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VALENTINA

Y
LA SOMBRA
DEL
DIABLO

VERÓNICA MALDONADO

PERSONAJES:

VALENTINA

LA SOMBRA DEL DIABLO

LÁZARO

EL DIABLEJO NICOLÁS.

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Escena 1
La mitad del escenario es oscuro y amenazante: hay una inmensa pared

blanca que parece a punto de caer con todo su peso hacia el proscenio.

Frente a la pared, una cama. Del lado izquierdo hay un inmenso roble sin

hojas, viejo y nudoso. En primer plano una inmensa olla de barro con agua

y una silla baja de palma. El escenario está a oscuras, Valentina avanza

desde el fondo del pasillo, con un vestidito blanco, el cabello suelto

cubriendo su cara; está descalza y en el ruedo de su falda lleva tres piedras

de distintos tamaños. Avanza atemorizada. La pared blanca se ilumina,

creciendo como una amenaza.

VALENTINA: (Canta, asustada metiéndose debajo de la cama, coloca las

tres piedras como una trinchera) Doña Blanca... está cubierta

de pilares de oro y plata... ¿Quién ese Quijotillo que anda en pos

de Doña Blanca? Hoy no va a venir. No quiero que venga... ¿Por

qué nadie cree que la sombra del diablo quiere jugar conmigo?

Pero hoy no va a venir... hoy no... hoy no.

Escena 2
De la pared se levanta lentamente una sombra, se corporiza, toma forma.

Es la sombra del diablo que se mueve como un reptil, gruñe, buscando

algo, olfateando.

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SOMBRA: (Cantando, sibilante como serpiente) Jugaremos en el

bosque, mientras los otros no están... ¿niña, estás ahí?... Sé que

estás ahí... ven... quiero jugar contigo... Dame la mano y te

llevaré a bailar sobre un comal y a través de un aro de lumbre...

(Cantando) Arroz con leche me quiero casar con una niñita de la

capital...
VALENTINA: No quiero, no quiero jugar contigo... No quiero jugar al papá y a

la mamá, ni al doctor ni a la rueda de San Miguel.


SOMBRA: Todos cargamos nuestra caja de miel, Valentina... pero tú sólo

cargas piedras... ¡Mírate, que chiquita estás! Casi como una

piedrita... y así te vas a quedar... porque si alguien llega a saber

que juegas conmigo, se van a enojar contigo… nadie te va a

querer ¡Nadie! Te van a dejar como una piedra: tirada y sin

poder hablar; solita... sin amigos... ¡sólo yo te voy a querer

siempre! ¡Ay, Valentina, cómo te quiero! (Cantando) Dame una

mano, dame la otra, dame un besito que sea de tu boca ¡Ah ¿No

quiere? Bueno... entonces... ven, vamos a jugar a los listones...

voy a amarrar tu pelo... y tus manitas y tus pies...


VALENTINA: No me gusta lo que juegas...

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SOMBRA: (Enojado) ¡Pues aunque no te guste! Tienes que hacer lo que

yo te diga porque soy más grande y más fuerte que tú... Mira,

hasta tengo cuernos ¿Te dan miedo, verdad? Los niños siempre

hacen lo que los grandes les dicen ¿Entendiste, Valentina? Ven

aquí... quiero ver tus pies para adivinar tus pasos... Tan tan...

¿quién es?... ¡Responde, niña!


VALENTINA: (Forzada) La vieja Inés...
SOMBRA: ¿Qué quería...?
VALENTINA: (Igual) Un listón...
SOMBRA: No… yo quiero otra cosa… Tan, tan…
VALENTINA: (Asustada) ¿Quién es?...
SOMBRA: La vieja Inés
La sombra se inclina hacia ella. Valentina da un grito agudo. Oscuro .

Escena 3
Luz junto al árbol. El abuelo Lázaro talla un pedazo de madera con una

navaja. Valentina, como escapando de la sombra, llega corriendo y se

refugia junto a la olla. Parece no ver a Lázaro, quien comienza a silbar; al

escucharlo, Valentina cae en cuenta de su presencia y se va encogiendo,

agazapándose tras la olla, bajando la cara, avergonzada. Lázaro detiene su

silbar al ver que Valentina se esconde. Valentina se para de puntitas,

asomándose apenas por encima de la olla.

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LÁZARO: Buenas, Valentina, dichosos los ojos... no te me espantes…

sólo soy yo… Lázaro... (Valentina vuelve a esconderse)¡Újule!

Creo que me confundí. No es una niña, es un venadito asustado

que vino a tomar agua (Valentina se esconde más, pero

permanece atenta. El abuelo canturrea) Venadito, venadito...

ojos grandes, pies chiquitos...


Valentina se jala el vestido para taparse los pies. Silencio. Valentina espera.

Lázaro teje. Valentina se asoma tímidamente por encima de la olla.

Descubre el agua en el fondo y mete la mano a escondidas, ansiosa de

lavarse.
LÁZARO: (Cantando) Tengo manita, no tengo manita porque la tengo

desconchabadita... ¿Tienes manitas, Valentina? (Valentina

asiente) Entonces no eres un venado ¡Eres un changuito!

(canta) Ahí vienen los changos de Chapultepec... el más feo de

todos se parece a...


VALENTINA: (Ganándole) ¡Usted!
LÁZARO: (Riéndose) ¡Ah! ¡Hablas! Entonces no eres un chango... eres

una niña (Valentina baja la mirada, desconfiada) Una niña que

comió pan de la tristeza.


VALENTINA: ¿Pan de la tristeza?
LÁZARO: Sí... es un pan esponjoso que primero no sabe a nada y luego se

pone amargo, no lo puedes tragar ni escupir... se te queda

atorado aquí (Señalando la garganta)

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VALENTINA: Yo no he comido ese pan... yo como pan de nata y tomo un vaso

de leche antes de irme a ... (Mira su habitación y se queda

callada)
LÁZARO: El pan de la tristeza es gris y duro ¿Has probado algo así?

(Valentina niega vivamente con la cabeza) Menos mal. Ese

pan se hace en los hornos del diablo... (Reacción de Valentina)

¿Lo sabías?
VALENTINA: (Insegura) Pero todos dicen que el diablo no existe...
LÁZARO: (Asombrado) ¡A poco! ¿Y tú qué crees?
VALENTINA: (En un susurro) Qué... sí. Yo he visto su sombra.
LÁZARO: ¡La has visto! ¿y cómo es, Valentina?
VALENTINA: Es muy grande... tiene cuernos... se esconde, se ríe... y dice

que... (Valentina se da cuenta que ha hablado de más y se

calla)
LÁZARO: ¿Qué dice? ¿no quieres contarme? Yo sé que la sombra del

diablo quiere jugar a cosas que a nadie le gustan... y que obliga a

los niños a jugarlas…


VALENTINA: (Enojada) ¡Yo no juego con el diablo! ¡El diablo no existe!
Valentina se acerca a la olla y se lava las manos mientras canta con sorda

furia, evadiendo el tema del diablo.

VALENTINA: En el agua clara que brota en la fuente, un lindo pescado sale de

repente... (Tallando sus manos) lindo pescadito ¿no quieres

salir?

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LÁZARO: (Interrumpiendo) Las manos y los pies de los niños como tú,

siempre están limpios. Sólo la sombra del diablo tiene las manos

sucias...
VALENTINA: Él las tiene como Doña Blanca...
LÁZARO: No te la creas... Aunque se vean limpitas las tiene sucias de

culpa... con ellas amasa el pan de la tristeza.


VALENTINA: (Cantando fuerte) ¡A jugar con mi aro vamos al jardín!
LÁZARO: Tú tienes las manos limpias...
VALENTINA: (Más fuerte) Yo vivo en el agua, no puedo salir...

LÁZARO: ...La cara limpia...


VALENTINA: Mi mamá me ha dicho, no salgas de aquí...
LÁZARO: ...Los pies limpios...
VALENTINA: ¡Por qué si te sales, te vas a morir...!
Valentina rompe a llorar, el abuelo Lázaro intenta abrazarla, pero Valentina

lo rechaza enconchándose. Lázaro retrocede.


LÁZARO: Tú vas a salir y no te vas a morir. Eres la valiente Valentina... sólo

tienes que ahogar tus miedos, niña.


VALENTINA: El diablo sí existe, abuelo Lázaro...
LÁZARO: Así es, Valentina... yo lo he visto también.
VALENTINA: (Furiosa) Pero yo lo voy a matar a pedradas.
LÁZARO: Las piedras no matan a los diablos, Valentina... le tienen más

miedo a la luz.
VALENTINA: Yo tengo tres piedras...

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LÁZARO: Son tus miedos... a esos hay que ahogarlos (Golpea la olla

suavemente) Nuestro corazón es como una olla... sólo tienes

que dejar caer todos tus miedos hasta el fondo... Anda, trae tus

miedos, Valentina.
VALENTINA: Pero están en mi cuarto...y no quiero regresar... está solo y

oscuro...¿Me acompañas?
LÁZARO: (Tras un silencio) Por nuestros miedos, sólo podemos ir

nosotros, Valentina.
Valentina, indecisa no sabe que hacer, Lázaro se acuclilla junto a ella y la

toma de los hombros con suavidad, mirándola a los ojos.


LÁZARO: Pero no estás sola. Recuerda esto: Valentina siempre tiene a

Valentina
Valentina asiente y tomando fuerza, se dirige al área de su habitación. La

luz va disminuyendo en la zona de Lázaro hasta quedar a oscuras.

Escena 4
Valentina avanza nerviosa, con la mirada fija en la pared. Se acerca a la

cama, se inclina y al tiempo que toma la piedra más pequeña, la sombra del

diablo se va materializando en la pared, como una pequeña columna de

humo que va tomando proporciones gigantescas. Valentina salta asustada

al escuchar su nombre, escondiendo la piedra.


SOMBRA: Valentina... ¿dónde estabas? ¡Te extrañé tanto! ¿Jugamos a

Doña Blanca?
VALENTINA: (Casi firme) No... ¡Ya no quiero jugar contigo!

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SOMBRA: (Sin hacerle caso) Amo ató, matarilerileró (Silencio) ¡Contesta,

niña! ¡Contesta!
VALENTINA: ¿Qué quiere usted, matarilerileró?
SOMBRA: Yo quiero una niña... una niña bonita como tú... para jugar el

juego de los secretos...” ¡no se lo digas a nadie!”... Nadie debe

saber lo que hacemos o van a creer que eres una niña mala...
VALENTINA: ¡No soy mala!
SOMBRA: (Burlándose de ella) “No soy mala” “No quiero jugar” “No me

gusta” ¡Qué lata contigo, niña!


Valentina, enojada, aprieta la piedra y está a punto de lanzarla, pero se

controla y la esconde de nuevo, sin embargo la sombra se da cuenta.


SOMBRA: ¿Qué escondes ahí, Valentina?
VALENTINA: ¡Nada!
SOMBRA: ¡No me engañes! ¡Muestra tus manos! ¡Obedece!
La sombra se mueve por la pared intentando ver lo que Valentina oculta.
SOMBRA: ¿Dónde vive el zapatero, arriba o abajo?... No importa. Yo ya sé

lo que escondes: es la piedra de tu miedo. Dámela, Valentina...

yo te la cuido… o mejor todavía: yo me la como...


VALENTINA: Si te la doy, te vas a hacer más grande.
SOMBRA: ¡Qué tontería! Anda... dame esa piedrita. Será nuestro secreto.

Tú no le dirás a nadie, yo no le diré a nadie ¡Dámela!

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Valentina se resiste. Un aire fuerte sopla agitando el escenario. Valentina

intenta retroceder, pero el aire la empuja hacia la pared, su brazo parece no

obedecer y se estira con la palma abierta. La sombra se inclina y observa,

con interés, la piedra, luego la toma y se la come. La sombra despliega un

enorme par de alas, sus cuernos crecen. El aire se aquieta. La sombra

llama con un gesto a Valentina, la luz desciende mientras Valentina

atraviesa la pared. La sombra acaricia su mejilla.


SOMBRA: ¡Juguemos

Escena 5
El viejo roble tiene un retoño verde en una de sus ramas. Lázaro sigue

tallando la madera. Valentina sale de la pared de su habitación, como si una

boca gigantesca la escupiera. Avanza tambaleante hacia la olla e intenta

trepar y hundirse dentro de ella.


LÁZARO: ¿Qué haces, Valentina?
VALENTINA: Voy a esconderme.
LÁZARO: Allá abajo está muy oscuro.
VALENTINA: Mejor. Me quiero quedar debajo del agua, donde nadie me vea.
LÁZARO: El agua está muy fría. Yo sé lo que te digo.
VALENTINA: ¿El diablo le tiene miedo al frío?
LÁZARO: Ni al frío, ni al agua. Le tiene miedo a la verdad.
VALENTINA: (Rompiendo a llorar) Entonces... me va a encontrar... ¡Me quiero

morir!
LÁZARO: ¿De veras eso quieres? ¿Morirte?
VALENTINA: (Con sorda furia)...No ¡Quiero que el diablo se muera, que se

queme, que le caigan todas las piedras del mundo encima!

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LÁZARO: ¿Dónde está la piedra de tu miedo, Valentina?
VALENTINA: Me la quitó, abuelo Lázaro, es más fuerte que yo...
LÁZARO: No. Tú eres más fuerte. Tú sabes su secreto.
VALENTINA: (Temerosa) No... ¡Yo no sé nada!
LÁZARO: Mírate las manos, Valentina ¿Qué hay en ellas?
VALENTINA: Nada.
LÁZARO: ¿Y en tus pies?
VALENTINA: Nada.
LÁZARO: ¿Y en tu corazón?
VALENTINA: (Valentina se lleva la mano al pecho y saca la piedrita) ¡Es la

piedra del miedo!


LÁZARO: Mejor será que la tires antes que se haga una roca. Esas

condenadas crecen rápido...


Valentina no se anima, mira dentro de la olla, aprieta la piedra, va a echarla,

pero no lo hace.

LÁZARO: Entre más te agarres a ella, más grande y pesada se va a hacer.


VALENTINA: No puedo alzar la mano.
LÁZARO: ¡Tírala, Valentina!
Valentina logra levantar la mano y arrojar la piedra dentro de la olla, en ese

momento, la luz cambia. Del fondo de la olla se desprende un suave

resplandor azul.
VALENTINA: ¿Qué es eso, abuelo Lázaro?
LÁZARO: Eso era tu miedo. El miedo es la fuerza del diablo... él quiere

hacerte creer que eres muy chiquita para enfrentarlo... o que

estás sola. Mira... tu miedo se está volviendo valor.

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VALENTINA: (Mirando el fondo de la olla) Abuelo... el diablo... juega

conmigo. Pero yo no quiero… ¿Verdad que si soy buena?


LÁZARO: Buena y valiente. Te voy a enseñar algo, Valentina…
Lázaro va tras el árbol, regresa con un quinqué y una jaula en la que hay un

pequeño diablejo aprisionado con una cadena en la pata.


VALENTINA: ¿Qué es eso?
LÁZARO: Un diablejo. Ahora no es tan grande, pero también hizo mucho

daño. Ya no puede hacer nada, no tengas miedo. Míralo… Se

llama Nicolás.
NICOLÁS: ¡Cállate, no lo repitas! ¡Viejo, bola de mocos, cara de lagaña!

¡Déjame salir!
LÁZARO: ¡Cállate de una vez por todas, animalillo!
VALENTINA: ¡Qué chiquito es!
LÁZARO: No te fíes. Su lengua es más peligrosa que tres cuchillos.
NICOLÁS: Ña, ña, ña.... No le hagas caso ¡Es un viejo sucio y malo!
VALENTINA: ¿Va a crecer?
LÁZARO: ¿Éste? ¡Qué va! Él creía que era grande, grande. Tenía unos

cuernotes que brillaban como diamantina, pero ahora, más

parece perico que diablo... nomás es un diablejo de nada.


Nicolás se agita, intentando abrir los alambres de su jaula.

VALENTINA: ¿Y cómo lo encerraste? ¿Cómo se hizo tan chiquito?


LÁZARO: No fue fácil. Tuve que echar mi miedo en la olla de mi corazón.
NICOLÁS: (Burlándose) Pero ella no va a poder... mírala... ¿Valentina?

¡Será Mie-di-tina! Está toda chiquita y ñanga ¡Niña mensa!


VALENTINA: ¡No soy mensa ni ñanga!

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LÁZARO: No le hagas caso, está bilioso. Yo también creí que era un diablo

grande, me pegaba con un cinturón... me dejaba los brazos

llenos de moretones... ¡Ah, cómo me hacía llorar!


VALENTINA: Mi diablo no me pega. Sólo juega conmigo, pero también duele.
LÁZARO: No es tu diablo ni tú eres su niña. No lo repitas ¿Quieres saber

como lo enjaulé? Fíjate bien... este es un pobre diablo de nada...

pero cuando hay una luz detrás de él ...


Lázaro cuelga la jaula y coloca el quinqué detrás de la jaula. La sombra del

diablejo se proyecta, enorme e impresionante, en el suelo. Nicolás, el

diablejo, salta, feliz.


NICOLÁS: ¡Ese soy yo! ¡El rey de los diablos! ¡El mero petatero! ¡Mira que

cuernotes tengo!
LÁZARO: No sueñes, diablejo, ese no eres tú... es tu sombra...!...y a las

sombras, hay que ponerles la luz enfrente.


Lázaro le pone el quinqué frente al diablejo, quien temblando se agazapa en

el fondo de la jaula. Lázaro le pone un trapo encima y apaga el quinqué.


VALENTINA: ¿Tengo que ir por las demás piedras? ¿Puedes ir conmigo?
LÁZARO: Algunos caminos están cerrados para mí, Valentina… pero

piensa ¿A qué le tiene miedo la sombra del diablo?


VALENTINA: A la luz...
LÁZARO: Porque no quiere que se sepa su secreto...
Valentina se coloca en la frontera entre las dos áreas del escenario. La luz

cambia.

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Escena 6
La habitación se va llenando de una densa neblina, Valentina avanza con

miedo. Se inclina bajo la cama y toma la piedra mediana. La neblina cubre

casi todo, Valentina está perdida. En la pared aparece el marco de una

puerta. Valentina corre hacia ella, pero la sombra del diablo le corta el paso.

Valentina retrocede ocultando la piedra.

SOMBRA: Hola, Valentina... te extrañé mucho, niña de mi vida...


VALENTINA: ¡No soy tu niña! ¡Y no quiero jugar ni a Doña Blanca ni al pez de

la fuente! ¡No soy tu muñeca vestida de azul!


SOMBRA: Sí, sí lo eres. Mi muñequita con su camisita y su canesú... mi

pequeña Valentina ¡te quiero abrazar!


VALENTINA: ¡Vete sombra! ¡Voy a gritar!
SOMBRA: (Alarmado) ¡ Shhhtttttttt... No lo hagas! ¡Si gritas será peor!

Mira... te traje un regalito.


La sombra del diablo le muestra un diamante azul en forma de lágrima que

refulge en su garra.
VALENTINA: ¿Qué es eso?
SOMBRA: Es la lágrima del silencio. Tómala, para que te acuerdes de mí y

no me extrañes...
VALENTINA: ¡Yo no te extraño! ¡No la quiero!
SOMBRA: Qué mala eres. (Autoritario) ¡Recibe mi regalo de buen modo!
VALENTINA: (Retrocediendo) ¡No!
SOMBRA: ¡Mira que hermosa es! ¡Cómo brilla!
Valentina busca como huir pero la neblina se lo impide.

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VALENTINA: (Desesperada) ¡Abuelo Lázaro, ayúdame! ¡Ven, por favor!
VOZ LÁZARO Detrás de una sombra siempre hay un pobre diablo... ¿A qué le

tienen miedo las sombras, Valentina?


VALENTINA: ¿Por qué no me vienes? ¡Tengo miedo! (abraza la piedra) ¡No

encuentro mis pasos!


La sombra del diablo aprieta el diamante. Busca, nervioso, de donde

proviene la voz.
SOMBRA: ¿Qué voz se oye? ¡Valentina, niña mala! ¿A quién le diste las

letras de mi nombre? ¿Alguien sabe que jugamos a las

escondidas por los rincones? ¡Contesta! ¿Le has dicho a alguien

quien soy?
VALENTINA: ¡A nadie! ¡No le he dicho a nadie!
SOMBRA: No me mientas, niña, lengua de ratón.
VALENTINA: ¡Yo siempre digo la verdad!
SOMBRA: ¡Nadie dice siempre la verdad! Valentinita, niñita de los pies de

azúcar ¿Qué buscas en el suelo?


VALENTINA: Mis pasos...
SOMBRA: ¿Para qué? Los pasos sólo sirven para irse. Y yo quiero que te

quedes conmigo. Toma tu regalito.


VALENTINA: ¡No quiero nada tuyo! ¡Vete o voy a gritar!

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SOMBRA: Pero si nadie te va a creer... Todos saben que yo soy bueno. Si

no tomas la lágrima... me voy a comer a la gente que quieres con

pan de la tristeza… voy a jugar con más niñas y niños... Y tú vas

a tener la culpa de lo que pase (La sombra toma una

muñequita entre sus garras mientras canta tenebrosamente)

Tengo una muñeca vestida de azul... con su camisita y su

canesú... esta mañanita me dijo el doctor que le dé jarabe con un

tenedor... (Levanta su tridente y cuelga a la muñeca de uno

de sus dientes, balancéandola)... la tengo en la cama con

mucho dolor.
VALENTINA: (Llorando) No les hagas nada, por favor.
SOMBRA: Dos y dos son cuatro... cuatro y dos son seis...
VALENTINA: Voy a hacer todo lo que digas... Voy a guardar la lágrima... de

veras... (Estira la mano para recibir la lágrima)


SOMBRA: Abre la boca, Valentina. Esta joya se lleva en el corazón
Valentina traga la lágrima del silencio.

Escena 7
La neblina se disipa, la sombra se ha ido. Valentina yace en el suelo, frente

a ella está la piedra. Valentina no hace el intento de levantarse, ni de

tomarla. Lázaro enciende el quinqué desde su área.

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LÁZARO: (Buscándola) ¡Valentina! ¿Dónde estás?... no te pierdas, niña,

dentro de ti hay un caminito de luz que ni la sombra del diablo

conoce. Agárrate a esa cuerda … trae la piedra del miedo... no

dejes que se convierta en un pilar de doña Blanca ¡Ven,

Valentina!
La luz del quinqué traza un camino. Valentina sigue sin moverse, resentida.

VALENTINA: (Resentida) Me dejaste...


LÁZARO: Nunca te dejé. Yo no puedo estar contigo si tú no quieres. Ven,

acércate...
VALENTINA: ¡No quiero!
LÁZARO: Si no quieres, no hay modo, niña...
Lázaro apaga el quinqué. Valentina, temerosa, se incorpora un poco.

VALENTINA: ¡No apagues la luz! ¡Tengo miedo!


LÁZARO: Yo no la apagué. Tú lo hiciste.
VALENTINA: ¡No encuentro el camino!
LÁZARO: Si no encuentras un camino, haz otro.
VALENTINA: ¿Cómo?
LÁZARO: Los caminos y las salidas se hacen con palabras.
VALENTINA: (Valentina se levanta, con la piedra en la mano. Con firmeza)

¡Quiero un camino!
Un haz de luz traza un caminito azul que va de Valentina a la olla, que

resplandece de nuevo. Valentina, con paso vacilante, se dirige a ella.

LÁZARO: Eso es, Valentina… sigue caminando.

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Sin que se percaten, la garra del diablejo Nicolás se asoma debajo de la tela

que cubre la jaula y la jala, observando la escena con atención. Valentina se

acerca a la olla, sosteniendo la piedra con ambas manos, la coloca encima

de la olla. Justo cuando va a dejarla caer, el diablejo habla.

NICOLÁS: (Riéndose burlón) ¡Niña mensa! ¡Es una trampa del viejo! ¿No

te das cuenta? Es igual que el diablo ¡No te quiere ayudar!

Cuando te deshagas de la sombra, el viejo va a jugar contigo en

la oscuridad...
Valentina duda, mirando con desconfianza a Lázaro y al diablejo. Lázaro

avanza unos pasos hacia ella, Valentina blande la piedra amenazante.

NICOLÁS: Eso es ¡No dejes que se te acerque! Es un viejo mañoso y malo

¿Por qué crees que me encerró? ¡Yo sé su secreto!


LÁZARO: No lo escuches, Valentina, oye lo que dice tu corazón.
NICOLÁS: ¿Y qué tal si es otra sombra? Recuerda que puede tomar

cualquier forma... de un hermano, de un primo... de un abuelo...

(Ladino) Mira... déjame ayudarte. Dame esa piedrita. No he

comido nada y estoy débil ¡Anda, abre la jaula y ayúdame a salir!


Valentina lo piensa. Cierra los ojos apretando la piedra contra su pecho,

luego, decidida avanza hacia el diablejo y le extiende la piedra muy

despacio a través de los barrotes de la jaula. Nicolás estira las garras con

avidez, toma la piedra y comienza a devorarla con avidez.

VALENTINA: Esa no es la piedra de mi miedo, diablo...

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NICOLÁS: (Sin dejar de comer) ¿Dé qué estás hablando, niña?
VALENTINA: Las salidas y los caminos se hacen con palabras y tú no ya no

podrás salir.
NICOLÁS: ¿Qué me diste de comer?
Nicolás, atragantándose, empuja la piedra fuera de la jaula con su pata.

Valentina la recoge y la parte en dos.

VALENTINA: Yo dije: No eres la piedra del miedo ¡Conviértete en pan de la

tristeza! Y pan de la tristeza comiste.


Nicolás escupe, llevándose las manos a la garganta, tosiendo.
LÁZARO: (Riéndose) Újule, animalillo ¡ora sí que no pudiste con la valiente

Valentina!
Lázaro le coloca el trapo encima a la jaula. A pesar de todo, Valentina lo

observa con desconfianza, sin acercarse. Lázaro se da cuenta, se sienta en

la pequeña silla, talla la madera.

LÁZARO: ¿Me tienes miedo?


VALENTINA: (Con temor) ¿Eres una sombra del diablo?
LÁZARO: Ven, Valentina... Ven si quieres venir. No voy a obligarte, sólo las

sombras obligan a los niños a obedecer (Extiende sus brazos,

amoroso)
Valentina lo piensa, camina unos pasos, vacilante y, finalmente, se refugia

en los brazos del abuelo Lázaro. Al viejo roble le brotan dos retoños.

LÁZARO: ¿Qué sientes, Valentina?

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VALENTINA: (Tras pensarlo) Siento como... si yo fuera un gatito y tú fueras mi

mamá...
LÁZARO: Hay abrazos que son como una sábana limpia o como un

conejito recién nacido... pero hay abrazos que congelan el

corazón...
VALENTINA: Así son los de la sombra del diablo.
LÁZARO: Así son. Hay algo por terminar, niña. Si las sombras le temen a

la luz ¿qué tienes que hacer?


VALENTINA: La luz es... (No puede seguir hablando)
LÁZARO: ¿Qué te pasa, Valentina?
VALENTINA: Siento algo atorado aquí (se señala la garganta) Y me duele

cada vez que quiero decir...(No puede hablar)


LÁZARO: ¿Qué comiste, niña, que no te deja hablar?
VALENTINA: Una lagrimita.
LÁZARO: ¿Brillaba mucho? (Valentina asiente) La lágrima del silencio.
VALENTINA: (Asustada) Yo no quería, abuelo, de veras.
LÁZARO: Ya lo sé. Pero esa lágrima te va a dejar muda poquito a poco,

Valentina. Te va a secar las palabras...


Valentina tose, intenta escupir la lágrima
LÁZARO: No, hija, no... La lágrima del silencio no sale tan fácilmente.
VALENTINA: Tengo miedo, abuelo Lázaro... tengo más miedo que antes.
Lázaro asiente. La abraza temeroso también, luego la toma de los hombros

y la mira con resolución.


LÁZARO: Eres valiente .Ya sabes hacer caminos y salidas (Valentina

asiente) Queda una piedra. La más grande.


VALENTINA: Pero no quiero regresar... (Mueve la boca, pero su voz ya no

se escucha)

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LÁZARO: Se está apagando tu voz. Tienes que volver, no hay más

remedio.
VALENTINA: (Moviendo la boca con desesperación) Me muero de miedo,

abuelo...
LÁZARO: Él tiene más miedo que tú... por algo te dio la lágrima... ¿por qué

quiere secar tu voz? ¿Qué no quiere que digas? Para hacer una

salida... necesitas hacer un camino.


Valentina camina despacio a la orilla de esa área, mira hacia la cama y la

piedra que queda bajo ella.

LÁZARO: Él se esconde debajo de la última piedra. Tu miedo más grande.


Valentina avanza sobre el camino de luz que ha trazado.

Escena 8
Valentina está frente a la cama. Ve la piedra y luego mira fijamente la pared.

Toma la pesada piedra y empuja hacia la pared, ella se sienta sobre la

cama. Espera. Con aire resuelto, que no oculta su terror, toma aire y

comienza a cantar, con la mirada fija en la pared, como si se tratara de una

invocación.

VALENTINA: El patio de mi casa... es particular... se barre y se riega como los

demás... chocolate, molinillo, estirar (golpeando con fuerza en

el piso)... estirar (Otro golpe)... que el demonio va a pasar...

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La sombra del diablo se materializa. Valentina siente el impulso de correr,

pero se aferra a la cama y aguanta, frente a la sombra.

SOMBRA: (Riendo) Así no sigue el juego, Valentina... (Canta)

Agáchense... y vuélvanse a agachar... las niñas bonitas se

vuelven a agachar...
VALENTINA: (Con voz firme) ¡Yo no me voy a agachar! ¡Yo no voy a jugar

contigo nunca más!


SOMBRA: ¿Dónde está la lágrima que te di, Valentina?
Valentina quiere llorar, busca por donde huir, pero no hay salidas, la

sombra la rodea.
SOMBRA: (Con burla) ¡Pobre niñita! Sin nadie que la cuide, sin nadie que

la quiera...sin nadie que le crea ¡Pobre Valentina! Anda....

(Cantando) a pares y nones vamos a jugar... el que quede solo,

ese perderá...
VALENTINA: Tú vas a perder. Tú sí estás solo, diablo corazón de piedra...

(Fuerte) Valentina siempre tiene a Valentina


SOMBRA: ¡Qué tonterías dices, niña!
VALENTINA: (Tomando la piedra, aguantándola apenas) Debajo de mi

miedo tú te escondes... debajo de la piedra está tu nombre...


SOMBRA: (Asustado) ¡Cállate! ¡Deja esa piedra!
VALENTINA: ¡A esa luz es a la que le tienes miedo! ¡Tienes miedo a que diga

tu nombre! ¡Pero yo les voy a decir a todos como te llamas! ¡Les

voy a contar quien eres y lo que me haces!

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La sombra ruge, el escenario se agita, un viento fuertísimo cimbra todo el

espacio, la pared tiembla. El vendaval obliga a Valentina a soltar la piedra.

La niña cae, se aferra a las patas de la silla para que el aire no la arrastre.

De la pared brota la inmensa garra del diablo, cae sobre Valentina,

aprisionándola entre sus dedos. Valentina grita, la garra la arrastra

lentamente hacia la pared. Valentina se estira entre los dedos para alcanzar

la piedra, logra tomarla, la levanta entre los dedos de la garra.

VALENTINA: (Triunfal) ¡Ya no te tengo miedo! (Gritando con todas sus

fuerzas) ¡Eres el tío Mundo!


El escenario se vuelve a cimbrar. La piedra se deshace hecha polvo entre

las manos de Valentina; la garra se retrae perdiéndose en la pared. El aire

se agita un momento y luego todo vuelve a la calma. Valentina se levanta,

dejando caer al suelo lo que queda de la piedra. En la pared aparece la

sombra del diablo: es ahora una silueta casi humana, de tamaño normal.
SOMBRA: Valentina, pequeña... yo siempre te he querido...te doy regalos...

Todos saben que soy bueno contigo ¡No le digas a nadie que

jugamos! No repitas mi nombre.


Valentina, sin responderle, se agita... tose... escupe la lágrima del silencio a

los pies de la sombra. La sombra está aterrorizada.

VALENTINA: No tienes poder sobre mí. No volverás a tocarme ni a jugar

conmigo ¡Todos van a saber tu nombre, tío Mundo!

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23
La sombra se va empequeñeciendo mientras Valentina habla. Cuando es

tan pequeña como un ratón, Valentina sopla sobre ella, desvaneciéndola. la

recámara se ilumina, las paredes han perdido su aire amenazante, son

ahora de colores vivos. La olla resplandece intensamente. Valentina

avanza hacia ella

Escena 9
El roble está cubierto de verde follaje. Lázaro está sentado en la pequeña

silla, arrojando piedritas a la olla.

LÁZARO: Que bueno que regresaste...


Valentina sonríe. El abuelo sigue arrojando piedritas dentro de la olla.

VALENTINA: ¿Y esas piedritas?


LÁZARO: Son mis miedos.
VALENTINA: (Asombrada) ¿Los grandes tienen miedos?
LÁZARO: Hasta el diablo los tiene, ya lo has visto.
VALENTINA: Pero los tuyos son muy chiquitos.
LÁZARO: No te creas. A veces tengo miedos que son del tamaño de una

montaña.
VALENTINA: ¿Y qué haces? ¿Te subes en ellos?
LÁZARO: No siempre se puede. Algunas veces hago un túnel para pasar

en medio de ellos... otras, nomás les doy la vueltecita.


VALENTINA: Entonces.... ¿la sombra va a regresar?
LÁZARO: Él no. Pero tus miedos sí.

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24
Valentina mira la olla pensativa, recoge una piedrita pequeña. Lázaro saca

un atado de atrás del árbol.

LÁZARO: Pero tú ya sabes que hacer con ellos ¿no?


Valentina asiente, mira la piedrita y la arroja dentro de la olla, los dos

sonríen.
VALENTINA: ¿Y esas cosas?
LÁZARO: Tengo que volver a mi caminito de piedras, Valentina.
VALENTINA: ¿Te vas?
LÁZARO: Sí. Voy a buscar arañas de luz y telarañas de rocío, a darle de

comer a un venadito... a cantarle al oído a la luna.


VALENTINA: (Lo abraza) No me dejes
LÁZARO: Nunca estuve, Valentina, más que en tu corazón. Yo soy esa cruz

que a veces te llevan a visitar los domingos en un campo de

tierra y flores... soy un montoncito de polvo en tu corazón. Cada

vez que te rías, voy a levantarme y vivir en tu risa y en tus ojos.

Bailaré en tus pies, Valentina y voy a estar para abrazarte

cuando tengas miedo... aquí voy a estar, valiente Valentina.


Lázaro y Valentina se abrazan. Lázaro saca del atado lo que había estado

tallando: una muñeca de madera, se la da a Valentina quien la toma y va a

sentarse a la sillita para jugar con ella. Lázaro avanza hacia el fondo del

escenario. El trapo que cubre la jaula vuelve a moverse. Valentina y el

abuelo se detienen, voltean a ver la jaula, se miran entre si.

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25
LÁZARO: ¿Qué será lo que se esconde ahí, Valentina? ¿Un diablejo

remolón?
Valentina jala el trapo. En la jaula hay un pajarito azul de hermoso plumaje

que gorjea. Lázaro emprende la marcha, silbando hasta que desaparece en

un hermoso atardecer. Valentina abraza a la muñeca mientras lo ve irse,

luego se sienta y comienza a cantar, ya sin asomo de miedo.

VALENTINA: Doña Blanca está cubierta de pilares de oro de plata...

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26

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