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1. 10 de Octubre de 1982- Gobierno U.D.P.

Siles Zuazo fue elegido presidente el 10 de octubre de 1982 con lo que se


reconoció su triunfo en las elecciones de 1980 al mando de la UDP. Al asumir
la presidencia la frágil democracia boliviana se encontraba frente a una muy
difícil situación social, económica y política. Económicamente, Bolivia estaba
quebrada. Además se desencadenó una hiperinflación (27.000%) que
destruyó el poder adquisitivo de los asalariados, llevando el país a la
anarquía. Esa situación se debió a 18 años de sucesivos golpes de estado y
des-gobiernos militares. Todo lo cual lo llevó a renunciar y llamar a nuevas
elecciones para evitar una guerra civil y preservar la democracia en Bolivia.
Simultáneamente América Latina sufría sus propias crisis económicas y
sociales bajo diferentes dictaduras militares que derivaron en el Plan Cóndor.

Siles no tuvo respuestas económicas. La fijación de precios fracasó ante las


presiones de la COB, los empresarios privados y los partidos políticos
opositores a la UDP con mayoría en el Congreso. Finalmente Siles aceptó
acortar en un año su mandaro y llamar a nuevas elecciones el 6 de agosto
de 1985.

Hay que señalar en favor de su gobierno, que logró preservar la democracia,


colocando a Bolivia como mascarón de proa de la recuperación democrática
del Cono Sur, seguida de Argentina (1983), Uruguay (1985), Brasil (1985),
Paraguay (1989) y Chile (1990). "(...). Durante su gobierno, fue deportado a
Francia el criminal de guerra Klaus Barbie, más conocido como "el carnicero
de Lyon", quien se había refugiado en Bolivia desde la finalización de la
segunda guerra mundial

2. Inflación

Entre 1952 y 1985, el PNB creció a la baja tasa anual promedio de 2.4 por
ciento.
En la próxima sección de este documento, extendemos el análisis para
preguntarnos por qué Bolivia no ha podido preparar una estrategia viable de
desarrollo a largo plazo. Después volcamos nuestra atención a una
cronología analítica de la crisis económica reciente, y hacemos hincapié en
cómo la crisis emergió de los fracasos de más largo plazo en los que
insistimos. Para entender los determinantes más inmediatos de la crisis,
subrayamos los eslabones críticos entre los préstamos extranjeros, el tipo de
cambio y la inflación, ya que son claves para entender el desencadenamiento
de la hiperinflación y la crisis de la deuda; y los progresos que se han logrado
desde 1985 para superar la crisis. Aunque el gobierno actual está ejecutando
reformas muy importantes, muchos de los problemas más profundos de la
sociedad boliviana que contribuyeron a la crisis permanecen sin solución.
Subrayamos las áreas de dificultades que quedan, y discutimos varias
opciones de la política para encararlas.

Los Problemas de Largo Plazo de Crecimiento Económico Boliviano

Los problemas de Bolivia comienzan con las dificultades inherentes de


crecimiento de una economía minera, sin acceso al mar, ubicada en el
espléndido pero desafiante medio a más de 4000 metros de altura. Bolivia
es un país grande, pero con una población muy escasa. Su superficie es
mayor en las áreas combinadas del Reino Unido, Alemania Occidental y
Francia, con una población tan sólo de seis millones. El país está dividido
geográficamente entre las tierras altas andinas, donde está localizada la
industria minera, y los llanos orientales, donde están situados los yacimientos
de petróleo y la agricultura comercial. Desde el comienzo de la colonia, el
centro de gravedad político y económico ha estado en la región andina
occidental. La declinación secular del sector minero ha llevado, en las
décadas más recientes, a un desplazamiento en las actividades políticas y
económicas hacia el Este. Este desplazamiento, que es una causa de
conflicto político significativo ha sido acelerado por la aguda caída en los
precios del estaño en Octubre de 1985.
La economía boliviana desde el período colonial se ha basado en la minería,
primero la plata, desde la colonia hasta fines del siglo XIX; y después el
estaño en el siglo XX. Con la población concentrada en el Altiplano y en los
Valles vecinos, los costos de transporte son sumamente altos. De allí que,
aunque le ha sido a Bolivia rentable exportar minerales como plata y estaño,
que tienen alto valor agregado por unidad física y por lo tanto baja incidencia
de costos de transporte por valor unitario, no ha podido sin embargo, soportar
los costos de transporte para casi ningún producto manufacturado ni
agropecuario. El problema de los costos de transporte se exacerbó con la
pérdida del Litoral boliviano en la costa del Pacífico, en la traumática guerra
contra Chile en 1879.
El requisito de alto valor agregado por unidad física en las exportaciones
bolivianas ayuda a explicar la poca diversidad real de las exportaciones en
años recientes: derivados de la hoja de coca (precursores de la cocaína) y
productos del petróleo. Hidrocarburos, particularmente el gas natural
exportado a la Argentina que sale del país por gasoducto, mientras las hojas
y la pasta de coca pueden ser transportadas rentablemente aún en espaldas
de campesinos. El Cuadro 3 muestra la concentración de las exportaciones
legales de Bolivia en años recientes. Entre las exportaciones registradas (es
decir excluyendo la coca), el estaño y los productos de petróleo
generalmente cuentan con mucho más de la mitad de las exportaciones
totales durante los años sesenta, setenta y ochenta, las exportaciones de
coca serían iguales a la suma de las exportaciones de estaño y gas natural.
Muchos de los problemas bolivianos pueden ser visualizados como el
desenlace de la declinación secular del sector minero, un proceso que ha
estado sucediendo por lo menos medio siglo (Véase Malloy 1970, por un
recuento autorizado de la historia boliviana en el siglo XX antes de la
Revolución de 1952, con un énfasis en la declinación secular del sector
minero que comienza al finalizar la década de 1920). En realidad, la primera
crisis profunda de Bolivia vino con el agotamiento de los depósitos de plata y
la caída en los precios mundiales de ese metal al finalizar el siglo pasado.
La buena suerte sacó a Bolivia sin embargo, de esta crisis cuando una
expansión boyante de la demanda mundial por estaño siguió al desarrollo de
la industria moderna del enlatado. El apogeo del desarrollo económico
moderno de Bolivia en relación a los países vecinos, fue alcanzado en las
primeras dos décadas del siglo XX, cuando se explotó estaño muy
intensivamente, y cuando los ingresos por explotación proveyeron la base
para una gran extensión de la infraestructura del país, incluyendo camino y
el sistema de ferrocarriles.
Los minerales de estaño se fueron agotando progresivamente en los años
veinte y Bolivia comenzó a perder competitividad con relación a otros
productores. Cuando los precios del estaño cayeron al comienzo de la gran
depresión, Bolivia fue el primer país en esa crisis en declararse en cesación
de pagos de su deuda soberana en Enero de 1931. Bolivia fue también el
último país latinoamericano en renegociar las deudas impagas de la Segunda
Guerra Mundial. El colapso del estaño socavó tanto la economía y el sistema
político de entonces, conocido en el lenguaje popular como la Rosca, que
estaba manipulada para favorecer a los tres "barones" del estaño: Patiño,
Hoschschild y Aramayo. Las finanzas públicas que dependían fuertemente
del ente del estaño y más generalmente del comercio internacional, se
debilitaron grandemente y los problemas financieros terminaron por debilitar
al gobierno central. El período entre 1931 y la Revolución de 1952, fue un
período de incertidumbre política y desasosiego. Bolivia perdió la costosa y
sangrienta Guerra del Chaco con el Paraguay en la década del treinta, una
experiencia que agudizó la movilización política de los trabajadores y las
clases medias descontentas con el liderazgo tradicional. Un gobierno militar
con una orientación que mezclaba fascismo y objetivos revolucionarios tomó
el poder en 1943, pero fue depuesto en 1946. La oligarquía retomó su control
en 1946, pero fue desplazada por la Revolución de 1952.
Los líderes de la Revolución Nacional de 1952 se inspiraron en la Revolución
Mexicana y en su Partido Revolucionario Institucionalista, para la formulación
de la política del Movimiento Nacionalista Revolucionario-MNR. Las
experiencias anteriores habían desacreditado a la clase propietaria como
capaz de llevar adelante el desarrollo nacional. Los líderes de la Revolución
de 1952 concebían al sector público como el motor de un crecimiento que
sería más amplio y equitativo. Ellos implantaron un sistema económico que,
con una definición amplia llamaremos capitalismo de estado. La
característica más clara del modelo de capitalismo de estado está en que se
asigna al sector público la mayor responsabilidad en la acumulación de
capital, tanto para la provisión de infraestructura como para la producción de
bienes y servicios en empresas estatales. Más específicamente, el gobierno
interviene decididamente mediante sus empresas en la producción de bienes
y servicios, que en otras circunstancias serían producidos por el sector
privado. Si bien el alto grado de intervención estatal directa en la inversión y
la producción es la característica principal, se tiene además intervenciones
indirectas en la medida en que la actividad del sector privado es guiada y
regulada con un amplio conjunto de incentivos y penalizaciones.
La extensión de la intervención estatal se explicaría en gran parte por la
tradicional dificultad que Bolivia, como otros países de América Latina, ha
tenido en conformar una base tributaria amplia. Cuando esto sucede, la
búsqueda de recaudaciones fiscales confunde fácilmente con la búsqueda
de oportunidades de inversión para el sector público, que generan los
impuestos que no pueden cobrar al sector privado.
Las principales empresas estatales son Yacimientos Petrolíferos
Fiscales BolivianosYPFB y la Corporación Minera de Bolivia-COMIBOL.
YPFB nació a fines de los años treinta, pero fue reforzada con la Revolución
de 1952; COMIBOL fue creada en 1952. Se debe hacer hincapié en que
la dependencia de la economía en el sector estatal fue guiada tanto por
consideraciones políticas como por una ideología de desarrollo económico.
Al movimiento revolucionario, después de derrocar a la oligarquía, le
interesaba poco devolver el poder a la pequeña clase de propietarios
afortunados y a quienes era difícil someterlos a la tributación. Dada la
altamente desigual distribución del ingreso en Bolivia, el problema de
establecer un equilibrio político junto con la participación de las masas era
evidente. Un sector público extendido fue visualizado como una respuesta
política a las restricciones distributivas. Como se puede ver en el Cuadro 4,
la distribución del ingreso en Bolivia permanece, a pesar de la Revolución,
muy desigual. La Revolución de 1952 tuvo éxito, especialmente con la
reforma agraria, en aumentar la participación en el ingreso del 20 por ciento
más bajo en las familias, por encima de las participaciones que se encuentran
en varios otros países latinoamericanos.
A pesar de la gran variedad de gobiernos después de 1952, las
características principales del modelo de capitalismo de estado
permanecieron relativamente constantes. Si el gobierno militar era de la
izquierda populista, como bajo el régimen del Gral. Tórres (1970-71), o de
derecha, como cuando el régimen militar del Gral. Bánzer (1971-78), se guió
concibiendo al Estado como la fuerza guía de desarrollo. Como se muestra
en el Cuadro 5, una fracción muy grande de la inversión nacional total
(Formulación Bruta de Capital Fijo), fue invertida directamente por el sector
público. Este papel predominante del Estado no es por supuesto inusual en
los países de desarrollo tardío, como fue demostrado elegantemente por
Gerschenkron hace ya muchos años en el caso de los países europeos de
industrialización más reciente.
Como se subraya en Sachs (1978), el estado ha jugado un papel importante
y aparentemente exitoso en promocionar el desarrollo económico en el
Japón, Corea y Taiwan. Lo que distingue el caso boliviano, sin embargo, es
la disyunción entre la débil capacidad del Estado por un lado, y las
responsabilidades que se le han asignado por otro.
El mismo concepto de un crecimiento equitativo a través de un sector público
extendido sufrió un colapso en una masa de inconsistencias en los treinta
años entre la Revolución de 1952 y el comienzo de la hiperinflación. En el
período post-revolucionario, los líderes de la izquierda fueron siempre
demasiado débiles para satisfacer sus objetivos redistributivos. Cuando ellos
apuntaron por ejemplo a incrementos salariales en el sector público o a
incrementar las inversiones del sector público y el empleo, no fueron capaces
sin embargo, de hacer pagar tributos a los ingresos y a la riqueza para
financiar un sector público más amplio.

Con frecuencia su política se vio interferida por las fuerzas Armadas


Bolivianas, que se mantenían alertas para evitar acciones populistas o
redistributivas, como ocurrió por ejemplo en 1971. Por esas razones, los
líderes populistas e izquierdistas han estado constantemente forzados a
utilizar financiamiento inflacionario o ayuda extranjera, o préstamos
extranjeros para lograr sus metas redistributivas y de desarrollo. La primera
gran inflación llegó después de la Revolución de 1952, y la segunda vino con
el gobierno de izquierda de Siles Zuazo en 1982. Los líderes de derecha,
como Barrientos y Bánzer, no estuvieron tampoco interesados en limitar el
poder del estado, pero más bien para usarlo para satisfacer un programa
distributivo diferente. Mientras los gobiernos de izquierda buscaron
redistribuciones mediante salarios más altos y un papel más grande para los
trabajadores del sector público, los gobiernos de derecha buscaron más bien
apoyar a segmentos favoritos del sector privado mediante subsidios
gubernamentales generosos. Los gobiernos de izquierda han pagado
generalmente salarios más altos en el sector público imprimiendo
(importando) billetes -es decir con impuesto inflación- o mediante préstamos
extranjeros, porque les era difícil recurrir al aumento de impuestos. Los
gobiernos de derecha por otra lado rechazaron directamente mayores
impuestos de amplia base y buscaban en cambio financiar al gobierno con
reducciones de salario en el sector público (a menudo con represión abierta
a los trabajadores) y también con préstamos extranjeros. Nótese un
elemento común en ambos tipos de gobierno: hacer que una parte
importante de la factura la paguen los fondos extranjeros.

El conflicto de distribución del ingreso continúa teniendo varios efectos


profundos en la política económica y en el desempeño económico. El primer
efecto que ya se ha hecho notar es la indisciplina fiscal, puesto que grupos
poderosos de altos ingresos vetan los impuestos sobre el patrimonio y el
ingreso que se necesitaría para financiar un sector público extenso. Un
segundo efecto es la profunda politización de casi todos los instrumentos de
política económica. Hay pocas herramientas cuyos méritos sean juzgados
bajo el criterio de la eficiencia y no de la distribución. Se ha evitado
generalmente modificaciones en el tipo de cambio hasta llegar a
sobrevaluaciones de proporciones absurdas, por miedo a las batallas
redistributivas que les seguirían. De manera similar, los precios del sector
público se han mantenido en niveles muy por debajo de los precios de
equilibrio del mercado. Un tercer efecto de la continua batalla por la
distribución del ingreso es la incertidumbre para la inversión privada que se
crea por la alternación entre regímenes izquierdistas y derechistas con
programas redistributivos diferentes. Un cuarto efecto ha sido la
degeneración de la política en batallas bravas entre "los que están en el
gobierno" contra los que "no están". Con el Estado que se concibe como un
instrumento de redistribución, los gobiernos sucesivos terminan visualizando
a las arcas públicas, que pueden se usados para beneficio personal o para
clientelismo político. Malloy 1978, ha calificado esta condición como
"neopatrimonialismo".

Los Orígenes de la Crisis de Endeudamiento

La Era Bánzer

Como se muestra en el Cuadro 6, la deuda externa de Bolivia aumentó


dramáticamente en la década de los setenta, principalmente durante el
gobierno del Gral. Bánzer. La rápida acumulación de la deuda externa en los
años setenta tuvo tres fuentes. Una fracción de la deuda interna financió
ensayos plausibles para generar una base exportadora más diversificada
mediante varios proyectos de inversión.
Algunos de estos proyectos, tales como la exportación de gas a la Argentina,
que comenzó en 1972, fueron exitosos. Otros, como las inversiones en la
producción de petróleo crudo y derivados y la expansión de la capacidad de
fundición de estaño lo fueron mucho menos. Segundo, con efectos menos
benignos, los préstamos extranjeros reflejaron también un ensayo de evadir
la solución de los conflictos distributivos internos con dineros y tiempo
prestados. El gobierno no pudo aumentar ni los impuestos ni los precios del
sector público que estaban subvaluados (y por cierto no trató de aplicar las
recomendaciones de reforma tributaria que había encargado la Misión
Musgrave). Tercero, y de manera mucho más perniciosa, una fracción del
endeudamiento público externo el propósito y el efecto de enriquecer a un
conjunto estrecho de intereses privados por la vía del acceso que tenían al
gasto público. De manera similar, se pudo mantener un peso boliviano
sobrevaluado con los préstamos extranjeros, lo que se convirtió en un canal
para la fuga de capitales para los ciudadanos más ricos.
La economía en los años de Bánzer, tomada aisladamente, presenta
resultados buenos. El PIB creció a una tasa promedio anual de 5.4 por ciento
para todo el período 1952-1985. Los precios fueron bastante estables,
excepto en 1974. La relativamente alta inflación de ese año fue una
consecuencia de ajustes retardados de algunos precios, inducidos a su vez
por la fuerte devaluación de fines de 1972. Las tasas de inversión alcanzaron
sus máximos históricos, así como los ingresos del gobierno como proporción
del PIB, pero la brecha entre gastos e ingresos del gobierno se amplió. En
una época de financiamiento externo fácil, la brecha fue fácilmente cerrada
por banqueros extranjeros deseosos de intervenir en este mercado. Pocos
observados de esos años se dieron cuenta de la precariedad de la bonanza
Bánzer, que se basaba en una expansión extraordinaria de los mercados
para productos básicos, el fácil acceso al financiamiento externo y una base
política estrecha.
El gobierno de Bánzer duró siete años, una duración extraordinaria para
los canones bolivianos. Durante tres años, Bánzer gobernó con el apoyo de
partidos de derecha y también de algunos segmentos de la izquierda. Como
Malloy (1978, p.103) lo señala, Bánzer se deshizo de esos partidos en 1974,
cuando reconoció que "ellos eran fracciones sin mandato que no
representaban más que grupúsculos, cuyo principal objetivo era arrogarse
derechos a los empleos públicos". De 1974 a 1978, Bánzer gobernó con el
apoyo del empresariado privado, los militares y algunos tecnócratas. Debido
a la bonanza económica, Bánzer gozó también del apoyo de las clases
medias urbanas, y aún de algunos sindicatos favorecidos como el de
ferroviarios, pero en cambio, confrontó una fuerte oposición de casi todo el
movimiento laboral organizado y los partidos de izquierda.
Otra dimensión importante del apoyo y oposición a Bánzer fue regional.
El Este del país y especialmente el Departamento de Santa Cruz, de donde
Bánzer es originario, lo apoyaron fuertemente y estuvieron entre los mayores
beneficiados de las políticas de su gobierno. Varios grupos de la región
obtuvieron concesiones de tierras públicas (esto sucedió también en otros
Departamentos, pero en menor escala) y créditos generosamente
subsidiados. Una ilustración importante de cómo el gobierno contribuyó con
los denarios públicos a sus partidarios los constituye el caso de los préstamos
algodoneros en la región de Santa Cruz, efectuados por el estatal Banco
Agrícola Boliviano entre 1972 y 1975. Millones de dólares fueron prestados
a un pequeño número de grandes propietarios durante una bonanza
incipiente del algodón. Los productores bolivianos vendieron su cosecha a
futuro en los mercados internacionales, pero trataron de renegociar sus
compromisos cuando los precios "spot" subieron por encima de los precios a
futuro. No tuvieron éxito en las renegociaciones, y al final no llegaron a
entregar gran parte de su algodón. Los algodoneros entraron en mora con
el Banco Agrícola sin hacer mucho ruido, y el gobierno absorbió las pérdidas
sin tratar de cobrar los préstamos ni rematar ninguna propiedad. Hasta
ahora, los malos préstamos algodoneros inciden en la solvencia del Banco
Agrícola.
En 1975, el gobierno de Bánzer anunció un plan quinquenal de desarrollo
que sintetiza a la filosofía de ese gobierno. El plan tenía por objeto la
promoción de exportaciones primarias liderizadas por la inversión estatal. El
sector público iba a tener 71.0 por ciento de la inversión en el período del
plan haciendo hincapié en los hidrocarburos, principalmente en la región de
Santa Cruz. El financiamiento del plan dependería de los excedentes
generados en el sector petrolero, los que no se materializaron, y en los
préstamos extranjeros que sí ocurrieron. La mayor parte del plan no fue
nunca ejecutada.
En 1977 y 1978, el Gral. Bánzer tuvo que sufrir una presión creciente del
Gobierno de Carter para su retorno a la democracia. Se llamó a elecciones
que se realizaron en 1978, pero que fueron anuladas después de
acusaciones de fraude masivo. Cuando Bánzer trató de permanecer en el
gobierno, fue derrocado por un golpe militar. Los cuatro años que siguieron
a este derrocamiento, fueron de intensa inestabilidad política, con
presidentes interinos, golpes y elecciones sin resultados concluyentes,
produciéndose así nueve jefes de Estado diferentes entre Bánzer y Siles
Zuazo.
Bolivia alcanzó su ocaso político en 1980 y 1981, cuando el Gral. Luis
García Meza depuso a la Presidente Interina Lydia Gueiller. La prensa
internacional efectuó acusaciones de que el gobierno de García Meza estaba
profundamente implicado en el creciente negocio de la cocaína. El gobierno
no pudo conseguir aceptación y menos aún apoyo internacional, excepto el
del gobierno argentino, que era similarmente violento. La fuga de capitales
alcanzó nuevas cimas en el período, con la cuenta de "errores y omisiones"
en balanza de pagos en 1980 y 1981, que alcanzaba los 590 millones de
dólares, o 10 por ciento del PIB de 1980. Los bancos comerciales
internacionales pararon sus préstamos y negociaron un acuerdo de
reprogramación de emergencia, que poco después dejó de ser honrado. El
resto de la comunidad financiera internacional tampoco efectuó nuevos
préstamos, excepto dos préstamos importantes del régimen argentino.
Ninguno de los gobernantes del caótico período tenía suficiente apoyo
político para encarar los agudos problemas económicos del país. Solamente
la Presidente Gueiller efectuó un valiente ensayo que no pudo perdurar. Las
exportaciones insuficientes y los bajos ingresos fiscales mostraron a
posteriori las debilidades de la estrategia de endeudamiento de Bánzer. Los
gobernantes que siguieron a Bánzer no pudieron aumentar los ingresos
tributarios ni ejecutar una política de austeridad y por lo tanto, recurrieron a
la emisión monetaria, cuando los flujos netos de capital se redujeron y se
convirtieron de positivos en negativos. Además el problema de la obtención
de créditos nuevos, los precios de los productos de exportación comenzó a
bajar y las tasas internacionales de interés de los préstamos contraídos, se
incrementaron enormemente. El Octubre de 1982, cuando Siles Zuazo tomó
el poder, la economía ya estaba en un tobogán muy resbaladizo. El PNB real
había declinado en 1.1 por ciento en 1981 y 6.8 por ciento en 1982. El nivel
de precios se había incrementado en 170.0 por ciento en los doce meses que
precedieron al gobierno de Siles Zuazo.

3. Desdolarización

La dolarización
Es el proceso en el cual un país adopta la moneda estado unidense. La
moneda extranjera reemplaza a la moneda doméstica en todas sus funciones
Medio de pago.
Reserva de valor
Unidad de cuenta
La desdolarización
Es el retorno a la moneda nacional de un país y deja de depender del dólar
como moneda oficial.
Gobierno autoriza al Banco Central tener depósitos de cuentas en dólares.
DESDOLARIZACIÓN BOLIVIANA
1952 PAZ ESTENSSORO implanta en Bolivia el tipo de política económica
basada en el proteccionismo.
1956 Bolivia alcanza una hiperinflación del 178.9 %

BOLIVIA ANTES DE LA DOLARIZACIÓN


LA DESDOLARIZACIÓN EN BOLIVIA
ETAPAS DE LA DESDOLARIZACIÓN
PRIMERA ETAPA
(1973)
SEGUNDA ETAPA
(1982 - 1985)
Prohibición formal a la existencia de depósitos en moneda extranjera.
TERCERA ETAPA
(1985)
Bolivia experimenta un acelerado proceso de dolarización de los depósitos
bancarios.
CUARTA ETAPA
(2004- Actualidad)
Se inicia un proceso de "bolivianización" (desdolarización) de los depósitos
bancarios.
DETERMINANTES DEL PROCESO DE BOLIVIANIZACIÓN
1) Impuesto a las transacciones financieras
Fue creada
En el 2004 cuyo propósito
Fue generar ingresos al Estado
Que atravesaba una situación
De penuria fiscal
2) LA AMPLIACIÓN DEL SPREAD CAMBIARIO
En 1989 las cotizaciones cambian de compra y venta del BCB de un centavo
de boliviano por dólar.
En el 2005 cambian de cuatro centavos de
Boliviano por dólar
En el 2006 el BCB lo fija en diez centavos de boliviano por dólar, hasta la
fecha.
3) TIPO DE CAMBIO
Durante la década de los 90 el tipo de cambio experimento una tendencia al
alza. Esto a los agentes económicos les dio la idea de que el dolar era un
bien cuyo valor siempre aumentaba
4) EL COSTO DE USO DE LA MONEDA extranjera
5) LA INFLACIÓN
El impacto de la inflación en la selección de cartera de los agentes
económicos sugiere que estos pierden la confianza en la moneda local para
migrar a alguna moneda extranjera
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POLÍTICA FISCAL
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4. Hiperinflación

En estas delicadas condiciones llegó Hernán Siles Zuazo nuevamente a la


presidencia de Bolivia. Bajo la amenaza latente del retorno de los militares a
sus prácticas golpitas, y ante un sindicalismo poderoso que reclamaba un
rápido restablecimiento de su nivel de vida y estaba dispuesto a todo por
conseguirlo, Siles escogió la consolidación de la democracia como su meta
principal. Ello parecía comprensible pues la situación, como se ha observado,
se caracterizaba por "un sistema político con alto grado de inestabilidad, un
estado débil y reducidos márgenes de gobernabilidad", [Equipo Técnico de
UDAPE (Juan Carlos Requena et al.), El Caso Boliviano. Ajuste Estructural y
Crecimiento Económico: Evaluación y Perspectivas del Caso Boliviano, Ed.
KAS/CIEDLA, Buenos Aires, 1993), pág. 8.] y una población a la expectativa
que depositaba muchas esperanzas en el nuevo gobierno civil.

Siles, lamentablemente, defraudó en buena medida tales expectativas: si


bien logró que la democracia se consolidara, su política económica resultó
en definitiva desastrosa, ahondando la crisis del país hasta un punto
realmente inconcebible. La gran paradoja de su actuación como gobernante
es que, habiendo sido capaz de controlar la inflación provocada por Paz
Estenssoro en su primer gobierno, allá por los años cincuenta, Siles ahora
acudió a una receta totalmente inconveniente para enfrentar la crisis,
llevando así a Bolivia a una hiperinflación que sólo puede compararse con la
que, en tiempos de guerra o de inmediata postguerra, tuvieron Alemania,
Austria, Hungría o Polonia.

En dos aspectos fundamentales pueden resumirse las equivocaciones del


nuevo gobierno: en su manejo de las cuentas fiscales y en la política
cambiaria que adoptó como parte del paquete de medidas económicas
establecido en noviembre de 1982. Ambas líneas de acción resultaron a la
postre decisivas para que toda la situación económica del país escapase de
sus manos.

El gasto fiscal aumentó bruscamente desde los mismos inicios de la nueva


administración, mientras los ingresos, paralelamente, acusaban un fuerte
deterioro. Si descontamos los efectos de la inflación, ya bastante elevada
para el momento, y medimos las mágnitudes en términos reales, en pesos
de 1975 por ejemplo, encontramos que el gobierno elevó los gastos de 1.442
a 9.056 millones de pesos bolivianos entre el tercer y el cuarto trimestre de
1982, en tanto que sus ingresos, durante el mismo periodo, aumentaban
apenas de 582 a 743 millones. [V. Cole, Op. Cit., pág. 53, autor a quien
seguimos en buena parte de nuestra exposición en este punto.] Semejante
desequilibrio, que se mantuvo en los siguientes años de su gobierno,
resultaba totalmente inmanejable y sometía a la economía en su conjunto a
una tensión que ésta era incapaz de soportar.

Los motivos de este acelerado aumento del gasto público deben buscarse,
como es obvio, en la esfera de lo político. La administración, queriendo
respetar los compromisos con los partidos de izquierda y los sindicatos,
impuso aumentos generales de sueldos por decreto, implantó la indexación
salarial, congeló precios, aumentó el número de empleados del estado –que
llegaron a constituir el 26% del total de la fuerza de trabajo–y amplió los
gastos de personal de las principales empresas públicas, especialmente
YPFB y la COMIBOL. Esta última llegó a tener, al año siguiente, un déficit
global equivalente al 1,6% del PIB de todo el país, algo bien grave si
tomamos en cuenta que, supuestamente, la COMIBOL era la principal fuente
de ingresos de Bolivia. Uno de los puntos que incluía el paquete de medidas
de noviembre agravó considerablemente estos problemas: era el que
disponía la cogestión, con participación obrera, en los directorios de las dos
empresas arriba mencionadas. [V. Cariaga, Op. Cit., pp. 29, 40, 41 y 49, a
quien también seguimos en buena parte de lo que sigue.]

El primer plan de "ajuste" del gobierno de Siles, además, estableció un


rígido control de cambios que abarcaba todos los tipos de transacciones en
moneda extranjera, una paridad fija para la moneda, aumentos en los precios
de los derivados del petróleo –que vendía YPFB, la industria estatizada del
sector–, nuevos precios máximos para todos los bienes regulados y un
aumento general del 30% en el salario mínimo, con incrementos menores
para las restantes categorías de asalariados. Según el decreto todo el
comercio exterior quedaba canalizado a través del Banco Central. [Id., pág.
48.] Una de las medidas más negativas fue la que pretendía "desdolarizar" la
economía, convirtiendo a pesos bolivianos todos los contratos previamente
existentes en dólares, u otras monedas, que se hubiesen pactado entre
particulares o con el sector público.

Con este conjunto de acciones el gobierno buscaba tanto restablecer el


nivel de vida de la población, ya erosionado por la inflación, como aumentar
el caudal de divisas disponible, que había descendido mucho y resultaba
insuficiente para cumplir los compromisos existentes con el exterior. El
resultado, en cambio, fue la aparición de un mercado paralelo de divisas, el
aumento del déficit fiscal –que llegó al 14,2% del PIB en 1982– y, en
definitiva, la emergencia de una incontrolable inflación.

Como la venta de divisas del Banco Central era prácticamente nula, y muy
escasos los bienes que autorizaba importar, se generaron
desabastecimientos puntuales que afectaron en importante medida al
aparato productivo nacional. La escasez de divisas, por otra parte, hizo que
la cotización del dólar en el mercado paralelo fuese aumentando sin pausa,
pues las personas ya no podían recurrir a contratos privados en dólares y
tampoco se avenían a depositar sus recursos en el sistema bancario
nacional, que pagaba tasas muy por debajo de la inflación. En síntesis, la
presión por adquirir billetes norteamericanos se fue extendiendo a sectores
cada vez más amplios de la población, al punto que gradualmente todos
deseaban poseer dólares para protegerse de la inflación y la demanda de la
divisa aumentaba sin control. La progresión del precio del dólar, durante esta
época, es fiel reflejo de lo que venimos exponiendo: éste se cotizaba, en el
mercado libre, a 256 pesos bolivianos en septiembre de 1982, antes de la
asunción del nuevo gobierno, pero a fines de ese año había llegado ya a la
cifra de 283 pesos; nueve meses después alcanzaba un valor de 761 pesos,
muy superior al de la cotización oficial, que todavía se mantenía en 200
pesos. Las cifras, a partir de allí, siguieron la progresión siguiente:

Año Mes$ Oficial $ Paralelo

1982 Diciembre 200 283

1983 Diciembre 500 1,244

1984 Junio 2,000 3,250

Diciembre 9,000 22,100

1985 Enero 9,000 60,100


- Febrero 50,000 120,000
. Marzo 50,000 121,000
+ Abril 50,000 156,600
- Agosto 75,000 1,050,000

La respuesta del gobierno a esta escalada fue más bien defensiva: se actuó
siempre con retraso, implementando uno tras otro varios "planes
económicos" que sólo consistían en elevar los precios de algunos artículos,
devaluar la moneda y, casi siempre, fijar nuevas restricciones que sólo
agravaban la situación. Las devaluaciones sólo servían para ajustar con
retardo unos precios que ya, en el mercado abierto, habían alcanzado valores
muchas veces mayores, por lo que no servían siquiera para paliar la crisis.
La brecha que mantenía el dólar oficial, por otra parte, contribuía a agravar
una situación donde el gobierno no poseía ya divisas, por lo que no podía
cumplir entonces ni con sus compromisos internacionales ni con el
abastecimiento del mercado local.

Tuvo que declararse, por ello, una moratoria sobre los pagos de la deuda
externa ya en 1982, al no poder cumplirse con la reprogramación que se
había acordado el año anterior. A ésta siguieron otras moratorias parciales
mientras se proclamaba, en 1984, que el país no pagaría al exterior más que
una cifra equivalente al 25% de sus ingresos por exportaciones. Si bien esta
medida nunca llegó a ejecutarse cabalmente –incluso porque era tanto el
desorden causado por las continuas devaluaciones que resultaba imposible
calcular exactamente esas magnitudes– la banca internacional y los
organismos multilaterales suspendieron por completo el otorgamiento de
nuevos préstamos a Bolivia.

La política gradualista, de hacer pequeños ajustes en los precios pero sin


atacar el déficit fiscal ni satisfacer las demandas del exterior, llevó al gobierno
a una paulatina pérdida de control sobre la situación económica y política del
país. El dólar seguía subiendo, y con éste la inflación, lo que provocaba un
malestar social que se extendía de un modo generalizado y preocupante. Los
precios aumentaban a una velocidad vertiginosa, como puede apreciarse en
las cifras que transcribimos en el cuadro 7-2.

La Central Obrera Boliviana (COB), controlada por la izquierdista federación


minera que dirigía Juan Lechín, pasó del apoyo al gobierno a oponerse
frontalmente a la gestión de Siles, mientras algo semejante iba ocurriendo
con los partidos políticos que constituían su base política de sustentación.
Los paros, huelgas, manifestaciones y tomas se producían cada vez con
mayor frecuencia e intensidad. El país llegó a estar completamente
paralizado en abril y en noviembre de 1984, y nuevamente en abril de 1985,
por paros generales lanzados por la COB

Pero el descontento, por cierto, no era exclusivo de los trabajadores ni de los


campesinos. Movimientos de base regional adquirían cada vez más
agresividad en sus reclamos y protestas, tratando de lograr una mayor
autonomía frente al poder central. Todo el país reclamaba soluciones
mientras la economía se hundía: el PIB, entre 1980 y 1986 –años que de
algún modo enmarcan la crisis– experimentó un descenso del 10%, en tanto
que la disminución del PIB per cápita fue, naturalmente, mucho mayor,
alcanzando al 22%. El sector informal crecía velozmente, llegando a superar
el 50% de la ocupación total, y el descenso en los ingresos y la inseguridad
en que se vivía modificó los valores mismos de la población. No tenían ya
ningún sentido ni el ahorro ni los proyectos a mediano plazo. Se vivía con
sobresaltos, sin saber si el sueldo podía alcanzar, sin tener idea de cuánto
podían valer las cosas mañana. Una fracción significativa de la población
abandonó entonces por completo la legalidad y se pasó a "la informalidad
delictiva", en buena parte vinculada al tráfico de drogas.

5. D.S. 21060

El 29 de Agosto de 1985, Paz pronunció un célebre discurso que se recuerda


por su descarnado y veraz diagnóstico de la situación nacional y por una de
sus frases de mayor efecto: “Bolivia se nos muere” dijo el mandatario a
tiempo de promulgar el decreto 21060 que delineó una nueva era político
económica que cerraba el ciclo del estado que él mismo había contribuido a
crear en 1952. En esencia el decreto buscó la estabilización monetaria y la
derrota de la hiperinflación que, según el ministro de Planeamiento Gonzalo
Sánchez de Lozada, no era la principal tarea sino la única a emprender.

La redacción del decreto fue un trabajo contra reloj que tuvo que encararse
en menos de un mes. Participaron en su diseño Sánchez de Lozada,
Fernando Romero, Juan Cariaga (que originalmente fue asesor del programa
de gobierno de Banzer, lo que llevó a los adenistas a pretender una
paternidad sobre el 21060) Eduardo Quintanilla y Francisco Muñoz. Participó
como asesor, una vez aprobado el decreto el norteamericano Jeffrey Sachs
que ganó prestigio internacional por este apoyo al proyecto estabilizador
boliviano.

La medida provocó una huelga general de la COB que duró quince días (uno
menos que el récord nacional que soportó Siles Zuazo). El Presidente tomó
una drástica decisión, decretó el estado de sitio y confinó a más de 150
dirigentes en el norte del país, entre ellos al propio Juan Lechín. Esta medida
fue histórica por dos razones, permitió la aplicación del decreto y marcó una
nueva etapa de la COB, el fin del liderazgo indiscutido de Lechín y el
comienzo de una crisis y debilidad del sindicalismo que no pudo ad iptarse a
los nuevos vientos políticos y económicos.

El 21060 se puede resumir en seis puntos: 1. Reducción del déficit fiscal con
congelamiento de salarios, aumento del precio de la gasolina (YPFB cubrió
así más del 50 % de los ingresos del TGN) y reducción de gastos del estado.
2. Cambio real y flexible de la moneda (desapareció el peso y renació el
boliviano, con la reducción de seis ceros del viejo peso), creación del “bolsín”
controlado por el Banco Central. 3. Libre contratación, racionalización de la
burocracia, en la práctica la llamada “relocalización” fue despido masivo de
trabajadores. 4. Liberalización total del mercado, libertad de precios y libre
oferta y demanda, arancel único de importaciones. 5. Fomento de las
exportaciones o Reforma tributaria.

El mecanismo del bolsín fue una de las medidas más ingeniosas y acertada
de la estabilización, permitió una combinación entre el libre juego de oferta y
demanda de dólares en el mercado subastados en el banco Central y el
control ejercido por éste a través de un respaldo permanente en divisas que
fijaba diariamente el precio del dólar. Este sistema sustituyó las traumáticas
devaluaciones periódicas y la insuficiencia de la flotación.

La reforma tributaria fue clave en este proceso pues redujo más de 400
impuestos a sólo siete básicos, entre ellos el IVA (impuesto al valor
agregado), con lo que logró recuperar ingresos por impuestos que del 1 %
del PIB pasaron a así el 10% en un cuatrienio. La disciplina tributaria y la
recuperación de los ingresos por este concepto al erario fueron un paso muy
importante para generar en el ciudadano responsabilidad con su país a través
del mecanismo de impuestos. Por primera vez en cuarenta años el ejecutivo
presentó el presupuesto general de la nación a consideración y aprobación
del congreso, respetando las prescripciones constitucionales en este
aspecto.

Estas medidas permitieron importantes acuerdos con el FMI: la reapertura de


créditos al país, la firma de convenios de financiamiento y negociación de la
deuda en el Club de París y el comienzo de un proceso muy importante: la
recompra de la deuda externa a un promedio de entre 8 y 11 centavos por
cada dólar que el país había recibido en calidad de préstamo. Pero lo más
importante fue el triunfo contundente sobre la hiperinflación que fue
desterrada en un tiempo tan corto que se puede considerar un record
sudamericano.

Una de las ideas incorrectas sobre el 21060 es que marcó una lógica de
desmantelamiento del estado. En realidad el Título V referido a las empresas,
planteaba la descentralización de YPFB y COMIBOL, pero en ningún caso
su debilitamiento o desmantelamiento. Disolvió en cambio la Corporación
Boliviana de Fomento (CBF) y la Empresa Nacional del Transporte (ENTA).

En Febrero de 2006 en una conferencia de prensa, Paz E. predijo que este


decreto y la nueva política que representaba, duraría veinte años dadas las
características de la economía mundial. Tenía razón. La crisis política de
2003 dio lugar al cambio de políticas y la derogación de partes del 21060 se
comenzó a hacer en 2006, aunque las líneas macroeconómicas no se
tocaron.

6. Relocalización

El 24 de octubre de 1985 se declaró la insolvencia del Consejo Internacional


del Estaño (CIE), que incrementando las compras de estaño para su reserva
de estabilización, hizo subir su precio. La insolvencia derrumbó el precio del
estaño y significó en Bolivia el fin de esta era iniciada en los albores del siglo
XX. El presidente Víctor Paz en un mensaje a la Nación indicó que cada libra
de estaño se producía a 10 dólares, pero se vendía en 2,48 dólares "y no se
preguntan quién paga la diferencia". El productor con los mayores costos era
Comibol.
El D.S. 21237 del 25 de agosto de 1986 modificó la estructura de Comibol en
cinco empresas descentralizadas y ya no tomó en cuenta a Catavi, Santa Fe,
Japo Morococala, Viloco, Colavi, Chorolque, Matilde y Corocoro, dando inicio
a la mal llamada "relocalización" que en los hechos fue un despido de miles
de trabajadores. Posteriormente se fueron cerrando otras minas, hasta que
quedó operando solamente Huanuni. Según el libro "El rostro minero de
Bolivia" (Arturo Crespo, 2009), de 30.174 trabajadores al 31 de agosto de
1985, fueron retirados 24.755. Estas cifras incluyen 2.599 trabajadores de las
fundiciones de Vinto y Karachipampa, de los que fueron retirados 1.962, vale
decir que de 27.575 trabajadores de las operaciones y oficinas mineras,
fueron despedidos 22.793. La "marcha por la vida" convocada
inmediatamente por la COB para repudiar el D.S. 21237, en la que 5.000
mineros con sus familias marchaban de Oruro a La Paz, fue detenida y
disuelta en Calamarca. Desde entonces la COB y la Fstmb perdieron su
protagonismo contestatario a las políticas gubernamentales.

En los sectores de la minería mediana y chica se cerraron también varias


minas estanníferas. Se estima que fueron retirados aproximadamente 2.251
trabajadores de la minería mediana y 8.192 trabajadores de la minería chica,
lo que daría un total de 35.198 trabajadores desempleados en la minería
boliviana.

Efectos

Los miles de trabajadores despedidos tomaron diferentes rumbos: se


establecieron en ciudades, volvieron al campo, fueron al Chapare y varios
miles lograron firmar contratos de arrendamiento con Comibol, para trabajar
en las minas cerradas, logrando acceso a la infraestructura básica
desarrollada por la empresa estatal. Hoy existen cooperativas en todas las
minas de Comibol, aún en las que operan mediante contratos de
arrendamiento y riesgo compartido suscritos con empresas privadas.

La relocalización cambió completamente la estructura de la fuerza laboral en


la minería nacional, incrementando paulatinamente el número de
cooperativistas de 28.649 en 1985 a 65.890 en 2010 según datos del
Ministerio de Minería y Metalurgia. Su número, su no dependencia patronal
y su presencia en gran parte del país especialmente en la zona altiplánica, le
han dado una fuerza social y política que es muy temida y tomada en cuenta
por todos los gobiernos desde la década de 1990. Además de las muchas
medidas de fomento que lograron, actualmente tienen presencia en los
poderes ejecutivo y legislativo. A la inversa, la fuerza laboral se ha reducido
notablemente en Comibol, en la minería chica y en menor medida en la
minería mediana. En 2008 tenían 4.950, 2.240 y 5.138 trabajadores
respectivamente, que a la fecha ha variado poco.
INFORME DE CÍVICA

Integrantes:
 Jhessica Balderrama Navia
Curso: 5to “B” Secc. T.M.

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