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COLECCIî N "
TEXTOS DEL BRONCE EDOUARD GLISSANT

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INTRODUCCION ./

A UNA POETICA
DE LO DIVERSO
Traducci—n de Luis Cayo Pérez Bueno

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EDICIONES
DEL BRO N CE
TÍ TULo ORIGINAL: INTRODUCITON.tI. UNE POƒ TIQUE DU DIVERS
e ƒ DlTlONSGALLIMARD, 1996
ISBN OlUGINAL: 2-07-074649-6

PRL'.1ERA E~ICIî N: MAYO DEL 2002


rnovscro GRÁFICO: COLUMNA COMUNICACIî , S.A. (___
C> EDOUARD GLISSANT, 1996 \ _)
Q DE LA TRADUCCIî N: LUIS CAYO Pƒ REZ BUENO, 2002 (~~" "-

EDICIONES DEL BRONCE, 2002 r ~ \()-

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ISBN: 84-8453-103-1
DEPî SITO LEGAL: B. 13.380-2002
IMPRESI6N: HUROPE, S.L.
CALLE LIMA, 3 BIS - 08030 BARCELONA
êNDICE

ESTA OBRA ES GALARDî N DEL P.A.P. GnRcêA LORCA,


PROGRAMA DE PUBLICACIî N DEL SERVICIO DE COOPERACIî N
Y DE ACCIî N CULTURAL DE LA EMBAJADA DE FRANCIA
EN E~PAÑA Y DEL MINISTERIO FRANCƒ S
DE ASUNTOS EXTERIORES.

INTRODUCCIî N A UNA POƒ TICA DE LO Dl\TRS0

Criollizaci—n en el Caribe y en las Américas - - - . - .


Lenguas y lenguajes _ __ . - . - - - -
Cultura e identidad .. _ . . . __ . . . . _ .... - . - -
El caos-mundo: por una estética de la Relaci—n

ENTREVISTAS

El imaginario de las lenguas ....


El escritor y el aliento del lugar
BIBLIOTECA CENTRAL
u. ~~'MJ - NOTA SOBRE EL TEXTO
. I
Q EDITORIAL PLANETA, S.A., 2002
Cî RCEGA, 273-219 - 08008 BARCELONA

IMPRESO EN ESPA„ Aá PRINTED IN SPAIN

ESTE LIBRO NO PODRÁ SER REPRODUCIDO,


NI TOTAL NI PARCIA.LMENTE, SIN EL PREVIO PERJo,USO
ESCRITO DEL EDITOR TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS.
..
_.,

Sin duda, el texto de estas cuatro conferencias, cuyo t’tulo genérico b:


escogido en homenaje a Victor Segalen, adolece de un exceso de Çt(":-
r’a» justo all’ donde hubiera sido preciso abordar lo Diuerso _r .:
urdimbre del Çtodo-mundo» por un flujo de aproximaciones poéticas.
por descripciones de paisajes y de situaciones, por un juego sonoro ,,;-;
armon’as y disonancias que hubieran dado cuenta de nuestra C07J1m;
Çexistencia-en-el-mundo». Pero es norma en estos casos tratar ,,;-;
expresar lo m‡s posible en el tiempo asignado e ir, si no a lo m‡s 7I1Ti-
do, s’ al menos a lo más inmediatamente conuincente.

Es ésta una obra hilvanada de un tir—n, en la que el mero hablar lo


~ arrastra hasta agotar casi las existencias de la escritura y en la que ti
Çyo» se declara a ultranza, mientras que las entrevistas que 1.1
sigl!eil enfatizan sigfl~li:;aúvamente el compromisoJi 14 toma de par--
tido. Conf’o en que, una vez le’da, el sentimiento de búsqueda.
I inquieto y err‡tico acaso, prevalezca sobre el sistema replegado e1I ,1'/-
mismo.

Doy las g;racias, entre otros m‡s, a Jean-Claude Castelain, Joel Des-
rosiers, Lise Gauvin, Jean-Claude Gémar, Robert Melancon, Gas-
ton Miran, Pierre Nepueu, que me han acompa–ado en este rastreo.
No olvido a Martin Bobitaille, quien se encarg—de la trascripci—n del
conjunto del texto.
ƒ.G.

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INTRODUCCIî N A UNA POƒ TICA
DE LO DfVERSO
CRIOLLIZACIî N EN EL CARIBE y EN LAS AMƒ RICAS

E l objeto de estas cuatro conferencias ha de parecer a algu-


nos complejo y err‡tico y es m‡s que probable que a lo
largo de la exposici—n vuelva sobre temas que se entrelazar‡n,
que se superpondr‡n; es mi forma de trabajar.

La primera aproximaci—n que tuve de lo que cabr’a denominar


como las Américas, la primera experiencia que recuerdo fue el
paisaje, antes incluso de haber tenido conciencia de los dramas
humanos -colectivos o individuales- acumulados en el tiem-
po. La regi—n americana me ha parecido siempre -y me refie-
ro a la regi—n de las Américas- harto particular en relaci—n,
por ejemplo, con lo que he podido conocer de 105 paisajes
europeos, a los cuales he tenido siempre como un conjunto
muy reglamentado, cronometrado, en conexi—n con una espe-

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111111111,1111 IIIN A UNA POƒ TICA DE LO DIVERSO CRIOLLIZACIî N EN EL CARIBE y EN LAS AMƒ RICAS t
111.1111.11 /tllll' rirualizado de las estaciones. Cada vez que regre- El Caribe fue el primer lugar donde desembarcaron escla-
11,[1 11 1;1', Américas, ya fuera a una isla como Martinica, mi vos, esclavos africanos, que después eran reexpedidos hacia
11 L'I (ji 11.11:11, o al continente americano, lo que llamaba m‡s N orteamérica o hacia Brasil o hacia otras islas cercanas. A mi
1111 .ttl'lIt'i(')Il era el car‡cter abierto del paisaje. Para m’, es un juicio, estas regiones caribe–as son no tanto ejemplares -des-
P¡II'o'lIt' , .. irrué» -salta a la vista que se trata de una palabra creo del concepto de ejemplaridad- cuanto indicativas del
jIIV('III:ld~-, en él hay irrupci— n y embate, también erupci— n, universo americano. Y, sin embargo, se trata de pa’ses que
l'I,:lIid:H.1e irrealidad a partes iguales. Cuando estoy en las eleva- durante mucho tiempo han sido ignorados -sin contar Haití ,
('i()II<';~ de Sainte-Marie, en el cerro Bezaudin, el lugar en que la primera república negra de la historia mundial, ni tampoco
unc’, y diviso los cultivos en espaldera, casi verticales en esas Cuba y la revoluci— n cubana. Mi intenci— n es menos ponde-
alturas de Bezaudin y en otro cerro llamado Pérou, y en otro rarlas que probar que hay ah’ una referencia a algo que est‡
m‡s conocido como Reculée, me asalta la misma sensaci— n que sucediendo en las Américas, no sin sobresaltos acusados, y que
ante el paisaje m‡s vasto de Chaví n,en Perno Chaví nes la cuna trataré de estudiar con ustedes.
de las culturas preincaicas donde vi esos mismos cultivos en Comenzaré por definir la que, en mi opini— n, es, y en esto
espaldera, ante los cuales uno se pregunta c— mo el campesino coincido con otros, la caracter’stica esencial de las Américas,
que los cultiva consigue no despe–arse y permanecer en los es decir, la divisi—n en tres partes a la que podemos someter
treinta centí metros contados en los que pone sus pies. -con investigadores como Darcy Ribeiro en Brasil y Emma-
En esos espacios, el ojo no se familiariza con los artificios y nuel Bonfil Batalla en México o Rex Nettleford en Jamaica-
las sutilezas de la perspectiva; con una ojeada, abarcamos toda a las Américas: la América de los pueblos testigos, de los que
la verticalidad y la abrupta acumulaci— n de lo real. siempre han estado ah’, conocida como Mesoamérica; la Amé-
Este paisaje americano con el que nos reencontramos en rica de los migrantes europeos que en el nuevo continente han
una isla diminuta o en el continente me ha parecido siempre mantenido los usos y costumbres y las tradiciones de sus pa’ses
Çirrué». Y es muy probable que me venga de ah’ el sentimien- de origen, a la que podr’amos llamar Euroamérica, que abarca
to que siempre he albergado de una especie de unidad-diversi- Quebec, Canad‡, Estados Unidos y una parte (cultural) de
dad, por un lado, de las regiones del Caribe y, por otro, del Chile y Argentina; y la América que podr’amos denominar
conjunto de pa’ses del continente americano. En este sentido, Neoamérica y que es la de la criollizaci— n. La forman el Caribe,
el Caribe también me ha parecido siempre una suerte de pr— - el nordeste de Brasil, las Guayanas y Curacao, el sur de Esta-
logo del continente. En los siglos XVI y XVII,. el" Caribe era dos Unidos, el êitora] de Venezuela y Colombia y una parte
conocido como el Mar del Perú, a pesar de que Perú estaba en considerable de América Central y de México.
el otro extremo del continente y no existí auna comúnicaci— n Esta divisi— n supera las fronteras, llegando a superponerse
posible. Era una especie de introducci— n al continente, una ~sas tres Américas. La Mesoamérica est‡ presente tanto en
suerte de v’nculo entre lo que hab’a que dejar atr‡s y aquello Quchcc COIllO en Canad‡ y en Estados Unidos. Venezuela y
cuya exploraci— n hab’a que emprender. Colomhi» comparten una parte caribe–a y una parte andina,

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t INTRODUCCIî N A UNA POƒ TICA DE LO DIVER_~_O CRIOLLlZACIî N EN EL CARIBE y EN LAS AMƒ RICfI." t
esto es, una Neoaméri~~ y una Mesoamérica. En esos conti- medio de los dramas, las guerras y los conflictos,- el pensa-
nentes yen esas islas, las fricciones y los conflictos
/'
entre esas miento humano hacia un pensamiento de lo Uno y de la uni-
tres clases de Américas sehan multiplicado. Pero aupo aSê, lo dad. El mar Caribe, por su parte, es un mar que difracta y que
que predomina en esa relaci—n es que cada vez m‡s la Neoa- suscita la emoci—n de la diversidad. No es únicamente-un mar.
mérica, vale decir, la América de la criollizaci—n, al mismo de tr‡nsito y traves’as, es también un mar de encuentros' y de
tiempo que sigue tomando prestados elementos de la Meso- implicaciones. Lo que sucede en el Caribe en tres siglos es lite-
américa y de la Euroarnérica, tiende a influir en esas dos for- ralmente esto, a saber: la coincidencia de elementos culturales
mas de la divisi—n americana. Y lo m‡s sugestivo en el fen—me- provenientes de horizontes absolutamente diversosy que real-
no de la criollizaci—n, en el fen—meno constitutivo de la mente se criollizan, realmente se imbrican y se confunden
Neoamérica, es que el poblamiento de esta Neoamérica es entre s’ para alumbrar algo absolutamente imprevisihle, abso-
muy particular, En él prevalece África. lutamente novedoso, que no es otra cosa que la realidad crio-
Puede afirmarse que ha habido, en lí neas generales, tres ti- lla:" La Neoamérica -ya se trate de Brasil, el litoral caribe–o,
pos de Çpobladores» de las Américas. El Çmigrante armado», las islas o el sur de Estados Unidos- determina la experiencia
. esto es, el que desembarca del Mayf/ower o el que remonta el concreta de la criollizaci—n a través de la esclavitud, la opre-.
r’o San Lorenzo. Llega con sus naví os,su armamento, etc., se si—n, la desposesi—n por los distintos sistemas esclavistas, cuya .
trata del Çrnigrante fundador». Le sigue a continuaci—n el abolici—n abarca un dilatado per’odo (m‡s o menos de 1830 a
Çmigran te familiar», doméstico, el que llega con su baúl, con 1868), verificándose a través de esas desposesiones, esas opre-
su horno, con sus cazuelas, con sus fotos de familia y que pue- siones yesos cr’menes una verdadera conversi—n del Çser».
bla una gran parte de las Américas del Norte o del Sur. Y, por Con su concurso, a lo largo de estas cuatro conferencias,
último, el que llamo el Çmigrante desnudo», es decir, el que ha desear’a examinar esta conversi—n del ser. La tesis que sosten-
sido trasladado a la fuerza al nuevo continente y que constituye dré es que la criollizaci—n que se produce en la Neoamérica, y
la base de la poblaci—n de esta suerte de circularidad fundamen- la criollizaci—n que se apodera de las otras Américas, no es dis-
tal que es para mí el Caribe. No hay que desde–ar el término tinta de la que opera en el mundo entero. La tesis que sosten-
Çcircularidad», pues se trata de una especie de irradiaci—n, de dré ante ustedes es que el0nundo se criolliza o, lo que es lo
espiral, que dista mucho de la Çproyecci—n vectorial» que mismo, quelas culturas del mundo, en contacto instant‡neo y
. caracteriza toda colonizaci—n. absolutamente conscientes, se alteran mutuamente por medio
Siempre he dicho que el mar Caribe se distingue del Medi- de intercambios, de colisiones irremisibles y de guerras sin
terr‡neo en que aquél es un mar abierto, un mar que difracta, piedad, pero también por medio de progresos de conciencia y
mientras que el Mediterr‡neo es un mar que concentra. El de esperanza que autorizan a afirmar -sin que uno sea un ut— -
hecho de que las civilizacionesy las grandes religiones mono- pico o, m‡s bien, admitiendo serlo- que las distintas humani-
te’stas surgieran en las proximidades de la cuenca mediterr‡- dades actuales se despojan con dificultad de aquello en lo que
nea obedece al poder de este mar para dirigir, incluso por han insistido desde antiguo, a saber: el hecho de que la identi-

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t INTRODUCCIî N A UNA POƒ TICA DE LO DIVERS† - CRIOLLIZACIî N EN EL CARIBE Y EN LA<:> .A,Mƒ RICAS t
dad de un individuo no tiene vigencia ni reconocimiento salvo servado la memoria de sus cantos fúnebres, nupciales, bautis-
que sea exclusiva respecto de la de todos los dem‡s individuos.j males, de duelo, tra’dos de sus antiguos pa’ses, que entonan
y esta dolorosa.mutaci—n del pensamiento humano es la que' transcurridos cien a–os e incluso m‡s, en 'distintas vicisitudes
desear’a rastrear con su ayuda. de su vida familiar, al africano deportado se le ha arrebatado la
posibilidad de mantener estos legados concretos. Pero, par-
tiendo de los únicos poderes de la memoria, (;S decir, de los
solos pensamientos del rastro que le quedan, realiza algo de
¿Qué es la criollizaci—n? Acabo de plantearles que existen tres todo punto imprevisible; por una parte, crea lenguajes criollos
tipos de poblamiento y que el debido a la trata de esclavos afri- y, por otra, formas artí sticas universales, tales como la música
canos es el que ha causado las mayores aflicciones y desdichas de jazz, que se reformula con el auxilio de los instrumentos
en las Américas '-eso sin contar el exterminio de los pueblos adoptados, pero con base en la huella de los ritmos africanos
amerindios en el norte y en el sur del continente; y no pode- esenciales. Aun cuando este rieoainericano no entona cancio-
mos pasarlo pOl;" >~lto. Se da actualmente un cuarto tipo de nes africanas centenarias, re instaura en el Caribe, en Brasil y
po!..,lalfiieüi,ú, interno: el de los desplazados haitianos y cuba- en América del Norte, por pensamiento del rastro, formas artí s-
nos en los boat people (refugiados que huyen en barco). Es una ticas que propone como v‡lidas universalmente. En mi opini—n,
modalidad cr’tica del devenir de las sociedades americanas. el pensamiento del rastro posee Una dimensi—n original que es
Pero si se examinan las tres formas hist—ricas de poblamiento, preciso oponer, en la actual situaci— n del Inundo, a lo que he
nos damos cuenta de que mientras los pueblos migran tes dado en llamar los pensamientos de sistema 0 los sistemas de
procedentes de Europa (los escoceses, los irlandeses, los italia- pensamiento. Los pensamientos de sistema y los sistemas
nos, los alemanes, los franceses, etc.) llegan con sus cantos, sus rlp pensamiento han sido tan prodigiosamente' fecundos y pro-
tradiciones, sus herramientas, COJl la imagen de su Dios, eic., ductivos corno prodigiosamente letales. El pensamiento de! r8S-
los africanos llegan despojados de todo, de cualquier posibili- tro es aquel que se inserta hoy d’a m‡s eficazmente en la falsa
dad, desprovistos incluso de su lengua. Pues el antro del barco universalidad de los pensamientos de sistema.
negrero es el lugar y el momento donde las lenguas africanas Los fen—menos de la criollizaci—n son fen—menos de enor-
desaparecen, porque en el barco negrero, o en las plantacio- me importancia porque permiten hacer efectivo un nuevo
nes, jam‡s conviv’an las personas que hablaban la misma len- enfoque de la dimensi— n espiritual de la humanidad en su
gua. El ser se hallaba despojado de cualquier elemento propio diversidad. Un enfoque que consiste en una reconstrucci— n
de su vida cotidiana y, sobre todo, de su lengua. del paisaje mental de estas htrrnanidades actuales. y esto por-
¿Qué sucede con ese migrante? Pues que recompone, que la criollizaci—n comporta que los elementos .culturales que
echando mano de huellas, una lengua y unas artes que pode- concurren deben obligatoriamente ser Çequivalentes en va-
mos considerar v‡lidas para todos. All’, por ejemplo, donde en lor», a fin de que esta criollizaci—n se efectúe realmente. Esto
una comunidad étnica, en el continente americano, se ha con- es, que si de estos elementos culturales en interacci—n, algunos

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t INTRODUCCIî N A UNA POƒ TICA DE LO DIVE-R'SO CRIOLLIZACIî N EN EL CARIBE y EN LAS AMƒ RICAS t
son infravalorados en comparaci—n con los otros, la criolliza- currentes Çse intervaloricen», es decir, que no haya degrada-
ci—n no se produce realmente. Se produce, st,pero de un modo ci—n o disminuci— n del ser, ya sea interno o externo, en ese
espurio e inicuo. En pa’ses de criollizaci—n como el Caribe o contacto y en esa mezcolanza. ¿Y por qué criollizaci—n y no
Brasil, en los que los elementos culturales concurren por mor mestizaje? Porque la criollizaci— n es imprevisible, mientras+
del poblamiento esclavista, los factores constituyentes cultura- que los efectos del mestizaje son f‡cilmente determinables.
les africanos y negros han sido de ordinario minusvalorados. Podemos determinar estos efectos en las plantas mediante
La criollizaci—n se produce, aun en esas condiciones, pero deja esquejes yen los animales mediante cruces, podemos calcular
un poso amargo, indome–able. Y en casi todas partes de la que los guisantes rojos y los guisantes verdes cruzados median-
Neoamérica ha sido necesario restablecer el equilibrio entre te injertos dar‡n en tal generaci—n un determinado resultado,
los elementos concurrentes; en primer término, mediante una yen tal otra un resultado distinto. Pero la criollizaci—n es un .'~
revalorizaci—n del legado africano, como en lE>S casos del indi- mestizaje con un valor a–adido, elque le confiere la imprevisi-
genismo haitiano, el Renacimiento de Harlem o, en fin, la bilidad. Del mismo modo, es absolutamente imprevisible que
negrirud -la poética de la negritud de Damas y Césaire que ha los pensamientos del rastro . lleven a las poblaciones de las
- 'engarzado con la negrimd de Senghor. La criollizaci—n en acto Américas a la creaci—n de Ienguas o de formas art’sticas tan
que se ejercita en el interior de la plantaci—n -el universo m‡s absolutamente inéditas. Respecto del mestizaje, la criolliza-
inicuo, m‡s siniestro que se pueda imaginar- se gesta a pesar ci—n aporta lo imprevisible; genera en las Américas microc1i-
de todo, pero el Çser» queda mutilado. Porque el Çser» se ve mas culturales y lingü’sticos inesperados, espacios en los que
desestabilizado por la disminuci—n que lleva en s’, que le im- la mutua interacci—n de las lenguas y de las culturas es de una
pide considerarse a s’ mismo como tal; disminuci—n es, por gran brusquedad. En Luisiana, la creaci—n de la música zydeco
ejemplo. la de su valor propiamente africano. Esto sucede tanto es una aplicaci—n a la música cajún tradicional de los ritmos y
en las Antillas y en el Caribe y a prop— sito también de otros las energ’as del jazz V hasta de! rock, En Luisiana se hallan los
elementos constitutivos. El elemento hindú, por ejemplo. black indians, que son tribus surgidas de la mezcla entre cima-
Cuando con posterioridad a 1848, la regi—n del Caribe fue par- rrones e indios. En Nueva Orleans he asistido al desfile de las
cialmente poblada por migrantes hindúes a los que se les hizo etnias black indian, y pude apreciar all’ algo absolutamente
creer que dispondr’an de un empleo, y en verdad fueron trata- imprevisible, que supera el mero hecho del mestizaje. Estos
dos pura y simplemente como esclavos. Hubo también all’ una microclimas culturales y lingü’sticos que genera la criolliza-
, desconsideraci—n de los valores provenientes de la India y ha ci—n en las Américas son decisivos porque representan los
hecho falta mucho tiempo para que se reconozca, actualmente, signos mismos de lo que sucede verdaderamente en el mun-
que la poblaci—n de ascendencia hindú es una parte apreciable do. y lo que pasa realmente en el mundo es que se crean
del fen—meno de la criollizaci—n en el Caribe. En Trinidad, los micro y macroclimas de interpenetraci— n cultural y lingü’sti-
linajes hindú y africano se reparten el poblamiento de la isla. ca. y cuando esta interpenetraci— n cultural y lingü’stica es
La criollizaci—n exige que los elementos heterogéneos con- muy acusada, entonces los antiguos demonios de la pureza y

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CRIOLLIZACIî N EN EL CARIBE y EN LAS AMƒ RICAS 1
del antimestizaje persisten y prenden esas bocas infernales genial y agresiva deformaci—n de una lengua, la lengua inglesa.
que arden en la superficie de la tierra, _ pero en el seno y por obra de hablantes subversivos de esa len-
¿Por qué este término de criollizaci—n aplicado a las colisio- gua. y no pretendo establecer jerarquí as. ¿Se trata, entonces, de
nes, a las armon’as, a las distorsiones, a los retrocesos, a los un Çpidgin»? Pero pidgin es hasta tal punto negativo y peyora-
rechazos, a las atracciones entre elementos culturales? He con- tivo que resulta inapropiado para aplicarlo a un lenguaje de
signado ya por qué se ha renunciado aqu’ a la palabra Çmes- estas caracter’sticas. Mis amigos jamaicanos me dicen que esa
tizaje». La palabra Çcriollizaci—n» procede naturalmente del lengua no puede ser un pidgin, que es criollo. En mi opini—n.
término Çcriollo» y de la realidad de las lenguas criollas. ¿Y no es ése su car‡cter y tal vez haya que buscarle un nombre.
qué es una lengua Çcriolla»? Es una lengua compuesta, surgi- pues el criollo es un lenguaje, como m’nimo, b’fido, esto es, que
da del contacto de elementos lingü’sticos absolutamente hete- consta al menos de dos elementos constitutivos, que para el
rogéneos entre s’, Los criollos franc—fonos del Caribe son el criollo de Cabo Verde, es el crio de Senegal; para Curacao, el
resultado del contacto entre hablarites bretones y normandos papiamento, as’ como para los dem‡s criollos de Martinico.
del siglo XVII con una sintaxis que no sabemos a ciencia cierta Haití , Guadalupe o Reuni—n o Santa Lucí a o incluso de la isla
en qué consistí a, pero de la que presumimos era una suerte de Dominica. Los criollos tienen suorigen en los choques; en la
s’ntesis de sintaxis de idiomas del África negra subsahariana consunci—n, en la consumaci—n recí proca de elementos lingüisti-
del oeste. Dicho de otro modo, el léxico, el vocabulario, el cos absolutamente heterogéneos entre s’, con resultados im-
habla normanda no guardan ninguna relaci—n con la sintaxis, predecibles. El criollo no es ni el producto de esa espléndida
que es tal vez una Çs’ntesis de sintaxis» de esas lenguas africa- operaci—n que practican voluntariamente los poetas jamaicanos
nas. La combinaci—n de ambos, que, por otra parte, tiene su sobre la lengua inglesa, ni un pidgin, ni un dialecto. Es algo
origen, se diga lo que se diga, en la pr‡ctica de la jerga, porque nuevo, de 10 que.vamos adquiriendo conciencia, respecto del cual
se trataba entonces de resolver los problemas laborales en las somos incapaces de decir si es una operaci—n original, pues cuan-
islas caribe–as, esta combinaci—n es imprevisible. Era absolu- do se examinan, con criterios de razón, los or’genes de cualquier
tamente imprevisible que en dos siglos una comunidad sojuz- lengua, incluida la lengua francesa, nos percatamos (o presenti-
gada hubiera podido producir una lengua partiendo de ele- mos) que casi todas las lenguas, en sus orí genes, son criollas.
mentos tan heterogéneos. Doy en llamar lengua criolla a una
lengua cuyos elementos constitutivos son, entre s’, heterogé-
neos. No calificar’a como lengua criolla la soberbia lengua de
los poetas jamaicanos de la dub poetry, tales como Michael En cuanto a los criollos franc—fonos del Caribe y del océano
Smith y Linton Kwesi Johnson o, aún m‡s pr—ximo, Edward êndico, mis hip—tesis son:
Kamau Braithwaite. Alguien ha afirmado que se trata de un
criollo jamaicano -seguramente necesitar‡ un nombre-, ¥ Las hablas francesas, bretonas y normandas fueron lo bas-
pero no lo denominar’a criollo, porque se trata, s’, de una tante Çheterodoxas» corno para permitir la aparici—n del fen—-

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meno criollo (criollizaci—n lingüí stica),allí donde el espa–ol y decir, a impugnar o defender de un modo con frecuencia dra-
el inglés, ya fuertemente consolidados y Çorg‡nicos», resistie- m‡tico -véase el caso de Yugoslavia, del L’bano, etc.- el
ron en casi todas partes a l~ criollizaci—n."
. _"
estatuto de la identidad corno raí zúnica. Porque efectivamen-
,

¥ Es m‡s que probable que la criollizaci—n lingü’stica opere te se trata de eso, de una concepci—n sublime y letal que los
mejor en territorios exiguos y bien delimitados: en islas, agru- pueblos de Europa y las culturas occidentales han vehiculado
padas o no en archipiélagos (Caribe, océano êndico, islas de en el mundo, consistente en afirmar que cualquier identidad
Cabo Verde). Laboratorios, de algún modo. Estas hip—tesis no es radicalmente única y exclusiva. Esta visi—n de la identi-
dan crédito a la criollizaci—n de la lengua francesa, como se ha dad se opone a la noci—n actualmente Çefectiva», en las cultu-
.querido creer o inducirme a suponer. ras compuestas, de la identidad como factor y como resultado
de la criollizaci—n, es decir, de la identidad como rizoma, de la
Estas razones me llevan a pensar que el término criolliza- identidad no de ra’z única, sino de ra’z múltiple. Una vez for-
ci—n es plenamente aplicable a la presente situaci—n del mun- mulado esto, los problemas se revelan inquietantes pues al
do, esto es, a la situaci—n donde una Çtotalidad tierra», por fin hablar de identidades múltiples nos asalta la sensaci—n de una
realizada, permite que en el seno de esta totalidad (en la que . amenaza de disoluci—n; estamos hechos al antiguo modelo y
no existe ninguna autoridad Çorg‡nica» y en la que todo es me parece que si voy a la búsqueda del otro dejaré de ser yo
archipiélago) los elementos culturales m‡s distantes y m‡s mismo y que si dejo de ser yo mismo, entonces, ¡estoy aboca-
heterogéneos puedan entrar en relaci—n. Eso produce resulta- do a la perdici—n! En el actual panorama del mundo, la cues-
dos imprevisibles. ti—n capital es la de saber c—mo ser uno mismo sin sofocar al
Esta percepci—n de lo que sucede en el mundo se asienta otro, y c—mo abrirse al otro sin ahogarse uno mismo. Cuesti—n
sobre la noci—n, que se ha vuelto preceptiva, de dos modalida- que plantean y que ilustran las culturas compuestas del ‡rea
des culturales genéricas. Modalidades culturales qlle llamaré americana. ¿D—nde se halla el punto de tangencia entre esas
at‡vicas, en las que la criollizaci—n se produce desde muyanti- culturas compuestas que propenden al atavismo y esas culturas
guo, y cuya naturaleza estudiaremos m‡s adelante; y modali- atávicas que comienzan a criollizarse?
dades culturales que denominaré compuestas, cuya criolliza-
ci—n se produce ante nuestros ojos. La regi—n del Caribe y la
regi—n de esta circularidad eclosivaa la que antes me he referi-
do son parte de estas culturas compuestas. La percepci—n es Resulta insoslayable abordar esta cuesti—n si, aun a base de
que las culturas compuestas propenden a resultar atávicas, esto desví os,deseamos escapar de las oposiciones letales, sangran-
es, a aspirar a una especie de perdurabilidad, de prestigio en el tes, que alientan y agitan en este momento el desorden mun-
tiempo, que necesitarí a toda cultura para estar segura de s’ dial. Si eludimos la pregunta de si es preciso renunciar a la
misma y para sentirse provista de la audacia suficiente para espiritualidad, a la mentalidad ya lo imaginario estimulados
afirmarse. Las culturas at‡vicas propenden a criollizarse, es por una concepci—n identitaria de ra’z única que acaba con

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todo lo que le rodea, para entrar en la ardua complexi—n de con el pensamiento del rastro, con un pensamiento asistem‡ti-
una identidad de relaci—n, de una identidad que comporta una co, que no ser‡ dominador, ni sistem‡tico, ni autoritario, sino
apertura al otro, sin peligro de disoluci—n; si no nos plantea-. ., que ser‡ tal vez un no sistema de pensamiento, caracterizado
mos este género de preguntas, me parece que no estaremos en por la intuici—n, la fragilidad, la ambigüedad, en concordancia
simbiosis, en relaci—n con la situaci—n efectiva del mundo, con con la extraordinaria complejidad y con laextraordimria multi-
la situaci—n de lo que efectivamente pasa en el mundo. En mi plicidad de dimensiones del mundo en que vivimos. '1 raspasado
opini—n, s—lo una poética de la Relaci—n, es decir, un imagina- y sostenido por el rastro, el paisaje deja de ser una l:sccnografí a
rio, nos permitir‡ Çcomprender» estas fases y esta interdepen- apropiada y se toma un: personaje del drama de la Relaci—n, la
dencia de situaciones de los distintos pueblos, en la actualidad, cual no es la apariencia pasiva del todopoderoso Relato, sino la
en el mundo, la cual, de acertar, nos autorizar‡ a intentar libe- dimensi—n cambiante y permanente de todo cambio y de todo
rarnos del encierro al que nos vemos reducidos. A mi enten- intercambio. Este imaginario de un pensamiento del rastro nos
der, hay lugares en el mundo en que este desafí o,esta suerte resultara consustancial cuando, en el mundo actual, experimen-
, de imposible se est‡ dando, en Sud‡frica, por ejemplo. Uno de temos una poética de la Relaci—n.
los mayores objetivos del Congreso Nacional Africano (CNA)
y Je Nelson Mandela 'es, naturalmente, el de resolver todas las
cuestiones concernientes a la supervivencia econ—mica de todo
ese sector de poblaci—n que durante tanto tiempo fue relegado La Diversidad se ensancha con todas las apariciones inespera-
a la miseria y a la esclavitud por el régimen del apartheid. Pero das, con las minor’as ayer mismo ignoradas y postradas bajo la
considero que hay otro envite que compromete el siglo XXI y losa de un pensamiento monol’tico, expresiones fractales de
es que si Mandela y el CNA no logran que convivan zulúes, sensibilidades que se reagrupan y adoptan formas inéditas.
negros, mestizos, hindúes y blancos en el contexto de Sud‡fri- Todas las posibilidades, todas las contradicciones est‡n iris-
ca, habr‡ algo en nuestro siglo XXI, en nuestro porvenir, en el critas en lo diverso del mundo. En Martinica, por ejemplo,
futuro de la humanidad diversa que encarnamos, que se ver‡ uno no puede resistirse a participar en la vivacidad del Caribe,
ostensiblemente amenazado y abocado a la ruina. En su auto- vivacidad emergente que acerca por fin a los caribe–os, ya sean
biografí a, Nelson Mandela plantea finalmente esta cuesti—n, hispanohablantes, angl—fonos, franc—fonos o criollofonos, cuan-
m‡s o menos en estos términos: ÇTodo el camino que he reco- do al mismo tiempo, en la propia Martinica, se produce tal
rrido hasta el presente -de 1912 a 1994-, todas las luchas, no proliferaci—n de modas (musicales, alimenticias y de atuendo)
son nada en comparaci—n con lo que nos queda por hacer; por- que someten pasivamente a los martiniqueses a flujos Çplane-
que lo que nos queda por hacer (lograr que convivantodos esos tarios» alienantes, sin duda alguna, porque se adoptan sin sen-
grupos de poblaci—n) es lo verdaderamente importante». Esto tido cr’tico.
pasa por abandonar la identidad de raí zúnica y adentrarse en la
auténtica criollizaci—n del mundo. Hemos de reconciliarnos

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t INTRODUCCIî N A UNA POƒ TICA DE LO DIVERSO
CRIOLLIZACIî N EN EL CARIBE y EN LAS AMƒ RICAS t
PREGv"NTAS cialmente con la de Reverdy, quien, a mi juicio, capt—mejor su
esencia que Breton.
ROBERLVIELANC;ON: Vt~y a comenzar por una cuestié– menor: he En cuanto al fen—meno de la 'criollizaci—n, he de decir que
cogido al vuelo la defin’d‡n que ha dado de la criollizaci—n y voy a una dimensi—n relevante en la criollizaci—n contempor‡nea es
tratar de reproducirla am total exactitud para no traicionarle: ÇLos su doble car‡cter de hecho instant‡neo y plenamente cons-
elementos heterogéneos nuis distantes entran en contacto y producen ciente. Los contactos culturales no son cosa de ahora, pero
un resultado impreoisihle», A mi juicio, la fuerza y la imprevisibili- abarcaban perí odos tan dilatados yue pasaban inadvertidos
dad del resultado determ inan el alejamiento de los elementos en con- para la conciencia. Un galorromano del siglo VIII -los hab’a
, tacto. Me parece que recuerda punto por punto la definici—n de ima- todav’a- carecí a de cualquier conciencia de ser una Çcombi-
gen poética acu–ada 1J1/'I' Breton-Reoerdy, que acerca los elementos naci—n» de la Galia y de Roma; cre’a ser un ciudadano roma-
m‡s distantes entre s’,:v de esta distancia y de la colisi—n que sigue no por los siglos de los siglos. El efecto cultural no alcanzaba
surge algo impredecible 'fue llamamos imagen. Primera pregunta: . la conciencia, porque era obvio. Lo incre’ble en la criolliza-
, ¿ Comparte ese l'nfoqu/'? . . ci—n moderna es que, de un modo fulminante, penetra en las
ƒ DOUi\RD GUSSi\Ni': Compietamente. Eso confirmarla que conciencias. Cuando veo e~ la televiSi— ~n terremoto en no
el acto poético es un elemento de conocimiento de lo real. sé qué confí n del mundo, no s—lo tengo conciencia inmediata
R.M.: Mi segunda {11'cgunta es mucho m‡s amplia. Ha descrito del temblor, sino que me impregno de la lengua de las gentes
de modo muy conuincente el proceso de criollizaci—n del mundo que se. que han sufrido ese cataclismo, de su estilo de vida, de lo que
est‡ produciendo en estos momentos, y ha recordado, sucinta pero han perdido, etc., y pienso acto seguido en el terremoto que
suficientemente parte hacerse una idea, la criollizaci—n de siglos pasa- sobrevendr‡ en mi pa’s. Me impregno de esa realidad ambiente
dos, por ejemplo, la del 111 lindo antiguo a prop—sito de la aparici—n del y ah’ radica la raz—n ce "..;,
afirmaci—n de que el escritor con-
cristianismo y de nueoos jlllcblos amocidos como Çbdrbaros», Asipues, tempor‡neo, el escritor actual, no es monolingüe, aun si s—lo
¿podemos volver a dejinirla mollizaci—n como un estado de turbu- conoce una lengua, porque escribe en presencia de todas las
lencia de sistemas concurrentes, hecho que puede inducir a pe.nsar lenguas del mundo. Entonces, ¿ese proceso -porque la cr’o-
que al cabo de un jJe'rí ot!u lo suficientemente dilatado de' turbulencia llizaci—n es un proceso- alcanzar‡ un estado, una fase final?
de sistemas se alcanzani [atalmente una estasis? Usted mismo ha No me lo parece, puesto que es la conciencia la que reactiva el
afirmado que todas lfl.\'/r,;cl1tas proceso y la no ciencia, el no conocimiento los que le conferi-
~') , si se escarba en sus ra’ces, son criollas
en su origen. ¿La criollizacum del mundo, que serealiza hoy d’a en r’an la estabilidad de una identidad definida. Considero que
un momento en que la tierra es por fin única, no concluir‡ en un estamos en un momento en la vida de las humanidades en el
estado de unificaci—n que' detendr‡ por completo cualquier moui- que el ser humano comienza a admitir la idea de que él mismo
mie"}to, al no existir elementos ajenos, exteriores? es un perpetuo proceso, que no es un ser, sino un hacerse, y
E.G.: Respecto de su primera observaci—n, estoy completa- que, como todo lo que se est‡ haciendo, cambia. y en mi opi-
mente de acuerdo con la definici—n de imagen poética, espe- ni—n, se trata de una de las alteraciones intelectuales, espiri-

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t. INTRODUCCIî N A UNA POƒ TICA DE LO DIV"ERSO
CRIOLLlZACIî N EN EL CARIBE Y'EN LAS AMƒ RICAS t
tuales y mentales m‡s importantes de nuestro tiempo. Nos mismo grupo, que muri—hace dos a–os, escribi— un libro,
aterra la idea de que un dí a habremos de aceptar que no somos todaví a no traducido al francés, titulado Crioltismos. El fen—-
una entidad absoluta, sino una existencia cambiante. y me meno que describo no tiene nada de local; es ur-a cuesti— n
parece que esta noci—n de conciencia y de vértigo fulminante mucho m‡s generalizada. y si adopto el vocablo criollizaci—n,
impedir‡ que, en un futuro, vayamos a una nueva estasis, en no es por referencia a mi pueblo o a las Antillas o al Caribe,
una nueva fase, llamémosla, de estabilizaci—n. A menos que a etc., sino porque nada expresa mejor la imagen de lo que suce-
esta totalidad tierra por fin culminada se oponga otro absolu- de en el mundo que esta realizaci— n imprevisible a partir de
to. Por ejemplo, la llegada de extraterrestres; ser‡ el otro abso- elementos heterogéneos.
luto que se enfrente a la identidad tierra. Y en ese instante ese En este instante, no es otra la cuesti—n que tiene planteada
proceso correr‡, efectivamente, el peligro de fijarse en una el mundo entero, porque es el estado actual del mundo. Cuan-
.. nueva identidad-ti erra-única que se opondr‡ al otro absoluto, do digo Çcriollizaci—n», no es tanto refiriéndome a la lengua
absolutamente extra–o. Fuera de eso, no creo que la criolliza- criolla, sino al fen—meno que han estructurado las lenguas crio-
ci—n pueda detenerse y paralizarse. llas, lo cual no es lo mismo.
P: A mi juicio, el criollo es un hecho bastante Çloe;al», e incluso si P: ¿ Vislumbra 'en el proceso de criollizaci—n la aparici—n de un
el proceso que usted describe globalmente sigue idénticas pautas, no Çpeligro», en la medida en que la criollizaci—n podr’a comportar
estamos autorizados a extrapolar la situaci—n particular criolla al cierta relativizaci—n del lugar de origen?
resto del mundo. ƒ .G.: Se da una intensa relaci—n entre la necesidad y la rea-
ƒ .G.: No estoy de acuerdo del todo. En efecto, denomina- lidad ineludibles de la criollizaci—n y la necesidad y la realidad
mos lenguas criollas a lenguas que hoy son locales, pero, como ineludibles del lugar natal, esto es, del lugar donde se pronun-
ya he indicado, me parece que cualquier lengua es en su ori- cian las primeras palabras. Comenzamos a hablar en un sitio,
gen criolla. Solamente los hablantes desear’an, una vez adqui- no en el aire. El sitio de nuestras primeras palabras; de nues-
rida conciencia, que su lengua no fuera criolla, sino que fuera tros primeros textos, de nuestras primeras voces y gritos es un
especí fica. El sue–o de toda humanidad es que su lengua le lugar de capital importancia. Pero ese sitio puede cerrarse y
haya sido dictada por un dios, es decir, que su lengua sea la uno puede encerrarse en su interior. El ‡mbito de nuestros
lengua de la identidad exclusiva. Hace un a–o, en Estrasburgo, gritos puede convertirse por obra nuestra en territorio, cerra-
discut’a con unos novelistas japoneses que me decí an: ÇEn do a cal y canto, levantando muros' espirituales, ideol—gicos,
Jap— n hay un intenso debate, una discusi—n sin resolver. Los etc., instante en que deja de ser Çespacio». Actualmente, lo
fascistas sostienen que la lengua japonesa es pura, dictada por m‡s importante es, justamente, acertar a descubrir una poética
los dioses. Nosotros, por nuestra parte, sostenernos que el de la Relaci—n que nos permita, preservando el lugar de ori-
japonés es una lengua criolla. Y que hay préstamos (llegan a gen, resguard‡ndolo, abrirlo. ¿Disponemos de los medios pre-
hablar de la lengua vasca, de las lenguas indonesias, coreanas, cisos? ¿Es factible para el hombre, para el género humano,
etc.)», Es una cuesti— n abierta. Uno de los escritores de ese para el ser humano? ¿Hemos de convencernos de una vez por

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I ,1
t INTRî DUCCIî N A UNA POƒ TICA DE LO DIVER'SO
CRIOLLIZACIî N EN EL CARIBE y EN LAS AMƒ RICAS t
todas de que para preservar el lugar de origen hemos de pre- poética de la Relaci—n resulta m‡s presente y m‡s Çapasionan-
servar lo exclusivo del lugar? No niego que ahí late un interro- te», en la actualidad, que una poética del ser.
gante, pero he advertido que si no se plantea esta cuesti—n, se E: ¿C—rrlo,heJ vivido Martinica la criollizaci—n?
perpetúa la reclusi—n ciega, clausura que da como resultado ƒ .G.: La- criollizaci—n no se confunde en modo alguno con
situaciones como las de Bosnia, Croacia, Serbia, etc. Ninguna una polí tica de Çmezcla de sangres», que ser’a un enfoque
soluci—n, ni polí tica, ni econ—mica, ni militar, ni sociol—gica, miope y limitado. Hemos vivido la criollizaci—n bajo dos
resolver‡ tales problemas mientras que la espiritualidad, la aspectos; el aspecto negativo de la esclavitud y de la servidum-
mentalidad, la inteligencia del ser humano no se hayan inver- bre y hoy mismo presenta otro aspecto negativo, el de la asi-'
tido y se formulen esta cuesti—n decisiva. y continuar‡n las mil aci—n con la cultura francesa. En Martinica yen Cuadalu-
guerras imposibles, las muertes inútiles y las matanzas genera- pe hay un impulso muy enérgico de asimilaci—n de la cultura
. lizadas. No he negado que exista un problema, sino que he francesa. Pero no puedo negar que la criollizaci—n, aunque se
dicho que es esa concreta cuesti—n la que hay que afrontar. practique de forma negativa, continúa su expansi—n. Y que en
P: ¿Podr’a decirnos qué entiende por ÇRelaci—n», por una poéti- el Çseno» de la criollizaci—n, hay medios para eludir esa nega-
ca de la ÇRelacion»? " ' tividad. Por esta raz—n, como ha observado, los 1nt-i!hr.o~que
ƒ .G.: Las culturas occidentales sostienen que el absoluto es experimentan la criollizaci—n dirigen su atenci—n a otra parte:
el absoluto del ser y que la condici— n de existencia del ser es su Marcus Garvey, hacia los negros de Estados Unidos; Fanon,
car‡cter absoluto. Sin embargo, ya en los presocr‡ticos, el hacia Argelia; los textos de Césaire, hacia toda el África negra.
pensamiento predominante es el del ser en relaci—n, no como El consejero de Nkrumah en África, Padmore, era natural de
absoluto, sino como relaci—n con lo distinto, relaci—n con el Trinidad, etc. Se produce siempre una suerte de dilataci—n,
mundo, relaci—n con el cosmos. Eso estaba en el pensamiento como si, incapaces de resolver sus propios problemas, los cari-
presocr‡tico, al que hoy se sude retornar. Cuando, desde una be–os se sintieran impelidos a ayudar a los dem‡s, en otra
—ptica mucho m‡s laica, los ecologistas luchan por sus ideas, parte que estar’a siempre aqu’. El aspecto positivo es el modo
qué es lo que afirman, pues que Çsi matas el r’o, el ‡rbol, el doloroso, pero efectivo, de vivir la criollizaci—n, que prefigura
aire, la tierra, est‡s matando al hombre». Establecen una red' las modalidades futuras de la solidaridad.
de relaciones entre el ser humano y su entorno. Lo que yo Al haberse desarrollado en un tiempo en que la norma iden-
digo es que la noci—n de ser y de ser absoluto est‡ vinculada titaria era la de ra’z única, las sociedades criollas del Caribe y
con la noci—n de identidad de Çra’z única» y de identidad m‡s singularmente las de las Antillas franc—fonas (en las que
exclusiva, y que si somos capaces de concebir una identi- los procesos de asimilaci—n se est‡n produciendo con una visi-
dad rizoma, es decir, una ra’z a la búsqueda de otras ra’ces, bilidad desoladora) pueden aparecer como una variante de la
entonces lo que cobra relevancia no es tanto un presunto abso- levedad, como una suspensi—n del ser, sin in tensidad; cosa que
luto de cada ra’z, sino el modo, la manera en que entra en con- debi—de parecer a esos dos errantes, en busca de una esencia,
tacto con otras ra’ces, esto es, la Relaci—n. A mi juicio, una de una verdad primordial, que llegaron a Martinica a princi-

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t INTRODUCCIî N A UNA POƒ TICA DE LO DIVERSO

pios de siglo: Lafcadio Hearn y Paul Gauguin. El alborozo y


la aflicci—n extremos de sus mutaciones casi alquí micas,Heam
en japonés, y Gauguin en oce‡nico, aun teniendo plena con-
ciencia de no hacer nada distinto de errar hasta los lí mites de
una alteridad que deseaban hacer suya (acomodar, adaptar),
fue la se–al misma dé lo que no pudieron experimentar ni
admitir, el gozo y la aflicci—n de la criollizaci—n, la cual, tal vez,
a su juicio, generaba afectaci—n, deterioro y pérdida de esen-
cia. Por tal motivo, ambos encaminaron sus pasos en busca de LE!.'J'GUAS y LENGUAJES
lugares m‡s densos, tradiciones milenarias, un origen, una
permanencia. Otro tanto han hecho los rastas, que encuentran
su fuerza en la m’stica rastafari etí ope, sin desligarse, no obs-
tante, de su entorno caribe–o. As’ también, los m‡s generosos
o los m‡s lúcidos de los antillanos buscaron en su momento el Desear’a situar esta reflexi—n compartida con ustedes Qªjo dos
, absoluto de la revoluci—n del tercer mundo, como Frantz premisas. La primera es la afirmaci—n de que podemos repetir
Fanon, y la esencialidad de la negritud, como Aimé Césaire. las cosas. Creo que la repetici—n es una de las formas del cono-
No era momento aún de hacerse cargo del Çcambio que viene cimiento en nuestro mundo; repitiendo comenzamos a perci-
determinado por el intercambio». bir el diminuto fragmento de una novedad manifiesta. La
segunda consideraci—n es la del lugar común. En rrii opini—n,
los lugares comunes no son prejuicios, son literalmente luga-
res en los que una idea so bre el mundo descubre una idea
sobre el mundo. Ocurre a veces que escribimos, enunciamos o
nos detenemos a pensar en una idea que encontramos en un
peri—dico italiano o brasile–o, bajo otro enfoque, elaborada en
un contexto diferente por alguien con quien no tenemos nada
que ver. Son los lugares comunes, los lugares en los que una
idea sobre el mundo confirma una idea sobre el mundo.

f ¥ ¥

.
El objeto literario m‡s elevado que puede proponerse es lo
que he llamado el Çcaos-mundo», y vamos a ver c—mo se arti-

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35
t INTRODUCCIî N A UNA POƒ TICA DE LO DIVERSO
L E N G U A S Y L E N G U A_J ES T
cula para mí esa certeza. Es indudable que aun cuando la lite-
de una Génesis, es decir, de un acto de creaci—n del mundo.v
ratura saca partido o explora los entresijos mas rec—nditos del
la idea de una filiaci—n, es decir, de un ví n culo permanenre
ser humano y, por tanto, descuida esa relaci—n con el mundo a
entre el momento presente de la comunidad y esa g61tsE
la que me refiero, obedece, sin embargo, a una concepci—n del
(ejemplos de comunidades at‡vicas son las antiguas de _,\_,_., : .:;_,
mundo; esto es evidente. En el poema aparentemente m‡s eté-
África negra, Europa y las arnerindias), y las culturas COI1lpU~-
reo, late en sordina una visi—n del mundo. El poeta ha reivin-
tas nacidas de la criollizaci— n en las que cualquier idea .:1::
dicado siempre por medio de su conocimiento esa relaci—n con
Génesis no es m‡s que producto del préstamo, la adopcio.; :
la Çtotalidad-mundo», que únicamente tolera los énfasis m‡s
la imposici—n; la auténtica Génesis .de los pueblos caribe–os :::0
inocentes. Pero s—lo actualmente, una vez que la totalidad-
el barco negrero yel antro de la plantaci—n.
mundo se ha materializado concreta y geogr‡ficamente, cuan-
En el despuntar de todas esas comunidades at‡vicas. cs:I.
do esta visi—n del mundo que, con anterioridad en la literatura
el grito poético: el Antiguo Testamento, la Iliada y la Odisea. e.
era Çprofética», puede desplegarse o ejercerse tomando como
Cantar de Rold‡n, los Nibelungos, el Kalevala, los libros sagrados
objeto auténtico lo que antes no era m‡s que su objetivo. Al
hindúes, las s~gas islandesas, el Popol-Vub y el Chitam Eall1711 de
decir esto; no pretendo proyectar la literatnra en un ‡mbito de
los amerindios. Hegel, en el cap’tulo-tercero de su Estétir:./i.
generalizaci—n abstracta. Disponer de una poética de la totali-
caracteriza esta literatura épica como una literatura de la con-
dad-mundo consiste en vincular de forma revocable el lugar
ciencia comunitaria, pero de una conciencia en un estadio de
en el que se enuncia una poética o una literatura con la totali-
ingenuidad, previo al estadio polí tico, en un momento en el
dad-mundo, y viceversa. En otras palabras, la literatura no se
que la comunidad no est‡ segura de su estabilidad, en un
produce en un espacio en suspensi—n, no es una suspensi—n en
instante en que precisa la tranquilidad del orden (ya sea con la
el aire. Procede de un lugar, hay un lugar ineludible en el que
Iliada, el Cantar de Rold‡n o el Antiguo Testamento). Este grito
se enuncia la obra literaria, pero en la actualidad la obra litera-
poético de la conciencia naciente es también el grito de una
ria armoniza mejor con el lugar, que ha establecido una rela-
conciencia excluyente. La épica tradicional. reúne los elemen-
ci—n entre el lugar y la totalidad-mundo.
tos constitutivos de la comunidad y excluye los ajenos a ella.
Una equivalencia me permitir‡ aproximarme mejor a esta
Esto, por supuesto, es aún m‡s cierto para otras creaciones
nueva dimensi—n de la literatura. He meditado sobre el desti-
épicas, m‡s imperiales, como la Eneida para el Imperio roma-
no de las grandes' obras que han marcado el origen de las
no, la Dioina Comedia para el orbe cat—lico, o, m‡s secretamen-
comunidades humanas. y en el despuntar de todas esas comu-
te vigoroso, como Les Tragiques de Agrippa d' Aubigné para la
. nidades se halla, por supuesto, irresistible, el grito poético. Me
conciencia protestante. Estas comunidades nacientes rnode-
refiero a comunidades constituidas hace milenios y que por
lan, proyectando un grito que reúne la morada, el lugar y la
comodidad llamaré comunidades Çat‡vicas». Me parece que
naturaleza de la comunidad y que en virtud de la misma fun-
hemos recordado esta cuesti—n la última vez, y que hab’amos
ci—n excluye de la comunidad lo que no le pertenece. Las dis-
distinguido entre las comunidades at‡vicas basadas en la idea
tintas modalidades de la literatura se delinean sebre estas poé-

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t INTRODUCCIî N A UNA POƒ TICA DE LO DIViRSO LENGUAS Y U,NGUAJE" t
ticas comunitarias: la lí rica, la filos—fica, la dram‡tica, la nove- matanza, la intolerancia, pero, as’ y todo, verificada, porcr»
lesca, etc. Todas estas variedades inaugurales de grito poético no so–amos con la totalidad-mundo, estamos inmersos en ,,]\::,
reúnen, modelan la materia de una comunidad ameriazada. latimos al un’sono. Lo que para el poeta tradicional era 1"-
Pues, a mi juicio, la épica es -tal vez lo haya dicho en la últi- sue–o unitario o universalizador, se ha tornado para nosor->
ma intervenci— n- el grito que, tradicionalmente, necesita en una inmersi—n forzada en un caos-mundo.
emitir la comunidad para contrarrestar la amenaza de insegu- Una vez m‡s, respecto de la noci— n de caos, cuando 1~"
ridad que pesa sobre su identidad. Es creencia antigua que la refiero a caos-mundo, reiterar’a las precisiones que he fOn1~;'á
épica es la exultaci— n de la victoria, pero, en mi opini—n, es lado a prop— sito de la criollizaci—n: hay caos-m undo porqr-'
m‡s bien el canto redentor de la derrota o de la victoria ambi- hay imprevisibilidad. Es justamente la noci—n de irnprevisiluc
gua. Indudablemente, Roncesvalles fue una derrota de Carlo- dad de la relaci—n a escala mundial la que genera y determino:
magno, acontecimiento que posteriormente la comunidad ter- la noci—n de caos-mundo. De este problem‡tico surgimient-:
giversa para conjurar la derrota. Cada vez que se reflexiona de un tipo distinto de participaci—n comunitaria en una ciud:h;
'.
sobre la épica, se advierte esa exigencia de serenidad. En la imposible a la que llamamos la aldea tierra (pero toda a Ido
, ". jò ada, por ejemplo; la victoria de los helenos noes un triunfo, comporta un centro hegem— nico), tenemos una concieuoÇ
. descansa sobre un subterfugio. De no producirse el enga–o de que, a diferencia de los textos fundacionales de las comunids
Ulises, se hallar’an aún asediando las murallas de Troya. No es des mundiales, no es ingenua, porque est‡ contaminada por h
una victoria, es un subterfugio. y la Odisea destila épica aciba- polí tica; no podemos pasar por alto la polí tica. No tenernos ,
rada. A su regreso, Ulises s—lo es reconocido por su perro. En una conciencia ingenua, sino m‡s bien angustiada. ¿Por q\H\ t
\.
\
las sagas islandesas, se lamenta extraordinariamente la fatali- esta angustia frente a la realidad del caos-mundo? Porque IHl~
dad que pesa sobre los héroes. damos cuenta de que la conciencia no ingenua de esta totuli-
En esta forma de literatura y_uc es, sin duda, la m‡s acabada dad no puede ser m‡s que excluyente, por carecer Je la sensa- \ '
I
. y perfecta que nos haya sido dada, no obstante el desarrollo ci—n de seguridad que da, en la Iliada o en el Antiguo Tesm
experimentado por las literaturas subsiguientes, se cifra lo que mento, la certidumbre de la comunidad elegida radicada en
va a producirse en la esfera literaria. Pues, desde ese momen- una tierra elegida que adquiere as’ la condici—n de territorio,
to, toda literatura ser‡ considerada por la comunidad como Pues a la conciencia no ingenua de esta comunidad inédita y
dictada en el seno de la lengua (divinizada) de la comunidad. total se le plantea la pregunta de c— mo ser uno mismo si 11
No es la lengua del dios o de los dioses de las dem‡s comuni- cerrarse al otro y c—mo tolerar al otro sin renunciar a sr
dades y, en el plano literario, la lengua adquirir‡ una funci—n mismo. El poeta se ve sacudido por esta cuesti—n, sobre la que
absoluta y sacralizada cuyos efectos son patentes. ¿Con qué debe interrogarse cuando est‡ en sintoní a con su comunidad,
nos enfrentamos actualmente?, pues con el surgimiento de una cuando est‡ en sinton’a con la comunidad a la que con frc-
comunidad hecha a base de la totalidad realizada de las cornu- cuencia ha de prestar su ayuda, porque hoyes una comunidad
'nidades del mundo, realizada en el conflicto, la exclusi—n, la amenazada en el mundo. Ha de defender su comunidad mI

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t INTRODUCCIî N A UNA POƒ TICA DE .1.,0 DIVE'R_SO
LENGUAS Y LENGUAJES t
tanto por medio del sue–o de una totalidad-mundo, universal- zan Çel gran teatro del mundo». Y escrutando hoy lo que se
mente admitida (como en el tiempo en que esta totalidad- escribe y lo que se dice, vemos claramente que, en la pr‡ctica,
mundo era todaví 'iun dominio del sue–o), ha de defenderla en hay dos tipos de oralidad. PO,f un lado, la que difunden los
la facticidad de un caos-mundo, refractario a cualquier univer- medios de comunicaci—n, que es la oralidad de la estandariza-
salizaci—n generalizadora. ci—n y la trivialidad. Y por otro, la oralidad trémula y creativa,
Existe esta angustia de la relaci—n de uno mismo con el otro, de las culturas nacientes que aparecen en Çel gran teatro del
pero existe también otra inquietud, otra cuesti—n angustiosa. mundo», y que, por lo dem‡s, no siente una especial preferen-
¿Acasono vemos en el copioso panorama de todas las lenguas cia por la escritura ni por sus f—rmulas, sino que adopta los
del mundo, justo en el momento en que la direcci—n es otra medios del cine, de la creaci—n pl‡stica, etc., sin dejar de ser
(ya no se trata del tr‡nsito de la oralidad a la escritura, sino de por ello culturas orales y expresiones de oralidad. En mi opi-
la escritura a la oralidad), que resulta imposible garantizar por ni—n, la pintura rural haitiana, equivocadamente calificada
m‡s tiempo la unidad formal y que hemos de inventar formas corno Çnarve», es la pintura del lenguaje criollo, y existe rela-
múltiples cuya barroca perentoriedad nos causa pavor? As’, ci—n entre la oralidad criolla haitiana y la pintura rural de ese
estas dos cuesti~nes est‡n relaci—n~(:b~.L::! escritura, el dicta- pa’s. Y para el poeta y para el escritor, esta cuesti—n de la escri-
do de los dioses, est‡ vinculada con la trascendencia, con la tura y de la oralidad es una ocasi—n propicia para experimentar
inmovilidad corporal y con una especie de tradici—n de la con- una angustia vivificante, Debe para ello resolver dos asuntos
secuci—n, que denominarí amos pensamiento lineal. La orali- problem‡ticos relacionados entre s’: el primero es la expresi—n
dad, el movimiento corporal son producto de la repetici—n, la de la comunidad a la que pertenece en su relaci—n con la tota-
redundancia, el predominio del ritmo, la renovaci—n de las lidad-mundo y el segundo es la expresi—n de su comunidad en
asonancias, todo lo cual aparta el pensamiento de la trascen- una búsqueda que es a la vez de absoluto y de no absoluto, de
dencia, y de la garantí a y'üe el pensamiento trascendente lleva escritura y de oralidad. El poeta ha de proceder :1 sintetizar
consigo, y de los excesos sectarios que implí citamente desen- todo eso, lo que para m’ es, en la actual situaci—n de las len-
cadena. guas y literaturas del mundo, tan arrebatador como complejo.
Llegados a este punto de nuestra meditaci—n, o cogitaci—n o Esta angustia creativa es lo contrario del pesimismo o de la
enso–aci—n, no podemos dejar de advertir que esta cuesti—n desesperanza Çmetaf’sicos» surgidos del pensamieI1to del
del tr‡nsito de la escritura a la oralidad es hoy una cuesti—n Çser».
decisiva,crucial, que plantea la de la trascendencia, la del abso-
luto y la de la Relaci—n y la del relativismo por contraposici—n
al absoluto. Es un hecho que las técnicas conducen a la oralidad
(se afirma por doquier que el libro desaparecer‡, etc.), pero Hablo y, sobre todo, escribo en presencia de todas las lenguas
también es un hecho que las culturas orales, las civilizaciones del mundo. No son pocas las lenguas que hoy perecen en el
orales, arrumbadas anta–o en la cara oculta de la tierra, alean- .rnundo -en el África negra, por ejemplo, desaparecen porque

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): INTRODUCCIî N A 1}NA pOƒ TICA DE LO DIV.ERSO
LENGUAS Y LENGUAJES t
sus hablantes son asimilados por comunidades nacionales de debate la cuesti—n de por qué no escribo en criollo, siendo
mayores dimensiones, o porque no es mjs que una lengua ésta mi lengua materna).
rural o muy limitada en cuanto a medios de expresi—n, encon- Para un antillano como yo, que forma parte de un pa’s ~rl e ,
tr‡ndose entonces depauperada, o pura y simplemente por- que hay una lengua dominante, el francés, y una lengua dOI:1i-
que sus hablantes abandonan materialmente el pa’s en el que nada, el criollo, se abre una nueva perspectiva, consistente en
viven-, pero sabemos que escribimos en presencia de todas que en la tragedia mundial de las lenguas, en este caso el fran-
las lenguas del mundo, aunque no conozcamos ninguna. Me cés y el criollo, son finalmente lenguas solidarias. Mientras
hallo -a t’tulo de ejemplo- impregnado, poéticamente que una dominaba a la otra, ha habido que hacer el esfuerzo
impregnado, por esta necesidad, aunque tengo una gran difi- de considerar que esta dominaci—n, real y efectiva, es, en L"
cultad para hablar otra lengua distinta de las m’as propias tragedia mundial de las lenguas, una dominaci—n secundaria l'
(criolla y francesa). Escribir, sin embargo, en presencia de incluso de tercer grado. Nos hallamos en un momento hist—ri-
todas las lenguas del mundo no significa conocer todas las co en el que comprobamos que el imaginario humano necesita
lenguas del mundo. Significa que, en el contexto actual de las de todas las dem‡s lenguas del mundo y que, consecuentemen-
distintas literaturas y de su relaci—n de la poética del caos- te, en el lugar ineludible donde se formula la obra literaria, b~
mundo, me est‡ vedado escribir de forma monolingüe. Actúo Antillas, el imaginario del antillano precisa de la lengua criolla
sobre mi lengua desvi‡ndola y derrib‡ndola no mediante s’n- y de la lengua francesa. Por este motivo no puedo aceptar esa
tesis, sino mediante aperturas lingü’sticas que me permiten especie de vaga adhesi—n que es la francofon’a. Esta dimen-
anudar relaciones entre las diversas lenguas que hoy se hablan , si—n ineludible debe inscribirse en la pr‡ctica y en el aprendi-
sobre la faz de la tierra -relaciones de dominaci—n, de conni- zaje de cualquier lengua. Reitero que el multilingüismo no
vencia, de absorci—n, de opresi—n, de erosi—n, de tangencia, comporta la coexistencia de las lenguas ni el conocimiento de
etc.-, como elemento de un c!rama grandioso, de una trage- varias lenguas, sino la presencia de las lengWl.s del mundo en 1:1
dia gigantesca de la que mi propia lengua no est‡ a salvo ni pr‡ctica de la lengua propia; eso es para m’ el multilingüismo.
exenta. Consecuentemente, no puedo escribir mi lengua de De ah’ la necesidad de distinguir entre la lengua que usa-
manera monolingüe, la escribo como espectador de esta tra- mos y el lenguaje, esto es, la relaci—n con las palabras que se
gedia, de este drama. No hay salvaci—n para ninguna lengua construyen en literatura y poes’a. Resumir’a todo esto dicien-
de las que se hablan en el mundo, si se deja que mueran las do que la defensa de la lengua es irremediable, porque en vir-
dem‡s. En la relaci—n de tintes dram‡ticos que se da hoy entre tud de esta defensa nos oponemos a la estandarizaci—n, que
las lenguas, de igual forma que no puedo escribir como si vendr’a, por ejemplo, de la mano de la universalizaci—n de un
fuera monolingüe, tampoco puedo defender mi lengua de anglonorteamericano b‡sico. Si algún d’a esa estandarizaci—n
modo monolingüe. He de defenderla teniendo presente que se produjera en el mundo, no ser’an s—lo el francés o el italia-
no es la única amenazada (y esto, siendo la lengua criolla la de no ° el criollo los que estarí an amenazados, sino primeramen-
mayor interés para m’ -si no les importa dejaremos para el te el inglés; porque la lengua inglesa se ver’a despojada de sus

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t INTRODUCCIî N A UNA POƒ TICA DE LO DIVERSO
LENGUAS Y LENGUAJES t
oscuridades, sus flaquezas, sus éxitos, sus estí mulos, sus ener- digresiones como de acumulaciones, con el lado barroco de la
g’as, sus retrocesos y sus variedades, perder’a su car‡cter de frase y el per’odo, estas distorsiones del discurso en el que est‡
lengua del campesino, del escritor, del estibador, etc. Todo eso inserto funcionan como una respiraci—n natural, esta circulari-
desaparecer’a, la lengua perecer’a y se ver’a abocada a conver- dad del relato y esta infatigable repetici— n del motivo. Todo
tirse en una suerte de c—digo internacional, en un esperanto. converge en un lenguaje que discurre a través de todas las len-
Si la lengua inglesa fuera la m’a, me causarí a una enorme guas caribe–as: inglés, criollo, espa–olo francés, ya sea de Car-
inquietud la universalizaci—n y la estandarizaci—n del anglo- pentier, Walcott o de escritores franc—fonos de Martinica, de
norteamericano. Guadalupe o de Haití . y lo maravilloso es que esta indagaci—n
La defensa de la lengua resulta, pues, ineludible, porque esta de un lenguaje entre y m‡s all‡ de las distintas lenguas no per-
defensa constituye la oposici—n a la estandarizaci—n. y esta vierte en absoluto a ninguna de ellas y las enriquece a todas,
I!¡ misma defensa se opone a la disoluci—n; retomando lo que he congreg‡ndolas en un punto focal, un espacio de misterio o de
~:lE subrayado en la última intervenci—n, la poética de la Relaci—n
'II~I
magia en el que, al reencontrarse, terminan Çentendiéndose».
no es una poética magm‡tica, indistinta, neutra. Para que exista Anta–o, simult‡neamente con los libros fundacionales a los
I~'il
1"
relaci—n, es preciso que existan dos o m‡s identidades o entes que me he referido y con todas las literaturas de las que proce-
l ,
III¡
due–os de s’ mismos y que acepten cambiar a impulsos del d’an, el pensamiento -el que yo llamo pensamiento de siste-
intercambio. Segunda consideraci—n: la defensa de la lengua, ma- ha organizado, examinado y proyectado esos efectos len-
'I'!I

:I~¡ repit‡moslo, pasa por la defensa de todas las lenguas del tos e imperceptibles entre las lenguas; ha previsto y puesto en
II'!I mundo. Pero la construcci—n de un lenguaje en la lengua que perspectiva ideol—gica el movimiento mundial que él regenta-
"i~
1:1: usamos, permite encaminarla hacia el caos-mundo, porque de ba leg’timamente. Hoy, este pensamiento de sistema que, de
esta forma se establecen relaciones entre las lenguas posibles buen grado llamo Çpensamiento continental», ha flaqueado al
del mundo. Pongamos el caso antillano, en el que el lenguaje es no considerar el no sistema generalizado de las culturas del
la expresi—n de nuestra relaci—n con la lengua, de nuestra acti- mundo. Otra forma de pensamiento, m‡s intuitiva, m‡s fr‡gil,
tud, de confianza o de reserva, respecto del mundo, de profu- amenazada, pero en sinton’a con el caos-mundo y con sus
si—n o de silencio, de apertura al mundo o de clausura, de ade- impredecibilidades, se desarrolla, sustentada quiz‡ por las cien-
cuaci—n a las técnicas de la oralidad o de preponderancia de las cias humanas y sociales, pero deslizada hacia una visi—n de la
exigencias seculares de la escritura o incluso de la simbiosis de poética y de lo imaginario del mundo. Califico este pensa-
todo lo anterior. De este modo, surge en el {::aribe un lenguaje, miento como Çarchipiélago», un pensamiento asistem‡tico,
urdido a base del inglés, francés, espa–ol, criollo del universo inductivo, en exploraci—n de la impredecibilidad de la totali-
del Caribe y hasta de Sudamérica. Alejo Carpentier me decí a dad-mundo y conciliando escritura con oralidad y oralidad con
algún tiempo antes de su muerte: ÇNosotros los caribe–os áscritura. Los continentes, me parece, se tornan archipiélagos,
escribimos en cuatro o cinco lenguas, pero nuestro lenguaje es al menos, vistos desde fuera. Las Américas tienden a configu-
el mismo». El arte del narrador criollo se compone tanto de r:1SC como un archipiélago, se agrupan en regiones, sohr('po

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t . INTRODUCCIî N A UNA POƒ TICA DE LO DIVERSO
LENGUAS Y LENGUAJES t
niéndose a ias fronteras nacionales. A mi juicio, debemos traducci—n, por esta misma raz—n, es la se–al y la prueba con
devolver al término Çregi— n» la dignidad que le es propia. la que contamos para hacernos una idea, en nuestro imagina-
Europa tiende a la archipielizaci—n. Las regiones lingü’sticas, rio, de todas las lenguas. De igual modo que el escritor, desde
. las regiones culturales, m‡s all‡ de los lí mites nacionales, son ahora, materializa esta totalidad;mediante la pr‡ctica de su len-
islas, pero islas abiertas, factor que representa su principal con- gua de expresi—n, el traductor la manifiesta por la traslaci—n de
dici—n de supervivencia. El pensamiento de sistema, el pensa- una lengua a otra, confrontado a la unicidad de cada una de
miento continental, el antiguo pensamiento ideol—gico de pre- esas lenguas. Pero, al igual que en nuestro caos-mundo no
figuraci—n del mundo consideraba a las lenguas no vehiculares habr‡ salvaci—n para ninguna lengua si no se salvan las dem‡s,
-a las que desde ahora llamaremos regionales, siempre que el traductor no sabr‡ establecer relaciones entre dos sistemas
demos al vocablo Çregi— n» un sentido nuevo, exhaustivo- de unicidad, entre dos lenguas, m‡s que en presencia de todas
como lenguas encerradas en s’ mismas, replegadas sobre s’ mis- las dem‡s, plenas de vigor en su imaginario, aun cuando él no
mas, id—neas para la folclorizaci—n y el particularismo inope- conozca ninguna; lo cual equivale a decir que el traductor
rante. Este estado de cosas genera inmediatamente obli- inventa el lenguaje que necesitamos para pasar de una lengua a
gaciones, siendo la conclusi—n que todas las lenguas han de otra, como el poeta inventa un lenguaje en su propia lengua.
entenderse, a través del espacio, en los tres sentidos del térmi- Una lengua de tr‡nsito necesaria, un lenguaje común a ambas,
no entenderse, a saber: deben escucharse, deben comprenderse pero de algún modo imprevisible respecto de cada una de ellas.
y deben reconocerse. Prestar o’dos al otro, a los otros, compor- El lenguaje del traductor actúa como la criollizaci—n y como la
ta ampliar su propia dimensi—n espiritual, esto es, ponerla en Relaci—n en el mundo, generando imprevisibilidad. Arte de lo
relaci—n. Comprender otra, otras lenguas, significa aceptar que imaginario, la traducci—n es una auténtica operaci—n de crio-
la verdad ajena se a–ade a la nuestra. y reconocerse en el otro llizaci—n y ser‡ en ade!ante una pr‡ctica inédita y libérrima de
supone admitir incorporar a las estrategias singulares desarro- un valioso mestizaje cultural. Arte de intersecci—n de mestiza-
lladas en favor de cada lengua regional o nacional otras estrate- jes que aspiran a la totalidad-mundo, arte vertiginoso y de
gias globales que ser’an el resultado de un debate común. Me desarraigo redentor, la traducci—n se inscribe de este modo y
parece que en la actual situaci—n del mundo, la misi—n del cada vez m‡s en la multiplicidad de nuestro mundo. La tra-
poeta, del escritor y del intelectual consiste en reflexionar y en ducci—n es, pues, una de las modalidades m‡s relevantes de
formular propuestas sobre la base del cúmulo de coordenadas, este nuevo pensamiento archipiélago. Arte de la fuga de una a
relaciones, ví nculos,que suscita la cuesti—n de las lenguas. otra lengua, sin que la primera se anule y la segunda renuncie
Para acabar, desear’a enunciar algunas consideraciones so- a manifestarse. Y arte de la fuga también porque cada' traduc-
bre lo que, a mi juicio, est‡ llamada a ser una de las artes m‡s ci—n, actualmente, se agrega a la urdimbre de todas las tra-
decisivas del futuro, el arte de la traducci—n. Toda traducci—n, ducciones posibles de cualquier lengua en cualquier lengua.
en su origen, sugiere, por la traslaci—n que har‡ de una lengua Si bien es cierto que con toda lengua que desaparece, muere
a otra, el estatuto soberano de todas las lenguas del mundo. y la una parte del imaginario humano, con cualquier traducci—n se

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t INTRODUCCIî N A UNA POƒ TICA DE LO DIVERSO
LENGUAS y LENGUA) ES t
enriquece, de modo a un tiempo errante y fijo, ese mismo ima- ƒ DOUARD GUSSANT: Evidentemente, no se manifiesta en el
ginario. La traducci—n es fuga, siempre qu~ consista en una plano lingüí stico. Lo que quiero decir es que en las tradiciones
generosa renuncia. Tal vez lo queáhay que aprehender en el literarias del mundo.tindependientemente de que sean orales o
acto de traducir es la belleza de esa renuncia. Es verdad que el escritas, la funci—n del poeta ha sido siempre, m‡s o menos
poema, al ser traducido de una lengua a otra, va despoj‡ndose ostensiblemente, la de afirmar, por una parte, la unicidad ex-
de parte de su ritmo, de sus asonancias, del azar que es a la cluyente de la comunidad o de lo que puede ser considerado
vez la contingencia y la p~rmanencia de. la escritura. Pero es como la comunidad en relaci—n con cualquier otra comunidad
preciso allanarse, transigir con esa renuncia, pues esa renun- posible; y, por otra, el hecho incontestable de que todas las
cia es, en la totalidad-mundo, la parte de s’ que cualquier poé- literaturas del mundo descansan en la convicci—n de que la
tica ha de transferir a otra. Esa renuncia, cuando est‡ sobra- lengua de la comunidad es una lengua elegida. En Occidente
damente sustentada en razones y creaciones, cuando aflora y, particularmente, en Europa, la funci—n de la literatura es
ese lenguaje divisorio sobre el que me he extendido, es el pen- percibida, de modo inconsciente, como una funci—n que deri-
samiento mismo de la levedad, el pensamiento archipiélago va de los dictados de un dios. Démosle el nombre de inspira-
en virtud del cual recomponemos los paisajes 'del mundo, ci—n o cualquier otro que se nos ocurra, pero existe el sobren-
pensamientu que, a diferencia de los pensamientos de siste- tendido de que la palabra, la lengua, ha sido dictada por un
ma, nos indica le incierto, lo peligroso, pero también la intui- dios, el dios comunitario, que la lengua es trascendente y que
ci—n poética hacia la que desde ahora nos dirigimos. La tra- su escritura también lo es. En nombre de esa trascendencia se
ducciún, arte de la levedad y del roce, es una pr‡ctica del ha despreciado, dominado, sojuzgado y sumido en la sombra a
rastreo. Contrariamente a la limitaci—n absoluta del ser, el todas las literaturas orales, y llegado al convencimiento de que,
arte de la traducci—n contribuye a agregar la respectiva exten- al compararlas con las culturas escritas, toda cultura oral es
si—n de todos los seres y de todas las existencias del mundo. inferior. La escritura es la impronta de la unicidad y de lo divi-
Rastrear en las lenguas es rastrear en lo imprevisible de nues- no. En ese contexto, el escritor, hasta el siglo XIX, escribe de
tra, de aqu’ en adelante, común condici—n. forma monolingüe. Rep‡rese en que Voltaire consideraba que
Shakespeare era un Çsalvaje», rep‡rese en que personas tan
inteligentes como los escritores ingleses coet‡neos de Racine
afirmaban que éste era una mujercilla, porque resultaba impo-
PREGUNTAS
sible imaginarse a Shakespeare en la poética de la . lengua fran-áá'
PIERRE NEPVEU: Desearí aformularle una pregunta sobre esta pre- cesa y porque Racine era inconcebible para un inglés; los escri-
sencia de las dem‡s lenguas. Usted ha dicho: ÇEscribo en p1'esencia de tores afirmaban la senda monolingüe. Hoy los problemas son
todas las lenguas del mundo, aunque no las conozca». ¿Cî 'mo defini- otros. Uno es el del arraigo de las distintas comunidades, por-
r’a esta presencia, cu‡l es su naturaleza, c—mo se manifiesta, qué que todas ellas est‡n de algún modo dominadas por doquier
modalidades adopta? por la colonizaci—n, pero otro es el de la Relaci—n, que resulta

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t INTRODUCCIî N A UNA POƒ :_rICA DE LO DIVERSO
LENGUAS Y LENGU},JP.S t
~sible en todas las esferas: polí tica, econ—mica, etc. Cuando me asalta el temor de cometer errores. Me resulta indiferente
una' mariposa aletea en la Bolsa de Tokio, se-producen cata- cometer errores en italiano; el placer de hablar italiano. supe-
clismos Çecol—gicos» en la Bolsa de Londres o en la de Par’s. ra con creces el miedo a equivocarme; los errores m e' clan
Se aprecian relaciones, pero no se percibe la Relaci—n, en lo igual. Pero cuando hablo en inglés, me digo a m’ mismo ¡oh!,
que se refiere a la expresi—n cultural de las comunidades. Sin ¡oh!, puedo quiz‡ deslizar un error. Hay algo que de pronto
embargo, la Relaci—n est‡ ah’, latente. Me agrade o no, la me paraliza, y ese algo es la cuesti—n de la Relaci—n (j lJ n ro
admita o no -es tan aceptada por unos como rehusada por quiz‡ con el cúmulo de prevenciones que me atenazan), <j ue
otros-, estoy condicionado porun determinado número de no tiene nada que ver con el hecho de hablar o no hablar, de
relaciones en el mundo. Cada vez que he tenido ocasi—n de ir conocer una lengua o no conocerla, de verme constre–ido a
a California, me ha asaltado el miedo a los terremotos. Sin hablarla o no, sino con el estado presente del mundo, con la
"embargo, también se producen terremotos en mi pa’s, no cau- situaci—n actual de la relaci—n cultural, as’ como de las rela-
s‡ndome éstos mayor temor. Pero cuando me encuentro en ciones de sensibilidad, estéticas (y lingü’sticas) en el mundo
California, tengo miedo de los se’smos, porque los he visto en actual. Atendiendo a todo esto, digo que escribo en presencia
televisi—n, cosa que nunca he visto en mi pa’s. As’, los tem- de todas las lenguas del mundo. En Estrasburgo, en una oca-
blores de mi pa’s no me causan miedo. Cuando me encuentro si—n, durante una de las sesiones del Parlamento Internacio-
en Martinica, no pienso jam‡s en terremotos. Y cuando final- nal de Escritores, se procedi—a un recital de poes’a, que resul-
mente se produce uno, no pierdo la cabeza, trato de alcanzar t—espléndido, y en el mismo me toc— leer la traducci— n
un lugar descubierto y no permanecer bajo techado; sé m‡s o francesa de algunas composiciones de Beidao, un poeta chino,
menos c—mo hay que comportarse. Igual que sabemos hacer quien ley—el texto en ese idioma, y Adonis tradujo uno de mis
frente, toda una noche si fuera preciso, ,a un hurac‡n, actuan- textos al ‡rabe, Ieyéndolos después; yo recité alguna de
do como se espera. Pero cuando estoy en California, en un mis composicioües de Indes u de Se! noir, no lo recuerdo bi en,
hotel, y siento el Çestruendo» del terremoto, pierdo la calma, en francés. y Adonis recit—sus textos en ‡rabe y alguien su
porque existe en m’ el problema de la relaci—n, en mi sensibi-
lidad, en mi cultura. No se trata de una relaci—n polí tica, eco-
correspondiente traducci—n en francés. Hubo también un '.
poeta en lengua francesa, André Velter, y un poeta de expre-'
n—mica o bélica, pero sucede algo, que me impregna, quiéralo si—n hebraica, Nathan Zach, que intercambiaron sus escritos
o no. Lo mismo que si escribo un texto en California, ser’a y sus traducciones con otros m‡s. Fue en una iglesia, y aún no
muy diferente del texto que redactarí a en Martinica. Durante lo creo. Reinaba un gran silencio y hab’a como un halo; todo
el terremoto, estarí a en suspenso. Y habr’a otra connotaci—n; el mundo sent’a la presencia de los dem‡s. Naturalmente, la
yo no escribo según la pauta del monolingüismo. Escribo a traducci—n hací ade catalizador. Pero escuch‡bamos las pal a-
partir de ese nexo de relaciones y vuelvo a reiterar que no es bras y comprend’amos sin entender. Magnificaba la velada
cuesti—n de conocer o practicar tales o cuales lenguas. Mi len- algo inédito en el teatro del mundo, algo que no podernos
. gua preferida, cuando se trata de hablar, es la italiana, pues no dejar de lado cuando meditemos sobre la poética actuaL
so
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t INTRODUCCIî N A UNA POƒ TICA CI; LO DIVERSO
LENGUAS Y LENGUAJES J
P.: ¿Se ha referido a la criollizaci—n y también al barroco? No sé si franque— los océanos y lleg—a América Latina, los ‡ngeles y
esas dos nociones coexisten en usted o existe entreellas una demarca- las ví rgenes se ti–eron de negro,)esucristo aparecí a como un
ci—n. Por mi parte, coilsidero que hay una singularidad en la criolli- indio, hechos que quebraron el proceso de legitimaci—n. El
zaci—n, que responderla, en primer término, a la naturaleza de las barroco adquiri— carta de naturaleza. La criollizaci—n es siem-
distintas culturas que se reencuentran; en segundo término, obedece pre barroca. Ahora mismo, la criollizaci—n puede realizarse'
también al contexto fí sicoy, por último, al grado de intensidad del adoptando modos violentos o no. No sé si la criollizaci—n
mestizaje en cuesti—n. Quiero decir que para la poética antillana, por otorga un plus a la violencia. No lo creo. La criollizaci—n com-
ejemplo, est‡ el becbo de la violencia de la colonizaci—n que determi- prende la violencia, s’, pero siempre que entendemos el verbo
na que esta poética tenga su propia singularidad. Pero la violencia, Çcomprender» en su sentido m‡s amplio, es decir, integra la
bajo mil formas, se da en todas partes y, sin embargo, en mi opini—n, violencia. La violencia del sistema de plantaciones no hadeter-
la violencia que ha dado como resultado este mestizaje en suelo anti- minado la criollizaci—n, al contrario. Y en ese punto estoy de
llano confiere unos rasgos particulares a la poética antillana. ¿ Cree acuerdo con usted. ¿Eso otorga un privilegio? Que confiera
que estoy en un error? " ., ,
una determinada nota caracter’stica, 10 admito, pero q1Je dicho
F.G.: Ambas aseveraciones son ciertas. Quiz‡ el nexo no lo rasgo constituya un privilegio, 10 discuto. De donde se infiere ¡f,
sea tanto. La criollizaci—n es siempre una manifestaci—n de que puede haber criollizaciones sin violencia, es m‡s, creo que
lo barroco, porque lo barroco es la contraposici—n de lo, diga- pueden existir criollizaciones exentas de violencia. Sin embar-
mos, cl‡sico. ¿Qué es el clasicismo, en cualquier literatura, en go, si busco ejemplos, ¡fracaso! (,
cualquier cultura? El clasicismo surge en el momento en que
.
P.: Desear’a que uoluiese sobre su preferencia por el francés en "1;.,
esta cultura, esta literatura, propone sus valores particulares lugar del criollo. Y d’game si sus ohras han sido traducidas al criollo. ;
1~ .
como valores universales. El barroco es el anticlasicismo; es ƒ .G.: Determinados poemas, s’, han sido traducidos por
decir, el pensamiento barroco niega los valores universales y poetas criollos, Voy a responderle COu una anécdota. Después
sostiene que todo valor es un valor particular que debe entrar de la anécdota, quiz‡ haga algunas consideraciones. La anéc-
.'4 ~
.!""
v
en relaci— n con otro valor de esa misma ’ndole y que, por dota consiste en que determinados poetas criollos contempo-
ende, no existe la posibilidad de que un valor particular cual-
quiera pueda legí timamente considerarse, presentarse o impo-
r‡neos, de Guadalupe, por ejemplo, me dicen que si yo, junto " .'
con otros, en mis obras, no hubiera sacudido, alterado, des-
nerse como un valor universal. Puede imponerse como valor mantelado el francés, tal vez ellos nunca 'se hubieran atrevido
universal por la fuer~a, pero no puede imponerse leg’ti- a escribir en criollo, porque se hubieran sentido atenazados
mamente como tal. Esta es la ense–anza del pensamiento por el temor de Çprofanar», como se dice entre nosotros, la
barroco, y as’ entendido, toda criollizaci—n es una forma del ba- lengua francesa. Dicho en otras palabras, la criollizaci—n de
rroco llevado a la pr‡ctica, en acto. Adem‡s, el barroco, que en la lengua francesa forma parte inseparable de la liberaci—n
su origen fue una reacci—n a la Contrarreforma en Europa, ha de la lengua criolla.
cobrado carfa de naturaleza en el mundo. Cuando el barroco Mi opini—n es que, ahora, tanto en Martin’Ca como en Gua-
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t INTRODUCCIî N A UNA POƒ TICA DE LO DIVll..RSO
LENGUAS Y LENGUAJES '1
dalupe -no as’ quiz‡ en Haití - constituimos una sociedad
to de una visi—n del mar, dice: ÇEsos cayos, nuestras moradas)'
bilingüe; que el criollo tiene una presencia ~fectiva que com-
(<<Ces cayes, nos maisons»), etc .. Un cayo es un afloramiento
prende al 100 % de la poblaci—n, lo mismo/que el francés, que
de las rocas en la superficie del mar, o la espuma batida contra
es hablad~ por un 95 % de la poblaci—n. ƒ sa es la causa de
esas rocas. Los pescadores los frecuentan porque hay pescado
que elcriollo sea a un tiempo tangente al francés (lo hemos
en esas rocas, a poco menos de un kil—metro de las playas ...
visto en la anterior intervenci—n: un vocabulario de marineros
ÇEsos cayos, nuestras moradas.» Nadie se percata, pero Çcave»
bretones y normandos del siglo XVII Çinjertado» en una sinta-
en criollo de Martinica significa Çcasa». Nadie cae en la cuen-
xis completamente extra–a; probablemente una s’ntesis de sin-
ta de que dice: ÇEsos cayos [casas], nuestras moradas ... », y e l
taxis de la costa occidental del África negra), y que ese car‡cter
texto continúa. ¡Vemos que propone una criollizaci—n y L1
tangencial del criollo respecto del francés constituye la origi-
enmascara! Se trata de una aposici—n, que puede tomarse L)
nalidad de ias culturas antillanas franc—fonas; es preciso que
dejarse, a voluntad. y de esta ’ndole hay decenas de ejemplos
ocultemos el criollo 'con el francés o que desestabilicemos el
en Saint-John PerseoHay ejemplos de criollizaciones eviden-
, francés desde la —ptica criolla, para que podamos dominar
tes, por ejemplo, cuando dice Çpor m’; he apartado mis pies».
ambos, para poder vernos libres del peligro de la lengua ma-
traducci—n literal de la expresi—n criolla Çrnan tiré pyé
carr—nica. Hay igualmente que dar cuerpo a la originalidad del
moin». Salta ala vista. Hay otros m‡s, cuando dice, por ejem-
criollo en relaci—n con el francés y a la originalidad del francés
plo: ÇEsas muchachas, allí » (<<Ces filIes, la») y prosigue.
en relaci—n con el criollo (la criollizaci—n no es en modo algu-
ÇTafitala» * en criollo y el Çla» francés est‡ puesto como una
no un batiburrillo). ƒ se ha sido el prop—sito de mi labor litera-
criollizaci—n del texto, pero enmascarada. En Chamoiseau y
ria. Ahora se plantea m‡s como cuesti—n de generaci—n; segu-
en Confiant, la criollizaci—n es pública y notoria, Opera de
ramente, si hoy tuviera veinte a–os empezar’a a escribir en
distinto modo, se hace gala de ella y se expresa a través de un
criollo. Pero una parte de la tarea literaria que he culminado
mecanismo ostensible y con una intenci—n manifiesta. Perso-
consistí aen poner en pr‡ctica esta poética de Çno tangencia» l'

nalmente, me inclino por la poética de Saint-John Perse, de


del criollo y del francés.
veladura de la criollizaci—n, en lugar de la proclamaci—n de la
P: Retomo su alusi—n a la consonancia entre la escritura y la ora-
criollizaci—n del Çtexto». Pero el radio de acci—n de la criolli-
lidad y enlaz‡ndola con lo que acaba de decir, le pregunto: ¿piensa
zaci—n es infinito y estos escritores de los que habla son
que las obras de Confiant y Cbamoiseau se inscriben en esta tenden-
fecundamente imprevisibles, y no hemos. hecho nada m‡s que
ciaiPor ejemplo, Texaco, etc.
comenzar a ponderar en todo lo que valen los méritos de tales
ƒ .G:: Probablemente, pero no estoy seguro del todo. Re- eJerCICIOS.
querirí a una discusi—n muy larga. He le’do ƒloges de Saint-
John Perse y me he dado cuenta de que se trata de un texto
parcialmente criollo, pero en el cual la criollizaci—n est‡ vela- * Hay cierta simpatí afonética entre la frase francesa ÇCes filies, la» y la
da. El poeta la practica, pero la oculta. Por ejemplo, a prop—si- criolla ÇTafitala». De ah’, el ejemplo de criollizaci—n que registra Glissanr.
(N del T.)

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t INTRODUCCIî N A UNA POƒ TICA DE LO DIV..ERSO
LENGUAS Y LENGUAJES t
P.: Afirma que todo es ÇRelaci—n» y que hay un desequilibrio lin-
balmente considerada, se ignora cu‡ndo ha surgido el criollo,
gü’stico que se vive con suma dificultad ente el criollo y el francés, el
ni de quién ni c—mo. La fecha de nacimiento del rap o de la
francés y el inglés, etc., y ha citado a Shakespe‡re. Me prfgu'f!:to si en
dub poetry es pública y notoria, y se sabe quiénes son sus inspi-
su descripci—n de esta creaci—n art’stica que se produce en el plano lin-
radores y su desarrollo. Dicho de otro modo, me pregunto si
gü’stico no se podr’an agregar nombres de autores de tipo popular.
respecto de los fen—menos destructivos (en el buen sentido del
Artistas de Çrap», sin ir m‡s lejos. ¿No son acaso fen—menos muy
término) que se producen en el rap, en la dub poetry o en otras
pr—ximos a la criollizaci—n, por la generaci—n de condiciones de super-
formas expresivas de esta ’ndole, no se podr’a establecer una
vivencia, de antropolog’a lingiustica? La lengua ha muerto, pero ...
relaci—n con el Çjoual», tal como es usado (agresiva, cultural,
te amo, te devoro y te entiendo.
polí ticamente) en Quebec. Sea como sea, rap, dub poetry o
ƒ .G.: S’, excepto que en el lenguaje del rap, como en el len-
joual, es el mismo fen—meno de impugnaci—n de la unicidad el
guaje de la dub poetry jamaicana, de Michael Smith o de Linton
que se est‡ llevando a término. Por medio de tales pr‡cticas, se
Kwesi johnson, como en otras formas de lenguaje surgidos en
reencuentran al fin las duplicaciones (las felices duplicaciones)
inicroclimas culturales y lingü’sticos del tipo de Miami, hay de las lenguas criollas. ,
una deformaci— n voluntaria y agresiva de una lengua en el
GASTON lvi/RON: No s—lo el poeta pitde salvar una lengua. ¿ Qué
seno de otra. Michael Smith o Linton Kwesi Johnson o Ed-
se puede hacer en términos pr‡Ltir:ns? He le’do no hace mucho en Le
ward Kamau Braithwaite (el poeta jamaicano) practican -Mi-
Devoir que en el mundo se hablan cerca de doce mi/lenguas, pero
chael Smith me ha remitido poemas espléndidos- en esta
que de aqu’ a treinta o cincuenta a–os na quedar‡n m‡s que seis mil;
lengua que es ... ¿c—mo llamarla? Antes la denominaba Çpid-
la mitad van a de.saparecer, no hay duda. ¿ Qué hacer? Se trata de
gin», pero he desechado r‡pidamente tal término, porque
un empobrecimiento de lo imaginariQ pavoroso.
cuando una vez lo mencioné en un coloquio en Jamaica; mis
amigos jama icanos protestaron. vivamente, replic‡ndome que
ƒ .G.: Creo que hay dos — rdenes de ,::uc.~¡_¡vnes. Por una "
no era procedente, que no se pod’a calificar como pidgin. Y,
parte, est‡ la cuesti—n de lo L{ue podr’amos llamar las luchas
cotidianas, es decir, el hecho de que cuando habitamos un
.
en efecto, no se trata de un pidgin, pero no es menos cierto
determinado lugar es completamente necesario adaptar la vida l'
que es una deformaci—n agresiva, cultural, militante, delibera-
diaria a las condiciones de ese lugar. y si la vida cotidiana pasa
da en el seno de una lengua y una impugnaci— n de la unidad
por luchar contra esto o aquello, si la vida diaria de un habi-
normativa de esa lengua, practicada por un grupo humano
tante de Quebec pasa por luchar por la preservaci—n de su len-
conocido, del cual se sabe cu‡ndo comenz— a practicarla y
gua, y si la vida de un habitante de Martinica pasa por la per-
, acaso también cu‡ndo pondr‡ término a la misma. Mientras
manencia del criollo, entonces esto se puede canalizar a través
que la criollizaci—n, lo reitero una vez m‡s, opera cuando exis-
de todo tipo de empresas culturales, polí ticas, de militancia,
ten dos o m‡s ‡reas lingü’sticas heterogéneas que entran en
etc. Pero considero también que esas luchas culturales o polí -
contacto con un resultado imprevisible. Nadie sabe que prac-
ticas que todos hemos sostenido, y que continuaremos sos-
tica la criollizaci—n, no s—lo del Çtexto», sino de la lengua glo-
teniendo, se inscriben en un contexto mundial de tal êndole
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t INTROD'--'CCIî N A UNA POƒ TICA DE LO DIVERSO

que hace necesario, sin dejar de mantener esa clase de lucha,


cambiar radicalmente la poética, contribuir-a cambiar la men-
talidad de las distintas familias humanas, .dejar de lado convic-
ciones del tipo Çsi tú no eres corno yo, entonces eres mi
enemigo, y me est‡ permitido luchar contra ti»; creo que una
de la tareas del poeta, y no s—lo suya, sino de todo artista, es la
de favorecer la alteraci—n de ese orden de cosas. No atenerse
. únicamente al humanismo, la bondad, la tolerancia, que son elu-
sivos, sino lanzarse de lleno en las mutaciones decisivas de la
CULTURA E IDENTIDAD
pluralidad aceptada corno tal. Esto llevar‡ su tiempo, pero en
la relaci—n mundial actual, una de las tareas m‡s ostensibles de
la literatura, de la poes’a, del arte es la de contribuir progresi-
vamente a hacer que las humanidades Çinconscientemente»
admitan que el otro no es el enemigo, que la diferencia no me
deteriora, que si su contacto me cambia, eso no significa que
He de retomar propuestas que he formulado en mi primera
me diluya en él, etc. Es una modalidad de lucha distinta de las
exposici—n. y, especialmente, lo que ya conocemos respecto de
cotidianas y me parece que para determinado tipo de luchas,
la cuesti—n identitaria. Al examinar el asunto, arrancaba de la
el artista es el mejor pertrechado; as’ lo creo. Porque el artis-
distinci—n instituida por Deleuze y Guattari entre la noci—n de
ta es quien acerca lo imaginario del mundo, y cuando las ideo-
ra’z única y la noci—n de rizoma. En uno de los cap’tulos de
log’as del mundo, sus visiones, sus prefiguraciones. los casti-
Mil mesetas (publicado originariamente en volumen separado
Has en el aire que erige se vienen »bajo, es necesario volver a
bajo el tí tulo de Rizomas), Deleuze y Guattari, subrayan esta
levantar ese imaginario. No se trata ya de so–ar el mundo,
diferencia. La establecen desde el punto de vista de la mec‡ni-
sino de intervenir.
ca del pensamiento, distinguiendo entre pensamiento de la
ra’z y pensamiento del rizoma.La ra’z única es aquella que
causa la muerte de todo lo que la rodea, mientras que el rizo-
ma es aquella ra’z que se extiende en busca de otras ra’ces. He
aplicado esta imagen al principio de identidad, y lo he llevado
a cabo en funci—n de mi propia Çcategorizaci—n de las cultu-
ras», de una divisi—n que distingue entre culturas Çat‡vicas» y
culturas Çcompuestas». Me parece que me he referido a ellas
en la _última y en la penúltima de mis intervenciones. La
noci—n de identidad de ra’z única, que no siempre ha sido una
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t INTRODUCCIî N A UNA POƒ TICA DE LO DIVERSO
CULTURA E IDENTIDAD t
noci—n letal y que ha producido obras espléndidas en la histo-
caribe–os, perdura una suerte de vestigio inconsciente de esta
ria de la humanidad, est‡ relacionada con la-sustancia misma
existencia amerindia. Pero, en todo caso, no existe conflicto, .".
de lo que he dado en llamar culturas at‡vicas. Y he tenido la
'étnico, ya que la realidad misma del atavismo amerindio ha
oportunidad de explicar que, en mi concepci—n, la cultura at‡-
desaparecido. En uno de mis libros, Le Discours antillais, exami-
vica es aquella que parte de los principios de Génesis y de filia-
no el caso de un muchacho aquejado de un trastorno mental y
ci—n, con objeto de buscar una legitimidad sobre una tierra
tratado a ciegas en Par’s, quien ten’a la obsesi—n de que des-
que desde ese momento se convierte en territorio. Estableceré
cend’a de un cacique caribe, de un poderoso cacique caribe.
la ecuaci—n Çtierra elegida = territorio». Son de sobra conoci-
y recuerdo que hace cuarenta o cincuenta a–os, los antillanos
dos los estragos étnicos de esta concepci—n, tan soberbia como
que resid’an en Francia se hací an pasar con naturalidad por
letal. He relacionado el principio de una identidad rizoma con
descendientes de caribes, para eludir as’ su parte africana, de la
la existencia de culturas compuestas, es decir, de culturas en
cual, a no dudar, se avergonzaban, bajo la presi—n Cultural del
las que se practica una criollizaci—n. Pero en esas culturas, con
colonizador. Sea como sea, se advierte que, en la actualidad, en
harta frecuencia, advertimos una oposici—n entre lo at‡vico y
los pa’ses de cultura at‡vica, la oposici—n étnira conduce con
lo compuesto. Yo mismo he examinado esa cuesti—n a prop—si-
har't~'frecuencia a las matanzas y al genocidio. y nos damos
to de la formaci—n y del poblamiento de las Américas, Si toma-
cuenta también de que en las Américas las culturas at‡vicas
mos como ejemplo un pa’s como México, nos damos cuenta
. amerindias han sido generalmente desestabilizadas por la eclo-
inmediatamente de que late ah’ una cultura at‡vica, la propia
si—n de nuevos pa’ses, esto es, por la criollizaci—n. No sé si el
de los amerindios de México -la cultura de Chiapas-, nero
caso de Quebec o de Canad‡ es comparable al caso de México,
_ J.
".
también una cultura compuesta, la de la cultura general del ~
.'
de Pero o de Colombia. El Caribe ofrece también el ejemplo
México actual. y no son precisamente ejemplo de concordia. ,.
de poblaciones de cultura at‡vica, producto de la departad—7?: me
Cabe plantearse la cuesti—n de determinar si hay oposici—n
refiero a los hindúes, contratados como trabajadores volunta-
,..'
entre las culturas atávicas amerindias, en Canad‡ y en Quebec, ,,1.""
rios. Culturalmente, han resistido, pero se han adaptado tam- .' (

y una formaci— n social que, sin estar criollizada o ser compues-


bién al nuevo pa’s. Criollos e hindúes. El problema que se plan-
ta, no se diferencia menos de las culturas at‡vicas. y cada vez ,,'
tea' es saber c—mo cambiar el imaginario, la mentalidad y el
m‡s la cuesti—n de la oposici—n se plantea, en pa’ses j—venes o
intelecto de las humanidades contempor‡neas, de tal modo que
en fase de criollizaci—n, entre vestigios y remanentes de cultura
en el seno de esas culturas at‡vicas los conflictos étnicos dejen
atávica y este nuevo proceso de criollizaci—n. En general, en el
de mostrarse como absolutos y los conflictos étnicos y naciona-
Caribe, el problema apenas se plantea, principalmente porque
listas dejen de mostrarse como una fatalidad ineluctable.
los amerindios han sido exterminados, a excepci—n de un dimi-
Entre los mitos que han se–alado el camino hacia la con-
nuto grupo que se encuentra en una reserva en la isla de Dorni-
ciencia de la Historia, en mayúscula, y aquí vuelvo al principio
ruca. El remanente at‡vico del Caribe se encama en una espe-
mismo de las culturas at‡vicas (Génesis y filiaci—n), hay que
cie de vestigio inconsciente. Se dir’a que en nosotros, criollos
distinguir los mitos fundacionales y los mitos de elucidaci—n,
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t INTRODUCCIî N A UNA POƒ TICA DE LO DIVERSO
CULTURA E IDENTIDAD *
ensayos que enuncian, cantan o piensan. Los mitos fundacio-
de explicaciones soterradas, determinantes de relaci—n y tal
nales surgen por doquier; en el interior de las culturas que
vez de desarticulaci—n de los diferentes eleméntos de la estruc-
. . denomino at‡vicas, la noci—n de identidad gira en torno a la
tura social, en ú'na cultura dada. La funci—n esencial de los
filiaci—n y a la legitimidad; es, en lo m‡s hondo, la ra’z única
mitos fundacionales es la de consagrar la presencia de una
que excluye al otro como partí cipe. De esto se puede inferir
,comunidad en un territorio, vinculando por filiaci—n legí tima
una concepci—n (verbigracia, la de la oralidad COfiO prefigura-
esta presencia, este presente con una Génesis, con un acto de
ci—n del enfoque ontol—gico) que hallar‡ naturalmente su fin
creaci—n del mundo. El mito fundacional reafirma la continui-
en esta realizaci—n del absoluto en que terminar‡ convirtién-
dad sin quiebra de esta filiaci—n y autoriza desde ese momento
dose la escritura, las distintas escrituras. '¿Qué es la conciencia
a la comunidad de la que se trate a considerar esta tierra con-
hist—rica sino el sentimiento generalizado de una misi—n que
vertida en' territorio como absolutamente privativa. Por legi-
ha de ser cumplida, de una legitimidad que ha de ser preserva-
timidad ampliada -ya lo hemos observado- sucede que,
da, de una filiaci—n que se ha de mantener, de un territorio que
pasando del mito a la conciencia hist—rica, la comunidad con-
sidera entonces quele es concedido el territorio en virtud de
un derecho de acrecimiento de los lí mites de este territorio.
\ -. ha de ser ampliado? En cuanto a las sociedades desprovistas de
mitos fundacionales, salvo en virtud de préstamo -y deseo
referirme a las sociedades compuestas, a las sociedades crio-
He ah’ uno de los fundamentos de la expansi—n colonial que
llas-, la noci—n de identidad se verifica en torno a la urdimbre
ha aparecido siempre estrechamente unida a la idea de univer- '.'
de la Relaci—n, que tiene al otro como inferior. Estas culturas
salidad, esto es, a la legitimaci—n generalizada de un absoluto
comienzan directamente por el relato que, parad—jicamente,
que hab’a sido fundado, en un primer término, sobre una par-
es ya una pr‡ctica de elusi—n. El relato elude la inclinaci—n
ticular elecci—n, en una particular elecci—n. Se entiende enton-
a aferrarse a: una Cénesis, a la inflexibilidad de la filiaci—n, a la 1.11'
!,;
ces cu‡n importante es que el mito fundador hunda sus raí ces
sospecha sobre las legitimidades fundacionales. y cuando
en una Génesis, de doble impulso: la filiaci—n y la legitimidad,
la oralidad del relato se vea continuada por la fijaci—n de la /.,
que garantizan la fuerza y suponen su fin: la legitimaci—n uni-
escritura, como sucede en los escritores caribe–os y latinoa- ,. ,
t.

versal de la presencia de la comunidad. ¿No es acaso ése el


mericanos, la misma perseverar‡ en esta elusi—n, dando pie a
modelo sobre el que opera lo que llamamos Historia, sea cual
una configuraci—n distinta de la escritura, de la que el absoluto
sea, por lo dem‡s, la filosofí aen que se fundamente?
ontol—gico ser‡ expulsado. ¿Qué ser‡, pues, la conciencia his-
La Historia es, pues, producto del mito fundacional. En el
t—rica, sino la pulsi—n ca— tica hacia esas conjunciones de todas
camino que conduce hasta ella, el mito fundacional ir‡ acom-
las historias, ninguna de las cuales -y ésa es una de las cuali-
pañado, y luego sepultado, y luego reemplazado, por los mitos
dades eminentes del caos- puede prevalerse de una legitimi-
de elucidaci—n, de explicaci—n o de precipitaci—n de los proce-
dad absoluta? Tanto las culturas at‡vicas como las compuestas
sos sociales y de las condiciones ambientales de una comuni-
se enfrentan a una misma situaci—n, resulta inútil consignar
dad, seguidamente por los relatos y las narraciones que prefi-
unas o ponderar otras, cuando no se percibe el ruido de fondo
guran la Historia y, finalmente, por las novelas, poemas y
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62
t
t
INTRODUCCIî N A UNA POƒ TICA DE LO DIVERSO
CULTURA E IDENTIDAD

de sus repercusiones. En la actualidad) tenemos que conciliar pa’ses en guerra? ¿Quién se ha molestado en enviar una cara-
la escritura del mito y la escritura del relato,_yl recuerdo de la vana humanitaria a los rom de Bosnia? Bajo las r‡fagas de
Génesis y la presciencia de la Relaci—n, y ésa es una tarea obús, ¿qué pasillo cultural se ha practí cado con el fin de darles
’mproba, pero ¿qué puede haber m‡s hermoso? unos d’as de respiro en el oeste? ¿Y qué ser‡ de ellos e111a con-
ferencia de pacificaci—n de la antigua Yugoslavia? ¿Ser‡n pri-
vados de su ciudadaní a, como el 25% de los rom de Macedo-
nia lo est‡n siendo hoy? ¿En su ausencia, continuar‡n siendo
Desear’a poner un ejemplo concreto: el de los rom, rom‡ o sus casas arrasadas por las m‡quinas municipales como suce-
romaní es, es decir, el de los gitanos. Los rom, o para que todos di—el 15 de julio de 1994, en la villa de Zrenjanin (Voivodi-
nos entendamos, los gitanos, organizan en Sarajevo una con- na)? Recordamos que las viviendas de los rom de Bakou, loca-
, ferencia de paz, en dos o tres meses. Si me refiero a, esto es lidad situada a 23 kil—metros de Bucaresr, fueron incendiadas
porque en los textos que he recibido hay una especie de eleva- y destruidas en la madrugada del 7 al 8 de enero de 1995, fes-
ci—n de principio que me parece pertinente para ilustrar el ' tividad ortodoxa, colof—n de los enfrentamientos que con
punto de vista que acabo de exponer sucintamente. Desear’a, . anterioridad hab’an mantenido vecinos rumanos y roman’es 11'
leerles algunos fragmentos de estas declaraciones de los gita-: residentes. El conflicm de Bakou es uno m‡s en una larga serie
nos europeos, algunos pasajes brev’simos, pero harto signifi- que supera los treinta incidentes similares ocurridos en Ruma-
cativos. Escriben al alcalde de Sarajevo: ÇEn este milésimo dí a nia desde enero de 1990. En muchos de los sucesos de este
de sitio, le reafirmarnos nuestra solidaridad y esperanza. Por- tipo, la muchedumbre soliviantada se encamina, a golpe de sil-
que creemos en un Sarajevo libre y pluriétnico, le pedirnos se bato, a las viviendas de las familias roman’es. Estos sucesos no
sirva albergar el Congreso por la Paz que promueve la Uni—n son sino la reproducci—n, en esta época, de los pogromos,
Rornan’ Internacional. Antes de la guerra, los roman’es de fen—menos que anta–o fueron tan habill!:lles en Europ- cen-
Sarajevo disfrutaban de derechos de los que en otras partes tral y oriental. Prefiguran la situaci—n general en la que viven
carecen, tales como el de usar su propia lengua, el acceso a la
radio y la televisi—n». En otro fragmento se definen, definen a
los roman’es, sobre quienes recaen desde siempre todas las
discriminaciones, yen este caso "todas las impurezas étnicas".
'.
los roman’es, de este modo: ÇTodos aquellos que combaten Si la Uni— n Roman’ convoca este congreso, no es tanto por
por una democracia pluriétnica». En otro pasaje afirman: ÇEn reeditar la hist—rica separaci—n entre roman’es y no roman’es,
ésta, como en todas las guerras, los roman’es resultan invisi- como porque s—lo la paz conceder‡ a todos una ciudadan’a
bles, sin embargo, en la antigua Yugoslavia, llegan al mill—n de pluricultural en la diversidad de culturas y en la equiparaci—n
personas. ¿Qué ha sido de los roman’es yugoslavos? Por otra de derechos. El Congreso por la Paz sembrará las semillas de
parte, en medio de los bombardeos de Sarajevo, ¿qué ayuda esta ciudadan’a pluricultural futura, a imagen y semejanza
internacional reciben? ¿De qué se alimentan en este per’odo de la cultura romani tolerante, mestiza, a un tiempo abierta al
de hambruna generalizada y de inflaci—n galopante en esos mundo y celosa de su singularidad. Utop’a a la que quedan

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6S
t INTRODUCCIî N A UNA POƒ TICA DE LO DIVERSO
CULTURA E IDENTID,~1l .¥

invitados por los romaní es». Subrayo Çmestiza», Çabierta al ginario, a condici—n de que cambiemos la idea de que la iden-
mundo» y Ça un tiempo celosa de su sin~aridad». Voy a leer tidad ha de tener una ra’z única, fija e intransigente.
precisamente el último fragmento de este llamamiento: ÇCon Experimentar la totalidad-mundo desde el lugar de origen
objeto de que el congreso no se reduzca a un congresc de consiste en estableceruna relaci—n y no consagrarse a la exclu-
roman’es, ni siquiera a un congreso de yugoslavos, se hace si—n. Creo que la literatura, a prop—sito de esta cuesti—n de ln
necesario articular la pluriemicidad y el porvenir de una polí - identidad, entra en un perí odo en el que predominar‡ la épica,
tica posible a la que los roman’es les convocan. Coexistencia una épica nueva y contempor‡nea. Todas las culturas aravicas.
no territorial m‡s all‡ de los caducos espacios de una Europa ya lo hemos observado, han tenido un principio literario épico.
en pleno cambio, el congreso es un congreso deliberadamente Hemos hecho referencia a los grandes libros fundacionales de
polí tico en el que se afirma la civilizaci—n frente a la barbarie, la humanidad. Del Antiguo Testamento a la Ilí ada, del Libro d(
una civilizaci—n cuyos rasgos los roman’es recuerdan al mun- los Muertos egipcio a Bhagavad-Git‡ hindú, etc., de las sag;ls
do: dinamismo, arte, vida, tolerancia, hospitalidad, acogida, islandesas al Cantar de Rold—n, de la Eneida al Popol-Vttb o al
mestizaje, criollizaci—n, que no atentan contra la singularidad Chilam Balam de los amerindios, al Kalevala de los finlandeses,
. y la identidad. Los romaní es son una cultura singular en el lnc; gr~nrl.f:'s libros fundacionales de la humanidad reafirman :l
mundo, diferente de todas las dem‡s, pero que comparte con la comunidad sobre su propio destino y propenden, conse-
sus huéspedes un gran número de aspectos culturales: religi—n, cuentemente, no tanto por s’ mismos como por el uso que se
lengua, costumbres, destino particular». hace de ellos, a excluir al otro de esa comunidad. Y he dicho
He le’do estos pasajes porque, a lo largo de mi primera Çno tanto por s’ mismos», porque estos grandes libros funda-
exposici—n, se hab’a planteado la cuesti—n de la pertinencia del cionales de las distintas comunidades, que las arraigan, son de .
término Çcriollizaci—n», al tratar de, la totalidad-mundo. hecho libros de desarraigo. Si se examina el Antiguo Testa-
y encue!ltro de nuevo ese término en el texto de ese llama- mento, la Iliada, las sagas, la Eneida, S~ aprecia inmediatamen-
miento solemne hecho por los roman’es de Europa central te que se trata de libros Çacabados» porque Çjunto con» S1l
-apelaci— n que dirigen al mundo- y hallo la idea del mesti- inclinaci—n al arraigo, proponen, acto seguido, una inclinaci—n
zaje, la idea de la identidad rizoma y de la apertura al mundo, al desarraigo. y me parece que una nueva literatura épica,
pero también la idea de que todo eso no entra en contradic- propia de nuestro tiempo, empezar‡ a insinuarse desde el mis-
ci—n con la singularidad y la identidad. Me alegra, por un lado, mo momento en que la totalidad-mundo sea concebida como
se–alar esta apelaci—n de los rom y, por otro, poder mostrar una comunidad nueva. Pero entonces, esta épica literaria con-
que se trata de un ejemplo tangible de la necesidad, indudable, tempor‡nea, s—lo podr‡ venirnos dada, contrariamente a los
de mantener las luchas polí ticas y sociales all‡ donde nos grandes libros fundacionales de las humanidades at‡vicas,
encontremos, como la de abrir el imaginario de cada uno a la mediante una palabra multilingüe, Çen la misma» lengua que
diferencia, al hecho de que la situaci—n de los pueblos del servir‡ para su realizaci—n. Esta literatura épica excluir‡ asi-
mundo cambiar‡ s—lo a condici—n de que cambiemos este ima- mismo la necesidad de una v’ctima expiatoria, presente en los

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t INTRODUCCiî N A UNA POƒ TICA DE LO DIVERSO -
CULTURA E IDENTIDAD t
libros fundacionales de la humanidad at‡vica. La ví ctima y la Todo esto tiene su base en lo que he denominado el pensa-
expiaci—n permiten la exclusi—n de lo que no :';1 unido a ellas, o miento del rastro. El rastro presupone y significa no el pen-:-
a Çuniversalizar» de modo abusivo. La nuéva literatura épica samiento del.ser, sino la divagaci—n de la existencia. La culmi-
establecer‡ relaci—n y no servir‡ para la exclusi—n. naci—n de la historia se ve hoy obstaculizada por retornos
En fin, esta literatura épica puede que torne innecesaria la sombr’os, por amagos de repeticiones en cuya virtud los pue-
noci—n del ser, para asombrarse con el imaginario de la exis- blos y las comunidades que han alumbrado la idea de Historia
tencia, de todas las posibles existencias del mundo. La cues- dan vueltas a sus incertidumbres. Tienen que enfrentarse no
ti—n del ser ya no se plantea en esa soledad utilitaria a la que se I1 s—lo con el otro, con el diferente, sino, m‡s dif’cil todaví a,con -
ha reducido el pensamiemo' de lo universal. La diversidad ha las turbulencias de la extensi—n. Me permito recordar que la
cortado el paso a Id universai, traspas‡ndolo. Lo que significa ra’z única lleva en s’ la propensi—n a la profundidad y que
!"i

, que el ser deja de considerarse a s’ mismo leg’timo, deslegiti- la ra’z rizomatosa se inclina por la extensi—n. En los mapas pla-
-r "
maci—n que es consecuencia de los ataques que recibe de las netarios, los espacios en blanco est‡n, en estos momentos, .:
! ¥

diversidades presentes en el mundo. Los hechos son otros: ocultos, lo que ha quebrado para siempre el car‡cter absoluto :':
r",_o<
de la Historia; la cual, primeramente, consistí a en proyecto y "
quien dicta la Çnorma» no es ya el antiguo derecho universaL - i" I

sino la suma de relaciones. Esto se aprecia perfectamente en el proyecci—n. Desde ese instante, la Historia se desprende de su :Ir

juego actual de la polí tica internacional, en la que el derecho, concepto, al mismo tiempo que repite los retornos de lo iden- ,. t
'~1
titario, de lo nacional, de lo fundacional y de tantas otras par-
una vez m‡s, ha de ser definido y luego sostenido con gran
cialidades, hoy caducas. Contra esos caminos caducos, el ras-
.~
;1.,
dificultad y paulatinamente por-la presi—n de la fuerza monolí -
tica de las armas frente a la acci—n de las fuerzas subversivas tro es el trémulo aliento de la novedad permanente. Lo que l'
; ... s.
¡

que progresivamente va liberando la diversidad. La creaci—n nos muestra no son tierras v’rgenes, selvas ignotas, la pasi—n
salvaje de los descubrimientos. A decir verdad, no aspii a a
.
t!:I"
;

de estos derechos o de este derecho nuevo, es la muestra evi- I:I\!~


. ;,~
dente de la caducidad del antiguo derecho universal, que no completar la totalidad, sino a imaginar lo no dicho. La nove- :f
i"
puede justificar su alcance Çcasi ontol—gico». El nuevo dere- dad permanente no es lo que nos falta por descubrir para com- t;",

cho es únicamente institucional, armado, atento a la suma de pletar la totalidad, ni tampoco lo que velan los espacios en
relaciones, o lo que es lo mismo, no se vale de astucias, ni se blanco de los mapas, sino lo que todaví a hay que debilitar para
oculta ni se espiritualiza, lo contrario justamente de lo que ha esparcir realmente la totalidad, esto es, para verla finalmente
practicado la opresi—n colonial. En cualquier caso, la cuesti—n realizada.
del ser deja de plantearse, para pasar a dilucidar, aqu’, bajo el El rastro es al camino como la- rebeli—n a la conminaci—n y
espect‡culo de las hegemoní as, aunque cueste creerlo, la quie- el regocijo al garrote. No es un borrador de tierra, ni un bal-
bra de lo universal generalizador y preestablecido, el asombro buceo de selva, sino la inclinaci—n org‡nica hacia otra forma
de la existencia, de la existencia emergente, al encuentro de la de ser y de conocer; y es la forma que sigue este conocimiento.
permanencia del ser.: No seguimos el rastro para desbrozar los caminos y hacerlos

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68
INTROI);)CCIî N A UNA POƒ TICA DE LO DIVERSO
CULTURA E IDENTIDAD t
transitables, sino que se consagra a su raz—n de ser de volar, de guajes, interpel‡ndose. Elevaciones y honduras descienden
saltar por los aires las seducciones de la norma. Los africanos hacia el relato, triturando lo inexplicado-del-mundo. Prestar
transportados a las Américas llevaron consigo, al otro lado del atenci—n a esta nueva realidad que se debate, mostrarse indul-
océano, la impronta de sus dioses, de sus costumbres, de sus gente con sus insolencias y con sus gritos rebosantes de tierras
idiomas. Enfrentados al desorden implacable del colono, y de espacios. Dan voz a lo improbable y al peligro que com-
tuvieron la habilidad, unida a los sufrimientos que los endure- partimos. El pensamiento del rastro anuncia una alianza ajena
cieron, de tornar fecundas esas huellas, dando lugar, antes que a los sistemas, rehúsa la posesi—n, se dirige ‡ estos tiempos
a s’ntesis, a productos cuya clave s—lo ten’an ellos. Las lenguas fracturadus que las humanidades del presente multiplican
criollas son los rastros depositados en el fr‡gil nav’o del Cari- entre s’, mediante colisiones y maravillas.
be y del océano êndico. Cuando en su huida los esclavos se Tal es la errancia violenta del poema.
internaban en los bosques, los rastros que segu’an no signifi-
t t t
caban aba-ndon—ni desesperaci—n, pero tampoco orgullo ni
.: .. ~
vanidad de s’ mismos. Los altivos longuoé, personajes de una
de mis novelas, Le. Ouatrieme siecle, no rerrninan con los tercos Estas literaturas cuya aparici—n vislumbro, estas literaturas del
béluse. La chanca piedra, humilde planta perdida en la vegeta- mundo, s—lo tendr‡n existencia, me parece, si afirmamos en su
ci—n de mi pa’s, crece tan bien o mejor que el altivo Çbast—n umbral-en el lugar en el que estarnos y desde el qne pode-
del emperador» y este rastro no pesaba sobre la tierra como mos atisbar su aparici— n-lo que entiendo ha de ser y he dado
un estigma irreparable. Se atropellan en nosotros las huellas en llamar, refiriéndome a los problemas de identidad, el dere-
de nuestras confusas historias; y no para inmediatamente tro- cho de cada cual a la opacidad.
quelar un modelo de humanidad que opondr’amos, muy defi- Se'dirh_que para el encuentro planetario de las distintas cul- .¥
i

!lid:::::~:::::::., 2. otros tantos patrones que tratan de imponernos. turas, que experimentamos como un caos, carecemos de refe- ''IJ

"

He aqu’ un troquel que no es ni fuga ni repetici—n, sino el rencias. Adondequiera que dirigimos nuestra mirada, presen- ,ir

nuevo arte de la soltura del mundo. ciamos la cat‡strofe y la agon’a. El caos-mundo nos produce
El rastro no sigue la senda inacabada en la que se le hace zozobra. Pero esto es as’ porque tratamos todav’a de tomar la
caer, ni los caminos trillados que delimitan un territorio, un medida de un orden soberano, que desear’a reconducir una
vasto dominio. Es una forma opaca de conocer la rama y la vez m‡s la totalidad-mundo a una unidad reductora. As’stanos
brisa, de ser transportado de s’ mismo al otro, la arena.del con- el poder imaginario y ut—pico para entender que este caos no
creto. desorden de la utop’a, lo insondable, la oscuridad de la es el caos apocalí ptico del fin de los tiempos. El caos es her-
corriente de un rí o remansado. Los paisajes antillanos orde- moso cuando se entienden todos los elementos como igual-
nan a los otros a distancia, y cada relato traza sinuosamente su mente necesarios. En el encuentro de culturas del mundo,
particular rastro, de afluentes a r’os, creando un v’nculo; debe asistimos el poder imaginario para concebir todas las cul-
corren, quebradizas, y se obstinan estas ramificaciones de len- turas como factores que tienden, al mismo tiempo, a la unidad

71
70
t INTRODUCCIî N A UNA POƒ TICA DE LO DIVERSO
CULTURA E IDENTIDAD t
Y a la diversidad liberadoras. Por este motivo, reivindico para
¿Decadencia del Estado o decadencia de los estados? Imaginar estados
todos el derecho a la opacidad. No necesito Çcomprender» al
débiles, renuncias voluntarias de soberan’as estatistas ... ¿No ha",
otro, es decir, reducirlo al modelo de mi propia transparencia, _
acaso otro medio de alcanzar esa totalidad diseminada en el plan!)
para vivir con ese otro o construir algo con él. El derecho a la jur’dico o polí tico (que reconozco no es el suyo)?
opacidad consistir’a hoy en el signo m‡s ostensible de la no
ƒ DOUARD GUSSANT: Desearí a en primer lugar hacer u na
barbarie. y dir’a que las literaturas que se perfilan ante nuestra
observaci—n. Considero que para impugnar la expresi—n Çius
vista y a cuyo conocimiento previo podemos acceder, vendr‡n
sanguinis» no hay que echar mano de la expresi—n Çius solis»,
adornadas con las luces y las sombras de nuestra totalidad-
tal locuci—n procede de la idea de territorio en el que UIU
- mundo.
comunidad se constituye, con sus fronteras, y me parece que
esa concepci—n es tan Çfunesta» como la idea de derecho lit-
filiaci—n. A mi entender, necesitar’amos, en el plano al qut'
PREGUNTAS
alude, hallar otra f—rmula jur’dica, de derecho común o civi 1.
que sustituyera a la de Çius solis». Es; parad—jicamente, tan
ROBERTMELAN<;ON: Me gustar’a partir de una expresion 1ú(' ha restrictiva como la de Çius sanguin’s».
- citado al leer los fragmentos de ese hermoso texto, de ese bello llama-
En segundo término, me parece que no se puede reflexio-
miento de los rom para convocarle a Sarajevo, me refiero a Çdemo-
nar, en el plano que ha elegido, sobre la noci—n de Estado sin
cracia pluriétnica». Es precisamente ese término el que me anima a
tener noci—n de las vicisitudes por las que en las culturas del
inuitarle a que prolongue, esta tarde, un poco su discurso acerca de
mundo ha pasado el Estado. Por ejemplo, en la historia de
un ‡mbito, el polí ticoy el jurí dico, que decididamente no es el suyo.
China y en la de la India, hay experiencias de Estado -no me
A mi juicio, la idea de ciudadan’a en el mundo, la idea de ciudada-
refiero, claro est‡, al imperio chino tan sumamente monol’ti-
n’a en los términos que lu jonnz¡/—Locke, po':'" ejemplo, tal como des-
ca- y re1;:¡—ones de 12 sociedad civil con el Estado que toda-
':"1

. pués se materializ— parcialmente en la Revoluci—n francesa, a tenor -


v’a no hemos integrado. En mi opini—n, cuando pensamos en
de la cual no existe un derecho de filiaci—n (ius sanguinis), sino m‡s
la relaci—n de la sociedad civil con el Estado, lo hacemos siem- ¥
bien un derecho de pertenencia y de sumisi—n a un conjunto de leyes;
pre con arreglo al modelo de derecho civil, legislativo o inter-
pues bien, me parece que esa idea de ciudadan’a se debilita por todas
nacional occidental. y me parece que no es suficiente. Falta la
partes, minada por toda clase de reflejos identitarios. Asistimos a un
diversidad,o la apertura de la noci—n. Por este motivo, estoy
ataque generalizado, incluso en la propia Francia, al lugar de naci-
dudando en contestar eh este mo~ento, teniendo en cuenta
miento (ius solis), que no es perfecto en s’ mismo, en favor del derecho
adem‡s que muchos de los partidarios de una sociedad reple-
de sang;re. ¿Podr’amos pensar que a esta ciudadan’a pluricultural
gada en s’ misma son también partidarios de un debilitamien-
abierta, a esta totalidad diseminada a las que ha hecho alusi—n, le
to del Estado. Esto sucede en bastantes pa’ses del mundo. En
corresponde un marco jurí dico o polí ticofr‡gil, o, tomando un térmi-
primer lugar, ¿de qué Estado estamos hablando? Habr’a ade-
no del marxismo, pero en otra sentido, una decadencia del Estado?
m‡s que tratar de salir de la filiaci—n occidental. y por otro

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73
i INTROD\,ICCIî N A. UNA POƒ TICA DE LO DIVERSO
CULTURA E IDENTIDAD '*
si—n de la ciencia occidental. Hasta hoy, en que las revolucio-
lado, el debilItamiento del Estado, ¿es un fin en s’ mismo?
nes de la ciencia han demostrado, partiendo de la relaci—n de
¿Acaso el debilitamiento del Estado no puedeir de la mano de
incertidumbre de Heisenberg, que tal vez no es posible llegar
una sociedad coercitiva? Es m‡s que probable: En atenci—n a
Çal fondo de la materia» -ya que Heisenberg afirma que para
esas razones, dudarí aen responder a la cuesti—n. Dudar’a tam-
apreciar las partí culas es preciso iluminarlas y esta iluminaci—n
bién a la hora de definir qué podr’a ser una democracia plu-
supone quiz‡ una alteraci— n no s— lo de su naturaleza, sino
riétnica. ƒ sa es la posici—n de los rom, pero ellos son occiden-
también de su velocidad y de su orientaci—n. Esta relaci—n de
tales. Han sido v’ctimas, pero han vivido en las vicisitudes de
incertidumbre ha acabado convirtiéndose en uno de los luga-
la historia occidental. y para ellos la democracia, con las adi-
res comunes del pensamiento contempor‡neo. Hay una opaci-
ciones de pluriétnica, mestiza, criollizada, etc., puede ser -y
dad de la materia que resulta ineludible, ineluctable. A partir
en mi opini—n ha de ser- una aspiraci—n, un objetivo en la
de ah’, la ciencia occidental ha obrado su propia revoluci—n y
, esfera de las sociedades europeas. No sé si eso ser’a v‡lido para
ha producido esta parte de la ciencia que han acabado siendo
otras sociedades. las ciencias del caos, renunciando a la linealidad ecuacional, ,.
1 -

JOEL DESROSIERS: Desear’a plantear dos preguntas, brevemen-


esto es, a la pretensi—n de profundizar (ra’z 'Única ... ) en favor
te. Le he o’do hablar, esta ma–ana en la radio, de dos autores, de dos
de una verdad que serí a la de la materia, comenzando a decir
escritores: Saint-John Perse Y Faulkner. Me han resultado sorpren- Ir

que hay que describir la superficie, indescriptible, por lo


dentes dos paradigmas de su pensamiento. El primero es el vegetal:
dem‡s. Se ha de tratar de describirla y no abrigar la pretensi—n
el rizoma, la ra’z. El segundo, el cient’fico: la teor’a del caos, la
de alcanzar un conocimiento absoluto, que estar’a ah’ espe-
totalidad-mundo. Mi pregunta versa justamente sobre esa fascina-
r‡ndonos. En mi opini—n, esta evoluci—n de la ciencia est‡ ¡7á

ci—n que sent’a Saint-John Perse por la ciencia. Para usted, ¿la
unida a la concepci—n del ser y de la existencia. En otras pala-
ciencia forma parte de lo imaginario? Cuando habla del imay,inario
bras, la ciencia qUé para mí terminar‡ imponiéndose, vendr‡
del mundo, ¿correspondr tal vez en el [ond» a un segu;;do término
de la mano de la filosofí adel ser y de la ciencia que duda, que ~-
'c

del imaginario cient’fico? ¿Qué relaci—n establece entre las figuras


limita sus certidumbres y que se inclina por el avance en espi-
propias de la abstracci—n (caos, invariantes, etc.) Y este imaginario
ral, abandonando la linealidad en favor de lo extenso; vendr‡
emergente? de la mano de los imprevistos de la existencia. Por estos moti-
ƒ .G.: En mi opini—n, hay un Çitinerario» de la ciencia que,
vos, me interesa este proceso. Y me interesa como poeta, no
de una forma general, es de interés desde la —ptica de la cues-
como cientí fico,que no lo soy en absoluto. Carezco de esa pre-
ti—n misma de la identidad. La ciencia occidental, en su ‡pice
tensi—n. Pero considero que esto est‡ al alcance de un poeta.
triunfal, esto es, cuando no poní aen duda ni su porvenir ni sus
Puede comprender esa transformaci—n de la ciencia occiden-
métodos, tení ala pretensi—n de profundizar, sin desmayo, aun
tal, que es de hecho la Ciencia, pues s—lo en Occidente (mien-
a costa de dr‡sticas revoluciones del pensamiento, en una ver-
tras los chinos lo han inventado todo o casi todo) ha surgido y
dad que ser’a la verdad de la materia que cualquier d’a dar’a
se ha consolidado la noci—n de ciencia ... Pero es sabido tam-
con la explicaci—n del universo, del mundo. ƒ sa era la preten-
75
74
t INTRODUCCiî N A UNA POƒ TICA DE LO DIVll'RSO

bién que las ciencias del caos guardan relaci—n con la estética.
CULTUR.A E IDENTIDAD *
rio. Honor y respeto para Segalen. Fue el primero en plantear
Es muy normal que se produzca una suerte de atracci—n: en
la cuesti—n de la diversidad del mundo, y el primero en com-
Francia, con ocasi—n de un artí culo m’o, se me reproch—: ÇAh,
batir el exotismo como forma complaciente de la colonizaci—n;
s’, Glissant y su caos, la teor’a del caos, ¿te suena, no?». Ya me yeso siendo médico de la armada.
hubiera gustado que fuera mi teorí a. Se puede optar por igno-
En otras palabras, la materia es ajena al manique’smo. Suce-
rar el caos-mundo, limit‡ndose a reproducir hasta el lí mite,
de s—lo que la literatura tradicional occidental es una literatura
literalmente, el desorden, procurando amoldarse a su fuerza
del ser y de lo absoluto, y ah’ anida la generalizaci—n. La colo-
por las v’as ilusorias del desencadenamiento. Podemos, por el
nizaci—n inglesa y francesa, las modalidades de la colonizaci—n
contrario, aprehenderlo mediante lo imaginario, descifrando
,inglesa y francesa, las m‡s destacadas del siglo XIX, son las úni-
ia opacidad para escapar tal vez de ella o al menos dejar impre-
cas absolutamente seguras de su legitimidad, absolutamente.
sa una huella liviana, pero indeleble.
En la actualidad, ningún pa’s que coloniza u oprime a otro est‡
J.D.: Edward Said, en Culturas e imperialismos -no sé si ha seguro de su legitimidad. Pongamos el caso de una gran po-
sido traducida al francés- afirma que la literatura occidental, que tencia -China, Rusia, Estados Unidos o Jap— n- que invade
los c‡nones occidentales han precedido y promovido, en virtud de su otro pa’s, pues bien, esta puLellc.ia no estar‡ segura de su legi-
estética, la exploraci—n y la servidumbre del mundo. Niega las iden- timidad. Se ve en el trance de tener que justificarla. Las colo-
tidades, a las que considera construcciones imaginarias. En su estéti- nizaciones francesa e inglesa del siglo XIX estaban seguras de
ca, ¿c—mo se reacciona ante esa afirmaci—n? su legitimidad porque era el sistema entero (el pensamiento
ƒ .G.: La comparto, sin ninguna duda, para acto seguido
del territorio elegido) el que se ampliaba hasta los l’mites del
matizarla. Es cierto que para conquistar el mundo es condi-
mundo. y cuando el mundo era el producto de la colonizaci—n
ci—n previa haberlo imaginado. Y que, por consiguiente, los
(los colonizadores fueron los precursores; ellos fueron los que
escritores y los poetas occidentales han sido los precursores de
descuhriercr.las costas y traza:-on los mapas, erc.), cuando todo
la colonizaci—n. La n— mina es amplia: Chateaubriand, Con-
esto estuvo Çculminado», la legitimidad se desmoron—, porque
rad, etc. Pero hubo también -porque Occidente no es mono-
no pod’a extenderse m‡s. Algo as’ como 10 que les ocurr’a a los l'

lí tico--, hubo poetas que, al imaginar el mundo, levantaron


pioneros americanos en su periplo hacia el Oeste, que cuando
una protesta contra su colonizaci—n: ÇLos blancos llegan ... »,
llegaban a la costa californiana y comprobaban que no pod’an
escribi—Rimbaud. Y Césaire retom— el tema en Et les cbiens se
avanzar m‡s all‡, pensaban en el suicidio. Una depresi—n gene-
taisaient: ÇLos blancos desembarcan ... ». Un poeta como Vic- ralizada. La ampliaci—n, el avance direccional se ve’a truncado.
tor Segalen, médico militar, que prestaba sus servicios en un
Y me parece que esto fue lo que les pas— a las colonizaciones
buque de la armada, produce, inventa, imagina y erige un sis-
occidentales, en particular a la francesa y la inglesa. Fueron
tema de pensamiento del exotismo, al tiempo que lucha contra combatidas por los pueblos, pero también fueron presa de la
cualquier muestra de exotismo y de colonizaci—n. Las cosas no depresi—n por la pérdida de la legitimidad. ƒ ste es el matiz que
son sencillas; en mi opini—n, Segalen es un poeta revoluciona- introducir’a respecto de la posici—n de Edward Said.

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77
t INTRODUCCiî N A UNA POƒ TICA DE LO DIVERSO

GASTON MIRON: Al finalizar, dijo: ÇConcebir todas las cultu-


533680
CULTUKA E IDENTIDAD '*
te la producci— n de una épica que ata–e únicamente a los
ras» ... Çla opacidad»... No escuché toda la frase. ¿Podr’a releer ese
miembros de esa comunidad. Ahora bien, 10 que sucede es que
fragmento?
todos los pueblos que han sido descolonizados -los lati-
ƒ .G.: ¡Por supuesto! ÇEn el encuentro de culturas del
noamericanos y los caribe–os entran en esa categor’a- opo-
mundo, debe asistimos el poder imaginario para concebir
nen a la épica occidental su propia épica, que es muy hermosa.
todas las culturas como factores que tienden, al mismo tiem-
' Pero, a mi entender, no se trata de la auténtica épica, porque
po, a la unidad y a la diversidad liberadoras.» Pero carecemos
la auténtica épica tiene por- objeto a la comunidad m‡s amena-
de una imaginaci—n suficientemente vigorosa para concebirla.
zada del mundo, que es la comunidad-mundo. y es la relaci—n
y necesitamos de esa fuerza. La necesitamos ...
de mi comunidad con la comunidad-mundo sobre la que se
PIERRE NEPVEL/ Tengo una pregunta sobre la epopeya. Cuando
edificar‡ la épica. Me parece que las otras 1 iteraturas a las que
imagina esa literatura futura, cuyo advenimiento presiente, habla
se ha referido, ajenas a este problema, no conocen ni se inte-
de una nueva epopeya, Me extra–a un poco esta caracterizaci—n y
resan por el mundo, sino quiz‡ para tratar de gobernarlo me-
por dos motivos. Por un lado, ¿esta nueva epopeya no ha existido
diante el Relato. ƒ sa es su Çlegitimidad». No¥es de extra–ar
hasta ahora en la literatura occidental -evidentemente, a partir de
- que renuncien a la voz épica, que hoy expresa la divisi—n, la
Joyce, pero no menos en Fuentes, Mdrquez, en Guimardes Rosa, en
dispersi—n del Relato)', Contra la Historia, el encuentro pos-
Brasil=, donde se aprecia una reanudaci—n de la forma épica, claro trero de las historias de Jos pueblos.
est‡, pero que se descompone al mismo tiempo y muy frecuentemente
en una forma de criollizaci—n del lenguaje o de referencias costum-
bristas (la parodia, etc.)? Si examinamos la novela, en determinados
escritores europeos se produce un rechazo de la forma épica, para ,10';

abrir las formas nouelisticas n algo que se delinea en relaci—n con la .;¡, '

música, con la cotidianidad, con la intimidad, etc. Existen todo tipo ,11.1""

de formas. Hayal menos dos aspectos... Dicho de otro modo, ¿ en qué


fundamenta esta reivindicaci—n tan firme de la epopeya, aun en esta
forma nueva?
ƒ .G.: No es de la epopeya, sino de la forma épica; la forma
épica trasciende la epopeya. Contesto a las dos preguntas. La
primera objeci—n: se est‡n dando por supuesto apariciones,
reapariciones de la forma épica en las literaturas caribe–as y
latinoamericanas. Pero, a mi juicio, son formas épicas que
est‡n ancladas todaví a en la estructura tradicional de la épica.
Se trata de una comunidad que se reafirma a s’ misma median-

78
79
BIBLIOTECA CEN7'r;l!' ~
r I .. ~
EL CAOS-MUNDO:
POR UNA ESTƒ TICA DE LA RELACIî N

r'á

L
J
a siguiente exposici—n versar‡ sobre lo que denomino
' ....",
Çlas poéticas del caos», porque, a mi juicio, es un asunto
..... ~.
en el que se cifra y acaso también se concluye provisionalmen-
te todo cuanto puedo decir en relaci—n con la criollizaci—n y la
lengua, He de reconocer que las poéticas del caos no pueden , ... 1

ser pensadas con arreglo a par‡metros formales, como ser’a


propio de una conferencia escrita, en términos ahsolutos, sin
posibilidad de rectificaciones ni contradicciones. Estas poéti-
cas del caos tampoco pueden ser concebidas con arreglo a
par‡metros reales, esto es, corno un todo que no admitir’a adi-
ciones, ni retracciones ni siquiera remordimientos o negacio-
nes. Por esta raz—n, he preferido dictar esta conferencia sobre
la marcha, como si fuera cosa de ustedes y m’a, porque lo que
he de decir puede ser imaginado, construido, elaborado, con-
ceptualizado y hasta poetizado. El libro cuyo hilo voy a seguir
para exponer lo que he dado en llamar la poética del caos es un

81

~
t INTRODUCCIî N A UNA POƒ TICA DE LO DIVERSO
EL CAOS-MUNDO: POR UNA ESTƒ TICA DE LA RELACiî N '1
mera apreciaci—n que harí a pasa por se–alar lo que cabr’a
libro divulgativo titulado Des rytbmes au cbaos, publicado por la
denominar una condici—n temporal de la cultura, una condi-
Editorial Odile Jacob, cuyos autores son P¡érre Bergé, Yves
ci—n cultural de la relaci—n entre las culturas. La observaci—n
Pomeau y Monique Dubois-Gance. Se trata de un libro divul-
m‡s genérica que podemos establecer en esta esfera es la de
gativo al alcance de todos, con el mérito enorme de haber sido
que las relaciones, los contactos entre cul turas -ya me he
redactado por tres personas muy' versadas. Dicho de otro
referido a ello, pero hay que insistir- se perpetuaban anta–o
modo, no se trata de divulgadores cientí ficos, sino de eruditos'
en dilatados per’odos temporales. De ah’ que de esos contac-
que han escrito una obra divulgativa. Les ahorraré la relaci—n
tos no se tuviera plena conciencia, en tanto que tales, a pesar
de obras referentes al caos, en el sentido cientí fico del térmi- '
de su eficiencia y hasta de su eficacia. Es decir, el per’odo tem-
no. Considero que no es ése el objeto de este debate. Adem‡s,
poral era tan dilatado que antes que la transformaci—n -que a
los autores del libro se lamen tan en algún pasaje que se hable
menudo era brutal e inmediata- fuera advertida como tal, era
. del caos en el sentido cient’fico del término a prop—sito,de
sustituida por otra. Se necesitaba su tiempo para que, por
cualquier COS:l y que en torno a él se haga parafilosofí a. Es una
ejemplo, los habitantes de lo que terminar’a siendo Francia se
trampa en la que caigo con sumo gusto. y en otra parte'del
consideraran a s’ mismos franceses. Hay per’odos temporales
, libro, felizmente, se–alan que las teorí as del caos son teor’as
dilatad’simos que condicionan y que contienen las relaciones
de filosofí a de la ciencia, bastante ambiguas. Hemos de ver el
entre culturas, y los estudiamos sobre todo en el mundo euro-
valor de esta ambigüedad. Me siento plenamente autorizado
peo, porque ha sido éste el que m‡s nos ha ilustrado; por des-
-desde mi primera obra en prosa, Soleil de la consciencie, hasta
gracia, lo nuestro es menos ignorancia cuanto incapacidad I
Poétique de la Relation, he planteado, p2ra m’ y en lo que a m’ ~1

para conocer las relaciones culturales de continentes como


resp~cta, la problem‡tica cuesti—n del caos-mundo- aparafi-

..
Asia y África. Eso no obsta para saber que en esos lapsos tem-
losofar sobre la ciencia del caos. porales las culturas se influyen mutua, insensible e impercep- " JI

" tiblemente, pero a través de transformaciones que por mo-


mentos son fulgurantes. La novedad que reviste el mundo
contempor‡neo es que los perí odos temporales han dejado de
Entiendo por caos-mundo -he repetido esta locuci—n bastan-
ser dilatados, para resultar tan inmediatos como sus conse-
tes veces a lo largo de estas conferencias- la colisi—n, la inter-
cuencias. Las influencias y las mutuas repercusiones entre las
secci—n, las refracciones, las atracciones, las connivencias, las
culturas surten inmediatamente efecto. y simult‡neamente
oposiciones, los conflictos entre las culturas de los distintos
con esta inmediatez de los efectos de las relaciones culturales,
pueblos de la totalidad-mundo contempor‡nea. Consecuente-
se impone una observaci—n, a saber: que las humanidades que
mente, la definici—n o mejor el enfoque que propongo de esta
se influyen en este grado, bien con efectos positivos o negati-
noci—n de caos-mundo es muy precisa: se trata de la mezcla
vos, viven varios tiempos diferentes. En relaci—n con la medi-
cultural, que no consiste en un mero Çmelting-pot», en virtud
da que aplicamos, que es la medida hist—rica expresada por la
de la cual la totalidad-mundo se ve hoy materializada. La pri-

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82
t INTRODUCCiî N A UNA POƒ TICA DE LO DIVERSO EL CAOS-MUNDO: POR UNA ESTƒ TICA DE LA R.ELACIî N t
linealidad del tiempo occidental antes y después de Jesucristo, determinar la longitud. exacta de las costas de Breta–a. La
puede afirmarse que las culturas actuales viven varios tiempos ciencia del caos afirma que resulta completamente imposible
diferentes, a pesar de experimentar las mismas transformacio- determinar -esa longitud porque no se puede verificar la fluc-
nes e influencias. Se produce una suerte de contracci—n, de tuaci—n de la costa en la lí nea que separa el elemento acu‡tico
quiebra, de contradicci—n candente en el hecho de que las cul- del terrestre y que la fricci—n de la costa introduce un factor
turas que viven tiempos diferentes experimenten las mismas extra–o indeterminable de una vez para siempre. No quiero
influencias. Un campesino chino que vive desde hace miles de convertir esto en catecismo, pero hay algo que me interesa,
a–os en un espacio-tiempo sumamente extenso experimenta o trat‡ndose de las culturas de las humanidades de la actualidad.
vive, por ejemplo, de manera brutal la revoluci—n china y, por Mi interés se dirige al comportamiento impredecible de la,
otra parte, acusa el influjo del deseo de Coca-Cola; la misma relaci—n entre las culturas, elemento que constituye una de las
Coca- Cola que, en Nueva York, Miami o Londres es experi- bases de la ciencia del caos. El comportamiento impredecible, '~

mentada de un modo completamente distinto. Hay fracturas, est‡ vinculado con la noci—n de sistema determinista err‡tico.
.,
contradicciones en esa esfera, que introducen sin soluci—n de Los fí sicos del caos afirman que los sistemas que tengan s—lo
continuidad un elemento principal de la ciencia del caos, la dos grados de libertad, o lo que es lo mismo, dos variables, no
noci—n de sistema determinista err‡tico. No estoy en condi- pueden tornarse nunca err‡ticos. Pero que cuando las varia-
ciones de Çhacer ciencia» con ustedes, carezco por completo bles Se multiplican y, sobre todo, cuando se introduce la varia- _',

de dotes, pero la noci—n de sistema determinista err‡tico, que 1'


ble tiempo -ah’ radica la raz—n por la que hemos comenzado ~.
es una noci— n b‡sica, en fí sica, de la ciencia del caos, es de esta exposici—n por el tiempo-, la impredecibilidad se confir-
.... ,

1',
plena aplicaci—n a lo que denomino el caos-mundo. ma. y lo que digo es que, hoy en d’a, las relaciones entre las
La ciencia del caos afirma que hay sistemas din‡micos culturas del mundo son impredecibles. Hemos vivido durante :,.
determinados que se convierten en err‡ticos. En principio, un mucho tiempo bajo el influjo y la ense–anza valios’simos de
sistema determinista posee una fijeza, una Çmecanicidad» y Occidente, en el pensamiento de sistema, cuya m‡xima ambi-
una regularidad de funcionamiento; la revelaci—n de la ciencia ci—n era la predecibilidad. Todos los pensamientos de sistema
del caos es que hay una infinidad de sistemas din‡micos deter- propenden hacia la predecibilidad. y se advierte que en mate-
minados que se tornan err‡ticos, lo que en mi interpretaci—n ria de relaciones culturales, es decir, de esos espacios-tiempo
significa que su sistema de valores, en un momento dado, fluc- . que las comunidades segregan a su alrededor y colman de pro-
túa, sin que, a simple vista, se aprecie el motivo. Los cientí fi- yectos, de conceptos y a menudo de inhibiciones, la imprede-
cos del caos experimentan esta noci—n de sistema determinista cibilidad es la norma. Creo que debemos hacer un alto y plan-
err‡tico que verifican en innumerables aspectos y manifesta- tearnos esta cuesti—n: si la impredecibilidad es la norma en la
ciones de lo real. Por ejemplo, en la impredecibilidad del esfera de las relaciones culturales humanas, ¿significa eso que
movimiento de las hojas que caen a causa del viento o de la llu- hemos de caer en un pesimismo o en un nihilismo de efectos
via cuando hace mal tiempo; o en la total imposibilidad de devastadores? Tal peligro es el que el pensamiento de sistema

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t INi~ODUCCIî N A UNA POƒ TICA DE LO DivERSO
EL CAOS-MUNDO: POR UNA ESTƒ TICA DE LA RELACiî N t
ha tratado de eludir; que la densidad de la impredecibilidad no onom‡stica, eso es-, en una revista especializada en onom‡s-
tica, hallé un texto escrito por un perito en la materia y que
induzca a las culturas hum‡nas a la renuncia, al,~stancamiento:
tomaba como referencia para esta cuesti—n ese cap’tulo de Le
si todo es imprevisible, ¿por' qué actuar, hac~~? Es una cues-
Quatriéme siécle, que era producto de mi imaginaci— n, una
ti—n pendiente. invenci—n completa, y ese cap’tulo sirvi—como elemento ilus-
La otra idea a la cual me atendré es la de que uno de los
principios del eITatismo de determinados sistemas determinis- trativo de la ciencia. He ah’ una visi—n profética del pasado.
tas procede del hecho de que se manifiesta en estos sistemas En otras palabras, en las culturas humanas hay fen—menos
una sensibilidad a las condiciones iniciales. Una sensibilidad velados que pueden comportar variantes de fondo que esca-
que hace que en algún momento un error de sobrestimaci—n o pan en ocasiones al an‡lisis. Si de veras se desea estudiar la
minoraci—n de las condiciones iniciales pueda multiplicarse miseria de África -no meramente estudiar, ser’a ciertamente
hasta el infinito y de manera err‡tica en el seno del propio sis- el colmo si se Çestudiara» la miseria de África-, si se desea
tema. Se trata de una idea que ha acaparado toda mi atenci—n comprender la magnitud de la miseria y de la angustia del
porque he hallado en ella otro pensamiento que he formulado, África actual (y esto guard‡ndose muy mucho de incurrir en .
el de la visi—n profética del pasado: El pasado no ha de ser recons- ningún Çafropesimismo»), ¿c—mo podrí a lograrse sin esta sen- .
rruido de forma objetiva (o incluso subjetiva) por el historiador, sibilidad a las condiciones iniciales, que es la evocaci—n del
sino qlJ.e ha de ser imaginado también, de forma profética, por pavoroso holocausto que fue la trata de negros, el despobla- ¡f'
,.

las gentes, las comunidades y las culturas que se han visto pri- miento y la devastaci—n de África durante tres siglos? ¿C—mo r
.~" '\,
vadas del mismo. Por ejemplo,'recuerdo -esta anécdota me lo lograr’amos? El sistema err‡tico en que se convirti—el con-
a
1 !

ha divertido siernpre+: que en una novela titulada Le Ouatrie- tinente africano no puede ser aprehendido sin remontarse J

me siéde hab’a imaginado la atribuci—n de nombres a los escla- esa sensibilidad, a esta condici—n inicial que fue la trata de ., j
vos an—nimos con motivo de su emancipaci—n en 1848 en negros durante siglo". 1 á"'1

Martinica. Imaginé una escena en que un par de comisionados La miseria actual de Hait’ y la especie de ambigüedad sa- ! ¡.

franceses, perdidos en una marea de negros, bautizaban a las tisfecha que reina en Martinica, dos polos diametralmente
personas, a las familias, asignaban autoridad a los patron’rni- opuestos, revelan ambas esta misma condici—n de partida: la
cos, sirviéndose de libros que ten’an a mano, de enciclopedias trata y la amputaci—n de poblaciones enteras de África. Lo que
o de recopilaciones de escritos, etc. Pon’an apellidos como trato de compartir con ustedes es la convicci—~ de que los si s- '
Cicer—n, Cat—n, César, etc., y luego otros como Avoine, Ger- temas de pensamiento o los pensamientos de sistema resultan :
blé, etc., y también Alizé, ƒ lysée, etc. Agotaban el saber occi- ineficaces para entrar en contacto con lo real, no permiten la
dental para poner nombres a los esclavos recién emancipados. comprensi—n ni dan la medida de lo que sucede realmente en
y pasado un tiempo, descubrí en una muy muy seria, confi- los contactos y en los conflictos culturales. y esto porque la
dencial y muy docta revista dedicada al origen de los nombres dimensi—n err‡tica, propia de los sistemas deterministas de
-¿c— mo se llama _eso::. el origen de los nombres propios ... ? la variables múltiples, según la ciencia del caos, la dimensi—n

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t INTRODUCCiî N A UNA POƒ TICA DE LO DIVE'RSO
EL CAOS-MUNDO: POR UNA ESTƒ TICA DE LA RELACiî N t
err‡tica ha llegado a ser la dimensi—n del Çtodo-mundo». Los
extraví osactuales no pretenden erigir un territorio. Un terri- cionales de todo punto en‡ticos. El elemento determinante
torio es variable en sus dimensiones, pero no es err‡tico. La del todo-mundo no es el cosmopolitismo, en modr, alguno el
fijeza del territorio es aterradora. cosmopolitismo, que no es m‡s que una vicisitud negativa de
la Relaci—n. El elemento generador del todo-mundo es la pro-
t t t pia poética de esta Relaci—n, que hace posible la sublimaci—n,
sobre la base del conocimiento de s’ y de los dem‡s, a un
Durante mucho tiempo -hay que repetirlo siempre-, duran- mismo tiempo, de la aflicci—n y el asentimiento, de lo positivo
y de lo negativo.
te mucho tiempola errancia occidental, que ha sido una erran-
cia de conquistas, una errancia de fundaci—n de territorios, ha Algunas de estas consideraciones, me dan pie pararetomar
contribuido a cristalizar lo que hoy podemos llamar la Çtotali- las nociones de criollizaci—ny de mestizaje. Seamos esquem‡ti-
dad-mundo». Pero. en un mismo espacio en el que, en la actua- ' cos a ultranza: el mestizajerepresentarí ael determinismo, mien- '"
lidad, . hay cada vez m‡s errancias internas, o lo que es lo tras que la criollizaci—n, en relaci—n con el mestizaje, supondr’a
mismo, m‡s proyecciones hacia la totalidad-mundo y replie- el factor generador de imprevisibilidad. La criollizaci—ri es la:
gues sobre s’ mismo, cuando permanece inm—vil, cuando no se üilPredecibilidad. Podemos predecir o determinar el mestizaje,
ha movido de su sitio, estas formas de errancia desencadenan a pero resulta imposible predecir o determinar la criollizaci—n. El
menudo lo que se llama exilios interiores, es decir, momentos mismo pensamiento de la ambigüedad, que los especialistasen ,_.

."
en.los que lo imaginario, la imaginaci—n o la sensibilidad est‡n las ciencias del caos se–alan como fundamento de su propia ,
disciplina, regir‡ en adelante el imaginariodel caos-mundo y '
embotados respecto de lo que pasa en su entorno. Sê, el exilio
interior. El car‡cter err‡tico del todo-mundo, el car‡cter de el imaginario de la Relaci—n. Podemos cifrar todo lo anterior
absoluta imprevisibilidad de la relaci—n establecida hoy entre planteando la oposici—n entre un pensamiento archipiélag-o
las culturas de las humanidades, repercute, se sea o no cons- o TIn pf!n~2mientocontinental, el pensamiento continental co-
ciente, en la mentalidad o en la capacidad de reacci—n de una o mo pensamiento de sistemay el pensamiento archipiélago como
pensamiento de lo ambiguo.
m‡s partes de una comunidad. Las errancias son mantenidas
por la especie de poso general que existe en un espacio cultu- Llegados a este punto de nuestro razonamiento, hemos de
ral, el cual es vivido como asentimiento o como aflicci—n. y formulamos esta pregunta: ¿es la impredecib:ilidad una caren-
uno de los datos del caos-mundo consiste en que tanto el asen- cia? Coincidiremos plenamente todos en que la predecibilidad
timiento como la aflicci—n de] Çentorno» funcionan igualmen- de los sistemas de pensamiento nunca Se ha caracterizado ni
te como ví aso medios de conocimiento de ese Çentorno». Por por su eficacia ni por ser positiva para el futuro de las humani-
tanto, el aspecto negativo de la aflicci—n resulta un factor cons- dades. ¿La impredecibilidad no es acaso una carencia o, al
titutivo de identidad tanto como el asentimiento natural, menos, no actúa como una inhibici—n del querer, de la volun-
goz()so o cautivador: Estamos en presencia de sistemas rela- tad o de lo que Schopenhauer hubiera llamado la voluntad de
vivir? Habida cuenta de que los sistemas deterministas simples
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EL CAOS-MUNDO: POR UNA ƒ STƒ TICA DE LA RELACI,'¡N ,
t INTRODUCCiî N A UNA POƒ TICA DE LO DIVER:SO

de tener presente que si se encontraban quinientos tutsis y diez


no pueden ser ca—ticos, con efectos negativos, entonces, esos
hutus, estos últimos pagar’an .con su vida. Pero que si He
sistemas -si se toma el mundo como un si?tema determinis- encontraran quinientos hutus y diez tutsis, estos diez talllhiéll
ò l- deterministas ostensiblemente err‡ticos, ¿no pueden ser ser’an pasados por las armas. En otras palabras, no hay SOIII-
el-proleg— meno de un debilitamiento del ser? Mi respuesta
ci—n. No hay soluci—n en el marco identitario del pens:lllliclllo
ser’a que conocer la impredecibilidad es estar en consonan-
de sistema. Ni en las invocaciones a la tolerancia (o la picd:I(I),
cia con el presente, con el presente en que se vive, de una
que es el lujo de los pensamientos de sistema, ni recurriendo :1
forma distinta, no emp’rica ni sistem‡tica, sino poética. En
la fuerza. y cuando me dicen que en Yugoslavia los culp:lhk'i
Francia se dice que la poes’a ha muerto. Yo creo que la poe-
son los bosnios, o los serbios, o los musulmanes croums, ()
s’a o, al menos, el ejercicio de lo imaginario, la visi—n profé-
éstos o aquéllos, cobra vigor la intransigencia de siempre y se
tica simult‡nea del pasado y de los espacios distantes, es el
eligen v’ctimas y verdugos, según la posici—n de partida, vol-
único medio que, con independencia del lugar, tenemos a
viendo a irnos por las ramas. Hay que defender siempre al
nuestro alcance para inscribirnos en la impredecibilidad de la
oprimido y a la ví ctima, qué duda cabe, pero el problema esl rj~
relacÍ î ~ mundial. ba en cambiar la noci—n, la intensidad en la asimilaci— n de
Ninguna operaci—n global, ya sea de ’ndole polí tica, econ—-
nuestra propia identidad y en entender que únicamente <..:1
mica o militar, ser‡ capaz de comenzar siquiera a alu.mbrar una
imaginario del todo-mundo (esto es, el hecho de que lino
soluci—n, por m’nima que sea, de las contradicciones de este
pueda vivir en su lugar propio, pero en relaci—n con la totali- "
,,'
sistema err‡tico que es el caos-mundo, si el imaginario de la
dad-mundo), únicamente éste imaginario permite superar lo.,
Relaci—n no repercute en las mentalidades y en las sellsibilida-
lí mites infranqueables que nadie est‡ en condiciones de rcba-
des de las humanidades actuales para incitarlas a cambiar radi-
sar. El todo-mundo es una desmesura y si no tomamos la
cahnente la materia poética, esto es, para yue se conciban a s’ ,i1

medirla de esta desmesura corremos el riesgo -y ésta es UIl:1


mismas de modo distinto, no como Humanidad, sino corno
de las notas caracter’sticas de mi poética, de 10 que cabr’a 11:1-
humanidades: como rizoma, no como ra’z única. A mi enten-
mar mi poética- de volver, y volver, y volver sobre las anti-
der, ninguna intervenci—n en Burundi ni en Ruanda ni en
guas imposibilidades que est‡n en el origen de las pr‡cticas
Yugoslavia ni en ninguna otra parte del mundo podr‡ Çresol-
intolerantes, de las matanzas y de los genocidios.
ver» esas situaciones, si antes las mentalidades de las humani-
Hay que tomar la mesura-desmesura de la visi—n profética
dades no cambian en ese punto: la impredecibilidad ha de regir
del pasado y del imaginario de la Relaci—n, atendiendo a las
nuestras existencias Y nuestras mutuas influencias. Mientras
condiciones iniciales y a los rastros de las condiciones inicia-
no nos desprendamos de la idea de una identidad de ra’z única,
les, con su impredecibilidad y con esa nueva urdimbre que hay
habr‡ Bosnia, Ruanda, Burundi, y en cada nuevo intento nos
que tejer y que no ser‡ el reflejo de la esencia, sino el producto
daremos de bruces contra la misma imposibilidad. Discutien-
del entramado de relaciones, de relaciones con los dem‡s y con
do con amigos rntsis de Ruanda, me convencí plenamente
las culturas ajenas. El todo-mundo es una desmesura.
de que eran las ví ctimas de una conjura hutu; pero no dejaba
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t
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EL CAOS-MUNDO, POR UNA ESTƒ TICA DE LA RELACiî N
INTRODUCCIî N A UNA POƒ 1ICA DE LO DIVER-SO

de lo que he dado en llamar la medida de la medida. ¿Por qué?


Lo que desear’a sugerirles en este momento, para ir acaban-
Porque la medida de la medida es siempre un clasicismo. Medi-
do, no son ni unas instrUcciones, ni un repe~lorio; aspiro a un
da de la medida, la rr.edida por antonomasia, es la medida con-
nuevo enfoque, a una nueva apreciaci—n de la literatura, de la
vertida en canon. Sea cual sea la medida cl‡sica, latina, griega o
literatura como descubrimiento del mundo, del todo-mundo.
francesa o italiana, es la medida convertida en canon. Medida
Creo que todos los pueblos contempor‡neos tienen que asu-
de la medida. y esta medida por antonomasia es el soplo origi-
mir una presencia sig:aificadva en el no sistema de relaciones
nal, o lo que es lo mismo, la medida que hay en nuestra voz, en
del todo-mundo; y que un pueblo que carece de los medios
nuestro aliento, en riuestra capacidad para hablar de un tir— n
lJara reflexionar sobre este cometido es, efectivamente, un
sin asfixiarnos. Veremos m‡s adelante que ésta es, sin ir m‡s
pueblo oprimido, relegado a un estado de invalidez. y enton-
lejos, la medida del vers’culo. El vers’culo, el per’odo verbal que
ces, yo, pues por algo soy escritor, sue–o con un nuevo acerca-
se emite sin ahogarse, de un solo Çgolpe de' voz». ¿Por qué,
miento a la literatura en esta desmesura que es el todo-mundo.
plles, la medida de la medida? Porque todo clasicismo se dirige
al mundo. ¿Y esto por qué? Porque, con esta medida de la
medida, todo clasicismo pretende conseguir que el mundo
adopte sus valores particulares como universales. Para una cul-
(Los avances técnicos, impulsados por las naciones industria-
tura, el clasicismo es el momento en que ésta est‡ lo suficiente-
les, que aseguran sus privilegios en el mundo, precipitan y
mente segura de sus propios valores como para inscribirlos en
ralentizan al mismo tiempo la Diversidad del todo-mundo.
I la medida de la medida y proponerlos al mundo como valores

I
Internet, por ejemplo, y las dem‡s Çautopistas de la informa-
, universales. De ah’ arranco. Antes se producen, naturalmente,
ci—n» cristalizan una multirrelaci— n que abre la diversidad al
todos los acopios culturales de la comunidad, por ejemplo, la
infinitu. Pero los avances operados en este terreno, conducen (,
creaci—n verbal de Ronsard o de la Pléyade, la definici— n del
asimismo a una especie de no realidad, como po~ ej~mplo la
relativismo cultural de Montaigne, la revisi—n de los sistemas de
de la Çrealidad virtual» en el ‡mbito de la inform‡tica. Se trata
ense–anza o la introducci—n de los procesos heréticos de inver-
tal vez de una ví a de escape ante la angustiosa complejidad del
si— n de Rabelais. Todas estas acumulaciones -término que
todo-mundo. Con independencia de su valor, el Çmundo vir-
empleo sin connotaciones Çpeyorativas», sino para indicar que
tual» no resulta m‡s operativo, respecto del imaginario huma-
la literatura tiene como funci—n la de ser vivero de culturas, la
no, de lo que podrí a ser un esperanto universal en la esfera de
de roturar y preparar los suelos para la siembra, la de agavillar
la lengua y la expresi—n.) obras fecundas, etc.- culminan con el establecimiento de esta
medida de la medida que es un clasicismo, proponiendo al
mundo sus valores particulares como si fueran universales,
Es sabido que en todas las culturas del mundo, los clasicis-
Imaginar la literatura contempor‡nea. Tomo el ejemplo de la
mos son seguidos por per’odos barrocos. Y que en estos per’o-
literatura francesa, pero creo que valdrí a cualquier otro. Parto

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¥ INTRODUCCiî N A UNA POƒ TICA DE LO DIVERSO
EL CAOS-MUNDO: POR UNA ESTƒ TICA DE LA R Fr,ACIî N 1:
dos barrocos la desmesura termina por rebasar la medida. En las
pretensi—n de profundidad, la pretensi— n de universalidad,
culturas occidentales, el barroco (en Francia.Jos libertinos del
aspira únicamente a la diversidad. Desme~ura de la desmesura. '
siglo XVIII, Cyrano de Bcrgerac, Saint-Amant, etc.), en el ins-
Esta desmesura es la apertura total, que no es sino el todo-
tante mismo en que el clasicismo alcanza su m‡xima perfecci—n,
mundo. La literatura ha seguido esa senda. Y resulta completa-
introduce esta desmesura de la medida, opuesta por completo a
mente evidente que las literaturas franc—fonas se sitúan ah’, en
la ambici—n cl‡sica.Una negaci—n. Esta desmesura es una nega-
la desmesura de la desmesura, literaturas que no aspiran a la
ci—n de la medida convertida en canon. En otras palabras, la
negaci—n que comporta el barroco, ni a la profundidad del cla-
funci—n del barroco es la de sentar la opini—n contraria a la pre-
sicismo, porque experimentan la diversidad y la desmesura del
tensi—n cl‡sica. Ahora bien, lapretensi—n cl‡sica, desde luego,
todo-mundo. Si fuera un erudito, dir’a que he pasado de la
, es la profundidad. Si propongo al mundo mis valores particula-
medida de la medida a la desmesura de la medida, a la medida
res como valores universales es porque creo que me espera la
de la desmesura, a la desmesura de la desmesura y estar’a for-
profundidad. El barroco, por supuesto, es la extensi—n. El
mulando un quiasmo. MM DM MD DD. ¡He ah’ el quiasmo, que
barroco es la extensi—n, es decir, la renuncia a la pretensi—n de
no est‡ al alcancé de todo el mundo; pero s’ al alcance de la
profundidad. Es sobradamente conocido que todas las artes literatura del todo-mundo!
barrocas -la arquitectura, la pintura o la literatura- son artes
de la extensi—n, de la proliferaci—n, de la redundancia y de la rei-
teraci—n.
r"
A este per’odo le sigue otro que yo llamar’a medida de la ti'
Deseaba ofrecerles este cuadro incomprensible, para alimen-
desmesura. Esta medida es nuevamente el aliento original, ~Id,

tar el sue–o. Para alimentar verdaderamente el sue–o del esta-


pero esta desmesura no es la desmesura de la medida converti-
do y la situaci—n actuales de la literatura. y porque creo que la
da en canon, esta desmesura eS el mundo, es la desmesura del ,.
literatura C2,~CC de belleza, como decí a Henri Pichette, salvo
mundo. y lo que se pretende es devolver, mediante el aliento
en el lecho del mundo. Y creo asimismo que mi identidad, mis
original, la desmesura del mundo -as’, Claudel, Saint-] ohn
problemas no son abordables ni resolubles ni para m’ mismo
Perse y, por supuesto y antes que ellos, Segalen. Se da ah’ un
. ni para los dem‡s salvo que los ponga en el COntexto de la des-
aprendizaje del mundo, de la desmesura del mundo en forma-
mesura del todo-mundo y del objeto que esta,desmesura pro-
ci—n. Un aprendizaje que a partir de un epicentro extiende el
pondr‡ en adelante a la literatura. S—lo en virtud de esta nueva
aliento original hacia la periferia. De ah’ la importancia del
concepci—n del objeto literario podremos, me parece, escapar
vers’culo, que no es tanto medida cuanto maestr’a. El aliento
de las antiguas firmezas, de los antiguos encierros, de todo lo
humano midiendo la desmesura del mundo.
que nos ha venido encauzando, de todo lo que nos ha impulsa.
y a esto sigue lo que llamo una desmesura de la desmesura,
do a tratar -nosotros pa’ses, pa’ses concretos, reales, y noso-
que me parece que es la vocaci—n de la literatura actual. Des-
tros, intelectuales, y artistas, escritores y poetas del sur- de
mesura no porque resulte an‡rquica, sino porque carece de la
liberarnos en nombre de los mismos principios que se nos
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t INTRGLJUCCIî N A UNA POƒ TICA DE LO DIVERSO
EL CAOS-MUNDO: POR UNA ESTƒ TICA DE LA RELACiî N t
hab’an impuesto, sin que nunca los .hubiéramos sometido a
revisi—n. Revisar los principios significa luchar y so–ar. No decir, no de inconsciencia, sino de no ciencia de la cosa. ƒ sa es
creo que la lucha y el sue–o sean contradictorios. la inmensa fase temporal, la no ciencia de la COsa. Cualesquie-
ra que sean las dificultades, cualesquiera que sean la duraci—n,
la lentitud, la diferencia fundamental en las relaciones cultura-
PREGlJNTAS les actuales, lo relevante es que somos conscientes. Existe la
noci—n misma del conocimiento de las relaciones, de los fen—-
ROBERT MELANC;ON: Ha recordado al comienzo dos clases de tiem- menos de relaciones entre CUlturas que desencadena la inme-
pos... al explicar que los contactos de anta–o se efectuaban en perí odos diatez. Un conocimiento, quiz‡ deformado, por ejemplo es el
temporales muy 'importantes y que hoy son sucedidos por otros que se que proporciona la televisi—n o la radio. Un conocimiento qui-
mantienen en lapsos temporales extremadamente exiguos. Ha habla- z‡s falso, un para o un pseudoconocimiento, pero el fen—meno
do de repercusiones inmediatas. Voy a plantearle una misma pregun- del conocimiento opera inmediatamente, lo que no sucede en , ~
ta de dos modos. En primer término, aun cuando los contactos se rea- l‡s dilatadas fases temporales de las que hemos hablado, y ah’ ~.

lizan en fases temporales muy exiguas en las que se condensan radica, a mi juicio, la gran diferencia. Por ejemplo, la impre-
acontecimientos que antiguamente se daban escalonadamente, eso no deci.bilidad s—lo resulta negativa si no se tiene conciencia de
significa que se suprima la larga duraci—n. No sabemos lo que nos ella. Esto es, cuando no se tiene la pretensi—n de preparar o
aguarda en la larga duraci—n que se extiende ante nosotros. y, en de prever el futuro, mediante la predecibilidad. En ese su-
segundo término, me ha parecido que hacia el final, al finalizar, ha puesto la impredecibilidad es negativa. Pero cuando se est‡
JI'
abordado sin quererlo los problemas de larga duraci—n. Cuando ha en consonancia con la impredecibilidad, en el plano de la ima- ,""
recordado la impredecibilidad del caos-mundo, ha opuesto ese car‡c- ginaci—n, uno se Sustrae a la irresponsabilidad que ella misma
determina.
ter impreuisible al pensamiento de sistema, anaaiendo: ninguna
mteruencion en Burundi, en Bosnia o en cualquier otra parte ser‡ R.M.: ¿La supresi—n de las fases temporales no puede conducir a
eficaz salvo que venga precedida por un cambio de mentalidad, por un debilitamiento de las variaciones culturales y lingü’sticas; a la , ... 1

uniflrmizaci—n del todo-mundo m‡s que a su diversidad?


un abandono del pensamiento de sistema.' Las mentalidades evolucio-
nan muy lentamente, lo cual no impide los efectos inmediatos entre ƒ .G.: No lo creo, porque para que existan criollizaci—n y
las culturas en el caos-mundo en que estamos inmersos... lo cual no relaci—n es condici—n necesaria que existan valores culturales
impide tampoco que las mentalidades dejen de cambiar a una veloci- diferentes. El.propio Segalen afirma que se produce una suer-
dad sumamente pausada. ' te de oposici—n, que resulta benéfica. Algo parecido a la creen-
ƒ DOUARD GUSSANT: S’, pero la diferencia, una diferencia
cia de Valéry de que la resistencia de la métrica aguza la sensi-
bilidad del poeta. Pues bien, la estandarizaci—n no es un modo
nada desde–able, es que lo conocemos. La conciencia de la
conciencia es decisiva. La inmensa fase temporal no es tanto del todo-mundo. La estandarizaci—n y la trivializaci—n no pue-
una cuesti—n temporal como una cuesti—n de no conciencia, es den ser modos del todo-mundo. Para que se establezca rela-
ci—n, se precisan términos diferentes. Raz—n por la cual, en
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97
EL CAOS-MUNDO: POR UNA ESTƒ TICA DE LA RELACiî N ~
t LNTRODUCCLî N A UNA ""ƒ TICA DE LO DIVERSO

lar, a privarnos de parte de nuestra propia identidad; la criolliza-


estos tiempos, se ha puesto tanto énfasis en la noci—n de dife- '
ci—n, pues, no es una cosa Çdeseada», porque uno puede dar su
rencias. Porque si no hay diferencias, no hay_.relaciones.Por "ida por la identidad de ra’z única, pero no puede dar su vi-
ejemplo, un pueblo que ha sido asimilado por otro, no partici- da por la criollizaci—n.La condici—n de la criollizaci—n es la vida
pa en la relaci—n mundial. Para que participe de esa relaci—n (aun a pesar de que Segalen ha reclamado, para hacer frente a la
mundial, es necesario que oponga resistencia al proceso de asi- extinci—n de lo Diverso en el mundo, la necesidad de luchar, de
milaci—n intentado por el otro pueblo. Pero si opone esta combatir, de Çmorir quiz‡ hermosamente»). No cabe sacrificar-
resistencia en un encierro, y éste es el drama, acaba haciendo se por la criollizaci—n, pero s’ por la identidad, por la identidad
lo mismo, punto por punto, que su opresor; no entra en la
de raí zúnica, etc. Por la identidad de raí zúnica, uno puede con-
relaci—n mundial. Pero, a mi juicio, la diversidad no es el
vertirse en asesino, en homicida, en verdugo. Llegar a hacer la
Çmelting-pot», el Çbouilli-bouilli», el batiburrillo, etc. Lo
guerra. Al empezar en mi imaginario a concebir la Relaci—n
diverso es el punto de encuentro de las diferencias, que al ajus-
como elemento constitutivo de mi ser, ¿estoy tal vez escindién-
tarse, oponerse Y amoldarse desencadenan lo imprevisible. La
dome, debilitando mi identidad, diluyéndome? No. Bosnia
estandarizaci—n es, ciertamente, un peligro, pero la idea misma perdurar‡ mientras sus ciudadanos no procedan a realizar esa
del todo-mundo contribuye a conjurar ese riesgo. '" ,
inversi—n. La superaci—n de la criollizaci—n pasa por la no iden-
]OEL DESROSIERS: A prop—sito de su tesis sobre la criollizaci—n, voy
tidad; pero existe el Lugar, que nos da estabilidad.
a formular una pregunta, que expondré en forma de comentario: la
J-D.: Me pregunto si resulta siempre f‡cil distinguir entre los
fluidez entre las culturas, el mestizaje entre culturas, es una premisa,
colonizadores y los colonizados. Sin ir m‡s lejos, en Quebec, ¿los colo-
"
un presupuesto b‡sico; qUe time su fundamento original en la biolo-
nizadores son los partidarios de la soberan’a?
g’a, aspedo al que el Segal{!11 médico fue sensible (Éloge du divers).
ƒ .G.: Les toca a los quebequeses responder. Voy a observar
La pu.rez.a, la ra’z única ;71) han existido nunca, salvo en el ‡mbito de
una prudencia Çdiplom‡tica», porq ue no en vano tengo mu-
las pasiones idcntitarias, es ¡{::31; idcowgic.7s. Me parece po'¡- tanto que
chos amigos quebequeses. De cualquier modo, advierto que
la criollizaci—n entendida aquê como una impureza plantea en abs-
no me pronuncio nunca sobre la forma en que la gente desen-
tracto la pureza como la ant’tesis reclama su tesis. ¿ Podemos so–ar,
reda la madeja del origen. No podemos desenredar la madeja
aqu’ le tomo la palabra, con una criollizaci—n trascendida, con una
del origen por cuenta de los que all’ viven. Pero si fuera que-
identidad trascendida? bequés, y nacionalista quebequés fan‡tico, ser’a un nacionalis-
ƒ .G.: Nos hallamos en un momento de la totalidad-mundo
ta amerindio fan‡tico, ser’a un fan‡tico nacionalista para los
en el que comenzamos a desprendernos de las sujeciones y de
amerindios. Si fuera un nacionalista quebequés fan‡tico ... y
las servidumbres de la identidad de ra’z única. Empezamos a
esto porque del mismo modo que no podemos salvar una len-
concebirlo. Leyendo la historia, siguiendo el estado actual del
gua a costa de las dem‡s lenguas, tampoco podemos salvar una
mundo, esta realidad se impone por doquier. y es la cuesti—n
naci—n o una etnia dejando languidecer a las dem‡s. A eso
sobre la que nadie se pronuncia, de la que nadie quiere o’r
, llamo yo la Relaci—n.
hablar, ya que parece que plantearesta cuesti—n equivale a muti-
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INTRODUCCIî N A UNA POƒ TICA DE LO DIVERSO
EL CAOS-MUNDO: POR UNA ESTƒ TICA DE LA RELACiî N

,- GASTON MIRON' Canad‡ no consentir’a nunca que alguien fuera


guna obra eminente de las humanidades que no deba algo a la
fan‡ticamente nacionalista amerindio, porqu~ eso trastocar’a la utop’a.
estrategia de las naciones indias. -
G.M.: ¿Piensa que la literatura puede inducir un comportamien-
ƒ .G.: ¡Pero es preciso trastocar las estrategias! No olvi- to nuevo?
demos que los pueblos indios son Çat‡vicos». E independien-
ƒ .G: S’, 10 pienso. La literatura concebida como Relato,
temente de lo que piensen, los quebequeses son un pueblo
testimonio de la Historia, y como el privilegio inconsciente de
compuesto en relaci—n con el car‡cter at‡vico de los amerin-
los Çartí fices» de la Historia, es estéril. Pero la pasi—n y la poé-
dios. Para los pueblos at‡vicos, admitir la Relaci—n resulta
tica de la totalidad-mundo pueden se–alar una relaci—n ins—li-
. harto m‡s arduo, tanto m‡s cuanto que ellos han padecido esa
ta con el Lugar y enervar, alterar los reflejos condicionados.
situaci—n. Se puede admitir con mayor facilidad la Relaci—n
G.lvl.: Estaba a punto de tomar notas, lo cual es indicio de interés
cuando uno es brasile–o que cuando es quechua o descendien-
profundo. Usted ha afirmado que un pueblo que no puede reflexio-
te de hur—n, porque en estos casos subsiste el peso del atavis-
nar sobre talo cual cosa -eso es lo que no he captado- es un pueblo
mo contrario a la dispersi—n de lo compuesto. Subsiste el peso que...
de la aflicci—n y la desposesi—n radicales. En la misma medida
ƒ .G.: Un pueblo que no puede reflexionar sobre su cometi-
que esos pueblos no admitan libremente la Relaci—n, ésta esta-
do en el mundo es en efecto un pueblo oprimido. La auténtica
r‡ amenazada.
liberaci—n de un pueblo en el todo-mundo actual es la de
Adem‡s, la apariencia de io real oblitera, soterradamente, la
poder reflexionar sobre su cometido en el mundo y ponerlo en : r'l"
impronta de las condiciones iniciales. Y a menudo se borran
pr‡ctica. Si no lo hace, haga lo que haga, ser‡ siempre un pue-
completamente esas huellas. Puede darse el caso de que una . blo dominado y oprimido.
I '~~'

cuitura nomine verdaderamente a otra, y creer lo contrario,


G.M.: ¿Puede p7-i;i¿~i'v ',ulver a c—mo entiende la uisioi, poétira
que nc la domina. Que un pueblo oprima verdaderamente a
de! mundo? ¿ y después, extenderse sobre el nexo que existe entre la
otro, que culturalmente someta a otro, y que no sea verdad. impredecibilidady la visi—n poética del mundo? .
La Relaci—n admite todas las posibilidades, pues no en vano es
ƒ .G.: Voy, primeramente, a plantear esta pregunta: ¿la im-
un sistema determinista err‡tico, no mec‡nico. Y el que pare-
predecibilidad no significa una abdicaci—n de la voluntad de
ce colonizado puede en verdad no serlo, y al contrario. ¡Debe-
vivir o de la voluntad de decir o de expresarse? La impredeci-
mos dar la vuelta a los principios!
bilidad ha infundido siempre temor a las distintas culturas,
G.M.: Tengo la impresi—n de que deposita demasiadas esperanzas
sobre todo en Occidente, menos quiz‡ en el resto del mundo.
en la literatura para crear un nuevo imaginario que, eventualmen-
Las culturas occidentales han propendido siempre hacia la
te, serí a seguido por un 'nuevo orden mundial: el de la criollizaci—n.
predecibilidad, esto es, construir castillos en el aire, proyectos
¿No le parece un tanto ut—pico?
sociales, polí ticos, etc. Renunciar a eso puede resultar enlo-
ƒ .G.: Completamente ut—pico. Pero estimo que no hay
quecedor para el pensamiento. y puede resultar enloquecedor
nada valioso en lo que no participe la utop’a. No conozco nin-
renunciar a la capacidad de Çcambiar el mundo». Porque cam-

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EL CAOS-MUNDO: POR UNA ESTƒ TICA DE LA RELACI î N
INTRODUCCIî N A UNA POƒ TICA DE LO DIVERSO

narnos. Todos nos confundiremos en una suerte de omnipresente


biar el mundo es ju~tamente eso, otorgar al mundo un futuro,
raz—n econ—mica universal».
o lo que es lo mismo, predecir. y renunciar aJso resulta enlo-
ƒ .G.: EXiste una mundializaci—n de la econom’a, como de
quecedor para la sensibilidad. ¿Para qué estar y vivir en el
la vida polí tica, as’ como una mundializaci—n de los saberes
mundo si se nos hurta la posibilidad de predecir nuestra
gastron—micos, como de la literatura. Vivimos esta mundiali-
propia viabilidad? La predecibilidad ha sufrido, ha conocido
zaci—n porque estamos ante e inmersos en la totalidad-mundo.
e'P_{:csos. La hermosa f—rmula Çcambiar el mundo» se ha ido
El problema estriba en que en la época en la que las literaturas
transformando paulatinamente en Çplasmar, sistematizar el
eran literaturas del clasicismo -aquellas que proponen valo-
mundo». La visi—n poética consiente vivir con la idea de
res particulares como si fueran valores universales, el valor de
impredecibilidad, porque autoriza a concebir la impredecibili-
un lugar como valor universal- las opresiones econ—micas
dad no como algo negativo, sino como algo positivo y hace
eran similares. Las econom’as de Gran Breta–a o de Francia o
posible que cambiemos nuestra sensibilidad sobre esta cues-
de otro pa’s semejante eran las que dominaban y oprim’an el
ti—n como ningún concepto ni ningún sistema conceptual per- áá,.t¡

mundo. En la actualidad, con la mundializaci—n, no es única-


mitir’a hacerlo. O lo que es lo mismo, una intenci—n poética '1'

mente la econom’a de Estados Unidos o de Canad‡ la que


puedf:permitirme concebir el hecho de que en mi relaci—n con
oprime, sino la de las multinacionales, esto es, la de personas,
el otro, con los otros, con todos los dem‡s, con la totalidad-
de CÍ rculoscuya circunferencia est‡ en todas partes y su centro
mundo, camhio intercambi‡ndome, perseverando en m’ mis-
1
:lIP'
en ninguna. Dicho de otro modo, si nos replegamos sobre !l.
mo, sin renegar de m’, sin disolverme, y s—lo una poética dar’a 1

nuestros antiguos reflejos, digamos de hombres-naci— n, nos


cabida a todas esas imposibilidades. Por tales razones, consi-
equivocaremos en el modo de reaccionar contra esas personas.
dero que el pensamiento poético actual est‡ en el origen de la
Porque son ellas las que se andan en esa identidad. En otras
relaci—n con el mundo. palabras, necesitamos, en todos nuestros ‡mbitos de actuaci—n,
.,11
C.M.: ¿La ra’z única no est‡, de algún modo, en peligro de extin-
imbuimos de la idea de la mundializaci—n. Necesitamos irn-
ci—n en lugares muy circunscritos, al ser la raz—n econ—núca la que lo
buirnos de esta idea a fin de no quedar rezagados respecto de
rige todo (la mundializaci—n de la econom’a, de los mercados, de
quienes utilizan maliciosa y perniciosamente las posibilidades
la producci—n, del consumo, todo el mundo ha de vestir los mismos
de la mundializaci—n. Hemos de tener muy presente que la
pantalones en todas partes, porque existen econom’as de escala, etc.)?
mundializaci—n ,existe, porque sin esa conciencia no podrem os
Asist’ a un debate internacional al que hab’an acudido representan-
combatirlas. No pueden ser combatidas fí sicamente,primero,
tes de muchos pueblos, o mejor naciones, pa’ses, no sé c—mo llamar-
porque son invisibles. No cabe combatirlas. En su momento,
los... y todos estaban sometidos a las leyes del mercado. y no exist’a
se pod’a luchar fí sicamente contra el rey de Francia, quien
ra’z única común ni cosa parecida, ni de valores, ni de imaginario,
representaba el capitalismo francés. También contra el colono,
etc. Era una servidumbre total. Con independencia de la lengua o la
contra el patr—n: Pero no cabe luchar materialmente, digo
cultura, todo se sacrifica a las leyes del mercado. Y a–ad’an: ÇNo se
materialmente, contra las multinacionales. (S’, en cambio, de
puede hacer nada, son las leyes del mercado, a las que hemos de resig-
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EL CAOS-MUNDO: POR UNA ESTƒ TICA DE LA R.ELACIî N t
t INTI.l..ODUCCIî N A UNA POƒ TICA DE LO DIVERSO
una funci—n polí tica. El negro americano se declara hoy black afroa-
forma f‡ctica, cuando se toman visibles en una ecologí a ame- mericano; es una funci—n polí tica. Cuando la literatura' termine
nazada, por ejemplo). ¿D—nde las encontraI?-0s? Ninguno de siendo tal como usted la perfila, tal como la subraya, una literatura
los que estamos aquí tiene la m‡s m’nima idea de la verdadera casi posnacional, algo as’ como las multinacionales, ¿en qué se con-
sede de la multinacional m‡s minúscula. Porque las multina- vertir‡ esta identidad? Es decir, ¿c—mo actuar‡ en el plano polí tico?
cionales son el reverso negativo de la mundializaci—n. Si eludi- ƒ .G.: Siempre he sugerido lo mismo, el lugar es insoslaya-
mos hacer frente a esta mundializaci—n, seremos sus v’ctimas ble. La disoluci—n es incompatible con la mundializaci—n,
inconscientes. Por lo dem‡s, no tenemos ninguna necesidad porque si hay disoluci—n se trunca la relaci—n. La Relaci—n
de mantener nuestros antiguos reflejos. Estamos estancados s—lo puede establecerse entre entidades con existencia pro-
en los caducos principios que nos han infundido las Çpoten- pia. Cuanto m‡s conciencia tenga de la Relaci—n de Martini-
cias» occident‡les y, entre ellos y, se–aladamente, el de que la ca con el Caribe y del Caribe con el mundo, como en un sis-
existencia de la comunidad se manifiesta mediante la fuerza. tema, o en un no sistema, m‡s martiniqués seré, al menos eso
Aspiramos a ser Çgrandes» potencias, cuando nadie puede pienso. La auténtica Relaci—n no se establece de lo particular
considerarse potencia ineluctable porque las mismas poten- a le gcnci"dl, sino del Lugar a la totalidad-mundo, que no es ! 1"

cias, en la impredecibilidad; 'son fr‡giles. Los sistemas econ—- una realidad totalitaria, sino lo contrario: la diversidad. El
micos son vigorosos e implacables, pero también pueden ser lugar no consiste en un territorio; puede ser objeto de divi- !,~ 1

ví ctimas del car‡cter imprevisible de la totalidad. ' si—n y ser concebido y experimentado en clave depensamien- ¡ :~I
G.M.: ¿Piensa que'puede darse una cierta ambigüedad entre la to err‡tico, al tiempo que es preservado contra cualquier des-
11,'

prodzlcci—n literaria de la criollidad en la que persiste una cierta bús- naturalizaci—n.


queda de la identidad única; valga la expresi—n -pienso en Cha- Los negros de Estados Unidos tienen ineludiblemente
moiseau, Confiant- y el proyeLto de la criollidad tal como se delinea necesidad del afrocentrismo para remontar su condici—n y no ,~I'

I
en ƒ loge de h cr¿olité, en la que late pred~amente una búsqueda cabe pedirle a un sin-techo de Nueva York que se rebele en
de la totalidad-mundo, de la totalidad caribe–a, luego mundial? nombre de la criollizaci—n. Del mismo modo que hay pa’ses
ƒ .G.: Hay una diferencia, s’, entre las obras de creaci—n y en los que la negritud (Panam‡, Brasil, Colombia) es operati-
los manifiestos. Considero que es en las obras literarias, Y no va. La relaci—n de esas comunidades con las Américas y con el
en las tentativas te—ricas, donde el enfoque de la totalidad- mundo pasa, sin embargo, por la criollizaci—n, que se revela
mundo comienza a perfilarse. Dicho esto, no advierto en m’ la as’ útil para comprender mejor su propia fecundidad. ƒ sta es
contradicci—n que se–ala. No creo que esos escritores persigan la primera respuesta que dar’a. La segunda es que me parece
la Çra’z única». que trabajamos en un marco de oralizaci—n de la literatura: por
]OEL DESRosIERS: La identidad, independientemente de c—mo la un lado, oralizaci—n porque hay poes’as orales colectivas en
conjuguemos o en qué la cifremos, tiene una funci—n de v’a o de proceso de desarrollo; por otro, porque se da la oralizaci—n de
medio para la sociedad, una funci—n polí tica. Acaba de decirlo hace las técnicas de escritura, y no me refiero a la oralizaci—n trivial
un instante. podemos morir por una bandera, por una identidad; es
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t INTRODUCCiî N A UNA POƒ TICA DE LO DIVER,SO
EL CAOS-MUNDO: POR UNA ESTƒ TICA DE LA RELACiî N t
de la televisi— n o de los medios de comunicaci—n, aludo a la
cas y cu‡n formidables fueron- han terminado por envilecer-
oralizaci—n creadora. En la esfera de esas oralizaciones creado-
" se, y ah’ est‡n los casos de Argelia, África negra y Asia, entre
ras, las ideas, a mi entender, encuentran una difusi—n que dista
otros. y nos veremos compelidos a inventar nuevas formas de
mucho de ser la difusi— n sensacionalista de la televisi—n y de
resistencia, porque las antiguas, quién lo duda, resultan inser-
los medios de comunicaci— n, que es la auténtica difusi—n del
vibles. Tengo amigos argelinos que ex:claman: Ç[Un mill—n de
cambio de imaginario. En mi opini—n, eso es lo notable. Los
muertos para esto! ¡Hemos sacrificado un mill—n de muertos
medios, los factores de reverberaci—n, de reenví o, de multipli-
para terminar as’!». y s—lo Dios sabe cu‡n heroica fue esta
caci—n, de contramultiplicaci— n cambian. Y, parad—jicamente,
forma de liberaci— n, cu‡n formidable (no sé si Dios lo sabe,
se produce una especie de neutralizaci—n por lo que llamo las
pero los hombres s’). Pero nos han sumido en la misma confu-
correas de transmisi— n de la televisi—n y de los diarios. En el
si—n, en el mismo encarnizamiento, en la misma cerraz—n de
-fondo, lo qu_e quiero decir es que llegar‡ un momento en que
los que hací a gala el colonizador. Sin i.flcurrir en idealismo,
la gente estar‡ tan harta de la neutralizaci— n causada por la
habr‡ que buscar otras formas de resistencia. A lbs distintos ¡ .1
televisi—n y los diarios que las técnicas del boca a boca y el
boca a oreja van a conocer un renacimientG. En este ‡mbito en
pueblos les incumbe inventar esas nuevas formas, a los argeli-
nos, a los ruandeses, a los palestinos, a los sudafricanos, como
red, en fragmentaci— n, eso que usted ha llamado literatura
a los dem‡s, a todos los dem‡s. No quiero caer en el idealismo.
Çposnacional» se hace o’r por difusi—n y contaminaci—n, no
Hay que poner en pr‡ctica resistencias tangibles, en el lugar
por presi—n ideol—gica. en que uno est‡.
JD.: Desde su concepci—n, ¿c—mo se observa la evoluci—n en las
Lo dem‡s es Relaci—n: apertura y relatividad.
relacione" de dominaci—n?
ƒ .G.: La criollizaci—n abarca y rebasa toda las oposiciones
posibles; tolera a los Çsuizos» y también a los Çpolinesios». La
criollizaci—n abarca a su contrario, la unicidad, que est‡ en el
origen de las distintas dominaciones. Pero la idea misma de
criollizaci—n pugna ya con ese principio, Creo que la Relaci—n
no es nivirtuosa ni Çmoral» y que una poética de la Relaci—n no
lleva consigo de forma inmediata ni pací fica el fin de las domi-
naciones. Creo que siempre habr‡ veleidades de dominaci—n,
pero que cambiar‡ el modo de oponerles resistencia. En el
contexto de la mundializaci—n, me parece, las formas de resis-
tencia cambiar‡n. y nos veremos compelidos a cambiarlas por-
que todas las formas de resistencia que hemos conocido estos
últimos cincuenta a–os ~y s—lo Dios podrí a decir cu‡n heroi-

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107
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ENTRE\lISTAS

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1

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EL IMAGINARIO DE LAS LENGUAS'

L ¡SE GAUVIN: En Poétique de la Relation, 51: confiesa sorpren-


, dido al comprobar que hay personas instaladas en la Çmasa
serena de su lengua», y que ignoran por completo Çel suplicio lin- "

gü’stico» que usted ha advertido en múltiples indicios. Cita a este


prop—sito el caso de Estados Unidos. ¿No piensa que ese tormento I:S
m‡s propio de aquellos a quienes se conoce como Çperiféricos»? ¿No
es, particularmente, una singularidad de los escritoresjranoijimosi .1

ƒ .G.: Es propia de los escritores que pertenecen a ‡reas


culturales cuya lengua es lo que he denominado una lengua
compuesta. Todas las lenguas surgidas como consecuencia de
la colonizaci—n, como por ejemplo las lenguas criollas, son
vulnerables; son lenguas que han de enfrentarse a numerosos
problemas. De entrada, sufren la contaminaci—n de la lengua
oficial, la lengua que rige la vida oficial de la comunidad. Con-

* La presente entrevista fue realizada en Pointe-‡-Pitre en diciembre de


1991 y publicada en el número de la revista Etudes [rancaises titulado
L 'Amérique entre/es langues (volumen 28, n," 2/3, 1992-1993).

11 ¡
t INTRODUCCIî N A UNA POƒ TICA DE LO DIVE,,=SO

secuentemente, se enfrentan a problemas, en apariencia, muy


EL IMAGINARIO DE LAS LENGUAS t
espinosos de resolver, problemas de fijaci—n.y transcripci—n. narios de las lenguas, que llaman nuestra atenci—n por medio
Hay una especie de suplicio lingü’stico, al pasar de la oralidad de toda clase de medios inéditos, inusitados: audiovisuales)
a la escritura, que las hace vulnerables, que las coloca en una radiof—nicos, televisivos. Cuando contemplamos un paisaje
situaci—n de amenaza, en absoluto segura, que determina que africano, aunque no conozcamos la lengua bantú, por ejemplo, _
las personas que pertenecen a esa cultura estén extremadamen- hay una parte de esta lengua que, a través del paisaje que
te sensibilizadas con los problemas del lenguaje. En las regio- vemos, nos sorprende y nos interpela, aun cuando en la vida
nes en que nos encontramos con lenguas antiguas, las qUe hayamos o’do hablar una palabra de banni. y cuando admira-
llamo lenguas at‡vicas -es decir, lenguas cuya formaci—n ha mos el paisaje de la planicie australiana) aun a pesar de no
sido progresiva, que han dispuesto de tiempo para, a base de conocer ni una palabra de la lengua de los abor’genes austr~-
. conflictos y acuerdos, establecerse, regularse, dar con una lianos, nos vemos impregnados por algo que viene de all’. Uno
forma de clasicismo Çescritox-s-, y en las culturas en las que no puede escribir su paisaje ni describir su prop’a lengua de
dichas lenguas no coexisten con lenguas compuestas, como es forma monolingüe. Las gentes que, c—mo los americanos, los
el caso de Estados Unidos, es muy difí cilhacerse una idea de la estadounidenses, no se hacen una idea de la cuesti—n de las len-
aflicci—n lingü’stica. Existe, por supuesto, el caso de pa’ses guas, no se haten una idea del mundo. Algunos defensores del
como Canad‡ en el que hay dos lenguas claramente opuestas o criollo son completamente impermeables a esta cuesti—n. Plan-
en la que una domina a la otra (la lengua inglesa respecto de la tean la defensa del criollo de forma monolingüe, de idéntico
francesa, en Quebec). En ese caso, los hablantes vern‡culos de modo a quienes los han oprimido lingü’sticamente. Son los
la lengua oprimida son acusadamente sensibles a los problemas herederos del monolingüismo sectario y defienden su lengua
lingü’sticos. Cada vez que se vincula expresamente el proble- de la peor manera posible. Mi posici—n en esta materia es
ma de la lengua a una cuesti—n identitaria, a mi juicio, se in- la de que no podemos salvar una lengua, en un pa’s dado, a
curre en un error, puesto que el rasgo caracter’stico de nuestro Costa de las otras. En mi Opilll—n, existe una solidaridad entre
,1
tiempo eS lo que he dado en llamar el imaginario de las len- todas las lenguas amenazadas, incluido el ang10norteamerica_
guas, esto es, la presencia de todas las lenguas del mundo. En no, que acusa tanto como el francés los efectos de la hegemo-
Europa, en los siglos XVIII y XIX, aun cuando un escritor fran- ní a de la convenci—n internacional del anglonorteamericano.
cés conociera el inglés o el italiano o el alem‡n, no los ten’a Creo que existe una solidaridad entre todas las lenguas del
presentes en su escritura, que era monolingüe. En la actuali- mundo y que' 10 qué confiere belleza al caos-mundo, a 10 que
dad, aun-a pesar de qlle el escritor no conozca otra lengua dis- he dado en llamar caos-mundo, es este encuentro, este estrépi-
tinta de la suya, tiene presente, sea o no consciente, la existen- to, este estallido cuya econom’a y principios aún no hemos sido
cia de esas otras lenguas que le rodean en el proceso de su capaces de captar. Hay personas que son sensibles a la proble-
escritura. Resulta imposible escribir en una lengua de forma m‡tica de las lenguas porque son sensibles a la problem‡tica
monolingüe. Uno se ve compelido a tener presentes los imagi- del caos-mundo. Hay otras insensibles a este hecho bien por-
que est‡n encastilladas en el poder vehicular de su propia len-
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t INTRODUCCIî N A UNA POƒ TICA DE LO DIVERSO
EL lMAGINARIO DE LAS LENGUAS t
gua (es el caso de Estados Unidos), bien porque reivindican su superficial, que elude el problema sin resolverlo. Pero ¿c—mo
lengua de una forma monolingüe e irascible ~es el caso de cier- abordar la cuesti—n de distinta forma? Quiz‡ de esas acumula-
tos adalides del criolio, es también el caso de algunos paladines ciones d~smesuradas broten los preceptos futUros. -Ó,

del francés en Quebec, a los que la situaci—n reduce a esa acti-


L.G.: ¿D—nde empieza la folclorizaci—n? ¿D—nde, el exotismo?
tud). Son incapaces de percibir la auténtica situaci—n del ¿El exotismo tiene aspectos provechososy también perniciosos?
mundo, lo que yo llamo el caos-mundo, este encuentro tan ƒ .G.: Ciertamente. Dejando por un instante el ‡mbito lin-
conflictivo como maravilloso de las lenguas, todos esos estalli- gü’stico, desde Segalen y otros autores, sabemos que el exotis-
dos fulgurantes, cuyo imaginario y cuyos principios no hemos mo puede ser de todo punto negativo o absolutamente vivifi-
conseguido todaví a,lo reitero, aprehender ni comprender. I cante. A menudo, leo libros que no es que me irriten, no, sino
L.G.: ¿El escritorjrancés o algunos escritores franceses de la pro- I que me resultan indiferentes porque tengo la sensaci—n de que
pia Francia se han mostrado sensibles a esta problem‡tica?
ƒ .G.: No creo. Al menos, yo conozco pocos casos. Hay,
I son productos a medida respecto de conflictos lingü’sticos,
ajenos casi por completo al drama de la relaci—n de las lenguas
naturalmente, una tradici—n en Occidente respecto de la cues- entre si. Como siempre, la foldorizaci—n es la parte visible de
ti—n del imaginario de las lenguas. No es una novedad. Beckett un iceberg profundo. Un falso pretexto.
ser’a un ejemplo, creo. Artaud otro: se dedic—a deconstruir la f..-.G.: Acaba de emplear la expresi—n Çlaberinto inextricable»,
lengua. También Ezra Pound, en Estados Unidos. Los últimos refiriéndose a las lenguas. ¿Puede decirnos qué lenguas ha debido
escritos de Joyce, como Anna Livia Plurabelle, son pura y sim- atravesar para llegar a escribir?
plemente un inextricable laberinto lingü’stico en el que uno se ƒ .G.: En primer término, he debido atravesar el eco, el
extraví ay en el que ha de abrirse camino. Algo de esto se per- recuerdo de la lengua criolla, tal y como en mi ni–ez la o’ de
cibe en la evoluci—n de la Sensibilidad occidental, pero creo labios de los narradores criollos. Digo recuerdo, porque, aun-
que en la actualidad, en Europa, esto se ha perdido, porque lo qu.e segni practicandc csta lengua en mi infancia y m’ adoles-
real se ha confundido con el proyecto de imaginario estableci- cencia, la expresi—n de la lengua criolla en la narraci—n dist:lba
do por Joyce y por Beckett. Las otras lenguas est‡n ah’. Pero mucho de ser la que se empleaba en la vida cotidiana. y cuan-
lo que prevalece en el panorama europeo y en el francés no es do estudié, por ejemplo, los fen—menos de colonizaci—n en el
este imaginario, sino una suerte de realidad folcl—rica insulsa. discurso antillano, me refer’a m‡s (como espacio de resisten-
Producciones paraex—ticas, muy convencionales y hasta un cia) al lenguaje del narrador que al lenguaje común. En mi
poco vulgares, son las que impresionan y fascinan absoluta- escritura late esta. especie de impregnaci—n de la palabra expre-
mente al público francés. Cuantas m‡s referencias facilonas y sada por el narrador criollo. Adem‡s, en los relatos criollos que
casi ex—ticas acumula un escritor en un texto sobre la existen- o’ de ni–o hab’a f—rmulas cabal’sticas, legado sin duda de las
cia de su lengua, por lo general, digamos, una lengua materna lenguas africanas, cuyo sentido nadie conocí a, y que obraban
oprimida, m‡s contento se muestra el público. Lo que suele intensamente sobre el auditorio sin que se supiera la. raz—n.
provocar cierta irritaci—n es esa avidez por la apariencia, muy Resulta absolutamente evidente, para mí , ahora, que he acusa-

114
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t INTRODUCCIî N A UNA POƒ TICA DE LO DIVERSO EL IMAGINARIO DE LAS LENGUAS t
do la influencia de esta presencia no esclarecida de lenguas o de
J. tros los antillanos, una lengua bloqueada, una lengua paraliza-
f—rmulas cuyo sentido se nos escapa y que actúan incluso sobre da en actitud de respeto hacia la norma francesa, y que esta
usted, y es mu~:-posible que una buena parte de mis teor’as lengua en nuestros labios era perfecta, sintácticamente per-
sobre las perentorias opacidades del lenguaje provengan de ahí . fecta. La correcci—n era completa y, sin embargo, el uso de la
He debido atravesar también la influencia Çescolar» de las poé- lengua resultaba completamente falso y desfigurada. No se
ticas de Rimbaud y Mallarmé y ha sido preciso que realizara trataba de una lengua viva, sino muerta. Añ‡dase a esto la
una actividad reflexiva sobre mí mismo respecto de esas poéti- desatenci—n absoluta de nuestras distintas realidades por las
cas. y luego he debido atravesar la presencia de la obra de elites, las antiguas elites que hablaban esas lenguas. Jam‡s
Faulkner, una obra en lengua inglesa de la que me siento hab’amos reparado en la presencia _ real de nuestros paisajes,
. impregnado, como otros muchos escritores contempor‡neos, y desde la —ptica de nuestro imaginario, de nuestra sensibilidad.
esto es de un enorme interés, porque yo accedí inmediatamente Jam‡s hab’amos reparado en la densidad de nuestras propias
a la estructura de la obra antes de acceder a su literalidad. En mi historias. Seguí amosel hilo de la Historia, con mayúscula, tal
opini—n, las u-aducciones de Faullmer, las admirables traduccio- como la concibe Occidente. Se daban. rodas .. esas .insuficiencias,
..

nes de Faulkner al francés, no transmiten todo los elementos contra.


las que era preciso luchar y . creo poder decir que traté,
del lenguaje original, el lenguaje del Mississippiy sus particula- junto con otros, de paliar esas carencias, de reconstruir algo
rismos, pero aun as’ tienen el enorme mérito de poner de relie- distinto.
ve la estructura de la obra. Cabe acceder a la estructura de la L.G.: ¿No existe, con todo, una tradici—n literaria antillana ante-
obra, sin conocer en realidad su lenguaje, lo que justifica nues- rior a la que pueda adscnbirse? .
tra afirmaci—n de que no es posible escribir de forma monolin- ƒ .G.: No existe, no, una tradici—n a la que adscribirme; lo
güe. Se escribe en presencia de un determinado número de que sucede, a mi juicio, cs qUl.: :'C ~d un continuum de lo discon-
estructuras literarias, como las de Faulkner, aun cuando no tinuo, si cabe una expresi—n tan bizantina, que nos ha privado
dominemos del todo la lengua en la que esa obra ha tomado de tradici—n literaria. Nuestra herencia se ha iimitado a sobre-
cuerpo, aun cuando no seamos capaces de captar los particula- saltos, a sustos ya algunos picos y caí dasen picado en el abis-
rismos lingü’sticos expresados por la misma. He debido des- mo. Por ejemplo, hubo en un primer momento una ruptura
brozar todos esas espesuras antes de forjar mi propio lenguaje. entre la palabra del narrador criollo y las primeras expresiones
L.G.: En su novela Malemort puede leerse: ÇNo podemos nombrar escritas. .Hemos tenido que salvar ese hiato, para volver a la
nada; sin darnos cuenta nos hemos consumido a nosotros mismos, materia narrativa. Hemos carecido de continuum literario. Eso
hablar resulta imposible y penoso... .». ¿No hay desde el principio uria es lo que me induce a afirmar que estamos entrando con pie
especie de carencia, a pesar de la palabra de los narradores? firme en la modernidad, que hemos dejado el atavismo. De la
ƒ .G.: Pero en este instante me refiero al lenguaje conven- literatura francesa se afirma que está recorrida por una fluidez
cional de las personas educadas y de los portavoces de la at‡vica de la lengua, la lengua de Madame de Sévigné o de
comunidad. Es cierto que, tradicionalmente, pose’amos, noso- Colette, una misma forma de escribir el francés, con tanta sol-

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INTRODUCCIî N A UNA POƒ TICA DE LO DIVERSO EL IMAGINARIO DE LAS LENGUAS t
J
tura y luminosidad. Nada de eso hemos tenido, lo que genera dato trivia’, notorio, ostensible. El narrador antillano recibe el
nuevas condiciones para la pr‡ctica literaria, .. que hacen que nombre, literal, de maestro _ de la palabra. Pero lo hemos olvi-
.consideremos natural lo ca—tico, lo barroco. No se trata de una dado, y cuando nos hemos visto obligados a pasar a la -scri-
elecci—n deliberada de ir contra la fluidez at‡vica, no. En tura, como decimos pasar al acto en psicoan‡lisis, nos hemos
Arraud, por ejemplo, se da un barroco que es una reacci—n con- tropezado con esta ausencia de acervo, de tradiciones, de conti-
tra esa fluidez; en nosotros, no se trata de reacci—n, sino de una nuum de la escritura. Si un escritor francés contempor‡neo
manera natural de ser y de expresarse. La continuidad que reacciona contra Malherbe, Voltaire, Chateaubriand, Victor
necesit‡bamos no anidaba en las obras acabadas y perfectas, Rugo y desea adoptar como referencia o contrarreferencia él
sino, parad—jicamente, en la imposibilidad hist—rica de la conti- Rebelais o los ret— ricos medievales, tal decisi—n no entra–a
riuidad. mayores problemas porque detr‡s de s’ tiene ese continuum;
L.G.: ¿ Yesos sobresaltos no han adoptado alguna forma, no han esa tradici—n o contratradici—n, inscritas en su historia y en la
recibido un nombre propio? historia de su sensibilidad. Pero lo único que tenemos noso-
ƒ .G.: No creo. Est‡n los relatos criollos, determinados cro- tros es el problema en toda su crudeza, absolutamente Çan— -
nistas que tienen su importancia, incluso a contrario) pero no malo», que debemos superar, de una oralidad que no ha dado
creo ... En el fondo, la literatura antillana contempor‡nea todaví a con sus leyes de escrituralidad. ƒ se y no otro es y ha
empieza en la inmediata posguerra, con escritores como Da- sido siempre nuestro problema. Las literaturas occidentales
mas, Césaire. Pero hubo también obras de los novelistas socio- superaron esa fase hace mucho. El drama, en el sentido noble
paisajistas, como Tard— n o Zobel. Las considero relevantes del término, del tr‡nsito de la oralidad a la escritura, lo experi-
desde un único punto de vista, el de que agotaron el inventario ment— la literatura francesa en la época de Rutebeuf, Villon, y
de lo real, no procediendo ya realizar ese inventario a la mane- los poetas de la Pléyade. En ese momento, hubo que crear
ra realista francesa. Sus obras S0n muy importantes en tanto hasta la exageraci—n; [Odas las extravagancias de la Pléyade
en cuanto que nos han librado de la inquietud de reanudar el proceden de all’, esas monstruosidades, esas acu–aciones de
retrato de lo real. Si escritores como Césaire o Damas no se palabras ... Hemos tenido que improvisar todo eso. Hemos
entretuvieron en eso fue porque ya estaba hecho. En la actua- tenido que construir aceleradamente lo que tard— siete siglos
lidad, del narrador criollo a Tardon, a Césaire, a los escritores en tomar forma en la lengua y en la literatura francesas.
noveles, reconstruimos la continuidad, una continuidad abier- L. G:: ¿ƒsa es la raz—n de que exista en- usted esa especie de descon-
ta a cualquier influencia. fianza hacia la exuberancia estilí sticay también hacia lo que llama
L.G.: En ƒ loge de la créolité encontramos la expresi—n Çescri- la desmesura discursiva? Late como un deseo de contenci—n.
tura intrincada». ¿Se puede aplicar ese adjetivo a su propia activi- ƒ .G.: S’, porque se nos ha impuesto la ret—rica de la lengua
dad de escritor? francesa y porque se nos ha ense–ado esa lengua de un modo
ƒ .G.: Sê, porque no somos practicantes de la escritura, sino acabado, desmedido y paralizante. Y esta ret—rica de la lengua
practicantes de la oralidad. Pasamos por _~lt6 a menudo este francesa cuya noci— n se nos ha impuesto es un elemento riega-

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t INTRODUCCIî N A UNA POƒ TICA DE LO DIVERSO EL IMAGINARIO DE LAS LENGUAS t
tivo complementario; ha habido que reaccionar ante eso. La ƒ .G.: La subversi—n tiene su causa en la criollizaci—n (aquí ,
pr‡ctica de esa ret—rica nos ha inoculado la idea-de que la len- lingü’stica) y no en los criollismos. Lo que la gente retiene de
. gua francesa es la única capaz de expresar los distintos aspec- la criollizaci—n, es el criollismo, o lo que es lo mismo, la intro- ...
tos de nuestra realidad. Fue necesario impugnar todo eso para ducci—n en el francés de palabras criollas, la creaci—n de térmi-
descubrir que las poéticas del- criollo, de los criollos, eran nos franceses sobre la base de vocablos criollos. Se trata del
igualmente capaces de expresar cualquier cosa, y que es facti- aspecto ex—tico de la cuesti— n. Y no es otro el reproche que
ble el nacimiento de una nueva poética, que consistir’a en una dirijo a determinados escritores quebequeses. A mi juicio, la
combinaci—n, una s’ntesis de las poéticas del criollo y del fran- criollizaci—n no es el criollismo, sino, por ejemplo, la creaci—n'á
cés, es decir, de las poéticas, ret—ricas y contrarret— ricas que de una lengua urdida a base de las poéticas, tal vez contra-
anidan en la lengua francesa. He ah’ la explicaci—n de que los rias, de las lenguas criollas y de las lenguas francesas. ¿Qué
escritores antillanos franc—fonos, nosotros, seamos sensibles a entiendo yo por poética? El narrador criollo emplea procedi-
la problem‡tica de las lenguas. Esto no es extensible a los mientos que no se corresponden con el genio de la lengua'
escritores antillanos angl—fonos. En primer término, porque, francesa, que incluso son contrarios: los procedimientos de
en los escritores angl—fonos, la presencia del criollo est‡ reiteraci—n, de redundancia, de repetici—n, de estí mulo, de cir-
mucho m‡s diluida, excepto en escritores como Derek Wal- cularidad. Las relaciones que Saint-] ohn Perse emplea en su
cott, de Santa Lucí a, pa’s angl—fono en el que se habla, poco poética y que yo he esbozado en muchos de mis escritos, esas
m‡s o menos, el mismo criollo que en Martinica. Pero el crio- relaciones que tratan de agotar la realidad no tanto a través de
llo de Santa Lucí a no es tangente al inglés, de ah’ que el poeta una f—rmula, sino a base de acumulaciones, la acumulaci—n
goce de una mayor Çlibertad de movimientos». '{ los escrito- precisamente como procedimiento ret—rico, todo eso, en mi
res jamaicanos, de Trinidad, etc., son menos sensibles a esta opini—n, es, desde la —ptica de la definici—n de un nuevo len-
I(
problématica de las lenguas porque en esas. regiones la lengua guaje, mucho m‡s relevante, pero mucho melles visible. Ante
criolla desapareci— muy pronto y porque hace mucho que son esos escritos, el lector francés puede decir: ÇNo entiendo
*
exclusivamente angl—fonas. Hemos visto que su Çcriollo» nada», y, en efecto, no entiende nada porque esas poéticas le
contamin— desde dentro las normas de la lengua inglesa, pasan inadvertidas, mientras que un criollismo es perceptible
reform‡ndolas. Su experiencia de la criollizaci—n consiste jus- enseguida. Es ocasi—n de diversi—n, puede reaccionar dicien-
tamente en lo que rebasa las lenguas: la criollizaci—n cultural, do: Ç[Ah], s’, qué interesante!». Toma una palabra, la descom- .
social, de costumbres, de conducta, pero no la criollizaci—n pone, yeso puede parecerle algo ex—tico. Pero la poética, la
lingü’stica. Nos encontramos sin embargo al cabo de nuestro estructura del lenguaje, la refundici—n de la estructura del len-
rastro: en la cima de un lenguaje inédito, que deberemos guaje le parecen de una oscuridad impenetrable. La acumula-
compartir. ci—n de paréntesis, por ejemplo, o de incisos, que es una técni-
L.G.: ¿Qué significa para usted la expresi—n Çsubvertir la len- ca, no se produce de un modo tan determinante en el discurso
gua»? de la lengua francesa. Cuando alguien me dice: Ç¿Para quién

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t INTRODUCCIî N A. UNA POƒ -TICA DE LO DIVERSO' EL IMAGINAR.IO DE LAS LENGUAS t
escribe?», esta pregunta me hace sonre’r, porque no escribo ni sepamos. No se trata de dominio, de conocimiento de lenguas,
para este ni para aquel lector, intento escribir con la vista pues- sino del imaginario de las lenguas. No se tratatampoco de
ta en el instante en que ellector o el oyente -la grabaci—n de yuxtaposici—n lingü’stica, sino de urdir una trama lingü’stica.
textos crece cada d’a- se deje penetrar por toda clase de poé- \. L. G.: ¿No es un error del mismo tipo el que est‡ en el origen de'
ticas, y no s—lo por la poética de su propia lengua. y cuando empleo de criollismos y vocablos vern‡culos, por su-facilidad, y que
ese d’a llegue habr‡ una variancia infinita de sensibilidades lin- I
/,
nos acerca peligrosamente a los regionalismos, a la jerga?
gü’sticas. No se trata de dominar lenguas diferentes, es algo ƒ .G.: Es molesto, porque elude el problema capital, funda-
muy distinto. La traducci—n se tornar‡, cada vez m‡s, un arte mental, que no es otro que el de las poéticas. Los criollismos,
esencial. Hasta el momento, hemos dejado la traducci—n en los particularismos, los regionalismos, son los modos de los
manos únicamente de los traductores; se hace necesario ahora que se valen las principales lenguas de cultura, en el plano de
involucrar a los poetas. A diferencia de lo que pasa hoy, las tra- las jerarqu’as lingü’sticas, para darse satisfacci—n a s’ mismas.
ducciones llegar‡n a ser una parte esencial de las distintas poé- La satisfacci—n es plena. Porque de esta forma no se plantea el
ticas. Y pienso en toda esa infinita variancia de matices de problema esencial de las poéticas, o lo que es lo mismo, el uso
todas las poéticas de que son capaces las lenguas, y todos y no jer‡rquico de poéticas distintas en lenguas también distin-
cada uno nos veremos m‡s intensamente impregnados, no s—lo tas. Nadie aborda el tema porque hacerlo revelar’a caduca la
por la poética y la econom’a, por la estructura y la econom’a pretenciosa creencia en la superioridad de unas lenguas sobre
de su lengua, sino por la fragancia entera, por el estallido de otras. El criollismo, el regionalismo no inicia esa discusi—n; al
las poéticas del mundo entero. Habr‡ nacido una nueva sensi- contrario, consagra la preeminencia de unas lenguas sobre
bilidad. En mi opini—n, actualmente, el escritor trata de anti- otras. Habr’a as’ unas lenguas cuyo uso ennoblece y otras que
ciparla, de prepararla y de ir acomod‡ndose a ella. no ~~nf'r~n m‡s que regionalismos, particularismos. Esto es
L.G.: Resumiendo, donde hay que poner el énforis e." e'1'! el hecho falso. En el actual contexto, todas las lenguas sen regionales y
de que cuando afirma que Çel discurso de la relaci—n es multilingüe», todas, al mismo tiempo, tienen su propia poética ..
ese multilingüismo no es una mera yuxtaposicién de lenguas. L. G.: ¿Aprecia alguna diferencia en el tratamiento de la lengua
ƒ .G.: Nada m‡s mencionar el multilingüismo, alguien en la prosa yen la poesí a?
inmediatamente me dice: ÇPor cierto, ¿cu‡ntas lenguas habla ƒ .G.: En el ejercicio de la prosa, por lo que ata–e a nuestras
usted?». No se trata de hablar tantas o cuantas lenguas, no es distintas literaturas, los escritores abrazan la c—moda creencia
ésa la cuesti—n. Podemos muy bien hablar s—lo nuestra lengua. de que la descripci—n de lo real da cuenta de la realidad. Algo
La cuesti—n estriba m‡s bien en el modo de hablar la lengua de parecido ocurre con los pintores costumbristas o de género,
uno, en si hablamos en clave de apertura o de clausura; en si un mercado tropical o unos pescadores antillanos. Est‡n per-
hablamos ignorando la presencia de las dem‡s lenguas o con la suadidos de que as’ dan cuenta de la realidad, hecho que no es
presciencia de que las otras lenguas tienen una existencia efec- del todo cierto. No dan de ninguna forma cuenta de la reali-
tiva y que ejercen influjo sobre nosotros, aun cuando no lo dad; la realidad es algo distinto de esta-apariencia. Ahora bien,

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t INTRODUCCIî N A UNA POƒ TICA DE LO DIVERSO EL IMAGINARIO DE tAS LENGUAS át
la poes’a es hasta el momento el único arte que puede traspa- ci—n distinta de la criollizaci—n. La criollizaci—n es un movi-
sar las apariencias; ésa es, a mi entender, una de sus vocacio- miento perpetuo de interpenetrabilidad cultural y lingii’sticn
nes. Supone la voluntad de desarticular los géneros, divisi—n que impide que desemboquemos en una definici—n del ser. Los
que, en el caso de las literaturas occidentales, ha sido tan pro- reproches que he dirigido a la negritud obedecen a que trataba
vechosa, tan fructí fera. Me parece que podemos componer de definir el ser: el ser negro ... El Çser» ha dejado de existir ...
poemas que son ensayos, ensayos que son novelas, novelas que El ser es una inmensa, noble y inconmensurable invenci—n d('
son poemas. Quiero decir que tratamos de desarticular los Occidente, y en particular, de la filosofí a griega. La definici—n
géneros porque, precisamente, sentimos que las funciones asig- de ser desemboca, en la historia occidental, a velocidad de vér-
nadas a esos géneros, en la literatura occidental, no armonizan tigo, en toda clase de sectarismos, de. absolutos metafí sicos, de
con nuestra vigente indagaci—n, que no es solamente una in- fundamentalismos, a cuyos efectos catastr—ficos estamos asis-
. dagaci—n de lo real, sino que es también una indagaci—n del
. imaginario, de las honduras, de lo no dicho, de las interdiccio-
I tiendo hoy. A mi juicio, se impone. la afirmaci—n de que s—lo
hay existencias, las cuales traban correspondencia, entran en
Des. Hemos de ir traqueteando como lo hace un carruaje, pero I conflicto, amén de renunciar a cualquier pretensi—n de definir
también en el sentido de caos, de lo que es ca—tico. Debemos' ¡ el ser. La criollidad incurre justamente en eso, en la definici—n
traquetear todos esos géneros para poder expresar lo que que- del ser criollo. Desde la —ptica del proceso, es un paso atr‡s,
ramos expresar. Y en este sentido, forzosamente se produce en i pero tal vez sea necesario para defender el actual mundo criollo.
nosotros una superaci—n de la convenci—n de la prosa, pero Del mismo modo que la negritud ha tenido una importancia
también una superaci—n de la convenci—n de la poes’a. La poe- I
! vital para la defensa de los valores africanos y de la di‡spora
s’a puede estar llena de baches; la prosa puede ser so–adora y negra. De igual manera, no he querido transigir con la defini-
desembocar en un espacio atormentado, de lucha, de ebriedad, ci—n de un ser negro en tanto en cuanto hay existencias negras
sin dejar de ser significante. Me parece que llegaremos a inven- que no SQ!} siempre asimilables: un antillano difiere de un sene-
tar géneros ins—litos que ni siquiera sospechamos. galés, un negro brasile–o difiere de uno americano. Digo trivia-
L.G.: En el manifiesto ƒ loge de la créolité, que abreva en sus lidades, pero trato únicamente de ilustrar mi propuesta de que
obras, se le cita en numerosas ocasiones, pero se dir’a que usted, en es preciso renunciar a la pretensi— n absoluta, muy a menudo
determinados aspectos, discrepa de los firmantes del mismo. sectaria, de la definici—n del ser. El mundo se criolliza, todas las
ƒ .G.: No hay duda de que los argumentos que hallamos culturas se criollizan en este momento en sus mutuos contactos.
en ƒloge de la créolité est‡n inspirados en Le Discours antillais o Los ingredientes var’an, pero el principio es que en-la actuali-
en L'Intention poétique incluso en Soleil de la conscience, esto es, dad no hay ninguna cultura que pueda considerarse pura.
en mis ensayos, y los propios firmantes del manifiesto han L.G. ¿Qué piensa de la noci—n de transcultura?
reconocido esa deuda. Pero me parece que ha habido algún ƒ .G.: La noci—n de transcultura no basta. En el fondo, el
equ’voco, porque en Le Discours antillais hablé sobradamente término de criollizaci—n comprende la noci—n detranscultura.
de criollizaci—n. A mi entender, la criollidad es una interpreta- Pero esta noci—n induce a pensar que cabe calcular ypredeter-

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t INTRODUCCIî N A UNA POƒ TICA DE LO DIVERSO
EL IMAGINAR.IO DE LAS LENGUAS t
minar los resultados de tal transculturaci— n; ahora bien, la guas y que la publicidad lingü’stica, su estallido audiovisual,
criollizaci—n, a mi juicio, es imprevisible. Cada »:
vez a–ade m‡s sea ya una publicidad de c—digos, algo as’ como el c—digo de la
cosas, es decir, el producto es imprevisible en relaci—n con sus circulaci—n, o un recetario de cocina, etc. Las lenguas se em-
componentes. En la criollizaci—n, distingo dos planos: por una pobrecen. Abrigo la esperanza de que esta suerte de fragancia,
parte, la transcultura en sentido estricto y, por otra, el mesti- de variancia, de multiplicidad infinita de contactos, de conflic-
úrje en la esfera de la fisiologí a y la raza. Cabe anticipar, o tra- tos lingü’sticos, dé pie a un nuevo imaginario de la palabra
tar de anticipar, los resultados del mestizaje. Esto se hace en humana que tal vez trascender‡ las lenguas. No deseo ser pro-
ciencia cuando se busca una s’ntesis; cuando se cruza un gui- feta, pero creo que un d’a la sensibilidad humana se dirigir‡
sante rojo con un guisante verde es posible anticipar los resul- hacia lenguajes que trasciendan las lenguas, que integrar‡n
tados. La criollizaci—n es imprevisible, no es posible anticipar toda clase de planos, de formas, de silencios, de representacio-
los resultados. Ahí estriba la diferencia, en mi opini—n, entre la nes, que ser‡n otros tantos elementos lingü’sticos inéditos.
criollizaci—n, por un lado, y el mestizaje, por otro. Podemos
.. conceptualizar la transculturaci—n, pero la criollizaci—n única-
. mente admite lo imaginario. Me parece, sin embargo, que el
concepto, en la actualidad, ha de ser fecundado por lo imagi-
nano.
L.G.: De ah’ que el cometido del escritor. ...
ƒ .G.: y de ahí el cometido del poeta en pos, no de resulta-
dos previsibles, sino de imaginarios abiertos a cualquier crio-
. llizaci—n que depare el futuro. El poeta no se asusta de la
impredecibilidaJ.
L.G.: Para concluir, ¿c—mo ve el destino de las len[Uas en el fu-
turo?
ƒ .G.: Uno no puede erigirse en profeta. Creo que el desti-
no de las lenguas est‡ unido a la relaci—n entre la oralidad y la
escritura. Tal vez el libro vaya a desaparecer, en tanto que
forma concreta de conocimiento en nuestras sociedades. Es
m‡s que posible que el libro termine muriendo y que de aqu’ a
treinta a–os los lectores (de libros) constituyan sectas y se con-
finen en catacumbas, réprobos para la moral pública. En esta
perspectiva, es m‡s que posible que los libros sean en lo suce-
sivo recept‡culos casi clandestinos de la organicidad de las len-

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I

t
t

EL ESCRlTOR y EL ALIENTO DJ'.r. LU r ..;_Rá

L
¡SE GAUVIN: ¿C—mo calificada su libro 'f(}ut-monde?¿ ,':, m)J,
novela, un fresco? ¿C—mo lo describir’a?
ƒ .G.: Los editores lo han considerado una novela; as’ P\Il's.
el público puede tomarlo por tal. Recoge una serie de hisu );'i:\~
entrecortadas, que se cuentan en el libro, una serie de itiller:\-
rios, de trayectos, un estilo de desarraigo di':: unos person» il'~
f],ue parten de Martinica y terminan llegando al lugar de ¡¡arli-
da, Martinica. En mi opini—n, es claramente una Dovela, pet'n
una novela eclosiva. Ya ha pasado el tiempo de las trasn()c:h:l~
das novelas que comenzaban en un lugar para, siguj~lld()
movimientos ineluctables, acabar en una csp«-'Í e de fatalic!;HI
ret—rica. Lo apasionante de la novela contempor‡nea C'I q IIl'
puede dirigirse en todas direcciones, recorre el mundo. No
puedo entender c—mo un libro que lleva por rí rulo IOut-'n1I/1'1dl'

* Esta entrevista fue realizada en Diamant (Martin’(/;¡ er; -3ciemf,-:,';_ <k


1993, poco después de la aparici—n de Tmn-Monde, f-;.,,:;: ernizida IX'J'I.,:'¡)'
mente por Radio Canad‡ el 22 de marzo de 1995.
t 'INTRODUCCIî N A UNA POƒ TICA DE LO DIVERSO
EL ESCRITOR Y EL ALIENTO DEC LUGA R

podr’a ser lineal y convencional como las novelas de prin- ƒ .G.: Es la totalidad del mundo tal como existe en realide.
cipios de siglo. No, es una novela aplicada-a la materia del y tal como existe en nuestro deseo.
mundo, tan vasta como esa materia, lo cual no plantea espe- L. G.: ¿ Y qué deseos abriga ese libro? Hay toda una panop/;/7 '
ciales problemas para mê. Es también una obra que se aventu- modelos de escritores. Se refiere al poeta; al extraviado, al [anrasr
ra en la superaci—n de los géneros establecidos. ¡Vaya usted a dor, al cronista. Hay basta textos firmados por Mathieu B/I1¡'
saber! ¿Quién habla en esa novela? ¿No hay como una especie de concatr»
L.G.: ¿ Usted habla de errancia? ¿Puede definir con precisi—n ci—n de cuentistas o de contadores?
algunos términos recurrentes en sus libros como deriva, Çdriue» o ƒ .G.: El libro est‡ realizado de tal forma que no es posi 1,).
errancia? decir quién habla. Al comienzo se dice que el autor ha h h
ƒ .G.: La errancia y la desviaci—n son, dig‡moslo, la avidez Luego, se afirma: ÇAlguien habla». Seguidamente, se I le f~'
por el mundo. Lo que nos mueve a trazar caminos por doquier. incluso a decir Çello habla», en el sentido psicoanal’tico d,
La desviaci—n consiste. asimismo en la disponibilidad de la per- término-sello». Se ha producido siempre esta indi~iduaJi7:1
sona para cualquier tipo de migraci—n. La Çdrive» es, tal como ci— n o esta neutralizaci—n del que o rI~ la que habb.-A 11\1
la experimentamos y la concebimos en Martinica, una palabra entender, el problema estriba en que quien habla es múltiple
que tiene su origen en Çdérive» y que se ha convertido en una No hay alguien que habla, no hay autor que habla, ni siquicr.
palabra criolla. La Çdrive» consiste en la disponibilidad, la fra- un Çello» que habla. Lo que o el que habla es múltiple; no sr'
gilidad, la insistencia en el movimiento y la pereza para hablar, puede determinar su procedencia; no lo sabe probablemen 1 t'
para decidir aut— nomamente. Y la errancia es lo que induce a la ni él mismo, que no domina ni dirige el proceso verbal. 1 ,<'
persona a dejar los pensamientos de sistema por los pensamien- que se enuncia como palabra sale al encuentro de la rnultipl j
tos, no de exploraci—n, porque el término tiene connotaciones cidad que no es sino la multiplicidad del mundo. Tratar el f'
colonialistas, sino de indagaci—n de lo real, los pensamientos de delinear una poética de la diversidad, como es mi prop—sito, v:
traslaci—n, que son también pensamientos de ambigüedad y de incompatible con hablar desde un punto de vista único. Po
incertidumbre, escudos contra los pensamientos de sistema, . esta raz—n hay tal multiplicidad de narradores. Lo parad— jico
contra su intolerancia y su sectarismo. La errancia posee virtu- es que todo parte de un lugar y vuelve a él, describiendr J
des que calificarí a de totalidad: la voluntad, el deseo, la pasi—n cí rculos.
por conocer la totalidad, por conocer el Çtodo-mundo», pero L.G.: ¿Este concepto de diversidad, de Çtodo-mundo» y de totali
también posee virtudes de preservaci—n en el sentido de que dad del mundo puede conducir a la anulaci—n de la idea de naci—n?
conocer el Çtodo-mundo» no significa dominarlo, conferirle ¿En qué queda la idea de naci—n en este contexto?
un sentido único. El pensamiento de la errancia nos preserva ƒ .G.: No podr’a conducir a la anulaci—n de las identidades
de los pensamientos de sistema. porque el Çtodo-mundo», la diversidad, no es el magma ni
L.G.: ¿El Çtodo-mundo» consistirí a,pues, en ese deseo de conocer, la confusi—n en que todo se diluye. Si nos adentrarnos 'en 13
de acercarse a la totalidaddel mundo? diversidad del mundo, habiendo renunciado previamente 3

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13 J
t INTRODUCCIî N A UNA POƒ TICA DE LO DIVERSO
EL ESCRITOR v EL ALIENTO DEL LUGAR t
la propia identidad, nos diluiremos en una especie de confu- ƒ .G.: Vivimos en una época, que yo llamo tiempos-mundo,
si—n. Las identidades son una de las conquistas de los tiempos en la que no es posible imponer condiciones-almundo, lo cual
modernos, conquista dolorosa porque no ha concluido y por- no significa que carezcamos de marco o de l’mites para una
que en toda la faz de la tierra hay nexos, focos de desolaci—n . acci—n, pero resulta imposible seguir proyectando sobre el
que contrarrestan esa tendencia, Me parece advertir también mundo esos grandes esquemas ideol—gicos sobre cuya base
otra tendencia que caracterizo as’: las identidades de ra’z única actuar’amos; en mi opini—n, es imposible. Es uno de los lugares
van dejando paso poco a poco a identidades-relaciones, o lo comunes del pensamiento-mundo. Me parece que hasta que no
que es lo mismo, a identidades-rizomas. No se trata tanto de tome cuerpo la totalidad-mundo, e~~o es, hasta que todas las
desarraigarse cuanto de entender la ra’z única de una forma culturas del mundo se convenzan de que su afirmaci—n no
. menos intolerante, menos sectaria; una identidad ra’z que no requiere la aniquilaci—n, ni la erradicaci—n del otro, las culturas
~ acabe con todo lo que le rodea, sino que por el contrar’o estar‡n amenazadas. Hasta que no se haya aceptado la idea, no
extienda sus ramificaciones hacia las dem‡s. Es lo que, tras s—lo conceptualmente, sino mediante su apropiaci—n por el
Deleuze y Guattari, denomino la identidad rizoma. En .ese s, : imaginario de las humanidades, de que la totalidad-mundo es
contexto, no hay duda de que la noci— n de naci—n adquiere un un rizoma en el que todos mutuamente se necesitan, habr‡
nuevo contenido de ’ndole mucho m‡s cultural que estatal, indiscutiblemente culturas bajo el signo de la amenaza. Lo que
militar, econ—mica o polí tica, mucho menos patri— tica en el afirmo es que ni por la fuerza, ni conceptualmente ser‡ posible
sentido tradicional del término. Esto nos permite hablar resguardar esas culturas, sino por medio del imaginario de la
actualmente de una naci— n vasca aunque no exista hasta hoy totalidad-mundo, es decir, por la necesidad, sentida en carne
un Estado vasco. Cabe existir como identidad sin existir propia, de que todas las culturas se necesitan mutuamente.
como fuerza. La idea de poder y de potencia vinculada con L.G.: ¿Pensar el imaginario de' mundo es la funcidn que tiene,
la identidad comienza a erosionarse, a desaparecer, Puede pues, asignada el escritor?
que nos repliquen que es una utop’a y que, de todas formas, ƒ .G.: Menos pensar que expresar. Para expresar, hay prime-
si se carece de poder, de nada sirve poseer una identidad; ro que pensar, pero no se trata de un pensamiento informati-
pero creo que se equivocan. Me parece que cada vez es m‡s vo, sino de un pensamiento que puede ser intuitivo, que puede
evidente que las grandes potencias pueden desaparecer adoptar formas completamente singulares, formas enraizadas
como tales y las naciones, en el sentido cultural del término, en un lugar. No vivimos en el aire, en las nubes que envuelven
siguen persistiendo. Pero esta identidad de ra’z única, tan la tierra, sino en un lugar. Hay que partir de un lugar e imagi-
funesta, sigue todav’a estragando y devastando la tierra, nar la totalidad-mundo. Ese lugar, insoslayable, no ha de con-
como en Yugoslavia. sistir en un territorio desde el que mirar al vecino por encima
L. G.: La identidad no conduce forzosamente a la noci—n de pa’s de una frontera cerrada a cal y canto y con el sordo "deseo de
pero se da el caso también de identidades que se extinguen. ¿En,q1!-i .' _ llegar hasta él para imponerle nuestras propias ideas y pulsio-
momento; en qué condiciones la identidad permanece sin extinguirse? nes. Se trata de un cambio en el imaginario de las humanida-

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t INTRODUCCIî N A UN.' POƒ TICA DE LO DIVERSO
EL ESCRITOR Y EL ALIENTO DEL LUGAR t
des que hemos de llevar a término. Podr‡ replicárseme: ÇEs
dad, pel'O es una invariante, aplicable a todas las culturas de:
una utop’a, existen poderes polí ticos, econ—micos, militares y
mundo, independientemente de su grado de desarrollG, subde-
. toda una maquinaria que sigue triturand—y moliendo la totali-
sarrollo, aislamiento o vecindad. Hay también invariant"~s posi-
dad-mundo para hacer una especie de harina uniforme». Cier-
tivas. En.todas las culturas del mundo, actualmente, existe 1;-.
to, cierto, pero nuestra oposici—n a esa maquinaria no puede
preocupaci—n, bien obsesiva, bien neur—tica, bien conceptuai e
basarse en esos mismos medios (de la unicidad sectaria), sino
bien natural, irreflexiva, por una especie de necesidn.t de prt-
cambiando el imaginario, la mentalidad y las pulsiones de las
servaci—n de la que los ecologistas ser’a n el eco orga n j zario
. humanidades contempor‡neas.
una necesidad de retornar a cosas m‡s tangibles, m;’s simplt'~.
L. G.: ¿ S—lo por medio del imaginario alcanzaremos la poética del que, ciertamente, puede adoptar formas reaccionarias e idenri-
caos de la que habla? El caos, en s’ mismo, no es ni hermoso ni feo, tarias cerradas sobre s’ mismas. Hay invariantes de las que Ir.
.. pero cuando afirma: ÇEl caos es hermoso», ¿no est‡ remit’~ndo acaso siquiera tenemos sospecha. La funci—n de la poética sea tal ve:
a una especie de organizaci—n del caos por medio del imaginario de se–alarlas, buscarlas. Incumbe a los lugares comunes del pen-
esa totalidad? samiénto-mundo iluminar esa búsqueda. Emprendiendo es:
ƒ .G.: El caos es hermoso siempre que se emplee lo.imagi- tarea, ¿qué dejamos atr‡s?: la pretensi—n de encontrar la ver-
nario para seguir su pista, para dictar no tanto sus leyes como
dad únicamente en el exiguo c’rculo de la propia subjetividad.
sus invariantes. Algo parecido a como los fí sicos y cientí ficos
y me parece que es tamhién una invariante la exigencia de
del caos tratan de entender el universo fí sico. Hay invariantes
sobrepasar la propia subjetividad, no para dirigirse hacia un
y son hermosas. Podemos intentar rastrearlas en su lugar de sistema totalitario, sino para encaminarse a una intersubjetivi-
origen, en su propio terreno que no es un territorio, con arre-
dad del ..<todo-mundo». Sostener esta búsqueda es la funci—n
glo a su propio imaginario que es particular y q'Je guarda rela- de toda literatura.
ci—n con los dem‡s imaginarios. Ah’ radica su belleza. Es bello
porque hay invariantes cuya captaci—n ser‡ un hallazgo, tul
.
L.G.: -s'Ibmando el desv’o de la 1J0ética?
ƒ .G.: Por la poética. Nos daremos cuenta que la poética es
desafí o inmenso.
menos un arte oní rico o ilusorio que una forma de concebirse,
L. G.: ¿Puede poner un ejemplo de invariante? de concebir su relaci—n consigo mismo y con el otro y de
ƒ .G.: El abandono del campo en beneficio de las megal—po- expresarla. Cualquier poética es una red.
lis, hecho que ocurre en casi todas partes, en casi todos los pa’-
L.G.: Le he escuchado decir recientemente: ÇEl clasicismo ha con-
ses. He ah’ una invariante, aterradora y bella a la vez, que no
cluido». ¿ Qué quiere decir exactamente? ¿ C—mo observa la evoluci—n
conoce absolutamente ninguna excepci—n y que tal vez un d’a de las distintas literaturas?
se invierta, produciéndose un movimiento contrario, una re-
ƒ .G.: Significa que todas las literaturas, especialmente en
apropiaci—n de la tierra, no como territorio, sino como tierra
el mundo occidental y europeo, han estado sordamen te ’ m pul-
(del campo) para reformular, reestructurar de alguna forma el
sadas por la idea de que los valores expresados por una literatu-
imaginario humano. Es una invariante, Ilegativa, bien es ver-
ra particular en una cultura dada o por una literatura nacional,

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t INTRoOOUCCIî N A UNA POtTICA DE LO DIV.ERSO
EL ESCRITOR Y EL ALIENTO DEL LUGAR t
all{ donde bay naciones, que los valores de cualquier literatura que las naciones replegadas sobre sus propias fronteras . Por
cst6n sostenidos por la secreta esperanza 9,e que se erijan en ejemplo, en Europa, las fronteras nacionales est‡n Jesdibuj‡n-
valores universales, v‡Udos para todo-el mundo. A mi juicio, es dose en favor de las regiones, que emergen. Esas regiones se
una u—lit-tlci—n impropia del lugar. El lugar es insoslayable, pero resienten todav’a de la existencia de las naciones, que tienden
1\0 el e.xponllblc, desde la —ptica de los valores. N o es posible . justamente a c~nfinarlas a la periferia, a considerarles depen-
nlb.ar 105 valores particulares, pero es posible cuantificar dientes de un centro. Algunos de los pensamientos m.is sor-
lodo tiro de valores particulares, no para Çextraer» valores uni- prendentes, en estos últimos tiempos, han sido enunciados por
__ Jd. sino p3l":.1 generar un rizoma, un campo, un tejido, una lo que yo llamo las periferias en relaci—n con ’os centros. 'Elles
urdimhre de: valores distintos, pero que en todo momento se centros ceden terreno en términos de eficiencia, import:111ci‡y
! . Cturcmc1..dan Y entrecruzan. Esto es algo muy distinto de pen- presencia, en la esfera del pensamiento. Los pensamientosá
.. _r tlue el propio valor se erigir‡ en valor universal. Pensar que regionales se tornan pensamientos centrales, lo cual, ele hecho,
101 propios valores participan en la intersecci—n de valores de la significa qlle ha dejado de haber centro y periferia. Ya no esá
IOlilli(l:ad. mundo es, a mi entender, un proyecto m‡s elevado, posible escribir Itinerario de Par’s a Jerusalén, podemos incluso
mÁl noble y m‡s generoso que tratar que el propio valor se erija concebir lo contrario, aunque lo contrario ser’a incurrir en los
en wle(lcro para el mundo entero. Para m’, el clasicismo es lo antiguos esquemas. En el rizoma de la totalidad-mundo, cen-
que ocurre cuando un valor particular aspira y pugna por con- tros y periferias son nociones caducas. Aún nos conmueven los
vertirse en un valor de carácter universal. Hemos de renunciar a antiguos reflejos, pero no dejan de parecernos cada vez m‡s
la ida de universalidad. Lo universal es una a–agaza, un sue–o grotescos e inoperantes. Hasta aqu’ la primera observaci—n.
que induce a enga–o. Hemos de concebir la totalidad-mundo La tendencia de las regiones a la archipielizaci—n de los conti-
q,mo totalidad, esto es, como cantidad verificada y no como va- nentes hace que el pensamiento de éstos sea cada vez menos
lor subliruado partiendo de valores particulares. Se trata de algo denso, espeso y grávido, y que el pensamiento de los archipié-
. ~cial, que, sin darnos cuenta, en este momento, est‡ alteran- lagos se torne progresivamente m‡s efervescente y prolí fico.
do la mayor parte de los fundamentos de la literatura mundial. Existe, por una parte, un sistema que se desmorona y se re-
1.G.: A la vez que expresa S11 oposici—n a la noci—n de universali- construye de forma no sistem‡tica y, por otra, el hecho de que
dad, ¿no opone la misma resistencia a la noci—n de regionalismo en la esta regionalizaci—n, en el sentido positivo del término, per-
fJllI se quiere encerrar; especialmente, a los autores franc—fonos? Son manece unida todaví a a la idea de identidad de ra’z única y que
asoti4dos muy iz menudo con autores regionales, regionalistas, perifé- determinadas regiones recientemente consolidadas tienden a
ricos, etc. . . constituirse en naciones aún m‡s sectarias e intolerantes que
ƒ .G.: Se trata de un discurso totalmente caduco. Mi opi- las tradicionales. Se producen avances y retrocesos igualmente
ni—n es que los continentes se tornan archipiélagos, m‡s all‡ aterradores, pero me parece que nos dirigimos -aunque
de las fronteras nacionales. Hay regiones que se liberan y que hablar de direcci—n es propio todaví a del pensamiento de sis-á
desde el punto de vista cultural adquieren m‡s peso especí fico tema, ideol—gico->, digamos, mejor, que nos orientamos, en él

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4it
''Jt.'
INTRODUCCIî N A UNA POƒ TICA DE LO DIVERS0 .J EL ESCRITOR Y EL ALIENTO DEL' LUGAR t
sentido geogr‡fico de ÇOriente», hacia situaciones o realida- L.G.: ¿No se da una paradoja en el hecho de que la periferia aspi-
des culturales regionales que dejar‡n de tener l~onsideraci—n re a ser ella misma sin estar a merced de ningún reconocimiento ?
de perifefia.o centro, para ser tenidas como/multiplicidades ...... ,e,xt_erno y en el hecho de que el escritor, sobre todo el escritor antillano, V
efervescentes -no hay otra palabra- de la realidad de la tota- -d,rpenda todav’a de Europa para darse a conocer yproyeciarse? La )

lidad-mundo. Encrucijada de las literaturas europeas tiene su sede en Estrasburgo;


L.G.: ¿No pesa sobre los escritores, valga, a pesar de todo, el tér- la única ventana al exterior sigue siendo la difusi—n francesa.
mino, de la periferia, la amenaza de la folclorizacion, bien sea una ƒ .G.: Ll Encrucijada de las literaturas europeas se ha cele-
amenaza interna o externa, m‡s o menos inducida por lo que espe- brado én Estrasburgo pero el Parlamento Internacional de
ran los lectores o el público? ¿C—mo percibe el problema de la folclori- . Escritores que surgi— ah’ no permanecer‡ únicamente en esa
zaciéi? ciudad. Ser‡ un parlamento internacional itinerante, lo cual
~ ƒ .G.: La folclorizaci—n tiene su origen en el hecho de que significa que aun a pesar de haber surgido en Estrasburgo, con
el tr‡nsito de la desposesi—n al dominio de s’ mismo se efectúa una reducida presencia de escritores de otras partes, en su
de dos modos. Por un lado, a impulsos de la necesidad de periplo, ese parlamento debe ir incorporando otros nombres,
transformafsé'eñnaci—n, en fuerza, en potencia, lo que reduce porque si no-estar‡ condenado a desaparecer, qué duda cabe ..
el Çser» a formulaciones lapidarias, elementales, de las que :;e Es una iniciativa que se corresponde con una deò 'rrr’Í êlada
cree poseen el secreto de una transformaci—n efectiva, lo cual situaci—n del mundo actual, pero sobre la que no hay segurida-
no es m‡s que repetir los antiguos esquemas, y, por otro lado, des de pervivencia. Si no se produce esa incorporaci—n masiva
la creencia de que nunC:l se lograr‡ nada, salvo que contemos de la totalidad-mundo, el parlamento morir‡ por propia mano.
con el asentimiento, la atenci— n de los antiguos centros. Ah’ Desde la —ptica de la log’stica y la producci—n de ideas, no hay
reside la raz—n de actuar como se actúa, ya sea en la esfera del que caer en la afectaci—n de creer que los antiguos centros han
lenguaje, ya sea en la de la proposici— n de ideas, buscando dejado de existir. Estrasburgo, foco de irradiaci—n europeo, es
asombrar o convencer a los antiguos centros con lo que se cosa de todos. Los antiguos centros tienen la fuerza que les
dice, aunque lo que se dice y expresa no se compadezca con la es tradicional y ser’a un rasgo folcl—rico encastillarse en un
poética de la totalidad-mundo. Por este conducto, se consti- retiro que pretendierajgnorar su necesario concurso. ò nica-
tuyen, a menudo, otras modalidades de regionalismo, absolu- mente hay que dejar de considerarlos centros, para tenerlos
tamente rechazables. La auténtica regionalizaci—n no debe por unos elementos concurrentes m‡s. Es cierto que también
estar en funci—n de un centro ni convertirse ella misma en los escritores se hallan todav’a en situaci— n de dependencia
centro. Debe ser una poética de la divisi—n del todo-mundo, respecto de esos centros, porque all’ radican las editoriales, los
cosa muy difí cil de percibir por parte de las distintas comuni- circuitos de distribuci—n, las cajas de resonancia y de rese–a de
dades e igualmente difí cil de materializar, teniendo en cuenta las obras. Pero lo importante es no concederles la legitimidad
los imperativos econ— micos y polí ticos de la existencia co- que no tienen. Pueden existir centros de poder que actúen
lectiva. como polos de resonancia, pero si esos centros de poder, como

138 139
.J
t INTRODUCCIî N A UNA POƒ TICA DE LO DIVERSO
EL ESCRITOR Y EL ALIENTO DEL LGGAK

creo que sucede, carecen de la legitimidad de la resonancia, se ƒ .G.: Llega un momento en que la inspiraci—n del lugar,
llamémosle as’, puesto que ya he dicho que para m’ el lugar ?
puede trabajar con ellos y ver qué se puede pacer. De todos y
modos, esos centros; esos polos de resonancia tienen necesi- . es, a pe~arde todo, insoslayable, la inspiraci—n del lugar se en-
)
dad de voces procedentes de otras partes y se sustentan cada cuentra con otras inspiraciones y en ese encuentro se trans-
vez m‡s en esas voces. Las literaturas latinoamericanas, japo- forma. En lo que a m’ concierne, he tenido siempre muy en
nesas, antillanas, norteamericanas, etc., forman parte, cada vez cuenta dos voces, que corresponden a personalidades literarias
en mayor medida, de la cautivadora resonancia de la totali- que se hallan en las antí podas de lo que yo trato de hacer. Me
dad-mundo y gozan de fui protagonismo mayor que las voces refiero a Saint-John Perse y a Faulkner. Son dos escritores de
procedentes de Europa o de cualquier otro lugar. . . _ Plantaci—n, en Martinica los liamar’amos dos Çbékés», dos
L. G.: ¿Esto no puede ejercer un influjo en las poéticas? Se observa \ .: :e._~critores due–os de plantaci—n o colonos, que a primera vista
'en su último libro; como en otros precedentes, que no hay notas al pie, I
.' se sitúan en un sitio para m’ herméticamente cerrado. Y, sin
-. embargo, se trata de dos escritores que me parecen decisivos
ni it‡licas, ~i léxico exp~~c~~ivo, elementos que a~a~ecen en o:ros ,,1\_
muchos escntores. Su estilo - cifrece realmente de criollismos. ¿ Como . .en toda esta tarea en la que estoy empe–ado, En más"de una
reacciona ante estilos de esa ’ndole? ocasi—n me lo he explicado a m’ mismo. Llega un momento en
I
1

~.G.:Todos, probablemente,.n~s dirigimo~ por la misma ví a 1


que la inspiraci—n que nos alienta, de la que nos valemos para'
. expresarnos, se transforma. Si se resiste al cambio, deja de ser ~
I
hacia el todo-mundo, pero a distintas velocidades, a paso no
uniforme. Si nos encamin‡ramos todos hacia el todo-mundo al inspiraci—n y se convierte en un hedor estanco, y estos vapores'
mismo paso, se tratarí a m‡s bien de un aislamiento, y el todo- . no sirven de estro para poéticas y literaturas. Respecto de mi
mundo resultar’a-de una uniformidad agotadora y tediosa. En 1. modo de encarar las poéticas del criollo y el francés, dista
lo que ata–e a la literatura, me parece, sucede otro tanto. Las mucho de ser estanco; siempre me ha espoleado la inquietud
literaturas incipientes, sorprendentes en su singularidad y con I por rebasar los lí mites e ir hacia el Çtodo-mundo». A mi
glosarios al final del volumen, evolucionar‡n hasta alcanzar un juicio, ahí radica la diferenCIa entre las defensas Je los regio-
momento en el que el lenguaje sea menos llamativo y las notas nalismos que tienden hacia el Çtodo-mundo», radiantes de
a pie de p‡gina, o al final del volumen, resulten ociosas y en el belleza, y las defensas de los regionalismos que tienden hacia
que los elementos del mundo se ofrezcan tal cual, sin explica- s’ mismos, que terminan en nuevas formas de intolerancia, de
ciones. Pero esto no ocurrir‡ de improviso, de la noche a la estancamiento.
ma–ana; en tal caso, la monotoní a absolutamente enervante se L.G.: ¿Podrí a'recordar la diferencia que establece entre multilin-
apoderar’a de nosotros. Son necesarios esos trastornos, esos güismo y poliglot’a?
avances,esos retrocesos, esas colisiones, esas armoní as,tan inte- ƒ .G.: Lo que quiero expresar cuando digo que escribimos
resantes de rastrear en la pugna de las literaturas del mundo. en presencia de todas las lenguas del mundo es que existe una
L. G.: ¿Afirmarí a que su propia escritura se inspira en el criollo y nueva condici—n para la existenciay la funci—n del escritor; no
en él franfés,y que esa doble inspiraci—n llega casi a confundirse? consiste en conocer todas o un gran número de lenguas, sino

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jr,., INTRODUCCIî N A UNA POƒ TICA DE LO DIVERSO
EL ESCRITOR Y EL ALIENTO DEL LUGAR 1:
en tomar conciencia en la totalidad-mundo de que las lenguas L.G.: ¿Aun cuando usted, de algún modo, haya creado escuela ... ?
desaparecen y de que con ellas desapareceuna parte del imagi- ƒ .G.: ¿Qué significa crear escuela? Quiere decir que hay
nario de la humanidad. Nuestro modo de defender las lenguas personas que Çsiguen» la huella de uno, que prestan o’dos a lo
ha de consistir en el multilingüismo, Nuestras lenguas han de queuno dice. No pasa de ah’. .in el todo-mundo, los escrito-
ser defendidas en nombre de este elemento, desechando el res templan sus plumas y baten sus alas individualmente; no
multilingüismo intransigente. A mi juicio, ésa es la dimensi—n hay pensamiento de sistema, ni ideolog’a. Si los hubiera, vol-
decisiva: no podr‡ salvarse ninguna lengua si es a costa de la ver’amos a los antiguos errores y en ese caso carecer’a casi de
desaparici—n de Lis dem‡s. Lo que hay que cambiar es el ima- importancia el fen—meno de las escuelas. Que los escritores se
ginario de las humanidades, de tal forma que acaben de con- reúnan, que sus poéticas se aproximen, que sus poéticas
vencerse de que todas las lenguas son igualmente necesarias. se escuchen, es algo precioso, pero estimo que_ no hay que con .;
En caso contrario todos seremos engullidos por la ola devora- ceder demasiada importancia a las escuelas...
dora de una .léngua franca internacional, que tal vez ser‡ el LG.: ¿Es una expresi—n de solidaridad? __
angloamericano, u otra cualquiera, pero que de todas formas ƒ .G.: S’, de solidaridad y soledad.
absorber‡ todas las lenguas: He repetido hasta la saciedad que L.G.: El parlamento de escritores es una manifes_taú—n de.esta
la primera ví ctimade esa lengua franca es el inglés; que hemos solidaridad. ¿Estamos asistiendo a una nueva y necesari‡~moviliza-
de considerar el multilingüismo como un elemento poético de ci—n de los escritores? ¿El escritor ha de hacer o’r su voz ante el apa-
nuestra existencia y no como una realidad que nos torna pol’- rente debilitamiento de su presencia pública?
glotas, hablantes de diversas lenguas. Adem‡s, un intérprete ƒ .G.: Lo que sucede es que, en la actualidad, somos cada
que conozca siete u ocho lenguas puede ser insensible a la poé- vez m‡s conscientes de la proliferaci—n de recursos, del lado
tica de las lenguas; en la a–oranza de desconocer una lengua, de la polí ticay la econom’a, para los imaginarios, para las poé-
hay acaso m‡s posibilidades para la poética que en su ejercicio ticas, incluso para las utop’as, siempre que no se trate de ideo-
pr‡ctico. Ahí estriba la diferencia entre multilingüismo y poli- logí assistem‡ticas. Todas las culturas del mundo cuentan con
glotí a. En Estrasburgo, hab’a personas polí glotas que ha- m‡s recursos en dos ‡mbitos. El primero, el de la literalidad
blaban cuatro, cinco o seis lenguas, pero exist’a la extendida plana canalizada por las televisiones, las radios y los diarios,
conciencia o la premonici—n de que todas las lenguas son esto es, la ilusoria idea de que conocemos el mundo porque
igualmente necesarias y de que cada vez que una desaparece, existe una nivelaci—n, porque sabemos qué ocurre en la otra
aunque jam‡s la hayamos o’do, aunque nunca la hayamos parte del mundo, a través de los medios de comunicaci—n.
hablado, todos nos empobrecemos. Existe también otro modo de aproximarse al mundo, que es,
L.G.: En otro orden de cosas, ¿c—mo sobrelleva la notoriedad, el digamos, el imaginario real de la totalidad-mundo. Es este
hecho de comprobar que hay escritores que se proclaman sus seguidores? imaginario real de la totalidad-mundo el que contrabalancea
ƒ .G.: Son meros destellos de la actualidad, pero dudo mu- la ilusi—n medi‡tica de un conocimiento real del mundo. Por
cho de. que-se corresponda - corcla realidad. ese motivo, los escritores vuelven a tener, en alguna medida,

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143á
t INTRODUCCIî N A UNA POƒ TICA DE LO DIV..ERSO

una reforzada presencia en la totalidad-mundo, que compar-


ten entre si;' bajo formas extremadamente 9.iferentes. Tambié~ _. - .. '',' "'.' .' ....
.'
' .. :

por esa raz—n, la idea de un parlamento exento de cariz ideol—-


gico o sistem‡tico puede resultar sumamente interesante. Por
otra parte, muchos escritores en el mundo pueden decirse: ÇSi
artistas de renombre internacional se reúnen conmigo, a tra-
vés, por ejemplo, de un parlamento, en el plano personal, esta-
ré m‡s resguardado en mi careo con las autoridades, con la opi-
ni— n pública de mi pa’s, etc.». Esta idea de un parlamento, que NOTA
. SOBRE EL TEXTO
.
es una idea muy atinada desde la —ptica de lo imaginario, es
también muy certera desde este otro punto de vista: quebrar el
aislamiento de los escritoresen su insoslayable lugar de origen
y tratar de proponer una suerte de rizoma solidario en el todo-
mundo.
L.G.: ¿En las sociedades actuales, los escritores carecen de un sitio
desde el que hacerse escuchar?
ƒ .G.: As’ me parece. No es menos cierto que la literatura
L o aqu’ expresado coincide, atraviesa y retoma los enun-
ciados (ya veces se confunde con ellos) formulados en las
siguientes ocasiones:
ha retrocedido ante la eclosi—n medi‡tica, pero ya se recupera- ¥ los Encuentros Internacionales sobre Traducci— n, ArIes,
r‡. De igual forma que se ha retomado la idea de que resulta . 1994;
necesario preservar el planeta, retomar‡ la idea de que hay que ¥ el Congreso sobre ÇSociedades y Literaturas Antillanas»,
ponderar todaví a la voz de los escritores. Eso no les procurar‡ Uni .. ersidad de Perpi–‡n, 1994;
ningún estatuto especial, ninguna ventaja respecto de su fun- ¥ las Jornadas Antillanas de las universidades de Bolonia y
ci—n, pero s’ les generar‡, como suele decirse, nuevas obliga- Parrna, 1994;
ciones' que ser‡n exclusivamente literarias. ¥ la redacci—n de la obra Faulkner, Mississippi, 1995.

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