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Reflexión sobre ‘‘Filosofía en crisis’’

y ‘‘Filosofía como saber crítico en la


Edad Global’’
Por: Jesús Pabón
Gran parte del tiempo -en que he sido consciente de esta disciplina o saber- pensé que la filosofía no es
tan popular porque es un saber oculto -por naturaleza- destinado a ciertas personas entregadas en
devoción a ella. Gracias a lo que escuché me formé el juicio de valor de que la filosofía es inútil -
aunque nunca me pregunté de qué tipo de inutilidad- y que eso justificaba su baja popularidad.
Después, hace algunos pocos años entendí que la filosofía es un saber incómodo, pero que podía llegar
a ser útil si se le da el uso que -entonces creía- le correspondía: dar respuestas que guíen a nuestra vida
en general. En la actualidad ya empecé a estudiarla en la universidad: entonces comprendí que,
primero, la filosofía es un saber más que todo de problemas, lo cual es anti-sentido común, anti-
costumbre de los saberes populares o triunfantes como la ciencia, porque lo que hoy vale la pena es un
saber que dé respuestas y soluciones inmediatas; y segundo, que podía llegar a ser en realidad muy útil
-aunque en otro sentido de utilidad-: tal vez la más útil de todos los saberes, en cuanto que es el que
esclarece los problemas humanos fundamentales e intenta acercarse racionalmente a ese aspecto de la
realidad que no parece ser muy atendido en la sociedad cientista y tecnificada de hoy; no un aspecto
técnico o especializado de un saber, sino el más general del que puede partir cualquiera, el que
responde -o al menos puede criticar- a la necesidad del conocimiento de los demás: el aspecto humano.
Los textos ‘‘Filosofía en crisis’’ y ‘‘Filosofía como saber crítico en la Edad Global’’ de Carlo Altini y
Sergio Rábade, respectivamente, me ofrecieron una visión un poco deprimente pero a la vez
motivadora -para realizar filosofía- sobre el estado de este saber en el contexto cultural actual. El texto
de Rábade me pareció clave para entender mejor esta crisis de la que nadie es ignorante -ni el que no
está interesado en filosofía-. La filosofía es un saber devaluado, y eso en gran parte se debe a los
mismos filósofos que desviaron la mirada del objetivo de su tarea: la sociedad y la cultura. El texto me
sirvió para acercarme de manera crítica a este fenómeno. Me pareció un aporte muy valioso en cuanto
que ofrece herramientas para reflexionar y poder al menos intentar hacer algo para devolver a la
filosofía el sentido para el que está y que le fue arrebato: mucha razón tiene Rábade al advertir que el
profesor de filosofía, más que enseñar filosofía, debe enseñar a filosofar. Se filosofa, no para
memorizar nombres extraños de pensadores extranjeros y sus ideas que probablemente hoy no me
interesan, sino para brindar un acercamiento racional a la realidad, en especial a la del ámbito humano,
parafraseando a este autor. ¡Obviamente, si la filosofía deja de cumplir con esta tarea, que es la suya,
deja de tener sentido! ¿De qué sirve algo que no cumple con su propósito? Este esclarecimiento me
parece un paso importante para examinar la mala fama de la filosofía hoy, y también para empezar a
dar el siguiente paso: intentar que la filosofía recobre su núcleo fundamental. ¿Cómo? Aceptando la
dificultad que la misma cultura pone para realizar filosofía; enraizándose en las virtudes de la cultura y
tomando conciencia de sus deficiencias para repercutir en su corrección; y perdiendo el miedo a pensar
por cuenta propia.
Esto refuerza mi noción de la filosofía como una labor que nunca puede dejar de ser ejercida. El mismo
progreso, como me lo define Rábade, de la filosofía, me puede dar luces de esta verdad: ‘...consiste en
el replanteamiento de los viejos problemas de la filosofía para adaptarlos a cada circunstancia’.
Con respecto al texto de Carlo Altini, pienso que no solo los intelectuales contribuyen a hacer deseable
el sistema consumista y tecnocrático. Por ejemplo: es muy, muy popular el acto de repetir una moda
porque ello implica aspectos sociológicos y psicológicos que tienen mucha influencia sobre las
personas. Siendo así las cosas, me cabe la siguiente pregunta: ¿realmente, los que hacen deseable un
sistema, o ciertos aspectos de él, en el contexto en que nos sitúa Altini, lo hacen conscientes del
potencial del daño que esto implica? Y para esta pregunta tiene sentido la revisión que realiza el autor
sobre el papel de la filosofía -muy estimable, para mí, puesto que si no la asume ella ¿quién?- en este
contexto: ¡debe empezar a desmitificar a los ídolos que le hacen daño a la sociedad!
Mucho sentido tiene la filosofía por su potencial crítico, y por ello estoy de acuerdo cuando Altini
afirma que esta funda su libertad en la indiferencia frente a una autoridad moral que se propaga en
forma de mito: el del vínculo de lo propio con el bien como algo natural y hasta divino. Si lo mío está
bien, si yo estoy bien, y es así porque ese es el curso natural de la vida y no hay nada que se puede
hacer por eso, obviamente no me parecerá atractiva la idea de estar desapegado y mantener una
distancia crítica con esta realidad -este mito es tóxico para el espíritu filosófico-. ¿Para qué seré crítico
con la realidad? Si así es la naturaleza; o, así Dios lo quiere. En cambio, ver esto como una opinión o
mito, me permite ser consciente de que las cosas no tienen que funcionar como funcionan,
necesariamente. Si las cosas van bien es porque hubo un esfuerzo previo para que fuera así. Y si van
mal es porque el sistema social y político es una estructura que puede tener fallos; no obstante, estos
pueden ser criticados y corregidos. Tenemos poder sobre el status quo: solo porque no haya cambiado
desde que lo conocemos no significa no tenga más caras: la filosofía sirve para hacerme consciente de
esto: para concientizarme de las deficiencias del status quo -y pueda encargarme de su corrección- que
no hubiera podido ver sin ella, o sea, si no hubiera tenido sentido crítico.

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