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Lo adopto! Dice el sacerdote. Y arropando al jorobadito en su sotana entra al claustro. Él es uno de los sacerdotes de esta
catedral. Al día siguiente bautiza a este hijo adoptivo llamándolo Quasimodo, por ser el día de este beato del santoral. Y
así… pues pasan más o menos dieciséis años.
NARRADOR: Y ahora estamos al mediodía del seis de enero de mil cuatrocientos ochenta y dos. Un bullicio general reina
en las calles de París. Es la celebración de la Fiesta de los Locos. Hace falta elegir un Papa de los Locos y el populacho
ha elegido al hombre con la mueca más espantosa. O más bien… al hombre que es todo él una gran mueca. Un gigante
roto y mal recompuesto. Quasimodo.
ACOTACION: (Repique de CAMPANAS. Tumulto de GENTE caminando por las calles entra un joven y una señora.)
NARRADOR: Quasimodo queda perplejo y fascinado ante este ángel que danza al ritmo de una pandereta. La jovencita
es vivaz y lleva unos vestidos de mil colores. Quasimodo tiene la boca abierta. Sobre los desnudos hombros de Esmeralda
se posa su largo cabello. Sus ojos no dejan de emanar fuego y Quasimodo siente que ella lo mira. Pero hay alguien
especial entre el público. Es el sombrío sacerdote Claudio, el padre adoptivo de Quasimodo. Él es ahora archidiácono de
Nuestra Señora de París, la Catedral. No le gusta el número pero observa a la joven con atención.
SACHETTE ¡Que se largue ese saltamontes egipcio! (RISAS y ABUCHEOS del PUEBLO)
¡Otra vez tú, hija de Egipto, ladrona de niños! ¡Maldita seas, gitana! ¡Maldita gitana!
SACHETTE Hace quince años que estoy aquí, sufriendo y rezando, quince años que me golpeo la cabeza contra esta
pared. Y yo les digo que las gitanas me robaron a mi hija, ¿me escuchan?
JOVEN La misma cantaleta desde hace quince años. ¡Deja que cante Esmeralda!
NARRADOR Los aullidos de esta mujer, que sigue gritando y desvariando, salen de una celda subterránea que tiene una
estrecha ventana a la calle con dos barrotes de hierro. Es la célebre Tour-Roland, donde algunas mujeres afligidas se
entierran en vida para hacer penitencia rogando, clamando por un milagro. El pueblo le llama el Agujero de las Ratas a
esta sombría y húmeda cavidad. Quien ahora ocupa esta cueva es una mujer a quien llaman la Sachette. Hace quince
años se hizo reclusa, cuando los gitanos, según dice, le robaron a su pequeña bebé de apenas meses de vida. Este
espectro viviente pasa días enteroscon la vista fija en un pequeño zapatito, único recuerdo de su hija. Ahora, frente a la
gitana, hace explosión su rabia contra esa estirpe que le arrancó a su criatura recién nacida.
SACHETTE Lárgate ya, gitana del infierno. ¡Come niños! ¡Miserable! ¡Devuélveme a mi Inés, mi pequeñita! ¡Maldita seas,
hija de Egipto! ¡Maldita seas!
NARRADOR Los gritos de la Sachette, dispersan a algunos y permiten al archidiácono Claudio descubrir que , Quasimodo
es el Papa de los Locos. Al verlo vestido de payaso, la cólera se le sube a la cabeza y lo baja de las andas a empujones.
La gitana aprovecha el momento para irse a casa, internándose por mil recovecos. A mitad de camino percibe dos sombras
que la siguen. Acelera el paso, pero al doblar la esquina, de golpe es levantada de un tirón por los aires. Y luego se siente
llevada en hombros por un monstruo salido de las tinieblas. ¡Es Quasimodo!
NARRADOR Un caballero que acaba de aparecer arranca a Esmeralda de los brazos del jorobado y la pone sobre su silla
de montar.
FEBO ¡Qué esperan para apresar a ese infeliz! En segundo plano: Entre relinchos de caballos.
NARRADOR, Pero mientras el joven se atusa el bigote la gitana salta del caballo y desaparece como un relámpago.
FEBO ¡Por el ombligo del Papa! ¡Se fue! ¡Vaya que era hermosa esa mozuela!
FEBO Llevarlo preso por desorden público. Vamos, en marcha. Aunque habría preferido quedarme con la gitana, claro
está.
NARRADOR Y mientras Quasimodo es entregado a la Justicia, Esmeralda llega flotando de felicidad a su hogar, la temible
Corte de los Milagros. Ese barrio de ladrones, prostitutas y asesinos es la horrible verruga de París. Aunque ningún hombre
prudente visita esta zona, Esmeralda se siente segura entre esas gentes que la quieren como a una hija. El rey del lugar,
un vulgar mendigo para el resto de París, se llama Clopin. Es como un padre para esta Esmeralda
ESMERALDA Ay, Djali, creo que el amor debe ser como que dos personas se vuelven una… un hombre y una mujer que
forman un ángel… como estar en el cielo.
NARRADOR Al día siguiente el jorobado debe recibir azotes por su osadía de la noche anterior.
(AZOTES. GEMIDOS de QUASIMODO. Abucheo impresionante, risas y aclamaciones del PUEBLO. CADENAS de metal
que se agitan)
PUEBLO ¡Cabalgador de escobas embrujadas! ¡Mira qué cara trágica nos pone! ¡Como para hacerte papa de los locos!
Esa es la mueca de la picota. ¡Tápenlo con su campana y a cien pies bajo tierra, campanero! ¡Tu cara es mejor abortivo
que cualquier pócima, campanero!
NARRADOR Sobre las espaldas del jorobado empieza a surgir la sangre, mientras el campanero se retuerce de dolor
intentando en vano romper esas fuertes cadenas que lo sujetan al tormento.
NARRADOR Por fin una muchacha, acompañada de una cabrita blanca de cuernos dorados, se abre paso entre el gentío,
sube las escaleras al cadalso y acerca muy despacio un cántaro de agua a los áridos labios del infeliz jorobado. El único
ojo de Quasimodo se llena de lágrimas. En cualquier lugar del mundo ver a una bella muchacha, fresca, pura, encantadora,
ayudando con tanta caridad a un ser tan deforme y tan horrible, sería un espectáculo conmovedor. Pero aquí, es
simplemente sublime. La multitud está sobrecogida. Y por fin, guarda un respetuoso y emotivo silencio.
BLOQUE DOS
NARRADOR Han transcurrido dos meses desde que Quasimodo fue azotado públicamente en la plaza de Grève. Dos
meses también desde que la gitana Esmeralda, en un gesto de compasión, le diera un poco de agua para menguar su
agonía. Desde entonces algo extraño sucede con el repicar de las campanas de Nuestra Señora… suenan distraídas,
mustias, tristes… tal vez enamoradas. Pero han comenzado los primeros días de verano y esta es una mañana alegre.
Frente a la Catedral, en el balcón de su suntuoso palacio se encuentra la hermosa y distinguida señorita Flor de Lis. Está
bordando junto a su madre, mientras su novio, el apuesto capitán Febo, se arrepiente cada segundo de encontrarse tan
próximo al matrimonio con Flor de Lis.
FLOR DE LIS Madre, ¿quién es ese hombre de negro allá arriba en la torre? Ese cura parece poseído
SEÑORA Es el padre Claudio, el archidiácono, y el otro es el jorobado, su campanero. Dicen que se dedica a la magia…
FLOR DE LIS Lo digo por cómo observa a esa gitanilla bailando en la plaza.
SEÑORA Que tenga cuidado esa joven, al archidiácono no le gustan las gitanas.
FLOR DE LIS Baila maravillosamente. Febo, ¿no es esa la gitana que salvaste hace dos meses, de manos de una docena
de ladrones?
NARRADOR En la mirada del capitán Febo arde el deseo por poseer a esa criatura exótica. Y sabe cómo hacerlo. Sabe
cómo cortejar a una mujer de una condición social inferior. Sabe cómo rendir las resistencias y pudores de una gitana. Una
semana después, el caballero Febo está saliendo de una taberna acompañado de un amigo, bastante pasado de copas:
(Ruidos de la TABERNA. Cristales rotos, ruido del entrechocar de los vasos, bullicio, juramentos, discusiones... PUERTA
que se abre. PASOS. Alguna CANCIÓN alegre. )
FEBO Por las verrugas de mi abuela, amigo, necesito el dinero que me ofreciste.
FEBO El dinero para mi cita. Solo puedo llevar a esa gitana a la casa de la alcahueta del Puente, y esa vieja no me fía la
habitación.
FEBO ¿Ni un triste cuarto para… para el cuarto? (ríe de su propio chiste)
JOVEN Nada. (entre risas) Nada de nada, nada que no quiera seguir gastando en la taberna. Adiós, adiós y buena suerte,
capitán Febo.
FEBO ¡Ojalá te ahorquen con las tripas de tu abuela! ¡Y termines tan borracho que te recoja la carreta de la basura!
NARRADOR El capitán Febo atraviesa las oscuras calles de París, rumbo a su cita. Pero se le acerca una sombra salida
de la espesa neblina, un hombre de capa negra y con el rostro cubierto con una capucha. Al capitán, hombre valiente,
poco le habría importado vérselas con un ladrón, pero este espectro lo ha petrificado.
FEBO (asustado) Si eres ladrón, pues no llevo encima ni una sola moneda. Además, aunque soy noble, mi familia está
totalmente arruinada. Será mejor que busques a otro.
PADRE CLAUDIO (voz cambiada) ¡No señor, no pretendo robarle al capitán Febo!
PADRE CLAUDIO No solo conozco su nombre. Sé también que tiene usted una cita esta noche. Dentro de un cuarto de
hora. En casa de la alcahueta del puente.
FEBO Esmeralda.
FEBO (temor) ¡Por Cristo y Satanás juntos! ¿Me has dicho mentiroso?
PADRE CLAUDIOPero ese dinero es suyo con una condición. Debe probarme que hoy se encontrará con Esmeralda.
FEBO Ah. Bien, bien. Me da igual. Lo dejaré esconderse en la habitación. Sígame usted.
(PASOS. )
FEBO A fe mía que es usted muy extraño, señor. No sé si es micer Diávolo en persona o algún enviado suyo pero, por
esta noche, seamos buenos amigos y mañana le pagaré las deudas: las de la bolsa y las de la espada.
NARRADOR
El misterioso hombre de la capa se esconde en un rincón de la habitación alquilada por el capitán. A los pocos minutos lo
ve aparecer acompañado por la bella Esmeralda. Deben creerme si les digo que todo él tiembla de rabia al ver a los
amantes sentados muy juntos sobre un arcón de madera. La joven Esmeralda no se atreve a mirar de frente al capitán. Y
habla tan suave que al encapuchado se le hace difícil escuchar lo que esos dos amantes se están diciendo.
ESMERALDA (al oído) Le ruego que no me desprecie, señor Febo, yo… está muy mal lo que estoy haciendo. Por venir
con usted hasta aquí.
FEBO Más bien debería odiarte por haberme hecho rogarte tanto. Dime que no te soy indiferente.
ESMERALDA No, eso... Yo… yo lo amo, señor.
NARRADOR Es entonces que el entusiasmado Febo pasa su brazo por la cintura de la gitana.
ESMERALDA Usted es bueno, generoso y bello, y me ha salvado a mí que no soy más que una pobre muchacha.
FEBO ¡Que si te amo, ángel de mi vida! Mi cuerpo, mi alma, mi sangre, todo es tuyo, todo es para ti. Te quiero y nunca he
querido a nadie más que a ti.
NARRADOR El capitán ha repetido tantas veces esta frase en situaciones tan similares que el discurso aparece en sus
labios sin un solo error. Ante esta declaración apasionada, la inocente Esmeralda se llena de felicidad.
NARRADOR Febo ha encontrado la ocasión para robarle un beso en la boca, pero esto aumenta la tortura del
encapuchado, que acaba de sacar de entre sus ropas un puñal.
FEBO Ya veras cómo te quiero, mi Esmeralda. ¡Serás la criatura más feliz del mundo!
FEBO Encontraremos una casita en cualquier parte y haré desfilar a mis arqueros a tu puerta. Para que sepas que te amo.
NARRADOR Las manos de Febo recorren los hombros morenos, la pequeña cintura, el delicado cuello de la jovencita. La
pasión se hace incontenible y con un gesto violento el capitán le arranca la blusa a la muchacha. Esmeralda intenta cubrirse
los senos. Pero el gesto del capitán ha puesto también al descubierto un pequeño bolso de seda, adornado con lentejuelas
verdes, que Esmeralda lleva colgado al cuello.
ESMERALDA Un… un amuleto. Que me permitirá… encontrar a mi madre. A mi… pobre madre. Si me conservo digna de
ella. Si me conservo. Ya no puedo hacer esto señor Febo, por favor… le ruego que me devuelva mis ropas. Y me disculpe.
ESMERALDA No, Febo de mi alma, yo sí te amo. Te amo. ¡Tómame! ¡Tómame toda! ¡Haz de mí lo que deseas, pero no
me desprecies! ¡Soy toda tuya! ¡Qué puede importarme este amuleto! ¡Qué me importa mi madre! ¡Lo único que pido es
que me ames!
NARRADOR Ella ahora está colgada de Febo y él la abraza, la besa, la acaricia mientras la va desnudando. Está a punto
de hacerla suya cuando Esmeralda ve, detrás de su amado, la cabeza de otro hombre. Tiene el rostro lívido, verdoso,
convulsionado de rabia. Sin darle tiempo a soltar un grito, el miserable eleva en su mano un puñal y lo introduce entero,
de un solo golpe, en la espalda del capitán.
NARRADOR Esmeralda se desvanece y cae junto al cuerpo ensangrentado de Febo. Entonces… ay, entonces el
encapuchado se acerca a la joven inconsciente y… y la besa con pasión.
NARRADOR (continúa) Luego el encapuchado se asoma a la ventana de la casa del puente y, sin pensarlo dos veces,
se lanza de cabeza al río Sena.
BLOQUE TRES
NARRADOR La Corte de los Milagros se encuentra en una incertidumbre mortal. Comandados por el mendigo Clopin han
buscado a Esmeralda por todas las calles de París. No sabe esa tribu de ladrones que a su adorada gitana la han declarado
culpable del asesinato del capitán Febo. Y la acusan también de brujería. En este preciso momento la joven está siendo
llevada a rastras por un grupo de oficiales a uno de los calabozos de la temida Santa Inquisición. La llevan para que
confiese.
ESMERALDA (desesperada) ¡Febo! ¡Febo! ¿Dónde estás? ¡Señores, por favor! ¡Díganme si vive!
(ARRASTRE se detiene.)
ESMERALDA ¡Solo dígame si vive! ¡Contésteme, por misericordia! ¡Díganme si mi Febo respira!
ESMERALDA Fue un hombre de negro, se lo juro, con una mirada siniestra y el rostro cubierto con una capucha.
ESMERALDA No, no es cierto. Suéltenme, ¿adónde me llevan? Febo, quiero que me lleven ante él. ¡Ante él!
NARRADOR El cuerpo de la desdichada joven se estremece al entrar en la cámara de torturas. Hay instrumentos regados
por toda la habitación: tenazas, pinzas de hierro, un colchón de cuero del que cuelgan correas y unas argollas. Un torno
capaz de descuartizar al hombre más fuerte. Esmeralda va perdiendo la fe en Dios mientras la invade el terror a verse
atada al torno. Sus pequeños pies son metidos en un espantoso revoltijo de sierras, ruedas y caballetes.
SACERDOTE Confiesa, bruja endemoniada, que tienes tratos infames con el diablo, bajo la forma de una cabra. Confiesa
que fue con la ayuda del demonio, en forma de un fantasma encapuchado, que has apuñalado y asesinado al capitán
llamado Febo de Châteaupers.
NARRADOR Esmeralda, sometida al tormento, confiesa todo lo que le piden confesar. Y queda encerrada en las
mazmorras a la espera de su condena. Fría como la noche, como la muerte, sin ningún rayo de luz en sus ojos, partida en
dos, cargada de cadenas, acurrucada junto a un montoncito de paja, en esa celda la gitana ya no es capaz de distinguir
entre la vigilia y el sueño, entre el sueño y la realidad. Hasta que un día, o quizás una noche –pues día y noche tienen el
mismo color en este sepulcro– las cerraduras de su jaula se abren.
NARRADOR El hombre alza su capucha. Es el archidiácono, el padre Claudio. Y la muchacha reconoce en esa mirada
siniestra al culpable de la aleve cuchillada y de su desgracia.
ESMERALDA ¡Usted, usted mató a mi Febo! ¡Miserable! ¿Quién es? ¿Qué le he hecho? ¿Por qué me odia tanto? ¿Por
qué ha desgraciado mi vida? ¿Qué tiene contra mí?
PADRE CLAUDIO Nada, Esmeralda. No tengo nada. Solo te amo. (pausa) ¿Me oyes? Te he dicho que te amo.
PADRE CLAUDIO Es el amor de otro condenado, Esmeralda. Escúchame, muchacha: antes de conocerte yo era feliz...
pero un día te vi por mi ventana. Bailabas en la plaza, tan hermosa que el mismo Dios te habría preferido a la mismísima
Virgen. Tienes una belleza sobrenatural. Sé que eres una trampa del demonio y que has llegado para perderme. Pero
igual…
PADRE CLAUDIO ¡No vuelvas a pronunciar ese nombre! ¡Él nos ha perdido! ¡Ten piedad de mí, muchacha! Te crees
desdichada, pero no sabes lo que es la desgracia. ¡Amar a una mujer! ¡Ser sacerdote! ¡Archidiácono de esta catedral! ¡Ser
odiado por ti y amarte con todas mis fuerzas, con todas las fuerzas de mi alma; poner en riesgo mi reputación y mi salvación!
Lamentar todos los días no haber sido rey, emperador, arcángel o Dios mismo para poder someterme a tus pies como el
menor de tus esclavos. ¡Compadécete de mí, gitana! Te lo ruego, ¡si tienes corazón no me rechaces! ¡Es que te amo! Y te
puedo salvar, yo te puedo ayudar a huir, podemos ser felices juntos.
PADRE CLAUDIO (encolerizado) ¿Otra vez él? Está muerto, muchacha. ¡Muerto y enterrado!
ESMERALDA ¿Muerto? ¿Está muerto, dices? Entonces, ¿por qué me hablas de vivir? ¡Vete, monstruo! ¡Vete, asesino!
¡Déjame morir! ¿Ser tuya? ¡Jamás! ¡Nada, ni siquiera el infierno sería capaz de unirnos!
NARRADOR (continúa) Y la gente del camino al verla tan frágil, tan niña, tan bella, no puede evitar conmoverse. La
condenada levanta sus ojos, rojos y secos, suplicantes, hacia el cielo, y descubre, frente a la Catedral, en un balcón, junto
a la arrogante Flor de Lis, a su amigo, a su amor, a su adorado Febo.
ESMERALDA ¡Está vivo! ¡El juez ha mentido! ¡La Santa Inquisición ha mentido! ¡Ese cuervo disfrazado de cura ha
mentido! (trata de gritar) ¡Febo! ¡Febo!
NARRADOR La gitanilla trata de extender sus brazos hacia él, pero están atados.
NARRADOR Y apenas el capitán cruza miradas con la joven, pues frunce el ceño, toma por la cintura a Flor de Lis y
ambos desaparecen tras los cristales del balcón.
ESMERALDA ¡Febo! No, Febo, no te vayas, no me desprecies, no me digas que tú también les has creído. ¡Soy inocente,
soy inocente! ¡Suéltenme!
NARRADOR Pero la carreta sigue su camino y los verdugos se mantienen inconmovibles al clamor del pueblo que sigue
gritando ahora su liberación. Y en ese momento, desde lo alto de las torres de la Catedral, atornillado a gruesas cuerdas
atadas a las columnas, se descuelga Quasimodo, el jorobado.
NARRADOR (continúa) De un solo impulso llega hasta la plaza, derriba con sus enormes puños a los verdugos, toma a
la gitana de una mano y, suspendidos ambos por los aires, suben balanceándose hasta llegar a lo alto de la iglesia mientras
el campanero jorobado grita:
NARRADOR Desde la Edad Media existe el derecho de asilo, hay lugares donde la justicia humana ya no tiene poder. Las
iglesias gozan de este privilegio. Por esto, en el recinto de Nuestra Señora nuestra Esmeralda es una persona sagrada.
Pero solo allí.(pausa) Quasimodo lleva en brazos a la gitana en una desenfrenada y triunfal carrera por torres y galerías.La
deposita con cuidado en una pequeña celda donde le muestra un cesto de comida y un colchón.
NARRADOR Son su propia comida y su propio colchón lo que el campanero le ofrece a Esmeralda. Entonces ve que los
labios de la muchacha se mueven.
QUASIMODO (interno) ¡Ah! ¡Soy sordo! No me falta más que eso, ¿verdad? Pues, sí; soy sordo; así estoy hecho. Es
horrible, ¿verdad? ¡Pero tú eres hermosa! Nunca me he sentido tan feo como ahora, cuando por fin estoy junto a ti.
Seguramente te asusto, te parezco un monstruo, ¿no? Pero tú, tú eres como un rayo de sol, como una gota de rocío. Y yo
te cuidaré. Si necesitas algo, debes hacerme señas, y yo te entenderé. Siempre.
MÚSICA.
NARRADOR Y así comienzan a pasar los días, y Esmeralda va perdiendo el miedo al horrible jorobado mientras este la
cuida como la joya más preciada. No hay día en que la niña despierte sin encontrar un jarroncito de flores frescas junto a
un plato de comida caliente. Y no hay noche en que la muchacha no se acueste sin tener al vigilante Quasimodo montando
guardia a la puerta de su celda. Sin embargo, el campanero sabe del sufrimiento de la gitana. La ve pasar jornadas enteras
con la cara pegada a los cristales de la ventana de su celda.
ESMERALDA (interno) ¡Febo! ¡Ven! ¡Una palabra! ¡En nombre del cielo! ¡Febo!
NARRADOR Quasimodo deduce que el objeto de aquella súplica es un joven, un capitán, un apuesto caballero de
uniforme.
QUASIMODO (interno; amargo) ¡Solo hay que ser hermoso por fuera para ser amado!
NARRADOR Y a pesar de tener el corazón partido por la pena, Quasimodo decide buscar al capitán para poder hacer feliz
a la muchacha.
RELINCHO de caballo.
FEBO ¡Lárgate, lárgate, animal! Y dile a esa gitana que se vaya al diablo, que ya no me interesa, que voy a casarme.
NARRADOR Quasimodo no escucha ni entiende sus palabras, pero comprende su amargo significado. Más aun cuandoel
capitán arremete contra él con su caballo y luego se aleja, indiferente.
QUASIMODO (interno) ¡No entiendo, no entiendo, yo daría todo porque alguien me ame!
NARRADOR Durante estos días el archidiácono se ha recluido en su habitación y arde de deseos de tomar posesión de
la gitana que le ha desgraciado la vida. Pero el jorobado no deja a la muchacha ni a sol ni a sombra y el cura teme su
fortaleza y su furia. Pero no se resigna a vivir espiándola, no soporta ver a su amada Esmeralda al lado del jorobado, no
tolera la sumisión y la obediencia de su campanero, la ternura con que el miserable sordo la contempla. Está claro que
Claudio está celoso de Quasimodo. Y amargo y meditativo camina de un lado al otro por los techos de la catedral de
Nuestra Señora de París repitiendo fatales palabras:
PADRE CLAUDIO ¡Si no es mía… si no llega a ser mía… pues no será de nadie!
BLOQUE CUATRO
NARRADOR
El archidiácono Claudio no soporta verse despreciado por la gitana. Ha jurado venganza y elabora un siniestro plan: correr
la voz entre los bandidos de la Corte de los Milagros de que la gitana será apresada y colgada en la plaza de Grève. Los
truhanes tomarán por asalto la Catedral, y secuestrarán a su adorada niña. Él podrá luego recuperarla. Por eso, esta noche
podemos ver en una taberna a la temible Corte de los Milagros, reunida alrededor de su rey, Clopin Truifú. Él está
repartiendo las armas.
REPIQUE de CAMPANAS.
CLOPIN
(clandestino y perentorio)
¡Ya es medianoche! ¡Tomen las armas! ¡Cruzaremos en silencio! ¡No encender antorchas hasta llegar a la catedral!
¡Vamos, en marcha!
NARRADOR
Y con estas palabras todos los truhanes, hombres, mujeres y niños, salen a la calle armados con hachas, espadas,
cuchillos, puntas de lanza y hasta cacerolas.
En segundo plano:
TRUHANES
¡Todos a nuestra señora! ¡A saquear la catedral! ¡Abajo el obispo, lo colgaremos! ¡Entréganos a nuestra hermana!
¡Esmeralda, o acabaremos con la iglesia! ¡Al saco! ¡Al saco! ¡Nos llevaremos todo el oro y la plata!
NARRADOR
Al otro lado de la ciudad, en Nuestra Señora, Quasimodo no duerme. Desde hace días lleva en el pecho un mal
presentimiento y monta guardia con el corazón lleno de desconfianza. De pronto ve, con el único ojo que le dio la
naturaleza, un gentío que avanza hacia la catedral. ¿Van a atacar a su amada? ¡Debe despertar a su Esmeralda, quizás
ayudarla a huir! ¿Pero por dónde? Los truhanes ya han llegado a la plaza de Nuestra Señora y están encendiendo
antorchas. Clopin avanza y levanta la voz:
CLOPIN
Archidiácono: Nuestra hermana, injustamente condenada, se ha asilado en tu iglesia. Tú le debes protección. Pero la
justicia quiere prenderla y tú has consentido en eso, piensan colgarla en la Grève mañana mismo. ¡Pero Dios y nosotros
estamos aquí! Y si tu iglesia es sagrada, también lo es nuestra hermana. Y si nuestra hermana no es sagrada, tampoco lo
es tu iglesia. Entréganos a Esmeralda o asaltaremos tu iglesia. ¿Me has escuchado?
NARRADOR
Quasimodo es sordo, no puede oír las palabras de Clopin y piensa que su amada estáen peligro.
CLOPIN
¿No hay respuesta? Muy bien. ¡Muy bien! ¡Adelante hermanos! ¡Al trabajo cerrajeros!
NARRADOR
Treinta hombres fornidos llegan a la gran puerta de la catedral. Con martillos, palancas y tenazas intentan forzarla y entrar.
En segundo plano:
TRUHANES
¡Demonios! ¡Está dura esta puerta! ¡Fuerza, por nuestra hermana! ¡Por Esmeralda! ¡Ánimo, camaradas!
CLOPIN
Gran estrépito al estrellarse contra el suelo UNA GRAN VIGA. GRITOS de hombres.
En segundo plano:
TRUHANES
CLOPIN (continúa)
JOVEN
CLOPIN
¡Por todos los demonios! ¡Adelante, hermanos! ¡Es solo una vida, no nos asusta una viga! ¡Al asalto! ¡Al asalto y al saco!
En segundo plano:
TRUHANES
¡Me quemo! ¡Me quemo! ¡Ayuda! ¡Corran ahí viene otra! Mi pierna! ¡Hermano, levántate, levántate! ¡Ayuda! Es imposible
entrar. ¡La iglesia está encantada! ¡Huyan! ¡Huyan! Es una vieja iglesia encantada! ¡Fuego, fuego! ¡Ayuda! ¡me quemo,
me quemo! Mis manos, mi cara! ¡Dios, Dios! ¡Por los bigotes del papa! ¡Las gárgolas escupen fuego!
NARRADOR
Cae una lluvia de piedras sobre los asaltantes. El atrio se va llenando de heridos que yacen sobre un mar de sangre. Los
vándalos están asustados pero Clopin alienta a su tropa:
CLOPIN
¡Es el campanero Quasimodo, él nos ataca! ¡Vamos! Todo el oro de allá adentro será nuestro, ¡es un solo hombre contra
todos nosotros!
NARRADOR
Con esto, la furia se apodera de esa muchedumbre. Los hombres, ahora llenos de rabia, traen escaleras, multiplican las
antorchas y, al cabo de pocos minutos, Quasimodo está acorralado por una turba a punto de alcanzar lo más alto de las
torres. El jorobado piensa que quieren matar a su Esmeralda y por eso pide al cielo un milagro mientras se retuerce de
ansiedad, desesperado.
En segundo plano:
TROPAS REALES
¡Por Francia, por Francia! ¡Ensartad a los villanos! ¡Adelante! ¡A ellos! ¡A ellos! ¡Atrapen a la bruja! ¡Muerte a la gitana!
NARRADOR (continúa)
Y el milagro se hace presente. Las tropas reales al mando de capitán Febo han llegado para hacer cumplir las órdenes del
rey: proteger a su Catedral, exterminar a los alzados y colgar a la bruja. Los truhanes tratan de huir, pero los soldados los
van ensartando uno a uno con sus lanzas y espadas. Clopin acaba de morir alcanzado por un tiro de arcabuz. En poco
tiempo, es de los soldados la victoria. En lo alto de la torre, Quasimodo cae de rodillas y agradece al cielo. Luego echa a
correr a la celda de su adorada gitana pero… Pero encuentra su dormitorio vacío.
QUASIMODO
(interno)
¡Esmrlda! ¡Esmrlda!
NARRADOR
Quasimodo recorre toda la iglesia llamando a Esmeralda como mejor puede. Está loco, desesperado, y les abre las puertas
a los soldados para que lo ayuden a buscarla. Estos comprueban que la gitana ya no está y salen a las calles.
En segundo plano:
TROPAS REALES
¡La gitana! ¿Han visto a una gitana? ¡Por aquí! ¿Dónde está? ¡Sigan de frente! ¡En marcha!
NARRADOR (continúa)
El jorobado… ¡ah, el jorobado!... cae abatido, el alma hecha pedazos: por fin comprende que solo un hombre puede
haberse llevado a su niña, solo su protector, su amo, solo el archidiácono de la Catedral, el padre Claudio.
ESMERALDA
PADRE CLAUDIO
Escúchame, escucha, esta es la plaza de Grève, ¿la conoces? Las tropas reales quieren colgarte de esa horca.
¿Entiendes? Yo acabo de arrancarte de sus manos. Pero nos persiguen, ¿los oyes? ¿Te das cuenta de que te están
buscando, de que no miento? Mírame, Esmeralda, todavía puedo salvarte. De ti depende. Escoge entre ser mía o morir
en la horca. Vamos, tú sabes que te amo. ¡Vamos, dime una palabra! ¡Solo una palabra! ¡Una!
ESMERALDA
¡Asesino!
PADRE CLAUDIO
¡Pues muere!
NARRADOR
El sacerdote arrastra a Esmeralda por los suelos hasta el agujero de las ratas, esa celda subterránea que ocupa la
Sachette.
PADRE CLAUDIO
¡Sachette! ¡Sachette!
SACHETTE
¿Quién llama?
PADRE CLAUDIO
Mira lo que te traigo, Sachette. Aquí tienes a tu gitana. Pásameun pedazo de tu cadena.
ESMERALDA
PADRE CLAUDIO
Sí, Sachette, toma y sujétala bien mientras llamo a la guardia. Hoy tendrás el placer de ver colgado a este demonio.
SACHETTE
(placer)
ESMERALDA
SACHETTE
¡Gitana miserable!
ESMERALDA
SACHETTE
¿Nada? ¿Nada? Ustedes los gitanos me robaron a mi hija, ustedes se la comieron. Tendría ahora tu edad. Hace quince
años que estoy aquí, quince años sufriendo y rezando para nada, quince años que me golpeo la cabeza contra la pared.
Cómo te mordería si te tuviera cerca, si no hubiera esos barrotes.
ESMERALDA
¡Señora, tenga piedad! Ya vienen por mí. ¡Sálveme! ¡No permita que me cuelguen!
SACHETTE
Devuélveme a mi hija, entonces. Mira, mira, este es su zapatito, todo lo que me queda de ella. ¿Sabes dónde puede estar
el otro? Si lo sabes dímelo, que aunque estuviera al otro lado del mundo, yo iría a buscarlo andando de rodillas.
NARRADOR
Esmeralda ve el zapatito bordado. Y con la mano que le queda libre va sacando de ese bolsito de lentejuelas verdes que
lleva colgado al cuello… un zapatito idéntico al que sostiene la Sachette.
ESMERALDA
Me lo dieron… las gitanas me lo dieron con este papelito. Mire… mire lo que dice:
(lee)
“Cuando encuentres el otro par, tu madre te tenderá sus brazos”.
SACHETTE
Dios mío. ¡Díos mío! ¡Eres mi hija! ¡Hija! ¡Díos mío! Tenerte… frente a mí y… no poder abrazarte.
NARRADOR
La Sachette golpea con el ladrillo que le sirve de almohada y acaba rompiendo los dos barrotes. Los arranca con sus
propias manos. Esmeralda se introduce en la celda y luego… después de quince años… madre e hija se abrazan por fin.
SACHETTE
¡Tengo otra vez a mi hija! ¡Está aquí! ¡Dios me la ha devuelto! ¡Dios mío, qué hermosa eres! ¡Hija, perdóname! He debido
parecerte muy mala, ¿verdad? ¡Ay Dios, cuánto te quiero! ¡Qué felices vamos a ser!
ESMERALDA
¡Madre, madre, sálvame! ¡Llegan los soldados! ¡Me van a matar, estoy condenada a muerte!
SACHETTE
Ven, entra, escóndete aquí. No podrán verte. Les diré que te has escapado, que te solté yo misma.
JOVEN
¡Eh, vieja Sachette! Buscamos a la bruja gitana para colgarla. Nos dijeron que tú la tienes.
SACHETTE
JOVEN
SACHETTE
JOVEN
SACHETTE
JOVEN SOLDADO
SACHETTE
JOVEN SOLDADO
Capitán Febo, conviene buscar alotro lado del río.
NARRADOR
ESMERALDA
JOVEN SOLDADO
¿Quién grita?
SACHETTE
(muy alarmada)
JOVEN SOLDADO
Muévete, vieja.
SACHETTE
Se lo suplico, señor. No, no se la lleve, es mi hija, es mi hijita perdida. ¡Socorro! ¡Socorro! ¡Alguien que me ayude!
ESMERALDA
¡Madre! ¡Madre! ¡Defiéndeme, vienen por mí! ¡Madre, no los dejes que me lleven, no los dejes que me maten!
SACHETTE
¡Me quieren quitar a mi hija! ¡Dios, dónde estás, no permitas que me quiten a mi hija! Quince años que lloro su ausencia y
ahora me la quieren quitar. ¡Lobo asesino! ¡Pandilla de cobardes! ¡Miserables verdugos! ¡Malditos asesinos!
ESMERALDA
NARRADOR
Pero ya no hay nada que hacer. Los guardias han entrado en la celda. Toman a Esmeralda, mientras la madre se aferra a
su niña y la cubre con su cuerpo. Pero estos hombres conmovidos deben cumplir las órdenes del rey. El sol ya está
saliendo y la plaza se llena de gente. Suben a madre e hija entrelazadas al cadalso. Esmeralda está atada de pies y manos.
Cuando la Sachette ve llegar al verdugo, cuando ve que ese hombre acomoda una soga alrededor del cuello de su
criatura… se abalanza sobre él como una fiera y lo muerde.
NARRADOR
La Sachette ha muerto. El verdugo toma a la gitana nuevamente. Desde lo alto de las torres de Nuestra Señora, un hombre
sombrío contempla la escena. Es el archidiácono Claudio. Detrás de él avanza, silencioso, Quasimodo. Abajo y a lo lejos
llega a ver a su Esmeralda con la soga al cuello. Luego ve al verdugo empujarla bruscamente. Y ve a su niña temblar por
un instante demasiado largo para luego balancearse al final de la cuerda. El archidiácono Claudio… inexplicablemente…
suelta una carcajada.
RISA de CLAUDIO, interna y amarga.
NARRADOR (continúa)
Quasimodo no puede oír la risa del archidiácono, pero sí puede verla. Y se lanza sobre su amo, lo levanta por los aires y
lo arroja al abismo.
QUASIMODO
(interno, fiero)
NARRADOR
Desde ese momento fatal no se volvió a ver a Quasimodo. Algunos cuentan que en una fosa común se encontraron, años
más tarde, dos esqueletos, uno de ellos extrañamente abrazado al otro. Un esqueleto era de mujer, y tenía alrededor del
cuello un bolsito de seda adornado con lentejuelas verdes. El otro esqueleto, que estrechamente abrazaba al primero, era
de hombre y tenía una desviación en la columna vertebral. Su cabeza se unía directamente a los omoplatos y una de sus
piernas era más corta que la otra. No presentaba, por otra parte, ninguna ruptura vertebral en la nuca. Era evidente que
no había muerto ahorcado. Resultaba fácil, por eso, pensar que ese hombre había, pues, llegado vivo hasta la tumba. Y
cuando se pretendió separarlos… el esqueleto se deshizo en polvo.
Fin