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Importante: el texto a continuación es copia textual del libro “juego, deporte y sociedad: léxico

de praxiología motriz” de Pierre Parlebas.

ACCION MOTRIZ
 Proceso de realización de las conductas motríces de uno o varios sujetos que
actúan en una situación motriz determinada.

Un atleta que lanza la jabalina, dos tiradores de espada que se atacan, el timo-

nel y el proel que hacen maniobrar su velero, unos niños que juegan al baloncesto o

al Cazador“... están realizando una acción motriz. Ésta se manifiesta por medio de

comportamientos motores observables, relacionados con un contexto objetivo;

comportamientos que sin embargo se desarrollan sobre una red llena de datos sub-

jetivos: emoción, relación, anticipación, decisión.

La casualidad del orden alfabético pone “acción motriz” al frente de este voca-

bulario. Esta posición parece justificada en la medida en que este concepto juega un

papel de fundación, estableciendo la especificidad de la praxiología motriz. Pero

es también un lugar temible para un concepto todavía poco explorado y que preci-

samente intentamos construir aquí. Porque las lagunas de nuestro conocimiento so-

bre la acción motriz están en el origen mismo de la formación de este vocabulario.

Habrá que reconocer por lo tanto que el significado de este concepto no puede ser

explicado por su definición más que de un modo superficial; a un nivel profundo, se-

rá el conjunto de palabras de este vocabulario lo que aclarará su contenido.

En el mundo de la acción motriz se pueden distinguir puntos de vista muy di-

versos: por ejemplo, analizar la realización material de la tarea y los aspectos téc-

nicos y tácticos desarrollados sobre el terreno; se puede también tener en cuenta los

mecanismos de preacción solicitados, o mejor aún las interacciones motrices y la


red de comunicación puesta en juego. La decisión motriz es sin duda uno de los te-

mas principales de esta problemática; puede ser concebida al nivel del sujeto que

y actúa, pero también al de un equipo y hasta al de un sistema formado por el en-

frentamiento de varios grupos. Se puede también analizar las condiciones sociales

de producción de la acción motriz, uno de cuyos aspectos principales es el sistema

de normas que impone el código de juego. De lo cual se derivarán modelizaciones

muy variadas

La puesta en evidencia de la lógica interna de la situación, que define las limi-

taciones y las posibilidades del sistema de interacción global en el que se manifies-

ta la acción motriz, se encuentra en el centro de nuestra reflexión. En el caso del

juego deportivo, esta lógica interna determina las propiedades del espacio de inter-

vencion, los modos de contacto y de comunicación, las categorías práxicas de que

dispone el participante, los tipos de mensajes motores intercambiados... Se ponen

así en evidencia los universales del juego deportivo, del que se intentará hacer una

representación rigurosa, matemática si es posible, en forma de modelos operacio-

nales.

El concepto de acción motriz es más amplio que el de conducta motriz, el cual

está directamente relacionado con las características subjetivas de la persona que

actúa (lo que es de gran importancia en la aproximación a situaciones concretas de

educación física; pero demasiado específico para estudiar la motricidad desde to-

das las perspectivas posibles). El punto de vista del sujeto que actúa, simbolizado

por el concepto de conducta motriz, se halla sin duda en el centro de la problemáti-

ca de la acción motriz, pero la perspectiva de la acción fenómeno, de la acción sis-


tema observada desde el exterior, es igual de importante. En realidad, estas dos

aproximaciones son profundamente solidarias entre sí e inseparablemente comple-

mentarias para quien desea captar la acción motriz intentando no restringir el co-

nocimiento de la misma. Se comprenderá entonces que la postura de fondo así es-

cogida rechace al mismo tiempo la actitud psicologista -que convierte la vivencia

subjetiva en algo sagrado, en perjuicio de las condiciones de su contexto-, y la acti-

tud sociologista que hace de la conducta humana un simple resultado de mecanis-

mos de presiones socioinstitucionales.

Una parte de las expresiones de este vocabulario pone el acento en la perspecti-

va de la persona que actúa (conducta motriz, empatía, inconsciente motor, ludi-

vidad, anticipación motriz...), o en la perspectiva de la acción fenómeno (domes-

ticado/salvaje, lógica interna, etnomotricidad, duelo, universales, modelo...);

pero cada elemento dominante es siempre compatible con la consideración com-

plementaria del otro extremo. La asociación de estos dos puntos de vista resulta

esencial en la presentación de muchos conceptos cuyo sentido obliga a una capta-

ción simultánea de ambos extremos: decisión motriz, estrategia, rol sociomotor,

descentración, descodificación semiotriz, indicio, praxema... La subjetividad,

el proyecto y la iniciativa individuales se sitúan, evidentemente, en la parte anterior

del escenario, pero no se expresan sino en la medida en que se armonizan con las li-

mitaciones objetivas del sistema de interacción. Las palabras «decisión» y «estrate-

gia motriz», por ejemplo, dan claramente mayor importancia a la autonomía y a la

capacidad de autodeterminación del sujeto, pero este poder de elección sólo tendrá

sentido si se le vuelve a poner en su contexto externo, que define precisamente las

condiciones «sistémicas» que dirigen las opciones individuales. Todo el campo de la

semiotricidad es un ejemplo brillante de lo que hemos dicho. Se va dibujando así

un tercer nivel de estudio siempre presente en este vocabulario, el de la interacción


motriz que, en la agitación, aquí y ahora, del encuentro ludomotor, armoniza la con-

ducta subjetiva del jugador con el entramado común de la lógica objetiva del juego.

Parece importante remarcar un aspecto concreto de la epistemología: la accion

Motriz puede estar ligada a los factores determinantes biomecánicos, psicológicos y

sociales que condicionan su desarrollo, pero no debe nunca deshacerse en ellos, si no

se quiere perder su especificidad. Una ciencia de la acción motriz parece estar auto-

rizada para proponer, de modo legítimo, su propio principio de pertenencia.

COMPORTAMIENTO MOTOR
 Conjunto de manifestaciones motrices observables de un individuo que actúa.

El comportamiento motor se ddine de acuerdo con lo que se percibe desde el

exterior.

Sus manifestaciones se presentan de forma objetiva, por ejemplo, se las puede

grabar o filmar. Se puede describir un comportamiento motor basándose sobre to-

do en los datos corporales que se refieren al espacio (apoyo, orientación, desplaza-

miento), al tiempo (velocidad, aceleración...) y a los demás (interacciones motri-

ces).

En el terreno de la educación física, los comportamientos motores son el mate-

rial privilegiado (aunque no exclusivo) de la observación pedagógica y científica.

Apoyándose en estos comportamientos se intentará captar las capacidades y, de mo-

do más general, la dinámica de las conductas motrices de los sujetos que actúan. En

el caso de los juegos deportivos, el análisis incitará frecuentemente a segmentar el

flujo ininterrumpido de los comportamientos motores observados en unidades de

análisis o praxias, más o menos extensas según el objetivo del investigador. El subrol

sociomotor corresponde a una de estas unidades básicas de la acción ludomotriz. El


comportamiento motor de un jugador podrá entonces estar representado por la tra-

yectoria de sus subroles asumidos sucesivamente; esta trayectoria constituye un lu-

dograma que el observador intentará interpretar en términos de conducta motriz.

Parece confirmarse que los comportamientos son observables y objetivos. No

obstante, ¿qué hay que observar y con qué instrumentos? ¿Cómo relacionar entre

sí los microcomportamientos reunidos? ¿Cómo interpretarlos? Estas preguntas

que se hallan en la base de pasos concretos, remiten a posturas teóricas y a conjun-

tos de hipótesis.

Un motricista registra los comportamientos motores de un niño que juega al

rugby, de otro que nada en la piscina; habla entonces de “confianza”, de “miedo”,

“motivación”, “afectividad”, de “pensamiento táctico”... En realidad, incluso en el

caso ideal de que controlase perfectamente su subjetividad, habla de cosas que no

está viendo. Infiere la presencia de esas emociones y de significados a partir de su

propia interpretación de los comportamientos corporales que ha observado. Como

los actores y espectadores, pedagogos e investigadores realizan también continuas

descodificaciones, su problema es elaborar el sentido, un sentido lo más compatible

que se pueda con todos los datos de la situación.

Por lo tanto, la indudable objetividad del comportamiento motor no impone un

significado evidente ni unívoco; en consecuencia, el observador debe ser perspicaz,

tomar rigurosas precauciones metodológicas y realizar un trabajo concienzudo de

conceptualización.

ESQUEMA CORPORAL
 Representación vivencial del propio cuerpo y de sus posibilidades dinámicas
de intervención, relacionada por anticipado con las características vinculadas

al espacio y a los instrumentos, al tiempo y a los demás, e impuestas por las

obligaciones de la acción motriz proyectada.

UN ENCANTO MÁGICO
La imagen que una persona se hace de su propio cuerpo y de sus recursos de ac-

ción es sin duda un elemento que tiene un papel determinante en el desarrollo de

sus conductas motrices. Desde el siglo XIX han sido mucho los autores, como Bon-

nier, Head, Holmes, Schidler y Pick que han resaltado la importancia de esta repre-

sentación, sobre todo en el sector de la patología. Han propuesto varias expresiones

para identificar esta percepción de uno mismo: “esquema corporal”, “consciencia

corporal”, “modelo personal del cuerpo”, “cenestesia”, “esquema postural”, “ima-

gen del cuerpo” y “esquema corporal”. Sin duda, es Paul Schidler quien mejor ha

analizado los aspectos interdisciplinares de este concepto que ha llamado “imagen

del cuerpo”. Aun recordando el evidente substrato biológico de esta autopercep-

ción, ha insistido en su dimensión psicoanalítica, en su “estructura libidinal” y en su

dimensión relacional: “la imagen del cuerpo -escribe- es social por su misma natu-

raleza” . Los procesos inconscientes y las interacciones sociales, impregnan en

opinión de Schidler la reprecentación del cuerpo, participan en su construcción y le

confieren sus significados.

Sin embargo, es el término "esquema corporal" el que se ha impuesto y está hoy

en boga de manera increíble. "La expresión -subraya maliciosamente J. Corraze-

tiene un verdadero encanto mágico y hay quien la utiliza con alboroza” . “¿Podrá

sin embargo la ciencia -añade recordando una cita de Klaus Conrad- sacar prove-

cho de un término tan vago, confuso e indeterminado que cada una lo entiende de

manera dístinta.
Y es que, efectivamente, bajo este atractivo concepto se esconden formidables

problemas y mucha ignorancia. Como sugiere el repaso que hemos hecho del enfo-

que de varias disciplinas, este fenómeno familiar y en apariencia sencillo oculta en

realidad una asombrosa complejidad. Tradicionalmente se considera que nuestro

conocimiento del entorno y de nosotros mismos es multisensorial y se refiere a cin-

co sentidos. Pero se olvida por el camino otros dos sentidos de gran interés para la

acción motriz: el del equilibrio y el cinestésico.

DOS SENTIDOS OLVIDADOS


No obstante, el primero de ambos sentidos, llamado también vestibular, es muy

conocido por los fisiólogos desde los antiguos trabajos de Scarpa y los posteriores

de Flourens en el XIX, cuyas célebres experiencias con palomas pusieron en eviden-

cia el papel de los canales semicirculares para el mantenimiento del equilibrio. Hoy

sabemos que el sistema vestibular (canales semicirculares, utrículo y sáculo del oído

interno) desempeña un papel determinante en la evaluación de los desplazamientos

y de las rotaciones de la cabeza (aceleraciones lineal y angular).

Este sistema regulador es el que interviene de forma especialmente sensible en

las conductas de equilibrio, en las prácticas de “vértigo” que Roger Caillois designa

con el nombre de “ilinx”. Sorprendentemente, Caillois afirma que la competi-

ción (agón) es incompatible con el vértigo (ilinx). He aquí un error que no puede

dejar de extrañarnos. Una parte considerable de los deportes se basa de hecho en la

solicitación del vértigo y funda su interés en un juego sutil con la fuerza de la gra-

vedad y en el dominio del desequilibrio y el peligro. Además de las prácticas que

ponen el cuerpo y la cabeza en posiciones desacostumbradas y aun inversas a la nor-

mal (gimnasia de aparatos, cama elástica, saltos acuáticos….), los deportes de “des-
lizamiento” y “rodamiento” someten realmente a prueba la capacidad del jugador

para jugar con ese “pánico voluptuoso” del que habla Caíllois; esquí, surf, windsurf,

patines sobre ruedas, rafting, vuelo sin motor, bicicleta todoterreno, parapente, ala

delta, bicicross, moto verde, submarinismo, etc. todas ellas son actividades que tie-

nen la particularidad de desencadenar reacciones emotivas violentas, unas veces es-

timulantes y otras inhibidoras. Aunque el sentido vestibular interviene en todas las

prácticas ludodeportivas para garantizar la regulación del equilibrio – asociado a los

datos visuales-, resulta especialmente inportante para la vivencia corporal de los

deportes de deslizamiento y de rodamiento. El esquema corporal de los practican-

tes de estos deportes se encuentra profundamente afectado, sobre todo bajo la in-

fluencia de la irrupción afectiva.

El segundo de los sentidos citados, llamado asimismo propioceptivo, también ha

sido muy estudiado; identificado claramente por Sherrington por contraposición a

los sentidos exteroceptivo e interoceptivo, se basa en una multitud de sensores me-

tidos bajo la piel, en los músculos y articulaciones, que valoran las presiones, inten-

sidades, fricciones, rotaciones, inmovilizaciones y movimientos de toda especie. Es-

te sentido cinestésico, que estima la posición de las diversas partes del cuerpo

valiéndose de la relación existente entre las mismas y de la que mantienen con el

mundo externo, se halla en la base de toda actividad corporal; tiene además la ca-

racterísticas de que se puede perfeccionar notablemente mediante un aprendizaje

motor bien encauzado.

Estos dos sentidos olvidados ofrecen una plétora de elementos muy sensibles

que permiten la representación del cuerpo en acción. Desde este punto de vista, los

profesores de educación física y entrenadores saben perfectamente en qué medida

puede el aprendizaje de las conductas motrices ser objeto de espectaculares pro-

gresos que culminan en producciones motrices impresionantes por su coordinación


y maestría (barra fija y de equilibrios, cama elástica, malabarismo, surf, wind-

surf…). En los deportes en medio estable, sin incertidumbre procedente del en-

torno, son básicamente los sentidos del equilibrio y cinestésico los que garantizan

el pleno desarrollo de la acción, hasta que ésta llega a convertirse en un estereoti-

po motor. Al inicio del aprendizaje de esas especialidades, como por ejemplo las

barras paralelas, el lanzamiento de disco y la natación, la vista tiene un papel de pri-

primer orden, pero poco a poco, a medida que se van asimilando conocimientos, la

sensibilidad exteroceptiva va sustituyendo a la propioceptiva. Se llega entonces a

un algoritmo motor cuya regulación es fundamentalmente interna, de naturaleza

cinestésica. Por lo tanto, la historia de un aprendizaje motor es en parte para el

practicante la historia de las transformaciones de la imagen que tiene de su cuerpo

en acción, la cual, en los últimos ejemplos, va dependiendo cada vez menos del me-

dio extemo. Estas rápidas observaciones indican que el esquema corporal demues-

tra ser una construcción activa, perfectible y muy diferenciada en función de las ac-

tividades (propiedad esta última que contradice en parte la concepción tradicional

del esquema corporal).

El conocimiento de nuestro cuerpo, de sus posturas y movimientos es pues una

síntesis de miles y miles de informaciones procedentes de muchos y muy distintos

sentidos. ¿Cómo se consigue convertir estos datos heterogéneos en una representa-

ción unitaria y coherente? La neurofisiología ha realizado en fechas recientes pro-

gresos espectaculares en este campo, expuestos con particular acierto por Alain

Berthoz en su obra El sentido del movimiento . Sin embargo, el autor destaca que

“el momento en que el concepto de esquema corporal podrá traducirse en términos .

precisos de funcionamiento neuronal no ha llegado todavía”. Las dificultades a que

nos enfrentamos nos conducen a una pregunta terrible: ¿cómo es posible fundir in-

formaciones tan diversas en una esquema unitario e integrado, susceptible de guiar


con eficacia acciones motrices concretas? Compete a los neurofisiologistas, cuyos

progresos actuales son ya prometedores, contribuir al esclarecimiento de este mis-

terio a través de un análisis preciso de los órganos, conexiones y sutiles mecanismos

en juego.

ESQUEMA CORPORAL Y

DOMINIOS DE ACCION MOTRIZ


La observación y el análisis de las situaciones motrices permiten replantear al-

gunas afirmaciones que aunque clásicas son discutibles ¿Corresponde el esquema

corporal a un referencial básico cuya construcción acabaría en los últimos años de

la infancia? El psicólogo Roger Mucchielli, citado por Jean Le Boulch, afirma que

“el conjunto que forma el esquema corporal del niño se desarrolla con mucha lenti-

tud y normalmente no aparece completo hasta los 11 o 12 años” . Para esta con-

cepción, el esquema corporal constituiría un referencial básico, fundamento inmu-

table de todas las acciones motrices, cuyo desarrollo seguiría una “génesis normal”

hasta su conclusión al final de la infancia.

El peligro está en hacer del esquema corporal una especie de patrón estándar,

tal vez muy elaborado pero que se intenta aplicar a todo, el cual estaría a nuestra

disposición para cimentar cualquier práctica, fueran cuales fueran sus peculiarida-

des. Ésta es precisamente la orientación de muchos métodos llamados “psicomotri-

ces", que han preparado ejercicios específicos para perfeccionar “el” esquema cor-

poral. Tal tendencia nos parece empero discutible. El individuo que actúa no

dispone de un equipo estándar o de instrumentos preformados que, como un patrón

previamente dispuesto, se pondría sin más al servicio de cualquier acto. El esquema

corporal no es una realidad aislable sino una entidad filosófica y una expresión útil
(que usaremos como tal). La representación del cuerpo, basada en sensaciones vi-

suales, táctiles, vestibulares, cinestesicas, etc, abarca realidades extremadamente di-

versas. Cada actividad, cada situación motriz, requerirá un esquema corporal es-

pecífico.

Toda la concepción de la acción motriz desarrollada en esta obra implica la idea

de la lógica intern de cada práctica influye, de acuerdo con sus características,

en la vivencia corporal y en las representaciones que la acompañan. A cada activi-

dad motriz corresponde un esquema corporal. La interacción de cooperación con

un compañero y la de antagonismo contra un adversario, la relación con un espacio

estable, o por el contrario con un espacio inestable son otros tantos factores que ori-

gan posturas y actitudes de preacción muy distintas. La persona que actúa no sien-

te del mismo modo el espacio de interacción con un judoka que con un escalador en

cordada, o el espacio del lanzamiento de peso y el del esquí. El tono afectivo, las an-

ticipaciones práxicas y el clima general de la acción son transformados por los ras-

gos de la lógica intema de cada situación. Las representaciones del cuerpo en ac-

ción, los esquemas corporales, varían en función del dominio de acción motriz en

el que se está implicado.

Para una persona que se dispone a realizar un salto de altura estilo Fosbury, una

arrancada en halterofilia, un set de tenis o una entrada de melé en el rugby, “su” es-

quema corporal no es una constante que se aplique ínmutablemente a cada una de

esas situaciones con unos pocos ajustes circunstanciales. En cada actividad, la rela-

ción con el espacio y con los demás vivida por el practicante es singular, pues pro-

voca emociones, apreciaciones y significados que se adaptan a la especificidad de di-

cha actividad. Todos los juegos deportivos generan una semiotricidad particular.

La técnica del cuerpo depende de la táctica del cuerpo tal y como la siente y re-

construye el actor. Los principios de acción aplicados por el individuo que actúa
dependen de su percepción de la situación e influirán a su vez en esa misma per-

cepción. En el flujo de la acción, el individuo se anticipa a la escena que se desarro-

lla; intenta aprehender lo mejor posible los elementos clave de la situación y se en-

trega a una descodificación semiotriz continua. Se adelanta a las anticipaciones de

los demás. El esquema corporal obedece a una dinámica semiotriz en que los recur-

sos de anticipación y de preacción tienen un papel destacado.

Para un boxeador, percibir al adversario es captarlo con todas sus posibilidades

de golpeo y esquivada, y en este sentido percibirse comprometido de repente en

contactos violentamente antagónicos. El esquema corporal no responde a una re-

presentación constante y neutra pues depende de las condiciones objetivas de la

confrontación y de la forma subjetiva que tiene el autor de descodificarla y recons-

truirla. A este respecto, el esquema corporal está profundamente surcado de fenó-

menos emotivos (temor, agresividad, deseo de vencer...) que influyen en el tono

muscular, los apoyos, desequilibrios y gestos realizados. Parece que está claro que

las actividades originan esquemas corporales muy diferentes según las circunstan-

cias y los dominios de acción. Evidentemente, cada actor reaccionará en cada caso

de acuerdo con sus propias vivencias, pero principalmente será la lógica interna de

la situación la que orientará sus reacciones.

EL MOLDEADO CULTURAL
Mediante las reglas del juego y los códigos en vigor que determinan la lógica in-

terna de las prácticas ludodeportivas, los grupos sociales y las instituciones impri-

men su sello en el esquema corporal de los practicantes. La percepción del espacio

y de los demás y la aplicación de las técnicas del cuerpo son moldeadas por la cul-

tura. En su artículo pionero sobre Las técnicas del cuerpo, Marcel Mauss señalaba,
ya en 1934, que “los modos como saben los hombres valerse de su cuerpo” varían

considerablemente “de sociedad a sociedad". Y al tiempo que creaba la proxe-

mia, Edward Hüll subraya que “los individuos que pertenecen a culturas distintas

viven en mundos sensoriales distintos" . La percepción del cuerpo y de los espa-

cios corporales esta ligada a normas y a valores sociales. Los esquemas corporales

no pueden substraerse a la influencia de la etnomotricidad y, más concretamente,

al influjo de la educación de los códigos sociales que representa el etnoludismo.

Ya Schilder había notado la intervención de una dimensión social, cuando me-

nos interpersonal, en la elaboración de la imagen del cuerpo. No logró proponer

una verdadera síntesis de los tres puntos de vista, biológico, psicoanalítico y social,

que había sido uno de los primeros en utilizar como argumento, pero distinguió con

claridad los aspectos multiformes de una imagen del cuerpo en constante transfor-

mación y dependiente de las características de cada situación.

Hace relativamente poco, el neurofisiólogo Alain Berthoz hizo sonar un nuevo

acorde en el campo de la biología: “no es preciso buscar una sola realidad biológica

iras el concepto de esquema corporal" -ha escrito-. Esta proposición invita a

considerar que existe una gran diversidad de imágenes corporales. Dicho de otra

forma, la unidad indudable de la percepción de nuestro cuerpo no significa que exis-

ta un único esquema corporal. Los rasgos de la lógica intema determinan el conte-

nido de cada actividad y le imponen sus realidades. Nos vemos remitidos así a la di-

versidad de las prácticas, o lo que es lo mismo, a la multiplicidad de los dominios de

acción.

Es interesante señalar que, a la vez que se apoya rigurosamente en los conoci-

mientos experimentales más recientes de su disciplina, Berthoz recurre a menudo y

explícitamente a una interpretación desde la perspectiva de la “acción motriz”. Es

algo que acredita y alienta el interés de una metodología científica cuyo objeto sea
precisamente la acción motriz. Al mismo tiempo que respetan el punto de vista pro-

pio de cada disciplina, nuestros trabajos confirman los análisis de la praxiología mo-

triz y subrayan la complementariedad enriquecedora de las aportaciones multidis-

ciplinares.

BIBLIOGRAFÍA

BERTHOZ. A.: Le sens du mouvement. Ed. Odile Jacob, París 1997.

CAILLOIS, R.: Les jeux et les hommes. Galiimard, París 1958.

CORRAZE, J.: Schému corporel et image du corps. Privat, Toulouse 1973.

HALL, E.T.: La dimensión cachée. Seuil, París 1971.

LE BOULCH, J.: L´education par le mouvement. Les Éditions Sociales Francaises, París 1966.

MAUSS, M.: Les techniques du corps. PUF, París 1966.

SCHILDER, P: L´image du corps. Gallimard, París 1968.

LUDOMOTRICIDAD
 Naturaleza y campo de las situaciones motrices que corresponden a los jue-

gos deportivos.

Este término cobra su sentido por contraposición al concepto ergomotricidad. Su

finalidad es clara, pues alude al placer del juego, al deseo de una acción entretenida.

En realidad, es un problema complejo ya que el placer del juego responde bási-

camente a una actitud que puede nacer y desarrollarse en condiciones muy varia-

bles según el contexto social y las vivencias subjetivas de cada uno. La práctica que

unos consideran indigna hará las delicias de otros. La alegría lúdica no escapa a la

influencia de los hábitos ni a la de la etnomotricidad, pero una vez reconocidas

estas peculiaridades, se pueden detectar en una sociedad concreta los rasgos princi-

pales asociados alas preferencias ludomotrices más evidentes En esta confronta-


ción de preferencias, el deporte constituye sin duda en nuestra época un observa-

torio privilegiado.

EL DEPORTE, DISCUTIDO
La actividad ludomotriz nació libre, pero en todas partes está encadenada... ¿No

podría invocarse el pensamiento de Rousseau ahí donde ha triunfado el contrato lú-

dico? ¿Acaso las reglas no aprisionan el cuerpo? Aun siendo muestra de un con-

trato social ejemplar, el juego deportivo institucional no deja de ser percibido de

una forma eminentemente conflictiva.

Desde hace varias décadas, el deporte ha conocido un desarrollo gigantesco que

tiende a hacerlo pasar por el único representante de la ludomotricidad. Así, se ha

convertido en la referencia y el objetivo fundamentales propuestos por las Instruc-

ciones oficiales que rigen la práctica profesional de los profesores de educación fí-

sica. Como reacción se ha desarrollado una concepción que denuncia el deporte

como actividad “alienante”, pues las prácticas consagradas no harían mas que re-

producir en un estadio los procedimientos de explotación y de esclavización del in-

dividuo (exigencias inhumanas del entrenamiento, búsqueda del rendimiento a

cualquier precio, lucha por las medallas, máxima politización de las pruebas, etc.).

El deporte se habría convertido pues en la imagen misma del antijuego.

Un contenido lúdico en vías de extinción


A decir verdad, la liebre fue levantada hace muchos años. Ya en 1938, Johan

Huizinga se preocupaba de que el deporte se estuviera orientando hacia la seriedad

de una forma, según él, tan exagerada: “en realidad –constata-, [el deporte] ha per-

dido lo mejor de su carácter lúdico. El juego se ha vuelta más serio y el estado lúdico

del alma ha desaparecido casi del todo” . Hoy más que nunca, el conte-
nido del deporte amenaza con decantarse hacia la ergomotricidad pues la aureola

de seriedad que rodea las grandes competiciones, el rigor del entrenamiento, la

búsqueda del rendimiento y de las marcas, la lucha por conseguir unos resultados y

dar espectáculo. .., las principales características en suma del deporte de alto nivel

coinciden en gran medida con las del trabajo.

Cuando una actividad ludomotriz despierta una gran afición, se convierte rápida-

mente en un objetivo institucional ya que alguna de las federaciones existentes u otra

de nuevo cuño se apoderan de ella. Esta institucionalización trae como consecuencia

la uniformización de las prácticas, la reglamentación y comercialización de los mate-

riales, la organización de competiciones, el crecimiento de la prensa especializada, la

organización del colectivo de entrenadores. . . La década de los setenta conoció la eclo-

sión de varias actividades ludomotrices “recuperadas” de esa forma por las institucio-

nes deportivas como el monopatín, vuelo libre, surf, windsurf... Esta transformación

en deporte de una actividad ludomotriz o deportificación, ilustra en palabras de Hui-

zinga “un juego que se inmoviliza en la formalidad".

Realmente es cierto que, en la práctica, el deporte carece sorprendentemente de

humor e imaginación. Un jugador algo guasón que bromee con las reglas y hasta se

ría de ellas será causa de escandalo y expulsado del “templo”. Y el educador que or-

ganice una actividad ludomotriz sin tener en cuenta las normas de rendimiento se-

rá acusado desdeñosamente de entretenerse en bagatelas. Burlarse con gracia del

deporte provoca curiosas reacciones de crispación. El que quiera dar cabida a la

imaginación será tachado de poco serio. Y es que pasa en el deporte como en las fá-

bulas de La Fontaine: las cigarras son mal recibidas.


CASI JUEGO DEPORTIVO
 Situación motriz informa y libre, llamada normalmente “juego” o “depor-

te”, y carente de reglas y competición.

LAS ACTIVIDADES SIN COMPETICIÓN


Hay muchas actividades físicas que se desarrollan sin someterse a reglas preci-

sas; estas actividades “libres” comienzan por iniciativa de sus practicantes, que bus-

can un entretenimiento inmediato que no dependa de un reglamento externo con fi-

nalidad competitiva. Para denominar estas prácticas informales no podemos utilizar

la expresión “juego deportivo“ y mucho menos la palabra “deporte”, ya que no se

sujetan a un sistema de reglas explícito ni se desarrollan en el contexto de una com-

petición instituida. En consecuencia, para designar estas actividades autoorganiza-

das y situadas en la frontera del juego hablaremos de “casi juegos".

Estos comportamientos improvisados y sin codificación no pasaron desapercibi-

dos a los grandes autores que han estudiado el juego, como Jean Piaget, Jean Cha-

teau y Roger Caillois; así, en su clasificación de los juegos, Caillois opone "pal-

da” (actividad espontánea y sin reglas) a “ludus” (actividad reglamentada e incluso

con arbitraje). No obstante, estos autores no llegaron más lejos en su análisis...

Ahora bien, la contraposición observada entre los dos términos responde a una do-

ble diferencia que nos parece fundamental considerar y profundizar; por un lado, se

observa una gran disparidad en la lógica interna de las actividades - con la posibi-

lidad de una deportificación que implica nuevas características- y, por otro, apare-

ce una acentuada disparidad de los valores y representaciones sociales que les están

asociados.

Los casi juegos son practicados en buena parte por los niños que se lanzan es-
pontáneamente a la realización de actividades corporales que les resultan agrada-

bles, más allá de cualquier codificación: resbalar, trepar, bañarse, correr, saltar, lan-

zar cosas... Estas prácticas pueden haber sido improvisadas sin más, con una buena

dosis de inventiva, o ser el fruto de una atenta observación del entorno. A veces se

inspiran en situaciones de la vida cotidiana, del mundo del trabajo o del universo

deportivo. En las últimas décadas, las prácticas informales han conocido un auge

creciente entre las capas jóvenes de la población a (grosso modo desde los 15 a los

30 años). Unas veces entendidas como revitalización de actividades antiguas (es-

quí, piragüismo, vela. . .), otras como nuevas formas de prácticas conocidas (jogging

y carrera sobre asfalto, escalada, rafting, surf, barranquismo, bicicleta de monta-

ña...) y otras, en fin, por la creación de prácticas de nuevo cuño ligadas a menudo

a innovaciones tecnológicas (ala delta, parapente, patinaje en línea, windsurf, sub-

marínismo...)

Muchas actividades de las que se espera un placer inmediato recurren al domi-

nio del equilibrio y del vértigo en el sentido que les da Caillois, pues entre los casi

juegos se cuentan muchas actividades de “deslizamiento” (esquí, surf, windsurf...)

y “rodamiento” (monopatín, patines en línea, bicicleta de montaña, embarcaciones

naúticas de velocidad, moto verde...). Estas prácticas se han desarrollado muchas

veces a espaldas de las federaciones y de sus códigos, que al comienzo las menos-

preciaban y rechazaban. Sin embargo, ante la admiración que estas prácticas des-

piertan, las federaciones han dado marcha atrás y han intentado aprovechar en su

beneficio este impulso popular. Después de un período de expectativas y de con-

flictos que a veces ha conocido disidencias, las instituciones han conseguido poner

los casi juegos bajo su autoridad, retocándolos y reglamentándolos a voluntad; en

pocas palabras, los han deportificado. Sin embargo, como continúan practicándose

también de un modo informal, estas actividades tienen la doble condición virtual


de “casi juegos" y de “deportes”, lo que causará sin duda numerosos equívocos.

En un principio, esta aparición de los casi juegos no se presentó como un acto de

vasallaje ante los deportes, sino más bien como una rebelión frente a las federacio-

nes deportivas, ante su jerarquía, contra su burocracia y opuesto a todo aquello que

se sentía como un grillete reglamentario. A pesar de ello, las instancias deportivas

han absorbido al final gran número de casi juegos Se trata de una fagocitosis insti-

tucional que parece inevitable y que para estas actividades informales representa de

alguna forma el precio del éxito. El análisis de esa serie de influencias recíprocas, de

los intentos de absorción y de resistencia correlativa, y del paso de la condición de

casi juego a la de deporte -y en ocasiones la transición contraria- constituye un te-

ma sociológico del máximo interés.

UNA GRAN VARIEDAD DE PRÁCTICAS


Los casi juegos se practican muchas veces en solitario, de forma psicomotriz,

debido a que el placer de la acción no depende de la presencia de otras personas ni

de la existencia de un código obligatorio. Otra modalidad muy apreciada es la prác-

tica comotriz -es decir, en compañía de otros sujetos pero sin interacciones instru-

mentales-, fuera también de todo marco reglamentario. El practicante saborea una

convivencia activa, el placer de una distracción compartida, pero conservando al

mismo tiempo su autonomía de acción y de decisión. Los casos del jogging y de las

llamativas salidas con patines de los viernes por la noche en las calles de París, son

un claro ejemplo de la afición por actividades comotrices de connivencia que per-

miten que cada participante conserve su independencia.

Los casi juegos, sin embargo, pueden también ser sociomotrices caso de una sa-

lida en velero, el descenso de un río en piragua biplaza, un juego de pelota en la pla-


ya o una excursión por pleno campo, ofrecen muchas ocasiones para interactuar, en

las que la coordinación práxica con los compañeros es una de las condiciones para

poder realizar la acción planeada. Pero esto no impide a esta interacción motriz sin

reglas dar cabida a la improvisación y a la buena voluntad de todos los participan-

tes. Son prácticas que no carecen de obligaciones y que a veces implican riesgos y un

gran gasto de energía, pero sus dificultades son aceptadas “gratuitamente”, a gusto

de los participantes, sólo por el placer que procuran y sin competir ni buscar la vic-

toria ni recompensas sociales oficiales

Aunque pueden parecer banales, los casi juegos son en realidad, un fenómeno

sociológico muy extendido. En muchos deportes reconocidos, como el esquí, el ci-

clismo, el windsurf y la escalada, las encuestas sociológicas revelan que los porcen-

tajes de su práctica como casi juego sobrepasan el 80 ¡y hasta el 90% del total! Por

otra parte, no es más que una vuelta a los orígenes, ya que muchos deportes fueron

juegos tradicionales“ y casi juegos antes de estar sujetos a los criterios estrictos de

la deportificación. La posibilidad de confundir las palabras lleva aparejado el peli-

gro de confundir las ideas, puesto que gran parte de esas actividades, como ya he-

mos dicho, tienen un doble estatus de “casi juego” y “deporte”, según el contexto de

que se trate. Cuando hablamos de esquí, de ciclismo, windsurf o natación, ¿a qué ac-

tividad nos referimos en realidad? La natación de un chapuzón poco tiene que ver

con la de un nadador olímpico. Como deportes, el esquí, el piragüismo y el balon-

cesto se diferencian mucho de esas “mismas” actividades consideradas como casi

juegos. Esta confusión entre las prácticas de competición institucionalizadas y las

prácticas informales, frecuentísima en los escritos y en el lenguaje hablado, es causa

de un sinfín de malentendidos. Ante tal mezcolanza, se siente la necesidad de vol-

ver a contextualizar los fenómenos y definir con más precisión los términos em-

pleados.
BIBLIOGRAFÍA

CAILLOIS, R.: Les jeux et les hommes. Galiimard, París 1958.

CHATEAU, J: Le jeu de l´enfant. Introduction a la pedagogie. Vrin, París 1967.

PARLEBAS, P: Eléments de sociologie du sport. PUF, París 1986.

JUEGO DEPORTIVO
 Situación motriz de enfrentamiento codificado, denominada “juego” o “de-

porte” por las instancias sociales. Cada juego deportivo se define por un siste-

ma de reglas que determina su lógica ínterna.

Esta definición no hace juicios prematuros sobre el contenido de los juegos de-

portivos y deja el campo abierto a toda clase de análisis. Al ser de tipo filiativo, tie-

ne la ventaja de que permite hacer un inventario completo de los juegos deportivos,

para lo que no hay más que consultar los diversos “libros de juegos” y remitirse al

índice que enumera las federaciones deportivas.

El criterio de la institución invita a distinguir dos grandes categorías lúdicas so-

cialmente marcadas: la de los juegos deportivos institucionales y consagrados por

la sociedad (deportes atléticos, gimnásticas, de combate y colectivos) y la de los jue-

gos deportivos tradicionales dejados de lado por las instituciones (Rayuela, juegos

cantados, Pelota a la pared, Teca, Policías y ladrones, las Dos banderas, Ganaterré-

no...).

UN MICROCOSMOS EN EBULLlClÓN
Es asombroso comprobar el vacío científico que rodea al juego deportivo. Sin

duda este flagrante desinterés está más o menos ligado al descrédito moral que ha
sufrido tradicionalmente el juego. Han sido necesarios muchos nombres importan-

tes (Pascal, Leibniz, Huyghens...), muchas grandes causas (cálculo de probabilida-

des, teoría de la decisión, inteligencia artificial...) e intereses poderosos (desarrollo

de los seguros, de las guerras, de la competencia económica, etc.) para que se estu-

dien abiertamente los juegos de azar, que siempre han tenido cierto olor a chamus-

quina. El juego deportivo, menos afortunado, apenas ha conseguido rehacer su

prestigio puesto que continúa siendo tildado de pueril y banal. Y sin embargo, cons-

tituye a nuestro parecer un extraordinario lugar de observación y experimentación

sobre las conductas humanas, que concentra en un microcosmos en ebullición los

grandes impulsos y pasiones del enfrentamiento social.

El contrato lúdico establece un espacio cerrado, una duración reglamentada y

formas de interacción ritualizadas. Los universales del juego deportivo (red de

comunicaciones motrices, grafo, cambios de rol. sistema de tanteo. . .) ofrecen

un entramado experimental que rara vez está presente en las situaciones sociales

fuera del laboratorio. En efecto, gracias a sus obligaciones y a sus límites espacia-

les, el sistema de reglas del juego deportivo proporciona un marco casi experimen-

tal. La reunión de observaciones sobre el terreno revela, por un lado, la continui-

dad entre las conductas ludomotrices y las demás conductas humanas y, por otro,

su gran originalidad a causa de una desacostumbrada aplicación del cuerpo. Los

posibles temas de estudio son innumerables: aprendizaje motor, procesos de deci-

sión, codificación y descodificación de las conductas motrices, asunción de ries-

gos, manifestación de la personalidad, intervención de los factores afectivos, cog-

nitivos y relacionales, dinámica de los grupos presentes... Creemos que cuando

por fin se reconozca esta riqueza, el estudio del juego deportivo y de las personas

tendrá un futuro excepcional.

Los juegos deportivos plantean problemas pedagógicos culturales y sociopolíti-


cos de gran interés: ¿es cierto, como se dice a menudo, que los juegos tradicionales

son “inferiores”? ¿o que son juegos “predeportivos”, de introducción por ejemplo

a los deportes colectivos? ¿Mediante qué procesos y mediante qué transformacio-

nes se han convertido en detenninadas culturas, algunos juegos tradicionales en jue-

gos institucionales? ¿Cómo se explica que, de entre el inmenso conjunto de juegos

deportivos, las instituciones hayan consagrado un determinado y concreto subcon-

junto, concediéndole el estatus deportivo‘? ¿Qué relación se puede encontrar entre

esas dos grandes categorías lúdicas y las características de las sociedades de re-

ferencia?

SOBRE EL ORIGEN DE JUEGOS Y DEPORTES


Los juegos deportivos hunden sus raíces profundamente en una historia social a

menudo plurisecular. Los más antiguos - algunos juegos tradicionales- son el testi-

monio de un pasado borroso, algo así como los restos de una arqueología ludocor-

poral. Pero aunque este enraizamiento social es reconocido por todos, folkloristas y

antropólogos no se ponen de acuerdo respecto al origen de lo juegos.

Para algunos, como Johan Huizinga, “el juego es más antigua que la cultura",

fórmula manifiestamente exagerada que el autor matiza en seguida di-

ciendo: “la cultura nace en forma de juego; en su origen, la cultura se juega".

“Todo es juega”, escribe más tarde, pues las competiciones sociales, la gue-

rra, el derecho, la poesía y el arte han nacido del juego. Sin embargo, hay etnólogos

que niegan esta anterioridad engullidora del juego y lo consideran en cambio un

vestigio de ritos mágicos y religiosos, de las ceremonias que marcaban los ciclos tra-

dicionales de los trabajos estacionales (siembra, cosecha...) y de la vida cotidiana

(nacimiento, matrimonio, muerte,...).


Las prácticas lúdicas, afirma Juliette Grange, serían “los descendientes degenerados

de auténticas prácticas rituales”, y el juego “la memoria de los ritos”.

Dados, dominós, tabas y peonzas formaban parte de prácticas adivinatorias, ya

que ahí donde el hombre moderno habla de casualidad, el hombre de antaño hablaba

de destino; el laberinto de la Rayuela simbolizaba el itinerario seguido por el alma pa-

ra alcanzar el cielo y por ello reaparecen sus casillas en el enlosado de las catedrales.

Llevando su tesis al extremo, Grange concluye que “los juegos son fósiles”.

El juego: ¿principio o fin de la cultura? ¿Destello de todas las civilizaciones o

mueca del pasado? Se ha abierto paso una tercera postura que rechaza la teoría de

la sucesión y de la filiación en beneficio de la tesis de la simultaneidad y la coexis-

tencia. “El juego es consustancial a la cultura", proclama Roger Caillois;

a quien hace coro Jacques-Olivier Grandjouan: “el culto, el trabajo y el juego se for-

maban al mismo tiempo”. Esta opinión nos parece la más probable da-

do que el juego es un producto social que se inscribe como los demás en un contex-

to más amplio que él mismo contribuye a definir. En este amplio campo

sociocultural, el juego es influido a la par que influye.

Un historiador como Philippe Aries confirma plenamente el entrecruzamiento

entre el juego y la vida cotidiana: “en las sociedades antiguas (...) –escribe- los jue-

gos y las diversiones no se extendían solamente durante los fizrtivos momentos que

nosotros les dedicamos: eran uno de los principales medios con que contaba una so-

ciedad para estrechar sus lazos colectivos y sentirse juntos”. El autor ex-

plica que, “en la sociedad del Antiguo Régimen, el juego, en todas sus formas -físico,

de sociedad o de azar - ocupaba un espacio enorme que ya na tiene en nuestras so-

ciedades tecnicistas”. Analizando sus mecanismos, demuestra que las prácti-

cas lúdicas están en íntima relación con la evolución general de la sociedad y los

conflictos que en ella se manifiestan como la influencia de las clases altas, el naci-
miento del sentimiento de la infancia, la transformación de la familia y del hábitat,

y triunfo de la burguesía y del sentimiento de clase.

En la Edad Media, los juegos deportivos eran comunes a todas las clases, pero

Poco a poco fueron abandonados por la nobleza y por la burguesía para no ser prac-

Ticados básicamente más que por los niños, por una parte, y los adultos del campo

Por otro. Estas actividades lúdicas: Mallo, Pelota, Soule, juegos de Bochas, Bolos y

Croquet,…., se convirtieron en juegos del pueblo y de los niños (este proceso de des-

valorización, iniciado hace tanto tiempo, parece que ya se ha completado pues hoy

sólo son juegos infantiles). Una vez abandonados los juegos tradicionales, las clases

altas se dieron a nuevas prácticas que, a pesar de estar inspiradas a menudo en an-

tiguos juegos, adoptan normas y formas originales. En el siglo XIX se consolidó esta

separación entre las clases por lo que respecta a las prácticas lúdicas; los niños y el

pueblo dispondrán de antiguos juegos tradicionales, y las clases altas se distinguirán

con actividades claramente reglamentadas y muy ritualizadas: el deporte.

En el campo aún tan poco estudiado de la historia de los juegos y los deportes

el análisis de Ariés muestra el interés de un punto de vista histórico pues la pers-

pectiva relativiza muchas de las afirmaciones doctrinales, muestra el carácter provi-

sional y arbitrario de las normas y revela las condiciones que rigen las convergen-

cias y las oposiciones. Por una especie de ironía de la historia se ha comprobado, por

ejemplo, que las asociaciones y federaciones actuales con vocación socialista que

tienden a desvalorizar los juegos deportivos tradicionales en favor de una sola prác-

tica considerada socializante, superior y como un factor de progreso, o sea el de-

porte, retoman por propia iniciativa, e incluso la amplifican, la actitud discriminato-

ria que permite a la burguesía aumentar las diferencias sociales.


LA ESTRUCTURA DE LOS JUEGOS

DEPORTIVOS: UN INDICADOR SOCIAL


Muchos juegos tradicionales reflejan de forma atenuada las grandes creencias

de las sociedades del pasado, o sea las relaciones simbólicas que mantenían con el

mundo y las fuerzas ocultas que lo animaban. La tentación puede proceder aquí, in-

cluso para los mejores autores, de una nostalgia que mueva a ver los juegos de la ac-

tualidad de una forma poco objetiva. Así, cuando escribe Huizinga que el deporte

"Continúa siendo una función estéril en que el antiguo factor lúdico ha desaparecido

casi del todo" y que “no tiene ninguna relación orgánica con la estructura de la socie-

dad”, el análisis sereno deja paso claramente a un juicio de valor. En rea-

lidad, el deporte es para nuestra sociedad lo que los juegos de Bruegel y de Rabelais

fueron para la del Renacimiento. No se puede dudar honradamente de la represen-

tatividad social del deporte ya que su prodigioso desarrollo incita por el contrario a

considerarlo como un excepcional indicador de la sociedad (independientemente de

cualquier juicio de valor).

Es en este sentido como se puede afirmar que toda motricidad es una etnomo-

tricidad y las prácticas ludodeportivas prácticas culturales. Al pulir y repulir el

cuerpo, las instituciones deportivas revelan las normas y las formas de vida que se

ajustan a los modos de vida y a los valores por ellas defendidos. Esta vía de análisis

ha sido emprendida por varios autores modernos. El propósito de Caillois es muy

explícito: “No acomete solamente una sociología de los juegos -matiza-; tengo la in-

tención de sentar los fundamentos de una sociología a partir de los juegos" .

En la misma línea, Charles Béart ha iniciado una “sociología de los pueblos

Africanos a partir de sus juegos". Y más recientemente, Louis-Jean Clavet estu-

Dia conjuntamente las lenguas y los juegos: “ciertamente -afirma el autor-, el juego
nos habla de la sociedad, pero constituye al mismo tiempo una iniciación a la misma”.

Ese doble carácter queda pues claramente expresado como juego in-

Fluido y juego influyente.

Tambien el praxiólogo tendrá que tratar por fuerza este tipo de ternas, aunque

Con una gran diferencia pues habrá de partir siempre de la acción motriz, tal y co-

mo la preescriben las reglas lúdicas y la desarrollan las conductas de los participan-

tes. Le incumbe realizar un análisis detallado de las situaciones de práctica y de los

estados de juego. También parece esencial estudiar la lógica interna (distancia de

enfrentamiento motor, presencia de incertidumbre. . .) de las situaciones ludomo-

trices y especialmente descubrir sus universales (red de interacciones de marca,

red de cambios de subrol sociomotor, códigos semiotores. ..). Estos modelos

operacionales favorecen una observación de los hechos prácticos bien “pertrecha-

dos y hacen posible también un estudio diferencial de los juegos deportivos. Poner

de relieve los juegos paradójicos y los efectos perversos lúdicos permite, por

ejemplo, analizar en la práctica algunas de las diferencias que contraponen los jue-

gos tradicionales a los juegos institucionales.

Así pues, sin dejar su pertinencia, el campo de la acción motriz es capaz de re-

ferirse a problemas sociales de gran interés, aportando a su estudio materiales pro-

pios. Al analizar el estudio matemático de los juegos en general, Marc Barbut opi-

na “que es una vía de investigación muy prometedora para la etnología y la

Sociología: tal vez el estudio de los juegos practicados por las sociedades llegue a te-

ner un papel tan significativo como el de las estructuras de parentesco” .

Esta propuesta invita a profundizar en los múltiples aspectos de la lógica intema de

los juegos y muy especialmente de sus universales. Para sociólogos, lingüistas, ma-
temáticos… y sin duda también para los praxiólogos, el significado del juego depor-

tivo remite infaliblemente, al llegar a cierto punto de su análisis, a un problema de

etnomotricidad.

Vale la pena correr el riesgo. ¿Podrá dar alguna luz sobre la naturaleza de la so-

ciedades el estudio de las características y de la estructura de los juegos depor-

tivos?

BIBLIOGRAFIA

ARIES, P: L´enfant et la vie familiale sous l´ancien régime (especialmente: “Petite contribution á

l’histoire des jeux”, pp. 56-101). Éditions du Seuil. París, 1973.

BARBUT, M.: “Jeux et mathématiques. Jeux qui en sont pas de pur hasard”. En: Jeux et sports.

Encyclopédie de la Pléiade, pp. 836-864. Gallimard. París, 1967.

BÉART, C: Recherches des élements d'une sociologie des peuples africains á partir de leurs jeux.

Éditions Présence africaine. París, 1960.

CAILLOIS, R; Les jeux et les hommes. Gallimard. París, 1958.

CALVET, L.-J.: Les jeux de la société. Payot. París, 1978.

GRANDJOUAN, J.-O.: Les jeux de l´esprit. Centre d´entraïnement aux méthodes d´éducation acti-

ve. Le Scarabée. París, 1963.

GRANGE, J.: “Histoire du jouet et d‘une industrie”. En JAULIN, R. (ed.): Jeux et jouets. Essai

d´etnotechnologie. pp. 224-276. Aubier. París, 1979.

HUIZKNGA, J.: Homo Iudens. Essai sur la fonction sociale du jeu. Gallimard. París, 1951.

DEPORTE
 Conjunto de situaciones motrices codificadas en forma de competición e

Institucionalizadas.

El concepto “deporte” plantea una cuestión difícil; tanto más cuanto que es un
término empleado corrientemente y cuyo significado parece claro. Sin embargo, se

trata de un caso ejemplar de seudoclaridad que encubre una confusión increíble,

testimonio del embrollo semántico que acecha constantemente el campo de las

prácticas motrices. En efecto, la voz “deporte”, se utiliza a veces para referirse a si-

tuaciones extremadamente dispares como una partida de ajedrez, un trotecillo por

el bosque, cavar un poco en el jardín, dar unas brazadas en el mar, un partido de fút-

bol, una final olímpica. .., y hasta una animada discusión. Decir que se trata de un

término polisémico es poco, es pansémico. Y como se aplica a todo, acaba por per-

der su valor diferenciador y acaba por no significar nada. Su sentido se ha desvane-

cido por abuso de la metáfora.

Las definiciones “elásticas” favorecen las desviaciones semánticas. Convendría

por ello proponer una definición operacional que caracterice claramente unas prác-

ticas identificables mediante criterios pertinentes que se puedan controlar. Noso-

tros vamos a someteremos a estas molestias metodológicas elementales. En primer

lugar, ante la multiplicidad de los puntos de vista sobre el deporte y ante la inmen-

sa variedad de las prácticas,…. ¿no es abusivo usar el artículo definido “el” delante

de la palabra «deporte»?

Las diferencias son realmente flagrantes ya que bajo el término genérico de “de-

porte” pueden descubrirse numerosas disparidades entre las diversas especialida-

des, por lo que la clasificación de las situaciones motrices ha merecido ya nuestra

atención por dilatado espacio. Situar los distintos deportes en categorías coherentes

establecidas a partir de su lógica intema dentro de un sistema global es un impor-

tante problema praxiológico (y pedagógico). Será sin duda interesante preguntarse

sobre una posible tipología, de orientación biológica y psicológica, que se adapte a

determinadas categorías de prácticas. Buena parte de los conceptos de este léxico

han sido presentados, además, con la finalidad de contribuir al estudio que permita
diferenciar las actividades físicas y deportivas, como los juegos psicomotores y so-

ciomotores, lógica interna, distancia de acción, todos los universales, etc. De este

modo, aparece ante nuestra vista un conjunto de prácticas diversificadas, un amplio

haz de deportes cuyos contenidos son a veces completamente opuestos.

Sin embargo los árboles no deben impedirnos ver el bosque. La falta de cohe-

sión entre las diversas prácticas, evidentemente distintas, puede hacemos pasar de

largo junto a la unidad del importante fenómeno social que constituye el deporte.

Las reticencias a definir con claridad las prácticas y reunirlas en una clase homogé-

nea aplicando criterios operacionales, responde sin duda a intereses particulares.Es

como si muchos autores se las arreglasen para mantener la confusión o embarran-

car el debate en falsos problemas con connotaciones psicológicas o morales (culto

al esfuerzo, religión de la superación y del progreso, caballería de los tiempos mo-

dernos. ..).

CASI DEPORTE
 Juego deponivo que goza de un gran reconocimiento institucional a nivel Io-

cal, y que tiende a revestirse de las características del deporte, pero que no ha

logrado todavía de forma indiscutible el estatus internacional de éste.

Hay juegos deportivos que conocen un gran auge a nivel nacional o local. Tie-

nen además algunas de las características de los deportes pues, se rigen por un re-

glamento aprobado, dan lugar a competiciones que reúnen a veces muchos espec-

tadores, se desarrollan en lugares acondicionados al efecto y dan origen a equipos y

materiales específicos como palas, pelotas, manguitos, lanzas, barcos, frontones, etc.

Estos juegos pueden adoptar lógicas internas diferentes y revestir significados so-

ciales distintos en función del apoyo que les brinden las instituciones
JUEGOS DE TRADICION LOCAL
Existen juegos cuyas reglas sólo son válidas localmente y en los que las institu-

ciones apenas se fijan o no lo hacen en absoluto; cada pueblo o cada comunidad jue-

ga a su manera y con cierta improvisación, por lo que en este caso hablaremos de

juegos tradicionales y no de casi deportes. Son muchos los juegos populares, a ve-

ces antiquísimos, que pertenecen a esta categoría, entre ellos infinidad dejuegos de

bochas, tejos y bolos, como los admirablemente descritos por Helena Hemaud.

Por lo general, estos juegos tradicionales no han sido uniformizados a gran escala y

siguen siendo de tradición local.

Sin embargo, en otros casos se ha impuesto una fuerte tendencia a la estandari-

zación y se han armonizado las reglas de varios sitios, incluso a nivel regional. Se es-

tablecen entonces mecanismos de competición y se adopta un sistema de tanteo,

así como fórmulas de suprajuego que permitan proclamar vencedores y vencidos.

El juego deportivo, sus reglas y su organización social son adaptados lentamente en

favor de una espectacularidad que pueda atraer multitudes... Reglamento estanda-

rizado, competición, espectáculo, estos juegos se han sometido ya a las exigencias

de la deportificación, por lo que a partir de ahora los llamaremos “casi deportes".

Son juegos semiinstitucionalizados cuya deportificación está muy adelantada, aun-

que no acabada, y que en cualquier caso no gozan del reconocimiento incuestionable

de las instancias oficiales.

Nosotros reservaremos la palabra “deporte” para aquellos juegos deportivos

que hayan conseguido el estatus internacional de manera incontestable (presencia

en los Juegos Olímpicos, Mundiales...). Dentro de esta familia de juegos semiinsti-

tucionalizados encontramos el Pandero de la zona de Montpellier -que no ha lo-

grado extenderse fuera de su área de influencia a pesar de haber partidos contra


equipos italianos-, las diversas Justas náuticas del sur de Francia, los Juegos es-

coceses, la Lucha canaria, la Pelota larga de Picardía y otros muchos. Destaquemos

que no todos sus practicantes solicitan el paso de un juego a la condición de depor-

te, ya que ello significaría el abandono absoluto de las referencias etnolúdicas re-

gionales en beneficio de los rasgos impersonales del deporte, pretendidamente uni-

versales.

JUEGOS SEMIINSTITUCIONALIZADOS
La variable “institucionalización” es la que constituye aquí el rasgo dife-

rencial. Y nótese que no se trata de una característica de naturaleza motriz, sino de

un rasgo social que afecta la realización motriz. La aprobación mayoritaria del con-

trato ludomotor y de su sistema de reglas es en este caso el rasgo predominante. Por

lo que respecta al casi juego ocupa un lugar aparte; no entra dentro de la categoría

de los juegos deportivos, precisamente porque no se ha adherido al consenso del

contrato social fundamental.

La mayoría de las actividades Iudomotrices apenas ofrecen dificultades a la ho-

ra de clasificarlas en una de las cuatro categorías. Pese a ello, como los diferentes

factores no intervienen siempre en el mismo grado, puede observarse un escalona-

miento insensible de la consideración que reciben de las instituciones las distintas

actividades. Por otra parte, no dejan de surgir prácticas ludodeportivas situadas en

la frontera entre varias categorías, y que se preferiría situar en una de ellas antes

que en otra. No obstante, esta dificultad para catalogar las prácticas es habitual en

cualquier campo de investigación (hasta en la estadística, donde se fijan por ejem-

plo umbrales arbitrarios de significación). Será conveniente por tanto surtirse de al-

gunos indicadores permanentes que permitan decidir como es la relación con una
federación deportiva, número límite de federados, carácter internacional de la afi-

liación, presencia en Olimpiadas y en Campeonatos del Mundo. .. A modo de ejem-

plo, los juegos del Marro y de la Bandera, juegos de competición en que predomina

el carácter atlético y con un funcionamiento muy complejo, serán clasificados como

“juegos tradicionales” por falta de reconocimiento institucional. A su vez, el Pan-

dero y las Justas náuticas serán consideradas casi deportes porque, aunque se apro-

ximan cada vez más a las prácticas con organización deportiva, su público sigue

siendo regional. Y lo mismo se hará con los Dardos, juego muy apreciado en Gran

Bretaña pero poco practicado en otros países, o con la Petanca, que si bien tendría

los elementos necesarios para convertirse en deporte, por su imagen demasiado

apacible resulta poco atractiva para las instancias deportivas. En cambio, el penta-

tlón no reúne hoy más que un puñado de federados, pero como se beneficia del apo-

yo de las federaciones de atletismo y de su presencia en las Olimpiadas y en los

Campeonatos del Mundo lo incluiremos entre los deportes.

Sin duda es interesante determinar las características de cada actividad y situar-

las después en su categoría, pero aún resulta más sugestivo localizar en el tiempo los

cambios de categoría que experimentan. Identificar los estados, sí, pero más aún las

transformaciones que tienen lugar en el paso de uno a otro. Porque los procesos que

consolidan el cambio de estatus ludodeportivo manifiestan las transformaciones del

entorno cultural, La modificación del estatus es indicativa de cambios sociales a un

nivel más alto.

Una interpretación que relacione las modificaciones del estatus y de la lógica in-

terna de los juegos deportivos con los elementos del contexto sociohistórico, y es-

pecialmente con las representaciones sociales, podrá sin duda ayudar a esclarecer

en gran medida las delicadas cuestiones que plantea el etnoludismo. Sin embargo,

para poder señalar esos cambios de estado, es preciso haber identificado previa-
mente las grandes categorías ludomotrices de referencia con ayuda de criterios ope-

racionales

BIBLIOGRAFÍA

TREMAUD, H.: Les Francais jouent aux quilles. Maisonneuve et Larose, París 1964.

TREMAUD, H.: Les joutes provencales. Maisonneuve et Larose, París 1970.

JUEGO DEPORTIVO TRADICIONAL


 Juego deportívo enraizado frecuentemente en una larga tradición cultural,

que no ha sido sancionado por las instancias oficiales.

Este tipo de juegos está formado por todos los juegos deportivos que no han si-

do institucionalizados; es decir, por todos aquéllos que no tienen la condición de de-

porte, como por ejemplo la Candela, los juegos de Tocar y parar y la Madre Gam-

cha, así como los Prisioneros, la Bandera, el Sagamore y los juegos de plena

naturaleza . Por otro lado, hemos visto que las actividades físicas “libres” (esquí,

vela, piragüismo, surf, windsurf. . .), tal y como se han desarrollado durante las dos o

tres últimas décadas, tienen un doble estatus y conciernen también por lo tanto, en

buena parte, al juego deportivo tradicional (cf. juego deportivo institucional y lu-

domotricidad).

Es curioso constatar que un juego como la Teca, que no está socialmente recono-

cido en Francia, se ha convertido en deporte nacional en los Estados Unidos con el

nombre de béisbol. Hubo un tiempo en que los altos dignatarios del Antiguo Régimen

jugaban al Rescate y al Burro, y en que los jóvenes de casa bien eran aficionados a las

Cuatro esquinas, mientras que hoy estas mismas conductas serían impensables (se pre-

fiere por ejemplo el golf y el tenis). Las elecciones de las instituciones responden cla-

ramente a particularidades etnomotrices y a las características originales de la socie-


dad de origen y de sus diferentes grupos.

ASPECTOS ORIGINALES DEL JUEGO TRADICIONAL


Como en cualquier otro juego, el sistema de reglas constituye la matriz funda-

mental del juego tradicional. Pero mientras que en el juego institucional existe una

instancia centralizadora que fija las reglas, se podría decir que con la intención de

extenderlas a todo el mundo, el juego tradicional deja a la tradición local el cuidado

de transmitir sus códigos y rituales; de donde resulta que el sistema de reglas es in-

fluido por los grupos que lo ponen en práctica y las regiones en las que se desarro-

lla, puesto que la geografía local, las características del terreno y las costumbres de

la región tienen su parte en ello. Un mismo juego puede dar origen a muchas va-

riantes, que podrían convertirse a su vez en nuevos juegos.


SITUACIÓN MOTRIZ
 Conjunto de elementos objetivos y subjetivos que caracterizan la acción mo-

triz de una o más personas que, en un medio físico detenninado, realizan una

tarea motriz.

Algunos elementos de tipo objetivo, están directamente asociados a la tarea: ca-

racterísticas del espacio, de los instrumentos y sujetos, número de participantes, re-

glamento...; otros, de tipo subjetivo, remiten a las propiedades de las conductas mo-

trices desarrolladas: motivaciones y percepciones de los jugadores, esperas y

anticipaciones motrices… Un atleta que toma impulso en la zona de salto, una fa-

se concreta de baloncesto o de voleibol, un asalto de espada o un juego de Gavilán

constituyen situaciones motrices. Por extensión, diremos que “el” fútbol, “el” lan-

zamiento de disco, “el” piragüismo, “el” Cazador o darse un baño son situaciones

motrices.

El análisis de las situaciones motrices nos obliga a realizar una distinción esen-

cial entre las situaciones psicomotrices y las situaciones sociomotrices.

SITUACIÓN PSICOMOTRIZ
 Situación motriz que no requiere interacciones motrices esenciales.

CARACTERISTICAS
Por definición, estas situaciones carecen completamente de comunicación práxi-

ca. El individuo actúa en ellas en solitario, sin trabar interacciones operatorias con

ningún otro participante (lanzamiento de jabalina, barras asimétricas, esquí, vuelo sin

motor, levantamiento de castillos de arena, resbaladas sobre una balsa helada, travesí-
as a la aventura...). En tales casos, la comotricidad está ausente, ya que como máxi-

mo a veces se puede observar interacciones motrices inesenciales, por ejemplo, cuan-

do un atleta toma nota de la posición de sus rivales en una carrera en calles o cuando

experimenta la influencia del comportamiento gestual de su entrenador y del público.

Pero estas interacciones ínesenciales, contingentes e inconstantes, no forman parte de

la definición de la tarea: la comotricidad no se puede reducir a una copresencia.

Si bien no conocen el contacto entre varios sujetos en acción, las situaciones psi-

comotrices se caracterizan, por el contrario, por el contacto que ocasionan con el

entorno. Este último impone obstáculos objetivos cuya naturaleza va a influir pro-

fundamente en la actividad perceptiva y decisional del practicante. La lógica inter-_

na de la situación está ligada al grado de estabilidad de los diversos obstáculos del

medio, pues en función de las reglas que fijan el nivel de codificación del entorno,

cada juego psicornotor puede situarse a lo largo de la escala de la dimensión do-

mesticado/salvaje.

Cuando el espacio es completamente estable, no entraña incertidumbre y los

imprevistos desaparecen, pues la descodificación semiotriz del medio deja de ser

útil y la situación psicomotriz tiende entonces a construir un estereotipo motor ex

tremadamente rentable (atletismo, gimnasia de suelo y aparatos, natación, etc.).

Cuando por el contrario el medio esta lleno de incertidumbre, el participante tiene

que dar pruebas de su adaptabilidad: debe “leer” el entorno para descubrir los in-

dicios pertinentes que le pennitan adoptar las conductas de anticipación motriz

más eficaces (espeleología, alpinismo, descenso de ríos, submarinismo, esquí, vuelo

libre, vela, etc). Aunque muchas veces es mal conocida, esta descodificación se-

miotriz desempeña entonces un papel capital: es un aspecto fundamental de las de-

cisiones motrices que desarrollan sobre el terreno la estrategia del practicante. Al

solicitar la inteligencia psicomotriz, muy perfectible con el aprendizaje, la semio-


tricidad se sitúa en el centro mismo de la adaptabilidad.

IMPORTANCIA SOCIAL
Las prácticas psicomotrices son numerosísimas en la vida de cada día, en el rnun-

do del trabajo y en las actividades de esparcimiento. Las instituciones deportivas les

conceden un lugar privilegiado: en las Olimpiadas de 1976 se les dedicó el 46% del

total de las pruebas; ¿y acaso no se considera normalmentea dos de sus categorías

principales, el atletismo y la natación, como “pruebas reinas”de esos mismos Juegos?

Las actividades psicomotrices espontáneas del niño y del adulto son legión; mu-

chas de ellas se encuentran entre los juegos deportivos tradicionales: Trompo, Aro,

juegos malabares, tiro con arco, patinaje, lanzamientos varios, recorridos diversos...

En cambio, los juegos psicomotores con reglas compartidas y socialmente más ex-

tendidos son hoy en día, básicamente, deportes. Poco a poco han absorbido algu-

nos juegos tradicionales anteriores a ellos y los han transformado y sujetado a sus

propio sistema de reglas; el caso es flagrante por lo que se refiere a los deportes de

plena naturaleza, que, a partir de que alcanzan cierto grado de afición, son puestos

bajo su autoridad por una federación: piragüismo, deportes submarinos, surf, vuelo

libre, windsurf (si bien hay que señalar que una parte considerable de los partici-

pantes se niega cada vez más a pasar por el aro de las federaciones y practica de for-

ma libre volviendo al espíritu de las actividades tradicionales).

El contrato lúdico de los juegos psicomotrices institucionales impone un mar-

co que convierte las obligaciones de la prueba en precisas y constantes: la codifica-

ción del entorno y la uniformización de las normas de práctica hacen que todos los

lanzamientos de peso o los triples saltos sean comparables, hayan tenido lugar en

Tokio o en Montreal, en 1964 o 1976. Las instituciones intentan así superar los as-
pectos anecdóticos y locales de cada prueba para poder llegar a una concepción uni-

versal del deporte. El contrato ludodeportivo, concebido expresamente para per-

mitir la comparación de las pruebas y el registro de los resultados (las “listas”),

desemboca inevitablemente en la evaluación de las actuaciones, en la atención a las

marcas y en la valorización de la “contabilidad”.

Las situaciones psicomotrices “fijadas” por las instituciones constituyen situa-

ciones de acción excepcionales y ofrecen auténticos laboratorios de experimenta-

ción de las actuaciones motrices humanas. Convertidas en puras y duras por la se-

veridad de las reglas, ensalzan al hombre que vence él solo al mundo y se vence

también a sí mismo. La lógica de la situación no podía menos que dar origen, con

algo de orgullo, a una psicología de la “superación” y a una sociología del “pro-

greso del hombre". .

Indudablemente sería de sabios evitar estas afirmaciones tan peligrosas, por no

decir ingenuas. A menos que tales postulados, cuyo propósito es identificar el pro-

greso del hombre con el perfeccionamiento de sus resultados deportivos en cifras,

no se conviertan ellos mismos en objeto de distanciamiento. ¿Acaso no nos damos

de que hemos situado al deporte, por las hazañas de los dioses del estadio, en un lu-

gar privilegiado del gran cuadro de la mitología moderna?

SITUACIÓN COMOTRIZ
 Situación motriz que pone en copresencía a varios individuos que actúan -a

veces en rivalidad—, sin provocar interacciones motrices operatorias que for-

men parte de la acción a realizar.

Las situaciones comotrices abundan mucho en la vida diaria (caminar por la ca-

lle, actividades domésticas, trabajo en talleres y fábricas…), así como en la vida de


ocio (jogging, esquí, surf, bicicleta, patinaje, excursiones...) y en el mundo del de-

porte (tiro con arco o con carabina, carreras de atletismo en calles, natación, saltos

y lanzamientos de atletismo, carreras ciclistas contrarreloj...). En el artículo como-

tricidad hemos subrayado que estas prácticas pueden ser efectuadas en simulta-

neidad o en alternancia.

En realidad, las situaciones comotrices engañan a menudo por lo que se refiere

las relaciones interindividuales. Se tiende a percibirlas como situaciones sociomo-

trices cuando no lo son en absoluto, puesto que no son prácticas de cooperación o

de oposición en las que la acción de cada uno dependa de la de los demás. Consis-

ten en actividades ejecutadas en compañía pero que se podrían realizar íntegra-

mente en solitario, como por ejemplo una carrera de 110 m vallas, un descenso de

piragüismo o un recorrido en bicicleta todoterreno. La interacción motriz no forma

parte de la lógica intema de la actividad. La copresencia de los demás actuando

también y a veces incluso compitiendo con el practicante, no deja de ejercer una

influencia de tipo afectivo, pero, una vez más, la interacción suscitada ocasional-

mente no forma parte constitutiva de la intervención. En suma, en una situación

comotriz, los participantes actúan juntos y separados al mismo tiempo.

SITUACIÓN SOCIOMOTRIZ
 Situación motriz que requiere la realización de interacciones motrices esen-

ciales (o comunicaciones práxicas).

Esta situación puede manifestarse “directamente” en forma de comunicación

motriz entre compañeros (cordada de alpinismo, paraje de patinaje, tripulación de

vela, equipo de relevos...), como una contracomunicación motriz entre adversa-

rios (asalto de esgrima, individuales de tenis, deportes de combate...), e incluso


combinando ambas formas (deportes colectivos, juegos tradicionales como el Ma-

rro, la Bandera, Moros y cristianos...). Puede también manifestarse “indirectamen-

te” en forma de gestemas y praxemas que preparan, orientan y preorganizan es-

tas interacciones directas“ en comotricidad.

La distinción entre situaciones psicomotrices y sociomotrices es vital, tanto

para el análisis diferenciado de los fenómenos técnicos y tácticos como desde por

las muy diversas consecuencias pedagógicas que conllevan respectivamente ambas

categorías, tan diferentes entre sí. Efectivamente, la intervención de la comu-

nicación práxica transforma la motricidad (codificación y descodificación de los

comportamientos del prójimo, proyectos y decisiones de los demás jugadores, an-

ticipación a anticipaciones, redes de comunicación, relaciones afectivas, metaco-

municación motriz, agresión corporal, etc.).


COMUNICACIÓN MOTRIZ
 Interacción motriz de cooperación, esencial y directa.

En los juegos deportivos, esta operación, regida por el código lúdico y comenza-

da por uno o varios participantes, favorece directamente la realización de la tarea

de otro u otros jugadores. Los practicantes implicados en esta situación de comotri-

cidad son siempre compañeros.

Esta interacción puede llevarse a cabo mediante la transmisión de un objeto

(balón, tejo, testigo, pañuelo...), de un rol sociomotor favorable (por ejemplo un

jugador sacado de la cárcel con un simple toque en el juego de Policías y ladrones),

o al detentar un lugar o espacio privilegiado (cambio de puestos en las Cuatro es-

quinas). Se puede tratar también de una acción de solidaridad “por contacto": me-

lé en el rugby, cadena de atacantes en el Gavilán“, de prisioneros en el Marro. .. (de

los deportes colectivos es sin duda el “pase” el acto de comunicación motriz más

importante). La comunicación motriz no es, pues, esencialmente, una transmisión

de información sino, ante todo, una inter-acción, es decir, una producción motriz in-

terindividual portadora de información.

Asociada a la contracomunicación, permite definir un grafo precioso para el

análisis de los juegos sociomotores: la red de comunicaciones motrices. En cier-

tos juegos deportivos tradicionales, las interacciones de marca son comunicacio-

nes motrices, y de manera exclusiva en el Balón a meta, Pelota al capitán y los Diez

pases, y parcialmente en Policías y ladrones, Marro, Moros y Cristianos y los Tres

Campos. En cambio, los juegos deportivos institucionales no han incluido prácti-

camente nunca la comunicación motriz como interacción de marca; es decir, nunca

le han atribuido la condición de criterio de éxito.Aunque conserva un papel

importantísimo en el funcionamiento del juego institucional, la comunicación


altruista continúa siempre sujeta a la primacía de la contracornunicación

antagónica; la única que sanciona el fracaso o la victoria.

CONTRACOMUNICACIÓN MOTRIZ
 Interacción motriz de oposición, esencial y directa.

Dirigida por un código, la contracomunicación motriz es protagonizada por uno o

varios participantes quienes se sirven de ésta para contrarrestar directamente la reali-

zación de la tarea de otro u otros jugadores. En este caso, los participantes compro-

metidos en esta acción son adversarios.

Esta comunicación de oposición admite formas muy variadas. Puede tratarse de la

transmisión antagónica de un objeto (balón, tejo, volante…), de un rol sociomotor

desfavorable (jugador prisionero, eliminado a veces con un simple toque…) o de un

puesto aparentemente menospreciado (en las Cuatro esquinas, la Candela,…).

La contracomunicación puede ser una ruptura provocada de las comunicaciones

entre los contrincantes (intercepción del balón); puede adoptar formas oposi-

ción “de contacto” que llegan hasta el cuerpo a cuerpo(rugby, Pelota cabellera…).

Se realiza por lo general mediante la ocupación de espacio, el alcance de un

blanco material (canasta de baloncesto, portería de fútbol, banderín de la Pelota al

banderín...) o humano (Prisioneros y Pelota azucarada, Esquivabalón del lobo, pla-

caje de rugby, toque de esgrima, golpes y “llaves” de los deportes de combate...).

La relación de contracomunicación complementa la de comunicación a la hora de

definir uno de los universales del juego deportivo: la red de comunicaciones motri-

ces. De hecho, en muchos juegos sociomotores las interacciones de

marca son exclusivamente contracomunicaciones; particularidad que se observa en

ciertos juegos deportivos tradicionales (Esquivabalón, los Hoyos u Hoyuelos,“ Pe-


lota al banderín, Medianoche en la majada, el Cazador, los Prisioneros...) y de forma

generalizada en casi todos los juegos institucionalizados. Los sistemas de tanteo de

todos los duelos incluidos entre los deportes, sin excepción, sólo cuentan en sus

puntuaciones contracomunicaciones (hockey, baloncesto, espada, boxeo francés,

kendo, lucha grecorromana, tenis,tenis de mesa. ..).

La institución deportiva sobrevalora objetivamente las relaciones de antagonis-

mo y de dominio.

JUEGO PSICOMOTOR
 Juego deportivo correspondiente a las situaciones psicomotrices.

Carentes de interacciones motrices esenciales, los juegos psicomotores se prac-

tican en solitario, desde el punto de vista de la resolución operatoria de la tarea (a

pesar de que miles de espectadores puedan rodear al atleta e influir hondamente en

su conducta por medio de las emociones, a modo de superposición). En función de

este rasgo definitorio de la interacción, se contraponen a los juegos sociomotores.

Los juegos psicomotores pueden ser reconocidos o marginados por las institu-

ciones. En el primer caso, promovido por una federación, el juego alcanza la condi-

ción de deporte. Esta categoría de los juegos institucionales prima las situaciones

sin incertidumbre, estables y estandarizadas, que tienden hacia el estereotipo mo-

tor; sus representantes son abundantísimos: saltos, lanzamientos y carreras en ca-

lles del atletismo, gimnasia en suelo y aparatos, halterofilia, natación, etc. El hecho

de que les fuera asignado el 49% de la cartera de subvenciones concedida por el go-

bierno francés a las federaciones deportivas en 1978, y el hecho de que se les consa-

grara el 46% deI total de pruebas en las Olimpiadas de Montreal e Innsbruck son

una muestra evidente de su considerable importancia institucional.


Por otra parte, esta trascendencia de las prácticas que ensalzan el

Esfuerzo individual - un poco sorprendente si se la compara con el clásico discurso

Deportivo que predica la interrelación, la ayuda mutua y el espíritu de equipo- ma-

nifiesta sin duda una división entre los hechos y las afirmaciones ideológicas.

En el segundo de los casos que apuntábamos, el juego psicomotor continúa sien-

do un juego tradicional, sin ratificar por las instancias sociales Esta categoría lúdi-

ca ofrece gran variedad de situaciones: Peonza, Aro, juegos de Comba y de Pelota,

Zancos, Tabas, Rayuela, Bolos... y todos los juegos de hazañas individuales (reco-

rridos diversos y actividades múltiples en plena naturaleza). Las profundas trans- ‘

formaciones que han experimentado los modos de vida durante las últimas décadas

y las orientaciones ideológicas que conceden al deporte un lugar arrogante y que

tiende a la exclusividad han traído consigo el arrinconamiento de los juegos tradi-

cionales, que van cayendo lentamente en el olvido. Los motricistas, interesados en

una rica y amplia gama de contextos de práctica, podrían preguntarse por el funda-

mento de tal arrinconamiento.

Por su parte, las actividades físicas “libres”, que despiertan actualmente una

gran afición, son en buena medida juegos psicomotores: windsurf, surf, vuelo libre,

esquí, piragüismo, etc. Esta lúdomotricidad en plena naturaleza parece tener su co-

rrespondencia en un individualismo muy acentuado que rechaza las frías obligacio-

nes de la colectividad, al mismo tiempo que busca los lazos afectivos de una peque-

ña comunidad de adeptos apasionados. La mayoría de actividades en que domina la

psicomotricidad han ido siendo institucionalizadas poco a poco; poseedores de un

marcado carácter salvaje, tienen la originalidad, frente a otros deportes, de que de-

jan un espacio importante a la incertidumbre procedente del medio externo. Sin

embargo, a pesar de que el deporte se haya responsabilizado de ellos, los juegos psi-

comotores siguen siendo la ocasión para una práctica en “libertad”, sin reglamen-
tos, mucho más importante que la práctica federada. .

Parece que la multiplicación y el desarrollo de los juegos psicomotores (con o

sin incertidumbre) es un importante rasgo etnomotor de nuestra cultura y de nues-

tro siglo.

JUEGO SOCIOMOTOR
 Juego deportivo que corresponde a las situaciones sociomotrices.

Al proponer una situación de comotricidad, el juego sociomotor se caracteriza

por la presencia de una interacción motriz esencial (lo cual lo contrapone al jue-

go psicomotor); dicha interacción se concreta en una comunicación motriz de ti-

po cooperativo y/o una contracomunicación con finalidad antagónica.

Un buen número de prácticas sociomotrices ha sido acogido por las instancias

sociales y estas las han reglamentado detalladamente para convertirlas en depor-

tes: esgrima, deportes colectivos y de combate, tenis, deportes en equipo al aire li-

bre... No obstante, un grupo considerable de juegos sociomotores no ha logrado el

reconocimiento institucional: son los grandes juegos en la naturaleza, el Marro, la

Teca, la Bandera, el Oso, la Tala, el Cazador, etc. Esta distanciación de las institu-

ciones no deja de suscitar algunos problemas sociológicos y pedagógicos intere-

santes

Más allá de las diferencias, el conjunto de los juegos sociomotores ofrece un

campo de prácticas inmenso, todas ellas caracterizadas -como ya hemos visto- por

la ejecución de una interacción motriz. Esta se halla en el origen de los universales

del juego deportivo: red de comunicaciones motrices, grafo de las interacciones

de marca, sistema de tanteo, red de roles sociomotores y códigos semiotores.

La observación y el análisis permitirán descubrir las modalidades particulares de es-


tos universales y las características que tienen en cada juego. Su estudio arroja nue-

va luz sobre la división que implica la consagración institucional, pues se advierte

que la lógica interna de las prácticas fomentadas por las instituciones tienen rasgos

diferenciales muy acusados como las interacciones de marca exclusivamente anta-

gónicas, juego sin paradojas, espacio sin incertidumbre y que tiende a la uniformi-

zación. Algunas de estas características lo son también de los juegos tradicionales,

pero muchos de estos ofrecen contextos sociomotrices radicalmente distintos: am-

bivalencia de las relaciones, grafo de comunicación desequilibrado, juego paradóji-

co, efecto perverso lúdico, interacciones de marca en cooperación, espacio con

incertidumbre, equipos numerosos y cambiantes…

El actual eclipse de los juegos sociomotores tradicionales no obedece a que ca-

rezcan de interés, sino a una posición ideológica que no está a salvo de ser cuestio-

nada.

INTELIGENCIA PSICOMOTRIZ
 Capacidades cognitivas de representación y decisión aplicadas por el sujeto

en acción durante las situaciones psicomotrices.

No se trata en este caso de identificar una “cualidad” aislable, sino de distinguir

los procesos cognitivos durante el enfrentamiento con el medio físico. Ninguna vo-

luntad extraña se opone aquí a la del practicante, pues él es el único detector de in-

dicios y el único productor de significados, el único centro de elecciones y de deci-

siones motrices. La resolución de la tarea requiere solamente el tratamiento de

fenómenos que proceden de un mundo inerte y desprovisto de intenciones.

La inteligencia psicomotriz será probada en mayor o menor grado según la po-

sición de una práctica dada en la escala domesticado/salvaje. Su grado de inter-


vención más pequeño corresponderá a la aplicación de un estereotipo motor; el

mayor, a las situaciones con gran incertidumbre y especialmente a las prácticas

salvajes en plena naturaleza. En este último caso, la actividad semiotriz del prac-

ticante es solicitada con intensidad dado que timoneles, piragüistas, esquiadores y

submarinistas tienen que descubrir los indicios pertinentes de su entorno físico y

actuar en consecuencia fiándose de las probabilidades subjetivas; pero esta des-

codificación semiotriz cuyo desarrollo excluye cualquier otro centro de decisión

se revela mucho menos compleja que la que tiene lugar en situaciones sociomo-

trices.

INTELIGENCIA SOCIOMOTRIZ
 Capacidades cognitivas, de representación y de decisión , aplicadas por las

personas que interaccionan en situaciones sociomotrices.

La distinción que hemos hecho entre dos formas de inteligencia motriz intenta

subrayar la clara diferencia existente entre los mecanismos solicitados en ambos

casos. Cuando un mismo deportista efectúa un levantamiento de pesas, participa

en un partido de baloncesto, encadena varios movimientos en la barra fija o inter-

viene en un juego de Pañuelo, emplea capacidades cognitivas manifiestamente

distintas.

La comunicación práxica presenta aspectos innovadores respecto a las situa-

ciones psicomotrices. Los fenómenos de anticipación, descentración, decisión y

estrategia motrices se transforman. La semiotricidad activada por la relación

entre los participantes obliga a todos ellos a imaginarse las representaciones de los

demás. El jugador tiene que adivinar las intenciones de sus compañeros y las de sus

adversarios pues debe identificar los praxemas; es decir, los comportamientos que
anuncian una acción inmediata (actos preparatorios de lanzamientos, regates, pases,

remates, driver. . .). Anticiparse a los propósitos de los demás -y en caso de antago-

nismo evitando que el contrario consiga hacer otro tanto- asegura la victoria prác-

ticamente. Fundadas en los procesos de la empatía sociomotriz, estas descentra-

ciones constituyen una parte vital de los mecanismos de la comunicación práxica.

En los intercambios en que domina la incertidumbre, esta formación de imágenes

recíprocas hace que sucedan hipótesis de hipótesis; el aspecto hipotético-deductivo

que tiene en cuenta simultáneamente varios centros de decisión se vuelve entonces

extremadamente complejo. Esta dimensión sociocognitiva sólo se materializa me-

diante el desarrollo de una interacción motriz; precisamente lo que no puede dar-

se en las situaciones psicomotrices.

Desde un punto de vista pedagógico, se podría pensar que estos procesos origi-

nales tal vez tengan un papel interesante en la activación y desarrollo de las capaci-

dades del niño (ya que los fenómenos cognitivos están estrechamente ligados a los

relacionales y socioafectivos). Comprados con las situaciones colectivas propues-

tas por otros disciplinas, en estos procesos la interacción es original pues no está so-

breañadida por simple interés pedagógico sino que constituye una parte integrante

de la tarea. La práctica sociomotriz impone por definición la interacción social y

puede solicitar por tanto capacidades cognitivas muy complejas.

EMPATÍA SOCIOMOTRIZ
 Proceso por el que un individuo en interacción intenta captar el punto de vis-

ta de otro coparticipante y lo tiene en cuenta durante sus propias conductas

motrices de resolución de la tarea.

Las conductas empáticas incluyen aspectos cognitivos (estimación de las veloci-


dades, de los desplazamientos y operaciones estratégicas, descodificación semiotriz,

etc.) y aspectos afectivos (percepción de emociones, temores y agresividades, deseos

de ganar a cualquier precio...). Exigen el abandono del propio punto de vista y la

adopción de otro centro de perspectiva, ya que piden en definitiva una descentra-

ción sociomotriz.

Las conductas empáticas se desarrollan en las situaciones motrices que pro-

vocan interacciones entre compañeros y/o adversarios, en las que cada coactor

actúa en función de las actitudes, intenciones y proyectos que atribuye a los demás.

El jugador descubre indicios agrupados en praxemas que le mueven a creer que

oss participantes actuarán de determinada manera o que interpretarán de determi-

nada forma lo que él mismo piensa hacer. La descodificación semiotriz, cuya rea-

lización está lejos de ser del todo consciente, descansa constantemente en la empa-

tía sociomotriz, lo que implica un alto grado de imponderables.

El futbolista que pasa el balón a la banda cree que su compañero ha captado sus

intenciones; se dice que un “distribuidor” del balón tiene “sentido del juego” cuan-

do se percata de las potencialidades de sus compañeros en un abrir y cerrar de ojos

y sabe adaptar su acción al sentimiento de juego de los demás jugadores.

La empatía sociomotriz orienta directamente la anticipación y la preacción, y

fundamenta la regulación de la comunicación y contracomunicación motrices.

ANTICIPACIÓN MOTRIZ
 Conducta motriz de un practicante que, durante el desarrollo de su interven-

ción en el espacio y en el tiempo, tiene en cuenta activamente la evolución po-

tential de la situación ,a fin de prepararse para actuar en las mejores condi-

ciones posibles.
Anticiparse es tomar medidas para intervenir eficazmente en el momento y en

el lugar más oportunos (por ejemplo, desmarcarse fingiendo un ataque para favo-

recer el juego de un compañero); a veces es también contener una primera reacción,

en favor de un acto más adecuado que se hará después (en balonmano, por ejemplo,

evitar “subir” sobre un atacante que se adivina que quiere provocar el contacto pa-

ra poder “superarte” más fácilmente).

A nivel de la organización interna de una misma conducta, se observan antici-

paciones asombrosas que coordinan diferentes segmentos; por ejemplo, el jugador

de balonmano cuyos apoyos, busto, cabeza y mirada están ya orientados o «lanza-

dos» hacia el objetivo contrario, incluso antes de que sus manos hayan cogido la pe-

lota, lo que le ahorrará cualquier tiempo muerto en el momento oportuno; igual-

mente, el jugador de voleibol que preactúa organizando una parte de su

comportamiento hacia la ejecución del remate (toma de carretilla, impulso, armado

del busto y del brazo, orientación de la cabeza y de la mirada), antes de que la pe-

lota se encuentre en su trayectoria libre y, mejor aún, ¡antes de que el compañero

cuyo pase espera no haya ni siquiera recibido la pelota! En el conjunto de las prác-

ticas deportivas, es en el momento de la realización de los estereotipos motores

cuando se muestran con el máximo detalle y seguridad las anticipaciones de los ges-

tos que son, en este caso, anticipaciones programadas anteriormente (lanzamiento

de disco, salto con pértiga, barra fija...).

En las situaciones con incertidumbre, la anticipación se refiere a procesos de

percepción y movimiento, así como de decisión y a procesos semiotores a veces muy

complejos: evaluación de distancias y trayectorias, estimación de fuerzas y acelera-

ciones y descodificación de los comportamientos de los demás. Se apoya entonces

en fenómenos de construcción mental, de percepción y de decisión previas, en suma

de preacción. Y se manifiesta mediante comportamientos motores que van «por


delante» de acontecimientos que ocurrirán más tarde; anticipar es introducir el fu-

turo en el presente motor.

La anticipación motriz es uno de los fenómenos principales de las conductas mo-

trices de adaptabilidad. Y en las actividades colectivas está el origen de las acciones

tácticas entre varios jugadores, tanto frente a compañeros como frente a contrarios, y

es un factor importante de acierto: el juego sin balón, por ejemplo (comunicación in-

directa), condiciona la eficacia del juego directo del que lleva la pelota.

La anticipación motriz es de características muy diferentes según haga referen-

cia a:

 objetos del entorno físico. Tiene entonces en cuenta una incertidumbre que va

ligada al mundo de los objetos «inertes» de la «naturaleza»; es decir, a un mundo

que no tiene intenciones ni proyectos. El practicante es aquí el único centro de de-

cisión y su conocimiento del medio es una de las garantías de anticipaciones acerta-

das (rally automovilístico, vela, ala delta, canoa, kayak, alpinismo, esquí...). Entre

la multitud de estímulos que le asaltan, debe reconocer los indicios pertinentes y

realizar la descodificación semiotriz de la que va a depender su acierto. Esta desco-

dificación del entorno permite al esquiador, al piloto, al timonel o al piragüista pre-

parar su cuerpo y tomar a tiempo las decisiones motrices oportunas, a lo largo de

una acción en que un décima de segundo es importantísima (preparación tónica, so-

licitación de sinergias musculares, posición de avance o de retroceso, momento fa-

vorable para «lanzarse» y todos los inicios de gestos técnicos).

Cuando el medio físico es estable y está estandarizado, la anticipación no se re-

fiere más que al propio desarrollo interno de la acción comenzada; condiciona lo

que se llama «el encadenamiento» de los gestos, que tienden entonces a convertirse

en estereotipos motores. Así, por ejemplo, en los 110 m vallas, las mismas zancadas

intermedias preparan el paso cuya fase final de recepción condiciona las zancadas
posteriores. Igualmente, la ejecución de toda figura gimnástica, desde el punto de

vista de la realización técnica, depende profundamente de la figura realizada antes

y de la que se va a ejecutar después. En estas situaciones tomadas del atletismo y de

la gimnasia deportiva, los actos de anticipación forman parte de un estereotipo mo-

tor que puede resultar muy rentable;

 sujetos del mundo humano. En este caso, el practicante debe reconocer e in-

terpretar los indicios pertinentes que deduce de los comportamientos de los demás:

posición de los apoyos, orientación del busto, inclinación de los segmentos, veloci-

dad de desplazamiento, sujeción de la raqueta en el tenis o de la espada en esgrima.

En estos dos últimos ejemplos se trata solamente de contrarios pero otras veces se

añaden compañeros (deportes colectivos, juegos deportivos tradicionales, dobles de

tenis. . .). Anticipar supone entonces tener en cuenta indicios que forman parte de

un código semiotor global, articulado él mismo con las categorías de acción (espe-

cialmente con los subroles sociomotores), de que disponen los protagonistas.

De cara al practicante, son necesarios otros centros de acción y de decisión. La

actividad anticipadora del jugador se apoya especialmente en las expectativas e in-

tenciones de los demás participantes, y en las anticipaciones de éstos frente a él mis-

mo; es decir, en anticipaciones a anticipaciones. El jugador percibe al otro perci-

biéndole, y percibe al otro percibiendo que se le percibe, es decir, se anticipa frente

a un jugador que también se anticipa. En esta ocasión, la incertidumbre está ligada

a factores humanos enormemente complejos que se apoyan en fenómenos de signi-

ficación y de comunicación. Esta dimensión sociomotriz transforma completa-

mente la motricidad y conduce a hacer un análisis desde el ángulo de la semiotri-

cidad (comunicación práxica indirecta como es el caso de petición de pelota,

táctica de desmarque, finta, contrapié...).

La anticipación motriz es, pues, el factor principal de la estrategia del participante.

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