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1.

-Por Jesús de las Heras


(Sacerdote y periodista)

La Semana Santa es corazón de la fe cristiana. A lo largo de estos días, hacemos


memoria y actualización de los misterios más grandes del amor del Dios de
Jesucristo. La Semana Santa no son vacaciones de primavera, ni tan solo tradición
y cultura. No se trata de descalificar con ello el necesario y oportuno descanso,
siempre preciso para recuperar fuerzas y para potenciar otras dimensiones de la
vida como la familia y el ocio y tiempo libre. Se trata de decir y recordar que si son
vacaciones, lo son precisamente por ser Semana Santa y para así poder dedicar
también más tiempo a la verdad de la Semana Santa.

Bienvenidas sean las procesiones


que durante estas jornadas recorren los cuatro puntos de nuestra geografía.
Bienvenidas sean las declaraciones de interés turístico de los distintos ámbitos, y
todo el afán y el empeño que en ellas ponen hermandades y cofradías. Bienvenidos
sean los jóvenes que a ellas se suman, prologando de este modo una venerable
historia sagrada. Y ojalá que, entre todos, sepamos hacer de ellas –seguir haciendo
de ellas, las procesiones- profesiones públicas de fe en medio de un mundo que
tantas veces se obstina en vivir como si Dios no existiera.
Pero Semana Santa es también mucho más. Semana Santa es celebración. La
riqueza, la hondura, la sobriedad y a la par solemnidad de los oficios litúrgicos de la
Semana Santa son caminos indispensables para vivir la verdad de estos días
sacros. No habrá Semana Santa, no habrá Pascua, sin la asistencia y participación
en las celebraciones litúrgicas de estas intensas y hermosísimas jornadas. Una
celebración sentida, participativa, sosegada, fructuosa. Los sacerdotes deberán
esmerarse, con celo y olfato pastoral, en la preparación y en el desarrollo de estos
cultos, que los fieles deberán secundar con veneración, prontitud y apertura. Jamás
son más de lo mismo, lo mismo que otros años. Los días del amor más grande se
actualizarán, de nuevo, en estas celebraciones litúrgicas, y no debemos perdernos
su inagotable potencial de gracia.
Semana Santa es igual y esencialmente caridad. Es la historia del amor más grande
jamás contada. Es la gran caridad de Dios hacia con nosotros, que tanto nos amó
que nos entregó a su propio Hijo y lo hizo, por nuestra salvación, hasta su muerte y
muerte de cruz. No hace, pues, faltar “reinventar” la caridad en Semana Santa. Es
preciso, sí, implementarla, aplicarla, vivirla. Desde que el Jueves Santo es, es el
día del amor fraterno. Y el amor fraterno y la caridad son más necesarios que
nunca.
De aquí, que también Semana Santa –mediante iniciativas como la del emergente
“cofrade solidario” u otras- haya de ser tiempo de justicia social y de caridad. Y
tiempo de la solidaridad, una solidaridad que encuentra tantos y tantos motivos en
la actualidad y en la vida de cada para que nos la apliquemos. ¿Un ejemplo? Ojalá
que en esta Semana Santa 2015 practiquemos la solidaridad recordando y
extrayendo lecciones de la reciente desastre aérea.
¿A qué lecciones me refiero? A ser respetuosos con el dolor ajeno, a acercarnos y a
compartir de corazón el llanto y el gemidos ajenos, a poner todos los medios para
evitar las desgracias naturales, técnicas o provocadas, a socorrer a los necesitados
y, en definitiva, a saber hallar las respuestas, humanamente inexplicables –más
allá de la locura suicida y homicida de su autoría, sin ir más lejos en la catástrofe
aérea del martes 24 de marzo en los Alpes o en la barbarie que no cesa del
yihadismo- que sucesos como estos demandan, precisamente en Aquel sin el cual
no habría Semana Santa: en Jesucristo crucificado y resucitado. Y es que nada
necesitamos nada que la Pascua, nada necesitamos que a Jesucristo crucificado y
resucitado.
Buena y cristiana Semana Santa.

2.- LA SEMANA SANTA

SANTO PADRE

La Cruz del Señor abraza al mundo, su Vía Crucis atraviesa los


continentes y los tiempos. En el Vía Crucis no podemos ser sólo
espectadores. Estamos involucrados y tenemos que buscar nuestro lugar:
¿dónde estamos nosotros?
En el Vía Crucis no existe la posibilidad de ser neutros. Pilatos, el
intelectual escéptico, trató de ser neutro, de quedarse fuera, pero
precisamente de este modo tomó posición contra la justicia por el
conformismo de su carrera. Tenemos que encontrar nuestro puesto.

En el espejo de la Cruz hemos visto todos los sufrimientos de la


humanidad de hoy. En la Cruz de Cristo hemos visto hoy el sufrimiento
de los niños abandonados, abusados, las amenazas contra la familia, la
división del mundo entre la soberbia de los ricos, que no ven a Lázaro
ante la puerta, y la pobreza de tantos que sufren a causa del hambre y de
la sed.

Pero hemos visto también estaciones de consuelo. Hemos visto a la


Madre, cuya bondad permanece fiel hasta la muerte y después de la
muerte. Hemos visto a la mujer valiente que se presenta ante el Señor y
que no tiene miedo de mostrar solidaridad por esta persona que sufre.
Hemos visto a Simón de Cirene, un africano, que lleva con Jesús la Cruz.
Y hemos visto finalmente en estas estaciones de consuelo que, así como no
termina el sufrimiento, tampoco terminan los consuelos.

Hemos visto cómo en el camino de la Cruz, Pablo encontró el celo de su fe


y encendió la luz del amor; hemos visto cómo san Agustín encontró su
camino, san Francisco de Asís, san Vicente de Paúl, san Maximiliano
Kolbe, la Madre Teresa de Calcuta, y así se nos invita a que nosotros
encontremos también nuestra posición, a que encontremos junto a estos
personajes grandes, valientes, el camino con Jesús y por Jesús, el camino
de la bondad, de la verdad, de la valentía, del amor.

Y de este modo hemos comprendido que el Vía Crucis no es simplemente


una lista de lo oscuro y triste del mundo, no es tampoco un moralismo en
definitiva ineficiente, y no es un grito de protesta que no cambia nada;
por el contrario, el Vía Crucis es el camino de la misericordia, la
misericordia que pone un límite al mal, como hemos aprendido del Papa
Juan Pablo II. Es el camino de la misericordia y de este modo el camino
de la salvación. Nos invita a emprender el camino de la misericordia y a
poner con Jesús un límite al mal.

Misa Jueves santo (Misa Crismal)

El Jueves Santo es el día en el que el Señor encomendó a los doce la tarea


sacerdotal de celebrar, con el pan y el vino, el Sacramento de su Cuerpo y
de su Sangre hasta su regreso. Al cordero pascual y a todos los sacrificios
de la Antigua Alianza, le sustituye el don de su Cuerpo y de su Sangre, el
don de sí mismo. De este modo, el nuevo culto se fundamenta en el hecho
de que, ante todo, Dios nos ofrece un don, y nosotros, colmados por este
don, nos hacemos suyos: la creación vuelve al Creador. (...)

Ser amigo de Jesús, ser sacerdote, significa ser hombre de oración. De


este modo le reconocemos y salimos de la ignorancia de los siervos. De
este modo aprendemos a vivir, a sufrir y a actuar con él y por él. La
amistad con Jesús es siempre por antonomasia amistad con los suyos.
Sólo podemos ser amigos de Jesús en la comunión con Cristo total, con la
cabeza y el cuerpo; en la lozana vid de la Iglesia animada por su Señor.
Sólo en ella la Sagrada Escritura es, gracias al Señor, Palabra viva y
actual. Sin el sujeto viviente de la Iglesia que abarca las edades, la Biblia
se fragmenta en escritos que con frecuencia son heterogéneos y se
convierte en un libro del pasado. Es elocuente en el presente sólo allí
donde está la «Presencia», donde Cristo sigue haciéndose nuestro
contemporáneo: en el cuerpo de su Iglesia.

Domingo de Ramos

Jesús entra en la Ciudad Santa a lomos de un asno, es decir, el animal de


la sencilla gente del campo, y además un asno que no le pertenece, que ha
tomado prestado para esta ocasión. No llega en una lujosa carroza real, ni
a caballo como los grandes del mundo, sino en un asno tomado prestado
(...).
Ahora la gente lanza este grito ante Jesús, en quien ve quien viene en el
nombre del Señor: la expresión: «El que viene en nombre del Señor», de
hecho, se había convertido en la manera de designar al Mesías. En Jesús
reconocen a quien verdaderamente viene en el nombre del Señor y trae la
presencia de Dios entre ellos.

Este grito de esperanza de Israel, esta aclamación a Jesús durante su


entrada a Jerusalén, se ha convertido con razón en la Iglesia en la
aclamación a quien, en la Eucaristía, nos sale al encuentro de una manera
nueva. Saludamos a quien en la Eucaristía siempre llega entre nosotros
en el nombre del Señor uniendo en la paz de Dios los confines de la tierra
(...).

Hubo un período --y no quedado totalmente superado-- en el que se


rechazaba el cristianismo precisamente a causa de la Cruz. La Cruz
habla de sacrificio, se decía, la Cruz es signo de negación de la vida.
Nosotros, sin embargo, queremos la vida entera, sin restricciones y sin
renuncias. Queremos vivir, nada más que vivir. No nos dejamos limitar
por los preceptos y las prohibiciones --se decía y se sigue diciendo--;
queremos riqueza y plenitud. Todo esto parece convincente y seductor; es
el lenguaje de la serpiente que nos dice: «No os dejéis atemorizar!
¡Comed tranquilamente de todos los árboles del jardín!».

El domingo de los Ramos, sin embargo, nos dice que el auténtico gran
«sí» es precisamente la Cruz, que la Cruz es el auténtico árbol de la vida.
No alcanzamos la vida apoderándonos de ella, sino dándola. El amor es la
entrega de nosotros mismos y, por este motivo, es el camino de la vida
auténtica simbolizada por la Cruz.

3.-El bambú japonés


No hay que ser agricultor para saber que una buena cosecha requiere de buena semilla,
buen abono y riego.También es obvio que quien cultiva la tierra no se detiene impaciente
frente a la semilla sembrada, y grita con todas sus fuerzas: ¡Crece, m sea! Hay algo muy
curioso que sucede con el bambú y que lo transforma en no apto para impacientes:

Siembras la semilla, la abonas, y te ocupas de regarla constantemente.


Durante los primeros meses no sucede nada apreciable. En realidad no pasa nada con la
semilla durante los primeros siete años, a tal punto que un cultivador inexperto estaría
convencido de haber comprado semillas infértiles.

Sin embargo, durante el séptimo año, en un período de sólo seis semanas la planta de
bambú crece
¡más de 30metros!

¿Tardó sólo seis semanas crecer?

No, la verdad es que se tomó siete años y seis semanas en desarrollarse.

Durante los primeros siete años de aparente inactividad, este bambú estaba generando un
complejo sistema de raíces que le permitirían sostener el crecimiento que iba a tener
después de siete años.

Sin embargo, en la vida cotidiana, muchas personas tratan de encontrar soluciones


rápidas, triunfos apresurados, sin entender que el éxito es simplemente resultado del
crecimiento interno y que éste requiere tiempo.

Cuento budista: tú gobiernas tu mente, no tu mente a ti


Un estudiante de zen, se quejaba de que no podía meditar: sus pensamientos no se lo
permitían. Habló de esto con su maestro diciéndole: “Maestro, los pensamientos y las
imágenes mentales no me dejan meditar; cuando se van unos segundos, luego vuelven
con más fuerza. No puedo meditar. No me dejan en paz”. El maestro le dijo que esto
dependía de él mismo y que dejara de cavilar. No obstante, el estudiante seguía
lamentándose de que los pensamientos no le dejaban en paz y que su mente estaba
confusa. Cada vez que intentaba concentrarse, todo un tren de pensamientos y
reflexiones, a menudo inútiles y triviales, irrumpían en su cabeza…

El maestro entonces le dijo: “Bien. Aferra esa cuchara y tenla en tu mano. Ahora siéntate y
medita”. El discípulo obedeció. Al cabo de un rato el maestro le ordenó: ”¡Deja la cuchara!”.
El alumno así hizo y la cuchara cayó obviamente al suelo. Miró a su maestro con estupor y
éste le preguntó: “Entonces, ahora dime ¿quién agarraba a quién, tú a la cuchara, o la
cuchara a ti?.

Aprendizaje del Zen


-Maestro, sildenafil comencé a estudiar el zen y no me siento mejor. Sigo sin poder hacer
contacto con la divinidad que hay en mí, sigo sin conocerme; mis dudas aumentan. ¿Por
qué?
-Hijo, porque no te das cuenta de que sí te estás conociendo; de otra forma no estarías
inquieto y lleno de dudas. Eso forma parte del proceso. El zen es un método, no es el
camino; es la escoba que saca los guijarros de tu camino. No busca hacerte mejor,
busca hacerte sereno.

La mecha
Un hombre oyó una noche que alguien andaba por su casa. Se levantó y, para tener luz,
intentó sacar chispas del pedernal para encender su mechero. Pero el ladrón causante del
ruido, vino a colocarse ante él y, cada vez que una chispa tocaba la mecha, la
apagaba discretamente con el dedo. Y el hombre, creyendo que la mecha estaba mojada,
no logró ver al ladrón.

También en tu corazón hay alguien que apaga el fuego, pero tú no lo ves.

Rumi

Acuérdate de soltar el vaso


Un psicólogo, en una sesión grupal, levantó un vaso de agua. Todo el mundo esperaba la
típica pregunta: “¿Está medio lleno o medio vacío?” Sin embargo, preguntó: – ¿Cuánto
pesa este vaso? Las respuestas variaron entre 200 y 250 gramos. El psicólogo respondió:
“El peso absoluto no es importante. Depende de cuánto tiempo lo sostengo. Si lo sostengo
un minuto, no es problema. Si lo sostengo una hora, me dolerá el brazo. Si lo sostengo un
día, mi brazo se entumecerá y paralizará. El peso del vaso no cambia, es siempre el
mismo. Pero cuanto más tiempo lo sujeto, más pesado, y más difícil de soportar se
vuelve.”

Y continuó: “Las preocupaciones, los pensamientos negativos, los rencores, el


resentimiento, son como el vaso de agua. Si piensas en ellos un rato, no pasa nada. Si
piensas en ellos todo el día, empiezan a doler. Y si piensas en ellos toda la semana,
acabarás sintiéndote paralizado, e incapaz de hacer nada.” ¡Acuérdate de soltar el vaso!

Busca dentro de ti
Cuentan que un día estaba Mullah en la calle, en cuatro patas, buscando algo, cuando se
le acercó un amigo y le preguntó: – Mullah, ¿qué buscas? Y él le respondió: – Perdí mi
llave. – Oh, Mullah, qué terrible. Te ayudaré a encontrarla. Se arrodilló y luego preguntó: –
¿Dónde la perdiste? – En mi casa. – Entonces, ¿por qué la buscas aquí afuera? – Porque
aquí hay más luz. Aunque les parezca cómico, ¡eso es lo que hacemos con nuestra vida!
Creemos que todo lo que hay que buscar está ahí afuera, a la luz, donde es fácil
encontrarlo, cuando las únicas respuestas están en el propio interior. Salgan a buscarlas
afuera, que jamás las hallarán… de Leo Buscaglia, libro: “Vivir, amar y aprender”.

Todo acto genera consecuencias


Ese año las lluvias habían sido particularmente intensas en toda la región. Una gran
corriente del río se llevó la choza de un campesino, pero cuando cesaron, habían dejado
en la tierra una valiosa joya. El buen hombre vendió la alhaja y con la suma que le
entregaron reconstruyó su choza y el resto se lo regaló a un niño huérfano y desvalido del
pueblo. La riada había arrasado también otro poblado y un campesino, para salvar la vida,
tuvo que encaramarse a un tronco de árbol que flotaba sobre las turbulentas aguas. Otro
hombre, despavorido, le pidió socorro, pero el campesino se lo negó, diciéndose a sí
mismo: “Si se sube éste al tronco, a lo mejor se vuelca y me ahogo”.

Los años pasaron y estalló la guerra en ese reino. Ambos campesinos fueron alistados. El
campesino bondadoso fue herido de gravedad y conducido al hospital. El médico que le
atendió con gran cariño y eficacia era aquel muchachito huérfano al que él había ayudado.
Lo reconoció y puso toda su ciencia y amor al servicio del malherido. Logró salvarlo y se
hicieron grandes amigos de por vida.

El campesino egoísta tuvo por capitán de la tropa al hombre a quien no había auxiliado. Le
envió a primera línea de combate y días después halló la muerte en las trincheras.

Las consecuencias siguen, antes o después, a los actos. La generosidad engendra


generosidad y el egoísmo, egoísmo. Debemos cultivar los cuatro bálsamos de la mente:
amor, compasión, alegría por la dicha de los otros y ecuanimidad.

Historias para reflexionar con moraleja

La rosa y el sapo
Había una vez una rosa roja muy bella, se sentía de maravilla al saber que era la rosa mas
bella del jardín. Sin embargo, se daba cuenta de que la gente la veía de lejos. Se dio
cuenta de que al lado de ella siempre había un sapo grande y oscuro, y que era por eso
que nadie se acercaba a verla de cerca. Indignada ante lo descubierto le ordenó al sapo
que se fuera de inmediato; el sapo muy obediente dijo: Está bien, si así lo quieres.

Poco tiempo después el sapo pasó por donde estaba la rosa y se sorprendió al ver la rosa
totalmente marchita, sin hojas y sin pétalos. Le dijo entonces:

Vaya que te ves mal. ¿Qué te pasó?

La rosa contestó: Es que desde que te fuiste las hormigas me han comido día a día, y
nunca pude volver a ser igual.

El sapo solo contestó: Pues claro, cuando yo estaba aquí me comía a esas hormigas y por
eso siempre eras la mas bella del jardín.

Moraleja:
Muchas veces despreciamos a los demás por creer que somos mas que ellos,mas bellos o
simplemente que no nos “sirven” para nada. Todos tenemos algo que aprender de los
demás o algo que enseñar, y nadie debe despreciar a nadie. No vaya a ser que esa
persona nos haga un bien del cual ni siquiera seamos conscientes.

Fábula de la rana sobre el ánimo


Un grupo de ranas viajaba por el bosque y, de repente, dos de ellas cayeron en un hoyo
profundo. Todas las demás ranas se reunieron alrededor el hoyo. Cuando vieron cuan
hondo era el hoyo, le dijeron a las dos ranas en el fondo que para efectos prácticos, se
debían dar por muertas ya que no saldrían. Las dos ranas no hicieron caso a los
comentarios de sus amigas y siguieron tratando de saltar fuera del hoyo con todas sus
fuerzas. Las otras seguían insistiendo que sus esfuerzos serían inútiles.
Finalmente, una de las ranas puso atención a lo que las demás decían y se rindió. Ella se
desplomó y murió. La otra rana continuó saltando tan fuerte como le era posible. Una vez
más, la multitud de ranas le gritaba y le hacían señas para que dejara de sufrir y que
simplemente se dispusiera a morir, ya que no tenía caso seguir luchando. Pero la rana
saltaba cada vez con más fuerzas hasta que finalmente logró salir del hoyo. Cuando salió
las otras ranas le dijeron: “nos da gusto que hayas logrado salir, a pesar de lo que te
gritamos”.

La rana les explicó que era sorda, y que pensó que las demás la estaban animando a
esforzarse más y salir del hoyo. Moraleja:1. La palabra tiene poder de vida y muerte. Una
palabra de aliento compartida a alguien que se siente desanimado puede ayudar a
levantarlo. 2. Una palabra destructiva dicha a alguien que se encuentre desanimado puede
ser lo que acabe por destruirlo. Tengamos cuidado con lo que decimos. 3. Una persona
especial es la que se da tiempo para animar a otros.

El ratón guía
Un ratón se apoderó un día de la brida de un camello y le ordenó que se pusiera en
marcha.

El camello era de naturaleza dócil y se puso en marcha.

El ratón, entonces, se llenó de orgullo.

Llegaron de pronto ante un arroyo y el ratón se detuvo.

– ¡Oh, amigo mío! ¿Por qué te detienes?- ¡Camina, tú que eres mi guía!

El ratón dijo: – Este arroyo me parece profundo y temo ahogarme.

El camello: – ¡Voy a probar!

Y avanzó por el agua.- El agua no es profunda.- Apenas me llega a las corvas.

El ratón le dijo: – Lo que a ti te parece una hormiga es un dragón para mí.-

Si el agua te llega a las corvas, debe cubrir mi cabeza en varios cientos de metros.
Entonces el camello le dijo: – En ese caso, deja de ser orgulloso y de creerte un guía.-
¡Ejercita tu orgullo con los demás ratones, pero no conmigo!

– ¡Me arrepiento! dijo el ratón- ¡en nombre de Dios, ayúdame tú a atravesar este arroyo!

*Un cuento de Rumi

El asno con la piel de león


Cuando Bramadatta reinaba en Benarés, había un viejo mercader que viajaba de pueblo
en pueblo, llevando sus mercancías a lomos de un asno. Este mercader se valía de un
ingenioso ardid para alimentar a su burro. Tan pronto como llegaba a un pueblo, lo
descargaba y lo cubría enseguida con una piel de león; luego lo soltaba en un campo de
arroz o alfalfa. El asno comía hasta hincharse y los dueños de los campos no se atrevían a
echarle, ya que creían que se trataba de un león verdadero.

Un día el mercader llegó a un pueblo, y como había hecho en los otros, soltó al asno en un
campo de verde alfalfa. El dueño, al ver lo que él suponía un león huyó, aterrorizado, al
pueblo, y contó a sus convecinos lo que estaba ocurriendo. Sin vacilar un momento, todos
se armaron hasta los dientes y corrieron al encuentro del falso león.
Este, al ver acercarse a tanta gente lanzó un sonoro rebuzno que descubrió a los
campesinos su disfraz, y que tuvo además por consecuencia irritarlos mucho más. En un
momento cayeron todos sobre él y lo molieron a palos de tal manera, que cuando al fin el
mercader logró rescatarlo, estaba moribundo.

El hombre se tiró de los pelos al ver que por su avaricia había perdido a un compañero fiel
y útil, y mientras el pollino moría, el viejo iba diciendo:
– No es la piel lo que hace temible al león.

Ni tú ni yo somos los mismos


El Buda fue el hombre más despierto de su época. Nadie como él comprendió
el sufrimiento humano, así es como desarrolló la benevolencia y la compasión. Entre sus
primos, se encontraba el perverso Desvadatta, siempre celoso del maestro y empeñado en
desacreditarlo e incluso dispuesto a matarlo. Cierto día que el Buda estaba paseando
tranquilamente, Desvadatta, a su paso, le arrojó una pesada roca desde la cima de una
colina, con la intención de acabar con su vida. Sin embargo, la roca sólo cayó al lado del
Buda y Desvadatta no pudo conseguir su objetivo. El Buda se dio cuenta de lo sucedido y
permaneció impasible, sin perder la sonrisa de los labios. Días después, el Buda se cruzó
con su primo y lo saludó afectuosamente. Muy sorprendido, Desdavatta preguntó:

-¿No estás enfadado, señor?

-No, claro que no.

Sin salir de su asombro, inquirió:

-¿Por qué?

Y el Buda dijo:

-Porque ni tú eres ya el que arrojó la roca, ni yo soy ya el que estaba allí cuando me fue
arrojada.
El miedo del león
En una lejana sabana africana, andaba perdido un león. Llevaba más de veinte días
alejado de su territorio y la sed y el hambre lo devoraban. Por suerte, encontró un lago de
aguas frescas y cristalinas. Raudo, corrió veloz a beber de ellas para así, paliar su sed y
salvar su vida.

Al acercarse, vio su rostro reflejado en esas aguas calmadas.

– ¡Vaya! el lago pertenece a otro león – Pensó y aterrorizado, huyó sin llegar a beber.

La sed cada vez era mayor y él sabía que de no beber, moriría. A la mañana siguiente,
armado de valor, se acercó de nuevo a lago. Igual que el día anterior, volvió a ver su rostro
reflejado y de nuevo, presa del pánico, retrocedió sin beber.

Y así pasaron los días con el mismo resultado. Por fin, en uno de esos días comprendió
que sería el último si no se enfrentaba a su rival. Tomó finalmente la decisión de beber
agua del lago pasara lo que pasara. Se acercó con decisión al lago, nada le importaba ya.
Metió la cabeza para beber … y su rival, el temido león ¡desapareció!

 La gran mayoría de nuestros miedos son imaginarios. Cuando nos atrevemos a


enfrentarlos acaban desapareciendo. No dejes que tus pensamientos te dominen y
te impidan avanzar con tus propósitos

Historias para reflexionar sobre la vida

La ventana del hospital


Dos hombres, seriamente enfermos, ocupaban la misma habitación en el hospital. A uno
de ellos se le permitía estar sentado una hora todas las tardes para que los pulmones
drenaran sus fluidos. Su cama daba a la única ventana de la habitación.

El otro hombre tenía que estar tumbado todo el tiempo. Los dos se hablaban mucho. De
sus mujeres y familiares, de sus casas, trabajos, el servicio militar, dónde habían estado
de vacaciones.

Y todas las tardes el hombre que se podía sentar frente a la ventana, se pasaba el tiempo
describiendo a su compañero lo qué veía por la ventana. Éste, solamente vivía para esos
momentos donde su mundo se expandía por toda la actividad y color del mundo exterior.

La ventana daba a un parque con un bonito lago. Patos y cisnes jugaban en el agua
mientras los niños capitaneaban sus barcos teledirigidos. Jóvenes amantes andaban
cogidos de la mano entre flores de cada color del arco iris. Grandes y ancestros árboles
embellecían el paisaje, y una fina línea del cielo sobre la ciudad se podía ver en la lejanía.

Mientras el hombre de la ventana describía todo esto con exquisito detalle, el hombre al
otro lado de la habitación cerraba sus ojos e imaginaba la pictórica escena.

Una cálida tarde el hombre de la ventana describió un desfile en la calle. Aunque el otro
hombre no podía oír la banda de música- se la imaginaba conforme el otro le iba narrando
todo con pelos y señales. Los días y las semanas pasaron.

Una mañana, la enfermera entró para encontrase el cuerpo sin vida del hombre al lado de
la ventana, el cual había muerto tranquilamente mientras dormía. Se puso muy triste y
llamó al doctor para que se llevaran el cuerpo. Tan pronto como consideró apropiado, el
otro hombre preguntó si se podía trasladar al lado de la ventana. La enfermera aceptó
gustosamente, y después de asegurarse de que el hombre estaba cómodo, le dejó solo.

Lentamente, dolorosamente, se apoyó sobre un codo para echar su primer vistazo fuera
de la ventana. Finalmente tendría la posibilidad de verlo todo con sus propios ojos.

Se retorció lentamente para mirar fuera de la ventana que estaba al lado de la cama. Daba
a un enorme muro blanco. El hombre preguntó a la enfermera qué había pretendido el
difunto compañero contándole aquel maravilloso mundo exterior.

Y ella dijo: – Quizás sólo quería animarle.

El cielo y el infierno
En un reino lejano de Oriente se encontraban dos amigos que tenían la curiosidad y el
deseo de saber sobre el Bien y el Mal. Un día se acercaron a la cabaña del sabio Lang para
hacerle algunas preguntas. Una vez dentro le preguntaron:

-Anciano díganos: ¿qué diferencia hay entre el cielo y el infierno?…


El sabio contestó:

-Veo una montaña de arroz recién cocinado, todavía sale humo. Alrededor hay muchos
hombres y mujeres con mucha hambre. Los palos que utilizan para comer son más largos
que sus brazos. Por eso cuando cogen el arroz no pueden hacerlo llegar a sus bocas. La
ansiedad y la frustración cada vez van a más.
Más tarde, el sabio proseguía:
-Veo también otra montaña de arroz recién cocinado, todavía sale humo. Alrededor hay
muchas personas alegres que sonríen con satisfacción. Sus palos son también más largos
que sus brazos. Aun así, han decidido darse de comer unos a otros.

En busca de la aguja perdida


Una tarde, en un pueblo pequeño donde todos se conocían, un grupo de jóvenes vio a
anciana Rabiya buscando desesperadamente algo en el jardín frente a su choza. Todos
se acercaron a la pobre anciana para ver si la podían ayudar

Rabiya, ¿Qué le pasa? ¿Qué ha perdido? ¿Le podemos ayudar? -le preguntaron.

La anciana con tono triste contestó – perdí mi aguja de oro…

Al oírla, los jóvenes se pusieron a buscar, pero de repente uno de los jóvenes dijo:

Rabiya, el jardín es muy extenso y por contra, la aguja es muy pequeña; además pronto
anochecerá, ¿Puedes decirnos más o menos por donde se le cayó y así poder centrarnos
en esa zona?

La anciana levantó la mirada, señaló hacia su casa y le contesto: Sí tienes razón. La aguja
se me cayó allí, dentro de casa.

Esto enfadó al grupo de jóvenes- Rabiya, ¿te has vuelto loca? Si la aguja se te cayó dentro
de casa, ¿Por qué andamos buscándola aquí afuera?

Entonces Rabiya sonrió y les dijo- Es que aquí afuera hay luz, cosa que dentro de la casa
no hay.
El joven que no entendía nada y pensaba que la anciana definitivamente había perdido la
cabeza dijo: Pero aun teniendo luz, si estamos buscando donde no has perdido la aguja,
¿Cómo pretendes encontrarla? ¿No es mejor llevar una lámpara al interior de la casa y
buscarla allí, donde la ha perdido?

La anciana volvió a sonreír y contestó: sois tan inteligentes para ciertas cosas…. ¿por qué
no empleáis esa inteligencia?

Y continuó diciendo: Sois tan inteligentes para las cosas pequeñas ¿cuándo vais a
emplear esa inteligencia para vosotros mismos, para vuestra vida interior?. Miles de veces
os he visto a todos vosotros buscando desesperadamente afuera. Buscando aquello que
se os ha perdido en vuestro interior. ¿Por que buscáis la felicidad alrededor vuestro?
¿Acaso la habéis perdido allí, o realmente, la habéis perdido en vuestro interior?

Esto es lo que nos suele pasar habitualmente en nuestras vidas, estamos tan inmersos en
buscar fuera de nosotros que nos olvidamos que la esencia del bienestar está dentro de
nosotros y nada más. Nuestra felicidad o bienestar auténtico no pueden estar en el
exterior, ni en dependencia de las circunstancias, de otras personas o las relaciones que
mantenemos. Este bienestar auténtico para que sea real, ha de estar por encima de todo
esto. Solo se puede mantener y ser equilibrado si permanece dentro de nosotros.

El Problema
Un gran maestro y un guardián compartían la administración de un monasterio zen.Cierto
día el guardián murió, y había que sustituirlo.

El gran maestro reunió a todos sus discípulos, para escoger a quien tendría ese honor.
“Voy a presentarles un problema dijo-. Aquel que lo resuelva primero será el nuevo
guardián del templo”.

Trajo al centro de la sala un banco, puso sobre este un enorme y hermoso florero de
porcelana con una hermosa rosa roja y señaló: “Este es el problema”.

Los discípulos contemplaban perplejos lo que veían: los diseños sofisticados y raros de la
porcelana, la frescura y elegancia de la flor… ¿Qué representaba aquello? ¿Qué hacer?
¿Cuál era el enigma? Todos estaban paralizados.

Después de algunos minutos, un alumno se levanto, miró al maestro y a los demás


discípulos, caminó hacia el vaso con determinación, lo retiró del banco y lo puso en el
suelo.

“Usted es el nuevo guardián -le dijo el gran maestro, y explicó-: Yo fui muy claro, les dije
que estaban delante de un problema. No importa qué tan bellos y fascinantes sean, los
problemas tienen que ser resueltos.

Puede tratarse de un vaso de porcelana muy raro, un bello amor que ya no tiene sentido, un
camino que debemos abandonar pero que insistimos en recorrer porque nos trae
comodidades. Sólo existe una forma de lidiar con los problemas: afrontarlos. En esos
momentos no podemos tener piedad, ni dejarnos tentar por el lado fascinante que
cualquier conflicto lleva consigo”

Ésa eres tú.


Para realizar cambios en tu vida, es vital que investigues dentro de ti.
Es necesario hacer una mirada a tu interior y buscar el origen de tu
comportamiento o de tus pensamientos.

Porque todo lo que crees acerca del mundo que te rodea es lo que, de
algún modo te bloquea o te refuerza ciertas conductas, ideas o
pensamientos que tienes.

Cómo decía Henry Ford, “Tanto si piensas que puedes, como si


piensas que no puedes, estás en lo cierto”.

Un buen ejemplo de esto es lo que en psicología se llama Indefensión


aprendida. Un concepto creado por el psicólogo Martin Seligman, el
impulsor de la Psicología Positiva.

Aunque, el concepto de Indefensión aprendida fue generado para dar


una explicación a malestares psicológicos como la depresión, se
puede extrapolar al pensamiento y la conducta que tenemos en
nuestra vida diaria.

Un caso muy típico es el de los adolescentes que no recogen su


habitación o que no estudian porque en esa etapa, en la que estás
explorando tu entorno y situándote en el mundo, hay otras cosas que
consideras más interesantes que perder el tiempo recogiendo tu
habitación o estudiando unas asignaturas aburridas a no poder más.

Y en esas estás cuando, viene tu madre o tu profe de mates y te dice


que no recoges o que no estudies porque eres vaga o porque no
sirves para estudiar.

Esas frases se quedan en tu subconsciente. Como una semilla. Y si es


algo que escuchas a menudo, finalmente se queda interiorizado en ti
de manera que ya forma parte de tu personalidad.

¿Y si no sirves para qué hacer el esfuerzo? Ese razonamiento es el


que te lleva a no implicarte en nada.

No sirves. Punto.

Esa idea te persigue en tu edad adulta. Y es el origen de que no


consigas un mejor trabajo. Si no tienes un mejor trabajo, tienes que
conformarte con lo que te sale.
Es decir, que estás sufriendo a tu jefe y la vida que tienes no es lo
motivadora, alucinante y maravillosa que te mereces.

¿Qué puedes hacer?

Explora. Cuestiona todo lo que crees. Ante una situación o una


decisión, reflexiona por qué lo haces o qué te lleva a pensar así. De
dónde viene esa idea. ¿Realmente piensas eso? ¿Por qué? ¿Para
qué? ¿En qué te ayuda? ¿Podría ser de otra forma? ¿Qué pasaría si
le dieses la vuelta a ese pensamiento?

Cuando cambias tú, por pequeño que sea ese cambio, todo lo que
tienes a tu alrededor también lo hace. Es lo que se llama “Efecto
mariposa”

Tú puedes cambiar el rumbo de tu vida si quieres.

Eso sí, necesitas tres ingredientes básicos: tienes que proponértelo,


creer en tus posibilidades y ponerte en marcha.

Recuerda: Sólo tienes una vida. ¿Qué quieres hacer con ella?

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