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EL COPP: MITOS Y REALIDADES

Por: Leonardo Pereira Meléndez*

El Código Orgánico Procesal Penal Venezolano entró en vigencia el 1º de julio


de 19991; desde entonces, ha sido sometido a reformaciones en par de
oportunidades. Cuando se derogó el vetusto Código de Enjuiciamiento criminal,
muchos pensaron que se habían acabado los espasmódicos problemas de lentitud
de la justicia, las tribus judiciales, y se argumentaba que los juicios serían más claros
y transparentes; la situación cambió indubitablemente.

Pero, en mi modestísima opinión, no mucho.

Es cierto que la Ley Adjetiva Procesal Penal de Alemania ha sido modificada,


reformada, no menos de sesenta veces; no obstante, nosotros con apenas dos
reformas2, hemos pisoteado los más sagrados principios universales del Derecho
Procesal Penal. A los estudiantes de Derecho en las universidades, los catedráticos
de Derecho Constitucional, les enseñan que todo lo que colide con la Constitución,
es punto de toda nulidad absoluta. Más adelante, ya descubrirán que todo ello, es
letra muerta.

1 Ver: Gaceta Oficial Extraordinaria Nº 5.208, de fecha 23 de enero de 1998.


2
Este breve ensayo: Sobre la Reforma del COPP, fue escrito a finales del mes de noviembre de 2001,
y publicado en Colombia, a principios del año 2002. Nunca imaginé que nuestra Ley Adjetiva Penal,
sería reformada en tiempos relativamente muy cortos: 2006, 2008, y 2009. Posteriormente, se produjo
un nuevo Código Orgánico Procesal Penal, diametralmente opuesto al texto original que se
promulgara y publicara en 1998.
Si bien "muchos ajustes se hicieron y un gran número de instituciones fueron
corregidas"3, quienes participaron en la reforma reciente del Código Orgánico
Procesal Penal, puesta en vigencia desde el 14 de noviembre de 2001 4, han con-
siderado –con sus contadas excepciones– que el único culpable de la creciente
delincuencia en nuestro país, es, sencillamente, el COPP, partiendo de ideas
erróneas, lo que conlleva a crear un grave, barbarísimo error, que tarde o temprano,
deberá ser corregido, bien sea, por la jurisprudencia de los Tribunales de la
República, o por el Poder Legislativo, a través de una nueva reforma más acorde
con los principios establecidos en la Carta Magna Bolivariana actual.

No pretendo la abolición de las penas privativas de libertad, tesis


argumentada por el Maestro de la Criminología, Dr. Elio Gómez Grillo, que por su
densidad, comentaré en otra oportunidad. Soy de la idea –sin ser "fariseo", como
llama el ilustrado penalista, Dr. Tamayo Rodríguez, a quienes critican la reforma
del COPP– que los maestros y doctos del derecho, al momento de analizar y
establecer la actual reforma del COPP, obviaron por completo la teoría kelseneana,
ya que –que no quepa la menor duda– la referida reforma del COPP, viola el
principio consagrado de la progresividad de los Derechos Humanos, que está
establecido, nada menos que en la propia Constitución de la República Bolivariana
de Venezuela; la misma que desde su fecundación y posterior nacimiento ha sido
vulnerada, pisoteada, violada, no sólo por el Poder Ejecutivo sino por el Poder
Legislativo, y para colmo, por los integrantes del Poder Judicial.

Tengo aproximadamente veinte y dos años ejerciendo en su mayoría el


Derecho Penal, restando los dieciocho meses que injustamente me sometieron a
pasar en un centro de reclusión, privado de mi condición de ciudadano libre;
aunque, desde allí, ayudé a no pocos ciudadanos a recuperar su libertad, y la verdad
es que nunca había visto tanto especulamiento arbitrario –originado por una confusa
política criminal de nuestros “sabios” legisladores–. Que se sepa –así me lo enseñó

3
Tamayo Rodríguez, José Luis. Fariseos en contra de la reforma del COPP. En: El Nacional. Caracas. Fecha:
09 de octubre de 2001.
4
Ver: Gaceta Oficial Extraordinaria Nº 5.558 de fecha 14 de noviembre de 2001.
mi profesor de Derecho Constitucional, el Dr. César Osío, por allá en el año 1985–
, una vez que se aprueban beneficios en una Ley, estos no pueden echarse para
atrás, ni borrarlos de un solo plumazo; esencialmente, porque estos no pueden ser
regresivos y quien ha leído el COPP, puede percatarse que los legisladores,
restringieron el concepto universalmente aceptado –columna vertebral de los
Derechos Humanos– como lo es la presunción de inocencia5.

Ninguna ley penal restringe la delincuencia. Ninguna ley penal de un borrón


elimina la delincuencia, inclusive, no la disminuye en nada ni la fractura. Mientras
el Poder Ejecutivo, no asuma una verdadera política criminal preventiva de Estado,
fomentando pleno empleo, y la equidad en todos los estratos sociales, se reformará
cien veces el COPP, y se crearán nuevas leyes, y el resultado íntegramente será
el mismo: más generación de violencia; más pobreza; más delincuencia. Esto lo
entiende hasta el más humilde estudiante de Derecho.

Con la entrada de la reforma del COPP, he contemplado que algunos


magistrados, la han aplicado a hechos del pasado, olvidándose la excepción de
la retroactividad de la ley penal más benigna6.

5
En tal sentido, la responsabilidad, y por consiguiente, culpabilidad del acusado, deberá probarse en el juicio
oral y público. No es una mera facultad del Estado. Es una ineludible obligación. El Estado es quien
determinará si el acusado es culpable. Pero antes tendrá que desvirtuar de manera lícita y traslúcida la
Presunción de Inocencia del justiciable. En definitiva: el acusado no está compelido a probar su inocencia. La
Presunción de Inocencia, es uno de los principios elementales, esenciales e imprescindibles, instituidos en el
Código Orgánico Procesal Penal, en tanto precisa que la persona imputada o acusada, no puede ser tratada
como culpable durante la investigación y enjuiciamiento; por tal razón, deberá ser apreciada como inocente,
en todas las fases del proceso penal, hasta que sobrevenga en una decisión irrebatiblemente firme, sin que
pueda amainarse en ningún tiempo su estado de inocencia. Este principio tiene como objetivo fundamental:
prevenir el adelantamiento de las consecuencias de una sentencia condenatoria anticipada, por lo que respecta
a su debida aplicación, en acatamiento al debido proceso penal, y a las ritualidades procesales y constitucionales,
el imputado debe ser tratado, antes y durante el transcurso del juicio, con todo el respeto que amerita su estado
de inocencia, lo que significa que deberá ser juzgado en libertad, y en caso de que la responsabilidad penal que
se atribuye no llegue a acreditarse, deberá absolverse. Para una mayor información: Pereira Meléndez,
Leonardo. La Presunción de Inocencia y el Debido Proceso Penal. Vadell Hermanos Editores. Caracas.
Venezuela. 2011
6
No hace mucho, en mis conclusiones finales de un juicio llevado a cabo en la ciudad de Barquisimeto, yo
recordaba grosso modo los principios básicos de la Teoría Dogmática del Derecho Penal; la Juez del caso
demostró no haber leído nunca a Henri Capitant: "El jurista no puede jactarse hoy de conocer el Derecho, a
menos que complete y verifique el estudio de los textos con el de la jurisprudencia". Al concluir el juicio, se me
acercó un conocido abogado –el Dr. Ramón Pérez Linárez, para más señas– y me dijo algo que me dejó helado:
"No pierdas el tiempo. Esa Juez ni siquiera sabe lo que dijiste". Con razón la mencionada ‘Magistrada’, sacó
El Estado de Derecho y la legalidad desaparecieron del país. La actual
reforma del COPP, consecuencialmente, toca, entre otros no menos importantes
puntos, la presunción de inocencia, el derecho a ser juzgado en libertad, el debido
proceso, y menoscaba, los principios o postulados más importantes del derecho,
verbigracia, el principio de la progresividad de los Derechos Humanos.

Desde la entrada en vigencia del COPP, esto es, de su segunda reforma,


existe una matriz de crítica en su contra, encabezada por eximios juristas patrios:
Jorge L. Rosell Senhenn, Elio Gómez Grillo, Jairo García, Ramón Pérez Linárez,
por caso. Quienes justifican ésta segunda reforma, señalan entre otras opiniones
que, por su "amplitud y elasticidad" el COPP –derogado recientemente– dio como
resultado, “la más absoluta y total impunidad, y, por ende, el aumento sostenido de
la delincuencia, en toda clase de delitos, hasta extremos francamente intolerables"7.
Sin embargo, a pesar de su aprobación, insisto: el problema de la delincuencia no
es el COPP; el meollo de la cuestión reside –tal cual lo expresara Nelson Lara– “en
la incompetencia de las instituciones, que fallaron ayer con el sistema inquisitivo,
fallan hoy con el sistema acusatorio y fallarán mañana con cualquier injerto que se
apruebe". Mientras cortemos el árbol, y no la raíz, el bosque seguirá dando sus
frutos: violencia, pobreza, miseria, delincuencia. A los enfermos se llevan al hospital
y de allí salen curados. El Maestro, Dr. Elio Gómez Grillo, inquiere: "¿Por qué en
las cárceles entran personas que por motivos diversos han delinquido y los que
logran salir con vida son más delincuentes que cuando entraron?". Responde con
una incógnita: "¿El malo es el COPP, o lo es la mala cárcel, que no hizo mejores a
esos hombres?"8. Pregunta de nuevo: "¿Ha cumplido el Estado con su parte
asumiendo su responsabilidad de crear y poner a funcionar alguna organización -
no se puede obviar el asunto de asistencia post penitenciaria, para darle la mano a
los ex-reclusos?"9. Contéstole con desolación: Al Dr. Carlos Alberto Nieto Palma,

la más baja puntuación en el Concurso de Oposición que se hizo para integrar la Corte de Apelaciones de esta
entidad federal...
7
Tamayo Rodríguez, José Luis. Proposiciones para reformar el Código Orgánico Procesal Penal. Ediciones
de la Asamblea nacional. Caracas. 2001. Pág. XVI
8
Gómez Grillo, Elio. “No debemos devolverle a la policía el poder que el COPP le quitó”. En: Últimas Noticias.
Caracas. Fecha: 21 de junio de 2000.
9
Gómez Grillo, Elio. Ob. Cit.
Coordinador General de "Una Ventana a la Libertad", por haber osado criticar la
ausencia de políticas de rehabilitación penitenciaria, por parte del Poder Ejecutivo
Nacional; el otrora Ministro del Interior y Justicia10, don Luis Miquilena, emitió "una
orden prohibiendo la entrada del activista de los derechos humanos a todos los
recintos penitenciarios del país"11. El Maestro tiene razón para fruncir el ceño.
Conozco jueces, defensores públicos penales, fiscales del Ministerio Público, con
índices académicos deprimentes. Jueces nombrados a dedos, sin preparación
alguna; fiscales que en pregrado repararon infinidades veces, llevando –
expresamente– materias de arrastre; defensores públicos penales, nombrados por
palancas y otras tuercas.

En lugar de reformar el COPP, cada vez que la dirigencia política venezolana,


desea repartir espejitos, se deben impulsar cambios verdaderos e institucionales.
Limitando el principio general del derecho a ser juzgado en libertad, no limita en
forma alguna la delincuencia. Hay muchos jueces con bozales de arepas.
Cuidadores de carguitos. El Profesor Jairo García Méndez12, advierte que estos
jueces son los que "temen ser catalogados como enemigos de "el proceso" y
padecer relativamente defenestraciones ignominiosas, satanizaciones y arduos
procedimientos disciplinarios jacobinos. Por ello, no dudan en sacrificar la justicia y
la legalidad de sus decisiones, no por el respeto a formalidades como lo manda la
ley, sino por el acatamiento a los intereses políticos del nuevo régimen".

Conozco jueces que para satisfacer a algún amigo, o a la víctima o a sus


familiares, condenan a cualesquiera persona, sin importarles un bledo, si es o no
culpable. También estoy en conocimiento de otros, que respetando las normas
penales y derechos humanos, realizando investigaciones oportunas, imparciales,

10
Hoy en día, Ministerio del Poder Popular para Relaciones Interiores, Justicia y Paz.
11
“Solicitan cese de hostigamiento contra ONG penitenciaria”. En: El Nacional. Caracas. Fecha: 24 de julio
de 2000
12
Exhorto leer la obra, Entre enmiendas, revocatorias y formalidades constitucionales, de este autor merideño,
quien se destacó en la Ilustre Universidad Fermín Toro de Barquisimeto, como Coordinador de Investigaciones
Jurídicas, durante la Rectoría del Dr. Pedro Briceño Cabrera.
neutrales, se apartan de los medios comunicacionales, y objetivamente aplican la
ley. Jorge Eliécer Mendoza Rodríguez, por caso.

El Estado debe buscar solución, no crear problema. No en balde, el entonces


Fiscal General de la República, Dr. Isaías Rodríguez, nos advierte: "Ni éste ni ningún
código resolverá los problemas que institucionalmente el Estado y la sociedad deben
afrontar, educando, formando, y actuando bajo el principio de la corresponsabilidad
y la participación". Más claro no canta un gallo. El COPP no es culpable que la célula
fundamental de la sociedad, haya desaparecido por la ineficacia del Estado, por la
incapacidad de los gobernantes que Venezuela ha tenido, de un tiempo a esta
parte.

A los operadores de la justicia no se les preparó para el cambio radical. El


giro de 180 grados que dio el sistema judicial venezolano, fue gigantesco. Y esto,
es obvio: no es culpa del COPP. No podemos seguir indiferentes al sistema
penitenciario. Sigo pensando igual que el Dr. Ramón Guillermo Aveledo –
extraordinario demócrata cristiano, escritor de pluma ligera y perdurable–: “el viejo
proceso era mucho más propicio a favorecer el delito que el nuevo".

Con un poder judicial –con minúsculas– mediatizado, y un Ministerio Público,


sin recursos de ninguna índole; con centros penitenciarios inservibles; ningún
código –por muy moderno que sea– acabará con la delincuencia. Decir lo contrario
es demagogia.

Comparto la certera opinión del Dr. Elio Gómez Grillo, cuando afirma sin
titubeos: "El COPP no es una ley perfecta, sino perfectible, como toda creación
humana". A la Ley Adjetiva Procesal Venezolana, se le culpa de un "excesivo"
aumento delictual. Sin embargo, no existen aspectos confiables que demuestren
que el aumento delictivo venezolano sea producto del COPP. La finalidad de la
reclusión –para decirlo con la autoridad del fundador y creador del Instituto
Universitario Nacional de Estudios Penitenciarios– es que, quien haya estado
preso, salga convertido en un hombre de bien. Si la cárcel no logra así dicho
objetivo: "hay que condenar al Estado que mantiene cárceles así y trabajar para que
ellas funcionen como deben". Nadie ayuda a ningún ex recluso a que se reinserte
en la sociedad. El Estado lo margina, y para burlarse de él, paradójicamente,
establece en la propia Carta Magna "Bolivariana", garantías penitenciarias13 y
derechos humanos de los presos, los cuales, la mayoría de las veces, son
irrespetados nada menos que por el propio Estado.

En el mundo entero se incrementó la delincuencia. Dentro de los organismos


policiales del Estado, la delincuencia ha crecido considerablemente. ¿Ello es culpa
del COPP? o ¿del Estado que ha sido incompetente? El aumento de la pobreza, de
la marginalidad, de los incontables niños de las calles, a quienes el máximo
representante del Poder Ejecutivo Nacional, prometió acabar, desaparecer,
cumpliendo a cabalidad su promesa: acabó con el derecho a ser formados,
educados –dignamente– para un mejor porvenir. También esto, ¿es culpa del
COPP? Que el Ministerio Público no cuente con recursos económicos, personal
capacitado, equipos modernos (computación, redes informáticas, bibliotecas, entre
otros), estructuras físicas propias, acaso ¿es culpa del COPP? Que los defensores
públicos penales –con mínimas excepciones– se acostumbraron a colocar sus
rúbricas, en escritos enmendados, tachados, por secretarias o secretarios, que
nunca llegaron a concluir la segunda etapa de la educación básica, sin ahondar en
la investigación, sin esgrimir argumentos defensivos alguno, condicionándose a
decir: "En nombre y representación de mi defendido niego, rechazo y contradigo
los cargos formulados por el representante del Ministerio Público". Esto, ¿es culpa
del COPP? Que los jueces convalidaran las "serias", "agudas" y "respetadas" inves-
tigaciones de los organismos policiales, sin conocer ni oír personalmente, a los
involucrados en el proceso de rigor, ¿es culpa del COPP?, o ¿de la justicia penal
venezolana?

Seamos sinceros. Nada nos cuesta. Hubo una monstruosa improvisación.


¿Para qué negarla? Debemos tener claridad en un hecho como éste. No es difícil
enmendar errores. Basta de medidas de paños calientes, no tratemos de tapar el
sol con un dedo. ¿Ha disminuido la delincuencia desde el 14 de noviembre de 2001?

13
Léase el Artículo 272 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela.
Lamentablemente, ha sucedido todo lo contrario: el aumento es inocultable.
Entonces, ¿dónde está la falla? Las cárceles se seguirán poblando, mientras el
Estado no implemente, suficientes fuentes de trabajos; una educación equitativa
para todos; corrija sus entuertos; y, progresivamente, la familia sea valorada,
deontológicamente, como una parte integral de la humanidad, y no por el contrario,
como una simple cría de ratones. Cumpliendo con las promesas formuladas en las
campañas electorales.

El Estado, a través de la Constitución, promete, garantiza el derecho al


trabajo; el derecho a la salud; el derecho a la educación; asegura la protección a
la familia; el derecho a la propiedad privada y a tener techo propio; reconoce y
afianza la protección del niño y de la madre; derechos y garantías que han sido
violentados en todos los tiempos –abiertamente–, desde el año 1961, fecha en la
cual entró en vigencia, la mejor Constitución Nacional14 que ha tenido la República
de Venezuela15 –la cual hoy se le agrega el vocablo "Bolivariana"16–, pero

14
Publicada en la Gaceta Oficial Extraordinaria Nº 662 de fecha 23 de enero de 1961. Estuvo vigente durante
38 años hasta que fue derogada por la aquiescencia de la Constitución de 1999, a través del Referéndum del
15 de diciembre 1999. Esta Carta Política Fundamental, tuvo dos enmiendas autorizadas, a la sazón, por el
otrora Congreso Nacional. La Enmienda N° 1 sancionada por el Poder legislativo, y publicada en la Gaceta
Oficial Extraordinaria Nº 1585 del 11 de mayo de 1973. Su propósito fue imposibilitar al General de División,
Marcos Evangelista Pérez Jiménez de ser electo Presidente de la República o ejercer cargos parlamentarios ante
el Congreso. En 1968 la agrupación política Cruzada Cívica Nacionalista, lo presenta como candidato a
Senador, siendo elegido con una considerable votación. Empero, la antes Corte Suprema de Justicia, anuló su
elección. La Enmienda N° 2 homologada por el Poder Legislativo, y publicada en la Gaceta Oficial
Extraordinaria Nº 3.119 del 26 de marzo de 1983, estipuló entre otras cuestiones: la reforma del sistema
electoral para los Concejos Municipales y las entonces Asambleas Legislativas.

15
En 1953 el Congreso Nacional decretó una nueva Carta Magna, en la cual se le cambia el nombre al país de
Estados Unidos de Venezuela –nombre que tenía desde 1864, época del gobierno del General de División y
Mariscal, Juan Crisóstomo Falcón– a República de Venezuela. Por cierto, al General Juan Crisóstomo Falcón
se debe la abolición de la pena de muerte, y la supresión de la prisión por deudas.
16
En fecha 15 de diciembre de 1999, mediante Referéndum Aprobatorio de la Carta Política Fundamental que
elaborara la Asamblea Nacional Constituyente, se aprobó la nueva Constitución y con ella la actual estructura
jurídico - política del país. La Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, fue publicada el 30 de
diciembre de 1999, en la Gaceta Oficial Nº 36.860, reimpresa en la Gaceta Oficial Nº 5.453 Extraordinario de
fecha de marzo de 2000. La Disposición Decimoséptima Transitoria señala que: “El nombre de la República,
una vez aprobada esta Constitución, será “República Bolivariana de Venezuela”, tal como está previsto en su
artículo uno...”. Como cosa nada increíble, el país ha cambiado o reformado su nombre, bajo el mandato de
presidentes militares o ex militares.
pisoteada de una manera infame como la actual, aprobada en 1999. La crisis
económica, social, política, que enfrentamos, como consecuencia contradictoria de
la mala praxis de la dirigencia gubernamental, que, erróneamente, hemos elegido,
de una manera “democrática” –valgan las comillas–, y que arrojó un saldo negativo,
por el manejo extraño del Consejo Supremo Electoral17, en ese momento, pero
esto también, ¿es culpa del COPP? Nada hay más peligroso que entretenerse con
mentiras. No pasará mucho tiempo, mediante el cual, el COPP nuevamente sea
sometido a otra reformación. El hecho que haya sido revisado y reformado, en par
de oportunidades, en menos de tres años, es signo inequívoco, que la solución al
problema, no es crear o modificar leyes, sino definir de una vez por todas, si
queremos vivir de improvisaciones, de mentiras políticas, o definir las bases de un
nuevo Estado de Derecho, donde se respeten los principios universales de los
derechos humanos, del Derecho Procesal Penal; del Derecho en general; no
dejándonos manipular, por quienes han pretendido, ver a éste gran país, como un
gran hato. Este y no otro, es el reto.

Laurens, citado por Arturo Uslar Pietri, decía en el siglo XIX que "el derecho
es un océano de dudas"18. Y la duda, para el Maestro Luis Bertrán Prieto Figueroa,
era un camino. Pero ese camino debe ser recto. Colocando al descrédito público a
toda persona, sin haberse obtenido una sentencia condenatoria firme en su contra;
presumiéndose criminal a toda persona detenida; exponer a toda persona, a través
de los medios comunicacionales, como vulgares delincuentes, logrando en gran
escala, influir en el ánimo de los magistrados, quienes súbitamente, presumen
culpables a los detenidos por los organismos policiales, innecesariamente, nos
desviamos del camino, y nos precipitamos, al desconocer el principio de la
presunción de inocencia, hacia las aguas profundas del sistema inquisitivo.
Seguimos siendo inquisitivos. Somos inquisidores de oficio. Todo el mundo habla
del COPP. Los jueces, defensores públicos, abogados litigantes, fiscales del
Ministerio Público, todos alardeamos del cambio que palideció al sistema judicial

17
Hoy en día, Consejo Nacional Electoral.
18
Uslar Pietri, Arturo. Derecho y Justicia. En: El Nacional. Caracas. Cuerpo A. Fecha: 18 de marzo de
1990. Pág. 4
venezolano. "¡Fariseos!", llaman a los que critican las reformas inquisidoras del
COPP. Pero pocos son los que se atreven a decirle a un juez o fiscal del Ministerio
Público: "¡Ya basta! ¡Deje de manipular la verdad! No tenga miedo. Aplique la norma
del COPP. No viole el principio de la presunción de inocencia. Recuerde el principio
de la afirmación de la libertad". Lamentablemente, nadie lo hace. Prefieren dejarse
latiguear. Yo no sé si por ignorancia, o simplemente por temor. Son pocos los jueces
que deciden neutralmente. Son pocos los imparciales y objetivos. Muchos temen
perder el "carguito". No podemos achacarle estos vicios al COPP. Hasta los propios
co-redactores de la última reforma, así lo reconocen: “La sola reforma del COPP no
va a resolver ni poner coto al terrible problema de la delincuencia, pues su
incremento obedece a la concurrencia de múltiples factores sociales y
económicos"19. Tampoco, violentando normas constitucionales, verbigracia, el
principio de progresividad de los derechos humanos y el principio de la presunción
de inocencia, garantía fundamental que trato de analizar.

Si sostengo que el Estado se ve en la necesidad de sacrificar el derecho de


libertad bajo el pretexto de garantizar la no impunidad de los delitos 20; estoy

19
Tamayo Rodríguez, José Luis. Un estímulo a la impunidad y una invitación a delinquir. En: Diario 2001.
Caracas. Fecha: 28 de junio de 2001. Pág. 6
20
La Privación Preventiva Judicial de libertad solo se justifica como medida necesaria e ineludible
para consolidar el imperio de la ley. Por ello, en el marco del estrenado Sistema Procesal Penal
Venezolano, todas las medidas coercitivas en general y la Privación Preventiva Judicial de Libertad
en exclusiva, tienen carácter excepcional y únicamente podrán aplicarse cuando exista o haya –real
y efectivamente– peligro de fuga o de entorpecimiento de la actividad investigativa, a fin de evitar
que esta se vea zaherida o fracasada, por la ausencia del inculpado o por la obstaculización en la
búsqueda de la verdad, a través de los actos del proceso. Sin embargo, en la actualidad, existe una
gran discordancia entre los juzgadores de justicia penal en relación a la Privación Preventiva Judicial
de Libertad, resultado de que el Sistema Procesal Penal Venezolano, desde el punto de vista
pedagógico, educativo e instructivo, sigue subyugado por la ideología inquisitiva que empuña la
Privación Preventiva Judicial de Libertad como piedra medular, plegándose los juzgadores a una
descomunal arbitrariedad en la aplicación de esta regla de coerción personal, la cual a menudo se
extiende, por demás de forma desproporcionada, corolario del retardo procesal, que acarrea a una
pena anticipada para el incriminado sin juicio previo. Es significativo subrayar, que la Privación
Preventiva Judicial de Libertad, es una medida excepcional, que sólo operará cuando las demás
medidas cautelares sean exiguas para apuntalar el objetivo del proceso; en todo caso, no debe dejarse
en el tintero que su monstruosa aplicación, contribuye al aumento característico de la población
penitenciaria, al espantoso hacinamiento, y a la baja calidad de vida de los penados. En otras
considerando, a priori, sin investigar a fondo, que la presunta acción u omisión es
punible; y que es culpable el investigado; y por ende, al ser un peligro para la
sociedad, debe ser condenado. ¡Mayor arbitrariedad no es posible! Esta medida
acogida por no pocos jueces, atenta contra el principio de la presunción de ino-
cencia, e inevitablemente, contra el debido proceso.

Quienes consideran que el principio de la presunción de inocencia, es un


principio relativo y no absoluto, porque este puede "ser restringido, suspendido o
limitado de acuerdo a las circunstancias"21, yerran en esto, porque las garantías,
si bien pueden ser restringidas, suspendidas o limitadas, los derechos nunca
pueden ser ni suspendidos ni limitados; mucho menos restringido, el principio
según el cual, todo el mundo es inocente hasta que se demuestre lo contrario, por
cuanto es un derecho universal, constitucional –no una simple garantía– contenido
no sólo en la Carta Magna, en su Artículo 49, Ordinal 2, sino en todos los
acuerdos, convenios, pactos y tratados internacionales, suscritos por el Estado
Venezolano.

La experiencia me ha demostrado, que no todo lo que aparentemente es


legal, puede considerarse o interpretarse como una norma constitucional. Muchas
veces el magistrado ya está predispuesto: considera culpable a la persona, bien
porque el procesado o imputado, posea antecedentes policiales o penales. Esto es:
se le sanciona por lo que hizo en el pasado. El criterio de reincidencia, abolido por
la moderna doctrina del derecho penal, en casi todos los países del mundo
civilizado, persiste en la novísima reforma del Código Orgánico Procesal Penal.

En la práctica, haciendo gala de una ilegalidad suprema, magistrados –con


minúscula– niegan o conceden a su libre arbitrio, sin motivación o fundamentación

palabras, cuando se aplica, infundadamente, la privación preventiva judicial de libertad, no solo se


transgrede principios y garantías constitucionales y procesales, sino que, ello soporta a acrecentar la
crisis penitenciaria, originándose las secuelas que todos alternamos en nuestra vida cotidiana.

21
Tamayo Rodríguez, José Luis. Proposiciones para reformar el Código Orgánico Procesal Penal. Ediciones
de la Asamblea nacional. Caracas. 2001. Pág. 88
alguna, lo que es obligatorio de pleno derecho: La libertad. Por presumirse siempre
la inocencia del imputado o acusado. Cuando es el propio juzgador, quien viola la
ley, al presumir culpable a la persona investigada, imputada o acusada, sin haberse
obtenido una decisión definitivamente firme en su contra, esculpimos las bases de
un Estado de Derecho inexistente, antijurídico, ineficaz, retrógrado, que nos
regresa a la época del oscurantismo.

Es mucho más fácil construir la culpabilidad de una persona, que demostrar


su inocencia. ¿Para qué sirve el principio de la presunción de inocencia? Aquí las
garantías constitucionales, sólo sirven para enfocar estudios cívicos, que en la
práctica, los políticos utilizan en sus discursos y los letrados, anualmente, en sus
ponencias o conferencias. Vaya usted a saber, si se acatan en los estrados
judiciales. Es común colocar la "justicia" americana por encima de la venezolana.
Craso error. También en esos industrializados y desarrollados países, la dama de
la justicia es ciega. Mumia Abu-Jamal, para solo citar un caso. En Venezuela, no
son pocos los que han pagado condenas, largos años de cárcel, aun siendo
inocentes de los hechos por los cuales fueron acusados y enjuiciados, por los
“sabios” operadores de la justicia. Hace poco, el Tribunal de Apelaciones de Lon-
dres, anuló la sentencia a cadena perpetua, que pesaba sobre los hombros de
Stephen Downing, quien fue condenado en 1973, por el homicidio de una secretaria
de treinta años, Wendy Sewell, cuyo cadáver fue encontrado en un cementerio de
Bakewell, y por haber participado a la policía, fue obligado a firmar una confesión
redactada por él, tras ocho horas de interrogatorio, sin haber hablado con un
abogado. ¿Se le respetó a Stephen Downing el principio de la presunción de
inocencia? ¿Se le consideró inocente? ¿Hay alguna diferencia entre la policía
estadunidense con la nuestra? ¿Qué hacían los funcionarios del Cuerpo Técnico de
Policía Judicial22? Y pensar que esos son los modelos de "política criminal" que

22
Hoy en día, Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas.
imitamos. Con razón para muchos juristas patrios, las garantías constitucionales en
nuestro país, son simples mitos.

Convengo, sí, que para casos extremos, delicados donde la vida misma del
presunto imputado corra peligro, o bien, para el aseguramiento de pruebas
importantísimas, cuando estemos en presencia de presuntos ilícitos penales
graves, verbigracia, homicidio calificado, robo a mano armada, violación, secuestro,
entre otros; justificamos la privación preventiva judicial de libertad del inculpado. No
obstante a ello, nunca debemos presumir la culpabilidad, porque estaríamos
conculcando el principio de la presunción de inocencia. Por otra parte, el Estado está
obligado –valga el término– a recluir al imputado en un instituto de reclusión
diferente al de los penados. Al menos, ese debe ser el norte, procurar en lo posible,
que el encarcelamiento preventivo, no ocasione perjuicio alguno ni al sindicado ni a
su entorno familiar. Cuando ya los obstáculos que promovieron de alguna manera la
privación preventiva judicial de libertad hayan cesado, lo más prudente y legal, sería
conceder la libertad del justiciable, a través de cualesquiera medida cautelar
sustitutiva de libertad. Si han desaparecido los "posibles" peligros de fuga o de
obstaculización a la "investigación", ¿qué sentido tiene que el imputado continúe
privado de su libertad?

En torno a ello, el eximio tratadista Francesco Carrara, en su monumental


obra, Opúsculos de Derecho Criminal, reconoce que "es una injusticia encarcelar a
los acusados antes de condenarlos" porque esto constituye una condena
anticipada, restringiéndoles la potestad de defenderse. De esa manera, lo intuye el
Dr. Fernando M. Fernández, en su Manual de Derecho Procesal Penal, criterio que
comparto plenamente. Es necesario destacar que es común que al débil y no al
poderoso se le prive de su libertad. Las medidas de coerción penal, desde tiempos
remotos, les son aplicadas a los pendejos. No ocurre lo mismo con los dueños del
poder o del circo, que a la larga, para el buen lector, es extraer jugo del único cactus
del desierto
Es obvio que la privación de la libertad de un individuo durante una
investigación penal, es una medida excepcional, pero esta insuficiencia de libertad,
no debe ser interpretada en forma restrictiva, pues no debe caerse en el abuso
represivo de poner preso a cualquier persona. Si no hay una presunción grave –
grave de verdad verdad– y por ende razonable, de peligro de fuga o de
obstaculización en la "búsqueda" de la "verdad", no es apropiado despojar al
imputado de su libertad. Deben buscarse otras alternativas. Ese es el propósito, la
guía orientadora del sistema acusatorio. Si el Juzgador se deja intimidar por la
sociedad y en lugar de compensar la ley, satisface a la opinión pública y a los
medios de comunicación, no sólo violenta el espíritu del principio de la presunción
de inocencia, sino que se irrespeta a sí mismo, en su condición de hombre formado
en las leyes. Lo aconsejable es que abandone la toga y busque trabajo en
cualquiera de esos medios de comunicación social.

Si no hay dificultad para aplicar la justicia, y se demuestra que el presunto


autor del hecho punible, no puede eludir la imposición de una eventual pena o
sanción, mediante alguna obstaculización o posible fuga, no hay necesidad de
privarlo de su libertad o de que continúe la privación judicial preventiva de libertad.
Lo idóneo es concederle al justiciable una medida cautelar sustitutiva de libertad.
Esa es la vía para rescatar la credibilidad del Poder Judicial. Como alternativas a
la necesidad judicial preventiva de libertad, se tienen a la mano las medidas
cautelares sustitutivas. El fiscal del Ministerio Público, no debe constituirse en un
acusador a ultranza, tomarse los casos a título personal, ya que como director de la
investigación, es un acusador de buena fe, principio que, dicho sea de paso,
discrepa mucho de las funciones básicas y primordiales de los representantes de la
vindicta pública. Un fiscal del Ministerio Público, no puede acusar simplemente por
incriminar, y para satisfacer su ego. Dentro de todo debe prevalecer el principio de
buena fe. No es necesario que el imputado/acusado esté privado de su libertad,
para asegurar las resultas del proceso. Puede ser juzgado en libertad plena. A este
respecto, el Dr. Eric Lorenzo Pérez Sarmiento, sostiene lo siguiente: "...el
juzgamiento en libertad absoluta, es decir, donde el imputado no es sometido a
ningún tipo de medida cautelar, ni detentiva (prisión provisional o reclusión
domiciliaria) ni no detentiva (fianza, sometimiento a juicio, libertad apud acta o fianza
moral), es perfectamente posible en el sistema acusatorio, e incluso deseable,
sobre todo cuando los delitos investigados sean menos graves o leves, o no revistan
gran peligrosidad, o sean de acción privada, o cuando la investigación carezca de
sustento y el investigador sospeche que pueda terminar en sobreseimiento o
absolución. Con ello, –añade el precipitado autor– "se contribuye decisivamente a
aliviar el problema de la superpoblación carcelaria"23.

Por encima del poder punitivo del Estado, prevalece la condición humana de
la persona. La garantía constitucional de poder ser juzgado en libertad, es una
consecuencia del principio de la presunción de inocencia, y éste a su vez del juicio
previo y del debido proceso. Esto conlleva a afirmar, parodiando a Alberto M. Binder,
que el Estado "tiene que ser consecuente restringiendo la libertad sólo en los casos
expresos y claramente previstos, con las garantías a que se ha obligado en la
Constitución y las leyes".

No todo autor de un hecho punible es un delincuente. Si durante la


investigación, surge aunque sea la más mínima posibilidad de que el imputado está
amparado por una excusa absolutoria, ora una causa de justificación, ora una
eximente de responsabilidad penal, considero que no obstante, la gravedad del
ilícito penal, procede inmediatamente la concepción de una medida cautelar
sustitutiva de libertad, en lugar de una medida judicial preventiva privativa de
libertad. El Maestro Antonio Beristain, citado por el Doctor Danilo Mojica Monsalvo,
en su obra Manual de Beneficios en el Proceso Penal Venezolano, sustenta que "el
hombre que delinque resulta ser muchas veces, por una doble vía, víctima de una
doble injusticia, la primera se manifiesta cuando la sociedad, amurallada dentro de
sus injustas estructuras, crea un impulso hacia la delincuencia, y la segunda, cuan-
do ya cometido el delito, el Estado favorece la reincidencia, con sus políticas
equivocadas en el trato del delincuente, cuando lo olvida en las prisiones y sólo se
preocupa por asegurar la privación de su libertad".

23
Pérez Sarmiento, Eric Lorenzo. Comentarios al Código Orgánico Procesal Penal. Vadell Hermanos Editores.
Caracas. Venezuela. Segunda edición. 1999. Pág. 238. Las negrillas son de mi responsabilidad.
La sociedad forma al delincuente, le da vida, lo engendra, y luego, lo
sanciona como una forma de desaparecerlo, o lavarse las manos, que en definitiva,
es lo mismo. Organismos internacionales, como las Naciones Unidas, previo
estudio y análisis de diversas e incontables políticas criminales, han acordado, que
el encarcelamiento, no es la cura para la delincuencia; y consideran necesario, la
concepción de medidas alternativas a la privación de libertad, como medio para la
verdadera resocialización del individuo. En nuestro Estrado Judicial Nacional, existe
una confusión total en cuanto a las nociones y verdadero propósito de la presente
Ley Adjetiva Procesal venezolana.

Existe miedo, temor a aplicar alguna normativa legal. Pero lo grave de la


situación, es que hay una terrible ignorancia en cuanto a los principios generales
del Derecho Penal Sustantivo y del Derecho Procesal Penal Moderno. No en
balde, el Dr. Ramón Pérez Linárez, destacado profesor universitario y uno de los
pocos calificados abogados penalistas del estado Lara, afirma que: "Debemos
desarrollar una política criminal preventiva que conlleve el proceso de
transformación socioeconómica y plantee su tratamiento en una línea no ven-
gadora ni represiva, sino integradora, en la perspectiva de liberación para todos
los individuos. Hay que transformar el sistema carcelario mediante: reducción del
número de reclusos; control parlamentario de las instituciones penitenciarias para
reforzar las mismas, no siempre adecuadamente cumplido por quienes les compete
la administración de justicia, y que puede servir para atajar abusos autoritarios;
trato digno para los reclusos contactándose éstos con el mundo exterior, tanto a
nivel afectivo como cultural"24

Es importante tener en cuenta los atropellos que se cometen, por parte de


los organismos policiales, e inclusive por quienes tienen la sagrada misión de velar
por los derechos, garantías procesales y constitucionales de los procesados, desde
el inicio de la investigación o averiguación de un hecho punible. Muchas veces, he
sabido de fiscales del Ministerio Público que maltratan y vejan al usuario, a personas

24
Pérez Linárez, Ramón. Discurso pronunciado en nombre de los graduandos en el acto de graduación el día
02 de noviembre de 1990. En: Temas de Ciencias Penales y Criminológicas. Instituto de Estudios Jurídicos del
Estado Lara (Homenaje al R. P. Dr. Fernando Pérez-Llantada S.J). Barquisimeto. Venezuela. 1992. Pág. 191
humildes que van a sus despachos en búsqueda de solución a sus problemas. Hay
quienes, inclusive, van más allá del respeto a la dignidad humana: les tiran la puerta
del despacho, sin ofrecer explicación alguna a lo requerido. Confieso que yo he
pecado por omisión. He sido cómplice de esa arbitrariedad. Testigo he sido y no he
hecho nada por consideración al colega que desempeña funciones públicas.
Ofrezco disculpas por ello. Este es un inconveniente que nos compete a todos.
En fin, son muchas las dificultades coyunturales que debemos resolver. En
conjunto, claro está. Lo que debe hacerse es combatir las causas y no los efectos.
Los pañitos calientes no son la solución. La experiencia nos indica que, de
continuar aplicando el discurso del Derecho Penal Simbólico, nunca disminuirá la
delincuencia y tendremos las cárceles abarrotadas de presos, producto de una
sociedad que no ha sabido darle verdadera interpretación, al comportamiento social
del individuo. De este modo, lo percibe la Dra. María Angélica Jiménez, citada por
el Dr. Juan Bautista Rodríguez Díaz, en su obra Beneficios en el Proceso Penal-
Preguntas, cuando sostiene que:"(...) es interesante señalar que este aumento
creciente y sostenido de la población reclusa, que se le atribuye simplemente a "las
altas tasas de criminalidad que azotan al país", es no sólo un argumento superficial,
sino que no apunta al origen del problema, pues el terrible, y abismante
hacinamiento de población reclusa para el período señalado, obedece
fundamentalmente al uso indiscriminado y abusivo que se hace de la pena privativa
de libertad lo que produce, recrea y magnifica el problema"25.

La prisión no reeduca a nadie. La Dra. Nelly Arcaya de Landáez, profesora


titular de la Universidad de Carabobo, cuyos conocimientos criminológicos, son
merecedores de estudios, confirma que "la cárcel no es ninguna solución, ni
preventiva ni socializadora, sino todo lo contrario: hace que aumente la delin-
cuencia”26. Particularmente, he observado con asombro, cómo no pocos fiscales del
Ministerio Público, no están atribuyéndoles a la ley el sentido que aparece evidente

25
Rodríguez Díaz, Juan Bautista. Beneficios en el Proceso Penal-Preguntas. Livrosca. Caracas. Venezuela.
1996. Pág. 251
26
Arcaya de Landáez, Nelly. Comentarios al nuevo Código Orgánico Procesal Penal. Principios y garantías
procesales. Editorial Sentido. Caracas. Venezuela. 1999. Pág. 71
del significado propio de las palabras, según la conexión de ellas entre sí y la
intención del legislador.

Muchos fiscales del Ministerio Público, ignorando algunos aspectos del


Código Orgánico Procesal Penal, solicitan la privación preventiva judicial de libertad
del justiciable, cuando el hecho punible por el cual es acusado, tiene una pena
mayor de diez años, pero nuestra Ley Adjetiva Procesal Penal es clara, cuando
advierte que si no hay ningún peligro de fuga ni obstaculización alguna, "el juez
podrá –y deberá– decretar su juzgamiento en libertad, al margen de la entidad del
hecho punible que se le atribuye", como lo expresa el Dr. José Luis Tamayo
Rodríguez. Ese es el verdadero sentido y la intención que el legislador quiso darle
al Código Orgánico Procesal Penal. De esta forma, si el imputado o acusado
demuestra, para decirlo en la voz de Tamayo Rodríguez "que no existe peligro de
fuga, ni tampoco el de obstaculización", y no obstante a ello, se le priva de su
libertad, se violenta –no hay duda alguna– el principio de presunción de inocencia.
No podemos ser más "papista" que el "Papa". Hay fiscales del Ministerio Público,
que creen, erróneamente, que con hablar duro, casi a gritos, demuestran temor,
sapiencia, inteligencia. Si bien, logran ejercer cierta "presión" sobre el imputado o
acusado, según el caso, las más de las veces, impresionan por su inmadurez.
Preocupa la incapacidad de quienes están obligados, por la ley, a encarnar el rol de
garante de los principios y derechos constitucionales; y de asumir una posición de
neutrales, objetivos, e imparciales. Aspiro que el tiempo se encargue de mejorar la
precaria situación que vive el sistema judicial venezolano.

El estudio de la presunción de inocencia como garantía y derecho cons-


titucional es, a mi entender, muy intenso para ser tratado en un ensayo, cuyo fin ha
sido contribuir al esclarecimiento de las propuestas que contiene la ley Adjetiva
Procesal Penal. Por ello, recomiendo analizar y buscar la confrontación de estas
ideas, objetivamente, en la doctrina, con la esperanza que la jurisprudencia
solucione los conflictos que ha generado la incomprensión, hasta el momento, con
la puesta en marcha de un sistema acusatorio mixto. Los abultados asuntos o
expedientes y las consabidas lecturas de escritos acusatorios, por parte de no
pocos fiscales del Ministerio Público, en las audiencias –fase intermedia/fase
oral/debate probatorio– demuestran que aún existen rasgos del perverso sistema
inquisitivo.

No pretendo explicar por completo la reforma parcial del COPP. No puedo


negar que está a la altura de los códigos procesales más avanzados del mundo. Sin
embargo, considero oportuno señalar, que la reforma de los articulados referentes
a las instituciones de los acuerdos reparatorios, de la suspensión condicional del
proceso, así como el procedimiento por admisión de los hechos, desmejoran
ostensiblemente uno de los fines de la justicia penal: la resocialización y
reeducación de la persona. Existe una multiplicidad de criterios –Humberto Becerra,
Luis Ángel Naranjo Díaz, Carmelo Borrego, Sergio Brown, Fernando M. Fernández,
José Luis Tamayo Rodríguez, Eric Lorenzo Pérez Sarmiento, Frank E. Vecchionace
I., Magaly Vásquez González, José Luis Vegas Roche, María Gracia Moráis de
Guerrero, Gisel Milagros Vaderna Martínez, Ramón Pérez Linárez, Elsie Rosales,
Jorge Rosell Senhenn, Blanca Rosa Mármol de León, y un largo etcétera– en
cuanto a los pro y los contra de éstas controversiales instituciones. Desde el punto
de vista criminológico, considero que las modificaciones o reformas a estas
normativas legales, en nada benefician a la colectividad social. La admisión de los
hechos semejantes a la corte de la causa en providencia, tal y como está
contemplada en la actualidad, no sólo viola el principio de progresividad de los
derechos humanos, sino el principio de la igualdad procesal. El Artículo 21 de la
Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, dispone que: 'Todas las
personas son iguales ante la ley; y en consecuencia: 1. No se permitirán
discriminaciones fundadas en (...) la condición social o aquellas que, en general,
tengan por objeto o por resultado anular o menoscabar el reconocimiento, goce o
ejercicio en condiciones de igualdad, de los derechos y libertades de toda persona".
Más adelante, en su numeral 2 sostiene que: "La ley garantizará las condiciones
jurídicas (...) para que la igualdad ante la ley sea real y efectiva (...)".
Por su parte, el COPP, en su Artículo 37627, contempla lo que se conoce
como el procedimiento especial por admisión de los hechos, y llama la atención dos
aspectos de la normativa in comento, cuando señala que: "Si se trata de delitos en
los cuales haya habido violencia contra las personas, y en los casos de delitos
contra el patrimonio público o previstos en la Ley Orgánica sobre Sustancias
Estupefacientes y Psicotrópicas, cuya pena exceda de ocho años en su límite
máximo, el Juez sólo podrá rebajar la pena aplicable hasta un tercio". Más adelante,
el articulado establece: "En los supuestos a que se refiere el párrafo anterior, la
sentencia dictada por el Juez, no podrá imponer una pena inferior al límite mínimo
de aquella que establece la ley para el delito correspondiente".

Por lo tanto, si una persona mayor de 18 años, pero menor de 21 comete un


delito de los contemplados en la Ley Orgánica sobre Sustancias Estupefacientes y
Psicotrópicas, o comete un ilícito contra el patrimonio público, y el hecho punible
excede de ocho años en su límite máximo, el Juez "no podrá imponer una pena
inferior al límite mínimo de aquella que establece la ley para el delito
correspondiente". ¿Acaso no es aplicable a esta persona la atenuante genérica
contemplada en el Ordinal 1o, Artículo 74 del Código Penal Venezolano vigente?
Y, si la persona en cuestión no posee antecedentes penales, ni siquiera un registro
policial, ¿el Juez no podrá aplicar la atenuante establecida en el Ordinal 4º del
Artículo 74 Eiusdem?

Circunscribir la rebaja de la pena al límite mínimo, ¿no se transgrede el


principio de la igualdad procesal? ¿No es acaso inconstitucional esta normativa?
No en vano, –advierte Jorge Rosell Senhenn– “la legalidad no puede sustituir la
legitimidad”. Considero que, por el Principio de Igualdad ante la ley, el Juzgador debe
desaplicar esta norma discriminatoria, y a todas luces inconstitucional, porque en

27
Actualmente, Artículo 375. Decreto Nº 9.042 de fecha 12 de junio de 2012. Decreto con Fuerza, Valor y
Rango de Ley del Código Orgánico procesal Penal. Gaceta Oficial Extraordinaria Nº 6.078 de fecha 15 de junio
de 2012. Invito al estudioso lector, leer la Sent. Nº 178, de fecha 10 de mayo de 2005; expediente Nº 04-582,
de la Sala de Casación Penal, del Tribunal Supremo de Justicia. Ponencia a cargo del Magistrado, Dr. Eladio
R. Aponte Aponte. Voto salvado de la Magistrada, Dra. Blanca Rosa Mármol de León. Demás está decir que la
razón y el Derecho, se halla en el voto salvado de la Dra. Mármol de León. Para una mayor información:
Mármol de León, Blanca Rosa. Criterios Jurídicos. Tribunal Supremo de Justicia. Colección Doctrina Judicial,
Nº 16. Caracas. Venezuela. 2006.
el ánimo del Juez, como lo apuntala el Dr. Humberto Mendoza D' Paola, "debe
prevalecer por encima de la dura lex, los principios de la equidad, su sentido de la
Justicia, la solidaridad humanista y los principios generales del Derecho".

El fiscal del Ministerio Público es el director de la investigación, pero el Juez


es el custodio de la Carta Magna y debe aplicarla, con primacía por encima de
cualquier ley. Es el director del proceso y está obligado, a fiscalizar la actuación
del fiscal del Ministerio Público y controlar las actividades judiciales de las demás
partes del proceso penal. El Control de la Constitucionalidad de las leyes, no
compete exclusivamente a los Magistrados del Máximo Tribunal de la República;
por el contrario, todos los jueces, cualquiera sea su escalafón, se hallan compelidos
en custodiar que ninguna ley afecte derechos, garantías o principios
constitucionales alguno.

¿Podrá un Juez desaplicar una sentencia de la Sala Constitucional a través


del control difuso de la Constitución?

De nada sirve una Carta Magna si no se cumple. Sé que corro el riesgo que
alguien me recuerde el derecho de castigar –ius puniendi– que tiene el Estado y su
derecho a crear leyes, y todo el discurso del Barón Cesare de Beccaría. Otros,
hablarán del elemento jurídico-dogmático de la norma penal; de las diversas teorías,
fundamentos y fines de la sanción o pena, y de la “gravedad” extrema de admitirse
la propuesta. Pero, en definitiva, ¿Cuál es la razón para que un imputado o acusado,
justiciable, en fin, como se le denomine, no reciba el mismo tratamiento que la Ley-
Estado otorga o confiere a otros? Muchos con razón o sin ella podrán estar en
desacuerdo con el criterio aquí planteado: empero, soy de la idea que –sin entrar a
fondo en cuanto al positivismo científico o criminológico– esta normativa procesal
contrasta con el principio de igualdad, establecido en nuestra Carta Política
Fundamental.

La justicia no se encuentra en los códigos, así como tampoco la verdad nunca


o casi nunca llega a entrar a los estrados judiciales; la verdad se queda mucha
veces en las calles, y, la justicia se consolida en la solución de cada verdad en
exclusiva; en razón a ello, a la hora de administrar justicia, se debe “desechar el
mito de la interpretación unívoca de la ley, la cual debe ser considerada como un
instrumento de contenido anfibológico, y en segundo lugar, rechazar radicalmente
el positivismo inflexible en el cual no tiene cabida soluciones justas o equitativas a
conflictos de la vida social”28.

De no ser así, se violenta flagrantemente, el principio de progresividad de los


derechos humanos. No puede existir un trato preferente para una de las partes, en
perjuicio o menoscabo de la otra. En la actualidad hay una acentuada desigualdad
procesal y material, preexistente entre la relación procesal de las partes:
imputado/acusado y víctima. Esta permutación o modificación en la nueva reforma
del COPP, atenta contra el principio de la igualdad de las partes. José Ingenieros,
decía que lo que puede criticarse y corregirse es digno de respeto. Nunca, en ningún
país del mundo, una ley ha sido tan cuestionada como el COPP. Ni siquiera la Ley
Nixon "anticrimen" que permitía el derecho de requisa "sin llamar a la puerta"
(Without Knocking) con el pretexto de la lucha contra las drogas.

Con asombro oí al Dr. Jesús Rincón decir que él estaba de acuerdo y había
propuesto la celebración de los juicios en ausencia para todos los delitos. Ello a
nuestro criterio constituiría una involución del Derecho Procesal Penal. Su
disertación sorprendió a la Dra. Eglis Campos de González, y en mi caso particular,
me hizo recordar por un instante un pensamiento de Voltaire, citado por Carlos
Yusti, en su Cuaderno de Argonauta: "El hombre de letras está desamparado; se
parece a los peces voladores; si se levanta un poco los pájaros lo devoran, si se
sumergen demasiado se lo comen los peces". No dudo que Voltaire, con su fina y
perversa ironía, habría dicho refiriéndose a la condición del imputado en el COPP:
"pobre hombre acusado cuyos derechos le son violentados; se parece a los peces

28
Rosell Senhenn, Jorge. Extracto de Sentencia, reseñada en el Diario de Tribunales de Barquisimeto, en fecha
15 de noviembre de 1988. La Ley Penal, la tesis abolicionista y la actitud del juez en materia de drogas
declaradas ilícitas. En: La droga frente a la ley: un nuevo enfoque. Instituto de Estudios Jurídicos del estado
Lara. Barquisimeto. Venezuela. 1994. Pág. 62
voladores; si se levanta un poco, es devorado por un fiscal inquisitivo, si se sumerge
demasiado se lo come un juez primitivo, legalista y trasnochado".

Me imagino al marqués de Queensberry, padre de Lord Alfred Douglas,


frotándose las manos, si el COPP –tal y como ha sido reformado– hubiera sido
aplicado en el juicio que instauró contra el irlandés Oscar Wilde, el más grande
genio de todos los tiempos.

¿Qué hizo el legislador? O mejor aún: ¿qué hicieron los co-redactores de la


nueva reforma del COPP? Simple: suprimir los derechos del imputado-acusado, en
confrontación con los derechos de la víctima. Esa, jurídicamente hablando, no era
la solución.

Finalmente, debo confesar que el derecho me seduce menos que la poesía


y la literatura, pero me apasiona el Derecho Penal. He estado en todas las etapas
del proceso penal, en los roles siguientes: Juez Asociado, Fiscal del Ministerio Pú-
blico y en el ejercicio como abogado defensor y acusador privado. Pero también he
estado en la condición de imputado/acusado, siendo víctima de una maniobra
orquestada por mis propios compañeros de trabajo, los cuales se prestaron a la
infamia. No vale la pena mencionar en estas líneas los entretelones del caso. Sin
embargo, es obvio, que este ensayo ha sido escrito desde un punto de vista
estrictamente defensorio.

No he sido –consciente estoy– un crítico imparcial.

Mi propósito, por otro lado, ha sido llamar la atención de los hacedores del
COPP, mostrarles algunos puntos que merman las condiciones de las personas
involucradas en un proceso. Ese es el objetivo de estas reflexiones. No creo que a
un experimentado abogado penalista le sirva de apoyo este trabajo. En razón de ello,
lo ofrezco a los estudiantes de Derecho, con especial deferencia a los de la Univer-
sidad Fermín Toro y de la Universidad Yacambú, Casas de Estudios, donde tengo
la honrosa responsabilidad de dictar las Cátedras de Legislación Penal Especial,
Derecho Procesal Penal y Derecho Penal Especial.
De ellos dependerá en el futuro inmediato, la suerte de nuestro Derecho
Procesal Penal.

*Datos sobre el autor: Caroreño. Hacedor de Lluvias. Criador de chivos.


Correo electrónico: leopermelcarora@gmail.com

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