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Ponencia presentada en el II Curso Europeo sobre “Calidad e innovación de los productos mínimamente
procesados”, celebrado en Córdoba durante los días 10 a 12 de marzo de 2008. Texto provisional
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que, por consiguiente, no pueden sustraerse las frutas y hortalizas, salvo que se
aprobasen normativas particulares para ellas.
Por lo que atañe al tema que aquí consideramos, hay que indicar que, más allá de
las normas que establecen la Organización Común de Mercados –OCM- en el sector de
las frutas y hortalizas, no existe otra normativa vertical con respecto a ellas. Sin
embargo, debe notarse también que esta normativa específica no guarda mucho interés
para el objeto que en este Congreso se debate, ya que la OCM de las frutas y hortalizas,
regulada por el Reglamento (CE) nº 2200/1996, de 28 de octubre, ha quedado reducida
tras los recortes de que ha sido objeto por parte de los Reglamentos (CE) 1182 y 1234,
de 26 de septiembre y 22 de octubre, respectivamente, a un conjunto de reglas referidas
a la articulación de las organizaciones de productores y a las organizaciones y acuerdos
interprofesionales que operan en el sector, amén de que el art. 52 del Reglamento 1182
haya incluido asimismo las frutas y hortalizas en el régimen de ayudas de pago único
instaurado por el Reglamento (CE) 1782/2003.
Así las cosas, cuando se atiende a la dimensión de las frutas y hortalizas como
productos de la denominada IV Gama, lo que salta a primer plano es la dimensión de
aquellos productos como alimentos, lo que significa, como a continuación vamos a ver,
que queden sometidas a una densa normativa horizontal.
Su consideración como alimento las hace, por tanto, objeto de aplicación de una
densa normativa comunitaria que asienta primordialmente su justificación en la
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preservación de los bienes jurídicos de la salud y la defensa de los consumidores. El
Reglamento (CE) 178/2002 instaura en este sentido una premisa que explica todo el
conjunto de mecanismos y técnicas jurídicas que dicho Reglamento y los demás que lo
complementan disponen: se trata de la consagración del deber general de comercializar
únicamente alimentos seguros. Un deber que, desde el punto de vista subjetivo, afecta a
los que el Derecho Comunitario caracteriza como “explotadores de empresas
alimentarias”, y que, desde el punto de vista objetivo, viene referido, como principio
general de la legislación alimentaria europea, a todas las etapas y fases de la producción,
transformación y distribución de los alimentos (arts. 1.3 y 4).
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producción, transformación y distribución del producto alimenticio, es lógico que la
regulación de las frutas y hortalizas de IV Gama se componga de un rosario de
disposiciones horizontales que particularizan las consecuencias de aquel deber en cada
uno de dichos momentos.
A) En primer lugar, es obvio que las frutas y hortalizas han de ser cuidadas en su
mismo crecimiento y producción, ya que la utilización de ciertos abonos y productos
fitosanitarios pueden representar un riesgo para el futuro alimento. En este sentido, la
Directiva 1991/414/CEE, de 14 de julio, objeto de numerosísimas modificaciones,
constituye desde esta perspectiva, la cabeza de este grupo normativo y contiene, como
después indicaremos, un régimen de autorización de sustancias activas y de productos
fitosanitarios en el que se aúna el Derecho comunitario y los derechos nacionales.
B) Ahora bien, los riesgos para los alimentos pueden darse a lo largo de toda la
cadena alimentaria y pueden derivarse de que las fábricas, instalaciones y
establecimientos de manipulación no reúnan las condiciones de higiene mínimas
necesarias. Desde este punto de vista, existe una normativa horizontal que debe ser
igualmente observada en el tratamiento y manipulación de las frutas y hortalizas de IV
Gama. Así, se halla el importante Reglamento (CE) nº 852/2004, de 29 de abril,
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relativo a la higiene de los productos alimenticios, complementado por el Reglamento
(CE) nº 2073/2005, de 15 de noviembre, que fija los criterios microbiológicos
aplicables a los productos alimenticios y que deben ser cumplidos por las empresas de
cara a la observancia de las medidas de higiene [art. 4.3 a) del Reglamento 852]
El rasgo más destacable de toda esta normativa es, sin duda, la relativa al
“sistema de análisis de peligros y puntos de control críticos” (APPCC), sistema que
deben crear, aplicar y mantener los operadores de empresas alimentarias para detectar
cualquier peligro que deba evitarse, eliminarse o reducirse a niveles aceptables; detectar
asimismo los puntos de control crítico en la fase o fases en las que el control sea
esencial para evitar o eliminar un peligro y, finalmente, para establecer, en los puntos de
control críticos, los límites críticos que diferencien la aceptabilidad o inaceptabilidad.
De cara a dar cumplida satisfacción a estas exigencias los empresarios deben establecer
guías y procedimientos, que se ven de alguna forma simplificadas por el emplazamiento
que el propio Reglamento hace a los Estados en el sentido de que elaboren guías
nacionales de buenas prácticas (arts. 7 y 8).
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ultracongelado o descongelado” [art. 2.1. n)]. Dichas previsiones se refieren al
tratamiento térmico de tales productos, que habrá de hacerse procurando, por un lado,
que todas las partes del producto sean tratadas a una temperatura determinada, y
evitando, por otro, la contaminación del producto durante el proceso.
Debe observarse en cualquier caso que toda esta normativa citada no posee el
mismo grado de eficacia y vinculación jurídica: mientras que unas materias –las que han
sido reguladas mediante Reglamentos comunitarios- vinculan directamente a los
Estados miembros desde que se aprueban y publican y constituyen desde ese momento
derecho directamente aplicable que puede ser invocado por los ciudadanos afectados
ante los Tribunales; aquellas materias, que se encuentran en cambio reguladas mediante
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Directivas, requieren una transposición por parte de los Estados miembros. Aun así, esto
no significa que la Comunidad se inhiba en absoluta. La Directiva 91/414/CEE, sobre
comercialización y utilización de productos fitosanitarios, establece las directrices
comunitarias dirigidas a armonizar las disposiciones nacionales relativas a los
procedimientos autorizatorios de estos productos. Para ello arbitra un sistema que parte
de la distinción entre sustancia activa y producto fitosanitario, distinción sobre la que
asienta todo el proceso armonizador: las sustancias activas se evalúan a escala
comunitaria y los productos que contienen estas sustancias activas a escala nacional por
el Estado miembro que autoriza su utilización. Corresponde, en consecuencia, a la
Comisión europea la decisión final sobre la inclusión o no de una sustancia activa en la
lista comunitaria de sustancias activas autorizadas y sólo ellas podrán ser utilizadas
como componentes de productos fitosanitarios.
Como ya hemos indicado más atrás, toda una vasta normativa, que tiene en el
Reglamento (CE) nº 178/2002, del Parlamento y del Consejo, de 28 de enero, de
seguridad alimentaria, su norma de cabecera, consagra el deber de comercializar
alimentos seguros, entendiendo por tales aquéllos que no son nocivos para la salud y
que, en cambio, son aptos para el consumo (art. 14.2). Este deber afecta a lo que el
Reglamento mencionado llama explotadores de empresas alimentarias, noción que
engloba a las personas físicas y jurídicas responsables de asegurar el cumplimiento de la
legislación alimentaria en toda empresa, pública o privada, que lleve a cabo cualquier
actividad relacionada con cualquiera de las etapas de la producción, la transformación y
la distribución de alimentos [art. 3, apartados 2º y 3º].
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cuya virtud los explotadores alimentarios deben estar en condiciones de identificar a
cualquier persona que les haya suministrado un alimento o cualquier sustancia destinada
a ser incorporada a un alimento (art. 18), para lo cual deben establecer sistemas y
procedimientos que permitan poner a disposición de las autoridades competentes esta
información si éstas así lo solicitasen.
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Seguridad Alimentaria, distingue entre un Sistema de Alerta Rápida y las denominadas
Situaciones de emergencia (arts. 50 a 54).
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Alimentaria y de Sanidad Animal (art. 58). Ante la falta de medidas por parte de la
Comisión, los Estados miembros quedan habilitados igualmente para adoptar medidas
provisionales que se sujetarán posteriormente al mismo procedimiento descrito.
IV. ¿Generan las situaciones de alerta responsabilidad de los Estados hacia los
empresarios que deben retirar sus productos?. Referencia al caso español
Por contra, el referido deber que pesa sobre el empresario sí que lo hace
responsable de los daños y perjuicios que la puesta en mercado de un producto insano o
inseguro acarreé a los consumidores.
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