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Trastornos de la personalidad
Jorge Téllez-Vargas

Nadie llega a convertirse en humano si está solo.


Nos hacemos humanos los unos a los otros
Fernando Savater

Introducción

Los trastornos de personalidad constituyen un capítulo importante de la


psiquiatría y la psicología clínica, a pesar de los numerosos obstáculos
que dificultan su estudio a la luz de la metodología usada habitualmente. Si
resulta difícil precisar la normalidad cuando evaluamos el comportamiento
patológico, conlleva mayor dificultad precisar los aspectos normales cuan-
do evaluamos la personalidad, porque no es fácil precisar la “norma” de la
cual difieren o se alejan y, con relativa frecuencia, los rasgos patológicos
de la personalidad se imbrican con otros trastornos mentales y resulta im-
posible diferenciarlos como sucede con algunos rasgos de la personalidad
esquizoide que pueden corresponder a síntomas negativos del proceso
esquizofrénico.

Personalidad deriva de persona, palabra latina que a su vez proviene de


personare, que significa “sonar a través de”. ¿A través de qué? A través
de la máscara, puesto que la palabra indoeuropea de la cual derivan tanto
“persona” en latín como “prosopon” en griego (la máscara que usaban los
autores griegos para representar su personaje), es justamente máscara.
Pero en el mundo romano el significado se hizo más concreto y levemente
distinto en el sentido que “persona” era un pequeño aparato que usaba el
actor en la boca, que le permitía aumentar el volumen de su voz a través de
la máscara. En ambas situaciones la “persona” se utilizaba para aparentar,
ya fuera la apariencia o fuera la voz.
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En el sentido existencialista, la persona (personalidad) representa la dia-


léctica entre ser-en-si y ser-como-sí. Es decir, el actor es él mismo y al
mismo tiempo, se identifica con el personaje representado. El actor entre
más se funda con el personaje representado dejará de ser el mismo y, a
la inversa, si quiere mantener su identidad propia, el ser si-mismo, se di-
fuminará su personaje. Como lo señala OTTO DÖRR (1997), “existe una
natural distancia entre el ser para-sí y el ser para-el-otro, entre sí-mismo y
el rol, distancia que es necesario preservar, porque tanto el acortamiento
de ella, en el sentido de una tendencia a abolir la diferencia ontológica,
como un excesivo alejamiento de estos dos polos de tensión dialéctica
entre identidad y no-identidad, son fuentes de enajenación e insinceridad”.

La relación dialéctica mantenida en la distancia adecuada, es fuente de


vida, de crecimiento y de creación, como lo afirmaba Aristóteles en su Ética
a Nicómaco, en donde el filósofo griego no se cansa de insistir en que el
primer camino a la virtud y por ende a la felicidad es la realización más ple-
na posible del rol respectivo: “el primer deber del zapatero es hacer buenos
zapatos, y del médico, atender bien a su enfermos”; y por otro lado, una
sobreidentificación con el rol, conlleva a una pérdida de posibilidades de
ser y, así, aun cuando gano estabilidad, al mismo tiempo pierdo capacidad
de cambio y de adaptación.

La definición de personalidad ha variado de acuerdo con las diferentes es-


cuelas psicológicas y las corrientes del pensamiento, en la medida en que
predomine una visión biológica, psicologista, socioculturalista o existencia-
lista en la valoración de los procesos psicopatológicos.

Clásicamente ha sido definida como la suma de las características que le


otorgan a la persona una individualidad propia, estable e inconfundible. El
concepto presupone el reconocimiento del individuo por los otros y por sí
mismo en el tiempo, que en palabras de WOLFF (1734) es “lo que mantie-
ne la memoria de sí mismo y lo que recuerda haber sido ayer y ser hoy
uno y lo mismo”.

La personalidad constituye la síntesis de todos los elementos que intervie-


nen en la formación mental del individuo y le dan identidad propia. Es el
resultado de las interacciones genéticas, de la constitución psicofisiológi-
ca, de los componentes instintivo-afectivos alimentados por las aferencias
sensitivo-sensoriales y sus formas de reacción y adaptación a las nuevas
experiencias, que han ido jalonando la historia del individuo.
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Definición

Un trastorno de la personalidad es un patrón persistente de formas de pen-


sar, sentir y comportarse que se aparta de las expectativas del grupo social
y se mantiene relativamente estable a lo largo del tiempo.

De acuerdo con el DSM-5 (2013) la característica principal de un trastorno


de la personalidad es:

• Criterio A. Un patrón permanente de experiencia interna y de compor-


tamiento que se aparta acusadamente de las expectativas de la cultu-
ra del individuo, que se manifiesta en al menos dos de las siguientes
áreas:

1. Cognición (formas de percibir e interpretarse a uno mismo, a otras


personas y a los acontecimientos)

2. Afectividad (El rango, la intensidad, la labilidad y la adecuación de


la respuesta emocional)

3. Funcionamiento interpersonal

4. Control de los impulsos

• Criterio B: Este patrón persistente es inflexible y se extiende a una am-


plia gama de situaciones personales y sociales.

• Criterio C: El patrón persistente provoca malestar clínicamente signifi-


cativo o deterioro social o laboral o en otras áreas importantes.

• Criterio D: El patrón es estable y de larga duración, su inicio se remonta


al menos a la adolescencia o la edad adulta temprana.

• Criterio E: El patrón persistente no se explica mejor como una manifes-


tación o consecuencia de otro trastorno mental

• Criterio F: El patrón de comportamiento no es atribuible a los efectos


fisiológicos directos de una sustancia (por ejemplo, una droga, una me-
dicación o la exposición a un tóxico) ni a una enfermedad médica (por
ejemplo, traumatismo cráneo-encefálico).

La Organización Mundial de la Salud (OMS) en su Clasificación Internacio-


nal de las Enfermedades (CIE, 1992), señala que un individuo con trastorno
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de personalidad muestra alteraciones cognitivas (en la manera de percibir


o interpretar los hechos o las personas, en el desarrollo de actitudes y la
imagen de sí mismo o de los demás), en la afectividad (rango, intensidad y
adecuación de la respuesta emocional y de la afectividad), en el control de
impulsos y satisfacción de los deseos y en el modo como se relaciona con
los demás y maneja las situaciones interpersonales. Figura 9.1

Figura 9.1 Criterios diagnósticos del DSM-5 para el trastorno general de la personalidad (Asocia-
ción Americana de Psiquiatría, 2013)

RENATO ALARCÓN (2005) considera que las características comunes a


los diferentes tipos anormales de la personalidad son:

• Falta de ductilidad o flexibilidad, que le dificulta promover en el indivi-


duo cambios sustanciales o facilitar interacciones consistentes.

• Vulnerabilidad multideterminada, por lo cual el individuo es propenso a


reaccionar negativa o desfavorablemente a injurias, agresiones o ten-
siones provenientes de la realidad intrapsíquica o del ambiente.

• Inestabilidad, con tendencia a la variabilidad anímica y la disforia.

• Potencial maladaptativo que conlleva a una falta de coherencia entre


el individuo y su medio y, en ocasiones, a claras desviaciones de las
normas legales o de convivencia social.

• Dificultad para la acción constructiva que compromete la continuidad,


la coherencia y la trascendencia de su actividad.
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• Singularización interpersonal, por la cual los individuos no reconocen


“ser la causa de su conducta” ni los efectos que su comportamiento
provoca en los otros.

• Tendencia a la cronicidad

La CIE-10 (1992) considera que los trastornos de la personalidad se pre-


sentan cuando “el modo de ser propio del individuo y su forma permanente
de vivenciar y comportarse, se desvía de forma importante de las normas
aceptadas y esperadas de la propia cultura”. Son estados no directamente
atribuibles a una enfermedad o a un daño cerebral o a otro trastorno psi-
quiátrico, y reúnen los siguientes criterios:

• Actitudes y conducta notablemente desproporcionadas, que involucran


usualmente varias áreas de funcionamiento, por ejemplo, la cognición,
la afectividad, el control de los impulsos, la manera de percibir y de
pensar, la satisfacción de los deseos, el manejo de las situaciones in-
terpersonales y el modo de relacionarse con los demás.

• La desviación debe manifestarse de forma generalizada como un com-


portamiento rígido y desadaptativo que interfiere con una amplia gama
de situaciones personales y sociales (No se limita a una situación o
estímulo desencadenante).

• El patrón de conducta anormal produce malestar general, efecto nega-


tivo en el entorno social o ambos, consecuencias que son claramente
atribuibles al comportamiento desviado.

• La desviación es estable y de larga duración, con inicio al final de la


infancia o la adolescencia.

• El trastorno conduce a una angustia personal considerable, que suele


hacerse patente en forma tardía.

• El trastorno está usualmente, aunque no invariablemente, asociado


con problemas significativos en el desempeño ocupacional y social.

Prevalencia

La descripción de las entidades nosológicas, utilizando el modelo médico,


implica establecer unas causas, un cuadro sintomático definido, un pronós-
tico basado en el estudio de la evolución habitual, un conocimiento de los
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factores predisponentes y del patrón familiar y finalmente un tratamiento


específico.

Sobre los trastornos de personalidad existe gran ignorancia en relación con


su prevalencia. La primera dificultad que se presenta para realizar un estudio
adecuado de estas entidades, es debida a la egosintonía del trastorno, es
decir que quien lo padece lo asume como “normal” dado que no le provo-
ca malestar psicológico y, por lo tanto, no acude a consulta ni busca ayuda
psicoterapéutica. Por esta razón, la mayoría de los estudios de prevalencia
se han obtenido con individuos que padecen otros trastornos mentales, en
pacientes hospitalizados o en delincuentes recluidos en cárceles y reforma-
torios. En contadas ocasiones, los individuos con trastornos de la personali-
dad acuden al psiquiatra, casi siempre remitidos por un colega o por un juez
quien ha solicitado un peritaje psiquiátrico, o se trata de un menor que acude
presionado por sus padres.

Los resultados de las diferentes encuestas sugieren una prevalencia del


10-20% en la población general. Esta cifra es mayor en las muestras de
pacientes con trastorno mental. ANDREASEN y BLACK (2001) observaron
que más del 50% de los pacientes con trastorno depresivo mayor presen-
tan también un trastorno de personalidad.

Los trastornos de personalidad se asocian con deterioro social e interper-


sonal, desajuste laboral y académico, violencia intrafamiliar y mayores ta-
sas de desempleo, divorcio y separación.

ANDREASEN y BLACK (2001) señalan, que como grupo, los individuos


con trastorno de personalidad tienen un mayor riesgo de muerte temprana,
como consecuencia de los accidentes y del suicidio consumado.

Género

En los hombres son más frecuentes los trastornos antisocial, esquizoide


y obsesivo-compulsivo y en las mujeres se observa con mayor frecuencia
los trastornos límite, histriónico, por evitación y dependiente. El trastorno
esquizotípico muestra igual distribución en ambos sexos.

También se han observado variaciones en la intensidad de algunos rasgos


de personalidad de acuerdo con el género. SILBERSCHMIDT, et. al. (2015)
observaron que las mujeres con trastorno límite de la personalidad presen-
tan niveles mayores de hostilidad, mayor número de rupturas afectivas y
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más frecuentes e intensas alteraciones de la conducta alimentaria compa-


radas con los hombres que presentan este trastorno, quienes presentaron
mayor prevalencia de rasgos de personalidad antisocial y narcisista.

Estas diferencias en la prevalencia de los trastornos de personalidad pro-


bablemente reflejan diferencias de género reales pero el clínico debe tener
en cuenta también los estereotipos sociales que condicionan los roles de
género y los comportamientos en las diferentes culturas.

Comorbilidad

Los trastornos de personalidad con relativa frecuencia muestran comor-


bilidad con otros trastornos mentales como trastorno de pánico, abuso de
sustancias psicoactivas, abuso del alcohol, trastornos del estado de ánimo,
trastorno de identidad de género, parafilias, trastorno de déficit de atención
y trastornos de la alimentación.

Sin lugar a dudas, el trastorno de personalidad límite o borderline, es el que


exhibe mayor comorbilidad y suele sobreponerse o solaparse con otros
trastornos de personalidad como el histriónico, el antisocial, el dependiente
y en un grado menor, aunque significativo, con los trastornos de personali-
dad pasivo-agresiva, elusiva y paranoide.

Es necesario tener en mente, que la comorbilidad dificulta el diagnóstico,


empobrece el pronóstico, resta adherencia al tratamiento y menoscaba la
calidad de vida.

Evaluación y diagnóstico

La valoración de la personalidad debe tener en cuenta los antecedentes ét-


nicos, culturales y sociales del individuo. Los trastornos de la personalidad
no se deben confundir con problemas asociados a la adaptación a una cul-
tura diferente que se da tras la inmigración o con la expresión de hábitos,
costumbres o valores religiosos o políticos propios de la cultura de origen
del individuo. En especial si se evalúa a alguien de una cultura diferente,
resulta útil para el clínico obtener información de personas que conozcan
el entorno cultural del individuo.

Cuando evaluamos la personalidad estamos valorando comportamientos


(rasgos) que se relacionan con la identidad como persona, la capacidad
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de adaptación, la flexibilidad cognoscitiva, la capacidad de evaluación de


la realidad, el afrontamiento de la vida diaria, la relación interpersonal, la
constancia en la tarea, etc. Es decir, es necesario evaluar el diario vivir del
individuo.

Los rasgos de personalidad son patrones persistentes de formas de perci-


bir, relacionarse y pensar sobre el entorno y sobre sí mismo que se ponen
de manifiesto en una amplia gama de contextos sociales y personales.
Se constituyen en trastornos de la personalidad cuando son inflexibles y
desadaptativos o cuando causan un deterioro funcional significativo y ma-
lestar subjetivo.

Se recomienda, como norma general, obtener la información a través de


varias entrevistas, así como complementar la historia clínica con la infor-
mación dada por los familiares y otras personas y revisar los informes pre-
vios para observar la evolución de la conducta.

En la evaluación de la personalidad se tienen en cuenta los datos obtenidos


en la entrevista clínica y los resultados de la aplicación de diversos cuestio-
narios encaminados a detectar la presencia de rasgos de comportamiento.
Los cuestionarios pueden poner en evidencia rasgos o cualidades del indi-
viduo que son “normales” o necesarias a la hora de escoger un candidato
para un determinado cargo o detectar rasgos patológicos que contribuyan
a precisar el diagnóstico clínico, de la esquizofrenia, por ejemplo.

De esta manera, cuestionarios como el cuestionario 16PF de CATTELL,


el Minnesota Multiphasic Personality Inventory (MMPI) y el Inventario para
Temperamento y Carácter de Cloninger, nos aportan datos valiosos sobre
las dimensiones de la personalidad de los individuos que hemos entrevis-
tado, datos que nos ayudan en el diagnóstico, pronóstico y tratamiento de
la persona evaluada.

Recientemente ha tomado auge el Cuestionario NEO de la personalidad,


que además de evaluar varias dimensiones de la personalidad ha mostra-
do que algunas dimensiones se relacionan con patologías mentales espe-
cíficas; por ejemplo, la depresión se relaciona en forma positiva con nive-
les altos de neuroticismo en mujeres y puntajes bajos en extraversión en
hombres, puntajes que a su vez, se correlacionan con niveles elevados de
cortisol en plasma sanguíneo.
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El diagnóstico de los trastornos de la personalidad requiere una evaluación


de los patrones de actividad del individuo a largo plazo, y las características
particulares de la personalidad han de estar presentes desde el principio
de la edad adulta.

El clínico debe valorar la estabilidad de los rasgos de personalidad a lo


largo del tiempo y en situaciones diferentes. La evaluación puede verse
complicada por el hecho de que las características que definen un trastorno
de la personalidad en ocasiones no son consideradas problemáticas por
el individuo, porque los rasgos son a menudo considerados egosintónicos.
Para ayudar a salvar esta dificultad, es útil la información aportada por los
familiares, los compañeros de trabajo y otros observadores.

Las características de un trastorno de la personalidad suelen hacerse reco-


nocibles durante la adolescencia o al principio de la edad adulta. Algunos
tipos de trastornos de la personalidad (especialmente el trastorno antisocial
y el límite de la personalidad) tienden a atenuarse o a remitir con la edad,
lo que no parece suceder con el trastorno obsesivo-compulsivo y el esqui-
zotípico.

Los rasgos de personalidad que definen estos trastornos deben diferen-


ciarse de las respuestas a situaciones estresantes específicos o las causa-
das por intoxicaciones o alteraciones transitorias del estado mental, como
sucede en intoxicaciones agudas o después de un traumatismo cráneo-
encefálico.

El DSM-5 (2013) proporciona criterios diagnósticos específicos para cada


uno de los trastornos de la personalidad. Los ítems específicos en cada
grupo de criterios para cada trastorno de la personalidad son enumerados
en orden de importancia diagnóstica decreciente de acuerdo con los datos
de eficiencia diagnóstica.

Clasificación

El DSM-5 (2013) clasifica los 10 trastornos de la personalidad en tres gru-


pos, a saber:

• Grupo A. Incluye los trastornos de la personalidad paranoide, esquizoi-


de y esquizotípico. Los individuos que presentan estos trastornos se
muestran como raros o excéntricos.
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• Grupo B. Comprende los trastornos de la personalidad antisocial, limí-


trofe, histriónica y narcisista, que comparten un aumento en la labilidad
emocional que hace que los individuos aparezcan como dramáticos,
emotivos e inestables.

• Grupo C. Conformado por los trastornos de la personalidad evitativa,


dependiente y obsesivo-compulsiva, donde la ansiedad y el temor son
síntomas comunes.

Trastorno de la personalidad paranoide

La característica esencial del trastorno es un patrón de desconfianza y sus-


picacia general hacia los otros, de forma que las intenciones de éstos son
interpretadas como maliciosas.

Los criterios del DSM-5 (2013) para su diagnóstico son:

A. Desconfianza y suspicacia intensa frente a los demás, de tal manera


que sus motivos se interpretan como malévolos, que comienza en las
primeras etapas de la vida adulta y está presente en diversos contex-
tos, y que se manifiesta por cuatro (o más) de los siguientes hechos:

• Sospecha, sin base suficiente, que los demás se van a aprovechar


de ellos, les van a hacer daño o a engañar.

• Preocupación por dudas no justificadas acerca de la lealtad o fide-


lidad de los amigos o socios.

• Reticencia a confiar en los demás por temor injustificado a que la


información que se comparta pueda ser utilizada en su contra.

• Lectura encubierta de significados denigrantes o amenazadores


en comentarios o actos sin malicia.

• Alberga rencores durante mucho tiempo y no olvidan los insultos,


injurias o desprecios.

• Percibe ataques a su persona o a su reputación que no son apa-


rentes para los demás y está predispuesto a reaccionar con ira o
a contraatacar.
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• Sospecha recurrente, sin justificación, respecto a la fidelidad del


cónyuge o pareja.

B. Estas características no aparecen exclusivamente en el transcurso


de una esquizofrenia, un trastorno del estado de ánimo con síntomas
psicóticos o un trastorno psicótico y no son debidas a los efectos fisio-
lógicos directos de una enfermedad médica.

Estos individuos son suspicaces, hipersensibles, rígidos, argumentadores,


envidiosos y tienden a exagerar su propia importancia. Se mantienen en
una actitud defensiva que puede llevarlos a mostrarse muy agresivos. Tien-
den a proyectar sus sentimientos y a culpabilizar a los demás. Con frecuen-
cia sospechan que los actos de los demás tienen motivaciones maliciosas
y, en cambio, no tienen capacidad de autocrítica. Afectivamente dan la
impresión de ser fríos y no tener sentido del humor.

El pensamiento de las personalidades paranoides se rige por el mecanismo


de establecer relaciones de causa-efecto entre dos hechos por su proximi-
dad o sucesión en el tiempo y no por la lógica. Por ejemplo, si la gente ríe
en el momento en que entran a un lugar, relacionan la risa con su entrada
porque le tienen envidia.

Los individuos con trastorno de la personalidad paranoide son personas


con quienes generalmente es difícil llevarse bien y suelen tener problemas
en las relaciones personales. Su suspicacia y hostilidad excesivas pueden
expresarse mediante las protestas directas, las quejas recurrentes o por un
distanciamiento silencioso claramente hostil.

La suspicacia de estas personas se extiende a todas las áreas de la vida


pero es especialmente notable en sus relaciones interpersonales que son
frágiles y superficiales, con muy pocas o ninguna de índole íntima y pro-
funda. En las personas en quienes confían, la confianza es lábil y precaria
y desaparece fácilmente con cualquier hecho o actitud que estimule su
pensamiento paranoide, que puede llevarlos a presentar reacciones explo-
sivas, inadecuadas e intensas.

Suelen ser trabajadores esforzados y eficientes pero es frecuente que su


situación laboral se deteriore a causa de los conflictos surgidos de su pen-
samiento paranoide con superiores, compañeros y subalternos.
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Pueden presentarse sentimientos de grandeza o de exagerada auto impor-


tancia, que se relacionan con un sentimiento abrumador de inferioridad, des-
valorización, incapacidad e incompetencia. Se trata de una racionalización
utilizada para explicar el interés exagerado que sienten enfocado sobre su
persona. Así nace y se afirma la convicción de su propia importancia.

Se ha señalado que la prevalencia del trastorno paranoide de la personali-


dad es del 0,5-2,5% en la población general, del 10-20% en los hospitales
psiquiátricos y del 2-10% en los pacientes psiquiátricos ambulatorios.

El trastorno de la personalidad paranoide es más frecuente en varones


y puede manifestarse por primera vez en la infancia o la adolescencia a
través de actitudes y comportamientos de aislamiento, relaciones escasas
con los compañeros, ansiedad social, bajo rendimiento escolar, hipersensi-
bilidad, pensamiento y lenguaje peculiares.

Existen datos que apuntan hacia un aumento de prevalencia del trastorno


paranoide de la personalidad en los familiares de los pacientes con esqui-
zofrenia crónica y hacia una relación familiar más específica con el trastor-
no delirante, tipo persecutorio.

Los miembros de los grupos minoritarios, los inmigrantes, los refugiados


políticos y económicos o los individuos con diferentes antecedentes étnicos
pueden mostrar comportamientos recelosos o defensivos debido al des-
conocimiento del idioma o la ignorancia de las normas o las leyes o a la
percepción de desprecio o de indiferencia por parte de la sociedad mayo-
ritaria, sin que estos rasgos conformen un trastorno de la personalidad de
tipo paranoide.

Diagnóstico diferencial

Es preciso diferenciar entre el trastorno de personalidad paranoide y la


esquizofrenia paranoide o los trastornos delirantes. En la personalidad pa-
ranoide no se encuentran alucinaciones o ideas delirantes, síntomas que
se presentan en las otras entidades clínicas mencionadas. Sin embargo,
estas personalidades pueden desarrollar una esquizofrenia paranoide o un
trastorno delirante cuyos síntomas pueden magnificar los rasgos de perso-
nalidad.

El trastorno de la personalidad paranoide ha de distinguirse del cambio


de la personalidad debido a una enfermedad médica, en el que los rasgos
Trastornos de la personalidad 241

aparecen debido a los efectos directos de un enfermedad del sistema ner-


vioso central, o de los síntomas que pueden aparecer asociados al consu-
mo crónico de sustancias psicoactivas, como la cocaína, o de los rasgos
paranoides asociados a la aparición de minusvalías físicas, por ejemplo
disminución de la agudeza visual o deterioro auditivo.

Tratamiento

Muy pocos de estos pacientes se someten a tratamiento y cuando lo hacen


es porque presentan un trastorno psiquiátrico del tipo depresivo o ansioso.
La principal dificultad en el tratamiento reside en el hecho de que la relación
terapéutica se ve obstaculizada por la desconfianza del paciente.

La actitud del terapeuta debe ser firme e imparcial. Debe evitar la confron-
tación directa de las ideas del paciente, para no provocar su hostilidad y
la ruptura de la relación, ni tampoco apoyarlas en forma benévola, para no
reforzar su actitud paranoide. Debe ser honesto y sincero para obtener y
conservar al máximo la confianza del paciente.

No hay estudios concluyentes sobre el manejo farmacológico de esta pa-


tología, aunque algunos clínicos refieren buenos resultados con el uso de
antipsicóticos, como el pimozide, a dosis bajas.

Trastorno de la personalidad esquizoide

La característica esencial del trastorno es un patrón general de distancia-


miento de las relaciones sociales y de restricción de la expresión emocional
en el plano interpersonal.

Los criterios del DSM-5 (2013) para su diagnóstico son:

A. Un patrón dominante de desapego en las relaciones sociales y poca


variedad de expresión de las emociones en contextos interpersona-
les, que comienza en la edad adulta y se hace presente en cuatro o
más de los siguientes hechos:

• No desea ni disfruta las relaciones íntimas, incluido el formar parte


de una familia.

• Escoge casi siempre actividades solitarias.


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• Muestra escaso o nulo interés en tener experiencias sexuales con


otra persona.

• Disfruta con poca o ninguna actividad.

• No tiene amigos íntimos o personas de su confianza, aparte de los


familiares de primer grado.

• Se muestra indiferente a los halagos o las críticas de los demás.

• Muestra frialdad emocional, distanciamiento o aplanamiento de la


afectividad.

B. Estas características no aparecen exclusivamente en el transcurso


de una esquizofrenia, un trastorno del estado de ánimo con síntomas
psicóticos o un trastorno psicótico y no son debidas a los efectos fisio-
lógicos directos de una enfermedad médica.

Los individuos con trastorno de la personalidad esquizoide son dados al


ensueño diurno y son incapaces de mostrar hostilidad o agresividad.

Tienden a desempeñar trabajos que no exijan contacto interpersonal y a vi-


vir en lugares poco poblados. Su rendimiento en el trabajo es inversamente
proporcional al grado de relación social que éste exija.

La actividad laboral suele estar deteriorada, sobre todo si se requiere una


implicación interpersonal, aunque los individuos con este trastorno pueden
desenvolverse bien cuando trabajan en condiciones de aislamiento social.

Los individuos con trastorno de la personalidad esquizoide no demuestran


tener deseos de intimidad y parecen indiferentes a las oportunidades de es-
tablecer relaciones personales. Prefieren emplear el tiempo en sí mismos a
interactuar con otras personas. Suelen parecer indiferentes a la aprobación
o la crítica de los demás y no muestran preocupación alguna por lo que los
demás puedan pensar de ellos, rasgo que los diferencia de los individuos
con trastorno paranoide de la personalidad.

Son lentos en madurar sexualmente por su incapacidad para formar rela-


ciones íntimas, especialmente con el sexo opuesto. Debido a su falta de
habilidades sociales y a la falta de deseo de experiencias sexuales, los in-
dividuos con este trastorno tienen pocas amistades, es poco frecuente que
Trastornos de la personalidad 243

salgan con alguien y no suelen casarse. Algunos se casan pero la comuni-


cación con la pareja es limitada; los matrimonios pueden ser exitosos si la
pareja no es excesivamente demandante, tanto social como sexualmente.

El trastorno se anuncia desde la infancia y es frecuente que los futuros


esquizoides aparezcan como niños tímidos y retraídos que tienden a rehuir
las dificultades. Son raramente agresivos y se refugian en fantasías.

Pueden ser talentosos y brillantes en los estudios pero este es un factor


más que los separa de los demás. Los esquizoides no se involucran social-
mente con la gente y se entregan a intereses o “hobbies” solitarios. Algunos
se dedican a proyectos intelectuales de alto nivel, lo que los puede llevar
a un gran éxito personal a pesar de lo cual permanecen aislados. Pueden
hallar gusto en ideologías filosóficas o en empresas idealistas, siempre y
cuando esto no exija involucrarse con otras personas.

Los individuos con este trastorno pueden experimentar episodios psicóti-


cos muy breves (que duran minutos u horas) como respuesta al estrés. En
algunos casos el trastorno esquizoide de la personalidad puede aparecer
como el antecedente premórbido de un trastorno delirante o la esquizofre-
nia, razón por la cual, algunos clínicos lo consideran como un fenotipo del
trastorno esquizofrénico.

El trastorno de la personalidad esquizoide, al igual que la esquizofrenia, es


más frecuente e invalidante en hombres. Puede hacerse patente por pri-
mera vez en la infancia o la adolescencia por actitudes y comportamientos
solitarios, pobres relaciones con los compañeros y bajo rendimiento esco-
lar, lo que señala como diferentes a estos niños o adolescentes y les hace
sujetos de burlas.

La personalidad esquizoide ha sido asociada con la esquizofrenia por-


que existen afinidades en las psicopatologías de ambos trastornos. En
el espectro de la esquizofrenia se destacan el desapego social, la ex-
presión afectiva disminuida y distorsiones perceptivas. Las dos primeras
características son notorias en el esquizoide y en la personalidad esqui-
zotípica, razón por la cual, se supuso erróneamente que la personalidad
esquizoide era el terreno sobre el cual se desarrollaba la esquizofrenia o
que configuraba una fase prodrómica de la enfermedad.

En realidad, la proporción de pacientes esquizoides que evolucionan


hasta presentar una esquizofrenia es desconocida, pero con frecuencia
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tanto la personalidad esquizoide como la esquizotípica se observan en


familiares de pacientes esquizofrénicos, lo que sugiere un compromiso
genético, de tipo de agregación familiar.

Diagnóstico diferencial

El trastorno de la personalidad esquizoide debe diferenciarse de un cuadro


delirante-alucinatorio, de la esquizofrenia y de un trastorno del estado de
ánimo con síntomas psicóticos. Cuando un individuo presenta un trastorno
psicótico crónico (esquizofrenia) que fue precedido por un trastorno esqui-
zoide de la personalidad, deben registrarse ambos trastornos.

Con frecuencia, se presentan grandes dificultades para distinguir a los in-


dividuos con trastorno esquizoide de la personalidad de quienes presentan
formas leves de trastorno autista y trastorno de Asperger, que se distin-
guen por producir un deterioro más grave de la interacción social y por la
presentación de comportamientos estereotipados.

Las personas que han cambiado de un entorno rural a uno urbano pueden
reaccionar con un “enfriamiento emocional” que puede durar varios meses
y manifestarse por actividades solitarias, actividad restringida y otros défi-
cits en la comunicación. Los inmigrantes de otros países son vistos a veces
erróneamente como fríos, hostiles o indiferentes, sin que su comportamien-
to configure un patrón de personalidad esquizoide.

Tratamiento

Los esquizoides generalmente no buscan ayuda terapéutica y si lo hacen


es porque alguna crisis trastorna sus patrones mínimos de funcionamiento
o presentan algún otro trastorno psiquiátrico, usualmente depresivo o an-
sioso, o se trata de menores remitidos por sus padres quienes se muestran
alarmados por su conducta excéntrica o su aislamiento social.

El tratamiento es difícil porque los recursos del Yo son limitados. Su ten-


dencia a rehuir los contactos interpersonales entorpece o imposibilita el
establecimiento de una relación terapéutica adecuada. Si el paciente está
motivado para cambiar su comportamiento, se obtienen buenos resultados
con estrategias conductuales como asistir a un concierto, participar en jue-
go de cartas o, eventualmente, tomar clases de baile.

Los resultados obtenidos con psicofármacos son desalentadores.


Trastornos de la personalidad 245

Trastorno de la personalidad esquizotípica

Su característica esencial es un patrón general de déficit social e interper-


sonal caracterizado por un malestar agudo y una capacidad reducida para
las relaciones personales, así como por distorsiones cognoscitivas o per-
ceptivas y excentricidades del comportamiento.

Los criterios del DSM-5 (2013) para su diagnóstico son:

A. Un patrón dominante de deficiencias sociales e interpersonales que


se manifiesta por un malestar agudo y poca capacidad para las rela-
ciones estrechas, así como por distorsiones cognitivas o perceptivas y
comportamiento excéntrico, que comienza en las primeras etapas de
la edad adulta y está presente en diversos contextos y se manifiesta
por cinco o más de las siguientes circunstancias :

• Ideas de referencia que no deben ser delirantes.

• Creencias extrañas o pensamiento mágico que influye en el com-


portamiento y no concuerda con las normas culturales (por ejem-
plo, superstición, creer en la clarividencia, telepatía o un “sexto
sentido”. En niños y adolescentes fantasías o preocupaciones ex-
trañas)

• Experiencias perceptivas no habituales, como ilusiones corporales


o sentir que pueden leer el pensamiento o poseen un poder má-
gico.

• Pensamiento y lenguaje extraños (vago, circunstancial, metafóri-


co, sobrevalorado o estereotipado)

• Suspicacia o ideación paranoide.

• Afectividad inapropiada o restringida.

• Comportamiento o apariencia extraños, raros o excéntricos.

• Carencia de amigos íntimos y de confidentes, con excepción de


los familiares de primer grado.

• Ansiedad social excesiva que no disminuye con la familiaridad,


que tiende a asociarse con los temores paranoides más que con
los juicios negativos sobre uno mismo.
246 Jorge Téllez-Vargas

B. Estas características no aparecen exclusivamente en el transcurso


de una esquizofrenia, un trastorno del estado de ánimo con síntomas
psicóticos, un trastorno psicótico o un trastorno generalizado del de-
sarrollo

La CIE-10 no considera estas alteraciones como un trastorno de la perso-


nalidad, por lo cual clasifica el cuadro clínico junto a la esquizofrenia y los
trastornos delirantes.

Los individuos con trastorno de la personalidad esquizotípica interpretan


como problemáticas las relaciones interpersonales y no se encuentran có-
modos relacionándose con otras personas. Se sienten ansiosos en situa-
ciones sociales, especialmente en las que implica interactuar con gente
desconocida. Interactúan con otros cuando tienen que hacerlo, pero prefie-
ren encerrarse en sí mismos, porque sienten que ellos son diferentes de los
demás y no “encajan”. Su ansiedad social no disminuye fácilmente, porque
suele estar asociada con un recelo de las interacciones ajenas; por ejem-
plo, al acudir a una cena de amigos, el individuo con trastorno esquizotípico
de la personalidad no se relaja a medida que pasa el tiempo si no, que por
el contrario, se encuentra cada vez más tenso y suspicaz.

El trastorno tiene un curso crónico con fluctuaciones en la intensidad y


ocasionalmente evoluciona hacia la esquizofrenia. Es frecuente observarlo
en individuos genéticamente emparentados con esquizofrénicos, razón por
la cual, se cree que forma parte del espectro genético de la esquizofrenia.

Las personas que sufren un trastorno de personalidad esquizotípica pre-


sentan singularidad del pensamiento, de la percepción, del lenguaje y de la
conducta, pero los síntomas no son lo suficientemente severos para llenar
los requisitos de un diagnóstico de esquizofrenia.

Pueden presentar síntomas como angustia, disforia o depresión, y en ca-


sos de extrema tensión pueden aparecer síntomas psicóticos pasajeros o
mostrarse inclinados a adoptar credos extravagantes, como una extrema
beatería o creencias religiosas marginales.

Con frecuencia el trastorno coexiste con rasgos de personalidad fronteriza


y, a veces, pueden observarse ambos trastornos en un mismo individuo.

El trastorno de la personalidad esquizotípica se observa aproximadamente


en el 3% de la población general, posee un curso clínico relativamente
estable y solamente un pequeño número de individuos desarrolla una es-
Trastornos de la personalidad 247

quizofrenia o un otro trastorno psicótico. Su prevalencia es mayor en los


familiares de primer grado de los individuos con esquizofrenia que en la
población general.

El trastorno presenta alta comorbilidad (30-50%) con el episodio depresivo


mayor.

Los individuos con trastorno de la personalidad esquizotípica suelen buscar


tratamiento para los síntomas asociados de ansiedad, depresión u otros es-
tados de ánimo disfóricos, más que para las características del trastorno de
la personalidad per se. Pueden experimentar episodios psicóticos transito-
rios como respuesta al estrés. En ocasiones presentan síntomas psicóticos
significativos que cumplen los criterios para un trastorno psicótico breve,
un trastorno esquizofreniforme, un trastorno delirante o una esquizofrenia.

Diagnóstico diferencial

Al hacer el diagnóstico diferencial es necesario tener en cuenta las carac-


terísticas determinadas culturalmente, en especial las referidas a las creen-
cias y rituales religiosos, pueden ser vistas como esquizotípicas por un pro-
fano desinformado (por ejemplo, el vudú, hablar otras lenguas, creer en la
vida después de la muerte, chamanismo, leer la mente, sexto sentido, ojo
del diablo y creencias mágicas relacionadas con la salud y la enfermedad).

Tratamiento

El tratamiento psicoterapéutico sigue los mismos delineamientos generales


y los principios que rigen la terapia de la personalidad esquizoide.

En el campo farmacológico, algunos trabajos han puesto en evidencia que


el uso de antipsicóticos atípicos (risperidona, olanzapina, quetiapina) per-
mite obtener a corto plazo, la mejoría de algunos de los síntomas senso-
perceptivos, de la ideación prepsicótica y de la ansiedad. Los inhibidores
selectivos de la recaptación de serotonina pueden ser útiles para disminuir
los niveles de agresividad.

Trastorno de la personalidad antisocial

El DSM-5 (2013) y las ediciones anteriores de esta clasificación dan a esta


personalidad el calificativo de antisocial que seguiremos utilizando por es-
248 Jorge Téllez-Vargas

tar más difundido que el de disocial que aparece en el CIE-10, y lo haremos


sin temor a confusión, ya que ambas denominaciones se refieren exacta-
mente al mismo trastorno.

Existen en la sociedad individuos cuya conducta insólita ha intrigado por


muchos años a jueces, abogados, criminalistas y psiquiatras, a quienes se
ha denominado “psicópatas” o “sociópatas”. Sin embargo, algunos individuos
muestran una conducta antisocial pero no cumplen los criterios para ser in-
cluidos entre las personalidades antisociales.

El individuo que se parapeta en una azotea, dispara sobre la multitud y


sostiene un intenso tiroteo con la policía hasta ser capturado o muerto,
sufre probablemente un trastorno paranoide y su conducta es motivada por
sus ideas delirantes. El que roba en forma compulsiva en los almacenes
objetos de poco valor monetario y sin necesidades apremiantes, obra bajo
el influjo de una cleptomanía. Los delitos cometidos por un delincuente
común obedecen generalmente a motivaciones utilitarias y el individuo no
debe ser juzgado con un enfoque psicopatológico sino moral y legal.

Las conductas antisociales que acabamos de describir son consecuencia


de causas complejas de orden psiquiátrico o socio-cultural. En cambio la
conducta de los individuos que sufren un trastorno de personalidad antiso-
cial, no es un síntoma causado por otros problemas psiquiátricos o el re-
sultado de presiones socio-culturales, sino que es la expresión primaria del
trastorno. Figura 9.2

Figura 9.2 La característica principal del


trastorno antisocial de la personalidad es un
patrón de comportamiento caracterizado por
el desprecio y violación de los derechos de
los demás, que se inicia en la infancia y se
hace más notorio en la edad adulta. (Marlon
Brando, en su papel de Vito Corleone, en la
película El Padrino)
Trastornos de la personalidad 249

CHECKLEY (1964) considera los siguientes síntomas como característicos


del trastorno:

• Encanto superficial y buena inteligencia.


• Ausencia de ideas delirantes y de otros signos de pensamiento irracional.
• Ausencia de “nerviosismo” o de manifestaciones ansiosas.
• Falta de confiabilidad.
• Falta de veracidad y sinceridad.
• Falta de remordimiento de vergüenza.
• Conducta antisocial inadecuadamente motivada.
• Juicio pobre e incapacidad para aprender de la experiencia.
• Egocentrismo patológico e incapacidad de amar.
• Pobreza general en las relaciones afectivas mayores.
• Pérdida específica de la introspección.
• Falta de respuestas en las relaciones interpersonales.
• Conducta fantástica y repulsiva con la bebida y a veces sin ella.
• Vida sexual impersonal, trivial y pobremente integrada.
• Comportamiento suicida poco frecuente.

El trastorno se denomina también psicopatía, sociopatía o trastorno diso-


cial de la personalidad. Como el engaño y la manipulación son dos rasgos
primordiales del trastorno es necesario que el clínico obtenga información
fidedigna de fuentes distintas al paciente, por lo cual es necesario entrevis-
tar a sus familiares y amigos para poder evaluar adecuadamente la infor-
mación suministrada por el paciente.

Los criterios del DSM-5 (2013) para su diagnóstico son:

A. Un patrón dominante de inatención y vulneración de los derechos de


los demás, que se produce desde los 15 años de edad, y que se ma-
nifiesta por tres o más de los siguientes hechos:

• Incumplimiento de las normas sociales respecto a los comportamientos


legales, que se manifiesta por actuaciones repetidas que son motivo de
detención o arresto.
250 Jorge Téllez-Vargas

• Engaño, que se manifiesta por mentiras repetidas, utilización de alias o


estafa para provecho o placer personal.

• Impulsividad e incapacidad para planificar el futuro.

• Irritabilidad y agresividad, que se manifiestan por peleas físicas repeti-


das y conductas agresivas frecuentes.

• Despreocupación imprudente por su seguridad o la de los demás.

• Irresponsabilidad persistente, que se manifiesta incapacidad para man-


tener un comportamiento laboral coherente o cumplir las obligaciones
económicas.

• Carencia de sentimientos de remordimiento que se traducen en indife-


rencia o justificación del daño o maltrato que han hecho a los demás.

B. El individuo es mayor de 18 años.

C. Existen pruebas de un trastorno disocial que comienza antes de los 15


años.

D. El comportamiento antisocial no aparece exclusivamente en el trans-


curso de una esquizofrenia o un episodio maníaco.

Las personas con este trastorno carecen de empatía y desprecian los de-
seos, derechos o sentimientos de los demás, a quienes constantemente
engañan o manipulan para obtener provecho propio.

Su despreocupación imprudente por su seguridad o la de los demás se


demuestra al conducir a grandes velocidades o bajo efectos del alcohol,
tendencia a la promiscuidad sexual y al abuso de sustancias psicoactivas.
Pueden abandonar o descuidar a sus hijos y ponerlos en graves riesgos.

Con frecuencia culpan y se mofan de sus víctimas por ser tontos o débiles
y justifican sus actos y falta de remordimiento con frases como “la vida es
dura”, “el que es perdedor se lo merece”, “el vivo vive del bobo”.

Los individuos con trastorno de la personalidad antisocial suelen ser engreí-


dos, tercos, autosuficientes y fanfarrones y poseen una buena capacidad de
expresión verbal con la cual envuelven, manipulan y engañan a sus víctimas.
Trastornos de la personalidad 251

Los rasgos antisociales se presentan desde la infancia. Son niños penden-


cieros, mentirosos, conflictivos, agreden físicamente a sus compañeros de
clase, se fugan del colegio, participan en pandillas, no aceptan las normas
de autoridad y en la adolescencia pueden presentar francas conductas de-
lictivas e incluso abuso sexual. Sus relaciones de pareja son inestables y
con frecuencia maltratan físicamente a su cónyuge y son irresponsables
con sus hijos.

Con frecuencia los individuos con trastorno de la personalidad antisocial


presentan alcoholismo, abuso de sustancias psicoactivas, parafilias, dis-
función sexual, juego patológico, y trastornos de ansiedad. Los intentos de
suicidio y los suicidios consumados también son frecuentes, dado sus altos
niveles de impulsividad.

El fenómeno actual de “matoneo” (bullying) que se observa en los colegios,


no debe ser visto exclusivamente como un fenómeno social de la época,
sino que debe ponernos alerta sobre la posibilidad de que quienes lo prac-
tican pueden padecer un trastorno disocial de la personalidad.

El comportamiento delictivo parece disminuir con la edad, pero el abuso


intrafamiliar, el alcoholismo, el abuso de drogas, y la irresponsabilidad ha-
cia los demás, son comportamientos que se mantienen a lo largo de la
existencia.

Los estudios clínicos sugieren que tanto los factores genéticos como los
psicosociales inciden en la aparición del trastorno pero los estudios de
adopción están a favor de una mayor importancia de los factores genéticos.

El trastorno es más frecuente en varones (3%) que en mujeres (1%) y el


riesgo es mayor si un familiar de primer grado presenta este trastorno. Los
estudios de adopción indican que tanto los factores genéticos como los
ambientales contribuyen a aumentar el riesgo de presentar el trastorno.

El trastorno es más frecuente en los individuos que han mostrado un com-


portamiento disocial en la infancia, caracterizado por conductas agresivas
que causan daño a otras personas o animales, historia de hurtos o daños
a la propiedad ajena y violaciones graves de las normas sociales. Se ha
observado una mayor frecuencia de este trastorno en los individuos que han
presentado en su infancia un trastorno por déficit de atención asociado a hi-
peractividad o han sido maltratados, abandonados o abusados sexualmente.
252 Jorge Téllez-Vargas

En la personalidad antisocial o en los individuos que presentan comporta-


mientos antisociales se ha observado alteración en el funcionamiento del
sistema límbico y de las estructuras asociadas con la percepción de la
empatía (las neuronas espejo, la corteza anterior del cíngulo y la ínsula),
hallazgos que podrían explicar su frialdad afectiva y su falta de solidaridad.

Los comportamientos agresivos e impulsivos que se observan en las per-


sonalidades borderline y antisociales parecen estar relacionados con una
excesiva reactividad de la amígdala del hipocampo, disminución de los me-
canismos inhibidores de la corteza prefrontal y disminución de la facilita-
ción serotoninérgica del control prefrontal.

Algunos individuos pueden presentar disforia, tensión emocional, incapa-


cidad para tolerar el aburrimiento y estados de ánimo depresivo, que con
frecuencia son breves y desencadenan conductas impulsivas y agresivas.
Las alteraciones del estado de ánimo los hace proclives al abuso de alco-
hol y de sustancias psicoactivas.

El clínico debe evaluar el contexto social y económico del paciente porque


con frecuencia el medio en que se desenvuelve estimula la aparición de
conductas antisociales como una estrategia para la sobrevivencia, como
sucede en comunas o barrios de invasión. Los comportamientos antisocia-
les sólo constituyen un trastorno antisocial de la personalidad cuando son
inflexibles, desadaptativos y persistentes y ocasionan deterioro funcional
significativo o malestar subjetivo.

La CIE-10 lo denomina trastorno disocial de la personalidad y no conside-


ra como criterio diagnóstico la aparición de comportamientos antisociales
durante la infancia.

Tratamiento

La psicoterapia analítica clásica no es útil en estos casos a causa de la


estructura del ego y del superyo de estos individuos. Algunos autores re-
portan tratamientos psicoanalíticos exitosos pero parece que se han apli-
cado a individuos que exhiben conductas antisociales y no a verdaderas
personalidades antisociales.

Como se comentó anteriormente, estos individuos son incapaces de ex-


perimentar sentimientos de culpa y de aprender del castigo, por lo cual su
Trastornos de la personalidad 253

rehabilitación en las cárceles y sitios de reclusión es casi nula. De hecho,


siguen delinquiendo desde la cárcel o reinician sus comportamientos anti-
sociales y delictivos al cumplir su condena.

No existe un tratamiento farmacológico específico. Con carbonato de litio,


fenitoina, valproato o carbamazepina se han obtenido mejorías parciales
de algunos síntomas, como la ansiedad y la intensidad y la frecuencia de
las conductas agresivas. Debe evitarse el uso de benzodiacepinas por el
alto riesgo de presentar dependencia que exhiben estos pacientes.

Algunos autores han reportado mejoría de algunos comportamientos an-


tisociales con técnicas de tipo cognoscitivo-comportamental. En algunos
casos, la terapia familiar o de pareja, puede ser útil.

Trastorno de la personalidad límite

Esta entidad clínica, descrita por STERN (1938) quien la situó entre la neu-
rosis y la psicosis, ha recibido distintos nombres: esquizofrenia ambulatoria
(Zilborg), personalidades “como sí” (H. Deutsch), esquizofrenia pseudo-
neurótica (Hoch), organización fronteriza de la personalidad (Kernberg) y
al mismo tiempo ha ido evolucionando su concepción clínica desde confor-
mar un síndrome clínico cuya característica más notoria era su semejanza
con la esquizofrenia hasta considerarse, actualmente, como un verdadero
trastorno de personalidad.

La CIE-10 la considera como el tipo límite del trastorno de inestabilidad


emocional de la personalidad caracterizado por un patrón de inestabilidad
en las relaciones interpersonales, en la autoimagen y la afectividad que se
acompaña de frecuentes comportamientos impulsivos.

Los criterios del DSM-5 (2013) para su diagnóstico son los siguientes:

Un patrón predominante de inestabilidad en las relaciones interpersonales,


de la autoimagen e impulsividad intensa, que comienza en las primeras
etapas de la vida adulta, y se manifiesta por cinco o más de los siguientes
hechos:

• Esfuerzos desesperados para evitar un abandono real o imaginario.

• Un patrón de relaciones interpersonales inestables e intensas caracteri-


zado por la alternancia entre los extremos de idealización y devaluación.
254 Jorge Téllez-Vargas

• Alteración de la identidad: inestabilidad intensa y persistente de la au-


toimagen y del sentido del yo.

• Impulsividad en dos o más áreas que son potencialmente autolesivas:


gastos, sexo, abuso de sustancias, conducción temeraria, atracones
de comida.

• Comportamiento, actitud o amenazas recurrentes de suicidio o conduc-


tas autolesivas.

• Inestabilidad afectiva debida a una notable reactividad del estado de


ánimo. El individuo presenta episodios de disforia intensa, irritabilidad
y ansiedad que suelen durar horas y rara vez días.

• Sentimientos crónicos de vacío afectivo.

• Ira inapropiada e intensa con dificultades para controlarla: mal genio


frecuente, enfado constante, peleas físicas recurrentes.

• Ideación paranoide transitoria relacionada con el estrés y presencia de


síntomas disociativos graves.

Se trata de individuos muy sensibles a las circunstancias ambientales y a la


percepción inminente de separación o rechazo. Con frecuencia perciben que
son abandonados porque son “malos” y los sentimientos de culpa se expresan
en conductas autoagresivas como mutilaciones o intentos de suicidio.

El temor a ser abandonados se relaciona con la intolerancia a estar so-


los y la necesidad imperiosa de permanecer acompañados, que hace que
sus relaciones afectivas sean vividas intensamente pero percibidas como
inestables. Los cambios en su comportamiento son bruscos y dramáticos,
pasando del amor y la entrega al odio y el rencor.

La inestabilidad emocional parece ser producida por excesiva reactividad


de los circuitos gabaérgicos, glutamatérgicos y colinérgicos, que incrementa
la sensibilidad y la reactividad del individuo frente a los estímulos ambien-
tales.

La prevalencia del trastorno es del 2% en la población general. Es cinco


veces más frecuente en los familiares de primer grado que en la población
general, lo cual sugiere un posible componente genético.
Trastornos de la personalidad 255

Es más frecuente en individuos que han sido maltratados física y emocio-


nalmente o abusados sexualmente en la infancia.

Los intentos recurrentes de suicidio y las autoagresiones constituyen un


motivo de consulta frecuente tanto a nivel primario como en los servicios
de salud mental. Es necesario evaluar los intentos de suicidio y no conside-
rarlos como una simple amenaza porque un 8-10% de los pacientes logran
consumarlo. La automutilación puede ocurrir durante experiencias disocia-
tivas y a menudo proporciona un alivio de la tensión emocional o pueden
ser vivenciadas como una expiación de sus sentimientos de maldad.

La baja autoestima que poseen y la infravaloración de sus logras hace que


con frecuencia abandonen las tareas antes de lograr un objetivo, como su-
cede con los estudios, el trabajo e incluso, el tratamiento psicoterapéutico.

En algunos individuos se aprecian síntomas psicóticos como alucinacio-


nes, distorsiones de la imagen corporal, ideas de referencia y fenómenos
hipnagógicos como reacción ante el estrés. La evolución de los síntomas
permite hacer el diagnóstico y diferenciarlo de la esquizofrenia y de otros
trastornos psicóticos.

Los individuos con trastorno limítrofe de la personalidad son proclives al


abuso de alcohol y sustancias psicoactivas desde la adolescencia.

Tratamiento

Las estrategias psicoterapéuticas están encaminadas a integrar el individuo,


sus objetivos y sus afectos con sus correspondientes relaciones humanas.
Desde el punto de vista dinámico, la regresión que es frecuente en ellos,
obstaculiza la terapia, por lo que se recomienda combinarla con estrategias
de resolución de conflictos y de aprendizaje social para minimizar y limitar la
regresión. En todo caso, sea cual sea la modalidad escogida, el tratamiento
psicoterápico debe ser llevado a cabo por terapeutas experimentados.

Se recomienda la terapia de familia para apoyar los avances obtenidos en la


terapia individual y en la farmacoterapia y con el objeto de modificar las situa-
ciones familiares, que son frecuencia son inestables, abusivas o negligentes.

En cuanto a la farmacoterapia se han obtenido resultados prometedores


con el uso de antipsicóticos atípicos y estabilizadores del ánimo (litio, val-
proato, carbamazepina). Los antipsicóticos han mostrado ser eficaces en
256 Jorge Téllez-Vargas

reducir la ansiedad, la hostilidad, las ideas de referencia y las experiencias


disociativas. Los inhibidores de la mono amino oxidasa (IMAO) parecen ser
útiles para combatir los estados disfóricos y las conductas impulsivas. Con
la carbamazepina se ha logrado controlar los episodios de impulsividad y
autoagresión.

Es necesario ser cautelosos en el uso de las benzodiacepinas porque tie-


nen un efecto desinhibidor que puede provocar comportamientos agresivos
y, además, pueden desencadenar fenómenos de dependencia en estos
pacientes.

La hospitalización está indicada en los momentos de crisis, especialmente


si existe probabilidad de suicidio o de otras conductas regresivas peligrosas.

Trastorno de la personalidad histriónica

Está caracterizado por emotividad generalizada y excesiva y búsqueda de


ser el centro de atención.

Anteriormente se denominó personalidad histérica y se relacionó con la


presentación de síntomas de conversión (parálisis histérica) y de disocia-
ción. Es el trastorno de la personalidad más estudiado desde el punto de
vista psicológico y emocional si se tiene en cuenta que las primeras disqui-
siciones clínicas fueron hechas por Hipócrates y continuadas más tarde por
Charcot y Freud. Figura 9.3

Infortunadamente es también el trastorno más vilipendiado y con frecuen-


cia es tomado como sinónimo de seducción, engaño o simulación, lo cual
origina actitudes de rechazo hacia las personas que presentan el trastorno,
rechazo que se observa inclusive en la relación médico-paciente.

Los criterios del DSM-5 (2013) para su diagnóstico son los siguientes:

Un patrón dominante de emotividad excesiva y de búsqueda de atención,


que comienza en las primeras etapas de la edad adulta y está presente en
diferentes contextos, como lo indican cinco o más de los siguientes hechos:

• Se siente incómodo en situaciones en las que no es el centro de atención.

• La interacción con los demás está caracterizada por un comportamien-


to sexualmente seductor o provocativo inapropiado.
Trastornos de la personalidad 257

• Presenta cambios rápidos y expresión plana de las emociones.

• Utiliza permanentemente el aspecto físico para llamar la atención so-


bre sí mismo.

• Tiene un estilo de hablar que se basa excesivamente en las impresio-


nes y que carece de detalles.

• Es sugestionable y fácilmente influenciable por los demás y las circuns-


tancias.

• Muestra autodramatización, teatralidad y exagerada expresión emo-


cional.

• Considera sus relaciones más estrechas de lo que son en realidad.

Figura 9.3 Charcot (1825-1893) inició en el siglo XIX el estudio clínico de los síntomas conver-
sivos y de la personalidad histriónica. La figura representa una lección clínica de Charcot en el
hospital la Salpetriere de París. (Culver Pictures, New York).

Los individuos con este trastorno son entusiastas, abiertos y seductores


pero su entusiasmo disminuye cuando consideran que no son el centro
de atención y dan paso a ansiedad, labilidad emocional y teatralidad. Se
258 Jorge Téllez-Vargas

preocupan por impresionar a los demás mediante su aspecto físico por lo


cual emplean una cantidad excesiva de energías, tiempo y dinero en vestir-
se y acicalarse, hacer dietas y en cirugías plásticas de tipo cosmetológico.

Sus relaciones interpersonales son superficiales pero la expresión de sus


afectos es exagerada y dramática. Son propensos a tener presentimientos
y adoptar convicciones con rapidez.

Sus relaciones románticas y sexuales con frecuencia son superficiales y


manipuladas por el papel de “víctima” que adoptan o la seducción y la de-
pendencia que hacen de su compañero afectivo.

La labilidad emocional y la escasa tolerancia a la frustración originan sen-


timientos de ansiedad y depresión intensas y comportamientos suicidas,
que con frecuencia son valorados por sus familiares y por los médicos
como “amenazas o una manera de llamar la atención”. Los individuos con
este trastorno tienen un riesgo alto de consumar el intento suicida.

Su prevalencia es del 2-3% en la población general, siendo más frecuente


en mujeres. La expresión comportamental del trastorno puede estar influida
por las estereotipias del rol sexual femenino en las diferentes subculturas.

No suelen ser conscientes de su trastorno y racionalizan sus relaciones.


Las dificultades sexuales no están invariablemente presentes en este tras-
torno, pero pueden consultar por frigidez y temor al sexo, o por tendencia
a la promiscuidad, pero también existen casos con ajuste sexual normal.

El trastorno se asocia frecuentemente con los trastornos de somatización,


de conversión y el trastorno depresivo mayor, que incrementa el riesgo
suicida.

Tratamiento

Como los individuos que presentan este trastorno no son conscientes de


su patología, no suelen buscar ayuda psicoterapéutica y cuando la buscan,
lo hacen a raíz de situaciones de crisis nacidas de su propio entorno. La
relación terapéutica es difícil porque tienden a establecer una relación am-
bivalente, de fuerte dependencia, pero a la vez, exigente y demandante.

Los objetivos del tratamiento deben encaminarse a promover una mayor


organización de su estilo de vida, una creciente estabilidad y una intimidad
Trastornos de la personalidad 259

genuina en sus relaciones interpersonales y una mayor capacidad de mo-


dular sus emociones.

La psicoterapia analíticamente orientada continúa siendo importante, pero


se han logrado resultados prometedores con técnicas de terapia interper-
sonal y cognoscitiva.

No existe un tratamiento farmacológico específico. Los fármacos se pres-


criben para controlar las crisis de ansiedad o depresión que suelen ser
frecuentes.

Trastorno de la personalidad narcisista

Su principal característica es un patrón de comportamiento conformado


por grandiosidad, necesidad de admiración y falta de empatía que los hace
vulnerables a la crítica y la frustración. Pueden reaccionar con desdén, ira
o aislamiento social.

Los criterios del DSM-5 (2013) para su diagnóstico son los siguientes:

Un patrón general de grandeza (en la fantasía o en el comportamiento),


necesidad de admiración y una falta de empatía, que comienza en las pri-
meras etapas de la vida adulta y se manifiestan en cinco o más de los
siguientes hechos:

• Tiene sentimientos de grandeza y prepotencia que lo lleva a exagerar


los logros y capacidades y esperar ser reconocido como superior, sin
poseer los éxitos adecuados.

• Está absorto en fantasías de éxito, poder, brillantez, belleza o amor


ideal limitado. Pueden tornarse reivindicativos sobre los éxitos y admi-
ración que se les debe y compararse con personajes famosos.

• Se considera “especial” y único y cree que sólo puede ser comprendido


por, o sólo puede relacionarse con otras persona (o instituciones) que
son especiales o de alto estatus.

• Tiene una necesidad excesiva de ser admirado.

• Es muy pretencioso y posee expectativas irrazonables de recibir un


trato de favor especial o de que se cumplan automáticamente sus ex-
pectativas.
260 Jorge Téllez-Vargas

• Explota las relaciones interpersonales y se aprovecha de los demás


para alcanzar sus propias metas.

• Carece de empatía, es reacio a reconocer o a identificarse con los sen-


timientos y necesidades de los demás.

• Frecuentemente envidia a los demás o cree que los demás lo envidian.


Con frecuencia desvalorizan los aportes de los demás

• Con frecuencia envidia a los demás o cree que éstos sienten envidia
de él.

• Muestra comportamientos y actitudes arrogantes y de superioridad

Los síntomas pueden intensificarse cuando el individuo comienza a enve-


jecer y sus limitaciones físicas, laborales y afectivas terminan por menguar
su ya disminuida autoestima.

En los adolescentes se pueden observar rasgos narcisistas que no necesa-


riamente corresponden a un trastorno narcisista de la personalidad porque
desaparecen al llegar a la edad adulta.

La prevalencia del trastorno es del 1% en la población general, con predo-


minio en varones (50-75%). El trastorno se asocia con anorexia y abuso de
sustancias psicoactivas, especialmente cocaína.

La clasificación CIE- 10 no incluye el trastorno como una entidad autóno-


ma razón por la cual incluye los criterios de diagnóstico del DSM-IV en la
sección “Criterios diagnósticos provisionales para algunos diagnósticos”.

Trastorno de la personalidad evitativa

Está caracterizado por un patrón de inhibición social, acompañado de sen-


timientos de minusvalía e inadecuación y una hipersensibilidad a la evalua-
ción y críticas negativas.

Los criterios del DSM-5 (2013) para su diagnóstico son los siguientes:

Existencia de un patrón dominante de inhibición social, sentimientos de


incompetencia e hipersensibilidad a la evaluación negativa, que comienza
Trastornos de la personalidad 261

en las primeras etapas de la vida adulta y que se ponen de manifiesto en


cuatro o más de los siguientes hechos:

• Evita las actividades laborales que implican un contacto interpersonal


significativo por miedo a las críticas, la desaprobación o el rechazo.

• Es reacio a implicarse con la gente, a no ser que esté seguro de que


puede ser apreciado.

• Se muestra retraído en las relaciones íntimas porque tenme que lo


avergüencen o ridiculicen.

• Le preocupa ser criticado o rechazado en las situaciones sociales.

• Se muestra inhibido en las situaciones interpersonales nuevas a causa


de sus sentimientos de falta de adaptación e inferioridad.

• Se ve a sí mismo como socialmente inepto, personalmente poco atrac-


tivo o inferior a los demás.

• Es extremadamente reacio a asumir riesgos personales o a implicarse


en nuevas actividades porque considera que pueden ser compromete-
doras o embarazosas.

La prevalencia del trastorno es 0.5-1.0% en la población general y suele


asociarse con episodios depresivos, fobia social, alcoholismo y abuso de
sustancias psicoactivas.

El CIE-10 lo denomina trastorno ansioso de la personalidad.

Diagnóstico diferencial

El trastorno comparte con la fobia social síntomas como el miedo persisten-


te e intenso ante situaciones sociales en las cuales puede ser sometido al
escrutinio de los demás y las conductas de evitación de participación en el
grupo pero se diferencia de ésta en la falta de manifestaciones fisiológicas
de la ansiedad (rubor en cara y cuello, palpitaciones, temblor en manos y
piernas, aumento de la sudoración) que son muy intensas en la fobia social.

Es preciso recordar, que la fobia social está circunscrita a eventos espe-


ciales como hablar en público, dirigirse a personas con autoridad, comer o
escribir mientras es observado y participar en grupos o reuniones sociales.
262 Jorge Téllez-Vargas

Tratamiento

El tratamiento está encaminado a corregir las percepciones distorsionadas,


enseñar la aceptación o el manejo de los afectos dolorosos, reducir la in-
hibición social o la evitación y ayudar al paciente a alcanzar su potencial
profesional.

El tratamiento de elección es la psicoterapia, aunque puede resultar difícil


lograr que el paciente se sienta suficientemente seguro ante el terapeuta y
pueda establecer una buena relación que no le suscite el temor a ser herido
en su hipersensibilidad social.

Este tipo de personalidad recibe muy buenos beneficios de las técnicas con-
ductistas y más concretamente del entrenamiento asertivo. La psicoterapia
de grupo puede ayudar al paciente a superar la hipersensibilidad al recha-
zo porque el ejercitarse en la relación con los demás le ayuda a familiari-
zarse con los verdaderos sentimientos de la gente.

Este es uno de los pocos trastornos de personalidad que responde a los


psicofármacos. Se han empleado IMAO, benzodiacepinas, propanolol e in-
hibidores selectivos de la serotonina, con resultados alentadores, siempre
acompañados de estrategias psicoterapéuticas para obtener mejores re-
sultados. Las dosis deben ajustarse progresivamente y es necesario tener
en cuenta los efectos colaterales indeseables, que pueden ser magnifica-
dos por el paciente.

Trastorno de la personalidad dependiente

Su característica clínica es la existencia de una necesidad general y excesi-


va de que se ocupen de uno, acompañada de conductas de sumisión, temo-
res de separación y comportamientos para llamar la atención de los demás.

Los criterios del DSM-5 (2013) para su diagnóstico son los siguientes:

Una necesidad general y excesiva de que le cuiden, lo que conlleva a un


comportamiento de sumisión y apego exagerado, y temores de separación,
que comienza en las primeras etapas de la vida adulta y se manifiesta en
varios contextos, como lo indican cinco o más de los siguientes hechos:

• Dificultad para tomar las decisiones cotidianas sin el consejo y la reafir-


mación excesiva de otras personas.
Trastornos de la personalidad 263

• Necesidad de los demás para asumir responsabilidades en la mayoría


de los ámbitos importantes de su vida.

• Dificultad para expresar el desacuerdo con los demás debido al temor


de perder el apoyo o aprobación.

• Dificultad para iniciar proyectos o para hacer las cosas por sí mismo,
debido a la falta de confianza en su propio juicio o en sus capacidades
y no por una falta de motivación o de energía.

• Va demasiado lejos llevado por su deseo de lograr protección y apoyo


de los demás, hasta el punto de hacer voluntariamente cosas que le
desagradan.

• Se siente incómodo o desamparado cuando está solo debido a sus


temores exagerados de ser incapaz de cuidar de sí mismo.

• Cuando termina una relación importante, busca urgentemente otra re-


lación que le proporcione el cuidado y el apoyo que necesita.

• Está preocupado de forma no realista por el miedo a que le abandonen


y tenga que cuidar de sí mismo.

El pesimismo y la inseguridad caracterizan a estos individuos que tienden


a minimizar sus capacidades y sus valores y a considerarse como “estúpi-
dos”. Toman las críticas y la desaprobación como pruebas de su inutilidad
y evitan las posiciones de responsabilidad debido a su falta de confianza
en sí mismos.

El trastorno es más frecuente en mujeres. En algunas culturas se pone


énfasis en la pasividad, la cortesía y el trato respetuoso, comportamientos
que no deben ser interpretados como componentes de un trastorno de per-
sonalidad por dependencia.

Tratamiento

El tratamiento está dirigido a aumentar la autoconfianza y la autoestima,


obtener un suficiente sentimiento de independencia, abandonar las relacio-
nes distorsionadas y tolerar la soledad.

Los pacientes responden bien a las terapias analíticas y a las comporta-


mentales. El terapeuta debe ser prudente y tiene el deber de resistir a la
264 Jorge Téllez-Vargas

tentación de dirigir la vida del paciente mediante una actitud directiva y


autoritaria y deberá abstenerse de imponerle decisiones vitales.

El tratamiento farmacológico con antidepresivos, inhibidores selectivos de


la recaptura de serotonina o tricíclicos, pueden reducir el patrón conduc-
tual de dependencia y aumentar la resistencia al estrés, al disminuir la hi-
persensibilidad y los niveles de ansiedad.

Trastorno de la personalidad obsesivo-compulsiva

Se caracteriza por una preocupación excesiva por el orden, el aseo, el per-


feccionismo y el control mental e interpersonal, que originan pérdida de la
flexibilidad, la espontaneidad y la eficiencia.

La CIE-10 prefiere utilizar el término ”anancástico” para evitar la confu-


sión que se presenta entre este trastorno de la personalidad y el trastorno
obsesivo-compulsivo, que hace que con frecuencia se pueda pensar que
constituyen un mismo trastorno. Se trata de dos entidades clínicas total-
mente independientes, aunque en ocasiones un paciente con personalidad
anancástica puede presentar un trastorno obsesivo-compulsivo.

La diferencia no estriba exclusivamente en el cuadro clínico, sino que tam-


bién se observa en el tratamiento: el trastorno de personalidad obsesivo-
compulsiva no mejora con psicofármacos pero si puede mejorar con psi-
coterapia de corte dinámico, caso contrario a lo observado en el trastorno
obsesivo-compulsivo.

Los criterios del DSM-5 (2013) para su diagnóstico son los siguientes:

Existencia de un patrón de preocupación por el orden, el perfeccionismo


y el control mental e interpersonal, a expensas de la flexibilidad, la espon-
taneidad y la eficiencia, que comienza en las primeras etapas de la vida
adulta, está presente en diversos contextos y se manifiesta en cuatro o
más de los siguientes hechos:

• Preocupación exagerada por los detalles, las normas, las listas, el or-
den, la organización o los horarios, hasta el punto de perder de vista el
objetivo principal de la actividad.

• Muestra un perfeccionismo que interfiere con la finalización de las ta-


reas. El individuo es incapaz de acabar un proyecto porque no cumple
sus propias exigencias, que son demasiado estrictas.
Trastornos de la personalidad 265

• Dedicación excesiva al trabajo y a la productividad que excluye las acti-


vidades de ocio y los amigos sin que existan necesidades económicas
evidentes.

• Es demasiado consciente, escrupuloso e inflexible en temas de moral,


ética o valores. Con frecuencia son críticos despiadados e inflexibles
con sus propios errores. Estos valores y actitudes no son atribuibles a
la identificación con la cultura o la religión.

• Incapacidad para deshacerse de los objetos gastados, deteriorados o


inútiles, aunque no tengan un valor sentimental. Sus cónyuges y com-
pañeros suelen quejarse de la cantidad de espacio ocupado por ropa
vieja, revistas y objetos en desuso.

• Está poco dispuesto a delegar tareas o trabajos en otros, a no ser que


estos se sometan exactamente a su manera de hacer las cosas.

• Es avaro consigo mismo y con los demás; considera el dinero como


algo que debe ser ahorrado en forma excesiva para evitar catástrofes
futuras.

• Muestran rigidez y obstinación, planifican hasta el más mínimo detalle


y son reacios a considerar la posibilidad de cambio. Sus amigos, fa-
miliares y compañeros de trabajo acaban frustrados por su excesiva y
permanente rigidez.

Los individuos con trastorno obsesivo-compulsivo de la personalidad tie-


nen dificultad para tomar decisiones, proceso que con frecuencia evitan o
se les convierte en una serie de dudas y de críticas que terminan por blo-
quear la toma de decisiones.

Su crítica excesiva y demasiada franqueza ocasiona roces frecuentes en


las relaciones interpersonales. Pueden estar embebidos en disquisiciones
lógicas e intelectuales y ser intolerantes con el comportamiento afectivo de
los demás. Su tendencia a racionalizar los actos y sentimientos les impide
expresar sus emociones y compartir los afectos. Figura 9.4

La dificultad para tomar decisiones proviene del temor patológico a no lo-


grar la perfección y ante los problemas se quedan detenidos en la fase
reflexiva de la conación sin ser capaces de pasar a la decisión y a la acción.
266 Jorge Téllez-Vargas

En consecuencia, si su trabajo es rutinario y mecánico, podrán hacerle


frente, pero si implica tomar decisiones, se vuelven ineficientes.

Figura 9.4 Howard Huhges (1905-1976) multimillonario estadinense que se hizo famoso por sus
“excentricidades y manías” y por su temor a ser contaminado, síntomas que eran la manifestación
del trastorno obsesivo compulsivo que padecía.

Existen personas que son metódicas, perfeccionistas, estrictas consigo


mismas y tienen algunos otros rasgos de personalidad similares a los que
presentan los pacientes que sufren el trastorno anancástico pero su fun-
cionamiento es normal y se desempeñan adecuadamente en las distintas
áreas vitales. En consecuencia, para poder hacer el diagnóstico de trastor-
no de personalidad anancástica, debe existir un menoscabo significativo de
la eficiencia social, laboral y global.

La prevalencia del trastorno es del 1% en la población general.

Las investigaciones con tomografía por emisión de positrones (PET) han


mostrado incremento bilateral de la actividad de los ganglios basales en
los pacientes con trastorno obsesivo-compulsivo, que disminuye después
del tratamiento con terapia cognoscitivo-comportamental o con tratamiento
psicofarmacológico.

Tratamiento

A diferencia de lo que ocurre en otros trastornos de personalidad, el anan-


cástico u obsesivo-compulsivo presenta con mucha frecuencia una sinto-
Trastornos de la personalidad 267

matología ego-distónica y autoplástica, es decir, que sufre por su trastorno


y es consciente de que el remedio de su angustia está en la modificación
de sus procesos intrapsíquicos. Este hecho, hace suponer que la mayoría
de estos pacientes están motivados para buscar ayuda del especialista,
pero con frecuencia deciden hacer ellos mismos los cambios que conside-
ran necesario para disminuir su ansiedad.

El tratamiento debe estar encaminado a ayudar al paciente a identificar ne-


cesidades de dependencia o de ira para que pueda relajarse o controlarse
y, como segundo objetivo, recuperar una disposición emocional en las re-
laciones interpersonales, con el fin de que se sienta libre para enfocar sus
asuntos productivos o de trabajo.

Como se comentó anteriormente, no existe una buena respuesta al trata-


miento farmacológico, aunque se ha observado disminución de la ansiedad
y mayor tolerancia al estrés cuando se prescriben inhibidores selectivos de
la recaptación de serotonina.

El tratamiento de elección es el psicoterapéutico, ya se trate de una psico-


terapia de largo plazo orientada al insight o del psicoanálisis. También se
emplean estrategias cognoscitivo-comportamentales y terapias grupales.

Corolario

En la práctica clínica no es frecuente encontrar los síntomas y comporta-


mientos que caracterizan los diferentes trastornos de la personalidad en la
forma “pura” como se describen en el DSM-5 o el CIE-10. Por el contrario,
en un mismo individuo pueden coexistir rasgos comportamentales de dos
o más trastornos de la personalidad, que obviamente tienen un pronóstico
diferente.

Además, en individuos sin trastornos definidos de la personalidad (aque-


llos a quienes consideramos “normales”) se pueden identificar rasgos de
comportamiento correspondientes a los distintos patrones anormales de la
personalidad. Esta mezcla de rasgos y comportamientos produce un perfil
único e irrepetible para cada individuo que permite su identidad y diferen-
ciación.

En el ser humano, como en toda especie viva, el proceso de adaptación


es un concepto de supervivencia individual apoyada por la red social. La
268 Jorge Téllez-Vargas

adaptación permite al hombre desarrollar destrezas y habilidades que se


manifiestan en un mosaico de dimensiones, cuyos valores y variaciones
constituyen la personalidad. En la medida en que existan variaciones será
más exitosa la adaptación.

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