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Rassial-Los padres del adolescente.

El vínculo de la madre con el hijo es primero real, el hijo es un pedazo despegado del cuerpo de la madre, por lo tanto
imaginario, es la madre quien sostendrá para el hijo la construcción del mundo exterior y de su yo corporal, mientras
que el vínculo del padre con el niño, es un vínculo que para existir debe ser propuesto, introducido y sostenido
imaginariamente, es un vínculo primero simbólico.
El adolescente tenderá a evocar a los padres como un todo, incluso como a ese padre combinado que reúne los
atributos de los dos sexos (figura fantasmática en el niño pequeño), cuando hable de los adultos descuidará con mayor
frecuencia la diferencia sexual, el acento se pondrá en la diferencia generacional.
El adolescente debe efectuar un doble trabajo de duelo, por el de su propia posición infantil, y el de las figuras
parentales del niño.
Para los padres, la adolescencia de los hijos implica un cambio de lugar, ser padre primero es una función, luego una
posición ocupada en relación a otro sujeto y modificada, incluso trastornada, cuando ese sujeto se transforma de niño a
adolescente y luego en adulto.
La adolescencia de los hijos es una crisis necesaria para la organización familiar, obligando a los padres a reinventar su
lugar, ya sea con los otros miembros de la familia, con su cónyuge, con sus propios ascendientes o en relación a ellos
mismos. Les será necesario apoyarse sobre su cualidad de hombre y de mujer, sin poder contentarse de su posición de
padre.
Los padres deben efectuar, también, un trabajo de duelo.
El adolescente se ve confrontado a la separación entre la realidad de sus padres, que él comienza a percibir como
sujetos cualesquiera, con sus conflictos, sus límites, sus deseos, y los padres idealizados de la infancia.
Lo que son los padres para el adolescente
El cuerpo del niño se transforma en cuerpo de un adulto, para el adolescente estos cambios son tanto o más importante
que la madurez de los órganos genitales. El adolescente debe realizar un trabajo de apropiación, o de reapropiación de
la imagen del cuerpo tal como se había constituido en la primera infancia alrededor de la época llamada del estadio del
espejo. Lo que en la adolescencia garantiza esta imagen del cuerpo, ya no son la mirada y la voz de los padres, sino de
los pares, y sobre todo las eventuales parejas del otro sexo.
El mundo socializado está concebido a la medida del adulto y el niño debe mirar hacia arriba permanentemente. Pero
ocurre que el adolescente se convierte en tan o más grande que los padres, constatar eso puede tener un efecto
catastrófico para algunos.
La pubertad en un primer tiempo puede ser vivida como una falta, como una enfermedad. Pero por eh hecho de esta
semejanza, también será vivida, con frecuencia en un segundo tiempo, como una competición con los padres. En esta
competencia lo que se pone en juego es el envejecimiento y la muerte de los padres.
El adolescente se da cuenta de que poseer el conjunto de los atributos de la edad no es, la propiedad de ciertos
humanos, sino un estado provisional. Entonces, el mundo ahora esta dividido en un cierto número de estados
provisionales, al menos tres: el niño, el adulto y el viejo. Y si el niño crece, los padres envejecen, y si toma una posición
de adulto desaloja a los padres para empujarlos hacia la vejez.
Los padres del adolescente se presentan no solo falibles sino también mortales.
Este carácter decepcionante de los padres tendrá dos consecuencias: modificará de forma radical la relación del
adolescente con sus padres, el alcance y estilo de sus demandas, de sus quejas, de sus reivindicaciones; y volverá a
plantear la cuestión de Otro como referente último que esta vez sea infalible y pueda garantizar con eficacia y de forma
duradera al adolescente su identidad, lo que implicara la eventual nueva religiosidad, como la espera o la búsqueda de
un amor, un gran amor distinto al parental, es decir, ordenado por el acceso del adolescente a la genitalidad.
No solo el adolescente se convierte en adulto sino que potencialmente se convertirá en padre o madre. El término de
cadena de generaciones corresponde a lo que constata el adolescente, los padres no son los primeros, y él y sus
hermanos/as no son los últimos.
Se modifica el valor de la escena primitiva, o sea, la imagen fantaseada del acto sexual de los padres que engendró al
hijo, ese momento que sería su origen.
El adolescente replanteando la cuestión de su origen interroga la sexualidad de los padres, directa o indirectamente, y
lo que interroga el adolescente es este acto sexual imaginario y único de su propia fecundación.
El estilo de interpelación del adolescente con respecto a los padres es la insolencia y la respuesta.
Ser insolente es afirmar su propia soledad, en una sociedad que no reconoce más que menores y mayores, niño y
adulto, sin estatuto intermedio, estar en la adolescencia es en si una insolencia, en la insolencia del adolescente hay un
malestar que se proyecta al exterior, y adolescencia es el momento en que esos sentimientos negativos con respecto a
sí mismo no son reprimidos, expulsados al fondo de sí, sino que son proyectados al exterior. Esta insolencia es uno de
los motores mismos del proceso de adolescencia.
Un hijo que responde es aquel que en lugar de obedecer pronuncia una palabra, una palabra de más. Esto es
insoportable, primero porque se pone en manifiesto que hay otros discursos posibles al discurso parental, y segundo
porque en verdad el discurso de los padres se revela frágil ya que hace falta una palabra para denunciarlo.
En este diálogo difícil entre adolescentes y padres las partes se sienten desbordadas, por la cual hay que apelar a un
tercero que únicamente pueda ayudar a cada uno a descubrir sus determinaciones.
El adolescente demanda, responder directamente a esas demandas no resuelve nada, eso no quiere decir que sea
necesario rechazar todas las demandas, pero hay que medir que lo que se demanda es siempre menos alguna cosa
que simplemente un signo de escucha, un signo de amor, de reconocimiento. Detrás de la demanda esta su derecho de
demandar, de ser reconocido como legítimo.
En la adolescencia se accede a un modo de pensar, un tipo de inteligencia que alcanza lo abstracto y combinatorio, el
sentido de la contradicción corresponde a su exigencia ilusoria de un discurso sin contradicción. Así subrayará las
contradicciones internas del discurso de los padres.
Imitar rige las relaciones filiales. Hay una estrecha semejanza entre los adolescentes y no lo que son los padres, aquello
que se han convertido, sino aquello que han sido en su adolescencia, lo que han soñado ser, o que han reprimido de
sus propios deseos.
Qué viven los padres del adolescente
Los padres del adolescente viven una patología normal.
Como ellos deben realizar un cambio de lugar, los padres pierden las referencias de su propio yo, como las que han
funcionado para ellos desde el fin de su propia adolescencia. El hogar, construido al precio de compromisos y
represiones secundarias, se ve amenazado en su unidad y sus principios de funcionamiento. La madre provisoriamente
ha logrado confundir un doble sentido de lo interior, el interior del hogar y el interior del cuerpo. El adolescente, en vía
de salir del domicilio familiar, trastornará esta identificación materna, quizás incluso hasta su imagen del cuerpo. Para el
padre, que ha logrado estar en posición de fundador de la familia, que el adolescente le replique significa que se afecte
su estatuto social del padre, ubicándolo como un eslabón más de la cadena generacional.
Los padres tienen la necesidad de un trabajo psíquico de reconstrucción de ese yo, apoyándose en identificaciones pre-
parentales y teniendo en cuenta una nueva realidad exterior.
Los padres son remitidos a su propia adolescencia: porque sus hijos les muestran la imagen de su propia adolescencia,
como un momento difícil y como un momento de juventud, de invención y de elección; y porque al ser interrogados
acerca de las funciones materna y paterna, confrontados a la desintegración de la familia celular, no pueden dejar de
verse confrontados nuevamente, quizás en vivo, o en forma retrospectiva, a la relación con sus propios padres.
Los padres habrán renunciado a su masculinidad y a su feminidad en beneficio de la posición provisoria de padres.
Cada uno puede constatar cómo el remodelamiento de la pareja impuesto por la adolescencia de os hijos es una
prueba esencial del conjugo.
Las crisis de la madurez serán más difíciles y perturbadoras cuanto más discreta haya sido la propia crisis de la
adolescencia de los padres.
La crisis adolescente es necesaria y estructurante. Es necesario tomar en serio las cuestiones de la adolescencia, lo
que significa tomarlas ni de forma abusivamente trágica ni con ligereza y de un modo irrisorio. El gusto por el riesgo que
caracteriza a los adolescentes es un pasaje obligado y útil hacia elecciones de vida que deben efectuar.
Hay que tomar en serio las preguntas al adolescente, permitiéndole formularlas en su discurso antes de que él se
precipite en actos.
La función del padre de adolescente implica a la vez un cambio radical de lugar y una modificación muy progresiva, es
decir, a la vez un acontecimiento situable en el tiempo y una evolución lenta.
Hay que pasar en forma progresiva de un vínculo organizado por la ley a otro organizado en parte por el contrato. Este
no sustituye a la Ley. El contrato debe ser revisado periódicamente y define los derechos y deberes de cada uno en lo
cotidiano, dejando con la mayor frecuencia de lado lo que pertenece a cada cual.

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