dijo el segundo, rascándose la cabeza. “Mira ese. ¿Qué era lo que decía? Solo
quiero saber quién soy. Eso era”.
Parecía casi humano. Estoy comenzando a pensar que están haciendo esos robots demasiado bien.”
Observaron al camión de reparación de robots desaparecer por la curva.

Casa tomada

Julio Cortázar
Nos gustaba la casa porque aparte de espaciosa y antigua (hoy que las casas antiguas sucumben a
la más ventajosa liquidación de sus materiales) guardaba los recuerdos de nuestros bisabuelos, el
abuelo paterno, nuestros padres y toda la infancia.
Nos habituamos Irene y yo a persistir solos en ella, lo que era una locura pues en esa casa podían
vivir ocho personas sin estorbarse. Hacíamos la limpieza por la mañana, levantándonos a las siete,
y a eso de las once yo le dejaba a Irene las últimas habitaciones por repasar y me iba a la cocina.
Almorzábamos al mediodía, siempre puntuales; ya no quedaba nada por hacer fuera de unos platos
sucios. Nos resultaba grato almorzar pensando en la casa profunda y silenciosa y cómo nos
bastábamos para mantenerla limpia. A veces llegábamos a creer que era ella la que no nos dejó
casarnos. Irene rechazó dos pretendientes sin mayor motivo, a mí se me murió María Esther antes
que llegáramos a comprometernos. Entramos en los cuarenta años con la inexpresada idea de que
el nuestro, simple y silencioso matrimonio de hermanos, era necesaria clausura de la genealogía
asentada por nuestros bisabuelos en nuestra casa. Nos moriríamos allí algún día, vagos y esquivos
primos se quedarían con la casa y la echarían al suelo para enriquecerse con el terreno y los ladrillos;
o mejor, nosotros mismos la voltearíamos justicieramente antes de que fuese demasiado tarde.
Irene era una chica nacida para no molestar a nadie. Aparte de su actividad matinal se pasaba el
resto del día tejiendo en el sofá de su dormitorio. No sé por qué tejía tanto, yo creo que las mujeres
tejen cuando han encontrado en esa labor el gran pretexto para no hacer nada. Irene no era así,
tejía cosas siempre necesarias, tricotas para el invierno, medias para mí, mañanitas y chalecos para
ella. A veces tejía un chaleco y después lo destejía en un momento porque algo no le agradaba; era
gracioso ver en la canastilla el montón de lana encrespada resistiéndose a perder su forma de

25
algunas horas. Los sábados iba yo al centro a comprarle lana; Irene tenía fe en mi gusto, se complacía
con los colores y nunca tuve que devolver madejas. Yo aprovechaba esas salidas para dar una vuelta
por las librerías y preguntar vanamente si había novedades en literatura francesa. Desde 1939 no
llegaba nada valioso a la Argentina.
Pero es de la casa que me interesa hablar, de la casa y de Irene, porque yo no tengo importancia.
Me pregunto qué hubiera hecho Irene sin el tejido. Uno puede releer un libro, pero cuando un
pullover está terminado no se puede repetirlo sin escándalo. Un día encontré el cajón de abajo de
la cómoda de alcanfor lleno de pañoletas blancas, verdes, lila. Estaban con naftalina, apiladas como
en una mercería; no tuve valor para preguntarle a Irene qué pensaba hacer con ellas. No
necesitábamos ganarnos la vida, todos los meses llegaba plata de los campos y el dinero aumentaba.
Pero a Irene solamente la entretenía el tejido, mostraba una destreza maravillosa y a mí se me iban
las horas viéndole las manos como erizos plateados, agujas yendo y viniendo y una o dos canastillas
en el suelo donde se agitaban constantemente los ovillos. Era hermoso.
Cómo no acordarme de la distribución de la casa. El comedor, una sala con gobelinos, la biblioteca
y tres dormitorios grandes quedaban en la parte más retirada, la que mira hacia Rodríguez Peña.
Solamente un pasillo con su maciza puerta de roble aislaba esa parte del ala delantera donde había
un baño, la cocina, nuestros dormitorios y el living central, al cual comunicaban los dormitorios y el
pasillo. Se entraba a la casa por un zaguán con mayólica, y la puerta cancel daba al living. De manera
que uno entraba por el zaguán, abría la cancel y pasaba al living; tenía a los lados las puertas de
nuestros dormitorios, y al frente el pasillo que conducía a la parte más retirada; avanzando por el
pasillo se franqueaba la puerta de roble y mas allá empezaba el otro lado de la casa, o bien se podía
girar a la izquierda justamente antes de la puerta y seguir por un pasillo más estrecho que llevaba a
la cocina y el baño. Cuando la puerta estaba abierta advertía uno que la casa era muy grande; si no,
daba la impresión de un departamento de los que se edifican ahora, apenas para moverse; Irene y
yo vivíamos siempre en esta parte de la casa, casi nunca íbamos más allá de la puerta de roble, salvo
para hacer la limpieza, pues es increíble cómo se junta tierra en los muebles. Buenos Aires será una
ciudad limpia, pero eso lo debe a sus habitantes y no a otra cosa. Hay demasiada tierra en el aire,
apenas sopla una ráfaga se palpa el polvo en los mármoles de las consolas y entre los rombos de las
carpetas de macramé; da trabajo sacarlo bien con plumero, vuela y se suspende en el aire, un
momento después se deposita de nuevo en los muebles y los pianos.
Lo recordaré siempre con claridad porque fue simple y sin circunstancias inútiles. Irene estaba
tejiendo en su dormitorio, eran las ocho de la noche y de repente se me ocurrió poner al fuego la
pavita del mate. Fui por el pasillo hasta enfrentar la entornada puerta de roble, y daba la vuelta al
codo que llevaba a la cocina cuando escuché algo en el comedor o en la biblioteca. El sonido venía
impreciso y sordo, como un volcarse de silla sobre la alfombra o un ahogado susurro de
conversación. También lo oí, al mismo tiempo o un segundo después, en el fondo del pasillo que
traía desde aquellas piezas hasta la puerta. Me tiré contra la pared antes de que fuera demasiado
tarde, la cerré de golpe apoyando el cuerpo; felizmente la llave estaba puesta de nuestro lado y
además corrí el gran cerrojo para más seguridad.
Fui a la cocina, calenté la pavita, y cuando estuve de vuelta con la bandeja del mate le dije a Irene:
-Tuve que cerrar la puerta del pasillo. Han tomado parte del fondo.
Dejó caer el tejido y me miró con sus graves ojos cansados.
-¿Estás seguro?
Asentí.
-Entonces -dijo recogiendo las agujas- tendremos que vivir en este lado.
Yo cebaba el mate con mucho cuidado, pero ella tardó un rato en reanudar su labor. Me acuerdo
que me tejía un chaleco gris; a mí me gustaba ese chaleco.

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Los primeros días nos pareció penoso porque ambos habíamos dejado en la parte tomada muchas
cosas que queríamos. Mis libros de literatura francesa, por ejemplo, estaban todos en la biblioteca.
Irene pensó en una botella de Hesperidina de muchos años. Con frecuencia (pero esto solamente
sucedió los primeros días) cerrábamos algún cajón de las cómodas y nos mirábamos con tristeza.
-No está aquí.
Y era una cosa más de todo lo que habíamos perdido al otro lado de la casa.
Pero también tuvimos ventajas. La limpieza se simplificó tanto que aun levantándose tardísimo, a
las nueve y media por ejemplo, no daban las once y ya estábamos de brazos cruzados. Irene se
acostumbró a ir conmigo a la cocina y ayudarme a preparar el almuerzo. Lo pensamos bien, y se
decidió esto: mientras yo preparaba el almuerzo, Irene cocinaría platos para comer fríos de noche.
Nos alegramos porque siempre resultaba molesto tener que abandonar los dormitorios al atardecer
y ponerse a cocinar. Ahora nos bastaba con la mesa en el dormitorio de Irene y las fuentes de comida
fiambre.
Irene estaba contenta porque le quedaba más tiempo para tejer. Yo andaba un poco perdido a causa
de los libros, pero por no afligir a mi hermana me puse a revisar la colección de estampillas de papá,
y eso me sirvió para matar el tiempo. Nos divertíamos mucho, cada uno en sus cosas, casi siempre
reunidos en el dormitorio de Irene que era más cómodo. A veces Irene decía:
-Fijate este punto que se me ha ocurrido. ¿No da un dibujo de trébol?
Un rato después era yo el que le ponía ante los ojos un cuadradito de papel para que viese el mérito
de algún sello de Eupen y Malmédy. Estábamos bien, y poco a poco empezábamos a no pensar. Se
puede vivir sin pensar.
(Cuando Irene soñaba en alta voz yo me desvelaba en seguida. Nunca pude habituarme a esa voz
de estatua o papagayo, voz que viene de los sueños y no de la garganta. Irene decía que mis sueños
consistían en grandes sacudones que a veces hacían caer el cobertor. Nuestros dormitorios tenían
el living de por medio, pero de noche se escuchaba cualquier cosa en la casa. Nos oíamos respirar,
toser, presentíamos el ademán que conduce a la llave del velador, los mutuos y frecuentes
insomnios.
Aparte de eso todo estaba callado en la casa. De día eran los rumores domésticos, el roce metálico
de las agujas de tejer, un crujido al pasar las hojas del álbum filatélico. La puerta de roble, creo
haberlo dicho, era maciza. En la cocina y el baño, que quedaban tocando la parte tomada, nos
poníamos a hablar en voz más alta o Irene cantaba canciones de cuna. En una cocina hay demasiados
ruidos de loza y vidrios para que otros sonidos irrumpan en ella. Muy pocas veces permitíamos allí
el silencio, pero cuando tornábamos a los dormitorios y al living, entonces la casa se ponía callada y
a media luz, hasta pisábamos despacio para no molestarnos. Yo creo que era por eso que de noche,
cuando Irene empezaba a soñar en alta voz, me desvelaba en seguida.)
Es casi repetir lo mismo salvo las consecuencias. De noche siento sed, y antes de acostarnos le dije
a Irene que iba hasta la cocina a servirme un vaso de agua. Desde la puerta del dormitorio (ella tejía)
oí ruido en la cocina; tal vez en la cocina o tal vez en el baño porque el codo del pasillo apagaba el
sonido. A Irene le llamó la atención mi brusca manera de detenerme, y vino a mi lado sin decir
palabra. Nos quedamos escuchando los ruidos, notando claramente que eran de este lado de la
puerta de roble, en la cocina y el baño, o en el pasillo mismo donde empezaba el codo casi al lado
nuestro.
No nos miramos siquiera. Apreté el brazo de Irene y la hice correr conmigo hasta la puerta cancel,
sin volvernos hacia atrás. Los ruidos se oían más fuerte pero siempre sordos, a espaldas nuestras.
Cerré de un golpe la cancel y nos quedamos en el zaguán. Ahora no se oía nada.
-Han tomado esta parte -dijo Irene. El tejido le colgaba de las manos y las hebras iban hasta la cancel
y se perdían debajo. Cuando vio que los ovillos habían quedado del otro lado, soltó el tejido sin
mirarlo.

27
-¿Tuviste tiempo de traer alguna cosa? -le pregunté inútilmente.
-No, nada.
Estábamos con lo puesto. Me acordé de los quince mil pesos en el armario de mi dormitorio. Ya era
tarde ahora.
Como me quedaba el reloj pulsera, vi que eran las once de la noche. Rodeé con mi brazo la cintura
de Irene (yo creo que ella estaba llorando) y salimos así a la calle. Antes de alejarnos tuve lástima,
cerré bien la puerta de entrada y tiré la llave a la alcantarilla. No fuese que a algún pobre diablo se
le ocurriera robar y se metiera en la casa, a esa hora y con la casa tomada.
FIN
Cordero asado (Roald Dahl)

La habitación estaba limpia y acogedora, las cortinas corridas, las dos lámparas de mesa
encendidas, la suya y la de la silla vacía, frente a ella. Detrás, en el aparador, dos vasos altos de
whisky. Cubos de hielo en un recipiente.
Mary Maloney estaba esperando a que su marido volviera del trabajo.
De vez en cuando echaba una mirada al reloj, pero sin preocupación, simplemente para
complacerse de que cada minuto que pasaba acercaba el momento de su llegada. Tenía un aire
sonriente y optimista. Su cabeza se inclinaba hacia la costura con entera tranquilidad. Su piel —
estaba en el sexto mes del embarazo— había adquirido un maravilloso brillo, los labios suaves y
los ojos, de mirada serena, parecían más grandes y más oscuros que antes.
Cuando el reloj marcaba las cinco menos diez, empezó a escuchar, y pocos minutos más tarde,
puntual como siempre, oyó rodar los neumáticos sobre la grava y cerrarse la puerta del coche, los
pasos que se acercaban, la llave dando vueltas en la cerradura.
Dejó a un lado la costura, se levantó y fue a su encuentro para darle un beso en cuanto entrara.
—¡Hola, querido! —dijo ella.
—¡Hola! —contestó él.
Ella le colgó el abrigo en el armario. Luego volvió y preparó las bebidas, una fuerte para él y otra
más floja para ella; después se sentó de nuevo con la costura y su marido enfrente con el alto vaso
de whisky entre las manos, moviéndolo de tal forma que los cubitos de hielo golpeaban contra las
paredes del vaso. Para ella ésta era una hora maravillosa del día. Sabía que su esposo no quería
hablar mucho antes de terminar la primera bebida, y a ella, por su parte, le gustaba sentarse
silenciosamente, disfrutando de su compañía después de tantas horas de soledad. Le gustaba vivir
con este hombre y sentir —como siente un bañista al calor del sol— la influencia que él irradiaba
sobre ella cuando estaban juntos y solos. Le gustaba su manera de sentarse descuidadamente en
una silla, su manera de abrir la puerta o de andar por la habitación a grandes zancadas. Le gustaba
esa intensa mirada de sus ojos al fijarse en ella y la forma graciosa de su boca, especialmente
cuando el cansancio no le dejaba hablar, hasta que el primer vaso de whisky le reanimaba un
poco.
—¿Cansado, querido?
—Sí —respondió él—, estoy cansado.
Mientras hablaba, hizo una cosa extraña. Levantó el vaso y bebió su contenido de una sola vez
aunque el vaso estaba a medio llenar.
Ella no lo vio, pero lo intuyó al oír el ruido que hacían los cubitos de hielo al volver a dejar él su
vaso sobre la mesa. Luego se levantó lentamente para servirse otro vaso.
—Yo te lo serviré —dijo ella, levantándose.
—Siéntate —dijo él secamente.
Al volver observó que el vaso estaba medio lleno de un líquido ambarino.

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—Querido, ¿quieres que te traiga las zapatillas? Le observó mientras él bebía el whisky.
—Creo que es una vergüenza para un policía que se va haciendo mayor, como tú, que le hagan
andar todo el día —dijo ella.
El no contestó; Mary Maloney inclinó la cabeza de nuevo y continuó con su costura. Cada vez que
él se llevaba el vaso a los labios se oía golpear los cubitos contra el cristal.
—Querido, ¿quieres que te traiga un poco de queso? No he hecho cena porque es jueves.
—No —dijo él.
—Si estás demasiado cansado para comer fuera —continuó ella—, no es tarde para que lo digas.
Hay carne y otras cosas en la nevera y te lo puedo servir aquí para que no tengas que moverte de
la silla.
Sus ojos se volvieron hacia ella; Mary esperó una respuesta, una sonrisa, un signo de asentimiento
al menos, pero él no hizo nada de esto.
—Bueno —agregó ella—, te sacaré queso y unas galletas.
—No quiero —dijo él.
Ella se movió impaciente en la silla, mirándole con sus grandes ojos.
—Debes cenar. Yo lo puedo preparar aquí, no me molesta hacerlo. Tengo chuletas de cerdo y
cordero, lo que quieras, todo está en la nevera.
—No me apetece —dijo él.
—¡Pero querido! ¡Tienes que comer! Te lo sacaré y te lo comes, si te apetece.
Se levantó y puso la costura en la mesa, junto a la lámpara.
—Siéntate —dijo él—, siéntate sólo un momento. Desde aquel instante, ella empezó a sentirse
atemorizada.
—Vamos —dijo él—, siéntate.
Se sentó de nuevo en su silla, mirándole todo el tiempo con sus grandes y asombrados ojos. El
había acabado su segundo vaso y tenía los ojos bajos.
—Tengo algo que decirte.
—¿Qué es ello, querido? ¿Qué pasa?
El se había quedado completamente quieto y mantenía la cabeza agachada de tal forma que la luz
de la lámpara le daba en la parte alta de la cara, dejándole la barbilla y la boca en la oscuridad.
—Lo que voy a decirte te va a trastornar un poco, me temo —dijo—, pero lo he pensado bien y he
decidido que lo mejor que puedo hacer es decírtelo en seguida. Espero que no me lo reproches
demasiado.
Y se lo dijo. No tardó mucho, cuatro o cinco minutos como máximo. Ella no se movió en todo el
tiempo, observándolo con una especie de terror mientras él se iba separando de ella más y más, a
cada palabra.
—Eso es todo —añadió—, ya sé que es un mal momento para decírtelo, pero no hay otro modo de
hacerlo. Naturalmente, te daré dinero y procuraré que estés bien cuidada. Pero no hay necesidad
de armar un escándalo. No sería bueno para mi carrera.
Su primer impulso fue no creer una palabra de lo que él había dicho. Se le ocurrió que quizá él no
había hablado, que era ella quien se lo había imaginado todo. Quizá si continuara su trabajo como
si no hubiera oído nada, luego, cuando hubiera pasado algún tiempo, se encontraría con que nada
había ocurrido.
—Prepararé la cena —dijo con voz ahogada.
Esta vez él no contestó.
Mary se levantó y cruzó la habitación. No sentía nada, excepto un poco de náuseas y mareo.
Actuaba como un autómata. Bajó hasta la bodega, encendió la luz y metió la mano en el
congelador, sacando el primer objeto que encontró. Lo sacó y lo miró. Estaba envuelto en papel,
así que lo desenvolvió y lo miró de nuevo.

29
Era una pierna de cordero.
Muy bien, cenarían pierna de cordero. Subió con el cordero entre las manos y al entrar en el
cuarto de estar encontró a su marido de pie junto a la ventana, de espaldas a ella.
Se detuvo.
—Por el amor de Dios —dijo él al oírla, sin volverse—, no hagas cena para mí. Voy a salir.
En aquel momento, Mary Maloney se acercó a él por detrás y sin pensarlo dos veces levantó la
pierna de cordero congelada y le golpeó en la parte trasera de la cabeza tan fuerte como pudo.
Fue como si le hubiera pegado con una barra de acero. Retrocedió un paso, esperando a ver qué
pasaba, y lo gracioso fue que él quedó tambaleándose unos segundos antes de caer pesadamente
en la alfombra.
La violencia del golpe, el ruido de la mesita al caer por haber sido empujada, la ayudaron a salir de
su ensimismamiento.
Salió retrocediendo lentamente, sintiéndose fría y confusa, y se quedó por unos momentos
mirando el cuerpo inmóvil de su marido, apretando entre sus dedos el ridículo pedazo de carne
que había empleado para matarle.
«Bien —se dijo a sí misma—, ya lo has matado.»
Era extraordinario. Ahora lo veía claro. Empezó a pensar con rapidez. Como esposa de un
detective, sabía cuál sería el castigo; de acuerdo. A ella le era indiferente. En realidad sería un
descanso. Pero por otra parte. ¿Y el niño? ¿Qué decía la ley acerca de las asesinas que iban a tener
un hijo? ¿Los mataban a los dos, madre e hijo? ¿Esperaban hasta el noveno mes? ¿Qué hacían?
Mary Maloney lo ignoraba y no estaba dispuesta a arriesgarse.
Llevó la carne a la cocina, la puso en el horno, encendió éste y la metió dentro. Luego se lavó las
manos y subió a su habitación. Se sentó delante del espejo, arregló su cara, puso un poco de rojo
en los labios y polvo en las mejillas. Intentó sonreír, pero le salió una mueca. Lo volvió a intentar.
—Hola, Sam —dijo en voz alta. La voz sonaba rara también.
—Quiero patatas, Sam, y también una lata de guisantes.
Eso estaba mejor. La sonrisa y la voz iban mejorando. Lo ensayó varias veces. Luego bajó, cogió el
abrigo y salió a la calle por la puerta trasera del jardín.
Todavía no eran las seis y diez y había luz en las tiendas de comestibles.
—Hola, Sam —dijo sonriendo ampliamente al hombre que estaba detrás del mostrador.
—¡Oh, buenas noches, señora Maloney! ¿Cómo está?
—Muy bien, gracias. Quiero patatas, Sam, y una lata de guisantes.
El hombre se volvió de espaldas para alcanzar la lata de guisantes.
—Patrick dijo que estaba cansado y no quería cenar fuera esta noche —le dijo—. Siempre solemos
salir los jueves y no tengo verduras en casa.
—¿Quiere carne, señora Maloney?
—No, tengo carne, gracias. Hay en la nevera una pierna de cordero.
—¡Oh!
—No me gusta asarlo cuando está congelado, pero voy a probar esta vez. ¿Usted cree que saldrá
bien?
—Personalmente —dijo el tendero—, no creo que haya ninguna diferencia. ¿Quiere estas patatas
de Idaho?
—¡Oh, sí, muy bien! Dos de ésas.
—¿Nada más? —El tendero inclinó la cabeza, mirándola con simpatía—. ¿Y para después? ¿Qué le
va a dar luego?
—Bueno. ¿Qué me sugiere, Sam?
El hombre echó una mirada a la tienda.
—¿Qué le parece una buena porción de pastel de queso? Sé que le gusta a Patrick.

30
—Magnífico —dijo ella—, le encanta.
Cuando todo estuvo empaquetado y pagado, sonrió agradablemente y dijo:
—Gracias, Sam. Buenas noches.
Ahora, se decía a sí misma al regresar, iba a reunirse con su marido, que la estaría esperando para
cenar; y debía cocinar bien y hacer comida sabrosa porque su marido estaría cansado; y si cuando
entrara en la casa encontraba algo raro, trágico o terrible, sería un golpe para ella y se volvería
histérica de dolor y de miedo. ¿Es que no lo entienden? Ella no esperaba encontrar nada.
Simplemente era la señora Maloney que volvía a casa con las verduras un jueves por la tarde para
preparar la cena a su marido.
«Eso es —se dijo a sí misma—, hazlo todo bien y con naturalidad. Si se hacen las cosas de esta
manera, no habrá necesidad de fingir.»
Por lo tanto, cuando entró en la cocina por la puerta trasera, iba canturreando una cancioncilla y
sonriendo.
—¡Patrick! —llamó—, ¿dónde estás, querido? Puso el paquete sobre la mesa y entró en el cuarto
de estar. Cuando le vio en el suelo, con las piernas dobladas y uno de los brazos debajo del cuerpo,
fue un verdadero golpe para ella.
Todo su amor y su deseo por él se despertaron en aquel momento. Corrió hacia su cuerpo, se
arrodilló a su lado y empezó a llorar amargamente. Fue fácil, no tuvo que fingir.
Unos minutos más tarde, se levantó y fue al teléfono. Sabía el número de la jefatura de Policía, y
cuando le contestaron al otro lado del hilo, ella gritó:
—¡Pronto! ¡Vengan en seguida! ¡Patrick ha muerto!
—¿Quién habla?
—La señora Maloney, la señora de Patrick Maloney.
—¿Quiere decir que Patrick Maloney ha muerto?
—Creo que sí —gimió ella—. Está tendido en el suelo y me parece que está muerto.
—Iremos en seguida —dijo el hombre.
El coche vino rápidamente. Mary abrió la puerta a los dos policías. Los reconoció a los dos en
seguida —en realidad conocía a casi todos los del distrito— y se echó en los brazos de Jack Nooan,
llorando histéricamente. El la llevó con cuidado a una silla y luego fue a reunirse con el otro, que
se llamaba O'Malley, el cual estaba arrodillado al lado del cuerpo inmóvil.
—¿Está muerto? —preguntó ella.
—Me temo que sí... ¿qué ha ocurrido?
Brevemente, le contó que había salido a la tienda de comestibles y al volver lo encontró tirado en
el suelo. Mientras ella hablaba y lloraba, Nooan descubrió una pequeña herida de sangre cuajada
en la cabeza del muerto. Se la mostró a O'Malley y éste, levantándose, fue derecho al teléfono.
Pronto llegaron otros policías. Primero un médico, después dos detectives, a uno de los cuales
conocía de nombre. Más tarde, un fotógrafo de la Policía que tomó algunos planos y otro hombre
encargado de las huellas dactilares. Se oían cuchicheos por la habitación donde yacía el muerto y
los detectives le hicieron muchas preguntas. No obstante, siempre la trataron con amabilidad.
Volvió a contar la historia otra vez, ahora desde el principio. Cuando Patrick llegó ella estaba
cosiendo, y él se sintió tan fatigado que no quiso salir a cenar. Dijo que había puesto la carne en el
horno —allí estaba, asándose— y se había marchado a la tienda de comestibles a comprar
verduras. De vuelta lo había encontrado tendido en el suelo.
—¿A qué tienda ha ido usted? —preguntó uno de los detectives.
Se lo dijo, y entonces el detective se volvió y musitó algo en voz baja al otro detective, que salió
inmediatamente a la calle.
«..., parecía normal..., muy contenta..., quería prepararle una buena cena..., guisantes..., pastel de
queso..., imposible que ella...»

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Transcurrido algún tiempo el fotógrafo y el médico se marcharon y los otros dos hombres entraron
y se llevaron el cuerpo en una camilla. Después se fue el hombre de las huellas dactilares. Los dos
detectives y los policías se quedaron. Fueron muy amables con ella; Jack Nooan le preguntó si no
se iba a marchar a otro sitio, a casa de su hermana, quizá, o con su mujer, que cuidaría de ella y la
acostaría.
—No —dijo ella.
No creía en la posibilidad de que pudiera moverse ni un solo metro en aquel momento. ¿Les
importaría mucho que se quedara allí hasta que se encontrase mejor? Todavía estaba bajo los
efectos de la impresión sufrida.
—Pero ¿no sería mejor que se acostara un poco? —preguntó Jack Nooan.
—No —dijo ella.
Quería estar donde estaba, en esa silla. Un poco más tarde, cuando se sintiera mejor, se
levantaría.
La dejaron mientras deambulaban por la casa, cumpliendo su misión. De vez en cuando uno de los
detectives le hacía una pregunta. También Jack Nooan le hablaba cuando pasaba por su lado. Su
marido, le dijo, había muerto de un golpe en la cabeza con un instrumento pesado, casi seguro
una barra de hierro. Ahora buscaban el arma. El asesino podía habérsela llevado consigo, pero
también cabía la posibilidad de que la hubiera tirado o escondido en alguna parte.
—Es la vieja historia —dijo él—, encontraremos el arma y tendremos al criminal.
Más tarde, uno de los detectives entró y se sentó a su lado.
—¿Hay algo en la casa que pueda haber servido como arma homicida? —le preguntó—. ¿Le
importaría echar una mirada a ver si falta algo, un atizador, por ejemplo, o un jarrón de metal?
—No tenemos jarrones de metal —dijo ella.
—¿Y un atizador?
—No tenemos atizador, pero puede haber algo parecido en el garaje.
La búsqueda continuó.
Ella sabía que había otros policías rodeando la casa. Fuera, oía sus pisadas en la grava y a veces
veía la luz de una linterna infiltrarse por las cortinas de la ventana. Empezaba a hacerse tarde, eran
cerca de las nueve en el reloj de la repisa de la chimenea. Los cuatro hombres que buscaban por
las habitaciones empezaron a sentirse fatigados.
—Jack —dijo ella cuando el sargento Nooan pasó a su lado—, ¿me quiere servir una bebida?
—Sí, claro. ¿Quiere whisky?
—Sí, por favor, pero poco. Me hará sentir mejor. Le tendió el vaso.
—¿Por qué no se sirve usted otro? —dijo ella—; debe de estar muy cansado; por favor, hágalo, se
ha portado muy bien conmigo.
—Bueno —contestó él—, no nos está permitido, pero puedo tomar un trago para seguir
trabajando.
Uno a uno, fueron llegando los otros y bebieron whisky. Estaban un poco incómodos por la
presencia de ella y trataban de consolarla con inútiles palabras.
El sargento Nooan, que rondaba por la cocina, salió y dijo:
—Oiga, señora Maloney. ¿Sabe que tiene el horno encendido y la carne dentro?
—¡Dios mío! —gritó ella—. ¡Es verdad!
—¿Quiere que vaya a apagarlo?
—¿Sería tan amable, Jack? Muchas gracias.
Cuando el sargento regresó por segunda vez lo miró con sus grandes y profundos ojos.
—Jack Nooan —dijo.
—¿Sí?
—¿Me harán un pequeño favor, usted y los otros?

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—Si está en nuestras manos, señora Maloney...
—Bien —dijo ella—. Aquí están ustedes, todos buenos amigos de Patrick, tratando de encontrar al
hombre que lo mató. Deben de estar hambrientos porque hace rato que ha pasado la hora de la
cena, y sé que Patrick, que en gloria esté, nunca me perdonaría que estuviesen en su casa y no les
ofreciera hospitalidad. ¿Por qué no se comen el cordero que está en el horno? Ya estará
completamente asado.
—Ni pensarlo —dijo el sargento Nooan.
—Por favor —pidió ella—, por favor, cómanlo. Yo no voy a tocar nada de lo que había en la casa
cuando él estaba aquí, pero ustedes sí pueden hacerlo. Me harían un favor si se lo comieran.
Luego, pueden continuar su trabajo.
Los policías dudaron un poco, pero tenían hambre y al final decidieron ir a la cocina y cenar. La
mujer se quedó donde estaba, oyéndolos a través de la puerta entreabierta. Hablaban entre sí a
pesar de tener la boca llena de comida.
—¿Quieres más, Charlie?
—No, será mejor que no lo acabemos.
—Pero ella quiere que lo acabemos, eso fue lo que dijo. Le hacemos un favor.
—Bueno, dame un poco más.
—Debe de haber sido un instrumento terrible el que han usado para matar al pobre Patrick —
decía uno de ellos—, el doctor dijo que tenía el cráneo hecho trizas.
—Por eso debería ser fácil de encontrar.
—Eso es lo que a mí me parece.
—Quienquiera que lo hiciera no iba a llevar una cosa así, tan pesada, más tiempo del necesario.
Uno de ellos eructó:
—Mi opinión es que tiene que estar aquí, en la casa.
—Probablemente bajo nuestras propias narices. ¿Qué piensas tú, Jack?
En la otra habitación, Mary Maloney empezó a reírse entre dientes.

Continuidad de los parques


Julio Cortázar

Había empezado a leer la novela unos días antes. La abandonó por negocios urgentes, volvió a
abrirla cuando regresaba en tren a la finca; se dejaba interesar lentamente por la trama, por el
dibujo de los personajes. Esa tarde, después de escribir una carta a su apoderado y discutir con el
mayordomo una cuestión de aparcerías, volvió al libro en la tranquilidad del estudio que miraba
hacia el parque de los robles. Arrellanado en su sillón favorito, de espaldas a la puerta que lo
hubiera molestado como una irritante posibilidad de intrusiones, dejó que su mano izquierda
acariciara una y otra vez el terciopelo verde y se puso a leer los últimos capítulos. Su memoria
retenía sin esfuerzo los nombres y las imágenes de los protagonistas; la ilusión novelesca lo ganó
casi en seguida. Gozaba del placer casi perverso de irse desgajando línea a línea de lo que lo
rodeaba, y sentir a la vez que su cabeza descansaba cómodamente en el terciopelo del alto
respaldo, que los cigarrillos seguían al alcance de la mano, que más allá de los ventanales danzaba
el aire del atardecer bajo los robles. Palabra a palabra, absorbido por la sórdida disyuntiva de los
héroes, dejándose ir hacia las imágenes que se concertaban y adquirían color y movimiento, fue

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testigo del último encuentro en la cabaña del monte. Primero entraba la mujer, recelosa; ahora
llegaba el amante, lastimada la cara por el chicotazo de una rama. Admirablemente restañaba ella
la sangre con sus besos, pero él rechazaba las caricias, no había venido para repetir las ceremonias
de una pasión secreta, protegida por un mundo de hojas secas y senderos furtivos. El puñal se
entibiaba contra su pecho, y debajo latía la libertad agazapada. Un diálogo anhelante corría por las
páginas como un arroyo de serpientes, y se sentía que todo estaba decidido desde siempre. Hasta
esas caricias que enredaban el cuerpo del amante como queriendo retenerlo y disuadirlo,
dibujaban abominablemente la figura de otro cuerpo que era necesario destruir. Nada había sido
olvidado: coartadas, azares, posibles errores. A partir de esa hora cada instante tenía su empleo
minuciosamente atribuido. El doble repaso despiadado se interrumpía apenas para que una mano
acariciara una mejilla. Empezaba a anochecer.

Sin mirarse ya, atados rígidamente a la tarea que los esperaba, se separaron en la puerta de la
cabaña. Ella debía seguir por la senda que iba al norte. Desde la senda opuesta él se volvió un
instante para verla correr con el pelo suelto. Corrió a su vez, parapetándose en los árboles y los
setos, hasta distinguir en la bruma malva del crepúsculo la alameda que llevaba a la casa. Los
perros no debían ladrar, y no ladraron. El mayordomo no estaría a esa hora, y no estaba. Subió los
tres peldaños del porche y entró. Desde la sangre galopando en sus oídos le llegaban las palabras
de la mujer: primero una sala azul, después una galería, una escalera alfombrada. En lo alto, dos
puertas. Nadie en la primera habitación, nadie en la segunda. La puerta del salón, y entonces el
puñal en la mano, la luz de los ventanales, el alto respaldo de un sillón de terciopelo verde, la
cabeza del hombre en el sillón leyendo una novela.

FIN

Adaptación de formato.

“Continuidad de los parques” de Julio Cortázar, de cuento a a obra


de teatro.

(El texto a continuación es el trabajo de una estudiante de la


EEMPA, realizado como trabajo práctico en el año 2016)

Acto ÚNICO

La escena se divide por una cortina negra o cualquier utilidad que


permita diferenciar ambas escenas. En la parte derecha, se llevara

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a cabo la acción de la “habitación”, mientras que en la izquierda
deberá llevarse lo que se conocerá como “Parque” o “exterior”. La
habitación interior esta acompañada de una puerta, un cómodo sillón
de color verde, un escritorio o una mesa, y un libro grande de tapa
dura, visible desde el estrado. El sillón da de espaldas a una
puerta. También cuenta con una birome o pluma, hojas, y otros libros
de decoración de menor importancia. En la habitación derecha habrá
una puesta en escena relativa a plantas, o cualquier otra utilidad
que permita mostrar exterior.

Personajes:

Principales

Protagonista/Lector: Vestido de ropa elegante, pero no formal.

Amante/Asesino: Con una capucha, posiblemente ropas negras u


oscuras.

Narrador: (se mantiene escondido, en un lugar donde pueda ser


escuchado más no visto o al menos no tape el centro de la atención)

Esposa del protagonista: Ropa casual, disimulada

Secundarios

Mayordomo: Vestido formalmente, con un moño.

ACTO Único. Cuadro 1 Escena I

Personajes:

Ingresan

Mayordomo

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Protagonista/Lector
Narrador

Habitación:

Comienza con el protagonista sentado en el sillón, con su mayordomo


parado a su lado. El mayordomo espera pacientemente a que su señor
le dé órdenes. El mientras tanto el señor escribe una hoja, termina
por firmarla y la entrega al mayordomo.

Protagonista: (En un tono pedante mientras entrega la carta) Por


favor, envía esto inmediatamente al Dr Wislosky. Necesito que me
mantenga al tanto de los asuntos de la finca de Londres, pues hace
tiempo no tengo noticias de cómo marcha aquello.

Mayordomo:- Señor, la enviaré por el primer correo de las 8

Protagonista: - ¿No podría ser antes? Realmente es urgente (Su tono


denota cierta frustración)

Mayordomo: -No señor, ya está oscureciendo. Es demasiado tarde para


enviarla hoy. Y el correo no hable antes (Cuando afirma esto, desvía
la mirada de su señor)

Protagonista: (con tono amable) -Muy bien. Entonces que sea mañana.
Ya puedes retirarte. Adios.

Mayordomo: -Adiós Señor. Que tenga buenas noches.

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Se retira el mayordomo. El protagonista se sienta a leer el grueso
libro.

Protagonista: (Hablando para si mismo) Por fin puedo dedicarte unos


días. Lo siento amigo, pero negocios son negocios, y esto de manejar
mis tierras se me ha hecho pesado.

Narrador: -Palabra a palabra, absorbido por la sórdida disyuntiva de


los héroes, dejándose ir hacia las imágenes que se concertaban y
adquirían color y movimiento...

El protagonista continua absorto en su lectura.

Ingresan a “Exterior”, amante y esposa del narrador. El amante posee


una marca roja en su mejilla

Narrador: -Primero entraba la mujer, recelosa; ahora llegaba el


amante, lastimada la cara por el chicotazo de una rama.

La mujer y el asesino se acercan. Se dan un beso. Ella intenta besar


la herida, pero él la rechaza.

Esposa: -¿Vas a hacerlo esta noche?

Asesino: -Sí querida. No queda otra opción.

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Esposa: -Por favor, no lo hagas...siempre hay otra opción-(Intenta
abrazarlo pero este la rechaza)

Asesino: -Lo siento pero es sumamente necesario. Yo te amo. Y si


quiero permanecer junto a ti, debo realizar mi cometido. Él debe
morir. Está decidido. El cuchillo que guardo en mi camisa me lo dice,
es el destino, escrito desde siempre en sólo dios sabe qué Libro.

Esposa: -Sí...quizás sí.

Asesino: -¿Recuerdas lo que tienes que decir? (Pregunta mirando a


los ojos.)

Esposa: -Sí, estaba en casa de una amiga enferma, preparándole el


té, pues se sentía descompuesta.

Asesino: -¿Segura que esta noche se quedará en la otra finca?

Esposa: -Sí, seguro. Está como siempre con sus negocios. Ten cuidado
con no hacer mucho ruido, y recuerda: primero una sala azul, después
una galería, una escalera alfombrada. En lo alto, dos puertas.
Continua, mira que hay dentro, pero continúa. Posiblemente estará en
el salón.

Asesino: -Espero que allí este.

Esposa: -Sí lo está. Hasta la medianoche se queda allí. Eso me dijo


el mayordomo. (La mujer lo acaricia una vez en la cara)

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Asesino:-Debes irte querida. Esta anocheciendo

La esposa se retira de la escena. El asesino la observa hasta que


sale de la escena y suspira, luego agazapado comienza a dirigirse
lentamente hacia el otro lado y también sale de la vista. El asesino
se retira de la escena

Narrador: -Ella debía seguir por la senda que iba al norte. Desde la
senda opuesta él se volvió un instante para verla correr con el pelo
suelto. Corrió a su vez, parapetándose en los árboles y los setos,
hasta distinguir en la bruma malva del crepúsculo la alameda que
llevaba a la casa. Los perros no debían ladrar, y no ladraron. El
mayordomo no estaría a esa hora, y no estaba. Subió los tres peldaños
del porche y entró...

Desde la sangre galopando en sus oídos le llegaban las palabras de


la mujer: primero una sala azul, después una galería, una escalera
alfombrada. En lo alto, dos puertas...

El asesino reingresa a la escena, entre ahora en la Habitación, por


la puerta que se encuentra en las espaldas del sillón. El
protagonista sigue absorto en su lectura, ignorando completamente la
entrada. Éste camina despacio y sin hacer ruido hasta estar justo
detrás de él.

Narrador: -La puerta del salón, y entonces el puñal en la mano,(El


asesino saca un cuchillo y lo acerca al protagonista) la luz de los
ventanales, el alto respaldo de un sillón de terciopelo verde, la
cabeza del hombre en el sillón leyendo una novela...

39
Cae el telón

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LA ISLA DESIERTA
ROBERTO ARLT

Personajes
EL JEFE
EMPLEADA 1ª
MANUEL
EMPLEADA 2ª
MARÍA
EMPLEADA 3ª
EMPLEADO 1º
CIPRIANO (MULATO)
EMPLEADO 2º
DIRECTOR
TENEDOR DE LIBROS

ACTO ÚNICO
ESCENA

Oficina rectangular blanquísima, con ventanal a todo lo ancho del salón,


enmarcando un cielo infinito caldeado en azul. Frente a las mesas escritorios,
dispuestos en hilera como reclutas, trabajan, inclinados sobre las máquinas de
escribir, los empleados. En el centro y en el fondo del salón, la mesa del JEFE,
emboscado tras unas gafas negras y con el pelo cortado como la pelambre de un
cepillo. Son las dos de la tarde, y una extrema luminosidad pesa sobre estos
desdichados simultáneamente encorvados y recortados en el espacio por la
desolada simetría de este salón de un décimo piso.

EL JEFE. - Otra equivocación, Manuel.


MANUEL. - ¿Señor?
EL JEFE. - Ha vuelto a equivocarse, Manuel.
MANUEL. - Lo siento, señor.
EL JEFE.-Yo también. (Alcanzándole la planilla.) Corríjala. (Un minuto de silencio.)
EL JEFE. - María.
MARÍA. - ¿Señor?
EL JEFE.-Ha vuelto a equivocarse, María.
MARÍA (acercándose al escritorio del JEFE).-Lo siento, señor.
EL JEFE.-También yo lo voy a sentir cuando tenga que hacerlos echar. Corrija.

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Nuevamente hay otro minuto de silencio. Durante este intervalo pasan chimeneas
de buques y se oyen las pitadas de un remolcador y el bronco pito de un buque.
Automáticamente todos los EMPLEADOS enderezan las espaldas y se quedan
mirando la ventana.
EL JEFE (irritado). - ¡A ver si siguen equivocándose! (Pausa.)

EMPLEADO 1° (con un apagado grito de angustia). - ¡Oh! no; no es posible.


(Todos se vuelven hacia él.)
EL JEFE (con venenosa suavidad).-¿Qué no es posible, señor?
MANUEL. - No es posible trabajar aquí.
EL JEFE.-,¿No es posible trabajar aquí? ¿Y por qué no es posible trabajar aquí?
(Con lentitud.) ¿Hay pulgas en las sillas? ¿Cucarachas en la tinta?
MANUEL (poniéndose de pie y gritando).-¡Cómo no equivocarse! ¿Es posible no
equivocarse aquí? Contésteme. ¿Es posible trabajar sin equivocarse aquí?
EL JEFE.-No me falte, Manuel. Su antigüedad en la casa no lo autoriza a tanto.
¿Por qué se arrebata?
MANUEL. - Yo no me arrebato, señor. (Señalando la ventana.) Los culpables de
que nos equivoquemos son esos malditos buques.
EL JEFE (extrañado). - ¿Los buques? (Pausa.) ¿Qué tienen los buques?
MANUEL. - Sí, los buques. Los buques que entran y salen, chillándonos en las
orejas, metiéndosenos por los ojos, pasándonos las chimeneas por las narices.
(Se deja caer en la silla.) No puedo más.
TENEDOR DE LIBROS. - Don Manuel tiene razón. Cuando trabajábamos en el
subsuelo no nos equivocábamos nunca.
MARÍA. - Cierto; nunca nos sucedió esto.
EMPLEADA 1ª - Hace siete años.
EMPLEADO 1°-¿Ya han pasado siete años?
EMPLEADO 2º - Claro que han pasado
TENEDOR DE LIBROS. -Yo creo, jefe, que estos buques, yendo y viniendo, son
perjudiciales para la contabilidad.
EI JEFE. - ¿Lo creen?

MANUEL. - Todos lo creemos. ¿No es cierto que todos lo creemos?


MARÍA. - Yo nunca he subido a un buque, pero lo creo.
TODOS. - Nosotros también lo creemos.
EMPLEADA 2ª -jefe, ¿ha subido a un buque alguna vez?
EL JEFE. -¿Y para qué un jefe de oficina necesita subir a un buque?
MARÍA. - ¿Se dan cuenta? Ninguno de los que trabajan aquí ha subido a un
buque.
EMPLEADA 2ª- Parece mentira que ninguno haya viajado.
EMPLEADO 2º - ¿Y por qué no ha viajado usted?
EMPLEADA 2ª - Esperaba a casarme...
TENEDOR DE LIBROS. - Lo que es a mí, ganas no me han faltado.
EMPLEADO 2°-Y a mí. Viajando es cómo se disfruta.
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EMPLEADA 3ª - Vivimos entre estas cuatro paredes como en un calabozo.
MANUEL. - Cómo no equivocarnos. Estamos aquí suma que te suma, y por la
ventana no hacen nada más que pasar barcos que van a otras tierras. (Pausa.) A
otras tierras que no vimos nunca. Y que cuando fuimos jóvenes pensamos visitar.
EL JEFE (irritado). - ¡Basta! ¡Basta de charlar! ¡Trabajen!
MANUEL. - No puedo trabajar.
EL JEFE.-¿No puede? ¿Y por qué no puede, don Manuel?
MANUEL. -No. No puedo. El puerto me produce melancolía.
EL JEFE. - Le produce melancolía. (Sardónico.) Así que le produce melancolía.
(Conteniendo su furor.) Siga, siga su trabajo.
MANUEL. - No puedo.
El JEFE.-Veremos lo que dice el director general. (Sale violentamente.)
MANUEL. - Cuarenta años de oficina. La juventud perdida.
MARÍA. - ¡Cuarenta años! ¿Y ahora? ...

MANUEL. - ¿Y quieren decirme ustedes para qué?


EMPLEADA 3ª -Ahora lo van a echar...
MANUEL. - ¡Qué me importa! Cuarenta años de Debe y Haber. De Caja y Mayor.
De
Pérdidas y Ganancias.
EMPLEADA 2ª - ¿Quiere una aspirina, don Manuel?
MANUEL. - Gracias, señorita. Esto no se arregla con aspirina. Cuando yo era
joven creía que no podría soportar esta vida. Me llamaban las aventuras ... los
bosques. Me hubiera gustado ser guardabosque. O cuidar un faro ...
TENEDOR DE LIBROS. - Y pensar que a todo se acostumbra uno.
-MANUEL. -Hasta a esto ...
TENEDOR DE LIBROS.-Sin embargo, hay que reconocer que estábamos mejor
abajo. Lo malo es que en el subsuelo hay que trabajar con luz eléctrica.
MARÍA. - ¿Y con qué va a trabajar uno si no?
EMPLEADO 1°-Uno estaba allí tan tranquilo como en el fondo de una tumba.
TENEDOR DE LIBROS. - Cierto, se parece a una tumba. Yo muchas veces me
decía: "Si se apaga el sol, aquí no nos enteramos" . . .
MANUEL. -Y de pronto, sin decir agua va, nos sacan del sótano y nos meten aquí.
En plena luz. ¿Para qué queremos tanta luz? ¿Podés decirme para qué queremos
tanta luz?
TENEDOR DE LIBROS. - Francamente, yo no sé ...
EMPLEADA 2ª - El jefe tiene que usar lentes negros . . .
EMPLEADO 2ª -Yo perdí la vista allá abajo ...
EMPLEADO 1º -Sí, pero estábamos tan tranquilos como en el fondo del mar.
TENEDOR DE LIBROS. - De allí traje mi reumatismo.

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Entra el ordenanza CIPRIANO, con un uniforme color de canela y un varo de agua
helada. Es MULATO, simple y complicado, exquisito y brutal, y su voz por
momentos persuasiva.

MULATO. - ¿Y el jefe?
EMPLEADA 2ª - No está. ¿No ve que no está?
EMPLEADA 3ª - Fue a la Dirección ...
MULATO (mirando por la ventana). - ¡Hoy llegó el "Astoria"! Yo lo hacía en
Montevideo.
EMPLEADA 2ª (acercándose a la ventana). - ¡Qué chimeneas grandes tiene!
MULATO. - Desplaza cuarenta y tres mil toneladas ...
EMPLEADO 1° - Ya bajan los pasajeros...
MANUEL. - Y nosotros quisiéramos subir.
MULATO. - Y pensar que yo he subido a casi todos los buques que dan vuelta por
los puertos del mundo.
EMPLEADO 2° - Hablaron mucho los diarios ...
MULATO.- Sé los pies que calan. En qué astilleros se construyeron. El día que los
botaron. Yo, cuando menos, merecía ser ingeniero naval.
EMPLEADO 2° - Vos, ingeniero naval ... No me hagas reír.
MULATO. - O capitán de fragata. He sido grumete, lavaplatos, marinero, cocinero
de veleros, maquinista de bergantines, timonel de sampanes, contramaestre de
paquebotes...
EMPLEADO 2°-¿Por dónde viajaste? ¿Por la línea del Tigre o por la de
Constitución?
MULATO (sin mirar al que lo interrumpe). - Desde los siete años que doy vueltas
por el mundo, y juro que jamás en la vida me he visto entre chusma tan
insignificante como la que tengo que tratar a veces ...
MARÍA (a EMPLEADA 1ª). - A buen entendedor...
MULATO. - Conozco el mar de las Indias. El Caribe, el Báltico ... hasta el océano
Ártico conozco. Las focas, recostadas en los hielos, lo miran a uno como mujeres
aburridas, sin moverse ...
EMPLEADO 2° - ¡Che, debe hacer un fresco bárbaro por ahí!

EMPLEADA 2ª - Cuente, Cipriano, cuente. No haga caso.


MULATO (sin volverse). - Aviada estaría la luna si tuviera que hacer caso de los
perros que ladran. En un sampán me he recorrido el Ganges. Y había que ver los
cocodrilos que nos seguían...
MARÍA - No sea exagerado, Cipriano.
MULATO. - Se lo juro, señorita.
EMPLEADO 2° - Indudablemente, éste no pasó de San Fernando.
MULATO (violento). - A mí nadie me trata de mentiroso, ¿sabe? (Arrebatado, se
quita la chaquetilla, y luego la camisa, que muestra una camiseta roja, que
también se saca.)
EMPLEADA 1ª - ¿Qué hace, Cipriano?
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EMPLEADA 2ª - ¿Está loco?
EMPLEADA 3ª - Cuidado, que puede venir el jefe.
MULATO. - Vean, vean estos tatuajes. Digan si éstos son tatuajes hechos entre la
línea del Tigre o Constitución. Vean...
EMPLEADA 2ª - ¡Una mujer en cueros!
MULATO.-Este tatuaje me lo hicieron en Madagascar, con una espina de tiburón.
EMPLEADO 2° - ¡Qué mala espina!
MULATO. - Vean esta rosa que tengo sobre el ombligo.
Observen qué delicadeza de pétalos. Un trabajo de indígenas australianos.
EMPLEADO 2º-¿No será una calcomanía?
EMPLEADA 2ª - ¡Qué va a ser calcomanía! Este es un tatuaje de veras.
MULATO. - Le aseguro, señorita, que si me viera sin pantalones se asombraría ...
TODOS. - ¡Oh ... ah! ...
MULATO (enfático).-Sin pantalones soy extraordinario.
EMPLEADA 1ª - No se los pensará quitar, supongo.

MULATO. - ¿Por qué no?


EMPLEADA 3ª - No, no se los quite.
MULATO. - No voy a quedar desnudo por eso. Y verán qué tatuajes tengo
labrados en las piernas.
EMPLEADA 1ª -Es que si entra alguien ...
EMPLEADA 3ª - Cerrando la puerta. (Va a la puerta.)
MULATO (quitándose los pantalones y quedando con un calzoncillo corto y rojo
con lunares blancos). - Miren estos dibujos. Son del más puro estilo malasio. ¿Qué
les parece esta guarda de monos pelando bananas? (Murmullos de "Oh ... ah...".)
Lo menos que merezco es ser capitán de una isla. (Toma un pliego de papel
madera y rasgándolo en tiras se lo coloca alrededor de la cintura.) Así van
vestidos los salvajes de las islas.
EMPLEADA 1ª - ¿A las mujeres también les hacen tatuajes...?
MULATO. - Claro. ¡Y qué tatuajes! Como para resucitar a un muerto.
EMPLEADA 2ª - ¿Y es doloroso tatuarse?
MULATO. -No mucho ... Lo primero que hace el brujo tatuador es ponerlo a uno
bajo un árbol ...
EMPLEADA 2ª - Uy, qué miedo.
MULATO. - Ningún miedo. El brujo acaricia la piel hasta dormirla. Y uno acaba por
no sentir nada.
EMPLEADO 1° -Claro ...
MULATO.-Siempre bajo los árboles hay hombres y mujeres haciéndose tatuar. Y
uno
termina por no saber si es un hombre, un tigre, una nube o un dragón.
TODOS. - ¡Oh, quién lo iba a decir! ¡Si parece mentira!
MULATO (fabricándose una corona con papel y poniéndosela). -Los brujos llevan
una

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corona así y nadie los mortifica.

EMPLEADA 1ª - Es notable.
EMPLEADA 2ª - Las cosas que se aprenden viajando...
MULATO. - Allá no hay jueces, ni cobradores de impuestos, ni divorcios, ni
guardianes de plaza. Cada hombre toma a la mujer que le gusta y cada mujer al
hombre que le agrada. Todos viven desnudos entre las flores, con collares de
rosas colgantes del cuello y los tobillos adornados de flores. Y se alimentan de
ensaladas de magnolias y sopas de violetas.
TODOS. - Eh, eh ...
EMPLEADA 2ª - ¡Eh! ¡Cipriano, que no nacimos ayer!
MULATO. - Juro que se alimentan de ensaladas de magnolias.
TODOS. - No.
MULATO. - Sí.
EMPLEADO 2° - Mucho ... mucho ...
MULATO. - Digo que sí. Y además los árboles están siempre cargados de toda
clase de fruta.
MANUEL.-No será como la que uno compra aquí, en la feria.
MULATO.-Allá no. Cuelgan libremente de las ramas y quien quiere, come, y quien
no quiere, no come ... y por la noche, entre los grandes árboles, se encienden
fogatas y ocurre lo que es natural que ocurra entre hombres y mujeres.
EMPLEADA 1ª - ¡Qué países, qué países!
MULATO. -Y digo que es muy saludable vivir así libremente. Al otro día la gente
trabaja con más ánimo en los arrozales y si uno tiene sed (toma el vaso de agua y
bebe) parte un coco y bebe su deliciosa agua fresca.
MANUEL (tirando violentamente un libro al suelo). - ¡Basta!
MULATO. - ¿Basta qué?
MANUEL. -Basta de noria. Se acabó. Me voy.
EMPLEADA 2ª - ¿A dónde va, don Manuel?

MANUEL. -A correr inundo. A vivir la vida. Basta de oficina. Basta de malacate.


Basta de números. Basta de reloj. Basta de aguantarlo a este otro canalla. (Señala
la mesa del jefe.)
Pausa. Perplejidad.
EMPLEADO 1°-¿Quién es el otro?
TODOS. - ¿,Quién es?
MANUEL (perplejo). -El otro ... el otro ... el otro ... soy yo.
EMPLEADA 3ª - ¡Usted, don Manuel!
MANUEL. - Sí, yo; que desde hace veinte años le llevo los chismes al jefe. Mucho
tiempo hacía que me amargaba este secreto. Pero trabajábamos en el subsuelo. Y
en el subsuelo las cosas no se sienten.
TODOS. - ¡Oh! ...
EMPLEADO 1°-¿Qué tiene que ver el subsuelo?
MANUEL. - No sé. La vida no se siente. Uno es como una lombriz solitaria en un
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intestino de cemento. Pasan los días y no se sabe cuándo es de día, cuándo es de
noche. Misterio. (Con desesperación.) Pero un día nos traen a este décimo piso. Y
el cielo, las nubes, las chimeneas de los transatlánticos se nos entran en los ojos.
Pero entonces, ¿existía el cielo? Pero entonces, ¿existían los buques? ¿Y las
nubes existían? ¿Y uno, por qué no viajó? Por miedo. Por cobardía. Mírenme.
Viejo. Achacoso. ¿Para qué sirven mis cuarenta años de contabilidad y de
chismerío?
MULATO (enfático). - Ved cuán noble es su corazón. Ved cuán responsables son
sus palabras. Ved cuán inocentes son sus intenciones. Ruborizaos, amanuenses.
Llorad lágrimas de tinta. Todos vosotros os pudriréis como asquerosas ratas entre
estos malditos libros. Un día os encontraréis con el sacerdote que vendrá a
suministraros la extremaunción. Y mientras os unten con aceite la planta de los
pies, os diréis: "¿Qué he hecho de mi vida? Consagrarla a la teneduría de libros.
Bestias.
MANUEL. - Quiero vivir los pocos años que me quedan de vida en una isla
desierta. Tener mi cabaña a la sombra de una palmera. No pensar en horarios.
EMPLEADO 1º - Iremos juntos, don Manuel.
MARÍA. - Yo iría, pero para cumplir este deseo tendría que cobrar los meses de
sueldo que me acuerda la ley 11.729.
EMPLEADO 2º -Para que nos amparase la ley 11.729, tendrían que echarnos.
MULATO. - Aprovechen ahora que son jóvenes. Piensen que cuando les estén
untando con aceite la planta de los pies no podrán hacerlo.
MARÍA. -La pena es que tendré que dejar a mi novio.
EMPLEADO 2° -¿Por qué no lo conserva en un tarro de pickles?
EMPLEADA 2ª - Cállese, odioso.
MULATO. - Señores, procedamos con corrección. Cuando don Manuel declaró
que él era el chismoso, una nueva aurora pareció cernirse sobre la humanidad.
Todos le miramos y nos dijimos: "He aquí un hombre honesto; he aquí un hombre
probo; he aquí la estatua misma de la virtud cívica y ciudadana". (Grave.) Don
Manuel. Usted ha dejado de ser don Manuel. Usted se ha convertido en Simbad el
Marino.
EMPLEADA 3ª - Qué bonito!
MANUEL. - Ahora, lo que hay que buscar es la isla desierta.
TENEDOR DE LIBROS. - ¿Hay todavía islas desiertas?
MULATO. - Sí, las hay. Vaya si las hay. Grandes islas. Y con árboles de pan. Y
con
plátanos. Y con pájaros de colores. Y con sol desde la mañana a la noche.
EMPLEADO 2º - ¿Y nosotros? ...
MULATO. - ¿Cómo nosotros?
EMPLEADA 2ª -¿Claro? ¿Y a nosotros nos van a largar aquí?
MULATO. - Vengan ustedes también.

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TODOS. - Eso... vámonos todos.
MULATO. - Ah ... y qué les diré de las playas de coral.
EMPLEADA 1ª Cuente, Cipriano, cuente.
MULATO. - Y los arroyuelos cantan entre las breñas. Y también hay negros.
Negros que por la noche baten el tambor. Así.
El MULATO toma la tapa de la máquina de escribir y comienza a batir el tam tam
ancestral, al mismo tiempo que oscila simiesco sobre sí mismo. Sugestionados por
el ritmo, van entrando todos en la danza.
MULATO (a tiempo que bate el tambor). -Y también hay hermosas mujeres
desnudas.
Desnudas de los pies a la cabeza. Con collares de flores. Que se alimentan de
ensaladas de magnolias. Y hermosos hombres desnudos. Que bailan bajo los
árboles, como ahora nosotros bailamos aquí ...
La hoja de la bananera
De verde ya se madura
Quien toma prenda de joven
Tiene la vida segura.
La danza se ha ido generalizando a medida que habla el MULATO, y los viejos,
los
empleados y las empleadas giran en torno de la mesa, donde como un demonio
gesticula, toca el tambor y habla el condenado negro.Y bailan, bailan, bajo los
árboles cargados de frutas. De aromas ... Histéricamente todos los hombres se
van quitando los sacos, los chalecos, las corbatas; las muchachas se recogen las
faldas y arrojan los zapatos. El MULATO bate frenéticamente la tapa de la
máquina de escribir. Y cantan un ritmo de rumba.La hoja de la bananera...
EL JEFE (entrando bruscamente con el DIRECTOR, con voz de trueno).-¿Qué
pasa aquí?
MARÍA (después de alguna vacilación). - Señor ... esta ventana maldita y el puerto
... Y losbuques ... esos buques malditos ...
EMPLEADA 2ª - Y este negro.
DIRECTOR. - Oh ... comprendo. . . comprendo. (Al JEFE.) Despida a todo el
personal. Haga poner vidrios opacos en la ventana.
TELÓN

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