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La música de las patrias posibles.

Marginalidad y creación en “El Trino del Diablo”, de Daniel Moyano

Lic. Anahí C. Lawrynowicz

La ciudad de La Rioja, originalmente bautizada como ciudad de Todos los Santos


de la Nueva Rioja, se fundó por error. Un grupo de oficiales del ejército español
entendieron mal la orden recibida del Capitán General Brigadier Don Juan Ramírez de
Velasco y, confundiendo los mapas, confundieron el sitio donde debía construirse la
ciudad. Por eso, quedó “en medio del desierto, lejos de los demás centros, en un lugar que
no era ni norte, ni centro, ni noroeste”1. Pero como no era posible des-fundarla, pues ya
había sido fundada en las actas labradas en nombre del Rey, la ciudad permaneció allí. A
pesar de que, según Velasco, el error “podría traer complicaciones prácticas futuras,
además de problemas metafísicos de identidad, de origen y todo lo demás”2. “No será peor
que el país al que pertenezca”3, opinó el futurólogo.
Toda parodia, más allá de sus efectos humorísticos y de sus gestos irónicos, impone
una distancia crítica sobre el objeto parodiado. En varios casos, la literatura argentina de las
últimas décadas se ha ocupado de releer y reescribir desde la distancia paródico-crítica los
mitos de fundación de la cultura nacional. Al hacerlo, ha puesto de manifiesto un hecho
cada vez más incuestionable: la cultura argentina se ha fundado sobre la base de una serie
de errores y falacias que permanecen vigentes hasta la actualidad en nuestro imaginario
identitario, étnico y cultural; reelaborados y resignificados a partir de los fenómenos
socioculturales y los acontecimientos políticos de cada época. Entre ellos, uno fundamental:
haber negado la raíz aborigen. Y en torno a esta cuestión, como ha señalado María Rosa
Lojo, “es posible diseñar una colección de prejuicios, de obstinados y equivocados lugares

1
Moyano, Daniel. “El Trino del Diablo”. Buenos Aires: Ed. Sudamericana, 1974. Pág. 7.
2
Íd.
3
Íd. Pág. 10.
comunes que se han venido repitiendo en la Argentina acerca de los aborígenes”4. Por
ejemplo, “pensar que una identidad nacional puede construirse sobre a base de
exclusiones, negaciones e impostaciones”5. Y ésta es, justamente, una de las ideas que se
problematizan y se exploran en la novela de Daniel Moyano “El Trino del Diablo”.
Reflexionar sobre ello lleva a reflexionar, al mismo tiempo, sobre las diversas
formas de violencia simbólica que legitiman dichas exclusiones y negaciones. Una
violencia, acaso, mucho más fuerte y compleja que la violencia de los cuerpos. Y que en la
novela de Moyano aparece elaborada de forma paródico-crítica a partir del derrotero de su
protagonista, Triclinio, forzado a atravesar diferentes ámbitos de marginalidad por su
condición de músico, violinista y colla de tierra adentro.
Extremadamente flaco por haber sido amamantado con la miel de abejas que su
padre producía y vendía a Europa y Buenos Aires a cambio de revistas viejas, la primera
exclusión que sufre Triclinio proviene del ámbito familiar, pues se revela incapaz de
aprender algún oficio “útil para la vida”. Su cabeza, llena de sonidos, no le permite, como a
sus hermanos, adquirir las habilidades de ordeñar, trenzar cueros, capar toros o cabalgar.
Especialidades, todas, aconsejadas por el gobierno provincial donde los empadronados en
el registro oficial de los oficios ganaderos tendrían el “futuro asegurado, para el caso de
que hubiese un futuro”6 y que hubiese ganadería. Negado a partir de la marginación
familiar, Triclinio es enviado a formarse como violinista con Spumarola, llegado desde
Buenos Aires hacia La Rioja con la misión de reorganizar el partido radical y preparar a la
gente en caso “de que algún día hubiese elecciones”7. Las lecciones del maestro no tardan
en descubrir en Triclinio un talento musical extraordinario. Como él, otros tantos riojanos,
atraídos por el violín mucho más que por la prédica de “vocablos abstractos tales como
paz, justicia, democracia, soberanía, independencia”8, acuden a la sede de la UCR
devenida en Conservatorio hasta que el gobierno nacional prohíbe la enseñanza del
instrumento sospechando que los violinistas podrían formar un verdadero ejército
potencialmente proclive a la subversión. Reforzando esa sospecha con la evidencia de una

4
Lojo, María Rosa. Los aborígenes en la construcción de la imagen identitaria nacional en la Argentina, en:
Alba de América. N° 43 y 44, Vol. 23. Instituto Literario y Cultural Hispánico de California. Julio de 2004.
5
Íd.
6
Moyano, Daniel. Ob. Cit. Pág. 12
7
Íd. Pág. 15
8
Íd.
fotografía donde se ve a diez mil violinistas marchando en Buenos Aires con los estuches
de sus violines empuñados como ametralladoras, se produce un éxodo forzado de cientos de
músicos que abandonan La Rioja. Triclinio se queda, huérfano y músico callejero, mientras
otro decreto obliga a Spumarola a exiliarse por ser considerado apólogo de la subversión.
Según lo dictado por otro decreto dedicado a la recuperación del patrimonio nacional
cultural argentino, sólo se consideran músicos a quienes tocan el charango o el bombo. Por
este motivo, y por ser catalogado como “no-necesario”, la policía modifica el estado civil
de Triclinio de “residente obligado” a “desubicado”. Y no tiene más opción que marcharse
a Buenos Aires.
Allí, las circunstancias no serán muy diferentes. A su llegada, el smog que cubre la
capital nacional no le deja ver cómo es su nueva patria posible. Pero repitiendo en su mente
los sonidos del entorno, piensa: “éste es mi país. ¿Por qué no?”. Sin embargo, no pasa
mucho tiempo hasta que descubre que en ésa ciudad, donde todos son violinistas, nadie toca
el violín si no es para combatir el spleen o para honrar a los nuevos presidentes. Allí
tampoco hay una patria para un músico como él, sospechoso además por “cabecita negra”;
extraño por su belleza diaguita por la que es visto a veces como un enfermo, otras veces
como una flor, pero nunca como un hombre. Por su condición de desarraigado, no lo
reconocen ni los perros policiales, ya que al olfatearlo no le encuentran ningún olor. Su
carnet de desarraigado es reemplazado luego por uno que le otorga la condición de
“huésped de observación”. Desde entonces, y sin haber tenido más opción que instalarse en
Villa Violín, una villa miseria instalada incluso por fuera del Conurbano, Triclinio será un
huésped permanente; un huésped, además, sin más posibilidades que observar desde afuera
la vida y la ciudad, como una vidriera detrás de la cual imagina, lejano, el “corazón
inhallable de mi patria hermosa”9.
En la ficcionalización paródica de la Argentina y de su Rioja natal, Daniel Moyano
lleva hasta el paroxismo el carácter absurdo de las políticas culturales y sociales practicadas
en el contexto de gobiernos dictatoriales obligados a derrocarse sucesivamente unos a otros
y a reemplazar decretos con decretos para asegurarse el poder. Un poder que se legitima a
sí mismo mediante la práctica simbólica y violenta de borrar y reescribir las leyes. Y

9
Íd. Pág. 40
mediante la violencia real de la tortura que los ciudadanos se acostumbran a experimentar
asimilándola con la misma naturalidad con que asimilan los movimientos sísmicos de su
tierra. Llevando a su mayor extremo estas prácticas, Moyano pone en evidencia el carácter
obtuso y grotesco de este poder político atrapado en la espiral sin salida del goce del poder
por el poder y de la violencia por la violencia. Presas de la paranoia por la posibilidad
latente de perder sus privilegios y sus dominios, presidentes, gobernadores, militares y
policías se ven obligados a “corregir” una y otra vez las fronteras de la marginalidad y a
generar múltiples “mecanismos de defensa”.
Ante el azote de las plagas, se construyen murallas, luego fosos que sólo logran
evitar la fuga de productos hacia el Litoral. Puentes levadizos que evitan la fuga física de
gente, que termina evadiéndose por la vía metafísica. Ante las calamidades, amuletos
distribuidos masivamente que terminan transmitiendo enfermedades endémicas. Ante la
llegada de submarinos que perforan la tierra y se roban el agua de las vertientes
subterráneas, el gobierno federal ordena vacunaciones masivas contra todo e instala un
Observatorio Solar que desata la fiebre por la astronomía. Ante el riesgoso
perfeccionamiento científico de la población, los niños son trasladados de provincia y sólo
quedan los ancianos, que sobreviven gracias a los recuerdos. Se prohíben los trenes, las
revistas y los diarios, la emisión de noticias; y toda la ciudad de La Rioja es cubierta por
“una gigantesca lona de circo apoyada sobre los cerros Velasco y Famatina”10.
En Buenos Aires, todo aparece aún más recortado y condicionado por las
prohibiciones, los decretos y los carnets de identificación. Cada ámbito de marginalidad se
encuentra quebrado e interrumpido por otros márgenes, otras negaciones y exclusiones. Y
en el contexto de semejante desplazamiento constante, en el trazado incesante de una
marginalidad dentro de otra, uno se ve tentado a preguntarse: ¿la marginalidad, como
estado, como condición, como idea, puede sostenerse? Si el trazado de un nuevo margen
lleva sucesivamente a otra negación y a otra exclusión, y si esa dinámica, en lugar de
detenerse, se alimenta a sí misma y se multiplica como en un juego de espejos contra
espejos, valdría preguntarse también: la marginalidad, por la fuerza misma de ese

10
Moyano, Daniel. Ob. Cit. Pág. 23
desplazamiento permanente, en lugar de afirmarla, ¿no termina más bien vaciándose a sí
misma?
Villa Violín pareciera ser eso, una fisura, un vacío, un lugar sin patrias ni amos
donde todo son restos, remanentes de lo que ha quedado fuera del mundo, roto y quebrado
por el filo de los recortes y las marginalidades. Allí, no sólo las viviendas, el alimento, las
ropas y los instrumentos están hechos de restos y retazos. Los habitantes de Villa Violín
también son un puñado de restos y retazos. Son aquellos para los que ya no hay un carnet
capaz de identificar quiénes son y a dónde pertenecen. Son aquellos que han quedado por
fuera de todo margen posible. Aquellos para quienes ya no queda siquiera la posibilidad de
un exilio posible porque cada patria, por más lejana e hipotética que sea, vuelve a
expulsarlos.
Entonces, ¿qué hacer? Sin identidad ni patria y marginado de la lengua, Triclinio
creará su patria musical. Habiendo quedado también fuera del lenguaje verbal, habitando un
lenguaje hecho con los restos significantes de los sonidos que ya no lo ligan a la identidad
de un significado, los fragmentos sonoros aparecen como el material apto para la creación
de una patria propia y, por fin, posible. En la libre combinación de esos fragmentos sonoros
que arman la patria íntima e imaginaria construida como una obra de arte, Triclinio
encuentra “un mundo dispuesto a recibirlo como corresponde, igual que los niños que,
cuando nacen, ya tienen escaprines, pañales y esas cosas indispensables para que
comiencen a habitar esta tierra”11.
Como le sucede al presidente de facto de la novela, que sólo despojándose de la
gorra, la espada y las charreteras accede a la libertad de movimientos necesaria para tomar
aire y tocar la sonta “El Trino del Diablo” de Giuseppe Tartini, la novela musical “El Trino
del Diablo” de Daniel Moyano nos recuerda que es preciso ir hasta el fondo de ciertos
signos y atravesarlos. Llegar hasta sus fragmentos y recorrer las islas de los significados
que fundaron la ficción de nuestras zonceras que son el límite a superar para indagar el
sentido de nuestra identidad. Como propone Massimo Cacciari en su ensayo sobre las
figuras del Otro en Occidente, hacer la experiencia de “separarse, dividirse, afrontar el
declinar”12. De otro modo, “¿cómo es posible afirmar la propia identidad sin, al mismo

11
Íd. Pág. 122
12
Cacciari, Massimo. “El Archipiélago”. Buenos Aires: Eudeba, 1999.
tiempo, salir de ella?”13. ¿Cómo hacerlo sin recordar y reconocer al otro, a todos los otros?
Sin reconocer la profundidad y la extensión de la raíz negada; obligada, cada vez, a
trasplantarse en diferentes suelos.
Bibliografía:
• Cacciari, Massimo. “El Archipiélago”. Buenos Aires: Eudeba, 1999.
• Moyano, Daniel. “El Trino del Diablo”. Buenos Aires: Ed. Sudamericana, 1974.
• Lojo, María Rosa. Los aborígenes en la construcción de la imagen identitaria nacional en
la Argentina, en: Alba de América. N° 43 y 44, Vol. 23. Instituto Literario y Cultural
Hispánico de California. Julio de 2004.

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Íd.

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