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Pero al mismo tiempo está la convivencia familiar y las situaciones que se desarrollan a su alrededor dan
lugar a numerosos conflictos que necesitan reglas de mediación jurídica que el Estado debe aportar.
Se llama Derecho de familia al conjunto de reglas de intermediación y organización familiar de carácter
estructural. Básicamente comprende los siguientes aspectos:
a) Regulación de matrimonio y sus posibles situaciones de crisis.
b) Relaciones existentes entre padres (progenitores) e hijos.
c) Instituciones tutelares en función sustitutiva de la patria potestad.
En el Derecho de familia se han producido importantes reformas legislativas en los últimos años, debido
sobre todo a:
• la existencia hasta hace poco tiempo del Código Civil de 1889 que regulaba el carácter patriarcal
de la familia, la sumisión de la mujer a la autoridad del marido y la total discriminación entre hijos
legítimos e ilegítimos.
• la aprobación de la Constitución de 1978 que consagra principios relativos a la dinámica familiar
absolutamente contradictorios con los inspiradores de los Códigos del siglo XIX.
En la Constitución Española se desarrollan varias ideas muy importantes en relación con el Derecho de
Familia:
1. Igualdad absoluta entre hombres y mujeres respecto al matrimonio (art. 32.1).
2. La declaración del Estado Español como aconfesional (art.16.3), lo que supone la recuperación del
poder civil en la regulación del matrimonio y que el legislador ordinario establezca la posibilidad del
divorcio.
3. Igualdad absoluta ante la ley entre hijos matrimoniales, extramatrimoniales, naturales y adoptivos y
los deberes de los padres en cualquiera de los casos (art. 39).
4. Ordena que el legislador ordinario investigue la paternidad para determinar la filiación (art. 39).
Después de la Constitución Española se aprobaron dos leyes que supusieron la instauración de un Nuevo
Derecho de familia, modificando de forma amplia el Código Civil preexistente. Dichas leyes son de 1981 y
representan la mayor y más profunda reforma del Código Civil desde su publicación:
1. Ley 11/1981 de 13 de mayo, de modificación del Código Civil en materia de filiación, patria potestad y
régimen económico del matrimonio (BOE 19 de mayo).
2. Ley 30/1981 de 7 de julio, por la que se modifica la regulación del matrimonio en el Código Civil y se
determina el procedimiento a seguir en las causas de nulidad, separación y divorcio (BOE 20 de julio).
Ninguna de las dos leyes tiene preámbulo, ya que ambas fueron muy polémicas en su momento y se quiso
evitar mayor grado de crispación.
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Después de 1981 se han publicado otras leyes referentes a Derecho de Familia pero de menor importancia,
ya que no han representado alteración alguna del sistema familiar instaurado por las leyes 11 y 30 de 1981:
1. Ley 13/1983: Tutela.
2. Ley 21/1987: Adopción.
3. Ley 11/1990: Principio de no discriminación por razón de sexo.
4. Ley 35/1994: Autorización del matrimonio civil por los Alcaldes.
5. Ley 1/1996: Protección jurídica del menor.
6. Ley 40/1999: Regula nombre y apellidos y el orden de los mismos.
7. Ley 41/2003: Protección patrimonial de las personas con discapacidad.
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Hasta la aprobación de la discutida Ley 13/2005 de 1 de julio (por la que se da carta de naturaleza al matrimonio
heterosexual) se entendió el matrimonio como la unión estable entre un hombre y una mujer que tiene por
objeto compartir la vida y sus avatares. Definición ésta muy similar a la que hace siglos ofrecieron los juristas
romanos, cuya concepción del matrimonio tenía claras connotaciones divinas, en cuanto a que se consideraba
una institución puramente sacramental, creada por Dios. En nuestra cultura, el profundo desarrollo canónico
del matrimonio ha tenido gran influencia en muchos aspectos de la regulación jurídico-civil del matrimonio, no
obstante, centrándonos en la perspectiva puramente laica y estatal, caben destacar algunas notas propias del
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Se dan actualmente en España movimientos sociales encaminados a favorecer las parejas de hecho, lo cual
se ve reflejado en las numerosas disposiciones legales, sentencias del TC y múltiples disposiciones de carácter
administrativo (materia laboral o relativas a la Seguridad Social), que asimilan la relación matrimonial con
relaciones análogas de afectividad.
En las últimas legislaturas las Cortes Generales han conocido varias iniciativas legislativas en la materia, sin
que ninguna de ellas haya llegado a materializarse. En cambio, a nivel autonómico sí que han sido elaboradas
varias disposiciones legislativas sobre la cuestión de las uniones de hecho en distintas comunidades
autónomas, habiendo más leyes en tramitación.
En algunas regulaciones de las uniones de hecho, no basta con la misma existencia de la pareja, sino que se
requiere la inscripción en el Registro de parejas de hecho correspondiente para disfrutar de las ventajas legales
correspondientes.
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Por otra parte, los principales problemas se plantean en el momento de la ruptura, toda vez que uno o ambos
reclaman la aplicación por analogía del régimen de la ruptura matrimonial en cuanto al uso de vivienda o
pensión compensatoria, por ejemplo. A este respecto los tribunales han declarado reiteradamente la
imposibilidad de dicha aplicación analógica debiendo estarse a la normativa existente, de haberla, o a los
pactos entre las partes, pero aun así en ocasiones han concedido indemnización.
El criterio jurisprudencial del TS en materia de compensación económica no pactada es acudir si es posible a
la doctrina del enriquecimiento injusto, a la de protección del conviviente más perjudicado, a la aplicación
analógica del art. 97 CC, la teoría de la responsabilidad civil extracontractual y, por último, a la de
disolución de la sociedad civil irregular o comunidad de bienes. De cualquier forma, respecto de las
obligaciones frente a los hijos, estas no se ven afectadas en ningún caso por estas cuestiones.
Los juristas mantienen un debate continuo sobre la calificación técnica del matrimonio.
3.1. LA TESIS CONTRACTUAL
Desde los juristas medievales (canónicos), se habla del matrimonio como contrato. El principio “pacta sunt
servanda” (lo pactado obliga), aplicado a la relación matrimonial, reforzaba el vínculo y justificaba su
perpetuidad e indisolubilidad. Sin embargo, esta tesis tiene objeciones y contradicciones. En los contratos, la
autonomía privada permite libertad para estipular los términos y también es posible el desacuerdo que conlleva
la ineficacia del contrato y su disolución, algo que choca con el principio de indisolubilidad.
Con el tiempo, los civilistas definieron el matrimonio como un “contrato sui generis”, que carece de las notas
elementales y características de los contratos, porque el contenido o los efectos de la relación matrimonial
están definidos normativamente.
Según Lasarte, los contratos, además del acuerdo de voluntades han de contener una nota de patrimonialidad
en sentido técnico, lo cual les distancia claramente de las implicaciones que conlleva el concepto matrimonio.
3.2. EL MATRIMONIO COMO “NEGOCIO JURÍDICO DE DERECHO DE FAMILIA”
A finales del siglo XX los juristas españoles definieron el matrimonio como un negocio jurídico complejo, un
negocio bilateral típico del Derecho de familia.
Según Lasarte, este concepto tan abstracto presenta muchas indefiniciones y oscuridades. Es una mera
descripción del ámbito donde se mueve el acuerdo de voluntades (el Derecho de familia) y no especifica el
conjunto normativo aplicable al matrimonio.
3.3. LA INSTITUCIÓN MATRIMONIAL
El matrimonio se asienta ineludiblemente sobre la base del consentimiento de ambos cónyuges, aunque esto
por sí sólo no es suficiente para hablar de matrimonio, pues si lo fuera también lo serían las uniones de hecho
en las que, por supuesto, existe consentimiento de los dos miembros. Para hablar de matrimonio hay que
cumplir con el estatuto matrimonial que se establece de forma imperativa por la legislación aplicable.
Se llama estatuto matrimonial al conjunto normativo propio aplicable al matrimonio, tanto en su momento inicial
de «acuerdo de voluntades» como en la relación futura duradera y estable. Es una institución propia y
autónoma que como situación social típica merece la elaboración de un conjunto normativo propio que la regula
con coherencia y totalidad.
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La defensa del carácter institucional del matrimonio se apoya en numerosas sentencias del Tribunal Supremo
y del Tribunal Constitucional. El reconocimiento por la Constitución de la institución jurídica del matrimonio es
trascendental en este sentido, contribuyendo al orden político y la paz social y favoreciendo que los ciudadanos
puedan desarrollar su personalidad.
para referirse a la ordenación realizada por el Estado respecto a los ritos o formas matrimoniales a los que se
les reconoce eficacia y validez en el ámbito civil o desde el punto de vista de la legislación estatal. Esto se
puede legislar de formas muy distintas y en España la cuestión está influenciada por la precedencia temporal
del matrimonio canónigo respecto a la regulación Civil.
Las decisiones que el legislador adopte sobre el sistema matrimonial tienen una relevancia política inusitada,
ya que exigen determinar la propia potestad normativa y jurisdiccional del Estado en exclusiva o la forma de
compartirla con las disposiciones propias de la Iglesia Católica y de otras confesiones religiosas (decisiones
sobre el fenómeno religioso, la confesionalidad del Estado y la libertad religiosa de sus ciudadanos).
4.2. CLASIFICACIÓN DE LOS SISTEMAS MATRIMONIALES
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2.Sistemas de subsidiariedad
Se otorga primacía a una de las formas matrimoniales, siendo la otra u otras, subsidiarias. Esta solución
suele ser típica de los países que tienen una confesión religiosa muy generalizada, pero que al mismo
tiempo permiten (aunque de forma excepcional) otra forma de matrimonio a quienes acrediten no tener
confesión religiosa o seguir una diferente a la socialmente impuesta.
En 1870, auge del anticlericalismo y se promulga la Ley Provisional de Matrimonio Civil que instaura el
matrimonio civil obligatorio, declarando el resto de las celebraciones sin efecto.
En 1875, se retoma el matrimonio canónico, pero se deja el matrimonio civil subsidiario para quienes no
profesaban la religión católica.
En 1888, Ley de Bases y Código Civil establece dos formas de matrimonio:
Canónico para todos los católicos, el primero y más importante. Produce todos los efectos civiles,
respecto a los cónyuges, sus bienes y descendencia (celebrado según la Ley 13, título 1, libro 1º de la
Novísima Recopilación). Al acto acudía el Juez municipal u otro funcionario para verificar la inmediata
inscripción del matrimonio en el Registro civil.
Civil, subsidiario, que se celebrará según determine el Código Civil, de acuerdo con la Constitución. La
duda estaba en los matrimonios mixtos, donde uno sólo de los cónyuges era católico.
En 1931 se proclama la 2ª República, se instaura el matrimonio civil obligatorio y se proclama la Ley del
Divorcio.
En 1938, Franco, en plena Guerra Civil, se reinstaura la primacía del matrimonio canónico, así como el repudio
del divorcio. Se restringe el ámbito del matrimonio civil, subsidiario y casi excepcional, a quienes probaran
documentalmente su acatolicidad o bien hicieran declaración jurada de no haber sido bautizados, a cuya
exactitud se hallaba ligada la validez y efectos civiles de dichos matrimonios. El matrimonio habrá de
contraerse canónicamente cuando uno al menos de los contrayentes profese la religión católica.
En 1977, durante la transición, se modifica el Reglamento del Registro Civil y se establece que la prueba de
acatolicidad puede hacerse mediante declaración expresa del interesado ante el Encargado, convirtiendo el
sistema matrimonial en facultativo.
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Según el artículo 43.1 del Código Civil, “el incumplimiento sin causa de promesa cierta de matrimonio hecha
por persona mayor de edad o por menor emancipado sólo producirá la obligación de resarcir a la otra parte de
los gastos hechos y las obligaciones contraídas en consideración al matrimonio prometido” De esta forma, la
única consecuencia de la falta de celebración del matrimonio será resarcir al otro esposo de los gastos
realizados, para evitar el empobrecimiento sin causa.
Al hablar de los gastos asumidos se refiere a los gastos hechos y a los que puedan derivarse de obligaciones
contraídas, pero todavía no atendidas o hechas efectivas. En ambos casos, los gastos tendrán que probarse,
no siendo suficiente las meras alegaciones del esposo perjudicado.
El precepto vigente exige que para que haya resarcimiento debe haber un “incumplimiento sin causa de la
promesa”. La supresión del adjetivo justa de la actual redacción lleva a la consideración de que basta la
alegación de una causa que a él le parezca suficiente para no contraer matrimonio.
Según el artículo 43.2 la acción de resarcimiento caducará al año, contado desde el día de la negativa a la
celebración del matrimonio. Plazo de caducidad (no interrumpible), no de prescripción. Aunque la realidad es
que nunca se cumplen estos plazos, ya que en estos casos o bien se produce una inmediata reclamación o se
olvida la cuestión.
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Así, la edad núbil y el “libre y pleno consentimiento de los futuros esposos” constituyen requisitos ineludibles
para la celebración del matrimonio, de forma que ciertas costumbres, antiguas leyes y prácticas referentes al
matrimonio y a la familia son incompatibles con dichos principios, según la Declaración Universal de DDHH.
Los Estados tendrán, por tanto, el deber de adoptar medidas “…asegurando la libertad completa en la elección
del cónyuge, aboliendo totalmente el matrimonio de los niños y la práctica de los esponsales de las jóvenes
antes de la edad núbil”.
2.4. ¿UNA EDAD MATRIMONIAL MÁXIMA?
La extraordinaria prolongación de la edad media de vida y la mejora de la calidad de vida conlleva la aparición
de un fenómeno nuevo: el matrimonio de octogenarios o nonagenarios con personas de su misma edad o más
jóvenes. En ocasiones se producen matrimonios de complacencia de personas ancianas con sus cuidadores,
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por razón de nacionalidad o preocupaciones hereditarias. Esto no sólo ocurre en España, sino en todas las
sociedades occidentales.
En este sentido habría que valorar si sería recomendable que el sistema normativo establezca una edad
máxima para casarse, que evite los matrimonios circunstanciales o contingentes o al menos replantearse la
trascendencia de los informes o dictámenes médicos para el expediente matrimonial.
2.5. CONDICIONES DE ORDEN PSÍQUICO
Antes de la reforma de 1981 se prohibía el matrimonio a quienes no estuvieran en el pleno ejercicio de su razón
al tiempo de contraer matrimonio (esto generó gran controversia en torno a si el matrimonio contraído por los
“locos” en el intervalo lúcido era válido o no).
En la actualidad si alguno de los contrayentes estuviere afectado por deficiencia o anomalías psíquicas, en el
expediente matrimonial previo se exigirá dictamen médico sobre su aptitud para prestar consentimiento. Es
decir, se necesita un informe médico si existen anomalías psíquicas, esté incapacitado o no el esposo que las
padece, debiendo ser valorada por el Juez conforme a las reglas generales.
• Con la entrada en vigor el 30 de junio de 2017 de la nueva redacción del art. 56 CC, se trata el tema de
forma incluso más expresiva: “si alguno de los contrayentes estuviera afectado por deficiencias mentales,
intelectuales o sensoriales, se exigirá por el LAJ, notario, encargado del RC o funcionario que tramite el
acta o expediente, dictamen médico sobre su aptitud para prestar consentimiento”.
2.6 LA LIBERTAD DE LOS CONTRAYENTES: LA MONOGAMIA
Tal y como recoge el art. 46.2 CC no pueden contraer matrimonio los que estén ligados con vínculo matrimonial.
Por lo tanto, cuando se habla de libertad de los contrayentes, se refiere a que los esposos no se encuentran
ligados o vinculados por un matrimonio anterior subsistente, es decir, las personas viudas o cuyo matrimonio
hubiera sido disuelto por divorcio o declarado nulo, son libres para volver a contraer matrimonio si lo desean.
En nuestra cultura la institución matrimonial se asienta sobre el principio de monogamia, de tal forma que no
es posible el matrimonio con dos o más personas ni a la mujer ni al hombre. Esto es tanto un criterio cultural
como una regla jurídica.
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El consentimiento es primordial en el matrimonio, hasta tal punto que, el Código Civil, en su artículo 45.1 dice
«No hay matrimonio sin consentimiento matrimonial». Esto no siempre ha sido así, en su redacción original
el Código Civil no hacía referencia expresa al consentimiento, pero consideraba como causa de nulidad la
existencia de vicios del consentimiento.
El CC no establece claramente cuáles son los fines esenciales del matrimonio, ni define el consentimiento
matrimonial, pero parece claro que el consentimiento debe tener por objeto el matrimonio con sus notas
características: unión estable entre dos personas, de la que nacen una serie de derechos y obligaciones
para ambos contrayentes en plano de igualdad y que consisten en respetarse y ayudarse recíprocamente,
actuar en interés de la familia, vivir juntos, guardarse fidelidad, y socorrerse mutuamente. Por tanto,
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cuando la voluntad determinante del consentimiento no se dirige a una unión de estas características, sino que
tiene otro objetivo, puede afirmarse que falta el consentimiento matrimonial y que el matrimonio así contraído
es nulo.
El consentimiento matrimonial ha de ser incondicional y dirigido a la celebración del matrimonio según su
propio estatuto jurídico y su peculiar naturaleza (Art. 45 CC: la condición, término o modo del consentimiento
se tendrá por no puesta). En este sentido, el derecho a la autonomía privada ve limitado su alcance a la libertad
de contraer o no matrimonio, pero en ningún caso a la autorregulación de este según el criterio de cada uno.
5.1. LA AUSENCIA DE CONSENTIMIENTO
Con carácter general, la reserva mental y la simulación pueden determinar la ausencia absoluta del
consentimiento y, por tanto, la nulidad del matrimonio.
Los matrimonios de complacencia o blancos son aquellos en los que los contrayentes no prestan
consentimiento matrimonial alguno, que lógicamente deben ser considerados nulos, ya que realizan un acto
simulado para obtener alguna ventaja del ordenamiento interno que se trate, por ejemplo, adquirir de modo
acelerado la nacionalidad del Estado de residencia, lograr un permiso de residencia o conseguir la reagrupación
familiar de nacionales de terceros estados.
5.2 LOS VICIOS DE CONSENTIMIENTO
Se considera que el consentimiento matrimonial está viciado cuando se encuentre afectado por error en la
identidad o en las cualidades de la persona, o cuando se encuentre contraído por coacción o miedo grave (art.
73 CC).
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la preceptiva intervención de dos testigos, cuya firma constará en el acta o inscripción. El resto de firmas suele
ser algo simbólico que no tendrá constancia oficial y suele realizarse en folio aparte.
Si el domicilio de los esposos no es coincidente, podrán elegir entre cualquiera de los dos para celebrar el
matrimonio. Si ambos están domiciliados en el mismo lugar el matrimonio tiene que celebrarse ante el Juez,
Alcalde o funcionario de dicho lugar o población. No obstante, el párrafo segundo del art. 57 prevé que la
celebración del matrimonio también puede realizarse, por delegación del instructor del expediente, bien a
petición de los contrayentes o bien de oficio, ante el Juez, Alcalde o funcionario de otra población distinta.
La fórmula matrimonial propiamente dicha será la siguiente: la autoridad interviniente leerá los artículos 66,
67 y 68 CC, preguntará a cada uno de los contrayentes si consiente en contraer matrimonio con el otro y si
efectivamente lo contraen en dicho acto y si responden ambos afirmativamente, declarará que los mismo
quedan unidos en matrimonio y extenderá la inscripción o el acta correspondiente.
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El art. 59 de la nueva ley de RC contempla los tres supuestos posibles de inscripción registral según se
celebren: por la forma civil ordinaria, ante autoridad extranjera y de forma religiosa. En cualquier caso, la
inscripción da fe del matrimonio, de la fecha y del lugar en que se contrae.
De este modo, se sigue manteniendo carácter declarativo de la inscripción, solo tendrá eficiencia constitutiva
en los casos previstos en la ley, muy excepcionales.
El matrimonio civil se debe inscribir en los registros individuales de los contrayentes. En la nueva estructura
del Registro Civil, desaparecen las distintas Secciones y aumenta su importancia el registro individual que se
abrirá con la inscripción de nacimiento o con el primer asiento que se practique (por ejemplo, extranjeros, muy
excepcional). Con el nacimiento se asignará un código personal constituido por la secuencia alfanumérica que
atribuya el sistema informático vigente para el D.N.I.
Se refiere a los supuestos de celebración del matrimonio donde las reglas generales relativas a la forma se
simplifican, al omitirse alguna de las formalidades ordinarias.
8.1. EL MATRIMONIO POR APODERADO [+][+]*HOT ACTUALIZADA A 04/2017
Tiene procedencia canónica y posteriormente fue regulado por la ley de Matrimonio civil de 1870. La Ley de
1981, también reguló esta situación, mejorando el tema de la revocación del poder. En el matrimonio por poder
se recurre a la designación de apoderado que ocupe su puesto manifestando su consentimiento matrimonial,
en la celebración del matrimonio.
En estos casos el apoderado no es un verdadero representante, sino un mero nuncio que se limita a prestar
su figura en términos de etiqueta y protocolo. Se limita a dar forma extrínseca a la voluntad y consentimiento
matrimoniales manifestados por el poderdante en el «poder especial en forma auténtica» que requiere la figura.
Siempre será necesaria la asistencia del otro contrayente, excluyendo la posibilidad de que ambos
contrayentes puedan contraer matrimonio mediante apoderado, lo cual está radicalmente prohibido, ya que
parte del contenido del poder especial es la identificación concreta del contrayente presente: «En el poder se
determinará la persona con quien ha de celebrarse el matrimonio, con expresión de las circunstancias
personales precisas para establecer su identidad».
El matrimonio por poder es muy poco frecuente, con la ley de 1981 se restringió aún más, de tal forma que se
permitía si se daban dos requisitos, que el contrayente no resida en el distrito o demarcación del Juez, Alcalde
o funcionario autorizante y que se solicite en el expediente matrimonial previo. El requisito de no residencia del
contrayente impedía que en el caso de una desgracia (por ejemplo, un accidente) se pudiera acudir al
matrimonio por apoderado en el caso de no cumplirlo, por lo que ante semejante sinrazón la nueva LJV ha
modificado tal aspecto en la nueva redacción del art. 55 CC, sencillamente omitiéndolo.
En cuanto a la extinción del poder, el art. 55.3 (en vigor desde el 30 de junio 2020) mantiene que el poder ser
extinguirá por: La revocación del poderdante, manifestado de forma auténtica, o por la renuncia de apoderado
o muerte de cualquiera de los dos. En caso de revocación por el poderdante bastará su manifestación en forma
auténtica antes de la celebración del matrimonio. La revocación se notificará de inmediato al Secretario judicial,
Notario, Encargado del Registro Civil o funcionario que tramite el acta o expediente previo al matrimonio, y si
ya estuviera finalizado a quien vaya a celebrarlo.
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Conforme a la redacción que ha seguido la LJV el art. 52 queda redactado (a partir del 30 de junio de 2020) en
los siguientes términos: Podrán celebrar el matrimonio del que se halle en peligro de muerte:
1. El Juez de Paz, Alcalde o Concejal en quien delegue, Secretario judicial, Notario o funcionario a que se
refiere el artículo 51.
2. El Oficial o Jefe superior inmediato respecto de los militares en campaña.
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3. El Capitán o Comandante respecto de los matrimonios que se celebren a bordo de nave o aeronave.
La redacción todavía vigente del art 52 es: Podrá autorizar el matrimonio del que se halle en peligro de muerte:
1.- El Juez encargado del Registro Civil, el delegado o el Alcalde, aunque los contrayentes no residan en
la circunscripción respectiva.
2.- En defecto del Juez, y respecto a los militares en campaña, el Oficial o Jefe superior inmediato.
3.- Respecto de los matrimonios que se celebren a bordo de nave o aeronave, el Capitán o Comandante
de la misma.
Salvo imposibilidad acreditada, el matrimonio debe ser celebrado en presencia de dos testigos mayores de
edad, como también expresa la nueva redacción dada por la LJV, que además contempla expresamente la
necesidad de dictamen médico cuando el peligro de muerte derive de enfermedad o estado físico de alguno
de los contrayentes, sobre su capacidad para la prestación del consentimiento y gravedad de la situación salvo
imposibilidad acreditada.
Ante la imposibilidad de contrastar la idoneidad matrimonial de los contrayentes, sobre todo que alguno de los
contrayentes tuviera un vínculo matrimonial previo, la ley establece que si existe bigamia habría que instar la
nulidad del matrimonio en peligro de muerte por cualquiera de las personas legitimadas para ello (cónyuges,
Ministerio Fiscal o cualquier persona con interés directo y legítimo para solicitar la nulidad).
En todo caso, para la validez de estos matrimonios es necesario que se cumplan todos los requisitos
esenciales, en especial el de capacidad para prestar un consentimiento plenamente consciente e inteligible.
Asimismo, para su plena validez deberá procederse a su inscripción en el Registro Civil, antes de la cual, el
juez o encargado del registro procederá a la comprobación de que se cumplen los requisitos legales para su
celebración. Como la falta de la inscripción no produce efectos frente a terceros, la falta de idoneidad de los
contrayentes se traduce en la ineficacia frente a terceros del matrimonio, aunque no se solicite su nulidad.
8.3. EL MATRIMONIO SECRETO
El matrimonio secreto o de conciencia se reguló inicialmente por el Derecho canónico, según el momento
histórico se incluyó o no en el Código Civil, siendo consagrado definitivamente por la Ley 1981.
Esta institución es controvertida, ya que el matrimonio implica un estatus o situación familiar que afecta a los
cónyuges y a la sociedad en general, de ahí que se establezca su inscripción en el Registro Civil, por lo que
no parece justificada que exista una forma de matrimonio secreto.
Según el Código Civil, art. 54, el matrimonio secreto sólo puede ser autorizado por el Ministro de Justicia
cuando concurra causa grave suficientemente probada, con las siguientes características:
1. El expediente se tramitará reservadamente, sin la publicación de edictos o proclamas.
2. Sólo es necesaria la inscripción en el libro especial del Registro Civil Central.
Se mantiene la necesidad de expediente matrimonial y la inscripción registral, pero ambos privados de su
característica publicidad.
Debido a su secretismo, el artículo 64 del Código Civil establece que el matrimonio secreto no perjudicará los
derechos adquiridos de buena fe por terceras personas, sino desde su publicación en el Registro Civil ordinario.
Es decir, el matrimonio es válido entre los cónyuges desde su celebración, pero respecto a terceros se aplicarán
las normas del matrimonio no inscrito.
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básicos que permitan resolver los conflictos conyugales de gravedad que llegan a manos del juez.
Al hablar del conjunto de reglas dedicadas a la regulación de las relaciones entre los cónyuges que se plantean
en cualquier matrimonio es común referirse a Efectos personales como aspectos puramente personales de la
convivencia matrimonial, y efectos patrimoniales en cuestiones de índole patrimonial.
En situaciones de normalidad, el afecto y el compromiso voluntario de compartir la vida hacen que los deberes
conyugales tengan poca relevancia. Sin embargo, en los casos de incumplimiento de tales deberes (que
representan a su vez recíprocamente derechos) se pone de manifiesto su verdadero alcance, pues si bien su
violación no puede generar el aparato coactivo consiguiente al incumpliendo de las obligaciones en sentido
estricto, es evidente que acarrean consecuencias jurídicas.
Por lo tanto, los deberes conyugales no pueden ser enfocados desde la perspectiva de las obligaciones en
sentido técnico. Además, la estructura acreedor-deudor no es adecuada para dichos problemas, ya que los
deberes conyugales se caracterizan por constituir un vínculo recíproco y mutuo entre los cónyuges.
2.1 LA ATENCIÓN DEL INTERÉS FAMILIAR [+]
Aunque está estipulado por el Código Civil en su art. 67 que los cónyuges deben actuar en interés de la familia,
no está claro que es exactamente el interés de la familia.
En este sentido, la primera dificultad la encontramos en la ambivalencia del concepto familia. Inicialmente
parecía seguro que se refería al núcleo familiar (los cónyuges y sus hijos), lo cual se ve modificado con la Ley
15/2005, que en su artículo 68 amplía el concepto de familia al mantener que se debe compartir el cuidado y
atención de ascendientes, descendientes y otras personas dependientes a su cargo.
La segunda dificultad es que la familia, como tal, no es un ente portador de ningún interés, lo que dificulta su
definición. En situaciones de conflicto entre los cónyuges, el juez valorará de forma objetiva las circunstancias
familiares y casi siempre acaba identificando el interés familiar con las expectativas o exigencias de los
miembros de la familia que se encuentran necesitados de mayor protección.
2.2. EL RESPETO DEBIDO AL OTRO CÓNYUGE
En el artículo 67 del Código Civil se especifica que los cónyuges deben respetarse, es decir, tener miramiento
hacia el otro y no interferir en decisiones personales que pertenecen a la esfera íntima de las personas (política,
religión…), tratar al otro con la debida deferencia y atención. Implica también el rechazo a la infidelidad, la cual,
dado la relevancia social y jurídica del adulterio, ha acarreado su separada consideración normativa.
Evidentemente el respeto excluye los malos tratos o daños físicos o psíquicos, las conductas injuriosas o
vejatorias… cosas que hasta la Ley 2005 eran causa suficiente de separación legal. Ahora no es necesario
aportar ninguna causa para el divorcio.
2.3. LA AYUDA Y SOCORRO MUTUO
La «ayuda mutua» se contempla en el artículo 67 y el «socorro mutuo» en el artículo 68. Para la casi totalidad
de la doctrina tal reiteración no tiene mucho sentido, ya que la ayuda y el socorro tienen el mismo significado.
Algunos autores separan ambos conceptos refiriendo «ayuda» a las necesidades personales y «socorro» a las
necesidades económicas, ello parece un vano intento de justificar dicha duplicidad, la cual no ha sido
modificada con la reforma de 2005. El legislador sólo ha cambiado los términos «marido y mujer» por «los
cónyuges» y se ha introducido la «corresponsabilidad doméstica» matrimonial.
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El deber de ayuda y socorro mutuo se refiere a la atención de cualquier necesidad del otro cónyuge, aunque
de forma particular la obligación alimenticia.
2.4. EL DEBER DE CONVIVENCIA [+]
La convivencia es precisamente el designio fundamental de la unión celebrada, salvo casos aislados de
matrimonios de complacencia, que son nulos, por lo que parece claro que nadie se casa para seguir
manteniendo vidas separadas del otro.
En el artículo 68 se establece que los cónyuges están obligados a vivir juntos. Además, muchas otras
disposiciones del Código Civil establecen que el cese de la convivencia conyugal supone la infracción de un
deber y pone de manifiesto una crisis matrimonial.
La convivencia no sólo es una obligación, sino que para el CC constituye una presunción iuris tantum en su
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artículo 69 cuando dice: «se presume, salvo prueba en contrario, que los cónyuges viven juntos».
La obligación de vivir juntos puede ser modulada por los esposos según las circunstancias concretas del
matrimonio. Si la situación laboral, profesional o familiar en sentido amplio aconsejan otra cosa puede que no
sea posible la convivencia temporalmente sin que eso suponga el cese efectivo de la misma.
2.5. LA FIDELIDAD CONYUGAL
Está definida en el artículo 68 del Código Civil. «Los cónyuges están obligados a guardarse fidelidad»,
refiriéndose a la exclusividad de las relaciones sexuales entre los cónyuges, es decir, a la erradicación del
adulterio ya que provoca la ruptura de la «lealtad conyugal».
La infidelidad conyugal estaba contemplada expresamente como causa de separación legal en cuanto a
conducta civilmente ilícita frente al otro cónyuge. Hasta la reforma del Código Penal de 1978 el adulterio era
también un delito.
No obstante, y pese al abandono del sistema causalista de separación llevado a cabo desde 2005, persiste la
obligación de guardarse fidelidad como un aspecto básico de normalidad matrimonial.
2.6. LA CORRESPONSABILIDAD DOMÉSTICA
Con la Ley 15/2005 se modificó el Código Civil y se añadió que «los cónyuges deberán compartir las
responsabilidades domésticas y el cuidado y la atención de ascendientes y descendientes y otras personas
dependientes a su cargo». Esto es válido para el cuidado de las personas que cualquiera de los cónyuges
pueda tener a su cargo.
Según Lasarte esta disposición tiene matizaciones en función de las circunstancias personales y laborales de
los cónyuges, lo que hace del deber de corresponsabilidad doméstica una consideración eminentemente
teórica, sujeta a las vicisitudes y características de cada familia.
Con la Ley 1981 se tuvo que reformar el Código Civil para adecuarlo al principio de igualdad entre los cónyuges.
En relación con los aspectos patrimoniales, la igualdad conyugal se manifiesta en:
0.Ninguno de los cónyuges tiene facultad exclusiva sobre los bienes conyugales comunes ni puede
atribuirse la representación del otro cónyuge si este no se la otorga.
1.Cualquiera de los cónyuges puede administrar y disponer para cubrir las necesidades ordinarias de la
familia. Se atribuye la potestad doméstica a ambos cónyuges. Esto supone que, frente a terceros, los
bienes matrimoniales comunes (si los hay) pueden ser utilizados por cualquiera de los cónyuges.
2.Los bienes de los cónyuges están sujetos al levantamiento de las cargas del matrimonio. Cuando uno de
los cónyuges incumpla este deber, el Juez dictará a instancias del otro, las medidas cautelares oportunas.
3.Para disponer de los derechos sobre la vivienda habitual y los muebles de uso ordinario de la familia,
aunque estos pertenezcan a uno sólo de los cónyuges, es necesario el consentimiento de ambos o una
autorización judicial. De esta forma se pretende garantizar la existencia del domicilio familiar.
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5.1. EN GENERAL
En su redacción originaria, el Código no permitía la celebración de algunos contratos a título oneroso entre los
cónyuges, como donaciones, contratos, permutas, compraventa… salvo cuando se hubiese pactado la
separación de bienes, atendiendo a que la regla permisiva podría provocar desplazamientos patrimoniales
interconyugales de carácter fraudulento.
Por el contrario, con la reforma de 1981, se establece que los cónyuges podrán venderse bienes
recíprocamente y transmitirse por cualquier título bienes y derechos, así como celebrar entre sí cualquier tipo
de contratos. De esta forma, la contratación entre cónyuges es plenamente admisible.
5.2. LAS DONACIONES ENTRE CÓNYUGES
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Desde la época romana la donación entre cónyuges estaba prohibida, salvo «regalos módicos», para evitar,
que bajo la influencia del otro se produjesen desplazamientos patrimoniales injustos, sobre todo teniendo en
cuenta que el marido era quien ostentaba las facultades dispositivas y de administración de los bienes
familiares.
Con el principio de igualdad este argumento pierde sentido, pues ambos tienen la misma capacidad de obrar,
por lo que los cónyuges, en su libertad de decisión, pueden celebrar entre ellos donaciones o cualquier tipo de
contrato.
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La nulidad matrimonial es el supuesto de máxima ineficacia de la relación matrimonial, por la cual se invalida
el vínculo entre los cónyuges desde el mismo momento de la celebración del matrimonio, es decir, la nulidad,
tiene plena eficacia retroactiva y genera efectos ex tunc (desde siempre, desde que el matrimonio se produjo).
En este sentido, se hace necesario identificar una causa coetánea a la celebración del matrimonio que invalida
el vínculo entre los cónyuges desde ese mismo momento.
Estos presupuestos (causa existente en el momento de la celebración) y efectos (retroactivos) de la nulidad
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matrimonial son de carácter general, y similares a los generados por el ejercicio de la acción de nulidad
contractual, aplicándose en todas las situaciones que el Código declara nulo un matrimonio.
Sin embargo, en algunas supuestos, el matrimonio nulo puede ser susceptible de convalidación (dándose un
resultado análogo al que se producen relación a los contratos anulables a través de la confirmación), por lo
que la falta de ejercicio dentro del plazo previsto de la acción de quien se encuentre legitimado activamente
determina el mantenimiento de los efectos de un acto o negocio que en principio podría haber sido declarado
nulo.
Asimismo, también la legitimación activa respecto de las acciones de nulidad y anulabilidad en el contrato y en
el matrimonio se plantea en términos similares, restringiendo el ejercicio de la acción de impugnación en
algunos casos a las personas perjudicadas (casos en los que la falta de ejercicio determina la convalidación
del acto) y sentando como regla la imprescriptibilidad y ejercicio por cualquier persona interesada respecto de
la acción de nulidad.
No obstante, la transposición de los esquemas nulidad/anulabilidad a la relación ha sido negada
tradicionalmente por las siguientes razones principales:
La especial naturaleza del matrimonio.
La existencia del supuesto excepcional que plantea el matrimonio putativo.
La necesidad de intervención judicial para declarar la nulidad matrimonial, mientras que en el ámbito contractual
cabe la autorregulación.
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4. LA ACCIÓN DE NULIDAD[+]
“La acción para pedir la nulidad del matrimonio corresponde a los cónyuges, al Ministerio Fiscal y a cualquier
persona que tenga interés directo y legítimo en ella, salvo lo dispuesto en los artículos siguientes” (art. 74).
El otorgamiento de la legitimación “a cualquier persona” interesada en la declaración de nulidad del matrimonio,
hace que la acción sea pública o semipública (parientes en general; hijos de un matrimonio anterior del viudo,
que temen ver perjudicados sus intereses; acreedores; etc…).
Si uno de los cónyuges es menor de edad y desea ejercitar la acción de nulidad: “si la causa de nulidad fuere
la falta de edad, mientras el contrayente sea menor sólo podrá ejercitar la acción cualquiera de sus padres,
tutores o guardadores y, en todo caso, el Ministerio Fiscal” (art. 75.1).
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En determinados casos, la acción de nulidad pierde su característica semipública y sólo corresponde a uno de
los cónyuges:
«Al llegar a la mayoría de edad sólo podrá ejercitar la acción el contrayente menor…» (art. 75.2).
«En los casos de error, coacción o miedo grave solamente podrá ejercitar la acción de nulidad el
cónyuge que hubiera sufrido el vicio» (art. 76.1).
En estos dos casos el ejercicio de la acción de nulidad tiene un plazo de caducidad de un año, tras la mayoría
de edad o el cese del vicio del consentimiento. En cambio, la acción de nulidad propiamente dicha ha de
considerarse imprescriptible, al carecer de plazo de ejercicio alguno.
Establece el art. 749 LEC, tras la reforma efectuada por la LJV, que en los procesos sobre nulidad matrimonial
será siempre parte el MF, aunque no haya sido promotor de los mismos ni deba, conforme a la ley, asumir la
defensa de alguna de las partes.
De otro lado, conviene advertir que el art. 107 CC dispone que "la nulidad del matrimonio y sus efectos se
determinarán de conformidad con la ley aplicable a su celebración", mientras que, tras la aprobación de la LJV
se dispone expresamente en un segundo párrafo que "la separación y el divorcio legal se regirán por las
normas UE o españolas de Derecho Internacional privado".
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En realidad, el matrimonio putativo puede existir en relación con los hijos sin que ninguno de los cónyuges
ostentara la buena fe en el momento de la celebración del matrimonio que, posteriormente, es declarado nulo.
El matrimonio putativo generará en los hijos efectos favorables en todo caso.
B. La apariencia matrimonial
La aplicación del artículo 79 presupone que el matrimonio se ha celebrado conforme a cualquiera de las formas
establecidas, al menos aparentemente.
Por tanto, debe haber habido consentimiento matrimonial y deben haberse observado las reglas mínimas de
forma establecidas por el ordenamiento jurídico aplicable. Este hecho excluye que pueda aplicarse el art. 79 a
cualquier convivencia matrimonial de hecho.
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No obstante, aunque la unión de hecho no es equiparable, en este aspecto, al matrimonio, los hijos extra-
matrimoniales gozan de los mismos derechos que los matrimoniales.
C. La declaración de nulidad
Es obvio que la aplicación del artículo 79 requiere que el matrimonio aparente sea objeto de la correspondiente
declaración de nulidad, si no es así, seguirá produciendo efectos como si de un matrimonio válido se tratará,
aunque realmente no lo sea.
5.3. EFECTOS DEL MATRIMONIO PUTATIVO
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La situación de separación provoca “la suspensión de la vida común de los casados” (art. 83), manteniéndose
por tanto el vínculo matrimonial. En cambio, en la nulidad y el divorcio desaparece el vínculo existente entre
los cónyuges.
Para nuestro sistema normativo la separación tiene lugar, mediante sentencia dictada tras el correspondiente
proceso judicial. Sin embargo, la reforma de 1981 se caracterizó por otorgar una acusada relevancia normativa
a la separación de hecho, de vigencia social innegable.
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La separación, sea legal o de hecho, constituye por lo común una situación relativamente pasajera y transitoria,
con la vista puesta en la eventual reconciliación de los cónyuges o, por el contrario, en la desembocadura del
divorcio. No obstante, en algunos casos, la duración temporal de la separación persiste durante décadas e
incluso, hasta la muerte de alguno de los cónyuges, bien porque deciden vivir en solitario o constituyendo una
nueva pareja de hecho, sin recurrir de nuevo al matrimonio. Por tanto, en este capítulo, habremos de considerar
tanto la separación legal propiamente dicha o, mejor, separación judicial como la separación de hecho.
La Ley 30/1981 usaba la expresión “separación legal” ya que debía existir una causa predeterminada
legalmente para que existiera separación judicial o divorcio.
Con la Ley 15/2005, hablamos de “separación judicial” para ser diferenciada de la separación de hecho, aunque
lo más frecuente es que hable de separación a secas. Hay varias precisiones terminológicas y conceptuales a
tener en cuenta, respecto de la separación:
1. En la ley 30/1981 (derogada por la 15/2005), se establecía cuáles eran las circunstancias que podían
determinar, con eficacia plena para el Derecho, la separación matrimonial.
2. Esas circunstancias eran, de una parte, en la posibilidad de separación por mutuo acuerdo y, de otra, una
relación de causas enumeradas en el art. 82, que ha sido derogado, declarado sin contenido por la Ley
15/2005.
3. Desde la Ley 15/2005, la separación legal puede ser por mutuo acuerdo o por solicitud de uno sólo de los
cónyuges, sin necesidad de alegación de causa alguna, y requiere en todo caso, sentencia judicial (art.
83).
4. En el caso de que proceda, "se decretará judicialmente la separación, cualquiera que sea la forma de
celebración del matrimonio". Por tanto, la separación establecida en nuestro ordenamiento civil resulta
valida en relación con el propio matrimonio civil y respecto de cualesquiera matrimonios celebrados en
forma religiosa.
5. El legislador de 2005 mantiene la separación como una figura autónoma y distinta del divorcio. A partir de
ese momento, el divorcio no debe verse precedido de manera necesaria por la separación, sino que los
cónyuges pueden acudir directamente al divorcio.
La aprobación de la LJV ha mantenido la arquitectura principal de la ley 15/2005, aportando novedades
relativas a las competencias notariales en la materia y a la sustitución del juez por el LAJ en algunos casos.
2.1. LA SEPARACIÓN POR MUTUO ACUERDO
La Ley 15/2005 autoriza la separación “a petición de ambos cónyuges o de uno con el consentimiento del otro
(se llama separación consensual), una vez transcurridos tres meses desde la celebración del matrimonio (antes
era un año). Con la demanda se acompañará una propuesta de convenio regulador redactada conforme al
artículo 90 de este Código” (art. 81.1). A este tipo de separación se le denomina separación consensual.
Resulta indiferente que la iniciativa procesal corresponda a uno de los cónyuges o a ambos. Una vez prestado
el consentimiento de ambos cónyuges, el Juez debe limitarse a decretar la separación a través de sentencia,
si se cumplen los otros dos requisitos exigidos por la norma:
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a. Que la demanda se haya presentado “una vez transcurridos tres meses desde la celebración del
matrimonio”, haya habido convivencia matrimonial efectiva o no.
b. Que junto con la demanda se acompañe el llamado convenio regulador de las medidas fundamentales a
adoptar en relación con la crisis matrimonial (medidas personales y patrimoniales, referentes a los
cónyuges y a los hijos, básicamente).
Los cónyuges no tienen por qué alegar razón o motivo alguno para fundamentar su petición de separación,
pues les basta con acreditar que se ha cumplido el trimestre matrimonial y que han resuelto los problemas de
la ruptura de convivencia en el convenio regulador. Por este motivo se dice que, el Juez no aprueba, sino que
se limita a homologar el acuerdo de los propios interesados en relación con la separación.
Aprobada la LJV en 2015, hay que tener en cuenta que la incorporación de los Notarios y los Letrados de la
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4. LA ACCIÓN DE SEPARACIÓN
Al abandonar el sistema causalista de separación, para ejercitar la separación es suficiente con llegar a la
conveniencia de dicha conclusión, sin necesidad de alegar motivo ni fundamento alguno. Podrá ser ejercitada
en cualquier momento por el cónyuge que considere oportuno interponerla.
La acción de separación, al igual que la acción de divorcio, tiene el carácter de personalísima, pues se extingue
por la muerte de cualquiera de los cónyuges sin que se transmita a los herederos del cónyuge premuerto.
El carácter personalísimo de la acción de separación es una afirmación de carácter doctrinal, no legal, pues
hay casos en los que la incapacidad o, en su caso, incapacitación propiamente dicha, requiere atender a la
protección de una persona que, al no poder actuar por sí misma, debe hacerlo a través de su representante
legal, como regla, quien haya de ocuparse de su tutela. En estos casos, la separación judicial podría ser iniciada
por un tutor.
La separación (de hecho o judicial) no es una situación o decisión irrevocable. Basta el mero deseo de los
cónyuges separados de reanudar su convivencia para que ésta pueda producirse. En cualquier momento y
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bajo cualquier circunstancia procesal, la reconciliación de los cónyuges debe primar sobre la situación de
separación, sea separación de hecho, se encuentre pendiente de sentencia judicial o se haya dictado la
sentencia.
En la redacción del art. 84 mantenida en su práctica totalidad por la LJV, “La reconciliación pone término al
procedimiento de separación y deja sin efecto ulterior lo en él resuelto, pero los cónyuges deberán poner
aquella en conocimiento del Juez que entienda o haya entendido en el litigio”.
En caso de que el procedimiento de separación esté en curso, resulta improcedente seguir los trámites y dictar
la sentencia, quedando sin efecto las medidas provisionales que pudieran haberse acordado por los cónyuges
o adoptado por el Juez. En el caso de que la reconciliación tenga lugar tras haber sentencia, ésta en su conjunto
quedará sin efecto.
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La ley 15/2005 (en la línea seguida también por la LJV) modificó la anterior regulación del art 84 para exigir
que ambos cónyuges separadamente pusieran en conocimiento de la autoridad judicial el hecho de la
reconciliación, con la finalidad de obtener una doble ratificación del apaciguamiento y arreglo conyugal.
Incluso en caso de reconciliación, “mediante resolución judicial, serán mantenidas o modificadas las medidas
adoptadas en relación a los hijos, cuando exista causa que lo justifique” (art. 84).
Finalmente destacar que, conforme a lo dispuesto por la LJV, se han introducido los dos siguientes párrafos
en el artículo 84:
o Cuando la separación hubiere tenido lugar sin intervención judicial, en la forma prevista en el
artículo 82, la reconciliación deberá formalizase en escritura pública o acta de manifestaciones.
o La reconciliación deberá inscribirse, para su eficacia frente a terceros, en el Registro Civil
correspondiente.
La sentencia de separación produce la suspensión de la vida común de los casados, y cesa la posibilidad de
vincular bienes del otro cónyuge en el ejercicio de la potestad doméstica, así como presupone los pactos y
estipulaciones que han de preverse en el convenio regulador o, en su defecto, han de ser regulados u
homologados por el juez.
A partir de la sentencia de separación, los deberes recíprocos entre cónyuges (art 68) resultan alterados: los
cónyuges no están obligados a vivir juntos, guardarse fidelidad (aun siendo este un punto sobre el que se dan
discrepancias doctrinales) y socorrerse mutuamente (aunque si se puede solicitar alimentos entre cónyuges
separados), ni a compartir las responsabilidades domésticas, dada la quiebra matrimonial existente.
Por otra parte, la patria potestad sobre los hijos comunes será ejercida por el progenitor con quien conviva el
hijo. También se mantiene el deber de prestar alimentos al cónyuge, pues existen varias resoluciones judiciales
que no vinculan el mantenimiento de dicho deber al mantenimiento de la convivencia. En el aspecto sucesorio,
la separación priva al cónyuge de sus derechos legitimarios en la herencia de su consorte, no haciendo falta la
desheredación expresa para suprimirlos, así como también le priva de su derecho a ser llamado en la sucesión
mortis causa de su cónyuge a falta de testamento.
Tal y como recoge el art.83.2 CC los efectos de la separación se producirán desde la firmeza de la sentencia
o decreto que así la declare, o desde la manifestación del consentimiento de ambos cónyuges otorgado en
escritura pública conforme a lo establecido en el 82. La separación deberá inscribirse en el RC, sin que se
produzcan plenos efectos frente a terceros de buena fe hasta que esta tenga lugar.
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1.El abandono del hogar por parte de uno de los cónyuges, sin mayor explicación, o bien acepta el salir
del hogar conyugal para evitar mayores tensiones conyugales.
2.A consecuencia del pacto o acuerdo de los cónyuges en virtud del cual deciden proseguir sus vidas por
separado.
En la actualidad, es comúnmente aceptada como manifestación explícita de la libertad como valor superior, de
manera que no está obligado a recurrir al procedimiento judicial de separación para desligar su vida de la de
su consorte.
Naturalmente, la problemática de la separación de hecho convencional y de la provocada unilateralmente por
uno de los cónyuges es claramente distinta.
7.1. LA SEPARACIÓN DE HECHO PROVOCADA UNILATERALMENTE
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Cuando la separación es unilateral es imposible que los cónyuges lleguen a algún tipo de acuerdo sobre los
extremos relevantes de la convivencia matrimonial que ha quedado rota por dejar plantado uno de los cónyuges
al otro.
Abandonado el sistema causalista de separación y divorcio cabría pensarse que el supuesto de separación
que estamos analizando carece de importancia, sin embargo, no es así.
Por otro lado, llevar separado de hecho más de un año, por mutuo acuerdo o por abandono del hogar, es causa
suficiente para instar la disolución judicial de la sociedad de gananciales o de cualquier otro sistema de
comunidad de gananciales.
En caso de que uno de los cónyuges sea menor o incapacitado y se dé la situación de separación, el otro
cónyuge no podrá ser tutor, ni curador.
En relación con la patria potestad: “si los padres viven separados, la patria potestad se ejercerá por aquel con
quien el hijo conviva” (art. 156.5). Se incluye la separación de hecho provocada unilateralmente, en este caso
se presume el consentimiento del cónyuge que abandona el hogar familiar para que siga ejerciendo la patria
potestad el otro cónyuge. Hay que tener en cuenta también, que el Código Penal considera pena de
inhabilitación para el ejercicio de la patria potestad de 4 a 10 años en relación con el delito de abandono de
familia, menores e incapaces.
La separación tiene también incidencia en la herencia: la separación priva al cónyuge separado de la cuota de
legítima correspondiente al cónyuge viudo.
La situación de separación no extingue la obligación alimenticia entre los cónyuges, cabe la reclamación de
alimentos entre cónyuges, si bien no puede reclamarla el cónyuge que abandona al otro sin justa causa.
7.2. LA SEPARACIÓN DE HECHO CONVENCIONAL
La separación de hecho convencional suele acompañarse de un conjunto de pactos conyugales,
frecuentemente en forma de escritura pública ante Notario. Esos pactos son de contenido variado, con carácter
general, en la práctica suelen versar sobre el uso de la vivienda y ajuar familiar, situación de los hijos,
decisiones sobre el régimen económico del matrimonio etc.
La doctrina tras la CE de 1978 y las reformas de 1981 conviene en su licitud siempre y cuando no atenten
contra el orden público o se traduzcan en acuerdos que conculquen o contradigan el principio de igualdad entre
los cónyuges o resulten perjudiciales para los hijos.
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La disolución del matrimonio se trata en el capítulo VIII del Código Civil, cuyo primer artículo dice: “El matrimonio
se disuelve, sea cual fuere la forma y el tiempo de su celebración, por la muerte o la declaración de fallecimiento
de uno de los cónyuges y por el divorcio” (art. 85).
El término “disolución” equivale a ineficacia sobrevenida del matrimonio o del régimen económico- matrimonial
preexistente que, llegado un determinado momento, deja de vincular a los cónyuges.
La diferencia entre nulidad y disolución del matrimonio es similar a la que existe entre invalidez (comprensiva
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2. LA MUERTE
Según el artículo 85, el fallecimiento de uno de los cónyuges determina la disolución (extinción, desaparición)
del matrimonio. La existencia de los dos miembros de la pareja constituye un presupuesto estructural de la
noción de matrimonio.
Disuelto el matrimonio por muerte, el cónyuge viudo recupera la libertad matrimonial de forma inmediata. Hasta
1981, se prohibía que la viuda contrajera matrimonio hasta pasados 300 días o hasta el alumbramiento si
estuviera embarazada, por razones de determinación de la filiación.
3. LA DECLARACIÓN DE FALLECIMIENTO
Con la declaración de fallecimiento, al ausente se le da por muerto. No obstante, es una presunción iuris tantum,
por lo que no excluye la reaparición del declarado fallecido, pero mientras tal no ocurra se le considera muerto.
Conviene recordar algunos extremos del régimen jurídico de la declaración de fallecimiento:
1. Los expedientes se tramitarán conforme a los art. 67 y ss de la LJV correspondiendo la resolución del LAJ
mediante decreto, que expresará la fecha en la que se entiende sucedida la muerte. Dicha circunstancia
se hará constar en el Registro Civil.
2. La exigencia del transcurso de períodos temporales de tal amplitud (arts. 193 y 194 del CC) que permiten,
fundadamente, presumir la muerte del ausente y que, en el momento de promulgación de la Ley 30/1981,
y que han sido sustancialmente reducidos por la ley 4/2000, así como por LJV:
• Ausencia cualificada: El anterior plazo de dos años que establecía el CC ha sido drásticamente reducido (solo se
mantiene su vigor respecto de la participación en campañas bélicas); siendo sustituido por:
• 1 año para los supuestos de violencia contra la vida.
• 3 meses en caso de siniestro sin noticias de su cesación, entendiendo por siniestro, en contraposición a la
violencia, cualquier suceso ajeno a la acción del hombre (catástrofes naturales, incendios, accidentes etc.).
• 1 mes en el caso de presunción de siniestro de nave por naufragio o desaparición por inmersión en el mar o
siniestro de aeronave. En caso de comprobación o evidencias de que no haya supervivientes la declaración
de fallecimiento podrá ser inmediata, o bien de 8 días si a falta de dichas evidencias se hubieran encontrado
restos humanos que no hayan podido ser identificados.
• Ausencia simple: en cualesquiera otros supuestos, la exigencia temporal se eleva diez años, si bien dicho plazo
se reduce a la mitad si al expirar los cinco primeros años el ausente hubiere cumplido ya 75 años.
La LJV, además, modifica el art. 196 CC que pasa al siguiente tenor literal: "Firme la declaración de
fallecimiento del ausente, se abrirá la sucesión en los bienes del mismo, procediéndose a su adjudicación
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conforme a lo dispuesto legalmente. Los herederos no podrán disponer a título gratuito hasta 5 años después
de la declaración del fallecimiento.
Hasta que transcurra este mismo plazo no serán entregados los legados, si los hubiese, ni tendrán derecho a
exigirlos los legatarios, salvo los legados píos.
Será obligación ineludible de los sucesores, aunque por tratarse de uno solo no fuese necesaria partición, la
de formar notarialmente un inventario detallado de los bienes muebles y una descripción de los inmuebles".
3.1. EL MATRIMONIO DEL DECLARADO FALLECIDO
Hasta la ley 30/1981 la declaración de fallecimiento no bastaba por sí sola para que el cónyuge presente
pudiera contraer ulterior matrimonio, por lo que pese a quedar oficialmente viudo no contaba con libertad para
volver a contraer matrimonio.
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Desde 1981, el artículo 85 del Código Civil establece que el matrimonio se disuelve por la muerte o la
declaración de fallecimiento de uno de los cónyuges y por el divorcio. En consecuencia, una vez declarado el
fallecimiento, sin requisito complementario alguno, el “cónyuge presente” podrá volver a contraer matrimonio
si lo desea.
Incluso con el anterior sistema causalista de divorcio, el juego de plazos de causa de separación y declaración
de fallecimiento podía conllevar una disolución del matrimonio por divorcio, incluso previa a la declaración de
fallecimiento.
3.2. LA REAPARICIÓN DEL DECLARADO FALLECIDO
El artículo 197 contempla la posible reaparición del declarado fallecido, ya sea porque el ausente se presente
de nuevo en su círculo habitual o porque, de cualquier manera, se acredite su existencia. Dicho artículo se
preocupa exclusivamente de los aspectos puramente patrimoniales, estableciendo que el reaparecido
“recuperará sus bienes”, aunque sin carácter retroactivo, ya que durante el período en que sus sucesores
hayan sido titulares de los bienes, realmente deberían ser considerados legítimos propietarios de los mismos.
En el ámbito personal, el reaparecido recuperará igualmente la posición que pudiera corresponderle en las
distintas relaciones jurídicas. En las relaciones familiares, podrá recuperar la patria potestad respecto de sus
hijos menores de edad.
Sin embargo, el reaparecido no podrá ser considerado cónyuge de su consorte, pues el matrimonio que
vinculaba al “cónyuge presente” con el reaparecido quedó disuelto a consecuencia de la declaración de
fallecimiento. En todo caso, si los dos implicados quieren, pueden celebrar un nuevo matrimonio y reanudar la
convivencia.
El divorcio consiste en provocar la ineficacia del matrimonio válido y eficaz, a instancia de los cónyuges.
4.1. EL ESTABLECIMIENTO DEL DIVORCIO
En España, el divorcio no ha sido admitido legislativamente hasta el siglo XX. La codificación española no
admitió el divorcio en sentido propio, pues la redacción originaria del Código seguía la regulación canónica del
matrimonio, admitiendo el matrimonio civil únicamente con carácter subsidiario.
La Constitución de la 2ª República modifica semejante planteamiento, estableciendo que el matrimonio podía
disolverse “por mutuo disenso (la conformidad en ambas partes o a petición de cualquiera de los cónyuges con
alegación, en este caso, de justa causa”. Esto se desarrolló en la Ley del Divorcio de 1932.
Sin embargo, dicha ley es inmediatamente derogada tras la victoria del General Franco al acabar la guerra
civil, que optó por legislar en el Fuero de los Españoles que el matrimonio era uno e indisoluble (gran influencia
canónica).
La vigente Constitución no se pronuncia en favor del divorcio, ni ordena al legislador ordinario establecerlo,
pues el artículo 32.2 se limita a disponer que “la ley regulará las formas de matrimonio [...] las causas de
separación y disolución y sus efectos”. El divorcio no es un imperativo constitucional, ni siquiera un
desiderátum, sino que es una cuestión reenviada al legislador ordinario. Sin embargo, el ambiente social y
jurídico del período constituyente presuponía la admisión y establecimiento del divorcio, tal y como se
materializó en la Ley 30/1981, conocida como Ley del Divorcio, en la que se determina el procedimiento a
seguir en las causas de nulidad, separación y divorcio.
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sentencia que así lo declare y producirá efectos a partir de su firmeza. Tal planteamiento ha sido modificado
por la LJV que incrementa el ámbito propio de la autonomía privada de los cónyuges, dando nueva redacción
al art. 89 en virtud de la cual “los efectos de disolución del matrimonio por divorcio se producirán desde la
firmeza de la sentencia o decreto que así lo declare, o desde la manifestación del consentimiento de ambos
cónyuges otorgado en escritura pública”, no perjudicando a terceros de buena fe sino a partir de su inscripción
en el Registro civil.
De este modo, la LJV ha procurado reducir la función del Juez a los casos puramente jurisdiccionales,
permitiendo la materialización del divorcio de mutuo acuerdo a través de la nueva redacción dada al art.87
ya sea mediante la formalización del convenio regulador ante el LAJ o en escritura pública ante el Notario a
elección de los cónyuges, en la forma y contenido regulado en el art.82.
En cualquier caso, no cabe el divorcio de hecho. Sin sentencia, o decreto o escritura pública no hay divorcio.
4.3. LA SOLICITUD DE DIVORCIO
La Ley 15/2005 ha supuesto el abandono del sistema causalista propio de la Ley 30/1981, bajo cuya vigencia
el cónyuge o los cónyuges que plantearan la acción de divorcio habían de acreditar la prexistencia de alguna
de las causas de divorcio legalmente pre configuradas.
Por ello, actualmente el artículo 86, que regulaba antes las causas de divorcio ha sido profundamente
reformado y dispone que “se decretará judicialmente el divorcio, cualquiera que sea la forma de celebración
del matrimonio, a petición de uno solo de los cónyuges, de ambos o de uno con el consentimiento del otro,
cuando concurran los requisitos y circunstancias exigidos en el artículo 81”. El art. 81 regula a su vez las
circunstancias que habilitan la solicitud de la separación matrimonial.
Basta el transcurso del período temporal de tres meses desde la celebración del matrimonio y la propuesta de
medidas, o de convenio regulador, para que uno o ambos cónyuges puedan solicitar la separación o el divorcio,
o bien la separación y, posteriormente, el divorcio que, por supuesto, “deberá decretar, de manera obligatoria,
la autoridad judicial que resulte competente”.
6. LA ACCIÓN DE DIVORCIO
Tras la promulgación de la Ley 15/2005, la acción de divorcio corresponde a ambos cónyuges, ya actúen
conjuntamente o por separado. Características:
1.Carácter de personalísima: se extingue por la muerte de cualquiera de los cónyuges (art. 88) o la
declaración de fallecimiento de uno de ellos, sin que se transmita a los herederos del cónyuge
premuerto.
2.Habiendo transcurrido tres meses desde la celebración del matrimonio, la acción de divorcio puede
ser ejercitada en cualquier momento, por cualquiera de los cónyuges o por el representante legal de
cualquiera de ellos.
La acción de divorcio se extingue por la reconciliación de los cónyuges, que deben ponerla en conocimiento
del Juez, como requisito de verdadera eficacia, “que deberá ser expresa cuando se produzca después de
interpuesta la demanda” (art. 88). En otro caso, el proceso y las medidas provisionales adoptadas en él habrán
de seguir adelante. La acción de divorcio podrá ser ejercitada en cualquier momento por el cónyuge que lo
considere oportuno, no existiendo plazos de prescripción ni caducidad por la propia naturaleza de la institución.
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al decir que “los efectos de la disolución del matrimonio por divorcio se producirán desde la firmeza de la
sentencia, o decreto que así lo declare o desde la manifestación del consentimiento de ambos cónyuges
otorgado en escritura pública conforme a los dispuesto en el artículo 87. No perjudicará a terceros de buena fe
sino a partir de su respectiva inscripción en el RC.”
8.2. LOS EFECTOS DEL DIVORCIO [+]
La sentencia de divorcio (en sentido estimatorio o desestimatorio, según proceda) sólo puede referirse a la
disolución del matrimonio. El Juez carece de competencia alguna para modificar los efectos legales que
conlleva, de forma inherente, la declaración judicial de divorcio (salvo que la propia ley declare la facultad
judicial de determinación concreta de las consecuencias de la ruptura matrimonial, como se verá más adelante).
No cabe alterar judicialmente el marco de los efectos capitales del divorcio según han sido configurados por el
legislador (no cabe “divorciarse por X años”; tampoco puede estimarse el divorcio y declarar que sigue
subsistente el régimen de gananciales; imponer a los divorciados un “derecho de visita” entre sí, etc.).
Los efectos fundamentales que conllevan la disolución del matrimonio son:
1.Los cónyuges pasan a ser excónyuges, de forma tal que desaparecen todos los deberes recíprocos
entre ellos: no hay ya obligación de convivencia, fidelidad, socorro mutuo y corresponsabilidad
doméstica (art.68).
2.A partir del divorcio, quienes fueron cónyuges carecen, entre sí, de derechos sucesorios (art. 807.3°
sensu contrario).
3.No existe entre los divorciados el deber de respeto cualificado al que se refiere el artículo 67.
4.Los divorciados no están ligados por vínculo matrimonial (art. 46.2°) y, en consecuencia, tienen plena
libertad matrimonial, sea respecto de terceras personas, sea entre sí mismos (art. 88).
5.En caso de haber existido durante el matrimonio algún tipo de régimen económico-matrimonial de
comunidad de ganancias, procede su inmediata disolución (art. 95).
En cambio, por evidentes razones de protección, el divorcio es intrascendente en relación con los hijos: “la
separación, la nulidad y el divorcio no eximen a los padres de sus obligaciones para con los hijos” (art. 92.1).
Respecto de las restantes personas: “el divorcio no perjudicará a terceros de buena fe sino a partir de su
inscripción en el Registro Civil” (art. 89).
8.3. LA MODIFICACIÓN DEL RÉGIMEN ECONÓMICO MATRIMONIAL Y LA INSCRIPCIÓN EN EL
REGISTRO CIVIL
No es extraño que, tras las crisis matrimoniales, los cónyuges pretendan desentenderse de las consecuencias
de la modificación de la titularidad de algunos bienes inmuebles, que pueden pasar de la condición de ganancial
a la de privativo de uno de los cónyuges. El art. 1333 dispone que “en toda inscripción de matrimonio en el RC
se hará mención, en su caso, de las capitulaciones matrimoniales que se hubieren otorgado, así como de los
pactos, resoluciones judiciales y demás hechos que modifiquen el régimen económico del matrimonio. Si
aquellas o estos afectaren a inmuebles, se tomará razón en el Registro de la Propiedad, en forma y a los
efectos previstos en la Ley Hipotecaria”.
Si existen inmuebles que cambian de calificación sin previa inscripción de dicha modificación en el RC, resultará
imposible pretender inscripción en el Registro de la Propiedad.
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Se denominan medidas provisionales a los efectos que genera sobre el matrimonio la presentación de la
demanda ante la situación de crisis matrimonial. El simple inicio del proceso acarrea un nuevo estatus jurídico
interconyugal.
Tales efectos se clasifican en dos tipos, por un lado, los que el Código considera que se deben producir en
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todo caso, por mandato legal y de carácter trascendental; por otro lado, los que se remiten al acuerdo entre los
cónyuges o, en su caso, al análisis y posterior pronunciamiento judicial.
2.1. LOS EFECTOS PRODUCIDOS POR MINISTERIO DE LA LEY
Una vez admitida la demanda de nulidad, separación o divorcio, se producen, por ministerio de la ley, los
efectos siguientes:
1.Los cónyuges podrán vivir separados y cesa la presunción de convivencia conyugal.
2.Quedan revocados los consentimientos y poderes que cualquiera de los cónyuges hubiera otorgado al
otro.
Asimismo, salvo pacto en contrario, cesa la posibilidad de vincular los bienes privativos del otro cónyuge en el
ejercicio de la potestad doméstica, no respondiendo de los actos realizados por este. A estos efectos,
cualquiera de las partes podrá instar la oportuna anotación en el Registro Civil y, en su caso, en los Registros
de la Propiedad y Mercantil. En relación con los hijos por concebir, resulta muy relevante el cese de la
presunción de convivencia.
2.2. LAS MEDIDAS DE CARÁCTER CONVENCIONAL O JUDICIAL
Además de los efectos, que por su transcendencia son necesariamente determinados por la ley, el art. 103
mantiene que, en caso de crisis matrimonial, admitida la demanda, el Juez, a falta de acuerdo de ambos
cónyuges aprobado judicialmente, adoptará con audiencia de éstos, las medidas siguientes.
Tales medidas no son necesariamente de elaboración judicial, sino que pueden haber sido instrumentadas por
los cónyuges en el acuerdo o convenio al respecto, que se presenta junto con el escrito inicial de la demanda,
y que es elaborado frecuentemente por los abogados de las partes. Por lo tanto, lo relevante aquí radica en
que ese acuerdo judicial habrá de ser aprobado, en cualquier caso, por el juez.
El aspecto procesal de las medidas provisionales está en la LEC 2000 que cumple con lo dispuesto en el art.
103 Código Civil, y que se ve afectada por la LJV que añade nuevos artículos 778 bis a 778 quáter de Medidas
relativas a la restitución o retorno de menores en los supuestos de sustracción internacional.
A. Medidas relativas a las relaciones paterno-filiales
Se trata de determinar, en interés de los hijos, con cuál de los cónyuges han de quedar los hijos, sujetos a la
patria potestad de ambos y tomar las disposiciones apropiadas de acuerdo con lo establecido en este Código
y, en particular, la forma en que el cónyuge que no ejerza la guarda y custodia de los hijos podrá cumplir el
deber de velar por éstos y el tiempo, modo y lugar en que podrá comunicar con ellos y tenerlos en su compañía.
La LJV sustituye la anterior redacción de las medidas contempladas en el art.103 que hablaba de “cónyuge
apartado de los hijos”, resaltando que los deberes de los padres respecto de los hijos no se extinguen o
desaparecen con la crisis conyugal.
Excepcionalmente (concluye el segundo párrafo del precepto), los hijos podrán ser encomendados a los
abuelos, parientes u otras personas que así lo consintieren y, de no haberlas, a una institución idónea,
confiriéndoseles las funciones tutelares que ejercerán bajo la autoridad del Juez” (art. 103.1º).
También se contemplan las medidas a adoptar cuando exista riesgo de sustracción del menor.
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otras medidas cautelares convenientes, a fin de asegurar la efectividad de lo que por estos conceptos un
cónyuge haya de abonar al otro.
Se considerará contribución a dichas cargas el trabajo que uno de los cónyuges dedicará a la atención de los
hijos comunes sujetos a patria potestad (art. 103 3ª).
D. Medidas relativas al régimen económico-matrimonial
La presentación de la demanda no determina la disolución del régimen de gananciales, que seguirá vigente,
pero la tenencia, administración y disposición de los bienes comunes se adecúan a la nueva situación
matrimonial.
Se deben señalar, atendidas las circunstancias, los bienes gananciales o comunes que, previo inventario, se
hayan de entregar a uno u otro cónyuge y las reglas que deban observar en la administración y disposición,
así como en la obligatoria rendición de cuentas sobre los bienes comunes o parte de ellos que reciban y los
que adquieran en lo sucesivo” (art. 103 4ª).
En relación con los bienes propios o privativos de los cónyuges, se establece que habrá de determinarse el
régimen de administración y disposición de aquellos bienes privativos que por capitulaciones o escritura pública
estuvieran especialmente afectados a las cargas del matrimonio (art. 103 5ª).
Las medidas judiciales y los efectos legales anteriormente considerados pueden ser hechos valer por
cualquiera de los cónyuges incluso con anterioridad a la presentación de la correspondiente demanda: “el
cónyuge que se proponga demandar la nulidad, separación o divorcio de su matrimonio puede solicitar los
efectos y medidas a que se refieren los dos artículos anteriores” (art. 104.1).
Se habla de medidas provisionalísimas o previas, para resaltar que se tratan de medidas de vigencia temporal
limitada y anteriores a la presentación de la correspondiente demanda, mientras que por medidas provisionales
se entienden las tomadas durante el procedimiento de presentación de la demanda. Aunque medidas
provisionalísimas y provisionales se asemejen en contenido hay una diferencia entre ellas, ya que el cónyuge
que reclame las medidas provisionales tiene derecho a ellas en todo caso; sin embargo, el Juez no está
obligado a adoptar las medidas provisionalísimas porque el cónyuge las haya solicitado, sino que puede optar
por posponer todas o algunas de ellas hasta que se presente la demanda.
El carácter provisionalísimo, lo pone de manifiesto el artículo 104.2, al afirmar que estos efectos y medidas
sólo subsistirán si, dentro de los 30 días siguientes a contar desde que fueron inicialmente adoptados, se
presenta la demanda ante el Juez o Tribunal competente. Dicho plazo podrá ampliarse en otros 30 días si se
demuestra que por causa no imputable al cónyuge ha sido imposible interponer la demanda.
La LEC 2000, en los art. 771 y 772 regula las medidas provisionalísimas bajo la denominación de “medidas
provisionales previas a la demanda”, y en este sentido cabe destacar que:
1.El plazo de duración de las medidas provisionalísimas no puede exceder de treinta días.
2.La solicitud de medidas provisionales puede llevarse a efecto sin intervención de abogado y procurador.
3.El auto con el que concluye el procedimiento no es susceptible de recurso, aunque sí de oposición por
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En relación con las medidas provisionales, la ley establece que los efectos y medidas previstos en este capítulo
terminan, en todo caso, cuando sean sustituidos por los de la sentencia estimatoria o se ponga fin al
procedimiento de otro modo (art. 106.1). Se trata pues, de que la sentencia firme sobre nulidad, separación o
divorcio sea “estimatoria” y declare o constituya la situación de crisis matrimonial instada por los cónyuges
poniendo fin a la validez de las medidas acordadas durante el procedimiento (medidas provisionales) o incluso
tomadas con anterioridad a él (medidas provisionalísimas).
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Ahora bien, dicho efecto tendrá lugar solo en los casos en los que la sentencia determine unas condiciones
distintas a las que fueron aceptadas con anterioridad. Es frecuente que ocurra el hecho de que la sentencia se
limite a considerar definitivas las medidas provisionales (o, más raramente, las provisionalísimas).
En caso de inexistencia de convenio regulador o si no resulta aprobado judicialmente, el establecimiento de
las medidas definitivas habrá de llevarse a cabo judicialmente. Analizaremos, pues, por separado el convenio
regulador y las llamadas medidas judiciales, con el sentido de medidas definitivas.
El Código utiliza el nombre de convenio regulador referido al documento en que se recogen los acuerdos o
pactos que los cónyuges adoptan en caso de crisis matrimonial y someten al control judicial y que “puede o
tiene que” haber sido presentado con anterioridad a la sentencia.
La aportación del convenio es preceptiva en el caso de demanda de nulidad, y de separación o divorcio
presentada de mutuo acuerdo, o por uno de los cónyuges con el consentimiento del otro, acompañándose a la
misma; igualmente será preceptiva la formulación del convenio regulador si se solicita la separación o el
divorcio ante el LAJ o el Notario en los supuestos en los que así procede.
5.1. CONTENIDO: EFECTOS RESPECTO DE LOS HIJOS Y EN RELACIÓN CON LOS BIENES
Según el artículo 90, el convenio regulador deberá contener, al menos, los siguientes extremos:
A. El cuidado de los hijos sujetos a la patria potestad de ambos, el ejercicio de ésta y, en su caso, el
régimen de comunicación y estancia de los hijos con el progenitor que no viva habitualmente con ellos.
B. Si se considera necesario, el régimen de visitas y comunicación de los nietos con sus abuelos, teniendo
en cuenta, siempre, el interés de aquéllos.
C. La atribución del uso de la vivienda y ajuar familiar.
D. La contribución a las cargas del matrimonio y alimentos, así como sus bases de actualización y garantías
en su caso.
E. La liquidación, cuando proceda, del régimen económico del matrimonio.
F. La pensión que conforme al artículo 97 correspondiere satisfacer, en su caso, a uno de los cónyuges.
5.2. ACUERDOS CONYUGALES Y APROBACIÓN JUDICIAL DEL CONVENIO
El Juez analiza en convenio presentado por los cónyuges, comprobará que respeta su contenido mínimo y lo
aprobará salvo que aprecie daño para los hijos o perjuicio grave para uno de los cónyuges. El Juez queda
obligado a respetar la autodeterminación realizada por los esposos, sin que tenga capacidad para sustituir de
forma automática los acuerdos que considere inaceptables por aquellos que crea oportuno.
En caso de denegación de los acuerdos, esta ha de darse mediante una resolución motivada; los cónyuges
pueden reiterar las propuestas de acuerdo, renovándolas en el sentido que ellos mismos estimen pertinente,
aunque la lógica aconseja que sigan las pautas que se deduzcan de la resolución motivada: “la denegación de
los acuerdos habrá de hacerse mediante resolución motivada y en este caso los cónyuges deben someter a la
consideración del Juez nueva propuesta para su aprobación, si procede” (art. 90).
Es decir, los cónyuges renuevan el convenio y lo vuelven a someter nuevamente al juez, quien debe limitar su
actividad a visarlo o a homologarlo, sin desempeñar actividad positiva alguna, comprobando el cumplimiento
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de lo legalmente establecido (que el convenio no dañe o perjudique a los hijos o a uno de los cónyuges). O lo
que es lo mismo, la aprobación judicial no forma parte integrante de los acuerdos conyugales, que constituyen
una autorregulación de los intereses en liza.
La LJV modifica la redacción del art. 90 para contemplar la intervención del LAJ o Notario, de modo que cuando
estos consideren que, a su juicio, pudiera ser dañoso o gravemente perjudicial para uno de los cónyuges o
para los hijos, lo advertirán a los otorgantes y darán por finalizado el expediente. En este caso los cónyuges
solo podrán acudir ante el Juez para la aprobación de la propuesta del convenio regulador.
5.3. MODIFICACIÓN DEL CONVENIO
Aunque normalmente el convenio regulador tiene una vigencia indefinida y deberá ser respetado por ambos
cónyuges, el artículo 90.3 dispone que las medidas convenidas por los cónyuges podrán ser modificadas
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judicialmente o por nuevo convenio cuando así lo aconsejen las nuevas necesidades de los hijos o el cambio
de las circunstancias de los cónyuges.
Se requiere la alteración sustancial de las circunstancias patrimoniales de los cónyuges (desempleo de uno de
ellos, enfermedad costosa, etc.) o la modificación de las necesidades de los hijos. La modificación del convenio
en ningún caso puede afectar a la liquidación del régimen económico del matrimonio, cuando se haya procedido
a ella con anterioridad.
Según el artículo 91, en relación con las medidas definitivas decretadas judicialmente, en las sentencias de
nulidad, separación o divorcio, o en ejecución de las mismas, el Juez, en defecto de acuerdo de los cónyuges
o en caso de no aprobación del mismo, determinará conforme a lo establecido en los artículos siguientes las
medidas que hayan de sustituir a las ya adoptadas, en relación a los hijos, la vivienda familiar, las cargas del
matrimonio, liquidación del régimen económico y las cautelas o garantías respectivas. Estas medidas podrán
ser modificadas cuando se alteren sustancialmente las circunstancias.
La doctrina viene a denominar dichas medidas como “medidas judiciales”, lo que parece de todo punto acertado
dado que la intervención judicial es definitoria, ya sea para la homologación del acuerdo convencional de los
cónyuges o para el establecimiento de las medidas oportunas. No obstante, la LEC 2000, acaba por imponer
la expresión “medidas definitivas”, lo cual no deja de resultar llamativo, en tanto que pueden ser modificadas;
según Lasarte sería preferible haber optado por la primera denominación.
6.1. EL CONTENIDO DE LAS MEDIDAS JUDICIALES
El contenido de las medidas judiciales es reiterativo respecto del propio contenido del convenio regulador:
A. Medidas relativas a la patria potestad: la custodia compartida
Partiendo de la obviedad, la separación, la nulidad y el divorcio no eximen a los padres de sus obligaciones
para con los hijos (art.92, párrafo. 1º). El Juez velará porque los menores sean oídos cuando las medidas a
adoptar les afecten por afectar a la patria potestad. El art. 92 ha sido modificado por la Ley 15/2005 buscando
la implicación de los padres en la crianza y formación de los hijos pese a la crisis matrimonial, siendo el objetivo
ideal conseguir el ejercicio compartido de la guarda y custodia de los hijos, la cual podrá acordarse:
A. A solicitud de los cónyuges, bien sea en la propuesta del convenio regulador o en cualquier otro
momento del procedimiento judicial que hayan instado, o
B. Excepcionalmente, a instancia de uno solo de los cónyuges, con informe favorable (inciso declarado
inconstitucional) del Ministerio Fiscal.
La ratio legis reside en la protección del interés superior del menor, en lo que parece una decisión legislativa
acertada. No obstante, su aplicación práctica resulta compleja, ya que la custodia compartida requiere la
avenencia de unos cónyuges en plena crisis matrimonial.
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lugar del ejercicio de este derecho, que podrá limitar o suspender si se dieren graves circunstancias que así lo
aconsejen o se incumpliesen grave o reiteradamente los deberes impuestos por la resolución judicial”. El
derecho de visitas también se podrá ampliar a los abuelos.
D. Medidas relacionadas con la sociedad de gananciales
El art. 95 contiene dos reglas distintas:
1.La sentencia firme, el decreto firme o la escritura pública que formalicen el convenio regulador producirán,
respecto de los bienes del matrimonio, la disolución del régimen económico matrimonial y aprobará su
liquidación si hubiere mutuo acuerdo entre los cónyuges al respecto (hay que entender que lo que lo anterior
afecta a los sistemas de gananciales y de participación).
2.También sobre la base del régimen de gananciales, en referencia al caso de matrimonio putativo, si la
sentencia de nulidad declara la mala fe de uno sólo de los cónyuges, el que hubiere obrado de buena fe
podrá optar por aplicar en la liquidación del régimen económico matrimonial las disposiciones relativas al
régimen de participación y el de mala fe no tendrá derecho a participar en las ganancias obtenidas por su
consorte”. El mandato esencial radica en atribuir al cónyuge de buena fe la posibilidad de permitir que la
disolución de los gananciales se realice conforme a sus propias reglas o a solicitar que el cónyuge de mala
fe sea excluido de participar de sus ganancias, pero sí pudiendo participar él de las del cónyuge de mala fe.
E. Medidas sobre el uso de la vivienda y del ajuar familiar
El artículo 96 permite al Juez disociar la titularidad y el uso de tales bienes (vivienda y ajuar familiar),
atribuyendo el derecho de uso a los hijos y al cónyuge en cuya compañía queden que, pese a no ser
propietarios de ellos, se encuentren en condiciones que así lo aconsejen. Cuando el uso de la vivienda y el
ajuar familiar se atribuyan al cónyuge no titular se requerirá consentimiento de ambas partes o en su caso,
autorización judicial.
Con independencia del título de propiedad sobre la vivienda, se ha de atender imperativamente al beneficio de
los hijos y de forma refleja, al cónyuge con que con ellos conviva.
Para el supuesto de que alguno de los hijos quede en compañía de uno de los cónyuges y el resto con el otro,
se recurrirá al arbitrio judicial, pues “el Juez resolverá lo procedente”. Esto también es aplicable cuando no
existen hijos, adjudicando la vivienda al cónyuge más necesitado de protección.
6.2. MODIFICACIÓN DE LAS MEDIDAS JUDICIALES.
Respecto lo dispuesto en el CC, tanto el art.91 como el art. 90.3 reinciden (como ya hemos visto) en la
posibilidad de modificación de las medidas judiciales cuando se alteren sustancialmente las circunstancias.
Por su parte el art.775 LEC amplía la legitimación activa al MF para instar la modificación de las medidas
convenidas o adoptadas en defecto de acuerdo, cuando se haga en interés de menores e incapacitados.
7. LA COMPENSACIÓN EN LOS CASOS DE SEPARACIÓN Y DIVORCIO
La compensación, o pensión, procede sólo y exclusivamente en los casos de separación y divorcio (art. 97).
En los supuestos de nulidad matrimonial procedería “una indemnización” (art. 98).
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c) En cualquier momento podrá convenirse la sustitución de la pensión fijada judicialmente o por convenio
regulador formalizado conforme al artículo 97 por la constitución de una renta vitalicia, el usufructo de
determinados bienes o la entrega de un capital en bienes o en dinero (art.99).
La determinación concreta del montante de la compensación puede llevarse a cabo mediante acuerdo entre
los cónyuges o por declaración judicial, en sentencia, a través de diversos mecanismos (art 97):
1.Pensión temporal.
2.Pensión indefinida.
3.Una prestación única, que lo mismo puede consistir en una cantidad a tanto alzado (dinero en metálico) que
en la entrega de determinados bienes (muebles: un paquete de acciones de una empresa; o inmuebles: una
determinada finca rústica o la vivienda hasta entonces familiar).
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Casi sin excepción alguna, la periodicidad de la pensión se fija por mensualidades, ya que es la periodicidad
más común tanto de ingresos como de gastos.
7.4. ACTUALIZACIÓN DE LA CUANTÍA FIJADA
Generalmente, las bases de actualización de la cuantía líquida inicial de la pensión son del índice general de
precios al consumo. Sin embargo, tanto las partes, como el Juez pueden proceder a actualizar la pensión
conforme a módulos distintos a dicho índice.
En los supuestos de fijación de la pensión mediante porcentaje de los ingresos habidos por el cónyuge deudor,
es innecesario acudir a módulo alguno de actualización.
7.5. SUSTITUCIÓN DE LA PENSIÓN
Tras la publicación de la LJV, el art. 99 mantiene que «en cualquier momento podrá convenirse la sustitución
de la pensión fijada judicialmente conforme al artículo 97 por la constitución de una renta vitalicia, el usufructo
de determinados bienes o la entrega de un capital en bienes o en dinero».
7.6. MODIFICACIÓN DE LA PENSIÓN
«Fijada la pensión y las bases de su actualización en la sentencia de separación o de divorcio, sólo podrá ser
modificada por alteraciones sustanciales en la fortuna de uno u otro cónyuge» (art. 100).
7.7. EXTINCIÓN DE LA PENSIÓN
El derecho a pensión se extingue por:
• Cese de la causa que lo motivo. Si entendemos el binomio desequilibrio económico/empeoramiento
como la causa próxima de la existencia de la pensión, parece claro que una alteración en la fortuna de
cualquiera de los cónyuges de tal naturaleza y profundidad que, en vez de provocar la modificación de
la cuantía, determine su definitiva extinción.
• Por contraer el acreedor nuevo matrimonio o por vivir maritalmente con otra persona.
• La renuncia o el fallecimiento del propio cónyuge acreedor. El derecho a la pensión no se extingue
por el solo hecho de la muerte del cónyuge deudor (art. 101), pues sus herederos habrán de seguirla
afrontando. Sin embargo, la continuidad de la obligación de prestación periódica puede verse afectada
si el caudal hereditario no pudiera satisfacer las necesidades de la deuda o afectara los derechos de los
herederos en la legítima, pues en tal caso, los herederos del cónyuge deudor podrán solicitar del Juez
la reducción o supresión de la pensión.
• La pensión se extingue por el transcurso del plazo temporal fijado por los cónyuges o por la sentencia.
El Código Civil establece que: «el cónyuge de buena fe cuyo matrimonio haya sido declarado nulo tendrá
derecho a una indemnización si ha existido convivencia conyugal, atendidas las circunstancias previstas en
el art. 97».
En caso de nulidad, no se puede recibir una compensación periódica, sino sólo y exclusivamente una
indemnización, una cantidad a tanto alzado. La indemnización encuentra su fundamento en la erradicación
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de la mala fe (en absoluto en desequilibrio patrimonial alguno entre los excónyuges), por lo que no puede ser
acordada de oficio por el Juez, tiene que ser requerida por el cónyuge de buena fe, sea en el propio
procedimiento de nulidad matrimonial o de forma independiente.
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La libertad de determinación y configuración del régimen económico-matrimonial por parte de los cónyuges es
un principio básico de nuestro ordenamiento: “El régimen económico del matrimonio será el que los cónyuges
estipulen en capitulaciones matrimoniales, sin otras limitaciones que las establecidas en este Código” (Art.
1315).
La libertad de determinación y configuración del régimen económico-matrimonial por parte de los cónyuges es
un principio básico de nuestro ordenamiento en reconocimiento de la autonomía privada. Es, por tanto, un
asunto inter privatos, por lo que el legislador se limita a destacar que cada matrimonio adoptará al respecto las
medidas que considere oportunas y más adecuadas a sus propios intereses o a su situación patrimonial, a
través del otorgamiento de las correspondientes capitulaciones matrimoniales.
Dicha atribución a la voluntad de las partes fue consecuencia del acercamiento del legislador a regulación foral
en el momento codificador, ya que la tradición Castellana venía imponiendo como régimen legal de carácter
imperativo la sociedad de gananciales. En cualquier caso, en los territorios de Derecho común, se entiende
que cuando falte el contrato o sea deficiente, los cónyuges han querido establecerse bajo el régimen de la
sociedad legal de gananciales.
5. LA IGUALDAD CONYUGAL [+]
La libertad de configuración del régimen económico-matrimonial es plena “sin otras limitaciones que las
establecidas en este Código” (art. 1.315). Siendo nula cualquier estipulación limitativa de la igualdad de
derechos que corresponda a cada cónyuge (art.1.328).
El fundamento de la erradicación de la desigualdad entre los cónyuges radica en el principio de igualdad
interconyugal establecido en el artículo 32.1 de la Constitución.
6. EL LEVANTAMIENTO DE LAS CARGAS DEL MATRIMONIO
Para todos los regímenes económico-matrimoniales rige la regla de que “los bienes de los cónyuges están
sujetos al levantamiento de las cargas del matrimonio”, en el sentido de atender el conjunto de los gastos
relativos al sostenimiento de la familia en sentido nuclear, educación e instrucción de los hijos, asistencia
sanitaria, atención del hogar familiar, etc. Todo ello adecuado a las circunstancias familiares concretas de cada
caso.
Cuando uno de los cónyuges incumpla su deber de contribuir al levantamiento de estas cargas el Juez, a
instancia del otro, dictará las medidas cautelares que estime conveniente a fin de asegurar su cumplimento.
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La contribución al levantamiento de las cargas del matrimonio puede ser objeto de pacto, y en su defecto,
puede acabar por convertirse en una obligación proporcional a los recursos económicos de los cónyuges.
7. LA POTESTAD DOMÉSTICA [++++]
Hace algunas décadas, existía una amplia corriente doctrinal en favor de la denominada potestad doméstica
de la mujer casada, considerándose limitada su capacidad para la realización de actos y gastos para los que
no se encontraba legalmente habilitada.
Actualmente el art. 1319.1 CC en aras de la igualdad conyugal mantiene que “cualquiera de los cónyuges podrá
realizar los actos encaminados a atender las necesidades ordinarias de la familia, encomendadas a su cuidado,
conforme al uso del lugar y a las circunstancias de la misma”. Por lo tanto, cualquiera de los esposos se
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encuentra plenamente legitimado para comprometer los bienes del matrimonio, siempre que los actos que lleve
a cabo tengan por objeto la satisfacción de las necesidades de la familia y, además, sean acordes con las
circunstancias familiares.
Frente a terceros que hayan contratado con cualquiera de los cónyuges, actuando éste dentro del ámbito de
la potestad doméstica, se indica: “De las deudas contraídas en el ejercicio de esta potestad responderán
solidariamente los bienes comunes y los del cónyuge que contraiga la deuda y, subsidiariamente, los del otro
cónyuge” (Art. 1.319).
El 1.319 es una norma general, imperativa cualquiera que sea el régimen económico-matrimonial:
a) Régimen de gananciales: Queda obligado el cónyuge contratante y, por tanto, quedan afectos sus
propios bienes. Pero también que quedan vinculados solidariamente los bienes comunes y
subsidiariamente los bienes propios del otro cónyuge.
b) Régimen de separación de bienes: responderán, en primer lugar, los bienes propios del cónyuge
contratante y, sólo de forma subsidiaria, los bienes del otro cónyuge.
8. LA PROTECCIÓN DE LA VIVIENDA HABITUAL [+++]
El art. 1320.1 dispone que “para disponer de los derechos sobre la vivienda habitual y los muebles de uso
ordinario de la familia, aunque tales derechos pertenezcan a uno solo de los cónyuges, se requerirá el
consentimiento de ambos o, en su caso, autorización judicial”. Ello es aplicable a cualquier tipo de régimen
matrimonial, aunque la titularidad de la vivienda habitual corresponda a uno solo de los cónyuges, de modo
que cualquier acto dispositivo en relación con los derechos de dicha vivienda (venta, arrendamiento,
donación…) requerirá consentimiento del otro cónyuge o autorización judicial.
La exigencia del consentimiento conjunto o consentimiento dual pone de manifiesto que el artículo solo se
refiere a los actos de enajenación inter vivos, quedando excluidos cualesquiera actos mortis-causa.
Para la inscripción de actos dispositivos sobre una vivienda perteneciente a un solo de los cónyuges será
necesario que el disponente manifieste en la escritura que la vivienda no tiene carácter de vivienda habitual
familiar, o bien que conste el consentimiento del otro cónyuge o la autorización judicial supletoria.
Si bien, la manifestación errónea o falsa del disponente sobre el carácter de la vivienda no perjudicará al
adquirente de buena fe, la sanción de la falta de consentimiento será la nulidad radical y absoluta del acto
de disposición si se ha realizado a título gratuito o la anulabilidad durante 4 años si se ha realizado a título
oneroso, sin perjuicio de que en este caso se produzca la confirmación tácita posterior por parte del cónyuge
cuyo consentimiento se hubiera omitido.
9. EL AJUAR CONYUGAL [+]
Es igualmente aplicable a cualquier régimen económico-matrimonial la atribución ex lege (en virtud de la ley)
al viudo del ajuar conyugal: “Falleciendo uno de los cónyuges, las ropas, el mobiliario y enseres que constituyan
el ajuar de la vivienda habitual común de los esposos se entregarán al que sobreviva, sin computárselo en su
haber” (Art. 1.321).
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El ajuar doméstico comprende los bienes que forman parte del hábitat natural del matrimonio, excluidos los de
extraordinario valor, y sin necesidad de considerar si tales bienes formaban parte del caudal común o
pertenecían en exclusiva al cónyuge premuerto: “no se entenderán comprendidos en el ajuar las alhajas,
objetos artísticos, históricos y otros de extraordinario valor”.
Pese a su origen mortis causa, el ajuar doméstico no forma parte del caudal hereditario ni debe computarse a
efectos sucesorios, sino que ha de considerarse una mera consecuencia de la liquidación del régimen
económico-matrimonial a causa de la muerte de uno de los cónyuges.
Por lo tanto, el supuesto de hecho contemplado, parte inexorablemente del fallecimiento de uno de los
cónyuges y, por tanto, el derecho regulado limita sus efectos a la disolución del matrimonio por muerte de uno
de los esposos. De ello se deriva que resulte inaplicable en casos de divorcio o nulidad matrimonial.
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El art. 1318.3 CC recoge que “cuando un cónyuge carezca de bienes propios suficientes, los gastos necesarios
causados en litigios que sostenga contra el otro cónyuge sin mediar mala fe o temeridad, o contra tercero si
redundan en provecho de la familia, serán a cargo del caudal común y, faltando éste, se sufragarán a costa de
los bienes propios del otro cónyuge cuando la posición económica de éste impida al primero, por imperativo de
la LEC, la obtención del beneficio de justicia gratuita”.
Por lo tanto, bajo la denominación de Litis expensas, se trata de determinar la cooperación interconyugal a los
gastos derivados de litigios que cualquiera de los cónyuges haya de sostener, bien sea contra el otro cónyuge
(debiendo dicha actuación estar exenta de mala fe o temeridad procesal), bien contra cualquier otra persona
(cuando el proceso redunde en beneficio de la familia).
Los gastos derivados de tales litigios pesan sobre los bienes del cónyuge litigante de ahí que la reclamación al
otro cónyuge, sólo se producirá en caso de carencia de bienes propios suficientes de aquel.
Asumida la ausencia de bienes propios del litigante, los gastos de litigio recaerán, en primer lugar, sobre el
caudal común, y en caso de haberlo, de forma subsidiaria sobre los bienes propios del otro cónyuge. Ello pone
de manifiesto que las denominadas litis expensas representan un derecho-deber conyugal imperante en
cualquier régimen económico-matrimonial.
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continuación “o cualesquiera otras disposiciones por razón del mismo” (entiéndase, del matrimonio).
1.2. LA NATURALEZA CONTRACTUAL DE LAS CAPITULACIONES
La doctrina mayoritaria estipula el carácter contractual de las capitulaciones matrimoniales (de hecho,
tradicionalmente el CC denominaba al régimen regulador del régimen económico-matrimonial como Del
contrato de bienes con ocasión del matrimonio)
No obstante, algunos autores prefieren conceptuarlas como acto complejo, dado el posible contenido atípico
de las capitulaciones. Pero, al no existir marco normativo alguno de tal tipo de acto, la fijación de dicha
naturaleza nada resuelve en términos prácticos.
2. EL CONTENIDO DE LAS CAPITULACIONES [+]
Desde tiempo atrás se había defendido la necesidad de distinguir entre el contenido típico (estipulaciones
relativas al régimen económico) y el posible contenido atípico (el resto de las estipulaciones pactadas por razón
del matrimonio) de las capitulaciones.
2.1. CONTENIDO TÍPICO [+]
La materia propia o típica de las capitulaciones se basa en la fijación del sistema económico-matrimonial que
regirá la vida conyugal a partir del otorgamiento de aquéllas. Así lo indica el art. 1325 CC.
Actualmente, los cónyuges pueden instituir y sustituir el régimen patrimonial que deseen en cualquier momento.
Cuentan con la más amplia libertad al respecto, pues:
1.Pueden crear ex novo el régimen económico del matrimonio que les apetezca.
2.Remitirse a uno de los modelos o tipos regulados por el legislador (en el Código o en las Compilaciones,
o incluso en una ley extranjera).
3.Limitarse a modificar algunos aspectos concretos del régimen que hayan elegido o que les resultara
aplicable.
4.Incluso, pueden limitarse a otorgar capitulaciones para expresar que el régimen legal supletorio que les
corresponda no resulte de aplicación, sin indicar, sin embargo, cuál debería ser el sistema económico-
matrimonial aplicable.
Sin embargo, lo normal y corriente, es que, en caso de otorgamiento de capitulaciones, los cónyuges se remitan
a uno cualquiera de los tipos de régimen económico y expresen cuál será el aplicable, siendo inusual que los
cónyuges creen ex novo un régimen económico del matrimonio e incluso que introduzcan modificaciones en el
régimen elegido.
Como las capitulaciones matrimoniales se otorgan en escritura pública (art. 1.327), la intervención notarial
garantiza el asesoramiento y la adecuada redacción de capitulaciones matrimoniales que originen los menores
problemas y riesgos de interpretación posibles.
2.2. CONTENIDO ATÍPICO
Se refiere a las estipulaciones que no tengan por objeto la determinación del régimen económico del
matrimonio, aunque sean de índole patrimonial, ampliamente entendida, “cualesquiera otras disposiciones por
razón del mismo (del matrimonio)” (art. 1325).
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circunscriba exclusivamente a algunas de las estipulaciones atípicas. Sin determinación del régimen
económico del matrimonio.
En tal caso, el régimen económico-matrimonial aplicable será el sistema legal supletorio de primer grado
(régimen de gananciales).
2.4. LA PROHIBICIÓN DE ESTIPULACIONES ILÍCITAS
El legislador no permite, que el contenido de las capitulaciones integre cláusulas o estipulaciones que vulneren
o contradigan el mandato de leyes imperativas o de principios generalmente aceptados o impuestos por el
ordenamiento jurídico.
En este sentido, el art. 1328 mantiene que “será nula cualquier estipulación contraria a las leyes o a las buenas
costumbres o limitativa de la igualdad de derechos que corresponda a cada cónyuge”.
4. LOS REQUISITOS DE CAPACIDAD [+]
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En todo caso, actualmente la supresión de la dispensa de edad de menores no emancipados (art.46CC) para
contraer matrimonio deja hoy sin aplicación este precepto.
4.3. LOS INCAPACITADOS
La Ley Orgánica 1/1996, dispone que “el incapacitado judicialmente sólo podrá otorgar capitulaciones
matrimoniales con la asistencia de sus padres, tutor o curador” (Art. 1.330).
A diferencia del supuesto anterior, el complemento de capacidad de su guardador resulta necesario para el
incapacitado, aunque desee pactar el régimen de separación o el de participación (con mayor razón, si se trata
de cualquier otro). Además, debe entenderse que el complemento específico de capacidad, establecido en el
artículo, es exigible, aunque la sentencia de incapacitación habilite al incapacitado para otorgar capitulaciones.
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Mantener el contenido normativo del artículo 1.330 del Código Civil no deja de ser paradójico, pues priva de
valor e inutiliza en buena medida el carácter graduable de las instituciones tutelares. No parece razonable que,
si la sentencia de incapacitación determina la posibilidad de otorgar capitulaciones por parte del incapacitado,
se le niegue tal facultad a causa de la falta de actualización del texto del artículo 1330.
5. LA FORMA DE LAS CAPITULACIONES
Para su validez, las capitulaciones habrán de constar en escritura pública (art. 1327). El otorgamiento de
escritura pública constituye un requisito de carácter constitutivo de las capitulaciones matrimoniales. En defecto
de escritura pública, las capitulaciones carecerán de validez alguna, tanto inter-partes cuanto frente a terceros.
Así pues, las capitulaciones deben considerarse un contrato de carácter solemne.
No obstante, según la jurisprudencia del TS, esto último hace referencia exclusiva al contenido típico de las
capitulaciones, ya que, respecto del posible contenido atípico, cabe considerar válida la declaración respectiva
de los cónyuges en cualquier documento público, sea notarial o no, en el que se lleve a cabo el reconocimiento
de un hijo extra- matrimonial o de aclaración de las operaciones particionales de la disuelta sociedad de
gananciales.
6. LA MODIFICACIÓN DEL RÉGIMEN ECONÓMICO-MATRIMONIAL CONSTANTE MATRIMONIO
Como ya hemos dicho, tras la celebración del matrimonio, los cónyuges pueden modificar las reglas de
funcionamiento patrimonial de su matrimonio en cualquier momento. Lo más frecuente es que se otorguen las
primeras capitulaciones para pasar del supletorio régimen de gananciales al régimen de separación, para evitar
las reglas de responsabilidad de los bienes gananciales.
6.1. LA MODIFICACIÓN DE LAS CAPITULACIONES PREEXISTENTES
Aunque el contenido de la nueva escritura puede referirse exclusivamente a los aspectos integrados en el
contenido atípico de las capitulaciones, generalmente, la modificación de las capitulaciones prexistentes
alcanzará también al contenido típico, es decir, al régimen económico-matrimonial.
El Código trata de garantizar la participación en el otorgamiento de las nuevas capitulaciones de aquellas
personas que intervinieron en las capitulaciones anteriores acordadas, si siguieran vivos y si la modificación
afecta a derechos concedidos por estos. (por ejemplo, atribuciones patrimoniales o pactos sucesorios en favor
de los cónyuges).
El resto de las reglas en relación con la capacidad y la forma, así como la ineficacia, de las capitulaciones,
tienen que seguir siendo respetadas, pues tan capitulaciones matrimoniales son las segundas (o ulteriores)
como las primeras.
6.2. EL OTORGAMIENTO DE CAPITULACIONES Y EL CAMBIO DEL RÉGIMEN ECONÓMICO-
MATRIMONIAL
Mantendrán igualmente su vigencia tales reglas, cuando por el otorgamiento de capitulaciones, acordadas por
primera vez, los cónyuges pretendan modificar el régimen económico-matrimonial hasta entonces imperante
que, por principio, ha de ser el régimen legal supletorio de primer grado (gananciales).
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No hay en este supuesto modificación de capitulaciones, pero sí modificación del régimen económico-
matrimonial.
6.3. LA PROTECCIÓN DE LOS TERCEROS
Con respecto a la protección de terceros, lo relevante es si ha habido o no modificación del régimen económico-
matrimonial, ya que, si la modificación de las capitulaciones se limita a otros aspectos, carecerá de interés fuer
de dicho círculo.
Para los acreedores lo importante es saber si la modificación del régimen económico-matrimonial supone una
disminución de garantías de cobro y un perjuicio para sus propios intereses. Sobre todo, cuando los cónyuges
han utilizado esta vía legal para actuar fraudulentamente.
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Para evitar esto, el legislador deja claro que “la modificación del régimen económico-matrimonial realizada
durante el matrimonio no perjudicará en ningún caso los derechos ya adquiridos por terceros” (art. 1.317).
Regla importante, porque retrotrae al momento del nacimiento de los derechos en favor de tercero la situación
imperante en el matrimonio, sin que, por tanto, el cambio pueda resultar perjudicial para los acreedores.
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1.1. INTRODUCCIÓN
En la mayor parte de las sociedades, constituye una práctica común facilitar y festejar la celebración del
matrimonio, entregando diversos regalos y obsequios a los futuros cónyuges por parte de amigos y parientes,
así como también entre los propios esposos. Cada vez más raro, sin embargo, es encontrarse con supuestos
en los que tales regalos consistan en la transmisión de bienes inmuebles de gran valor.
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Con independencia de su valor, todas las donaciones que reciben los futuros cónyuges se consideran, desde
el punto de vista jurídico, donaciones por razón de matrimonio.
1.2. LA SISTEMATIZACIÓN DEL CÓDIGO CIVIL
La Comisión redactora del Código Civil optó por dedicar a las donaciones por razón de matrimonio el capítulo
inmediatamente siguiente al regulador de las capitulaciones, refundiendo en él los diversos tipos de donaciones
esponsalicias y propiamente nupciales o antenupciales, junto con la prohibición de las donaciones realizadas
después de la celebración del matrimonio o donaciones postnupciales.
Las referidas a las donaciones nupciales o antenupciales fueron bien vistas. En cambio, la inclusión en el
mismo sector normativo de las prohibiciones de donación entre cónyuges durante el matrimonio recibió toda
clase de críticas, dado que era un tema que poco (o mejor, nada) tenía que ver con las donaciones
antenupciales propiamente dichas, fueran esponsalicias o no.
Debido a esas críticas, a partir de la Ley 11/1981, la redacción vigente del Código ha mantenido distintas y
distantes las donaciones antenupciales y las donaciones postnupciales.
2. CONCEPTO
Son donaciones por razón de matrimonio las que cualquier persona hace, antes de celebrarse, en
consideración al mismo y en favor de uno o de los dos esposos (art. 1336 CC). Los presupuestos básicos que
permiten la identificación de la figura de la donación son:
1. Las donaciones por razón de matrimonio han de realizarse de forma necesaria antes de la celebración del
matrimonio (antenupcialidad)
2. Las donaciones deben hacerse, por tanto, en contemplación de un futuro matrimonio o de un matrimonio
anunciado, de cuya efectiva celebración depende la eficacia de las donaciones realizadas.
3. Puede ser que el donatario (destinatario de la donación) sea sólo uno de los esposos o, por el contrario,
ambos. Para este último caso, establece el artículo 1.339 que “los bienes donados conjuntamente a los
esposos pertenecerán a ambos en proindiviso ordinario y por partes iguales, salvo que el donante haya
dispuesto otra cosa”.
4. La precisión relativa a que puede ser donatario uno solo de los esposos debe ponerse en conexión con el
inciso de que la donación puede hacerla “cualquier persona” y que, por tanto, permite considerar el
supuesto de que uno de los esposos sea precisamente el donante, en favor del otro.
Las donaciones por razón de matrimonio se rigen ante todo por sus propias reglas, y cuando estas no existan,
por las disposiciones generales de las donaciones. Es importante, por este motivo, conocer el régimen jurídico
de las donaciones por razón de matrimonio.
3. RÉGIMEN JURÍDICO
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los menores de edad no emancipados. En cualquier caso, dicho art 1338 mantiene que “el menor no
emancipado que con arreglo a la Ley pueda casarse, también puede, en capitulaciones matrimoniales o fuera
de ellas, hacer donaciones por razón de su matrimonio, con la autorización de sus padres o del tutor. Para
aceptarlas, se estará a lo dispuesto en el Título II del Libro III de este Código” (art. 1.338).
Obsérvese que habla de autorización y no de mero complemento de capacidad, y demostrativo del trato de
favor que las donaciones por razón de matrimonio merecen para el legislador.
Si el donante es un tercero se exige de forma cumulativa la capacidad contractual y la libre disposición de los
bienes.
Igualmente rigen las reglas generales en relación con la capacidad para aceptar las donaciones por razón de
matrimonio, siendo suficiente la capacidad natural para entender y querer, salvo que se trate de donaciones
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condicionales u onerosas.
3.2. LA ACEPTACIÓN DE LAS DONACIONES POR RAZÓN DE MATRIMONIO
Antes de la reforma de 1981, las donaciones por razón de matrimonio eran válidas, aunque no hubieran sido
objeto de aceptación por parte del beneficiario, en contra de la regla general de que las donaciones están
siempre sujetas a la aceptación del donatario, bajo pena de nulidad.
Tras la Ley 11/1981, la inexistencia de norma alguna respecto de la intrascendencia de la aceptación en las
donaciones por razón de matrimonio lleva a la conclusión de que han de aplicarse las reglas generales y que,
en este aspecto, las donaciones por razón de matrimonio no presentan particularidad alguna, siendo exigible
en todo caso la aceptación del donatario.
3.3. LA FORMA
Las donaciones matrimoniales tampoco en este aspecto presentan particularidad alguna respecto a las reglas
generales de donación, resultándoles aplicable los art. 632 y 633 CC.
En este sentido, la donación de bienes inmuebles ha de realizarse necesariamente en escritura pública. Sin
embargo, ello no supone que las donaciones por razón de matrimonio deban instrumentarse precisamente en
la escritura pública de capitulaciones matrimoniales, en caso de existir, sino que pueden hacerse en cualquier
otra escritura ad hoc (solución elaborada específicamente para un problema o fin preciso).
En consecuencia, las donaciones por razón de matrimonio (sean realizadas por uno de los contrayentes o por
terceros) pueden constar, como ya sabemos, en la escritura de capitulaciones matrimoniales, pero no deben
formar parte necesariamente de ella.
3.4. LA OBLIGACIÓN DE SANEAMIENTO
Conforme al artículo 1.340 “el que diere o prometiere por razón de matrimonio sólo estará obligado a
saneamiento por evicción o vicios ocultos si hubiere actuado con mala fe”. Ver artículos 1475 y siguientes.
Saneamiento por evicción: con esta acción se trata de proteger al comprador/donatario de una cosa, cuando se vea perturbado o privado
de su derecho de propiedad por medio de una sentencia judicial. En este caso el donatario puede exigir al donante que responda por dicha
perturbación y además reclamarle que responda por los vicios ocultos de la misma.
La obligación de saneamiento por evicción comprende lo siguiente:
• La restitución de precio de la cosa vendida o donada
• El pago de los gastos del contrato sufragados por el comprador/donatario.
• El pago del valor de los frutos que el comprador hubiese sido obligado a restituir al vendedor.
• El pago de las costas que el comprador/donatario hubiere sufrido a causa de la demanda.
• El pago de aumento del valor de la cosa evicta que esta haya tomado en poder del comprador.
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1.1. CONCEPTO
Dentro del régimen económico-matrimonial, el sistema de gananciales es el más arraigado históricamente en
la mayor parte del territorio español. Es aplicable de forma supletoria como régimen legal en los territorios
sometidos al Derecho común. “A falta de capitulaciones o cuando éstas sean ineficaces, el régimen será el de
la sociedad de gananciales” (art. 1.316 CC). Dicho artículo sólo es aplicable en los territorios sometidos a
Derecho común, no desempeña eficacia alguna en los matrimonios sometidos a normas forales o especiales,
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en los cuales, será el Derecho foral el que establezca cual es el sistema matrimonial aplicable como supletorio
de primer grado.
“Mediante la sociedad de gananciales se hacen comunes para los cónyuges las ganancias o beneficios
obtenidos indistintamente por cualquiera de ellos, que les serán atribuidos por mitad al disolverse aquella“(art.
1.344 CC).
Así pues, el régimen de gananciales se caracteriza por:
1.Las ganancias o beneficios que se obtengan durante la convivencia matrimonial se comparten por mitades
por ambos cónyuges.
2.No cabe reparto alguno hasta que llega el momento de disolución de la sociedad de gananciales.
3.Es indiferente que las ganancias se produzcan a consecuencia del trabajo de uno u otro, o de ambos,
cualesquiera ganancias obtenidas de los bienes comunes o de los bienes privativos serán en todo caso
gananciales. Esto también se aplica a los frutos o rentas de los bienes, ya sean comunes o privativos.
1.3. NACIMIENTO DE LA SOCIEDAD DE GANANCIALES
En consonancia con el art. 1345 CC, la sociedad de gananciales empezará en el momento de la celebración
del matrimonio, siempre que los cónyuges no hayan otorgado capitulaciones matrimoniales en otro sentido.
Ello pone de manifiesto su carácter supletorio, ya que resulta inconcebible que el matrimonio pueda celebrarse
sin quedar sometido a un determinado régimen económico-matrimonial.
O posteriormente, debido al principio de mutabilidad del régimen económico-matrimonial, se podrán otorgar
capitulaciones matrimoniales gananciales modificando las anteriores capitulaciones que fijen un régimen
económico-matrimonial distinto al de gananciales.
2.- EL ACTIVO DE LA SOCIEDAD DE GANANCIALES
El activo hace referencia a los bienes de los cónyuges, dado que el sistema de gananciales supone distinguir
entre los bienes propios o privativos de cada cónyuge y los bienes comunes o gananciales. También se puede
hablar, con el mismo sentido, de patrimonio privativo o de patrimonio ganancial.
2.1. LA SISTEMÁTICA DEL CÓDIGO
La determinación de la naturaleza, privativa o ganancial, de cualesquiera de los bienes familiares es de gran
importancia en la sociedad de gananciales. En el Código se relacionan los bienes privativos (art. 1346) y los
bienes comunes o gananciales (art. 1347)
Los siguientes artículos (hasta 1361) consideran ciertos supuestos de particular complejidad, así como algunas
reglas generales de peculiar importancia, especialmente la presunción de ganancialidad. Esta presunción no
es absoluta pues realmente la determinación del carácter ganancial o privativo de los bienes de los cónyuges
la lleva a cabo el legislador de manera casuística.
2.2. LA PRESUNCIÓN DE GANANCIALIDAD Y LA CONFESIÓN DE PRIVATIVIDAD [+]
En general se presumen gananciales (presunción iuris tantum) los bienes existentes en el matrimonio mientras
no se pruebe que pertenecen privativamente a uno de los cónyuges (art. 1.361 C.C.). Ello viene dado porque
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la mayor parte de los matrimonios suelen ser duraderos y, que no se caracterizan por llevar una contabilidad
detallada, llegado el momento de la disolución de la sociedad de gananciales, debe existir una norma general
que declare el carácter privativo o ganancial de un bien, en caso de duda o imposible prueba.
Respecto de los bienes inmuebles: “los bienes adquiridos a título oneroso por uno solo de los cónyuges, sin
expresar que adquiere para la sociedad de gananciales, se inscribirán a nombre del cónyuge adquirente con
carácter presuntivamente ganancial” (art. 94.1 Reglamento Hipotecario).
La presunción de ganancialidad puede ser superada por los propios cónyuges, mediante el artículo 1.324
relativa a la confesión de privatividad de los bienes conyugales “para probar entre cónyuges que
determinados bienes son propios de uno de ellos, será bastante la confesión del otro, pero tal confesión por sí
sola no perjudicará a los herederos forzosos del confesante, ni a los acreedores, sean de la comunidad o de
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El artículo 1.346 relaciona los bienes privativos de cada uno de los cónyuges:
1. Los bienes y derechos que le pertenecieran al comenzar la sociedad. Los bienes que ya pertenecieran
a los cónyuges, con anterioridad a la constitución de dicho régimen, han de ser privativos. El texto
normativo habla de “bienes y derechos”, por lo que da igual que se trate de la propiedad de un objeto
artístico, de una finca o de una suma de dinero. Tampoco es relevante si la sociedad de gananciales
comienza con el matrimonio o durante el mismo.
2. Los que adquiera después por título gratuito. (Posteriores a la constitución de la sociedad de
gananciales). Se refiere a los bienes que pudiera adquirir cualquiera de los cónyuges por donación o a
título hereditario de familiares o terceros que lo deseen beneficiar.
3. Los adquiridos a costa o en sustitución de bienes privativos. Son alteraciones patrimoniales a las que
se aplica el principio de subrogación real: bien porque un bien sale del patrimonio privativo del cónyuge
titular y se convierte en dinero, sea porque se adquiere un bien con dinero privativo.
4. Los adquiridos por derecho de retracto perteneciente a uno solo de los cónyuges. Se aplica el
también el principio de subrogación real, el cónyuge titular del derecho de retracto (por ser copropietario,
colindante, coheredero o arrendatario, goza de facultad preferente de adquisición) se convierte en titular
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exclusivo del bien adquirido, aunque el precio se haya realizado a cargo de bienes gananciales. En este
caso, la sociedad de gananciales será acreedora del cónyuge propietario, por el valor satisfecho.
5. Los bienes y derechos patrimoniales inherentes a la persona y los no transmisibles inter vivos. Se
consideran aquí los derechos personalísimos no transmisibles en todo caso o bien por su conexión con la
persona del titular en el caso de que tengan contenido patrimonial (derecho de habitación, por ejemplo).
6. El resarcimiento por daños inferidos a la persona de uno de los cónyuges o a sus bienes privativos.
La indemnización o el resarcimiento derivados de los daños causados a los bienes privativos es evidente,
pues se mantiene la privatividad en razón del principio de subrogación. Igual sucede con las generadas
por daños, ya sean físicos yo morales a la persona de uno de los cónyuges.
7. Las ropas y objetos de uso personal que no sean de extraordinario valor. Aunque hayan sido
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adquiridos a costa del caudal común, dado que el sostenimiento de la familia es una carga de la sociedad
de gananciales. Por tanto, la sociedad carece de derecho a reintegro alguno por tal concepto. Se excluyen
los objetos de uso personal de extraordinario valor, según las circunstancias de cada familia.
8. Los instrumentos necesarios para el ejercicio de la profesión u oficio, salvo cuando éstos sean
parte integrante o pertenencias de un establecimiento o explotación de carácter común. Se
consideran bienes privativos por destino, aunque hayan sido adquiridos con dinero ganancial. No
obstante, en este caso, procede el reintegro de su valor a la sociedad ya que, en base al principio de
ilimitación de los instrumentos necesarios para el ejercicio de la profesión, sería injusto que uno de los
cónyuges pudiera “cargar” sobre la sociedad una excesiva cuantía de gastos de instalación.
4. EL ELENCO DE LOS BIENES GANANCIALES [+++++]
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pagos parciales no pueden clasificarse como rentas o intereses, se trata de una devolución de capital (art.
1348).
5.2. LOS DERECHOS DE PENSIÓN Y USUFRUCTO
El derecho de usufructo o de pensión, perteneciente a uno de los cónyuges, formará parte de sus bienes
propios; pero los frutos, pensiones o intereses devengados durante el matrimonio serán gananciales (art.
1.349).
Existen dos elementos cuya concurrencia permite declarar que una determinada prestación relacionada con
los ingresos salariales deba tener naturaleza de bien ganancial o privativo de quien al percibió:
a) La fecha de percepción de esos emolumentos: si se adquirieron durante la sociedad de gananciales
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tendrán esta consideración, en cambio, si se adquieren con fecha posterior a la disolución de deben ser
considerados bienes privativos de quien lo percibe.
b) La distinción entre el derecho a cobrar tales prestaciones que es de carácter privativo por ser un
componente de los derechos de la personalidad, y los rendimientos de estos derechos devengados
durante la vigencia de la sociedad de gananciales, que tendrán carácter común.
5.3. LAS CABEZAS DE GANADO
Establece el artículo 1.350 que “se reputarán gananciales las cabezas de ganado que al disolverse la sociedad
excedan del número aportado por cada uno de los cónyuges con carácter privativo”.
5.4. GANANCIAS PROCEDENTES DEL JUEGO
Aunque las apuestas y el juego no se consideran formas de trabajo, se consideran fruto de la habilidad del
cónyuge que lo practica, por lo que las ganancias obtenidas por cualquiera de los cónyuges en el juego o las
procedentes de otras causas que eximan de la restitución, pertenecerán a la sociedad de gananciales (art.
1.351).
5.5. ACCIONES Y PARTICIPACIONES SOCIALES
Se refiere a las acciones y participaciones sociales que los cónyuges pudieran adquirir por tener un derecho
de suscripción preferente o similar. Aunque en principio, habrían de ser gananciales, por aplicación del artículo
1.347.2°, sin embargo, el supuesto es objeto de regulación específica, que opta por establecer la naturaleza
privativa de las participaciones sociales adquiridas tras la constitución de la sociedad de gananciales, aun en
el caso de que su adquisición se realice a costa del patrimonio ganancial, otorgando a la sociedad de
gananciales un mero derecho de reintegro o reembolso.
“Las nuevas acciones u otros títulos o participaciones sociales suscritos como consecuencia de la titularidad
de otros privativos serán también privativos. Asimismo, lo serán las cantidades obtenidas por la enajenación
del derecho a suscribir. Si para el pago de la suscripción se utilizaren fondos comunes o se emitieren las
acciones con cargo a los beneficios, se rembolsará el valor satisfecho” (art. 1352).
5.6. DONACIONES O ATRIBUCIONES SUCESORIAS EN FAVOR DE AMBOS CÓNYUGES
Vigente la sociedad de gananciales, lo habitual es que cualquiera de los cónyuges reciba por vía de herencia
o legado bines de familiares o allegados que incrementan el patrimonio privativo del cónyuge beneficiado en
aplicación del art. 1346.2 CC
Menos frecuente es que los bienes donados o dejados en testamento lo sean a los cónyuges conjuntamente y
sin especial designación de partes, constante la sociedad, se entenderán gananciales, siempre que la
liberalidad fuere aceptada por ambos (Art. 1353). Es decir, si el donante o testador no hubiere dispuesto lo
contrario, la norma se pronuncia a favor del carácter ganancial de las donaciones o atribuciones sucesorias y
no que la cuota correspondiente a cada uno de los cónyuges incremente su patrimonio privativo.
5.7. ADQUISICIONES MIXTAS
Se denominan así a las adquisiciones realizadas mediante capital o caudal ganancial y privativo. Los bienes
adquiridos mediante precio o contraprestación, en parte ganancial y en parte privativo, corresponderán pro
indiviso a la sociedad de gananciales y al cónyuge o cónyuges en proporción al valor de las aportaciones
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respectivas (art. 1.354). Se crea una situación de copropiedad o comunidad entre el cónyuge o los cónyuges
aportantes y el patrimonio ganancial.
Este artículo es de aplicación a las empresas o establecimientos creados constante matrimonio cuando para
su fundación o constitución se hayan empleado caudales comunes y privativos (art. 1.347.5°).
5.8. BIENES ADQUIRIDOS MEDIANTE PRECIO APLAZADO [++]
Cuando la adquisición tiene lugar antes de la vigencia de la sociedad de gananciales: los bienes comprados
a plazos por uno de los cónyuges antes de comenzar la sociedad tendrán siempre carácter privativo, aun
cuando la totalidad o parte del precio aplazado se satisfaga con dinero ganancial (art. 1.357). No obstante, se
excluye de la regla de privatividad la adquisición de la vivienda y ajuar familiares que se entenderán
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Cuando conforme al Código Civil los bienes sean privativos o gananciales, con independencia de la
procedencia del caudal con que la adquisición se realice, habrá de reembolsarse el valor satisfecho a costa,
respectivamente del caudal común o del propio, mediante el reintegro de su importe actualizado al tiempo de
la liquidación” (art. 1.358).
En tales casos, se mantiene la calificación del bien o de los bienes, pero procede reembolsar o reintegrar las
correspondientes cantidades al cónyuge que pagó con dinero privativo (siendo el bien ganancial) o, por el
contrario, a la sociedad de gananciales por haber abonado con cargo a sus fondos, bienes de naturaleza
privativa.
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La ley de 1958 aún mantenía las potestades de gestión exclusiva del marido de la sociedad de gananciales,
hecho que cambió radicalmente con el establecimiento de la igualdad conyugal en la Constitución de 1978.
Actualmente, el Código Civil establece como principio que, en defecto de pacto en capitulaciones, la gestión y
disposiciones de los bienes gananciales corresponde conjuntamente a los cónyuges, sin perjuicio de lo que se
determina en los artículos siguientes (art. 1.375).
No debe confundirse la voluntad del legislador al introducir el inciso que señala “sin perjuicio de…”, el cual en
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absoluto ha de inducir a pensar que el principio de gestión conjunta ha de recibir excepciones a favor del
marido. Simplemente, el legislador pretende advertir la posibilidad de que en numerosos supuestos, cualquiera
de los cónyuges (no solamente el marido) pueda llevar a cabo actos de administración y disposición respecto
de los bienes gananciales.
2.1. ADMINISTRACIÓN Y DISPOSICIÓN: EL PRINCIPIO DE ACTUACIÓN CONJUNTA
Todos los actos de gestión de los bienes gananciales (tanto administración como disposición) están sometidos
al régimen normativo de exigencia de consentimiento de ambos cónyuges.
El principio de actuación conjunta o de gestión conjunta se encuentra referido tanto a las facultades de
administración (tenencia o uso) como de disposición (como la enajenación o donación).
2.2. ACTOS DE ADMINISTRACIÓN O DE DISPOSICIÓN A TÍTULO ONEROSO [+]
Para realizar actos de disposición a título oneroso sobre bienes gananciales se requerirá el consentimiento de
ambos cónyuges (art. 1377.1).
Cuando la Ley requiera para un acto de administración o disposición que uno de los cónyuges actúe con el
consentimiento del otro, los realizados sin él y que no hayan sido expresa o tácitamente confirmados podrán
ser anulados a instancia del cónyuge cuyo consentimiento se haya omitido o de sus herederos (Art. 1.322.1).
El acto es por tanto anulable y, según la legislación de contratos, el ejercicio de dicha acción (anulación)
prescribe a los cuatro años.
2.3. ACTOS DE DISPOSICIÓN A TÍTULO GRATUITO [+]
En relación con los actos de disposición a título gratuito, procede la nulidad radical, en caso de falta de
consentimiento de cualquiera de los cónyuges. Así lo establece el Código en dos artículos distintos:
1. Serán nulos los actos a título gratuito si no concurre el consentimiento de ambos cónyuges (art. 1.378).
2. Serán nulos los actos a título gratuito sobre bienes comunes si falta [...] el consentimiento del otro cónyuge
(art. 1.322).
Dada la imprescriptibilidad de la acción de nulidad, dicha impugnación resultara posible en cualquier momento,
incluso transcurridas varias décadas, llegado el momento de disolución y liquidación de la sociedad de
gananciales. En este sentido cabe destacar que transcurridos determinados plazos, puede entrar en juego la
usucapión de los bienes por cualquier persona, imposibilitando la restitución.
Los regalos habitualmente practicados y acordes con el estatus económico de la familia, llamados liberalidades
de uso o “regalos de costumbre”, han de considerarse integrados dentro de la potestad doméstica de cualquiera
de los cónyuges y por tanto serán válidos y eficaces, aunque sean realizados a cargo de los bienes gananciales
(art. 1378).
2.4. EL DEBER DE INFORMACIÓN
Los cónyuges deben informarse recíproca y periódicamente sobre la situación y rendimientos de cualquier
actividad económica (art. 1383).
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Los rendimientos de la actividad económica (trabajo o industria) de uno de los cónyuges, incrementan el activo
del patrimonio ganancial, que interesa a ambos, por tanto, el principio de actuación conjunta de los cónyuges
se completa con el deber de información
La importancia de este artículo se ve reforzada con el artículo 1.393.4, que establece que cuando un cónyuge
incumpla “grave y reiteradamente el deber de informar sobre la marcha y rendimientos de sus actividades
económicas” el otro podrá instar la disolución judicial de la sociedad de gananciales.
2.5. LA AUTORIZACIÓN JUDICIAL SUPLETORIA
Dada la exigencia de la actuación conjunta de los cónyuges, cuando sea necesario el consentimiento de
ambos, pero uno de ellos no se avenga a aprestarlo, ha hecho necesario la creación de mecanismo de
mediación, llamado autorización judicial supletoria. La denominada autorización judicial supletoria convierte
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al juez en protagonista de una decisión que, en general, será repudiada por uno u otro de los consortes. Por
tanto, el planteamiento de este tipo de solicitud implica el anuncio de una verdadera crisis matrimonial.
La autorización judicial supletoria la contempla el Código en dos artículos distintos, uno en relación con los
actos de administración (art. 1.376) y en otro respecto de los actos de disposición (art. 1.377.2). Ambos
artículos son muy similares y disponen que el juez puede representar el desempate en la opinión encontrada
de los cónyuges, cuando uno de ellos negare injustificadamente el consentimiento en relación con un acto de
administración o de disposición o se encontrara impedido, de forma provisional o pasajera, para prestarlo.
2.6 DESACUERDOS CONYUGALES Y EXPEDIENTES DE JURISDICCIÓN VOLUNTARIA
La nueva LJV (Ley 15/2015) ha dedicado el art. 90 a la intervención judicial en los casos de desacuerdo
conyugal y en la administración de los bienes gananciales, conforme a lo siguiente: "Se seguirán los trámites
regulados en las normas comunes de esta Ley cuando los cónyuges, individual o conjuntamente, soliciten la
intervención o autorización judicial para:
a. Fijar el domicilio conyugal o disponer sobre la vivienda habitual y objetos de uso ordinario, si hubiere
desacuerdo entre los cónyuges.
b. Fijar la contribución a las cargas del matrimonio, cuando uno de los cónyuges incumpliere tal deber.
c. Realizar un acto de administración respecto de bienes comunes por ser necesario el consentimiento de
ambos cónyuges, o para la realización de un acto de disposición a título oneroso sobre los mismos, por
hallarse el otro cónyuge impedido para prestarlo o se negare injustificadamente a ello.
d. Conferir la administración de los bienes comunes, cuando uno de los cónyuges se hallare impedido para
prestar el consentimiento o hubiere abandonado la familia o existiere separación de hecho.
e. Realizar actos de disposición sobre inmuebles, establecimientos mercantiles, objetos preciosos o
valores mobiliarios, salvo el derecho de suscripción preferente, si el cónyuge tuviera la administración
y, en su caso, la disposición de los bienes comunes por ministerio de la ley o por resolución judicial.
En los expedientes sobre atribución de la administración y disposición de los bienes comunes a uno sólo de
los cónyuges, el Juez podrá acordar asimismo cautelas y limitaciones, de oficio o a instancia del MF cuando
haya de intervenir en el expediente.
En los expedientes a que se refieren los dos apartados anteriores será competente el Juzgado de Primera
Instancia del que sea o hubiera sido el último domicilio o residencia de los cónyuges. No será preceptiva la
intervención de Abogado ni de Procurador para promover y actuar en estos expedientes, salvo que la
intervención judicial fuera para la realización de un acto de carácter patrimonial con un valor superior a 6.000€,
en cuyo caso será necesario.
El Juez oirá en la comparecencia al solicitante, al cónyuge no solicitante, en su caso, y a los demás interesados,
sin perjuicio de la práctica de las demás diligencias de prueba que estime pertinentes. En estos expedientes
se dará audiencia al MF cuando estén comprometidos los intereses de los menores o personas con capacidad
modificada judicialmente".
3. LA GESTIÓN INDIVIDUAL PACTADA CONVENCIONALMENTE
La gestión y disposición de los bienes gananciales corresponde conjuntamente a los cónyuges, salvo pacto en
contrario establecido en las capitulaciones matrimoniales. En relación a la gestión individual pactada, nos
encontramos dos tipos de posibles supuestos:
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A) Que los cónyuges deseen establecer en capitulaciones que sólo uno de ellos sea el administrador
de la sociedad de gananciales.
• En este caso se pone de manifiesto la tensión entre la libertad de estipulación de los cónyuges, de
una parte, y de otra, la igualdad entre ambos, ya que, por un lado, la libertad capitular de los cónyuges
habrá de respetar las “limitaciones establecidas en este Código” (art. 1.315). Por otro, en sede de
capitulaciones, considera “nula cualquier estipulación limitativa de la igualdad de derechos que
corresponda a cada cónyuge” (art. 1.328).
• En este supuesto, las posiciones doctrinales se encuentran muy enfrentadas y no existe jurisprudencia
al respecto:
1.Para algunos relevantes autores, semejante pacto habría de considerarse nulo por atentar contra la
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La gestión conjunta resulta muy frecuentemente un ideal imposible o una regla excesiva para el funcionamiento
cotidiano de la pareja matrimonial, por eso, se regulan expresamente un buen número de supuestos en los que
es legítima la actuación individual de uno de los cónyuges (de cualquiera de ellos, eso sí), pese a que, como
principio, rija la gestión conjunta. En general se reserva la actuación conjunta a los actos patrimoniales más
importantes y la actuación individual para los más cotidianos, con menor trascendencia económica.
4.1. LA POTESTAD DOMÉSTICA
En el estricto ámbito de la potestad doméstica, la actuación individual de los cónyuges no sólo está permitida,
sino que constituye un deber de ambos, al menos en cuanto se refiere a sostenimiento, alimentos y educación
de los hijos.
En consecuencia, cualquiera de los cónyuges puede realizar actos de administración y de disposición
recayentes sobre los bienes gananciales, de forma aislada e individual, siempre que actúe “para atender las
necesidades ordinarias de la familia, encomendadas a su cuidado, conforme al uso del lugar y a las
circunstancias de la misma” (Art. 1.319).
4.2. LA DISPOSICIÓN DE LOS FRUTOS DE LOS BIENES PRIVATIVOS
El art. 1381 CC legitima la actuación individual de cualquiera de los cónyuges respecto de los frutos de sus
bienes privativos, disponiendo que dichos frutos, así como las ganancias de los patrimonios privativos también
forman parte de la sociedad de gananciales.
En este sentido cada cónyuge como administrador de su patrimonio privativo podrá realizar actos dispositivos
sobre los frutos y productos de sus bienes, pero solo a los efectos de permitir esa correcta administración.
4.3. EL ANTICIPO DE NUMERARIO GANANCIAL
Dado que lo obtenido por el trabajo personal, y los frutos y rendimientos del patrimonio privativo de cada
cónyuge forman parte de la masa ganancial, el legislador permite que los cónyuges recurran al dinero metálico
disponible en la sociedad de gananciales (o numerario ganancial) como anticipo y sin consentimiento del otro,
para atender la continuidad de la profesión o negocio y la administración de los bienes privativos.
“Cada cónyuge podrá, sin el consentimiento del otro, pero siempre con su conocimiento, tomar como anticipo
el numerario ganancial que le sea necesario, de acuerdo con los usos y circunstancias de la familia, para el
ejercicio de su profesión o la administración ordinaria de sus bienes” (art. 1.382).
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que sea su naturaleza —esto es, ganancial o privativa—, serán ejercitados por aquel de los cónyuges a cuyo
nombre aparezcan constituidos”.
4.5. LA DEFENSA DEL PATRIMONIO GANANCIAL
Cualquiera de los cónyuges podrá realizar toda suerte de actos jurídicos o materiales que tengan por objeto el
evitar cualquier perjuicio al patrimonio ganancial. El artículo 1.385.2 plantea el tema desde el prisma
exclusivamente judicial: “Cualquiera de los cónyuges podrá ejercitar la defensa de los bienes y derechos
comunes por vía de acción o de excepción”. Sin embargo, por extensión, puede aplicarse a cualquier tipo de
acto, sea jurídico o sea material.
4.6. LOS GASTOS URGENTES
La ley otorga facultad de actuación individual cuando la sociedad de gananciales deba atender gastos
extraordinarios, urgentes y necesarios (con o sin conocimiento el otro cónyuge): “para realizar gastos urgentes
de carácter necesario, aun cuando sean extraordinarios, bastará el consentimiento de uno solo de los
cónyuges” (Art. 1.386).
Parece que la previsión normativa atiende a supuestos distintos a los de la potestad doméstica, reconociendo
a la atención de las necesidades extraordinarias un ámbito propio de actuación. No obstante, con frecuencia
resultará difícil deslindar los gastos extraordinarios de los del ámbito de la potestad doméstica (ejemplo: gastos
médicos derivados del accidente de tráfico de un hijo).
5. LOS ACTOS INDIVIDUALES DE CARÁCTER LESIVO O FRAUDULENTO
El Código regula mediante dos artículos, los supuestos en que la realización individual de ciertos actos por
parte de un cónyuge pueda resultar lesiva o perjudicial para el otro cónyuge:
o “Si como consecuencia de un acto de administración o de disposición llevado a cabo por uno solo
de los cónyuges hubiere éste obtenido un beneficio o lucro exclusivo para él u ocasionado
dolosamente un daño a la sociedad, será deudor a la misma por su importe, aunque el otro cónyuge
no impugne cuando proceda la eficacia del acto” (art. 1.390).
o “Cuando el cónyuge hubiere realizado un acto en fraude de los derechos de su consorte será, en
todo caso, de aplicación lo dispuesto en el artículo anterior y, además, si el adquirente hubiere
procedido de mala fe, el acto será rescindible” (art. 1.391).
Características de ambos artículos:
1.Ambos preceptos se refieren a actos lesivos o fraudulentos relativos a bienes gananciales, y tienen por
objetivo proteger el patrimonio ganancial de la sociedad.
2.La lesión o el fraude están referidos única y exclusivamente al otro cónyuge (no a terceras personas)
incluso en el caso de que el cónyuge actuante se encontrara legitimado para actuar individualmente, actos
que pueden consistir en:
a.Beneficio o lucro exclusivo del cónyuge actuante, que supone enriquecimiento injusto de éste.
b.Daño doloso a la sociedad de gananciales, con deterioro patrimonial de los bienes gananciales: asunción
de deudas o gastos caprichosos como juego, vicios, etc.
c. Actos fraudulentos respecto del consorte no actuante: ocultación de beneficios o ganancias, enajenación
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actos dispositivos o de gestión patrimonial que entrañen fraude, daño o peligro para los derechos del otro en
la sociedad (art. 1393.2).
La doctrina entiende que para que pueda instarse la disolución judicial de la sociedad de gananciales el
perjuicio ha de producirse forma continuada y repetitiva, interpretación que, según Lasarte, beneficia al que
tuvo el comportamiento lesivo o fraudulento y debería revisarse.
6. LA TRANSFERENCIA DE LA GESTIÓN A UN SOLO CONSORTE [+]
En ciertos supuestos, cuando la gestión conjunta resulta inviable, el ordenamiento jurídico transfiere o traspasa
a uno de los cónyuges el conjunto de las facultades administrativas del patrimonio ganancial.
Cabe, pues, cuando haya causa para ello, transferir al marido o a la mujer, en bloque, las facultades de
administración y disposición. Se distingue entre la transferencia ope legis (de pleno Derecho, por imperativo
legal) y la transferencia judicial, según las circunstancias que originen la privación de las facultades de
administración y disposición a uno de los cónyuges.
6.1. TRANSFERENCIA OPE LEGIS: LA REPRESENTACIÓN LEGAL DEL CONSORTE
Es la denominada transferencia ope legis (de pleno Derecho, por imperativo legal): “la administración y
disposición de los bienes de la sociedad de gananciales se transferirá por ministerio de la ley al cónyuge que
sea tutor o representante legal de su consorte” (art. 1.387).
Dicha asunción presupone que él mismo sea el tutor de su consorte, lo cual constituye la regla general, pero
el administrador recibe tales poderes por el ministerio de la ley, automáticamente, comprendiendo tanto las
facultades de administración como las de disposición.
Si al cónyuge incapacitado se le nombra otro tutor distinto o se designa al cónyuge “tutor de la persona” pero
no “de los bienes”, el otro cónyuge no podrá actuar por sí mismo, ni recibe las facultades de gestión de los
bienes gananciales.
6.2. LA TRANSFERENCIA JUDICIAL
“Los Tribunales podrán conferir la administración a uno solo de los cónyuges cuando el otro se encontrare en
imposibilidad de prestar consentimiento o hubiere abandonado la familia o existiere separación de hecho” (art.
1.388).
Se contemplan, por tanto, tres circunstancias generadoras de la resolución judicial, ante el Juez de primera
instancia:
1.El abandono de la familia.
2.La separación de hecho parece estar referida a la separación por abandono, pues en la separación de hecho
convencional generalmente los propios cónyuges adoptarán las medidas patrimoniales al respecto o,
directamente, pactarán en capitulaciones matrimoniales la pérdida de vigencia del sistema de gananciales.
3.La imposibilidad de prestación del consentimiento puede deberse a:
Circunstancias fácticas: secuestro del cónyuge, ingreso en la UCI a consecuencia de un grave accidente,
etc.
Circunstancias jurídicas: que permitan poner en duda la capacidad de obrar del cónyuge (se ha vuelto loco,
aunque todavía no ha sido incapacitado).
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La diferencia entre los artículos 1387 y 1.388 permite deducir que la llamada transferencia judicial solo
permite conferir la administración al cónyuge que, no encontrándose en ninguna de las causas reseñadas,
se encuentra bloqueado respecto de la gestión de los bienes gananciales por la imposibilidad de contar con el
consentimiento del consorte. Por lo tanto, para realizar actos de disposición, habría de contar con autorización
judicial.
Sin embargo, cuando el art. 1.389 habla de “plenas facultades” en la administración del patrimonio ganancial,
podría entenderse que la autorización judicial no es necesaria en los supuestos de administración ordinaria el
patrimonio ganancial, siendo preceptiva solamente para aquellos actos de disposición especialmente
relevantes.
6.3. LAS FACULTADES DEL CÓNYUGE ADMINISTRADOR
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El cónyuge administrador tiene plenas facultades para realizar los actos de disposición requeridos por la
administración ordinaria del patrimonio ganancial, salvo que el Juez establezca cautelas o limitaciones, según
las peticiones del caso, cuando lo considere de interés para la familia, por ejemplo, limitaciones cuantitativas.
Dicha plenitud de facultades contenida en el artículo 1389 CC es relativa, ya que el cónyuge administrador
necesitará autorización judicial para realizar actos de disposición sobre:
1.Bienes inmuebles.
2.Establecimientos mercantiles.
3.Objetos preciosos.
4.Valores mobiliarios (salvo derecho de suscripción preferente)
Aunque cabe defender la anulabilidad de la realización de estos actos sin la preceptiva autorización judicial,
quizá resulte preferible predicar la nulidad de pleno derecho de tales actos por vulnerar una norma imperativa,
más si cabe, si atendemos a que el cónyuge (incapacitado, ausente, separado…) difícilmente podrá instar la
anulación del acto indebido.
En definitiva, la norma presupone la admisibilidad de los actos de disposición requeridos para la administración
ordinaria del patrimonio ganancial, si bien la resolución judicial (hecha a la medida, según las peticiones del
caso) puede establecer otras limitaciones, por ejemplo, cuantitativas.
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circunstancias familiares, y comprenden cualquiera de las atenciones, aunque no sean necesarias para
la subsistencia.
La alimentación y educación de los hijos de uno solo de los cónyuges correrá a cargo de la sociedad de
gananciales cuando convivan en el hogar familiar. En caso contrario, los gastos derivados de estos conceptos
serán sufragados por la sociedad de gananciales, pero darán lugar a reintegro en el momento de la liquidación.
Por lo tanto, la imputación definitiva de su montante habrá de hacerse a cargo del patrimonio privativo
de quien sea su progenitor.
2. La adquisición, tenencia y disfrute de los bienes comunes. Incluye los gastos generados por los bienes
gananciales, reparaciones, conservación, administración.
3. La administración ordinaria de los bienes privativos de cualquiera de los cónyuges.
4. La explotación regular de los negocios o el desempeño de la profesión, arte u oficio de cada cónyuge. Si las
ganancias son gananciales, los gastos también lo serán.
2.2. LAS DONACIONES DE COMÚN ACUERDO
Serán también de cargo de la sociedad las cantidades donadas o prometidas por ambos cónyuges de común
acuerdo, cuando no hubiesen pactado que hayan de satisfacerse con los bienes privativos de uno de ellos en
todo o en parte (art. 1.363).
2.3. OBLIGACIONES EXTRACONTRACTUALES DE UNO DE LOS CÓNYUGES
Las obligaciones extracontractuales de un cónyuge, consecuencia de su actuación en beneficio de la sociedad
conyugal o en el ámbito de la administración de los bienes, serán de la responsabilidad y cargo de aquélla,
salvo si fuesen debidas a dolo o culpa grave del cónyuge deudor (art. 1366).
2.4. LAS DEUDAS DE JUEGO PAGADAS CONSTANTE MATRIMONIO
Lo perdido y pagado durante el matrimonio por alguno de los cónyuges en cualquier clase de juego no
disminuirá su parte respectiva de los gananciales siempre que el importe de aquella pérdida pudiere
considerarse moderada con arreglo al uso y circunstancias de la familia (art. 1.371).
Serán una carga de la sociedad de gananciales, siempre que se cumpla:
1.La moderación de la deuda, en relación con las circunstancias patrimoniales de la familia.
2.Debe tratarse de deudas que hayan sido satisfechas, pues las deudas de juego impagadas (cfr. art. 1.372)
son, en cambio, deudas propias del cónyuge que las haya contraído.
3. LA RESPONSABILIDAD DE LOS BIENES GANANCIALES
De la lógica formal, podría deducirse la existencia de tres patrimonios separados a considerar en el régimen
de gananciales, que veremos por separado:
1. Deudas de carácter común contraídas por ambos cónyuges o por uno de ellos con el consentimiento
del otro.
2. Deudas de carácter común pese a haber sido contraídas por uno solo de los cónyuges, pero
lícitamente y en el ámbito imputable a la sociedad de gananciales.
3. Deudas propias o privativas de cualquiera de los cónyuges.
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En relación con las deudas comunes: los bienes gananciales quedan en todo caso afectos solidariamente con
el patrimonio privativo del cónyuge (o, en su caso, los cónyuges) a quien(es) técnicamente se pueda atribuir la
condición de deudor (la sociedad de gananciales, propiamente hablando, no puede ser deudora).
Respecto de las deudas propias o privativas: los bienes gananciales también quedan afectos a su
cumplimiento, pero sólo en forma subsidiaria respecto del patrimonio privativo del cónyuge deudor (o, en su
caso, rarísimo, por cierto, de ambos cónyuges en la proporción que corresponda o, en su defecto, por mitad).
4. DEUDAS COMUNES CONTRAÍDAS POR AMBOS CÓNYUGES
Los bienes gananciales responderán en todo caso de las obligaciones contraídas por los dos cónyuges
conjuntamente o por uno de ellos con el consentimiento expreso del otro (art. 1.367).
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Se refiere a los supuestos en que uno de los cónyuges contrae obligaciones en atención y exigencias propias
de la sociedad de gananciales, y no necesariamente por la gestión del patrimonio privativo correspondiente.
Es decir, los supuestos en que habiendo sido contraída la deuda sólo por uno de los cónyuges, la sociedad de
gananciales queda vinculada.
De las deudas de un cónyuge que sean, además, deudas de la sociedad responderán también solidariamente
los bienes de ésta (art. 1369). De dicho artículo se deduce que el patrimonio ganancial y al patrimonio privativo
del cónyuge deudor, quedan afectados en un mismo plano de responsabilidad. Cualquier acreedor, a su
comodidad, podrá dirigirse indistintamente contra los bienes gananciales o los bienes privativos del cónyuge
deudor.
5.1. EJERCICIO DE LA POTESTAD DOMÉSTICA O ACTUACIÓN INDIVIDUAL
Los bienes gananciales responderán directamente frente al acreedor de las deudas contraídas por un cónyuge:
[...] 1° En el ejercicio de la potestad doméstica o de la gestión o disposición de gananciales, que por ley o por
capítulos le corresponda (art. 1.365).
Por lo tanto, los bienes gananciales quedarán vinculados a la satisfacción de deudas contraídas por uno solo
de los cónyuges, en cualquiera de los supuestos en los que resulta lícita y vinculante la actuación individual de
uno de los cónyuges:
1.Por autorizarlo así la ley:
Los denominados supuestos legales de actuación individual.
Los casos de transferencia de la gestión a un solo consorte.
2.Por haber sido pactado convencionalmente.
5.2. ACTIVIDAD PROFESIONAL O GASTOS DE ADMINISTRACIÓN DEL PATRIMONIO DE CUALQUIERA
DE LOS CÓNYUGES
Según el art 1365.2, los bienes gananciales responderán de las deudas contraídas por cualquiera de los
cónyuges:
1.El ejercicio ordinario de la profesión, arte u oficio.
2.La administración ordinaria de sus propios bienes.
La afección del patrimonio ganancial a las deudas contraídas por cualquiera de ellos es conforme con el hecho
de que los gastos originados por la administración ordinaria de los bienes privativos o el desempeño de la
profesión, arte u oficio de cada cónyuge constituyen cargas de la sociedad de gananciales, de igual modo que
las ganancias obtenidas por ambos conceptos devienen bienes gananciales.
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Sin embargo, la exclusión de los bienes gananciales que no procedan del ejercicio del comercio es más
aparente que real:
1.Por la dificultad de determinación de los bienes gananciales por comercio y del resto de los gananciales.
2.Los artículos 7 y 8 del propio Código de Comercio presumen otorgado el consentimiento salvo que el cónyuge
no comerciante manifieste expresamente, e inscriba en el Registro Mercantil, su oposición a la vinculación del
resto de los bienes gananciales.
3.Por el contrario, para que los bienes privativos del cónyuge no comerciante resulten afectados se requiere su
consentimiento expreso (art. 9 Código de Comercio).
5.4. ATENCIÓN DE LOS HIJOS EN CASO DE SEPARACIÓN DE HECHO
Durante la fase inicial de la separación de hecho, provocada unilateralmente, seguirá vigente la sociedad de
gananciales ya que ésta no comporta por sí misma su disolución.
La sociedad de gananciales será causa de disolución judicial, a instancia de parte, cuando el período temporal
de separación supere el plazo de un año.
“También responderán los bienes gananciales de las obligaciones contraídas por uno solo de los cónyuges en
caso de separación de hecho para atender a los gastos de sostenimiento, previsión y educación de los hijos
que estén a cargo de la sociedad de gananciales” (art. 1.368).
La legislación en este caso reitera el carácter ganancial de las cargas inherentes al sostenimiento de la familia,
pero además declara la responsabilidad de los bienes gananciales respecto de terceros acreedores mientras
no sea disuelta la sociedad de gananciales.
5.5. ADQUISICIÓN POR UNO DE LOS CÓNYUGES DE BIENES GANANCIALES MEDIANTE PRECIO APLAZADO
a) En el caso de bienes adquiridos a plazos por un cónyuge con consentimiento del otro:
Tendrán naturaleza ganancial siempre que el primer desembolso tuviese el mismo carácter, aunque los plazos
restantes se hagan con dinero privativo (art. 1356).
De las deudas de un cónyuge que sean, además, deudas de la sociedad responderán también solidariamente
los bienes de ésta (art. 1.369).
b) En el caso de bienes adquiridos a plazos por un cónyuge sin consentimiento del otro:
El art. 1370 CC establece notorios problemas de interpretación al mantener que “por el precio aplazado del
bien ganancial adquirido por un cónyuge sin el consentimiento del otro, responderá siempre el bien adquirido,
sin perjuicio de la responsabilidad de otros bienes según las reglas de este código”.
Parece que el significado de este artículo radicaría en que el acreedor por el precio aplazado debería
conformarse con agredir inicialmente solo el bien en cuestión, siempre que fuera suficiente para atender a las
expectativas de su derecho de crédito, y solo en caso de insatisfacción, entraría en juego la afectación de los
demás bienes privativos del cónyuge contratante y la responsabilidad solidaria de los bienes gananciales
conforme a lo ya explicado.
El TS por su parte resuelve que tratándose de compras realizadas por uno solo de los cónyuges, podría darse
el caso de que, aunque el bien adquirido pueda ser ganancial, puede que la deuda no lo sea, en cuyo caso
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solo responderán de los pagos de dicha deuda los bienes privativos del deudor, nunca los gananciales y en
particular, tampoco el bien adquirido. Es por este motivo por lo que es importante el art. 1370 de manera que
por ese precio aplazado responda también al menos el bien adquirido, sin perjuicio de que lo puedan hacer
igualmente otros bienes comunes.
6. LAS DEUDAS PROPIAS DE CADA UNO DE LOS CÓNYUGES [+]
Como el Código considera deudas gananciales las generadas por la administración ordinaria de los patrimonios
privativos, así como por el desempeño de la profesión u oficio de cualquiera de los cónyuges queda muy
reducido el ámbito de las deudas propias. No obstante, el propio Código se refiere a algunas de ellas:
1.Las deudas de juego pendientes de pago (art. 1.372), de ellas responden exclusivamente los bienes
privativos del deudor. En cambio, aquellas que hayan sido pagadas durante el matrimonio por alguno de los
cónyuges en cualquier clase de juego no disminuirá su parte respectiva de los gananciales siempre que el importe de
aquella pérdida pudiere considerarse moderada con arreglo al uso y circunstancias de la familia (art. 1371).
2.Las obligaciones extracontractuales contempladas en el artículo 1.366 que no reúnan los requisitos
exigidos para ser consideradas deudas gananciales.
3.Los gastos de alimentación y educación de los hijos no comunes que, a su vez, no residan en el hogar
familiar (art. 1.362.1).
De otra parte, cualquier deuda contraída por uno de los cónyuges, antes de la vigencia de la sociedad de
gananciales (normalmente, antes del matrimonio) ha de ser considerada deuda propia de cada uno de los
cónyuges.
6.2. LA RESPONSABILIDAD POR LAS DEUDAS PROPIAS
La responsabilidad de los bienes gananciales por las deudas propias es subsidiaria, quedando reservada para
el supuesto en el que el patrimonio privativo fuera insuficiente para atenderla. Cada cónyuge responde con su
patrimonio personal de las deudas propias y, si sus bienes privativos no fueran suficientes para hacerlas
efectivas, el acreedor podrá pedir el embargo de bienes gananciales (art. 1.373).
Aunque en relación con las deudas de juego pendientes de pago, el art. 1372 establece que responden
exclusivamente los bienes privativos del deudor, en una expresión literal que parece excluir en ese supuesto
la responsabilidad subsidiaria de los bienes gananciales, cabe entender también que también en ese caso, la
regla general es la responsabilidad subsidiaria de los bienes gananciales.
6.3. EL EMBARGO DE BIENES GANANCIALES
En el caso de insuficiencia del patrimonio privativo del cónyuge deudor el acreedor podrá pedir el embargo de
bienes gananciales, que será inmediatamente notificado al otro cónyuge y éste podrá exigir que en la traba se
sustituyan los bienes comunes por la parte que ostenta el cónyuge deudor en la sociedad conyugal, en cuyo
caso el embargo llevará consigo la disolución de aquélla (art. 1.373).
La responsabilidad del patrimonio ganancial es subsidiaria, cualquier acreedor está facultado para solicitar el
embargo de bienes gananciales, pero una vez instado, el cónyuge no deudor ostenta la iniciativa en la materia,
pues puede optar por:
A. Soportar que la satisfacción de la deuda propia se haga a cargo de bienes gananciales. En cuyo caso
se considera que el cónyuge deudor los deberá reintegrar a la sociedad, bien con otros caudales propios
o en el momento de su liquidación (art. 1373.2).
B. Disolver y liquidar la sociedad de gananciales, en cuyo caso el acreedor habrá de esperar a su
realización para agredir los bienes que le sean adjudicados al cónyuge deudor.
En caso de disolución de la sociedad de gananciales por embargo de terceros tras la disolución a que se refiere
el artículo anterior se aplicará el régimen de separación de bienes, salvo que, en el plazo de tres meses, el
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cónyuge del deudor opte en documento público por el comienzo de una nueva sociedad de gananciales (Art.
1.374).
7.- REINTEGROS INTERCONYUGALES
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La disolución ipso iure o de pleno derecho de la sociedad de gananciales (se produce desde el preciso
momento en que se haya producido la causa) se encuentra contemplada en el artículo 1.392, que enumera las
siguientes cuatro causas originadoras de la misma:
1.Cuando se disuelva el matrimonio.
2.Cuando sea declarado nulo.
3.Cuando judicialmente se decrete la separación de los cónyuges.
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4.Cuando los cónyuges convengan un régimen económico distinto en la forma prevenida en este Código.
Cualquier crisis matrimonial conlleva la pérdida de efectos de la sociedad de gananciales y la consiguiente
liquidación, lo cual es lógico. El régimen económico-matrimonial es una mera consecuencia de la existencia de
un matrimonio válido y estable, sin el matrimonio la existencia autónoma de un régimen económico-matrimonial
y comunidad de ganancias no tiene sentido. Ello se materializa en el art. 95.1 CC al mantener que “la sentencia
firme producirá la disolución del régimen económico- matrimonial”.
2.1. LA DISOLUCIÓN DEL MATRIMONIO
La disolución del matrimonio propiamente dicha sólo tiene lugar por la muerte o declaración de fallecimiento
de uno de los cónyuges o por el divorcio (art. 85).
2.2. LA NULIDAD MATRIMONIAL
Siendo el matrimonio nulo y dada la vigencia retroactiva de la declaración de nulidad, la vigencia del
régimen económico-matrimonial carece de sentido. Sin embargo, el matrimonio declarado nulo, tendrá plenos
efectos civiles respecto del cónyuge o cónyuges que obraran de buena fe, así como de los hijos.
En el caso de que solamente uno de los cónyuges hubiera tenido buena fe en el momento de celebración del
matrimonio, según el art. 1395, el otro cónyuge puede optar por la aplicación de las reglas de disolución de la
sociedad de gananciales o por las del régimen de participación y el contrayente de mala fe no tendrá derecho
a participar en las ganancias obtenidas por su consorte.
2.3. LA SEPARACIÓN MATRIMONIAL
La separación decretada judicialmente conlleva la disolución de la sociedad de gananciales. La separación de
hecho, incluso la de duración superior al año, no genera automáticamente la disolución de la sociedad de
gananciales, no bastará el mero acuerdo de los cónyuges documentado de manera privada, sino que se hace
necesario el otorgamiento de la oportuna escritura pública.
2.4. LA MODIFICACIÓN DEL RÉGIMEN ECONÓMICO-MATRIMONIAL
Desde la instauración, del principio de mutabilidad del régimen económico-matrimonial, los cónyuges pueden
decidir la modificación del sistema de bienes, sin causa concreta alguna y en cualquier momento de su
convivencia matrimonial.
Aunque con frecuencia las capitulaciones se acuerdan por separaciones de hecho y crisis matrimoniales, lo
cierto es que la separación de hecho no constituye presupuesto alguno de la modificación del régimen
patrimonial del matrimonio. En estos casos la disolución de la sociedad de gananciales no surte efecto cuando
se produce la separación de hecho, sino cuando se otorgan capitulaciones al respecto.
3.- LA DISOLUCIÓN JUDICIAL
Además de la disolución de pleno derecho, el código reseña una serie de causas que permiten al cónyuge
interesado solicitar judicialmente la disolución de la sociedad de gananciales, se denominan disolución a
instancia de parte: “También concluirá por decisión judicial la sociedad de gananciales, a petición de uno de
los cónyuges, en alguno de los casos siguientes (art. 1.393).:
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1. Haber sido el otro cónyuge judicialmente incapacitado, declarado pródigo, ausente o en quiebra o concurso
de acreedores, o condenado por abandono de familia. Para que el Juez acuerde la disolución bastará que
el cónyuge que la pidiere presente la correspondiente resolución judicial.
2. Venir el otro cónyuge realizando por sí solo actos dispositivos o de gestión patrimonial que entrañen fraude,
daño o peligro para los derechos del otro en la sociedad.
3. Llevar separado de hecho más de un año por acuerdo mutuo o por abandono del hogar.
4. Incumplir grave y reiteradamente el deber de informar sobre la marcha y rendimientos de sus actividades
económicas. En cuanto a la disolución de la sociedad por el embargo de la parte de uno de los cónyuges
por deudas propias, se estará a lo especialmente dispuesto en este Código”.
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A tener en cuenta:
1.Los diversos supuestos de hecho tienen en común la dificultad o imposibilidad de actuación conjunta de
ambos cónyuges o la pérdida de confianza en la gestión o administración llevada a efecto por el otro
cónyuge.
2.Hasta que la resolución judicial no haya sido dictada seguirá vigente la sociedad de gananciales, pese a la
prexistencia de cualquiera de las causas que permiten solicitar su disolución: “los efectos de la disolución
prevista en el artículo anterior se producirán desde la fecha en que se acuerde” (art. 1.394).
Los casos de los apartados 2, 3 y 4 requieren el seguimiento de un proceso de carácter contencioso en
relación con el cual, iniciada su tramitación, se practicará un inventario y el Juez adoptará las medidas para su
administración y se requerirá licencia judicial para todos los actos que excedan de la administración ordinaria
(art. 1.394.2).
4.- LAS OPERACIONES DE LIQUIDACIÓN
El PASIVO: el pasivo de la sociedad estará integrado por las siguientes partidas (art. 1.398).:
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El Código no proporciona regla alguna sobre la valoración o el avalúo de los bienes y derechos que deben ser
tenidos en cuenta. Ni especifica si deberá referirse a la fecha de la disolución de la sociedad o a la fecha de
efectiva liquidación de aquélla. En la práctica cotidiana, la jurisprudencia ha estimado siempre que debe primar
la fecha de la liquidación.
4.2. LA LIQUIDACIÓN: EL PAGO DE LAS DEUDAS
Una vez concluida la fase de inventario, se procederá a satisfacer las deudas a cargo de la comunidad de
gananciales, para deducir el remanente de bienes y derechos susceptibles de división y adjudicación entre los
cónyuges y/o sus herederos.
Primero habrán de ser satisfechas las deudas a cargo de la sociedad de gananciales representadas por
derechos de terceros (los acreedores), después serán atendidos los reembolsos o reintegros a que tengan
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sociedad se abonarán las indemnizaciones y reintegros debidos a cada cónyuge hasta donde alcance el caudal
inventariado, haciendo las compensaciones que correspondan cuando el cónyuge sea deudor de la sociedad
(art. 1.403).
Casos que contempla el código en este sentido:
11. En el caso de que, por la agresión de los acreedores de la sociedad de gananciales, resultare haber
pagado uno de los cónyuges mayor cantidad de la que le fuere imputable, el cónyuge que haya pagado
más podrá reclamar dicha cantidad al cónyuge que ha pagado de menos (Art. 1.401.2). Sin embargo, como
el primer párrafo del artículo 1401 presupone que ya se han realizado las adjudicaciones, se impone la
reclamación al cónyuge que ha pagado de menos.
12. Si uno de los cónyuges resultare en el momento de la liquidación acreedor personal del otro, podrá exigir
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que se le satisfaga su crédito adjudicándole bienes comunes, salvo que el deudor pague voluntariamente
(art. 1.405).
4.3. LA DIVISIÓN Y ADJUDICACIÓN DE LOS GANANCIALES
La última operación consiste en la división de los gananciales remanentes y en la adjudicación de los
correspondientes lotes, por partes iguales, a cada uno de los cónyuges o, en su caso, a sus herederos (art.
1404).
La división por mitad no está referida a todos y cada uno de los bienes, sino a éste en su conjunto y presupone,
con la intervención técnica de los correspondientes peritos en Derecho (Abogados), que los interesados en la
adjudicación llegan al pertinente acuerdo. Caben múltiples opciones en las adjudicaciones definitivas, desde el
mantenimiento de la situación de copropiedad ordinaria hasta la adjudicación absolutamente diversificada del
remanente de los gananciales (igualdad cualitativa de los lotes).
Los arts. 1.406 y 1.407 otorgan a cada uno de los cónyuges (no a los herederos) el derecho de atribución o
adjudicación preferente en relación con una serie de bienes gananciales, aunque no quepan en su lote
respectivo, y, por tanto, generen las correspondientes compensaciones en metálico.
Art. 1.406 “Cada cónyuge tendrá derecho a que se incluyan con preferencia en su haber, hasta donde éste
alcance:
1. Los bienes de uso personal (excepto, las ropas y objetos de uso personal que no sean de extraordinario
valor).
2. La explotación económica que gestione efectivamente (Empresa).
3. El local donde hubiese venido ejerciendo su profesión.
4. En caso de muerte del otro cónyuge, la vivienda donde tuviese la residencia habitual”.
Art. 1407:” En los casos de los núm. 3 y 4 del art. 1406 podrá el cónyuge pedir, a su elección, que se le atribuyan
los bienes en propiedad o que se constituya sobre ellos a su favor un derecho de uso o habitación. Si el valor
de los bienes o el derecho superara al del haber del cónyuge adjudicatario, deberá éste abonar la diferencia
en dinero”.
En cambio, respecto de los bienes de uso personal y de las explotaciones económicas propias (números 1º y 2º
del art. 1.406), el ejercicio efectivo de la adjudicación preferente al cónyuge solo resulta posible si la valoración
de tales bienes cabe dentro de su haber, pues el cónyuge no podrá imponer la compensación en metálico.
6.- LA COMUNIDAD POSTMATRIMONIAL O POSTGANANCIAL
Consideramos el supuesto de que, aunque hubiera quedado disuelta la primera sociedad de gananciales, no
se proceda a su liquidación, pese a haberse constituido una (o varias) sociedad de gananciales posteriormente.
6.1. DESCRIPCIÓN DEL FENÓMENO
El caso es sumamente corriente, sobre todo cuando, fallecido uno de los cónyuges, los hijos del matrimonio
deciden, asumen o respetan la idea paterna de dejar las cosas tal como están hasta que el cónyuge
superviviente fallezca, procediendo entonces a partir hereditariamente el conjunto de los bienes familiares entre
ellos. Es inconcebible mantener un régimen de comunidad de ganancias entre uno sólo de los cónyuges y sus
propios hijos o, con mayor razón, los herederos de su consorte.
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bienes en cotitularidad ordinaria y en la que cada comunero ostenta una cuota abstracta sobre el total
ganancial, pero no una cuota concreta sobre cada uno de los bienes integrantes del mismo. Mediante las
operaciones de liquidación- división, se transformarán en una parte concreta de bienes para cada uno de los
comuneros.
6.3. RÉGIMEN NORMATIVO BÁSICO
Se puede deducir que la comunidad de bienes no se rige por las normas de la sociedad de gananciales, ya
que ha quedado disuelta, sino por la normativa propia de la comunidad ordinaria contenida en los arts. 392 y
ss. Esta normativa se refiere a bienes concretos, no a un conjunto de bienes, por lo que algunas de estas reglas
son inaplicables.
Por otra parte, teniendo en cuenta lo establecido en el art. 1.410 (En todo lo no previsto en este capítulo sobre
formación de inventario, reglas sobre tasación y ventas de bienes, división del caudal, adjudicaciones a los
partícipes y demás que no se halle expresamente determinado, se observará lo establecido para la
participación y liquidación de la herencia), suele reclamarse lo establecido para el régimen de la comunidad
hereditaria en situación de indivisión, ya que es un supuesto similar al de la comunidad postmatrimonial. El
problema es que su régimen normativo hay que inducirlo del conjunto de las reglas del sistema.
Podemos resaltar algunos aspectos básicos del régimen normativo de la comunidad postganancial,
considerada una comunidad de naturaleza especial:
1.La comunidad indivisa no se ve aumentada por las rentas de trabajo ni con las de capital privativo, que
serán en todo caso privativas, excepto los frutos de los bienes privativos que estuvieran pendientes en el
momento de la disolución, a los cuales habrá de aplicar analógicamente las normas referentes a la
liquidación del usufructo. Por supuesto, ingresan en el patrimonio común los frutos de los bienes comunes.
2.El patrimonio de la comunidad indivisa sigue respondiendo de las obligaciones que pesaban sobre la
sociedad, pero las que contraiga con posterioridad cualquier titular recaen sobre su propio patrimonio; los
acreedores podrán pedir el embargo de la cuota abstracta que su deudor tenga sobre el patrimonio común,
que quedará especificada en bienes concretos al producirse la división y adjudicación, pero no antes.
Sobre los bienes integrantes de la comunidad postmatrimonial ambos cónyuges (o, en su caso, el supérstite y
los herederos del premuerto) ostentan una titularidad común, que no permite que cada uno de los cónyuges,
por sí solo, pueda disponer aisladamente de los bienes concretos integrantes de la misma.
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Hablamos de régimen de Separación de Bienes cuando no existe una masa patrimonial común, sino que cada
uno de los cónyuges conserva la titularidad, la administración y la capacidad de disposición de los propios
bienes, y dada la ausencia de masa común, ambos han de contribuir al sostenimiento de las cargas del
matrimonio con sus propios bienes.
2.- ORIGEN CONVENCIONAL E INCIDENTAL DEL RÉGIMEN DE SEPARACIÓN DE BIENES [+]
Conforme establece al art. 1.435, “existirá entre los cónyuges separación de bienes”.
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En el régimen de separación de bienes la regla general consiste en que los cónyuges mantienen distintos y
separados sus patrimonios privativos, que funcionan con total autonomía, salvo que en el caso de separación
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de bienes de origen convencional dicha regla sea matizada (por ejemplo, que algunos grupos de bienes
muebles se consideren comunes).
3.1. INEXISTENCIA DE LA MASA CONYUGAL
La inexistencia de masa conyugal la resalta el primer inciso del art. 1.437: "en el régimen de separación
pertenecerán a cada cónyuge los bienes que tuviese en el momento inicial del mismo y los que después
adquiera por cualquier título". Es obvio que cualquiera de los bienes habrán de pertenecer por separado a
uno de los cónyuges, háyanse adquirido aquéllos antes o después del matrimonio, a consecuencia de actos a
título gratuito o como derivación de la actividad laboral o profesional del cónyuge que los obtenga.
3.2. LA EVENTUALIDAD DE LA COPROPIEDAD ORDINARIA
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En el régimen de separación pertenecerán a cada cónyuge los bienes que tuviese en el momento inicial del
mismo y los que después adquiera por cualquier título; el segundo inciso del art. 1.437 establece que "asimismo
corresponderá a cada uno la administración, goce y libre disposición de tales bienes". Salvados los aspectos
de atención a las cargas del matrimonio, en caso de vigencia del régimen de separación de bienes, cada uno
de los cónyuges puede actuar respecto de sus bienes como si no estuviese casado.
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Sin embargo, el art. 1.439 plantea el caso de que "uno de los cónyuges hubiese administrado o gestionado
bienes o intereses del otro", en previsión de que, pese a la regla general de desconexión patrimonial, uno de
los cónyuges gestione o realice operaciones patrimoniales sobre los bienes que, conforme a la ley y el
entendimiento general de la materia, quedan reservadas comúnmente al otro cónyuge.
Atendiendo al principio del art. 71 de que "ninguno de los cónyuges puede atribuirse la representación del otro
sin que le hubiere sido conferida", los actos de administración y disposición sobre los bienes del otro cónyuge
deben encontrar fundamento en el otorgamiento de poderes por parte de éste o, al menos una serie de hechos
que permitan deducir, aunque sea de forma tácita, que el cónyuge actuante cuenta con la aquiescencia del
otro. De tal manera, que el art. 1439 indica que el cónyuge actuante: "...tendrá las mismas obligaciones y
responsabilidades que un mandatario, pero no tendrá obligación de rendir cuentas de los frutos percibidos y
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consumidos, salvo cuando se demuestre que los invirtió en atenciones distintas del levantamiento de las cargas
del matrimonio".
5. EL SOSTENIMIENTO DE LAS CARGAS DEL MATRIMONIO [+]
Por acusada que sea la disgregación patrimonial subyacente en el régimen de separación de bienes, lo
establecido en el art. 1318.1 rige en cualquiera de los regímenes económico-matrimoniales, por lo que "los
bienes de los cónyuges están sujetos al levantamiento de las cargas del matrimonio". En igual sentido, aunque
utilizando un término distinto al de levantamiento, afirma el art. 1.438 que "los cónyuges contribuirán al
sostenimiento de las cargas del matrimonio".
En dichas "cargas del matrimonio" se han de entender comprendidos el conjunto de los gastos generados por
el sostenimiento de la familia, en particular, la educación e instrucción de los hijos, la asistencia sanitaria tanto
de los cónyuges como de los hijos, así como cualesquiera otras obligaciones que se deriven de la atención del
hogar familiar.
5.1 LA CONTRIBUCIÓN AL SOSTENIMIENTO DE LAS CARGAS DEL MATRIMONIO
En ausencia de un patrimonio común al que imputar las cargas del matrimonio, la determinación de la
contribución al sostenimiento familiar puede realizarse, según el segundo inciso del art. 1.438 que, “…a falta
de convenio, los cónyuges contribuirán proporcionalmente a sus respectivos recursos económicos”. La
regla es concisa pero sumamente clara. La determinación de la contribución puede llevarse a cabo:
1. Conforme a lo establecido por los cónyuges en el correspondiente convenio o acuerdo. Dicho convenio
puede llevarse a cabo de cualquier manera y desde luego su establecimiento no requiere el
otorgamiento de una escritura de capitulaciones matrimoniales, aunque diversas razones aconsejan su
constancia formal, a efectos de prueba frente a terceros. Lo que no afirma el Código es que el convenio
deba asentarse en un criterio igualitario (contribuir al 50 por 100), sino que cabe plantear cualquier
forma de distribución de la necesaria atención de las cargas del matrimonio.
2. Tanto es así que, a falta de convenio, la regla legal subsidiaria consiste precisamente en que los
cónyuges no habrán de contribuir al sostenimiento de la familia por mitad, sino de forma proporcional a
sus respectivos recursos económicos, referido al conjunto de bienes, rentas e ingresos que tengan o
generen los cónyuges.
5.2 LA VALORACIÓN DEL TRABAJO DOMÉSTICO
Hasta la reforma de 1981 el CC no había dedicado una sola palabra a la posible valoración de la dedicación
por parte de uno o ambos cónyuges (de forma desigual, pues en otro caso no hay cuestión) a las tareas y
labores domésticas.
Afirma el art. 1438 que "el trabajo para la casa será computado como contribución a las cargas y dará derecho
a obtener una compensación que el Juez señalará, a falta de acuerdo, a la extinción del régimen de
separación". El trabajo doméstico resulta computable y también ha de ser compensable, tanto la computación
como la compensación se traducen en términos económicos, lo que sugiere que el trabajo doméstico ha de ser
pagado dos veces.
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El sentido de dicha norma parece estar fuera de toda duda, ya que la plena dedicación a las tareas domésticas
representa una importantísima contribución a las cargas del matrimonio. De este modo el legislador podría
pretender beneficiar a aquél de los cónyuges que sacrifica su capacidad laboral o profesional en favor del otro
cónyuge, sobre todo cuando existe separación de bienes y, por tanto, quien no genera ingresos o rentas no
puede participar de las propias de su consorte.
6. LA RESPONSABILIDAD POR DEUDAS
En relación a las deudas contraídas frente a terceros distinguimos entre las deudas propias de los cónyuges y
las deudas asumidas por uno de ellos, y que son consideradas integradas en la potestad doméstica. Caben
las lógicas matizaciones en relación con el régimen de gananciales.
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1. LA FAMILIA Y EL PARENTESCO
El parentesco consiste en la relación existente entre dos o más personas, derivada de su respectiva situación
en la familia. Va desde la relación padres hijos hasta las relaciones lejanas del árbol genealógico.
Los vínculos familiares son más importantes cuanto más próximo y cercano es el parentesco. Por eso, la
relación paterno-filial constituye el objeto de regulación más detenida por parte del Derecho de familia, ya que
histórica y socialmente es lo que se ha entendido como familia en sentido estricto.
2. MODALIDADES DE LA RELACIÓN PARENTAL [++]
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técnicamente no existe relación de parentesco entre los cónyuges ni entre las parejas que convivan
extramatrimonialmente. Técnicamente hablando, los cónyuges no son parientes.
3. EL CÓMPUTO DEL PARENTESCO [++]
Desde el punto de vista del Derecho Civil es muy importante determinar la proximidad del parentesco, pues
son numerosas las disposiciones que requieren conocer con exactitud cuáles son las generaciones o grados
que otorgan derechos o establecen obligaciones en relación con determinados parientes:
1.Las prohibiciones matrimoniales.
2.La obligación de alimentos.
3.Los derechos sucesorios o hereditarios.
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La formulación de las reglas sobre el cómputo la realiza el Código en los artículos 915 y siguientes al regular
la sucesión intestada, o lo que es lo mismo, determinar qué parientes heredan cuando no se haya determinado
testamento por el causante. Sin embargo, tales reglas tienen alcance general “el cómputo de que trata el
artículo anterior rige en todas las materias” (art. 919), salvo que el legislador determine otra cosa.
3.1. LAS LÍNEAS Y LOS GRADOS DE PARENTESCO
El lenguaje jurídico utiliza siempre el giro de “grado de parentesco”: primer, segundo, tercer, cuarto… grado.
La consanguinidad tiene grados en función del número de generaciones interpuestas en el árbol genealógico:
la proximidad del parentesco se determina por el número de generaciones. Cada generación forma un grado
(art. 915). “La serie de grados forma la línea, que puede ser directa o colateral” (art. 916).
Línea directa o recta: la serie de grados entre personas que descienden una de otra. Puede ser:
Descendiente: padre, hijo, nieto, bisnieto…, une al cabeza de familia con quienes descienden de él
(art. 917).
Ascendente: padre, abuelo, bisabuelo…, liga a una persona con aquellos de quienes desciende (art.
917).
Línea colateral: la serie de grados entre personas que, sin descender unas de otras, proceden de un tronco
común.
Hermanos, primos hermanos, primos segundos, tíos y sobrinos.
3.2. EL CÓMPUTO DE LAS LÍNEAS
En las líneas se cuentan tantos grados como generaciones o como personas, descontando la del progenitor
(art. 918.1). En la (línea) recta se sube únicamente hasta el tronco. Así, el hijo dista del padre un grado, dos
del abuelo y tres del bisabuelo (art. 918.2). Aunque el código habla de “descontando la del progenitor” y dado
que se alcanza el mismo resultado, es mucho más fácil dejar de contar la persona de la que se parte.
«En la línea colateral se sube hasta el tronco común (como en la línea recta) y después se baja hasta la persona
con quien se hace la computación. Por esto, el hermano dista dos grados del hermano, tres del tío, hermano
de su padre o madre, cuatro del primero hermano, y así en adelante» (art.918.3).
El Código no contempla de forma sistemática la afinidad ni establece norma alguna de cómputo en relación
con tal tipo de parentesco. No obstante, las reglas del cómputo de líneas consanguíneas pueden adaptarse al
cómputo del parentesco por afinidad.
La misma línea y grado de parentesco existente entre un cónyuge y cualquiera de sus parientes respectivos
arrojará el grado de afinidad existente entre el pariente de que se trate y el otro cónyuge.
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Ejemplo: El nieto, se encuentra emparentado con el abuelo en segundo grado de línea recta: Se descarta al nieto y se cuenta a su
padre y a su abuelo. Son dos generaciones o dos grados.
Parentesco Colateral entre Primos Hermanos Parentesco Colateral con Tío Abuelo
Bisabuelo
Padre (3º)
(2º)
Abuela
Hijo Hija (4º)
(2º)
Hija (1º) Hijo Hija (3º)
Madre
Hijo
(1º)
Nieta
Nieto (0) Nieta Nieto
(4º)
Hija (0) Hijo
La relación paterno-filial es el vínculo directo e inmediato (en primer grado) que une a padres e hijos y que se
conoce también con el nombre técnico de filiación. En términos generales, la concurrencia de padre y madre
en la concepción y gestación de los hijos determina que pueda diferenciarse entre filiación paterna y materna.
No obstante, las técnicas de reproducción asistida, la adopción y la posibilidad de parejas homosexuales han
dejado algo obsoletos estos términos, aunque siguen siendo válidos para la mayoría de las parejas.
4.1. CONSIDERACIONES GENERALES SOBRE LA FILIACIÓN: APUNTE HISTÓRICO
Siguiendo el patrón napoleónico, en todos los Código latinos se establece una clara distinción entre hijos
legítimos e ilegítimos y al mismo tiempo se prohibía la investigación de la paternidad.
La filiación legítima era la generada por la procreación dentro del matrimonio y suponía que los hijos legítimos
tenían plenitud de derechos (apellidos, alimentos plenos, derechos sucesorios, etc.). Quienes, por el contrario,
habían sido generados extramatrimonialmente, recibían el nombre genérico de hijos ilegítimos. Dentro de la
filiación ilegítima, resultaba necesario distinguir entre:
A. La filiación natural: cuando los habían sido concebidos por personas que, en el momento de la concepción,
podían o podrían haber contraído matrimonio si así lo hubiesen deseado o previsto.
B. La filiación ilegítima en sentido estricto: también se llamaban hijos ilegítimos no naturales, comprendía
todos aquellos supuestos en que los hijos extramatrimoniales habían sido procreados por personas que
tuvieren prohibido contraer matrimonio entre sí:
Hijos adulterinos: los nacidos de personas (aunque sólo lo fuera una de ellas) ya vinculadas por un
matrimonio anterior.
Hijos incestuosos: los hijos ilegítimos nacidos de las relaciones entre parientes que tuvieran prohibido
contraer matrimonio.
Hijos sacrílegos: los hijos ilegítimos de progenitores que se encontrasen vinculados por votos religiosos.
Durante algo más de un siglo, los hijos ilegítimos han sufrido la discriminación establecida en los textos
originarios de los Códigos, conforme a los cuales realmente carecían de derechos.
En España, el cambio legislativo se produce en la Constitución republicana de 1931: “los padres tienen para
con los hijos habidos fuera del matrimonio los mismos deberes que para los nacidos en él”. Sin embargo, la
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guerra civil española impidió el desarrollo del principio constitucional a través de la legislación ordinaria.
También se establecía en la Constitución de 1931 que las leyes civiles regularían la investigación de la
paternidad.
4.2. LA CONSTITUCIÓN DE 1978 Y EL PRINCIPIO DE IGUALDAD ENTRE LOS HIJOS
Nuestra Constitución actual establece la igualdad de todos los españoles ante la ley (art.14) sin que pueda
prevalecer discriminación por razón de nacimiento, es decir, sea cual sea su filiación, los hijos son iguales ante
la ley y merecen el mismo trato. Sus derechos y obligaciones frente a sus progenitores han de ser idénticos,
con independencia de que hayan nacido dentro o fuera del matrimonio.
Los poderes públicos aseguran, asimismo, la protección integral de los hijos, iguales éstos ante la ley con
independencia de su filiación [...] La ley posibilitará la investigación de la paternidad (art. 39.2 CE). La admisión
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de la investigación de la paternidad (materna y paterna), facilita la consecución de sus derechos, a los hijos
que hayan nacido fuera del matrimonio.
4.3. LAS CLASES DE FILIACIÓN EN LA ACTUALIDAD
Se erradica definitivamente la calificación de legítima o ilegítima respecto de la filiación, ya sólo cabe hablar de
filiación matrimonial o extramatrimonial. El gobierno publica la Ley 11/1981 que supone una nueva redacción
del Código en relación con la filiación. Dicha ley carece de preámbulo, dada la delicada situación política de
aquel momento.
Sean matrimoniales o extramatrimoniales, los hijos ostentan los siguientes derechos respecto de sus
progenitores o, en su caso, respecto del progenitor cuya filiación haya quedado determinada:
1. Apellidos.
2. Asistencia y alimentos (cfr. art. 110 del CC).
3. Derechos sucesorios (cfr. arts. 807 y ss. del CC).
En este apartado sólo desarrollaremos el primero de los derechos reseñados, los puntos 2 y 3 se verán más
adelante.
6.1. LOS APELLIDOS CONFORME A LA LEY 11/1981 [+]
El sistema español se caracteriza porque la persona adquiere los dos apellidos, el paterno y el materno; en
contra de cuanto ocurre en la generalidad de los ordenamientos jurídicos extranjeros, en los que el apellido
materno resulta casi irrelevante. En este sentido, el art. 109 determina que “la filiación determina los apellidos
con arreglo a lo dispuesto en la ley. El hijo, al alcanzar la mayor edad, podrá solicitar que se altere el orden de
sus apellidos”.
Si sólo se conoce un progenitor, el hijo tendrá los dos apellidos de éste, pudiendo alterar el orden de los
apellidos maternos por obvias razones de no ir predicando públicamente la inexistencia del otro progenitor. A
los hijos de origen desconocido les impondrá el Encargado del Registro unos apellidos de uso corriente y
generalizados en la Nación (art. 55.3 de la Ley de Registro Civil), evitando el recurso al apellido “Expósito” u
otro indicador de origen desconocido (art. 196.1 del Reglamento del Registro Civil).
Con la admisión del matrimonio entre personas del mismo sexo, se modificó el artículo: Las personas son
designadas por su nombre y apellidos, correspondientes a ambos progenitores, que la Ley ampara frente a
todos (art. 53 Ley Registro Civil).
6.2. LA LEY 40/1999, REGULADORA DE LOS APELLIDOS Y SU ORDEN [+]
La Ley 40/1999, ha dado nueva redacción al artículo 109 del Código Civil y al 55 de la Ley de Registro Civil,
por la que se regulan los nombres y apellidos y el orden de los mismos.
“Si la filiación está determinada por ambas líneas, el padre y la madre de común acuerdo podrán decidir el
orden de transmisión de su respectivo primer apellido, antes de la inscripción registral. Si no se ejercita esta
opción regirá lo dispuesto en la Ley” (art. 109).
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Por tanto, el orden de los apellidos puede determinarse libremente por los progenitores, al tiempo que el Código
sigue otorgando la posibilidad de que “al alcanzar la mayor edad” cualquiera pueda solicitar que se altere el
orden de los apellidos.
El orden de los apellidos inscrito para el mayor de los hijos regirá en las inscripciones de nacimiento posteriores
de sus hermanos del mismo vínculo (art. 109.3).
Si solo se conoce un progenitor este determina los apellidos, pudiéndose determinar, al tiempo de la inscripción,
el orden de los apellidos” (art. 55.2 Ley Registro Civil).
Conviene recordar algunos extremos de importancia:
1. Los apellidos serán siempre dos para los españoles, y serán siempre el primero del padre y el primero de
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la madre, no pudiendo elegir otros (el segundo del padre y tercero de la madre, por ejemplo).
2. Hay algunos supuestos en los que no se puede imponer el cambio de orden. Por ejemplo según una STC
de 2013, si el menor lleva más de cuatro años ostentando el apellido materno como primero y se identifica
con él en los ámbitos escolar, familiar y social, imponer que el primer apellido sea el del padre por falta
de acuerdo entre los progenitores es contrario al interés del menor.
3. Hay regulación específica para los cambios tanto de orden como del apellido en sí mismo como en los
casos de ser contrario al decoro, ocasionar graves inconvenientes, etc.
6.3. EL CAMBIO DE APELLIDOS EN LOS SUPUESTOS DE VIOLENCIA DE GÉNERO
Cuando se den circunstancias excepcionales podrá accederse al cambio de apellidos por Real Decreto a
propuesta del Ministerio de Justicia con audiencia del Consejo de Estado.En caso de que el solicitante de la
autorización del cambio de sus apellidos sea objeto de violencia de género, podrá accederse al cambio por
Orden del Ministro de Justicia. Para ello:
1.Deberá acreditarse que quien alegue ser objeto de violencia de género ha obtenido alguna medida cautelar
de protección judicial en el citado ámbito.
2.También se podrá acceder al cambio de apellidos en cualquier supuesto en que la urgencia de la situación
así lo requiera.
3.La Orden ministerial no será objeto de publicación en el Boletín Oficial del Estado ni en cualquier otro
medio.
4.En todos estos casos la oposición puede fundarse en cualquier motivo razonable.
5.En caso de que, con posterioridad a la autorización del cambio, se apreciase simulación o fraude por parte
del solicitante dará lugar a las acciones oportunas.
6.4. EL RÉGIMEN DE LOS APELLIDOS CONFORME A LA LEY 20/2011, DE REGISTRO CIVIL
La nueva Ley de Registro Civil introduce modificaciones normativas, aunque no entra en vigor hasta el 30 de
junio de 2020.
En relación con los supuestos de violencia de género, el art. 55 de la nueva Ley mantiene una línea de absoluta
continuidad en la materia, permitiendo el cambio de apellidos por Orden del Ministerio de Justicia.
En términos generales, el artículo 49 sigue afirmando que la filiación determina el orden de apellidos, por lo
que sigue siendo necesario distinguir entre los casos de que la filiación esté determinada por ambas líneas y
aquellos en que solo hay una filiación conocida (generalmente la materna).
Para los supuestos de doble filiación, establece el artículo 49.2 que los progenitores acordarán el orden de
transmisión de su respectivo primer apellido, antes de la inscripción registral, dicho orden vinculará el orden de
los posteriores nacimientos con dicha filiación. Es decir, todos los hijos de los mismos padres tendrán el mismo
orden de apellidos.
Si no hubiera acuerdo de la pareja, el Encargado del Registro Civil requerirá a los progenitores para que en el
plazo máximo de 3 días comuniquen el orden de los apellidos. Transcurrido dicho plazo sin comunicación
expresa, el Encargado acordará el orden de los apellidos atendiendo al interés superior del menor.
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En los casos con una sola filiación reconocida, dispone el art. 49 que ésta determina los apellidos. El
progenitor podrá determinar el orden de los apellidos manteniéndolos en el mismo orden que él (o ella) lleva
ambos apellidos o alterando el orden.
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Nuestro Ordenamiento jurídico no distingue entre filiación matrimonial y no matrimonial con relación a los
efectos que una u otra pudieran producir, pues dicha conclusión sería inconstitucional, aunque sí cabe distinguir
entre ambos tipos de filiación a propósito de las formas de determinación de las mismas, habiendo declarado
el TC (STC 273/2005) que esta diferencia de trato está justificada y no puede ser tildada de arbitraria o
discriminatoria, pues no puede ignorarse que el matrimonio confiere en principio certeza a la paternidad, y que
esta idea debe influir en los sistemas dirigidos a la determinación, prueba, reclamación e impugnación de la
filiación, que se articulan, precisamente, en función del carácter matrimonial o no matrimonial de la misma.
1.2 DETERMINACIÓN DE LA FILIACIÓN MATERNA
En nuestro Ordenamiento jurídico, la filiación materna viene determinada por el parto. Por tanto, viene
determinada por dos circunstancias: que la interesada haya dado a luz, y que el hijo nacido sea aquel de cuya
filiación se trata. El art. 139 CC establece que "La mujer podrá ejercitar la acción de impugnación de su
maternidad justificando la suposición del parto o no ser cierta la identidad del hijo". Conviene advertir que en
el caso de adopción y de reproducción asistida es posible actualmente que la filiación esté legalmente
determinada respecto de dos mujeres.
A efectos de la determinación de la filiación materna es indiferente que dicha filiación sea matrimonial o no, de
modo que dicha diferenciación seguirá teniendo importancia solamente en la filiación paterna, por el juego de
las presunciones de paternidad a favor del marido.
2.- LAS NORMAS Y PRESUNCIONES RELATIVAS A LA FILIACIÓN MATRIMONIAL [+]
El art. 115 CC establece la norma general: La filiación matrimonial paterna y materna quedará determinada
legalmente:
1.Por la inscripción del nacimiento junto con la del matrimonio de los padres.
2.Por sentencia firme.
Si bien esta es la primera norma, es necesario tener en cuenta que en la determinación de la filiación
matrimonial el papel fundamental lo representa un conjunto de presunciones y reglas relativas a la paternidad
del marido de la madre que ha dado a luz al hijo.
2.1. LA PRESUNCIÓN DE PATERNIDAD Y LA EVENTUAL CONCEPCIÓN PREMATRIMONIAL DEL HIJO
La presunción de paternidad del marido ha sido una regla clásica del Derecho de familia, tanto por motivos de
orden práctico como estadísticos. Por este motivo, “se presumen hijos del marido los nacidos después de la
celebración del matrimonio y antes de los trescientos días siguientes a su disolución o a la separación legal o
de hecho de los cónyuges” (art. 116).
Incluso en caso de concepción prematrimonial del hijo, la presunción de paternidad del marido se mantiene,
salvo declaración en contrario del marido: nacido el hijo dentro de los ciento ochenta días siguientes a la
celebración del matrimonio, podrá el marido destruir la presunción mediante declaración auténtica en contrario
formalizada dentro de los seis meses siguientes al conocimiento del parto (art. 117).
El Código, establece como períodos mínimo y máximo de gestación, respectivamente, ciento ochenta días
(seis meses) y trescientos días (diez meses) para presumir la condición matrimonial de los hijos, basándose
en la presunción de paternidad del marido.
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El marido no podrá impugnar la presunción de paternidad en los casos en que hubiere reconocido la paternidad
expresa o tácitamente (art. 117).
En el caso de que el marido hubiese conocido el embarazo de la mujer antes de celebrarse el matrimonio, el
Código presume que el subsiguiente matrimonio es una constatación de que la paternidad corresponde al varón
que, conociendo previamente el hecho, contrae matrimonio con la mujer que ya se encuentra embarazada (art.
117.2). En este caso para impugnar la presunción de paternidad, no basta con la “declaración auténtica”
unipersonal del marido, sino que requiere que sea conjunta de marido y mujer. En definitiva, si el marido no
conocía el embarazo al contraer el matrimonio podrá destruir la presunción de paternidad mediante una
declaración meramente suya; en cambio, si conocía tal circunstancia en el momento de la celebración del
matrimonio, dicha declaración deberá ser realizada por ambos cónyuges.
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La presunción de paternidad del marido tiene carácter iuris tantum, es decir, resulta eficaz o determinante, en
tanto y cuanto el marido no pueda acreditar, mediante prueba en contrario, su imposibilidad de haber generado
o procreado el hijo de que se trate.
2.2. EL SUPUESTO DEL ARTÍCULO 118: LA INEXISTENCIA DE PRESUNCIÓN DE PATERNIDAD
“Aun faltando la presunción de paternidad del marido por causa de la separación legal o de hecho de los
cónyuges, podrá inscribirse la filiación como matrimonial si concurre el consentimiento de ambos” (art. 118).
Por lo tanto, en el caso de que el nacimiento se produzca una vez transcurridos los trescientos días siguientes
a la separación (no disolución) de los cónyuges, el código permite que estos determinen, mediante
consentimiento de ambos el carácter matrimonial del hijo nacido.
Aunque el código no determina si dicho consentimiento ha de prestarse conjuntamente o se puede hacer por
separado, parece que la peculiaridad del supuesto aconseja una manifestación conjunta.
Si el matrimonio ha sido disuelto, no se considera suficiente la prestación del consentimiento de ambos
cónyuges, sino que será necesario el ejercicio de las correspondientes acciones de filiación.
2.3. LA FILIACIÓN MATRIMONIAL DEL HIJO NACIDO CON ANTERIORIDAD AL MATRIMONIO
El alcance de la presunción de paternidad no se puede extender hasta el punto de considerar como matrimonial
al hijo cuyo nacimiento haya acaecido antes de la celebración del matrimonio de sus progenitores. Por lo tanto,
en principio el nacido fuera del matrimonio ha de ser considerado hijo no matrimonial.
Una vez establecido el principio de igualdad total entre hijos matrimoniales y no matrimoniales, el tema ha
perdido su antiguo significado e importancia. Pese a eso, el actual código mantiene un mecanismo que permite
la matrimonialización de los hijos extramatrimoniales cuando los progenitores lleguen a celebrar matrimonio
entre sí.
La filiación adquiere el carácter de matrimonial desde la fecha del matrimonio de los progenitores cuando éste
tenga lugar con posterioridad al nacimiento del hijo siempre que el hecho de la filiación quede determinado
legalmente conforme a lo dispuesto en la sección siguiente (art.119). Esta última frase significa que los
progenitores han de encontrarse identificados y, dado que no eran cónyuges en el momento del nacimiento del
hijo por ellos engendrado, semejante resultado solo puede haberse conseguido mediante la aplicación de las
reglas de determinación de la filiación extramatrimonial.
En el supuesto considerado, no hay contemplación de plazo alguno. Lo único relevante es que se produzca el
matrimonio entre quienes eran con anterioridad, “progenitores extramatrimoniales”.
Celebrado el matrimonio, el hijo cuya filiación extramatrimonial había sido determinada pasará a ser hijo
matrimonial, incluso con efectos póstumos: “lo establecido en el párrafo anterior aprovechará, en su caso, a
los descendientes del hijo fallecido” (art. 119).
3.- LA DETERMINACIÓN DE LA FILIACIÓN EXTRAMATRIMONIAL [++]
Los modos de determinación de la filiación extramatrimonial se enumeran en el artículo 120: “la filiación no
matrimonial quedará determinada legalmente:
1. En el momento de la inscripción del nacimiento, por la declaración conforme realizada por el padre en el
correspondiente formulario oficial a que se refiere la legislación del Registro Civil.
2. Por el reconocimiento ante el encargado del Registro Civil, en testamento o en otro documento público
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plazo de 8 días siguientes al nacimiento y veinte si media causa justificada. Este tipo de inscripción podrá
suspenderse a petición de la madre durante el año siguiente al nacimiento. Si el padre solicitará la confirmación
de la inscripción, necesitará aprobación judicial con audiencia del Ministerio Fiscal.
B) Hijo mayor de edad
Recoge el art. 123 CC que el reconocimiento de un hijo mayor de edad no producirá efectos sin su
consentimiento expreso o tácito. Su fundamento reside en que, quien sea capaz para regir sus actos con plena
capacidad, puede rechazar la atribución de paternidad o maternidad unilateralmente declarada por cualquiera
de sus progenitores. Ha de ser, por tanto, mayor de edad y capaz o menor de edad emancipado.
C) Hijo incestuoso
Cuando los progenitores del menor o incapaz fueren hermanos o consanguíneos en línea recta, legalmente
determinada la filiación respecto de uno, sólo podrá quedar determinada legalmente respecto del otro, previa
autorización judicial que se otorgará, con audiencia del Ministerio Fiscal, cuando convenga al menor o incapaz
(art.125).
Además, el segundo párrafo otorga al menor o incapaz de procedencia incestuosa, una vez que alcance la
plena capacidad, la posibilidad de invalidar la determinación de la filiación realizada en segundo lugar por uno
de sus progenitores si no la hubiere consentido.
D) Hijo fallecido
El reconocimiento de la existencia de la relación biológica entre el progenitor y el hijo puede producirse una
vez que éste haya fallecido. En ese caso el reconocimiento del ya fallecido sólo surtirá efecto si lo consienten
sus descendientes por sí o por sus representantes legales (art. 126).
E) El reconocimiento del nasciturus
Pese a la regla establecida en el artículo 29 del Código de tener al concebido por nacido para todos los efectos
que le pudieran resultar favorables, el artículo 122 impide que el progenitor masculino lleve a cabo el
reconocimiento del nasciturus sin contar para nada con la madre. En cambio, no existe razón alguna para privar
de eficacia al reconocimiento conjunto por ambos progenitores del meramente concebido.
4.5. LAS FORMAS DE RECONOCIMIENTO
Según el art. 120 CC La determinación de la filiación extramatrimonial se produce, entre otros medios, por el
reconocimiento ante el encargado del Registro Civil, en testamento o en otro documento público”.
La necesaria solemnidad es atribuible a la transcendencia de un acto jurídico que además de ser irrevocable,
es hábil para producir la determinación de la filiación extramatrimonial. Por lo tanto, con ella se busca evitar
futuras disputas sobre la realidad del reconocimiento.
Tal y como dispone el art. 741, “el reconocimiento de un hijo no pierde su fuerza legal aunque se revoque el
testamento en que se hizo”, lo cual nos confirma su carácter irrevocable.
La exigencia de solemnidad del reconocimiento no implica la intrascendencia de otras manifestaciones no
solemnes en relación a la relación biológica, pero en lugar de provocar automáticamente la determinación de
la filiación extramatrimonial, pasarán a constituir prueba valorable conforme a las reglas generales, y serán
susceptibles de provocar la declaración judicial de filiación mediante sentencia.
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Desde la entrada en vigor de la Ley 19/2015, si el nacimiento ha tenido lugar en un establecimiento sanitario,
la dirección del mismo lo comunicará en el plazo de 72 horas a la oficina del Registro Civil que corresponda,
excepto en aquellos casos que exijan personarse ante el Encargado del Registro Civil. Dicha comunicación se
realizará mediante remisión electrónica del formulario oficial de declaración firmado por la persona o personas
que tengan la obligación de comunicar el nacimiento y se hará constar la identificación y nacionalidad de los
declarantes y sus declaraciones relativas al nombre del recién nacido así como el orden de sus apellidos y
filiación paterna.
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Revisión febrero 2019 por Swanhilda.
Adoptar equivale en Derecho a integrar en una familia a alguien que no pertenece a ella por razones de
consanguinidad o descendencia, creando una relación de parentesco basada en el propio acto de la adopción.
Según el art. 108 CC, la filiación puede tener lugar por naturaleza y por adopción, surtiendo los mismos efectos
tanto la filiación matrimonial, la no matrimonial, así como la adoptiva. No existen, por tanto, diferencias entre
los hijos consanguíneos (sean o no matrimoniales) y los hijos adoptivos.
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las adopciones constituidas por autoridades extranjeras surtirán efectos en España con arreglo a las
disposiciones de la citada Ley.
1.5. LA LEY 26/2015, DE MODIFICACIÓN DEL SISTEMA DE PROTECCIÓN A LA INFANCIA Y A LA ADOLESCENCIA
Finalmente, debemos remarcar que la aprobación de la LPIA ha tenido una especial incidencia en la materia,
como lo demuestra que su artículo tercero modifica numerosos preceptos de la LAI (Ley de Adopción
Internacional).
2.- PRESUPUESTOS O REQUISITOS DE LA ADOPCIÓN [++++]
El primer requisito para proceder a la adopción es la situación de desamparo en que se encuentra el menor,
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derivado del no ejercicio o ejercicio incorrecto de las funciones de guarda de los menores por parte de sus
padres o tutores.
Nuestro código contempla como regla general la del adoptante individual, aunque se siga previendo la
adopción por la pareja matrimonial o extramatrimonial. La actual redacción del art. 175.4 dada por la Ley
26/2015 mantiene que nadie podrá ser adoptado por más de una persona, salvo que la adopción se realice
conjunta o sucesivamente por ambos cónyuges o por una pareja unida por análoga relación de afectividad a la
conyugal. El matrimonio celebrado con posterioridad a la adopción permitirá al cónyuge adoptar a los hijos de
su consorte, previsión que también será aplicable a las parejas que se constituyan con posterioridad.
Asimismo, será posible una nueva adopción del adoptado:
1. En caso de muerte del adoptante (art. 175).
2. El adoptante que hubiere incurrido en causa de privación de la patria potestad (art. 179).
Hasta la publicación de la ley 26/2015, el literal del art. 175 CC sólo hacía referencia a las uniones
matrimoniales, entre las que se estaban incluidas las uniones formadas por personas del mismo sexo con la
apertura de la institución matrimonial a las uniones homosexuales mediante la ley 13/2005.
La posibilidad de adoptar por parejas de hecho unidas en análoga relación de afectividad a la matrimonial se
regulaba a través de la Ley 21/1987 que disponía que "las referencias de esta Ley a la capacidad de los
cónyuges para adoptar simultáneamente a un menor serán también aplicables al hombre y la mujer
integrantes de una pareja unida de forma permanente por relación de efectividad análoga a la conyugal". Por
lo tanto, de la interpretación literal del texto que hace referencia expresa al hombre y la mujer, excluía a las
parejas de hecho formadas por personas del mismo sexo.
2.1. REQUISITOS DE LOS ADOPTANTES [++++]
Es necesario la plena capacidad de obrar de quien quiere adopta y además lo dispuesto en el art. 175.1 "La
adopción requiere que el adoptante sea mayor de 25 años. Si son dos el adoptante bastará con que uno de ellos haya
alcanzado dicha edad. En todo caso, la diferencia de edad entre adoptante y adoptando será de, al menos, 16 años y no
podrá ser superior a 45 años, salvo en los casos previstos en el art. 176.2. Cuando fueran dos los adoptantes, será suficiente
con que uno de ellos no tenga esa diferencia máxima de edad con el adoptando. Si los futuros adoptantes están en
disposición de adoptar grupos de hermanos o menores con necesidades especiales, la diferencia máxima de edad podrá
ser superior".
Así pues, el adoptante debe reunir tres condiciones de orden cronológico respecto del adoptado:
• Haber cumplido los 25 años de edad. Requisito que en caso de matrimonio o unión de hecho solo será
exigible a uno de los miembros de la pareja.
• Se exige una diferencia de edad mínima entre el adoptado y el o los adoptantes establecida actualmente en
16 años. Si la adopción es conjunta por una pareja, ambos han de cumplir dicho requisito.
• Se establece, como regla general, una diferencia de edad máxima de 45 años entre adoptado y adoptante.
Tales condiciones cronológicas no suponen la inexistencia de otros requisitos, en particular la plena capacidad
de obrar del adoptante, en consecuencia, No pueden adoptar:
1. Los incapacitados, salvo que la sentencia de incapacitación diga lo contrario.
2. Los menores de edad, en todo caso.
3. Las personas jurídicas.
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4. No pueden ser adoptantes los que no puedan ser tutores de acuerdo con lo previsto en el CC.
2.2. EL ADOPTADO [++]
La Ley 26/2015 mantiene en vigor el art. 175.2 según el cual “únicamente podrán ser adoptados los menores
no emancipados”, así como la regla de que "por excepción, será posible la adopción de un mayor de edad o
de un menor emancipado cuando, inmediatamente antes de la emancipación, hubiere existido una situación
de acogimiento con los futuros adoptantes o de convivencia estable con ellos de, al menos, un año"
Por lo tanto, las únicas condiciones que se pide al adoptado son haber nacido (tener capacidad jurídica) y que
se dé dicha situación de acogimiento o convivencia durante un año sin haber llegado a la emancipación.
El sistema actual pretende excluir el posible tráfico de niños:
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1. Evitando que se establezcan pactos válidos sobre la adopción de los nascituri (concebidos pero no
nacidos).
2. Estableciendo que el asentimiento de la madre no pueda prestarse hasta que hayan transcurrido seis
semanas desde el parto (art. 177.2.2º).
2.3. LAS PROHIBICIONES [+]
Afectan tanto al adoptante como al adoptado, según el art. 175.3, no puede adoptarse:
1. A un descendiente.
2. A un pariente en segundo grado de la línea colateral por consanguinidad o afinidad.
3. A un pupilo por su tutor hasta que haya sido aprobada definitivamente la cuenta general justificada de la
tutela.
Recordar que nadie puede ser adoptado por más de una persona, salvo que la adopción se realice conjunta o
sucesivamente por ambos cónyuges o por una pareja unida por análoga relación de afectividad a la conyugal.
En caso del matrimonio celebrado con posterioridad a la adopción permite al cónyuge la adopción de los hijos
de su consorte. En caso de muerte del adoptante o cuando el adoptante sufra la exclusión prevista en el art.
179, es posible una nueva adopción del adoptado.
En relación a dicha posibilidad de adopción de los hijos de cónyuge o pareja de hecho cabe la reflexión sobre
el hecho de que cualquier eventual crisis matrimonial no puede incidir sobre la adopción realizada que es
irrevocable e inatacable, y por tanto permanecerá con proyección de futuro en un entorno familiar problemático.
4- IRREVOCABILIDAD DE LA ADOPCIÓN [+]
La adopción es un hecho trascendente que conlleva su carácter de inalterable o inmodificable para el futuro:
La adopción es irrevocable (art. 180.1).
Asimismo, el art. 180.4 mantiene que la determinación de la filiación que por naturaleza corresponda al
adoptado no afecta a la adopción. Por lo tanto, aún en el caso de que se llegara a determinar la verdadera
filiación de quien fue adoptado en condiciones de ser hijo de padres desconocidos, no provocaría la pérdida
de su condición de hijo adoptivo del correspondiente adoptante. La Ley pretende dotar de la máxima estabilidad
y continuidad a la filiación adoptiva: una vez constituida la adopción mediante el auto judicial, el hijo adoptivo
se integra en la estirpe del adoptante como si fuere descendiente consanguíneo y se extinguen posibles
vínculos jurídicos con su familia biológica.
Excepciones de la Irrevocabilidad:
Durante el período de dos años siguientes al auto judicial, la adopción regularmente constituida puede ser
contradicha y privada de efectos por no haber prestado el padre o la madre del hijo adoptivo su asentimiento
al cambio familiar producido (art. 180.2, en relación con el art. 177.2. 2º). La falta de intervención de los
progenitores legalmente determinados del adoptado debe haberse producido “sin culpa suya”. El plazo de dos
años se considera de caducidad y debe computarse a partir de la firmeza del auto judicial.
Si el adoptante incurriera en causa de privación de la patria potestad podrá ser excluido por un juez de las
funciones y derechos respecto del adoptante.
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La adopción determina la relación de filiación entre adoptante y adoptado en igualdad de condiciones con la
filiación consanguínea, sea o no matrimonial (cfr. art. 108).
Respecto del Adoptante:
1. Ostenta la patria potestad respecto del hijo adoptivo, igual que se darían respecto de cualquier hijo
consanguíneo.
2. Le transmite sus apellidos, conforme a las reglas generales en la materia.
3. Rige la obligación legal de alimentos entre parientes.
4. Tendrá los derechos que le correspondan en la eventual herencia como si fuera un hijo consanguíneo.
Respecto del Adoptado:
1. Rige igualmente la obligación legal de alimentos entre parientes.
2. Ocupa en la sucesión los mismos derechos hereditarios que ostentaría si fuera consanguíneo, tanto
respecto de la legítima, como en relación con la sucesión intestada (el adoptante heredara del hijo
adoptivo).
5.2. EL ADOPTADO Y SU FAMILIA DE ORIGEN
Como norma general, el adoptado ha de considerarse desligado o excluido de su familia de origen: La adopción
produce la extinción de los vínculos jurídicos entre el adoptado y su familia de origen (art. 178).
Sin embargo, existen supuestos concretos en los que se requiere mantener ciertos efectos de la eventual
relación familiar preexistente: “por excepción subsistirán los vínculos jurídicos con la familia del progenitor que,
según el caso, corresponda (art. 178).:
1. Cuando el adoptado sea hijo del cónyuge o de la persona unida al adoptante, por análoga relación de
afectividad a la conyugal, aunque el consorte o la pareja hubiere fallecido.
2. Cuando sólo uno de los progenitores haya sido legalmente determinado, siempre que tal efecto hubiere
sido solicitado por el adoptante, el adoptado mayor de doce años y el progenitor cuyo vínculo haya de
persistir”
Los denominados impedimentos matrimoniales siguen rigiendo entre el adoptado y su familia de origen, tal y
como recoge el art. 178.3, al determinar que lo establecido en los apartados anteriores se entiende sin perjuicio
de lo dispuesto sobre impedimentos matrimoniales, ya que, en caso contrario, sería admisible, por ejemplo, el
matrimonio de hermanos de sangre.
La ley 26/2015 (LPIA) ha introducido una importante novedad al añadir un último apartado al art. 170 dedicado
a incrementar los posibles lazos entre el adoptado la familia de origen y la familia adoptante, de modo que
cuando el interés del menor así lo aconseje, en razón de su situación familiar, edad o cualquier otra
circunstancia significativa valorada por la Entidad Pública, podrá acordarse el mantenimiento de alguna forma
de relación o contacto a través de visitas o comunicaciones entre el menor, los miembros de la familia de origen
que se considere y la adoptiva, favoreciéndose especialmente, cuando ello sea posible, la relación entre los
hermanos biológicos.
5.3. LOS ORÍGENES BIOLÓGICOS DE LAS PERSONAS ADOPTADAS
El hecho de que la adopción sea irrevocable no impide el derecho a conocer la propia identidad biológica que
actualmente queda recogido en el art. 180.5 y 180.6:
5. Las Entidades Públicas asegurarán la conservación de la información de que dispongan relativa a los
orígenes del menor, en particular la información respecto a la identidad de sus progenitores, así como la historia
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médica del menor y de su familia, y se conservarán durante al menos cincuenta años con posterioridad al
momento en que la adopción se haya hecho definitiva. La conservación se llevará a cabo a los solos efectos
de que la persona adoptada pueda ejercitar el derecho al que se refiere el apartado siguiente.
6. Las personas adoptadas, alcanzada la mayoría de edad o durante su minoría de edad a través de sus
representantes legales, tendrán derecho a conocer los datos sobre sus orígenes biológicos. Las Entidades
Públicas, previa notificación a las personas afectadas, prestarán a través de sus servicios especializados el
asesoramiento y la ayuda que precisen para hacer efectivo este derecho.
A estos efectos, cualquier entidad privada o pública tendrá obligación de facilitar a las Entidades Públicas y al
Ministerio Fiscal, cuando les sean requeridos, los informes y antecedentes necesarios sobre el menor y su
familia de origen.
Conforme a ello se generaliza en nuestro ordenamiento el conocimiento de los orígenes biológicos de las
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personas adoptadas en lo que supone un tema sumamente vidrioso y delicado, generador de notables
controversias doctrinales sobre su conveniencia.
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La patria potestad es el conjunto de deberes, atribuciones y derechos que los progenitores ostentan respecto
de los hijos que, por ser menores de edad, se encuentran de forma natural bajo la guarda, protección y custodia
de sus padres.
A diferencia de la antigua concepción romana, hoy la patria potestad no debe entenderse como un derecho
subjetivo, sino como una potestad en sentido técnico, los poderes que el ordenamiento jurídico reconoce a los
progenitores en relación con los hijos son consecuencia del conjunto de deberes que sobre ellos pesan
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respecto de la educación, crianza y formación de los hijos. Las facultades que el Código Civil otorga a los
progenitores respecto de los hijos son potestades, porque se trata de poderes que el ordenamiento jurídico les
concede o reconoce para que los ejerciten precisamente en beneficio de los hijos y no atendiendo a los propios
intereses de los sujetos activos de tales facultades o poderes.
Es precisamente el interés de los hijos (beneficio de los hijos) la que fundamenta la actual regulación,
representada también como una responsabilidad de los padres por el art. 154.2 CC al declarar que “la patria
potestad, como responsabilidad parental, se ejercerá siempre en interés de los hijos, de acuerdo con su
personalidad, y con respeto a sus derechos, su integridad física y mental”.
El ejercicio conjunto de la patria potestad es idéntico para ambos cónyuges o progenitores, sean del mismo o
de distinto sexo.
2. LOS SUJETOS DE LA PATRIA POTESTAD [+]
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Parece claro que en el supuesto de que el desacuerdo sea meramente incidental o aislado, tanto la titularidad
como el ejercicio de la patria potestad siguen siendo conjuntos, asumiendo el juez una postura arbitral.
2.4. LA ATRIBUCIÓN DEL EJERCICIO EXCLUSIVO DE LA PATRIA POTESTAD
Existe atribución exclusiva del ejercicio de la patria potestad en favor de uno de los progenitores en los casos
siguientes:
1. En caso ya comentado de “desacuerdos reiterados”, el juez atribuirá en exclusiva a uno de los
progenitores el ejercicio de la patria potestad o, en su caso, de determinados aspectos inherentes a la
patria potestad, por un período que no supere los dos años (art. 156.2). Durante este periodo, el otro
progenitor queda excluido de la capacidad para decidir en relación a los hijos.
2. En defecto, o por ausencia, incapacidad o imposibilidad de uno de los padres (art. 156.4). En este
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c) Para atribuir a los progenitores que carecieren de medios la parte de los frutos que en equidad proceda
de los bienes adquiridos por el hijo por título gratuito cuando el disponente hubiere ordenado de manera
expresa que no fueran para los mismos, así como de los adquiridos por sucesión en que el padre, la madre o
ambos hubieran sido justamente desheredados o no hubieran podido heredar por causa de indignidad, y de
aquellos donados o dejados a los hijos especialmente para su educación o carrera.
d) Para la adopción de las medidas necesarias para asegurar y proteger los bienes de los hijos, exigir
caución o fianza para continuar los progenitores con su administración o incluso nombrar un Administrador
cuando la administración de los progenitores ponga en peligro el patrimonio del hijo.
2. Será competente el Juzgado de Primera Instancia del domicilio o, en su defecto, de la residencia del
menor o persona con capacidad modificada judicialmente. No obstante, si el ejercicio conjunto de la patria
potestad por los progenitores o la atribución de la guarda y custodia de los hijos hubiera sido establecido por
resolución judicial, así como cuando estuvieran sujetos a tutela será competente para conocer del expediente
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Desde el punto de vista personal, y más allá de que las relaciones entre padres e hijos estén presididas
generalmente por el cariño y el afecto, se caracterizan por someter a los progenitores a un cuadro de
obligaciones mucho más gravosas que las correspondientes a los hijos.
3.1. LA OBEDIENCIA FILIAL
A los hijos los obliga el Código a “obedecer a sus padres mientras permanezcan bajo su potestad, y respetarles
siempre” (art. 155.1º). El “respeto debido a los padres” no es una derivación de la patria potestad, sino de la
relación paterno-filial, es exigible incluso una vez extinguida la patria potestad, y su falta grave de observancia
puede resultar sancionada en el ámbito estrictamente familiar por diversas vías, como, por ejemplo, la
desheredación o la negación de alimentos.
La obediencia, en cambio, es la única obligación que han de satisfacer los hijos por el conjunto de deberes
impuestos a los padres en cuanto titulares de la patria potestad.
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afecte, para lo cual se le debe proporcionar información comprensible y adaptada a sus circunstancias.
La expresión legal de “velar por los hijos” es posiblemente la generalización del conjunto de los deberes
paternos e implica prestarles la asistencia y protección que, en cada momento de su vida bajo potestad,
requiera la crianza y formación de los hijos.
3.3. LA ABROGACIÓN DE LA FACULTAD DE CORRECCIÓN POR LA LEY 54/2007
Tradicionalmente, los códigos Civiles han otorgado a los progenitores una facultad de corrección que en el
nuestro se formulaba en el art. 154.3 según el cual Los padres podrán en el ejercicio de su potestad recabar el
auxilio de la autoridad. Podrán también corregir razonable y moderadamente a los hijos. Dicha potestad
correctora, respondía a la que la propia función educadora requiere una cierta capacidad de orientación o
corrección en la que el premio o el castigo pueden formar parte de la relación paternofilial cotidiana, sobre todo
en las etapas infantiles y adolescentes.
Ante la preocupación por el hecho de que esta moderada facultad de corrección pudiera contravenir la
Convención sobre los Derechos del Niño de 1989, la moderada facultad de corrección, tradicional en la materia,
ha sido eliminada considerándose atentatoria contra la integridad física y psicológica de los menores de edad.
De este modo, el art. 154 vigente estipula que “la patria potestad se ejercerá siempre en beneficio de los hijos,
de acuerdo con su personalidad y con respeto a su integridad física y psicológica. Los padres podrán, en el
ejercicio de su potestad, recabar el auxilio de la autoridad”.
Excluida legalmente la opción de la guantada o el cachete, si un menor no obedece sistemáticamente a sus
mayores, el recurso que deben poner en marcha sus progenitores o tutores es, por ilógico que pueda parecer,
pedir el auxilio de la autoridad.
Dicho lo anterior, hay que reseñar que existen numerosas resoluciones judiciales en las cuales si bien, la
corrección que se traduce en una agresión física hacia el hijo son absolutamente rechazadas, sin embargo, en
algunos supuestos se declara que las conductas correctivas físicas de mínima intensidad, realizada sin
instrumento alguno y sin habitualidad, con intención de corregir un comportamiento violento o agresivo y que
no causen lesiones al menor, no constituyen delito o falta de maltrato en el ámbito familiar por aplicación del
principio de insignificancia de la acción, o por la vía del concepto de la adecuación social de la conducta.
4. La Potestad de Representación [++]
El otorgamiento por ley de las facultades de representación constituye un derecho y un deber de los padres, y
son consecuencia de la falta de capacidad de los hijos menores no emancipados.
4.1. LA REPRESENTACIÓN LEGAL
“Los padres que ostenten la patria potestad tienen la representación legal de sus hijos menores no
emancipados” (art. 162). Posteriormente dicho artículo establece las siguientes excepciones:
“1º. Los actos relativos a derechos de la personalidad u otros que el hijo, de acuerdo con las Leyes y con sus
condiciones de madurez, pueda realizar por sí mismo. No obstante, los responsables parentales intervendrán
en estos casos en virtud de sus deberes de cuidado y asistencia.
2º. Aquellos en que exista conflicto de intereses entre los padres y el hijo.
3º. Los relativos a bienes que estén excluidos de la administración de los padres”.
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Termina el art. 162 diciendo que para celebrar contratos que obliguen al hijo a realizar prestaciones personales
se requiere el previo consentimiento de este si tuviere suficiente juicio, sin perjuicio de lo establecido en el
artículo 158.
Por lo tanto, salvo restricción legal concreta, el ámbito de la representación legal se extiende a cualesquiera
actos, actuaciones o actividades en las que el menor no emancipado haya de participar, pues dada su
falta de capacidad, ha de hacerlo mediante la intervención de los progenitores, al igual que en cualquier otro
supuesto de representación legal, los padres actúan en nombre y por cuenta de sus representados.
Actualmente se dan leyes específicas que amplían la capacidad del menor para actuar por sí, al mismo tiempo
que se observa la tendencia en la jurisprudencia a tomar muy en consideración las condiciones de madurez de
los menores, admitiendo actuaciones que por su entidad, pueden asumir perfectamente. En este sentido, el
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art. 1263.1 CC modificado por la LPIA establece que no podrán prestar consentimiento los menores no
emancipados, salvo en aquellos contratos que las leyes les permitan realizar por sí mismos o con asistencia
de sus representantes, y los relativos a bienes y servicios de la vida corriente propios de su edad de
conformidad con los usos sociales.
4.2. EL CONFLICTO DE INTERESES: EL DEFENSOR JUDICIAL
Como veíamos en el art. 162.2. 2º, en caso de conflicto de intereses entre los progenitores y el menor no
emancipado, quedan excluidas las facultades de representación de los progenitores (o, en su caso, de uno
solo de los progenitores), siendo objeto de desarrollo en el art. 163.
En esta norma se dispone que siempre que en algún asunto el padre y la madre tengan un interés opuesto al
de sus hijos no emancipados, se nombrará a éstos un defensor que los represente en juicio y fuera de él. Se
procederá también a este nombramiento cuando los padres tengan un interés opuesto al del hijo menor
emancipado cuya capacidad deban completar.
Si el conflicto de intereses existiera sólo con uno de los progenitores, corresponde al otro por Ley y sin
necesidad de especial nombramiento representar al menor o completar su capacidad (art. 163). El artículo 300
CC sobre el defensor judicial, determina que el Juez nombrará defensor a quien estime más idóneo para el
cargo, sea o no pariente del menor.
5. CONTENIDO PATRIMONIAL DE LA PATRIA POTESTAD [+]
La Ley 11/1981, ha restringido las facultades patrimoniales de los progenitores, suprimiendo radicalmente el
usufructo paterno y limitando las facultades de administración de los padres en el sentido que ahora veremos.
5.1. LA ADMINISTRACIÓN DE LOS BIENES FILIALES
Dispone el art. 164.1 que “los padres administrarán los bienes de los hijos con la misma diligencia que los
suyos propios, cumpliendo las obligaciones generales de todo administrador y las especiales establecidas en
la Ley Hipotecaria”.
En este sentido el Código permite concluir que la administración paterna es una carga impuesta por la minoría
de edad de los hijos titulares de los bienes y, en consecuencia, los progenitores quedan sometidos a un régimen
de deberes que, además, han de afrontar de forma gratuita.
Los progenitores quedan obligados (al menos) a:
1. Llevar las correspondientes cuentas y, en su caso, rendirlas ya que al término de la patria potestad podrán
los hijos exigir a los padres la rendición de cuentas de la administración que ejercieron sobre sus bienes
hasta entonces (art. 168). Esta acción prescribirá a los tres años.
2. Administrar los bienes filiales diligentemente, pues los hijos pueden actuar contra sus progenitores tanto
cautelarmente, cuanto ex post facto, en caso de mala o dañosa administración.
Cuando la administración de los padres ponga en peligro el patrimonio del hijo, el Juez, a petición del propio
hijo, del Ministerio Fiscal o de cualquier pariente del menor, podrá adoptar las providencias que estime
necesarias para la seguridad y recaudo de los bienes, exigir caución o fianza para la continuación en la
administración o incluso nombrar un Administrador (art. 167). La administración paterna es una potestad de la
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que el Juez puede privar a los progenitores, incluso mediante la intervención de cualquier otro pariente del
menor.
Los progenitores habrán de responder patrimonialmente en caso que la administración supusiese un
menoscabo o disminución del valor de los bienes filiales, originada por la desidia o el descuido paternos. Por
lo tanto, en caso de pérdida o deterioro de los bienes por dolo o culpa grave, responderán los padres de los
daños y perjuicios sufridos (art. 168.2).
5.2. BIENES FILIALES EXCLUIDOS DE LA ADMINISTRACIÓN DE LOS PROGENITORES
El segundo párrafo del artículo 164 exceptúa de la administración paterna los siguientes bienes:
1. Los bienes adquiridos por título gratuito cuando el disponente lo hubiere ordenado de manera expresa. Se
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cumplirá estrictamente la voluntad de este sobre la administración de estos bienes y destino de sus frutos.
2. Los adquiridos por sucesión en que uno o ambos de los que ejerzan la patria potestad (hasta 2005, el
padre, la madre o ambos) hubieran sido justamente desheredados o no hubieran podido heredar por causa
de indignidad, que serán administrados por la persona designada por el causante y, en su defecto y
sucesivamente, por el otro progenitor o por un Administrador judicial especialmente nombrado.
3. Los que el hijo mayor de dieciséis años hubiera adquirido con su trabajo o industria. Los actos de
administración ordinaria serán realizados por el hijo, que necesitará el consentimiento de los padres para
los que excedan de ella”.
5.3. LOS FRUTOS DE LOS BIENES FILIALES
“Pertenecen siempre al hijo no emancipado los frutos de sus bienes, así como todo lo que adquiera con su
trabajo o industria” (Art. 165.1), dicha regla es consecuencia del principio establecido en el artículo 354 según
el cual, todos los frutos pertenecen al propietario.
Sin embargo, esto se ve contradicho por lo establecido en los siguientes párrafos del artículo: Los padres
podrán destinar los frutos de los bienes del menor que viva con ambos o con uno solo de ellos, en la parte que
le corresponda, al levantamiento de las cargas familiares, y no estarán obligados a rendir cuentas de lo que
hubiesen consumido en tales atenciones (Art. 165.2).
Además, es posible destinar los frutos de los bienes filiales al levantamiento de las cargas familiares incluso
en el supuesto de bienes que no sean administrados por los progenitores. Con este fin se entregarán a los
padres, en la medida adecuada, los frutos de los bienes que ellos no administren. Se exceptúan los frutos de
los bienes a que se refieren los números 1 y 2 del artículo anterior y los de aquéllos donados o dejados a los
hijos especialmente para su educación o carrera, pero si los padres carecieren de medios podrán pedir al Juez
que se les entregue la parte que en equidad proceda (Art. 165.3).
5.4. EL CONTROL JUDICIAL DE LOS ACTOS DE NATURALEZA DISPOSITIVA
Ya con anterioridad a la reforma de 1981, el antiguo art. 164 CC permitía a los padres llevar a cabo actos
dispositivos de enajenación relativos a los bienes filiales, si bien en relación a los bienes inmuebles, se
requería la intervención o autorización judicial para determinar si verdaderamente existían “causas justificadas
de utilidad o necesidad”.
Según la vigente redacción de dicho artículo se amplían los supuestos sujetos a autorización o control judicial,
de modo que los padres no podrán renunciar a los derechos de que los hijos sean titulares ni enajenar o
gravar sus bienes inmuebles, establecimientos mercantiles o industriales, objetos preciosos y valores
mobiliarios, salvo el derecho de suscripción preferente de acciones, sino es por causas justificadas de utilidad
o necesidad y previa la autorización del Juez del domicilio, con audiencia del Ministerio Fiscal.
Asimismo, los padres deberán recabar autorización judicial para repudiar la herencia o legado deferidos al
hijo. Si el Juez denegase la autorización, la herencia sólo podrá ser aceptada a beneficio de inventario.
Sin embargo, si el menor hubiese cumplido dieciséis años, y consintiere mediante documento público, no será
necesaria autorización judicial para enajenación de inmuebles y valores mobiliarios “siempre que su importe
se reinvierta en bienes o valores seguros”.
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5.5. LOS ACTOS ILÍCITOS DE LOS HIJOS: LA RESPONSABILIDAD CIVIL DE LOS PADRES
Los actos dañosos generados por los hijos in potestate originan la responsabilidad civil paterna: los padres son
responsables de los daños causados por los hijos que se encuentren bajo su guarda (art. 1903). Por lo tanto,
a efectos de responsabilidad civil, se encuentran también en pie de igualdad tanto el padre como la madre.
Dicha responsabilidad civil de los progenitores no es un efecto natural y exclusivo de la patria potestad, ya que
alcanza también a los tutores (art. 1.903.3).
5.6. LOS DEBERES PATRIMONIALES DE LOS HIJOS
Conforme a lo dispuesto en el artículo 155.2 CC, "los hijos deben contribuir equitativamente, según sus
posibilidades, al levantamiento de las cargas de la familia, mientras convivan con ella".
6. Extinción y Situaciones Anómalas de la Patria Potestad
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c) Sentencias dictadas en procesos matrimoniales (separación, nulidad, o divorcio): impone al Juez acordar “la privación
de la patria potestad cuando en el proceso se revele causa para ello”.
En todo caso, tal privación de la patria potestad ha de decidirse siempre atendiendo a los intereses del menor,
no bastando la comprobación del incumplimiento grave de los deberes paternofiliales, sino que es
imprescindible que la medida venga aconsejada por las circunstancias y resulten convenientes a los intereses
del menor.
La privación de la patria potestad puede ser total o parcial (solo para determinados ámbitos), y puede afectar
a uno solo de los progenitores o a los dos.
6.4. LA SUSPENSIÓN DE LA PATRIA POTESTAD [+]
Ante la gravedad en sí misma considerada de la privación de la patria potestad propiamente dicha, así como
su carácter en todo caso recuperable y la dificultad de concreción en algunos caos de los deberes que le son
inherentes, es común recurrir a la expresión suspensión de la patria potestad para poner de manifiesto la
plasticidad y temporalidad de la medida.
Tanto la privación, como la suspensión de la patria potestad son medidas dirigidas a la protección del interés
de las menores in potestate (no tanto al castigo de su titular por su conducta), optándose en ocasiones por los
jueces por la atribución del ejercicio de la patria potestad al otro progenitor (o a un familiar o a un extraño), pero
manteniendo la titularidad y por tanto el conjunto de obligaciones del progenitor afectado.
6.5. LA RECUPERACIÓN DE LA PATRIA POTESTAD
Los Tribunales podrán, en beneficio e interés del hijo, acordar la recuperación de la patria potestad cuando
hubiere cesado la causa que motivó la privación (art. 170.2). No obstante, atendiendo a la jurisprudencia, raras
veces se reconocen las reclamaciones para recuperar la patria potestad.
6.6. LA INSCRIPCIÓN REGISTRAL DE LA PATRIA POTESTAD Y SUS MODIFICACIONES
La nueva Ley de Registro Civil, la Ley 20/2011 de entrada en vigor el 30 de junio de 2020, establece en su art.
71 son inscribibles en el registro individual de la persona sujeta a patria potestad y en el de su progenitor o
progenitores, las resoluciones judiciales que afecten a la titularidad, al ejercicio y a las modificaciones de la
patria potestad; y en particular las que se produzcan como consecuencia de la nulidad, separación y divorcio
de los progenitores. También se inscribirá la extinción, privación, suspensión prórroga y rehabilitación de la
patria potestad.
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La doctrina discute a acerca de naturaleza patrimonial o extrapatrimonial del derecho de alimentos y sus
correspondientes caracteres. Autores como Cicu, o Beltran Heredia y Onis se posicionan en la negación del
carácter patrimonial del derecho de alimentos, si bien es cierto que, al mismo tiempo, reconocen la
patrimonialidad de su contenido. En este sentido, Lasarte prefiere establecer su distinción en base a un enfoque
general de la obligación, o, por el contrario, una obligación alimenticia concreta y efectiva, la cual viene
determinada por la ley.
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El carácter de reciprocidad supone que tienen derecho a reclamar alimentos u obligación de satisfacerlos las
mismas personas: cónyuges, parientes en línea recta y hermanos. Tales personas serán alimentistas si tienen
derecho al abono de los alimentos a cargo de cualesquiera de sus familiares o, bien alimentantes, como
deudores de la prestación alimenticia, son obligados al pago de los alimentos si efectivamente han de
satisfacerlos.
El art. 143 dispone que están obligados recíprocamente a darse alimentos:
1.Los cónyuges.
2.Los ascendientes y descendientes.
Los hermanos sólo se deben los auxilios necesarios para la vida, cuando los necesiten por cualquier causa
que no sea imputable al alimentista, y se extenderán en su caso a los que precisen para su educación (art.
143).
La deuda de alimentos está basada en lazos de solidaridad familiar, y precisa por tanto la existencia de un
nexo de parentesco entre alimentante y alimentista, así como una situación socioeconómica suficiente de del
primero y deficiente del segundo, y circunscritas a las condiciones económicas familiares.
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doméstica (art. 68) es más amplio que el derecho de alimentos. En este sentido cabe señalar que:
• En caso de crisis matrimonial sometida a conocimiento judicial: rige el artículo 90 y siguientes, referidos al
convenio regulador en los casos de separación, nulidad y divorcio.
• En caso de separaciones de hecho: cabe la reclamación de alimentos entre cónyuges, pues ningún
precepto condiciona la exigibilidad de la deuda alimentaria de los cónyuges al cumplimiento del deber de
vivir juntos
Entre los descendientes y ascendientes se regulará la gradación por el orden en que sean llamados a la
sucesión legítima de la persona que tenga derecho a los alimentos. Pese al tenor literal de la norma, la
jurisprudencia del TS ha venido manifestando que el acreedor podrá reclamar alimentos a cualquiera de los
obligados sin sujeción estricta al orden fijado en él, siempre que pruebe que los llamados con preferencia
carecen de medios.
Respecto de los hermanos, cabe señalar que el art. 144 a lo que se refiere, sin mucho acierto en su redacción
según gran parte de la doctrina, es a que han de considerarse alimentantes en primer lugar los hermanos de
doble vínculo, y después los de vínculo sencillo.
3.2. PLURALIDAD DE OBLIGADOS: EL CARÁCTER MANCOMUNADO DE LA DEUDA ALIMENTICIA
En el caso de que los obligados a prestar alimentos sean varios, (alguien reclama a sus hijos o un menor que
reclama a sus abuelos) la regla de que el grado de parentesco más próximo excluye al más remoto no es
suficiente, y se ha de resolver el problema de quién y en qué cuantía han de satisfacerse los alimentos que
correspondan.
Cuando recaiga sobre dos o más personas la obligación de dar alimentos, se repartirá entre ellas el pago de
la pensión en cantidad proporcional a su caudal respectivo (art. 145). La norma tiene como finalidad primordial
evitar radicalmente la posible condena judicial de carácter solidario entre los diversos obligados, de modo que
el juez deberá atender a la respectiva situación patrimonial concreta de cada uno de estos. Se trata de un
supuesto característico de mancomunidad pasiva.
De forma excepcional y transitoria, en caso de urgente necesidad y por circunstancias especiales, podrá el
Juez obligar a una sola de ellas a que los preste (los alimentos) provisionalmente, sin perjuicio de su derecho
a reclamar de los demás obligados la parte que les corresponda (Art. 145.2).
En el caso de que dos o más alimentistas reclamasen a la vez alimentos del mismo alimentante por estar este
legalmente obligado a ello, y este no tuviera fortuna suficiente para todo, se guardará el orden establecido en
el art. 144, salvo que los alimentistas concurrentes fuesen el cónyuge y un hijo sujeto a la patria potestad, en
cuyo caso este último tendrá preferencia.
6. DETERMINACIÓN DE LA PRESTACIÓN ALIMENTICIA [+]
6.1. LOS CRITERIOS DE DETERMINACIÓN
Existen tantos supuestos distintos que es imposible establecer cánones concretos. Por este motivo, los textos
legales se han limitado a diferir al acuerdo entre las partes o al arbitrio judicial el establecimiento de la cuantía
de los alimentos en cada caso, suministrando sólo el criterio de que debe atenderse conjuntamente a la
situación económica de alimentista y alimentante. De este modo, la cuantía de los alimentos será
proporcionada al caudal o medios de quien los da y a las necesidades de quien los recibe (Art. 146).
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La fijación de la obligación alimenticia se basa en la situación patrimonial de los dos sujetos de la relación,
pudiendo traducirse bien en una pensión o en el mantenimiento del alimentista en la casa del alimentante.
6.2. LAS FORMAS DE LA PRESTACIÓN
El art. 149 mantiene que la obligación alimenticia puede cumplirse por el deudor alimentante, a su elección, de
dos formas:
1. Mediante el pago de la correspondiente pensión pecuniaria por meses anticipados.
2. Mediante el mantenimiento a domicilio del alimentista.
Aunque la práctica y algunos preceptos del código otorgan primacía a la pensión pecuniaria (que se verificará
por meses anticipado), la opción por parte del alimentante de elegir atender y mantener al alimentista en su
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El artículo 150 dice que la obligación de suministrar alimentos cesa con la muerte del obligado. Por su parte,
el artículo 152 dispone que cesará también la obligación de dar alimentos:
1.Por muerte del alimentista.
2.Cuando la fortuna del obligado a darlos se hubiere reducido hasta el punto de no poder satisfacerlos sin
desatender sus propias necesidades y las de su familia.
3.Cuando el alimentista pueda ejercer un oficio, profesión o industria, o haya adquirido un destino o mejorado
de fortuna, de suerte que no le sea necesaria la pensión alimenticia para su subsistencia.
4.Cuando el alimentista, sea o no heredero forzoso, hubiese cometido alguna falta de las que dan lugar a
desheredación.
5.Cuando el alimentista sea descendiente del obligado a dar alimentos, y la necesidad de aquél provenga de
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La muerte del alimentista (art. 152.1º), obviamente, acarrea la extinción de la obligación de prestarle alimentos
y, por supuesto, sus herederos no adquieren condición alguna de alimentistas. En el supuesto de la muerte del
alimentista y dado que el pago de la pensión ha de realizarse por meses anticipados sus herederos no estarán
obligados a devolver lo que éste hubiese recibido anticipadamente (Art. 148.2).
8.2. LA VARIACIÓN DE LAS CIRCUNSTANCIAS PATRIMONIALES
La variación de las circunstancias patrimoniales del alimentista y/o del alimentante pueden llegar a ser de tal
gravedad que conlleven la cesación o extinción de la obligación alimenticia (art. 152). Por tanto, en tales
supuestos, existe también un efecto extintivo propiamente dicho.
8.3. LA MALA CONDUCTA DEL ALIMENTISTA
Como tales podemos incluir las recogidas en el art. 152.4º y 152.5º CC. En este último apartado se refiere solo
al caso de que el alimentista sea descendiente del alimentante, y tal como está formulado no hay extinción
alguna, sino inexistencia de presupuesto para exigir alimentos por el descendiente que, a causa de su desidia,
mala conducta o falta de aplicación al trabajo, se encuentra en situación de menesterosidad.
Por otro lado, el hecho de que el alimentista lleve a cabo alguna de las conductas que son consideradas causas
de desheredación por el Código Civil, puede tanto extinguir la obligación previamente establecida, como
originar la improcedencia de la reclamación de esta.
9 OTRAS OBLIGACIONES ALIMENTICIAS
El Código Civil establece que las disposiciones que preceden son aplicables a los demás casos en que, por
este Código, por testamento o por pacto se tenga derecho a alimentos, salvo lo pactado, lo ordenado por el
testador o lo dispuesto por la ley para el caso especial de que se trate (Art. 153).
La pretensión de semejante precepto de convertir el régimen jurídico de los alimentos entre parientes en
“normas generales” o en régimen general de las restantes obligaciones alimenticias de origen legal o de las
establecidas convencionalmente es, sin embargo, absolutamente vana, según resalta con unanimidad la
doctrina.
Los presupuestos de nacimiento de la obligación alimenticia entre parientes, asentada en lo fundamental en la
nota de reciprocidad y en la necesidad del alimentista, imposibilitan, en efecto, pretender una aplicación general
de los artículos 142 y siguientes a otros supuestos de deuda alimenticia.
De otra parte, es obvio que el legado o la prestación alimenticia de carácter contractual excluyen por principio
la posibilidad de modificar la cuantía de los alimentos.
La única relevancia que puede atribuírsele al artículo 153 consiste en declarar la admisibilidad de las
obligaciones alimenticias convencionales (en las que habrá de estarse “a lo pactado” y no a lo dispuesto en los
artículos 142 y siguientes) y, en la posibilidad remota de que en testamento se estableciera un legado de
alimentos a favor de tercero sometido a los parámetros normativos de los alimentos entre parientes.
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Aunque tradicionalmente la tutela se ha integrado en el Derecho de familia, en los últimos años hay autores
que defienden la integración de la tutela en el estudio del Derecho de la persona. En el tomo de Derecho de
las personas se explicó este tema en términos generales, junto a la curatela y al defensor judicial. Esto se debe
a que es muy difícil explicar acerca de la capacidad de obrar de las personas sin considerar los rasgos básicos
de las instituciones tutelares en su conjunto.
2.1. CONCEPTO Y FUNDAMENTO [+]
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Existe un paralelismo evidente y una relación de subsidiariedad entre la tutela y la patria potestad. En
circunstancias normales la institución de la patria potestad es de por sí suficiente para procurar la formación
integral de los hijos menores, por lo que la tutela brilla por su ausencia.
En cambio, cuando no existe la patria potestad, cualquiera que sea su causa, es necesario que otros órganos
garanticen la debida atención de los hijos menores y el cuidado de sus intereses morales y patrimoniales. La
misma circunstancia se da en mayores de edad incapacitados.
La tutela, al igual que la patria potestad, consiste en una función técnicamente hablando: el titular de cualquier
órgano tutelar ostenta derechos y facultades, en relación con la persona y/o bienes de un menor o de un
incapacitado, que le son atribuidos en contemplación y en beneficio del tutelado.
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decidirá el juez sin que quepa recurso. Si hubiera desacuerdos reiterados que supongan
entorpecimiento en el ejercicio de la tutela, el juez podrá reorganizar su funcionamiento e incluso
proveer nuevo tutor, oídos los demás tutores y al tutelado si tuviere juicio.
En el caso de que uno de los tutores (o varios), sea simultánea o sucesivamente, dejen de serlo, la tutela plural
puede transformarse en tutela unipersonal o sustituir al tutor cesante si así se hubiera dispuesto al hacer el
nombramiento. En el Código se pronuncia a favor de la tutela unipersonal.
2.6. REQUISITOS EXIGIDOS AL TUTOR: LAS CAUSAS DE INHABILIDAD
Naturalmente, el Código establece diversos requisitos según que la tutela haya de ser desempeñada por
personas propiamente dichas o por personas jurídicas.
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Personas Jurídicas: podrán ser también tutores las personas jurídicas que no tengan finalidad lucrativa y
entre cuyos fines figure la protección de menores e incapacitados (Art. 242). No se distingue entre personas
jurídicas de carácter público (entidades administrativas) o privado (fundación, asociación).
Personas físicas: podrán ser tutores todas las personas que se encuentren en el pleno ejercicio de sus
derechos civiles y en quienes no concurra alguna de las causas de inhabilidad establecidas en los artículos
siguientes (Art. 241). Por lo tanto, conforme al artículo 243, no pueden ser tutores:
1. Los que estuvieran privados o suspendidos en el ejercicio de la patria potestad o total o parcialmente de
los derechos de guarda y educación, por resolución judicial.
2. Los que hubieren sido legalmente removidos de una tutela anterior.
3. Los condenados a cualquier pena privativa de libertad, mientras estén cumpliendo la condena.
4. Los condenados por cualquier delito que haga suponer fundadamente que no desempeñarán bien la
tutela».
Por su parte, el artículo 244 establece que tampoco pueden ser tutores:
1. Las personas en quienes concurra imposibilidad absoluta de hecho.
2. Los que tuvieren enemistad manifiesta con el menor o incapacitado.
3. Las personas de mala conducta o que no tuvieren manera de vivir conocida.
4. Los que tuvieren importantes conflictos de intereses con el menor o incapacitado, mantengan con él pleito
o actuaciones sobre el estado civil o sobre la titularidad de los bienes, o los que le adeudaren sumas de
consideración.
5. Los quebrados y concursados no rehabilitados, salvo que la tutela lo sea solamente de la persona.
La relación legal de las causas de inhabilidad es muy extensa y escasamente operativa, pues en definitiva
requiere la determinación complementaria del Juez competente.
Los progenitores del menor o incapacitado pueden «inhabilitar» o «excluir» a los parientes que en principio
serían llamados a la tutela, mediante testamento o cualquier otro documento notarial (Art. 245) por considerar
que no reúnen las condiciones mínimas de familiaridad y afecto con el posible tutelado. Sin embargo, aún en
este caso, la resolución judicial motivada puede decretar otra cosa en beneficio del menor o incapacitado.
Cabe la posibilidad de que los progenitores exculpen al eventual tutor de algunas de las causas de inhabilidad.
Concretamente en los supuestos contemplados en los art. 243.4º (condenados a cualquier pena privativa de
libertad…) y art. 244.4º (los que tuvieren importantes conflictos…) la inhabilidad no será de aplicación a los tutores
designados en testamento de los padres, si eran conocidas por éstos en el momento de hacer la designación:
(Art. 246).
2.7. LA EXCUSA DE DESEMPEÑO DEL CARGO
De los art. 216 y 217 se deduce la obligatoriedad de los cargos tuitivos como regla una drástica, que, sólo
admite excusa en los supuestos legalmente previstos y que estos son escasos. Sin embargo, esto no es así.
Excusas que se configuran ampliamente (art. 251.1 CC), siendo excusable el desempeño de la tutela cuando
por razones de edad, enfermedad, ocupaciones personales o profesionales, por falta de vínculos de cualquier
clase entre tutor y tutelado o por cualquier otra causa, resulte excesivamente gravoso el ejercicio del cargo.
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El interesado que alegue causa de excusa deberá hacerlo dentro del plazo de quince días a contar desde que
tuviera conocimiento del nombramiento (Art. 252) en lo que sería un plazo de caducidad. Sin embargo, si la
causa de excusa fuera sobrevenida, podrá ser alegada en cualquier momento (Art. 255), por lo tanto, en la
práctica el interesado puede excusarse en cualquier momento.
3. FUNCIONES Y OBLIGACIONES DEL TUTOR DURANTE EL EJERCICIO DE LA TUTELA
Las funciones y obligaciones concretas del tutor dependen en buena medida de las disposiciones que, al
respecto, haya adoptado el Juez en la correspondiente sentencia o en posteriores resoluciones.
El Código regula algunos extremos del cuadro de funciones y obligaciones correspondientes al tutor con mucho
detalle, que son las que veremos a continuación.
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La constitución de fianza: la prestación de garantías por parte del tutor queda al libre arbitrio del Juez.
• El Juez podrá exigir al tutor la constitución de fianza que asegure el cumplimiento de sus obligaciones y determinará
la modalidad y cuantía de la misma.
• También podrá el Juez, en cualquier momento y con justa causa, dejar sin efecto o modificar en todo o en parte la
garantía que se hubiese prestado.
3.2. EL CONTENIDO PERSONAL DE LA RELACIÓN ENTRE TUTOR Y TUTELADO
El Código procura resaltar que las obligaciones recíprocas entre el tutor y el tutelado son similares a las
características de la patria potestad.
En relación con el tutor: está obligado a velar por el tutelado y, en particular:
1. A procurarle alimentos.
2. A educar al menor y procurarle una formación integral.
3. A promover la adquisición o recuperación de la capacidad del tutelado y su mejor inserción en la
sociedad.
4. A informar al Juez anualmente sobre la situación del menor o incapacitado y rendirle cuenta anual de su
administración (Art. 269).
En relación con el tutelado:
1. Los sujetos a tutela deben respeto y obediencia al tutor (Art. 268).
2. Los tutores ejercerán su cargo de acuerdo con la personalidad de sus pupilos, respetando su integridad
física y psicológica. Cuando sea necesario para el ejercicio de la tutela podrán recabar el auxilio de la
autoridad (Art. 268). Se extirpa radicalmente la facultad de razonable y moderada corrección, al igual
que en la patria potestad.
En principio no se establece la obligación de convivencia entre tutor y tutelado, aunque se prevé que, si existiera
dicha obligación y surgieran problemas graves y continuados de convivencia, podrá pedirse la remoción del
tutor.
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tengan carácter dispositivo y sean susceptibles de inscripción. Salvo la venta del derecho de suscripción
preferente de acciones.
3. Para renunciar a derechos, así como transigir o someter a arbitraje cuestiones en que el tutelado
estuviese interesado.
4. Para aceptar sin beneficio de inventario cualquier herencia, o para repudiar ésta o las liberalidades.
5. Para hacer gastos extraordinarios en los bienes.
6. Para entablar demanda en nombre de los sujetos a tutela, salvo en los asuntos urgentes o de escasa
cuantía.
7. Para ceder bienes en arrendamientos por tiempo superior a seis años.
8. Para dar y tomar dinero a préstamo.
9. Para disponer a título gratuito de bienes o derechos del tutelado.
10. Para ceder a terceros los créditos que el tutelado tenga contra él, o adquirir a título oneroso los créditos
de terceros contra el tutelado.
Antes de autorizar o aprobar cualquiera de los actos detallados previamente, el Juez oirá al Ministerio Fiscal,
y al tutelado, si fuese mayor de doce años o lo considerara oportuno, y recabará los informes que le sean
solicitados o estime pertinentes (Art. 273). La petición del tutor puede ser denegada.
La administración de los bienes ha de desempeñarla el tutor con la diligencia de un buen padre de familia (Art.
270), excluyendo que el tutor haga suyos los frutos de los bienes del tutelado, que pertenecen en exclusiva a
este.
3.4. LA REMUNERACIÓN DEL TUTOR
La tutela tiene carácter retribuido. El tutor tendrá derecho a ella siempre que el patrimonio del tutelado lo
permita. Corresponde al Juez fijar su importe y el modo de percibirlo, para lo cual tendrá en cuenta el trabajo
a realizar y el valor y la rentabilidad de los bienes, procurando en lo posible que la cuantía de la retribución no
baje del 4% ni exceda del 20% del rendimiento líquido de los bienes (Art. 274). El Juez puede limitarse a
establecer un porcentaje dentro del arco indicado, sin necesidad de concretar cuantitativamente una cifra
precisa, lo que viene facilitado además por el hecho de que el tutor ha de rendir cuentas anuales ante el Juez
(cfr. art. 269.4. °).
El código impone al tutor la obligación de procurarle alimentos, en el sentido amplio, al tutelado. Su coste
habrán de imputarse contablemente al propio patrimonio del tutelado, sin que disminuya la retribución del tutor.
No cabe tampoco la asignación de frutos por alimentos. No obstante, los padres, y en sus disposiciones de
última voluntad, podrán establecer que el tutor haga suyos los frutos de los bienes del tutelado a cambio de
prestarle los alimentos, salvo que el Juez, en resolución motivada, disponga otra cosa (Art. 275).
4. REMOCIÓN DEL TUTOR Y EXTINCIÓN DE LA TUTELA [+]
La denominada comúnmente remoción de la tutela equivale al cese como tutor de la persona que previamente
había sido nombrada judicialmente, pero manteniéndose la necesidad de nombrar un nuevo tutor. Realmente
debería llamarse remoción del tutor.
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La extinción de la tutela, por el contrario, supone la desaparición de las circunstancias que justificaban la
existencia del órgano tuitivo y en consecuencia, el cese definitivo de la existencia del mecanismo tutelar.
En ambos casos, es necesario llevar a cabo la rendición general de cuentas durante el tiempo de desempeño
de la tutela.
4.1. LA REMOCIÓN DEL TUTOR
El CC concede la legitimación activa en el procedimiento de remoción tanto el Ministerio Fiscal, como cualquier
persona interesada pueden solicitar la remoción del tutor, acreditando que se han producido alguna de las
casusas contempladas en el artículo 247.
A. Que el tutor, una vez posesionado del cargo, llegue a estar incurso en cualquiera de las causas legales
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Las causas de inhabilidad y excusas previstas para la tutela, así como las circunstancias que originan la
remoción del tutor, son también aplicables, supletoriamente, a la cúratela y al defensor judicial (arts. 291 y 301).
4.2. LA EXTINCIÓN DE LA TUTELA
El artículo 276 establece que la tutela se extingue:
1. Cuando el menor de edad cumple los dieciocho años, a menos que con anterioridad hubiera sido
judicialmente incapacitado.
2. Por la adopción del tutelado menor de edad.
3. Por fallecimiento de la persona sometida a tutela.
4. Por la concesión al menor del beneficio de la mayor edad.
Por su parte, el artículo 277 dispone que también se extinga la tutela:
1. Cuando habiéndose originado por privación o suspensión de la patria potestad, el titular de ésta la
recupere.
2. Al dictarse la resolución judicial que ponga fin a la incapacitación, o que modifique la sentencia de
incapacitación en virtud de la cual se sustituye la tutela por la cúratela.
Además, aunque no esté especificado en el Código, la tutela se extingue por el fallecimiento del tutor, en ese
caso, los herederos del tutor están obligados a la rendición de cuentas.
4.3. LA RENDICIÓN DE CUENTAS Y LA RESPONSABILIDAD DEL TUTOR
Independientemente de la presentación de las cuentas anuales, el tutor, al cesar en sus funciones, deberá
rendir la cuenta general justificada de su administración ante la Autoridad judicial en el plazo de tres meses,
prorrogables por el tiempo que fuere necesario si concurre justa causa (Art. 279). Ello se produce sea cual sea
la causa del cese de sus funciones (remoción, fallecimiento, excusa sobrevenida…).
Plazo de prescripción: la acción para exigir la rendición de esta cuenta prescribe a los cinco años, contados
desde la terminación del plazo establecido para efectuarlo (art. 279). Es decir, los tres meses legales o el plazo
prorrogado por el Juez.
La aprobación de la cuenta corresponde al Juez, quien antes de decidir al respecto, oirá al nuevo tutor y a la
persona que hubiera estado sometida a tutela o a sus herederos (art. 280).
La práctica de la cuenta seguirá las pautas elementales de contabilidad, siempre y cuando resulten suficientes
para el Juez. Cabe también recurrir a expertos en contabilidad, pero en todo caso los gastos necesarios de la
rendición de cuentas serán a cargo del que estuvo sometido a tutela (art. 281).
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El saldo final resultante: el saldo de la cuenta general devengará interés legal, a favor o en contra del tutor
(art. 282), precisando el código que el devengo de intereses se producirá:
o Si el saldo es a favor del tutor: el interés legal nace desde que se le requiera el pago al tutelado, previa
entrega de sus bienes. (art. 283).
o Si es en contra del tutor: devengará el interés legal desde la aprobación de la cuenta (art. 284).
Ejemplo: El tutor al cesar la tutela, tiene el deber de devolver el patrimonio al tutelado, pero además tiene la obligación
de rendir cuentas de su administración y como resultado de la misma dará un saldo, a favor del tutor o a favor del
tutelado, el cual devengará el interés legal
La corrección de las cuentas y su aprobación judicial no exime al tutor de posibles reclamaciones en relación
a sus obligaciones de carácter patrimonial, las cuales prescribirán a los quince años.
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La realización de actos sin la pertinente autorización judicial, en los casos que ésta fuera necesaria (arts.
271 y 272,) determina su nulidad radical o absoluta y, por consiguiente, la imprescriptibilidad de la
correspondiente acción (de nulidad) ejercitable por el tutelado, una que vez que «salga de la tutela» o por su
nuevo representante legal, etc.
5.- LA CURATELA [++]
La curatela resurge como cargo u organismo tuitivo de segundo orden, pudiéndose distinguir entre:
Curatela propia: Es la correspondiente a los supuestos de hecho que determinan sólo el nacimiento de la
cúratela. Tales supuestos son los contemplados en el artículo 286:
1. Los emancipados cuyos padres fallecieren o quedaran impedidos para el ejercicio de la asistencia
prevenida por la Ley.
2. Los que obtuvieren el beneficio de la mayor edad.
3. Los declarados pródigos.
En estos casos, el curador se debe limitar a prestar su asistencia en sentido técnico, pero no sustituye la
voluntad de la persona sometida a cúratela. Se limitan a la intervención del curador en los actos que los
menores o pródigos no puedan realizar por sí solos (Art. 288).
Curatela impropia: La existencia de tutela o curatela en este caso no depende del supuesto de hecho, sino
de la valoración judicial. Procedería la cúratela para las personas a quienes la sentencia de incapacitación o,
en su caso, la resolución judicial que la modifique coloquen bajo esta forma de protección en atención a su
grado de discernimiento (Art.287).
En este caso, la asistencia del curador se limitará a aquellos actos que expresamente imponga la sentencia.
En todo caso, trátese de un tipo u otro de curatela, se les aplican a los curadores las normas sobre
nombramiento, inhabilidad, excusa y remoción de los tutores (Art. 291.1).
El defensor judicial, regulado en los art. 299 y ss del CC se caracteriza por ser un cargo tuitivo ocasional o
esporádico, frente a la relativa continuidad temporal de la tutela y de la curatela y por ser compatible con la
existencia de los restantes mecanismos tutelares e incluso con el ejercicio de la patria potestad por los
progenitores del menor o incapacitado.
La preexistencia de los organismos tutelares constituye un presupuesto del nombramiento del defensor:
1. En caso de inexistencia de tutela, no se nombrará un defensor judicial, sino que la representación y
defensa de la persona la asumirá directamente el Ministerio Fiscal. Si además del cuidado de la persona,
hubiera de procederse al cuidado de los bienes, el LAJ podrá designar un administrador de los mismos.
2. El artículo 299 describe los supuestos en que procede el nombramiento del defensor judicial:
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A. Cuando exista conflicto de intereses entre los menores o incapacitados y sus representantes legales o
el curador.
B. Si por cualquier causa, el tutor o el curador no desempeñen las funciones que les son propias, hasta
que cese la causa determinante o se designe otra persona para desempeñar el cargo.
Al defensor judicial se le aplicarán las causas de inhabilidad, excusa y remoción de tutores y curadores (Art.
301) y, así como las disposiciones generales de las instituciones tutelares o de guarda.
El Código Civil, no especifica los derechos y obligaciones del defensor judicial, se limita a establecer que las
atribuciones del defensor serán las que el Juez «le haya concedido» en cada caso.
El juez puede designar como defensor judicial a quien estime más idóneo para el cargo (art. 300), pudiendo
recaer el nombramiento en una persona jurídica. No es necesario que sean determinadas personas (cónyuges,
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parientes…)
7. GUARDA Y ACOGIMIENTO DE MENORES
La protección del menor en situación de desamparo ha merecido la atención del legislador en los últimos años.
La Ley 21/1987, relativa a la adopción, introdujo la figura del acogimiento de menores, generalizando la
situación de otorgar la competencia sobre el particular a la entidad pública que, en cada Comunidad Autónoma,
ostente la competencia sobre la protección de los menores. Después fue modificada por la LO 1/1996, de
Protección Jurídica del Menor y por la Ley 41/2003, de protección patrimonial de las personas con discapacidad
y sobre todo por la LPIA 2015 que profundiza en el objetivo de atender al interés superior de los menores y de
garantizarles una protección uniforme en todo el Estado.
7.1. LA SITUACIÓN DE DESAMPARO
Según establece el vigente art. 172.1.2 CC, se considera como situación de desamparo la que se produce de
hecho a causa del incumplimiento o del imposible o inadecuado ejercicio de los deberes de protección
establecidos por las leyes para la guarda de los menores, cuando éstos queden privados de la necesaria
asistencia moral o material.
Por su parte, la LPIA modificó el art. 239 CC disponiendo que "Se considera como situación de desamparo a
estos efectos, la que se produce de hecho cuando la persona con la capacidad modificada judicialmente quede
privada de la necesaria asistencia a causa del incumplimiento o del imposible o inadecuado ejercicio de los
deberes que incumben a la persona designada para ejercer la tutela, de conformidad a las leyes, o por carecer
de tutor.".
La declaración de desamparo, previa a la adopción de cualquier medida de protección de los menores, resulta
muy problemática, pues supone la declaración de incapacidad de los padres para cuidar de sus hijos. El
desamparo, es una situación de carácter fáctico, puede dar lugar a dos figuras diversas:
A. La guarda del menor:
Tras la promulgación de la Ley 26/2015, la guarda del menor puede encontrar su origen tanto en la solicitud de
los propios guardadores legales propiamente dichos, como por decisión judicial o administrativa, conforme a lo
dispuesto en el CC.
Según el art. 172.1 bis CC, conforme a la LPIA, cuando los progenitores o tutores, por circunstancias graves y
transitorias debidamente acreditadas, no puedan cuidar al menor, podrán solicitar de la Entidad Pública que
ésta asuma su guarda durante el tiempo necesario, que no podrá sobrepasar dos años como plazo máximo
de cuidado temporal del menor, salvo que el interés superior del menor aconseje, excepcionalmente, la
prórroga de las medidas. Transcurrido el plazo o la prórroga, en su caso, el menor deberá regresar con sus
progenitores o tutores o, si no se dan las circunstancias adecuadas para ello, ser declarado en situación legal
de desamparo.
La entrega voluntaria de la guarda se hará por escrito dejando constancia de que los progenitores o tutores
han sido informados de las responsabilidades que siguen manteniendo respecto del menor, así como de la
forma en que dicha guarda va a ejercerse por la Entidad Pública garantizándose, en particular a los menores
con discapacidad, la continuidad de los apoyos especializados que vinieran recibiendo o la adopción de otros
más adecuados a sus necesidades.
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La resolución administrativa sobre la asunción de la guarda por la Entidad Pública, así como sobre cualquier
variación posterior de su forma de ejercicio, será fundamentada y comunicada a los progenitores o tutores y al
Ministerio Fiscal.
Asimismo, la Entidad Pública asumirá la guarda cuando así lo acuerde el Juez en los casos en que legalmente
proceda, adoptando la medida de protección correspondiente. (art. 172.2).
B. La denominada tutela automática:
De otro lado, la propia iniciativa de la Entidad pública está formalmente reconocida en el propio art. 172.1 (sin
bis) conforme a la siguiente redacción dada por la LPIA:
Cuando la Entidad Pública constate que un menor se encuentra en situación de desamparo, tiene por ministerio
de la ley la tutela del mismo y deberá adoptar las medidas de protección necesarias para su guarda, poniéndolo
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en conocimiento del Ministerio Fiscal y, en su caso, del Juez que acordó la tutela ordinaria. La resolución
administrativa que declare la situación de desamparo y las medidas adoptadas se notificará en legal forma a
los progenitores, tutores o guardadores y al menor afectado si tuviere suficiente madurez y, en todo caso, si
fuere mayor de doce años, de forma inmediata sin que sobrepase el plazo máximo de cuarenta y ocho horas.
Su efecto fundamental es determinar la suspensión de la patria potestad o de la tutela ordinaria, que en su
caso se hubiere constituido, en vista la desatención de que es objeto el menor en cuestión y la situación de
desamparo en que se encuentra.
En todo caso durante el plazo de dos años desde la notificación de la resolución administrativa por la que se
declare la situación de desamparo, los progenitores que continúen ostentando la patria potestad, pero la tengan
suspendida podrán oponerse a las decisiones que se adopten respecto de la protección del menor, así como
solicitar la revocación la declaración de situación de desamparo del menor; pasado dicho plazo perderán este
derecho.
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Revisión febrero 2017 apuntes de Sonia Rodríguez por Manuel Agudo.
Revisión febrero 2019 por Swanhilda.
1.El acogimiento familiar podrá tener lugar en la propia familia extensa del menor o en familia ajena, pudiendo
en este último caso ser especializado.
2.El acogimiento familiar podrá adoptar las siguientes modalidades atendiendo a su duración y objetivos:
a) Acogimiento familiar de urgencia, principalmente para menores de 6 años, que tendrá una duración
no superior a 6 meses, en tanto se decide la medida de protección familiar que corresponda.
b) Acogimiento familiar temporal, que tendrá carácter transitorio, bien porque de la situación del menor
se prevea la reintegración de éste en su propia familia, o bien en tanto se adopte una medida de
protección que revista un carácter más estable como el acogimiento familiar permanente o la adopción.
Este acogimiento tendrá una duración máxima de 2 años, salvo que el interés superior del menor
aconseje la prórroga de la medida por la previsible e inmediata reintegración familiar, o la adopción de
otra medida de protección definitiva.
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c) Acogimiento familiar permanente, que se constituirá bien al finalizar el plazo de 2 años de acogimiento
temporal por no ser posible la reintegración familiar, o bien directamente en casos de menores con
necesidades especiales o cuando las circunstancias del menor y su familia así lo aconsejen. La Entidad
Pública podrá solicitar del Juez que atribuya a los acogedores permanentes aquellas facultades de la
tutela que faciliten el desempeño de sus responsabilidades, atendiendo, en todo caso, al interés superior
del menor".
Conforme a lo dispuesto en el art. 173, el acogimiento familiar producirá la plena participación del menor en la
vida de familia, e impone a quien le recibe las obligaciones de velar por él, tenerlo en su compañía, alimentarlo,
educarlo y procurarle una formación integral. El acogimiento deberá formalizarse por escrito, con el
consentimiento de la Entidad Pública, las personas que reciban al menor, de este si tuviera 12 años cumplidos,
y en su caso de los padres o el tutor del menor.
7.4 LA GUARDA DE HECHO
La guarda de hecho es la situación fáctica en la que un menor o incapacitado sea tutelado o protegido por una
persona que no ostenta potestad alguna sobre él.
Este supuesto ha sido recogido en nuestro Código Civil de forma ciertamente fragmentaria, ya que se limita a
tomar nota de la existencia de la figura (art. 303), declara la validez de los actos realizados por el guardador
de hecho (art. 304) y declara aplicable el artículo 220 previsto inicialmente para el tutor.
La LPIA añade que cautelarmente, hasta que se constituya la medida de protección adecuada si procediera,
se podrán otorgar judicialmente facultades tutelares a los guardadores de hecho, pudiéndose asimismo
constituir un acogimiento temporal, siendo los acogedores los guardadores.
Procederá la declaración de situación de desamparo de menores y personas con la capacidad modificada
judicialmente en situación de guarda de hecho cuando también se den los presupuestos objetivos de falta de
asistencia contemplados en los art. 172 y 239bis. En los demás casos, el guardador de hecho podrá promover
la privación suspensión de la patria potestad, remoción de la tutela o el nombramiento del tutor.
El conocimiento por la Autoridad judicial (Juez y Fiscal) de la existencia de un guardador de hecho, no implica
la obligatoriedad de la constitución de la tutela propiamente dicha, aunque podrá requerir al guardador para
que informe de la situación de la persona y los bienes del menor o del presunto incapaz [...] pudiendo establecer
asimismo las medidas de control y vigilancia que considere oportunas (Art. 303).
Los parientes llamados a la tutela y el guardador de hecho responden solidariamente con el menor de
dieciocho años que haya cometido algún delito o falta del que se derive responsabilidad civil. En consecuencia,
los guardadores de hecho, al igual que los restantes responsables o representantes legales de los menores,
han de asumir demasiadas responsabilidades, con el agravante añadido de la solidaridad legalmente
establecida de forma expresa.
El TS mantiene jurisprudencialmente que cuando un guardador de hecho preste a un menor la necesaria
asistencia, supliendo el incumplimiento de los progenitores al efecto, ni se excluye ni se impone declarar la
situación de desamparo, debiendo atender a las circunstancias de la guarda de hecho interpretadas conforme
al superior interés del menor.
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Revisión febrero 2017 apuntes de Sonia Rodríguez por Manuel Agudo.
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La Ley 41/2003, considera el régimen de administración especial en relación con el patrimonio protegido que
puede constituir a favor de sí misma la propia persona con discapacidad u otras personas a su favor.
Dicha previsión normativa supone que la propia persona con discapacidad, o cualquier otra persona en su
beneficio, aporta bienes a título gratuito para constituir un patrimonio protegido (técnicamente un patrimonio
separado), cuyo titular y beneficiario será exclusivamente la persona con discapacidad en cuyo interés se
constituya, con afección a la satisfacción de sus necesidades vitales.
Cuando el constituyente del patrimonio protegido sea el propio beneficiario, este podrá establecer sus propias
normas de administración y disposición de los bienes y derechos que integren el patrimonio protegido,
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señaladas en el documento público de constitución y sin necesidad de recurrir a representante legal alguno.
En definitiva, puede tratarse de una persona con discapacidad, pero con plena capacidad de obrar, con lo que
ello conlleva.
En los demás casos, salvo que el propio beneficiario tenga capacidad de obrar suficiente, el régimen de la
administración del patrimonio de la persona con capacidad de obrar suficiente se desarrolla en paralelo con el
esquema de la tutela, del que es tributario. Por lo tanto, las reglas de administración deberán prever la
obligatoriedad de autorización judicial en los mismos casos que el tutor la requiere respecto a los bienes
del tutelado.
Con independencia de si la persona con discapacidad sea o no simultáneamente incapacitada, el administrador
del patrimonio protegido, cuando no sea el propio beneficiario del mismo, debe considerarse representante
legal de este para todos los actos de administración de los bienes y derechos integrantes del patrimonio
protegido, y no requerirá el concurso de los padres o tutor para su validez y eficacia.
9. LA INSCRIPCIÓN REGISTRAL DE LAS INSTITUCIONES TUTELARES
Tradicionalmente, la legislación del Registro Civil ha sido receptiva en relación con la inscripción de las
instituciones tutelares. Es más, la propia sección 4ª del RC siempre se ha denominado De tutelas y
representaciones legales.
En consecuencia, es natural que la ley 20/2011 del RC prevea que se inscribirán en el registro individual de la
persona con capacidad modificada judicialmente las resoluciones judiciales en las que se nombre tutor o
curador.
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