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https://www.revistas-culturales.de/es/buchseite/alexandra-pita-gonz%C3%A1lez-las-revistas-culturales-
como-soportes-materiales-pr%C3%A1cticas
By: nanette
Introducción
Como ha quedado claro a través de los numerosos trabajos sobre publicaciones periódicas,
existe un avance significativo en el tema durante las últimas décadas. De modo gradual, las
revistas transformaron su estatus al convertirse en un objeto de estudio. Alejándose de la
vieja práctica que las utilizaba de manera esporádica y quirúrgica (para extraer de ella solo
la cita de tal o cual autor). El cambio se alimentó de otros debates dentro de la disciplina
histórica, relacionados con el cuestionamiento de las características e interpretación de los
documentos, así como de la estrecha y compleja relación entre el historiador y sus fuentes.
Aunque las características de cada revista hace que estos sean únicos, es posible pensar
que existen ciertas coyunturas que se presentan de manera recurrente, como son aquellos
asociados al inicio de la misma y los cambios de dirección o de conformación del comité
editorial. Aunque esta es una decisión arbitraria tiene una justificación: la pista de la
dirección es clave como guía del itinerario de una revista puesto que es ella quien debe
mantener una serie de estrategias para asegurar la existencia de estos emprendimientos
culturales. Es ella la encargada de construir permanentemente el discurso visual y escrito
de la publicación (ya sea que se trate de un director en singular o de un grupo editorial). Si
imaginamos la composición humana de quienes participan en una publicación a modo de
círculos concéntricos, se ubica la dirección en el centro por constituir el núcleo. A este
círculo le sigue otro, conformado por aquellos colaboradores que envían con regularidad
artículos o comentarios a la publicación. Comparten con la dirección la responsabilidad de
afianzar el discurso visual y textual, más que otros colaboradores secundarios que de
manera menos frecuente participan en ella. Entre ambos grupos de colaboradores se
encuentra el de los referentes quienes distantes del contexto de enunciación (ya sea porque
se trate de personalidades de generaciones anteriores, o de contemporáneos que no
pertenezcan al grupo intelectual), participan de manera indirecta a través de una
intervención forzada por otros que los citan.
Ahora bien, en esta singularidad de momentos claves (a semejanza de una fotografía que
capta en un cuadro la instantaneidad), es posible imaginar la interacción entre las prácticas
y el soporte a manera de círculos que se superponen de distintas maneras en cada
momento identificado para su estudio. Esto permite señalar en cuales la práctica tiene un
peso mayor que el soporte (como estructura estructurante) y en cuales de manera
contraria, los soportes juegan un papel fundamental para redefinir viejas prácticas o
incluso, generar nuevas (estructura estructurada). La cantidad de conjuntos de ambos
círculos debe ser definida según los momentos vitales que defina el investigador como
indispensables para su análisis. Sin embargo, y retomando la idea planteada sobre tomar
como guía la dirección de una publicación, en el siguiente ejercicio consideraremos dos
momentos, el de inicio de una publicación y aquel en el que cambia de dirección, los cuales
llamaremos primer y segundo momento respectivamente.
Una última aclaración sobre la propuesta: si tomando el espacio de sociabilidad como aquel
que contiene y es contenido por las prácticas y los soportes, podemos identificarlo en el
esquema inmediatamente anterior como aquel recuadro que sirve para delimitar las
fronteras de la interacción estudiada. Como veremos a continuación, en el microcosmos que
representa una revista esta espacialidad es múltiple por estar asociada a distintos lugares
físicos (el café, salón, ateneo, universidad, editorial, etc.) y virtuales, generados por la
creación y circulación de la publicación. Así, el estudio de una revista debe observar los
espacios de sociabilidad intelectual desde que nace la idea de configurar un nuevo
emprendimiento hasta que finaliza, enfatizando si en este trayecto se crean nuevos
espacios o en algunos casos se resignifican anteriores.
b) Primer momento
Casi por definición se considera como primer momento cuando aparece en circulación el
primer número de una publicación. Esto da por supuesto la labor previa desplegada por
aquellos interesados en que apareciera (dirección y colaboradores cercanos) para señalar
así el punto de partida o de consolidación de un grupo intelectual. Es importante empero,
detenerse en esa etapa porque es a través de su estudio que puede comprenderse la
importancia o magnitud de una nueva revista. El pensar en este momento como un proceso
con etapas, nos ubica en una amplia temporalidad que requiere ser trazada para ubicar sus
coordenadas más en su dimensión pasada que en la de su presente. Sin considerarla se
pierde la noción de que el primer número es en realidad el fin de un proceso de esa etapa
de inicio (la cual a su vez, pensando en temporalidades, puede ser tan amplio o reducido
como el investigador lo decida).
Esta experiencia le permite acceder al manejo técnico que hace posible cualquier edición
(formato, extensión, imprenta, precio, distribución, etc.), así como utilizar la compleja red
de relaciones necesarias para tejer un nuevo grupo. Al igual que el manifiesto o la primera
editorial que aparece en la portada para indicar el espacio donde imaginariamente
pretenden ubicarse estos emprendimientos, los nombres de los participantes tienen un
carácter programático, al cumplir una función legitimadora de la propuesta que se pretende
defender al interior del campo intelectual. Sin embargo, sería erróneo plantear una
publicación como el producto o resultante de la consolidación de un grupo intelectual. Por el
contrario, si se piensa desde el proceso y no como el producto de algo previo, se cuestiona
esta idea homogeneizante que fomenta la unicausalidad y empobrece el análisis, para
observar una interacción de variables a través de la cual de manera más fluida se observa
como la consolidación de un grupo acompaña el nacimiento de una publicación. De hecho,
si pensamos el proceso no desde las prácticas que generan soportes materiales sino a la
inversa, puede existir casos en los cuales no estamos frente a la presencia de grupos
consolidados anteriormente sino de personas que por afinidad de intereses en un momento
dado comienzan a reunirse —y por ende a asociarse de algún modo— gracias al interés
común de crear una revista. Dicho de otra forma, una publicación como materialidad no es
solo un dispositivo que condensa y refleja el accionar de los intelectuales sino que influye
decisivamente en él. No es una forma en la cual se vacían contenidos sino que contiene y
da sentido. Así, siguiendo la idea que subraya Claudio Maíz, se plantea la necesidad de no
caer en un determinismo interpretativo al condenar que los movimientos preceden a las
publicaciones, puesto que perderíamos la posibilidad de observar “una genealogía más
dinámica de los cambios” (Maíz, 76).
Si esto nos habla de la interacción de los soportes y las prácticas, es necesario ahora
reflexionar sobre los espacios. En este primer momento es necesario plantearlo desde una
multiplicidad de ámbitos que van desde las universidades, ateneos, conferencias,
banquetes y homenajes, hasta aquellos ámbitos menos formales para la academia pero
neurálgicos para la vida intelectual como cafés, plazas, reuniones políticas, oficinas de
redacciones, editoriales e imprentas. A través de la utilización de uno o más de estos
espacios en los años previos al lanzamiento de la publicaciones es donde se va
configurando la idea de que es necesario una nueva revista, definiendo las ideas o lemas
esenciales que marcarán su perfil e identidad y poniendo en marcha la organización
necesaria para materializarla. Pese a esto, poco y nada se considera en los estudios sobre
revistas los recorridos espaciales que señalan la trayectoria realizada por aquellos
implicados en su conformación. A veces, se menciona una reunión en tal o cual imprenta,
oficina o café, pero poco se piensa en estos puntos cardinales a modo de mapas
cartográficos, suponiendo que son los lugares comunes —al menos para el grupo que los
frecuenta— y los espacios privados donde se da lugar a esta etapa de planeación.
En especial, se presta una escasa atención a los eventos singulares como los homenajes y
banquetes, los cuales, como todo acto semi público dedicado a un personaje, se convierten
en espacios de sociabilidad de gran relevancia al ser prácticas desarrolladas en espacios
concretos que concentran numerosas tensiones y disputas por un capital simbólico
determinado. Además, señalan la variedad de lugares implicados para la planeación y
concreción de este tipo de inventos, incluyendo otros ámbitos como salones de universidad,
cafés, museos, casas de gobierno, palestras y calles (Pita 2012). Con ello se escapa la
posibilidad de entender una serie de eventos que por su efímera aparición no son valorados
en su verdadera dimensión para el estudio de revistas culturales. Los banquetes y
homenajes son momentos claves para entender las redes intelectuales que bien ya
formadas dan muestras en esos actos de su influencia o, si se encuentran en estado de
formación, sirven de condensador al reunir en el encuentro un grupo de participantes que
puedan apoyar el emprendimiento editorial que se está intentando crear.[5]
Segundo momento
A diferencia de la seguridad con la que se asocia a priori el primer momento con la
aparición de una revista, determinar la temporalidad del proceso que ocupa el segundo es
una tarea más complicada. Como ya hemos mencionado esta propuesta toma como eje la
dirección de una publicación, por lo que el segundo momento iniciaría cuando ésta sufre su
primer cambio y finalizaría con el último. Es evidente que al reflexionar en un sentido
amplio existe un abanico de posibilidades sobre esto, dado que hay revistas que mantienen
la misma dirección durante años —incluso toda su existencia—, mientras otras sufren
permanentes cambios en la dirección. Ubicando un punto medio para poder continuar con
el planteamiento de este trabajo, se plantea hipotéticamente que una publicación sufre al
menos un cambio o ajuste de dirección —pues en ocasiones hay una modificación de
lugares entre algunos de los miembros del comité editorial—, durante su recorrido. Dado
que la historia de cada publicación tiene ritmos distintos, que pueden significar tras su
resolución cambios importantes o solo variaciones en la orientación, estos cambios pueden
identificarse como puntos de inflexión que reflejan una significativa reorientación o un
quiebre determinante que lleva al cierre de esta publicación.
En algunos casos, los quiebres que dan inicio a un nuevo momento o etapa pueden coincidir
con un acontecimiento particular de carácter negativo, fruto de una disputa que se genere
dentro o fuera de la propia revista. Estos conflictos en particular son de gran relevancia
para entender el perfil que va a adquirir la publicación a través del tiempo. El sello
egocéntrico que hace que las publicaciones se construyan en torno a una personalidad
relevante, genera que la incorporación de un nuevo ego centro modifique la morfología de
la revista. En este sentido, tras su resolución se produce un fenómeno de reorganización por
la expulsión de algunos de sus miembros y la integración de otros nuevos, o incluso, por
que se modifique la composición de la dirección. Estos cambios en particular son
trascendentales para el estudio de las revistas, porque reproducen de algún modo la
geografía humana que compone el microcosmos de una red, y además, dan muestras de
hasta qué grado el cambio necesita adaptar el discurso visual y textual de la misma, al
cambiar la discursividad de imágenes y palabras.
Esto implica que el cambio de dirección entendido como proceso es uno, aunque se
componga de varios cambios puesto que lo que genera homogeneidad entre los puntos de
inflexión es el peso que adquiere el soporte: si en el primer momento era indispensable
para dar origen a una revista comprender las prácticas previas desplegadas por la
dirección, en el que le sigue, se requiere a la inversa entender que una vez formado el
soporte, éste adquiere un peso significativo. Si bien no deja de ser el objeto que deriva de
una práctica en cuanto no abandona su calidad de dispositivo cultural, sus atributos van
aumentando en la medida en que la revista alcanza un perfil cada vez más marcado. A
modo de rasgos sirven a sus integrantes para afianzar o lanzar determinadas marcas de
identidad grupal que los diferencien de otras emprendimientos culturales similares con los
cuales se encuentre disputando un lugar de privilegio dentro del campo intelectual. Así, se
produce una relativa autonomización del soporte que influye en las prácticas que se
tomarán posteriormente para asegurar la vida de la publicación. Esto puede tomarse como
una medida para observar el grado de homogeneidad alcanzado en un momento dado, no
porque se alcance una consolidación monolítica sino como signos de haber superado los
puntos de inflexión.
Ahora bien, esto nos lleva a pensar en los espacios por donde circula durante este segundo
momento en la vida de una publicación. Si en el caso anterior planteamos que esto se
asociaría a una variedad de lugares que iban desde el café hasta las redacciones, pasando
por homenajes y banquetes, en este los ámbitos de sociabilidad se circunscriben a un
circuito menor cada vez más especializado. La lógica de esto se relaciona a que una vez
convocada a la mayor cantidad de personas para involucrarse en un nuevo proyecto
editorial, lo que sigue es un proceso de selección más detallado y por ende se reduce la
cantidad y tipo de espacios en los que los participantes se reúnen.
Conclusión
Lo visto hasta aquí nos da muestras de que el tema merece aún de nuevos trabajos para
explorar las múltiples posibilidades de análisis que merecen las revistas culturales como
objeto de estudio. Parece fructífero retomarlas desde miradas novedosas, que se nutren del
uso de términos y categorías de análisis que provienen de la disciplina histórica, así como
de otras disciplinas de las que podemos tomar numerosos préstamos como fue en este caso
la idea de la estructura estructurada y estructurante de la sociología de Pierre Bourdieu y la
de los soportes culturales como dispositivos que estudió la Historia Cultural a través de la
Historia del Libro.
Como hemos señalado, es necesario cuestionar algunos principios implícitos en los estudios
del tema, como aquel que plantea la dificultad de entender una revista simultáneamente
como un soporte y una práctica. Esta aparente contradicción se relaciona a que se asocia el
primero a la forma, que es variable, mientras que el segundo término se vincula al
contenido, constante y por lo tanto, esencial. Sin embargo, es necesario comprender ambos
como un binomio difícilmente separable puesto que es en el dinamismo del vínculo que
cada revista adquiere singularidad. A este problema se suma otro, derivado de intentar
comprender de qué manera puede incorporarse al estudio de las revistas los espacios de
sociabilidad, y cómo vincular esto a los otros dos factores de análisis tomados. De los tres
factores que consideramos en este trabajo, es éste el que deja una mayor duda sobre su
forma de interactuar con las prácticas y los soportes. Partimos del hecho de que los
espacios de sociabilidad no eran un mero resultado de estos, pero el debate merece ser
profundizado, acercándonos a la geografía para entender de qué manera complejizar
nuestro sentido del espacio cultural. Así, la utilización cada vez más frecuente de términos
como mapas, cartografías, geografías y espacios, no serían sólo el préstamo de un léxico
sino una significativa incorporación. Hasta que este debate no se realice, la manera en que
se conjuga la variable espacial con la de las prácticas y los soportes va a mantenerse
restringida.
Para cerrar, queremos añadir dos reflexiones. La primera se relaciona a valorizar las
prácticas sociales, las cuales por ser tan evidentes para todos pasan a veces desapercibidas
del análisis puntual. Esta valorización empero no significa el retorno a pensarlas como el
factor hegemónico y casi determinante de los soportes sino al contrario como ya hemos
señalado, desde un lugar dinámico e interrelacionado. De este modo, podríamos pensar las
revistas culturales latinoamericanas más allá de su estrecha vinculación con la política. No
cabe duda de que el intelectual moderno del siglo XX tiene como intencionalidad usar la
cultura como arma para posicionarse en el lugar de guía espiritual de las Naciones
(situación que es compartida por el intelectual comprometido siguiendo el modelo
dreyfussiano). Sin embargo, no debemos de perder de vista que el campo cultural se
maneja fundamentalmente en el ámbito de lo simbólico, donde la complejidad de
vinculaciones entre variables, y en este caso la relación entre política y literatura, no es
sencilla de dilucidar.
La segunda y última reflexión, apunta a remarcar con aquello que iniciamos este trabajo: el
proceso por el cual las revistas culturales se transformaron de medio inherente a objeto de
estudio, se encuentra lejos de estar concluido. Algunos de las opiniones señaladas en la
primera parte de este trabajo se circunscriben en torno al uso de los términos más que a su
puesta en marcha. No basta con mostrar las bondades de estudiar las revistas como un
soporte y dotarlas de los atributos de un dispositivo cultural. Es necesario, a la par, poner a
prueba los alcances y límites de esta nueva propuesta, al detectar en el carácter material la
influencia de lo intangible. Como una comunidad imaginada que se produce y circula por
medios tanto reales como virtuales, aludiendo a colaboradores reales y referentes, a ideas
abstractas que se plasman en actos concretos, las revistas se presentan como un objeto
especialmente útil para entender esta complejidad.
Bibliografía
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Enlaces adicionales
Ø La interacción entre soportes materiales y prácticas sociales también se investigará en el
proyecto actual de la autora sobre Redes intelectuales transnacionales.
[1] Es evidente que la reflexión no podría realizarse sin la experiencia previa, la cual en
este caso se deriva del estudio de Renovación, Boletín de ideas, libros y revistas de la
América Latina, órgano de la Unión Latino Americana, análisis que derivaron en varias
publicaciones previas que sólo serán referidas en notas de pie de página cuando sea
requerido aludir a algo en específico como ejemplo del planteamiento.
[2] Al definir el concepto de habitus, Bourdieu utiliza la noción de “conjunto de esquemas
generativos”, los cuales poseen historicidad —al ser determinados en un tiempo y espacio—
y suponen la “interiorización de la estructura social” al tiempo que se convierte en un
agente que produce un cambio. Con ello intenta superar la dicotomía entre la perspectiva
individual y social, que toman al subjetivismo y al objetivismo como modelos de análisis.
Así, escapando del determinismo de las estructuras, Bourdieu plantea un modelo más
flexible que supone su capacidad de ser al mismo tiempo forma y contenido, de ser
estructura y estructurar al mismo tiempo (Criado).
[3] De hecho, el dossier que coordina sobre este tema reúne varios e interesantes
trabajos sobre sociabilidades culturales de intelectuales en Buenos Aires de 1860 a 1930,
pero entre los espacios por donde circulan estas prácticas de sociabilidad no se incluyen
revistas.
[4] En su capítulo la autora plantea una idea que considero debe ser aún explorada con
mayor profundidad, a saber, el que “las revistas subrayaron circuitos que estaban ya
presentes en los libros”, y que debe prestarse atención a las dedicatorias de estos y el
diálogo o debate que se genera en la comunidad a través de las revistas.
[5] Por ejemplo, en el caso de Renovación, no puede entenderse su aparición en enero de
1923 sin considerar la densa trama de relaciones que se conjugan en el "banquete literario"
realizado en octubre de 1922 en Buenos Aires, para homenajear al mexicano José
Vasconcelos. La reunión organizada por la revista Nosotros tuvo un número importante de
participantes (diplomáticos e intelectuales o algunos que cumplían en ese entonces ambas
funciones), fungiendo José Ingenieros como uno de los organizadores y el orador principal
en representación de la intelectualidad anfitriona. Sin este homenaje y el discurso que
pronunció en él titulado “Por la Unión Latino Americana” no se puede comprender la red
intelectual establecida por Ingenieros para lanzar Renovación a los pocos meses, en enero
de 1923. Ver, Pita 2009(en especial el capítulo 1).
[6] Retomando el caso de Renovación como ejemplo, vemos como después de que la
publicación se consolida hasta tal punto que se permite impulsar la creación de una nueva
organización llamada la Unión Latino Americana, creada en marzo de 1925 para impulsar
los ideales que veían difundiendo en sus páginas. Al transformarse en órgano de difusión,
desaparece la mención al primer grupo fundador, el cual había optado por identificarse con
el nombre de la publicación para consolidar uno nuevo mucho más amplio en cantidad de
integrantes y ambiciosos en sus planes, al pretender coordinar la acción de los “escritores,
intelectuales y maestros de la América Latina”, para fomentar entre ellos un sentido de
colectividad que les permitiera actuar sobre los pueblos, con el fin de desenvolver en ellos
una conciencia subcontinental. A partir de este número, el soporte cambió no solo porque
se le agregó al subtítulo el lema órgano oficial de la ULA, sino en su contenido. El llamado
de colaboradores latinoamericanos que compartieran este ideal —y de preferencia se
adhirieran a la organización— pretendía cambiar un poco el perfil del colaborador anterior,
al hacerlo más militante. Algunos colaboradores anteriores como Pedro Henriquez Ureña,
Alejandro Korn o Carlos Bunge, se alejarían tras este cambio, pero muchos otros jovenes se
acercarían a la redacción. Pese a esto, Gabriel S. Moreau se mantuvo como director, pero
desapareció el comité editor anterior y con ello el predominio en la conducción de José
Ingenieros. A inicios de 1926, se sumó a la dirección de la revista que llevaba Gabriel
Moreau, Fernando Márquez Miranda (quien fungía también como Secretario General de la
ULA), Arturo Orzábal Quintana. Esta conformación duró poco tiempo, dado que Moreau
muere repentinamente y Orzábal Quintana se desliga de la ULA para crear la Alianza
Continental, por lo que quedó solo Fernando Márquez Miranda al frente hasta el año de
1928 cuando asume como director el estudiante peruano exiliado en Buenos Aires, Manuel
S. Moreau, quien la conduce —salvo un breve periodo de interinato por un viaje suyo—
hasta el último número del Boletín en agosto de 1930.