Med Clin (Barc).

2012;138(3):127–132

www.elsevier.es/medicinaclinica

Revisión
?
Qué es un «tóxico»? Una propuesta de definición
Raimon Guitart a,* y Nuria Giménez a,b
a
Laboratorio de Toxicologı´a, Facultad de Veterinaria, Universitat Autònoma de Barcelona, Barcelona, España
b
Unidad de Investigación, Fundación para la Investigación Mútua Terrassa, Universitat de Barcelona, Barcelona, España

I N F O R M A C I Ó N D E L A R T Í C U L O R E S U M E N

Historia del artı´culo: Se discuten diversas interpretaciones del término tóxico y la necesidad de actualizar la definición
Recibido el 16 de diciembre de 2010 adaptándola a los cambios producidos por los avances cientı́ficos. Tras analizar los factores que
Aceptado el 1 de febrero de 2011 contribuyen a la relatividad del término y sus fronteras, se propone una definición clara y precisa, que
On-line el 31 de marzo de 2011
pretende ajustarse al concepto más ampliamente extendido de su significado. La nueva definición dice:
«tóxico es, para los seres humanos y su entorno biológico no patógeno o dañino, toda radiación
Palabras clave: electromagnética o corpuscular y todo agente quı́mico no infeccioso, de tamaño no superior a una
Toxicologı́a
pequeña partı́cula o fibra, que, tras generarse internamente o entrar en contacto, penetrar y/o ser
Tóxico
Toxicidad
absorbido por un organismo vivo, en dosis suficientemente alta, puede producir o produce un efecto
Acciones tóxicas adverso directo o indirecto en el mismo no manifiestamente relacionado con su temperatura o con una
Radiaciones diferencia mensurable de potencial eléctrico». El conocimiento cientı́fico precisa definiciones exactas
que eviten ambigüedades.
ß 2010 Elsevier España, S.L. Todos los derechos reservados.

What is a ‘‘poison’’? Proposal of definition

A B S T R A C T

Keywords: We discuss different interpretations of the term poison as well as the need of bringing up to date the
Toxicology changes in this matter according to the science progress. A clear and exact definition is proposed after
Poison analysing the factors that affect the relativity of the concept and its boundaries. The proposal for a
Toxicity
definition is presented taking into account the most broadly extended concepts concerning its
Toxic actions
significance. That is to say: ‘‘a poison is, for human beings and their non-pathogenic and non-harmful
Radiation
biological environment, an electromagnetic or corpuscular radiation, or a non-infectious chemical agent,
structured no larger in size than a small particle or fibre that, after being generated internally or after
contact, penetration and/or absorption by a live organism, in sufficiently high dose, can produce or
produces a direct or indirect adverse effect unrelated to its temperature or measurable electrical
potential difference’’. The scientific knowledge needs accurate definitions to avoid ambiguities.
ß 2010 Elsevier España, S.L. All rights reserved.

Introducción problemas asociados a las nanopartı́culas6–9. Por otra parte, los

En los últimos decenios el crecimiento y la evolución
espectacular de la toxicologı́a ha conducido, al igual que ha
sucedido en otras áreas, a la necesidad de una redefinición sobre
los contenidos y los lı́mites del conocimiento en este campo1–5.
Entre otros aspectos, la reciente revolución nanobiotecnológica ha
generado grandes expectativas como fuente de avance cientı́fico
médico y ha impulsado el desarrollo de nuevas áreas de
conocimiento, como la nanotoxicologı́a, para dar respuesta a los
* Autor para correspondencia.
Correo electrónico: raimon.guitart@uab.cat (R. Guitart).
avances en biologı́a molecular han permitido el desarrollo de otras
subdisciplinas, como la toxicogenómica, que probablemente
facilitará el desarrollo de nuevos métodos para predecir los efectos
de los tóxicos. Y también son recientes la inmunotoxicologı́a y
otras subdisciplinas.
Los continuos cambios han generado la necesidad de definir con
corrección y sin ambigüedades lo que engloba y excluye el término
tóxico, puesto que una definición de la Toxicologı́a como la del
Diccionario de la Lengua Española en su edición de 199210 de que
era «una parte de la Medicina, que trata de los venenos» se ha
quedado, a todas luces, corta. Un repaso de algunas definiciones de
tóxico en la literatura cientı́fica pertinente permite percibir el
problema, a poco que se analice crı́ticamente. Un muy conocido

0025-7753/$ – see front matter ß 2010 Elsevier España, S.L. Todos los derechos reservados.
doi:10.1016/j.medcli.2011.02.002
128 R. Guitart, N. Giménez / Med Clin (Barc). 2012;138(3):127–132
diccionario terminológico médico español lo hacı́a hace unos 25
años en estos términos: «m. Veneno; cualquier sustancia que
incorporada al organismo es capaz de producir graves alteraciones
orgánicas o funcionales e incluso la muerte»11. Aun siendo una corta
definición que acota grandemente el término, presenta debilidades.
Empezando porque los toxinólogos no estarı́an muy de acuerdo en
hacer equivaler tóxico y veneno, o que un tóxico no necesariamente
debe producir «graves alteraciones orgánicas o funcionales» para ser
calificado de tal, la crı́tica principal se centrarı́a en el uso de
«sustancia», de claras connotaciones en Quı́mica y en lenguaje
coloquial como algo palpable, material y existente, que inicialmente
excluirı́a agentes fı́sicos como los rayos X o los g del estudio de la
Toxicologı́a, debido a la ambigua naturaleza de los fotones (quanta
de energı́a)12, lo que no es procedente13.
Con pequeñas variaciones, la última edición en español del
Casarett and Doull’s Toxicology peca del mismo problema: «un
tóxico es cualquier sustancia capaz de producir una respuesta
nociva en un sistema biológico»14. Sin embargo, en la anterior
edición parecı́a haber resuelto esta cuestión al definirlo como
«cualquier agente capaz de producir una respuesta nociva en un
sistema biológico, lo que lesiona gravemente la función o produce
la muerte»15. El empleo del término «agente» parece más razonable
por su vaguedad intrı́nseca, pero tampoco resuelve correctamente
el problema. En efecto, con ella no se excluyen «agentes» que
producen efectos nocivos pero que no son objeto de estudio de la
Toxicologı́a, tales como el aceite vegetal hirviente, el efecto
traumático de una bala disparada por un revólver, una electro-
cución o un virus patógeno.
Es cierto, por otra parte, que toda definición deja áreas en sus
fronteras externas no suficientemente clarificadas. Ası́ ocurre en
Toxicologı́a, por ejemplo, con el láser o las microondas, cuya
inclusión sólo justifican algunos autores16. Pero el problema de la
relatividad del concepto de tóxico va más allá, puesto que afecta
incluso a ejemplos tan clásicos como el alcohol o las botulinas, que
no siempre pueden ser calificados como tales.
En los siguientes apartados revisamos y discutimos brevemente
los factores más significativos que condicionan la variabilidad en el
uso del calificativo de «tóxico», sus lı́mites de aplicación, y
proponemos una definición robusta que delimite al máximo sus
fronteras y campo de aplicación. El objetivo de este trabajo ha sido
proponer una nueva definición de tóxico, respetando la perspectiva
histórica pero adaptando el término a los nuevos tiempos y
evitando ambigüedades.
La relatividad de «tóxico»
Repasamos a continuación algunos de los factores principales
que intervienen al decidir si un agente es o no un tóxico (tabla 1),
dando algunos ejemplos.
Dosis del agente en cuestión
La dosis es, por supuesto, el factor más importante y conocido.
Paracelso fue el primero que lo vio con claridad, plasmándolo en su
famosa sentencia: «Todas las sustancias son venenos; es la dosis
correcta la que diferencia un veneno de un remedio», que muchas
veces se resume (quizá incorrectamente) como «dosis sola facit
venenum»4,5,17. El concepto tiene tanto peso que ha llegado a
proponerse como primera ley de la Toxicologı́a18. Las botulinas
constituyen uno de los ejemplos sorprendentes, pues tratándose de
las toxinas con más baja LD50, se ha conseguido utilizarlas
eficazmente, a dosis reducidas y de forma controlada, en decenas
de enfermedades o de tratamientos cosméticos19.
Otro aspecto importante que cubre el factor «dosis» es el de las
deficiencias o carencias. Desde los oligoelementos esenciales
hasta las vitaminas, pasando por algunos ácidos grasos y
Tabla 1
Principales factores que influyen sobre la relatividad del concepto de tóxico
Caracterı´sticas del tóxico
Dosis
Frecuencia de administración
Vı́a de administración (inhalación, ingestión, inyección y otras)
Velocidad de administración
Cronotoxicologı́a
Origen
Factores del individuo
Edad
Sexo
Estado fisiológico (embarazo, obesidad y otros)
Toxicocinética
Hábitos (dieta, ejercicio y otros)
Susceptibilidad individuo receptor
Interacciones
Potenciación, adición y sinergia
Tolerancia
Agentes antagónicos o protectores
Otros factores
Propósito perseguido
Punto de vista del especialista que califica
Especie implicada
Susceptibilidad interespecie
Momento histórico de aplicación del término
aminoácidos, hay un buen número de elementos y moléculas
que los organismos deben adquirir del exterior. Su adminis-
tración en exceso los convertirı́a en tóxicos, aunque no su
deficiencia a pesar de los posibles efectos nocivos y hasta letales
asociados a ella. Tal es el caso del flúor en exceso (fluorosis),
considerado un tóxico, pero no ası́ su carencia que provoca
problemas dentales y óseos20. En la definición que proponemos,
por tanto, debemos dejar clara esta cuestión, como hacen ya por
ejemplo Langman y Kapur5 al enfatizar que tóxico es «cualquier
sustancia que, tomada en suficiente cantidad, va a provocar
enfermedad o muerte».
Frecuencia de la administración
Nuevamente en un diccionario médico leemos que «dosis» es la
«cantidad determinada de un medicamento o agente terapéutico,
especialmente la que se administra de una vez (pro dosi)»11. La
dosis de una copa de vino tinto puede tener efectos beneficiosos
para la salud en adultos, siempre y cuando sea una copa cada 12-24
horas y no cada veinte minutos.
Vı´a de administración
Muchos venenos de serpientes son activos administrados
parenteralmente, pero inactivos por vı́a oral21.
Velocidad de administración
El comportamiento de un fármaco puede variar si se administra
intravenosamente en forma de bolus o gota a gota.
Momento de la administración
El desarrollo de la llamada cronotoxicologı́a en la década de
1960 se acogió en principio con escepticismo. Sin embargo,
tenemos muy presente el ritmo circadiano de la vigilia y del sueño,
y parece que también se producen ritmos semejantes en la
susceptibilidad ante los agentes quı́micos22. Entre otros ejemplos,
tiene utilidad por su influencia sobre la nefrotoxicidad de los
aminoglucósidos23. En ratones, se han observado variaciones de
 R. Guitart, N. Giménez / Med Clin (Barc). 2012;138(3):127–132
hasta 2,5 veces en la dosis letal del florfenicol en función de la hora
del dı́a en la que se realice el experimento24.
Origen del agente tóxico
Aunque no es una regla fija, una sustancia quı́mica adminis-
trada en exceso desde el exterior a un organismo (xenobiótico)13
y que le produzca daño puede considerarse tóxica, mientras
que la misma sustancia igualmente en deması́a, pero cuyo origen
sea un problema de regulación interno, no necesariamente es
tomada como tal. Si administramos por vı́a endovenosa un
exceso de glucosa a una persona, puede fallecer, y la glucosa se
comporta claramente como un tóxico. Si el motivo del exceso de
glucosa es porque las células b del páncreas no sintetizan
suficiente insulina, entonces el tema ya no es necesariamente
tan obvio. Una buena parte de las definiciones de «tóxico»
excluirı́an este segundo caso, al entender que debe proceder del
exterior; ası́, Hodgson25 define tóxico como «cualquier sustancia
que causa un efecto nocivo cuando se administra, accidental o
intencionadamente, a un organismo vivo». Sin embargo, en
principio, para delimitar y clarificar nuestro discurso, no parece
razonable establecer una frontera artificiosa por ese motivo13, ası́
que en ambas situaciones clasificarı́amos a la glucosa como
tóxico.
En la transmutación de isótopos radiactivos también se darı́a el
fenómeno de generación interna de nuevos agentes tóxicos. Por
ejemplo, tras la inhalación de radón-222 se puede generar polonio-
218, plomo-214, bismuto-214 y polonio-214, cada uno de ellos con
sus propias caracterı́sticas quı́micas, fı́sicas y toxicológicas
(incluidas las radiactivas).
Edad
Es conocida la mayor susceptibilidad de niños y ancianos a los
efectos indeseables de los medicamentos y, en general, de los
tóxicos. El caso del Pb es quizá uno de los más estudiados por sus
efectos neurotóxicos en niños.
Sexo
Entre otros posibles ejemplos, se han demostrado los efectos
cancerı́genos de algunos productos hormonales, como la clara
relación entre la administración de dietilestilbestrol a mujeres con
amenaza de aborto y el desarrollo de adenocarcinomas vaginales
de células claras en sus hijas.
Estado fisiológico
Variaciones en el estado fisiológico pueden afectar a la
respuesta del organismo frente a un determinado tóxico.
Mayoritariamente los estudios toxicológicos se realizan en sujetos
con un ı́ndice de masa corporal normal o sin recoger esta variable,
que puede ser especialmente relevante en algunos tóxicos con
tendencia a acumularse en el tejido adiposo.
Metabolismo y eliminación
Los fenómenos toxicocinéticos determinan en gran medida la
toxicidad de un agente. La biotransformación producida en el
organismo puede ser responsable de la eliminación de un tóxico o
de la aparición de nuevas sustancias con toxicidad variable
(toxificación).
Por otra parte, en pacientes con patologı́as en órganos
fundamentales para la biotransformación (hı́gado) o la eliminación
de tóxicos (riñón) puede variar la susceptibilidad a diversas
sustancias.
129
Hábitos
Dieta y ejercicio influyen sobre el metabolismo. El abuso de
determinadas sustancias en deportes de competición constituirı́a
un tema aparte.
Susceptibilidad del individuo receptor
Comerse un plato de habas es, para muchos, un placer
gastronómico. A otros, con deficiencia congénita de la enzima
glucosa-6-fosfato deshidrogenasa (G6PDH), puede producirles
graves trastornos de salud e incluso la muerte26.
Efectos de potenciación, adición y sinergia
Los insecticidas organofosforados malatión y EPN (etil-p-
nitrofenil tionobencenofosfonato) sufren una reducción drástica
de su LD50 cuando se administran en conjunción27.
Tolerancia
El fenómeno del mitridatismo, ası́ llamado en honor del rey
Mitrı́dates VI Eupator, es la adquisición de tolerancia a los
venenos por administración frecuente de pequeñas dosis de los
mismos28. Es frecuente, por ejemplo, en consumidores de
opiáceos. El efecto contrario, la pérdida de tolerancia, también
produce otro tipo de alteraciones, como la sensibilidad quı́mica
múltiple29,30.
Presencia concomitante de agentes antagónicos o protectores
Varias especies de psitácidas (Psittacidae) se reúnen cada
mañana en las orillas del rı́o Manu en la selva amazónica peruana
para comer un tipo determinado de tierra arcillosa (geofagia),
rica en caolı́n, un buen adsorbente, que aflora espontáneamente
en la zona31. La razón última es que ello les posibilita consumir
frutos y semillas de plantas no maduras y con presencia todavı́a
de ciertas toxinas, compitiendo favorablemente frente a otros
herbı́voros.
Propósito perseguido
Un barbitúrico puede administrarse con finalidades terapéu-
ticas como sedante, pero también en suicidios o eutanasias.
El colecalciferol es una forma de la vitamina D (D3), pero también
un rodenticida. Como estos dos ejemplos, en definitiva, guardan
relación con la dosis, quizá otro resultará más clarificador: el
de la EPO (eritropoyetina). Ésta a iguales dosis produce una
acción farmacológica beneficiosa en el tratamiento de ciertas
enfermedades que cursan con anemia o un efecto dopante para
mejorar la eficiencia aeróbica, con posibles riesgos para la salud
del atleta32.
Punto de vista del especialista que califica
Atendiendo a criterios patogénicos, las reacciones adversas a los
alimentos se clasifican en tóxicas y no tóxicas33. Las primeras
pueden darse en cualquier individuo y las producen, como indica
su nombre, tóxicos «clásicos» (plaguicidas, alcaloides, toxinas
marinas y otros), no siendo motivo de controversia en nuestro
contexto. Entre las no tóxicas las hay mediadas inmunológica-
mente (alergias) o no (intolerancia a los alimentos), y sólo afectan a
individuos susceptibles. Sin embargo, y aun admitiendo la
racionalidad de esta clasificación con la que suelen trabajar
los bromatólogos, los libros de Toxicologı́a Alimentaria habitual-
mente incluyen el tema de las alergias y las intolerancias
130 R. Guitart, N. Giménez / Med Clin (Barc). 2012;138(3):127–132
alimentarias26,34, lo que implica que las sustancias que los
desencadenan son consideradas como tóxicos, aunque no se los
califique explı́citamente como tales. La alergia a las proteı́nas de la
leche o la intolerancia a la lactosa producen efectos más o menos
graves, siendo las proteı́nas y la lactosa productos quı́micos que
actúan mediante mecanismos tóxicos definidos (uno inmunoló-
gico, el otro propiciado por un desorden metabólico). Básicamente,
eso es lo que se le pide que haga a un «tóxico».
Especie implicada en los efectos nocivos
Los seres humanos tenemos tendencia a considerar nuestro
punto de vista como el único existente (antropocentrismo). Un
antibiótico lo calificamos habitualmente de medicamento bene-
ficioso porque puede salvar nuestras vidas, pero es evidente que las
bacterias patógenas tendrı́an otra opinión. Consideramos un
raticida como un agente saludable porque elimina potenciales
vectores de peligrosas enfermedades, pero no cuando la misma
dosis del producto intoxica niños35.
Susceptibilidad interespecie
Anestésicos como la ketamina no se utilizan en humanos por
sus efectos psicotrópicos, pero sı́ en veterinaria36. Una misma dosis
de cobre, en la dieta, puede ser letal para ovinos y bien tolerada por
otras especies domésticas animales de granja. Diversas especies
del género Allium, como la cebolla (A. cepa) y el ajo (A. sativum),
pueden producir efectos tóxicos en gatos y en perros, incluso en
dosis relativamente bajas37.
Perspectiva histórica
Otra fuente de variabilidad es el momento en que se aplique el
término. Hubo un tiempo en que la Toxicologı́a incluyó el estudio
de los virus. En efecto, Ivanovski publicó en 1892 que la
enfermedad del mosaico del tabaco no era producida por bacterias.
Observó que seguı́a transmitiéndose incluso después de retener las
células filtrando los fluidos contagiosos, ası́ que supuso que se
trataba de toxinas38,39. No obstante, fue Beijerinck quien,
repitiendo independientemente el mismo experimento, designó
a lo que transmitı́a la enfermedad como «virus filtrables». «Virus»
significa, ni más ni menos, veneno en latı́n, lo que certifica que
Beijerinck todavı́a dudaba, y mucho, entre una toxina y un
microorganismo extraordinariamente pequeño como factor pató-
geno38,39. Aunque esta última hipótesis se impuso con el tiempo, el
término virus también lo hizo, y todavı́a hoy se emplea en
ocasiones «virulencia» de un preparado cualquiera como sinónimo
de su toxicidad.
Las formas de vida que surgieron en la Tierra hace unos 3.800
millones de años eran, con toda probabilidad, anaerobias estrictas e
hipertermófilas. Cuando los primeros organismos fotosintetiza-
dores empezaron a «contaminar» de oxı́geno la atmósfera, aquel
gas era un tóxico mortal para casi todas las especies vivientes de la
época. Hoy, el oxı́geno (a pesar de que no ha perdido su capacidad
de producir efectos letales) ya no tiene tan mala fama,
considerándose esencial para la vida de una mayorı́a de
organismos.
Las fronteras de lo que es «tóxico»
Como no existe una regla fija para diferenciar entre lo que es
tóxico y lo que no lo es, una posibilidad es acudir a una vı́a
indirecta. Concretamente, analizar el contenido de las revistas
cientı́ficas y de los libros de Toxicologı́a en todas sus distintas
disciplinas, y también lo que algunos organismos e instituciones de
reconocido prestigio tratan como tales.
En el mundo de la Biologı´a
En el campo de los alimentos, con las bacterias se diferencia
claramente entre una infección alimentaria microbiana y una
intoxicación pura de origen bacteriano. La primera (brucelosis,
fiebres tifoideas) queda manifiestamente fuera del ámbito
toxicológico (igual que el parasitismo de otros organismos vivos),
mientras que la segunda entra de pleno con representantes
(exotoxinas) tan conocidos como las botulinas17,40. En un campo
inicialmente intermedio quedarı́an las toxiinfecciones (Salmonella
spp., Escherichia coli, Clostridium perfringens), aunque aquı́ pode-
mos recurrir a la definición aportada por Repetto y Repetto13 que
indica que estas últimas «se producen tras ingerir alimentos
contaminados con microorganismos que, al desarrollarse en el
cuerpo del consumidor, excretan distintas toxinas». Es intermedia,
pero la parte que corresponde a los tóxicos queda definida.
También, con las toxinas, otra incertidumbre provendrı́a de
separar claramente lo inerte de lo vivo, algo no siempre claro. Los
biólogos llevan tiempo meditando sobre el asunto, y el problema es
arduo. El asunto quedarı́a inicialmente zanjado con la definición
básica e incompleta en que «vivo» implica capacidad de auto-
rreproducirse, lo que en nuestro contexto implica igualmente
capacidad de infectar y transmitirse. Ası́, podrı́amos establecer una
barrera entre toxinas clásicas proteicas como la del tétanos o las
botulinas, y los priones (proteinaceous infectious particles)41.
Descubiertos a principios de la década de 1980 por Prusiner, los
priones son agentes infecciosos carentes de ácidos nucleicos,
puesto que sólo se trata de proteı́nas, que no difieren de otras
tantas toxinas proteicas ya bien conocidas excepto por el
extraordinario hecho de poder propagar la manera como se
pliegan. Esto es, por su capacidad de reproducirse y multiplicarse, y
contagiar. Por tanto, se consideran agentes infecciosos y quedan
excluidos como tóxicos.
En el mundo de la Quı´mica
Todas las sustancias quı́micas, incluidas las de origen biológico,
pueden en algún momento, circunstancia o lugar ser calificadas de
tóxico. Podrı́amos decir que forman el núcleo «duro» de la
Toxicologı́a, como confirma el temario de casi cualquier texto de
Toxicologı́a Médica.
Sin embargo, hay excepciones. A pesar de considerarse
tradicionalmente «tóxicos», en realidad muchas de las definiciones
anteriormente mencionadas excluirı́an inicialmente a un grupo
importante de agentes. Nos estamos refiriendo a los gases
asfixiantes simples , que incluyen los gases nobles (el radón serı́a
una excepción por su radiactividad) y algún que otro gas poco
reactivo, como el nitrógeno. En efecto, su respiración puede tener
efectos letales, pero no «por producir efectos nocivos», ya que por
definición son inertes quı́micamente, sino porque con su presencia
mayoritaria desplazan al esencial oxı́geno.
Finalmente, el tamaño tampoco parece importar en deması́a,
dentro de unos lı́mites. En los últimos decenios la Toxicologı́a
Molecular ha ido adquiriendo importancia5, ya que son moléculas
individuales de los tóxicos las que, por el mecanismo que sea,
producen una alteración negativa cualquiera. Pero hay excepcio-
nes, como son las partı́culas, y todavı́a más recientemente las
nanopartı́culas y otros nanomateriales6,9, para los que se ha
propuesto la nueva disciplina de la Nanotoxicologı́a7,8. Y, todavı́a
de manera más evidente, las fibras, y en particular las de asbesto
(amianto), muy estudiadas. Su importancia se demuestra con una
revista que trata ambos grupos: Particle and Fibre Toxicology. Sin
embargo, hay un cierto tamaño a partir del cual dejamos de hablar
de tóxicos: por ejemplo, bolsas de plástico, colillas o tampones son
contaminantes habituales del mar y peligrosos para especies como
las tortugas marinas en caso de ingestión. Cuando el problema con
 R. Guitart, N. Giménez / Med Clin (Barc). 2012;138(3):127–132
estos objetos se reduce, por ejemplo, a obstrucción del tracto
digestivo, no lo calificamos de efecto tóxico.
En el mundo de la Fı´sica
Es en el campo de los fenómenos fı́sicos que, por convención25,
son objeto de estudio de la Toxicologı́a, donde mayores problemas
encontramos de delimitación. Las radiaciones ionizantes, tanto
partı́culas palpables (rayos a y b, por ejemplo) como fotones (rayos
g y X), han sido tradicionalmente objeto de su estudio e
inclusión12, y muchos libros de Toxicologı́a fundamental o
descriptiva les dedican habitualmente apartados o capı́tulos,
siendo ésta la parte menos controvertida.
Pero cambia al desplazarnos por el espectro electromagnético
hacia frecuencias más bajas. La radiación ultravioleta (UV) suele
considerarse todavı́a como motivo de estudio toxicológico16,42, en
especial la fracción capaz de ionizar la materia. Aunque con el resto
de ellas, en especial a partir de longitudes de onda > 400 nm, la
cuestión se vuelve más discutible. Pocos libros de texto toxico-
lógicos le dedican más allá de unas pocas lı́neas, con alguna notoria
salvedad16. Sin embargo, recientemente el estudio de los campos
electromagnéticos ha cobrado auge por la controversia de los
potenciales efectos sobre la salud de las lı́neas de alta tensión (e
incluso por las de baja tensión doméstica, en nuestro caso 230 V y
50 Hz), por la todavı́a reciente entrada en casa de los hornos
microondas y, por supuesto, por la irrupción masiva de los
teléfonos móviles43–47. Sin embargo, no parece razonable esta-
blecer una frontera entre radiaciones ionizantes y no ionizantes (lo
que equivaldrı́a a decir entre los más reconocidos como dañinos y
los que lo son menos) en nuestro contexto. Ası́ que se puede
aceptar que el tema de las radiaciones, en conjunto, entra en el
campo de estudio de la Toxicologı́a.
Sin embargo, ello lleva a incluir la radiación infrarroja y otras
cuyos efectos principales son los de producir calor cuando se
absorben (las microondas de un horno, por otro lado, lo hacen al
hacer resonar las moléculas de agua). El calor es una forma de
energı́a que puede transmitirse entre distintos objetos por
radiación, pero también por conducción y convección. Aceptamos
las radiaciones como «tóxicos», aunque remarcando que la
temperatura (la que mide la cantidad de calor de un sistema)
como tal no es motivo de estudio de la Toxicologı́a (no lo es, por
ejemplo, la quemadura producida por una brasa de carbón), y en
esto hay consenso entre los toxicólogos, al igual que en excluir al
fuego. Otra cosa son, no obstante, ciertos efectos de los cáusticos,
uno de los cuales es la liberación de calor: sin embargo, este tipo de
quemaduras se deben a una reacción quı́mica exotérmica (un
mecanismo de acción tóxico), no asociada a la temperatura que
presenta el agente tóxico.
Más controvertido es, si cabe, el tema del sonido (y de los
ultrasonidos, con vibraciones de frecuencia > 20.000 Hz, y de los
infrasonidos, de < 20 Hz). Se habla de «contaminación acústica» a
menudo, pero ello no implica necesariamente nada en nuestro
contexto (también se habla de «contaminación vı́rica» de un
alimento, por ejemplo, y los virus no se estudian en Toxicologı́a).
Los infrasonidos, el sonido y los ultrasonidos son ondas,
alteraciones mecánicas que se propagan a través de un medio
material elástico (a diferencia de las radiaciones electromagné-
ticas, no lo hacen en el vacı́o). El ruido (sonido no deseado)13 puede
producir dolor y pérdida de oı́do a partir de unos 85-90 dBA en
exposiciones suficientemente largas, o a partir de unos 140 dBA en
exposiciones cortas, pero también otro gran número de patologı́as
muy diversas no necesariamente relacionadas con la energı́a que
transportan (y algunas son de origen psicosomático)48. Sin
embargo, quizá por la propia naturaleza de energı́a mecánica
del sonido, los libros y/o revistas de Toxicologı́a eluden el tema o lo
tratan sólo en combinación con verdaderos tóxicos49,50, y sólo las
131
médicas (en especial las de medicina ocupacional) y/o de
contaminación ambiental tratan el tema individualmente, pero
nunca empleando el término tóxico o toxicidad para referirse a
ellas51–53. De acuerdo con esto, no son «tóxicos».
La presión, por otra parte, vuelve a ser un nuevo factor fı́sico que
puede inducir efectos nocivos. En el submarinismo se ven los
efectos de sobrepresión (narcosis de N2 o toxicidad del O2, por
ejemplo) o descompresión (barotrauma). Sin embargo, son efectos
indirectos, y el primero claramente relacionado con la concen-
tración (dosis) por aplicación simple de la Ley de Henry a los gases.
La presión (ni en exceso ni en defecto) no serı́a calificada, como tal,
de tóxico, y lo confirma que no sea tratada en revistas o textos de
Toxicologı́a. Por extensión, los efectos dañinos de una deflagración
(ondas subsónicas) causadas por la explosión de armamento
quı́mico clásico no serı́an objeto de su estudio, ası́ como tampoco
los de la detonación (ondas supersónicas o de choque), resultado de
explosionar armamento nuclear, aunque sı́ la toxicidad inherente a
la exposición a los compuestos quı́micos o radiactivos involu-
crados12,54.
Finalmente, entre los fenómenos fı́sicos que podrı́an conside-
rarse de dudosa adscripción o no a los tóxicos, queda la
electricidad. Esta forma de energı́a se define como el flujo de
electrones a través de un gradiente de potencial. Las descargas
eléctricas pueden producir diversos efectos sobre los organismos,
según tiempo de exposición, voltaje e intensidad (en cierta medida,
equivalentes a la dosis), y ciertamente pueden llegar a producir
efectos incluso letales. No obstante, igual que con el sonido o la
presión, nos escudamos en la tradición toxicológica para no
considerar como «tóxico» a la electricidad, aunque sı́ a los campos
electromagnéticos que genera.
Conclusiones
Las fronteras del término «tóxico» son actualmente tan difusas y
discutidas como lo son también, por ejemplo, las de «vida» o las de
«especie biológica». Las controversias son útiles y necesarias, pero
el avance del conocimiento cientı́fico precisa de la utilización de
definiciones concretas que eviten ambigüedades. Es función del
cientı́fico acotar su campo de aplicación, y con este ánimo
proponemos la siguiente definición: «tóxico es, para los seres
humanos y su entorno biológico no patógeno o dañino, toda
radiación electromagnética o corpuscular y todo agente quı́mico
no infeccioso, de tamaño no superior a una pequeña partı́cula o
fibra, que, tras generarse internamente o entrar en contacto,
penetrar y/o ser absorbido por un organismo vivo, en dosis
suficientemente alta, puede producir o produce un efecto adverso
directo o indirecto en el mismo no manifiestamente relacionado
con su temperatura o con una diferencia mesurable de potencial
eléctrico».
Debido a la amplitud de la definición utilizada y a la variedad de
circunstancias posibles, el estudio de los tóxicos debe abordarse de
forma multidisciplinar. Con los actuales conocimientos medioam-
bientales somos conscientes de que el conjunto de la población
mundial está expuesta o es susceptible de ser afectada por tóxicos
en algún momento, constituyendo este tema competencia, directa
o indirecta, de la mayorı́a de las especialidades biomédicas.
Conflicto de intereses
Los autores declaran no tener ningún conflicto de intereses.
Agradecimientos
Los autores desean agradecer los comentarios y aportaciones a
las primeras versiones de este manuscrito de los Dres. M. Hiebl,
J.M. Llobet, G. Repetto y V.G. Thomas, siempre estimulantes. No
132 R. Guitart, N. Giménez / Med Clin (Barc). 2012;138(3):127–132
obstante, en un tema tan sujeto a apreciaciones y a puntos de vista
distintos, sólo los autores se hacen responsables de su contenido
final.
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