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EPISODIOS DE LA GUERRA CON CHILE

13
i DE ENERO DE 1881

R O R

Victor Migtiel Valle Riestra


;rri«iT|»

iZ Ö MO FÜE A Q C IE L L O ?

(13 DE ENERO DE 1881 )

Hace diez y seis anos que guardo los


presentes apuntes. Muchas veces'he estado
tentado de darlos a la publicidad, pero nie
ha contenido la idea, de que, ciertas cosas
rnejor es olvidarlas que referirlas.
M as hoy que presiento, un algo seme-
jante a la injusta guerra del 79, h o y que no
seria extrafio que los que hace diez y seis
anos, entonces ninos, volvam os a empuiiar
el rifle en defensa de la Patria, creo que ha
llegado el momento de hablar y decir la ver-
dad de Io que alli paso.
Era entonces, ayudante del coronel Gui-
llermo E. Eillinghurst, Jefe de E stado M a ­
yor del Ejercito del Norte. M i clase militar
era de teniente, pero por el puesto que ocu-
paba, he podido juzgar los hechos con clari-
dad, y distinguir ä los hombres que cum-
plieron con su deber, de los que no lo hi-
cieron.
_ 4 —

Soy poco amigo de liacer aeusaciones, y


en el presente trabajo liare resaltar las figu-
ras de los quc llenaron su deber;. ä los de-
mas los dejare en plena sombra, sin nom-
brarlos si es posible.
M i narracion serä vendica y ap oyada
en documentos, y si alguna sueeptibilidad
se exaltase, afirmo que tengo las pruebas.
Coniencemosi

El Ejercito de linea estaba dividido en


dos caerpos— Ejercito del Norte y Ejercito
del Centro—M i narracion se refiere exclusi-
vameute al primero.
Forniabati este Ejercito, cincodivisiones-
divididas en dos cuerpos.
1er. Cuerpo lo niandaba el coronel don
Miguel Iglesias.
2°. Cuerpo el coronel don Belisario Suä-
rez.
Comandante enjefe de estos dos cuer­
pos, 6 sea del Ejercito del Norte, era el ge­
neral don Ramon Vargas Machuca, tenien-
do como jefe y subjefe de Estado M a y o r a
los coroneles Guillermo Billingliurst y M i­
guel Valle Riestra, respectivamente.
Segun la revista de Comisario, y que
tengo original en mi poder, revista que se
pasö entre los dias 9, 10, 11 y 12 de enero,.
- 5 —

<el Ejercito del Norte, tenia un total de 9 .2 9 0


individuos de tropa como lo demuestran
los siguientes cuadros:

EJERCITO DEL NORTE

P R I M E R C U K R P O D E L E J E R C IT O D E L N O R T E
J K F E C O R O N E L DON M I G U E L IG L E S IA S

Jftfes Vficiales Tropa

C om andancia jefe de Detail.. 8 2


19 Division 11 92 1.747
2» Division................................ 11 90 1.693
3* Division................................ 11 82 1.654
Artilleria rodada 2 9 Escua-
d rö n 2 10 126
Idem ca m p a n a .......................... 2 29 386
Escuadron E scolta.................. 3 14 195

T ota l 48 31 9 5.801

SEGUNDO C U E R P O D E L E JER CITO


J E F E C O R O N E L DON H E L IS A R IO S U A R E Z

jefeg Ofiriales Tropa


--------- s
C om andancia Jefe de Detail.. 6 3 1
4 9 Division................................ 13 94 1.578
5 9 Division........................... . 12 95 1.526
2 Escuadrones Caballerfa..... 4 21 234
Admision de trop a agregada
l 9 B rigad a ......................... 1 4 48

T o t a l .................... 36 217 3.3S7


— 6 -

11psümen
Jfift*8 Oflcia'es Tropa

le r . C uerpo............................... 48 319 5 SOI


2 9 C u erp o .............................. L.. 36 217 3 387
Fuerza de Administraciön 100

T o t a l .................... 84 536 9.288

Q U E A G R EG A R C O M A N D A N C I A EN J E F E D K L
EJER CITO D E L N O R T E

Jefes Oficiales Trnpa

General en Jefe, Jefe de E. M.


l ‘> y 2^ Cuerpo de Ayu-
dantes................................... 4 8
Secciön Servieio........................ 3 10
Seccion Infanterfa.................... 2 4
Seecion Cahalleria................... 2 3
Seccion A rtillena..................... 2 3
Seccion Adm inistraciön.......... 2 12
Secciön Justicia...... ................. 3 4
Secciön In g e n ie ros .................. 1 8
Secciön C ontabilidad....... ..... 1 7
A gregados al P). M .................. 2
Ordenanzas................................ 2

22 49 2
Fuerzas del l 9 y 2 9 Cuerpo... 84 536 9.288

T o ta l general 106 584 9.290

Los cuerpos de linea que formaban este


Ejercito, eran los signiert tes:
1* DIVISION

“ Guardia Peruana” . — Primer Jefe—


Coronel Carlos Pierola.
“ Cajamarca N .° 3 ” .— Primer Jefe — Co­
ronel Rabines.
“ Ayacucho N.° 5 ” .— Primer Jefe— C oro­
nel Caceres.

2* DIVISION

“ T a rm a N.° 7 ” .— Primer Jefe— Coronel


Mendizabal.
“ Callao N.° 9 ” .— Coronel Rosa Gib
“ Trujillo N . ° l l ” .— Coronel Borgono.

3* DIVISION

“Junin N.° 13” .—


“ Ica N.° 1 5 ” .— Primer Jefe—Coronel Zo-
rrilla.
“ L. Cajamarca N.° 2 1 ” .— Primer Jefe—
Coronel Joaquin Vernal.
Artilleria rodada, segundo Escuadron.
Artilleria de campana. — Coronel E.
Pierola.
Escuadron Escolta.— Coronel Barredo.
E stas eran las fucrzas de que sec o m p o -
nia el cuerpo del Coronel Iglesias.
- 8 —

4 9 D IV ISIÖ N

“ Paucarpata N .° 1 9 ” .— Primer Jefe—


Cliariarse.
“ Huanuco N.° 1 7 ” .— Primer Jefe— ......
“Jauja N.° 2 3 ” .— Primer Jefe— Arias y
Aragiiez.

5 9 D IV ISIO N

“ Aneaehs N .° 2 5 ” .— Primer Jefe — M .


Caceres.
“ Concepcion N.° 2 7 ” .— Primer Jefe— V a ­
lladares.
“ Zepita N.° 2 9 ” . (Zuavos).— Primer Je­
fe— Fonseca.
Dos Escuadrones de caballeria, etc.
Estas fuerzas formabanel 2.°cuerpo que
m andaba el coronel Suarez.

Estos dos cuerpos de Ejercito ocupaban


el dia 1 2 de enero, las siguientes posiciones:
El primer cuerpo formaba la linea de
batalla que partiendo del M orro Solar ter-
minaba, ocupando las lomas de Santa Te­
resa, por sti izquierda en las primeras trin-
cheras de San Juan que defendia el Ejercito
del Centro.
“ Guardia Peruana N .° 1 ” , defendiendo
la derecha, ocupaba las gradientes Sud del
- 9 -

M o rr o .— Su mision era impedir el paso por


ese lado para e v i t a r 1111 flanqueo por nues-
tra derecha.
Le segtna, “ Cajamarca N.° 3 ” , atrinche-
rado en la primera lom ada de los cerritos
de Santa Teresa ;y “ Ayacueho” N 9 5, “ Tar-
111a N.° 7 ” , “ Callao N .° 9 ” , en cuy^a trinche-
ra se levantaba el poste de senales, “ Libres
de Trujillo N.° 1 1 ” , a cuya retaguardia
acam paba el General en Jefe y el E stado
M ay or, Seeeion de Administracion, etc, etc;
“Junin N .° 1 3 ” de quien, a ])oca distancia,
tenia su carpa el Coronel Iglesias, “ Ica N.°
1 5 ” ,en cuy^o reducto viviael coronel Argue-
das y “ Libres de Cajamarca N.° 2 1 ” , que
form aba nuestra izquierda.
El segundo cuerpo de Ejercito, con su
comandante en Jefe coronel Suärez, acam ­
paba a retaguardia entre los potreros que
quedan entre Santa Teresa y Chorrillos.
Su mision no era otra que protejer la
primera linea, no permitiendo fuese rota o
flanqueada por el enemigo.
En el M orro se hfibian m ontado cano-
nes de grueso calibre. En cada una de las
trincheras que ocupaban ciertos cuerpos,
como “ Libres de Trujillo” , etc, se habian
colocado ametralladoras con sus respecti-
vas dotaciones.
Tal era nuestra situacion el 12 de enero
por la noche.
- 10 -

H abia luchado mucho el coronel Billin-


ghurst, con el Estado M a y o r General del
Ejercito, por faltas que en la administra-
ciön, dotacion de municiones, carnbio de
eilas, falta de mulares , etc., sufria el Ejerci­
to del Norte.
Para precisar hechos, norraremos algu-
nos al respecto.
De los 9 2 9 0 individuos de tropa que te-
nia el Ejercito del Norte segun la revista del
1 2 de enero de 1 8 8 1 , solo podia contarse
com o fuerza de combate, con 7 8 3 5 segun
consta de los partes diarios (que tengo en
mi poder copia de ellos). Se necesitaban
para municionar a esta tropa a razon de
3 0 0 tiros por plaza 2 .3 6 5 ,5 0 0 cäpsulas.
Pero el 11 de enero, solo tenfa el Ejercito
del Norte 4 7 0 4 0 0 tiros a razon de 60 tiros
p o r plaza. Ese dia el coranel Billinghurst
paso una seria n ota al Estado M ayor Ge­
neral exigiendo en el acto la entrega del
parque respectivo, y gracias a ella y a la
presencia del coronel Valle Riestra que per­
sonalmente llevo la nota e hizo conducir
las municiones, se pudo dotar ä cada sol-
dado, con 1 6 0 a 1 8 0 tiros , ünica municion
con que se coinbatiö el 13 de enero.
Conociendo el coronel Billinghurts el
descuido que existia en nuestro parque ge­
neral, ordeno se probasen las cäpsulas de
las ametralladoras temeroso de que hubie-
ran sido cambiadas como asi resulto, y sin
- 11 -

embargo de que dieron los pasos inmedia-


tos no se pudo lograr por completo el obje-
to, y el dia de la batalla quedaron abando-
danas muchas ametralladoras por no tener
la municion que les correspondia.
Nuestra artilllena estaba desmontada ,
y no existia un deposito para reemplazar o
llenar con tiempo las bajas que diariainente
acontecian eil las bestias a causa del escaso
y mal alimento que se les daba.
El dia 1 2 tuvo el coronel Billinghurst
que mandar a uno de sus aytidantesä Lima
y chacras inmediatas, a requizar bestias
para m ontar la artilleria, bestias que llega-
ron al campamento el mismo dia 13 de ene-
ro a las 2 de la mafiana, dos o tres horas
antes de que comenzara la batalla.
Nuestra seccion de administraciön no-
vicia en su alta mision, no hacia otro cosa
que enredarse en el sin numero de hilos que
tenia que jnanejar. En donde habfa carne
faltaba el agua o la sal, donde existia el
arroz se carecia de la manteea. Durante
los primeros dias el coronel Billinghurst,
su segundo Valle Riestra, lucliaron Io in-
creible para organizar la Seccion de Admi-
nistracidn del Ejercito del Norte, que no
podia metios que sufrir las consecuencias
del desorden del E. M. (». Al fin se lo g rö d a r
un cierto orden a las cosas.
Tal era, repito, nuestra situacion el 12
de enero ä la caida de la tarde.
- 12 -

El espiritu de la tropa por lo general


era bueno. Los jefes y oficiales que por sus
puestos estaban en contacto inmediato con
los soldados, se eneontraban entusiastas,
tenian fe en la victoria y deseaban pelear.
Itidudablemente que se habian perdido mu-
cbos dfas aguardando a pie firme al enemi-
go, lo que habia en parte disminuido ese
entusiasmo del primer momento que casi
siempre cotiduce a la victoria; pero de las
tropas peruanas se pudo sacar muclio mas
conio lo hicieron en Cliorrillos, Iglesias, Bi-
llinghu rst y demas companeros.
Pero prosigamos.
El 12 de enero a las 5 de la tarde, dieto
Billinghurst las siguientes ordenes, despues
de teuer una conferencia conel General Var­
gas Machuca, Iglesias y Valle Riestra, en
la carpa de campana del mismo Billin­
ghurst.
I 9—Reddblese la vigilancia, cuidando
de que los soldados tengan las armas en
perfecto estado, para lo cual se pasara re-
vista. Tratcse de que el soldado descanse
pero sin desvestirse de ninguna prenda de
la ropa o armamento.
2 ° — Enearguese especiabsima vigilancia
a las avanzadas, cuidando de enviar oficia­
les entendidos v serenos al mando de ellas.
Comprendimos todos que el momento
se ncercaba, que la gran lucha se venia y
- 13 -

que todo era cuestion de horas y cuatido


mäs de uno o dos dias.
L a noche habia cerrado. Una ligera nu-
bla ap agaba el brillo de las estrellas. No se
veia una sola luz en el campaniento y por
unico ruido se escuchaba el lejano golpecito
de las piedras de los een tinelas dando el
alerta del soldado Irente al enemigo.
De cuando en cuando, los centinelas da-
ban el “ alto quien vive” , altos que se iban
acercando, hasta llegar a nuestro campa-
mento donde era por lo general conducido
un ayudante ö un jefe que venia ä consul-
tarse con el Jefe de E. M . y pocas veces con
el General en Jefe.
A las d o s y m e d ia d e la manana senti-
mos el “ alto quien vive” de uno de los cen­
tinelas del cuadro en que descanzaba “ Li-
bres de Trujillo” , asi a nuestra izquierda.
Poco despues nuestro centinela diö igual
voz: “ alto quien vive” .
“ Peru—contestaron—Conducimos ä un
prisionero enemigo” .
En efecto, varios soldados, traian ä un
ambulante del Ejercito Chileno que nues-
tras avanzadas habian hecho prisionero.
El ambulante chileno era un hoinbre co­
mo de treinta y cinco ahos, alto y moreno.
Interrogado por el coronel Billinghurst, al
principio contesto evasivamente; pero pre-
cisado y amenazado, conociendo que juga-
ba la cabeza, fuc mas explicito.
- 14 -

Se llnmaba Manuel Rojas, natural de


Concepcidn. Pertenecia ä la primera ambu-
lancia, y dijo: “ que Uevado por la curiosi-
“ dad, avanzando sin darse cuenta, habia
“ lieg ado hasta las lineas peruanas y caido
“ prisionero: que el Ejercito chileno habia
“ salido de Lurin ä las cuatro de la tarde
“ del dia 1 2 , y se encontraba al pie de nues-
“ tras fortificaciones, y atacaria al amane-
“ cer, antes de que aclarase, para evitar
“ que los fuegos peruanos le hiciesen daho” .
Afirnjaba ser ambulante, pero por su
facha, la manera de pararse y contestar, se
dejaba adivinar que era soldado. En sus
respuestas tenia empeno de disimular el de-
jo duro y seco de todo chileno.
El general Vargas Machuca fue inme-
diatamente avisado, v por telegrafo se le
comunico la noticia al General Jefe de E sta ­
do M a y o r General.
Media hora despues, se recibia esta res-
puesta:
“ Y a lo sabia”
En pocos momentos el General M achu­
ca y sus ayudantes, el coronel Billinghurst
y el E stado M ay or, estaban prontos para
entrar en acciön.
Se despacharon ayudantes para todos
r los jefes de cuerpo del Ejercito, ordenändo-
les estar prontos para resistir, y se comuni-
co la noticia, para que tom aran sus dispo-
siciones, a los coroueles Iglesias, Suarezetc.
A las 4 a. 111. del 13 de enero, todos los
que form abam os parte del P^stado M a j?or
del Norte, nos encontrabamos a caballo, es-
perando oir el primer tiro que anuneiase
que la batalla habia comenzado.
Sentiamos esa sensacion que se apode-
ra de to d o aquel que sabe que se aproxinia
un serio peligro, contra el cual hay que lu-
cliar y no ceder. Uno que otro oficial con*
versaba en voz baja con el compafiero. En
el fondo del potrero en donde acampaba-
mos, se oian las ordenes dictadas por los
oficiales de administracion arreglandd sus
efectos.
El coronel Billinghurst, dentro de su
carpa, al lado de su mesa de campana, dic-
ta b a algo, y de cuando en cuandodaba una
orden en voz alta, que en el acto era cum-
plida por sus ayudantes.
A las 4 y media de la manana se sintie-
ron los primeros disparos, muy lejanos, a
nuestra izquierda. L a batalla habia co-
menzado.
L a Comandancia en Jefe y el E stado
M ay or, se dividieron en tres grupos.
1er. Grupo: General en Jefe, Ayudantes
y varios jefes de Seccion, entre los que re-
cuerdo al coronel M ariano Frias, jefe de la
seccion de caballeria.
2 °. Grupo: Coronel Jefe de Estado M a ­
yor.
3 er. Grupo: con el Subjefe.
- 16 -

Todos se dirijieron a la izquierda.


El pri 111er cuerpo que teniamos ä este
lado era “ Libres de Trujillo” . Acababa de
bajar de sus trincheras el coronel Iglesias,
que se habia dirijido ä la izquierda. Billin-
ghurst hablö lijeramente con el jefe coronel
B'orgono, quien ofrecio responder de su tro­
pa. Se tenia plena confianza en esa fuerza,
en la cual existia entusiasnio y resoluciön
de 110 ceder.
“Juniti” e “ Ica ” le seguian. Se presen-
tia algo raro en esa tropa. No se le veia
un*rasgo de entusiasnio, sin enibargo de
quesusjefes, principalmente el del “Junin” ,
m ostraba resoluciön.
Al bajar de los parapetos del “ Ica” , se
extendia una pequena pampa, costeada por
un lado por una serie de pantanos, y por el
otro por el caniino que conducia ä Chorri-
llos y al Barranco. En el fondo de esta
pampa, ä la izquierda, se elevaba el cerrito
o lom ada que tenia que defender “ Libres de
Cajamarca N.° 2 1 ” .— A su retaguardia, se
encontraba, en el fondo de la pampa, el Es-
cuadrön “ E scolta” .
El dia comenzaba d aclarar: ya se per-
cibian los objetos. Al bajar de las trinche­
ras del “ Ica” , para atravezar la pampa, es­
te fue el espectäculo que se nos preseuto a
la vista.
El ejercito chileno habia roto la linea de
San Juan, y nos habia flanqueado por la
izquierda, tomando a la vez la retaguardia
de “ Libres de C ajam arca” , e interponiendo
sus primeras guerrillas entre este cuerpo y
el Escuad ron “ Escolta” .
“ E scolta” , en lugar de cargar despejan-
do ( como lo pudo, fäcilmente h a c e r ) la
pampa a que he liecho referencia, creyo el
caso perdido y en masa volteo, tom ando
posicion a la derecha.
“ Libres de C ajam arca” perdio a su pri-
tner jefe, apenas se inicio la batalla; y al
ver que el Escuadron “ Escolta” se retiraba,
imita su ejemplo en la creencia de que todo
se habia perdido.
En tal momento, se dejö oir la voz del
subjefe de Estado M ayor, quien grito:
— i Afuera sables ! j Carguen contra los
que se retiran!
La situacion era grave; con la izquier­
da flanqueada, habia llegado el momento,
despues de la retirada de la “ Escolta” y de
“ Libres de C ajam arca” , de que la divisiön
Suärez, fuerte de 3 .3 8 7 hombres, atacase,
reconstituyendo la linea; pero la division
Suärez retrocedio en masa, hasta la Escue-
la de Clases de Chorrillos.
“ Ica” aun no habia roto sus fuegos— El
coronel Arguedas, comandante en jefe de la
3 ? division, estaba ä caballo.
Alguien le ordeno:
—Coronel: que sc mande una guerrilla
que defienda el avance del enemigo por lä
- 18 -

izquierda; (le orden del coronel Billinghurst.


Arguedas se inclino sobre su caballo y,
senalando al freute, dijo:
— “ Por alH tambien vienen” ; se quedo
mirando por im momento, como reflexio-
nando. Instantäneamente se escucharon
dos descargas cerradas del enemigo. PM co­
ronel Arguedas habia recibido incalculable
cantidad de lieridas, y cayo muerto del ca­
ballo, este, tambien, gravemente herido,
sc tambaleo un rato y cayo sobre el cuerpo
del ginete. Am bos habian muerto.
<:Que paso con la tropa del “ Ica” ?
No me lo explico, pero con pena recuer-
do, que en diez minutos los jefes y oficiales
del Estado M a y o r quedaron solos en la
trinchera, mientras los chilenos avanzaban
al trote por freute, izquierda y retaguardia
— H a b ia que reconcentrarse ä la derecha.
Mientras ta n to el “ Junin” rompia sus
fuegos sobre los chilenos. Su tercer jefey
m ayor Veliz, intento dar una carga; pero,
rodeado por tres fuegos, caia herido mor-
talmente por innumerables balas que ha­
bian hecho destrozo en su cuerpo.
P2ste batallon trato de defendersey pero
su situacion fue insostenible y se disperso.
Su jefe coronel Porras, herido ya, hizo cuan-
to pudo por evitar la retirada y desespera-
do, se abriö carnino con unos cuantos ha-
cia la derecha en donde ya sin tropa, peleo
como soldado y como valiente. El coronel
- 19 —

Porras, fue dos veees desmontado por las


balas enemigas— Si su tropa no hizo todo
lo que debio hacer, el cumplio su obliga-
ciön.
El m avor Veliz pudo ser condticido has-
t a la carpa del ingeniero Carlos Pezet, y
sus ültimas palabras fueron:
— “ iQ «e cargue Junin” !
A las 7 de la manana esta era la situa-
cion:
Del M orro de Chorrillos, defendido por
sus canones, solo existian las siguientes
fuerzas, que ya, desde dos horas antes, se
batian con los chilenos, conteniendoles el
paso hacia la poblaciön.
“ Guardia Peruana” que defendia la de-
recha— El enemigo tra tab a de avanzar, pa-
ra flanquearnos, apoderarse del Morro y ,
dominar asi la batalla— Los chilenos no te-
nian mäs que dos pasos por ese lado—bien
por la posicion que ocupaba “ Guardia Pe­
ruana” , ö bien por eanto de playa— Pero
esos dos pasos estaban valientemente de-
fendidos; el primero por el coronel Carlos
Pierola que, como todo un hombre, impedia
el avance; y por el mar, cuya marea alta,
entonces, no permitia flanquear el M o rr o —
“ Guardia Peruana” 110 cediö una pulgada
de tierra y, con serenidad y valor, destrozo
a las fuerzas chilenas, en sus repetidos ata-
ques.
— 20 -

“ Cajamarca N .° 3 ” , en donde combatia


el coronel don Miguel Iglesias, quien resuel-
to a defender Chorrillos, a todo trance, ha-
cia una resistencia heroica.
“ Ay^acucho N.° 5 ” . De este cuerpo solo
quiero citar un hecho que quizä explique su
m ala conducta. Se decia, no que me consta,
que el segundo jefe, Pedro P. Cruz, era chi-
leno. Su primer jefe, Chariarse, murio, sien-
do victima de su deber y de su honor.
“ T arm a N .° 7 ” , con el valiente y ancia-
no coronel Mendizabal— M a s adelante refe-
rire la grandiosa conducta de este batallon,
“ Callao N .° 9 ” , con el coronel Rosa Gil,
que siempre ha sido digno de su clase y de
su nombre.
Y “ Libres de Trujillo N.° 1 1 ” , que fue el
que diö el ejemplo de batirse y resistir has-
, t a quedar en cuadro.
A estas fuerzas hay que agregar dos ca-
noncitos Yavaseur, que personalmente ma-
nejo el coronel don D. Jesus del Valle.
Tenemos, pues, que solo con cineo bata-
llones se reorganizö la defensa, comenzan-
do desde este momento la verdadera b a ta ­
lla. y la heroica y grandiosa defensa de C ho­
rrillos.
He tenido especial cuidado de presentar
el cuadro negro, que nunca debieramos olvi-
dar, y poner de manifiesto ä los que no su-
pieron cumplir con su deber, para poder con
mas facilidad dar una idea de lo que fue esa
— 21 -

defensa— Chorrillos fue un ejemplo. Los


hombrfes que dirigieron ese combate y los
que supieron secundarlos, teman todos el
con veneimiento de que la acciön estaba per-
dida, y de que la suerte del Peru se habia
jugado con desgracia. T o d os coinprendian
que rota la Hnea del ejercito, haljiendo el
etiemigo logrado su objeto de comprometer
la batalla sin perder el apoyo de su escua-
dra, Chorrillos, hora mas, hora menos, te-
nia que sucumbir, puesto que habia, antes
que todo, que defender la Capital.
Quien pudo salvar la situacion desde
las seis de la manana, reconstituyendo la
hnea, habia retrocedido en lugar de avan-
zar, teniendo ä sus ordenes cerca de 4 .0 0 0
hombres.
La defensa seria deChorrillos se realizo
solo con 3051 hombres, como lo vov a de-
inostrar:

To tal de fuerzas del primer


cuerpo de ejercito— C o ­
ronel Miguel Iglesias... 5801
Fuerzas que no combatie-
ron desde las (> a. m.
por las causas \^a indi-
cad as:
Escuadron Escolta............. 195
Com pahia de ad minist ra-
ciön................................. 100
- 22 -

Batallones:
Cajamarca, Ica, Juinn y
Ayacucho.......................... 2 2 5 5
5 bandas de cuerpo, por
no teuer armas 200 2750

Hombres que combatieron 3051

A este total ha 3r que agregar el bata-


llon “ Zepita” , que mas tarde entro en ac-
cion, con 5 0 3 hombres, haciendo en conse-
cuencia, en todo, 3 .5 5 4 hombres, mas una
pequena dotacion de artilleros, cpie mane-
jab a en el M orro las piezas de grueso ca-
libre.

II

LA DEFKNSA

Rota la linea peruana por San Juan,


posesionados los chilenos de gran parte de
las eolinas de Santa Teresa y de los caini-
nos de Chorrillos y Barranco j)or ese lado,
el pueblo de Chorrillos estaba flanqueado
y envnelto por todo el ejercito chileno.
A las diez del dia aun quedaba libre la
carretera de Chorrillos a Miraflores. Sua-
rez aun seguia con su fuerza en la Escuela
de Clases, y podia facilmente contener el
avance sobre la poblacion, del ejercito in-
vasor.
- 23 -

Una hora antes el general V arg as M a -


chuca, en com pam a del coronel Subjefe, su-
bieron al M orro, en busca del Jefe Supremo.
Este se encontraba a caballo, rodeado de
su Estado M ayor.
Al ver ä Vargas M achuca dirijio su ca­
ballo donde el, y le pregunto:
— iQue hay, general?
—Seiior, contesto el viejo soldado, la H-
nea de Santa Teresa csta flanqueada; los
chilenos nos toman la retaguardia, y tene-
1110s que reeoncentrarnos sobre Chorrillos.
iQue es de Suarez?— pregunto el Jefe su­
premo.
— Se ha retirado sobre la Escuela de
Clases, contesto Vargas Machuca, y agre-
go: con todas sus fuerzas.
Pues haga que ataque Suarez, ordeno
Pierola.
El general Machuca volteo su caballo,
seguido por su Estado M ay or; bajö al tro-
te laymesta, y entrd cn la poblacidn.
E sta prcsentaba im aspecto por demas
triste. Gran cantidad de dispersos de va-
rios cuerpos comcnzaban a reunirse buscan-
do a sus companeros. IJn numero conside-
rable de heridos lanzaban gritos pidiendo
un remedio. De cada pulpcna sahan sus
duenos, italianos en su inayor parte, y con
trapos, pedazos de ropa, hechos jirones, y
em pap ad os en alcohol y licores, vendaban
- 24 -

las heridas. En medio de esta gran confu-


sion, las rabonas, dominadas porel panico,
se prendian de los brazos de los soldados y
querian llevärselos de las filas, aterroriza-
das por el espectaculo.
F lo ta b a en el aire, esa indecision pre-
cursora de las grandes cobardias, que
arrastran a las nuichsdunibres y a los ejer-
eitos a los abism os.—Se necesitaba un liom-
bre con genio para salvar la situacidn, pa-
ra cumplir con el deber hasta el sacrificio
arrostrando la muerte y presintiendo el
inartirio—Ese hombre, felizmente estaba en
Chorrillos.
Pero prosigamos.
Don Miguel Iglesias a esta hora comen-
zo a descollar.— Hacia pocos momcntos que
una bala chilena habia muerto al m avor
Iglesias 3 er. Jefe del Cajamarca.— El cada-
ver del joven m ayor habbi quedado boca
arriba a la caida de una loma; la cabeza
hecha pedazos, apenas dejaba conocer quien
habia sido el.
“ Libres de Trujillo” habia tenido que
abandonar su posicion para unirse al “ Ca-
llao” y “ T a r m a ” y ya en numei o fuerte re-
sistir.— El capitan Rubio del 1 er. cuerpo ha­
bia quedado gravemente herido. El sarjen-
to Jiron cojiö ä su capitan, a su aniigo y lo
recostd sobre el parapeto.
— Volveremos capitan, le dijo,
- 25 -

En este momento tuvo lugar la grau


conferencia entre el coronel Iglesias y el co­
ronel Billinghurst.
Era en la pampita situada entre el pan-
teon y los cerros de Santa Teresa.— Creo
queellos como yo, recordaran todos estos
ponnenores, tristes por cierto.
— Coronel, le pregunto Billinghurst ä
Iglesias, ^debemos atacar?
— Asi lo creo. Suärez debe de avnnzar
por el lado de la Escuela; los flanquera.
Nosotros cargaremos de freute v recupera-
remos las posiciones.
En este momento alguien se acerco al
coronel Iglesias y le dijo:
— Coronel, que desgracia! H a muerto
el liijo de U d.— Que desgracia mi coronel.
, El blanco rostro de don Miguel Iglesias
se puso pälido con el color de ia muerte.—
Dos lagrimas vinieron ä sus ojos.— Bor un
momento el amor de padre domino al hom-
bre.— En voz muy baja le dijo al coronel
Billinghurst.
— Don Guillermo, esto estä perdido.
El coronel Billinghurst, sumamente im-
presionado, contestö siempre ä media voz:
— “ Que importa, coronel?— No podemos
retroceder; nos llam anan cobardes. Tene-
mos que defender Chorrillos, cueste lo que
cueste.
- 26 -

L a cara del coronel Iglesias cambio


bruscamente de expresion y algo de feroci-
dad demostro su semblante.
Diö la voz de ataque.— H abia muerto
al padre para quedar solo el guerrero.
Mientras tan to en las calles de Chorri-
llos, el subjefe de Estado M ayor organizaba
a los dispersos, formando una pequena co-
lumna. Que lucha tan espantosa! L as ra-
bonas se oponian ä que se efectuara la re-
organizacion, v como pulpos se prendian
de sus maridos. H ubo que arrojarlas a vi-
va fuerza.
El subjefe de Estado M a y o r llego a la
Escuela de Clases, en donde estaba Suarez.
Alli se encontraba el coronel Recabarren,
discutiendo con el coronel Suarez la entrega
de un batallon para entrar al fuego. Sua­
rez, con su fuerza formada, se resistia. El
subjefe ordeno que “ Zepita” (antes “ Zua-
v o s ” ) avanzase con el coronel Recabarren,
quien, dando vivas al Peru, tom o la calle
del treu, para unirse con Iglesias y Billin-
gliurst.
El general V argas Machuca, habia ya
dado a Suarez, la orden dictada por el Jefe
Supremo.
El batallon “ Zepita” y las fuerzas dis-
persas reorganizadas por el subjefe de Es-r
tado M a y o r coronel Valle Riestra, al man-
do de el y del coronel Recabarren, entraron
poco despucs en linea de combate.
- 27 —

En este trascurso de tiempo, habian te-


nido Ingar los siguientes aconteeiniientos:
Cumpliendo la orden dictada por Igle­
sias, avanzaron “ C a lla o ” , “ T a rm a ” , “ C a­
jam arca” y “ Libres de Trujillo” ä recupe-
rar sus antiguas posiciones. El ataque fue
energico y resuelto, y media hora despues
“ Libres de Trujillo” ocupaba, vencedor, su
antiguo reducto.
Pero, que especüiculo el que se presen-
ta b a ä la vista! T o d os los heridos que ha-
bian quedado en la trinchera, ^ habian sido
degollados con el corvo chileno.
El eapitän Rubio, que una hora antes
habia sido herido, y recostado por el sar-
gento Jiron en el parapeto, estaba muerto,
V su cabeza casi separada del tronco. Jiron
se puso furioso, y, loco de rabia, saltd el
parapeto, lanzandose sobre un chileno que
al trete bajaba la loma por el lado de Villa,
le clavo la bavoneta una y varias veces.
Lanzando insultos contra el enemigo seguia
en su loea carga, hasta caer rendidoal otro
lado de la linea chilena.
C öm o la paso? No se comprende, tan
solo recibiö una ligera herida. Ilace tres
anos, aun vivia Jiron en Trujillo.
Suarez, en lugar de atacar para tom ar
al enemigo por la derecha y reeuperar las
posiciones de “ Ica” , “Junin” y “ Libres de
C ajam arca” , retrocediö sobre el Barranco
con tod a su fuerza.
- 28 -

Nuestra izquieda estaba completamen-


te descubierta.
Viendo los chilenos que el ataque era
con fuerzas relativamente reducidas por
nuestro lado, lanzaron liuevos batallones,
y la lucha se hizo desespenida. Palm o a
palmo se fue cediendo el terreno, cayeron
nuevas victiinas y la sangre peruana ernpa-
po en el mismo dia y por segunda vez el
mismo suelo que poco antes habia recibido
tan triste riego.
En este momento llegaba “ Zepita” y la
pequeha columna reorganizada con los dis-
persos, con los coroneles Vaile Riestra y Re-
cabarren.
Con este refuerzo se procedio al segun-
do ataque.
L a llegada del “ Zepita” y de la columna*
fo im a d a por los dispersos, reanimö el espi-
ritu de todos. En este momento se encon-
traban reunidos los principales jefes de la
defensa de Chorrillos. Todos ocupaban la
misma famosa pampita que queda entreel
panteon y las colinas de Santa Teresa.
Dichos jefes eran los siguient.es:
Coronel D. Miguel Iglesias
,, ,, Guillermo Billinghurst
,, ,, Miguel Valle Riestra
,, ,, Isaae Recabarren
,, ,, Justiniano Borgono
,, ,, Jose Rosa Gil
- 29 —

Coronel D. M . Mendizabal
,, ,, B. Rabines
Sargento M a y o r Fonseca del “ Z u a v o s”
que era quien mandaba el cuerpo.
Coronel D. Jesus I). del Valle
Tte. Crl. ,, J. N ovoa
,, ,, P. Cisneros y Rubin de Cclis
y otros jefes que se cscapan a mi memoria.
El consejo fue eorto.
El coronel subjefe (Valle Riestra) asegu-
ro que el coronel Suarez a ta can a la dere-
cha del ejercito ehileno. Le constaba que el
general Vargas Machuca habia comunica*
do al coronel Suarez la orden del Jefe Su-
premo.
Se resolviö atacar.
Poco antes, el coronel Borgono, del “ Li­
bres de Trujillo” , habia sido herido en la
pierna. Vestfa casaca militar, pantaldn
blanco y botas granaderas de hule. En el
fondo blanco del pantalon se veia la man-
clia circular de la sangre que m anaba de la
herida, E staba palido, pero sereno, y siem-
pre a la cabeza de su tropa.
El coronel Recabarren se encontraba
sumamente excitado y dominado por algo
parecido a una violenta eolera. Salia a pri­
mera linea, y con su mirada queria ver mas
alla de lo que podia percibir.
El coronel Mendizabal liablaba medias
palabras— “ jMnchachos, valor Esos
- 30 —

son chilenos bandidos Los vencere-


m os .Apuntar bien!” ...........
Rosa Gil, tan tranquilo conio en una
formacion, revistaba las fuerzas de su man-
do, alentando a sus soldados, los que lan-
zaban entusiastas vivas al Peru.
El mayor Fonseea, niostraba tanta cal-
ma conio si nada sueediera. No se por que
razon el era el unico jefe que m andaba
“ Z u avos” . La oficialidad estaba eompleta.
Los soldados guardaban silencio, pero tan
tranquilos, conio si estuviesen en una fiesta
en las calles de Lim a.
El coronel D. Jesus D. del Valle, ha Ina
avanzado y colocado sus cahones (los Va-
vasseur que trajo de Europa el coronel Bo-
lognesi), y, en posicion conveniente, rompio
el fuego sobre las Kneas cliilenas que ocupa-
ban las colinas de Santa Teresa. El mismo
apuntaba sus canones.
De los tres primeros jefes:
Don Miguel Iglesias, tranquilo, sereno,
con su habitual calma, dictaba sus ordenes.
E sta b a muy triste; pero muy resuelto,— El
recuerdo del hijo muerto, horas antes, h a­
bia desaparecido, ante el cumplimiento del
deber, y, siguiendo las inspiraciones de su
patriotismo, no tenna la muerte.— Su sim-
patica figura sobresaha entre todas las de-
m as.— Sus maneras de cumplido caballero,
no habian desaparecido, 111 aun, en medio
del peligro, grandemente espantoso que le
»

- 31 -

rodeaba.— Se iba a haeer el ultimo esftierzo,


v reconcentraba toda su energia y toda su
eolosal alm a en esos instantes de terrible
prueba.
Don Guillerino Billinghurst tenia enton-
ces 2 6 anos.— Tarapaqueno, Ueno de am or
a la patria j ä la hermosa provineia que le
vio nacer y que ya ocupaban los chilenos,
queria vencer. Las ilusiones de sus poeos
anos lehaci'an creer que el valor da siempre
la victoria. Orgulloso de las glorias de sus
comprovincianos [Ugarte, Blondell, etc.],
no queria ser menos que estos, y, poseedor
de un valor a toda prueba, estaba resuelto
ä batirse hasta no poder hacer otra cosa.
Su apostura, el alto cargo que desempena-
ba, el ser el primero en la linea de combate,
llevaba tras de si ä todos los que lo veian.
Don Miguel Valle Riestra no era la pri-
mera vez que sebatia con los chilenos. Cua-
rentidos anos atras [en 1 8 3 9 ] , caia prisio­
nero y herido en los campos de Y u n g a y .—
Odiaba al chileno con toda su alma, y, olvi-
dando que a su lado tenia a dos de sus hi-
jos, solo sabia que la Patria le ordenaba
batir al invasor, al enemigo tradicional del
Peru, que 4 0 anos antes, apoyado por ma-
los peruanos habia invadido el territorio
nacional. Eran enemigos antigiios que vol-
vian a medir sus armas.
Por la derecha, don Carlos Pierola te­
nia arrinconada a la divisiön cliilena que
pretcndia, dcsde el amanecer, tom ar las po-
sesiones de ese lado. Hacia siete lioras cpie
se batia, sin eeder 1111a pulgada de terreno y
sin eesar el fuego.
De lo alto del M orro, un cafion de grue-
so calibre hacia contmuos disparos que no
prcducian otro efecto que rnueho ruido.
La escuadra ehilena habia roto sus tue-
gos sobre Chorrillos, eayendo en la linea
peruana una cantidad inealeulable de pro-
yectiles de gran calibre.
La artilleria ehilena, dueiia de las loma
das de Santa Teresa, lanzaba el fuego de
sus eien canones, tan certeraniente, que las
balas y granadas, eaian, en la }*a tres veces
citada pampa, en numero inereible. Feliz-
mente, el suelo era arenoso y las explosio-
nes poe^is.
La infanteria ehilena avanzaba en ma-
sa, protejida por sus canones. Bl movimien-
to fue de freute y con impetu, en el mismo
inst^mte en que las fuerzas peruanas ataca-
ban con intencidn de recuperar las dos veees
perdidas posiciones.
Los chilenos ä la vez, lanzaban una di-
visiön que debia entrar por la Escuela de
Clases.
En este lugar se escontraba, poco antes
el coronel Suarez; pero las fuerzas que este
jefe mandaba habian retrocedido hasta el
Barranco; dejando libre el paso y dando
lugar ä que Chorrillos fuese ocupado sin un
tiro, 3' ä que Iglesias fuese ataeado por
freute y retaguardia, lo que trajo por con-
secuencia la gran mortandad y desespera-
da lucha en las calles de Chorrillos.
Pero ya tocaremos este punto en su
oportunidad.
Cometizaron el ataque “ T arm a N.° 7 ” y
“ Libres de Trujillo N 9 1 1 ” , protejidos por el
canon del M orro y los dos Vavasseur que
personalmente manejaba el coronel don Je­
sus ü. del Valle. No tem am os mäs arti-
Ueria.
Desplegadas las primeras companias en
guerrilla, avanzaba el resto de las fuerzas
por companias, siguiendo el camino y ha-
ciendo fuego diagonal por la izquierda.
Insensiblemente nos ibamos separando de
Chorrillos y avanzando sobre Santa Teresa.
El fuego era cerrado y sin descanso por am-
bas partes. L as victimas incalculables.
“ T a rm a N.° 7 ” , por su posicion avan-
zada sobre la derecha, recibia el fuego ene­
migo por completo. El viejo coronel Men-
dizäbal, con sus medias palabras y gran-
dioso comportamiento, daba el ejemplo.
— Mucliachos!— no es n ad a ! Cana­
llas chilenos Apunten apunten bien....
decia el veherano.
El camino de la cspalda del panteön ä
las primeras lom adas de Santa Teresa que-
do sembrado de cadaveres del “ T a r m a ” . El
que busque recuerdos de aquel tremendo
— 34 —

dia, en el polvo de esos Ingares, eneontrara


aiin viejos chacos y trozos de ropa con
botones militares, en los' que el numero 7
traera a la memoria el nombre del lieroico
batallon y el del coronel Mendizäbal. Ese
dia terrible, el coronel Mendizabal debia
tener mäs de 6 5 anos.
En estos mo men tos, el teniente coronel
Pedro Rubin de Celis fue gravemente herido:
una bala le entro por la ingle. El coronel
Billinghurst queria mucho ä este jefe. Vol-
viendose a uno de sus ayudantes y al te­
niente don Juan Elias Bonnemaison, de
ingenieros, les dijo:
Lleven ustedes al comandante Cisneros
ä una ambulancia.
Y agrego, dirigiendose al ayudante:
— Teniente, vea que es del coronel Sua-
rez.
El teniente coronel Cisneros fue subido
a la misma mula que m ontaba el ayudante,
y sostenido por el oficial de ingenieros B on­
nemaison.
Este grupo retrocedio, entrando poco
despues en las calles de Chorrillos. Al Ile-
gar ä la escuela de clases, encontraron las
primeras guerrillas ehilenas, del batallon
“ Esmeralda’ b que avanzaba sobre el pue-
blo.
El teniente Eltas Bonnemaison se vol-
vio al ayudante del coronel Billighurst y le
dijo:

i
— 35 -

— Companero, los chilenos.


— Avancemos, — contesto este, — hasta
encontrar al coronel Suarez, que no debe
estar lejos.
Por ese lado no habia un solo cadaver
que indicase la lucha avivada.
L os dos oficiales y el herido siguieron
hasta el Barranco. A1K encontraron al
coronel Suarez con sus fuerzas. C ada b a ta ­
llon form aba en cuadro en las inmediacio-
nes del rancho de Pardo de Zela, por el lu­
gar, poco mas o menos, donde tiene el suyo
actualmente, el doetor Labarthe.
El teniente ayudante se dirigio al te-
niente Bonnemaison, y le dijo:
— Campanero, tome usted a Cisneros y
lleveselo a una ambulancia. V oy ä hablar
con el coronel Suarez, para que 110 deje que
los chilenos nos tomen por retaguardia.
El comandante Cisneros casi habia
perdido el sentido, pero al ser pasado de la
mula al caballo del teniente Bonnemaison,
los dolores de la herida le hicieron volver
en sL
El teniente Bonnemaison siguio con el
herido hacia MiraHores.
Cisneros y Elias Bonnemaison recorda-
rän, por cierto estos pormenores, en sus
menores detalles.
El teniente ayudante se dirigio al sitio
en que se hallaba el coronel Suarez v le dijo:
— M i coronel. Los chilenos entran &
- 36 —

Chorrillos; aun son pocos, y van ä coger


entre dos fuegos a las tropas. Avancem os,
mi coroneh Soy ayudante del coronel Bi­
llinghurst.
El coronel Suärez contesto:
— Alli estä el general V argas Maehuea.
Hable Ud. con el.
Pocos m om entos despues,. el oficial en-
eontro ä dicho genei'al.
General,. le dijo el oficial ayudante del
coronel Billinghurst, — los chilenos, en poco
numero, avanzan por la Escuela de Clases.
Van ä toniar al coronel Iglesias y al coronel
Billinghurst entre dos fuegos.
— Lo suponia, —contesto. Ävanzarä
Suärez, aunque reventemos...
Y, parändose bruscamente, agrego:
—-Regrese h asta donde pueday y conven-
zase de que son chilenos. Y o preparare el
ataque.
El oficial regreso al galope de su mula
blanca, camino de Chorrillos.
Refiramos, mientras tan to, lo que acon-
tecia con las fuerzas que peleaban en Santa
Teresa.
Indudablemente que el ejercito chileno-
en esos momentos ponia tod o su empuje en
la accion. L a s columnas enemigas se des-
prendian tinas tras otras, haciendo conocer
que tenian ä retaguardia refuerzos escalo-
nados para no dejar un solo momento el
campo sin combatientes.
- 37 -

Desde ese instante la b atalla estaba


claramente definida, v era facil darle una
direccion que nos hubiera eondueido a una
segura victoria.
Asi lo comprendieron Iglesias, Billin­
ghurst y demas cotnpaneros. L a fräse del
teniente coronel Oscar L a Barrera lo decia
tod o en aquel momento.
— Nos van a hacer picadillo; pero los
hemos metido en la ratonera.
E ra lo cierto.
El ejercito chileno, torpemente dirigido
durante el com batedel 13 de enero, concre­
to to d a su accion a apoderarse de Chorri­
llos, puesto que su temor era perder el apo-
y o de su escuadra para el caso de una de-
rrota.
Pero al seguir este plan, latizando to-
das sus fuerzas sobre aquella plaza, se olvi-
daban sus generales de que entregaban su
retaguardia al ejercito de reserva pei uano,
*y que, al haber este avanzado en masa s o ­
bre Chorrillos, de las 1 2 del dia para ade- ,
lante, la victoria hubiera sido del Peru.
En este combate, como en el de M ira­
flores, no se sabe que opinar y extrahar
mas: si la torpeza del invasor, o el imbecil
atontam iento del invadido.
Pero yo no soy sino simple narrador, y
no quiero ni debo apartarme de mi camino.
El ataque de las fuerzas peruanas fue
haciendo ceder el campo ä las chilenas.
- 38 —

Iglesias se multiplicaba por todas partes,


acom panado de Billinghurst y demasjefes.
L a artilleria ehilena tuvo que abandonar,
en parte, sus posiciones, y de mievo nues-
tros soldados fueron recuperando las trin-
eheras perdidas.
Era la una y niedia de la tarde y los
cadaveres se podian contar a esa hora por
miliares.
Don Jesus D. del Valle avanzo aiin mas,
y tom o tuievas posiciones con sus canones.
Pero de los 3 5 5 4 hombres con que Igle­
sias hizo la defensa de Chorrillos, no queda-
ba en pie mäs de una tercera parte. ^Se
podia con solo 10 0 0 hombres seguir soste-
nier.do una situacion tal? Desde las cuatro
y media de la manana -se batian los perua-
nos en Chorrillos. Nueve horas de com bate
sin cuartel. Y en estas nueve desesperan-
tes horas, ni un refuerzo ni nada, teniendo
a una legua de distancia 1111 ejercito arma
al brazo, v algo mas triste, mas desa-
lentador, nuestra segunda linea de batalla,
la que debia reforzarnos, habia abandona-
do el campo, primero retirandose sobre la
Escuela de Clases, despues sobre el Barran-
co y mas tarde sobre Miraflores.
Aün 110 se podian los defensores de C h o­
rrillos formar una idea exaeta de su situa­
cion. T o d o s sabian que se batian con el
grueso de los chilenos. A nuestra izquierda
no se percibia un solo humo que indicase el
- 39 -

combate. Pero todos esperäbamos de im /


momento ä otro el avance de fuertes refuer-
zos y temamos la conviccion de que al ha-
berse realizado esto, los chilenos habrian
desaparecido como el trigo cortado por la
hoz.
En tan critico momento, nuestras fuer­
zas fueron atacadas por la retaguardia.
Los chilenos, desfilando entre el Barranco y
Chorrillos, se habian apoderado de la po-
blacion, y rompieron el fuego sobre la reta­
guardia de Iglesias, ä la vez que por el fren-
te el ejercito enemigo lanzaba ä la carga al-
gunos miliares de hombres.
En el acto se comprendio que habia que
resistirse en el M orro, llamando sobre Cho­
rrillos al enemigo, y ponerlo en la ratonera,
com o decia el comandante La Barrera. *
Se retroeedio sobre Chorrillos, batien-
dose entre dos fuegos. Pero al Uegar ä la
poblacion, los chilenos, en numero muy su
perior, ocupaban todas las calles y las su-
bidas del M orro.
Entonces comenzo el combate en las
calles.

III

COMBATE EN L A S C A L L E S
*
Este ditro una hora, es decir, el comba- *
tc organizado por losjefes. Si desde el pri­
- 40 -

mer momento el coronel Iglesias 3^ los su-


yos hubieran querido salir de Chorrillos y
seguir hasta Miraflores, pudieron haberlo
lieclio; pero se tenia resuelto no ceder, con-
tando siempre con que el resto de nuestro
ejercito que aun 110 se habia batido entra-
ria en acciön.
El chileno atacaba con impetu, con ra-
bia: el peruano se batia en cada esquina, en
plena calle, con desesperacion, con la firme
idea de no ceder. C ada soldado combatia.
con todo su espiritu. Los combates se
multiplicaron en cada calle, >r cuando el mi-
mero de chilenos era grande, cuando ata-
caban por diferentes lados cinco veces mas
que los peruanos, se ocupaban entonces las
casas, y cada edificio era un castillo.
Durante los 6 0 primeros minutos, esa
defensa obedecio ä un plan: la cabeza aun
podia dirigirla; pero disminuyendo violen-
tam ente las filas peruanas, habiendo caido
heridos y muertos muchisimos jefes y ofieia-
les, lo que poco antes fue un com bäte dege-
nero en luclui personal, y los chilenos, due-
nos de la situacion, se convirtieron de sol-
dados en asesinos e incendiarios.
El m ayor Fonseca, con ‘ ‘Zepita” , se hi-
zo camino por las calles del Tren. Las ba-
3ronetas del bravo batallon estaban tintas
de sangre, 3r los pocos que llegaron al freu­
te del Cuartel de Clases fueron ul tim ad os
miserablemente.
- 41 -

El m ayor Fonseca recibio un balazo en


el pecho y otro en la pierna, quedando ten-
dido ä inmediaciones de la quebrada de
Tenderini. Gravemente herido, se fue arras-
trando hasta un ranclio que quedaba ä ori-
llas de esa quebrada, y penetro en su inte-
rior. Y a veremos la tragedia que alli se de-
sarrollo pocos minutos despues.
De “ Libres de Trujillo” apenas queda­
ba un cuadro que por el barrio del Alto
Peru se batia con su jefe, defendiendo casa
por casa. Este resto de batallon logro pe-
netrar hasta Ui calle del Treu, pero en esos
instantes fue envuelto por las fuerzas chile-
nas que }Ta tenian la calle de Lim a. El pri-
mer jefe coronel Borgono fue hecho prisio-
nero com o mäs adelante referiremos.
“ Tarm a N.° 7 ” , habia qutdado tendido
en las faldas de las colitias de Santa Teresa.
El coronel Mendizäbal tambien fue hecho
prisionero.
“ C ajam arca” fue el primer cuerpo que
comenzo ä batirse atrincherado dentro de
los ranchos. Su numero 110 llegaba ä 1 0 0
hombres.
“ Callao” , logro penetrar hasta la calle
de Lima, pero lo aplasto el numero Supe­
rior de los chilenos.
E 11 estos instantes, habian en las calles
de Chorrillos, mäs de 8.000 chilenos.
Varnos ahora ä referir la carga ä la ba-
yon eta de “ Guardia Peruana” por el Male-
- 42 -

con, para recordar el modo y forma como


cayeron prisioneros los jefes peruanos en
Chorrillos, las terribles aventuras que pa-
saron, y los horrores del incendio y saqtieo
de aquella poblacion, durante la tarde y 110-
clie del inolvidable 13 de enero de 1 8 8 1 .
“ Guardia Peruana” se eneontro violen-
tamente atacado por retaguardia en su
posicion.
Chorrillos no solo estaba ocupado por
las fuerzas chilenas que habian entrado por
la Escuela de Clases, sino que tambien,
aprovechando de la marea baja, fuertes
destacamentos enemigos habian desfilado
por la playa y tom ad o posesion del M ale-
con y de las calles del barrio llamado “ Alto
Perü” .
Don Carlos Pierola ordeno la retirada
sobre Chorrillos, por serle imposible soste-
ner la posicion que ocupaba, careciendo
hasta de municiones, como era natural, des-
pues de nueve horas de combate ä pie firme.
Los poeos cajones de municiones que el
teniente Carlos Gonzalez Larranaga le lle-
vo de orden del coronel Billinghurst, se ha­
bian concluido.
T ra to de penetrar por la calle del Tren,
desfilando por el catnino del cerro; pero des-
de esa altura pudo conocer la situacion tal
cual era en realidad.
Viö, claramente, a nuestros soldados,
diezmados y en numero insignificante, ba-
- 43 -

tirse contra todo el grueso del ejercito chi­


leno. De las lomas de Santa Teresa, avan-
zaban los batallones chilenos, paso al trote
era la muralla de carne que, cual collar de
hierro nos iba a ahogar. Por la Kscuela de
Clases, las guerrillas chilenas del “ Esme­
ralda” y demäs cuerpos que componian la
divisiön en que figuraba aquel cuerpo, eran
dueiios de las calles del Treu y de Lima.
Por el Malecon, los enemigos ganaban tc-
rreno velozmente, despues de atravesar la
playa, aprovechando la baja marea, como
mas arriba queda dicho.
E sta ba Iglesias cercado, encerrado en-
tre 1 4 0 0 0 chilenos; y el niimero de peruanos
no llegaba ä 1 5 0 0 hombres de accion.
El coronel Carlos Pieroia comprendio
la gravedad del caso: su tropa formose el
convenciniiento de que habia que liacer un
esfuerzo supremo, e instintivamente todas
las miradas estaban fijas en el jefe. Este
dio una orden a su corneta: en medio del
ruido atronador del combate, vibraron las
notas del instrumento... Jam asel toque
jjrev en tiv o de ja te n c io n ! fue o b e d e e i d o c o ­
m o en a q u e lla vez. y antes que h u biera so-
nado la u ltim a n o ta del j a r m e n bien la

üayoneta ! ya e s t a s se h a l l a b a n coloca d a s
en lo s ca n o n e s de los rilles y puestas h ori­
z o n ta lm e n te s o b re los p ech os en em igos.
La banda de guerra toco j a t a q u e ! y
“ Guardia Peruana” avanzo al trote sobre
_ 44 —

las fuerzas chilenas. Estas, ä su vez, arma-


ron apresuradamente sus afiladas bayone-
tas y avanzaron sobre las peruanas.
El choque fue espantoso, jen ese mismo
Malecon, donde nuestras limenas, las no-
ches de verano soiiaban en sus amores; en
ese mismo Malecon, decimos, corrio sangre
peruana v sangre chilena, mezclada por el
odio de dos pueblos que, desde su origen,
lian sido eneinigos v lo serän eternamente!.
El empuje del c h o l o peruano doblego'
al k o t o chileno. Las bayonetas agtidas del
Peabody, que defendian el suelo patrio, hi-
cieron retroceder ä las aplanadas bayone­
tas del araucano invasor.......
Poco fuego se hizo en aquel grandioso
combate: solo uno que otro disparo de los
revolveres de nuestros oliciales.
jEi seco y horripilante chirrido de un
cuerpo atravesado por el arma blanca; el
grito desgarrador del herido; las maldicio-
nes de los combatientes; las ordenes energi-
cas, violentas e indiscutibles de los jefes y
oficiales, era lo unico que se escuchaba en
aquel combate, ä la vez que los cornetas
que aun quedaban en pie, lanzaban al aire
las notas que solo los valientes entienden:
jA L A C A R G A C A Z A D O K E S , E T C ...............
En el resto de las calles de Chorrillos, se
batian como fierae, ä bala, ä b a 3’oneta y
h a s ta ä cokvo!
“ Guardia Peruana” se abrib paso; una
tercera parte del Cuerpo pudo llegar, por
canto de playa, hasta Mirailores; pero las
otras dos terceras partes quedaron tendi-
das en el Malecon, teatro de sus hazanas, y
su jefe Coronel don Carlos Pierola, tue he-
cho prisionero.
Cuando los artilleros que manejaban
las piezas de grueso calibre en el M orro, se
convencieron de la perdida total de Chorri­
llos, clavaron sus canones. De eilos <;cuan-
tos pudieron salvar? No lo se.
Recuerdo solo a Carlos German Ameza-
ga, que salio ligeramente herido en una pier-
na; se salvö milagrosamente el poeta que
mas tarde h a b n a de lanzar, con su pluma,
todo el odio de su eorazön contra el rostro
del chileno.
Mientras tan to, los pocos peruanos
que quedaban en Chorrillos habian enipe-
nado combates parciales contra el grueso
del ejercito chileno. Impotentes para lu-
char en plena calle, se atrincheraban en los
ranchos que juzgaban mas convenientes pa­
ra el efecto, y solo cuando habian q u e m a -
no e l ü i v T i M O c a r t ü c h o , o habian pereci-
do todos, lograban ocupar los chilenos las
improvisadas fortalezas.
T o d o s los soldados que caian prisione-
ros eran fusilados inmediatamente.
Don Miguel Iglesias y don Guillermo E.
Billinghurst fueron violentamente rodea-
- 40 —
%
dos por mas de trescientos chilenos. A com -
paiiaban ä estos jefes sus a 3mdantes y al-
gunos ofieiales de cuerpos que ya habian
desaparecido: revolver en mano, trataban
de abrirse paso, cuando trescientos rifles
apuntaban y hacian fuego sobre el pequeno
grupo, que formaban Iglesias y sus compa-
iieros. Muchos caj'eron muertos o heridos,
en medio de la confusion mas espantosa y
entre las mas contradictorias voees.
— jMire a los cholos, matemoslos no
mas, para que se les quite la Jesera de resis-
tir!—decian los chilenos.
Y a estas palabras rompian el fuego,
victimando a jefes y ofieiales.
—jManos arriba, ninosl—decian otros.—
jEntregar, 110 mas, las chauchitasl
Y, con el cinismo peculiar del roto, en
ta n to que dos de ellos cogian de los brazos
a nuestros valientes, un tercero les sacaba
de los bolsillos hasta los panuelos..........
Y todo esto en medio de un fuego nutri-
do sin objeto, que no siempre danaba a los
nuestros, y con frecueneia, sf, a sus propios
companeros.
En esos instantes mataron a un ayu­
dante del coronel Billinghurst, que a la vez
era ahijado de este: el teniente Portocarre-
ro, natural de Tarapaca.
Era casi un niiio. Bajo de cuerpo, pero
de musculatura atletica, color trigueno, pe-
lo negro y ojos negros y hermosos; valien-

f
- 47 -

te, con el valor que dan la niilez y la ino-


cencia. C ay o de espaldas, con los brazos
en cruz, sin pronunciar una sola palabra.
Billinghurst quiso lanzarse al sitio eil
que cayera su ayudante; pero no pudo ha-
cerlo. <;Para que tam poco, si ya era un
cadäver, y en esos momentos la vida era
una loteria que nadie sabia si la gan ab a o
no? H a b ia que defenderla a todo trance.
En momentos tan criticos se le ocurrio
al coronel Billinghurst una idea, que fue la
salvacion de todos: habian resuelto los
chilenos fusilar ä todos los prisioneros que
estaban en su poder, y ya daban principio
a su negra obra, cuando aquel les dijo, se-
halando al coronel Iglesias:
— jMiren: el sehor es el comandante en
jefe, y yo soy jefe de Estado M a y o r. Lle-
vennos adonde su jefe!
En el acto se suspendio el fuego directo
sobre los prisioneros, y pidieron las espa-
das a los que aun las tenian porque 110 se
las habian arrancado violentamente.
El coronel Billinghurst se desabrocho el
cinturön, envolvio los tiros en 1a. espada, y
en Ingar de entregarsela al chileno, que te-
nia la tnano estirada para recibirla, la lan-
zo al techo de un rancho vecino.
El chileno se puso furioso, dio dos o
tres pasos atras, e liizo fuego con su rifle
sobre el coronel Billinghurst; pero la bala,
mal dirigida, paso a tres lineas de la cabeza
- 48 -

de este jefe y fue ä destrozar el cräneo al te-


niente coronel Oscar de L a Barrera, que es­
ta b a ä retaguardia, ä pocos pasos de dis-
tancia de aquel.
Subi tarnen te se desplomö L a Barrera.
jEstaba muerto!
M om entos antes, el teniente coronel L a
Barrerra, habia escapado de la muerte. Ro-
deado de soldados chilenos, trataron estos
de registrarle los bolsillos, en medio de los
insultos mas soeces, y La Barrera resistid
energicamente con palabras y con hechos.
Viendo esa actitud los chilenos hicieron fue­
go sobre La Barrera; pero ni un disparo le
toco.
Poco despues, la bala que debio m atar
al coronel Billinghurst, m ato ä L a Barrera.
Era el destino, en cuvas päginas estaba es-
crita su muerte.
El coronel don Miguel Iglesias se vio
rodeado por un gran numero de chilenos,
los que despues de arrancarle la espada,
trataron de quitarle el reloj y la cadena.
El coronel Iglesias resistio con dignidad v
energia v, tom ando el mismo el reloj lo pre-
sento ä los chilenos, diciendoles:
— jNo hay que atropellar!
En estos momentos, un sargento chile­
no (del “ Esmeralda” ) se interpuso, y, po-
uiendo una pequena bandera chilena sobre
la cabeza del coronel Iglesias, pero sin to-
carlo, dijo:
— 4B —

— ]No lo maten!
El coronel Iglesias se volvio al sargento
y, entregandole el reloj y la cadena, le dijo
con t o d a c a lm a :
—jTome, sargento, com o recuerdo!
—Gracias senor, repuso el sargento chi­
leno, tom ando el reloj; y, dando algunas
ordenes, agrego:
— Senor: sirvase darse prisionero y se-
guirme.
El grupo siguio por la calle del Tren,
hacia la quebrada de Tenderini.
En este intervalo, al coronel Billin­
ghurst y a sus compafieros se les obligaba
a entregar el ultimo centavo, y todo ello en
plena calle, en medio de un eombate en el
que los chilenos haciati fuego los unos con­
tra los otros, entre aquella confusion en la
que no habia aun un jefe chileno, puesto
que 'solo se veian soldados y uno que otro
oficial del ejercito enemigo.
El coronel Valle Riestra, avanzo por la
calle del Tren, seguido de sus ayudantes y
de un corto numero de soldados, haeiendo
fuego y tratando de abrirse paso hacia el
Barranco.
E 11 la bocacalle del Pellizco, el capitan
don Carlos Gonzales Larranaga, uno de los
que formaban este grupo, cayo muerto, y
en los mismos instantes, un poco mas a re­
taguardia, era herido gfavemente el tenien-
— 50 -

te Enrique M asias. Este oficial, sin embar-


go de la grave herida que recibio, siguio ä
caballo, eil lado del coronel Billinghurst,.
conteniendo sus dolores y cumpliendo con
su deber.
En el lugar indicado, el coronel Valle
Riestra y sus companeros fueron atacados
por fuertes destacamentos chilenos, cuyo
numero era veinte veces m ayor que el pe-
queiio grupo que formaban los peruanos.
Infinitos brazos tom aron los caballos y
obligaron a los ginetes a echar pie a tierra,
para ser sujetados por unos, mientras otros
arrancaban las espadas y registraban los
bolsillos de los prisioneros.
En pocos segundos, estos habian sido
despojados del dinero, de las alhajas y de
cuanto llevaban consigo.
Despues del saqueo comenzo el fusila-
miento. L os chilenos, al ver al coronel V a ­
lle Riestra, lo tom aron por extranjero, y al-
gunos exclamaron:
Fusilen ä ese gringo, no mäs, pd que no
le quede gana de ser cholo peruano!
Y varios rifles se dirigieron contra el co­
ronel Valle Riestra;pero su hijo Alfredo,que
* tenia la clase de teniente, se lanzo contra
los agresores y separö los canones asesinos,
gritando:
— j Maten nie a m i !.......... j Ese es mi pa-
dre! .
Entonces se presencio la mas dramätica
escena, queriendo padre e hijo salvarse mu-
tuamente.
L os disparos que contra ellos se hacian,
no llegaron a tocarles, pero si a otros in-
felices.
En tan criticos inoinentos, el sargento
chileno del batallon “ Esmeralda” , Holley,
y el soldado del mismo cuerpo, Francisco
Pizarro, se interpusieron entre sus paisanos
y el coronel y el teniente Valle Riestra. El
primero de aquellos, cubriendo a estos con
una pequena bandera chilena, dijo:
— jA estos no se les debe matar!
Pizarro repetia lo mismo y separaba
los rifles chilenos, levantandolos m as arri-
ba de la cabeza de los prisioneros.
El coronel Valle Riestra, decia, entre
tan to, al sargento Holley:
— jSargento: no soy extranjero; soy pe-
ruano, hasta el hueso!.......
El soldado Pizarro se volvio al coronel
Valle Riestra, y le dijo:
— jAunque lo fuera, senor; es usted muy
parecido a mi padre!
Y siguio defendiendo al grupo de pe-
ruanos.
Las manos del coronel Valle Riestra 3^
la del soldado chileno se estrecharon; eran
am igos desde ese momento.
E 11 tan supremos instantes se presenta-
ron los primeros ofieiales chilenos que sc
— 52 —

vieron: eran los capitanes Aguirre y C alvo


y el teniente Larenas.
C om o caballeros, como soldados y co­
mo hombres de honor, secundaron amplia-
mente el proceder del sargento Holley y del
soldado Pizarro, y los prisioneros perua-
nos encontraron en ellos defensores de sus
vidas y de los sagrados fueros de las lej’es
de la guerra.
M a s adelante referire escenas de horror
y de ferosidad increible por parte de los chi­
lenos; pero creo un deber hacer previamen-
te una salvedad. Estos hechos fueron prac-
ticados por los soldados, por los rotos, y
pocas veces con la aceptacion y la toleran-
cia de los jefes y de los ofieiales.
No faltaron entre estos, es eierto bar-
baros y sanguinarios, como el en^onces co­
ronel L a go s, que mancharon sus presillas
con sangre de heridos y prisioneros; pero
tales fieras fueron contadas.
L a mayoria de los jefes y ofieiales chile­
nos salvaron la vida a muchos de nuestros
com patriotas, con peligro de la suya, y en­
tre estos, los capitanes Aguirre y C alvo y el
teniente Larenas.
Los asesinatos e incendios en Chorri­
llos, fueron efecto del desborde de los rotos
chilenos que olvidando sus deberes de sol­
dados, siguieron los instintos de su raza;
que en Chorrillos, en Miraflores, en to d o s
los episodios de la guerra nacional sobrena-
daron, avasallando e intimidando ä losje-
jes 3^ oficiales, a los futres , com o cllos los
11am an.
Es la misma historia de ese pueblo ba-
jo , en su guerra civil de 1 8 9 1 : Iquique, Po-
zo Almonte, la Placilla, Valparaiso, Santia­
go, son pruebas elocuentes de este aserto.
Y esta historia misma se repetira en la casi
eneludible guerra con la Repüblica Argenti-
na, hoy, manana, mas tarde cuando
e s t a l l e ............
Al final de la calle del Treu, se encontra-
ron los prisioneros con el coronel Holle 3r,
jefe del “ Esmeralda” , y con el jefe de “ Na-
vales” , cuyo nombre no recuerdo.
El total de prisioneros se reunio alli:
Iglesias, Billinghurst y sus demas compa-
neros aun vivos, pudieron estrecharse la
m ano.
El teniente Enrique M asias, que iba ca­
si arrasträndose por la gravedad de su he-
rida, cayo por tierra, en aquel lugar. M a s
tarde, fue conducido a una ambulancia, en
union de otros compaiieros heridos.
Pero y a los soldados chilenos habian
eomenzado a saquear las tiendas, y el licor
hacia sus efectos. Los que seguian al gru ­
po de prisioneros peruanos rompieron el
fuego sobre ellos, 3’ el coronel Holle 3r orde­
no que fuesen conducidos a un rancho si-
tuado al borde de la quebrada de Tende-
rini.
- 54 —

Era el mismo en que se habia refugiado


el M a y o r Fonseca.
Este rancho teiha tres ventanas, que
daban a la citada quebrada, dominando la
carretera de Chorrillos al Barranco.
Se encontraron dentro de el los siguien-
tes jefes y ofieiales:
Coronel don Miguel Iglesias.
,, ,, Guillermo Billinghurst.
,, ,, Miguel Valle Biestra.
,, ,, Carlos Pierola.
,, ,, M ariano Mendizabal.
,, ,, Justiniano Borgono.
Tte. Crnl Ochoa, 2 9 jefe del “ C allao”
[herido].
Tte. Crnl. Lozada, 3 er. jefe del “ Libres
de Trujillo“ [herido].
Tte. Crnl. Benjamin Novoa,
,, ,, P. Gonzalez.
Sargento M a y o r Fonseca.
Capitan J. Angulo.
,, L a Torre.
Teniente F. Calvo.
,, Alfredo Valle Riestra.
,, A. Lettelier.
Al llegar a la puerta del rancho, se rea-
lizaron dos escenas que voy a referir:
El capitan ayudante del coronel Billin­
ghurst, don P. Chavez, 111011 taba un mag-
nihco caballo itigles de carrera, de pura
sangre. Los chilenos trataron, por dife-
rentes veces, de desmontarlo; pero el capi-
tan Chavez, eximio jinete, arrebataba el
caballo e impedia asi que cumplieran su
deseo.
Durante las peripecias de la prisiön del
coronel Billinghurst, el capitan Chavez des-
cargo repetidas veces su revolver; pero,
conveticido de la inutilidad de sus esfuerzos
rodeado por los chilenos, en los monientos
en que encerraban a su jefe en el rancho ci-
tado, larizo su caballo a tod a carrera y ,
dando saltos colosales sobre las cabezas de
los chilenos, sable en niano, se abrio paso
y atraveso las lineas eneinigas, llegando,
sano y salvo, hasta Miraflores.
Ni el ni su caballo habiati recibido la
menor herida.
El capitan Chavez es actualmente te­
niente coronel de nuestro ejercito.
En los Ultimos monientos de la defensa,
el coronel Billinghurst mando a un corneta
de ordenes que tocara a t a q u e , con la idea
de abrirse camino ä la bavoneta.
Pero el numero de soldados era reduci-
do, v el caso imposiblc.
El corneta, cumpliendo la ordcn recibi-
d a , tOCO A T A Q U E .
Durante el desarrollo de los aconteci-
mientos que he referido, el toque seguia.
Desniontado del caballo, por los chile­
nos, el corneta no ceso de lanzar sus notas
inarciales y viriles.
— 56 -

En medio del estruendo del fuego que


hacian en todas direcciones, casi nadie se fi-
ja b a en el corneta; pero, al ponerse en cami­
no los prisioneros hacia el rancho de que he
hecho mencion, un soldado chileno se fijo
en el incansable musico: lo m im un rato co­
mo admirado, dudando si debia niatarlo o
no, y por ultimo, levantando la mano y
dando un fnerte golpe al instrumento, que
rodo por tierra, le dijo:
— jMire, nino ; dejese de tocar su musi-
quital
jHacia quince minutos que el corneta
era prisionero!......
El capitan Sergio La\'seca era ayudante
del coronel Valle Riestra. Este oficial inten-
to hacer algo por el estilo del capitan Cha-
vez, pero fue desgraciado: le mataron el ca­
ballo y fue gravemente herido en una pier-
na. Aun estä cojo, y vive, actualmente, en
Miraflores,
En las calles de Chorrillos seguia el
combate, en pequena proporcion, rnas que
entre peruanos y chilenos, pues los prime­
ros eran muy pocos 3'a, entre chilenos mis-
1110s.
Las pulperias empezaban ya a ser sa-
(^ueadas, el alcohol subia a los cerebros de
los rotos, y estos, dominados por sus ins-
tintos sanguinarios, convertidos en fieras,
se m ataban entre si porque ya no habia
peruanos. que exterminar.
Las mujeres, las pobres rabonas.......
Pero aun no ha llcgado el momento de
referir estas escenas, que merecen parrafo
aparte.
Terminare con lo que se refiere a nues-
tro Ejercito.
Antes he dicho que el ayudante del co­
ronel Billinghurst, que llevo hasta el Ba-
rranco, de orden de su jefe, al comandante
Cisneros, regreso, camino de Chorrillos, se-
gun indicaciön del general Vargas Machu­
ca, a convencerse si real mente eran chilenos
los que habian penetrado por la Escuela de
Clases.
No necesitö avanzar niucho para con­
vencerse de ello. jEran chilenos!
El oficial volvio al Barranco: el general
V argas Machuca y el coronel Suarez esta-
ban reunidos y algo separados de la tropa,
liablaban enrte si.
L a cara del general Machuca estaba ro-
ja , y le dominaba una colera llevada hasta
el exceso, segun lo demostraban sus pala-
bras y sus movimientos.
— iQue hay, seiior oficial? — pregunto el
general, volviendose al teniente ayudante.
— jSenor,—contesto este — los chilenos
son duenos de Chorrillos, se baten con los
nuestros en las calles, y comienzan a que-
mar los ranchos!
— iQuiere U. ir con la descubierta?—pre­
gunto.
- 58 -

Y, sin aguardar respuesta, se volvio al


coronel Suarez, y le dijo:
— jDele U. la descubierta al teniente, se-
nor coronel!
Pocos instantes despues, desfilaban cer-
ca de eien hombres sobre Chorrillos, a las
ordenes del oficial. Iba con esta fuerza un
sargento mayor cuyo nombre 110 recuerdo,
el que, pie ä tierra, hizo lo increible para
penetrar ä Chorrillos.
L a compania avanzo hasta cerca de la
Escuela de Clases. Violentamente rompie-
ron sobre ella los fuegos los chilenos, del
otro lado de la quebrada de Tenderini, de
los altos de la Escuela y del lado de Villa,
principalmente del primer lugar.
La tropa peruana continuo avanzando,
concretando su ataque a la chilena que ha-
cia fuego de la quebrada de Tenderini.
E sta ultima tropa era la que custodia-
ba a los prisioneros peruanos encerrados
en el rancho donde minutos antes se habia
refugiado el imiyor Fonscca.
Se tom o un prisionero: un soldado del
“ L a u ta ro ” . El oficial a 3Tudante lo entregö
a u 11 corneta, para que lo custodiara, ha-
ciendole previamente las preguntas del ca-
so, para averiguar que numero de fuerzas
tenian los chilenos en Chorrillos.
El destacamento peruano avanzo hasta
las mismas paredes del Cuartel de Clases, y
- 59 —

3ra pensaban el mayor y el oficial, cargar


sobre el enemigo, cuando se encontraron al
frente de gruesas guerrillas, en la ealle del
Tren, ä la vez que por el flanco izquierdo
rompia los fuegos un batallon chileno.
En pocos instantes quedaron tendidos
en el campo los asaltantes peruanos, conta-
dos fueron los que escaparon: al oficial lo
desmontaron.
Mientras tanto, en el rancho donde es-
tabati los prisioneros, se creia que este ata-
que era de la reserva v del coronel Suärez,
al extrerno de que el capitan chileno Calvo,
volviendose ä uno de los jefes prisioneros,
le dijo:
— jCoronel, creo que se ha cambfado la
tortilla! jEspero que haran ustedes, lo
que nosotros hemos hecho!
En tales momentos, la escuadra chilena
volvio ä romper los fuegos; pero no va so ­
bre Chorrillos, sino sobre el Barranco.
^Que paso en la division Suärez? No me
lo explico.
jPor tercera vez, en lugar de avanzar,
retrocediö sobre Mirafiores!
jllabian rifles de esa division que no ha-
bian hecho un solo tiro!
jChorrillos estaba perdido!
jEran las 4 h. p. m., del 13 de etiero de
1881!
— 60 —

IV

L A M A T A N Z A Y E L INCENDIO

Al comenzar estas lmeas me encuentro


tentado de poner punto final a mi trabajo.
L o que voy ä narrar, es una leccion para la
nacion ehilena, v la grave falta que sus sol­
dados cometieron, conviene se recuerde.......
Pero 110 hay que temer que el roto sea disci-
plinado, cuando se les presente ocasiones
iguales; y hoy, mas que aj'er, ellos conocen
sus fuerzas y saben cuando deben de impo-
nerse a sus futres.
Por otra parte, mi reticor contra fei
invasor, me incita a referir las espantosas
escenas del incendio de Chorrillos, del sa-
queo y de los asesinatos que se realizaron
en esa villa. H a y que recordar la historia
vergonzosa de la crapula del ejercito chile­
no en aquel memorable dia; hay que m o s­
trar el lodo de aquel ejercito, que siendo
vencedor quedo vencido durante veinticua-
tro horas, por que sus vicios lo cegaron, y
si no fueron exterminados, fue debido a que
en las lineas peruanas no hubo una cabeza
aunque sobraron corazones.
Dispersa en las calles de Chorrillos la
soldadezca ehilena, asalto las pulperias y
despachos de licores entre el diluvio de ba-
— Gl —

las que se cruzaban en todas direcciones.


Las pipas de vino eran desfondadas a cula-
tazos; los piscos rotos a balazos; las bote­
llas descogolladas al colpe seco del corbo,
tinto en sangre enemiga y amiga; y po-
cos minutos despues, 1 4 0 0 0 chilenos esta-
ban borraehos en las calles del Versalles
peruano, siendo la oficialidad impotente
para contener el desborde, que, repito, era
mas espantoso que una derrota. En esta,
la maneomunidad de la desgracia y de los
peligros une a los hombres, pero lo que pa-
saba en Chorrillos habia relajado, olvidado
y atropellado toda subordinacion. El “ de-
lirium tremes” domino al ejercito invasor
por completo.
Muertos, fusilados y asesinados, los
cholos peruanos, el instinto sanguinario de
los rotos buscö nuevas victimas, y los ex-
tranjeros principalmente los italianos, fue­
ron exterminados. Muchos de estos habian
quedado en Chorrillos guardando sus inte-
reses, pero todos fueron fusilados. <;C6 mo
comenzaron tales asesinatos con personas
que no habian tom ado la menor parte en el
com bäte?
En la calle del Tren, un despacho fue
asaltado y los chilenos trataron de insultar
a la esposa del italiano que cuidaba el ne-
gocio. Este se interpuso como era su deber
y la quiso arrancar del poder de los solda­
dos, pero hicieron fuego sobre aquel infeliz
y una bala puso fin a sus dias. iQue fue de
la infeliz mujer? H a y cosas que dan aseo
referirlas. Insultada, m altratada, dispu-
tada a golpes, dejo de existir; v su cadaver
seguia siendo profanado por aquellas bes-
tias sin instinto!
Las i)ocas mujeres que quedaron en
Chorrillos, fueron victimas de los mas ini-
cuos crimines, y esto ä la luz del dia, sin el
menor reca.to, en plena via publica. Y cuan­
do la bestia dominaba al hombre en aque­
llas fieras armadas, las balas de sus rifles
atravezando al rival y a la mujer disputa-
da, les daba campo para arrojar a un lado
el cadaver del primero y profanar el de la
segunda.
U 11 italiano, entre otros muchos, fue
liecho presionero , si se puede, en este caso,
emplear tal palabra. El pobre hombre Ue­
no de miedo les halagaba su am or propio
temeroso de que hicieran con el lo que ha­
bian hecho con sus paisanos. Era el des-
graciado la befa de los guardianes. Uno le
daba un golpe con la culata del rifle.
—Ande nino no ma pa que com a pron-
to mancarroni, le decian.
Otro con la bayoneta lo iba punzando,
y por ultimo, el que estaba ä su espalda se
lanzö contra el infeliz y rodeändolo con los
brazos por la cintura, le introdujo en el
estom ago un corvo vaciandole el vientre.
Un grito del italiano, y las carcajadas de
los rotos, se escuehamn. Estos hicieron
grato espectäculo de tan cspantoso hecho.
— Guatita con porotos, nihos, decian en
su sanguinaria burla!
El doctor M ac Clean, medico ingles, y
padre de una numerosa familia, nacida en
Tacna, vivia en Chorrillos, cn un rancho de
la calle de Lima. La casa teina una inmen-
sa bandera inglesa, sobre la puerta el escu-
do de aquella naciön y en el muro, en una
plancha de zinc, con los colores ingleses, se
leia: p r o p i r d a d i k g l h s 'a .
Este rancho , verdadero palaeio, fue
invadido por los chilenos. El respetable
anciano se creia seguro bajo su bandera
patria y protestö, pero fue insultado, gol-
peado, mientras los rotos se lanzaron al
saqueo de despensa y muebles.
— Mire padre eterno, le decian aludiendo
ä su blanca y poblada barba, nos he donde
estän las chauchas porque si 110 lo fusila-
1110s en seguidita no rna!
El doctor M ac Clean trato de salir,
llegando ä conseguirlo hasta la reja de hie-
rro, pero alIi lo alcanzo 1.111 disparo que ins-
tantäneamente lo m ato. Pocos minutos
despues ardia el rancho regado, por com-
pleto con kerosene.
. L a cräpula, ä las cinco de la tarde, ha-
cia, entre los invasores, sus terribles efectos.
Los nihos estaban de remolienda, como
ellos decian. Entre los muertos y lieridos
— 64 —

rodaban los borrachos, con esa beodez


embrutecedora y sanguinaria del chileno.
Los quejidos y gritos, pidiendo socorro, de
los heridos, se mezclaban con las blasfemias
y cantos obsenos de los borrachos. Las
coplas de la m onotona chilena se escucha-
ban al mismo tiempo que las oraciones de
los moribundos.
Y la remolienda seguia en crecendo; va
no existia disciplina; va no se conocian ni
entre ellos. Una botella para vaciarla, una
mujer, viva 6 niuerta, una lata de kerosene
para incendiar los palacios de Chorrillos,
eran disputados a bala o a eorvo.
No se cansaban de matar; cuando va no
habian cholos peruanos ni bacliiches ni
gringos , se mataban entre si, se quemaban
com o ratas.
El rancho, o mejor dicho el palacio que,
en la calle del Tren, posee la familia Pflü­
cker, fue el teatro de espantosas escenas.
A lgo muy codiciable debieron encontrar
alli los rotos, puesto que, como fieras, se
disputaron el botin. Se dividieron en dos
bandos y la mas numerosa arrojö afuera ä
la menor. Pero esta buseo refuerzo, y ya
fuerte, ataco la casa, trabandose un serio
combate entre chilenos; pero viendo los
asaltantes que sus paisanos no cedian, re-
solvieron incendiar el rancho , y asi se reali-
zo, puesto que en pocos instantes las Hamas
rodearon ä los que estaban dentro. Trata-
ron estos de salir, pero se les recibio ä bala-
zos, se les cazaba, apenas asomaban las ca-
bezas.
Un jefe chileno, un sargento mayor, lle-
go ä tales momentos y al presenciar lo que
pasaba creyö que sus soldados sufrian un
error. No comprendia que entre chilenos se
matasen.
— Nihos, les grito, lanzando su caballo
entre los asaltantes, miren que los de la ca-
sa son chilenos. No hagan fuego, dejenlos
salir.
— Mi jiefe , le contesto uno, dejenos no
ma que pa eso som o tantos.
El M a y o r chileno dio ordenes de sus-
pender los fuegos.
— Mire, senor patroncito , väyase no
m a— le repusieron en son de amenaza.
Pero el jefe chileno queria imponerse y
llamar al orden a sus soldados. Estos
montaron en colera.
— Mire el futre , le dijeron, y a pue abrir-
se ä lo largo.
Y lanzando una palabra peculiar del
chileno, uno de ellos hizo fuego sobre el
Sargento M ay or, m atandolo en el acto.
Los de la casa fueron todos quemados
vivos. Eran chilenos contra chilenos.
<;Para que seguir relatando mas?. Can-
sa el espiritu, lo enferma el recuerdo de t a ­
les hechos.
- G6 -

El (lesborde de los soldados intimidb ä


generales, ä los jefes y oficiales. Se vieron
impotentes para tal desmoralizaciön, se en-
contraron amenazados de muerte por su
mismo ejercito. — El jefe ü oficial que inten-
tara contener ä sus soldados, era victima-
do sin compasion. H abia que dejarles que
incendiaran el ultimo rancho , que se con-
sumiera la ultima botella de licot*.
La reserva que fuera de Chorrillos te-
nian los chilenos, tambien se desbandaba.
No podian los rotos permanecer arm a al
brazo cuando tan cerca tenian la remolicn-
da , es decir, el saqueo, el incendio y el licor.
Los centinelas abandonaban sus puestos,
El ejercito chileno no existia. Era una
matiada de fieras embrutecidas que roda-
ban por el suelo como odres llenos de al-
cohol.
Por la noche, las Hamas subian al cielo,
rugian, lo devoraban todo. L a gran ho-
guera alumbraba las mas espantosas esce-
nas que recuerda la historia de America.
Y allä, en Miraflores, doce mil hombres
armados, valientes y resueltos, esperando
una orden, anirnados del deseo de com ba-
tir, enfurecidos con el espectäculo del incen­
dio de ese Chorrillos que tan to am aban, en
donde habian anidado sus ilusiones de ju-
ventud, de am or y de suenos de gloria.—
Allä en ese Miraflores, doce mil hombres
que amaban ä la Patria, que tenian ä sus
espaldas, hogares que defender, afecciones
sagradas que salvar; doce mil hombres que
lanzados sobre Chorrillos, 110 hubieran te-
nido que hacer otra cosa que aplastar con
las culatas de sus rifles los eraneos de vein-
te mil borrachos................
Voy a concltur.
Refirere las ultimas aventuras de nues­
tros com patriotas prisioneros, del inmor-
tal Coronel Miguel Iglesias, de Billing­
hurst y todos los patriotas que prefirieron
la muerte si era preciso, antes que abando-
nar sus puestos.
El rancho donde cran guardados co-
menzo a incendiarse— El peligro era inme-
n ente—El Coronel Holley diö orden de que
los prisioneros fuesen trasladados a la E s­
cuela de Clases—Al salir, los rotos rompie-
ron el fuego sobre el grupo de prisioneros—
Entonces el Coronel Holley m ostro ser un
grau hombre. Con su cuerpo queria cubrir
materialmente los de sus prisioneros. Gri­
ta b a a sus soldados, secundado por algu-
nos ofieiales—Que camino tan espantoso
para todos aquellos hombres de corazon.
Era apenas una cuadra; pero que eien va-
ras mas angustiosas! Las blancas cabe-
zas de Iglesias, Valle Riestra, Mendizabal,
& estaban tan serenas como las juveniles
de Billinghurst, Borgono, Lozada, N ovoa y
demas companeros— Llevaban en medio de
su prision el corazon tranquilo y satisfecho
- 68 -

por haber cumplido con sus deberes de pe-


ruanos.
El M a y o r Fonseca herido gravemente
como he dicho, no pudo saltar del rancho.
Sus companeros trataron de cargarlo, pe­
ro el fuego v las balas no lo permitieron y
el valiente M ayor Fonseca muriö quemado
vivo.
En la Escuela de Clases fueron deposi-
tad os en la capilla en donde ya ^habian
otros prisioneros. Alli fueron atendidos
por los generales Baquedano, Saavedra,
S o t o m a y o r y M atu ran a. Cada uno de es­
tos generales se les ofrecieron y trataron en
lo posible dulcificar las amarguras de la
prision. El doctor Altamirano y el doctor
Domingo Godoy fueron varias veces ä ver­
los v ofrecerles sus *
servicios.
A la caida de la tarde el Coronel Valle
Riestra fue llamado por el General Etnilio
Sotom ay or y tuvo lugar el siguiente cam-
bio de palabras.
— Digame senor Coronel, y le ruego me
conteste con franqueza, <;cree Ud. que des-
pues de esta batalla tendremos otra, v ha-
ran nueva resistencia sus compatriotas?
— General, contesto el coronel Valle Ries­
tra, los peruanos estan resueltos a defen-
derse hasta el ultimo. Si han ganado uste-
des esto, para vencernos, tienen que batirse
dos veces tnas. F a lta Miraflores y Lima.
- 09 —

— Pfcro esto es cnicl, seiior coronel. Vea


cuantas victimas cuesla esta batalla.
— Senor,— repuso nuestro jefe— ustedes
han buscado y Lim a se defiende.
El general Sotom a vor liizo ungesto bas-
tante expresivo que demostraba lo grave
del caso. Era que va comprendian que el
desborde de su ejercito p odn a ser aprove-
chado por el nuestro v tenian miedo.
Refiero esta escena porqtic tiene su va-
lor, dada la situacion que en esos momen­
tos se atravesaba.
Es del dominio piiblico el resto de lo
que pasö. V ov ä referir el epilogo.
El 1 4 por la tarde fueron embarcados
en el “ C op iap o” los prisioneros, escogiendo
solo ä los jefes y a los oficiales que estos se-
nalaban.
Al salir de la Eseuela de Clases, traian
al coronel Recabarren en una camilla. Es­
te jefe herido en un brazo habia permaneci-
do en el campo dos dias tirado en pleno sol
3’ sereno. Sc saludaron en silencio pero ese
silencio valia rnucho mäs en tales momen­
tos. Se presenda otra batalla. L a hora
de Miraflores aun no habia llegado.
En las calles de Chorrillos segtiian va-
rios dispersos. Acompanabati ä los pri­
sioneros los generales chilenos Sotonuu'or,
M atu ran a 3r Saavedra. Pero los rotos hi-
cieron fuego sobre ellos. El grupo tuvo que
buscar paso para la pla 3Ta por entre un ran­
- 70 -

cho incendiado, en la calle de Lima, el que


pertenecia a la familia Tudela. Entre las
Hamas atravezaron, perseguidos por los dis-
paros de los soldados.
H abia pasado el iiltimo prisionero, cuan­
do el rancho se desplomö. Un mitiuto de
perdida y muere Iglesias y compaheros en­
tre los escombros.
A bordo del “ Copiapo” se les tom o su
palabra de honor de quedar prisioneros.
En el acto se retirö de a bordo toda fuerza
chilena, quedando solo el capitan y unos
cuantos marineros del buque mercante.
Iglesias y los suyos estaban salvados

He concluido.
Mi trabajo tiene un gran merito. Es la
fiel expresion de la verdad, de lo que alli pa-
so, de lo que pude ver y me refirieron perso­
nalmente, los hombres que figuran en esta
narracion— mi estilo cansado, la falta de
practica en esta clase de trabajos, mi caren-
cia de conoeimienfcos literarios pueden por
esta causa ser perdonados, y espero que lo
sean.
Por otra parre, estos apuntes encierran
una gran leceion para la generacion que se
evanta, llena de vida v de patriotismo y
que dentro de poco tendra su campo de ac-
- 71 —

cion en la iiiminente guerra nacional que


nos amenaza. —El recuenlo de los hechos
con la desnudez con que ellos pasaron harä
que conozcan a los hombres, que se les juz-
gue en lo que valen d puedan valer. L a
justicia que ä veces duernie cuando las pa-
siones politicas la combaten, tarde o tem-
prano despertara—y de esos hombres del
pasado, si llegase el momento de volverlos
a utilizar, hay que escogerlos, separando la
zizana del trigö.
En nuestra Patria la sanciön rnoral.no
existe.— El hombre honrado, patviota que
cumple con su deber, 110 encuentra la re-
compensa de sus hechos. El destierro, la
ingratitud o el hanibre los avasalla y de-
sespera y unas veces los corrompe.—En
cambio, los que siendo llamados a salvar
la Patria o morir defendiendola al pie de su
bandera, han fugado en los momentos de
peligro ö 110 han sabido batirse, han vuelto
a encontrar honores y fortuna y sucede tnu-
chas veces que el lodo que arrojan sus os-
tentosos coches, cae en el rostro de los que
ä pie, despues de haber cumplido con su de­
ber, van ä buscar un pan que reclaman sus
hijos.
De los defensores de Chorrillos, de los
que cumplieron con su deber ,;cual es el que
ha recibido la recompensa?
Muchos han buscado en la politica pre-
mio ä sus afanes y solo han cosecliado ene-
migos y desenganos, olvido de sus heehos y
calumnia en sus nobles hazaiias. H a y ho-
gares de esos hombres en que el hatnbre ha
ido abriendo claros como lo liacian eil los
campos de batalla las balas chilenas!

Silencio, que da vergüenza, rabia, deses-


peracion reeordar tales cosas.

Ni nuestros padres ni nosotros liemos


am ado ä la P atria cnal clla lo requena;—
Los que nos siguen son los llam ados a sal-
varla.
Lim a, marzo 2 9 de 1 8 9 7 .

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