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La cuestión con ganar o perder lectores, al final, es que debería ser secundario, algo que viene por añadidura

al acto
de escribir.

Pero todos somos humanos, no podemos abstraernos del todo, pero intentarlo todo lo posible debería ser el
camino.

Si pensamos que tenemos algo especial, también creeremos que con eso podemos compensar y escamotear esas
horas ingratas que nadie ve, que podremos no pagar ese impuesto y aún así llegaremos.

Y no.

Cerrar la puerta es necesario para escribir bien, pero no es gratis. Mucha gente dice que escribir es su pasión y su
vocación, pero mienten, sobre todo a ellos mismos. Y además no son muy diestros tampoco con el lenguaje, que
supongo que ese es el mayor pecado. Esa gente no ama la escritura, no sienten pasión y no tienen voluntad. Como
mucho, experimentan un deseo vago con el que gusta fantasear en el sofá (sin escribir una letra). Así debería
definirse, porque realmente es así en la práctica.

La (¿«fea»?) realidad es esta, puedes tener todo el talento del mundo, que sin exposición ante los que importan y
tienen poder, nadie te leerá. De hecho, importa mucho más esa exposición y apenas el talento cuando estamos
hablando, meramente, de que vendas, de que te conozcan y calientes el asiento de firmas en El Corte Inglés de
Callao.

¿Tuve tiempo para revisar el correo electrónico y el buzón de voz? Claro que sí. Me hubiera llevado 10 minutos.
¿Tenía la atención como para arriesgarme a pescar una crisis en esos 10 minutos? No, en absoluto.

Por muy tentador que sea «comprobar el correo electrónico un minuto», no lo hice. Sé por experiencia que cualquier
problema que se encuentre en la bandeja de entrada permanecerá en el cerebro durante horas, o días, después de
apagar el ordenador, haciendo que el «tiempo libre» se vuelva inútil por la preocupación.

Es el peor de los estados, donde no se experimenta relajación ni productividad. Concéntrate en el trabajo o en otra
cosa, pero nunca en el medio de ambos.

El tiempo sin atención no vale nada, así que hay que valorar la atención por encima del tiempo.

Hemingway, una vez cumplida la cuota de trabajo que se proponía, tenía la costumbre de dejar de escribir en un
punto álgido, siempre sabiendo por dónde quería seguir y qué quería contar al día siguiente. Eso le permitía evitar
algo que todos los que escriben temen y es el nombre de esta web: la hoja en blanco.

Hay veces que la inspiración parece trabajar por rachas y que uno no puede parar hasta vaciarse del todo, pero
Ernest decía tener la disciplina para dejar algo de agua en el pozo y no secarlo cuando terminaba. Después, igual que
hacían muchos otros, se olvidaba y se dedicaba a otras cosas (beber, boxear, apostar, pasear y amar, entre otras
muchas cosas), a fin de permitir que ese pozo se llenara de nuevo para la siguiente jornada de trabajo. Lo hiciera
más o menos, Hemingway siempre encontraba agua al día siguiente, porque siempre dejaba una poca ahí, adrede, el
día anterior.

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