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reforma del
sector
hidrocarburos en
Venezuela
POR Igor Hernández
Venezuela ha sufrido una destrucción en su capacidad productiva, que ha
llevado a sus niveles de extracción petrolera desde los 3.45 millones de
barriles por día (mmbd), en febrero de 1998, a aproximadamente 1
mmbd, en junio de 2019 (según cifras reportadas por el Ministerio de
Petróleo y Minas a la OPEP), y menos de 1mmbd si se toman en cuenta
fuentes secundarias. Este colapso de nuestra principal industria ha
ocurrido en el medio del período más largo de precios altos del petróleo
que ha experimentado la economía venezolana en su historia, y es un
fracaso evidente respecto a las metas trazadas en distintos planes
oficiales, que en varios casos plantearon elevar la producción petrolera
hasta 6.0 mmbd. Existen diversas razones que explican esta debacle,
entre las cuales se encuentran las siguientes:
La pérdida de productividad y capital humano asociada a los
despidos masivos en PDVSA en 20022003. Esto afectó
negativamente la eficiencia y seguridad operativa y financiera, así
como la rentabilidad de PDVSA.
Uso de PDVSA para cumplir acuerdos energéticos (Petrocaribe,
Cuba, países en Suramérica, Europa, entre otros) y operaciones de
financiamiento contraídas por el Gobierno Central (con países
como Rusia y el Fondo ChinoVenezolano).
Dedicación de la empresa a actividades no medulares no rentables
y a ejecución de programas gubernamentales, que condujeron a una
menor transparencia en el uso de los recursos y a un mayor
despilfarro y corrupción en la ejecución de proyectos.
La entrada en vigor de una nueva Ley de Hidrocarburos, que
contempla una participación de PDVSA mayor al 50% en las
empresas mixtas petroleras, con la consecuente obligación en
inversión. Adicionalmente, la regalía aplicada a los proyectos se
incrementó en un 30%, mientras que la tasa de Impuesto sobre la
Renta aumentó en un 50%. Todo esto redujo significativamente la
rentabilidad de los proyectos en Venezuela e impuso una de las
mayores cargas fiscales a nivel mundial, y que coartó la inversión
cuando los precios retomaron niveles más bajos.
La aprobación del decreto ley que reservó al Estado bienes y
servicios conexos al sector de hidrocarburos. Esto afectó tareas
como inyección de agua, vapor o gas, así como la compresión de
gas, con devastadoras consecuencias para la producción petrolera
en campos de Monagas. También afectó negativamente a la calidad
y cantidad del transporte, mantenimiento de infraestructura y
servicios en la Costa Oriental del Lago.
Introducción de contribuciones especiales, que incluyeron precios
exorbitantes y extraordinarios del petróleo, ciencia y tecnología,
entre otras, que aumentaron la carga fiscal para las empresas
petroleras en el país.
Endeudamiento masivo con proveedores, tenedores de bonos,
prestamistas, que no se tradujo en inversión.
La migración forzosa de los proyectos en Venezuela al esquema de
Empresas Mixtas significó que más del 80% de lo requerido para
mantener operativa la industria petrolera en Venezuela tiene que
venir de PDVSA, si incluimos las obligaciones en campos
operados solamente por PDVSA.
La distorsión en los precios de los combustibles, que generó
subsidios masivos y pérdidas operativas a la industria petrolera,
además de inmensas oporrtunidades para el contrabando de
extracción.
El mal manejo de política cambiaria y monetaria, con la
introducción de un diferencial en el tipo de cambio que incrementó
los costos de operación de la industria petrolera y fue la principal
causa que llevó al proceso hiperinflacionario actual, con
devastadoras consecuencias para la población.
Todos estos cambios tuvieron lugar antes de la caída en los precios del
petróleo en 2014, con lo cual el escenario negativo para el país era
inevitable en ausencia de rectificación de estas decisiones. No sólo el
país falló en conseguir las inversiones necesarias, sino que llevó a
PDVSA a la ruina financiera y el desplome operativo. Esto no sólo trajo
nefastas consecuencias en pérdida de ingresos para el país (altamente
dependiente de la renta petrolera), sino que ha generado problemas en la
disponibilidad de combustible (afectando el transporte de personas y
bienes), acceso a gas doméstico, y la generación termoeléctrica, entre
otros efectos.
Paradójicamente, mucho de esta perversa dinámica fue amortiguada por
la entrada en operación de los proyectos de la Apertura a principios de
los 2000, que compensaron la caída en la producción propia de PDVSA
y transmitían una sensación de normalidad. Estos proyectos agregaron
más de un millón de barriles diarios de capacidad de producción,
mientras la producción propia de PDVSA declinaba rápidamente. La
combinación de altos precios con esa capacidad de producción adicional
ocultó en parte el colapso que estaba ocurriendo en la empresa estatal.
Es evidente que, para detener este momento trágico en situación petrolera
venezolana, es indispensable crear las condiciones para atraer la mayor
cantidad de recursos y esfuerzos que incrementen la productividad y
multipliquen las oportunidades de desarrollo del sector hidrocarburos, y
apalanquen el desarrollo energético del país, requerido para apoyar al
resto de las industrias necesarias en la recuperación de la nación. En esto
hay que ubicarnos en el contexto energético actual y reconocer cuáles
son los retos más inmediatos y los de largo plazo.
Contexto global (ventana de oportunidad, competencia)
En años recientes, las inversiones en exploración y producción a nivel
mundial se redujeron en un 30% respecto a los niveles observados entre
2010 y 2014, debido a la caída en los precios del petróleo. Esta caída en
la inversión significa que se hace más difícil poder reemplazar los
barriles que se pierden por la declinación natural de los pozos, dado que
hay una limitada capacidad productiva. Mientras la demanda por
hidrocarburos se mantenga o siga creciendo, la brecha que se genera
entre consumidores (transporte, electricidad, usos industriales) y los
barriles disponibles es cada vez mayor, lo cual genera oportunidades para
los países que sepan atraer empresas para desarrollar los recursos
existentes en su subsuelo.
La Agencia Internacional de Energía espera que, si la demanda por
petróleo y gas mantiene un crecimiento acumulado del 10% entre 2018 y
2040, las inversiones requeridas por año entre 2018 y 2025 tendrían que
ser más del doble de las inversiones hechas en los últimos tres años. Por
otro lado, algunas estimaciones hechas indican que Venezuela necesita al
menos 20 mil millones de dólares por año para revertir la caída en
producción y comenzar su crecimiento. Esto representaría cerca del 50%
de los recursos que se espera que fluyan a América Latina en los
próximos años.
Hay que considerar también que existe una gran incertidumbre respecto
al uso de los hidrocarburos como fuente de energía en los próximos años:
el calentamiento global y las tecnologías alternativas son parte de las
amenazas que cercan a los hidrocarburos. Por ejemplo, las políticas para
mitigar las emisiones de carbón, tales como impuestos, van a afectar la
utilización de hidrocarburos. Los crudos extrapesados, como los de la
Faja del Orinoco, pueden verse particularmente afectados por el alto
contenido de emisiones que pueden generar en diversas etapas de su
extracción, transporte, procesamiento y utilización final.
Más importante que el momento en el cual el consumo de hidrocarburos
deje de crecer es el hecho de que la reducción en el costo de generar
energía a través de fuentes alternativas pone presión sobre todos los
países productores; esto por el hecho de que una mayor parte de los
recursos que aún no se extraen tienden a perder su valor comercial.
En países altamente dependientes de los ingresos por hidrocarburos, este
escenario ha generado mayores presiones por buscar estrategias que
diversifiquen sus sectores productivos, al tiempo que buscan darle
dinamismo a su industria petrolera y de gas para reducir sus costos y
generar mayor eficiencia y competitividad. Lo mismo ocurre con países
como Brasil, Colombia, Argentina y Guyana, que aún sin tener la
dimensión de recursos de hidrocarburos que tiene Venezuela, se ubican
entre los mejores destinos para la inversión. Esto no sólo porque las
condiciones fiscales son más atractivas que las venezolanas u otros
detalles específicos, sino porque el entorno regulatorio e institucional les
ha permitido crear condiciones que garanticen la seguridad de las
inversiones y la transparencia en las relaciones entre empresas y Estado.
La toma de decisiones autónoma (a través de Agencias regulatorias)
basada en criterios de eficiencia y de estímulo a la competitividad,
tomando en cuenta el aprovechamiento de los recursos en beneficio de
sus naciones.
Venezuela es juzgada hoy como una de las jurisdicciones más riesgosas
para invertir a nivel mundial. Factores como la inestabilidad e
incertidumbre del marco regulatorio, la falta de autonomía para tomar
decisiones en el seno de las Empresas Mixtas, la ineficiencia y falta de
transparencia en el proceso de contrataciones han sido algunos de los
elementos que se han mencionado por empresas extranjeras como
elementos que obstaculizan o interrumpen indefinidamente proyectos de
petróleo y gas en Venezuela. Estos son elementos, que si bien no son los
únicos factores que afectan la operación, son sin duda un problema que
requiere atención inmediata dentro de un esfuerzo por crear el entorno de
inversión necesario para recuperar la industria petrolera. La gran
pregunta que queda entonces es: ¿qué se requiere para un proceso de
apertura del sector que pueda ser sostenible?, es decir, no sólo que se
atiendan los intereses de potenciales inversionistas, sino también las
preocupaciones de los ciudadanos venezolanos en el manejo del recurso
y que creen oportunidades para el progreso de la sociedad.
Necesidad de cambio de modelo
El tamaño y la diversidad de recursos que tiene Venezuela en cuanto a
hidrocarburos (crudos convencionales, gas libre y asociado y crudos
extra pesados como los de la Faja del Orinoco) requieren la existencia de
un marco regulatorio e institucional suficientemente flexible para
incorporar la realidad de cada proyecto, así como los frecuentes cambios
en la realidad del entorno energético mundial. Esto, a su vez, plantea la
necesidad de formar organismos con suficiente capacidad técnica para
determinar el alcance, las oportunidades y obligaciones para los
inversionistas, así como reglas de clara interpretación, que provengan de
un acuerdo entre todas las partes interesadas en el desarrollo del sector de
hidrocarburos.
En ese sentido, es clara la necesidad de redefinir el alcance y propósito
de los esfuerzos de PDVSA, la cual no es viable bajo ningún criterio en
el esquema legal actual e impide, de facto, la posibilidad para otros
actores de aportar en mayor escala para la ejecución de las actividades
previstas.
La menor producción petrolera, la existencia de acuerdos energéticos, el
envío de barriles para pagar deudas con Rusia y China, la desviación de
recursos hacia usos no petroleros y los subsidios a los combustibles,
entre otros factores, dejaron a PDVSA con una dramática merma en sus
ingresos, al punto en que en el primer semestre de 2019, de acuerdo a
algunas estimaciones[1], apenas 760.000 barriles por día generan ingresos
para PDVSA, lo cual, tomando el precio promedio del primer semestre
de 2019, llevaría a unos ingresos que apenas superan los $8 mil millones.
Aun si todo este monto se destinara para inversiones, sería insuficiente
para revertir la caída en inversión. El problema se agrava al considerar
las contribuciones fiscales, la importación de insumos para la operación
local y para el resto de la economía venezolana, y el servicio de una
deuda que no sólo incluye PDVSA, sino la correspondiente a toda la
administración pública (el saldo de deuda externa correspondiente a
Venezuela supera los $150 mil millones). Con este panorama es claro
que el sector privado tiene la mayor carga en cuanto a la inversión que
hace falta para el sector petrolero. Esta participación del sector privado
requiere instrumentos de mayor alcance a los utilizados hasta ahora
(como acuerdos de financiamiento, contratos de servicio para recuperar
producción o interconexión de pozos), debido a la inexistente capacidad
de PDVSA para honrar sus compromisos. Estos limitados recursos para
PDVSA implican que no existen oportunidades para asumir grandes
riesgos en el desarrollo de proyectos, por lo cual se tienen que crear
condiciones para que sean los privados los que asuman no sólo la mayor
parte de la inversión, sino también una mayor exposición al riesgo,
acorde a su experiencia y capacidad técnica, y considerando la
maximización de beneficios para la nación.
Esto también exige reenfocar la esfera de actividades de PDVSA a
aquellas relacionadas con el negocio de hidrocarburos, y en una escala
acorde a su capacidad financiera y técnica. Para ello es necesario realizar
una auditoría y evaluar el estado de los yacimientos, infraestructura y las
operaciones de la compañía, así como su exposición a distintas
obligaciones y posibles acciones en su contra, tanto en Venezuela como
en el exterior.
Por otro lado, la experiencia de países como Brasil y Colombia refleja
que el éxito de cualquier reforma del sector hidrocarburos pasa por
desarrollar Agencias de Hidrocarburos, con competencias técnicas,
integridad y compromiso con el país. Estos organismos definen el marco
competitivo sobre el cual se desarrollarán las inversiones de la industria y
pueden asignar los recursos geológicos para su explotación. En esto
prestarán atención a maximizar el valor de los hidrocarburos, crear
oportunidades para el progreso local y regional, aumentar el
conocimiento sobre el potencial productivo en el país y la conservación
del entorno social y ambiental, entre otros elementos. La organización y
transparencia en estos actos es lo que permite a los interesados tener las
reglas del juego claras, alineados a los objetivos de largo plazo de la
nación, con interlocutores identificados que no se sometan a los
designios de los vaivenes políticos y que se limiten las oportunidades
para la malversación y corrupción.
La competencia entre países por atraer recursos sugiere también la
importancia de contar con múltiples opciones de participación, bajo
nuevas formas contractuales. La diversidad de proyectos no sólo se
refiere al tipo de crudos, sino a distintas etapas en el ciclo de inversiones
en el que se encuentran y su riesgo asociado (exploración de aguas
someras, profundas o terrestres, recuperación de campos maduros,
campos de gas libre o asociado, entre otras). Flexibilidad en las
condiciones contractuales permiten adaptar el régimen fiscal y cualquier
otra obligación de las empresas, así como las garantías que ofrece el
Estado, a las condiciones impuestas por el mercado, las comunidades en
el país y los actores interesados. Así mismo, un marco legal e
institucional sólido permite definir las condiciones en las cuales se
puedan renegociar contratos, de modo que no desincentive la relación
entre el Estado y las empresas, y al mismo tiempo preparar al país a
nuevas realidades globales y locales.
Es necesario considerar, además, que el momento actual y el futuro
cercano plantean una oportunidad invaluable para replantear el manejo
de los recursos provenientes de la industria petrolera. En primer lugar,
tiene capital importancia definir claramente el espacio de acción de
PDVSA en cuanto al régimen fiscal aplicable y lo relacionado a
convenios energéticos. Los acuerdos energéticos firmados por el
Gobierno venezolano con países del Caribe, Sudamérica, China, Rusia y
otros han mermado significativamente la generación de ingresos para
PDVSA y cargado a la empresa de obligaciones, sobre las cuales no
existe transparencia en cuanto a las condiciones de estos acuerdos y su
conveniencia. Si dichos acuerdos no son convenientes para el país,
PDVSA debe estar exenta de asumir la responsabilidad de esos
compromisos. Adicionalmente, establecer claramente el tipo de
contribuciones que hace la industria petrolera limita la posibilidad del
desvío de fondos a través de iniciativas como FONDEN u otras formas
de gasto parafiscal, como las misiones, que llegaron a ser de montos tan
o más altos que las inversiones hechas por PDVSA en determinados
años. Esto sería un componente fundamental en la unidad del fisco y en
la generación de mayor transparencia en el uso de los recursos.
Otra área que presenta grandes retos es la correspondiente a los
mecanismos actuales para la fijación de precios y tarifas
correspondientes al mercado de energía nacional. Dadas sus
implicaciones en la distribución de ingreso, se abre la puerta para un
diseño de políticas compensatorias con las cuales aquellos con mayores
necesidades no verían afectados sus ingresos por el alza en los precios de
los combustibles. Un ejemplo lo proveen mecanismos que contemplen la
asignación directa a la población, de recursos generados por el alza de
combustibles (como fue implementado en Irán y similar a mecanismos
considerados en EE. UU. para redistribuir impuestos a las emisiones de
dióxido de carbono). Por otro lado, el esquema de precios a adoptar debe
permitir financiar la operación de las empresas en el mercado doméstico
y facilitar la inversión requerida para el desarrollo de infraestructura y
servicios que permita, por ejemplo, la reconducción del gas que se pierde
en quema/venteo, hacia usos comerciales y que apoyen a la industria
nacional, mayor acceso a gas doméstico, al tiempo que complementen la
generación eléctrica y contribuyan a reconstruir el maltrecho sistema
eléctrico. Por otra parte, utilizar mecanismos de asignación directa para
remover subsidios puede motivar a los ciudadanos a una mayor rendición
de cuentas por la asignación de recursos, que incremente los reclamos
por mayor transparencia y lograr una conexión más inmediata entre el
petróleo, el Estado y sus ciudadanos.
Recomendaciones
Por todas las razones expuestas, el momento es propicio para una
discusión abierta sobre la dirección que puede y debe tomar la política
del sector hidrocarburos. Para ello, hará falta definir los objetivos de
dicha política. La atención se ha enfocado mayormente en la generación
de ingresos para el país, pero existen otros intereses que justifican
reformas en un sentido amplio.
Por ejemplo, la relación entre la industria de hidrocarburos y sectores
conexos plantea una serie de interrogantes sobre cómo estimular el
empleo y las actividades locales y facilitar la transferencia de tecnología
sin que ello represente un obstáculo a la continuidad y desarrollo de
nuevos proyectos. Preparar a Venezuela para una recuperación
económica requiere también contemplar objetivos que consideren la
interrelación que existe entre el sector hidrocarburos y el eléctrico, y con
el resto de los sectores industriales y comerciales. Esta relación se hace
evidente ante las consecuencias que han tenido hasta ahora los
masivos cortes eléctricossobre la actividad petrolera y el resto de la
economía. Si el sector de hidrocarburos no puede generar los
combustibles para la generación termoeléctrica y servir de apoyo a las
otras fuentes de electricidad, el sistema continuará en riesgo y limitará
cualquier esfuerzo por estimular la actividad económica. La diversidad
de productos proveniente de los hidrocarburos también afecta sectores
como el de transporte (con implicaciones para el abastecimiento de
productos, por ejemplo), y puede generar insumos más baratos para
industrias como la petroquímica, siderúrgica, entre otras. Desde ese
punto de vista, si no arranca el sector de energía, es difícil que pueda
arrancar la economía en su conjunto y puedan mejorar las condiciones de
vida en el país.
Con metas de largo plazo, fruto de una discusión de amplia base y donde
se vean representados todos los sectores con intereses en el sector, es
posible pensar en los mecanismos para cumplir esas metas. Existen
varias contribuciones respecto al tema, como las de Guevara y
Bellorín, Espinasay Monaldi, que dejan de manifiesto puntos como los
siguientes: 1) la necesidad de una nueva arquitectura regulatoria para el
sector de hidrocarburos, donde la asignación del recurso se separe de
PDVSA. 2) La creación de una Agencia de Hidrocarburos, con potestad
de implementar los lineamientos marco del sector y que sea la referencia
regulatoria en el nuevo ecosistema de negocios. Esto incluye definir las
nuevas formas de inversión dentro del sector, las responsabilidades de
cada uno de los involucrados, sea garante de la transparencia en lo
relacionado a las operaciones y evalúe el desempeño del sector. 3) La
redefinición del rol de PDVSA, no sólo hacia tareas directamente
vinculadas a su negocio, sino lograr que opere en aquellos campos donde
sus capacidades financieras y técnicas se lo permitan. Esto requiere una
auditoría, pero también un proceso por el cual una nueva Agencia de
Hidrocarburos determine aquellos campos en los cuales PDVSA
efectivamente pueda operar. 4) La introducción de procesos competitivos
como las licitaciones para la asignación de los recursos
hidrocarburíferos, y en general la necesidad de una mayor transparencia
en todas las operaciones relacionadas al sector, incluyendo las
contrataciones de bienes, servicios, personal, entre otros. 5) La
consideración de esquemas fiscales que no sólo aseguren al Estado una
participación apropiada en la renta petrolera (donde la misma definición
de lo que es apropiado está sujeto a gran debate), flexible a los cambios
del mercado y que pueda limitar las tentaciones de los gobiernos a
renegociar los términos de los contratos. 6) Estímulos a la investigación
y desarrollo, la capacitación de personal y la creación de actividades
relacionadas con capacidad de generar valor al negocio petrolero. 7)
Mecanismos que limiten la discrecionalidad del Estado en el uso de la
renta petrolera y protejan al resto de la economía de la volatilidad del
mercado petrolero, entre otros puntos.
Existen también otros puntos a considerar en cualquier discusión sobre
reformas para el sector. Uno de ello deberá necesariamente lidiar con el
asunto de los mecanismos de ajuste de precios de combustibles en el
mercado interno, que no se limita a gasolina, sino que incluye diésel, fuel
oil y otros derivados del petróleo. Esta discusión también incluye lo que
ocurra con la producción de yacimientos de gas libre y asociado. Por otra
parte, es necesario considerar las implicaciones de reforma en otros
sectores de la economía, como el financiero. Por ejemplo, ampliar las
formas contractuales más allá del régimen de Empresas Mixtas permitirá
la entrada de una mayor diversidad de actores, con distintos perfiles de
riesgo y áreas de conocimiento que maximicen el valor de los recursos
existentes, bajo lineamientos de la nueva Agencia. Esto puede tener
implicaciones no sólo en los niveles de empleo y desarrollo de industrias
locales, sino en el surgimiento de nuevas formas de financiamiento, que
puedan involucrar mercados de capitales, con lo que se añade
profundidad y velocidad a las operaciones que pueden ejecutarse. Las
deficiencias en infraestructura en todos los segmentos de la cadena abren
también espacio para esquemas de financiamiento con distintos perfiles
de riesgo, tales como Project Finance o incluso Private Equity, que
complementen la actividad bancaria y de mercados de capitales.
Esquemas más flexibles pudieran abrir una puerta para una renegociación
de deuda con actores clave como proveedores de servicios y empresas
especializadas que se vieron afectadas por procesos de expropiación o
tienen acreencias con PDVSA, de manera de limitar el daño estructural a
las formaciones geológicas que ya se han desarrollado.
Dado el amplio espectro de cambios que son requeridos, una condición
necesaria para avanzar en estos objetivos es la implementación de un
nuevo marco legal, en la forma de una nueva Ley de Hidrocarburos. Es
indispensable que exista transparencia en las reglas del juego, que sean
observables a todos los ciudadanos y a todos los actores interesados en el
desarrollo del sector, donde los interlocutores estén claramente
identificados, al tiempo que se provee un piso para una apertura del
sector que luego sostenga reformas más específicas y genere la mayor
cantidad de opciones de negocio para quienes ven en Venezuela una
oportunidad hacia el futuro. Estas reformas y marco legal no ocurren en
el vacío, pues existen actualmente múltiples actores que desarrollan
negocios actualmente en diversidad de condiciones y que requieren
respuestas sobre cuáles serán las condiciones de negocio mientras
ocurren los posibles cambios legales. Es por ello que un elemento clave
para facilitar la discusión de reformas es la atención a los obstáculos más
apremiantes para la reactivación del sector, y abrir canales de
comunicación que permitan entender cuáles pueden ser las condiciones
que requieren los actores que actualmente operan en el país para facilitar
la adopción de reformas de mayor alcance. Recuperar la confianza de los
inversionistas requiere trabajo desde distintas instancias, pero una nueva
Ley siempre puede contemplar un régimen de transición que respete las
condiciones obtenidas en contratos legales anteriores, de manera de no
caer en los errores del pasado. Sin embargo, por las razones expuestas
anteriormente, una nueva Ley debe tener como objetivo mejorar las
condiciones actuales al tiempo que estimule una mayor competencia
entre los interesados.
Un nuevo marco legal no es condición suficiente, ni garantía de que el
sector hidrocarburos se vaya a recuperar, pero de no lograr reformas con
semejante amplitud a las que pudieran considerarse en una nueva Ley,
Venezuela pudiera permanecer severamente estancada, en términos de su
propio potencial, y también frente a otros países que ya han reconocido la
urgencia por extraer el recurso mientras sea valioso y han reformado en
consecuencia.
Este nuevo andamiaje legal e institucional sólo puede funcionar en un
entorno que ofrezca protecciones a los inversionistas. Si las condiciones
del contrato cambian de manera impredecible, unilateralmente y sin
proceso de discusión, cualquier iniciativa que se tenga tendrá que lidiar
con los problemas de reputación que tiene el país. Las demandas que
enfrenta en la actualidad la Nación son una muestra de las consecuencias
negativas de incumplir contratos.
Más allá de las reformas legales, hacen falta reformas de política
económica, que incluyen aspectos como los siguientes: 1) Reformas
monetarias y cambiarias que eliminen las distorsiones en costos debidas
al tipo de cambio, y que han tenido desastrosas consecuencias para la
población (incluidos los trabajadores petroleros) debido a la
hiperinflación. Esto también incluye la reforma a la Ley del BCV para
evitar el financiamiento directo a PDVSA. 2) Atención inmediata al
estado de la infraestructura en el país, lo cual no sólo demandará
esfuerzos tanto de inversión pública como privada, para eliminar
obstáculos en todas las áreas de la cadena de valor de los hidrocarburos.
3) Reformas en el sector financiero, que estimulen la actividad crediticia
y el crecimiento de los mercados de capitales, que permitan no sólo
financiar proyectos de infraestructura asociados al sector, sino que
faciliten el acceso de capital privado nacional y extranjero en la industria
de petróleo y gas. 4) El impulso a una mayor integración entre
universidades, el sector privado y el Estado que identifique las
principales carencias en términos de recursos humanos, bienes y
servicios para la industria, y al mismo tiempo permita una mayor
actividad de investigación y desarrollo, que genere mayores esquemas de
colaboración y ayude a las nuevas generaciones a identificar nuevas
oportunidades de crecimiento para el sector energía y el país en su
conjunto. 5) Respuestas eficaces ante la pérdida del orden público y la
completa falta de seguridad, lo que compromete las operaciones del
sector y, en última instancia, es fuente de inestabilidad para cualquier
proyecto.
Cualquier iniciativa de reforma tiene más probabilidad de éxito en la
medida en que surja como producto de una conversación inclusiva,
donde se difundan ampliamente los retos que enfrenta el sector y las
implicaciones de distintas propuestas para el país. Ello plantea la
multiplicación de espacios para hablar de cuál debe ser el rol del sector
de hidrocarburos en la reconstrucción de Venezuela. Debido a su papel
en la generación de ingresos y su relación con otros sectores como el
transporte, residencial, comercial, industrial, la conversación sobre
reformar el sector es de interés para todos los venezolanos, y requiere de
la más profunda reflexión, así como de ser capaces de responder a tiempo
a los retos y oportunidades que plantean las nuevas realidades
energéticas.