¡Qué contento me siento al regreso!, 

donde amigos felices me esperan: 
compañeros del aula y maestros, 
cuando vuelvo otra vez a mi escuela. 
 
Atrás quedan dichosos recuerdos, 
vacaciones de andanzas y fiestas. 
Ahora vuelvo a los libros, sediento 
de querer aprender lo que encierran. 
 
En la escuela se goza y se aprende. 
Y en los libros está la riqueza 
con que nutre el maestro mi mente, 
con afecto, bondad y nobleza. 
 
 
 
Vuelta a clases 
las notas, los promedios, 
los trabajos prácticos 
el recreo, ese descanso tan esperado. 
los machetes que siempre están presentes 
cuando la memoria está ausente, 
las tareas cansadoras e interminables 
los dictados con palabras innombrables, 
el estudio para las evaluaciones, 
los promedios a fin de año, 
rogando por cada centésimo 
las risas y charlas en cada recreo 
ahuyentando las llamadas de atención del director. 
 
el de biología con sus preguntas con las mismas respuestas 
la de plástica con sus clases de historia del arte 
la de inglés con su verbo tobe para las pruebas 
la de catequesis con sus encuentros numéricos 
el de matemáticas con sus ejemplos 
el de historia con sus trabajos prácticos 
el de cívica con sus charlas amistosas 
la de danza con sus bailables regionales 
la de español con sus novelas 
el de música con su guitarra 
los de primaria con sus explicaciones y dibujos 
el de geografía con sus preguntas abiertas. 
 
 
En fin la vuelta a clases se hace difícil, 
justo cuando estaba empezando a descansar. 
El colegio donde se juntan los amigos, 
donde no solo el uniforme se nos parece, 
muchas sensaciones y sentimientos 
se producen dentro de este establecimiento 
recuerdos imborrables, tiempos memorables. 
Cada trimestre hay que estar pendientes 
de cada nota y de los promedios finales 
para no sufrir el calor infernal en diciembre  
de estudiar todas las vacaciones, 
de tratar de memorizar las explicaciones, 
de poder responder cada pregunta sin complicaciones, 
poder  aprobar  y  poder  de  una  vez  disfrutar  de  las 
vacaciones.