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Para el idealista no existen más que las vivencias; vivencias que experimento yo: mi pensar,
mi recordar los sucesos de la víspera, mi imaginar los árboles que vi en el Jardín Botánico,
mi tener conciencia de mí mismo y de que oigo hablar a mi alrededor: todo esto sí tiene
sentido, puesto que lo compruebo directamente en mí mismo; más de eso no sé si existe.
Vivencias que “objetiven algo”, sí; “objetos reales” que respondan a las vivencias, no.
El ente se reduce al pensamiento: pensamos que hay entes, y como pensamos que hay entes,
pensamos que realmente existen esos entes. De que pienso, no cabe duda, dice el idealista;
de que hay un contenido al cual se refiere mi pensamiento, tampoco dudo; pero de que
realmente exista fuera de, mí, fuera de mi pensamiento, algo que fundamente ese contenido,
de eso sí que abrigo mis dudas; o simplemente rechazo la existencia de cualquier ser que no
sea mi ser vivencial, el ser de mis propias vivencias.
Para Hume la realidad no es otra cosa que impresión o conjunto de impresiones; es decir: no
hay realidad: hay impresiones de la realidad. Por eso rechaza, según hemos visto, la
objetividad del concepto de sustancia, puñado de sensaciones que por su contigüidad en el
espacio las traducimos por una realidad objetiva, aunque ficticia. Por eso rechaza, también el
principio de causalidad, lazo puramente psicológico que crea nuestra mente, pero que no
responde a nada real.
Hume concluye afirmando que la existencia del mundo corpóreo es un enigma; que no es
posible adquirir certeza en las ciencias naturales; que ni siquiera nuestra alma es una
sustancia permanente; que es imposible, en fin, demostrar la existencia de Dios.
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El idealismo metafísico 2
2. Las teorías positivistas
La tesis anteriormente indicada, “toda metafísica es imposible”, fue apadrinada por el
positivismo del siglo xrx, con más apasionamiento quizás que por los mismos idealistas. Se
conocen con el nombre de “Teorías positivistas” todas aquellas doctrinas filosóficas (y
también psicológicas) que se atienen pura y exclusivamente a los datos “positivos”,
entendiendo por datos “positivos” los que nos son suministrados por medio de los sentidos.
Las teorías positivistas niegan el valor de la metafísica: lo único real, objetivo, lo único que
se puede afirmar es lo que se percibe por medio de los sentidos.
El método del positivismo consiste en estudiar las leyes empíricas de los fenómenos, dejando
de lado expresamente el estudio de las causas y de la esencia de las cosas. El “empirismo” es
otra forma de positivismo: acepta sólo aquellos conocimientos que se originan en la
“experiencia” sensible. El positivismo (Augusto Comte, John Stuart Mili, Herbert Spencer)
es una especie de empirismo fenomenista (no interesan más que los fenómenos que se ofrecen
a la experiencia sensible); renuncia a buscar la solución de problemas del universo, que cree
insolubles y completamente inútiles: si hay un sustrato de los fenómenos, si existen las cosas
en si, son cuestiones inútiles y sin importancia.
Comte sostenía que el espíritu humano pasa por tres estados sucesivos: el teológico, que
explica los hechos mediante agentes sobrenaturales; el metafísica, que trata de buscar razones
abstractas, meras explicaciones verbales; y el positivo, que se atiene al dato real y trata de
explicar, sin recurrir a la metafísica, el orden y la regularidad de los fenómenos observados.
En el “Discurso sobre el espíritu positivo” escribe Comte:
“Según esta doctrina fundamental, todas nuestras especulaciones, cualesquiera, están sujetas
inevitablemente, sea en el individuo, sea en la especie, a pasar sucesivamente por tres estados
teóricos distintos, que las denominaciones habituales de teológico, metafísico y positivo
podrán calificar aquí suficientemente, para aquellos, al menos, que hayan comprendido bien
su verdadero sentido general. Aunque, desde luego, indispensable en todos los aspectos, el
primer estado debe considerarse siempre, desde ahora, como provisional y preparatorio; el
segundo, que no constituye en realidad más que una modificación disolvente de aquél, no su
pone nunca más que un simple destino transitorio a fin de conducir gradualmente al tercero;
en éste, el único plenamente normal, es en el que consiste, en todos los géneros, el régimen
definitivo de la razón humana” 1
Para el positivismo de Comte lo que caracteriza la virilidad de la inteligencia humana, es
decir el estado de madurez intelectual que se exige para la investigación científica, no es el
afán de determinar las causas propiamente dichas (tarea inútil, por lo menos), sino la simple
búsqueda de las leyes, la indagación de las constantes relaciones entre los fenómenos
observados.
En la línea del positivismo están Stuart Mili y Spencer. El primero de ellos expone en su
ensayo “Utilitarismo” el sentido y el alcance de esta doctrina, que aplica sobre todo a la
Lógica, a la Psicología y a la Moral Spencer, no tan original, en su obra “Un sistema de
Filosofía sintética”, construye un positivismo basado en una concepción evolucionista
materialista; “Lo que persiste invariable en cantidad, pero modificándose siempre en su
forma bajo esas apariencias sensibles que nos presenta el Universo, rebasa la concepción y
el conocimiento humanos: es un poder desconocido e incognoscible que nos vemos obligados
a reconocer como sin límites en el espacio y sin principio ni fin en el tiempo”2.
El Positivismo nació, floreció y se propagó en el siglo XIX, paralelamente con el avance de
las Ciencias Positivas, que le dieron impulso. Todo lo que tiene de “positivo” es
filosóficamente aceptable; en efecto: los datos y las experiencias sensibles son la base de
todo el saber humano.
Las deficiencias filosóficas del Positivismo las encontramos en sus aspectos negativos: en
que proclama los hechos de la experiencia sensible como los únicos objetos científicos; en
que declara incognoscible lo metempírico y lo abstracto (las esencias, las sustancias, las
relaciones, las causas, etc.); en que afirma abiertamente la imposibilidad de toda Metafísica.
Fuente:
El idealismo metafísico 3
13ABR2009 Comentarios desactivadosen El idealismo metafísico 3
de Ricardo Paulo Javier en Filosofía, Teología
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El idealismo metafísico 3
3. La ontología de la existencia
¿Cómo se conoce la existencia? ¿Qué se conoce de la existencia? ¿Cuántos tipos de
existencia conocemos? Estas y otras preguntas similares se tienen que formular la Ontología
respecto de la existencia de todos los entes concretos existentes, incluido el que formula la
pregunta. Una “Ontología de la existencia” es un puente para llegar al problema del
conocimiento, es un atisbo de la problemática gnoseológica.
Se puede estructurar una Ontología del ser desde dos puntos de vista distintos: o partiendo
del análisis de los conceptos (aunque forzosamente con una base de realidad captada por los
sentidos), o poniéndose frente a la propia existencia, frente a la propia vida para tratar de
conocer qué es ella. García Morente expone así estos dos puntos de vista:
“Y para llegar poco a poco y lentamente al corazón mismo de la ontología, ¿qué métodos
vamos a seguir? Se nos ofrecen dos. -Se nos ofrece en primer lugar el método del análisis
dialéctico de la noción misma de ser. Nosotros podríamos tomar la noción de ser, dirigir a
ella nuestra atención e ir separando, por análisis dialéctico, las distintas significaciones de la
noción, para compararlas intuitiva mente con el conjunto de la realidad, y ver hasta qué punto,
cómo y en qué sentido cada una de las distintas significaciones de la noción de ser tiene
derecho legítimo y está llena de algún sentido y no es simplemente una palabra . . . Pero digo
que podemos seguir un segundo método, una segunda vía, que consistiría en colocarnos ante
la realidad, ante el ser pleno, ante el conjunto total de los seres, en la situación en que la vida
misma nos coloca. Consistirá este método en arrancar y partir de nuestra vida actual; de
nuestra realidad como seres vivientes; de nosotros mismos tal como estamos rodeados de
cosas, viviendo en el mundo” 1
El primer punto de vista es justamente el empleado por Aristóteles y los escolásticos. Así,
por un proceso de “abstracción” se conoce el “ser” de las cosas; así se comprende que hay
dos modos de existir: sustancia y Accidente; que son diez las Categorías ónticas, a las que
corresponden otras tantas categorías lógicas.
¿Cómo se realiza este análisis? La existencia en su totalidad comprende todas las cosas y me
comprende a mí que pienso sobre ellas y sobre mí. Pienso sobre mi vida, en mi vida, y me
doy cuenta de que soy un ente auténtico y absoluto (en el sentido de que mi existencia es
^dependiente de la existencia de los demás). La vida humana, la existencia auténtica, se
conoce a sí misma y tiene seguridad de que existe. Los bancos existen, los árboles existen,
los caballos existen, pero no saben que existan. por esta razón, entre todos los entes existentes
tienen un valor especial los que viven; y de los que viven, los animales están en una jerarquía
especial por su sensibilidad y porque de algún modo tienen conciencia; pero morente en el
supremo sitial de esta escala de vivientes están los que se caracterizan por su existencia
humana, que es la existencia por antonomasia: la existencia que tiene plena conciencia de sí
misma.
En efecto: el existente humano existe, sabe que existe, está seguro de que existe, se interesa
por su misma existencia, reflexiona sobre esa misma existencia, se aferra desesperadamente
a ella. El existente humano (el hombre, en fin de cuentas) ama con vital interés su propia
existencia; la ama por sí misma, aunque sea muy precaria: no por las comodidades, ni por las
riquezas, ni por los honores de que tal vez está rodeada. El hombre quiere saber por qué
existe, él precisamente, cuando podrían existir oíros que en realidad no existen; quiere saber
en qué parará su existencia: si terminará definitivamente con la muerte biológica, o si
continuará de algún modo.
El hombre es el único ser existente —en este planeta— que “vive su vida”, que “vive su
existencia”. Cuando, en su actitud filosófica, se pone frente a su existencia real, toma
conciencia de ella, “vive el drama de su existencia”; drama que algunos existencialistas
traducen por “angustia” y otros por “tragedia”.
Según James, filósofo y psicólogo pragmatista, “el pragmatismo representa una actitud
completamente familiar en Filosofía: la posición empírica… El pragmático rompe de una vez
para siempre con una serie de hábitos inveterados de los filósofos. Deja a un lado la
abstracción y la insuficiencia, las soluciones verbales, las razones malas a priori, los
principios fijos, los sistemas cerrados, los “absolutos” y los “orígenes” (Conferencia segunda
sobre el “Pragmatismo”). Y refiriéndose con tono de sátira al filósofo, dice de él que se parece
“a un ciego que anda buscando en un cuarto oscuro un sombrero negro que no está en él (De
su obra “Algunos problemas de Filosofía”).
Notas
1. García Morente M., Lecciones preliminares de Filosofía, Pag. 345-46.
Fuente: Hebe R.Vidal, Fundamentos de Filosofia, Libreria Huemul, Bs.As.,
Argentina,1970,p.126-129
El idealismo metafísico 4
13ABR2009 Comentarios desactivadosen El idealismo metafísico 4
de Ricardo Paulo Javier en Filosofía, Teología, teología Natural
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El idealismo metafísico 4
4. Soluciones contemporáneas
Las soluciones contemporáneas referentes a la Ontología de la existencia siguen el segundo
punto de vista indicado en el párrafo anterior; se afronta el estudio del ser a través del análisis
fenomenológico de la existencia concreta. En contraposición con las corrientes
“esencialistas”, que dan primacía a la esencia sobre la existencia, las soluciones
contemporáneas ponen el acento en la existencia concreta, es decir, en la existencia
del existente.
En todo este proceso hay que tener en cuenta lo siguiente: la reducción fenomenológica no
significa lo mismo que negación. Tan sólo se desatienden los elementos excluidos: “se
hace abstracción de ellos y se considera únicamente lo que queda” 1.
Husserl distingue tres “yo”:
1) el “yo mundano”: es el “yo” al que se le ofrecen los objetos físicos; es el “yo” gracias al
cual vivimos en el mundo y por el cual percibimos una casa, un cuaderno;
Martin Heidegger (1889-1976) hace del “ser” el tema central de la reflexión filosófica. El
hombre, la existencia humana le interesan en la medida en que fundan el esclarecimiento
del ser. La filosofía del ser debe tener su punto de partida en el análisis del ser concreto y
singular. Según Heidegger, no hay más que un ser que sea capaz realmente de interrogarse
a sí mismo sobre el ser: este existente privilegiado es el existente que soy yo, el ser mismo
del sujeto existente, el DASEIN, cuya determinación fundamental es ser-en-el mundo: el
mundo es aquello a partir de lo cual el DASEIN anuncia lo que es. El ser del mundo es una
determinación existencial del DASEIN.
Esta posición heideggeriana no es un idealismo, sino que más bien debe ser definida como
un realismo, según su propio defensor. El famoso problema de la existencia del mundo
exterior es un pseudo problema; la existencia del mundo no requiere prueba alguna: es
inmediata mente evidente, puesto que no puede pensarse en absoluto el DASEIN sin el
mundo. El mundo rebasa toda prueba, ya que DASEIN, y mundo son, de modo indisoluble,
“el ser-en-el-mundo”. El hombre es el pastor del ser: el que pregunta por el ser, y a quien
pregunta por el ser: “¿Quid propinquius meipso mihi?” (¿Qué hay más próximo a mí que yo
mismo?), dice Heidegger ctando a San Agustín.
Heidegger, aunque independiente del sistema metafísico de Aristóteles, no desecha del todo
en sus escritos los conceptos básicos de la Metafísica. En la “Carta sobre el Humanismo” dice
textualmente: “Nuestras palabras posible y posibilidad sólo son pensadas bajo el imperio de
la Lógica y la Metafísica en oposición a actualidad, esto es, en una determinada
interpretación del ser —en la interpretación metafísica del ser— como actus y potencia,
diferencia que es identificada con la de existentia y essentia. Cuando hablo de la silenciosa
fuerza de lo posible no me refiero al possibile de una possi-bilitas meramente representada,
no a la potentia, como essentia de un actus de la existentia sino del ser mismo, que en cuanto
puede tiene poder sobre el pensar y así sobre la esencia del hombre, esto es: sobre su
referencia al ser”2.
Jean Paul Sartre (1906-1980), quizás el existencialista más popularizado en la época actual,
debido sobre todo a sus obras de teatro, reduce el existente a la serie de manifestaciones que
en él se reflejan. No hay una apariencia accesible a la observación (exterior) y una naturaleza
oculta detrás de ella como detrás de una pan talla (interior), sino que el ser existente es lo
que parece: no hay más realidad de la cosa que la objetividad del fenómeno. Lo que el
fenómeno es, lo es absolutamente: se muestra tal cual es.
La ontología será, por consiguiente, una descripción del fenómeno, una ontología
fenomenológica, en cuanto el ser no es otra cosa que la objetividad del fenómeno. La obra
de Sartre “El Ser y la Nada” que, según sus discípulos, es algo así como la “Suma filosófica
de Sartre”, lleva como subtítulo “Ensayo de una ontología fenomenológica”. En sus páginas
explica su autor cómo entiende el fenómeno, que no responde al concepto del idealismo
kantiano. La única realidad es para él el “fenómeno de ser”, a través del cual descubrirá “el
ser del fenómeno”. Ese ser se nos develará por algún medio de acceso inmediato, el hastío,
la náusea, etc., y la ontología será la descripción del fenómeno del ser tal como se manifiesta,
es decir, sin intermediario.
Pero Sartre se pregunta: ¿el ser que se devela ante mí es de la misma naturaleza que el ser de
los existentes que se me aparecen? Apartándose de la interpretación de Husserl y del mismo
Heidegger, sostiene que lo que se nos aparece del ser debe fundarse en algo transfenomenal,
que es precisamente el ser del fenómeno. “El fenómeno, en cuanto fenómeno, exige un
fundamento que sea transfenomenal. El fenómeno del ser exige la transfenomenalidad del
ser”. Aunque estas palabras no dicen claramente en qué consiste la transfenomenalidad,
apuntan por lo menos un fondo de realismo metafísico.
En cuanto a la existencia humana, para Sartre es un absurdo, una contingencia pura, increada,
gratuita. Dios no existe y la existencia humana es inexplicable. Su tesis respecto del hombre
y de Dios la expone así:
“El existencialismo ateo que yo represento es más coherente. Declara que si Dios no existe,
hay por lo menos un ser en el que la existencia precede a la esencia, un ser que existe antes
de poder ser definido por ningún concepto, y que este ser es el hombre, o como dice
Heidegger, la realidad humana. ¿Qué significa aquí que la existencia precede a la esencia?
Significa que el hombre empieza por existir, encuentra, surge en el mundo, y que después se
define.
El hombre, tal como lo concibe el existencialista, si no es
definible, es porque empieza por no ser nada. Sólo será después, y será tal como se
haya hecho. Así, pues, no hay naturaleza humana, porque no hay Dios para concebirla. El
hombre es el único que no sólo es tal como él se concibe, sino tal como él se quiere, y como
se concibe después de la existencia; el hombre no es otra cosa que lo que él se hace. Este
es el primer principio del existencialismo”4.
“El Ser y la Nada” explica Sartre que hay una conciencia o “ser-para-sí”, y un “ser-en-sí”;
ambos son términos irreductibles, entre los que no hay ninguna acción real. La
conciencia inmediata de que se está percibiendo algo está toda entera polarizada por el objeto
Y por el mundo. El “en-sí” es materia, es opaco a sí mismo, precisamente porque está lleno
de sí mismo, sin un interior que pueda oponer a un exterior; es inmanencia que no puede
realizarse, afirmación que no puede afirmarse, actividad que no puede obrar.
Por qué la existencia humana es un absurdo en la doctrina sartriana? Porque el “para-sí”, que
es la conciencia, se identifica con la realidad humana; y ésta no existe sino como
fundamento de la nada, como una deficiencia: “La nada es ese agujero del ser, esa
caída del “en-sí” hacia el “sí”, por lo que se constituye el “para-s픑… Y sin duda viene
al ser por un ser singular, que es la realidad humana. Pero este ser se constituye como realidad
humana en cuanto que no es nada más que el proyecto original de su propia nada”.
En la misma línea del existencialismo contemporáneo, pero con una*Visión más optimista
de la realidad, el filósofo, músico y dramaturgo francés Gabriel Marcel (1886-1S73)
preconiza una concepción espiritualista y religiosa del hombre. En el “Diario Metafísico”,
en “Ser y Tener”, en “Prolegómenos a una Metafísica de la esperanza”, y en casi todas sus
obras teatrales, Marcel acentúa la realidad de la “existencia encarnada”, que es el hecho
concreto de mi existir; a través de una “metafísica de la esperanza” encuentra que el
universo tiene un sentido, que hay alrededor de nosotros una finalidad de la que todos
participamos y gracias a la cual el destino del hombre tiene que realizarse según todas sus
exigencias. La existencia es, para Marcel, “el reducto central de la metafísica”.
Frente a la antinomia de lo uno y lo múltiple del ser, afirma que el universal sólo puede ser
captado por la profundidad del singular. En cuanto al enfoque religioso de su filosofía,
Marcel afirma que “el existencialismo no es ni cristiano ni no cristiano, pero que la filosofía
existencialista auténtica se orienta necesariamente hacia el Cristianismo”; y criticando la
frase de Sartre, “no hay Dios para concebir la naturaleza humana”, objeta al autor de “El
Ser y la Nada” que se sitúa no estrictamente en un plano existencia!, sino en un plano de
ateísmo objetivo y precrítico 5.
Notas
1. Bochenzki J.M , Los métodos científicos actuales del pensamiento, E. Rialp, Madrid,
1968,pag. 44-45
2. sartre-heidegger, Sobre el humanismo, Ed. Sur, Bs.As., 1960, pág. 69.
3. sartre-heidegger, O. c., pág. 74.
4. sartre-heidegger, Sobre el humanismo, págs. 15-16.
5. marcel G., El primado de lo existencial, en francés, en “Actas del Primer Congreso
Nacional de Filosofía”, Mendoza, 1949, Tomo I, pág. 409.
Fuente: Hebe R.Vidal, Fundamentos de Filosofia, Libreria Huemul, Bs.As.,
Argentina,1970,p.196-135