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EL VAMPIRO .R~-( ,. .
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KASIM IR '
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t~rror1fic0 -·
-moai
TI MU N
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~rr0r11c0
moai
. . . . . . . . , . , . , . , . ,e, ,e, ,e,
CARLOS PUERTO
Ilustraciones de
GUSTI
Premio Nacional de Jiu tración 1990
TIMUN MAS
DiseJi de ul it:rtT \ 1 ·te t \ i: n
.. J "'o o
Con rni agradecimiento
i F. Júnénez del Oso por haberme
perniitido descubrir, de su mano,
t1!guno_ de los secretos de la
Isla de Pascua.
¡.
in1
T.
d ,.,
rn n t<
a\' n tu r rl l( ' 1 ~- ~
lo r frao · • I
todo 1c gu to
Para junar
auno
b
d lo r
colocándolo al
tos refranes l ~
tenéi qu ene
una pi ta: la n1
Si o rendí· n
final del libr "
así encontrar l
imoteo Pakarati es el hombre más sabio de la Isla
1
Extraños sucesos
as oído} -preguntó el hombre, atemorizado.
H -¿Que?
-Un grito, un gemido, un aullido, no sé ...
-Bah, imaginaciones tuyas -la mujer siguió co-
cinando la langosta, comida muy habitual en la isla.
El hombre, con cierta cautela, asomó la cabeza
fuera de su casa pintada de color amarillo. Un ex-
tranjero que en cierta ocasión pasó por allí le explicó
que el amarillo era un color gafe, y q?e a los que lo
utilizaban les pasaban cosas malas. El nunca había
creído en supersticiones, pero desde que oyó lo que
su mujer decía no haber oído, decidió cambiar el color
de la casa, a la mañana siguiente, en cuanto amane-
ciera.
La noche estaba estrellada y parecía como si uno
pudiera alcanzar la bóveda celeste con la mano. El
silencio era absoluto en la pequeña isla de los moais.
La isla de los moais, a la que los lugareños lla-
maban presuntuosamente «el ombligo del mundo»,
era el lugar del planeta en que la gente vivía más ais-
t~d~.
/
0
Los vecinos más próximos estaban a casi tres mil
metros de distancia. Así eran las cosas en la Isla
e Pascua.
13
1 do (menos con--
El estar aislado era bueno por un ~ otro, si lo que
taminación menos bullicio), pero Pºrno decía su mu .
' . . es co
había oído no eran imaginaci_on ?
jer. .. , ¿cómo escapar del pehg{i~n Teao, tropezó con
El hombre, que se llamaba Parecía un saco de
,, palparlo• 11 · .,
un fardo. Se agac o ª
h dantes en aque a reg1on
hierbas de totora, tan abun era blandita Y aquello
del mundo. Pero no, la totora . · d
ez? ¿O 1nc1uso pie ras
1
volcánicas? ~o_rque la isl~
piedras volcan1cas, pero ¿q
::n
estaba más duro. ¿Pat~tas ~a \ién tenía cantidad de
las iba a llevar allí, a
l
una talla de esos espíritus malignos. ¿ Y si por trabajar
1
en ellos acababa de desatar su perversión?
Se sentía inquieto, como si notara una presencia a
sus espaldas. Tenía miedo de volverse y encontrarse
cara a cara con un aku-aku, espíritu de la isla que ha-
a
cía mucho que no demostraba su existencia. ¿Se vol-
a
vería, no se volvería? ¿ Y si le atacaban por no mo-
verse? Y por el contrario, ¿y si le atacaban única y
exclusivamente por volverse?
Leonardo comenzó a sudar. ¿Qué hacer? Miró el
agua Y la encontró tranquila, de oleaje manso y nor-
mal. Tal vez sólo se trataba de una alucinación. El
miedo, sobre todo por la noche, juega esas malas pa· ce
sadas. le
El caballo emitió un tercer sonido distinto a los ef
otros dos, como si quisiera decir algo.' ta
. .-:-yª voy,
d1c1endose que ya voy• •. -Leonardo recogió sus cosas,
~ 0 de
una vez montado en su companer
16
. 5 los temores desaparecían" y ·unt()~ , . ,,
tiga , d
fª mal trago pasa o aquella noche. . · .
1 se
1.'l reinan
1
de Al llegar al lugar donde había dejado al caballo
pa S tando, cerca
,, de un
•k • • grupo de pahneras .
, Leo ,
ndrCJoJ
un1ca y teger.
Rigoberto Fati asomó la ca?eza ~º! la puerta de
iró el su chamizo. Hacía años que hab1a dec1d1do abandonar
y nor- la civilización para dedicarse a lo qu~ más le gustaba:
,, n. El lo t ct·os
1 astronómicos. Acampanado de un teles-
s ~s
cop10 queu alguien le hizo llegar desde Santiago de Chi-
aspa- ba las noches, o al menos buena parte de
1
el' se pas:eroplando el firmamento y haciendo ano-
a los e las, con
tacio1!e!· de lo que le proporcionaban unas cuantas ga-
osas .
V1v1a ·
ue eran todo su patr1mon10.
· A , ,,
s1 consegu1a
ro de' lhnas, q
17
una ve Z P
,,
or seman
carne y huevos que luego ven ia, d .
en el mercado popular. b do a distinguu en.
stu
De pronto, su oído, aco md rf oeste, captó algo
tre un viento del Este de otro e
diferente. . 0 algo se deslizaba
Estaba seguro de que alg~ien Algo, o incluso aj.
st
por detrás de su mode ~ casi_tªhacia el corral de sus
guien, se aproximaba en silen~I~as bulliciosas de Por
gallinas. Lo c_urioso era, que ::ba~ en el más absoluto
sí ante cualquier anomaha, es
de los silencios. Ir lanzó un cacare 0
De repente una de las ga inas . ,,
.
muy especia1 esd' de el corral · Rigoberto Jamas la había
oído expresarse de esa manera. Pero la verdad es que
ya estaba harto de aquel!a compañía: En cuanto am~-
neciera vendería las galhnas y pondr1a un huerto. Di-
cen que la tierra volcánica es f~rtil, aun9ue nadie se .
había atrevido a cultivar en serio en la isla. ¡Pues él
lo haría! Y las lechugas y pimientos no arman escán-
dalo cuando crecen. Serían la compañía perfecta.
La gallina ruidosa pareció quejarse, y de nuevo ex-
c~~mó a su manera algo muy especial. Rigoberto se
d1Jo que ya estaba bien, que como la cogiera la iba a
estrangular con sus propias manos.
La verdad es que no hizo falta. Al llegar al corral
se encontró con la alborotadora tumbada en el suelo,
con el cuello retorcido, estrangulada.
18
«Quien necesite consejos,
que escuche a los ................ »
(korohua)
b
a1,
ll\J
Or
.
1-
se
él
n-
x-
se
a
al
O,
uera feliz, muera contento; pero , por fa-1, or.
mu~ra aguí _dentro.» Junto a la leyenda apa-
rec1a el d1buJo de un isleño señalando na aúd
Aquél era el emblema propagandístico del neiwcio
de Santiago Veriveri, el dueño de la funeraria de a
isla. Puesto que Santiago Veriveri era el único que
acogía a los muertos, podría pensarse que estaba fo-
rradito de oro, que todo señor que se moría tendría
que pasar por sus n1anos y que, en ese caso, el anuncio
suplicando que los difuntos fueran a parar a sus ataú-
des podría resultar superfluo. Pues no.
Cuando las gentes de Pascua morían, podían ocu-
rrir tres cosas: que efectivamente fueran enterradas en
la isla, en cajas de pino de Veriveri. Esa era una, la
que a él le interesaba. Pero las otras dos suponían su
ruina. Algunos prefer!an ser enterr~dos en el conti-
nente y de allí se hacian,, traer los feretros de plomo
para un viaje por mar. Esta era la segunda, y no le
convenía lo más mínimo, ª~?que era legal y tenía que
aguan~arse. La tercera opc10n no era legal, pero tam-
bién tenía que aguantar~e. ~arque formaba parte de la
tradición, y ante la trad1c1on todos los pascuenses de-
bían inclinarse: cuando un muerto no quería reposar
21
.Jado al mar Po
a arro . ,, d
. a firme, er , s slll a tau , en.
et ·'rnamt:nte en t1er_r Así, sin_ rna ' lgodón .
._ us fa1niliares o amigos.un sudario de a publicita .
vuelto senc1 a ·11 mente. en Veriven· rogaraf t bl ria .
De ahí que Santiago murieran con or ª.
ernen. de
mente a sus vecinos que sed raso. «Muera fehz, mue . porq
te en u atau es , d forrados e
or »
ra contento; pero, po r fav · · · d t
rrían por to as par es de
.. s que co b. .
Por eso las ~ot!cia 1 hacían conce Ir ciertas es.
muertes indiscriminadas, e los negocios son los ne.
.
peranzas. A fin de cuentas,
que
,,. .
gocios. . .1 ue mueren son animales --le vom1
-Pero, chico, s1 os q t
. . . El
d130 su novia en a al verle tan canten
• o.
ct· · · ,.
· -Ya, ya ... , po r algo se empieza El- IJ o,
t enigma.
d de Ju
tico. Pero la verdad es que al ver a e1:a, an re on- E
dita y guapetona, se olvidó de su t_rabaJo.
-Esta noche no hace mucho aire, la temperatura que a
es estupenda. ¿Damos una vuelta?
-Bueno ... -dijo Elena echando a andar, hasta
que Santiago la detuvo.
-De andar, ¡ni hablar! ¿Para eso tenemos una
moto?
c1ero
-Ah, pero ¿funciona? -preguntó medio irónica,
medio sorprendida. No era la primera vez que la moto
los había dejado plantados, y todavía recordaba una
vez que para no llegar tarde a una cita tuvieron que
coger el coche funerario ¡y eso sí que no!
El
Pero la moto arrancó a la segunda. ta de e
-¡Increíble! -
sus na1
-~am?s antes de que se arrepienta.
--· (.,
-¿Adonde vamos?
Daba 10 · · • que
mismo, porque, por muy despacio
--·
--1'
(.,
22
utilizando el camino más largo en .
an, Y / . , quince o
fa~rnte n1inutos lleganan a 1os confmes de la · 1
1 1.1.1. d 1s a.
1
ve -En Anakena te, ec araste, ¿recuerdas? .
-¿Anakena? ~lh es d?nde sucedió lo del caballo
de Leonardo -d1Jo Santiag? un poco tembloroso.
porque la muerte de los <lemas le traía al fresco, pero
la suya ya era otra cosa. No le apetecía ser la próxima
víctima del fantasma.
-Pero ¿qué fantasma? -preguntó Elena, que era
muy echada par~ delante-. Ese caballo era más viejo
que el abuelo T1moteo. Yo creo que se murió de un
vómito.
-No es eso lo que dicen. Le pasó lo que al perro
de Juan o a la gallina de Rigoberto. El fantasma ...
Elena le interrumpió:
-Pues si hay un fantasma, mejor, ¿no? Eso es lo
que acabas de decir: mejor para el negocio. ¿Quieres
acompañarme, sí o no?
Ante la decisión de su novia, Santiago Veriveri no
tuvo más remedio que encaminar su motocicleta hacia
la bahía de Anakena. .
Una vez allí olvidaron todos los temores y se hi-
cieron unos cuantos arrumacos.
- . Cuándo vamos a casarnos? .
-~n cuanto los negocios me vayan un poqmto
.
meJor · . J·e entran unas ganas de ser feliz ...
Con este pa1sa .
- mántica tanto que no se dio cuen-
Elena se puso ro turna p' asaba a pocos metros de .
d un ave noc . /
ta e q~e a no se dio cuenta, pero Santiago s1.
1
sus nances· E ~1: ?
-¿Te has fiJado.
·En la luna? 1 d
-l, d luna algo ha pasado vo an o.
-Nada e '
23
. ?
-¿Una mosca, un mosquito, una mariposa.
-Más grande, mucho más grande. V
24
-¿Bas oído? -preguntó Santiago con un hilo de
voz, tembloroso. d'. El
-Be oído - ~Jo ena, abrazándose a su novio,
al tiempo que olvidaba el vuelo del posible murcié-
lago. /
-¿No sera un efecto de las olas? -aventuró San-
tiago, querien_?o creer que aquella voz era imaginaria.
no -Eso sera, el efecto de las olas -repitió Elena
ió mientras arrastraba a su novio hacia la moto para lar-
garse de allí lo antes posible.
-¡Quietos!
La voz era autoritaria, solemne, y parecía salir de
la boca misma de una de las estatuas de piedra.
La pareja se detuvo, mientras unos goterones de
sudor frío les caían por la frente. «¿Por qué habían
tenido que ir precisamente allí?» , se preguntaba men-
talmente el aterrorizado Santiago ~ «¡Con lo bien que
se estaba en casa, rodeadito de tranquilos ataúdes! »
Durante unos segundos , que se les hicieron inter-
minables, no sucedió nada. .
La pareja, discretament~, retroc~d1endo de_ espal-
das , comenzó a dirigirse hacia el veh1culo estac10nado
no muy lejos del palmeral.
Pero la voz se oyó de nuevo , más atronadora que
nunca: /. ,
- · Quietos infames! ¡Lo pagareis. 1 d
l ' 1 ·¡ ·0 un resp an or
y 1 hacerse de nuevo e s1 enc1 ,
ª
fosforescente envo vio 1 · / la figura de una de las estatuas
ª lagartija
la llamaran
en marcha.
o, la pareja
do atrás no
no también ~
emplado la
espárragos
be, ni cbtl'
sentenc~o-
es más vie·
scua-
t: d.,.
{i~.·;l; ·.,
·~l, '.
Se habían reunido en su casa para pedirl~ cons
sobre los extraños acontecimientos que venian Suce. .
diendo últimamente. De todos era conocida su afición
por los refranes y sabían que los solía utili~ar en cual-
quier circunstancia, sobre todo en las mas c?mpro-
metidas. Y aquélla era, sin duda, una de las mas com-
prometidas de los últimos tiempos. ./
Cada cual había comenzado a dar su version de los
hechos, atolondradamente, pisándose las palabras. Y
entonces Timoteo Pakarati había levantado la mano
para lanzar su sentencia: «Qui~n nísperos co1:1e ... »,,.
-¿Sabéis lo que quiere decir? Pues que s1 habla1s
todos a la vez no hay ser humano que os entienda.
Vayamos por partes y todos saldremos ganando.
Y así es como explicaron sus casos Rigoberto,
Leonardo y Juan. El jardín de la casa de Timoteo es-
taba atiborrado de gente. No sólo habían acudido los
que habían padecido directamente las iras del perso-
naje misterioso, sino también otros jefes de familia y
hombres independientes, como Arturo el alcalde, Ma-
teo Tepano, pescador de langostas o Pedro Araki
jefe de bomberos del aeropuerto. '
Nada más escucharlos, Tin1oteo volvió a levantar
la mano solicitando silencio.
-Sin duda muchos de vosotros conocéis la leyen-
da del rey Hotu ~atúa. Cuando dicho rey se instaló
en An~kena se d10 cuenta de que se habían olvidado
el moai que le representaba y encargó a dos hombres
qu_e fueran por él, pero les advirtió que lo trajeran con
cmdado para no quebrarlo. Los hombres enviados
eran .torpes
,. y qu b .
e raron e1 cuerpo del moa1. Y en ton _
ces, ¿sabe1s lo que sucedió?
Los que conocían la leyenda callaron para que ter·
28
·nara
111l de contarla Timoteo Pakarati ~L .
· os que solo la,
cordaban vagamente aguardaron con un· p ac1enc1a . . el
re
1 b
final de sus pa a ras.
- ... Cuando
. se quebró
. el cuello del moai· co 111en-
zaron a morir
. 1os animales,
,, se encresparon .
1as o1as.
silbó e1 ~iento, cay~ ~ ,Uuvia, sonaron los trueno_ ,_
1
un aer,0~1to se prec1p1to sob~e la isla. y además . .-.
¡ademas. -ei: ese punto elevo el tono de voz como si
utilizara la misma supuesta voz de la estatua-... el
moai habló Y exigió a los súbditos respeto adoración.
sumisión y vasallaje. En resumen , quiso "ser adorado
como si en realidad él mismo fuera el rey ... baio la
amenaza de castigar de nuevo a los isleños con n"Lie\ as
muertes.
-¡Igual que ahora, igual que ahora! -exclamó
Mateo, temiendo quizá que la antigua maldición al-
canzara también a las langostas, de las que , iYía.
-¿ Y qué pode1nos hacer? -preguntó Leonardo.
recordando a su caballo muerto.
-Estad alerta -dijo el anciano.
-¡Eso no basta! -añadió el pescador-. Si la
maldición proviene del moai, habrá que ir a él y pe-
dirle consejo. ¿No opináis así? . .
-«El gato y el ratón nunca son de la misma opi-
nión» -replicó Timoteo, bebiendo un sorbo de agua,
la única bebida que se permitía.
-¿ Qué quieres decir?
-Que cada cual tiene su forma de hacer las cosas.
Si preferís ir a ver al moai, hacedlo, no creo que os
cuente nada ... Los moais sólo suelen hablar en las le-
yendas .
. -¡A mí me ha hablado! -excla~ó Santia~o Ve-
nveri, que hasta ese momento se habia mantenido en
29
. , . . y explicó lo que le ~abía
un nncon, en sdehnc10. y no sólo eso, tamb1en había
cedido la otra noc e-.
1r extraño ser volador·
por~-~~~ hombres-pájaro ~e Orongo! -exclarnó
Mate~, para el cual, por lo visto, todo lo que allí se
dijera era motivo de alarma. ./
-Los hombres-pájaro de Oro~go tamb1~n,for_rnan
parte de las leyendas de nuestra isla -rephc~ T1rno.
teo, un poco harto ya de la machacona credulidad de
sus convecinos.
-Será el pájaro del mar -explicó Leonardo.
-Anakena significa, precisamente, cueva del pá.
jaro marino. ¿O estoy equivocado?-preguntó Mateo
a 1,imoteo, como desafiándolo.
-Estás en lo cierto -aseguró el anciano-. Nues-
tro antiguo idioma pascuense es rico en símbolos.
j El grupo se dispersó, regresando a sus casas. En
sus cabezas había temor y confusión, duda y desaso-
siego; pero todos, cada uno por su lado, pensaron que
había que hacer algo, ¡y pronto!
Y pronto, muy pronto, iban a suceder cosas aún
más misteriosas, peligrosas y desconcertantes.
30
<< Por mucho .......... que haga
(raa)
no dejes tu capa en casa.>>
El zahorí
u ~ n1 a
Retorcido, su más cruel enemigo. En Egipto estu
ron a punto de morir ensartados como un pincho mo.
runo, y por eso ahora se encontrab~n en la l~la de
Pascua, el lugar habitado más tranqml? de la T1~rra.
Nadie los había visto llegar. Aterrizaron alh una
noche, mientras todos dormían. t
Instalados en una de las numerosas cuevas de la
isla, podían pasar unas agradables vacaciones sin ser 1
molestados. Pero ... , siempre hay un «pero». Paloma
se había traído una radio-casete, para «estar infor-
mada», dijo. Pero ahora le había salido con lo de las
lecciones de gimnasia para estar en forma.
-Aerobic, no lo confundas -solía decir ella cada
vez que él hablaba de gimnasia. Pero para Kasimir
ambas cosas eran iguales: tortura china ( en este caso
t?~tura polinésica, dada la ubicación de la isla), mar-
tirio para sus músculos y huesos, desesperación cada
vez que escuchaba la vocecita del magnetofón que le ·
ponía en guardia:
«Y ahora, queridos amigos, preparad vuestros
cuerpos para ha~erlos más bellos y flexibles, más se-
ductores y atractivos ... »
Pero, jqué cuchufletas! ¿Acaso para estar más se-
ductorVhab1a que pasar por aquella mald.lCIOil.
./ ?
- eng~, vagueras, no te quejes, que ya sólo que-
dan unos minutos.
Paloma se lo tomab . .
Kasimir viénd , ª ~uy en seno, Y el caso es que
1
uniform~ 1 o a as1 ataviada, con aquella especie de
. , a encontraba muy atractiva
«,Uno dos' 1·U d ·
trol. .. » ' · no, os! ¡Uno, dos, tres y cua·
Durante unos · .
a someterse mmutos la casete obligó a Kasimtr
ª aquella penosa obligación. Es cierto que
34
o se solía sentir mucho meJ·or .
1ue g · , Y que 1n 1
desplazamientos voladores hab.,1 e uso en
sus . ., ª notado .
·dad
1
inusual. Pero tamb1en había des cub.1erto una
p ag1-
l riniera lo que eran las agujetas. or vez
p . . .
<<M1c, m1c, m1c» ... El pequeño mu rc1e · . . 1ago se in .
1 b
tradujo en a ~ueva, ~sc~ndo a sus amigos. -
-Hola, Mzc -Kas1m1r aprovechó
. la op t .d
or un1 ad
ara mandar, , a 1a porra la gimnasia (perdón , e1 aero-
P
bic)-. ¿Q ue ta1 tu paseo nocturno?
Paloma recogió con resignación la cinta del mag-
netófono y se secó el sudor con una toalla de puro
algodón chileno.
llaca~ -Te noto muy agitado -dijo la muchacha, a la
Kasunu que no se le escapaba una; evidentemente mantenía
ste caso en forma su vocación periodística.
a), mar- Mientras tanto, Kasimir se había deslizado hasta
ón cada el exterior y, mirando al cielo y a las estrellas, había
n que le comenzado a recitar uno de sus poemas predilectos:
35
. . enterara dejaría de
murciélago. Cuando Kas1mlf s~te Porqu~ cuando e} q
de amor y 1nue1 . d
recitar poemas , haber muy poco e amor la
peligro acecha., en el Sue1e
y' sin embargo, inucho de muerte.
di
·Adelante que na d ·e
1 se eche atrás! -Mateo
,, · ·ct Te . s
-, d'
P ano el pesca or e d langostas ' se hab1a
d er1g1 d o en
'. 1 .
cabecilla de aque rmp . rovisado grupo e
b cazab ores. · Vé
Unos cazadores muy especiales, porque usca a~, n1 z
más ni menos, que una persona a la que cazar-. iSe .
'd
gu1 n1e.r
.b d
Todos los que integraban la patrulla 1 an arma os
con palos, azadones, picos. AJlí estaban todos los _que
habían sufrido las agresiones del fantasma de la isla.
Santiago, Juan, Leonardo, Rigoberto ... y una docena
más de hombres de diversas edades que deseaban ter-
minar de una vez por todas con aquella amenaza. be
-Tiene que ser un bromista ... -decía uno, al que el
no le llegaba la camisa al cuerpo, pues tenía tanto mie-
do como los que le acompañaban.
-Un bromista que se carga a los animales, es más
animal que ellos -dijo otro disimulando el temblor
de su voz.
-¿ Y si nos ataca a nosotros? -preguntó un ter-
los
cero deteniéndose e invitando a los demás a hacer lo
mismo. oj
de
-Pero ¿qué hacéis? -los increpó Mateo. Al pes- Veí
cador de langostas se le notaba más entero y decidido ne
que a los demás-. Si es un bromista como decís, le Vie
'
vamos a dar una lección para que no nos olvide. Y 51 .
es un demente matabestias, le devolveremos la cor-
dura con esto -blandió su estaca, un palo de béisbol bar
36
ue u 11 t u ri st ; 1 y ;, 1H I u i Ie I e" 1u .d 1O,, .d CrHfl r . j
(l¡¡¡ng()s1as . >J<> 'r: 11n f;éi,r r~-::
l)e pronto
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se
. oy~rot 1 un·(• .
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--¡ ( 11 s ., q 11 1et os , 0 r d (' rl ( · I . 1... ~ ..,, > ) o..-) . j
,. ,. . ../ > e c_,.,·v >e e~Jl l · \;1- t
d¡co por se 11 (• s a Ios su y O s <1ttJ ,'-". ,Je d p 1· _,,,. 1, .,. r,, · · ª }j r) J -
.ªtea 'h suelo; pat·a que el ()lle habl•tt.), n 1
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~ lo se veía velada · p< r ·J ._ .
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11 . aún ~< 1" n > ca, J
f..-1. )a ' r ( u r \ a ,. ~. .
"!JJ.IJ ~-
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• de ellos había una r•xtr·
v n~,
a a, Jgura_. r;¡ f. ~ ...J_..,., r•~
,, .·
trr ,
1
a a.n r r.) ti.n
2 , #
. ,
38
. / Mateo-. ¡No es
- ·No le hagá.is caso! -rug10 ·ct ' ·Habéis te .
' . , p··, , 'ómo va vest1 o. l,
nuestro aniigo. ¡ IJª~s e / ·
0
así vestido? -Y
nido alguna vez en l)ab1sla a~g~nt:;~oroso Rlgoberto
recordando las pa a ras e '
~ r , · ·Es el diablo'
ana( 1o- .. , ~ / · hizo la menor gracia.
A Kas 1m 1r eso ya s1 que no e 1
Comprc~día que su atuendo podía descon~ertar a
;qucllos hombres ~ que su capa no er~ ~a mas apro.
piada para aquella isla del oceano ~ac1ftco. Per?, de
, ,
a h 1 d que "\ le confundieran con el diablo.•• Abno
b la
boca para decir algo, pero Paloma que aca aba de
aparecer a sus espaldas,,,, <se le adelanto:
-¡ E s un zah. or1. . .
Los guerrilleros volvieron a frenar sus furiosos im-
pulsos al ver a aquella bonita mujer que salía del in-
terior de la cueva vestida de forma tan sugestiva. In-
cluso Mateo se quedó con la boca abierta.
--Un zahorí. El mago más mago de todos los ma-
gos. El que tiene más poderes desde el Trópico de
Capricornio para acá. Aquél al que los dioses envidian
y los humanos rinden pleitesía. ¡Arrodillaos ante el
gran zahorí!
La voz de Paloma había ido subiendo en intensi-
dad._ Primero parecía la de una presentadora que en
un circo anuncia el próximo número, pero al final re-
sultaba amenazadora, como haciendo responsables ª
los que la escuchaban de no obedecer sus órdenes.
. ~eonardo Y algunos más iniciaron un gesto de su·
m1Sio~ qu_e Mateo cortó nada más percibirlo. 1
na1e ae 1a
capa estaba alh. ante =1:1s J - . ·
-Los aku-aku n tienen 1erp -replicó ivlateo
aYanzando un pas n u bate-. ~ a veréis si este
aku-aku siente n siente m· s al s.
Pal ma se interpus entre m1: · s. nientras _._~Jic,
que contemplaba la esLena decde la embocadura de la
cueva. se tapaba 1 s oj e n la'"' las.
-¡Quieto! ·. Qué Ya , h cer·. Ta ·e se atreve a
sos un. tocar a un faquir . todo el mund respeta a los san-
del· tones la gente del planeta T' erra adora a l s que tie-
. m- nen poderes sobrenaturales ... Y tú. , lgar mortal.. ¿te
1va. In.
vas a atrever a levantar tu mano contra el gran zahorí? ~
43
✓✓ El miedo da más picor,
u l ,
q e as ............. ., si senor. )>
~
(koura)
4
La estatua que habla
-Mejor me lo pones. Un hom~re dcultiv_addo no :7a
, matando animales ni metien o m1e o a in-
por ah 1
enuos isleños. .
g A Mateo aquello le pareció algo despectivo y de-
·a·/
Cl 10
dar por terminada.
la reunión.
.
-Por última vez, T1moteo, ¿vienes con nosotros,
sí o no? _
_ . Adónde queréis que os acompane?
-tamos a Anakena, a visitar a los moais de pie-
dra, a pedirles consejo.
-¿ y acaso esperáis que alguno de esos moais os
hable? -preguntó Timoteo con cierta sorna.
-A mí me habló -explicó Santiago-. Y Elena
también lo oyó.
-Ya ves, Timoteo, hay testigos. -Mateo parecía
impaciente por dejar aquella casa y acercarse a la ba-
hía más hermosa de la isla--. ¿Vienes o no?
-Id vosotros, yo estoy ya muy cansado -les res-
pondió Timoteo Pakarati, que tenía otra idea en la
cabeza-. Luego me lo contáis todo ¿de acuerdo?
-De acuerdo. Así lo haremos.
Los hombres abandonaron el jardín del anciano
más sabio de Pascua y se encaminaron en sus furgo-
netas hacia Anakena.
Timoteo los vio alejarse y, cuando estuvo bien se·
guro de que ninguno podía verle entró en casa para
coger un bastón y luego montó a '1omos de su caballo
blanquinegro. nes
• • •
1
-Vamos
.
a ver '
querido caballo '
si tu 1ntuicio
.
,
,...........sv
meJor que la de todos esos cabezas de chorbto 0e
cer · ~ b· do 1° q
ci~ro 1en de que en las alforjas llevaba to ue8º
necesitaba para aquel singular viaje nocturno- L
48
animó al caballo a p ner:e
ao
t;, .,
arre~
• . .
Sin pnsa pero m au-a. el
' karati se puso en marcha e
resolviera el verdader mi= e ·
terio que Mateo y lo uy - _. . . . ._. . . " "
otro mucho má rntere -a te -
de existen cía.
49
E la bahía se escuchó el canto de un pájaro le-
. nLos hombres se estremecieron, esperando lo
1ano. Pero pasaban los minutos
. d"' d
y no suce 1a na. a.
peor. . d" t
Repitieron la oración, por s1 los 1~ses es uv1eran
adormecidos, pero el efecto fue el mismo. En esta
ocasión ni siquiera se escuchó el canto. del ave.
Alguno pensó que mejor era así, deJando las cosas
como estaban.
Otros pensaron que ya era hora de regresar a casa
y olvidar lo que había sucedido, como si sólo hubiera
sido una pesadilla.
Incluso hubo quien se incorporó y se dispuso a dar
media vuelta para ir a acostarse.
Una sombra abandonó el grupo y desapareció en la
oscuridad. Cuando el grupo comenzaba a dispersarse,
la estatua habló. No se podía saber a ciencia cierta cuál
de aquellos cinco moais era el que hablaba, pero su voz
salía de allí y los dejó a todos petrificados:
'
ª,
menos no haibml rase, que el moai, por esa noche al
aria ya m,,,
as.
50
}1
~'
«¡Y si no o~edecéis mi de e:ls. pre . ra 1 fil -
J()
ét rir. Yo lo d1 )n. o t ,_ I Dio,!,.
-tétt¡
é\Stét
dar
h r t
era humano pero nt In era . i1n~t...in · a un 111 n tru 111· -
tológico y se puso a h.: nll lar. Lut: _ü e d tuYier n l 1
pasos y se oyó un roct: de ,apele y t la . ~ ·:i in1ir
cidió salir a ver quién perturb~ ba u paz.
Allá en la boca de la cue, a'I junto a un c·:iball
tan viejo con10 su ducúo'I se encontrab·1 un hc1nl r
unos papeles en la 1nano. Ante~~ de que .
nada el otro se pr sentó:
-Tirnoteo Pakarati~ par s n irle.
Kasin1ir no tuvo n1ás .n:1nedit qu a . r e 1 \ ,
trecharle la n1ano. En r ·1li iacL p·?trt t 'l un · n i· lll in -
fe.0s1·vo qu nad'l t nía qu ·
r . 111 1 s , gr . t\ s ·
111 1·
1 -
Viduos de la ( tri no h .
51
-Me dijeron que le habían encL ntradL en e:=t
va y he ve_nido a hablar con ust,ed. . . . ,
-¿Quiere que le haga algun nun1en.t de 1111 gl
-preguntó Kasinür a la defensiva~ .
-No, no es eso. Estoy aqtú para pedirle a)U a.
-¿ Usted a mí? -Kasímir estaba un_ t~ 1~tL de_ n-
certado, pero la mirada de Pakaratí er~ hn1p1'" Y en ell·
no se veía ninguna doble intención. .
Paloma, por su parte., quedó en 1, LUeY~. :111 a rr1ar
la nariz pero dispuesta a actuar si penjbí~ en L ~ n-
versación algo sospechoso.
-Usted no es de aquí· no sé de dónde h' rá Y n1 .
pero lo cierto es que no es de aquí. Y tan1¡= L e: un
turista.
-¿Por qué no he de ser un turista·. --qui: · ber
Kasimir.
-Los turistas vienen y se van., pero núentL. = e tán
aquí se alojan en los hoteles de Hanga Roa . n en Llle-
vas. Eso sólo lo hacían mis antepasados. Per 1 ted
tampoco es un antepasado mío. ¿A que no·:
Kasimir hubo d~ aceptar los razonan1iento de Ti-
moteo.
-Verá, hace mucho tiempo que estaba esperando
encontrar a una persona como usted. Inteligente. pen
que nada tenga que ver con la isla.
Kasimir sonrió como gesto de amabilidad al e cu-
char que le definían como inteligente, y al hacerlo dejó
entrever dos afilad 1 ill - . ·
b . ,, os co m os. Pero T1n1oteo no pres-
ta a atenc1on a esas menudencias
-Pues verá el c · ,, .
serie de h h ? aso es que estan sucediendo una
ec os inexplicabl 1
con la leyenda del . es que ta vez tengan que ver
-No tengo 1 antiguo rey Hotu Matúa.
e gusto de conocerle.
52
--Ni yo le ~o?ocería si no fuera por estos escritos ...
Timoteo agito unos papeles en los que, presumible-
mente, estaba la ley~nda de_ Hotu Matúa y que no era
otra que la que conto a los isleños cuando fueron a \l-
sitarle. Leyenda que v?!vió a relatar a Kasirnir, quien
le escuchaba con atenc1on.
-Cuando hablé con mi vecinos quité importancia
a estos sucesos, incluso esta noche me he negado a
ar acompañarlos a visitar al moai.
n. . -¿ Cree usted que el moai de piedra habla?
-No estoy seguro. Puede tratarse de una alucina-
o, ción colectiva ...
un -Pero la muerte de animales nada tiene que ver con
una alucinación.
er -Eso es lo que me inquieta. O algún mortal está
haciendo esto por alguna razón, o el moai de piedra ha-
bla. Y entonces ...
e- -¿Entonces? -preguntó Kasimir cada vez más in-
ted trigado.
-Entonces lanzará una amenaza de muerte. No ya
Ti- contra los animales, sino también contra los seres hu-
manos. Pero ...
do -¿Diga, dígame? -Kasimir quería saber hasta el
ero último detalle de aquella interesante historia.
-A mis amigos les conté la leyenda, sí, pero no toda
la leyenda. No les dije la forma que existe para contra-
rrestar la maldición del 1noai.
-¿Existe alguna forma? .
-Existe. Y ahí entra usted. Pero antes tiene que
Prometerme que no repetirá nada de lo que le diga. Al
menos hasta que todo acabe.
Kasimir prometió, por su Transilvania natal, que se-
53
ría como una tumba. Y para un vampiro, ser «como u
tumba» es la mayor y la más seria de las prom~sc_tS.
-Pues verá, querido amigo, todo el maleficio de . .
saparecerá si encontramos el legado del antiguo rey
Hotu Matúa.
-¿ Y qué legado es ése?
-Un tesoro. ¡Un maravilloso tesoro encerrado en
un baúl de oro! Y he pensado que usted, señor zahorí,
con su magia y su inteligencia tal vez podría ayudarme
a encontrar ese tesoro.
Kasimir quedó pensativo. Un tesoro. Esto le hizo
recordar aquel otro que hubo de sacar del Museo por
las amenazas del desaparecido Marqués y que aún yacía
enterrado en algún lugar de Rumanía. Pero se dijo que
esto era diferente, que esto era como hacer de arqueó-
logo, y que ayudar a tan venerable anciano, salvando
de esta forma a todos los habitantes de la Isla de Pascua
era una manera de ser amable. Al fin y al cabo le habían '
prestado alojamiento sin cobrarle ni un céntimo; aun-
que se tratara de una cueva.
Mientras Kasimir pensaba, el anciano desplegó ante
sus narices un plano de la isla.
-Ahora mismo nos encontramos por aquí -dijo
señalando un punto entre A Kivi y Terevaka-. Ana-
kena está por aquí y la isla es todo esto.
-¿ Tiene alguna idea de dónde puede encontrarse
el tesoro?
-Es evidente que entre el mar del Norte Yel rnar
del Sur, entre el mar del Este y el del Oeste -Y corno
stl fa-
para subrayar tamaña perogrullada diJ. o uno de s
m f . ' .
osos re ranes-: «Quien contra el aire se pone ª
mear.
por fuerza se ha de mojar».
A Kasimir
/ le hizo
.nf gracia la fra .
eCJ.ta Y rec d,,.
que se d ecia en su 1 ancia: - r una
--«Es malo del relámpaao ese
. d e apar para en el ravo
ir a ar». -
A Timoteo le encantó que u a · .
•e/n gustara de refranes Tle ct· · fil~ reL e te t'"'n1-
J encant d ·
b1
--<<Hombre de refranes no es h b d.
· ? N. . . m e e rnales~
¡ Socios, pues. 1 que decir tiene que de 1 ·
u · d · que encon-
trern~s, 1a mita e_: para u_ ted. S 'l que ...
T1moteo ~uedo pensativ . K irnír esper, que el
hombre continuara la frase:
- ... Lo único que me pre cupa es que todo esto
sea solamente una puesta en escena. En ese caso" adí(s
tesoro.
-Podemos buscarlo, sea como sea.
-No, amigo Kasimir, los dioses nos avudarán si
Hotu Matúa quiere. Y para que el gran re_ de la bahía
quiera, ha de irse cumpliendo su le _ Tenda" punto por
punto. Los animales ya han n1uerto y una to1menta pue-
de hacer en cualquier momento que < se encrespen las
olas, silbe el viento, caiga la lluvia y suenen los truenos).
Pero para que todo se cumpla, para que la búsqueda
del tesoro sea fructífera, además de los ademanes ha de
suceder algo más, ¿recuerda?
Kasimir hizo memoria y, en efecto, faltaba un hecho
singular.
-Ha de caer un aerolito sobre la isla.
-Exacto. Y eso es algo que en toda mi vi?a nunca
st
he visto. Y créame si le digo que rili vida ha do muy,
pero que muy larga. ./ . .
1 ci·elo Ron1p1en-
d
E n ese momento algo suce 10 en e / : , ~
do la oscuridad una bola de fuego cruzo la tSlJ de _lado
a lado. '
55
<<Del hombre mdlvado, ¡ ................. !»
(ho te ahi)
5
Misterioso cargamento
, v1rJn normal q·ue
1 h biera j J sj
~ . .
1c m ter10s0 car-
v sic n .;s de avitua a-
n i ·1 l< y al 1 (rn e t m· s· iida 1mp rtanc· a,
1 >8 11 1 lcad< s e e, r ·1 y esc;i b' e:; ;ar n del a ión
1
.
- -.
azoramiento
- - -
de
- - - --
63
. , . - t l l()t- y 'tsí echar una m
peso de tan lrag1 1111sec ovo a<- . '~
a Palo1na, añadió--: () un nianposon.. . #
64
Rigoberto Fati acabó de instalar su nuevo teles-
copio y lo_ ~nfocó h_acia las estrellas. Aquella noche
había dec1d1do no ir a Anakena. Estaba harto del
asunto del ~oai. Es cierto que había oído su voz y
visto los fenomenos sorprendentes. Pero le interesa-
ban rnás estos últimos que lo primero.
La voz del moai tenía aterrorizada a toda la isla
menos a él. Los _d~más eran supersticiosos, se dijo.
Amenazas, _m~ld1c1ones ..._, y todo ¿para qué? Si el
asunto cons1st1é:~ en no mirar las estatuas de piedra
pues con no n11rarlas ¡en paz! Aunque en el fondo,
era una tontería. Nadie, salvo los turistas, iba por Pas-
cua mirando fijamente las estatuas. Eran parte con-
sustancial del paisaje, e igual que un peluquero no se
strella~. fija en los pelos que corta, los pascuenses estaban
, la dh. acostumbrados a los moais y no les prestaban dema-
separa siada atención.
o parn
Otra cosa eran los de la cantera. Aquéllos eran los
preferidos de Rigoberto, y de forma instintiva enfocó
que el su telescopio en la dirección del volcán Raraku.
ado con ¿Y si la bola de fuego hubiera salido de allí?
¿No sería el anuncio de una explosión volcánica,
ociona· con humos y lava?
tierra el A través de las lentes de aumento, Rigoberto Fati
de 1ai contempló, cuando la luna se lo permitía, la ladera del
0
volcán. Allí estaban los moais que nunca acabaron de
nacer. Los que parecen brotar del suelo, sin pie!n~s,
o con los pies enterrados; o con la cabeza to~avrn m-
crustrada en la piedra de la cantera. Los habrn de to-
dos los tamaños y pesos. Desde los que apenas alcan-
zaban la longitud de un ser humano, hasta eso~ otr~! ·
con pesos superiores a las cuarenta toneladas, ¡que s
dice pronto!
65
lo mejor sería enfocar de nuevo al cielo.
Buef d~ porqlie allí era donde a Rigoberto le gus-
Por un. a . 1 parpadeo de las estrellas, el descubri-
taba mirar. e
· to repentino de un cometa fugaz.••
y por otro
Fa~t~ porque si la amenaza era ciert~,. ~ontemplar de
frente a los moais podría traer mald1~10n eterna.
Ya iba a cambiar de punto. de mira, cuando algo
/
66
sena un ser .·.
/
El castigo
de los espíritus
edro Araki fue recogido a la n1añana siguiente .
inconsciente. Explicó que alguien le había ata-
cado por la espalda'\ golpeándole con un obieto
contundente. Lo qu •no pudo justificar fueron los ~ra-
ñazos que se n1arcaban en su cuello. El gato tal Yez ...
Los isleños tuvieron una reunión para afrontar de
una vez por todas los acontecimientos que comenza-
ban a hacerse moneda común en aquel lugar hasta en-
tonces tan tranquilo del océano Pacífico.
-Primero han sido nuestro animales, ahora han
empezado a atacar a las personas ...
-· ¿Qué sucederá después?
-¿Por qué esta n1aldición?
-¿Qué hemos hecho?
-Eso me gustaría saber -dijo Mateo subiéndose
encima de una silla para que todos pudieran verle-· .
¿Hemos respetado todos las órdenes de nuestro Señor
el Moai?
Se hizo un silencio expectante. Todos miraban de
reojo a sus vecinos, por si alguno delataba que su
comportamiento no había sido el correcto. Pero como
t
~o se oía respuesta alguna, el pescador de langoS ªs
insistió:
73
_·Estáis seguros de que ninguno de vosotros h
mirad~ cara a cara a los otros moais de la isla? ¿Estáis ·
absolutamente seguros de que ninguno de vosotros se
ha acercado al Rano Raraku? .
Todos negaban con la cabeza. Sin demasiado con.
vencimiento porque resultaba muy difícil caminar por
Pascua sin ver a los cientos de moais desparramados.
Pero una cosa era ver y otra mirar. Y mirar, lo que se
dice mirar, ninguno lo había hecho. Tal vez algo fu-
gaz, sin intención. Salvo ...
Rigoberto recordó la noche en que estaba contem-
plando las estrellas. No, tampoco él se había acercado
al volcán Raraku, pero había visto cosas a través de
su telescopio. Una figura que se movía. Tal vez lo me-
jor sería contarlo todo a la comunidad. Y así lo hizo.
Si el de antes había sido un silencio expectante, el
que siguió a sus palabras era tan denso que podía cor-
tarse con un cuchillo. Había rostros temblorosos
otros ligeramente aliviados porque parte del enigma
'
había sido resuelto. El rostro de Mateo Tepano, por
su parte, adquirió el color de las langostas recién her-
vidas.
-¡~e ... , pero ... , insensato! ¿ Cómo te has atrevido
a desafiar a los espíritus? Has arrojado sobre nosotros
Y sobre nuestros hijos la maldición, el castigo de los
aku-aku.
-No lo creo -afirmó Rigoberto sacando fuerzas
de flaqueza ante tamaña acusación-. Y o no digo que
fuera una estatua la que se movía, ni siquiera puedo
estar seguro de que m1• v1s10n. . ., no tuviera que ver con
1as sombras de la luna
Mateo no le d · ., · · · · z
may ., . e Jo continuar. Su enojo era cada ve
or Y mas gritón:
74
rüis había guerras, había escenas de canibalismo y ha-
bía sacri ricios.
- ¿Sacrificio? ¿Qué sacrificio? -preguntó Rigo ..
bcrto, te1nbloroso. ¿Acaso pensaban matarle para
ofrendarle a los dioses?
- Decídelo tú -respondió Mateo con ojos enfu ..
recidos- . Tuya es la culpa, tuya ha de ser la repa-
r1ción. -Y como el pobre hombre no dijera nada,
continuó-: Un sacrificio consiste en renunciar a lo
que más quiera uno y ofrecérselo al moai.
-¿Y qué tengo yo, pobre hombre que ha renun-
ciado a todo? ¿Gallinas, queréis mis gallinas? Pues to-
madlas.
-¿Gallinas? -Mateo Tepano se echó a reír-.
No creo que eso sea lo que más quieres. Tienes algo
de mucho más valor, algo que ha sido precisamente
el objeto de tu pecado.
Rigoberto movió la cabeza de un lado a otro.
-¡No, no, el telescopio no! Es mi vida.
-Tu vida, ¿verdad? ¿ Y qué nos importa tu vida
cuanc.i:o está en juego la de toda la isla?
Rigoberto miró al cielo oscuro, como pidiendo
ayuda a los otros dioses, a los benévolos que sin duda
existirían en algún lugar.
Y a no se atrevía a decir nada en voz alta, \pero
hubiera jurado que por encima de su cabeza habían
pasado dos especies de ángeles volando. Eran pe-
queños, eran de color negro. ¿Acaso había ángeles
negros? ¿Acaso esos ángeles, fueran del color que
f~eran, podrían ayudarle? Rigoberto así lo deseó, fer·
v1entemente.
76
1
l '10111a Y '"ªsis i estaban dando un vuelo de re-
Hl i111i nto I or t~> la la isla. I.:ra precioso contem-
¡ I II l., .,s, d_l sd · arnha, en la tranquilidad de la noche.
Por ~n( 1111a, l;,s estrellas. Las estrellas del Hemis-
h. rhl , ust ral las ·onstelaciones situadas al Sur del
z lth;H. o'
l
\1 ,unas d" "Stas constelaciones tenían nombres
4
nHt\ h 'rtnosos: la del rl' ucún del Pez Volador del Pá-
. ' '
jaro dt I Paraíso del lJ nicornio ...
· f\i1ira., Palo111a, ahí está la constelación que lleva
tu no1nbrt.
l n cf 'cto, allí, entre las constelaciones de Orión
~ la d la ( orona Austral, estaba, rutilante, la de la
Palo1na.
Pt.:ro los ojos de ella estaban fijos en otra conste-
la i( n~ pequeña pero preciosa: la de la Cruz del Sur.
Sus cuatro principales estrellas forman una cruz,
atravesada de parte a parte por La Vía Láctea.
-Observa, Kasimir. La Cruz del Sur. Fíjate bien.
¿No te dice algo?
-Que es la más hermosa de toda esta parte del
.
universo.
-Pero fíjate en la cruz que forman sus estrellas.
-Me fijo.
-Y ahora mira hacia abajo.
Kasimir vio bajo sus alas los perfiles de la isla. Allí
había unas lucecitas que parecían ser las de la capital,
Hanga Roa.
-Tracemos una línea entre Ranga Roa y Ana-
na. Luego hagamos una cruz, empezando por Rano
Raraku ¿dónde acabará el cuarto punto?
--Pasa entre el Ahu a Kivi y Terevaka.
acto, Terevaka, el monte Terevaka. Pero ob-
77
serva otra cosa, Kasimir. -Paloma iba trazando men-
talmente las líneas como si tuviera un bloc en 5ti5 ma-
nos. Pero no necesitaba bloc alguno, ya que los vtm•
piros tienen una especie de computadora en el cer~ ro
I · ·1 he como s1 tu-
q~e es permite desplazarse por a nodc los datos-
vieran ante ellos una pantalla con to .os _ · ·
¿ Qué sucede si trazamos la línea entre los dos volca-
nes, entre el Raraku y e] Kau, en C?r~ngo?.
-Ya está, trazada -dijo Kas1mir utilizando el
mismo sistema de computadorización de Paloma-.
¿Y ahora?
-Ahora formemos otra vez la cruz. ¿Por qué lu-
gar de Pascua volvería a pasar?
-Por Terevaka.
-Exacto.
Continuaron su vuelo, pensando ambos lo mismo .
Si el antiguo rey H otu Matúa era tan aficionado a los
astros, ¿qué estrellas del cielo eligiría para trazar sus
mapas? Posiblemente las más hermosas de todas, la
constelación de la Cruz del Sur.
Y al diseñar su mapa en la isla, partiría de uno de
los lugares principales, Anakena, su reino, o Rano
Raraku la cuna de los moais. ¿ Y dónde enterraría su
famoso tesoro, que iba a dejar a la posteridad sus se-
cretos?
-En Terevaka.
- . En el cerro, en los alrededores del cerro , no sa-
bemos exactamente dónde, pero cerca de Terevaka . .
Cambiaron el rumbo de su vuelo y se dirigieron
hacia aquel lugar, bastante próximo a donde ellos te-
nían su gruta-hogar. ·
Desde el cielo pudieron contemplar la imponente
78
. o-- Creo que estamos en el buen can,uno,
Tnnote ue seguir adelante. Vuestra teor1a de
o tenemos q . d '?
per es verosímil. ¿ Cómo se os ha ocurn o .
· ¡e 1o d e su vuelo .
las crucesnto estuvieron de explicar
A pu / ..
Incluso Kasimir comenzo a decir.
-Desde arriba... . /
Pero Paloma le hizo callar de un ~~soton.. .
-Huy, huy, huy ¿qué pasa? -_d1Jo Kas1mir do-
liéndose. Pero Timoteo se puso sonador. .
-¡Qué hermosa debe de ser la isla desde arnba.
Cualquier día pediré a los del aeropuer~o que me den
una vuelta en avión. Por cierto, ¿sabéis lo que le ha
sucedido a Pedro, el bombero?
Y les explicó los extraños acontecimientos.
-Ya hay malpensados, y en estos días con lo del
moai los hay a cientos, que dicen que la culpa la tienen
las enormes cajas de madera que llegaron el otro día.
-¿Dos cajas de 1nadera? -Paloma miró a Kasi-
mir y éste a la muchacha . Su sexto sentido les adver-
tía que algo estaba sucediendo, algo que tal vez tendría
que ver con el terrorífico moai, con la bola de fuego_
con las fosforesce?cias, con el plano del tesoro, con ...
_En cuanto deJaron a Timoteo, Paloma y Kasimir
tuvieron la misma idea:
-¿Vamos?
-Vamos.
Micp quiso acompaña 1 /
ros, sentia que le hacían poco
caso. ero ~aloma le disuadió amablemente·
-Necesitamos que t d ·
lo veas todo q e que es aquí vigilante, que
1
cuentes Eres' nuue to re~uerdes todo y luego nos lo
· es ro mas · d ./
Mic se colgó d 1t precia o guardrnn.
un poco. Pero ene fecho cabeza abajo, refunfuñando
in, ser guardián no era 1noco de
80
y menos el guardián de toda una cueva. Mejor
pavo. . . /
que ser mariposa ... , o mar1poson.
eso Cuando Kasimir y Paloma llegaron al aeropuerto
de Mataveri, el silencio era supulcral. Y además no se
veía ni un alma. Sólo algunas cucarachas echaron a
correr buscando los rincones.
Kasimir se dijo que no era el momento para perder
el tiempo cazando cucarachas, aunque de todos es sa .
bido que es uno de los entretenimientos favoritos de
los vampiros. Pero hasta allí les había conducido un 1
El erdadero peligro
esde luego, si sus sospechas eran cierta--~ :=~
.- ~-r
87
• andaba por allí enterrado, pero aquel no era momento
para tesoros.
-¿Qué dirección tomamos, hacia el volcán o ha .
cia la bahía?
J
l
-Cada uno por un lado. Luego nos encontrare .
mos en casa.
En casa quería decir en la cueva. A Kasimir no le
apetecía lo más mínimo separarse de Paloma, pero
comprendía que de esa manera ganaban tiempo. Por
lo tanto, Paloma marchó hacia el Rano Raraku, mien-
tras que Kasimir volaba en línea recta hacia Anakena.
El Rano Raraku parecía una fortaleza custodiada
por sus guardianes de piedra. Unos estaban tumba-
dos, aguardando el momento en que alguien los re-
sucitara, extrayéndolos definitivamente de la cantera.
Pero la mayoría estaban erguidos, con sus largas
orejas, sus grandes bocas y sus ojos ciegos a los que
habían despojado de la obsidiana que les cubría en
otros tiempos. Eran unos moais de medio cuerpo, cla-
vados en el suelo, casi únicamente cabezas y todos
ellos mirando hacia el interior de la isla.
Parecía como si durante siglos nadie hubiera pi-
sado aquellos lugares. Incluso la laguna que reposaba
en el fondo del volcán estaba inmóvil, rodeada por las
plantas de totora y protegida por las inconfundibles
estatuas de piedra.
«¡Qué lugar más mágico y misterioso!», se dijo Pa·
loma, feliz por aquella contemplación. Para los pas·
cuenses aquellas figuras formaban parte de su entorno
· 00 da-
y casi no les prestaban atención. Pero ¡cuánto r
/ 1 h b.
r1an os a 1tantes de cualquier otro lugar Pº r tene
aunque sólo fuera uno de aquellos moais!
88
t
Todos ellos parecían respetar el paso de t · e
sin prisas por salir de su letargo. Todos menos._¡ , ,
Paloma descendió hacia él y adoptó forma h c1
92
« El que peces quiera pescar
el .............. se ha de mojar.»
(kahua)
Coltnillos
frente a frente
l Marqués, sin d~jar de sonreír, acercó la llama
-.:'.l efenso·.
• d ·
-'- / . / a Mic con esprec10.
- ~ ra es a
f
El~ rquest1:1111.rn~efenso. Pero por su culpa erdí
.b
p.
1 1
e=-,ro del Museo Nacional, por su cu pa os I ras-
e I maldición de la Momia·
;:>.· -
lTI
e
n an ..
Pedr rr • 'e de bo nbe10s el a
aún e taba ba · fecto de lo que l l a
did . ecluid e1 el hospital cada ez qu
un crujid e o resaltaba, y las enf . rn . ·
que dar] edantes.
P r ~u parte, Santiago Veriveri e a a
abatjdo que ni su novia Elena era cap· z d
on cierta inelancolía contemplaba . l
n goci : < Muera feliz muera cont
vor muera aquí dentro>. Siempr
un e Jo · n eficaz y que quitaba
p1 e a pero ahora ., a ni ·iq lie a 1
tido.
-Nos vamos morir t d s . 1 tr arr
do . Uno fallec rá en la pl· y , , l 11- aran la
~el océano. A otro lo tirarán los vi .nt _>s P r ~
1
·ult
_·1r 'U l
1~r1·un nt
1'11 l 1\_ i 'l l ·l l
·isa un
c. l ·u.
111·1 ·1 t
f )11 cFl un r ~al 1u ho un
·uqueok g'- . ·111 .¡uí ¡ r lnl rl a·'- m¡ anach
n cer pahu ¡ 1 l ·llnH l·1 ís\·i. l ij
e m p ·u11 ·1 h ·1b na t ·1r l ·1 i l l r \ 1n no , t r ,. s ,n .~ t; s
en hac r lo que . '-k 1.: :a f, rma. hahta r su lh)
m Il'l . l ' p a g ) a r t u l) s a 111 nt .l ll \ . 1q ll I s. l. o
que ra h r n . 1·1 i fantili~L
n algmn · n Kht: n qllt t h)s l )S d mas ln-
bitante d la Isla h: Pas'-·ua s n ·ernl ·1n asustados
silencios 1s t: n su · asas. lnst a -11, )S 11 · al,a n bs m -
lodía d slal izadas q lit' · l itl1l) t ·,) sa ·;tl a ·1 su sa .- o fún.
as
l 1
.,
·1
ti mJ . Le pare
1
extraña la actitud de su jefe que extend,, 1
untiagudos dedos hacia éÍ. Pero se ct1·J·o1a sus 1 argos
Y P · b . que os ex-
tranJer~s son astante rar1tos, y no le dio mayor im-
portancia. ,, .
- y a esta' Jefe. y ahora si lo desea' podemos ir
al Rano Raraku.
-Claro que lo deseo. ¿Acaso crees que he venido
hasta aquí, que es el culo del mundo, para hacer tu-
rismo? -de repente el Marqués se había enfurecido.
Tal vez porque no había podido arañarle, porque te-
nía hambre y le apetecía morder alguna yugular ju-
gosita. Tal vez porque su mal humor iba o venía como
aparecen y desaparecen las fases de la luna.
at~s aua.~
r
El hombre se puso unas zapatillas de suela de
\l,
goma.
Je salía -Es importante llevar un buen calzado para ca-
o e.
'}?
minar por aquí. Las rocas volcánicas cortan a veces
el Mar• como navaJas.
legue su -¿ Y a mí qué me importan las rocas volcánicas?
-dijo el Marqués haciendo un gesto de impaciencia.
-Se lo digo porque lleva usted unos zapatos de
apariencia muy frágil. Bonitos pero delicados.
En efecto, el isleño estaba contemplando los za-
patos del Marqués, que pertenecían a otra época, si- •
glos atrás. Eran de raso, bordados en oro y con la pun-
ta ligeramente hacia arriba.
-Eres un patán -replicó el Marqués con un gru-
ñido-. Son unos escarpines señoriales. Pero ¡tú que
vas a saber de eso!
-Sé que se le van a destrozar cuando vayamos al
Volcán -insistió el otro.
-Preocúpate de lo tuyo. Y vámonos cuanto a~tes.
Ya estaban a punto de irse, cuando el Marques se
101
fijó en algo que correteaba por el sucio.
de ~gruesas y .lustrosas cucarachas.
1. . ¡.1·
. gu 'l __, 1e : ,. n es
~
ciertc·)
Los coln111los se le 11c1cron ,,d gre ~
'- · fresca, H
pero a ,
104
« ... ,. .. . . . con guantes marrones
r kuri)
no caza ratones.»
((:;
her,
T:.
Carrera contra reloj
e:
uso
s le
os;
O,
el
e temo -comentó Kasimir a Palc m8.- q1 ~ rJj':.
e-
m-
1
, , OéJ. e r-
r ab r de-
ruz deJ
i e ..1tam ,
que a Ri-
1 t·1nto Hno a nos( tro acabar de
una ez n ta· n1dldicion \s.
El ancian lanzó un acord con su saxofón ante
de partir. p r hubo d p·1rtir solo. Ni Kasimir ni Pa-
lo a ta an di pu tos a perder tiempo.
- a a u t d a visitar a su convecino. 1 osotro
amo dire tamente a T revaka allí nos veremos.
-Pero · "mo van ·1 buscar? -preguntó rápida-
Timote .
-¿OI ida qu soy zahorí? -replicó Kasimir con
nri a-. Y un zahorí es capaz de muchas co a .
- or j mplo d no refl jarse en un esp~J~,
d. --dijo Time t , 0 r C{ rdando lo que Kas1mu
h en u n u ntro on lo. isl ño •
10
y mu-
-Verdad -afirmó Paloma, orguHosa-.
• r mos a poner en
chas cosas más, que ahora mismo va
ráctica para dar cuanto antes con el tesoro. _ ct·,,.
P ontrado -ana 10
-Y una vez que Jo hayamos e_nc 1 aldad de}
Kasimir- tenemos que neutrabzar ª rn 1O
r moai, la perversidad del intruso Y salvar por menos
una vida. . d h
. . , . Ti·moteo- con to os sus a.
_ U na 1s1a - corr1g10 . lt
bitantes, sus tradiciones, su sosiego, su cu ura, su
arte. R. b
Mientras Pakarati iba en busca de igo_ erto, Pa .
loma y Kasimir volaron en línea recta hacia el mon-
tículo por donde podía estar el tesoro.
-¿Habrá encontrado el Marqués las coordenadas
del mapa del tesoro? Para él, encontrar el tesoro del
rey Hotu Matúa podría ser el inicio de actividades de-
lictivas. Lo vendería en Occidente, reagruparía a los
suyos y, poco a poco, se iría apoderando del mundo.
-¿ Crees que vamos a encontrarlo por aquí?
-Pues no lo sé ... -En ese momento sus radares
mentales percibieron las perturbaciones magnéticas
de la zona. Kasimir aterrizó acompañado por Palo-
ma-. ¿Has ·n otado?
-Sí, lo mismo que tú, el magnetismo.
-¿ Y sabes lo que quiere decir eso? Pues que el
Marqués no va a venir por aquí.
· Paloma sonrió.
-El marcapasos.
En efecto, el Marqués utilizaba un marcapasoi
/ · .1 tfO'
para inantenerse mas o menos en forma y s1 se ? 8r
d / ' 011
ucia en aquella zona el aparato dejaría de funct
regularmente.
-Claro está que puede tener un compinche,
110
-Seguro que tiene un compinche que se lo habrá
P reparado
. todo antes
. de su llegada a la isla . Pe ro no
es lo m1s~o un compmche que el mismísimo Marqués.
;--Y s1 ahora mismo sabemos algo es que el Mar-
ques ~o se va a _acercar por Terevaka y nos va a dej ar
trabaJar tranquilos. ~
(!na duda c~uzó por la mente de los dos vampiros:
¿Y s1 el Marques estaba buscando otra cosa? Pero en-
seguida 1~ desecharon, porque lo que más le gustaba
al Marques en este mundo , y quizá también en el otro,
eran los tesoros. Fueran cuales fueran .
Paloma y Kasimir trazaron en el suelo el dibujo de
la cruz.
Ooratw·
-¡La cruz! -dijo Kasimir pegando un salto atrás.
1!e om1:
-¿ Qué pasa con la cruz? -preguntó Paloma
tiviaaat1 asustada.
uparia a'. En ese momento lo comprendieron. La cruz, fuera
del nm~ cual fuera, era uno de los enemigos ancestrales de
.
a~uf~ vampiro.
u~ raa~r¡ -Pero nosotros llevamos noches enteras hablando
agneíl''
de cruces, trazando cruces en el cielo , en el mapa, y
;r f1i
1 no hemos sentido nada.
,
-Ni siquiera me he acordado del peligro que co-
rr1amos.
-Y eso ¿por qué habrá sido? .
Se sentaron meditabundos, un poco must10s. Por
un lado era una _alegría descubrir qu~ alg~ que hasta
entonces era peligroso para ellos, babia deJado de ser-
lo. Pero •y si la cruz ya no funcionaba porque estaban
empezan~o a perder facultades? Primer_o podía ser _la
cruz, luego los espejos, más tarde ~os ªJ~S. · ·
-¡No no digas esa palabra! AJ ... , aJ .. ·
Meno~ mal. Todavía sentían aversión por algo. Se-
111
guían íendo ,,a1npiros acababan de volar, de trans-
.. ' ,, la
" rn1 rse. Estupendo. Pero entonces, ¡ por que
4·• ·t·v, rncntc
Cruz del Sur no les había expulsado c 1 d 1 111 1
ª
· I ., N. · · 11
e 1a 1s a: 1 s1qu1era aque a cruz qu · e acababan de
· i u j ar en el suelo les había hecho cfce to· ,
- ~ D. K · · J una vez en I ran--
1me una cosa, asnn1r, ¿ a g .J •
112
- Lu~go, es posible que las cruces sólo afecten a
Jos vampJfoS que vayan a hacer algo malo.
Podta ser. No es que a Kasimir le hiciera much
gracia_ el_ qll;e Paloma le considerara un vampiro bue~
no. N1 s1q~1era el_ que ella fue~a. ~na vampira buena.
porque los ,, vampiros,
. por defm1c1ón , tienen que ser
malos, ma l1s1mos, requetemalos, supermalos ...
Pero no, en efecto, ése no era su caso. Él era un
vampiro poeta:
Ni la noche ni el día quieren venir
para que por ti muera
y tú mueras por mí
oc/ M~ Un vampiro que hacía gimnasia (mejor dicho, «ae-
ente~;: robic>>) para estar en forma y que ni siquiera era capaz
efecto, de hacer daño a una cucaracha, como los demás vam-
.
piros.
-Entonces, ¿tú crees? ... -preguntó Kasimir con
esperanza.
-Es muy posible. Yo no conozco todas vuestras
leyendas. Al fin y al cabo soy una recién llegada. Te
ssoM prometo que en cuanto tengamos un poco de sosiego,
as u~ las estudiaré a fondo. Pero ¿y si las cruces sólo afectan
rumt a los que hacen el mal? Al fin y al cabo, la cruz es el
cri~ti' símbolo del bien.
oy~ -Bueno sea como sea -interrumpió Kasimir
volviendo a 'la realidad-, no podemos perder más
'ópt tiempo. Acuérdate de Mic. ¿Por dónde crees que es-
biél tará el tesoro?
nante. ·
El Marqués no que ría dcm<>str~ r u ()at 1 f ac;u.r, n
( ,A,
-Aún
,. no está donde
/. tie ne r~
'1 ue e<-t' r J
La • f>P(;.f(J q UF_;
manana e 1 terror1fico. m oa1 actúe c;(;rr1r; nun r•< v<::t h.,.o..\lé:t
.. "
ahora. T o d~s tienen que c~tar pcnd 1entc\ dc1 mrJaL
¿has entendido? Todos allá, en la playa.. . '
-En Anak~na -puntualizó el comp1nche .
-Eso es, mirando al mar, para que no vean 1o que
sucede a sus espaldas .
-Y en!onces, usted me dará la recompensa , ¿ver-
dad? -qmso saber el que traicionaba a los suyos sim-
plemente por dinero.
-Claro que te daré la recompensa -respondió el
Marqués, sonriendo como sólo él sabía hacerlo, al
tiempo que los ojos comenzaban a inyectársele en san-
gre-. Pero antes, mi querido Mateo, antes tendre-
mos que rematar esta singular aventura. Como bien
sabes, no he venido desde tan lej os para hacer turis-
mo. Me largaré en cuanto tenga esta pieza en su sitio.
-Es una lástima que no se quede más tiempo.
Aquí las noches son preciosas. Esta es mi hora pre-
ferida para pescar langostas. Y cuando salgo del agua
miro al cielo. Fíjese, señor, fíjese qué preciosidad. Las
nubes, las estrellas y la que más me gusta de todas ...
El Marqués, de forma inconsciente, _h~bía levan-
tado la mirada hacia el firmamento. Exphco que pocas
veces se paraba a contemplar lo que allá se veía, la
Osa Mayor, la Osa Menor ...
-No señor esas constelaciones pertenecen al he-
Ulisferio ~orte. Á..quí tenemos otras, por ejemplo, mi
ferida, la Cruz del Sur.
115
Al _oír esta palabra y al darse cuenta de lo que es-
taba viendo, el Marqués sintió una especie de descar-
ga. ¡Una cruz! Se tapó los ojos y se escondió tr~s una
de las estatuas del Rano Raraku. Estaba aterronzad<J
J:Iasta Mateo, su acompañante, llegó un o1orcill<,
pestilente. El Marqués se lo acababa de hacer por fa:.
patas abajo.
116
« Las ............ y la oscuridad
(kokas)
son amigas de verdad.»
10
Los tesoros
de la isla
ínwtn, Pal·;11:di ( ~l:.1ha ('(>lll <' 11f,, y h :1, 1:1 •:011 ; 1r ·u
T S~l. lL
- ¡l{st~ltlH)S l II lo t·h·1 to
l'intllttll 1 "S ~ ·plico
co¡:,01< ;:~ pi< ·<, ~ y p,11;1 ~,
l:1 l onv('r: ·:, ·i(>n que IJ;d,ía tc-
nidl) lt)tl su VCl ÍIHl PipolH~rfo .
-No k he diL:ho ;1hsol11f;n1u~1dc 11;td;1 d(; l t esor o,
pero lt h . e.-plicado ;tlgo de l;1 leyenda del H~Y ~
Efectiva1nc: n te . la const ~ l;1ci<,ll 1 a us11 ;ti de Ia 'ruz del
Sur podría s . r intt. rpret;,da ~11 la isb, con10 todo un
sín1bolo.
-Entone s ten "tnos qu~ ir ·u:,nto antes. l~I tiem-
po pasa v nu :-.stro arnigo conti11ú:, e.n peligro.
Tin1oteo lanzó otro acorde 1nusical en 1nitad de la
noche.
-Pero, hotnbre, deje usted de tocar. Va1nos a '"rc-
revaka.
El anciano colgó el saxof6n de la pared y les en-
tregó los utensilios con los que., presu1nihlc1nentc, ha--
bían de encontrar 7¡I te~alnl.
Ni Paloma ni Kasi1nir le infonnaron de que venían
d~ allí Y habían estado investigando la zona <le rná-
XUnas perturbaciones magnéticas. Tampoco le expli-
caron lo que habían percibido con su radar mental,
119
·r .: :e mue an y se co-
......... ..._ .." l~....
:í , 1 r , plen día. S 1
encontraron -repJi .
- adi ,. tras una pausa-: <<Te .
-tad ni perdido».
.;l.}.J.,}.J., \ . 4 .Á -
E matavai roa
Ka-hoa-mai koe kiraro
Ka-rei-mai koe kiraro
E matavai roa!
t.
· , e e..,ta onna violenta . sus av
d al anciano JS-
- ·11
--d 1· · Kasin1ir tiran
.1°
°
t nemos que irnos de
de la c.haqueta-, e
1
Porque la tormenta estaba cada vez más próxi1:1f'
) su gran aparato de truenos y relámpagos tambien
Par~cia
~ .
en aumento. Había que encontrar, lo an a
tes
posibl~ · el famoso tesoro del rey. Antes de que tuer
demasiado tarde.
122
.St;tll>L 1111·1 torrnenta:
1 1 l\ ~1 rq u
1 • s frotó las m.anos.
--¡Fantast ico! Lo h·,s hecho muy bien con tor-
tlll'nt·1 in ·luid·, Y todo. Tus amigos estarán Pendientes
k l 11 ll ~ 1í ~; r aµ ad I t os de 111 ied o .
--l . nl seúnr - quiso precisar Mateo, el pescador
k ¡~1n~'l, tas- cs~1 torn1enta no la he hecho yo.
- .: h . no? Ya 1ne parecía demasiado perfecta,
l Hlll ~ lp_l) 11110 - la vanidad del Marqués no tenía lí-
ntit~ ~ . 1 ú lo tnús que sabes hacer son fosfores-
1
c1tud.
-Señor, ¿qué hay de mi recompt'.n "1·: ' 1
babean te.
- -;,I "ª quiere" ah<;r;: rr1l smrJ rJ puede · esperar a
mañana'!
I~J Marqu6\ Ji<J un pas<; hacia el js]eño y éste, sin
saber muy hien por q u6¡ retrocedj( manteniendo
siempre la distancia.
-Yo, la verdad es q uc ...
El Marqués extendió una de sus manos y la de-
positó en el hombro de ,\1ateo Tepano. Las afiladas
uñas del vampiro comenzaron a clavarse lentamente
en la carne del atemorizado h Jmbre.
-¿Quieres la recompensa a ahora? -insistió el
Marqués.
Y el pescador, a pesar de ]o que la necesitaba, se
sorprendió a sí mismo negando con la cabeza:
-No es necesario ... , puedo esperar a mañana.
-Mejor así, compañero -dijo el Marqués reti-
rando su mano. Mateo sintjó como si le hubieran qui-
~ado una brasa del hombro. ¿ O acaso era la sensación
e quemazón que produce el hielo?
--Ahora vete a la bahía y termina lo que tienes
t ~inar. -El Marqués sacó un papel del bolsillo
1 t a u compinche-. Tienes que hacer que la
pi dra hable por última vez. Y que diga
125
1 ~1 i .
1 ·· ~1 ch:'cir, es el
l li 1 t: ,1 hacer
lll los su .
Mateo
le pedía.
126
<<' ••••••••••••••••• que no cant i
(moa to'a)
algo tiene en la garga,nt i.
11
La voz del moai
aloma y Kasimir estaban concentrados. Prin
134
e levantó u a --sp_,cf~ _.,, _, __
1 la víctima a ·ababa re ar·•"'---•,/"·•-
n ro del que hab'a a _;,,:/o
bia morir.
Tepano, al notar en :us ojo. la
o que el forastero estaba a ta
e~ · ad física, incluso su vida, corría
·o del miedo comenzó a gritar·
- ·E él! ¿No lo veis? ¡Es él' ¿Aca o o
ci.'"-~ hado al moai? ¡Acabad con él.
. os. i leños, instintivamente, dieron un pa o, ,, .
umr pero éste los detuvo con un gesto e e~
- ¡ lto, insensatos! ¿Acaso creéis poder
zahorí?
gunos, como Arturo, el alcalde, o incl o L -
______.. _, e~ tallista de figuras, habían olvidado que ,
na1e era un zahorí, y que, por lo tan ° te
135
. ,, ra la siguiente:
~ran d es poderes. Pero la cuestton e _
¿quién podría más, el zahorí o el /moai? t lmente
Y como si Kasimir hubiera 01do men ª 1a
pregu~ta, respondió: . Como lo so
-Esta es sólo una estatua de piedra· h b /. /dn
los demás moais de la isla. Y todo lo que ª eis 01 o
es un truco. d d
A Mateo le caían gruesos goterones e su or por
la frente. A pesar de que era de noche, tenía la camisa
pegada al cuerpo, empapada, com? si fuera pleno día.
Pero aún reunió fuerzas para replicar: . ,,
-¡El farsante es él! ¡El es el extranJero! ¡El es el
que ... !
No pudo acabar, porque Kasimir comenzaba a es-
tar furioso y su voz se escuchaba más poderosa que la
del aterrorizado pescador de langostas.
-¡Calla, infame! ¡Tú has engañado a tu pueblo!
¡Tú y no yo! Bien lo sabes. Y para que todos vosotros
comprobéis cómo los poderes de un zahorí son su-
periores, infinitamente superiores a los de una estatua
de piedra, la voy a hacer hablar, pero con una voz
diferente. La voz del corazón, de la sensibilidad de
esta isla, la voz de las entrañas de la tierra de donde
salen estos magníficos moais. Pero no los moais terro-
ríficos o acusadores, que no existen, sino las obras de
arte de vuestros antepasados, por las que el mundo
entero os admira.
El silencio era absoluto. Sólo se percibía el clise;~
to romper de las olas en la playa olas que parecida
incluso más tranquilas que de cosÍumbre después e
una tormenta. · J
K . . , . os en e
. · as1m1r trazó una serie de signos cabahsttc
aire antes de ordenar enfáticamente:
136
o~.
137
« Los angelitos a .. .. .-~
y a la panza los .b , -
12
El ombligo
del mundo
uién ha sido? -se preguntaron mirándose unos
a otros. Estaban absolutamente seguros de que
uno de ellos era el causante de todo aquel de-
saguisado. El enemigo estaba allí.
Kasimir mostró el cable y los altavoces. ¿Quién los
había puesto para hacer como que hablaba el moai?
Pero al mismo tiempo comprendió lo peligroso que
era que los vecinos se acusaran unos a otros, creando
entre ellos la inquietud. Había que señalar al culpa-
ble ¡y enseguida!
/
142
-¿ Quién ha robado un moai, cuándo, dónde
está?
Mateo contó la historia con el Marqués y su relato
encrespó más los ánimos. No en vano los moais eran
los tesoros más preciados de la isla.
-¡Y que lo digáis! -dijo Timoteo , que hasta ese
momento había permanecido en silencio, oculto en el
interior de su furgoneta-. Sólo un tesoro podía igua-
lar, incluso superar, a los moais. El tesoro del rey
Hotu Matúa.
-Pero eso es una leyenda -dijo uno de los pre-
sentes.
-Nadie ha sido capaz de encontrarlo -añadió
otro.
Timoteo descubrió un objeto que llevaba a lomos
de su viejo caballo pinto , tapado con una lona.
-Pues ¡aquí está!
Los isleños, incluido Mateo, quedaron deslumbra-
dos por la aparición del cofre dorado .
-El tesoro ... , ¡el tesoro!
\·¡~;í -Un tesoro -aclaró Timoteo- que sólo el anti-
0 ~1 guo rey era capaz de valorar. Pues aquí dentro está
311M nada más y nada menos que toda su historia, la del
monarca, la de sus hermanos Honga, Kena, Oroi y
~e· \i
.oc~
~~ 0
Ava Recipna.
Timoteo abrió el recipiente y todos los presentes
• experimentaron un escalofrío. Tal vez Santiago Ve-
11
/ riveri más que los otros, porque lo allí almacenado
mucho tenía que ver con su profesión.
-·Esqu
, e1et os ,....
--Huesos, sólo huesos ...
En efecto dentro del arcón sólo había tibias , ca-
laveras Ycostillas,
' d 1 ·
desordenadas por el paso e tiem-
143
po _' los aj e treos a que habían sido sometidas en esos
ultín1os momentos.
De cualquier forma, aquél era el tesoro.
- . ·•Y según la leyenda, con él se puede ~eu_tra-
lizar cualquier maldición --explicó Timot~o, anad1en:
do dentro de su estilo--: «Un tesoro no tiene por que
ser de plata ni de oro».
Pero los vecinos de Pascua estaban ciertamente
decepcionados. Fue Kasimir quien volvió a levantarles
la n1or11.
-Queridos 'lmigos no tenemos tiempo que per-
der staba pensando en el moai, en el Marqués, en
. el tesoro de huesos, pero también en Mic. La imagen
del 111urciélago envuelto en dinamita no se le olvida-
ba-. Sí n1e ayudáis a liberar a mi amigo, os prometo
que el moai de piedra no abandonará la isla.
-¡Bien! -fue el clamor espontáneo--. ¿Qué te-
nen1os que hacer?
Y todos se volvieron a 1nirar a Mateo. Sin duda la
resolución del problema pasaba a través de él.
°
) _,
148
-(./
__. l
nosotros
' .,,
-dijo Kasimir,
.
sin dar m:-18
<"
e .
Xp 11-
, s de como eso era posible.
, c1one, . ., . d 1 . 1 ?
ca . os 1re1s e a 1s a. -quiso saber el anciano
.
1
ra una garantía de su anonimato.
I -«De bien nacidos es ser agradecidos» -dijo Ti-
¡ moteo Pakarati, al tiempo que les ofrecía su instru-
1
1
mento musical.
-¿Y esto? -preguntó Paloma con una sonrisa.
-Un regalo -explicó el anciano-o un recuerdo,
como queráis. Me habéis ayudado a encontrar el te-
soro ...
-Un extraño tesoro, sin valor.
-Un valiosísimo tesoro, pues gracias a él hemos
I podido recuperar nuestro pre~io~o moai. .
I El vejete los abrazó con lagnmas en ,~os OJOS.
1
!
I -Estéis donde estéis' cuando toque1s este saxo,
acordaos de mí. / . d
-No necesitaremos la mus1ca para acor amos
amigo. Timoteo
· · ., b
b. , d hombro colocandose so re e e 1 d
K ~t~ c:ii~fó s:s clásico¡ chillidos que significaban
as1~11~. cción
ue deseaba irse cuanto antes.
mov1m1ento,.,, a 'lqMarqués volviera a aparecer.
Tal vez tem1a que e
149
l tt i· n l . pondría }ª di-
ti.1 l lHl 'ª' ~nt1a.
r iad de la no . .
n n de su vista.
t ~1 n l I u sea n1cn-
l )r ~utpa de la
l i ja l ·111 ver con
1 arcón de oro
n arcón que
t l-1 isla.
r· 11 t r·1 it a su hogar, ]a
la L la de Pascua
r n~ ) ~ desde cuya al-
·11 l l n1bre-pájaro de
# 1 · 1 t~ n gran empresa.
~ ntelllf 1·111 el océano desde
: . · 1n 1 éan) in1nenso que
~ de L ~iYilízación. Pero uno
~ · ... ::) ~iel y lue~ e:plic1 a los demás
.: ::- , : lit . ne ha ía , isto pasar so-
n re-f 'ijar . O n1ejor., a tres hom-
1 - grande . uno 1nás pequeño.
r I l ~ í el hl 111 bre-páj aro había
en aquc.> 1 11101111::nto de acción de
uen·:1 ~ú·1l. eúal de que Pascua se-
.
r r n1u ~ l10... 10· o 1nas1 R apa
A Nui , <<la
~ .~· ~ de-
., re= n e 1ente . L01110 decían unos; o como
an o_. el n1l lig.... 1 del n1undo .
1~0
Apéndice
~
1 JiQlJENO V OCABULARIO
Números
- K/\TAI 11 7 -- KAHITU
1
-
.... K()RUA 8 - KAVARU
3 - KCYI ()RO 9 - KAHIVA
4 - KAllÁ 10 - KATAHI TE KAVATU
5 - K,A RIMA 100 - KARAU
6 - KHONO 1000 - KAPIERE
Algunos animales
1
Otras 1 ·tl· l
1 l lllllll) = Al
Fuego 1I l
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ELVAMPI
KA S l M 1
Kasim ir es un s1mp, ti qu ,
se ve en vuelto en div os
Policíacos. Para resoJv rl ; r e ·
Uírlré
a sus sin gu lares armas d vampiro .
.
Títulos publica~os:
1. Los vamptros
atacan de n?~~e
2 . La mald1c1~n
de la Morn1~
3. El terrofíf ico moa,
N M A S ________ ,
R I A L T M U ~--------
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\.· .ELVAMPIRO :.
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KAS I M I R ·{-:. ,
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· .. .:\ _: Kasimir es ~n vampiro que quiere ''.i~~'~IJ.l ..,~~. 1 . . ~ .·~·.
,~-, :mseparable m~uga_Paloma. pero_ ~ue. sm'1?!9 -~,n~r:scl '.} q •e ._ •.t·.
_ _+-, / ' / envuelto en dtYerttdos casos pohc1acos. que.logrt!lªI~!f~~•;, !•~>::/
... ~ ~ ~-- gracias a las singulares anuas de los de su especie . . \~~ . ~ .._,.~. -~.
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En El ,e,.ror(fi<·o 111oai, Kasi111ir y Palotna s~ han ·
t? · n1archado a descansar a la Isla de Pascua" el lugar habitado
1nás alejado del planeta. Pero un n1al (jia uno de los nu1chos
1noais (las estatuas de piedra que hay en la isla)._ cotnienza a
hablar y dice cosas terribles. Los anilnalcs e1upiczan a morir._
una bola de fuego cruza el delo y un a,·ión aterriza con un
extraño cargan1ento. Entonces la placentera isla se convierte
en un ,·erdadero infierno. Sólo en el tesoro escondido del
antiguo rey Hotu ~1atúa está la solución.
¿.Logrará Kasitnir encontrar el tesoro? ;. Voln~ni a n~r \'i\'o
a :\1ic? Kasimir tendrá que poner en funcionamiento todas
sus facultades Yatnpiricas si quiere liberar a la isln de la
terrible ainenaza del moai.