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Muchos – por no decir todos – alguna vez en la vida, han caído o bien, caerán,
en el clásico dilema del ¿cómo olvidar? Este dilema puede suscitarse en cualquier
aspecto de la vida, pero particularmente, y según mi experiencia, en cuanto a lo
amoroso (quiebres, desilusiones, desamores, etc.) y a lo funerario (la muerte de un ser
querido, principalmente). Además, tenemos las concepciones de la ciencia – psicología
y psiquiatría – al respecto que por ahora, no abordaré, al menos en detalle.
Pero no son estos tópicos los que quiero tratar – al menos en este ensayo – sino,
uno de los expuestos al principio, el cómo olvidar amoroso. ¿Cómo olvidar? Este
proceso puede tomar desde unos minutos hasta, en el peor de los casos, la vida entera. Y
los factores involucrados, asimismo, pueden ser mínimos, como demasiados. Pero
quizás el más importante o relevante sea el de la voluntad. Sin voluntad, sin la
aspiración personal a enterrar y superar el dolor es imposible siquiera pensar en efectuar
– exitosamente – el acto de olvidar.
Y es que desde una perspectiva más rigurosa, el olvido, como un acto voluntario,
no existe. Al menos no desde una configuración literal (lo que no quita su posibilidad
metafórica). Sí puede ocurrir que luego de una noche de borrachera, olvidemos lo que
en ella ocurrió. Sí puede ocurrir que luego de un fuerte traumatismo encéfalo-craneal, se
produzcan lapsos de amnesia de variable duración. Pero en sí, el acto de olvidar
voluntariamente algún episodio de la vida, es algo prácticamente inverosímil.
Día a día, todos podemos comprobar cómo la gente que nos rodea tiene, en
mayor o menor grado, ese afán de poder olvidar las cosas. Más de alguna vez oiremos
de ellos frases del tipo ¡Ay, cómo quisiera olvidarla!. Pues bien, el acto mismo de
articular una locución así es totalmente falaz. Falaz porque en el fondo, el emisor de
dicha sentencia, no quiere olvidar a la persona en cuestión, aunque así nos lo expresen
fonéticamente. Es quizás sólo una forma de auto-convencerse y tener un testigo de ello.
Dicho esto, sólo me cabe pensar que si bien, el olvido voluntario no existe, sí
existe el acto de superar las dolencias del alma. La superación es, en efecto,
considerablemente – sino totalmente – más posible y práctica que el olvido. Mientras
que esto último sólo queda en palabras vacías expelidas al aire, lo primero no es distinto
del acto de escapar de la caverna platónica, por decirlo de alguna manera. Es más,
podemos tomar como ejemplo las cuatro etapas de dicha alegoría y aplicarlos al
contexto.
Por todo lo anterior, Joel se niega a olvidar a Clementine. Dice, de la boca para
afuera, que quiere sacarla de su cabeza, pero en el fondo, él sabe que no lo quiere hacer.
Y finalmente, quienes vieron la película, saben que no lo hace. Esto mismo es lo que el
común de los individuos hace cuando sufre por amor. Sólo se quedan en el dicho y no
consuman los hechos. Y por lo general, hacen este tipo de declaraciones en público,
para que quienes le oigan, puedan decir ¡Sí! ¡Él sí quiere olvidarla!, y así tener testigos
que den cuenta de sus falsas intenciones.
El tema de los testigos no deja de ser menor. Parte esencial del auto-
convencimiento o auto-convicción, es la presencia de individuos que en lo posible, sean
cercanos a quien expresa la intención de olvidar. Esto, de alguna manera, les produce
una sensación de seguridad, para que cuando se vacile acerca de su intención de olvidar,
se pueda recurrir a la frase ¡si yo te dije que le quiero olvidar!, y así disipar las dudas al
respecto. De esta manera, el afectado o la afectada, a su vez, se auto-convence de la
boca para afuera, pero aún no cambian las cosas en su interior.
Mi consejo final: no vean tanta televisión. Les hace creer en todas esas bazofias
que, finalmente, sólo les arruinarán la existencia. No idealicen su amor, pues sólo les
traerá decepciones. No sean mediocres, siempre aspiren a más. Que siempre la pareja
que les toque sea mejor que la anterior. No seáis orgullosos, y agradezcan cuando
alguien les tienda la mano. Son cosas simples, pero que sumadas, hacen de las
dificultades de la vida un montón de hojarasca.