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El presidente estadounidense, Donald Trump, inició este lunes, con un ceremonioso recibimiento por parte
de la reina Isabel II, una visita de Estado de tres días al Reino Unido que se anuncia agitada tras sus
insultos al alcalde de Londres y sus comentarios sobre el 'brexit'. Minutos antes de que aterrizara su
avión, el mandatario había mandado uno de sus incendiarios trinos contra el alcalde laborista Sadiq Khan,
al que acusó de haber “sido tontamente ‘asqueroso’ con el presidente de Estados Unidos, con mucho el aliado
más importante del Reino Unido”.
Trump y su esposa, Melania, fueron acogidos al mediodía en el palacio de Buckingham con toda la pompa
que corresponde a una visita de Estado. Fueron recibidos al pie del helicóptero presidencial por el
príncipe Carlos y su esposa, Camila, que los acompañaron con una salva de cañón hasta la entrada del
palacio donde los esperaba la reina de 93 años.
Pero tras toda esta pompa persiste la incomodidad en un país cuya primera ministra debe dejar oficialmente
el cargo el viernes, derrotada por su incapacidad para llevar a cabo un 'brexit' decidido por referéndum en
2016, pero aplazado ya dos veces, ahora hasta el 31 de octubre.
Esencial para el Reino Unido tras el 'brexit', la relación comercial con Washington debería ocupar gran parte
de las conversaciones con Trump.
‘En fútbol, el Viejo Continente es Suramérica’
Fotos amarillentas de la Copa América en los años 40 muestran a los jugadores suplentes de las selecciones
recostados sobre el pasto, a un metro de la raya de cal, mientras se disputaban los partidos. Algunos incluso
fumando. ¿Por qué estaban allí? Simple: no se habían dispuesto aún los bancos de suplentes, algo tan
elemental, pero que tardó en implementarse. Los que no jugaban se ubicaban a un costado. Y fumar era
normal, incluso entre los futbolistas.
En 1935, en la copa disputada en Lima, se introdujeron los cambios en los equipos, una novedad para el
público. En el partido Argentina 1-Chile 1, el chileno Enrique Sorrel sustituyó a su compañero Moisés Avilés
e inauguró una nueva instancia en las competiciones.
En 1959 apareció Pelé en la Copa América. Y fue goleador. En 1987, una foto recorrió el mundo: antes del
partido por el tercer puesto, posaron en campo de River dos genios con la número 10: Valderrama y
Maradona. Esas fotos eran posibles porque los fotógrafos aún tenían permitido ingresar al campo y llegar
hasta el círculo central. Armaban la foto a grito pelado: “Pibe… acá, una foto con Diego. Diego, acércate…”.
Luego, la Fifa, para prolijar el espectáculo, limitó a los ‘paparazzis’ al borde del rectángulo.
En 1997, en Bolivia, la copa llevó como sorpresa el carrito para retirar a los lesionados. Los hinchas lo veían
entrar y sonreían como niños. La copa fue, edición tras edición, como Melquíades y la visita de los gitanos,
una excitante feria de novedades.
Uruguay había sorprendido —y deslumbrado— a Europa con su triunfo en los Juegos Olímpicos de París en
1924, venciendo en hilera a Yugoslavia, Estados Unidos, Francia, Holanda y Suiza, y marcando 20 goles.
Pero, sobre todo, mostrando un fútbol vivaz, enérgico y sin concesiones. Le llovieron ofertas de todo el
mundo para que realizara presentaciones con buena paga; sus dirigentes, con aguda inteligencia, desecharon
todas: “Nuestros futbolistas deben volver a sus trabajos para mantener a sus familias. Si aceptamos todas
estas propuestas, puede crearse la idea de que son profesionales”. Eso era sacrílego, estaba prohibidísimo y
la Fifa hubiera podido quitarle el título ante la menor sospecha de que cobrarían por cada presentación.
Además, le hubiese impedido participar en la Olimpíada de 1928 —al menos a esos jugadores—, la cual
volvieron a ganar.
Suramérica era pues tierra de indios, pero esos indios jugaban extrañamente bien. A fines de septiembre de
2006 entrevistamos a Joseph Blatter en Asunción, quien nos regaló una frase para siempre: “En fútbol, el
Viejo Continente es Suramérica”.
En 1916, mientras Europa sacrificaba a su juventud en la Primera Guerra Mundial, el combate estático de
trincheras que se llevó diez millones de vidas, en este lado del mundo se ponía en marcha la Copa América,
el primer torneo continental de selecciones del mundo. Era un momento de bonanza en esta parte del
hemisferio occidental. Nuestros países crecían y recibían migrantes europeos que escapaban de los conflictos
y de la miseria.
En ese 1916, la Fifa contaba apenas con 23 asociaciones afiliadas (19 europeas, dos suramericanas y dos
norteamericanas). Las únicas dos competencias internacionales que existían eran The British Home
Championship, disputado por las cuatro asociaciones británicas (Inglaterra, Escocia, Gales e Irlanda, a partir
de 1949 Irlanda del Norte) que en realidad eran una sola unidad política. Y, desde 1908, el torneo de fútbol
de los Juegos Olímpicos, que reunía unos pocos países. Esa primera edición la jugaron el Reino Unido,
Francia A y Francia B, Hungría, Dinamarca, Holanda, Suecia y Bohemia.
Para resaltar su condición de pionera, basta con decir que la segunda región que montó su campeonato fue
Asia: la Copa Asiática nació en 1956; la Copa Africana, en 1957; la Eurocopa, en 1960; la Copa Oro de
Concacaf, en 1963 y, finalmente, la de Oceanía comenzó en 1973. De allí la sentencia blatteriana.
Si la edición 46 que comenzará la próxima semana en Brasil presentara un lleno en los estadios, cabe decir
que no será un hecho nuevo. Ya en aquel lejano 1916 el fútbol, y la copa, dieron una fabulosa muestra de
popularidad. Para el partido final entre Argentina y Uruguay se eligió el estadio más amplio y coqueto del
continente en ese entonces, el de Gimnasia y Esgrima de Buenos Aires (no confundir con el de La Plata).
Una muchedumbre se dio cita en Palermo y, desbordadas las instalaciones, el público invadió el campo de
juego. Afuera, unas diez mil personas más pugnaban por entrar pese a no quedar boletos. Los organizadores
decidieron suspender el juego, y esto desató la ira de muchos, que en reprobación provocaron un incendio
en una tribuna. Esto originó que la final se trasladara, al día siguiente, a la cancha de Racing en Avellaneda,
entonces un suburbio porteño. Y que Gimnasia y Esgrima, un club aristocrático en aquellos tiempos, se
retirara para siempre de la práctica del fútbol. Advirtieron el salvajismo de las barras setenta años antes.
Todo ello está debidamente reflejado en los diarios de la época, en especial en ‘La Nación’, ya por entonces
una marca de prestigio en el mundo de las comunicaciones.
Conste que esa multitud se congregó cuando aún no había televisión, ni radio ni redes sociales. Sin haber
confrontado a las selecciones europeas, el público intuía que el nivel del fútbol suramericano era alto, y ya
no era solo un pasatiempo de la colonia británica, había pegado fuerte en el pueblo todo: nacía la pasión.
La copa tenía sede rotativa y se disputaba anualmente. En 1924 le tocó hospedarla a Paraguay. La entonces
Liga paraguaya no contaba con un estadio adecuado para escenificarla y Asunción carecía de hoteles e
infraestructura para recibir a las delegaciones. Pero era tanta la afición por este juego hacia 1920 en nuestros
países, tal atractivo ejercía la copa, que Paraguay entrevió una oportunidad excepcional de lograr rédito
económico. Aceptó organizarla y la montó en Uruguay. Dado que la selección Celeste venía de consagrarse
campeona olímpica, la euforia era total en el país de Artigas. Todos los partidos se jugaron con tribunas
llenas, y con las ganancias, Paraguay construyó la primera parte de su estadio, al que en homenaje le dio el
nombre de Uruguay. En los años 70 lo cambió por el actual Defensores del Chaco. En 1953, Paraguay fue
nuevamente anfitrión y la hospedó en Lima, que ese año inauguraba su estadio Nacional.
La última edición, la del Centenario, disputada en Estados Unidos, marcó nuevos récords de popularidad:
46.373 espectadores de promedio en los 32 partidos disputados, 1.500 millones de telespectadores de 160
países y más de 3,5 millones de usuarios en las distintas plataformas digitales. Un éxito de convocatoria que
posiblemente nunca imaginaron los que pusieron en marcha modestamente la copa, con cuatro equipos:
Argentina, Brasil, Chile y Uruguay.
La copa es nuestro orgullo, está hecha de plata y tradición, una belleza madura que todos sueñan conquistar.
Golpe Comercial
El desempleo juvenil es una de las cifras que destaca el director del Dane, Juan Daniel Oviedo, alrededor
del cual hace un llamado para que se revise lo que está sucediendo, toda vez que pasó de 17 por ciento en el
trimestre febrero-abril del 2018 y ahora llegó a 18,5 por ciento. Por el lado de los sectores, la rama de la
agricultura, ganadería, caza, silvicultura y pesca fue la que más contribuyó a la caída de los ocupados
(1,7 puntos porcentuales). En el otro extremo estuvieron la de servicios comunales, sociales y personales; la
de construcción, y otras ramas, que contribuyeron positivamente, con 1,4 puntos porcentuales, en la
contratación de personal.
Por ciudades, Quibdó sigue puntera, con una tasa de desempleo 20,8 por ciento, la más alta en el país,
en contraste con la más baja, que se ubica en Cartagena, con solo un dígito (7,5 por ciento). La tasa global
de participación –que es la estadística que contabiliza las personas que tienen empleo más las que están en
busca de él– disminuyó 65,2 por ciento en abril, desde 66,3 por ciento en el mismo mes del 2018.
Entre tanto, el desempleo nacional –que incluye la zona rural– subió 10,3 por ciento desde el 9,5 por
ciento en abril del año anterior, agregó el Dane. En todo el país se reportaron 21,8 millones de personas
ocupadas en abril y 2,5 millones de desempleadas.
“Los datos fueron muy sorprendentes, no solo para el Gobierno, sino para los analistas, los gremios; todo el
mundo los está mirando para analizarlos. Pronto tendremos resultados”, dijo.
Carrasquilla agregó que, por lo pronto, se debe tener en cuenta que “hay una confluencia de cambios
metodológicos en el PIB real, en la misma Encuesta de Hogares, el censo es nuevo. Mi hipótesis es que,
si los datos de desempleo son raros, creo que tienen que ver con algo que también es raro en Colombia, y es
la migración”.
La tierras raras, el arma de China en la guerra
comercial con EE. UU.
Las llamadas tierras
raras, un conjunto de
elementos químicos
escasos y que se usan
en productos
tecnológicos como
teléfonos móviles o
misiles, son
abastecidas en un 95
por ciento por China,
que puede encontrar
en ellos un arma para
su guerra comercial
con Estados Unidos.
En aquel tiempo, Jesús, levantando los ojos al cielo, oró, diciendo: «Padre
santo, guárdalos en tu nombre, a los que me has dado, para que sean uno,
como nosotros. Cuando estaba con ellos, yo guardaba en tu nombre a los que
me diste, y los custodiaba, y ninguno se perdió, sino el hijo de la perdición,
para que se cumpliera la Escritura. Ahora voy a ti, y digo esto en el mundo para
que ellos mismos tengan mi alegría cumplida. Yo les he dado tu palabra, y el
mundo los ha odiado porque no son del mundo, como tampoco yo soy del
mundo. No ruego que los retires del mundo, sino que los guardes del mal. No
son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. Conságralos en la verdad; tu
palabra es verdad. Como tú me enviaste al mundo, así los envíos yo también al
mundo. Y por ellos me consagro yo, para que también se consagren ellos en la
verdad.»
Reflexión:
En nuestro mundo hay muchos, muchos lobos, que nos acechan por todas partes. Es muy
fácil relajarse, dejarse llevar, empezar a dejar las cosas que nos ayudan y caer en las garras
de lo que el mundo considera normal. Y dejo de ir a Misa el domingo, porque estoy cansado.
Y dejo de rezar, porque no tengo tiempo. Y dejo de frecuentar el sacramento de la Penitencia,
porque no cambia nada, o porque me da vergüenza…
Y los lobos del mundo nos rodean, y nos dejamos llevar. Y se me olvida que Dios me ama,
y se preocupa por mí, y no descansará (y no descansaré) hasta que vuelva. Y ahí entramos
los demás, los hermanos, lo amigos, los familiares, los conocidos. Llamando a los que hace
mucho que no vienen, preguntando al sacerdote por ese parroquiano que no vemos desde
hace tiempo, intentando ayudar si hace falta…
De esta manera, podremos sentir que por todos nosotros corre la savia de Cristo, que nos
ayuda a dar fruto. Y así podremos aguantar juntos, al lado de Jesús, a los lobos que intentan
mordernos y separarnos del rebaño.