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El autor deja expresa constancia que esta parte de la obra contó con el apoyo de la Facultad
de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad de Talca, que permitió contar con el
trabajo de los ayudantes alumnos Giovanni Ocaranza y Erik Jaña, y destacadamente el del
Licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad de Talca D. Diego Valdés, a
quien agradece la organización, compromiso y diligencia prestada en esta obra.
I. LOS MEDIOS DE IMPUGNACIÓN: CONCEPTO, FUNDAMENTO Y PRECISIONES
Debemos partir por recordar que el proceso se compone de un conjunto de actos que
se desenvuelven progresivamente, con el objeto de resolver de manera definitiva e
inalterable el conflicto jurídico que se ha sometido al conocimiento del órgano
jurisdiccional.
Dentro de este conjunto de actos procesales, encontramos tantos actos de las partes,
de terceros que intervienen sin tener interés en el juicio, y actos del tribunal. Estos últimos
son principalmente las resoluciones judiciales, es decir, actos expresivos de la voluntad del
Estado, aplicando el Derecho a determinados supuestos de hecho, ya sea por petición de las
partes, ya de oficio (De la Oliva, A.; Díez-Picazo, I.; Vegas, J.). Las resoluciones judiciales
pueden tener distintos objetos, es así que pueden resolver el tema de fondo objeto del
juicio, ya sea resolver cuestiones accesorias al mismo, o referirse a la forma en que se
desarrollará el proceso conforme a las reglas que regulan el procedimiento.
En toda esta dinámica de actos que se da, y particularmente en las resoluciones
judiciales, puede incurrirse en irregularidades o injusticias, voluntarias o no, que causen un
agravio a uno o más de los litigantes al no ser favorables a sus intereses, ya sea porque no
se ajusta a la realidad de los hechos, o no se aplique correctamente en ella el Derecho
material o procesal (Montero, J.; Flors, J.). En este punto, debemos tener claro que el
conjunto de actos desarrollados con el objeto de poner término a un conflicto no es una
actividad monopólica del tribunal, por el contrario, existe un control mutuo entre éste y las
partes (Pérez-Cruz, A.).
Es así que a partir de la regulación que realiza el Código de Procedimiento Civil en
la materia, puede colegirse que los medios de impugnación se presentan como remedios a
las irregularidades, voluntarias o no, que evoca el ejercicio de la jurisdicción por parte de
los jueces. Constatado este hecho, se establecen diversos instrumentos, en virtud de los
cuales se podrá impugnar la resolución dictada referente a la dirección del proceso o sobre
el objeto del mismo.
De este modo, se ha entendido por estos, como aquellos instrumentos legales
puestos a disposición de las partes y destinados a atacar una resolución dictada sobre la
dirección del proceso o sobre el objeto del mismo, para que sea declarada su nulidad o se
reforme su contenido (Ortells, M.).
De la definición anterior, es necesario destacar desde un inicio el hecho de ser
mecanismos puestos a disposición de las partes; que se dirigen contra resoluciones
judiciales ya sea que éstas resuelvan el objeto del juicio o recaigan sobre aspectos referidos
a su tramitación; y que su objetivo es la nulidad o enmienda de la resolución impugnada.
Respecto de todos estos aspectos ahondaremos más adelante.
En base a lo anterior, en una opinión que suscribimos, no constituyen medios de impugnación los
actos de los órganos jurisdiccionales mediante los cuales declaran de oficio la nulidad de
determinadas actuaciones procesales; ni tampoco aquellos actos de parte que tienen por objeto
contradecir actos de la parte contraria (Montero, J.; Flors, J.). Respecto de este último punto, opinión
contraria ha manifestado parte de la doctrina nacional al señalar que la impugnación es la acción y
efecto de atacar o refutar un acto judicial, un documento, la declaración de un testigo, el informe de
un perito, etc., con el fin de obtener su revocación o invalidación (Mosquera, M; Maturana, C. y
Figueroa, J.; Morgado, E.).
Añadidamente, confirmando la relación de género a especie existente entre los medios de
impugnación y los recursos procesales, debe considerarse que los medios de impugnación pueden ser
entendidos en un sentido amplio o restringido (Montero, J.; Flors, J.). En un sentido amplio, quedan
comprendidos dentro de los medios de impugnación aquellos instrumentos jurídicos mediante los
cuales se solicita la nulidad de una sentencia firme, por lo que la impugnación abre un nuevo
proceso. En cambio, si consideramos a los medios de impugnación en un sentido restringido, sólo se
refieren a aquellos que se dirigen contra resoluciones no firmes, por tanto, inciden en procesos
pendientes prolongando su pendencia. Es en este último caso en que hablamos específicamente de
recursos. De lo anterior queda clara la relación de género a especie existente entre los medios de
impugnación y los recursos procesales.
Cuando hacemos referencia al fundamento de los medios de impugnación cabe
distinguir ciertos aspectos. En primer término, su fundamento inmediato se basa en que
como toda actividad humana, la función jurisdiccional no se encuentra ajena a las
dificultades propias de la falibilidad, como lo es una errónea aplicación de las normas
jurídicas sustantivas en la resolución del conflicto (error in iudicando), o errores en la
tramitación del procedimiento que sirve de sustento a la sentencia, o errores formales en
esta última (error in procedendo) (Calamandrei, P.). En tal sentido, las determinaciones de
los jueces pueden irrogar un perjuicio a alguna de las partes, motivo por el cual se hace
indispensable contar con medios para obtener una reparación a ésta, configurados como una
garantía del justiciable, ofreciendo una nueva respuesta a unas concretas pretensiones de
tutela jurisdiccional (Palomo, D.). Sin embargo, también podemos apreciar un ámbito
social, el cual radica en asegurar el correcto desarrollo de la función jurisdiccional por parte
de los jueces, permitiendo a través de la impugnación un nuevo conocimiento del asunto
(más o menos amplio dependiendo del sistema procesal en concreto), ya sea por el mismo
tribunal o por su superior jerárquico (normalmente colegiado y de mayor experiencia),
garantizando así el adecuado cumplimiento de la normativa procesal y disminuyendo las
probabilidades de sentencias no ajustadas a Derecho.
En este sentido, la sucesiva investigación de diversas mentes sobre el mismo asunto favorece una
solución libre de errores, en cuanto cada nuevo examen del resultado alcanzado por la investigación
precedente permite rescatar que en el mismo hay de correcto, y eliminar lo que hay de defectuoso
(Calamandrei, P.).
Cabe precaver que, pese a los fundamentos que rodean al régimen de
impugnaciones, preponderante rol es el que tiene el principio de certeza jurídica, en virtud
del cual la interposición de estos remedios se encuentra constreñida al factor tiempo,
existiendo un límite temporal razonable, para que una vez cumplido, tenga lugar la
institución de la cosa juzgada, resultando la decisión judicial inamovible e inimpugnable.
De esta forma el legislador trata de conciliar los valores de la justicia (permitiendo la
impugnación de actos que causan agravios a los litigantes) con la seguridad jurídica, de lo
contrario los procesos se extenderían indefinidamente.
A. SEGÚN SU FUENTE
Si bien la explicación de este efecto se realizará con posterioridad, cabe indicar que
éste no resulta indispensable en todo recurso, y su concurrencia o no, determina el número
de tribunales que serán competentes para conocer de un determinado asunto mientras se
resuelve sobre la impugnación de una resolución judicial. Su propósito consiste en la
suspensión de la producción de los efectos propios de la resolución impugnada, o de la
paralización del procedimiento en la cual incide. Un ejemplo paradigmático resulta ser la
apelación de la sentencia definitiva, la cual es otorgada en ambos efectos, art. 193 CPC
(devolutivo y suspensivo), mientras que la apelación de una sentencia interlocutoria, por
regla general, será otorgada en el solo efecto devolutivo. Sin perjuicio de lo anterior, existe
la posibilidad de que el tribunal de alzada a solicitud del apelante decrete una orden de no
innovar mediante resolución fundada, como se contempla en el art. 192 CPC, ello con el
propósito de suspender la tramitación de la causa en la instancia inferior en los casos en que
el recurso haya sido concedido en el solo efecto devolutivo.
La doctrina señala que la regla general es que frente a una determina impugnación de una resolución,
su cumplimiento quede en suspenso. Pero ya sea por la seguridad jurídica, por una mayor rapidez en
la sustanciación de los juicios, de cierta desconfianza o reticencia respecto del recurrente, el
legislador opte por que determinadas sentencias puedan cumplirse no obstante la interposición de
recursos, sin embargo, se trata de una eficacia condicionada. Esta eficacia condicionada quiere decir
que existe una suerte de precariedad en cuanto al cumplimiento de la resolución, sujeta a la suerte del
recurso interpuesto, es decir, si el recurso prospera, la regla general es que la situación se retrotraerá
inmediatamente a la situación anterior a su interposición, quedando sin efecto todo lo
condicionalmente realizado (Figueroa, J.; Morgado, E.).
En este sentido, en los recursos que no producen el efecto suspensivo (apelación
contra sentencia interlocutoria), nos encontraremos ante dos tribunales competentes: 1) el
que está conociendo del juicio y dictó la sentencia impugnada, el cual conserva su
competencia para seguir conociendo del mismo (art. 192.1 CPC); y 2) el tribunal que se
encuentra conociendo del recurso en cuestión. Distinta es la situación de los recursos
concedidos en ambos efectos (apelación contra sentencia definitiva), en los cuales sólo
tendremos un tribunal competente, esto es, aquel que se encuentra conociendo de la
apelación, dado que se ha suspendido la competencia del tribunal que dictó la resolución
apelada (art. 191.1 CPC).
Ahora bien, teniendo en consideración que el recurso que por excelencia procede contra la sentencia
definitiva es la apelación, y además, que dicha apelación se concede en ambos efectos, nuestra
legislación plantea, como regla general, la imposibilidad de cumplir provisionalmente con la
sentencia del primer grado jurisdiccional, mientras esta no este firme y ejecutoriada.
Cuestión opuesta nos plantea al respecto la propuesta de nuevo Código Procesal Civil, el cual
establece la ejecución provisional de las sentencias como mecanismo a través del cual se pretende
implementar un giro radical a la situación vigente. En tanto el Proyecto, implementando una reforma
notable respecto de la situación vigente, opta por conceder a la parte gananciosa el derecho a pedir y
obtener de manera inmediata la ejecución provisional de la sentencia condenatoria dictada en la
primera instancia que no estén firmes (art. 234 PCPC). Se busca, como bien se ha puesto de relieve
en otros lugares, acortar el horizonte temporal de una respuesta jurisdiccional eficaz. Y se busca
también, de paso, evitar algunas malas prácticas y reducir el número de recursos interpuestos con
ánimo exclusivamente dilatorio y abuso procesal. Confiando y apostando por el trabajo de esos
tribunales que, en estas nuevas condiciones y estructura formal, y con los debidos resguardos
procedimentales y orgánicos, debieran estar en condiciones de entregar un producto de mayor
calidad, todo esto, en un plano ideal.
¿Se ignoran los riesgos de implementar un cambio de esta naturaleza? No queda muy claro, pero aun
conociéndolos, se asume por sus promotores más entusiastas que los beneficios de consagrarla serían
mayores que sus posibles inconvenientes. El problema, en todo caso, no pasa por recoger o no el
instituto, sino que, al igual que lo que acontece con la cuestión de las potestades oficiosas de los
jueces, lo más importante está en el cómo se termina recepcionando por el legislador, y en esa línea
hemos dicho que existen fórmulas menos riesgosas y más equilibradas entre los legítimos intereses
de la parte provisionalmente gananciosa y la parte provisionalmente perdidosa. En efecto, la clave
debiera estar en que el legislador opere prudente y responsablemente, logrando un adecuado balance
entre la búsqueda del fortalecimiento de lo fallado en la primera instancia y la situación de eventual
indefensión en que puede dejar al ejecutado provisional (Palomo, D.).
¿Qué nos ofrece la regulación propuesta en Chile? El primer aspecto que marca la regulación está en
el hecho que la ejecución provisional se establece sin necesidad de constituir fianza o caución inicial,
sin necesidad de adelantar cantidad alguna (art. 235 PCPC), con todo el riesgo que eso pueda
suponer. De la mano con lo anteriormente anotado, el segundo punto central en la propuesta que se
plantea entre nosotros es que no se reconocen a los jueces potestades que le permitan ponderar las
circunstancias del caso, como sí acontece en otras regulaciones del Derecho comparado dónde está
autorizado para tenerlas en consideración y de ese modo evitar la materialización de eventuales
perjuicios que resulten ser irreparables para el ejecutado provisional. El tercer aspecto central es que
se plantea en el Proyecto una ejecución provisional con una posibilidad de oposición bastante
limitada, tanto que, tratándose de sentencias condenatorias a pagar sumas de dinero, la oposición que
pretenda formularse solamente podrá decir relación con concretas actuaciones ejecutivas del
procedimiento de apremio (art. 238 PCPC). Además, al oponerse en este caso, el ejecutado deberá
indicar otras medidas o actuaciones ejecutivas que sean posibles y no provoquen situaciones
similares a las que causaría, a su juicio, la medida a la cual se opone.
En este sentido, y como ya lo señalamos anteriormente, estimo conveniente considerar en la
regulación del Proyecto, algunos criterios que permitan a los jueces moderar las consecuencias,
eventualmente irreparables, que pueda sufrir un ejecutado provisional. Así, por ejemplo, y en un
listado no cerrado, podría recogerse el criterio de que, tratándose de sentencias de condenas a sumas
especialmente elevadas, o sea, sentencias condenatorias altas, el juez pudiera tener alguna facultad
moderatoria, o bien, tratándose de asuntos civiles especialmente complejos, en donde el juez dicte
sentencia y quede la interrogante de la revocación o confirmación por parte del tribunal de alzada,
pueda el magistrado tener asignadas y reconocidas algunas facultades para moderar las
consecuencias eventualmente dañosas e irreparables para el sujeto ejecutado provisionalmente. Si no
se entiende así, una institución planificada para ser provisional terminará transformándose, en la
práctica, en una ejecución definitiva, sin posibilidad de reparación, y eso hará resurgir los temores y
preocupaciones que una institución como ésta siempre ha reservado entre los distintos operadores.
A. SUBJETIVOS
En cuanto a los presupuestos de procedencia de carácter subjetivo, identificamos en
primer término, la competencia. En virtud de ella, se determina el órgano jurisdiccional
competente para conocer y fallar del recurso interpuesto, tomando en consideración la clase
de resolución que se impugna y el tribunal que la dictó. A su vez, encontramos la
legitimación como un segundo presupuesto, al cual ya hacíamos referencia en la
conceptualización de los recursos, entendiendo que la interposición de un recurso
corresponde exclusivamente a quienes son partes en el proceso, ya sea como actor o
demandado, o incluso terceros (art. 22 CPC). Bajo esta misma línea, cabe recordar que, por
regla general, el recurrente debe haber sufrido un perjuicio o agravio que se pueda resarcir
mediante la invalidación o modificación de la resolución.
B. OBJETIVOS
A. DEVOLUTIVO Y SUSPENSIVO
Cuando aludimos al efecto devolutivo de un recurso nos referimos a aquel, por el
cual se produce la traslación de la competencia desde el tribunal que dictó la resolución
hacia el tribunal superior jerárquico, el cual conocerá y resolverá la impugnación, tal como
ya hemos podido analizar.
En virtud de la devolución, el tribunal superior tiene competencia para fallar las
peticiones concretas hechas valer por el recurrente. Sin embargo, en ciertas ocasiones la
facultad de revisión que realiza el tribunal ad quem respecto del asunto controvertido en el
primer grado jurisdiccional puede variar, siendo ampliada, si consideramos la posibilidad
que tiene el tribunal de alzada para fallar cuestiones ventiladas en primera instancia y sobre
las cuales no se haya pronunciado el tribunal a quo por resultar incompatibles con lo
resuelto por la sentencia recurrida, como aparece de manifiesto en el art. 208 CPC. Otra
manifestación se recoge en el art. 209 CPC, en virtud del cual, previa audiencia del fiscal
judicial, el tribunal de segunda instancia podrá realizar declaraciones que por ley resultan
obligatorias a los jueces, aun cuando el fallo recurrido no las contenga, como lo son, por
ejemplo, la incompetencia absoluta del tribunal e implicancias. En otro ámbito, en el juicio
sumario, el tribunal de alzada podrá, a solicitud de parte, pronunciarse por vía de apelación
sobre todas las cuestiones de hecho y derecho que se hayan debatido, aun cuando no hayan
sido resueltas en el fallo apelado (art. 692 CPC), este es el denominado segundo grado de
competencia.
Este efecto es de la esencia en determinados recursos procesales, más aun, la doctrina ha propuesto
que se les denomine remedios a los “recursos” no devolutivos, ya que debe estimarse como elemento
determinante de lo que es un recurso el que del mismo conozca un órgano jurisdiccional distinto de
aquel que dictó la resolución que se impugna, reservando así el término recurso solamente para
aquellos que llevan consigo el efecto devolutivo (Montero, J.; Flors, J.). En este sentido, no es
concebible el recurso de apelación o los recursos de casación, sin que le sea otorgada competencia a
un tribunal superior, igualmente independiente e imparcial, para pronunciarse sobre el recurso
interpuesto. No sucede lo mismo con el efecto suspensivo, el cual analizaremos a continuación.
Por su parte, cuando aludimos al efecto suspensivo, éste resulta ser un efecto de la
naturaleza (a diferencia del efecto devolutivo el cual es esencial en ciertos recursos), toda
vez que el legislador puede optar por no incluirlo en ciertas hipótesis, como lo son aquellas
del art. 194 CPC. A saber, éste efecto tiene dos aristas relevantes. La primera de ellas, y
fundamental, es que impide la ejecución de la resolución recurrida hasta que sea resuelta la
impugnación por el tribunal respectivo. Si lo anterior lo cotejamos con el art. 174 CPC,
obtendremos que ante una resolución contra la cual procedan recursos, y éstos sean
interpuestos, se entenderán como firmes y ejecutoriadas, siendo susceptibles, por lo tanto,
de ser ejecutadas, desde que se notifica la resolución del tribunal a quo que ordena el
cúmplase de lo resuelto por el tribunal ad quem. La segunda arista se presenta respecto de
la suspensión de la competencia funcional establecida en el art. 191 CPC, dado que el juez
a quo no podrá ejercer sus facultades como juez de primera instancia, ello porque se
entiende que solo hay un tribunal competente (tribunal ad quem), sin perjuicio de las
excepciones o limitaciones que se estudiarán a lo largo de esta obra.
A. PRINCIPIO JERÁRQUICO
C. PRINCIPIO DE LA PRECLUSIÓN
Como señalamos anteriormente, los recursos están sujetos a las reglas que regulan el
proceso como todo acto procesal que concurre a su formación. En razón de este principio se
otorga, por regla general, un determinado plazo para la interposición de un recurso, o una
oportunidad determinada. Ergo, en la hipótesis de no ser deducidos dentro del plazo u
oportunidad procesal correspondiente, por el solo ministerio de la ley, dicha facultad se
extinguirá de pleno derecho. A su vez, para dar efectividad al principio del orden
consecutivo legal, el legislador contempla hipótesis de acumulación eventual, es decir, la
carga de interponer conjuntamente dos arbitrios procesales, como lo es el caso del art. 318
CPC, en el cual ante los puntos de prueba fijados en la resolución que recibe la causa a
prueba, podrán las partes interponer el recurso de reposición con apelación subsidiaria
dentro de tercer día para obtener la inclusión, modificación o supresión de algún hecho
controvertido. De esta forma, en el caso de no ser acogida la solicitud de reposición, y sólo
en el caso de que se hubiere interpuesto la apelación en el mismo escrito, y de forma
subsidiaria, será el superior jerárquico, quien conocerá y resolverá sobre la apelación
concedida en el solo efecto devolutivo. En caso contrario, de no haber interpuesto la
apelación subsidiaria, y rechazada la reposición, no debe ser admitida la interposición de la
apelación, al haber precluido dicha facultad.
Otros casos de acumulación eventual son las hipótesis de procedencia conjunta del recurso de
apelación con casación en la forma (art. 770.2 CPC), o de casación en la forma y de fondo (art. 770.1
CPC).
Además, se contempla una hipótesis de la denominada preclusión por consumación,
es decir, por haberse ejercitado válidamente el acto procesal correspondiente. Este es el
caso de los recursos de casación, en los cuales una vez interpuesto, no se podrá hacer
variaciones de ninguna especie en el recurso, ello de conformidad al art. 774 CPC.
Bajo el carácter de orden público, que por regla general impera en el orden procesal,
este principio tiene lugar indicando que los recursos se determinarán y regirán de
conformidad a la ley. Es en virtud de la ley, que se crearán recursos, quedando vedadas
otras autoridades de producir medios de impugnación. Es así que el legislador establece
taxativamente los recursos procesales de los que pueden valerse los litigantes, y además
señala qué resoluciones serán susceptibles de ser impugnadas por determinados y
específicos recursos vinculados a ellas (Marinoni, L.; Arenhart, S.).
Ahora bien, una sentencia pudo haber sido dictada en un procedimiento ajustado a
la ley y además la sentencia misma cumple con los requisitos de validez, sin embargo,
alguna de las partes puede estimarse agraviada al no obtener todo lo que ha pretendido,
motivo por el cual solicita la modificación total o parcial de la resolución. Dentro de esta
categoría de recursos encontramos el recurso de apelación de sentencias definitivas e
interlocutorias y el recurso de reposición respecto de autos y decretos. En estos casos, es el
mismo tribunal que conoce y resuelve el recurso (que según el caso será el mismo que dictó
la resolución o su superior jerárquico), el que está llamado a corregir el agravio producido
mediante la enmienda o modificación de la resolución impugnada.
Tal como hemos venido aduciendo, los recursos son los mecanismos por los cuales
se impugna una determinada resolución judicial. En tal sentido, salta a la vista una estrecha
vinculación entre ambos, la cual viene dada por un legislador que ha previsto para cada
decisión jurisdiccional un determinado medio de impugnación. De ahí que cada resolución
judicial, de acuerdo a su complejidad o relevancia sobre las materias que falla, guarda una
vinculación directa con determinados recursos procesales.
Si bien el art. 158 CPC clasifica las resoluciones judiciales distinguiendo entre
sentencias definitivas, sentencias interlocutorias, autos y decretos, esta norma no resulta
suficiente, puesto que dentro de la misma no es posible comprender variados tipos
resoluciones judiciales que se dictan a diario, como en su oportunidad analizaremos.
Siguiendo el orden de la norma citada, en primer lugar contemplamos la sentencia
definitiva. En contra de ella, dictada en primera instancia, por regla general procederá el
recurso de apelación (art. 187 CPC), conjuntamente con el recurso de casación en la forma
(art. 770.2 CPC), salvo aquellos casos en que por la cuantía de lo debatido, el legislador ha
optado por darle el carácter de sentencias inapelables (art. 45 COT). Otro caso de
sentencias definitivas inapelables lo encontramos en aquellas pronunciadas por una Corte
de Apelaciones en segunda instancia.
“Que las normas que permiten declarar inadmisibles recursos, por privar a la parte de un derecho,
deben interpretarse restrictivamente, sin poder aplicarse a casos, como el de autos, en que no hay
precepto legal que autorice la declaración de inadmisibilidad” (C. de San Miguel, 9 de julio de 2001,
Rol N° 65-2000).
Al respecto debemos señalar, como se explicará en detalle a lo largo de esta obra, que la regla
general en nuestra legislación es la doble instancia, es decir, se permite la apelación, de modo que el
tribunal superior jerarquía pueda pronunciarse tanto sobre lo fáctico como lo jurídico que ha sido
debatido en primera instancia. Se constituyen como excepción a esta regla general, el recurso de
nulidad en materia penal, dada la improcedencia del recurso de apelación contra las sentencias
(definitivas o no) dictadas por el Tribunal del Juicio Oral en lo Penal, salvo respecto de ciertas
sentencias dictadas por el Juez de Garantía (art. 370 CPP) y contra la sentencia definitiva dictada por
él mismo en el procedimiento abreviado (art. 414 CPP), como también en materia laboral, dado que
no procederá otro recurso que el de nulidad contra la sentencia definitiva dictada por los Juzgados de
Letras del Trabajo (art. 477.1 parte final CT).
En lo que concierne a las sentencias interlocutorias, cabe hacer presente que el
art.158 CPC no se hace cargo de las diversas clases de sentencias interlocutorias. En ella
sólo se atiende a la tradicional clasificación entre aquellas que establecen derechos
permanentes para las partes y las que resuelven sobre algún trámite que sirve de base para
el pronunciamiento de una sentencia definitiva o interlocutoria. En cuanto a éstas, la regla
general es que resulte procedente el recurso de apelación. Excepcionalmente procederá un
recurso de reposición, como es el caso de la resolución que recibe la causa a prueba (art.
319 CPC). Sin embargo, cuando nos referimos a aquellas interlocutorias que ponen término
al juicio o hacen imposible su substanciación, por aplicación del art. 766 CPC, resulta
procedente el recurso de casación en la forma y en el fondo en contra de ellas.
En cuanto a los autos y decretos, distinguimos que en materia civil, el recurso
propio resulta ser el de reposición. Excepcionalmente, en los casos del art. 188 CPC,
procederá el recurso de apelación en subsidio del primero, lo cual constituye un caso de
acumulación eventual.
“Art. 188.- Los autos y decretos no son apelables cuando ordenen trámites necesarios para la
substanciación regular del juicio; pero son apelables cuando alteran dicha substanciación o recaen
sobre trámites que no están expresamente ordenados por la ley. Esta apelación sólo podrá
interponerse con el carácter de subsidiaria de la solicitud de reposición y para el caso que ésta no
sea acogida”.
XII. EL ESTADO DE LAS RESOLUCIONES JUDICIALES Y SI VINCULACIÓN CON LOS RECURSOS
A. RESOLUCIONES PENDIENTES
Primero debemos dejar en claro que se trata de resoluciones respecto de las cuales
proceden recursos procesales, dado que si el legislador dispuso que no procedan recursos en
su contra, la sentencia se encontraría firme y ejecutoriada.
Bajo esta categoría, se han distinguido dos hipótesis (Mosquera, M.; Maturana, C.).
La primera de ellas es si, procediendo recursos en su contra, se encuentra transcurriendo el
plazo para la interposición de los mismos. En este supuesto no se puede exigir el
cumplimiento de las resoluciones. Sin embargo, si se ha interpuesto el recurso, y se
encuentra a la espera de su decisión, se pueden plantear dos escenarios.
El primero de ellos resulta ser si, los recursos por expresa disposición de la ley no
impiden el cumplimiento de la resolución, de ser así, estaremos en presencia de una
resolución que causa ejecutoria. Un segundo escenario sería que la ley lo prohibiese (efecto
suspensivo), por lo cual no se podrían cumplir sin antes haberse dictado la sentencia que
resuelve el recurso, y por lo tanto, estaríamos en presencia de una resolución que necesita el
grado de ejecutoriedad para ser cumplida, ello de conformidad al art. 174 CPC.
D. SENTENCIA DE TÉRMINO
Se entiende como aquella resolución judicial que pone fin a la última instancia del
proceso. Ejemplos de ella son la sentencia definitiva de única instancia, la sentencia
definitiva de primera instancia no apelada y la sentencia definitiva de segunda instancia. A
su vez, la referencia normativa a esta sentencia se encuentra en el art. 98 CPC, a propósito
del incidente especial de acumulación de autos. Cabe dejar en claro que el hecho de que
ponga término a la última instancia no significa que el juicio haya concluido, lo anterior
dado que como se ha señalado, los recursos de nulidad no dan lugar a una nueva instancia.
Por lo anterior, la sentencia dictada por la Corte de Apelaciones en segunda instancia, pese
a no ser recurrible de apelación, es susceptible de ser impugnada por medio del recurso de
casación en la forma o fondo, no entendiéndose concluido el litigio sino hasta la resolución
o transcurso del plazo legal para la interposición de dichos arbitrios procesales.
BIBLIOGRAFÍA