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Intencionalidad e interés: del mero sentido de referencia a la vida

concreta
Luis Ignacio Rojas Godina

BUAP
§ 1. Introducción

En sus primeros trabajos fenomenológicos (Investigaciones lógicas), E. Husserl


desarrolló una serie de análisis de la intencionalidad que posee un sentido sincrónico y
meramente estructural cuya finalidad fue la de desarrollar una tipología de las formas
más generales en que algo puede aparecer como correlato de conciencia. En dichos
análisis los ‘actos’ intencionales son meras formas fijas de referirse a objetos y no de-
notan actividad alguna. No es sorprendente que las múltiples críticas a la primera fe-
nomenología husserliana señalaran que aquí Husserl nos ofrece una mera idea abs-
tracta de la subjetividad y de su vínculo con el mundo que se encuentra lejos de nues-
tra vida y mundo circundantes concretos. Sin embargo, ya desde los primeros trabajos
fenomenológicos de Husserl encontramos otro camino, uno que en vez de partir de las
meras posibilidades más generales y desarrollarse a través de meros análisis formales,
toma como eje de investigación la concretud de la vida individual subjetiva y su interés
por el mundo.
Para Husserl, el interés no es un fenómeno intencional entre otros, sino aquel
que permite comprender a la intencionalidad en su concretud, de hecho, como se seña-
la en Hua VIII (p. 101), se trata de un concepto determinante en la comprensión de las
tres clases básicas de actos intencionales: los actos intelectivos, los actos emotivos y
los actos prácticos.

§ 2. Referencia e intencionalidad
El concepto general de “interés” no se limita a expresar una forma activa y voluntaria de
volverse-hacia [Zuwendung] un objeto o campo de objetos a través de una multiplicidad
de actos, como dice Husserl en sus lecciones sobre Filosofía primera, “más o menos
entrelazados, unidos, de diversas maneras los unos con los otros” (Hua VIII, 100) y que

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en conjunto dan forma a “la unidad de un acto global” (Hua VIII, 100). Más bien, lo pri-
mero que habría que decir es que el concepto general de interés resulta ser tan amplio
como la noción de intencionalidad1; Por tanto, como Husserl señala en la lección 42 de
la segunda parte de sus lecciones del semestre de invierno de 1923/24 sobre “Filosofía
primera”, se trata de un concepto determinante en la comprensión de las tres clases de
actos: los actos intelectivos, los actos emotivos y los actos prácticos (Hua VIII, 101). No
obstante, al mismo tiempo, el concepto de interés necesita ser cuidadosamente dife-
renciado (aunque no por ello “separado”) de aquel rasgo esencial que caracteriza en
primera instancia a los actos de conciencia en cuanto vivencias intencionales [intentio-
nale Erlebnisse] y que quedó fijado terminológicamente en § 13 de la Vª de las IL como
el “referirse a [...] algo objetivo [das sich ... auf ein Gegenständliches Beziehen]” (Hua
XIX/1, 392; 498). Recordemos que en dicho parágrafo el referirse a queda señalado por
Husserl como “el concepto amplio” de intención, el cual se diferencia del “concepto es-
trecho” que sólo puede ser identificado con las intenciones que se ajustan a la imagen
del “apuntar hacia [Abzielen]” (Hua XIX/1, 392; 499), pero no con aquellas otras que se
caracterizan por ser “consecuciones o cumplimientos [Erzielungen oder
Erfüllungen]” (Hua XIX/1, 393; 499). Al poner de relieve que el referirse a es el rasgo
esencial común a toda intención, sea de la clase que sea (y en acuerdo con la crítica
natorpiana a “la ‘mitología de las ‘actividades’”), Husserl pudo afirmar que “la idea de
actividad debe quedar excluida en absoluto” (Hua XIX/1, 393; 499) del concepto feno-
menológico de acto; es decir, debe dejarse de lado la convicción de que “los actos psí-
quicos” son “actividades de la conciencia o del yo” (Hua XIX/1, 393; 499).

§ 3. Mención e interés
Así, en la “Segunda parte principal” de las lecciones del semestre de invierno de
1904/05 sobre Percepción y atención, Husserl muestra que si bien el interés y la men-
ción [Meinung] en sus diferentes formas deben ser entendidos como dos momento

1 Por ello, Husserl afirma: “Intencionalidad en general —vivencia de tener conciencia de algo— y eviden -
cia, intencionalidad del acto de darse las cosas mismas, son conceptos que por esencia se corresponden
[...] la evidencia es un modo universal de la intencionalidad referido a la vida de conciencia en su conjun-
to” (Hua XVII, 168; 218–219).

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esencial que trabajan “mano a mano” (Hua XXXVIII, 119) en la puesta en marcha de un
actual volverse-hacia, en realidad, ellos tienen que ser diferenciados cuidadosamente
por medio del examen fenomenológico. Por un lado, el mentar en general implica no
otra cosa que el establecimiento de la referencia [Beziehung] (ya sea directa o indirec-
ta) del polo subjetivo de la conciencia a su respectivo objeto bajo un sentido determina-
do a través de la aprehensión; y, por ello, en estas lecciones se afirma que el mentar es
“quien confiere su autonomía a la aprehensión” ya que “sólo a través de él un objeto en
sí está ahí para nosotros” (Hua XXXVIII, 116). El mentar en este sentido general y aún
indiferenciado se corresponde con la noción más amplia del tener conciencia (ego cogi-
to-) de un objeto (cogitatum) en la ejecución de un acto intencional, mas no expresa
nada sobre el sentido y los modos del proceso mismo de dicha ejecución. Por ejemplo,
en el acto de escuchar tengo consciencia de, miento, una melodía en cuanto objeto in-
tencional presente a través dicho acto.
Por otro lado, en estas lecciones de 1904/05 Husserl también distingue un senti-
do especial del mentar que es definido como “el acto en sentido acotado, lo mentado es
‘lo notado [Bemerkte]’. Y aquí también tenemos el preferir y el dejar de lado. Lo dejado
de lado es lo no mentado y con todo coaprehendido de forma concomitante” (Hua
XXXVIII, 117). Para Husserl, este sentido especial del mentar bien puede ser identifica-
do con el concepto general de atención [Aufmerksamkeit]: “aquello a lo que prestamos
atención [das Beachtete] es lo mentado de forma especial en oposición a lo no menta-
do” (Hua XXXVIII, 73). Por ejemplo, en el estar vuelto-hacia el colibrí que cada maña-
na visita mi jardín, yo estoy dirigido activamente hacia él como aquello que se destaca
enfáticamente en mi campo perceptual en el que ciertamente también aparecen otras
cosas.
Además, aunque que momentáneamente él no esté puntualmente presente en
mi campo perceptual o aunque sólo sea percibido parcialmente al verlo revolotear de
aquí para allá, aparecer y desaparecer entre las flores, en todo momento yo tengo mi
atención puesta en él, de tal modo que el resto de lo que veo del jardín cae en un se-
gundo plano. Sin embargo, la atención, entendida como mentar especial, es distinta del
mentar en general puesto que, como se indica en Ideas I, ella se debe definir primor-

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dialmente como “una especie básica de modificaciones intencionales” (Hua III/1, 215;
306) y no como una intención per se. Veamos rápidamente qué significa esto.
En el § 20 de la “Segunda parte” de estas lecciones, Husserl afirma que si bien
la atención en general consiste en “destacar [algo] en la remisión a un objeto
percibido”, en el sentido de dar “una cierta preferencia en medio de la respectiva multi-
plicidad de objetos presentes”, en realidad, el carácter vivido de la atención comporta
primordialmente un “destacar los correspondientes contenidos” (Hua XXXVIII,  86) da-
dos en la aprehensión del objeto en cuestión. Husserl allí mismo aclara que “esta remi-
sión a los contenidos es algo completamente diferente a la remisión a los objetos” (Hua
XXXVIII, 86) y por tal motivo habría que decir que “la atención puede remite a los obje-
tos únicamente [de modo] ‘intencional’” (Hua XXXVIII, 87).
Esto significa, como se afirma claramente tanto en la Vª de las IL como en Ideas
I, que los actos objetivantes justamente tienen que estar ahí en ejecución (tienen que
estar presentando sus objetos) y ello en el modo de ser meramente vividos para que,
entonces, podamos “atender a los objetos de dichos actos, volvernos hacia ellos acce-
soria o primariamente, ocuparnos temáticamente con los mismos, según las ocasiones”
(Hua XIX/1, 423; 519), de tal manera que el atender es primordialmente un fenómeno
fundado en las vivencias intencionales, sin embargo, “no es él mismo a su vez un acto
propio” (Hua III/1, 75; 156). En pocas palabras, “2 no es intención” (Hua XXIV, 250),
pero necesita de la función presentadora de la intención para poder incidir en el conte-
nido de la misma.
Por otro lado, dado que el interés también se funda en la aprehensión y además
se entrelaza íntimamente con el mentar especial, entonces, la distinción respecto a
este último se vuelve realmente difícil, al punto de que “es comprensible que se llegue
a identificar sin más ni más el uno con el otro” (Hua XXXVIII, 117). Pese a esto, Husserl
afirma que es necesario mostrar claramente en qué consiste la diferencia entre los dos

2 “La atención no es el carácter de un acto. A partir de una apercepción, un acto puede construirse como
atentivo respecto al objeto apercibido, pero él mismo en cuanto toma de postura no es ningún atender. Y
justamente al revés, un atender no es una toma de postura en el sentido del acto. Atención no es inten-
ción. Evidentemente se tratan de dos momentos que son inseparables el uno del otro” (Hua XXIV, 250).
Cf. Bruce Bégout, “Husserl and the Phenomenology of Attention,” Rediscovering Phenomenology: Phe-
nomenological Essays on Mathematical Beings, Physical Reality, Perception and Consciousness, eds.
Luciano Boi, Pierre Kerszberg, and Frédéric Patras (Dordrecht: Springer, 2007) 16–17.

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y, para ello, en estas lecciones de 1904/05 toma como criterio definitorio de ambos a
los “entramados sintéticos [den synthetischen Zusammenhängen]” (Hua XXXVIII,  119)
que tienen lugar en cada uno:
La mención se agrupa con la mención en la forma de la unidad de identi-
dad. El cumplimiento de una mención consiste en la conciencia del ser de
lo dado por sí mismo [Selbsgegebensein]. En el interés la situación es dis-
tinta. Él presupone, cuando se da su identificación, un entramado objeti-
vo, pero el cumplimiento del interés es la satisfacción [Befriedigung], del
mismo modo en que el cumplimiento de un deseo es la satisfacción de un
deseo. Mas una mención se confirma, no se satisface. Se trata de un ca-
rácter distinto. (Hua XXXVIII, 119)

En este sentido, en las lecciones también se dice que a todos los intereses (sean de la
clase que sean) les pertenece esencialmente una intensidad, en cambio, “el mentar en
cuestión no tiene un más o un menos” (Hua XXXVIII, 118). Aunado a ello está el hecho
de que “los intereses condicionan la puesta en relieve perceptiva de los objetos y la
puesta en marcha de nuevos procesos de percepción y de interés” (Hua XXXVIII, 108).
De tal manera que, como conclusión de su análisis, Husserl afirma que el interés com-
porta entonces “una fuerza impulsora del prestar atención” y que él “se articula cada
vez más con el percibir y conduce paso a paso a nuevas percepciones que a su vez
despiertan y articulan nuevos intereses” (Hua XXXVIII, 108). Por ejemplo, después de
prestar atención al colibrí de mi jardín durante un largo rato, mi interés por él menguó,
dando paso a un nuevo interés por las flores recién surgidas de los aloes en las que él
se posaba, despertado por el intenso color amarillo de las mismas.

§ 4. Análisis genéticos del interés


Ahora bien, tal y como podemos constatar a través de diferentes lecciones y manuscri-
tos de trabajo que sirvieron para componer EJ, los análisis fenomenológicos de la aten-
ción y del interés fueron retomados y sometidos a una profunda reelaboración por parte
de Husserl en el marco de su fenomenología genética. A diferencia de los análisis está-
ticos que encontramos en las lecciones de 1904/05 —preocupados primordialmente por
establecer distinciones y relaciones de fundamentación sobre la base de la estructura
fija de la remisión intencional de los actos objetivantes, cuyo correlato es ya siempre un

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objeto o un entramado objetivo con un sentido ya constituido—, en estos nuevos análi-
sis el acento está puesto en la clarificación de los modos en que la atención y el interés
originan y determinan el proceso mismo de la ejecución ya no sólo de los actos objeti-
vantes, sino de todo tener conciencia tanto de forma activa, en los diferentes tipos de
volverse-hacia, como en las diferentes formas pasivas de la receptividad y en la habi-
tualidad.
Así, en primer lugar, en EJ el interés resulta definido como la determinación que
imprime a la ejecución de toda intentio un afán [Streben] —o mejor dicho es el afán
mismo— “por ‘acercarse cada vez más’ al objeto y por apropiarse su mismidad de ma-
nera cada vez más perfecta” (EU 92; 93), que en principio no necesita de la participa-
ción activa del yo, sino que puede desplegarse pasivamente y que implica un empeño
por permanecer en [bei] el objeto (claro está, entendiendo aquí “objeto” en el mero sen-
tido formal del correlato de una intentio). Sin embargo, este afán también puede devenir
una vivencia activa de dicho yo:
Debemos nombrar acto de interés, en el sentido preciso del término, al
acto que tiene un objeto que el yo no sólo tiene en general bajo la mirada
de la conciencia, de la cual ese yo es consciente de alguna manera diga-
mos oblicua, sino hacia el que este yo se dirige en sentido preciso y hacia
el cual tiene alguna pretensión, hacia el que él se dirige e intenta alcan-
zar. (Hua VIII, 102)

Cabe decir que esta nueva determinación del interés, el afán, no se podría añadir sim-
plemente a las determinaciones que se obtuvieron a través de los primeros análisis fe-
nomenológicos, los cuales, toman a la mera referencia y la aprehensión como la base
de la estructura intencional sobre la que se fundan fenómenos de conciencia como los
recién analizados, pero también los fenómenos de la vida valorativa, volitiva y emotiva
en general. En cambio, a través de los análisis fenomenológicos genéticos desarrolla-
dos por Husserl desde inicios de los años veintes se acentúa una concepción más bien
performativa de la intencionalidad en la que el interés tiene un lugar central. E, incluso,
se podría decir que, a través de estos análisis, Husserl llega a privilegiar el sentido de
ejecución de los actos (determinado aquí por el interés en tanto afán cuyo origen gené-

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tico se remonta a las fuerzas instintos [Tribe] más elementales de la vida subjetiva 3)
frente a su sentido de referencia (determinado por la aprehensión). Así, en uno de sus
manuscrito de 1926 señala que la proposiciones “el yo está interesado” y “‘el yo está
intencionalmente dirigido hacia’ significan lo mismo” (Hua IX, 412); de manera que el
concepto de interés “expresa, a través de una cierta ampliación del sentido normal de
la palabra, la esencia fundamental de todo acto” (Hua IX, 412).
En segundo lugar, y en estrecha relación con lo anterior, a través del desarrollo
de la fenomenología genética fue posible poner de relieve que el concepto de interés
además es clave para entender que el mundo, sus objetos y los otros no comparecen
ante nosotros como si estuviesen colocados tras una indiferente vitrina distante.4 Tal
como se indica en el § 20 de EJ, tomado de la forma más amplia posible, “interés” (in-
ter-esse; o como también lo nombra en sus lecciones del semestre de invierno de
1920/21 “Lecciones sobre lógica trascendental”, “el estar-en-medio-del-objeto-intencio-
nal del yo” o simplemente “estar en medio de” [Dabeisein] (Hua IX, 412)) significa pre-
cisamente el modo en que, ejecutándose cada acto intencional, cada complejo de actos
y cada acto global de mi vida despierta, yo estoy constantemente involucrado simple y
directamente en medio de las cosas, con los otros y en medio del mundo circundante
que, en conjunto, constituyen el campo temático potencial de mi atención (EU 92; 94).
En tercer lugar, no menos importante es el hecho de que, tal y como se afirmaba
desde las lecciones de 1904/05, el interés trae consigo un colorido afectivo —mismo

3 Al parecer, en el nivel más elemental de su génesis, el afán que caracteriza al interés se origina como
un instinto intencional [Triebintention] “arrastrado” protencionalmente por la “afección” de lo dado en for-
ma parcial, pero que se mantiene en una latencia de una posible donación completa. Sobre esto ver
Nam-In Lee, Edmund Husserls Phänomenologie der Instinkte, Phaenomenologica 128 (Dordrecht ; Bos-
ton: Kluwer, 1993) 83–96 y 183–89, x, 283 p; James Hart, “Genesis, Instinct, and Reconstruction: Nam-In
Lee’s Edmund Husserl’s Phänomenologie der Instincte,” Husserl Studies 15 (1998): 101–23; Rodemeyer,
op. cit. 125–56.
4 A este respecto, en el mismo manuscrito de finales de 1930 que acabamos de citar más arriba, Husserl
afirma: “un mundo, un campo predado de actividades posibles (egológicamente potenciales) no es algo
recortado y thirathes [;es decir, que queda fuera] del dominio del yo, sino que surge en la estructura ex-
periencial del ego y desde el todo de su vida misma experienciante en tanto que unidad de su sentido de
ser; y esto lo hace como siendo aquello que sólo puede estar ahí para el yo a partir de tales fuentes in-
ternas, precisamente, como siendo aquello que afecta al yo y a lo que éste se dirige, como siendo aque-
llo de lo que él se ocupa” (Hua XXXIV, 216). Dicho aspecto realmente decisivo en la concepción husser-
liana madura del interés no es tomado en cuenta por Wehrle en su ensayo “Die Normativität der Erfah-
rung – Überlegungen Zur Beziehung von Normalität und Aufmerksamkeit Bie E. Husserl,” Husserl Stu-
dies 26 (2010): 167–87.

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que, a nuestro entender, casi siempre ha pasado desapercibida en los análisis mera-
mente formales de la intencionalidad— y que, en ese sentido, se pone de relieve que el
interés constituye “un acto emotivo [Gemütsakt], mientras que la mención no lo es. La
mención objetivadora no tiene una base en el sentimiento [Gefühlsbasis] y, por ello, no
tiene una intensidad fundad en ello (Hua XXXVIII, 118). Por ejemplo, el carácter emoti-
vo implica que el interés puede comportar un sentimiento de “placer [Lust]” (Hua XXX-
VIII, 107), y no de modo meramente azaroso o accesorio, pues, “en la medida en que
cada cosa tiene su interés (aunque no todas con un interés considerable), los senti-
mientos se presentan como los motores y las fuentes propiamente dichos de los inter-
eses” (Hua XXXVIII, 107–108). Correlativamente hablando, los análisis genéticos tam-
bién logran mostrar que el interés trae consigo un “enriquecimiento del sentido de con-
tenido del objeto” en cuestión, ya que a través de él “los sucesos u objetos no nos apa-
recen de forma neutral; ellos son, precisamente, de interés para nosotros. Esto significa
que cierto sentimiento está ligado a cada percepción de un objeto ‘interesante’ o parte
de un objeto”. De modo que “el interés trae consigo las diferencias entre lo que a partir
de él da igual y lo que no da igual” ( Hua XLI, 270) en nuestra ocupación (sea teorética,
sea preteorética) con las cosas, con los otros o con el mundo que nos circunda, sea en
el modo de interés positivo de la “atracción” [Anziehung] o en el modo de interés nega-
tivo de la “repulsión” [Anstoßung] (Hua XXXVIII, 178). En un manuscrito perteneciente a
las “Lecciones sobre lógica trascendental” del semestre de invierno de 1920/21 se afir-
ma:
Puede ser que el objeto mismo conmueva nuestros sentimientos, que él
sea de valor para nosotros y que por ello le prestemos atención y nos
mantengamos con la atención puesta en él. Pero también puede darse el
caso de que él no tenga valor y que aún así despierte nuestro interés pre-
cisamente por ser repulsivo. (Hua XXXI, 17)

En cuarto lugar, los análisis genéticos muestran que en el ejercicio activo y actual del
interés por un yo, “el yo de los intereses (= yo despierto) no es un simple punto de emi-
sión de rayos de actos que surgen de él de manera caprichosa y deshilvanada [zu-
sammenhanglos]”, por el contrario, “en toda circunstancia él ya siempre es el yo que
tiene por adelantado su campo de interés que le es predado”, de tal modo que, “vivir

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yóicamente, estar interesado y ocupado, pasar de ocupación en ocupación, es ya tener
un campo de interés” en fin, esto es, “vivir absorto en este campo en una unicidad que
ya prefigura la estructura de dicho campo” (Hua XXXIV, 215); todo ello en vistas de una
acción determinada.
Ahora bien, al considerar el concepto de interés en su sentido más amplio (es
decir, no como mero interés temático y no en cuanto determinación de un sólo acto,
sino, como ya se dijo, de una posible multiplicidad de actos que conforman la unidad de
una acto global) a través de estas cuatro nuevas determinaciones, es posible dar cuen-
ta de cómo la vida de conciencia siempre está motivada y orientada por intereses prác-
ticos y, más aún, que “la intención siempre es una intención práctica, a saber, una in-
tención hecha en una efectuación práctica” (Hua XXXIX, 365); o, como dice Lee, “la co-
rriente de conciencia en su totalidad resulta ser una unidad de intenciones prácticas”.
Como también apunta Lee, esto permite vislumbrar una transformación en la
comprensión husserliana de los actos intencionales según el paradigma de las IL en
donde sólo se ponía el acento en su direccionalidad (lo que nosotros llamamos “sentido
de referencia”) y se excluía que pudiesen ser entendidos como una actividad, dando
como resultado lo que ahora estamos en posición de calificado como una comprensión
abstracta de dichos actos. La cual tuvo que ser superada por el propio Husserl al anali-
zar los diferentes modos de las vivencias intencionales en su concreción práctica bajo
la mirada de su fenomenología genética.
Dicha situación que queda ejemplificada al referirse a los actos del juzgar en la
segunda parte sus lecciones sobre Filosofía primera de la siguiente manera: “en todo
acto tal del yo que juzga, como además sugiere la palabra acto, está implicado un ha-
cer [Tun] —aunque este sea fugaz y pasajero—. En la acción de juzgar yo estoy dirigi-
do al ser y al ser así en cuanto meta a la que yo me esfuerzo por alcanzar” (Hua VIII,
95). De tal manera que todo lo dado simple y directamente como correlato del yo des-
pierto posee un “rostro de interés” [Interessengesicht] (Hua XXXIX, 597) y, finalmente,
“el mundo que está ahí cada vez para mí originaliter, apareciendo él mismo y en prime-
ra originariedad en el modo del campo de la percepción, lo está en tanto mundo de in-
tereses [Interessenwelt]” (Hua XXXIX, 597).

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§ 4. Conclusión
De tal manera que la crítica heideggeriana a la doctrina husserliana de la intencionali-
dad pierde gran parte de su eficacia. Como se sabe bien, la crítica Heidegger se atiene
a la concepción dominante de la intencionalidad presentada en IL y la noción ahí pre-
sentada de “acto”. Por ello, toma como un supuesto concreto lo que ulteriormente es
demostrado por el propio desarrollo inmanente del pensamiento husserliano como una
concepción abstracta. Pero más allá de esto, es necesario decir que, sorprendente-
mente, la concepción madura del interés desarrollada por Husserl tiene un extraordina-
rio paralelismo con la doctrina heideggeriana del cuidado.

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