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Como casi todo en la vida, hablar de tristeza, no es otra cosa que dejar volar la
vida en él.
figura. O sumatoria de vidas cruzadas. Ya idas. Pero que, con todo, anhelamos
volver a ver. Así sea en esa propuesta íngrima. Una soledad vista con los ojos
de quienes quedamos. Y que, por lo mismo, duele como dolor profundo
siempre.
del ayer y del anterior a ese. Hasta haber vivido el después. En visión de quien
quisimos. Qué más da. Si lo que propusimos, antes, como historia de vida
incompleta, aparece en el día a día como concreción. Como si hubiese sido a
mitad del camino físico, biológico. Pero que fue. Y sólo eso nos conmueve.
Como motivación para entender el ahora. Con esa pulsión de soledad. Como
puntual. Cierta.
escenario. Del imaginario vivo. Como si, a quien ya no vemos, estuviera ahí.
estuvo. Y que está, ahora. En esa cimera recordación. Volátil. Giratoria. Re-
inventando la vida en cada aliento.
Como fuerte fue el nudo de Ariadna que sirvió de insumo a Prometeo para re-
lanzar su libertad.
olvido como soporte. Más bien con la simpleza propia de la ternura. Tanto
tarde a mi trabajo. Esto porque ya tuve un altercado con Valeria, quien ejerce
como supervisora. Y es que mi vida es eso. Estar entre la relación con Ancízar
y mi rol como obrero en Minera S.A. Mucho tiempo ha pasado desde ese día
juegos de todos los días. En esa trenza que construíamos a cada nada. Con los
otros y las otras. Arropados por la fuerza de los hechos de divertimento. En las
propios. Además, en una similitud con Ámbar y Vulcano de los sueños idos.
En el aquí y ahora. Y me veo caminando por la vía suya y mía. Esa que sólo él
y yo compartíamos. La vía bravata, que llamábamos. Con la esquina
enhiesta. Vivicantes.
los dioses creados por nosotros mismos. Una opción no cicatera. Si relevante,
enjundiosa, proclamada. Y llegué a mi sitio de trabajo con la mira puesta en
regresión. Hasta la hora, en esa misma mañana, en que pasé por ahí. Por la
Desde hace mil años. Y, en mi rol de sujeto empleado, empecé a dilucidar todo
poder descifrar la manera rápida que antes hacía. En torpeza de largo plazo y
taladro de manera inusual. Tanto como haber perdido la destreza. Las estrías
áspero. Doloroso.
quedé plantado. Esperando, que se yo. Tal vez su presencia física. O, siquiera,
el vahído de su ser etéreo. Pero ni lo uno ni lo otro. Y el dolor creciendo, por
abrió la sesera. Y vi cómo iba cayendo. Y vi que Ancízar pasaba a mi lado, sin
Encapotado ahora. Pleno de las nubes cada vez más obscuras. En el presagio
Y, siendo cierto el haberlo visto pasar. Me senté a ver pasar a los otros y las
piso. Y agarré el taladro acerado. Con las estrías girando en la espiral. Y todo
mía, sin crecer. Sin despegar mi mirada del entorno abierto, pero en tristeza
volver continuo. Y Ancízar allá en una de las lunas del planeta increado. En
impoluto exacerbado.
En eso estaba, cuando apareció Ancízar, Según él, venía de Ciudad Perdida.
Que estuvo allá largo tiempo. Y, precisamente, es el tiempo en que yo estuve
acompañaba siempre. Hasta ese lugar para las opciones que venían de tiempo
Esa que, conmigo, hizo abierta la posibilidad de seguir viviendo. Todo como
allá, me había escrito unas palabras. Más allá del propio saludo. Más, en lo
seguía siendo el mismo sujeto de otras vidas. Con la mira puesta en los
en ciernes. Desde ese día en que nos encontramos. Ahí en la esquinita bravera.
Y que, siguió diciendo, le era afín la voz de Gardel y de Larroca. Pero que, por
lo mismo, nunca había olvidado su autonomía y su soledad permitida. Y que
yo no había estado nunca junto a él. Por ejemplo, cuando lo llevaron a prisión
por haber contravenido la voz de la oficialidad soldadesca. Y, en verdad, me
Recordando, tal vez, los domingos mañaneros. Esos del ir al cine nuestro. De
esto mismo, que no hiciera como simple hecho enjuto, venido a menos. Y, me
dijo al pulso, que no había venido para concretar dialogo alguno. Que era, más
bien, una expresión perentoria en términos del querer ser consensuado. Más
Inconstante.
que estábamos juntos en la lúdica viva. Desde esa esquinita bravata nuestra. Y,
así. En ese ir yendo preclaro, nos encontramos en esa ciudad asfixiada.
Sintiendo, en nosotros, el apego a la fumarola sombría. Esa que nos recorre
desde hace mucho tiempo ya. Y, por lo mismo, le seguí diciendo lo mío en
entender los miles de años acumulados al querer ser lo uno o lo otro. Viré,
dueños del desierto. Recorrí mil y una praderas nuestras. Desde Vigía
Perdomo, hasta “Punta Primera”. Un norte a sur especulativo. Hechizo. No
avergonzados de lo que han sido, me dijo algo así como un “no importa”. Lo
mío es otra cosa. Y, por lo mismo, me quedé tejiendo las verdades anteriores.
Las mías y las de él, el signado Ancízar. Me supuse de otra categoría. De
los pasos al aparecido. Veía algo así como ese “otro yo” vergonzante.
Desmirriado. Ajeno a la verdad verdadera de lo posible que pase. O de lo
Ahí, en esas casitas en que nacimos. Ese Ancízar en otra vía. Ese yo, puntual.
expreso. En fin, que lo visto ahora no es otra cosa que la falsa realidad mía.
Con el usurpador al lado. Como a la espera de lo que pueda pasar. Ahí, como
admitida. Como reconciliación posible. Entre lo que soy. Y lo que pude ser al
aquello lineal, sombrío. Y le dije buenos días a mi niña, hija, absoluta. Y, ella,
Enervante. Casi aborrecible. Pero que, paradójicamente, la sentía más mía que
previstos. Que te di, decía ella, todo lo habido en mí. Y que dejaste esa huella
imborrable que se traduce en ese hijo tuyo y mío.
de Valeria. Y me fui yendo por ahí. Y me encontré al otro lado; con la novia de
Ancízar. Con Fabiana Contreras. Postulada como futura madre, también. Y le
dije lo que en verdad creía. Es decir, aquello relacionado con la empatía
sobre la historia. Que puede ser la mía. O la de cualquier otro. Así, en este
Con esa figura de quehaceres. Por ese periplo solo mío. Y, tejiendo momentos,
recordación tardía, he vuelto a jugar con el baloncito de cuero. Con ese regalo
heredado. Hasta mi padre jugó con él. Como a comienzo del tiempo cercano.
Allí no más. En el momento mismo en que se hizo ayudante de todos aquellos
que tuvieran algo que ver con la cancha abierta. Ahí no más. En la calle en
pendiente poderosa. En cada picaito la gloria. Como en trashumancia
continua. En esa potente ilusión de saberse indispensable. Casi como sujeto de
como albergue para los niños y niñas de largo vuelo. Y me ví en el día en que
tiempo con la fundación del barrio. Derrochando, yo, alegrías que habían
permanecido adormecidas.
Ese 24 de junio, un martes, por cierto, conocí a Sigfredo Guzmán. “El mono”
con él, aprendía a sacarle significados distintos a las palabras. Como en todo
tiempo andando con el verbo alucinante. También, conocí de él, los atajos en
simple libertad formal, política. Indagaba siempre por las fisuras de cuerpos y
de hechizos. Proponiendo la libertad en la lúdica andante. Transponiendo
rigores. Colocan la vida en su sitio. Que, para él, era un sitio diferente, cada
minuto.
No sé qué día me sentí impotente para armar todos esos actos propuestos por
“el mono”. Como cuando la mirada y la memoria es más lenta que los hechos.
que encontré a Ancízar. Quien venía por el mismo camino. Y me dio la mano
en medio de la oquedad del tiempo. Aun en medio de todos los dolores juntos.
Y volvimos al andar. Del ir yendo hacia la libertad que nosotros mismos
como posición libertaria del hoy o del mañana. Y sí que, entonces, empecé a
ir yendo con las coordenadas impuestas. Desde una visión incorpórea, hasta
evolución darwiniana. Opaca, por cierto. Porque, digo yo, no está cifrada en la
complejidad concreta. Vigente. Como réplica de ese ir creciente. Mío. Y de
tratar de hacer relevante lo humano. Eso que somos y hemos sido. En pura
pasado. De ese estar de antes, surtido como semejanza del Edén perdido, por
la decisión equívoca del Dios siniestro. Vergonzante. Simple réplica de lo que
En ese estar estaba. Como cuando no volví ver a Ancízar. Buscándolo, yo, en
atrofiada. Mentirosa. Impávida. Como si fuera lugar común para todo aquello
ido. Por la vía de la hecatombe provocada. En esa batalla entre seres ciertos,
seremos.
ayer íngrimo, me hizo soltar la voz. Con mis palabras gruesas, puestas en lo
pulsión herética del pasado. Hasta este hoy propuesto. O, por lo menos,
como posición libertaria del hoy o del mañana. Y sí que, entonces, empecé a
con las coordenadas impuestas. Desde una visión incorpórea, hasta divisar el
yo mío, cubierto de nostalgias afanadas. Puestas en ese ahí como tridente
dantesco. Una aproximación a entender los y las sujetos en pena. Por simple
transmisión de la religiosidad banal. Cicatera. Gobernanza ampulosa en la cual
suerte. Para mí, en verdad, simples siluetas inventadas. En ese estar ahí como
propuesta no entendida. No vertida en la racionalidad vigente.
evolución darwiniana. Opaca, por cierto. Porque, digo yo, no está cifrada en la
tratar de hacer relevante lo humano. Eso que somos y hemos sido. En pura
pasado. De ese estar de antes, surtido como semejanza del Edén perdido, por
la decisión equívoca del Dios siniestro. Vergonzante. Simple réplica de lo que
se puede asimilar al tósigo inveterado. Amorfo. Sin vida.
En ese estar estaba. Como cuando no volví ver a Ancízar. Buscándolo, yo, en
Como si no fuera posible decantar lo uno del yo. Del otro uno del otro. En fin,
que, en esa expresión vivida, se fue abriendo el territorio mío. O el de Ancízar
Infame.
atrofiada. Mentirosa. Impávida. Como si fuera lugar común para todo aquello
ido. Por la vía de la hecatombe provocada. En esa batalla entre seres ciertos,
seremos.
Es decir, una reiteración en torno al hilo conductor: por más que avancemos en
cotidianidad, agresivo.
primera. Esa derivada de las obreras y las mujeres libertarias, cuando erigieron
ser madres. Esa huelga de las mujeres obreras en una empresa de Estados
Unidos, en 1910, constituye referente obligado, al momento de valorar la
Pues decidió su ruptura con Adrián, su gendarme y tutor en casa. Aquel que
enfrentar los rigores asociados a la lucha por los derechos de las etnias.
Cercana a todo el proceso reivindicatorio de la equidad y solidaridad de
que lo soñado era realidad. Quería que me repitiera esas imágenes escritas que
leí en el sueño. Pero no. Isolina no estaba. En su lugar estaba esa sombra de la
soledad. Esa que me acompaña a cada momento. Pensé en Juliana, en su
mirada hacia el profesor Arenas. Pensé en Susana, en la cita que tuvimos y que
nos distanció más. Pensé en Sinisterra en su pérfida pasión por el
nombre era Pánfilo. Individuo de malas mañas. Con extensiones de tierra, casi
infinitas. Conocedor del negocio que alucina Controlador de procesos de
es sensato y posible, por la vía de la teoría de que el fin justificaba los medios.
Pánfilo Castaño, era un hombre pragmático. Así se había hecho rico. Así había
comprado su posibilidad de crecer en un entorno de corrupción. Lleno de
expresiones que conducen a validar el poder, por la vía de construir un
micropoderes.
Yo, seguía diciendo Maritza, estoy aquí, porque he podido interpretar la magia
Me dijo: estoy aquí, no por tu hermana que parece una zorra; sino por la
Más tarde comprendí que, Juliana, había concretado con el profesor Arenas,
El ser individual es, de por sí, complejo. En cuanto logra, aún en su condición
adquieren una significación que trasciende a cada sujeto (a) y lo (a) obliga a
de equilibrio); tuvo siempre (...y tiene ahora) para cada sujeto (a)
casos la existencia suya como sujeto (a) individual vivo, como actor válido.
adquieren las opciones propuestas, por parte de los (a) sujetos (as)
individuales; en lo que hace referencia a la interpretación de las pautas,
similar a la que realizan los (as) otros (as). Si su decisión es hacer trasgresión,
bien sea por la vía de proponer una interpretación diferente y/o de asumir la
opción directa de cuestionarlas y trabajar por su destrucción; se entiende que
recibidas y almacenadas en la memoria. Pasa a ser, por esta vía, una memoria
de todos y todas. Una memoria colectiva que se construye a través de la
concertación.
proceso de enfrentar esa opción (...u opciones) con las existentes; el (la) sujeto
(a) que ejerce como cuestionados (a), desemboca en una posición herética. A
partir de ahí, se trata de definir las condiciones y el tipo de acciones a realizar,
tienen que ver con los insumos recaudados para sustentar la nueva opción.
Tipo de acciones, tiene que ver con realizar una confrontación individual
absoluta. O la adquisición, mediante el proceso de persuasión o imposición, de
una aceptación de los (as) otros (as). De tal manera que pueda presentarse y
las nuevas.
De todas maneras, bien sea que se actúe en uno u otro sentido, es evidente la
necesidad de cierta subyugación hacia los otros y las otras. Algo así como
cultural.
Este, a su vez, debe estar asociado al concepto de espacio físico. Algo así
como establecer una dinámica en la cual aparece la interrelación entre los (as)
sujetos (as) individuales, asociados e integrados con respecto a determinados
quien o quienes se erijan como centro y/o como intérpretes únicos de esos
códigos.
necesidad, en una perspectiva grupal, plural. Ahora bien, los códigos pueden
vez, pueden ejercer como referentes generales. El problema tiene que ver con
rige como referente que debe ser acatado; no solo por los (as) sujetos (as)
plena en razón a la interacción constante entre los (as) sujetos (as). Ya, aquí,
propia de cada sujeto (a); pero también la existencia de los (as) otros (as)
profundo. Hacia diferentes medidas de trayecto lineal. En este día, estoy como
al comienzo. Es decir, como aletargado por las palabras vertidas en todo el
camino posible. Uno de los momentos que más me oprimen, tiene que ver con
El día en que conocí a Abelarda Alfonsín, fue uno de tantos. Andábamos, ella
y yo, en esos escapes que, en veces, son manifiesto otorgado a la locura. Ella,
venida desde el pasado. Un origen, el suyo, envuelto en esa somnolencia
acezante, dijo el primer día de nuestro encuentro. Iba en esa aplicación del
legado, como infortunio. Aún visto desde la simpleza de la lógica en
bien, como ejerciendo de hospedante de las cosas vagas. Esto fue propuesto,
por ella, como referencia sin la cual no podría atravesar ese mar abierto
Como esas que vienen desde las tristezas ampliados. Un quehacer de nervio
enjuto. Y nos mirábamos, a cada nada. Ella, mi acompañante vencida por el
agobio de los años y de su heredad inviable; empezó a proponer cosas
fue diluyendo el decir. Cualquiera que haya sido. Me fui por el otro lado. En
una evasión tormentosa. Abigarrado volantín en tinieblas. Sin poder atarle el
extinguiendo.
societaria. No le dijo a nadie hacia donde iba. Solo yo logré descifrar esas
enjuta ruta. Sin ver los caminos andados. Era casi como levitación de brujos
de sus ilusiones consumidas ya. Y, yo, hice énfasis en lo cotidiano casi como
usura prestataria. Como si, lo mío, fuese entrega válida en, ese su vuelo a ras
de la tierra.
la vi, en noveno mes, vencida. Como mirando la nada. Y con esos ojitos cafés
llorando en su mismo silencio.
estreches de ver y de caminar. Y, este, creció ahí mismo. Y, ella, con un odio
visceral conmigo y con él. Miraba sin vernos. Y fue decayendo su poquito
ímpetu ya, de por si desguarnecido. Le dije, sottovoce, que el hijo parido
perenne. Y sus códigos aviesos, ya sin ella. Hasta que recordé que la amaba. Y
que le hice daño físico, al hendir lo mío en tierno sitio. Y dejé que Vulcano se
fuera en otra dirección. Yo me quedé ahí. En sitio insano. Sin ninguna
propiedad cálida. Sin ver sus brazos. Y su cuerpo todo. Y me fui yendo de esta
encima. Sacudía todo el cuarto. Las paredes se agrietaron; todo el lugar fue
realmente, fui despertado por Silvia, quien había acudido a casa, pretendiendo
una expresión de desasosiego, ante mi ausencia y mí silencio con respecto a
ella. Todavía escuchaba las palabras de Menchú. Todavía me sentía absorbido
Ya he viajado mucho, comencé en ese lugar que yo creía que no existía. Plaza
Felicidad, un sitio adecuado para darle vuelo a la imaginación. Una
cotidianas. Haber sido absorbido, alguna vez, por los códigos que rigen el
quehacer, de tal manera, que cada quien como sujeto pierde su identidad. Se
una opción totalizadora. Esa que remite a cada quien, como expediente. Con
un itinerario preestablecido. Aquel que va desde si mismo, hasta el control.
oportunidades. Esos que le definen a cada quien, aún antes de nacer, un lugar y
un rol.
perdí la autonomía. Creo que esto les ha pasado a todas las personas. Sin
quiera que estuviera al garete, desde el día en que nació mi madre, a la cual
conocí sin esta haber conocido a mi padre. Recuerdo que, desde mi condición
de niño no nacido, ya estaba girando alrededor de entornos azarosos. Lugares
personas está dado por una operación simple. Aplicada la misma, el número
resultante no traspasa la barrera de una progresión aritmética, en la cual la
Isolina, ella y él, reúnen los requisitos para acceder a Plaza Felicidad. Por su
por defender su autonomía. Para ella, la felicidad, siempre estuvo del lado de
está que, en mí, esa compartición, es un decir. Porque he sido y sigo siendo un
Ese día tuve conocimiento del legado escrito de Isolina. Comenté con Juliana
al respecto y ella propuso rescatarlo, organizarlo y expresarlo en cátedra
magistral. No sospeché, en ese momento que el destinatario era el profesor
feminista.
Una vez analizados los escritos, por parte de Juliana y del profesor Arenas, se
escogió un escrito realizado por Isolina, acerca del rol de las mujeres en la
historia del periodismo en Colombia. A partir de ahí, Arenas y Juliana
Cierta noche soñé con ella. Una réplica de mis continuos abusos temerarios y
violentos. La asedié, desde su salida del colegio, sin que ella se percatara de
madre, con Olga, con Maritza, con Martha, con las niñas que he violado.
Teresa era una de ellas, tiene quince años. Su estreches me volvió loco de
Llegué a casa de Jerónimo y allí estaba ella. Todo el tiempo que hablamos, mi
días, con sus noches, en busca de objetivos. Mis imágenes eran cada vez más
punzantes y más diferenciadas. Siempre estaba viviendo un recorrido brutal.
Mis imágenes volaban y se estacionaban, según mi necesidad. Una necesidad
palpaba, hasta casi destruir su clítoris. Cuando mordía sus pezones, delirando
una niña de 13 años. Le devoré todo su cuerpo, con saña brutal. La dejé en el
mismo sitio en el cual la abordé. Desangrándose. Fui detenido en ese mismo
conducido.
desperté estaba atado a la cama. Sentí una sed inmensa. Pedía agua, a gritos.
Mi segunda reclusión se produjo a mis cuarenta y cinco años. Hacía tres años
reconocimiento por parte de las víctimas. Corrí todo el día, hasta llegar a casa
las cuales relataba mis experiencias. Tomaba nota de ellas, para no dejar
escapar los detalles. Supe, después, que mis relatos fueron aprovechados como
como sujeto que reclamaba otra opción de vida, sin propiciar laceraciones.
situación.
la última.
Tres
(Volviendo a nacer)
Nací un día tres de abril, Un cuarto saturado de luces blancas. Veía muchas
suaves. Una mirada que me convoca a ver en ella una réplica de Isolina
Girardot. En efecto, un cabello pegado al cráneo. Totalmente negro, sin las
fisuras que adquieren las mujeres que ven en este tipo cabello, un limitante
para su empoderamiento como mujeres, real o ficticiamente bellas. Una piel
de color negro hermoso.
madre y como yo. Percibí en él, un tipo de hombre sutil, sensible. Su mirada lo
expresaba, sin lugar a equívocos. Totalmente diferente a mi primer padre. Mi
mucho a ti. Quiero que se llame Isaías; como tu abuelo materno. Ese ser
hermoso que conocí. De una mirada limpia y de unas acciones profundamente
humanas; con absoluto respeto por los otros y las otras. Todavía se mantiene,
que ella y él, asumían roles vinculados con el amor absoluto; en una definición
contigo en ese forcejeo que nos ha distinguido, yo cerraba los ojos y veía, en
paralelo, a tu abuelo y a tu abuela, recorriendo sus cuerpos, susurrando
desnudan sus cuerpos y realizan, sin detenerse, una lucha viva, llena de
fortaleza y de entrega.
rituales y con una organización social diferente. Los Aztecas, los Mayas, los
Incas, los Chibchas…Todo esto en un universo de realizaciones propias, en el
autóctona...
Cierto día, me vi. , hojeando un texto que mi madre escribió, cuando tenía 16
preestablecidos.
Un ir y venir, anclados, sin libertad. Tal vez, por esto mismo, dice Isolina, se
individual, como latente, sin que pueda expresarse y concretarse. A no ser que
Para Isolina, este tipo de atadura individual, no es otra cosa que la réplica de
ejercen el control.
necesario.
desenvolvemos, sin que esto implique actuar con libertad. Una cosa es ese
control que nos ha sido transferido y que parece insoslayable. Y, otra cosa, es
indagué por el contenido de esa segunda parte. De paso le comenté que, a los
tres días de haber nacido, encontré la primera parte de su texto. Me dijo,
Isaías, tú tienes una manera muy peculiar de vivir la vida. Hasta cierto punto te
pareces a Demetrio. Yo lo conocí, cuando él tenía seis años y yo estaba
poder del padre. Sin embargo, su abuelo materno, del cual tú llevas el nombre,
fuerza aquello de que las posturas ante la vida, se deben entender como
proceso continuo, casi innato. Amaba a las mujeres, como lo que somos. Es
decir, como agentes del cambio. Para nosotras, decía el abuelo, los lugares
Demetrio era mi ícono. A sus seis años, sabía acceder a los otros y las otras,
por la ecuanimidad con que abordaba el trato con los niños, las niñas y sus
profesoras y profesores. Una versión asimilada a aquellos hombres que,
manera tardía, accedían a una lucha por los derechos de nosotras las mujeres.
Quizás, sin saberlo, Demetrio, fue desde esa temprana edad, un horizonte que
Fue mi novio, desde allí, hasta la frontera con el infinito. Un amor que se ha
lucha por los derechos humanos. Por los derechos de las minorías étnicas.
No sé por qué intuyo que ya, antes te conocí. En mis sueños, te he visto en un
todas. Sin precisar los contenidos de nuestras acciones. Con decires confusos.
Como cuando no encontramos nuestra razón de ser. Hasta cierto punto, en esos
sueños, te doy la razón. Porque, yo también, creo que somos escindidos.
Transitando por nuestra vida y las de los demás, sin acatar a concretar nuestros
roles. Es algo parecido a ese sujeto kafkiano, absurdo, pero tan real que nos
absorbe y nos reivindica como producto de una sucesión de historias vividas;
centradas en ese no saber por qué existimos. En una búsqueda constante. Casi
perenne. Un no encontrase con uno mismo. Repitiendo momentos, cada vez
más incomprensibles. Una lucha titánica con nosotros y nosotras mismos (as).
Un Eros y Tanatos, a la manera freudiana.
Hasta cierto punto, tú eres como ese espejo que nos retrotrae continuamente.
Un mirarse hacia atrás, tratando de modificar los sitios y las acciones;
no es nueva, porque es simple ejercicio de castigo. Será porque, todos los seres
nuestra aprobación. Como si fuéramos norias que viajan sin parar; que
astrónomos.
Un ser o no ser. En una propuesta de blanco o negro. Los tonos grises son el
equilibrio. La razón de ser de nuestro deambular por el universo. Estando aquí
o allá, sin más límites que nuestras carencias para conocer, indagar y
transformar.
Cuando tenía tu edad, yo era una mujer definida. Ya conocía a Demetrio. Ya
estaba a su lado. Ya estaba dispuesta para la preñez. Es que, para mí, el sexo es
sentir ese recorrido por nuestros cuerpos, como un elíxir que nos fortalece. Ser
preñada así, adquiere un significado absoluto. En el cual no hay lugar para las
vías intermedias. O se ama, o no se ama. Sin saber por qué, percibo que ya te
había visto antes. Cuando tu madre, antes que yo fuera tu madre, recibía de ti
Somos Eros, en razón a eso. Tal vez, en esos sueños tú no eras eso. No eras
ternura, ni potenciador de la entrega sin pausa a quien amamos. Tal vez, eras
madre, de tal manera que ese amor se convertía en dolor, a cada paso. Como si
tú orientaras el comportamiento, hacia simas insospechadas. Aquellas en las
cuales muere la espiritualidad de cada sujeto y se construye, en su reemplazo,
unas figuras de mármol. Así como aquellas de quien tengo referencia, al asistir
con Demetrio a una proyección con ese nombre. Hombres y mujeres de
mármol, trabajados (as) con un cincel que ya tiene predeterminados los
como Hércules; como el gran Zeus. Quería estar a su lado, palpar su cuerpo y
profunda libertad. Quería saber si, como ella, fue partícipe de una preñez
dirigida a mí. Como sujeto que soy yo, según los sueños de mi madre Isolina,
lado. Como operario, debía surtir el horno que le había sido asignado. Un calor
insoportable. Una sensación de asfixia, que invitaba a desear los espacios
Cierto día, sin saber por qué, me asediaba un vago recuerdo. Como si yo
haber conocido otros lugares y otras personas. Una de ellas, una mujer
poderes. Más bien, en interacción con todos y todas aquellos (as) que tenemos,
en cualquier momento de nuestras vidas, unas vivencias inconexas,
sido feliz. Su primer matrimonio, con Escolástico Girardot, fue una réplica de
la concreción de la dominación por parte del hombre sobre las mujeres. Este,
Escolástico, venía de una familia de tradiciones casi inquisidoras. Su abuelo
efectiva.
franja de la población, sobre la cual recae el control sobre sus vidas. Hasta
cierto punto, lo aquí expresado, puede aparecer como discurso que ha sido
esa dominación. Tal vez, porque en esta situación descrita, reside una especie
de referente asumida por Isolina. Referente no patético. Más bien centrado en
la continua búsqueda efectuada por las mujeres que, como mi madre, aspiran a
confrontación, en últimas, es con los gobiernos y con el Estado. Por esa vía ha
que conduce a pretender abarcar los conceptos de manera tal, que pueden
convertirse en simple formalidad.
La primera impresión que tuve, al escuchar a Isolina, tuvo que ver con algo
modifi9cación total, radical. Algo así como o son esas pautas y paradigmas o
proceso de enfrentar esa opción (...u opciones) con las existentes; el (la) sujeto
(a) que ejerce como cuestionador (a), desemboca en una posición herética. A
tipo o tipos de acciones, tiene que ver con realizar una confrontación
individual absoluta. O la adquisición, mediante el proceso de persuasión o
imposición, de una aceptación de los (as) otros (as). De tal manera que pueda
presentarse y desarrollar como opción u opciones colectivas. Esto no es otra
las nuevas.
permitido, acordado, disfrutado. Por esto odio a los dos. Él y ella. Como
sujetos artificiosos que suplantan la razón de ser del placer. No quiero vivir
propuesto como conclusión de esos acuerdos. Para mí no son otra cosa que
justificaciones para actuar en sociedad. Son la cuota inicial para actuar como
portadores de mensajes pueriles acerca de los valores humanos.
un coito putrefacto que pretenden erigir como principio. Como modelo para
de portador o portadora de calidez. Esta no tiene por qué existir. No tiene que
a casa, invitada por ella y él. Una mujer de mirada furtiva. Entrada en años.
Pero con un cuerpo absoluto. La desee desde que entró por la puerta. Recién
Desde ese instante conocí que no había sido penetrada. El primer día de mi
mirada furtiva, sentí crecer mi asta. A tal punto que empecé a surtir un líquido
diera cuenta, exhibía un portentoso músculo. Que latía y que crecía cada vez
más.
En ese momento decidí que era mía. Que esa sujeto, merecía ser allanada por
mí. Como en el pasado, con otras. Ya, aquí, con esa sensación de no ser,
inmenso que buscaba el orificio estrecho. La penetré con todo. Ella apenas
alcanzó a balbucear. Algo así como: ¡qué es esto ¡Yo le respondí: esto es mío y
lo estoy utilizando para hurgarte la vida! Hasta donde más pueda. Eres mujer.
gritos. Cuando cesó su espasmo, la recorrí una y otra vez. Mi asta seguía
erguida. La dejé ahí, muerta. Esa misma noche me fugué de casa, dejando su
cuerpo inmóvil, lacerado.
Cantaba.
No sé por qué la sentía tan cerca. Sentía su olor y me alegraba. Ya sabía que
era mía. Pero no podía asirla. Porque me trascendía. En una relación adulto-
niño que me subyugaba. Era mía, pero sin serlo todavía. La había deseado
antes de nacer. Cuando Él estaba con ella. Un placer que me engendró. Quiero
quiero como referente próximo. Como figura que despliega todo un universo
de expresiones. Sin ser pensadas. Solo intuidas, a cada paso y a cada
no lo dan. Solo viven para mirarse y para sentirse plenos. Yo, en cambio,
disfrutaba en silencio, de esa mujer que me cantaba. Que estaba a mi lado por
placer. Porque yo le gustaba. Porque ella me gustaba. De nuevo su voz.
disfrutara con percibir el futuro. Como si, al mes siguiente, la volviera a ver.
Porque es mía. Porque los odio, a él y a ella. Que viven solo para sí mismos.
En un ejercicio patético y caduco. Sintiendo amor en donde solo hay
regresar de sus oficios. Esos repetidos que los inunda de orgullo. De saberse
partícipes del proyecto de vida igual. Para todos y para todas. Cada quien,
Al despertar, por fin, encontré a mi madre al lado mío. Me tomaba las manos y
también nos acompañes en nuestra felicidad. Hoy nos hemos dado cuenta que
estoy preñada. En verdad, resulta, para mí, muy gratificante asumir este rol; a
Por esa misma vía, proponen y realizan opciones, en las cuales lo sexual, se
remite al condicionante de vida en pareja entre hombres y mujeres. Pretenden
libertaria, como herejía hermosa que cuestiona la falsa moral que nos
permite establecer unos roles no estáticos; sino flexibles. En los cuales debe
imaginación y la creatividad.
Muy temprano, ese día 22 de abril, Demetrio salió a cumplir una diligencia
había logrado reunir esfuerzos, por la vía de este tipo de organizaciones. Fue
algo inherente a nuestra condición de itinerantes forzados en nuestro territorio.
Un ir y venir acá y allá. Soportando asedios de todo tipo. Desde la graficación
que él no llegaba, salieron a indagar lo que pudo haber pasado. Algunos niños
y algunas niñas, que jugaban en el parquecito al lado de la escuela, vieron que
Demetrio fue interceptado por dos señores desconocidos y lo subieron a un
vehículo que los esperaba. Según esta versión, Demetrio forcejeaba para no
localidades.
Somos itinerantes,
No sé adónde te llevaron,
Con tu recuerdo,
inmersos.
cuando desperté, estaban vivas las imágenes. Una sucesión más o menos
vertebrada. A partir de ver y sentir un territorio árido, como desierto. Estaba en
duras. No las entendía. Sin embargo, la niña, señalaba hacia mí. Con una
expresión que articulaba dolor y rabia. Luego, una de las personas que estaban
posición. Quedé mirando el techo. Una luz roja, fuerte. Nublaba mis ojos.
Mientras uno de ellos abría mi boca a la fuerza, los otros introducían sus falos
me era familiar; como quiera que mis sensaciones no fueran nuevas. Una
repetición de acciones. Ella, la niña, era para mí un referente vinculado al
de roles en donde los hombres no mataran lo sublime del amor. En donde, las
Esas eran ellas. Las madres libertarias. Hermosas manifestaciones del poder
que adquieren las mujeres. De su capacidad para trascender las fisuras
inmediatas. Par situarse de frente. Al futuro. Pletórico de acciones.
siempre valoró a su amada. En una dimensión tan sincera y tan plena, que no
que compartía con su amada todas las vicisitudes del quehacer diario. De una
mi madre. Para eso había preparado su escrito. Hoy, después de ese sueño
vez el escrito de Isolina. Tal vez como insumo para reconfortar mi dolido
Como casi todo en la vida, hablar de tristeza, no es otra cosa que dejar volar la
vida en él.
una. Por una vía impropia. En tanto que se torna en dolencia originada. Aquí,
ahora. O, en los siglos pasados. En esa hechura silente, en veces. O hablada a
gritos otras. Es algo así como sentir que quien ha estado con nosotros y
nosotras, ya no está. Como entender que emigró a otro lado. Hacia esa punta
figura. O sumatoria de vidas cruzadas. Ya idas. Pero que, con todo, anhelamos
volver a ver. Así sea en esa propuesta íngrima. Una soledad vista con los ojos
del ayer y del anterior a ese. Hasta haber vivido el después. En visión de quien
quisimos. Qué más da. Si lo que propusimos, antes, como historia de vida
puntual. Cierta.
escenario. Del imaginario vivo. Como si, a quien ya no vemos, estuviera ahí.
Al lado nuestro. Respirando la honda herida suya. Que es también nuestra. Y
que nos duele tanto que no hemos perdido su impronta como ser que ya
estuvo. Y que está, ahora. En esa cimera recordación. Volátil. Giratoria. Re-
lanzar su libertad.
antes que nosotros y nosotras. Y estamos, como a la espera del ir yendo, sin el
olvido como soporte. Más bien con la simpleza propia de la ternura. Tanto
tarde a mi trabajo. Esto porque ya tuve un altercado con Valeria, quien ejerce
como supervisora. Y es que mi vida es eso. Estar entre la relación con Ancízar
y mi rol como obrero en Minera S.A. Mucho tiempo ha pasado desde ese día
otros y las otras. Arropados por la fuerza de los hechos de divertimento. En las
gratificante. Mucho más allá de las sombras chinescas. Y que las versiones
Trascendiendo las verdades puestas ahí, por los y las mayores. Ajenos y
propios. Además, en una similitud con Ámbar y Vulcano de los sueños idos.
En el aquí y ahora. Y me veo caminando por la vía suya y mía. Esa que sólo él
Hablando entre dos sujetos, con palabras diciendo al vuelo, todo lo hablado y
enhiesta. Vivicantes.
los dioses creados por nosotros mismos. Una opción no cicatera. Si relevante,
enjundiosa, proclamada. Y llegué a mi sitio de trabajo con la mira puesta en
regresión. Hasta la hora, en esa misma mañana, en que pasé por ahí. Por la
Desde hace mil años. Y, en mi rol de sujeto empleado, empecé a dilucidar todo
lo habido. Con la fuerza bruta vertida en el cincel y en la llave quita
poder descifrar la manera rápida que antes hacía. En torpeza de largo plazo y
infinito. Extendiéndose desde ahí hasta la punta de más uno. Y este giraba.
Encapotado ahora. Pleno de las nubes cada vez más obscuras. En el presagio
Y, siendo cierto el haberlo visto pasar. Me senté a ver pasar a los otros y las
los ojos. Como si fueran insumo sintético. Azuzado por el calor no tierno.
piso. Y agarré el taladro acerado. Con las estrías girando en la espiral. Y todo
empezó a girar también. Y fui ascendiendo al infinito físico. Y vi a todos los
volver continuo. Y Ancízar allá en una de las lunas del planeta increado. En
vivicante. Nacido en miles de siglos antes que ahora. Una derrota hecha a puro
poderosa voz. Llamándome para que volviera a asumir mi rol de hombre físico
impoluto exacerbado.
En eso estaba, cuando apareció Ancízar, Según él, venía de Ciudad Perdida.
acompañaba siempre. Hasta ese lugar para las opciones que venían de tiempo
atrás. En esos lugares cenicientos. En la aventura del alma viva presente.
Esa que, conmigo, hizo abierta la posibilidad de seguir viviendo. Todo como
en hacer impenetrable. Solo en la escucha de él y la mía. Y me dijo, así en esa
solvencia de palabras, que había estado en ciudad Persípolis. Y que, desde
allá, me había escrito unas palabras. Más allá del propio saludo. Más, en lo
profundo, elucidando verdades como pasatiempos favoritos. Y me dijo que
seguía siendo el mismo sujeto de otras vidas. Con la mira puesta en los
para el pensar no rectilíneo. Y sí que, por lo mismo, le dije que no entendía ese
comportamiento parecido al interludio de cualquier sinfonía criolla. Y., me
que era tuyo y mío antes. Pero que, en preciso, él quería para sí mismo, como
recordaba ningún compromiso dual. Que lo suyo no era otra cosa que lo visto
en ciernes. Desde ese día en que nos encontramos. Ahí en la esquinita bravera.
Y que, siguió diciendo, le era afín la voz de Gardel y de Larroca. Pero que, por
Recordando, tal vez, los domingos mañaneros. Esos del ir al cine nuestro. De
“El muchacho advertido”, hasta el lúgubre bandido derrotado. Y le dije, por
esto mismo, que no hiciera como simple hecho enjuto, venido a menos. Y, me
dijo al pulso, que no había venido para concretar dialogo alguno. Que era, más
bien, una expresión perentoria en términos del querer ser consensuado. Más
Inconstante.
que estábamos juntos en la lúdica viva. Desde esa esquinita bravata nuestra. Y,
dueños del desierto. Recorrí mil y una praderas nuestras. Desde Vigía
que la noche anterior, Isolina le había leído un cuentecito escrito por ella
misma: Un sueño escondido. Como la nena, yo también me quedé dormido.
Ese domingo, como casi todos los domingos, compartía con su madre la
Una de ellas es la atribuida a un personaje que los y las habitantes del caserío,
ellas, tiene que ver con papá escarabajo. Su longeva vida ha estado asociada a
erige como cuerno inmenso que sobresale en todos los ámbitos conocidos por
entre los dos y los tres centímetros, más bien está cercano a los cinco
centímetros. Su coloración es de un pardo-rojizo tan firme e intenso, que lo
avasallar por las historias tejidas desde mucho antes de llegar al caserío.
-Aun así, este domingo será mi día. Volveré con el escarabajo padre; así
casa.
Demetrio, mi padre. Trataba de dormir. Llevo cuatro noches sin poder hacerlo.
Desde el día en que empezó a atormentarme una figura que, como sombra me
perseguía. Una mujer. Yo la conocía. Otra vez esa regresión que me atormenta.
labios manaban sangre; así como su zona entre las piernas. Me llamaba. Me
decía: porque me vulneras Samuel. Según ella, yo era otro. No Isaías, era
mil veces. Has mordido sus labios y sus pechos. Mira como sangra. Nada
podrá redimirla. Vimos tu inmenso pene entrar y salir de su tierna aberturita.
Así como hiciste con la niña. La laceraste. Ese inmenso falo entraba y salía.
Tú reías Samuel. Vimos como vertías chorros de líquido pútrido. Líquido de
vergüenza. Alardeabas de ser inacabable. Surtías una y otra vez. Llenaste sus
pasado tuyo, enfermizo, indigno. No sigas ahí. Creyendo que eres hombre de
Una vez regresó Isolina, hablamos largo rato. Acerca de sus experiencias en el
Mis sueños recientes a los cuales no les hallo significado. Por lo menos en
vida. En la cual asumo posiciones diferentes a las que observo en las imágenes
de los sueños. En las cuales me veo como sujeto dañino. De un tipo similar al
de los vulneradores constantes. Es una comparación que me veo obligado a
Después del atentado en el cual murió Isolina Girardot. Una vez surtimos la
Juliana y Pedro gozaban con su hijo. Le hablaban. Él los identifica. Reía con
ellos. Hacia mí, había un ceño fruncido. Como si tratara de asumir un rol en el
sin precisar cómo y dónde. Juliana está ahí. Me mira como una opción de
sujeto sin soporte. Como si yo fuera una figura plana; sin horizontes humanos.
definición.
hablan. Ya tienen un hijo. Todo es furtivo en ella y en él. Todo confluye en una
vida. Aquí, nuestra Nación, ha sido valorada por él, como universo étnico
haberla visto sucumbir. Por la fuerza de victimarios que están aquí y allá. En
todas partes en las cuales haya posibilidad para la esperanza en una liberación
efectiva. De conciencias limpias y trascendentes. Dispuestas a recuperar lo
transformador. Más bien pareces ente sin memoria y sin futuro. Es, te lo
reitero, una intuición que me cruza. Pero no sé por qué. Tan parecida a
aquellas figuras amorfas, difusas, sin concreción. Pero que permanece latente.
Ahora soy consciente de que estoy con mi hermana. Ella pregunta por mamá.
falta. Esta casa, sin ella, no es más que laberinto desértico. Tengo entendido
que regresa la próxima semana. Estoy aquí para cuidarte. Nuestro padre, en su
avanzas, sin andar. Caminas sin camino, sin ejercer una sincera posición como
sujeto vivo que recuerda a quienes han levantado sus voces y sus acciones,
del ser en los cuales este transita por lugares ya andados. Pero que no sabe
cuáles son. Como si ella me adjudicara los mismos problemas descritos por
una continuidad en el tiempo. Del pasado hasta el estar ahora. Con otro
entre dos verdades. Dos opciones de vida. O quizás una sola. Que está aquí y
vulnerador. En otro como ser que reclama sensibilidad en cada acción. Desde
vandálico
soporte a sus versiones. Desde ahí, a su vez, comprometía todos sus esfuerzos
Lo suyo es, hoy por hoy, una institución dinámica. Un quehacer permanente.
Una confrontación diaria. Esa era, para ella La razón de ser en el recuerdo de
Demetrio. Sin que esto implicara una simple repetición anecdótica. Más bien
una convocatoria actuar sin límites. Hasta alcanzar la precisión de su ideario
cuatro horas de lucha intensa. Silvia y Burbano. Burbano y Silvia. Una lucha
infinita, inacabada. Silvia era eso. Capacidad para otorgar placer. Lo hizo
masajeó hasta que este quedó erecto. Como punta de lápiz. Abrió sus piernas.
comenzó una danza hermosa. Ella arriba. Dirigía las acciones. Sacudía su
cuerpo en espasmos cada vez más violentos. Gritaba. Entre tanto yo aprendí a
entrar y sacar mi falo. Sentía una presión absoluta. Al fin la inundé con un
líquido espeso. Amarillento. Salía y salía. Un torrente continuo. La erección se
mantenía. Ella me gritaba. Más, más Samuel. Quiero más. Como enloquecida.
Yo enloquecí con ella. En veces aparecía la figura de mi madre. Era para ellas
dos. Después de tres horas de forcejeo. De llegar y volver a llegar, sentí un
con Sinisterra. Lo cierto es que estaba insinuante. Como si fuera primera vez.
exhibí como trofeo. Desgarré su vestido. La monté una y otra vez. La hice
resistir, puta mía. Puta de todos. Territorio de deseo. No eres más. Llama a tu
dijo adónde iba. Supuse que iba a encontrarse con Demetrio. Él había llegado
dichoso y el pasado amargo. Yo me sentía, también, ajeno a ella. Desde ese día
en que le confesé mis sueños; ella entendió que lo mío no era más que la
Un día de marzo, salí de casa. Tenía una cita con Maritza. Le había confiado
mi decisión de matar a mi hermana y a Isolina. Ella, Maritza, dirigía un grupo
de sicarios. Afines a Pánfilo. Además, había acordado con ella, día y hora. No
Odiaba los espacios en los cuales ella se desenvolvía. Volví a ser Samuel.
cabeza y me decía. Isaías, hijo mío, deja ya de sufrir. Eres un hombre íntegro.
Sentí una inmensa satisfacción. Esos sueños míos no dan tregua. Me sitúan,
constantemente, en posición de ir a territorios en los cuales creo haber estado.
Condicionado por acciones que, como rituales, creo haber vivido. Una
si anhelara haber sido yo mismo el que exploró y penetró. Por eso odio al
padre. Por eso deseo a mi madre. Y a todas las mujeres. Como queriendo hacer
Al ver a Isolina, allí sentada. Mirándome. Regreso a los sueños, en uno de los
cuales quería matarla. A ella y a mi hermana. O, tal vez, deseándola. Veía sus
con fuerza, con vehemencia. Ahogando sus gritos de reproche. Otros que me
Navegante sin ruta. Con una bitácora atrofiada, por lo deleznable. Por lo
tránsito por la vida. No quiero más que dejar a un lado esta vida de perenne
Libertaria amante.
Machado. Su hijo. El de ella y Pedro. Tal vez será porque ellas se parecen.
Juliana e Isolina. La una y la otra. Las dos libertarias. Las dos que convocan a
no mirar atrás. Siempre adelante. Aquellas cuyos recuerdos no significan
posición estática. Más bien una dinámica de entrega y sacrificio. Por lo y las
de hoy. Por las y los de futuro. Una dinámica sin lugar para la desesperanza.
Cuando te relacioné con Amalia. Una de las gestoras del proyecto por el cual
trabajo. Heredado de Demetrio. Hacer de la zozobra un lugar perdido.
Antes de partir, esa noche, entré al cuarto en el que dormían Isolina y la hija
de Demetrio. Las maté con la pistola cedida por Maritza. Aportada por
Pánfilo. Luego, desnudé a la niña y la horadé. Hasta ver su abertura totalmente
destrozada. Una y otra vez. Al terminar, cerré la puerta del cuarto, salí hasta la
cocina. Allí tenía gasolina. Rocié toda la casa. Prendí fuego y me marché.
espacio. Un poco más amplio. Una potente luz, rojiza. Una inscripción en la
Tierra.
una figura conocida. No sé, como si hubiera estado con ella en otro momento,
en otro escenario de vida. Su voz, parecía un susurro enervante. Señalaba otra
puerta y me invitaba a seguirla. Una vez en la puerta, la abrió y una luz más
intensa que la anterior. Colores verdes y amarillos. Parecía un terreno sinuoso.
para la comunicación.
porque ya he trasegado por varias vidas, sin encontrar esa posibilidad Era una
mujer bien formada. Expresaba unos treinta años. Me dijo: vengo de parte del
históricos oscilantes.
instinto mayor, que guía a los demás. Una sexualidad que no reconozca
Me extrañó que esta mujer conociese tanto sobre mi vida. Porque Verdaguer,
antes había estado enfrente de una mujer similar. Recuerdo que Susana me
infundió ese tipo de posiciones. Ella era la expresión más nítida del sexo
donde solo hay tiempo para buscar en donde horadar o ser horadada. Desde la
puesto. Me vacié una y otra vez en ella. Mordí sus pezones hasta arrancarlos.
Soy lo que soy. Ese ha sido mi referente. Como cuando fingí dolor por la
desaparición de Demetrio. Yo mismo consulté con Orestes, jefe de sicarios. Le
dí los datos relacionados con él. Día y hora en los cuales podían localizarlo,
sin ningún problema. Yo mismo había transmitido in formación acerca de
por si mismo y por su nexo con la exterioridad que él entiende como una
construcción por fuera del yo. Con sus limitaciones y con sus imposiciones.
procurando hacer vivir un individualismo que es absorbido por los otros. Con
Voy más allá que Nietzsche. Porque éste, ante todo en Así Habló Zaratustra,
emerge como el hombre tipo que se disocia de los demás. Se enajena, a partir
Hoy por hoy, he asumido mis derechos. He trasegado largo tiempo, hasta
alcanzar la convicción de que la humanidad no es una sumatoria de
expresiones en el transcurso de la historia. La humanidad es, para mí, un
diseminado. En donde cada quien es lo que quiera ser. Sin límites. Una
Volví al lugar en que maté a Isolina y a su hija. Ya habían sido removidos los
que nos depara la vida. En una lógica de lo posible; en donde puedo expresar
algo diferente a lo sentido realmente. Esa misma noche asedié a Ivonne, la
hermana de Demetrio. Una chica de 18 años, la cual siempre me ha excitado.
inmovilicé. Abrí sus piernas. Hasta que su abertura se hizo tan inmensa que
penetré. Una y otra vez. Durante seis horas. Hasta que, exhausta, dejó de
noche ya. Varios vehículos pasaron por encima de ella. Me sentí realizado.
Había dormido poco. Todavía me dolía el pene. Porque, Ivonne, estaba muy
estrecha. Casi no puedo penetrarla. Tuve que esforzarme como nunca lo había
hecho. Tal vez por eso, decidí hendir un palo en su vagina. Como retaliación
por haberme hecho trabajar durante mucho tiempo, hasta hallar espacio para
hurgarla.
piensas tú, Isolina. O mejor, no sé qué pensabas, cuando fuiste consumida por
Demetrio. Con una actitud de patéticos seres que sublimaron la entrega. Que
me engendraron. De la misma forma fue engendrada mi hermana. No
Reconozco nada sublime. Para mí, el sexo debe ser burdo, violento, sin
limitaciones y sin lugar para las caricias superfluas. Esas que pretenden indicar
se me fue el tiempo en fingirte. Pero siempre te desee. Desde esa noche en que
sentí y vi que Demetrio te hacía gritar de placer, cuando lamía tu clítoris. Y tú,
respondías con temblores y gritos. Decías Más, más mi amor. Desde esa noche
te odié y odié a Demetrio. Odié a mi hermana que fue engendrada ese día.
infantiles, de Demetrio.
Volví a casa cansado. Traía conmigo a Tesala. La mujer que me satisface cada
concretos; para que los de seguridad actúen. Me enervan esos y esas sujetos
referentes humanísticos. Así lo he expresado con mis hechos. Sin que nadie
sospeche de mí. Lo hice con Juliana primera y con su tutor, maestro y amante,
Pedro Arenas. He engañado y lo seguiré haciendo. La muerte de Espeleta me
cumplido esa misma labor. Los admiro por su destreza para eliminar
indeseables y cretinos auspiciadores de revoluciones o similares. Estoy de
acuerdo con ellos en actuar ante cualquier sospecha. Por mínima que esta sea.
He contribuido a invertir el vano principio jurídico que habla de que nadie es
culpable hasta que haya sido vencido o vencida en juicio. Las constituciones
En fin, Juliana Macías, es mi actual amante. Con ella he recorrido todos los
lugares ocultos del sexo violento. Me lacera y la lacero. Cada quien es cada
Yo las odio. Ella nos odia. Mientras más se exacerba ese odio, más
encanta. Ver sufrir, a los demás es un deleite para nosotros. Hacemos todo lo
posible para que ese placer se concrete día a día. Cada noche, cada mañana o
cada tarde, lo hacemos entre nosotros, somos insaciables. Disfrutamos, cada
quien, el placer individual. Nos invadimos. Cada día lo hacemos más lento. En
los lugares del cuerpo que más dolor sintamos.
Desde una gran parte del Siglo XIX y en mucha parte del Siglo XX.
Coaliciones y divisiones. Una interpretación auténtica de la generosidad
caducas, vergonzantes.
Joaquín Espeleta nació el mismo día en que se surtía trámite para alcanzar el
acuerdo en Benidorm. Acuerdo entre los más grandes dirigentes que haya
dádiva con derechos. Estos no son tal, sino están sometidos a la orientación de
Decía, pues, que Joaquín Espeleta, llegó a la ciudad en busca de refugio. Venía
de la zona oriental del país. Precedido de ínfulas de héroe y de luchador
campesino. Su familia, en mi opinión, con toda razón, había sido diezmada por
el ejército de la reconquista de las zonas perdidas, y que ejercen como
Estuvo alojado en lo que era nuestra casa. Quiero decir, en el espacio físico
que me alojaba como hijo de Isolina, de Demetrio y de mi hermana. Con gran
Con ellos y con ella. Como estratagema para ganar espacio y confianza que
Una vez en casa, Joaquín, se hizo cargo de lo que ellos y ella llamaban zonas
altísimo. Me bajaron del vehículo y fui situado en lo que parecía ser una sala
de reuniones improvisada. Uno de los sujetos que me había sacado de casa,
informó sobre el operativo a otros sujetos que, en mi opinión, ejercían como
jefes.
Una madre, funcionaria estatal. Único hijo. Con holgura económica. Asistí a la
Escuela Benedictina de la ciudad. Sitio elitista. Esfuerzo de mi padre y mi
principios morales y éticos que los han acompañado durante sus vidas. Vidas
unilineales. Como quiera que han transitado por el mismo camino. Los
Lo entendí así desde que pude leer su lenguaje cifrado, codificado. Lenguaje
de seres asimilados, acotados por los rituales de una sociedad sin otro
horizonte que el sometimiento absoluto a las guías y orientaciones de lo que se
conoce como el sistema preferente. Es decir, única opción. Para todos y para
cuales, cada uno y cada una, ejercen y/o consumen la parte que les
corresponde. Siendo esto último una figura como categoría tipo que se exhibe
ese condicionamiento en sí mismo. Sin que vivir implique otra cosa que
Ahora recuerdo lo pasado. Como atributo que me persigue a donde quiera que
para nada diferente que no sea lo que ha sido graficado. Una figura parecida a
satélites que no tienen noción de libertad. Que son lo que quiere que sean la
aquellas figuras que circundan el espacio aéreo inmediato. Guiados por el hilo
de quien nos conduce. Que nos permite ir con el viento, hasta que el poseedor
del hilo quiera. Un ovillo como el de Ariadna. Que nos permite salir y volver a
entrar, sin extraviarnos en disquisiciones, o en imaginarios que no nos
con el hedonismo, como doctrina central. Perfecta. Por esos los odio. A él y a
ella. No son otra cosa que la repetición milenaria de los llamados valores de la
Yo hablo del derecho a triunfar sobre los otros y las otras, por la vía del
lugar para la presencia del interés colectivo. Porque este último no es otra cosa
que claudicar como sujeto. A ella la considero sujeto pusilánime. No otra cosa
de sujetos tipo que deben deambular por el universo. Como variables pensadas
y preestablecidas. Como proceso que nos debe involucrar con el derecho que
tenemos a exterminarlas. Como género y como interactuantes.
permitido, acordado, disfrutado. Por esto odio a los dos. Él y ella. Como
sujetos artificiosos que suplantan la razón de ser del placer. No quiero vivir
propuesto como conclusión de esos acuerdos. Para mi no son otra cosa que
justificaciones para actuar en sociedad. Son la cuota inicial para actuar como
no comparto esto. Así les hice saber. No quiero la monotonía del desarrollo de
falsos principios. De una moral que nos recurre como elementos de beneficio.
No quiero beneficiar ni ser beneficiado. La y lo odio. Porque, en su pacto de
un coito putrefacto que pretenden erigir como principio. Como modelo para
a casa, invitada por ella y él. Una mujer de mirada furtiva. Entrada en años.
Pero con un cuerpo absoluto. La desee desde que entró por la puerta. Recién
Desde ese instante conocí que no había sido penetrada. El primer día de mi
mirada furtiva, sentí crecer mi asta. A tal punto que empecé a surtir un líquido
inundé de tal manera que la viscosidad la hacía repetir su baño. Sin que ella se
diera cuenta, exhibía un portentoso músculo. Que latía y que crecía cada vez
más.
En ese momento decidí que era mía. Que ese sujeto, merecía ser allanada por
mí. Como en el pasado, con otras. Ya, aquí, con esa sensación de no ser,
expresaba un deseo inacabado. La quería para mí. No en sueños ni en
simulaciones. Decidí, como siempre lo hecho, buscar el lugar y aprovecharlo.
inmenso que buscaba el orificio estrecho. La penetré con todo. Ella apenas
alcanzó a balbucear. Algo así como: ¡qué es esto ¡Yo le respondí: esto es mío y
lo estoy utilizando para hurgarte la vida! Hasta donde más pueda. Eres mujer.
prolongó hasta caer la noche. Estaba inerte. Lo estuvo desde que ahogué sus
gritos. Cuando cesó su espasmo, la recorrí una y otra vez. Mi asta seguía
erguida. La dejé ahí, muerta. Esa misma noche me fugué de casa, dejando su
Cantaba:
Mi bien. Mi placer.
Niño dulce,
Niño tranquilo,
La había visto antes. Tal vez a mis tres meses. No sé cuándo. Pero reconocía
Niño, Daniel.
Que te nombro.
Que hombre,
No sé por qué la sentía tan cerca. Sentía su olor y me alegraba. Ya sabía que
era mía. Pero no podía asirla. Porque me trascendía. En una relación adulto-
niño que me subyugaba. Era mía, pero sin serlo todavía. La había deseado
antes de nacer. Cuando Él estaba con ella. Un placer que me engendró. Quiero
quiero como referente próximo. Como figura que despliega todo un universo
mujer que podía hacer mía con solo balbucear la necesidad de cariño. El y ella
no lo dan. Solo viven para mirarse y para sentirse plenos. Yo, en cambio,
disfrutaba en silencio, de esa mujer que me cantaba. Que estaba a mi lado por
placer. Porque yo le gustaba. Porque ella me gustaba. De nuevo su voz.
Duerme mi pajarito,
Acerca de la vida.
mi mirada, las causas de esta soledad. Ayer la vi. Hoy ya no está. Como si
disfrutara con percibir el futuro. Como si, al mes siguiente, la volviera a ver.
Porque es mía. Porque los odio, a él y a ella. Que viven solo para si mismos.
circunstancias. Esas que están aquí y allá... Pero siempre distante y codificada.
Imaginación sin sorpresas. Equivalente a un perímetro ya conocido. Sumatoria
partícipes del proyecto de vida igual. Para todos y para todas. Cada quien,
viviendo su vida, sus quehaceres. Sus limitaciones de felicidad. En procura de
la cual viven, cada día.
más. Los odios, porque sintieron placer los dos. No en singular, como lo
quiero y lo siento yo. Una solidaridad inmunda. De él a ella. De ella a él. Los
odios como nunca he odiado. Ni siquiera en esa primera vida que reportó
Porque, así, aprendí a reconocer lo mío como único y absoluto. Porque, así,
fueron mías primero. Porque no estuvieron conmigo antes. En fin, porque solo
son mujeres, cuando yo las inauguro. Cuando yo las recorro. A cualquier hora.
Cualquier día. Tienen que ser esclavas de lo que yo diga y deseo. Por eso las
he odiado. Desde la primera madre, hasta la última. Deseo su muerte, una vez
pasen por mis manos. Una vez las surque con lo mío. Definiendo territorios.
Esos a los que nadie más que yo puede llegar. Un yo kafkiano, similar al que
reportó Pedro Arenas en esa conferencia ya lejana. Distante tres vidas atrás.
Ese Pedro Arenas al cual también odié. Por estar con Juliana. Por amarla, sin
naciera. Nací por eso y por eso odio. Porque no concibo ninguna satisfacción
necesaria para forzarla. Morí antes de crecer. Solo recuerdo que esa me
cantaba:
Fue un estar con él y ella efímero. Como cuando tú te das cuenta que has
vivido en medio de una sociedad que no te entiende. Que corroe lo que eres.
En una superficialidad enhiesta bordeando todos los rigores. Uno a uno. Desde
la primera hasta la última vida. Porque yo he sido eso. Un sujeto atado a una
seguir el juego de la vida. Un juego con un almizcle diferente cada día. Hoy
eres sujeto entre perverso y más perverso. Mañana, más perverso que ayer
y…, cada vida más de lo mismo. Pero profundizado. Como progresión
Toda ha sido endosada a ellos, los dioses. Dioses que no deberían existir.
Porque son lo que son, producto de nuestra temeraria imaginación. Ellos, los
dioses, son nada. Son artificios que nos obligan a sucumbir. Cada día. A
que ellos no saben es que., en mí, vivir es estar sin estar. Por lo tanto, no
deseo. No he deseado estar vivo. Porque no quiero tener deudas con ellos. Yo
vivo y no vivo. He tenido, que recuerde, la primera, la segunda y la tercera
remite a ser lo que eres. Es decir, otra vez, el tránsito, por el camino que me ha
sido trazado desde antes. Eso yo no lo quiero. Lo que deseo es volver al
principio. Para elegir que debo ser. No aceptando directrices que pretenden
entregados y sometidos por las leyes del buen amar. He sido y seré referente
Estoy dispuesto a hacer valer mi músculo que crece cada vez más. Lo exhibiré
hímenes. Espero alcanzar una cifra que supere el número mil. Para eso estoy
preparado…en eso va mi vida. Cada día más que ayer. Esa es mi perspectiva.
Mataré cuando haya que hacerlo. Cuando, por ejemplo, no vea disposición de
ella o ellas a adorarme. A dejarme recorrer sus cuerpos, según mi mapa.
Ese día, ocho de marzo, morí solo. Así lo deseé. Sin compañías insulsas.
Expresiones morales anticuadas. Quiero que se me valore por lo que soy:
sujeto que actúa según los principios del placer. Ese que es hermoso, en su
estado original. Con quien sea. Heteróclito, sin eufemismos anquilosados,
conjunto.
El día 8 de marzo de 2049, nací. Un hogar compuesto por diecisiete personas.
Incluidas mi padre y mi madre. Ella había nacido en Venezuela, treinta años
atrás. Mi padre, había nacido en Bello Horizonte, Brasil. Eran las cinco de la
tarde. Como era de esperarse, ante tal cantidad de personas en casa, la
afectiva de los dos, era una continua exposición a mi veeduría. Como sujeto
tal parece que soy ahora, un hombre vinculado a las exacerbaciones físicas; en
lo que estas tienen de corroboración de ese insumo latente que reivindica, a
cada paso, una opción repetida. Sin otros referentes que la exhibición de una
tendencia perversa. En mí, lo sexual, no ha sido otra cosa que una continua
laceración espiritual. De mí y de quienes están en mi entorno inmediato.
inmensas expresiones dañinas. Veo, en cada mujer, un objetivo que instiga mis
compromisos primarios. Soy un sujeto condicionado por una opción
enfermiza. En la cual, quienes están en derredor, no tienen conmigo una
espíritu y lo convierten en mera simulación ante los demás. Estoy aquí, ahora,
obsesión por lacerar. El problema es que no quiero ser otro. Para mí, la
bondad, es una actitud equívoca. Que emerge como posibilidad insulsa. Para
mí, lo dinámico, es una estructura patética. No quiero ser diferente. Aún ahora,
cuando recién he vuelto a nacer, reivindico el derecho a hacer daño. Porque los
otros y las otras son una exterioridad que debe ser exterminada. Aspiro al
reinado de mí mismo. Solo. Como expresión de lo unidimensional. No creo en
lo colectivo. No quiero ser parte de ninguna sociedad. Soy yo mismo, ese que
no quiere ser aceptado. Una noria permanente. En una divagación perenne.
Un hogar que no quiero. Pero está ahí. Estoy ahí. El y ella son progenitores,
insípida de la vida. Esta madre y este padre, son como todos y todas. Destilan
una viscosidad que llaman dulzura. Hacia mí. Yo los rechazo y los rechazaré
por siempre. Pretenden ungirse como íconos. Me ven como fruto del amor.
Como sujeto deseado a partir de ese ejercicio sexual que yo reivindico. Pero
Lo haré por siempre. Las mujeres que he agredido se lo merecían. Por el solo
avasalladas. Ese placer que he sentido, quiero repetirlo. Una de mis hermanas
toda una hembra. Añoro el momento en que la pueda montar. Lo haré. Pase lo
angustia. Creo que catorce generaciones atrás era sujeto idólatra. Con una
visión de Dios asociada al altruismo y al esfuerzo por no pecar. Por ser
individuo atrayente, a partir de esa idolatría. Creo que lo que vivo actualmente
es una venganza. Una reparación para mí mismo Por lo mucho que sufrí al
lado de los tejedores hipócritas de ilusiones. Quiero vengarme aún más.
soy consciente de haber trasegado por diferentes vidas. Me esfuerzo por ser,
cada vez más, Jesús al revés. No quiero conducir a territorios de paz, sosiego y
Remitiendo a los otros seres animales a refugios que los sitúan como
inferiores. Con el pretexto de que somos superiores. No hay tal cosa. Nosotros
insumo indispensable. Dilapidación que nos tiene que otorgar el derecho a ser
libres. Sin reconocer a los otros y a las otras. Ser sí mismo. Violentando a
quienes no lo vean así.
demostrado mi capacidad para horadar. Así ocurrió con India, la mujer que me
cuidaba. La cabalgué durante seis horas continuas. Apareció muerta en un
escampado cercano a la casa. Ariadna estaba bañándose. La seduje con mi
He heredado esa capacidad. Soy, en vivo, lo que otros han tratado de ocultar
Porque interactúo con mis pares. Con aquellos y aquellas que renuevan, cada
nos percatamos de quien esté a nuestro lado. Porque hacerlo sería desdecir de
otros y las otras. Soy arquetipo en esta sucesión de expresiones que han
cortado el vuelo a la dignidad. En donde se valida como cierta la ausencia del
decoro. Una sociedad en la que se han construido iconos que no se respetan.
Seres que fingen la solidaridad, la ternura y la paz. Pero que son, por siempre,
referentes, como centro del equilibrio social. Siendo, como es, la sociedad: un
artificio deliberado. Para ser aplicado a quienes son dominados. Un ejercicio
Al volver, ese día, encontré a Ariadna inmolada. En casa no había nadie. Solo
ella. En el mismo sitio en que la dejé hace diez años. Todos se habían ido. No
encontré rastros de mi padre y de mi madre. Tal parece que habían
Ariadna. Allí dormí esa noche. Tuve un sueño extraño. Estaba con Isolina y
con Juliana, en un territorio desértico. A mi lado había un sinnúmero de niñas,
vestidas con trajes de color negro. Ululaban en mis oídos. Un sonido
profundo, que aumentaba con el paso del tiempo. Juliana me advertía algo.
Con su mirada hermosa. Isolina me requería. Como diciéndome: ¿dónde
estabas, cuando desapareció Demetrio, tu padre? Yo no atinaba ninguna
dueño de mis acciones. Le expresé algo relacionado con mi odio por quienes
pretenden ser justos, equilibrados; libertarios. Esos que postulan, a cada paso,
cada quien es cada quien. Una selección natural que nos sitúa, a quienes no
color que me obnubila. Para mí es un desagrado. Los negros, son como las
mujeres. Inferiores. No racionalizan nada. Un cerebro que no trasciende más
allá que lo inmediato. Incapaces para construir opciones válidas. Tal vez por
esto, instigué a las fuerzas de control y exterminio para que actuaran en
Bojayá. Y en Caloto. Y en los Cabildos indígenas del Cauca. Expresé todo mi
odio a esas razas primarias. Hacia ese género que debe ser dominado. Que son,
para mí, solo sujetas de deseo. Que exacerban mis instintos. Ya, de por sí en
ese sueño, mi falo permaneció erecto. Cuando vi. a las niñas, a Isolina, a
Para condenarte a ti. Como sujeto vulnerador. Yo hice caso omiso de sus
expresiones. Salí a la calle. Caminé largo rato. Avenidas sombrías. Sin nadie
Caminé sin descansar. Al fin hallé a alguien. Una mujer muy joven. Estaba
Después la volví a ver. Un callejón obscuro, como su piel. Me llamó con sus
ojos y con sus manos. Al entrar, para poseerla, sentí un intenso dolor en el
vientre. Una daga inmensa me penetró. No volví a despertar. Estaba muerto.
Trece (Otra vez Susana; otra vez mi lucha)
Méjico. Viaje de negocios. Chiapas era para ellos una obsesión. Desde que el
éxito en Perú, Bolivia. Ante todo en este último, estuvieron algunos años, con
Sinisterra se había hecho socio de parte del negocio. Traficaba con la hoja.
resueltas para los nativos primarios. Aquellos que siempre han sufrido el
racismo. Unas etnias a las cuales se les han negado su derecho a ser lo que
impenetrable hacia toda exterioridad. Un día de reconciliación. Tal vez por las
ansias de venganza con Susana. Por su entrega a Sinisterra. Ese sujeto sin
hembra puta. Al mejor postor. Tal vez por eso me convoqué, a mí mismo, para
Dos días después escapé por la frontera del Pacífico. Hacia Panamá. Llegué a
Tres meses después, arribé a Santiago de Chile. Justo el día en que Allende
manera de Serrat.
como un fin en sí mismo. Con unos roles que son delegatarios y herederos.
recreado por Pánfilo. Insté para que él entrara en el escenario. Convocado por
Colombia.
Volví a nacer el día en que se juntaron dos mundos. El mismo día en que
emergieron las verdades y las mentiras; a propósito del comportamiento. Una
Regía Maximiliano Eugenio. Con envoltura similar a los tribunales del Santo
Oficio de gobernar y de postular instrumentos para vigilar y castigar. Un
vez las más comprometidas tienen que ver con el ejercicio de su libertad,
como figura próxima a la anarquía. A ese dominio sobre sí mismo que está
definido como onanismo político. Diferente al Narciso típico tradicional.
societario. Con un padre que ejercía como vocero perenne de los compromisos
adquiridos por parte de cada uno de los individuos. Mi madre, enajenada real.
Con su condición de género endosada al dominio ancestral realizado por los
El solo hecho de nacer, supone aceptación del manifiesto de fe. Que no es otra
que la proyección, en el tiempo. Propagación que no se debilita. Que, por el
contrario, se profundiza.
definiciones primarias. Solo que, ahora, son ejercidas por la vía de postular
niveles de aceptación. Manipulación de los vivientes. De sus aspiraciones y de
la hegemonía y de la sumisión.
Lubricación que nos expone al quehacer diario. Que nos sitúa como sujetos en
Ya, la disquisición filosófica del ser o no ser. Del individuo caja de resonancia
de las imágenes exteriores. De aquellos en que la Razón Pura auspiciaba la
posibilidad de encontrarla y de asirla. Por la vía de la racionalización
Gobernantes que han situado sus reinos en territorios disímiles. Pero que son
como logro parcial, endeudado con los sujetos dominantes. Con sus diversas
manifestaciones con cronogramas e instituciones.
esta no cabe en donde solo hay respiro para lo cotidiano. Una madre esotérica.
Una hermana. Solo ella. Una habitación amplia. Con ventanas laterales. Solo
Pitágoras. Seres lejanos ya. Pero que me convocan. Desde no sé qué sitio.
Ellos que viajaron tanto tiempo. Los veo repletos de vida. Un tipo de vida al
que yo he aspirado. Sin tapujos. Sin ningún norte moralista. Así he querido
vivir. No en esta partición absoluta. Que limita mi tránsito. Creyendo ser libre,
otra cosa que sombras. Que pasan veloces, que trato de alcanzar desde mi
inmovilidad.
En este día quiero volver a David Menchú. A sus conversaciones que descifran
yunta de los europeos. Cuando realizaban sus rituales. Hacia el Sol y hacia la
Luna. Cuando recién inventaban los signos para calcular el tiempo, y las
reproducir el tiempo en que la amaba. Ese tiempo que está en el aire; que es
absorbido. Como pasado que revierte figuras. Como obsolescencia que se
resiste a morir.
Estoy, ahora, al lado de esta hermana nueva. De una madre y un padre, que
viven la vida sin ninguna pasión. Solo transitan por ella. Por ese escenario
inmediato que los agobia. Y que buscan interpretarlo por la vía de rituales que
sin nada nuevo. Una mujer gris. Sin nada entre las manos. Ni para asir, ni para
construir futuro.
Porque veo, en sus ojos, un estar ahí. Sin traspasar la frontera que la separa de
pesar de haber sido influido por él con su doctrina de tierra arrasada. En todos
los escenarios en los cuales exterminó hombres, mujeres, niños, niñas. En una
sumatoria de realizaciones infames.
Quiero, entonces, ver a Maritza. Hablar con ella a solas. Escuchar, de viva
que conocí por medio de Patricia y Everardo. Recordando esa alucinación del
Me veo matando, otra vez, a Francisco Peñuela. Indagándole por sus aviesos
recorridos. Como hombre resentido. Siendo yo una manera de ver la vida. Por
mí mismo. Siendo, al mismo tiempo, yo y otro. Contando lo mucho que he
vivido. Hasta llegar aquí. A un sitio híbrido. Sin colores punzantes. Sin
referentes dignos de imitar. Con una madre y un padre inmersos en la
cotidianidad absoluta. Un ir y venir tatuados por la simpleza perversa. Esa que
nos hace sujetos insulsos. Sin imaginación y sin convicciones. Sin los
impulsos vitales. Necesarios para transitar en el tiempo y en el espacio, sin
esos espejos que nos retratan. Invirtiéndonos, pero siempre siendo lo mismo.
Estando aquí, un día cualquiera, porque aquí son iguales; estuve en el sitio en
que maté a Pedro y a Juliana. Recordé a su hijo. De él y de ella. Ese hijo que
pudo ser mío; pero que no lo fue. Precisamente porque no estuve a la altura de
ella. Porque Pedro Arenas descifró, antes que yo, los códigos afectivos de
Juliana. Porque él supo darle lo que yo no ofrecí: una perspectiva de vida,
y vivido. En fin, sin los torcidos escenarios de vida que yo he reclamado como
proyectos válidos.
Ese mismo día estuve donde inmolé a Isolina y a su hija. Visité el lugar en
y Sinisterra. Volví a los sitios de mi primera infancia. Fui hasta donde conocí
tutores perversos.
Creo que no llegué a crecer, aquí. Fui como el sujeto central que describe el
texto “El Tambor de Hojalata”. O como el pigmeo Peter Pan. Ídolo insípido de
una generación que no evolucionó. Creo que no fui otra cosa que una copia
bastarda de aquel sujeto vivo que traspasó la línea del tiempo; o de Galileo; o
de Giordano Bruno. Transité con ellos las experiencias creativas y sus
Pretendí que éste era como el hilo de Ariadna. Pero no es más que simple
tampoco, con esta madre y este padre. Lo veo y las veo como simple imagen
en el agua. Que se pierden lentamente, al agitar su soporte. Como en la nada
querer nacer. Hubiese sido mejor así. Haber quedado en un limbo constante.
Sin lugar para precisar mis opciones de vida.
Las veces que he muerto. Las veces que he vuelto a nacer; son rótulos
consciente de que, cada vez más, era un misógino. Que lo sigo siendo. Odio a
esta nueva hermana. El odio a ella, a mi madre, porque son lo que son.
Esa misma noche, me entregué a mis sueños. Volé como mariposa contra el
de ellos. Volé a través del universo. Devoré kilómetros luz. Desde aquí hasta la
lejana nebulosa que viene y se va. Indagué por Ernesto Gardeazábal, el padre
de Juliana. Para pedirle que me llevará en su tragicomedia. En su supuesto
viaje al Sol. Navegué por todos los océanos. Bebiendo agua salada. Como
mitigación de mi amargura.
propia de la vida, cuando se vive sin ataduras que laceran. Lugar propicio para
ejercer como leprosorio para espíritus corroídos. Allí conocí al par de
una opción única. Sin ningún tipo de asidero diferente. Lugar de pantomima.
derecho que obnubila. Donde hay víctimas sin victimarios. Donde los
controladores son supremos jerarcas que trastocan lo cotidiano. En donde los
concreta. Que está a merced de los lapidarios garantes del poder. Poder aciago,
que crispa los sentidos. Ahí, donde los conceptos son vertidos de manera
unilineal; sin lugar para desencuentros. En donde el príncipe perverso; el
de las palabras ampulosas. El que cerró los ojos ese día trágico de noviembre.
El que persuadió a la comunidad internacional de que le manipularon el pulso
refugió en la poesía sin piso y sin talante. Aquel que convocó a los habitantes
del país de nunca jamás, a diluirse como colectivo; mientras que el manto
asolaron el Cono Sur. Desde Chile hasta Uruguay. Vencedores que lapidaron
hasta más no poder. Los que mimetizaron la tragedia de los pueblos. Los que
en los mares cercanos, a los patriotas que revindicaron sus derechos. Aquellos
los adolescentes. Aquellos que creyeron que las madres son simples íconos.
Aquellos que no sospecharon que estas crecían en solidaridad, en ternura
nunca ha arriesgado un solo concepto, por efímero que sea. Este Samuel,
convertido en Isaías, y en Jonás y en…espécimen aturdido por las mentiras de
condición de mujer viviente. Este que imitó al padre desde un comienzo. Que
hizo veeduría gendármica de los pasos de Rosa. Este que mató y volvió a
matar. Amigo de Pánfilo. Supuesto enemigo de Sinisterra. Pero que, en
verdad, coincidió con él. Su única contradicción estuvo del lado de desear el
cuerpo de Susana. Nada más. El que inventó, una y mil veces las ejecuciones
los territorios.
Vine huyendo de mí mismo. Pero conmigo estoy aquí. Vine, esta vez, porque
madre. De todas aquellas que pasaron por mis manos ácidas. Desde Rosa,
hasta Silvia. Desde Isolina hasta Juliana. Urania me retó a volver adonde
nunca debía de haber salido. Esa tierra que ha incoado y protegido a los
perversos.
Siendo el tercer día, desde mi segunda llegada, recibí la visita de Rosa. Supo
Paysandú. Ella y Francesca, vivieron al lado de él. Por turnos. Como macho
cerril, las poseía a ambas. Una y otra. A cada momento. Decidieron equilibrar
el otorgamiento de placer. Hasta el día en que Francesca y Verdaguer
traficadora con etnias. Susana abortó el sembrado que dejó Sinisterra en ella.
Este último había viajado a Londres, como escala de su destino final, Arabia
Saudita. Le escribió a Susana, contándole de sus éxitos. Había establecido en
Llevaba consigo unas ganas inmensas de él. Nunca había pasado tanto tiempo,
desde que lo conoció, sin su fortaleza, sin su vigor. Inclusive, me comentó que
todas las noches, en la misma cama, ella, él y Francesca, construían fantasías
pasaba la otra. Durante cuarenta horas se amaron, en la versión más sucia que
estaba o cuando dormía. Al final del relato, Rosa me expresó que nunca supo
vivir sin poderse vaciar. Sin que la excitaran y que la penetraran, o cualquier
aparecer.
periodo en que parió una y otra vez. En el periodo en que me tuvo a mí como
compañía. Cuando creyó que podría ser sujeto mujer autónoma, combinando
Hablo de una ética feminista coincidente con ejecuciones propias, sin arribar
primer Santiago.
aniquilado. Ya no tienes la fuerza espiritual que conocí. O será que nunca las
has tenido. Y que, por el contrario, has vivido, desde siempre, al garete. Como
Esa misma noche resolví demostrarle que si era el mismo. Me sentí retado por
ella. Sus relatos en relación a Francesca, a Verdaguer, a Santiago; y su
afirmación despectiva en torno a mi aniquilamiento; despertaron en mí ese yo
que creía perdido. Mi decisión ya estaba tomada. Rosa pagaría muy caro su
osadía. Nunca he soportado que me definan como sujeto pusilánime. En el
así, porque consideré prematura la decisión del volver a ser yo. Pero, ahora, no
ejercicio que había aprendido desde niño, la hacía gritar. Por lo lacerante.
Porque, al mismo tiempo la hurgaba con mis dedos. Halaba los bordes
vaginales con ellos. Haciendo fuerza. Cada vez con más fuerza. Mi asta
soportaba que ella no sintiera placer. Mordí sus pezones, como represalia. Le
grité: puta, puta. Ahora veras que sigo siendo el mismo. Cuando empezó a
sangrar por entre las piernas, me exacerbé más. Un olor agrio. Allí mismo se
caer…lo último que vía fue el rostro sonriente de Urania que me veía caer.
Disisiete (Preclusión)
permitido, acordado, disfrutado. Por esto odio a los dos. Él y ella. Como
sujetos artificiosos que suplantan la razón de ser del placer. No quiero vivir
propuesto como conclusión de esos acuerdos. Para mí no son otra cosa que
justificaciones para actuar en sociedad. Son la cuota inicial para actuar como
no comparto esto. Así les hice saber. No quiero la monotonía del desarrollo de
falsos principios. De una moral que nos recurre como elementos de beneficio.
de portador o portadora de calidez. Esta no tiene por qué existir. No tiene que
libertad.
Ese día, ocho de marzo, morí solo. Así lo deseé. Sin compañías insulsas.
sujeto que actúa según los principios del placer. Ese que es hermoso, en su
estado original. Con quien sea. Heteróclito, sin eufemismos anquilosados,
afectiva de los dos, era una continua exposición a mi veeduría. Como sujeto
proclive a la influencia del instinto. Ese que me ha recorrido durante tres
tal parece que soy ahora, un hombre vinculado a las exacerbaciones físicas; en
cada paso, una opción repetida. Sin otros referentes que la exhibición de una
tendencia perversa. En mí, lo sexual, no ha sido otra cosa que una continua
laceración espiritual. De mí y de quienes están en mi entorno inmediato.
obsesión por lacerar. El problema es que no quiero ser otro. Para mí, la
bondad, es una actitud equívoca. Que emerge como posibilidad insulsa. Para
mí, lo dinámico, es una estructura patética. No quiero ser diferente. Aún ahora,
cuando recién he vuelto a nacer, reivindico el derecho a hacer daño. Porque los
otros y las otras son una exterioridad que debe ser exterminada. Aspiro al
lo colectivo. No quiero ser parte de ninguna sociedad. Soy yo mismo, ese que
Un hogar que no quiero. Pero está ahí. Estoy ahí. El y ella son progenitores,
pero no los reconozco como opciones de cariño. Nunca he sentido eso. Ni
insípida de la vida. Esta madre y este padre, son como todos y todas. Destilan
una viscosidad que llaman dulzura. Hacia mí. Yo los rechazo y los rechazaré
por siempre. Pretenden ungirse como íconos. Me ven como fruto del amor.
Como sujeto deseado a partir de ese ejercicio sexual que yo reivindico. Pero
Lo haré por siempre. Las mujeres que he agredido se lo merecían. Por el solo
avasalladas. Ese placer que he sentido, quiero repetirlo. Una de mis hermanas
toda una hembra. Añoro el momento en que la pueda montar. Lo haré. Pase lo
angustia. Creo que catorce generaciones atrás era sujeto idólatra. Con una
visión de Dios asociada al altruismo y al esfuerzo por no pecar. Por ser
individuo atrayente, a partir de esa idolatría. Creo que lo que vivo actualmente
es una venganza. Una reparación para mí mismo Por lo mucho que sufrí al
lado de los tejedores hipócritas de ilusiones. Quiero vengarme aún más.
cada vez más, Jesús al revés. No quiero conducir a territorios de paz, sosiego y
inferiores. Con el pretexto de que somos superiores. No hay tal cosa. Nosotros
Para dilapidar el tiempo. Esa medición que nos ha sido impuesta, como
insumo indispensable. Dilapidación que nos tiene que otorgar el derecho a ser
libres. Sin reconocer a los otros y a las otras. Ser si mismo. Violentando a
demostrado mi capacidad para horadar. Así ocurrió con India, la mujer que me
cuidaba. La cabalgué durante seis horas continuas. Apareció muerta en un
cabalgué otras dos horas. Dejé impresa mi marca. Soy el más avezado de los
ruines. Siempre he querido serlo. Lo exhibo como trofeo. Como coto de caza.
He heredado esa capacidad. Soy, en vivo, lo que otros han tratado de ocultar
Porque interactúo con mis pares. Con aquellos y aquellas que renuevan, cada
nos percatamos de quien esté a nuestro lado. Porque hacerlo sería desdecir de
referentes, como centro del equilibrio social. Siendo, como es, la sociedad: un
artificio deliberado. Para ser aplicado a quienes son dominados. Un ejercicio
Al volver, ese día, encontré a Ariadna inmolada. En casa no había nadie. Solo
ella. En el mismo sitio en que la dejé hace diez años. Todos se habían ido. No
Ariadna. Allí dormí esa noche. Tuve un sueño extraño. Estaba con Isolina y
con Juliana, en un territorio desértico. A mi lado había un sinnúmero de niñas,
dueño de mis acciones. Le expresé algo relacionado con mi odio por quienes
pretenden ser justos, equilibrados; libertarios. Esos que postulan, a cada paso,
la necesidad de una transformación. Hacia una sociedad igualitaria. Le decía:
cada quien es cada quien. Una selección natural que nos sitúa, a quienes no
Soy una vertiente continua que irriga a quienes son como yo. Irrigación que
allá que lo inmediato. Incapaces para construir opciones válidas. Tal vez por
esto, instigué a las fuerzas de control y exterminio para que actuaran en
para mí, solo sujetas de deseo. Que exacerban mis instintos. Ya, de por sí en
ese sueño, mi falo permaneció erecto. Cuando vi. a las niñas, a Isolina, a
Juliana. Erección que es única. Vertí inmensa cantidad de líquido. Un sueño en
Para condenarte a ti. Como sujeto vulnerador. Yo hice caso omiso de sus
expresiones. Salí a la calle. Caminé largo rato. Avenidas sombrías. Sin nadie
Caminé sin descansar. Al fin hallé a alguien. Una mujer muy joven. Estaba
hermoso. La desnudé con mi mirada. Sus pezones erectos. Nadie los había
Después la volví a ver. Un callejón obscuro, como su piel. Me llamó con sus
ojos y con sus manos. Al entrar, para poseerla, sentí un intenso dolor en el
vientre. Una daga inmensa me penetró. No volví a despertar. Estaba muerto.
Méjico. Viaje de negocios. Chiapas era para ellos una obsesión. Desde que el
Ejército Zapatista había irrumpido en la región; él y ella habían diseñado una
estrategia perversa, para apoderarse de la ideología del grupo social que estaba
allí instalado. El comandante Marcos había sido contactado por el padre de
Susana. Este sujeto, era intermediario. Desde su emigración forzada, de
éxito en Perú, Bolivia. Ante todo en este último, estuvieron algunos años, con
Sinisterra se había hecho socio de parte del negocio. Traficaba con la hoja.
ansias de venganza con Susana. Por su entrega a Sinisterra. Ese sujeto sin
hembra puta. Al mejor postor. Tal vez por eso me convoqué, a mi mismo, para
Tres meses después, arribé a Santiago de Chile. Justo el día en que Allende
Allende; con sus expresiones verbales coherentes posó siempre como defensor
de los derechos que acompañan a los pobres. Pero, en lo más íntimo de sus
aspiraciones, estuvo la confabulación para acceder al poder por la vía de
no profunda en lo que hace al compromiso con los otros y con las otras.
sin sombra. Más bien como concreción cerrada, inoperante. Eso era yo,
entonces, cuando conocí a Mayra Cifuentes Pelayo. Nos habíamos visto antes
en El Camellón. Barrio muy parecido a lo que son las hilaturas de toda vida
Todas las puertas abiertas, convocantes. Ansiosas de ver entrar a alguien. Así
noche y en el día.
Y sí que Mayra se hizo vida en plenitud, a partir de haber sido, antes, la novia
del barrio. Tanto como entender que todos la mirábamos con la esperanza
puesta en ver su cuerpo desnudo. Para hacer mucho más preciso el
noche o en el día, en cualquier hora. Con ese verla pasar en contoneo rojizo.
La escuelita como santuario de los saberes que no fueron para ella. Por lo
permitieron.
aspaventosa. Con sus ojos color café límpido. Casi sublime. Y la saludé a ella
y lo saludé a él. Tratando de disimular mi tristeza inmensa. Como dándole a
eso de retorcer la vida, hasta la asfixia casi.
fierro mío hecho lanza lacerante, dolorosa, la maté y lo maté. Me fui yendo en
el mismo silencio. La última mirada de mi Mayra, fue para Miguelito amante.
madre era una mujer relativamente joven. Había conocido a Pánfilo, padre, en
desde su primer embarazo. Ella reconocía que el único atributo de Pánfilo era
insaciable. Se dice que había violado a una niña de diez años; la cual quedó
embarazada y que tuvo un hijo en el hospital de Puerto Berrio. Que, por esto,
la madre y el padre de la niña la habían expulsado de la casa. Y, también, que
la niña había sido recogida y cuidada por una pareja que vivía en el Puerto.
otras ocasiones, se había conocido de algunos casos más. Sin embargo, nunca
fue requerido por esto. Como si su entorno estuviera adormecido. Como si ese
tipo de vulneración no tuviese ningún doliente. Solo ellas, las niñas, con su
dolor y con la amargura que produce el estar inmersas en la pérdida de su
infancia. De frente a una sociedad que asume esto como cotidiano, sin ninguna
expresión de repudio.
perennes. De hecho, cuando estuvo en Puerto Berrio, durante uno de sus viajes
dos hijos con Santiago. Pitágoras y Adrián. Los obsequió a dos familias. Sin
perversiones. Cada quien es cada quien. Se les conocía como la banda de los
Pánfilos. Devastadores. Hacían suyos lo de los demás. Una banda tenebrosa.
Mataban por placer…o por encargo. Uno de ellos poseyó a Raquel, ella lo
quiso así. Porque vio en su músculo horadador, el tamaño del de su Pánfilo. Lo
Pánfilo, hijo, fue creciendo. Se vinculó con grupos que hacían de la vida, una
postal para enmarcar. Asesinatos, robos e inveterados alumnos de quienes
ofrecían tácticas de exterminio. Él estuvo como aprendiz con su maestro
Klein, judío que enseñaba técnicas para matar y permanecer insensible a las
consecuencias.
Fue creciendo en dinero. A través del negocio de sus jefes. Cada encargo y
en 1989.
Fueron a casa de ella. Una habitación estrecha. Pánfilo expresó, sin pensarlo,
“tienes que mudarte de esta estreches. Puedo pagarte la amplitud que quieras”.
pero unas paredes que parecían no inauguradas. Una y otra vez. Sin pausa. Ni
él ni ella se rendían. Solo el afán de cumplir dos citas contraídas previamente
por Pánfilo, puso fin a su trajín. Le dejó dinero para lo que necesitara, con la
advertencia de que debía cambiar de domicilio. Donde sea y al precio que sea.
Volvieron a verse tres días después. En la ciudad había revuelo por sucesivas
acecho, baleaban a las víctimas. Sin ninguna pista, decían las autoridades.
que ver con una sesión de entrenamiento, en Puerto Boyacá, impartido por un
Samuel había llegado dos días antes. Ya había realizado con Maritza un
respectivas zonas. Hoy, una vez llegó, Samuel abordo a su hermana. La hizo
sucumbir con sus conocimientos acerca de acceder a lugares del cuerpo que
hacían explotar. Estuvieron una y otra vez, por dos horas.
Cuando Pánfilo entró, percibió el olor a sexo. No dijo nada. Porque él no tenía
reparos en eso de poseer. Para él era válido cualquier momento y cualquier
necesario. Era un individuo que sabía complacer. Era consciente de que su asta
daba para todo. Nunca se veía fláccida. Una erección de mil momentos. Era su
estado natural. Era consciente de ello y se alegraba de que así fuera.
llamaron a la puerta. Era su madre Raquel. Venía por la dádiva que le había
prometido Pánfilo, su hijo. Ella también olió el entorno. Supo que allí se
habían realizado, por lo menos dos, ejercicios. Para ella no era novedad.
Incluso, se acordó de, cuando su hijo la penetró, a sus quince años. Quisiera
onceava vez. Acechó a Pánfilo y a su madre. Ella intuyó que habían sido
amantes. Por esas condiciones que tienen las mujeres de intuir cualquier
movimiento sexual que no fuera con ella. Pánfilo acompañó a Raquel, hasta la
puerta. Se despidieron sin más. Pánfilo regresó adonde Maritza. Ella estaba
largo rato. Ya era de noche, cuando Pánfilo pidió cena a domicilio. Tan
imaginable. Se surtía de placer con él. Pitágoras era amante de todos los
hombres. Pánfilo ya lo sabía. Pero, como con Maritza, no le preocupa.
Pitágoras le expresó que no podía más, Pánfilo lo golpeó con fuerza. Sus
puños eran de hierro. Lo dejó allí, lacerado, casi muerto.
Pánfilo salió, como si nada hubiera pasado. Como si nada hubiera escuchado.
Samuel, resistió. Sin embargo, al cabo del tiempo, sucumbió. Este Pánfilo es
las acciones. Samuel le expresó que era una trama bien realizada. Su
perspectiva no lo era menos. Acechar a sus contradictores. Ya estaba
cansancio. Cuando Pánfilo salió, fue abordado por dos hombres que lo
hicieron subir a su auto. Pánfilo apareció muerto en un escampado de la
ciudad. Así lo informaron los medios.
Susana Amézquita, tenía nueve años; cuando su madre marchó. Nunca se supo
portador de opciones políticas. Se dice que estuvo inmerso en mil variantes del
ejercicio de hilo conductor a través de todo el continente. Un sujeto bárbaro, a
Ella lo había localizado, cada vez, en escenarios diferentes. Un tipo que sabía
hacerse en los lugares necesarios para desarrollar su rol como señor de mil y
una informaciones. Nómada perverso. Estuvo en todos los lugares. Cada que
recuerda su tránsito por Centroamérica. Y por algunos países del Cono Sur.
Perdulario siempre. Tejiendo, aquí y allá, falacias. Que le permitían todo tipo
de benevolencias para actuar.
Susana lo conocía. Para ella había sido difícil entender esta dinámica. Pero, de
Cuando conoció a Samuel, estaba bordeando los quince años. Él tenía 16.
Cada viernes se encontraban, en la noche. Disfrutaban del placer que otorga el
indicaba una posición bocabajo. Él encima. Hasta que ella no resistió más. Le
dijo que ese tipo de posición no le agradaba. Que dolía mucho y, además, no
estaba hecha para eso. Lo suyo era la ortodoxia; por donde lo hacen todas las
globalización. Porque, sin esto, los pueblos no serían pueblos, ni sus culturas
lo mismo que era agresivo. Ojos escrutadores. hacia las mujeres, con un tono
lascivo. En principio me apartaba de él y conversaba con Samuel. Sinisterra se
dio cuenta de mis argucias y, entonces, conminó a Samuel para que
Esta hizo caso omiso de las mismas. Samuel, nunca más, volvió a manifestarle
algo al respecto.
Samuel sentía celos por la cercanía entre Sinisterra y ella. De por sí, Susana,
para él, sujeto distante y frío. Con Susana sentía placer con solo mirarla e
imaginar sus pechos al desnudo. Imaginar la joya que llevaba entre sus
piernas. Soñaba con montarla. A cada noche. No podía dormir, hasta no
manipular su pene, con la figura de Susana como referente. Una y otra vez;
hasta vaciarse en cantidades enormes. Las sábanas daban cuenta de ello.
Cuando su esposa le requería por esas manchas que dejaba cada noche;
Sinisterra le respondía que era consecuencia de una fijación con respecto a
ella; ya que no podía tenerla debido a las hemorragias continuas que sufría.
Susana tenía precio. No simbólico. Realmente disfrutaba de los ofrecimientos
de Sinisterra. Obsequios diversos que colmaban su vanidad. Desde vestidos de
marca, hasta chocolates importados, los garotos de Brasil. .Se sentía halagada
constantemente. Además, como propuesta de Sinisterra a la gerencia, la
respuesta de este fue perentoria: es tu problema. Claro que puedes contar con
mi aporte económico cuando lo necesites. Pero el hijo o hija será tuyo o tuya,
veces por semana. Siempre al mediodía. Desde la primera vez, Jerónimo los
observó desde lejos, aprovechando una grieta que había sido inadvertida,
forcejear con Susana. Siempre, a partir de ahí, quiso ser él el que soportara esa
maniobra, de la sincronía de Sinisterra. Con Samuel, a pesar de su fuerza, no
que Sinisterra hiciera con él, lo mismo que con Susana. Soñaba con eso.
Despertaba en la madrugada, cautivado por la imagen de Sinisterra con su
músculo erguido y llamándolo.
La madre de Susana, había trasegado por mil mundos. Una mujer altiva. Con
una inmensa pasión por lo espiritual. Mientras vivió con el padre de Susana y
meditar durante largo rato. Ella decía que así se expulsaban malquerencias que
vendaba los ojos. No es conveniente, le decía, verte la cara con esos gestos
acezantes.
ella. Había algunas versiones que la localizaban en Manaos. Pero esta versión
rodeo teórico que invierte la opción edípica. Josefina nunca quiso a su madre.
grandes batallas. Siempre había sido admirado por las mujeres, que veían él,
un ejemplar inagotable. Entre sí, ellas, hablaban de sus montadas. Sin pausa,
hasta cinco o seis veces. Casi siempre las dejaba exhaustas, mientras él seguía
con su asta erguida.
Burbano avasalló a Josefina. Tres veces la inundó; hasta que ella no resistió
Burbano había utilizado preservativo. Josefina, dijo que no. Susana le advirtió:
ahora debes estar preñada. Dime donde vive ese tipo, para obligarlo a regresar
donde ti.
embargo la invitó a seguir. Hablaron en el cuarto que Silvia destinaba para sus
escarceos con Burbano. Después de escuchar la versión de Susana, Silvia dijo:
cada quien vive sus propios placeres. Cada quien asume las consecuencias.
Esto lo tradujo Susana; en términos de que a Silvia no le importaba lo que
hubiera su cedido entre Burbano y Josefina, a pesar de su minoría de edad.
porque necesito confesarle algo. Estoy enamorado de usted. Quiero ser suyo,
placer de ser penetrado por un falo tan inmenso. Le hurgaba las entrañas.
Alejó de si el dolor, gritando más, más, patroncito. Sinisterra lo hizo una y otra
vez. Hasta que Jerónimo empezó a sangrar. Una hemorragia inmensa. No
sirvieron los algodones, las gasas y los trapos que utilizó Nicolás. Era un
torrente inagotable.
desaparecido.
vida. Lo amaba profundamente. Cada día, al lado suyo, fue una experiencia
cuando alguien siente que quien está consigo; tiene un secreto. Como un
viento frío que causa escozor; que penetra todo el cuerpo y obliga a sentir
miedo. La sospecha, se incrementó, cuando Susana observó manchas en el
tapete. Sangre y semen. Ella conocía de esas texturas, desde su lejana infancia,
cuando fue violada por su padre. Allí, ella sangró de manera abundante y su
padre se vacío cien veces sobre ella.
asesinato con responsable cercano; ahí mismo en la empresa. Pero todo, en él,
eran suposiciones y nunca evidencias demostrables.
Susana llamó a su hijo, Daniel. Josefina, llamó a su hija Isadora. Las dos,
Susana y Josefina, se arrepentían del paso que habían dado. Era un pago
demasiado grande por el placer sentido. Cierta rabia con su hijo y con su hija.
Daniel e Isadora crecieron, en el contexto del resentimiento. Una y la otra, una
inmediato.
La vida de Silvia siempre fue extraña. Una mujer con infancia sometida a unos
rigores infames. Una madre deambulando por aquí y por allá. Con un registro
con la ansiedad y con el deseo de que sus parejas les hicieran lo mismo.
Algunos. Pasaron las horas allí. Viendo esa lucha cuerpo a cuerpo. Se
Tal parece que Silvia fue engendrada ese primer día del encuentro entre
Santiago y Rosa Elvia. Nació un 8 de marzo. Desde pequeña añoró tener un
poseía. Era tanto el furor y los espasmos, que la niña terminó por creer que ese
Tal vez por esto, a sus diez años, ya lo anhelaba. Lo encontró en Daniel; un
amigo de la familia de tiempo atrás. Un joven de estatura mediana; que la
alzaba y la acariciaba desde que tenía tres meses. Daniel, desde ese momento,
la hurgaba con los dedos. Ella sentía dolor y placer. Así fue siempre. Cuando
cumplió diez años, Rosa Elvia solicitó a Daniel que cuidara de su hija,
mientras ella atendía un asunto por fuera de la casa. Daniel ya sabía de cual
asunto se trataba. La espiaba desde hacía tiempo. Seguía sus pasos y se
percató de que se encontraba con un hombre en las afueras del barrio. Se
nostalgia.
Cuando Silvia entró al baño, Daniel la siguió. Entró con ella. La envolvió en
sus brazos. Silvia dejó que las manos de Daniel la recorrieran. Sentía un
estremecimiento gratificante. Cuando él le mostró su pene; Silvia lo tomó,
La excitaba ese líquido viscoso que salía de él. Lo palpaba, era tibio. Daniel
Allí mismo le tocó su músculo tenso. Con Daniel cogido de la mano, lo llevó a
encontraba por fuera del hogar. Vivía en un cuarto aparte. Allí pasaba noches y
días. Después de su trabajo. Unas veces con Susana, otras veces con Jerónimo.
Otras con Maritza. La había llevado allí y la poseía cada vez que no tenía a
pasiones; desde sus nostalgias. Podría decirse que no ha tenido la noción del
significado que adquiere el tránsito por el mundo, en el contexto de una
determinada sociedad. Lo suyo ha sido rodar por un abismo; sin asideros
tiene un estigma. Desde que deseó a Santiago, al verlo actuar con su madre.
Pánfilo siempre la ha asediado. No importa que esté con Maritza. Para él, la
promiscuidad es la condición normal de un hombre o una mujer. Lo de Pánfilo
relación con Silvia. No tuvo ningún reparo al saber que ella, a sus diez años,
que Burbano la tuvo por mucho tiempo. Con él, Silvia, había construido mil y
una maneras de forcejear. Por lo tanto, Pánfilo, encontró en ella una mujer ya
vulnerar a los demás. Con experiencias en todos los ámbitos derivados del
manejo y aplicación de opciones políticas y militares. Su historial era
inmenso. Tenía bajo su mando diferentes zonas del país. Sus empleados (así
llamaba a los que cumplían con sus órdenes) eran distribuidos según las
necesidades. Hombres con sentido de pertenencia con la muerte. Para ellos,
sitio en fosas comunes. Todo lo suyo estaba medido con un mismo rasero: el
exterminio de quienes no asumieran sus convicciones; las mismas de quien o
viviendas, llevándose al (la) requerido (a), para luego matarlo (a). La tortura se
convirtió en modus operandi.
Por vía Pánfilo, Silvia conoció del soporte que tuvieron muchas muertes. De
difícil la adaptación. Saber que quien exploraba con ella su cuerpo; era la
misma persona que ordenaba las muertes. Por lo mismo no tuvo ningún
asimilar el hecho de que su madre Rosa Elvia, a más de ser otra amante de
En fin que, Silvia, llegó a ser mujer de todos. Como su madre. Se iniciaron a la
misma edad. Rosa Elvia asumió su primera vez, no como vulneración; sino
como hecho cotidiano que le otorgó placer, a pesar del dolor y de las
primer paso hacia la reivindicación del placer. Con quien sea y como sea.
Disfrutaba con Pánfilo cada que este la requería. Aun sabiendo que horas antes
este había estado con Maritza. A esta, a pesar de que le molestaba, no le
placer.
Volvió a conocer de Burbano, cuando supo que había sido muerto. Sospechaba
de Pánfilo como mandante. Sin embargo, nunca tuvo certeza. Como homenaje
silencioso, a partir de ahí, cuando Pánfilo estaba con ella; evocaba a Burbano.
Cierto día, Pánfilo le solicitó un favor. Se trataba de que sirviera como señuelo
para atraer a un muchacho que debía ser muerto. Un sujeto, decía Pánfilo, que
no merece vivir. Por ser desleal con él. No imaginaba Silvia de qué tipo de
con una misión de la empresa. Lo citó al parque central del barrio. Allí fue
acribillado por dos hombres que se movilizaban a pie. Sin ningún problema
la cruzó al lado de Santiago, su padre. Con él anduvo todos los caminos que
adquirir poder o, por lo menos, para intentarlo. Nunca jugó con otros niños.
No había tiempo para hacerlo. Para él, era una muestra de debilidad. Maduró
Con su madre nunca tuvo un acercamiento diferente que aquel relacionado con
su condición de mujer de todos. Él mismo realizó con ella lo que realizaba
Santiago y Pánfilo y Daniel y Samuel y Sinisterra…Lista de nunca acabar. Así
aprendió a subestimar a las mujeres. Para él, ellas no eran otra cosa que sujetas
de placer. Bien sea comprado o por cualquier otra condición. Lo único cierto,
según aprendió Adrián, es que ellas no saben más allá que de abrir sus piernas
y esperar uno o varios usuarios. Así estuvo con Rosa Elvia; con Maritza; con
que mujeres así no podían seguir viviendo. De hecho ya, Pánfilo, tenía
suficientes motivos para hacerlo. De todas maneras lo que más peso tuvo en la
decisión de darle muerte, fue su cercanía con Juliana, con Pedro Arenas y con
Demetrio; todos ellos y ellas usufructuarios de lo que Pánfilo tipificó como la
claro está, el orden político, económico y social del país; liderado por un
para otorgar placer. Ella y Verdaguer consumieron horas y horas. Ella gritaba,
él acezaba, una y otra vez. Fue el origen de su misoginia.
Por sus manos pasaron listas y códigos con los nombres de los objetivos
todos los datos necesarios. Con día y hora de las ejecuciones y con
desde su primer embarazo. Ella reconocía que el único atributo de Pánfilo era
su capacidad para satisfacerla. Un músculo inmenso y en continua necesidad
de horadar. Ella explotaba, solo con verlo y palparlo. Así, con ese referente
insaciable. Se dice que había violado a una niña de diez años; la cual quedó
embarazada y que tuvo un hijo en el hospital de Puerto Berrio. Que, por esto,
la niña había sido recogida y cuidada por una pareja que vivía en el Puerto.
fue requerido por esto. Como si su entorno estuviera adormecido. Como si ese
tipo de vulneración no tuviese ningún doliente. Solo ellas, las niñas, con su
dolor y con la amargura que produce el estar inmersas en la pérdida de su
infancia. De frente a una sociedad que asume esto como cotidiano, sin ninguna
expresión de repudio.
hermanos, herederos de los principios aviesos del padre. Una madre que era
subyugada por sus propias convicciones. Siendo ella un referente confuso.
perennes. De hecho, cuando estuvo en Puerto Berrio, durante uno de sus viajes
para visitar a su sediento Jorobado, conoció a Santiago. Hombre sin joroba,
dos hjos con Santiago. Pitágoras y Adrián. Los obsequió a dos familias. Sin
perversiones. Cada quien es cada quien. Se les conocía como la banda de los
Mataban por placer…o por encargo. Uno de ellos poseyó a Raquel, ella lo
receptáculo continuo. Sin importar hora ni lugar. Todos, en casa lo sabían. Ella
nunca lo negó. Porque lo suyo era eso. Placer a cada momento. Raquel de
Pánfilo, hijo, fue creciendo. Se vinculó con grupos que hacían de la vida, una
Klein, judío que enseñaba técnicas para matar y permanecer insensible a las
consecuencias.
Fue creciendo en dinero. A través del negocio de sus jefes. Cada encargo y
cada ejecución lo hacían más importante. Estuvo en Medellín en 1986,
en 1989.
día a día. Cuando lo mataron, se tejió la versión en el sentido de que había sido
orden de Sinisterra, uno de los secuaces con más recorrido en ese negocio.
Fueron a casa de ella. Una habitación estrecha. Pánfilo expresó, sin pensarlo,
“tienes que mudarte de esta estreches. Puedo pagarte la amplitud que quieras”.
pero unas paredes que parecían no inauguradas. Una y otra vez. Sin pausa. Ni
advertencia de que debía cambiar de domicilio. Donde sea y al precio que sea.
Me avisas, dijo al salir. Lo urgía la supervisión de un encargo que le había
hecho a dos de sus hermanos, en la Universidad de la República y en un barrio
hombres al acecho, baleaban a las víctimas. Sin ninguna pista, decían las
autoridades.
Maritza estaba con su hermano Samuel. Ya este conocía a Pánfilo. Habían
realizado algunas actividades juntas. Una de ellas, tal vez la fundamental, tuvo
que ver con una sesión de entrenamiento, en Puerto Boyacá, impartido por un
ciudadano Israelí. Una reunión amplia. Forjadora de futuros acechantes de
Samuel había llegado dos días antes. Ya había realizado con Maritza un
ejercicio pleno que conocían de memoria. Desde su infancia, se tocaban, sus
respectivas zonas. Hoy, una vez llegó, Samuel abordo a su hermana. La hizo
sucumbir con sus conocimientos acerca de acceder a lugares del cuerpo que
Cuando Pánfilo entró, percibió el olor a sexo. No dijo nada. Porque él no tenía
ensayadas. Y con mujeres de primera vez. Unas y otras, por la fuerza si era
necesario. Era un individuo que sabía complacer. Era conciente de que su asta
daba para todo. Nunca se veía fláccida. Una erección de mil momentos. Era su
entregó. Como si fuera la primera vez. Pedía más y más. Pánfilo le daba lo que
pedía. Su erección crecía y crecía. De nunca acabar. La avasalló más de diez
habían realizado, por lo menos dos, ejercicios. Para ella no era novedad.
Incluso, se acordó de, cuando su hijo la penetró, a sus quince años. Quisiera
onceava vez. Acechó a Pánfilo y a su madre. Ella intuyó que habían sido
amantes. Por esas condiciones que tienen las mujeres de intuir cualquier
movimiento sexual que no fuera con ella. Pánfilo acompañó a Raquel, hasta la
puerta. Se despidieron sin más. Pánfilo regresó adonde Maritza. Ella estaba
largo rato. Ya era de noche, cuando Pánfilo pidió cena a domicilio. Tan
¡más, más; hombre de todos. Marica vergonzante ¡Pánfilo salió, como si nada
hubiera pasado. Como si nada hubiera escuchado.
Samuel, resistió. Sin embargo, al cabo del tiempo, sucumbió. Este Pánfilo es
ineludible. Era asfixiante. Se recorrieron los cuerpos antes de hablar del
las acciones. Samuel le expresó que era una trama bien realizada. Su
que pedía Pánfilo. Lo recibió dos veces más. Quedó dormido, vapuleado por el
cansancio. Cuando Pánfilo salió, fue abordado por dos hombres que lo
hicieron subir a su auto. Pánfilo apareció muerto en un escampado de la
Susana Amézquita, tenía nueve años; cuando su madre marchó. Nunca se supo
el motivo ni el destino.
informaciones. Nómada perverso. Estuvo en todos los lugares. Cada que era
tránsito por Centroamérica. Y por algunos países del Cono Sur. Perdulario
Susana lo conocía. Para ella había sido difícil entender esta dinámica. Pero, de
conoció a Samuel, estaba bordeando los quince años. Él tenía 16. Cada viernes
se encontraban, en la noche. Disfrutaban del placer que otorga el sexo. De una
Además, era un sujeto extraño. A veces le decía que exploraran más allá. Le
indicaba una posición bocabajo. Él encima. Hasta que ella no resistió más. Le
dijo que ese tipo de posición no le agradaba. Que dolía mucho y, además, no
estaba hecha para eso. Lo suyo era la ortodoxia; por donde lo hacen todas las
globalización. Porque, sin esto, los pueblos no serían pueblos, ni sus culturas
serían culturas. Un discurso engañoso.
era abominable. Con un rictus en su boca que causaba profundo fastidio; por
lo mismo que era agresivo. Ojos escrutadores. hacia las mujeres, con un tono
algo al respecto.
Samuel sentía celos por la cercanía entre Sinisterra y ella. De por sí, Susana,
era abierta, circunstancial. No la arrobaban los comentarios de los demás. En
para él, sujeto distante y frío. Con Susana sentía placer con solo miarle e
imaginar sus pechos al desnudo. Imaginar la joya que llevaba entre sus
piernas. Soñaba con montarla. A cada noche. No podía dormir, hasta no
manipular su pene, con la figura de Susana como referente. Una y otra vez;
marca, hasta chocolates importados, los garotos de Brasil. .Se sentía halagada
constantemente. Además, como propuesta de Sinisterra a la gerencia, la
respuesta de este fue perentoria: es tu problema. Claro que puedes contar con
mi aporte económico cuando lo necesites. Pero el hijo o hija será tuyo o tuya,
veces por semana. Siempre al mediodía. Desde la primera vez, Jerónimo los
observó desde lejos, aprovechando una grieta que había sido inadvertida,
forcejear con Susana. Siempre, a partir de ahí, quiso ser él el que soportara esa
que Sinisterra hiciera con él, lo mismo que con Susana. Soñaba con eso.
Despertaba en la madrugada, cautivado por la imagen de Sinisterra con su
La madre de Susana, había trasegado por mil mundos. Una mujer altiva. Con
una inmensa pasión por lo espiritual. Mientras vivió con el padre de Susana y
de Josefina, le enseñó un ritual complejo, antes de ser penetrada. Un sortilegio
acezantes.
ella. Había algunas versiones que la localizaban en Manaos. Pero esta versión
nunca pudo ser confirmada. Lo cierto es que, en ausencia de Rafaela, Josefina
satisfizo al padre. Siempre había soñado con esto. Ser amante del padre. Como
rodeo teórico que invierte la opción edípica. Josefina nunca quiso a su madre.
sobre su madre. Así se mantuvo hasta los 16 años; Hasta que conoció al negro
Burbano entró, sin saludarla. Le dijo a Silvia que quería estar solo con ella.
Josefina salió. La había impactado el cuerpo de ese negro. Imaginaba la
Esperó largo tiempo, hasta que Burbano salió. Lo abordó. Le dijo que
necesitaba hablar con él. Lo llevó a su casa. Una vez allí, se desnudó delante
de él, se acostó en la cama y abrió sus piernas, insinuándoles a Burbano que la
un ejemplar inagotable. Entre sí, ellas, hablaban de sus montadas. Sin pausa,
hasta cinco o seis veces. Casi siempre las dejaba exhaustas, mientras él seguía
con su asta erguida.
Burbano avasalló a Josefina. Tres veces la inundó; hasta que ella no resistió
ahora debes estar preñada. Dime donde vive ese tipo, para obligarlo a regresar
donde ti.
Silvia. Son amantes desde mucho tiempo atrás. Silvia recibió a Susana, un
Hablaron en el cuarto que Silvia destinaba para sus escarceos con Burbano.
Después de escuchar la versión de Susana, Silvia dijo: cada quien vive sus
propios placeres. Cada quien asume las consecuencias. Esto lo tradujo Susana;
en términos de que a Silvia no le importaba lo que hubiera su cedido entre
porque necesito confesarle algo. Estoy enamorado de usted. Quiero ser suyo,
todos los días; donde usted quiera y a la hora que quiera.
placer de ser penetrado por un falo tan inmenso. Le hurgaba las entrañas.
Alejó de si el dolor, gritando más, más, patroncito. Sinisterra lo hizo una y otra
sirvieron los algodones, las gasas y los trapos que utilizó Nicolás. Era un
torrente inagotable.
ADN o, una simple muestra de semen, lo haría vulnerable; por no decir que
viento frío que causa escozor; que penetra todo el cuerpo y obliga a sentir
cuando fue violada por su padre. Allí, ella sangró de manera abundante y su
asesinato con responsable cercano; ahí mismo en la empresa. Pero todo, en él,
eran suposiciones y nunca evidencias demostrables.
Susana llamó a su hijo, Daniel. Josefina, llamó a su hija Isadora. Las dos,
Susana y Josefina, se arrepentían del paso que habían dado. Era un pago
demasiado grande por el placer sentido. Cierta rabia con su hijo y con su hija.
Daniel e Isadora crecieron, en el contexto del resentimiento. Una y la otra, una
amargura extrema que las obligaba a un continuo ejercicio de desdoblamiento,
La vida de Silvia siempre fue extraña. Una mujer con infancia sometida a unos
rigores infames. Una madre deambulando por aquí y por allá. Con un registro
enamoró de él; como había aprendido a hacerlo. Por la vía de su deseo, que
potencia y su longitud. Así, sin ninguna excitación, era una vara inmensa;
siempre al acecho.
deseo de que sus parejas les hicieran lo mismo. Algunos. Pasaron las horas
allí. Viendo esa lucha cuerpo a cuerpo. Se abstraían; olvidando sus tareas
Tal parece que Silvia fue engendrada ese primer día del encuentro entre
Santiago y Rosa Elvia. Nació un 8 de marzo. Desde pequeña añoró tener un
amante. Veía en su madre un prototipo a imitar. Cada noche Santiago la
poseía. Era tanto el furor y los espasmos, que la niña terminó por creer que ese
ritual hacía parte de lo cotidiano de una mujer y de un hombre. A su muñeco
Tal vez por esto, a sus diez años, ya lo anhelaba. Lo encontró en Daniel; un
la hurgaba con los dedos. Ella sentía dolor y placer. Así fue siempre. Cuando
cumplió diez años, Rosa Elvia solicitó a Daniel que cuidara de su hija,
mientras ella atendía un asunto por fuera de la casa. Daniel ya sabía de cual
hospital de los amantes. Allí, cada pareja, curaba sus vacíos de amor y su
nostalgia.
Cuando Silvia entró al baño, Daniel la siguió. Entró con ella. La envolvió en
sus brazos. Silvia dejó que las manos de Daniel la recorrieran. Sentía un
estremecimiento gratificante. Cuando él le mostró su pene; Silvia lo tomó,
acariciándolo. Se dejaron caer al piso. Daniel la guiaba. Abre las piernas;
Allí mismo le tocó su músculo tenso. Con Daniel cogido de la mano, lo llevó a
su cuarto y allí continuo lo que había dejado pendiente con Pánfilo.
encontraba por fuera del hogar. Vivía en un cuarto aparte. Allí pasaba noches y
días. Después de su trabajo. Unas veces con Susana, otras veces con Jerónimo.
Otras con Maritza. La había llevado allí y la poseía cada vez que no tenía a
Maritza, fue atendida con un aborto practicado en el mismo cuarto. Desde ahí,
Pánfilo.
itinerante. Desde todos los lados. Desde su condición de mujer; desde sus
pasiones; desde sus nostalgias. Podría decirse que no ha tenido la noción del
uno u otro hombre. Inclusive, con hombres de la familia o cercanos a ella. Ella
tiene un estigma. Desde que deseó a Santiago, al verlo actuar con su madre.
Pánfilo siempre la ha asediado. No importa que esté con Maritza. Para él, la
promiscuidad es la condición normal de un hombre o una mujer. Lo de Pánfilo
es una exhibición de poder económico y de convencimiento. Así concretó su
relación con Silvia. No tuvo ningún reparo al saber que ella, a sus diez años,
supo que es el placer de sentirse penetrada. Tampoco lo tuvo cuando conoció
que Burbano la tuvo por mucho tiempo. Con él, Silvia, había construido mil y
una maneras de forcejear. Por lo tanto, Pánfilo, encontró en ella una mujer ya
vulnerar a los demás. Con experiencias en todos los ámbitos derivados del
inmenso. Tenía bajo su mando diferentes zonas del país. Sus empleados (así
llamaba a los que cumplían con sus órdenes) eran distribuidos según las
sitio en fosas comunes. Todo lo suyo estaba medido con un mismo rasero: el
viviendas, llevándose al (la) requerido (a), para luego matarlo (a). La tortura se
convirtió en modus operandi.
Por vía Pánfilo, Silvia conoció del soporte que tuvieron muchas muertes. De
Isolina; de Juliana; de Pedro Arenas; de Demetrio. Para ella, en principio, fue
difícil la adaptación. Saber que quien exploraba con ella su cuerpo; era la
misma persona que ordenaba las muertes. Por lo mismo no tuvo ningún
problema para asimilar el hecho de que Samuel, Adrián, Pitágoras; eran
En fin que, Silvia, llegó a ser mujer de todos. Como su madre. Se iniciaron a la
misma edad. Rosa Elvia asumió su primera vez, no como vulneración; sino
como hecho cotidiano que le otorgó placer, a pesar del dolor y de las
Ella, Silvia, gozó del encuentro con Daniel. Siempre lo consideró como el
primer paso hacia la reivindicación del placer. Con quien sea y como sea.
Disfrutaba con Pánfilo cada que este la requería. Aun sabiendo que horas antes
disfrutaba. En veces podían más la rabia y los celos. Esto la inhibía para el
placer.
Volvió a conocer de Burbano, cuando supo que había sido muerto. Sospechaba
de Pánfilo como mandante. Sin embargo, nunca tuvo certeza. Como homenaje
silencioso, a partir de ahí, cuando Pánfilo estaba con ella; evocaba a Burbano.
Tuvo su imagen. Como si quien estuviera encima o debajo fuera él y no
Pánfilo.
Cierto día, Pánfilo le solicitó un favor. Se trataba de que sirviera como señuelo
para atraer a un muchacho que debía ser muerto. Un sujeto, decía Pánfilo, que
no merece vivir. Por ser desleal con él. No imaginaba Silvia de qué tipo de
deslealtad hablaba Pánfilo. Lo vino a saber cuándo Samuel le habló de
Jerónimo. Le dijo que habían, Pánfilo y él, conocido de su romance con
con una misión de la empresa. Lo citó al parque central del barrio. Allí fue
acribillado por dos hombres que se movilizaban a pie. Sin ningún problema
presa de ese sueño, durante el resto de sus días. Ver a Jerónimo muerto…y que
la cruzó al lado de Santiago, su padre. Con él anduvo todos los caminos que
pudieron. Santiago se preocupó por enseñarle las mañas necesarias para
adquirir poder o, por lo menos, para intentarlo. Nunca jugó con otros niños.
No había tiempo para hacerlo. Para él, era una muestra de debilidad. Maduró
Con su madre nunca tuvo un acercamiento diferente que aquel relacionado con
aprendió a subestimar a las mujeres. Para él, ellas no eran otra cosa que sujetas
de placer. Bien sea comprado o por cualquier otra condición. Lo único cierto,
según aprendió Adrián, es que ellas no saben más allá que de abrir sus piernas
y esperar uno o varios usuarios. Así estuvo con Rosa Elvia; con Maritza; con
decisión de darle muerte, fue su cercanía con Juliana, con Pedro Arenas y con
Demetrio; todos ellos y ellas usufructuarios de lo que Pánfilo tipificó como la
franja de la subversión del orden establecido. En todos los sentidos. Incluido,
claro está, el orden político, económico y social del país; liderado por un
sueldo.
Santiago. Adrián tenía nueve años. Fue testigo de la capacidad de Rosa Elvia
para otorgar placer. Ella y Verdaguer consumieron horas y horas. Ella gritaba,
Por sus manos pasaron listas y códigos con los nombres de los objetivos
todos los datos necesarios. Con día y hora de las ejecuciones y con
por Pánfilo y la cúpula militar; que había sido ubicado e identificado, a partir
de información vertida por Verdaguer. Este fue tipificado como mercenario de
Adrián fue reemplazado por Daniel. Este había logrado escalar posiciones en
la estructura; a partir de su relación con Silvia y con Maritza. Desde ahí
empezó a conocer la organización. Pánfilo le tomó confianza, por
y enviar información constante. Otro, identificar posibles nexos entre esos dos
grupos y otros movimientos nacionales e internacionales; en una perspectiva
y de Asia.
Con esa carta de presentación, Daniel fue transferido a una instancia mucho
más compleja. Estando allí, ejerciendo como coordinador operativo; lo
lo supo. A pesar de haber realizado con ella diferentes viajes a Uruguay, Chile
Viajó solo. Su relación con algunos de los socios más importantes, se había
importantes.
Cuando Pánfilo recibió la orden, sintió un profundo alivio. Algo así como ver
había despojado de Susana. Sintió esto, desde el primer día en que advirtió que
Decidieron que debía ser una acción que debía ser realizada, en condiciones
Jerónimo recibió la noticia, por parte de Samuel. Entre los dos se había
otra. Sesiones que duraban tres o cuatro horas. Sinisterra utilizaba toda su
potencia. Lo penetraba sin descanso. Lo surtía de su líquido que fluía y fluía
todo el tiempo. Jerónimo era insaciable. No importaban las hemorragias
iniciar una relación como amantes y que, esta había empezado ese día; en su
oficina. Que habían utilizado todo el repertorio conocido por ambos. Y que,
Sinisterra, le había confesado que nunca había estado con alguien que lo
cautivara y lo saciara como él. Que, incluso, se había dejado penetrar. Que
valoró su pene como lo más hermoso que había visto en su vida. Que se lo
manipuló; que lamió todo el líquido que vertía Samuel. Que lo besó en todo su
cuerpo. Que gritó de dicha, cada que Samuel lo horadó. Que fueron cinco
susurraba su profundo amor y lealtad. Le decía que era su único amor. Que
Susana era nada, comparado con él. En la sesión siguiente, Jerónimo llegó
donde Sinisterra. Según la costumbre, se besaron largamente, mientras se
Regresó donde Sinisterra. Sin darle tiempo a reaccionar le hundió una astilla
de vidrio en la garganta. Una y otra vez, sin parar. Se vistió, salió de la oficina;
respetaba.
Rosa Elvia era, para Pitágoras, ese tipo de personas en angustia constante. Sin
había sido amada. Tal vez, ella, tampoco ha amado. Porque, consideraba, que
amar era más que estar con todos o todas; sin importar cuando o porqué. Un
Vivir esto como condición única; como soporte único. Una distorsión del
condición de ser. La reconocía como madre y como mujer. Pero, no fue capaz
Siempre intuyó que sus hermanos y hermanas estaban del lado de los
Silvia. De su amistad con Samuel y con Adrián. Siendo así, para Pitágoras, la
sus hermanos y hermanas no son otra cosa que auxiliares de los gendarmes.
Pánfilo ya había hablado con Silvia y con Samuel, acerca de las andanzas de
Pitágoras. Lo asimilaron a la subversión. Para ellos, quedaba claro que no
podía permitir la expansión de esas opciones. No importaba la condición de
hermano. Como sea hay que detener sus avances. Ya conocían que había
retomado las actividades que realizaban Isolina, Pedro, Juliana y Demetrio.
tarea o acción. Ya, una vez muerto Sinisterra, Pánfilo logró acceder a la
administración de la empresa en la capital. Desde allí, empezó una gestión
Pero, aplicado su afilado sentido común, n o tuvo reparos el día en que Pánfilo
o una madre que asuman con ellos y ellas la construcción de opciones de vida
integral. Con una valoración precisa del universo de necesidades. Una
expectativa.
Samuel conoció al niño. Le causó impacto, en el contexto de sus convicciones,
un niño de expresión triste. Como si, a su edad, ya estuviera inmerso en la
cuentas entre bandas criminales que se disputan territorios para las diferentes
ciudades.
de mucho tiempo atrás, los manejos realizados por Sinisterra; en términos del
manejo de cuentas bancarias, para su beneficio particular. Se trataba, entonces,
falsificar documentos.
que ver con la sospecha de que Pánfilo era un doble agente. Como prueba, dijo
contra de la UP.
con un juego de doble vía, centrado en las contradicciones entre algunos de los
su posición posterior.
Francia. Con el objeto de tejer versiones, en contra nuestra y, por esa vía,
Somalia.
solo debe salir de circulación; sino que le debemos aplicar el castigo máximo;
Tres días después, su cuerpo sin vida fue encontrado en un predio de la ciudad.
Le habían disparado dos veces en la cabeza…Sin saber por qué, Samuel creyó
haber asistido a la muerte de Pánfilo en otras circunstancias
Susana no sintió la muerte de Pánfilo. Para ella, las cosas se dan o no se dan.
esto, asumir como camaleón, es un registro que mueve al mundo. Cada quien,
ascender en calidad de vida. Para ella, esto significa acceder a los recursos
daría.
Esta vez tampoco fue así. El reemplazo de Pánfilo fue Silvia (que ejerció
Para Susana fue una desilusión más. Pero, en aplicación de su lógica del
Susana.
Revivió el pasado. Cuando entre las dos se dio una relación afectiva. Si bien
no fue duradera; al menos vivieron momentos intensos. Las dos sabían que
dinámica.
Lo hacían a mañana y tarde. Todos los días. Cada vez más intensamente. Cada
asuntos urgentes.
Natalia, una chica joven. Una bella mujer, en la cual coincidían un rostro
Susana. A pesar de que nunca había vivido relaciones bisexuales; tampoco era
ajena a ello.
durante la cena. Compartieron con los comensales. Una sesión que terminó
casa, hasta el día siguiente. El vino excitaba a Silvia, la hacía mucho más
coloquial; mucho más extrovertida. Para Natalia, era una rutina la ebriedad.
También ella, se exaltaba en esas condiciones.
Unos orgasmos tan placenteros que Silvia nunca había repetido con otra
amante. Se bañaron juntas. Allí se inició el ritual. Se besaron largamente. Una
cama.
Al despertar lo hicieron una y otra vez. Una jornada tan intensa que las venció,
otra vez, el sueño. Durmieron hasta el anochecer. Hicieron el compromiso de
deseo. En donde, se juntaban él, ella y Maritza. En donde ellas y él, realizaban
Maritza y seguía con Natalia. A todas dos las inundaba. Samuel, se excitaba,
placentero.
cuando Penetró y fue penetrado por Pánfilo; cuando hizo matar a sus
hermanos; cuando se amó con Verdaguer; cuando penetró a su hermanita, la
hija de Isolina y Demetrio, al cumplir ella cinco años; Cuando estuvo dando
tumbos. Aquí y allá, sin encontrarse; cuando se dio cuenta que ese encuentro
no era posible; cuando triunfó el yo malvado y no el yo sensible y humano;
cuando volvió a nacer, una y otra vez; cuando perdió la memoria y el deseo, al
envenenamiento.
Todo lo que he sido es nada. Lugar y tiempo, por ahí tirado. En una
nomenclatura de alma, vacía. Sin las perspectivas que casi todos y todas
tienen. Empecé por acceder a la vida, como cuando se asume una comparsa.
Cierto día, en un marzo, por cierto, invité a Pedronel Cipagauta, para que me
acompañara en un ejercicio rudimentario. Como escoger una posición
cualquiera. Para navegar en ella, hasta los límites del Pacífico asfixiante. Una
trasunto libertario.
otro. Circundamos toda la esfera corpórea. Por todos los atajos irreversibles.
prestara la brújula.
Cipagauta es sujeto anodino. Eso pienso yo, después de haber jerarquizado los
cruces hablados y hechos. Notaba, en él, una figura como barca flotando.
Meciéndose en recordaciones de lo que fue antes. Y sigue siendo ahora. En
este universo de opciones que se pierden a cada momento vivido. Todo esto
hecho con insumos encontrados en cualquier parte. Como inmersos en
nos situamos en el perfil perdido desde hace setenta veces siete en años. Y yo
Lo lúgubre se impuso. Como cantinela abatida desde antes que fuese verbo de
decidido volver vista atrás. Como buscando los remos para enderezar la vida,
hecha rescoldo ahora, por cuenta de los incendiarios vecinos nuestros. Idos en
ordenados de mayor a menor. Por fuera y por dentro. Éramos visires sin
funciones. Perplejos sujetos que no pudieron volver al punto de partida. Ese
que recordamos tanto, como se recuerda lo ansiado, desde casi estar en vientre
mismo. Como eso de no saber pulsar lo que me había sido dado. Un ceniciento
sujeto opaco. La voltereta, en ciernes, sumaba hasta convertirme en ocaso
para hacerlo fuera lo que es una propuesta hecha fuego. Un ton y son
Rigoberto era como mi otro yo. Lo conocí en octubre primero. Estaba, él,
que fue tomado de la usura puesta como principio y como quehacer. Los dos
que le dije en tiempo preciso. Lo hice reconocer que él solo era punto de
llegada del trajín teológico. En eso aprendido que instauramos con condición
de ser y estar. Una novedad manifiesta, para esa época langaruta. Mecida en el
talismán de los sujetos hechos poder. Y le dije, además, que no entendía su
Y, habiendo pasado un siglo, nos juntamos otra vez. Él y yo. Como dualidad
ese más allá interior de cada uno. Como si hubiéciimos embadurnado todo el
pasar, pasando. Una especie de galimatías ramplón.
él. Y, muy pequeña, ella. Un barriecito (Talión Verde), iridiscente. Tanto que,
tiempo y espacio. Las voces y las palabras, se fueron difuminando. Hasta tocar
adultez, aun siendo muy niño. Por lo tanto, la señora Evarista, fue definida por
excitante. Y lo que era su magia para percibir a los otros y a las otras. Como
moviola que iba editando los hechos y las acciones. Ella (Evarista) había
llegado con su familia, desde San Juan del Pomar, ciudad casi perdida en la
memoria. Como escenario de leguleyadas patriarcales. Y, en eso, su padre
necesario para poder interpretar y dilucidar vidas. Una vigencia testaruda, por
lo bajo. Lo suyo (de Benito Monsalve), se fue esparciendo por todo el
territorio. Como maldición propiciadora del ultraje habido y por haber. Como
notario intransigente, perdulario. Era él quien decidía todo. A partir de
jerigonza enhebrado a la historia de los que, él, consideraba epopéyicos
niños al vuelo. Yendo por ahí, Siguiendo sus mediciones. Desde saber
mandatos absolutos. No toleraba las herejías. Las niñas, tenían que ser tasadas
Los juegos eran, para nosotros invenciones terrenas: en donde no cabían ni las
relacionados con su visión de las cosas. Como, por ejemplo, a estar con él,
Eufrasio). Hasta que este surtiera el líquido, o la agüita de la vida, como decía
coloquialmente. Luego la vestía como regenta del territorio de ella y él. Con
overol verde claro y una blusa transparente; de tal manera que todos los
hombres en el barrio la miraran. Con sus pechos erectos. Tensionando la tela
hasta romperla. Y, la exhibía por todas las calles. Como trofeo absoluto para su
potente verga.
Cuando cumplimos (él y yo) quince años, ya era un avezado sujeto. Había
preñado dos veces a Evarista. Dos hijas volantonas. Nacidas, como hembras
hablaba de su padre, como potente varón iniciático, dispuesto así por los
dioses venidos de tiempo atrás. Cuando recién comenzó la humanidad, su
andar. De mi parte, y así se lo hice saber a él, fui haciendo historia propia. Ya
Eso fue como a mediados de junio de ese mismo año. Había llegado desde
Calcuta. Un niño indio, hermoso. De tez morena subyugante. Y, unos labios
visita que hizo a doña Parentela del Bosque. Una mujer extremadamente bella.
A sus cincuenta años, era radiante en todo su cuerpo y sus palabras. Había
Lo vi jugando a la rayuela, con otro niño. Disfrutaban cada brinco sobre los
del juego, aprovechando que la mamá del otro niño lo llamó, no sentamos en
la banquita. Hablamos de cualquier cosa. Más, dejando volar la libido. En
imaginario envolvente, crecido, diáfano. Arropó sus manos con las mías. Me
besó en la boca. Tan largo y tan sublime, que quedé prendido. Absorto. Con
mi imaginación puesta en cuerpos desnudos, abrazados.
quiera que este vuela sin itinerario. Por ahí, tratando de aterrizar en cualquier
sitio. Lo cierto del caso es que, doña Benilda llegó sola, con su niño de la
mano. Empezó como trabajadora al servicio de la familia Zaldúa, en el norte
Eufrasio. Tanto así, que me juntaba con ella, para leer algunos textos de
febrero. Estaban juntos. Mirándose. Como ese embeleso que nos cruza cuando
estamos enamorados. La fiestecita había sido convocada por la mamá y el
Evarista llegó muy tarde a la casa, ese día. Logró entrar a casa, gracias a la
que no cesaba de verter ese líquido; que se hace exquisita sensación, cuando se
ha estado con alguien. Casi al bordo del orgasmo. Ahí, bailando con mi amigo
Volví al barrio en el cual vivía Valeriano con su mamá. Habían pasado dos
Evarista. No sentía nada en mi cuerpo pegado al de ella. Lo mío era algo así
Epaminondas Arbeláez. Vivió con mucha pasión su vida como amante. Cada
rato recuerda a quien más amó, Adrenalino. Un joven arriero en la única
por todo el país. Hasta que llegó aquí con veintinueve años. Y nunca ha tenido
Una despedida más bien triste. Habían pasado la noche juntos. Todavía sentía
capital.
Sintió que estaba preñada, desde la primera hora, después que Adrenalino,
vació toda su potencia, en ella. Tal parece que la abundancia del líquido, la
inundó. Y Así no hay anticonceptivo que valga. Parece que ese fluido
hermoso buscó en donde quedarse. Cuando Adrenalino lo supo, hizo un
aspaviento. Volcando en la su felicidad. A los tres meses, el feto fue expulsado
de la camisa, que llevaba puesta Adrenalino. Unos apuntes sublimes que hacía
Sintió que se desmoronaba. Lloró toda la tarde, hasta que don Casimiro, el
Humberto Sinisterra. Además, estaban las lecturas con Evarista. Asunto que,
por ningún motivo podía ni quería dejar. Doña Benilda, se sentía muy
niño.
Yo empecé a sangrar, también. Una inmensidad de sangre, cada día. Sin que
mamá lo supiera, estuve varias veces donde el doctor Clementito Borrasca. Un
Tanto tiempo que ha pasado, desde que vi a Valeriano por última vez. De esos
La vi pasar, por ahí. Por ese camino andado antes por ella. Lo que pasa, ahora,
Yo sé que, ella, lo eligió. Siendo que, antes, fue negra de libertad crecida.
Incendiaria, a lo bien. Trepidante mujer, en combate. Ires y venires, a su
nombre. Por ella acicalados con el negro absoluto, potente, libertario. Y verla,
ahora, en ese nudo perdulario con ese sujeto avaro en lo que se dice de
verdades. Henchido de pobre jerigonza vertebrada con palabras aviesas.
Y no lo digo, yo, por resentimiento o por sangrar por herida. La amé. La amo.
La amaré por siempre. Lo que pasa es que uno, como que envuelve la vida y la
siendo así, pudiese retornar al comienzo. Cuando era, apenas, sujeto de ida, en
vivo simple. En caída libre, en veces. Diciendo lo que fuere con el énfasis
puesto en el no posible. O, tal vez, será. Siendo yo así, fue que la conocí. En el
Y, sigo en lo que iba, esa negra Incendiaria Soto, se hizo mujer de plena locura
amatoria. Libre. Pasión pura. Iconoclasta. Herética. Y se encontró con el
Ciriaco, allá. En Compostela Moderna. Sitio ajado, ya. Desde tiempos de las
jerarquías apoltronadas en los ribetes de los jalones en tierra. Esos que se
fueron, en el despiste de la libertad, posicionados como instrumentos de
hablador bíblico. Mero sujeto diciente de cualquier cosa. Pero, a decir verdad,
en eso atinó. Cizañero y cizañera, son ahora ella y él. Como vociferantes,
impío e impía.
Yo me quedé silente. Dije nada. Ahí. Y después. Varado, digo yo. Corcho
oscilante. Para aquí y para allá. Embolaté la iridiscencia. Casi perdida quedó.
Y, lo punzante por lo bajo, fue que no me afanó la tristeza por ello. Como en la
condiciones infames. Han sido los usurpadores, de ayer y de hoy. Los que han
como lo que hizo María Cano en el movimiento obrero. Estuvo en todos los
por el sur, compartiendo conocimientos con los Pastos. Con los cuales
interactuó, a pesar de la pérdida de su dialecto, por la vía de la absorción por
el proceso de casamiento.
Con los Arahuacos en Sierra Nevada. Con su perfil lingüístico Chibcha y sus
ceremonias de casamiento, bajo el régimen matrilocal. Con los Embera en el
Con sus pares en raza, los negros y las negras. Construyendo nexos como
persecución y aniquilación a que son sometidas ellas, sus hombres, sus niños y
sus niñas. Tratando de forjar lazos de unidad y organización con las etnias. Sin
estaba cuando el ataque paraoficial. Escapó hacia Turbo. De allí salió para
1991 y sus antecedentes, hasta la valoración del impacto efectivo del Mandato
Uno de los elementos, dijo Isolina, que nos convoca a la reflexión, tiene que
ver con el significado como simple alegoría; o como concreción. Lo que yo
sino el gobierno actual y su predecesor, han hecho caso omiso de ese mandato.
Y, cuando se produce, como ahora, una lucha exigiendo los derechos
constitucionales para las etnias y los Afrodescendientes; se produce y se
efectivamente, con ellos y ellas, nos han de llamar subversivos, que venga ese
nombre.
antecesor a Isolina. Ella siempre había querido un hijo varón. Lo perdió, sin
nacer. Cenaron un menú constante: arroz, sopa de champiñones y pescado.
compartir contigo. Quiero que estés conmigo. Quiero tu aliento. Quiero tus
brazos. Y tus manos. Y que me recorras el cuerpo. Así, con la fuerza que
Él sintió un espasmo. Nunca había estado con una mujer, tan cerca. Nunca
había tenido coito. Nunca había amado a una mujer. El calor insinuante de
Isolina, lo aturdió. Sintió crecer lo suyo. Esa largueza y esa dureza que él veía
había sentido y palpado el líquido que manaba por ahí. Justo el día en que
despertó, después de haber soñado con una mujer desnuda. Negra, como
Isolina.
No soportó más. Saltó sobre ella. Destruyó todo lo que, al paso de su largueza
Así estuvieron toda la noche. Una y otra vez, sin sentir cansancio. Al
despertar, observaron sus cuerpos desnudos. No pudieron seguir, porque ya
Petronila estaba al pie de ella y de él. Con una mirada de dulzura plena. Como
físico, peso, talla. Tenía algo que llamaba la atención: una mirada profunda,
Isaías creció rápidamente. En cuerpo y en espíritu A los cinco años sintió que
su padre traspasaba la línea entre el ser y no ser. Lo vio muerto en una fosa
común. Compartida por quienes, como él, nunca se ofrecieron como sujetos
parecía ser su hija. Al menos eso aparentaba al observar, fijamente, sus ojos y
su rostro. Isaías andaba desnudo por toda la casa. Hablaba cosas ininteligibles.
¡ven Isolina, ven ¡. Esto es para ti y para tu hija. Ese bastardo de Demetrio lo
manera de las plañideras. Pero si como madre y amante. Tanto más el dolor, en
cuanto este era originado por un hijo que entrega a su padre y violenta, por esa
Cada vez más punzante y más cuantiosa. Todo, relacionado con el Joyero que
amigo de la casa. Desde muy temprano, todas las mañanas, asistía a los
ejercicios que pretendía prolongar, en el tiempo, el pasado de cada uno (a) de
lo(as) habitantes de Puerto Boyacá. Un municipio talado por indescifrables
premonitorias.
en la lógica trinitaria. Como quiera que ejercía como hombre, en relación con
Para él, Rosa Eugenia, era un tipo de doncella erigida en adulta, antes de que
la lógica del tiempo, inaugurara la continuidad enfermiza del tiempo... Esta
El padre de Rosa, nunca tuvo un horizonte preciso. Nunca ejerció como líder
hijas. Con esta estableció, desde su nacimiento, una relación pútrida, perversa.
Ya, la madre de Rosa, sabía que este perdulario, era un macho sin ton ni son.
Sujeto atado a la vida, por un vínculo circunstancial. No era, ni mucho menos,
a Rosa para que lo acompañara, ella sintió un profundo alivio. Por lo menos no
ceremonia.
cubrirse con las manos el pubis. Su abuela le había dicho siempre que esa zona
era fundamental para una mujer. Si la perforan es como si hubieses muerto,
niña. Ya ningún hombre te querrá. Lo único que les interesa es que sea el
primero en hacerlo. De hecho, tu abuelo me examinó exhaustivamente, antes
de pedir mi mano. El hombre jorobado, se acercó a Rosa; tomándose su asta
Por más que les expliqué lo sucedido, no creyeron mi versión. A partir de este
No sé qué día salí del hospital. Todavía sentía un fuerte ardor. Este se
mezclaba con el dolor. Caminaba sin rumbo. No tenía adonde ir. Sabor
parecida a una fotografía que había visto de una atleta en los juegos olímpicos
de Sídney. Me habló con delicadeza. Como queriendo apaciguar mi tormento
No sé si te trajo el Sol;
…y yo hermana tuya?
Me abrazó con ternura. Mujer, más que mi madre. No podré olvidar sus
puedes quedarte. Necesitamos compañía. Además, nos cautivan las niñas y los
Le dije, me llamo Rosa Eugenia. Solo así. Tengo hambre, muchas gracias
enseguida.
vociferaba: los hijos que manda dios, hijos son, hijos serán. A pesar de mi
resentimiento con ella y con mi padre, sentía que esas palabras me calaban
Isolina me dijo, pero ¿qué tipo de hijo va a ser? Un hijo se admite cuando es
resultado de la pasión del amor y del deseo. Lo tuyo no fue ni lo uno ni lo otro.
Mi linda niña. Que sea lo que tú quieras que sea. Solo ten en cuenta mis
estaba viviendo con Santiago. Habían transcurrido seis años. Samuel no fue el
ocupación. Samuelito, era un niño raro. Desde que pudo moverse en la cama;
me atosigaba con sus manos. Iban directo a mis pezones. Me hacía gritar de
dolor. Me hurgaba las piernas. En principio yo no me percaté de sus
no sé por qué. Tal vez, porque me hallaba desolada. Sin más norte que la calle,
que iba a conversar con el doctor Mascheroni, para que me eligiera como
Las camas, el aseo de los cuartos; de los baños, de piso y…preparar la cena.
embarazo. El doctor, muy sincero, expresó que no podía hacerse cargo de tres
personas. Sin embargo, me referenció a Francisco Peñuela; abogado de casi la
totalidad de los hacendados de la región. Él tenía una hacienda a la salida del
peones. Además, debía asear la casa. Dije sí. Y allí se cerró el negocio. Estuve
Pitágoras y Adrián. Santiago decía responder por Silvia y Maritza. Los demás
no son mis hijos. Porque te has vuelto una puta recatada Rosa, me advertía a
cada rato. Según me cuentan, seguía diciendo a cada rato, te acuestas con la
mitad de los peones de la hacienda. Incluso, ellos, hacen bromas en el bar. Han
según ellos, eres insaciable. Después de uno, viene el otro y…después del otro
rompió. De quien hizo de ti una olla rota, sin otro oficio que servir de filtro.
conmigo. Cada uno (a) tomó su camino. Las niñas quedaron con Santiago. Me
acompañaba el estigma de ser mujer de todos.
placer que me convoca. No sé qué pasa conmigo, los hombres son, para mí,
que habían estado unos señores indagando por él. Por su aspecto, creo que son
Quería más. Pero, en verdad, yo estaba extenuada. Dormimos largo rato. Nos
despertó la voz del administrador. Decía que habían vuelto los señores que
estuvieron en la mañana. Le informaron que tenía 48 horas para salir del país.
Hablaron largo rato. Nos invitó a cenar. Esto me alegró mucho, ya que no
comíamos desde el día anterior.
Tapia nos guiaba. Habló del rol que tuvo ese barrio en 1972 y 1973, durante el
gobierno de Salvador Allende. De las brigadas patrióticas. De las
Nunca más supo de ellos; desde que allanaron su vivienda y se los llevaron.
Pasó a Argentina. Allí la situación era igual o peor. Militares que absorbían
los militares. Estuvo en Punta del Este, territorio no tan azotado por la
violencia. Allí hizo contactos. Sirvió como estafeta entre las secciones en
exterior.
realidad. Se mostró una imagen del país; en donde la paz interna había sido
Tapia supo, además, que desde mucho tiempo atrás, existía una confabulación
entre la Junta Militar y algunos directivos de la FIFA. Debía quedar claro: a la
burguesía, agazapada; sin decir nada ante las atrocidades de los militares.
pueblo argentino.
Verdaguer salió a pasear por el barrio. Le dije, quiero que estés conmigo.
Quiero palparte, absorberte. Quiero que me poseas. Me miró perplejo. Como
fuerza absoluta. Una y otra vez, sentí su líquido, tibio. Una y otra vez me
hurgaba; me tocaba los pezones. Exploté, grité. Le decía: más, más; quiero
más.
olfato. Conocía el olor de lo suyo. Aprendió a conocer los olores del líquido de
otros hombres. Era un animal en celo permanente, que olfatea a su hembra y
sabía que yo lo hacía. Aprendió, en su lucha, a mirar sin mirar. A percibir a los
otros y a las otras a distancia. Hablaba con Verdaguer. Sobre trivialidades.
giros; vigilante. Por fin llegamos a la casa. Ismael, saludó a Tapia y este nos
presentó como un amigo y una amiga que conoció en Santiago. Le susurró al
oído. Supongo que le dijo que no había nada que temer con Verdaguer y yo.
que antes era un rumor. La CIA estuvo, todo el tiempo, asesorando a la Junta
Martí. Del desarrollo de las actividades del Frente Sandinista que había
Veinticinco (Viajeros)
había regresado. Esa misma noche estuvimos bailando en uno de los barrios de
la capital. Al regresar a la casa de Ismael, bebimos unas copas de vino. Casi no
pude conciliar el sueño. Estuve inmersa en una sucesión de imágenes pasadas.
todos! Veía a Samuel. Sentía su odio: Sentía sus manos recorriéndome todo el
ni Tapia, ni Ismael. Luego supe que Verdaguer los había traicionado. Los
había delatado. Cobró una recompensa por ello. Aturdida; vagué por las calles,
colombiana. Desde los dos años residía en Colombia, con su madre. Su padre
tan temprana edad, dejaba entrever sus capacidades para casi todas las áreas
del conocimiento. Lector innato. Surtidor de un lenguaje preciso, lógico,
creativo.
familia y la educación en las aulas. Otro ejemplo, tiene que ver con la noción
uno de esos eventos, conoció a Juliana y a Isolina. Dos mujeres que, desde
ella, tuvo la capacidad para efectuar la ruptura; sin que esto implicara
a Isolina y, con ella, desarrollaba las actividades que los vinculaban con el
proceso ya descrito
alumnas. Esto último no implicaba, sin embargo, una postura autoritaria. Sus
clases, eran reuniones para la reflexión. Los resultados, desde el punto de vista
entender los temas vistos en clase. Además, dueño de una capacidad, casi
tanto perdulario. Como si emergiera, de pronto, ese otro yo que expresaba una
relación cercana con Samuel, Juliana nunca exhibió ninguna posición afectiva,
a la manera de amante. Tal parece que este chico si había construido una
aspectos de la condición humana; por fuera del ámbito restringido de las aulas.
Un proyecto permeado por la necesidad de profundizar e interpretar algunos
proceso educativo. Uno de los aspectos que reivindica Pedro Arenas tiene que
ver con un recorrido, en profundidad, por los territorios y por los maestros y
maestras de América. En uno de sus documentos, Pedro, ensaya un ir y venir
crítico, pero asertivo; por las propuestas de José Martí. Muchas de ellas
O, sigue diciendo Pedro, los esbozos delineados por Pablo Freyre, en ese
recorrido suyo que nos habla de la administración del conocimiento en general
desvarío. En donde no se sabe si la vida empezó con ella o si, por el contrario,
la vamos construyendo a cada paso. Como si fuésemos arquitectos de futuros.
Pero con las cargas y los estigmas de un pasado que no conocimos. Pasado
cargado de latencias. Esas mismas que nos pesan al nacer. Que las traemos
quienes nos antecedieron. Pero que, de alguna manera, nos tocan al momento
en que emergemos y que, si se quiere, nos acompañarán toda la vida. Un
de Samuelito. Con vestigios opacos. En donde los colores hay que inventarlos.
para que servimos. Solo sabemos que estamos ahí, en donde los otros y las
otras, también están buscando lo mismo. Tan cierto como que no alcanzamos a
tonalidades diferentes; como diferentes que somos. Samuelito, vino ya. Pero el
no sabe que está aquí. Ni allá. Lo único posible para él, es la envoltura que,
pesar de que sus ojos miran desde el mismo momento del nacimiento. Una
acción de mirar que no parece verbo. Un estar ahí, sin saber porque…y, de
Veintiséis (Mujeres braveras, mujeres mártires, las anécdotas)
¡Lo dicho, está dicho ¡Eso me dijo Herminio Pérez; alcalde de la localidad San
nunca acabar. Por lo mismo que estaba de por medio las ilusiones que
motivaban a José Buelvas. Sujeto, este, de violencias acabadas en él mismo.
de los hechos y sus orígenes. Ante todo, cuando cada quien ha observado, en
travesaño primero. Sus ojazos negros absolutos, fueron quemados. Ya, después
de ahí, todos los ojos de todas las mujeres aprendieron a mirar con las tristezas
siempre hechas, puestas.
a las casas de extermino y de torturas. Las arrasaron con todos los matones
perdularios.
que cubrió el cuerpo del Nazareno. Además, por Trinitario Ordóñez. Con su
aureola pendenciera, por lo bajo. Se reforzaron los ejércitos inmundos,
apestosos.
A Esas mujeres que sobrevivieron; El alcalde Herminio, enterró vivas. Eso fue
lo que dijo, siempre “lo dicho, dicho está” Cuando estaba dispuesto a seguir su
perorata, lo maté. Le enhebré mi puñal, en esa garganta ampulosa. Tal vez,
tratando de mutilar sus palabras, para siempre.
Tanto como entender que ella había sucumbido ante los avatares de la vida.
respetaba.
Rosa Elvia era, para Pitágoras, ese tipo de personas en angustia constante. Sin
había sido amada. Tal vez, ella, tampoco ha amado. Porque, consideraba, que
amar era más que estar con todos o todas; sin importar cuando o porqué. Un
condición de ser. La reconocía como madre y como mujer. Pero, no fue capaz
de estar al lado de ella. No pudo o no quiso acompañarla en su peregrinar;
mujer que supo valorarse y hacer ruptura con Adrián. Por esa vía conoció a
Siempre intuyó que sus hermanos y hermanas estaban del lado de los
Silvia. De su amistad con Samuel y con Adrián. Siendo así, para Pitágoras, la
sus hermanos y hermanas no son otra cosa que auxiliares de los gendarmes.
Pánfilo ya había hablado con Silvia y con Samuel, acerca de las andanzas de
Pitágoras. Lo asimilaron a la subversión. Para ellos, quedaba claro que no
podía permitir la expansión de esas opciones. No importaba la condición de
hermano. Como sea hay que detener sus avances. Ya conocían que había
retomado las actividades que realizaban Isolina, Pedro, Juliana y Demetrio.
Pero, aplicado su afilado sentido común, n o tuvo reparos el día en que Pánfilo
a ese manual.
expectativa.
cuentas entre bandas criminales que se disputan territorios para las diferentes
por Pánfilo, con un único móvil: los celos. Había un hecho adicional en su
reflexión: Jerónimo tenía otro amante. Se trata de Sinisterra. Estaba
de mucho tiempo atrás, los manejos realizados por Sinisterra; en términos del
que ver con la sospecha de que Pánfilo era un doble agente. Como prueba, dijo
contra de la UP.
con un juego de doble vía, centrado en las contradicciones entre algunos de los
su posición posterior.
Francia. Con el objeto de tejer versiones, en contra nuestra y, por esa vía,
consolidar la posición de los pares que nos hacen competencia.
Somalia.
solo debe salir de circulación; sino que le debemos aplicar el castigo máximo;
es decir su ejecución. Pánfilo se encontraba en su oficina, departía con Susana,
en uno de sus encuentros de rutina.
Tres días después, su cuerpo sin vida fue encontrado en un predio de la ciudad.
Le habían disparado dos veces en la cabeza…Sin saber por qué, Samuel creyó
Susana no sintió la muerte de Pánfilo. Para ella, las cosas se dan o no se dan.
esto, asumir como camaleón, es un registro que mueve al mundo. Cada quien,
ascender en calidad de vida. Para ella, esto significa acceder a los recursos
bien es cierto que, esa vez, no lo logró, abrigaba esperanzas de que ahora si se
daría.
Esta vez tampoco fue así. El reemplazo de Pánfilo fue Silvia (que ejerció
como resucitada). Un giro sorprendente. Entre otras razones, porque Silvia
Para Susana fue una desilusión más. Pero, en aplicación de su lógica del
Susana.
Revivió el pasado. Cuando entre las dos se dio una relación afectiva. Si bien
no fue duradera; al menos vivieron momentos intensos. Las dos sabían que
dinámica.
Lo hacían a mañana y tarde. Todos los días. Cada vez más intensamente. Cada
asuntos urgentes.
Natalia, una chica joven. Una bella mujer, en la cual coincidían un rostro
hermoso y unas formas bien hechas e insinuantes; se vinculó a la empresa, a
través de Samuel. Este la había conocido en Barranquilla, en una de sus giras.
misionales.
Susana. A pesar de que nunca había vivido relaciones bisexuales; tampoco era
ajena a ello.
durante la cena. Compartieron con los comensales. Una sesión que terminó
casi a medianoche. Silvia le sugirió a Natalia, la posibilidad de quedarse en su
casa, hasta el día siguiente. El vino excitaba a Silvia, la hacía mucho más
coloquial; mucho más extrovertida. Para Natalia, era una rutina la ebriedad.
También ella, se exaltaba en esas condiciones.
Al despertar lo hicieron una y otra vez. Una jornada tan intensa que las venció,
en la casa que le había conseguido. Donde llegaba cada vez que lo urgía el
deseo. En donde, se juntaban él, ella y Maritza. En donde ellas y él, realizaban
Maritza y seguía con Natalia. A todas dos las inundaba. Samuel, se excitaba,
viendo a Natalia y a Maritza besarse, lamerse, hurgarse.
placentero.
hija de Isolina y Demetrio, al cumplir ella cinco años; Cuando estuvo dando
tumbos. Aquí y allá, sin encontrarse; cuando se dio cuenta que ese encuentro
no era posible; cuando triunfó el yo malvado y no el yo sensible y humano;
cuando volvió a nacer, una y otra vez; cuando perdió la memoria y el deseo, al
encuentro con su madre. Era una mujer un tanto extraña. Una mujer parecida a
una opción robótica de vida. Transeúnte en la vida. Nunca se le conoció una
cerró los ojos. Otra vez se bañó. Limpio sus piernas y asumió otro trajín. Otra
vez nació mujer.
Lo conoció Susana, atando cabos. Nunca habló del hecho de que su padre era
Además, conoció que su madre viajó al Brasil y que allí fue preñada por
Thiago Ronaldo. Y que nació otra mujer. Y que, esta hermana suya, fue
produjo por la mordedura de una serpiente. Y que fue sepultada allí. Y que
había tenido una hija a sus once años. Y que el padre de la niña, era Thiago. Y
que había conocido el pene de cien hombres, incluidos los dependientes de su
cubrían, Y que, una vez muerta, su marido la montó una y otra vez. Y que le
decía puta desgraciada, ahora estoy feliz, porque después de este día no habrá
ninguno más.
peregrinar por todos los escenarios posibles. La primera vez que fue penetrada
tenía nueve años. Lo hizo Adrián. Ella estaba sola en casa. Adrián fingió una
visita de cortesía para comunicarle que había conseguido un cupo en la
escuelita, para ella. Una vez allí, la abordó. Ella no resistió. Ya había conocido
este episodio en uno de sus sueños. Lo anhelaba, lo esperaba. Entonces, abrió
sus piernas y siguió el ritmo que imponía Adrián. Desde ese día, siempre quiso
más. La obsesionaba ese entrar y salir. La fascinaba ese palo erecto que tenía
Adrián. Volvió a ver algo similar, cuando Verdaguer le hizo lo mismo. Con
éste disfrutó más. Tenía catorce años y ya sabía diferenciar entre uno y otro
Abortó, asistida en su cuarto. Dos días después estaba lista para conocer otro
palo. Era su obsesión. Por lo tanto, cuando conoció a Samuel, ya era experta.
guiado por su mano. Cada que estaban le apretaba su palo, tan fuerte que
Samuel sentía dolor. Pero callaba.
hizo, por fin suyo. Había desistido de esa opción torcida de abandonarlo a su
suerte. A través de una mujer que se encontraba inscrita en el programa de
hijo. Samuel comunicó al mando central que la tarea había sido cumplida de
mención de honor con la que la que se exalta la labor de los empleados que
De los dos hijos que tuvo con Francesca, uno de ellos lo llamaron Everardo, en
recuerdo de su camarada. Este, al lado de Patricia, habían sido muertos en un
que fracasaron en dos tareas fundamentales. Una de ellas tuvo que ver con el
zona.
Estos hechos, fueron tipificados como un fracaso absoluto. Algo tenía que
andar mal. Porque no es posible aceptar que los fracasos fueran justificados
por la inexperiencia. De hecho, Samuel, era uno de los agentes más avezados.
no existían, sino que Samuel había reportado cuantías muy superiores al costo
Versiones muy diferentes a las que había transmitido Samuel. Él informó que
Interior. Concertó una reunión con el Ministro. Le hizo saber a este, que se
estaría fraguando un atentado en contra del Asesor en seguridad designado por
Cuando Samuel llamó a Federica, por teléfono. Esta recordó los momentos
vividos con él. Ante todo, su estadía en Punta del Este. Allí, Federica, conoció
era ilimitada. Ella sucumbió a las tres horas, mientras que él seguía dispuesto
con su vara erguida, esperando otra oportunidad. Federica tenía la convicción
gendarmería inmensa para que lo guardara, ante cualquier evento. Por eso,
cuando tres hombres lo esperaban a su salida de la casa, no se percataron del
ejecutivo gubernamental.
pudo más que el yo quise ser. Ese que me enseñó Isolina. Al final de mi vida,
lo fuesen.