Sunteți pe pagina 1din 5

Wickham. El legado de Roma. Capitulo 4.

Occidente se dan los cambios mayores, aunque la estabilidad y prosperidad de Oriente debe
actuar como recordatorio permanente de que el imperio romano en ningún caso estaba
condenado a hundirse. Esto significa que las invasiones y ocupaciones de las provincias
occidentales deben figurar en el núcleo del periodo. Pero en décadas recientes también nos
hemos alejado de las concepciones catastrofistas de los barbaros; estudios recientes han retratado
a los nuevos grupos étnicos con términos que son muy romanos, en una perspectiva que comparto
plenamente y desarrollaré mas en breve. Esto no atenúa el hecho de que, en Occidente, el imperio
romano fue sustituido por una serie de reinos independientes que no aspiraron a la legitimidad
imperial; esto nos obliga a preguntarnos por que cada uno de estos reinos no podría, sin más,
haber reproducido el estado romano en miniatura, manteniendo continuidades estructurales que
en principio podrían haberse reunido de nuevo más adelante. Un punto que la arqueología
evidencia con claridad es la drástica simplificación económica de la mayoría de Occidente. La
construcción resultaba menos ambiciosa, la producción artesanal perdió profesionalidad, los
intercambios pasaron a ser más locales. El sistema fiscal, el judicial, la densidad de la actividad
administrativa romana en general, todo ello se simplifico. Se acompañan de cambios en las
imágenes, los valores y el estilo cultural, por los cuales el siglo VII, en occidente, resultaba
claramente distinto, en la impresión que causa, del siglo IV o incluso del V; en este momento,
hemos abandonado el mundo tardorromano para entrar a la alta edad media.
En el siglo V existe una continuidad evidente entre la jefatura del imperio occidental y los reyes
barbaros. Los emperadores del siglo V eran en su mayoría títeres, controlados por figuras
militares. Observemos que ninguno de ellos intento apoderarse por la fuerza del trono, a
diferencia de lo que figuras militares hicieron en el siglo III; y solo dos llegaron a ser emperadores
por medios regulares. Una de las razones que suele aducirse para ello es que, como barbaros por
etnia, no podían aspirar al cargo imperial. Es probable que renunciaran a asaltar el poder porque
tendía a pensarse que la legitimidad imperial dependía de la genealogía, concepto cuyo origen se
remonta hasta la familia de Constantino, mediado el siglo IV. Les habría parecido más seguro
controlar a un emperador que usurpar el trono; y probablemente era así, puesto que estos
hombres fuertes gozaron de periodos de autoridad mucho más prolongados que la mayoría de los
emperadores del siglo III. Un elemento importante, en la legitimidad de la genealogía
tardorromana, era el matrimonio; en consecuencia todos los hombres fuertes se casaron sin salir
de las familias imperiales, con la esperanza de situar a sus hijos en el trono. Pero esto es
igualmente cierto de las familias reales barbarás, que en su mayoría tenían, o establecieron
pronto, lazos matrimoniales con los romanos; y a menudo, sin duda, con la misma meta. Esta red
genealógica priva de sentido a la diferencia cultura, al menos en los niveles imperial o regio.
La importancia del matrimonio endogámico como criterio para la sucesión también impuso mucha
presión sobre las mujeres imperiales. ¿Qué tenían los jefes y los pueblos barbaros que los
definiera como no romanos? Hay diversidad de posiciones, incluso entre los que aceptamos que
los nuevos grupos étnicos intentaron acomodarse a las normas romanas tanto como pudieron:
desde sostener que el elemento dominante en todos los grupos que invadieron territorio imperial,
o se asentaron en el, iba asociado con un núcleo sustancial de valores y tradiciones ajenas a lo

1 Wickham. El legado de Roma. Capitulo 4.


Unidad 1. La transición de la antigüedad al feudalismo
romano, que a veces sobrevivió durante siglos, hasta sostener que los marcadores étnicos
germánicos solo renombraban la identidad militar de los soldados romanos y que en ellos no había
nada de tradicional. La segunda posición dice que en el imperio del siglo V la mayoría de los grupos
barbaros tenía una historia de empleo en el ejercito romano; de ellos, los soldados más exitosos.
En las fuentes podemos ver una clara distinción entre las fuerzas militares regulares, que ya fueran
de origen bárbaro o romano, formaban parte de una jerarquía militar y una estructura de carrera
típicas, y por otro lado, los partidarios del rey Zutano o el jefe Mengano, que se identificaban con
su guía, por lo general tenían un nombre étnico distintivo y eran aceptados en el ejercito romano
como grupo especifico. Pero era un pueblo adscripto a su jefe y dotado de un nombre propio, el
de los godos; este nombre caracterizaba al pueblo en su conjunto, independiente de su origen;
esta clase de pueblos, heterogéneos, pero unidos entre sí por un jefe único, fue la que se apodero
de las provincias occidentales. Cuando permanecieron al mando de sus tierras por un periodo de
tiempo prolongado, tendieron a olvidar sus orígenes desparejos y a tornarse francos o godos. Este
proceso se ha denominado etnogenesis: se reconoce que las identidades étnicas eran flexibles,
maleables. Tales pueblos habrían elegido diferentes identidades de forma sucesiva y estas habrían
comportado distintos modos de actuar y distintas lealtades, e incluso distintos recuerdos. El
núcleo de tradiciones que hacía de alguien un ostrogodo o visigodo era una red de creencias
contradictorias y cambiantes; no necesariamente pervivió un conjunto estable de tradiciones en
todos los grupos, cuando cruzaron la frontera para prestar servicio discontinuo en el ejercito
romano y luego asentarse en una provincia romana. Para 650, todos los reinos barbaros tenían sus
propias tradiciones. Cada uno de los reinos había creado una heterogeneidad de creencias e
identidades, de raíces muy variadas; y estas podían modificarse y reconfigurarse en cada nueva
generación para satisfacer nuevas necesidades. Identidades pos-romanas eran una combinación
compleja, derivada de una diversidad de orígenes: romano, bárbaro, bíblico; también tanto oral
como literario. La función que debían cumplir no era tanto situar a un grupo étnico en el pasado
como distinguirlo de sus vecinos contemporáneos. Esto supone que preguntarse que había de no
romano o de bárbaro en los nuevos grupos es erróneo; el arrianismo, por ejemplo, era una herejía
netamente romana, pero hacia el 500, para la mayoría, se había convertido en un marcador étnico
de godos o vándalos. La propia lengua gótica, hacia el mismo año, era en gran medida una
tradición litúrgica, asociada con ese arrianismo romano, antes que con ninguna goticidad en un
sentido étnico; muchos godos solo hablaban latín, sin que su goticidad se viera afectada.
Esto no significa que los grupos barbaros no aportaran nada de sus culturas precedentes al
imperio. Hay toda una historiografía que estudia la germanidad de las antiguas prácticas sociales
mediales, como los grandes grupos de parentesco, las enemistades, los seguidores personales, la
ingesta de carne, etc. Todo esto resulta falso si se considera como un signo de identidad innata,
como si los francos del 700 fueran iguales a los del 350. En parte también resulta impreciso: la
legislación medieval de la propiedad, en su mayoría, tenía unos antecedentes romanos, la
metalistería germánica también.
El hincapié en la ingesta de comida de los aristócratas, por ejemplo, parece ser una innovación de
los francos: no formaba parte de la cocina romana. Una innovación importante fue la asamblea
pública para deliberar y decidir sobre las acciones políticas y la guerra, dictar leyes y juzgar
disputas. Pese a que estas existían en el mundo romano, continuaron de manera muy distinta. A

2 Wickham. El legado de Roma. Capitulo 4.


Unidad 1. La transición de la antigüedad al feudalismo
pesar de estas nuevas características, los jefes barbaros encajaron en un mundo romano cada vez
más, a medida que avanzaba el siglo V y a medida que las elites romanas se ajustaban a las nuevas
situaciones políticas.
Si juntamos la flexibilidad étnica de tantos actores del periodo, las imágenes romanizadoras de los
textos y el pequeño impacto demográfico de los invasores, es fácil imaginar que no surtieron
ningún efecto sobre las prácticas sociales de cada provincia; pero si seguimos este argumento, nos
arriesgamos a acabar por no encontrar ninguna explicación a los cambios, que sin dudas los hubo
en el siglo V. Este cambio no procedía principalmente de las diferencias culturales; pero en las
provincias conquistadas, este deriva sobre todo de la posición estructural de cada grupo bárbaro:
estos ejércitos que tomaron el poder tenían metas distintas a las que tenían los ejércitos romanos
que se hacían con el poder, para sus generales, en siglos precedentes. Querían asentarse de nuevo
en la tierra, como lo habían hecho sus antepasados. Sus jefes querían asimismo ser una clase
dirigente, al igual que los ricos aristócratas romanos de cada una de las provincias. Aunque los
detalles exactos del asentamiento de cada grupo bárbaro sobre el terreno son oscuros, y hay gran
polémica al respecto, hacia el 500 es evidente que los aristócratas godos y de otros grupos poseían
muchas tierras y tenían ansias de continuar ampliando su propiedad; a partir del siglo V, fue
acentuándose la tendencia de no apoyar los ejércitos mediante los impuestos públicos, sino por
las rentas que derivaban de la terratenencia privada, que era, en lo esencial, el fruto de este deseo
de tierras entre las elites conquistadores.
Tras el fin de la Italia ostrogoda, en Occidente no hay referencias a ninguna soldada militar. Parte
de las tierras entregadas a los barbaros quizás fueran fiscales y distribuidas por los reyes; otra
parte quizá se integrase a una colonización regulada. El paso a un ejército con tierras, y en
consecuencia una política de tierras, empezó aquí; también lo hizo el movimiento hacia una
identidad étnica barbará por parte de los terratenientes, fueran cuales fueran sus orígenes. Los
principales reinos posromanos seguían cobrando impuestos entrando el siglo VII. Pero si el ejército
tenía tierras, el mayor factor de gasto del presupuesto romano había desaparecido.
A la administración central y local de los estados romanos quizás se le pago durante más tiempo,
pero en la mayoría de los casos, la administración no tardo en reducirse y abaratarse. La carga
impositiva aun enriquecía a los reyes y su generosidad incrementaba el poder de atracción de las
cortes reales. Pero si en 550, o así, no servía para más. Los impuestos nunca son populares y hay
que esforzarse para cobrarlos; si no resulta esencial, esa labor tiende a descuidarse. Así, no es de
extrañar que hubiera signos crecientes de que los impuestos no se recaudaban con asiduidad.
Habían dejado de ser la base del estado; para los reyes, así como para los ejércitos, la propiedad
de tierras fue desde entonces la principal fuente de riqueza. Esto supuso un cambio crucial. Los
estados que recaudaban impuestos son mucho más ricos que la mayoría de los basados en la
propiedad de tierras, dado que los impuestos a la propiedad suelen cobrarse a muchas más
personas de las que pagan una renta a un soberano por su tierra pública. Y los estados con
recaudación de impuestos tienen un control general sobre sus territorios mucho más superior, en
parte por la presencia constante de tasadores y recaudadores, en parte porque quienes dependen
del estado reciben salarios. Los gobernantes no pueden dejar de pagar los salarios y, de resultas,
tienen más control sobre su personal. Pero si los ejércitos se basan en la terratenencia, es más
difícil controlarlos. Los generales pueden ser desleales, salvo que se les concedan más tierras, y si

3 Wickham. El legado de Roma. Capitulo 4.


Unidad 1. La transición de la antigüedad al feudalismo
lo son de todos modos, siguen disponiendo de sus tierras salvo que se les expulse por la fuerza, lo
que a menudo es difícil. Los estados basados en la tierra se arriesgan al romperse porque les
resulta difícil dominar a plenitud los territorios de la periferia, que pueden optar por la secesión.
Esto no fue común, en Occidente, hasta siglo IX.
Que Occidente pasara de la recaudación de impuestos a la terratenencia, como base de estado,
fue el signo más claro de que los reinos barbaros no serian capaces de recrear el imperio en
miniatura; estos reinos tampoco igualaban al imperio en su complejidad económica: al contrario,
se simplifico; se intercambiaban menos bienes entre las provincias del antiguo imperio, y dentro
de estas provincias, el ámbito de distribución de los productos artesanos tendió a ser más
reducido. Estas diferencias regionales son marcadores del diverso impactos que las invasiones y
desplazamientos del periodo 400-500 tuvieron en cada zona del imperio. Estas diferencias
también ponen en relieve que las aristocracias de los reinos recién creados no igualaron la riqueza
de sus predecesores o antecesores, pero este empobrecimiento también fue muy variable, en
términos regionales. Vistos globalmente, estos cambios muestran que los reinos posromanos de
Occidente fueron incapaces de igualar la circulación y escala de producción del imperio romano
tardío. Oriente fue muy distinto, a este respecto; a principios del siglo VI, las ciudades, industrias y
el intercambio de bienes estaban alcanzando su cima, y continuo así hasta siglo VII. Pero en
Oriente, el imperio sobrevivió. Esta correlación es exacta: la complejidad económica dependía de
la unidad imperial.
La existencia de elites barbarás en todos los reinos posromanos tuvo también un efecto sobre la
cultura de la elite romana; no porque los que venían de fuera tuvieran una cultura distinta, sino
porque eran militares. Los estratos aristocráticos del imperio romano habían sido civiles, pero en
los reinos barbaros, la estructura de la carrera secular se fue militarizando cada vez más, y cada
vez mas fueron los romanos ambiciosos que hallaron puestos en los sequitos y ejércitos regios, al
lado de las propias elites barbarás, y no en la administración civil, que tendía a la simplificación.
Donde los valores aristocráticos civiles pervivieron por más tiempo fue en Roma, porque la
jerarquía senatorial de la ciudad estaba parcialmente separada del servicio civil, pero incluso en
Italia, hubo senadores que optaron por el ejército.
La única alternativa era la iglesia. Esta elección eclesiástica pone de manifiesto la creciente riqueza
de la iglesia, de forma que, a una familia de la elite, le compensaba intentar dominar el oficio
episcopal y con ello, las tierras de la iglesia en una diócesis dada. También pone de relieve la
creciente localización de la acción política, porque el poder político se enfocaba sobre todo hacia
el interior de la diócesis, salvo para los obispos más ricos e influyentes; la iglesia se fue
descentralizando aun más en el occidente posimperial.
La cultura de la elite laica del imperio romano perdió su función como indicador de status.
Probablemente, esto explica porque se abandonaron las grandes residencias rurales: como signo
de desahogo y lujo, eran elementos anticuados en una sociedad más militarizada. La ingesta de
carne se introdujo en este mismo momento. La forma de vestir de la elite también cambio. El
manejo de la espada, o la biblia, se convirtieron en fuentes de capital cultural mucho más
relevantes.
Estos cambios se produjeron despacio. Como la escritura se torno más eclesiástica, también
aumento su crítica social y su componente moralizador; pero esto era un fruto del genero, y no

4 Wickham. El legado de Roma. Capitulo 4.


Unidad 1. La transición de la antigüedad al feudalismo
necesariamente del cambio social, ya fuera percibido o real. Después de todo, las aristocracias
romanas tradicionales, de donde provienen los autores de la mayoría de nuestras fuentes,
mantenían su lugar en la mayor parte de Occidente; existían junto a familias nuevas, que
ascendían en la iglesia o el ejército, y por descontado junto a las nuevas elites barbarás; pero estos
últimos grupos todavía estaban copiando la cultura aristocrática. No obstante, esta cultura en si
estaba cambiando, y los nobles ocupaban espacios cada vez más locales y se iban distanciando
unos de otros. Al final, para 650, dejarían de pensar en sí mismo como romanos y pasarían a
considerarse francos, visigodos o lombardos. Lo romano había quedado restringido al imperio
Oriental.
Porque el imperio romano se desvaneció en occidente y no en Oriente: A mi entender, esta
diferencia no parece ser reflejo de diferencias sociales entre Occidentales y Oriente, ni de la
división del imperio. Es más probable que derivara en parte de la mayor exposición de las zonas
nucleares de occidente a la invasión fronteriza; era raro que los ataques contra los Balcanes, en
Oriente, pasaran de Constantinopla y se adentraran al resto del imperio, pero a los ataques contra
las regiones militares occidentales, les resultaba mucho más fácil llegar más lejos. Aceptar en el
imperio occidental a los grupos de invasores y hacer que se asentaran como federados fue una
respuesta perfectamente razonable a la situación, siempre que las zonas federales no se tornaran
tan rebeldes que fuera preciso retener atrás a los ejércitos romanos para que lucharan contra
ellos, o tan grandes que amenazaran la base fiscal del imperio y, con ello, los recursos para los
propios ejércitos regulares. Por desgracia, para Occidente, ocurrio asi. En 418, los visigodos podían
representar un apoyo para el imperio, pero 50 años después, eran hostiles. Para 476, quizá el
ejército romano en Italia hubiera empezado a creer que era deseable poseer tierras. Elites locales
empezaron a tratar con los jefes barbaros antes que con el gobierno imperial, que ahora le
resultaba demasiado distante y cada vez menos relevante.

5 Wickham. El legado de Roma. Capitulo 4.


Unidad 1. La transición de la antigüedad al feudalismo

S-ar putea să vă placă și