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Psicología transpersonal (Contenido filosófico)

La visión transpersonal plantea una conciencia que trasciende la mente y


se expande en los límites del nacimiento y la muerte. La psicología transpersonal
entiende la espiritualidad como inherente al ser humano. Como dice Pierre
Teilhard de Chardin: “Somos seres espirituales viviendo una experiencia
humana". Asimismo, lo transpersonal asume que la personalidad no
corresponde a la totalidad del individuo ni es el mejor armazón posible para
existir y adaptarse. La idea es romper la ilusión que cada uno vive para darnos
cuenta quiénes somos realmente y, así, identificarnos con un estado de paz. Lo
transpersonal: se refiere al estudio, comprensión y actualización de las
dimensiones sutiles (alma) y espirituales de las realidades, tanto humanas como
cósmicas. Dimensiones éstas, estudiadas, profundamente por las tradiciones
espirituales de la humanidad. El encuentro de esta dos dimensiones, más la
integración de la educación convencional, puede generar una educación integral
en el ámbito de la psicología. Esta se caracteriza por facilitar el proceso del
despertar personal y transpersonal a través del estímulo actualizador de las
potencialidades humanas naturales y sobrenaturales. Lo transpersonal: se
refiere al estudio, comprensión y actualización de las dimensiones sutiles (alma)
y espirituales de las realidades, tanto humanas como cósmicas. Dimensiones
éstas, estudiadas, profundamente por las tradiciones espirituales de la
humanidad.
Esta perspectiva da cuenta de una antropología y cosmología que está
organizada en niveles de realidad, cuando hablamos de la naturaleza, y en
niveles de identidad, cuando se habla del Ser humano. Esta estructura y
organización multinivel tiene dimensiones que necesariamente no son visibles.
Se debe asumir que la materialidad, la dimensión sensible de la realidad, desde
la visión espiritual (y transpersonal), es una mínima parte de la realidad total.
Corresponde esta mirada a una visión contemplativa que atraviesa todas las
tradiciones espirituales, desde el chamanismo a las tradiciones desarrolladas por
Oriente y la mística Cristiana. Desde esta perspectiva se considera que el
universo, con nosotros incluidos, es el despliegue del Ser, del Ser Uno y que
corresponde a la esencia Universal. Este Ser al desplegarse va generando los
grados de realidad, desde una dimensión (Ser) para nosotros infinita, hasta la
realidad multiforme en la cual están los seres humanos considerados como
individualidades, los cuales son capaces de darse cuenta de estos niveles (de
conciencia), conocerlos e integrarlos en la conciencia de si mismo, proceso
que corresponde al camino espiritual.
El Ser humano en general, ignora que es el Ser y suele estar identificado
solamente con el cuerpo, y puede por eso sufrir de angustia existencial por la
soledad de sentirse separado del Ser, de ahí, una de las importancias de la visión
transpersonal, pues, enseña a reencontrarse, con la dimensión trascendente del
Ser como identidad propiamente

PRINCIPIOS BÀSICOS

1° Principio: De la unidad
El ser humano, es uno consigo mismo (intrínsecamente) con el cosmos y con la
naturaleza. A diferencia de las otras escuelas de psicología, esta mirada
considera que la fragmentación de la conciencia humana es solo aparente y que
el ser humano es “una unidad”. La que por supuesto será necesario rescatar con
un trabajo psico-espiritual. Se asume que de la fragmentación se derivan la
ignorancia y el sufrimiento; lo que se ignora es la unidad subyacente a la
fragmentación.

2° Principio: De la evolución posible humana


El segundo principio habla de la posibilidad evolutiva del ser humano. Afirmando
que este es una organización completa en sí misma, pero que al mismo tiempo
no tiene conocimiento de esa realidad plena ya descrita y que el ya es como
configuración humana, que como posibilidad de despliegue, puede realizar la
conciencia de Totalidad. Tomar conciencia de dicha realidad e integrarla como
propia significa recorrer un camino evolutivo. Evolucionar, pues, implica ir
adquiriendo mayor consciencia, actualizar y operacionalizar lo que ya se Es. Ese
es el sentido evolutivo de la vida, que permite que dicho proceso se realice. Se
pueden ver varias etapas posibles dentro de ese “Ser Posible”, por ejemplo el
ser humano es capaz de desarrollar su auto conservación, su vitalidad. Es capaz
de lograr una cierta independencia dentro de las limitaciones del mundo
condicionado. Desarrollarse a sí mismo, actualizar sus capacidades de adulto,
expresarse y desplegarse en la existencia. Es, pues, capaz de una evolución
existencial, de autorrealización, concepto que fue desarrollado después de la
segunda guerra mundial por la filosofía y psicología existencial. Finalmente en la
última etapa el ser humano es capaz de trascenderse a sí mismo como realidad
individual y acceder a la dimensión espiritual, al mundo de los principios, el de
la Sabiduría.

3° Principio Trascendencia
Indica que como seres humanos tenemos la posibilidad de trascender o disminuir
la dualidad e integrar el conocimiento fragmentado de la realidad que genera la
mente, traspasando los límites epistemológicos impuestos por ésta. Somos
capaces de elevarnos a niveles de conciencia donde es posible actualizar la
potencialidad del conocimiento y percibir la unidad entre el objeto y el que
conoce, es decir, despertar la capacidad para una visión no dual de la realidad.
Este conocimiento se da gracias a la intuición intelectual. En ella se nos abre una
vivencia no discursiva, sino espontánea, directa y certera de la realidad.

Estructura de la Conciencia
La conciencia se encuentra estructurada en niveles que se relacionan
estrechamente con las dimensiones que conforman la naturaleza humana,
mismas que se consideran estructuras básicas que permanecen a lo largo de
todo el proceso de desarrollo al que hemos llamado Espiral de la
Conciencia.Estos niveles son: pre- egóico, egóico biológico, prepersonal,
personal, organásmico-social y transpersonal.

a) Nivel pre-egóico.
Comprende los primeros cuatro o cinco meses de vida y se caracteriza por ser
una etapa en la cual la conciencia no se diferencia aún de todo lo creado. Por
esta razón es que también se le ha llamado nivel pleronómico, primitivo o autista,
por tratarse de aquel en el que la conciencia no se distingue aun del pleroma.
Existe en un estado de confusión, en la que el ego en su etapa embrionaria lucha
incansablemente por recuperar el equilibrio homeostático. Este estadio de la
conciencia ha sido ampliamente descrito por pedagogos y psicólogos
contemporáneos, entre los que se encuentran: Bertalanffy (1964), Feldman
González (1982), González Garza (1989, 1995), Loevinger (1976), Mahler
(1975), Neumann (1973), Piaget (1977), Villanueva (1985) y Wilber (1989), entre
otros. "Durante las primeras etapas el mundo y el yo son uno sólo; un término es
indistinguible del otro... el yo es material, por así decirlo" (Piaget, 1977). "No
podemos considerar que el niño al nacer tenga un ego. Su primera función
consiste en aprender a diferenciarse de lo que le rodea" (Loevinger, 1976).
"Aparentemente, la etapa más primitiva es tal que en ella no se experimenta la
diferencia entre el mundo exterior y el ego... El niño no distingue todavía su yo
de las cosas externas; sólo aprende a discernirlas lentamente" ( Bertalanffy,
1964).

b) Nivel egóico.
Es el más simple y reducido nivel de autoconciencia en el que el proceso de
diferenciación sujeto-objeto es aun muy primitivo. Siguiendo a Mahler (Op.Cit)
en su teoría sobre el desarrollo de la estructura del self encontramos que, en su
primera fase (5 a 9 meses) el bebé comienza a diferenciar su cuerpo del de su
madre, en la segunda (9 a 15 meses), cruza por una etapa narcisista-
exhibicionista, en la tercera (15 a 24 meses) se realiza la diferenciación entre el
self y las representaciones objetales, lográndose entonces el nacimiento
psicológico del niño y la cuarta y última (24 a 36 meses), se caracteriza por la
consolidación y la constancia del objeto emocional al que Erikson se refiere como
la etapa de satisfacción vs. insatisfacción. Este nivel de conciencia se rige por el
principio del placer (Sullivan, 1973) y actúa motivado por las necesidades
básicas fisiológicas que propone Maslow, (1970). Corresponde a la etapa
sensoriomotriz que describe Piaget y el desarrollo afectivo-emocional depende,
en gran medida, de la satisfacción de las necesidades fisiológicas y psicológicas
básicas, como lo plantean Rogers y Erikson. La conciencia se encuentra
identificada con el cuerpo y se sitúa principalmente en la dimensión biológica,
aunque al finalizar esta fase, empieza a penetrar dentro de los confines de la
dimensión psicológica.

c) Nivel prepersonal.
Conforma una nueva etapa de transformación en la cual la mente inicia su
camino de desidentificación del cuerpo y pasa de ser una conciencia (ego)
corporal a una conciencia (ego) mental-racional, en la cual, como Wilber (1989)
lo expresa a través de la mente verbal, el "yo deja de estar atado y encadenado
al presente, perdiendo su miopía y la dependencia exclusiva de su percepción.
Este proceso comprende tres fases: la diferenciación entre cuerpo y mente, la
trascendencia del cuerpo y la tercera -que es consecuencia de las anteriores- es
la capacidad de operar, controlar y dirigir el cuerpo. Esto implica una expansión
de la conciencia, que en esta etapa se realiza gracias al vehículo del lenguaje
simbólico, que crea para la mente un espacio perceptual que se extiende mucho
más allá de la simple recepción sensorial". La conciencia pasa del mundo de las
operaciones físicas, al mundo conceptual de las operaciones psicológicas.
Corresponde a la etapa preoperacional de Piaget que se distingue por la
unidireccionalidad, cuya lógica se dirige hacia la actividad, sin posibilidad de
revertir los pasos y se sitúa en un período que va de los dos a los siete años. El
desarrollo cognoscitivo tiene en esta etapa una influencia decisiva en el proceso
afectivo- emocional. Arieti (1967) expresa esta idea diciendo: "...los conceptos
penetran la imagen del yo y, en gran medida lo constituyen". Esta fase
comprende el área psicosocial a la que Erikson se refiere como "iniciativavs.
culpa", en la que las necesidades psicológicas básicas de seguridad, aceptación,
reconocimiento y sentido de pertenencia juegan un papel importante en el
desarrollo de la personalidad. Rogers (1966) sostiene que el desarrollo natural
del potencial humano puede verse seriamente distorsionado cuando la
valoración externa -que proviene de las figuras de autoridad circundantes-
transmite mensajes de rechazo y de devaloración a través de críticas
destructivas, de castigos y de humillaciones. Es importante señalar que en esta
etapa del desarrollo, el individuo reacciona no sólo ante los objetos, personas y
sucesos, sino también ante las imágenes. Por lo tanto, como lo afirman Fenichel
(1945) y Fairbairn (1952), una imagen es capaz de evocar los mismos tipos de
emociones y sentimientos que el propio objeto, persona o situación provocan.

d) Nivel personal.
Regido por el principio de realidad, este nivel abarca dos etapas del desarrollo
evolutivo; la primera que va de los 7 a los 12 años (preadolescencia) y la segunda
que comprende la fase conocida como la adolescencia. Esta a su vez atraviesa
por tres períodos distintos: la temprana que corresponde a la pubertad, la
primaria en la que el individuo se vive dividido entre el narcisismo y el encuentro
con el otro y los otros, y la tardía (17 a 21 años aproximadamente), en la que
estas dicotomías se van resolviendo positiva o negativamente y las polaridades
van encontrando puntos de convergencia y de síntesis.
La primera etapa preadolescente se caracteriza por el desarrollo del
pensamiento lógico al que Piaget denomina etapa operacional concreta y cuyas
principales características son: el reconocimiento de la estabilidad lógica del
mundo físico, la consciencia de que los elementos pueden modificarse o
transformarse y aun así conservan sus características originales, y la
comprensión del principio de reversibilidad que consiste en la capacidad para
manejar el pensamiento bidireccional. Esto implica que la resolución de
problemas que en la etapa anterior se realizaba a través del ensayo y error,
ahora se aborda por medio de la lógica. En la esfera de lo afectivo-emocional, a
la que Erikson se refiere como "aplicación vs. inferioridad", se experimentan
necesidades de logro, de autoestima, autovaloración, de pertenencia y afiliación,
así como de seguridad y confianza en sí mismo. Los retos a los que se enfrenta
la persona en esta fase de su desarrollo es la conquista del mundo que se
encuentra más allá de los horizontes familiares y el ir logrando un sentido de
independencia que lo capacita para enfrentar la crisis (10) de la adolescencia.
La fase de la adolescencia corresponde al pensamiento operacional formal
propuesto por Piaget, en la que el pensamiento que ha cruzado por el mundo de
los conceptos y las teorías se encuentra ya capacitado para abordar el campo
de la abstracción y de la ciencia. La tendencia altamente integradora del dominio
personal, propia de esta fase, se encuentra motivada por un fuerte impulso hacia
la formación del autoconcepto, o constelación de autoconceptos que incluyen
imágenes, fantasías, motivaciones, recuerdos, ideas, información individual, en
una palabra, el extenso mundo de identificaciones parciales a las que Assagioli
(1974) denomina subpersonalidades, y Loevinger (1976), identidades diferentes.
Este proceso integrador puede ser obstaculizado o favorecido por el medio
ambiente, que si bien ejerce una fuerte influencia en la formación del self o sí
mismo, no por ello lo determina.
Cuando el desarrollo no ha sido seriamente distorsionado por el medio ambiente,
el concepto de sí mismo (conciencia individual) se amplía al integrarse las
polaridades cuerpo-mente, objtividad-subjetividad, lógica-intuición, sombra-
persona, niño- adulto, individuo-sociedad, eros-thanatos (11), contempladas
como tendencias polares naturales en el ser humano. Esta síntesis capacita a la
persona para pasar al siguiente nivel de conciencia que integra y trasciende los
niveles precedentes.

e) Nivel organísmico social


Se rige por los principios de la relación y de la voluntad. Esta es una fase en la
que se realiza la integración de todos los niveles de conciencia anteriores, como
lo describen Sullivan, Grant y Grant (1957). Fromm (1991) se refiere a ésta como
la etapa de la autonomía, Wilber (1989) la llama la etapa de los reinos
centáuricos y González Garza (1989) la denomina la etapa organísmico-social.
Durante esta etapa -que no es posible ubicar en alguna edad específica ya que
implica el haber alcanzado un grado considerable de madurez- la persona cruza
por diversas esferas de autoexploración, de autoaceptación y autovaloración, así
como de profundos cuestionamientos de índole existencial y filosófico que tiende
naturalmente a buscar el significado y el sentido de la existencia. Lonergan
(1988, 35) afirma que "es solamente en el proceso de su desarrollo como el
sujeto llega a hacerse consciente de sí mismo y de la distinción que existe entre
él y su mundo".
Como resultado del cuestionamiento que implica el preguntar hacia afuera, así
como de reflexionar y cuestionarse a sí mismo por sí mismo, la conciencia de ser
y de existir conquista, a través de la voluntad y de la intencionalidad, al mundo
interno de sentimientos que se abre y se refleja en relaciones interpersonales
significativas y comprometidas. Éstas dejan de tener el carácter egocéntrico-
deficitario de las etapas anteriores, para transformarse en relaciones libres,
comprometidas y promotoras del desarrollo no sólo personal, sino comunitario y
social. El desarrollo de la libertad responsable, característico de este nivel de
conciencia, así como de la voluntad de sentido a la que Frankl (1982) hace
referencia, conduce al despertar existencial-social en el cual la interacción con
el mundo cobra un nuevo significado y trasciende el deseo egocéntrico de poder,
de control y de dominio. Como resultado de la desaparición de las fronteras
sociales, culturales, políticas, ideológicas y económicas, emerge un marcado
interés por la justicia social y se descubre el milagro del encuentro en el cual
compartir es causa de alegría.
La emergencia de un self o sí mismo integral, al que Rogers (1971) se refiere
como la persona que funciona óptimamente, da lugar a una nueva etapa de
transformación y de expansión de la conciencia.

f) Nivel transpersonal.
Se rige con base en los principios de la intencionalidad y de la trascendencia. En
este nivel se encuentra la residencia de los valores universales, de las
aspiraciones más elevadas y de las causas más nobles, precisamente porque
es la dimensión que penetra en los dominios espirituales de la naturaleza
humana. Los horizontes de cada nivel de conciencia y de cada dimensión
humana se han venido relacionando e integrando en etapas sucesivas de un
mismo proceso. A este respecto Lonergan se expresa de la siguiente manera:
"Cada etapa ulterior presupone etapas anteriores, en parte para incluirlas y en
parte para transformarlas. Precisamente porque las etapas son anteriores y
posteriores, no hay dos que sean simultáneas. Son partes, no de un único mundo
colectivo, sino de una única biografía o de una única historia... Todo aprendizaje
es, no una mera adición que se hace a lo anteriormente aprendido, sino más bien
el crecimiento orgánico de lo que habíamos aprendido". Lonergan, con su
propuesta sobre los proceso de conversión que el ser consciente sufre a lo largo
de las tres etapas o esferas: las esferas restringidas del ser, la esfera real y la
esfera trascendente del ser; Freire, para quien el nivel transpersonal de
conciencia surge en el momento en el que el proceso de humanización concluye
y la persona se encamina hacia la humanización que sólo es posible a través de
los actos de la voluntad y de un ejercicio responsable de la libertad que despierta
a la conciencia unitaria en la cual se resuelve el misterio de la unidad en la
multiplicidad.
El nivel transpersonal de conciencia, contemplada desde esta óptica, se
constituye como el nivel más elevado de desarrollo del potencial humano. Sus
características principales son: la percepción global u holística, la trascendencia
de lo temporal y lo espacial, así como el desapego del egocentrismo que se
manifiesta a través de las metanecesidades y metamotivaciones. Se constituye
como el testigo, observador y participante del ser y del Ser. La plena realización
del potencial propio de la naturaleza del hombre y de la mujer llega a su máxima
expresión en el momento en que al despertar a la Conciencia Unitaria (González
Garza, 1989) se funde, sin confundirse, con el ser esencial que es su origen.
Desde la perspectiva transpersonal, el desarrollo integral de la conciencia
consiste en la actualización del potencial innato que se encuentra latente en cada
una de las dimensiones que conforman la naturaleza humana. Este proceso se
realiza en la medida en que el individuo -en cada etapa de su desarrollo- va
logrando reconocer, aceptar, simbolizar, organizar e integrar en su conciencia
individual, todos los elementos, características, polaridades y subpersonalidades
(13) que corresponden a cada estadio de conciencia.

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