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Dos mitos se han construido alrededor de la investigació n científica, que son só lo eso: “mitos”,
una especie de “leyendas urbanas” que no tienen razó n de ser. Veamos rá pidamente estos
mitos.
Durante añ os, algunas personas han dicho que la investigació n es muy complicada, difícil,
exclusiva para personas de edad avanzada, con pipa, lentes, barba y pelo canoso, ademá s de
desaliñ ado, propia de “mentes privilegiadas”; incluso, un asunto de “genios”. Sin embargo, la
investigació n no es nada de esto. La verdad es que no resulta tan intrincada ni difícil. Cualquier
ser humano puede hacer investi- gació n y realizarla correctamente, si aplica rigurosamente el
proceso correspondiente.
Hay estudiantes que piensan que la investigació n científica es algo que no tiene relació n con la
reali- dad cotidiana. Otros alumnos consideran que es “algo” que solamente se acostumbra
hacer en centros muy especializados e institutos con nombres largos y complicados.
En primer lugar, es necesario recordar que la mayor parte de los inventos y tecnologías en el
mundo, de una u otra forma, son producto de la investigació n. Creaciones que, desde luego,
tienen que ver con nuestra vida diaria: desde el proyector de cine, el nailon, el marcapasos, la
aspiradora, el motor de combustió n, el telé fono celular o mó vil y el CD; hasta la electricidad,
computadoras, naves espaciales, medicamentos, vacunas, cohetes, juguetes de todo tipo y
prendas de vestir que utilizamos cotidianamente.
Por otro lado, hoy en día no es posible concebir a una amplia gama de trabajos sin mencionar
la investigació n. ¿Nos podemos imaginar a un gerente de mercadotecnia en cuya á rea no se
efectú e investigació n de mercados? ¿Có mo sabrían sus ejecutivos lo que sus clientes quieren?,
¿có mo conoce- rían su posició n en el mercado? Realizan investigació n por lo menos para estar
al tanto de sus niveles de ventas y participació n en el mercado.
¿Acaso nos podemos figurar a un ingeniero civil que pretenda construir un edificio, un puente
o una casa sin que lleve a cabo un estudio del suelo? Simplemente, deberá hacer una pequeñ a
investiga- ció n de lo que requiere su cliente, quien le encarga la construcció n.
¿Podemos concebir a un mé dico cirujano que no ejecute un diagnó stico preciso de su paciente
previo a la operació n?, ¿a un candidato para un puesto de elecció n popular que no realice
encuestas de opinió n para saber có mo lo favorece el voto y qué opina la gente de é l?, ¿a un
contador que no analice las nuevas reformas fiscales?, ¿a un bió logo que no haga estudios de
laboratorio?, ¿a un crimi- nó logo que no investigue la escena del crimen?, ¿a un periodista que
no haga lo mismo con sus fuen- tes de informació n?
Igualmente con enfermeras, economistas, soció logos, educadores, antropó logos, psicó logos,
arqui- tectos, ingenieros en todas sus ramas, veterinarios, dentistas, administradores,
comunicó logos, aboga- dos y, en fin, con todo tipo de profesionales.
A lo mejor sí hay mé dicos, contadores, ingenieros, administradores, periodistas y bió logos que
se desempeñ an sin tener que estar en contacto con la investigació n; pero seguramente su
trabajo es muy deficiente.
La investigació n es muy ú til para distintos fines: crear nuevos sistemas y productos; resolver
pro- blemas econó micos y sociales; ubicar mercados, diseñ ar soluciones y hasta evaluar si
hemos hecho algo correctamente o no. Incluso, para abrir un pequeñ o negocio familiar es
conveniente usarla.
Cuanta má s investigació n se genere, má s progreso existe; ya se trate de un bloque de naciones,
un país, una regió n, una ciudad, una comunidad, una empresa, un grupo o un individuo. No en
vano las mejores compañ ías del mundo son las que má s invierten en investigació n.
De hecho, todos los seres humanos hacemos investigació n frecuentemente. Cuando nos atrae
una persona que conocimos en alguna junta, una reunió n o un saló n de clases, tratamos de
investigar si le podemos resultar atractivos. Cuando un amigo o amiga está enojado(a) con
nosotros, examinamos las razones. Cuando nos interesa un gran personaje histó rico, indagamos
có mo vivió y murió . Cuando buscamos empleo, nos dedicamos a investigar quié n ofrece trabajo
y en qué condiciones. Cuando nos agrada un platillo, nos interesa conocer la receta. É stos son
só lo algunos ejemplos de nuestro afá n por investigar. Es algo que hacemos desde niñ os. ¿O
alguien no ha visto a un bebé tratando de averiguar de dó nde proviene un sonido?
La investigació n científica es, en esencia, como cualquier tipo de investigació n, só lo que má s
rigurosa, organizada y se lleva a cabo cuidadosamente. Como siempre señ aló Fred N. Kerlinger:
es sistemá tica, empírica y crítica. Esto se aplica tanto a estudios cuantitativos, cualitativos o
mixtos. Que sea “sistemá tica” implica que hay una disciplina para realizar la investigació n
científica y que no se dejan los hechos a la casualidad. Que sea “empírica” denota que se
recolectan y analizan datos. Que sea “crítica” quiere decir que se evalú a y mejora de manera
constante. Puede ser má s o menos contro- lada, má s o menos flexible o abierta, má s o menos
estructurada, pero nunca caó tica y sin mé todo.
Tal clase de investigació n cumple dos propó sitos fundamentales: a) producir conocimiento y
teorías (investigació n bá sica) y b) resolver problemas (investigació n aplicada). Gracias a estos
dos tipos de investigació n la humanidad ha evolucionado. La investigació n es la herramienta
para conocer lo que nos rodea y su cará cter es universal. Como señ aló uno de los pensadores
má s connotados de finales del siglo xx, Carl Sagan, al hablar del posible contacto con seres
“inteligentes” de otros mun- dos: