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EMILIO CARBALLIDO
Reparto:
Abuela Agueda lncháustegui
Celia Carmelita González
Constanza Virginia Valdivieso
Adrián Juan de la Loza
Héctor Emilio Echeverría
Agustín Eduardo López Rojas
Veva María Prado/Norma Angélica
Jorge Alvaro Guerrero
Chacho Diego Jáuregui
Nelly Angeles Castro Curría
Benita Carmen del Castillo/Loló Navarro
Patricia Norma Angélica/Zaide Silvia Cutiérrez
Elisa María Jirnénez
Adolfo Raúl Quintanilla
Luis Ezequiel Ojeda
Fotógrafo José
Dirección: Alejandra Gutiérrez
En un puerto. La ropa puede ser toda de 196 ... , o puede mezclar modas de varias
décadas, sin rebasar ésta.
El patio: Al fondo, el cielo. Antes, un muro de unos 2.20 m. de altura, o poco
menos: debe mostrar una textura muy rica, muy plástica. Suelo de cemento. Al
centro, una silla con asiento de paja, de madera sin barnizar. Nada más.
La playa: Arena, cielo y una silla de playa. Nada más. En el cielo debe haber
nubes que crucen y se vayan.
No habrá intermedio.
El patio
Vino el cartero. (Ve hacia arriba.) Voladero de pájaros. Día de sol con
voladero de palomas y gaviotas locas. (Pausa.) Y zopilotes, hasta arriba; pero
han visto vuelo más terso: quietos, patinando en el aire, pueden subir tan alto
como si allá fueran a quedarse; y hasta piensa uno, quién fuera como ellos. Y
basta que haya un animal podrido o alguna cochinada, para que bajen
desesperados a tragársela. (Pela chícharos.) Hoy, hasta acá se siente el
mar. Hay días así. Veva ha de estar enferma. No, cuando hay enfermo grave,
ponen telegrama, o hablan. Y si no, ni siquiera avisan. El dinero, ya lo
mandó. (Pela chícharos.) Es que van a venir. Eso es. Más visitas. Es año de
visitas. Conque viene Agustín. Estuvieron aquí hace dos años. No: hace tres.
Pues todavía me hallarán aquí. Será la última vez, porque a la próxima, ya
no. (Pela chícharos.) ¡Benita! ¡Benita!
Se asoma la criada.
ABUELA:
No te enojes, se me ocurrió. Tú fíjate, por las dudas.
CONSTANZA:
Duerme... por desgano, por depresión, por desencanto.
ABUELA:
Pues sí, puede ser. Aunque esas cosas que dices, lo que dan es insomnio.
¡Tú, fíjate!
CONSTANZA:
¡Ya no sabes qué inventar! (Sale, disgustad)
ABUELA:
No, no sé. Nunca sé qué inventar. La vida tampoco sabe, ¿verdad?
Pela chícharos. Pausa. Entra Nelly.
NELLY.
Buenos días, señora.
ABUELA:
(La observa.) Buenos días, muy buenos.
NELLY.
¿No quiere que la ayude?
ABUELA:
No, gracias. Ya casi acabé. Además, no has de saber hacer esto.
NELLY.
¡Cómo pasa a creer que no sepa yo pelar chícharos!
ABUELA
Pues como ustedes, las muchachas modernas, no saben más que abrir latas...
NELLY.
(Se ríe.) Ay, doña Catita, cómo será. Ha de pensar que no sé nada de cocina.
ABUELA:
¿Y sabes?
NELLY.
Bueno, la verdad, muy poquito.
ABUELA:
(Escéptica.) Pues, si quieres, ven conmigo después. Digo si quieres aprender
a guisar algo, aunque sea sencillo.
NELLY.
(Falsa.) Ay, yo sí quisiera.
ABUELA:
¿Y no te da frío en las piernitas, con ese vestidito?
NELLY.
¡Si hace mucho calor! Yo pienso, al contrarío, si no se ahogará usted con esa
ropa, tan cerrada y oscura.
ABUELA:
Es amplia. Y fresca. Los colores oscuros rechazan el calor.
NELLY.
Esto es muy fresco.
ABUELA:
Sí, muchísimo. (Pausa.) ¿Y no se te ven los calzones cuando te sientas?
NELLY.
Sí, pero son especiales para enseñarlos, mire usted. (Se alza la faldita.)
ABUELA:
Ah, qué bonitos. (Recoge todo para salir.)
NELLY.
¿Ya se va? ¿La ayudo?
ABUELA:
No, gracias. Déjame. Tú, quédate aquí. (Sale.)
Nelly sonríe, reprobatoriamente, moviendo un poco la cabeza. Luego, se encoge
de hombros. Se sienta.
NELLY-
Maitre Corveau, sur un arbre perché, tennait dans son bec un fromage;
Maitre Renard, par I'odeur aleché, lui tent, un peu prés, cet language: -Eh,
bon jour, monsieur le Corveau...
HECTOR.
(Entrando.) Eh, bon jour, mademoiselle la Renard.
NELLY.
Bonne soir, monsieur Héctor.
HECTOR.
Me desvelé.
NELLY-
¿Leyendo?
HECTOR.
Pensando.
NELLY.-
Ah. ¿Tu trabajo?
HECTOR.
Mi... Todo.
NELLY.
Ah. (Gesto leve.)
HECTOR.-
(Pausa.) Imagínate: el cuerpo está cambiando constantemente: los tejidos no
cesan de trasformarme. Si en este instante parpadeas, el ojo sufre cambios
bioquímicos, y lo abres y ya es otro organismo diferente...
NELLY.
¿Sí?
HECTOR.
Sí. Y lo que veías, ha cambiado también. La energía no es más que cambio:
lo que vemos, es una nube, una ilusión de átomos, una explosión eterna. Y
nuestros ojos que parpadearon, no volverán a ser los mismos. Entonces...
NELLY.
¿Entonces, qué?
HECTOR.
Lo que vemos, todo, es una especie de fantasía. No es cierto que esté
quieto, ni que así sea. Cualquier cosa que vemos, es como el mar.
NELLY.
¿Pensando eso te desvelaste? (Se levanta.)
HECTOR.
¡Ya llegaron!
TODOS.-
¡Tu hermano, hija, ha llegado al fin!
¡Tía Consta!
¡Hermanita!
¡Consta, qué bien te ves!
¡Veva, muchachos!
Etc. Más exclamaciones. Más besos y abrazos de todos. Entra Héctor.
TODOS LOS RECIEN LLEGADOS:
¡Héctor!
Todos se besan unos a otros, exclamaciones, abrazos, frases efusivas. Entran
Nelly y Jorge. Ven la escena.
NELLY.
¡Jorge, Jorgito, tú aquí!
JORGE.
¡Nelly, Nelly, mi chaparrital (Se besan y se abrazan.)
VEVITA:
¡Jorge, aquí está Jorge!
TODOS.-
¡Jorge, Jorge!
Se repiten las efusiones incoherentes y hablan todos al unísono: cuentan del
viaje en coche, fatigoso, hacen cuenta de los años transcurridos, se evalúan unos
a otros, "qué bien estás, engordaste y etc.,hacen aspavientos por lo que les dicen
o al decirlo... Nelly se acerca y los saluda, la saludan. Van saliendo todos,
hablando al unísono.
Salieron. Entra Patricia cargando cobijas y almohadas. Viene medio cantando
un bolero, a toda voz.
PATRICIA:
(Canta.)Vuelan las gaviotas en parvadas,
en la vieja playa llora el mar,
brillan los cocuyos cual cascadas,
todo en nuestro nido sigue igual...
Entra Nelly.
PATRICIA:
¿Y tú también vas a ir a la playa?
NELLY.
Yo espero que sí.
PATRICIA:
Me da un poco de miedo el mar. ¿Tú crees? Y soy de aquí. De todos
modos, voy a ir a bañarme.
NELLY.
Pues sí.
PATRICIA:
Es que soy miedosa. También me da miedo que todo vaya a ser siempre
igual, y que no logre lo que quiero.
NELLY.
¿Y qué quieres?
PATRICIA:
Ojalá lo supiera bien. (Canta.)
Con toda esa belleza y tú no estás,
mi amor, regresa pronto, sin tardar,
que yo me estoy muriendo de ansiedad...
Sale. Nelly se recarga en la pared del fondo. Entra Constanza y se sienta en la
silla, tensa, crispada. Empieza a llorar. Nelly se le acerca, despacio.
NELLY.
¿Qué pasó, Constanza?
CONSTANZA:
¿Aquí estabas? Estoy muy nerviosa. Muy, muy nerviosa. (Se seca los ojos,
semisonríe, se encoge de hombros.) Nervios.
Nelly la abraza. Constanza estalla en sollozos.
CONSTANZA:
Me quiero ir. No puedo más, me quiero ir. Es... es... ¡Es que me las han
dejado a mí, a las dos! ¡Soy la que carga con la casa! ¡Pago todo, nadie me
ayuda! ¡Cuido a la abuela y a mamá! (Se suena.) Nadie me ayuda. (Pausa. Se
suena otra vez, se seca los ojos.) No le digas nada a Héctor.
NELLY.
No, claro que no.
CONSTANZA:
(Con pasión.) ¡El es solo y soltero! ¡Podría vivir con ellas! Ay, que
vergüenza contigo. Perdóname. (Sale, aprisa.)
Nelly vuelve al fondo. Entra Jorge.
JORGE.
Ya te quitaron mi cuarto. Héctor y yo seguimos en la sala, con Chacho. Tú te
has de ir con Vevita y Constanza.
NELLY.
Con Vevita, ni muerta. No me pasa. Y el lépero de Chacho, tampoco.
JORGE.
Pues... Con mi abuela no querrás.
NELLY.
Ya mejor voy a irme. Nomás te veía en las noches y ahora ya ni eso...
JORGE.
Pues es que me llaman para todo. Y nadie ayuda a Constanza.
NELLY-
Ya sé. Para qué me trajiste. Tú tienes acá tu modo, yo no encajo. Y ni
siquiera me trajiste tú, sino Héctor, esa es la verdad.
JORGE.
No te enojes, chapis.
NELLY.
No me enojo. Debía yo estar estudiando, en vez de andar aquí, de
chincualuda. Y estorbándole.
JORGE.
Fue idea mía, yo se lo pedí a Héctor, quería yo que estuviéramos juntos.
NELLY.
Muy juntos. Hasta quieren ponerme a cocinar. ¿No vamos a irnos a la
laguna?
JORGE.
Ya no se puede. Llegó mi tío Agustín.
NELLY.
¿Y qué?
JORGE:
Nunca los veo. Ni modo que me largue.
NELLY.-
Tampoco a mí me ves.
JORGE.
No seas así...
NELLY.
Es verdad: aquí, por tu familia. Allá, por tu trabajo Y tu escuela.
JORGE.
Tú también estudias...
NELLY.
Pues sí, tantito peor. Y si me dan la beca... Tú no vas a ir a alcanzarme.
JORGE.
Te dije que voy a tratar...
NELLY.
A tratar... También te ibas a ir a vivir conmigo...
JORGE.
¿Para qué les doy un disgusto a las viejitas? No van a durarme. Ven, ven
acá... (Se sientan en el suelo, cogidos de la mano.) Tengo que recibirme,
tomar mi sitio. Cuando tú vuelvas, ya acabé la carrera.
NELLY.
Me dijeron tus abuelas que te quieren casar con una dientona.
JORGE.
No les hagas caso. Yo nunca les llevo la contraria; luego se les pasan las
ondas. ¿Sabes? Te puedes quedar en la cocina; te pongo un catrecito, ¿no?, y
allí te duermes...
NELLY.
Para que nos pesque allí tu mima: se levanta a caminar por la casa cuando le
da insomnio.
JORGE.
Pues eso sí.
NELLY.
¿Y si me quedo en la sala con ustedes?
JORGE.
¡No se puede, ya los conoces!
Ven a todos lados, se besan.
NELLY.
Si me voy a París y te quedas, van a casarte con la dientona, Por no llevarles
la contraria, te vas a casar.
JORGE.
Yo no voy a hacer nada, pero tú allá solita...
NELLY.
¿Qué?
JORGE.
Tantos franceses, chapis... Puros güeros...
NELLY.
Y tú con tantas gordas sueltas aquí...Puras gordas...
JORGE.
Los que se van, ya no se acuerdan de nada.
NELLY-
Los que se quedan, ¿qué?
JORGE.
Nos acordamos por más tiempo.
Se besan.
JORGE.
Quédate con Constanza. Y yo veo que a la Vevita la pongan en otro lado.
NELLY.-
No me beses. Cuidado.
Entra Celia, colgada de Agustín. No ven a los jóvenes.
CELIA:
Qué dicha: inmensa ver juntos a mis cuatro gracos. Bueno, tres gracos y una
graca.
Entran Constanza, Héctor y Adrián.
AGUSTIN.
Nos falta Jorge, mamá. Prematuramente ido. Nuestro Jorge inolvidable.
ADRIAN.
Hay mucho sol, vámonos mejor a la sala, ¿no?
HECTOR.-
(A los jóvenes.) ¿Y ustedes?
Jorge hace señas de "cállate”, salen casi a gatas él y Nelly.
AGUSTIN.
Aquí era el sitio de nuestros juegos, ¡cuántos recuerdos!
CELIA:
Tantísimos, hijo, que no cabrían en un libro.
HECTOR.
Depende del tamaño del libro.
CELIA:
En uno inmenso, tal vez.
CONSTANZA:
Vamos a la sala, ¿no?
Van saliendo. Constanza detiene a Héctor, éste detiene a Adrián.
CONSTANZA Y HECTOR.
(Al unísono.)
-Oye, espérate...Quiero hablar contigo...
Se ven los tres. Sonríen.
CELIA:
(Fuera.) ¡Hijos! ¡VENGAN!
HECTOR.
¡Ya vamos! (Quedo.) Carajo.
Pasa la Abuela.
ABUELA:
Esa muchacha, Nelly, se acuesta con Jorge, ¿verdad?
HECTOR.,
Abuela, ¿qué estás diciendo?
ABUELA:
Que tengan la bondad de fijarse, para que cuando menos no lo hagan en esta
casa. (Sale.)
CONSTANZA:
¡Puras ociosidades piensas! ¡Puros inventos!
HECTOR.
¡Abuelita, no seas así con la gente, caray!
Se ven los tres. Se asoma Celia.
CELIA:
Ya destapamos el jerez. Vengan a tomar un traguito. (Sale.)
CONSTANZA:
Quería hablar con los tres. Después será. Hablen ustedes. (Sale.)
Los dos se ven. Pausa.
HECTOR.
Oye: no la friegues, Adrián.
ADRIAN.
¿Con qué?
HECTOR.
Ya no tomes esas cochinadas.
ADRIAN.
¿Cuáles?
HECTOR.
Esos barbitúricos, o lo que sean.
Adrián va y se sienta.
ADRIAN.
Adolfo quedó de venir a verme. Bonita visita. Esta casa parece campo de
concentración.
CHACHO.
Y por eso te vas a ir a un hotel, a que te visite a gusto en tu camita.
VEVITA:
No voy a eso, Y si fuera sería cuestión mía, y no tuya ni de nadie. Soy mayor
de edad.
CHACHO
Pues por eso, que te pisen y te hagan tu panza, a mí qué me importa, vete a la
chingada.
VEVITA:
Vete tú, grosero, pelado, cabrón.
PASA LA ABUELA:
ABUELA:
Qué bonita boca, hijita. Preciosa. (Sale.)
VEVITA:
(Quedo.) ¿Ya ves, pendejo? ¡Ya me oyó la mima! ¡Por tu culpa!
Le pega con rabia. El ríe como loco y se defiende boxeando.Salen
corriendo. Entran Adrián, Héctor y Agustín, con sendos vasos de cerveza,
andando erráticamente, muy despacio y al azar, en silencio.
AGUSTIN.
A ver si blanquean esta pared. Mira cómo está.
HECTOR.-
Paga la blanqueada.
Silencio. Se sienta Adrián.
ADRIAN.
Tú tenías razón, Héctor: el desnivel, la diferencia, la familia de Elisa; eso de
que sean ricos. O lo hayan sido.
Elisa sí se aviene. Es buena compañera, es magnífica compañera, me ayuda,
me... Hubo una temporada que se puso a vender fayuca, cosas finas, bonitas,
que ella misma traía del otro lado y las compraban sus amistades. Ella
también hacía su lucha. Por eso no iba yo a pedirle que renunciara a su
medio, y a su gente; no iba yo a hacer que dejara todo. No iban a verla peor
vestida que antes; conmigo, no iba a tener menos, no iba a privaría yo de sus
comodidades.
Nunca he querido nada de su familia, ni un vaso de agua: nada. Por eso todo
fue tan difícil.
Y mira que ella sabe coser; se hacía vestidos, ha traído a los niños como
príncipes, siempre tan lindos, siempre tan arreglados, como muñecos; los han
visto, a mis hijos: es bien difícil, con esos sueldos que he ganado. Elisa hacía
milagros.
AGUSTIN.
Sí: hacía cuentones en la tienda.
ADRIAN.
Porque ella tiene crédito y yo no; por su familia le daban crédito.
Comprábamos los dos, también yo; no iba yo a andar como pordiosero, me
hacía falta vestirme bien. No nada más ella, éramos los dos. Y luego, gastos
de... No puede dejar uno que le paguen siempre todo, ni hacerse guaje para
pagar.
AGUSTIN.
Pagabas antes que nadie.
ADRIAN.
Pues sí, pues da vergüenza que a uno lo crean un muerto de hambre. Piensan
que uno va a hacerse tonto con la cuenta. Y sí, luego paga uno siempre y
ellos se hacen los tontos. Y nunca pagan. Como tienen dinero, no les da pena
escatimar, o deber. Le quedaron debiendo a Elisa, de su fayuca, santísimo
dinero... Se llevaban las cosas: "luego te pago, chula". Le quedaron
debiendo. Tantísimo dinero...
HECTOR:
Adrián, hacías vida de rico, en todo. Esas escuelas de tus hijos...Te lo dije
tanto, pura escuela carísima. ¡Y de curas! Un robo. Las del gobierno
mejores y son gratis.
ADRIAN.
Ya sé, ya sé. Pero eso se va viendo poco a poco. Ganaba yo muchas
comisiones; así vendía yo más, por esas amistades. Vendía yo más que
nadie.
AGUSTIN.
Gastabas más que nadie.
ADRIAN.
Ya sé. Va uno pasándose un poquito, y otro poquito Hasta que ya iban a
embargar. Cuentas regadas, una cuenta aquí, otra por allá... Y eso no podía
ser, que nos quitaran todo. Cómo, un embargo, ¿con qué cara vería después
Elisa a su familia? Por eso fue, por evitar el embargo.
AGUSTIN.
Era peor un desfalco que un embargo, ¿no?
ADRIAN.
Ya sé. Pasaron las dos cosas. Cárcel y embargo. Elisa con sus padres. Y
yo aquí. Con mi ficha policíaca. No sé ya dónde pueda trabajar. Irme al
norte, y que Elisa me alcance con los niños, eso he decidido, irme al
norte. Pensé que tú...
AGUSTIN.
¿Vas a llevarte a Elisa?
ADRIAN.
¡Es mi mujer!
AGUSTIN.
Te vas a arruinar otra vez. Esa no sabe más que gastar, verse linda y gastar.
ADRIAN.
Tu mujer gasta más y no se ve linda.
AGUSTIN.
Pagamos, no debemos, no nos... (Calla.)
HECTOR.
Ya lo sabemos, Agustín: tienen mucho.
AGUSTIN.-
Mucho no, pero... Es cosa de orden. Veva no es como... (Calla.)
ADRIAN.
¡Que no fue Elisa, carajo, que fui yo! ¡Yo fui el de todo, no ella! ¿Por qué la
culpan siempre?
HECTOR.
No alces la voz. Tú puedes recomendar a Adrián.
AGUSTIN.
Poder, sí, más o menos, sí puedo... Como hermano suyo... Pero tienes que
prometerme...
ADRIAN.
No, Agustín. No tengo que prometerle nada a nadie. Para eso estuve en la
cárcel. No le prometo nada ni a Constanza, que me sacó, ella sola, como
pudo. Ni a ella le he prometido nada, pero sabe que le voy a pagar. (Pausa.)
O sabe que no le voy a pagar.
(Pausa.) Sé lo que hice, tengan la bondad de no explicármelo. Y mejor no me
recomiendes, gracias. (Va a salir.)
HECTOR.
Espérate. (Lo detiene.)
Se quedan quietos y callados, como congelados los tres, Héctor con una mano
en el brazo de Adrián.
AGUSTÍN.
Mira, sólo quería decir... Tú entendiste mal, yo sólo...
HECTOR.
Ya cállate.
Un silencio, inmóviles.
ADRIAN.
Es muy difícil empezar otra vez.
Salen con los mismos pasos erráticos y lentos con que entraron.
Entra la Abuela. Se sienta.
ABUELA:
Celia, ven acá. Ven acá, te digo.
CELIA:
Sí, mamá.
ABUELA:
Si tú vas a dormir conmigo, ¿dónde va a dormir Constanza?
CELIA:
En la sala, con Vevita y con la amiguita de Héctor.
ABUELA:
Para que las vean en paños menores todos los que lleguen.
CELIA:
¿Pues adónde las pongo?
ABUELA:
En el cuarto de Adrián.
CELIA:
Yo no quería molestar a Adrián. Ya ves cómo está.
ABUELA:
Ya veo: y por eso hay que molestarle y ponerlo a hacer cosas y despertarlo,
eso hay que hacer.
CELIA:
¿Y Adrián?
ABUELA:
A la sala, con Jorge y Héctor.
CELIA:
¿Y Agustín a mi cuarto, con Veva? Porque ésa no suelta al macho.
ABUELA:
Pues sí. Ponlos ahí.
Entran Jorge y Nelly.
ABUELA:
A esta señorita, ponla con Vevita y contigo en el cuarto de Jorge.
JORGE.
¿Conmigo, mima?
ABUELA:
¡Tú te vas a la sala!
JORGE.
Ah.
CELIA:
¡No vamos a caber las tres allí!
ABUELA:
Van a caber. Ya verás que sí.
CELIA:
Dejo allí a las muchachas solas y yo me voy contigo.
ABUELA:
¿A esas dos? ¿Solas? No.
CELIA:
¿Por qué no?
ABUELA:
Ven a que te explique.
La saca por la mano, salen ambas.
Viene Patricia cargando un catre, y ropa de cama. Del lado opuesto viene
Benita.
PATRICIA:
Que siempre no, que nos los llevemos a la sala.
BENITA:
¿Pues no que al cuarto de Jorgito?
PATRICIA:
Allí falta uno.
JORGE.
Siempre sí va a ser a mi cuarto. Y en la sala falta uno
BENITA:
¿Pues por qué no dicen las cosas bien?
PATRICIA:
Y va a haber norte, se va a soltar el frío y no hay bastantes cobijas.
BENITA:
Yo ya no voy a andar cargando como pendeja, de un lado a otro.
JORGE:
A ver, te ayudo.
NELLY.
Y me acompañas a comprar mi boleto a México: yo ya me voy.
JORGE:
Chapis, espérate tantito.
Salen Benita, Nelly y Jorge. Entra Chacho.
PATRICIA:
Usted que me agarra otra vez y le digo a su abuela.
CHACHO.
A poco te enojaste.
PATRICIA:.
Sí me enojé. Andele, cargue eso. ¿No anda de tentón? Pues sirva de algo
Sale, dejando allí catre y cobijas.
CHACHO:
¿Y adónde me llevo esto? Espérate. (Quedo.) Pinche gata apretada.
Carga las cosas y sale. Cambio de luz
Entran despacio, intensos, Constanza y Héctor. Vienen hablando ya. Caminan,
se detienen. Dan unos pasos más. Agustín y Adrián entran de igual modo. Como
si los cuatro fueran cruzando la casa, de un extremo a otro.
CONSTANZA:
Si me hubiera yo casado a tiempo... Iba yo a casarme, se han de acordar,
¿verdad? Iba yo a casarme. Estaba... de la edad de Vevita. Pero él tenía un
carácter... El era de ésos de tenerme en la casa, "mi mujer no trabaja, la
mantengo yo", él era... Yo quería ser independiente. (Se ríe.) Independiente.
Por eso no me casé. (Se para enfrente de los tres.) No puede ser. Voy a ser
una vieja. Se me ha ido la vida en cuidar a mamá y a la mima. ¡No puede
ser! También yo tengo que... también yo quiero...Héctor: tú siempre has
hecho tu santa voluntad, desde chico; tú has hecho todo lo que has querido. Y
eres libre. Nada más das tus clases y haces tus libros... ¡Pues acá puedes dar
tus clases! Si hasta te pagarían mejor que en México.
HECTOR.
Eso crees
CONSTANZA:
Héctor, vente a vivir acá. Si ya tu amigo, ése, ¿cómo se llamaba?
HECTOR.
Se llama. No se ha muerto. Rubén.
CONSTANZA:
Eso. Rubén. Ya no vive contigo. Digo, que estás tú solo. Y esa criatura,
Nelly, tu alumna, ya se va para Europa...
HECTOR.
Todavía no es seguro.
CONSTANZA:
Casi seguro, le falta un examen de rutina, la becaron, se va a Europa. Vas a
estar solo. ¿Por qué no te vienes a vivir acá?
HECTOR:
Mi trabajo está en México. ¿Qué iba yo a hacer aquí?
CONSTANZA: -
¡Lo mismo que allá! Y tú, que dices de irte al norte, a empezar desde nada
¿qué vas a hacer al norte? Podrías quedarte aquí, trabajar aquí- Tanta gente que te
te quiere, saben que fue un error, que fue una tontería, quieren darte trabajo...
Haces mal en huir, deberías salir, ver a la gente, quedarte aquí. Si te vas a otro
lado, vas a sentirte peor; si vivieras aquí, no pagarías ni renta ni muchas
cosas…Elisa y tus hijos tal vez vendrían después aquí. Y la abuela te adora. Esta
es tu casa, más que ninguna, mamá y la abuela estarían felices, más que
conmigo, porque conmigo se pelean, soy parecida a ellas y soy mujer Y estoy
nerviosa. Estoy histérica. Nos pelearnos. Me falta tolerancia, me falta... Y en
cambio tú, te quieren tanto, eres el consentido, eres...
ADRIAN.
Elisa no va a aceptar vivir aquí.
CONSTANZA:
Pero si tú vives aquí...
ADRIAN.
Provisionalmente. Y no doy nada, ni puedo dar nada.
CONSTANZA
Yo seguiría pasando el gasto... (El niega. Se vuelve de espaldas a ella,
recargándose contra la pared, la frente apoyada, la mano en alto.)
Agustín, manda aquí a tus dos hijos mayores. O pide acá tu cambio, te lo
darían.
AGUSTIN-
Esta plaza es muy inferior a la que tengo. Y los muchachos estudian, te
has dado cuenta.
CONSTANZA:.
Y aquí hay escuelas, te has dado cuenta. Mejores que allá
AGUSTIN.
¿Y cuánto me costaría mantener aquí a dos hijos? Que la abuela no tolera ni
quiere mucho, te has dado cuenta.
CONSTANZA:
Te costaría muy poco, porque yo pago todo aquí, todo y gano diez veces
menos que tú, te has dado cuenta.
AGUSTIN.
Mando a mamá una mensualidad.
CONSTANZA:
Me he dado cuenta: decorativa, simbólica.
AGUSTIN.
Y tengo cinco hijos, responsabilidades, y la exigencia de una vida social, y
nadie me da gastos de representación, pero tengo que hacerlos, y tengo que
viajar...
CONSTANZA:
¡Y yo no tengo nada! ¡Nada! Responsabilidades. Ninguna vida social. Y
pago todo lo de la casa, hasta los impuestos.
AGUSTIN.
Puesto que va a ser tuya. Ya la pusieron a tu nombre.
CONSTANZA:
Para que ande como fantasma, vieja y sola, cuando se mueran mis viejitas,
por los cuartos vacíos. Sin haberme ganado recuerdos vivos, cosas de esas
que, aunque duran poco, me iluminaran la vida entera. Sin haberme ganado
más que el derecho de andar quitando telarañas de un caserón vacío. Voy a
irme. Se los digo a los tres: me voy. Piensen qué van a hacer o a quién
mandan aquí, porque me voy.
ADRIAN.
No te pongas así.
CONSTANZA:
¿Y cómo quieres que me ponga? Se largaron los tres, los tres hicieron sus
vidas y lograron dejarme aquí enganchada, los tres.
HECTOR.
Lo dices como si hubiera sido de intento.
CONSTANZA :
Fue de intento. Fue de intento. Fue de intento. Cada pasito que vamos dando
es de intento, conduce a donde queremos. Fue de intento. Me dejaron aquí. (Se
sienta en la silla.)
HECTOR.
Si eso que dices es verdad, es que querías quedarte Te quedaste de intento.
Constanza llora, quejándose, gimiendo, con la cara entre las manos. Los ve a
los tres:
CONSTANZA:
Egoístas. (Sale, aprisa.)
Un silencio.
HECTOR.
Está muy mal Constanza. Hay que hacer algo.
ADRIAN.
Pobrecita. Tiene razón.
AGUSTIN.
Es la menopausia. (Sale.)
Los otros salen también, despacio, tras verse confusamente a los ojos. Entra
Veva y Vevita.
VEVITA:
Así en bola, ni me dan ganas de ir.
VEVA:
Va mucha gente de todos modos: da lo mismo ir en grupo que a solas.
VEVITA:
No da lo mismo. ¿Van a llevar a la mima?
VEVA:
Claro que va a ir.
VEVITA:.
Pues si me sale con pesadeces, le voy a dar una mala respuesta
VEVA:
Dásela: se la merece. Ni creas que yo te voy a regañar.
VEVITA:
Pero mi papá sí.
VEVA:
Yo te defiendo, déjamelo a mí.
VEVITA:
Te advierto que me voy a poner mi bikini nuevo. Y que no me vayan a decir
nada, porque verán; ya me cansaron, ahora sí.
VEVA:,
Póntelo, hijita, ponte tu bikini; si tuviera tu cuerpo, yo también me lo
pondría.
Salen.
Patricia pasa aprisa y hablando a gritos.
PATRICIA:
Pues yo no sé qué cuarto es de quién y ya no muevo más los catres. Ya me
cansé. Que los acomoden ellos y que se repartan las cobijas como quieran.
Salió.
Entra Elisa: una mujer en verdad elegante, muy guapa. Viste un jersey de seda,
muy ligero, gris pálido; trae un collar de perlas. Ve en torno, duda de lo que va a
hacer. Se detiene junto a la silla, parece que posara, como modelo de ropa. Se
queda inmóvil
Entra Adrián, se queda viéndola. Un silencio, quietos.
ELISA:
Amor.
Un silencio.
ADRIAN.
Entra, ¿no? ¿Qué haces aquí parada?
ELISA:
Sí. Deja verte. Estás muy flaco, de mal color. Ay, Adrián.
Empieza a llorar.
ADRIAN.
Ya. No te pongas así.
ELISA:
¿Por qué no me habías buscado?
ADRIAN.
Mh. (Se aleja dos pasos.)
ELISA:
Supe cuando saliste y, pues, pensé que ibas a hablarme, a buscarme. Claro, sí
supe que aquí estabas en tu casa, todo se sabe... ¡Pero yo esperaba que me
hablaras! (Un silencio.) Se me ocurrió también, ¿y no estará esperando que
yo lo busque? Pero eso no era lógico. Querrá estar solo algunos días, pensé...
¡No sabía qué pensar, ni qué hacer! También me daba pena con tu familia,
¿cómo iba yo a venir a reunirme contigo, en casa de ellas? Pues no, ¿verdad?
El la ve: ella se limpia los ojos con cuidado. Lo ve: trata de sonreír.Un silencio.
ADRIAN.
Pudieron consultarme lo de los niños. Avisarme siquiera.
ELISA:
¿Cómo te iba a salir con eso? Te lo podías imaginar, sin tener que ir a darte
explicaciones. A papá le dio miedo que en la escuela les dijeran de cosas y
como todo mundo hablaba de lo tuyo, y salía en los periódicos, pues... Pensé
que lo entenderías. Están en un buen colegio, van a aprender inglés, y... Era
mejor así, que no se dieran cuenta. No piensas que hice mal, ¿verdad?
ADRIAN.
Pienso que pudieron habérmelo dicho.
ELISA:
¿Pero cómo? Tú no te llevas bien con mi padre. Y él quería visitarte, o verte,
algo, fui yo la que le dijo: "papá, mejor no vayas a ese lugar horrible"...
ADRIAN.
¿Y cómo sabes que es horrible?
ELISA:
... Pensando que te podría disgustar, que te sentirías mal con papá si fuera a
visitarte. Eso pensé. Y yo... (Calla.)
ADRIAN.
(Tras un silencio.) ¿Y tú? Sí, ¿Y tú?
ELISA:
Era todo tan feo, los periódicos, todo. Publicaban las mismas fotos mías que
antes habían salido en sociales. Y la gente, luego dicen tanto esas cosas de
la visita conyugal, ¿cómo va a ser? ¿Que ahí a la cárcel vayan esposas a
acostarse? No pensé que tú fueras nunca a pedirme eso, pero la gente, tú la
conoces, diría que iba yo a eso, como una puta y no como tu esposa. A ese
lugar horrible.
ADRIAN.
¿Y cómo sabes que es horrible?
ELISA:
Dicen que es... Bueno, yo digo por... (Lo ve a la cara.) Tú no querrías
haberme visto allí, ¿verdad?
Adrián ve a los lados y le dice aprisa:
ADRIAN.
Aquí, he dicho que me visitabas. En días especiales. Porque iban todos a
verme y preguntaban por ti. Yo les decía que ibas, en días especiales. Y les
he dicho que nos vemos cada ocho días, desde que salí. Me largo fuera, todo
el día, y digo que nos vimos. Así es que, cuidado.
ELISA:
¿Y para qué les cuentas eso?
Adrián va a decir algo: calla.
ELISA:
Digo, ya sé, ellos piensan que yo debía... ¡Pero tú no! Tú no piensas así. ¿O
piensas, tú también, que debí presentarme en ese sitio, a visitarte allí? Porque
era insoportable pensar que allí estabas. Yo no podía ir a verte. Así, a verte
allí con mis ojos, entre rejas, y estar yo allí también, no podía. Ni tú podías
querer que fuera a verte allí. Dime lo que pensabas. Dime qué piensas.
El se retira.
ADRIAN.
No sé qué pienso. Sí sé. Digo... Que tengo planes, ir al norte, trabajar, estar
más cerca de los niños. Poder pasar a verlos. Traerlos con nosotros. Que nos
fuéramos juntos, pienso, que empezáramos todo allá, como quienes somos,
como dos gentes pobres, sin conocer a nadie, sin que nadie se fije si tú
andabas antes de otro modo, o si tú y yo... ¿Por qué viniste a verme?
ELISA:
¿Yo? ¿Acá? Pues es lo natural, ¿no? Verte. Venir a verte.
ADRIAN.
¿Qué es lo que quieres? ¿Divorciarte? Ella empieza a llorar.
ELISA:
¿Por qué me hablas así? Yo quería resolver todo de otro modo. Pensar juntos
lo que fuera mejor. Estar juntos, hablar. Dame un pañuelo, éste es muy chico.
Vámonos a la calle. No quiero que tu familia me vea llorar así.
Recibe el pañuelo. Solloza.Entra Celia.
CELIA:
Ay, Elisa, qué sorpresa. Hasta que al fin te vemos, ¿cómo estás? ¿Estás
llorando?
ELISA:
No, no, nada más...
ADRIAN.
Sí está llorando, ¿no la ves?
CELIA:
Eso me pareció. Pues mira que no esperábamos verte por acá. Pasen a la sala.
O mira, no: si están hablando de cosas privadas, vayan a tu cuarto, Adrián. Es
que llegó Agustín, con su mujer y sus dos hijos mayores, y hay otras visitas.
Váyanse a tu cuarto.
ADRIAN.
Lo están llenando de catres. Ahí están las criadas.
CELIA:
Voy a decirles que saquen todo y les dejen su recámara en paz.
ELISA:
Señora, yo no... (Calla.)
Sale Celia.
ADRIAN.-
Díselo:que tú no vienes a quedarte.
ELISA:
Pues no, ¿aquí, cómo?
ADRIAN.
Eso, cómo.
ELISA:
No sería.. . prudente, no sería...
ADRIAN.
Tú vienes a la cama conmigo. Ya.
ELISA:
Ay, Adrián, suéltame, no. Tu familia...
ADRIAN.
Cállate. Vamos.
La aprieta contra sí, la palpa toda, le aprieta las nalgas, pechos.
ELISA:
¡Cómo quieres que aquí...
La besa brutalmente en la boca, la tienta, la estruja. Sale, llevándola consigo.
Entra Nelly, trae una grabadora pequeña, en la que oye un poema en francés,
que va terminando en ese momento. ("10 juin 1936", de Robert Desnos, Domaine
Public, NRF). Mueve los labios, escuchándolo.
VOZ GRABADA:
Chaque jour le ciel est si clair
que les nuages dans l'air
Sont comme I'écume sur la mer.
La Playa
De tu traje.
VEVITA:
Ah. Pero fue broma tuya, ¿verdad?
ADOLFO.
Sí. Eso era.
VEVA:
Este joven anda diciendo que es tu novio. Explícame eso.
VEVITA:
Mamá, yo no le he dado pie. Ha de ser por creído.
VEVA:
Eso digo yo.
VEVITA:
(Risita.) No es cierto, gordis, es broma.
VEVA:
Y quítate esa bata, que te vas a asar.
VEVITA:
Es verdad, hace calor.
Se la quita, emitiendo una risita maligna.
Estira y acomoda los músculos de su cuerpo, mientras respira hondamente. Alza
los brazos.
La Abuela no ha perdido una coma de toda la escenita, sin disi mular su
atención y haciendo ruidos significativos de vez en cuando.
Ahora, vuelve a jugar con la arena. Entran Adrián y Elisa. Se colocan en pose
con los otros, todos de frente, en fila el fotógrafo va y acomoda el grupo como le
parece artístico.
Llevan a la Abuela y la colocan con todos, mientras entran Celia y Agustín.
CELIA:
Una vez más, mientras lo permita el destino, toda la familia está reunida.
Bueno, faltan algunos nietos, y hay aquí gentes que no nos tocan de nada,
pero vamos a quedar unidos en un retrato. Qué hermoso es eso.
ABUELA:
Sí, preciosos que son los retratos de grupo. Para que al rato empiecen a
contar a los muertos.
CELIA:
Mamá, te encanta decir cosas feas.
Vienen Jorge, Nelly y Constanza.
CONSTANZA:
Nosotros aquí los tres, juntos.
Llegan Chacho, Héctor y Luis.
AGUSTIN.
¿Qué tanto hacían?
CHACHO.
Nos tomamos unas cheves.
AGUSTIN.
Colóquense.
LUIS.
Bueno, yo no. Si es una foto de familia... Buenas tardes a todos.
HECTOR.
Este es Luis. Es amigo mío. Digo, nos... conocimos y somos...
Esta es mi familia, Luis.
Gestos de saludo, sonrisas falsas.
NELLY.
Con algunos adornos extra. Como yo.
ADOLFO.
Y como yo.
LUIS.
Pues me pondré también de adorno extra.
HECTOR.-
Sí. Tú allí, Jorge. Luego, Nelly. Luego, yo...
LUIS:
Luego yo.
El fotógrafo vuelve a organizar la composición. Va a su cámara.
CELIA:
Pero yo no voy a salir descalza. Es una ridiculez.
AGUSTIN.-
Señor, ¿van a salir los pies?
El fotógrafo asiente.
CELIA:
¿Ya ven? Y los tengo muy feos. Voy a buscar mis zapatos. Acompáñame,
hijito.
Salen Agustín y Celia.
AGUSTIN.
Un momento nada más. Para que mamá salga chulísima.
CELIA:
Ay, hijo, cómo voy a salir chula. Si me he puesto tan fea. Ya no soy la misma
de antes.
Salen. El grupo se relaja, se medio descompone, esperan.
CONSTANZA:
¿Y entonces, Nelly?
NELLY.
Pues me gastaba todo. Empezar a ganar se me hacía tan extraordinario. Tenía
yo los programas de radio, los doblajes... Ya estaba yo acabando mi carrera.
Pensaba un poco a veces en poner casa, pero no muy en serio. Me sentía yo
muy bien. Y entonces fue que Deisy regresó a su país y empezó a vender
todo: como fuera, rematar todo. Cuando fui a visitarla, le quedaba ya nada
más el refrigerador: nuevecito, perfecto y de muy buena marca, precioso
estaba. Yo traía cuatrocientos pesos: en eso me lo dio. ¡Me puse tan contenta!
Y llegué al habituario a contárselo a mis amigas. "Qué bárbara, qué
ganga”. "Eso no pasa todos los días'. "Qué suerte tienes”."¿Cuatrocientos
pesos un refrigerador? ¡Qué locura!” Claro, no podía yo llevármelo al
habituario; eran cuartitos amueblados y vivíamos allí estudiantes de varias
escuelas. Pues ahora sí, a fuerza, debía yo buscar casa, para tener dónde
meter el refrigerador. Y no tenía ni un mueble: debía comprarme cama,
cuando menos, y una mesa con sillas; y unos libros, y... cobijas, lámparas,
ropa de cama, toallas, y también cuadros y cortinas para que aquella casa no
pareciera hospicio...Y licuadora, y radio, y sepa Dios que más. Me empezó a
entrar miedo, y una rabia espantosa contra el maldito cachivache que en mala
hora se me había ocurrido comprar. Pasé en vela toda la noche, ya oía silbar
las fábricas, no podía dormirme y me puse a llorar; todo era horrible, por
culpa del refrigerador... Cuando empezó a salir el sol, me acordé que mi
amiga Myrna ya mero iba a casarse. Y estábamos peleadas, ni nos
hablábamos. Pues me fui a despertarla y le di de besos y le di el refrigerador,
a condición de que fuera a buscarlo ese mismo día y no volviera yo a verlo
nunca. Pobre Myrna, no sabía cómo agradecerlo. Y me dormí feliz, toda la
mañana. Hasta dejé perder una grabación.
El fotógrafo vuelve a acomodarlos a su gusto. Risitas, pantomimas de volverse
algún personaje. La Abuela hace muecas a la cámara, se ríen todos.
ABUELA:
De todos modos las viejas somos horrorosas.
NELLY-
Tiene usted un pelo precioso.
ABUELA:
Lo hubieras visto todavía hace veinte años...
LUIS.
¿Y es cierto que escribes?
HECTOR.
Tengo tres libros publicados. Y yo mismo pagué la edición del primero.
Todavía quedan muchos.
LUIS.
A ver si me regalas uno.
HECTOR.-
Al segundo no le fue bien. Tuvo críticas buenas, pero no se vendía. Lo
ofrecieron en promoción, de una estación de radio; durante un mes, a los
veinte primeros que hablaron por teléfono, les daban a escoger entre dos
regalos: un disco o el libro mío. Todos pedían el disco.
LUIS.
Pues también de ése me has de dar.
Entran Celia y Agustín.
CELIA:
¿A qué horas nos retratan? ¿Qué esperan?
VEVA:
Nada más a que usted se acomode. Es todo lo que falta.
VEVITA:
Ven con nosotros, abuelita. Y la Mima del otro lado. A ver dónde te colocas,
papá.
Los acomoda el fotógrafo.
ADRIAN.
¿Y no se va retratar Benita?
CELIA:
Tan bonita que está para que la retraten. Pobre cámara.
HECTOR.
Tan bonitos que estamos todos.
CELIA:
No va a caber en la foto tanta gente. Ya somos muchos.
ADRIAN.-
Voy a traer a Benita.
CELIA:
Tráela, hijo, tráela. Si no cabemos, ni modo.
Sale Adrián. Elisa va con él
AGUSTIN.-
Pues espérese otro momentito, señor.
CHACHO.
Paciencia, compañero.
HECTOR
Mamá, ¿qué te parecería si me viniera yo a vivir contigo y con
la abuelita? ¿Te gustaría?
CELIA:
Hijo, yo sólo soy feliz cuando ustedes están conmigo. ¿Dices mudarte a
vivir acá?
HECTOR.
Eso se me ocurrió.
CELIA:
Hijo mío, llevas una vida muy libre... No sé cómo te sintieras volviendo a
este lugar tan chico, donde todo mundo nos conoce.
HECTOR.-
Yo me sentiría bien; el lugar, quién sabe. Y Constanza podría tomarse una
vacaciones largas, descansar de la casa, de su trabajo, de tantas
responsabilidades. Bien lo merece.
CELIA:
Hijo mío, Constanza nació para vivir así, con nosotros.
Obsérvala: siempre está feliz.
VEVITA:
Se está nublando el cielo.
ADOLFO.
No va a salir la fotografía.
LUIS.
Claro que sale: quedándonos quietos más rato.
Entran Benita, Patricia, Adrián y Elisa.
BENITA:
Yo no sé para qué me quieren aquí.
ADRIAN.
Porque es la foto de la familia: estamos todos y tienes que estar tú.
BENITA:
Ni están todos, ya ves, no vinieron tus hijos. Y yo ni les hago falta.
ADRIAN.
Anda, Benita, con nosotros dos, en medio.
CHACHO.
Patricia, vente conmigo.
Ella se va a otro extremo.
El fotógrafo va a su cámara. Ve desde dentro.
FOTOGRAFO.-
Están muy bien así. No vayan a moverse, va a ser de tiempo. Voy a
contarles hasta tres. Nadie se mueva hasta que haya yo dicho "tres".
ADOLFO.-
Y como no hay pajaritos, vean esa ola.
CHACHO.
Sí hay pajaritos.
VEVA:
Cállate.
VEVITA:
Ay, sí, todos vemos una ola que sea muy diferente de otras y que esté
quieta.
HECTOR.
Todas son diferentes y quietas, Vevita.
LUIS.
Hay las más grandes: ésas se notan.
ADRIAN.
Porque se estrellan en seguida y con más ruido.
Los rostros de todos van tomando una expresión especial "para retrato"
PATRICIA:
Mi día completo es mío, nadie me ordena tonterías.
ELISA:
No llorar, no tener miedo. Hay música de baile.
VEVITA:
Un espejo muy grande.
CELIA:
Mi piel tersa y sin manchas, mi cuello lindo, como entonces...
ADOLFO.
Ya pusieron mi nombre en la puerta de la oficina.
CHACHO
Les gusto a las mujeres, caigo bien, puedo ser lo que quiera.
AGUSTIN.
Me acuerdo de esos ensueños tontos, de juventud, y no me duelen
VEVA:
Tener algo.
ABUELA:
Recordar...
FOTÓGRAFO.
Dos. ..
Desde este momento, los rostros de todos quedan ya sonrientes, estereotipados
ligeramente, fijos, rostros de fotografía. No corresponderán las expresiones con
lo que se diga.
JORGE.
Después de lo de Nelly, que afectó tanto a mi tío, yo seguí trabajando,
ganando más. Ya me iba a recibir. La dientona, como le decía Nelly a
María de Lourdes, visitaba a todos mis tíos y hacía proyectos. Y los míos,
mis planes, se cumplían. Empezaban a verse un poquito vacíos, un poco
tristes. Pero ya no había más. Chacho se había casado, también Vevita...
Ya me tocaba a mí. Fue cuando vino mi accidente. Iba en motocicleta, no
sentí nada, ni me di cuenta casi: volví la cara, se me venía algo encima. Y
de repente, yo ya no estaba aquí.
NELLY-
Al empezar la curva, alguien gritó. Era un paisaje prodigioso, eso
veníamos viendo, los Alpes. Ya nunca supe por qué gritaron, no supe
quién. Después, muy poco claramente, llegué a entender que tenía yo la
cara despedazada, lo decían en francés, y que a causa del golpe podía yo
quedar ciega, o paralítica, si viviera. Estuve oyendo quejidos mucho
tiempo: eran los míos.
BENITA:
Hubieran visto llorar a Celia, pobrecita. No me quería cerrar los ojos, le
daba miedo tocarme. Y me di cuenta de que no todos los parentescos son
de sangre: Celia es mi hermana; pero no va a saberlo nunca.
ADRIAN.
Hay quienes sufren varios infartos: yo sólo tuve uno. Y fui a caer enfrente
de la abuela. Un estallido aquí, un desgarrón tremendo que no me dejaba
respirar.Un dolor de despedazarse, como si se agolpara allí mi vida entera.
No duró mucho.
ABUELA:
(Grita.) ¡Adrián! Eso no lo he olvidado. Ni Constanza tampoco.
CONSTANZA:
(Quedo.) Las dos solas aquí en la casa. Viendo esta foto, contando los
difuntos. Las dos quedamos todavía, la Abuela y yo. Pero la foto ha ido
borrándose, poco a poco.
Luz muy intensa, blanca, por un instante.
Luego, se va volviendo una luz amarilla, cada vez más opaca y borrosa.
Sube el ruido del mar.
Telón