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Sanando nuestras heridas, miedos, fobias, traumas…

Obstáculos para la sanación. Medios para sanarnos.

Quisiera comenzar esta charla-meditación con un texto bíblico que


realmente me conmueve porque es tanto el amor que Dios tiene por
nosotros que Él mismo toma la iniciativa y comienza en sus hijos un proceso
dinámico de sanación de nuestra Historia.

Nosotros los cristianos queremos llevar adelante el nombre de Jesús y el


testimonio de su Amor. Tener los mismos sentimientos de Cristo significa
pensar, sentir, actuar, caminar, amar, buscar el bien para los demás. Tener
los sentimientos de Jesús es tener los sentimientos resucitados por el
Espíritu Santo. Son esos sentimientos transformados que sin dejar de ser
humanos se sienten, también, desde lo sobrenatural ya que el Espíritu de
Dios los trabaja, los educa, los afianza, los encamina. Es cierto que hay
heridas, frustraciones, represiones en esos sentimientos que también
deben ser sanados y liberados por la acción del Espíritu de Dios.

Siempre digo que Dios es presente. Es distinto a los seres humanos que
tenemos un pasado, presente y futuro. Él es el eterno presente y debido a
eso puede moverse por toda la historia del ser humano y de la humanidad
según le plazca. Puede ir al momento de nuestra concepción, como de
nuestro nacimiento, de la infancia, de la adolescencia, juventud, adultez y
vejez.

El Corazón de Cristo es el corazón de un dios que se ha vaciado


completamente para derramar su Amor en el hombre y la mujer de todos
los tiempos. Su sacrificio nos invita a hacer lo mismo que Él, a vaciarnos
como Él y a centrarnos en Él. Hace unos días atrás preparando los ejercicios
de mi consagración leía que la más grande y alta pretensión que
deberíamos tener los cristianos es a tener a Jesucristo en el corazón. Desde
ese Corazón Santo el ser humano aprende a amar y, por lo tanto, a beber
de la propia medicina que necesitan las heridas del corazón de quienes
estamos heridos por la carencia de los afectos de quienes no supieron o no
pudieron amarnos. Una Herida se abre en el corazón, generalmente por
falta de amor en el trato con quien quiera que nos hayamos relacionado y
nos hayan humillado. Nuestro corazón herido solo podrá encontrar su paz
en Dios, esto nos los dice San Agustín. Un corazón inquieto por buscar a
Jesús lo terminará encontrando porque Él es un Dios que se deja encontrar
por quien lo busca de corazón. Desde ese Corazón que no ha conocido el
rencor ni el odio Jesús cura los corazones enfermos, encadenados,
esclavizados por el rencor y el odio. Él comienza su sanación en nosotros y
lo pone en tensión atrayéndonos hacia Él. Es como si creara una sed por El
en nosotros y cuando más bebemos de su Corazón más sed sentimos. Crea
cierta atracción en nuestro corazón y pone el deseo de imitarle, amarle y
servirle.

Quien ama como Jesús no relaja su corazón entregándole su afecto a cosas


vanas ni apegándose a nadie, no se cierra en sí mismo sino que se abre en
la libertad a buscar a Dios y desde Dios a los hermanos.

Un corazón enfermo es un corazón débil, mezquino., agresivo, un corazón


en agonía que terminará muriendo asfixiado por el odio y envuelto en la
oscuridad.

El corazón que posee los sentimientos de Cristo es un corazón apasionado


por el Bien, por la Voluntad del Padre y el Anuncio de la Buena Nueva a
todas las gentes. Un corazón que camina hacia un proceso de sanación y
liberación ha iniciado un camino que, si cada vez se asienta más en los
valores humanos y espirituales no se detendrá sino que entrará en un
dinamismo guiado por el Espíritu del Señor. Necesitamos ser audaces.

Veamos cómo actúan los miedos. Vamos a definir que es el miedo:


El miedo o temor es una emoción caracterizada por una intensa
sensación, habitualmente desagradable, provocada por la percepción
de un peligro, real o supuesto, presente, futuro o incluso pasado. Es
una emoción primaria que se deriva de la aversión natural al riesgo o
la amenaza, y se manifiesta en todos los animales, lo que incluye al
ser humano. La máxima expresión del miedo es el terror. Además el
miedo está relacionado con la ansiedad.

Siguiendo la definición vemos que es una emoción que tiene una


característica: la intensa sensación de un peligro. Por lo tanto es algo
que se siente como una amenaza. Generalmente no se filtra esa
emoción y las consecuencias físicas, psicológicas y hasta espirituales
dejan huellas sin que hayamos tenido tiempo de protegernos. Esas
huellas son las que crean heridas, desconfianzas y bloqueos. Son los
efectos que nos acompañaran pero que necesitan ser sanados.

Conocer nuestros miedos, heridas o bloqueos no es suficiente sino


que son el primer escalón para subir la escalera de la superación. Es
necesario el deseo o la determinación de ser protagonistas de nuestra
propia sanación dejándonos sanar por Dios.

Si recordáis lo que os dije al principio de que Dios puede recorrer


nuestras historias personales desde el momento mismo de nuestra
concepción hasta hoy, ahora con más razón lo afirmo.

Testimonio de la sanación de mis afectos.

Una de las armas más eficaces para este tipo de sanación es el


perdón si es una persona que nos ha herido. Perdonar a quien nos
ha hecho daño es terapéutico porque el perdón abre a la salud,
libera, rompe ataduras.

Otro paso necesario, para mí, sería mirar a la realidad tal como es.
Reconocer nuestra herida o nuestro temor nos da poder sobre ellos.
Ya nombrar lo que sentimos nos hace fuertes frente a lo que
consideramos amenazante.

Siempre digo que en todo proceso de sanación es importante mirar la


realidad y sobre todo dejar que el Espíritu del Señor pueda actuar
sobre nuestras heridas, carencias y temores. Si el Espíritu de Dios
obra en nosotros el éxito está garantizado. Hay que dejar que Él
actúe libremente y sin ningún condicionamiento en nuestra historia y
vida. A la mínima muestra de, nuestra parte, de obstaculizar su
acción el Espíritu Santo detendrá su obrar porque como siempre digo:
Dios respeta la libertad que le entregó al ser humano.

La vida Sacramental: importantísimo es llevar una vida Sacramental


para lograr ir superando los miedos, las heridas y las fobias debido a
que entrar en intimidad con Jesús nos trae seguridad. Esa seguridad
que no tuvimos cuando fuimos heridos ya que nos sentimos
desprotegidos.

Medios: oración. Sacramentos de sanación: Penitencia, Unción de los


Enfermos, Eucaristía, Matrimonio.

Heridas por infidelidad, abortos, violencia, adicciones, malos


ejemplos.

Trabajo personal:

1.- ¿A que le tengo miedo?

2.- Como gestiono el temor?

3.- ¿He identificado las heridas que tengo, los momentos en que se
han producido, las situaciones?

4.- ¿Existen algunos elementos físicos que me recuerdan que esas


heridas aún duelen (olores, colores, paisajes, situaciones etc?.

Oración de Sanación de los Recuerdos.

Padre de bondad, te bendigo y te alabo y te doy gracias


porque por tu amor nos diste a tu hijo Jesús,
gracias padre porque a la luz del Espíritu
comprendemos que él es la luz, la verdad y el buen pastor
que ha venido para que tengamos vida
y la tengamos en abundancia.
Hoy, padre, me quiero presentar
delante de ti, como tu hijo.
Tú me conoces por mi nombre
pon tus ojos de Padre amoroso en mi vida.
Tu conoces mi corazón
y conoces las heridas de mi historia,
Tu conoces todo lo que he querido hacer
y no he hecho.

Conoces también lo que hice


o me hicieron lastimándome.
Tú conoces mis limitaciones,
mis errores y mis pecados
conoces los traumas y complejos de mi vida.
Hoy, Padre, te pido que por el amor
que le tienes a tu hijo Jesucristo,
derrames tu santo espíritu sobre mí,
para que el calor de tu amor sanador
penetre en lo más íntimo de mi corazón.
Tú que sanas los corazones destrozados
y vendas las heridas
sáname aquí y ahora de mi alma
mi mente, mi memoria y todo mi interior.
Entra en mi Señor Jesús,
como entraste en aquella casa
donde estaban tus discípulos
llenos de miedo.

Tu que apareciste en medio de ellos y les dijiste:


“Paz a vosotros”
Entra en mi corazón y dame tu paz.
Lléname de tu amor,
Sabemos que el amor hecha fuera el temor.
Pasa por mi vida y sana mi corazón.
Sabemos, Señor Jesús,
que tú lo haces siempre que te lo pedimos
y te lo estoy pidiendo con María, mi madre,
la que estaba en las bodas de Cana
cuando no había vino
y tu respondiste a su deseo,
transformando el agua en vino.
Cambia mi corazón y dame un corazón generoso,
un corazón afable, un corazón bondadoso,
dame un corazón nuevo.

Has brotar en mi
los frutos de tu presencia.
Dame el fruto de tu Espíritu que es amor,
paz, alegría.
haz que venga sobre mí
el Espíritu de las bienaventuranzas,
para que pueda saborear
y buscar a Dios cada día,
viviendo sin complejos ni traumas
junto a los demás,
junto a mi familia,
junto a mis hermanos.

Te doy gracias padre,


por lo que estás haciendo hoy en mi vida.
Te doy gracias de todo corazón
porque tú me sanas,
porque tú me liberas,
porque tu rompes las cadenas
y me das la libertad.
Gracias, Señor Jesús,
porque soy templo de tu Espíritu
y ese templo no se puede destruir
porque es la casa de Dios.
Te doy gracias Espíritu Santo por la fe,
gracias por el amor que has puesto en mi corazón,
¡qué grande eres Señor Dios Trino y Uno!
Bendito y alabado seas, Señor

P. Emiliano Tardif

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