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Simposio en torno al 5 de mayo de 1862

RED MEXICANA DE ESTUDIOS DE ESPACIOS Y CULTURA FUNERARIOS A.C.


INSTITUTO DE CIENCIAS SOCIALES Y HUMANIDADES, B.U.A.P.
25 de mayo de 2012

Carne de francés: muerte, hambre y humor negro


durante el sitio de Puebla de 1863
María Elena Stefanón López1

Introducción
El hombre sufre tan terriblemente en el mundo que se ha visto obligado a inventar la risa.
Nietzche

En el presente texto abordamos el origen y sentido de una leyenda –hoy poco


conocida- que surgió durante el largo y penoso sitio de 1863 en Puebla. Como
suele ocurrir con este tipo de narraciones, su contenido se fue elaborando y
transformando con el paso del tiempo, mediante décadas de transmisión oral y, a
fines del siglo XX quedó plasmada dentro una colección de relatos publicados
sobre la ciudad, en forma de una imaginativa versión literaria que llevó a cabo un
conocido cronista local.
El interés sobre la narración y su trasfondo surgió hace tiempo, cuando
buscando información sobre los cementerios de Puebla durante el siglo XIX,
hallamos de manera fortuita la fuente que le dio origen: una anécdota dentro del
diario de campaña de un joven militar del Ejército de Oriente, en medio de los
momentos más críticos del histórico sitio mencionado; evento que fue el
preámbulo del establecimiento en México del Segundo Imperio. Aquí nos hemos
enfocado en presentar una breve relación de la forma en que la gente común

1 Doctora en historia del arte por la Universidad Nacional Autónoma de México, así como maestra en historia
y licenciada en psicología y por la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. Durante varios años se
desempeñó como bailarina, coreógrafa y docente en la Licenciatura en Danza Moderna y Clásica de la BUAP
y actualmente labora como investigadora en el Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades de la misma
universidad. Sus líneas de investigación están relacionadas con la historia de: las artes escénicas; la vida
cotidiana, y los espacios funerarios.

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experimentó el citado asedio, así como en analizar el papel catártico que jugó el
humor macabro en aquellas circunstancias de padecimiento colectivo.

Una canibalística leyenda convertida en relato literario


Creemos conveniente ofrecer aquí la relación completa que, en 1972, 2 hizo el
profesor Enrique Cordero y Torres de la narración que atenderemos y que él
intituló como “Era carne de francés”:3
Surgió esta leyenda en el populoso barrio del Carmen, que era el límite entre los
beligerantes –franceses sitiadores y mexicanos sitiados- . Estaban los invasores
posesionados de la iglesia, de la famosa huerta de los carmelitas y del cementerio.
De la Plazuela, mas cerca de la plaza de la antigua calle de Capuchinas,4
tenía establecida una fonda una mujer de insignificante presencia, siendo su
clientela regular gente de la tropa mexicana, que le daba de comer por muy poco
reales, sin faltar la carne que, precisamente, por la guerra se escaseaba. Lo
notable era que no obstante que no había en ningún lugar, en este establecimiento
no faltaba, corriéndose la fama a tal grado que los jefes y hasta algunos generales
republicanos se llegaban hasta ahí desde los rumbos más opuestos de la ciudad,
cuando podían dejar sus parapetos.
De esto resultó una lógica sospecha de la autoridad contra la fondera,
sobre la forma y medios de proporcionarse este alimento. Se le mandó vigilar, lo
que ocurrió durante muchos días, pero no se le descubría nada anormal. La tropa
seguía comiendo carne hasta que un día, cuando ya se estaba abandonando la
vigilancia, se notó que por las hendiduras de la puerta se veía tenue luz, como si
estuviese encendida una bujía. Era el final de la noche, madrugada del nuevo día.
En ese entonces, en la parte alta de las puertas de las casas, a manera de
ventanillas tenían grandes “ojos” por los que se veía de afuera para adentro o
viceversa. Los guardias vieron después más intensa la luz, como la producida por
un quinqué; oyeron chirriar la puerta y a continuación salir a la fondera con una
muchacha, grande y fuerte, morena, tipo de mujer de la sierra poblana. Las
siguieron, grande fue la sorpresa. Las mujeres se dirigieron al campo enemigo

2
Aclaramos que la reedición que específicamente consultamos fue la del año 1983.
3
CORDERO y TORRES, Enrique, Leyendas de la Puebla de los Ángeles.
4
Hoy 16 de septiembre, entre 9 y 11 sur.

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próximo, cerca del cementerio del Carmen. Regresaron cada una cargando un
enorme y pesado bulto. Se averigüó:
Las dos mujeres por las noches se dedicaban a asaltar a los zuavos,
asesinando a uno cada noche; llevaban el cadáver a esconder entre las tumbas
del cementerio, lo descuartizaban, destazaban, escogían las mejores partes,
enterrando lo demás. En la madrugada iban por “la carne”. Esto era el contenido
de los grandes y pesados bultos que llevaban cuando fueron sorprendidas. La
autoridad militar republicana les formó consejo de guerra, sumario. El fiscal pidió la
pena de muerte y el defensor logró su libertad, porque habían matado a enemigos.
Mas el agente del Ministerio Público replicó al defensor: pero tú, como yo, comiste
carne de francés; teniendo la respuesta: ¡Ni modo, hermano, también nuestros
ancestros los valientes aztecas se comían la carne de los victimados prisioneros
de guerra, y no era por hambre!5

Antes de adentrarnos en el análisis de este relato, daremos un rápido


seguimiento de lo ocurrido durante el sitio, que nos permita contextualizar esta
leyenda. Sin embargo, adelantamos que, en el texto citado ya se aprecia cómo
medió el paso del tiempo para permitir al autor un derroche imaginativo que
transmuta una experiencia colectiva de hambre y mortandad en un cuento de
homicidio y antropofagia, teñido de un patriotismo que bien podemos calificar
como bizarro.

El sitio de Puebla de 1863.6 Los inicios

Estas dos fechas “5 de mayo de 1862”, día de la derrota de Lorencez, y “17 de


mayo de 1863” día del triunfo de Forey, han sido en cierta manera para
México los símbolos de la fraternidad y los del olvido en muchas república”.7

5
CORDERO y TORRES, Leyendas de la Puebla de los Ángeles, pp. 27-28.
6
Anteceden a los apartados de la síntesis que aquí presentamos sobre el sitio de 1863, una versión más
extensa del tema realizada por quien esto escribe y recientemente publicada dentro de las memorias del
Quinto Seminario Internacional sobre la Reforma, la Intervención francesa y el Segundo Imperio en México,
que se llevó a cabo en octubre de 2011, cuyos datos de edición aún no tenemos a la mano. El ensayo
correspondiente se centró en el análisis del papel de la población como actor social.
7
VICUÑA MACKENNA, La defensa de Puebla, p. 62.

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La ciudad de Puebla fue testigo de tres episodios bélicos fundamentales de la
historia nacional que estuvieron ligados a la Intervención Francesa. El mayor
énfasis conmemorativo se ha puesto en el de 1862, con la victoria obtenida contra
los invasores el 5 de mayo. En la memoria colectiva se destaca después la toma
de la localidad por el ejército dirigido por Porfirio Díaz, quien el 2 de abril de 1867
consumó el triunfo definitivo de la República: acontecimiento cuya celebración tuvo
un carácter oficial hasta que la Revolución -en aras de legitimarse- desestimó
aquella fecha que contribuía a ensalzar el recuerdo del dictador caído.
El episodio menos recordado, empero, es el décimo de los once asedios
que la ciudad de Puebla padeció tras consumarse la Independencia;8 olvido que
se explica porque la derrota entonces sufrida opaca la difícil (y habitualmente
considerada como heroica) resistencia ofrecida por el ejército mexicano y la dura
prueba a que fueron sometidos la ciudad y sus habitantes. 9 Aunque la mayoría de
ellos no pudo dejar constancia escrita que diera testimonio de sus vivencia, hemos
recurrido a reunir fragmentos sueltos y entrecruzados de diferentes puntos de vista
sobre aquellos a los que denominó en varios momentos el joven oficial del ejército
mexicano, Francisco de Paula Troncoso,10 en su Diario del sitio, como “las bocas
inútiles” de aquella jornada histórica.11
La ciudad de Puebla y sus paisajes circundantes fueron descritos por
aquellos años por los visitantes en términos positivos, aunque no fue siempre el
caso respecto a sus habitantes. Por ejemplo, el francés Charles Lamprière
comentaba en 1862, cuando se preparaba en la localidad el primer enfrentamiento
bélico contra el ejército interventor, que Puebla estaba repleta de iglesias y
conventos cuyas campanas redoblaban constantemente y le daban “el carácter de

8
En los años1821,1831, 1833, 1834, 1845, 1847, 1856 (3 veces), 1863 y 1867
9
Deliberadamente hemos dejado fuera de esta relación muchos datos relativos a las batallas, estrategias y
movimientos militares, atendiendo a los objetivos que nos hemos planteado.
10
Cuando escribió su diario de campaña (con una imparcialidad que ha sido ampliamente reconocida) era
teniente coronel del Ejército de Oriente. Nacido en Veracruz en 1840, contaba con tan sólo 23 años de edad al
momento del sitio de Puebla y llevaba seis de haber ingresado al Colegio Militar. Sus méritos lo hicieron
acreedor al grado de coronel en 1865 y de general tres años más tarde. Representando a Guanajuato, fue
diputado al Congreso de la Unión y por muchos años profesor de Estados Mayores en el Colegio Militar. Fue
autor, en 1905, de Las guerras contra las tribus yaqui y mayo del estado de Sonora, en la que fue combatiente.
Murió en 1919 en la ciudad de México. MORENO, “Estudio preliminar”, p. 59.
11 Un término similar empleó también VICUÑA MACKENNA, La defensa de Puebla, p. 72-73.

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una adusta ciudad católica”.12 Al ver barricadas por todas partes, y desconcertado
ante mores tan ajenos a los que le eran familiares, opinó que eso reflejaba cómo
los mexicanos estaban acostumbrados a un estado permanente de inseguridad
debido a las constantes guerras, pues “las gentes se muestran contentas y casi
felices. Una banda de música toca todas las tardes en la plaza. Las señoras y los
señores se pasean con sus más elegantes vestidos.” 13 La “feliz ligereza”14 que
Lamprière describe no es ajena al también contrastante sentido del humor que
aparece en nuestro país hasta la fecha, en medio de las circunstancias
aparentemente menos propicias.
Tras la derrota sufrida en mayo de 1862, los franceses se tomaron algunos
meses para reiniciar la invasión y tomar la plaza que había dejado su honor en
entredicho. En Puebla dieron igualmente inicio los preparativos del ejército
mexicano para soportar el asedio, que incluyeron el acopio de víveres y
municiones para un promedio de 40 días: error de cálculo de gran importancia,
dado que el sitio se prolongó hasta sumar 62, con consecuencias desastrosas.15 A
finales de febrero de 1863, cuando se supo que los franceses se movilizaban
rumbo a Puebla, gran número de familias, temerosas, empezaron a emigrar a los
pueblos de las cercanías, pero la inmensa mayoría de habitantes (alrededor de 60
mil) permaneció dentro de los confines de la ciudad.
El dos de marzo se pasó revista al ejército, conformado de unos 14 mil
hombres, estando presente Benito Juárez, en su calidad de presidente.16 El día 9
se acantonó el ejército de Forey cerca de Puebla y al siguiente la ciudad y las
poblaciones comprendidas en un radio de ocho leguas fueron decretadas en
riguroso sitio. El 16 se anunció que se avistaba la vanguardia enemiga mediante
un cañonazo desde la fortaleza de Guadalupe, pero nada ocurrió durante algunos
días. Mientras tanto, reinaba en las calles un tenso silencio, “tan sólo interrumpido

12
LAMPRIÈRE, “Notas en México en 1861 y 1862”, p. 256.
13
LAMPRIÈRE, “Notas en México en 1861 y 1862”, p. 257.
14 LAMPRIÈRE, “Notas en México en 1861 y 1862”, p. 257.
15
Sobre esto comentaría Mackena: “Aquellos hombres imprudentes se dejaron encerrar con alimentos escasos
para sólo ¡treinta días, cuando habían tenido un año entero para proveerse! Aquellas almas esforzadas creían
que el heroísmo iba a suplirlo todo, como en realidad se viera, excepto que el heroísmo no puede reemplazar
¡ni al pan ni a la pólvora!”. VICUÑA MACKENNA, La defensa de Puebla, pp. 73-74.
16
CÓRDOBA, El sitio de Puebla, p.97

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por el galopar de los caballos de los oficiales y el crujir de los carros en que se
transportaba el parque”. 17 El 22 de marzo, las fuerzas de avanzada de los
franceses abrieron fuego, que duró dos días sin interrupción, sobre los fuertes de
San Javier y Morelos. Por entonces el general González Ortega, al mando del
Ejército de Oriente, escribía a Comonfort que, si se perdía la ciudad, estaba
incluso dispuesto a entregar al enemigo nada más que: “un montón de
escombros”. 18 Tras la caída del fuerte de San Javier, aunque hubo solicitudes
internacionales para dejar salir a niños, mujeres y ancianos (particularmente si
eran de nacionalidad francesa),19 al parecer no se procedió a hacerlo. 20
A fines de marzo empezaron ya a presentarse problemas de abastecimiento
de víveres para el ejército, pues se ordenó la introducción de la tropa en la mayor
parte de las casas de la ciudad para obtener semillas, carbón y leña, con la
consecuente “angustia de la clase pobre, que es siempre la primera en reportar
todas las calamidades públicas”. 21 Por todas partes se desenlozaron calles y se
hacinaron escombros para estorbar el paso al enemigo. Para infortunio de algunas
familias que vivían en el límite poniente del sitio, se les ordenó que dejaran los
hogares en que habitaban, de los cuales la mayoría no tuvo tiempo ni medios para
hacer debidamente mudanza, quedando sus casas en ocasiones a merced del
pillaje.22 La mayor parte de tales familias no sólo perdieron su refugio temporal,
sino también la posibilidad de recuperarlo después, debido a que las paredes de
los inmuebles fueron sujetas a horadaciones usadas para el tránsito o como
troneras.
El 3 de abril los invasores rompieron la brecha de san Marcos, que defendía
Porfirio Díaz. Al día siguiente, que era sábado de Gloria, se incendió la iglesia de
San Agustín, y el cuerpo de bomberos llegó demasiado tarde para evitar los
daños.23 Una bomba que cayó en la calle del Correo Viejo24 “mató a una monja y

17
CÓRDOBA, El sitio de Puebla, pp.116-119
18
VICUÑA MACKENNA, La defensa de Puebla, pp. 82-83. La cursiva pertenece al texto de referencia.
19
ZARCO, Reseña de los sucesos, p. 42
20
CÓRDOBA, El sitio de Puebla, p. 114
21
CÓRDOBA, El sitio de Puebla, p. 144
22
CÓRDOBA, El sitio de Puebla, pp. 166-168
23
CONTRERAS y PARDO, Los almanaques poblanos, p. 83
24
Hoy 5 pte. entre 16 de sept. y 2 sur

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a una señora e hirió a siete monjas y al Pbro. Agustín Escobar”. 25 Algunos
soldados ayudaron a salir de los escombros a los heridos. El 7 de abril se continuó
con los trabajos de trincheras y con el desalojo de personas de sus casas, en la
nueva área asediada.
La hambruna
La grave carencia de municiones y alimentos ya era evidente entre el 13 y
el 14 de abril. Ortega envío varias expediciones para obtener estos recursos, pero
sólo una brigada de caballería pudo llevar a Puebla, el día 18, unas noventa
fanegas de harina a hombros de indios. “Aquel puñado de comestibles,
insuficientes para dar más de un pan seco a los soldados, fue el único auxiliar que
de afuera recibió la plaza en los sesenta y dos días que duró el asedio.”26 Los
soldados eran enviados constantemente a requisar los pequeños depósitos de
alimentos de la población, la cual quedaba, por lo tanto, en una situación de
indefensión más terrible que la de los militares.27
El 21 de abril, por la zona del hospicio, ya deteriorado por las bombas, se
ordenó a la tropa mexicana que prendiera fuego al edificio, para evitar que lo
ocuparan los franceses. Por entonces, algunos comandantes de división se
presentaron ante Ortega para pedirle que se abandonara la plaza y salvar así al
ejército de Oriente, a lo cual se negó, agregando que esperaba que dicho ejército
se: “sacrificara de un modo nuevo y honroso, para demostrar a la Europa y al
mundo, que los ciudadanos de que se compone nuestra República, esto es, el
pueblo mexicano, tan noble como el pueblo más noble de la tierra, poseía grandes
y elevadas virtudes”28
Al anochecer del 24 de abril, Forey mandó minar un gran trecho de la calle
de Santa Inés, para atemorizar a la población civil y que ésta presionara a las

25
CONTRERAS y PARDO, Los almanaques poblanos, p.86
26
VICUÑA MACKENNA, La defensa de Puebla, p. 94
27
P. TRONCOSO, Diario del sitio de Puebla, p. 296 y 333
28
VICUÑA MACKENNA, La defensa de Puebla, pp. 97-100. En las Memorias del coronel Miguel
Balbontín, según cita MORENO, “Estudio preliminar”, p. 52, la responsabilidad por la prolongación inusitada
de la resistencia del ejército sitiado correspondió al gobierno de Juárez, quien temía que el pueblo desarrollara
una admiración por los generales Ortega y Comonfort que a él le fuera adversa, convirtiéndolos en candidatos
a la presidencia. Al respecto, Moreno comenta que, aunque no hubieran sido estas sus intenciones, el mismo
Justo Sierra reconoció honestamente que Juárez había dado órdenes absurdamente erróneas para alargar el
sitio de Puebla. Las cursivas pertenecen a la cita original.

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tropas mexicanas, pero la estrategia no funcionó y los franceses tuvieron que
retroceder.29 El júbilo que esto provocó en el ejército republicano fue, sin embargo,
estorbado por la grave carencia de municiones y alimentos, pues llevaban días
con una escasa dieta de carne de los también hambrientos mulas y caballos que
sacrificaban, en tanto que la población ya “grita(ba) de hambre”30 y aumentaba la
inquietud popular el cada vez más común espectáculo sangriento de calles por las
que pasaban “carros y más carros llenos de cadáveres, muchedumbre de heridos,
escombros y desolación”.31
La hambruna era franca al terminar el mes de abril. El general Ortega
mencionaba que, en una panadería ubicada en la calle de Mesones, en la que se
surtía a parte del ejército, se veían escenas que calificó entre las más tristes de su
vida:
Unas mujeres llorando me presentaban a sus hijo; otras me pedían pan; éstas que
les diera pasaporte para salir de la ciudad; aquéllas, que les proporcionara un
socorro; y muchas, que les diera una boleta para que se les vendiera a cualquier
precio una pieza de pan, en tal o cual establecimiento de los en que se trabaja aquel
alimento para nuestros soldados.32
El 5 de mayo y los siguientes, Comonfort intentó introducir víveres y
armamento sin éxito. El día 8, en la batalla de San Lorenzo, cuando el citado
general fue derrotado, se perdió también la esperanza de aprovisionamientos y
quedó oscuramente sellado el destino del ejército mexicano asediado. En los días
que siguieron, el pueblo presentaba: “un espectáculo desgarrador; tan luego como
se tenía noticia de que, por una circunstancia muy rara y providencial, se habían
encontrado algunas cargas de harina, una muchedumbre casi enfurecida se
agolpaba en el interior de las panaderías” 33 suplicando por el ansiado alimento.
El 12 de mayo tuvo lugar el capítulo probablemente más cruento para la
sitiada población civil, descrito por el Teniente Troncoso. Narraba éste que,
instigados por el hambre, un gran número de mujeres y niños portando banderas

29
BÁEZ, Episodios históricos de la Guerra de Intervención, p. 73
30
P. TRONCOSO, Diario del sitio, pp. 323-324
31
CÓRDOBA, El sitio de Puebla, pp. 237-238
32
VICUÑA MACKENNA, La defensa de Puebla, pp. 107-108
33
CÓRDOBA, El sitio de Puebla, pp. 274-75

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blancas habían intentado durante más de tres horas salir de la ciudad cruzando el
límite sur del área sitiada (la zona del molino del Carmen). Cada vez que intentaba
avanzar, la multitud era recibida con disparos y retrocedía en medio del caos.
(las mujeres), convencidas de que no podían salir, han vuelto a la ciudad a las
cinco y media recorriendo una parte de las calles del centro y Oriente en grupos
más o menos numerosos, gritando, llorando y pidiendo qué comer, y se cuenta
que un grupo fue a ver al General en Jefe, pidiéndole que rindiera la plaza.
¡Pobrecitas! ¿porqué no se salieron antes de comenzar el Sitio, cuando el General
en Jefe mandó salir las bocas inútiles?.34
Ortega, que se hallaba aquel día en un punto donde tenía una visión
privilegiada del evento (la torre de la iglesia de la Soledad), se refirió a este hecho
como uno de los espectáculos más desconsoladores del sitio. Él apreció que a la
cabeza del grupo de familias iba “un caballero envuelto en una capa romana y con
un niño en los brazos”.35 A diferencia de Francisco P. Troncoso, no manifestó que
los disparos de los franceses fueran con pólvora o se hicieran al aire y se dolía de
que el hambre hubiera hecho a esas personas afrontar la muerte: “hasta las
últimas horas de la tarde” –dice- “estuve presenciando aquel cuadro, formado de
dos colores opuestos. Por una parte se veía una violenta e inusitada
desesperación; por la otra un cálculo indiferente, frío y glacial”.36

La muerte. Final del sitio


En Puebla, al momento del sitio se hallaban 5 cementerios en funcionamiento: El
Carmen, San Antonio, La Merced, Xanenetla y San Francisco. El panteón-
cementerio del Carmen fue uno de los espacios funerarios más dañados durante
el sitio de 1863, pues estaba localizado precisamente en la línea límite del fuerte
de igual nombre, en el lado sur de la ciudad, aunque siguió funcionando hasta
1880, siendo parcialmente derrumbado en 1891, “cuando se efectuó una de las
exclaustraciones de los monjes carmelitas. En 1915 se alojaron allí algunas de las
tropas carrancistas, haciendo fuego las soldaderas sobre las tumbas mientras los

34
P. TRONCOSO, Diario del sitio, pp. 356-57
35
VICUÑA MACKENNA, La defensa de Puebla, p. 108.
36
VICUÑA MACKENNA, La defensa de Puebla, pp. 108-109

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soldados se dedicaban a levantar los monumentos y a abrir los sepulcros con el
propósito de encontrar algo de valor”. 37 Aquella necrópolis desapareció finalmente
en 1920, cuando se inició un proceso de construcción de nuevos fraccionamientos
en varias partes de la ciudad. El cementerio de la Merced, que también se hallaba
muy cerca de una de las áreas de fortificación, quedó en 1863 completamente en
ruinas, pues ya había sufrido fuertes daños en un sitio anterior, el de 1856.38
La guerra, cruento momento de excepción de las reglas, trajo a la ciudad de
Puebla, en 1863, la dispersión de los “lugares” de la muerte, que campeó no sólo
en los cementerios, sino en medio de las calles. Paula y Troncoso daba cuenta de
que, el 8 de abril, se percibía un terrible hedor en las calles de Estampa y San
Judas, pues en ellas yacían cadáveres de franceses en abandono,
descomponiéndose al tiempo que eran festín de famélicos perros y gatos, que a
su vez eran cazados y acribillados tanto por miembros del ejército mexicano como
del francés.39 El 19 de abril, debido al fuego de los franceses dirigido hacia los
fuertes del Carmen e Ingenieros, el cementerio del Carmen recibió el impacto
directo de cañonazos. Como en el lugar se habían hecho entierros recientes, en
medio de sepulcros hechos pedazos había cadáveres en descomposición que
exhalaban un hedor que, aún con pañuelos empapados en aguardiente y
sustancias similares resultaba insoportable. A la tropa ahí acantonada se le hizo
retirarse, no sin antes proceder a reenterrar a los muertos en una zanja excavada
ex profeso. Cuando el teniente Francisco de Paula fue enviado a revisar el lugar,
anotó en su diario una conversación jocosa, de eminente tono macabro:
Fui allí, en mi visita al Carmen de orden del Cuartel Maestre, llevando a Pancho
Hernández, y hemos quedado con el estómago tan mal que no pudimos comer.
Pancho, con sus ocurrencias, me decía: ya ves que se equivocó el gran poeta, y
que ya no se puede creer en la paz de los sepulcros, como asegura; pregúnteselo

37
CORDERO, Historia compendiada,Tomo I, pp. 424-425.
38 El terreno del Panteón Francés ya se había adquirido en 1856, aunque no se inauguró sino
hasta 1897.
39
P. TRONCOSO, Diario del sitio, p. 277.

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a esos desgraciados a quienes se les ha sacado a cañonazos de su tranquilo
sueño.”40

Ese mismo día, al irrumpir violentamente los franceses por el sur de la


plazuela de San Agustín y llegar a la calle de Pitiminí, esa zona se cubrió de
carros que, sin interrupción atravesaron durante largo rato cargados de cadáveres,
completando la escena un gran número de heridos conducidos a los hospitales.41
Cinco días más tarde explotaron dos minas, que derribaron la mayoría de edificios
cercanos a la calle recién citada, en donde se hallaba apertrechado el 2º batallón
de Toluca; la mayoría de sus integrantes quedaron sepultados bajo los
escombros. Los ayes de dolor de los heridos “llenaban recintos tan pavorosos, la
sangre de aquellos infelices mezclábase con el agua que a la sazón caía a
torrentes, y a la luz de los relámpagos y la que producían los disparos de los
cañones, se veía un cuadro de los más tristes”.42
El 28 de abril hubo una suspensión de hostilidades entre las diez de la
mañana y la una de la tarde, con la finalidad de levantar a los muertos que, de uno
y otro bando, habían quedado tendidos en la zona en torno al fuerte del Carmen,
entre las calles que iban del poniente de Santa Inés a Los Loros. La gran cantidad
de cadáveres en el lugar horrorizó incluso al generalmente ecuánime militar
Troncoso, quien escribió que:
eran muchos y estaban en un estado tal de descomposición a causa del tiempo
que tienen, y del sol y la lluvia, que muchos se deshacían al levantarlos, y hubo
que hacerlo con palas y tablas; apestaban hasta causar náuseas. Galantes
saludos entre los franceses y los nuestros. A pesar de estar prohibido por ambas
partes el subir a las alturas y observar las obras, se ven, de unos y otros,

40
P. TRONCOSO, Diario del sitio, p. 294. El 30 de abril, se produjo otra escena similar: “Desde las siete de
la mañana, el enemigo rompe un fuego pausado de cañón con cuatro piezas sobre el Carmen e Ingenieros. El
cementerio o panteón del Carmen recibe varias granadas que destruyen los nichos, y vuelve a ser la peste
insufrible como en días pasados, al grado que ni aun arreglando aquello con varias faginas de soldados, se
puede ir por allí.” P. TRONCOSO, Diario del sitio, pp. 335-36. Al concluir el sitio, las insalubres condiciones
en que quedó la ciudad obligaron a que el Ayuntamiento nombrara una comisión para que hiciera un
recorrido, informando de las casas que estuvieran a punto de derrumbarse, y particularmente de aquellas en
que hubiera cadáveres mal sepultados, para evitar los riesgos consecuentes. DE LA FUENTE, Efemérides
sanitarias, p. 117.
41 CÓRDOBA, El sitio de Puebla, p. 225.
42 CÓRDOBA, El sitio de Puebla, p. 229.

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numerosas cabezas asomar en las azoteas y torres. De repente suenan los
clarines, todo el mundo corre a las líneas y recomienza la danza.43

Aquella “danza”, que sin duda puede calificarse de macabra, dejó vestigios
que todavía pudieron hallarse después de 121 años (1984) de ocurrido el sitio,
cuando se emprendieron trabajos de restauración en el lugar donde estuvo el
Fuerte de San Xavier. En la fachada del templo de igual nombre aún se hallaron
impactos de metralla y en el interior de la edificación afloraron todavía restos
humanos de los combatientes del memorable asedio,44 que concluyó a la una de
la mañana del 16 de mayo, cuando se dictó la orden de rendición.
En la madrugada de la última fecha citada se rompió el armamento, para
que no pudiera usarlo el ejército invasor, y se izaron banderas blancas en los
lugares más visibles. El general Ortega determinó, así mismo, que se disolviera el
ejército. Algunos soldados se prepararon para ser hechos prisioneros, pero hubo
quienes prefirieron despojarse abruptamente de sus uniformes, para poder
mezclarse con la población civil.45
Aún acongojada por la rendición, la población civil pudo sentirse aliviada
con la posiblidad de volver a comer, de acabar con el estruendor de los cañones y
el aire cargado de pólvora. Aquel sitio había teñido de sangre y destruido
grandemente a su ciudad durante días que debieron parecer eternos. La derrota
no opacó la capacidad de resistencia popular ni el sacrificio de las vidas de
muchos soldados republicanos, pero marcó el inicio de una nueva etapa para el
país: la del Segundo Imperio, que cuatro años más tarde daría fin, también, en
aquella misma Puebla de Zaragoza.

Tamales de francés; chistes de mexicano


El absurdo risible es de la misma naturaleza que el de los sueños.
Bergson.
Volvamos a la leyenda con la que iniciamos este ensayo. Se trata de una entre
cientos que forman parte del acervo cultural de la ciudad de Puebla y que después

43
P. TRONCOSO, Diario del sitio, pp. 331-332.
44
PALOU, Apuntes históricos, p. 31.
45
CÓRDOBA, El sitio de Puebla, p. 296

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de pasar por una la tradición oralmente preservada, con las modificaciones
inherentes a esa forma de transmisión, logró quedar plasmada en un texto
publicado a poco más de cien años de su surgimiento. El acto de edición implicó,
como es común en estos casos, dos facetas: una, positiva, que impidió que la
leyenda cayera tal vez en el olvido y otra que desafortunadamente cristalizó su
contenido, reduciéndolo a una versión única, basada en el punto de vista del autor,
quien, a pesar del loable esfuerzo de recuperación del material, no consigna
fuentes y deja fuera las formas expresivas del grupo sociocultural desde el cual
surgió y empezó a difundirse el relato.46
Según relata el profesor Cordero y Torres, tal como hemos mostrado líneas
atrás, acompañada de otra mujer una fondera se dedicaba diariamente a asaltar la
línea enemiga, con el fin de asesinar soldados, que destazaba entre las tumbas
del cementerio del Carmen para después vender en su establecimiento como
alimento a los sitiados. Cabe resaltar que parecía lógico que la citada fondera
contara con una cómplice, pues resultaba difícil explicar que ella sola pudiera
llevar a cabo todas las acciones que requería la situación, particularmente al
momento de cargar con los cadáveres en el recorrido que la leyenda señala.
Aunque ello brinda cierta verosimilitud al relato, éste de todas manera cojea, al
compararse con los testimonios existentes sobre el sito: ¿cómo, por ejemplo,
podían los personajes burlar todas las noches las líneas enemigas, encontrando,
sin falta, soldados tan descuidados como para dejarse matar torpementer?
¿resulta creíble un consejo de guerra sumario para juzgar a una civil en medio del
conflicto cuyas características hemos previamente sintetizado?
Como toda leyenda, la de la carne (o tamales, como veremos) de francés
es una narración que no pretende ser verdadera, pero posee cierto grado de
realidad y antecedentes históricos. Recoge, por lo tanto, sucesos con elementos
fantásticos que despliegan la imaginación, dando cuenta de una visión del mundo
por parte de una ciudad, como la de Puebla, que a lo largo del siglo XIX

46
Cfr. CARRERA SÁNCHEZ y CASTILLO ROJAS, “Narrativa sobre la Puebla de los Ángeles…”, pp. 411-
415. Las autoras del artículo anotado llevaron a cabo una labor de campo y recopilación documental de
leyendas poblanas. El material impreso que consultaron pertenece al siglo XX y abarca diversos libros y
publicaciones periódicas. Aunque mencionan el volumen sobre leyendas que compiló Cordero y Torres en
1972, no enlistan la narración de la que nos ocupamos en este texto.

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experimentó de forma viva y constante enfrentamientos bélicos, epidemias y
múltiples avatares políticos, económicos, religiosos y culturales. La leyenda refleja,
así, las esperanzas, miedos y anhelos de un pueblo dispuesto a asimilar el factor
de la hambruna como válida explicación de desesperado canibalismo, mezclado
con asesinatos múltiples teñidos de un insólito ejemplo de amor patrio que, con la
moralidad excepcional que corresponde a momentos de guerra, bien pudo valer –
de haber sido el caso- un veredicto de inocencia a las ejecutoras.

Vayamos ahora a los hechos que consideramos como la fuente original de


la leyenda. Precisamos para ello situarnos en el Portal de las Flores47 de la Puebla
sitiada, el día 25 de abril de 1863. Ese día, como recordaremos, el ejército
mexicano obtuvo un breve triunfo frente a su homólogo francés en Santa Inés, que
se festejó con: “un repique de esquilas en la catedral (…) a las once y media de la
48
mañana”. Esa noche fueron apilados en el portal señalado alrededor de 60
soldados zuavos muertos en el enfrentamiento, con el fin de ser recogidos por el
ejército francés y trasladados en carretas para su inhumación. 49 La macabra
gracejada que surgió entonces la narró así en su diario el teniente Troncoso:

Uno de nuestros Jefes, de carácter siempre festivo, dijo por chanza en una reunión
de oficiales, que al anochecer se habían robado del Portal un cadáver de zuavo, el
cual era muy gordo, y que, hoy por la mañana, al comprar tamales a una tamalera
que los vendía en el portal de enfrente, se notó que dichos tamales tenían carne;
que naturalmente esto llamó la atención, puesto que la carne estaba por las nubes;
que al partir un tamal, se encontró un pedazo de un dedo de mano de hombre, y
se creyó que sería del cadáver del zuavo robado la noche anterior. El chiste tuvo
fortuna, circuló inmediatamente, y no faltó quien lo dijera a la pobre tamalera, la
cual lo tomó a lo serio, se defendió acaloradamente, y se asustó tanto que se
ausentó en el acto de la plaza. Dicen que el Teniente Coronel Lalanne fue el
inventor del cuento; él lo niega, pero es muy posible que haya sido. Otros dicen

47
Hoy Portal Morelos.
48
Antonio Carrión, citado en CONTRERAS et al, Puebla: textos de su historia, Tomo IV, p. 343.
49
Según Antonio Carrión, los cadáveres se iban levantando por grupos de aproximadamente diez para
sepultarlos. En CONTRERAS et al, Puebla: textos de su historia, Tomo IV, p. 343.

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que fue el Capitán José Inclán, lo cual es también muy posible, pues es bien
conocido Pepe.50”

Sin proponérselo, don Tirso R. Córdoba confirmó la veracidad de este


despliegue de humor negro de los oficiales del Ejército de Oriente. Conservador y
abiertamente prointervencionista, él describió, como testigo directo, la exposición
de los cadáveres de los zuavos como un espectáculo innecesario, en el sitio más
céntrico y público de la ciudad; y, coherente con su postura política, lo consideró
indigno y salvaje de parte del ejército “juarista”, pues los cuerpos habían sido
irrespetuosamente desnudados por la tropa, “y lo que más ira causaba era ver que
un sinnúmero de oficiales demagogos se acercaban a los cadáveres sangrientos y
delante de ellos vertían procaces chistes y groseros insultos”.51
Examinemos ahora el comportamiento que los oficiales del ejército
mexicano guardaron en aquel momento, y su trasfondo. Aún sin compartir
necesariamente el punto de vista de Córdoba, no cabe duda que el cuadro de los
zuavos fallecidos, desnudos y apiñados en un espacio público tan estratégico
como era (y es) el área del zócalo debía mover a los espectadores, por razones de
ética elemental, antes a la compasión y/o al miedo que a la risa. Dadas las
circunstancias, la risa implicaba una forma de ruptura de los resortes de la
moralidad vigente (por ejemplo el respeto que de forma inmemorial se debía a los
muertos y la occidentalmente “civilizada” repugnancia por cualquier forma de
antropofagia). El humor negro desplegado desbordaba, de manera encubierta, los
valores tradicionales, tornando efímeramente en cómica una patética escena de
muerte propia de una guerra; y es que lo cómico, según plantea Bergson, tiene
“frecuentemente relación con los hábitos, con las ideas, y digámoslo de una vez,
con los prejuicios de la sociedad”.52
El sarcasmo ha sido siempre un recurso común entre los soldados que, por
razones de su ejercicio deben controlar o al menos soslayar sus emociones para
actuar con eficacia. Una manera de evitar la pérdida de entereza y la fragilidad

50
TRONCOSO, pp. 325-26.
51
CÓRDOBA, pp. 248-252
52
BERGSON, La risa, p. 93.

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que va unida a la compasión es permitir la atracción por lo macabro, buscándole
salida mediante la risa.
Lo cómico se dirige a la inteligencia pura: la risa y la emoción son incompatibles.
(….) si me señalas [un defecto] de manera que despierte mi simpatía, mi temor o
mi compasión, todo habrá acabado y ya no podré reírme. Presentadme, en
cambio, un vicio grave y hasta repelido por todos; si con artificios lográis que no
me conmueva, acabaréis por volverlo cómico. (…) Es indispensable que no me
conmueva. Esta es la única condición necesaria, aunque no sea suficiente.53
En el momento de aquella exposición de cadáveres habían transcurrido ya
cuarenta días de que el sitio había iniciado, con toda su secuela de padecimientos
militares y civiles. Los chistes, grotescos pero ingeniosos surgidos entre los
jóvenes oficiales del ejército sitiado permitían un respiro antes de enfrentar lo que
faltaba de aquella jornada, cuyo final se sabía cercano pero aún impredecible. Con
la catarsis brindada por el humor negro era posible superar, por fugaz que eso
fuera, las terribles circunstancias de la realidad que se experimentaba. La
adopción que se hizo de esta anécdota, transformándola en leyenda por parte de
la población, debió permitirle a los poblanos transmitir a las siguientes
generaciones un relato que fue a la vez memoria y amnesia de un episodio
doloroso de la historia local.

Bibliografía:

BÁEZ, Victoriano D., (1992),


Episodios históricos de la guerra de la Intervención y el Segundo Imperio,
Puebla: Gob. Del Edo.
CARRERA SÁNCHEZ, Ma. del Carmen y CASTILLO ROJAS, Alma Yolanda, (1992)
“Narrativa sobre la Puebla de los Ángeles (Recopilación y estudio de
leyenda poblana)”, en Sabino Yano Bretón (Dir. Editorial), Segundo
Coloquio. Balances y prospectivas de las investigaciones sobre Puebla,
Puebla: Gob. del Estado/Comisión del V Centenario
CONTRERAS CRUZ, Carlos, CRUZ BARRERA, Nydia y TÉLLEZ GUERRERO, Francisco
(Comps.), (1993)
Puebla, Textos de su Historia, tomo IV, Puebla: Gob. del Edo/Instituto
Mora/ICSH-BUAP
----------------------------------- y PARDO Hernández, Claudia Patricia, (2009),

53
BERGSON, La risa, p. 93. Las cursivas pertenecen al texto original.

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Los Almanaques Poblanos y las efemérides de Puebla de José de
Mendizábal Tamborrel, 1519-1933, Puebla: BUAP
CORDERO Y TORRES,Enrique, et al (1983)
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-------------------------------- (1987), Historia compendiada del Estado de
Puebla, 3 tomos, Puebla: Bohemia Poblana.
CÓRDOBA, Tirso Rafael,(1970),
El sitio de Puebla. Apuntes para la historia de México, sacados de
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se imprimió en el taller de J. M. Vanegas, en Puebla, en la calle del dean 9,
en 1863], Introducción, biografía y notas de Daniel Moreno, Puebla: Cajica.
DE LA FUENTE, Jesús M.,(1910),
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Puebla, Puebla: Gob. del Estado/Comisión del V Centenario
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Reseña de los sucesos ocurridos en la Nueva Zaragoza. Desde que se
avistaron los franceses, escrita para el siglo XIX, Puebla: Secretaría de
Cultura-Gob. Del Edo., 1996. [El texto se detiene el 11 de mayo de 1863].
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