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«La vida de los hombres infames», nunca dejó de ex- Segunda parte. La fabricación
presarse en las vidas ordinarias y su exploración
exhaustiva por las tecnologías, cuando en realidad del sujeto
aquellas la evaden por otro sesgo. De Una vida de
Maupassant a las Vidas minúsculas de Pierre Michon
o, más recientemente, Daewoo de Fran~ois Bon, lo que
se revela es, entonces, toda una idea de la literatura
como producción de las leyendas de lo ordinario, en
contraste con esa investidura escritura! de las vidas
ordinarias por las relaciones de poder. La apuesta con-
tra la tentación del encierro estético y contra la afir-
mación de un poder desubjetivante consiste en poner
frente a frente esa investidura escritura! de las exis-
1 tencias que define nuestra modernidad política con
11 11'11 otra contrainvestidura, también escritura! y produci-
da, llegado el caso, por la literatura de las vidas ordi-
narias. Son esas las perspectivas que Foucault nos in-
vita a contemplar.

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3. La vida social de la sujeción


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La propuesta de un análisis de la sujeción como
li li111 modus operandi de la vida social supone, desde el co-
q 1
mienzo, el reconocimiento de una permeabilidad del
sujeto con respecto a lo social. Lejos de constituir un
imperio dentro de un imperio, el sujeto existe en cuan-
!111
to está marcado por la vida social que lo determina
1
hasta en su apariencia propia. La fuerza de las afeccio-
:1 11
nes sociales es, entonces, evidente, y no señala un mo-
mento provisorio que selle la odisea primera de todo

1 ¡~I sujeto en lo social para mejor revelar, en un segundo


tiempo, las condiciones de un puro acceso a sí mismo,
una suerte de Ítaca al final del camino. Es menester
i,11 afirmar, al contrario, que las afecciones sociales pue-
,:1¡1 den muy bien renovarse, pero que siguen siendo la for-
1 ma permanente por la cual todo sujeto está marcado
lf ~I debido a su pertenencia al mundo social. ¿Cómo pen-
sar la marcación social que está en el origen de la fa-
11 bricación del sujeto? Los análisis de Althusser, Fou-
cault y Butler pueden leerse como el esbozo de una
respuesta. Su punto de partida se encuentra en un
cuestionamiento de la distinción entre interior y exte-
rior. La expresión «vida psíquica del poder» forjada por
Butler da testimonio de ello. Acaso parezca enigmática
si no se la relaciona con una dinámica que sitúa el sí
1

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mismo en el apego al poder, al mismo tiempo que este,
para funcionar, necesita ese apego. Hay que examinar
los procesos mediante los cuales los sujetos se consti-
tuyen en el apego a las relaciones de poder. Esto supo-

85
1

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1
ne de entrada no considerar la relación de un sujeto cia en su vertiente interna -cuyo aspecto esencial es,
I, con el poder en los términos de un cara a cara, sino, an- entonces, la aptitud de pensar el apego e incluso el
tes bien, caracterizarla como constitutiva tanto de uno consentimiento subjetivo de las relaciones de poder-.
,,11 como del otro. Un análisis semejante implica una re- La primera vertiente fue la elegida en 1970 por
cuperación manifiesta de las posiciones de Foucault . «Ideología y aparatos ideológicos de Estado», de Al-
.. :¡¡ En «Dos ensayos sobre el sujeto y el poder», de 1982, thusser, y en 1975 por Vigilar y castigar, de Foucault.
este considera explícitamente la productividad subje- A pesar de todas las diferencias entre una lógica de su-
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'\ tiva de las relaciones de poder: «He intentado (. .. ) pro- jeción a los aparatos ideológicos de Estado y una lógica
ducir una historia de los diferentes modos de subjeti- de sujeción a las disciplinas, en ambos casos el sujeto
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vación del ser humano en nuestra cultura» .1 De tal for- se define en función de una forma individual primera
1 ma, Foucault parece dar la impresión de querer corre- que es una ficción necesaria para mostrar su produc-
i gir lo que en el análisis de Vigilar y castigar podía suge- ción en las relaciones de poder. Para Althusser, la
í1¡11 rirse como demasiado reduccionista en lo concerniente a cuestión pasa por afirmar que «toda ideología interpe-
!1¡ los mecanismos de sujeción, al situar la función sujeto la a los individuos concretos como sujetos concretos,
como el efecto definitivo, pero infalible, de los mecanis- por el funcionamiento de la categoría de sujeto». 2 Para
11

mos disciplinarios expresados en un primer momento Foucault, es preciso estudiar «la manera como un ser
·1¡¡ por instituciones y luego por formas más flexibles. humano se transforma en sujeto». 3 Así, «en vez de pre-
guntar a unos sujetos ideales qué pudieron ceder de sí
mismos o de sus poderes para dejarse someter, hay
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1.
que investigar de qué manera las relaciones de suje-
i 1
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l. La vertiente externa de las relaciones ción pueden fabricar sujetos». 4 Ajuicio de los dos auto-
I! res, el sujeto se define por un tipo de relación de poder,
de poder la ideología o la disciplina, que lo somete marcándolo
corporal y mentalmente.
En líneas más generales, la transformación del in- Debe advertirse que lo que explica el consentimien-
dividuo en sujeto, en el marco de un análisis de las re- to subjetivo otorgado a la sujeción es misterioso en am-
laciones de poder, puede pensarse de dos maneras, ya bos casos. ParaAlthusser, la ideología está lo bastante
sea por la insistencia en la vertiente exterior del poder materializada como para producir una interpelación
-una de cuyas características es la producción, en vir-
1 :. tud de su propia capacidad, de los comportamientos
: I' 2
corporales, las representaciones mentales y, a fin de LouisAlthusser, «Idéologie et appareils idéologiques d'État», en
1
cuentas, una función sujeto-, ya sea por la insisten- Positions, París: Éditions Sociales, 1976, pág. 113 [Ideología yapa-
1
ratos ideológicos del Estado, Buenos Aires: Nueva Visión, 1974].
3 Michel Foucault, Surveiller et punir: naissance de la prison, Pa-
1 Michel Foucault, «Deux essais sur le sujet et le pouvoir», en rís: Gallirnard, 1975, pág. 298 [Vigilar y castigar. Nacimiento de la
Hubert Dreyfus y Paul Rabinow, Michel Foucault: un parcours prisión, México: Siglo XXI, 1976].
4 Michel Foucault, di faut défendre la société», en Résumé des
philosophique, París: Gallirnard, 1984, pág. 297 [Michel Foucault:
·1 más allá del estructuralismo y la hermenéutica, Buenos Aires: cours: 1970-1982, París: Julliard, 1989, pág. 15 [«Resumen del cur-
Nueva Visión, 2002]. so», en Defender la sociedad . . ., op. cit.].

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1
que conduce a una inversión fisica a través de la cual, normalizadoras y el examen son otros tantos procedi-
a su vez, se engendra el sujeto. «El individuo interpe- mientos de normalización que requieren procedimien-
lado se da vuelta. Gracias a esa simple conversión fisi- tos mentales. De hecho, el alma es igualmente defini-
11¡, ca de ciento ochenta grados, se convierte en sujeto». 5 da por Foucault como «el elemento en el que se articu-
l'i Para Foucault, la disciplina tiene el poder de producir lan los efectos de cierto tipo de poder y la referencia de
1
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por sí misma al sujeto, al construir relaciones de senti- un saber». Por eso sólo tiene sentido al poseer una rea-
do que generan representaciones que, a su turno, in- lidad histórica, pero, en términos más fundamentales,
rn!I! visten por completo el cuerpo y el alma, al extremo de es el efecto particular de cierta anatomía política. En
darle su forma. 6 Las técnicas disciplinarias someten ese aspecto, Foucault puede invertir la fórmula plató-
11 ante todo al cuerpo. «En cualquier sociedad, el cuerpo nica y decir que el alma es «la prisión del cuerpo». 9
1,1111; está preso dentro de poderes muy rigurosos que le im- Si bien la institución disciplinaria no es el aparato
1

ponen restricciones, prohibiciones u obligaciones». 7 ideológico de Estado, lo cierto es que hay afinidades
!

Esas restricciones se intensifican en la era de las disci- profundas entre ambos. En primer lugar, los dos se

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11

1.1:
plinas. Las coerciones sobre las posturas del cuerpo, la
vigilancia de los gestos y la producción de comporta-
consideran de manera puramente material. Son me-
canismos cuyo carácter productivo debe atribuirse al
mientos se incrementan. «El cuerpo humano entra en equipamiento específico ligado a ellos y que integra
una máquina de poder que lo registra, lo desarticula y --en un plano ideal, claro está- saberes humanos pa-
lo recompone>>. La «mecánica del poder» que atraviesa ra Foucault y representaciones de la clase dominante
así el juego de las normas de disciplina fabrica cuerpos paraAlthusser, pero que sólo deben su valor a su efica-
sometidos y dóciles. 8 Los gestos del cuerpo ingresan en cia dentro del mecanismo disciplinario o ideológico. En
una lógica de cálculo motivada por una ambición de segundo lugar, la disciplina y la ideología tienen una
,¡¡ eficacia y rapidez. Ningún gesto escapa al rendimiento flexibilidad tal que una parte creciente de su actividad
disciplinario. Del arte militar al arte escolar, se crea puede deshacerse de la pesadez de su equipamiento
una codificación instrumental del cuerpo. Curiosa- inicial. En el procedimiento de interpelación, la ideolo-
mente, el alma queda ligada a la misma producción gía tiende a liberarse de la particularidad de un apara-
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disciplinaria. La vigilancia jerárquica, las sanciones to ideológico y, debido a ello, puede funcionar también
en los otros aparatos de Estado, los de carácter repre-
sivo (la policía, por ejemplo). De la misma manera, en
5 L. Althusser, «ldéologie et appareils idéologiques ... », op. cit., el procedimiento de las producciones comportamen-
pág. 113. tales, la disciplina se dispersa y difunde en el conjunto
6 M. Foucault, Surveiller et punir. . ., op. cit., pág. 134, para el
del cuerpo social, a tal punto que las normas de las dis-
poder soberano.
7 M. Foucault, «Les rapports de pouvoir passent .. .>>, op. cit., ciplinas pueden en lo sucesivo comunicarse entre sí.
págs. 228-36. En función de esas dos formas comunes se genera una
8 Cf. M. Foucault, «ll faut défendre la société», op. cit., clase del 14 sujeción integral de los sujetos que acarrea, necesaria
de enero de 1976, pág. 32: «Esta nueva mecánica del poder recae, en y mecánicamente, la adhesión del sujeto a la sujeción
primer lugar, sobre los cuerpos y lo que estos hacen(. . .). Es un me-
canismo de poder que permite extraer tiempo y trabajo de los cuer- 9 M. Foucault, Surveiller et punir. .. , op. cit., pág. 34.
pos».

:1111
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1
que lo define de parte a parte. Para decirlo con mayor ahora estas tienen un papel positivo y productivo. De
precisión, la función sujeto no consiste en la búsqueda aquí en más, las normas de disciplina deben incre-
de un consentimiento subjetivo de la sujeción, sino en mentar la utilidad de los individuos. Tomemos por ca-
el carácter integral de los mecanismos de esta. Para so la disciplina militar, que no aspira sólo a regimen-
Althusser, los diferentes aparatos ideológicos de Esta- tar para preservar a las tropas del saqueo, la deserción
1111
do toman a su cargo la totalidad de la existencia. Cada o la desobediencia; en este momento se la piensa como
uno de ellos concurre a la reproducción de las relacio- una técnica que confiere al ejército una verdadera
nes de producción al someter a los individuos a una unidad (unidad de tiro, por ejemplo). En el mismo re-
función ideológica en conexión con un aparato ideoló- gistro, la disciplina fabril no se conforma con prevenir
111111 gico. Para destacar el carácter integral y conspirador los desbordes individuales: gracias a la creación de los
de la ideología, Althusser menciona incluso la idea de comportamientos apropiados, genera rendimientos

l
un «concierto» de esta, «dominado por una partitura más elevados y cadencias más rápidas. Debido a ello,
única», «la partitura de la ideología de la clase actual- las instituciones disciplinarias dejan de ser margina-
mente dominante», que se abate sobre los individuos les y se difunden por toda la sociedad. Las normas de
,1¡11
desde su nacimiento hasta su muerte y los transforma las disciplinas se intercomunican. «¿Qué hay de sor-
de manera permanente en sujetos de la ideología. 10 prendente en que la prisión se parezca a las fábricas,
:111 Para Foucault, la sociedad disciplinaria, en su carác- las escuelas, los cuarteles, los hospitales, si todos estos
ter panóptico, reside en la inversión de las disciplinas se asemejan a las prisiones?». 13 La dispersión de los
que, lejos de ser instituciones cerradas y restringidas mecanismos disciplinarios es, entonces, el signo más
11¡11 a su mera función negativa (prohibir, excluir, impe- convincente de su extrema plasticidad. Ya no es preci-
dir), son en lo sucesivo mecanismos abiertos y flexibles so situar esos mecanismos en espacios cerrados. Se los
l,'11 que no dejan de extenderse, produciendo comporta- puede transferir y adaptar a cualquier espacio. «Con
1
mientos a partir de «focos de control diseminados en la la multiplicación de los establecimientos disciplina-
sociedad». 11 Antaño compactas en las sociedades de la rios, sus mecanismos muestran cierta tendencia a des-
:' 1

soberanía, las disciplinas se descomponen ahora, en institucionalizarse, a salir de las fortalezas cerradas
las sociedades disciplinarias, «en procedimientos flexi- donde funcionaban» .14
,'11'11,11
bles de control», para reunirse en un todo de la comu- De este modo, tanto paraAlthusser como para Fou-
1 i. nicación de las normas y funcionar cada vez más como cault, la sujeción conlleva la función sujeto. Althusser,
«técnicas de fabricación de individuos útiles», 12 es de- por lo demás, menciona de manera implícita esa adhe-
cir, justamente sujetos sometidos. Mientras que en las sión subjetiva cuando sitúa en el procedimiento fisico
sociedades de la soberanía el papel de las instituciones de la inversión, debido a la interpelación, la convicción
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disciplinarias era esencialmente negativo (prohibir), mental del reconocimiento de que esta última está di-
rigida a mí, en efecto, según un triple mecanismo de
1!1 10 L. Althusser, «Idéologie et appareils idéologiques ... », op. cit., creencia, duda y certeza cuya unión (marcada en el
pág. 94.
ul 11 M. Foucault, Surveiller et punir. .. , op. cit., pág. 213.
12 !bid., pág. 212.
13 !bid., pág. 229.
11n1 14 !bid., pág. 212.

90 91

1111

--1
texto por un guión entre las palabras) forma los térmi- 2. La vertiente interna de las relaciones
nos mismos del reconocimiento. «Un individuo se da de poder
vuelta, creyendo-sospechando-sabiendo que se trata
de él, y por lo tanto reconociendo que "es sin duda a él" Sin cuestionar esa primera vertiente del carácter
¡'
. 11

a quien apunta la interpelación». 15 Esto equivale a de-


1' productivo de toda relación de poder, Judith Butler se
¡. cir que el apego mismo a la forma ideológica que, al so- consagra a completarla mostrando una segunda ver-
meterme, me define como sujeto no es examinado de tiente, que no es otra que la vida subjetiva revelada en
manera específica por Althusser. Este, antes bien, lo la relación de apego al poder. Lo que se acentúa enton-
11
da por descontado, como si estuviera realmente vincu- ces, en comparación con Althusser y Foucault, es la
lado al acto mismo de la interpelación. Si abandona- complejidad del carácter productivo de la relación de
mos por un instante la letra del texto de Althusser, no poder, habida cuenta de que el sujeto no es únicamente
debemos excluir la consideración de que, en esa adhe- el blanco final realizado en esa relación, sino que se
sión sin fallas, se revela la estructura misma de todo realiza en y por ella. Como señala Pierre Macherey en
apego, que supone remitirse a aquello que, desde afue- el comentario que dedica a Mecanismos psíquicos del
ra, me define con propiedad, al constituirme como su- poder,
jeto de la disciplina o sujeto de la ideología en el senti-
do althusseriano, esta vez, de una ideología definida «la barrera artificial entre lo que se presume proce-
como una «representación de la relación imaginaria de dente del exterior y lo que sucede en el interior se le-
los individuos con sus condiciones reales de existen- vanta o al menos se desdibuja: el aspecto propiamente
cia».16 Quedaría entonces por admitir, según lo sugie- psíquico del fenómeno queda marcado en lo más ínti-
re el ejemplo de la ideología religiosa analizado por Al- mo de sí por la ley del otro y, a la recíproca, la manera
thusser, que el sujeto se construye en la sujeción de de imponerse de esta ley tiene una imbricación íntima
una manera ficcional, habida cuenta de que ser sujeto con las modalidades de su reflexión o rumiación subje-
de la ideología es, al mismo tiempo, estar sometido por tiva, sin las cuales ella no alcanzaría su meta».17
el mecanismo de interpelación de esta y representarse
como siempre ya sujeto, al extremo de reconocerse en De este modo, lo que Butler piensa en las relacio-
la interpelación ideológica y borrar a la vez las formas nes de poder es el entrelazamiento ilimitado de lo exte-
mismas de la sujeción, hecho conducente (tal sería la rior y lo interior, que, lejos de terminar en una borra-
función última de la ideología) a un sujeto que se cree dura de uno en otro, contribuye, antes bien, a un re-
independiente cuando en realidad está dentro de la fuerzo mutuo en su propia dependencia recíproca. El
forma de dependencia que lo constituye desde afuera poder nunca lo es tanto como cuando se desarrolla men-
111
como sujeto. talmente. El sujeto nunca es tan sujeto como cuando

17 Pierre Macherey, seminario del grupo de estudios «La phi!oso-


15 L. Althusser, «ldéologie et appareils idéologiques ... », op. cit., phie au sens large», ciclo lectivo 2002-2003, clase del 7 de mayo de
pág. 114. 2003 (http://stl.recherche.univ-lille3.fr/seminaires/philosophie/ma-
16 !bid., pág. 101. cherey/Macherey20022003/Macherey2003.html).

92 93

111!

1
los afectos aquí en juego se encuentran en la unión de
queda adherido a ese poder que, al apartarlo de sí, le
un poder de vivir que ellos expresan y de formas exte-
brinda, sin embargo, la posibilidad de volverse sobre sí
riores más poderosas con las cuales dicho poder no
mismo. 18 puede dejar de tropezar y que, llegado el caso, pueden
En el momento de volverse hacia el poder al cual, a volverse en contra de él. Así, las afecciones sociales son
la vez, queda irremediablemente atado, el sujeto se
a la vez deseadas y sufridas, y dan testimonio de una
vuelve hacia sí mismo. Judith Butler piensa esa vuel-
profunda ambivalencia de la subjetividad que anhela
ta bajo la forma del «tropo», y este debe permitir pen-
apegarse a las formas de poder para continuar siendo,
sar no sólo la sujeción (cosa que Althusser y Foucault
al mismo tiempo que quiere volverse contra sí misma
11

ya habían hecho), sino también los procesos subjetivos


11 para poder ser igualmente a la manera de un rechazo
de su incorporación y aceptación (cosa que Althusser y del apego.
t Foucault hicieron de manera insuficiente, según But-
ler). Lo que la autora considera es, entonces, la ambi-
valencia de toda subjetividad, que sólo puede apegarse
a la sujeción si la niega en un primer momento, para 3. Del apego a la sujeción
mejor repetirla en un segundo momento. Butler, en
efecto, interpreta la interpelación del individuo trans-
De tal modo, es necesario poner en primer plano
formado en sujeto por la intimación ideológica de Al-
dos líneas de reflexión. Una de ellas se esfuerza por ex-
thusser como el indicio de un apego apasionado a la ley
plicar la vida psíquica supuesta en el apego a las re-
que lo llama. Diferenciándose de Althusser, que no
laciones de poder, y para ello hay que comprender la
menciona las razones que impulsan al individuo a re-
operación de conciencia mediante la cual la interpela-
conocer la conminación, «jEh, usted, allá!», en cuanto
ción como sujeto puede producirse efectivamente. Una
personalmente dirigida a él, Butler procura, al con-
segunda línea procura, en el contexto de ese primer
trario, poner en primer plano la escena psíquica con-
análisis, no encerrar al sujeto en la sola modalidad
tra cuyo telón de fondo es posible esa vuelta física. A
psíquica del apego, para señalar, al contrario, su am-
juicio de la autora, esa explicación debe estar en condi-
bivalencia constitutiva mediante el recurso, debido a
ciones de dar razón de la génesis del sujeto social.
ese apego, a procedimientos en parte ficcionales de ne-
«¿Por qué ese sujeto se vuelve hacia la voz de la ley, y
gación de este. El sujeto resultante está íntegramente
cuál es el efecto de un "giro" semejante en la inaugura-
sometido por el hecho de apegarse a lo mismo que lo
ción de un sujeto social?».19
somete, y es, en forma simultánea, un sujeto que sigue
Esta cuestión sólo tiene sentido si se concibe que el
subjetivándose en la propia sujeción, pues la negación
sujeto está literal y permanentemente afectado por las
de esta se requiere no como obstáculo real a ella, sino
voces de la ley. Sólo el sujeto que es presa de toda una
como condición de emergencia del sujeto.
serie de afecciones sociales puede constituirse como
sujeto social al volverse hacia la ley. Como en Spinoza,
«No se trata sólo de que tengamos necesidad del reco-
nocimiento del otro y de que por medio de la subordi-
18 J. Butler, La Vie psychique du pouvoir, op. cit., pág. 24. nación se otorgue alguna forma de reconocimiento; eso
19 !bid., pág. 27.

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94
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1111 ¡

significa, antes bien, que dependemos del poder para de quienes depende de manera fundamental». 22 El de-
nuestra propia formación, que esta formación es impo- sarrollo del niño supone así la formación de una «pa-
1¡11 sible al margen de la dependencia y que la postura del sión primaria por la dependencia» que lo hace vulne-
sujeto adulto consiste, precisamente, en la renegación rable a la subordinación y la explotación. Es que «na-
y la repetición de esta última dependencia. El "Yo" die escapa al hecho de estar, en gran parte, política-
\' 1

["Je'1 surge siempre que se niegue su formación en la mente constituido por la vulnerabilidad social de su
dependencia, condición de su propia posibilidad». 20 cuerpo». 23 El apego primario a la leyes, de tal modo, la
L condición de las futuras sujeciones, en la medida en
El «Yo» [«Je»] es a la vez, entonces (y en ello radica que deseo, conciencia y ley estarían anudados bajo la
su ambivalencia fundamental), el efecto de esa depen- forma de un deseo de ley que es la oportunidad misma
dencia y su recubrimiento por una afirmación incondi- del desarrollo de la vida psíquica. «Si no hay formación
cional de autonomía que actúa al mismo tiempo como del sujeto sin un apego apasionado a aquellos a quie-
una negación. El sujeto no se pertenece, pero se vale nes él está subordinado, la subordinación se revela,
de esa no pertenencia para construir su autonomía. pues, central para su devenir». 24 Ese devenir del suje-
Esta dinámica del sí mismo que se descubre tal al ha- to que explota el deseo de sobrevivir demuestra así ser
cer caso omiso del estado de sujeción que lo fabrica, le- un deseo enteramente explotable, en la medida en que
jos de deshacer la sujeción, la realiza aún con más atestigua la necesidad vital de todo sujeto de procurar
fuerza. El sujeto presupone el apego, pero se supone existir aun en la subordinación. La subordinación no
no apegado y esa suposición es justamente la que lo es la trampa tendida desde afuera por esa contracara
lleva a aceptar la sujeción. del sujeto que sería el poder, sino el modo de subjetiva-
Resta entonces determinar cuál es exactamente la ción de los sujetos situados, de hecho, dentro de las re-
vida psíquica de la sujeción. El apego apasionado a la laciones de poder. En ese sentido, el sujeto no deja de
ley cobra aquí todo su sentido. Butler evoca al respecto formarse en la subordinación. Su reflexividad se cons-
«un deseo originario de la ley, una complicidad apasio- tituye, señala Butler, «en esa vuelta sobre sí mismo
nada con ella, sin la cual ningún sujeto podría exis- contemporánea de una orientación hacia la ley». 25
tir». 21 La vulnerabilidad en la sujeción reside precisa- Butler recurre a la formación de la conciencia en el
!1111
mente en ese apego primordial revelado por la depen- análisis althusseriano de la interpelación por la ley.
dencia del niño con respecto a sus padres, un niño que, Recusa la idea de una distinción previa del interior y
para perseverar en su ser, no tiene otra posibilidad el exterior al mostrar que esa formación es contempo-
que apegarse de manera apasionada a la forma de po- ránea del apego a la ley. Lo cual significa que el indivi-
der parental de la que depende. La sujeción, tal como
Foucault la formula, debe especificarse a través del 22
!bid., pág. 29.
análisis psicoanalítico del apego, según el cual «nin- 23 Judith Butler, Vie précaire: les pouvoirs du deuil et de la violen-
gún sujeto surge sin un apego apasionado a aquellos ce apres le 11 septembre 2001, París: Éditions Amsterdam, 2005.
11¡11
[Vida precaria: el poder del duelo y la violencia, Buenos Aires: Pai-
1
dós, 2006.]
'1,,l '1
1
2
21
º !bid., págs. 32-3. 24 J. Butler, La Vie psychique du pouvoir, op. cit., pág. 29.

!bid., pág. 168. 25 !bid., pág. 177.

1¡1

96 97
1,11

11,
1 duo sólo se vuelve hacia esta porque también se vuelve mos subordinados a un poder y el proceso por el cual
hacia sí y, de tal modo, reconoce que ese «yo» [«moi»] es nos convertimos en un sujeto». 28 De acuerdo con el se-
11 el mismo al que se dirige la ley. La ley me transforma gundo sentido, define al sujeto trópico, vuelto hacia sí,
en sujeto por el hecho de que me reconozco como sujeto y su forma de sumisión originaria. «La forma psíquica
1 de ella. Esa vuelta que inaugura el sujeto social es po- adoptada por el poder está marcada sin cesar por una
i
sible gracias a la sumisión arcaica de la existencia in- figura del vuelco, de la vuelta a sí e incluso de la vuelta
fantil a sus condiciones de posibilidad parentales. contra sí. (. .. ) Esa vuelta parece funcionar a la mane-
«Este sometimiento a la ley puede leerse, entonces, co- ra de una inauguración tropológica del sujeto». 29 Por
mo la consecuencia forzosa de un apego narcisista a la consiguiente, este se forja mentalmente a través de
perpetuación de la existencia propia». 26 La vuelta re- una doble torsión con respecto al poder. Ser sujeto de
pite pues, en la lógica propia de las ideologías, la esce- poder significa constituirse en forma permanente en
na de sumisión primitiva a la que, por razones vitales, la relación de poder hacia la cual uno no deja de vol-
está apegado el niño. La vida es, de tal modo, la som- verse, como también volcarse de modo permanente
bra muda que explota la dinámica del poder. Es esa hacia sí en razón de la forma psíquica misma asumida
fuerza primera que se vuelca a las relaciones de poder por el poder.
para seguir siendo. 27 En ese sentido, la vida psíquica
es, entonces, el efecto de sedimentación de la relación
vida/poder, y revela que la conciencia está marcada de
la manera más íntima por la ley que ella no deja de 4. La ambivalencia melancólica del sujeto
rumiar, integrar y rechazar a la vez, dando testimonio
de una imposibilidad no sólo de arrancarse a sí misma, Esa doble vuelta constituye la ambivalencia misma
sino incluso de desarrollarse sin su presencia. En esa de todo sujeto. Este no es un efecto del poder en el sen-
rumiación que sella la sujeción a las relaciones de tido mecánico del término que pudieron plantear Al-
poder vuelve a jugarse constantemente el apego pri- thusser y Foucault. La sujeción supone un desarrollo
mordial. Es decir que el sujeto, en el momento de vol- del sujeto en las relaciones de poder que se hace posi-
verse hacia la ley, tampoco termina de volverse hacia ble gracias no sólo a esa doble vuelta, sino también al
sí mismo. Su vida psíquica se elabora en esa doble juego subjetivo producido por esta. Es menester com-
1

!111 1'
vuelta con respecto al poder y al tipo de apego primor- prenderla como un acontecimiento psíquico, y ya no
,¡ dial. Es tanto una vida psíquica del poder como una exclusivamente como un efecto físico. Aprehendida co-
vida psíquica del apego. De acuerdo con el primer mo acontecimiento psíquico, la sujeción debe relacio-
:1
sentido, define al sujeto social consumado en la suje- narse con un tipo de melancolía muy particular. La
ción, que «designa a la vez el proceso por el cual queda- melancolía representa la afección social de los sujetos
sometidos. Butler señala, en efecto, que un análisis
26 !bid.,pág. 174. crítico de la sujeción implica tres elementos. Ante todo,
27
Sobre el vitalismo contrariado de Butler, véase Stéphane Ha-
,I ber, Critique de l'antinaturalisme: études sur Foucault, Butler, Ha- 28 J. Butler, La Vie psychique du pouuoir, op. cit., pág. 23.
bermas, París: PUF, 2006. 29 !bid., pág. 24.

' 98 99
!1

un análisis del modo en que el poder mantiene a los nes culturales. 33 Entre esas pérdidas prohibidas, la de
sujetos en la subordinación al producirlos como suje- los objetos homosexuales es, sin duda, la más signifi-
tos permanentes de las relaciones de poder. Después, cativa, debido a la importancia de la marcación por los
l! ,'
¡,¡,1'
1 1,,
un análisis de la manera en que esa subordinación
presupone por el lado del sujeto, según sus palabras,
géneros sexuales. La melancolía es entonces el imposi-
ble duelo de posibilidades no vividas que revela, a con-
«Un resto inasimilable, una melancolía que marca los trario, la significación psíquica de las prohibiciones so-
r límites de la subjetivación». 30 Y para terminar, una
explicación del carácter reiterativo del sujeto que debe
ciales. Se convierte así en la afección social insoslaya-
ble que revela el precio que debe pagar todo sujeto en
revelar cómo la acción puede contrariar, dentro de la marcación de su vida psíquica por las diferentes
1 ciertos límites, las normas de poder que lo engendran. formas de poder. Si la psique y lo social se coconstitu-
'! Esto equivale a poner de manifiesto que la sumisión yen, para recordar un análisis de Castoriadis, 34 ese
1
11! del sujeto, en su propio desarrollo, no se da en la mera engendramiento conjunto implica un desasimiento de
dirección de una repetición de las normas que lo pro- la primera por el segundo que se deja ver en una forma
ducen. En primer lugar, esa repetición siempre es ries- de melancolía insuperable. Los géneros, entre ellos el
1

11
gosa, expone al sujeto que no la consigue a sanciones sexual, me hacen perder los amores indiferenciados,
que lo transforman en un individuo de cuidado, acosa- los apegos arcaicos no construidos según el modelo del
do por las normas que no logra repetir. 31 La repetición género. Esto equivale a decir que las normas, cuando
no hace desaparecer el resto inasimilable: lo mantie- alcanzan una posición dominante, tienen la facultad
ne. ¿Cómo entender ese resto? ¿Qué relación tiene con de borrar todas las anomalías salvajes que son ante-
la melancolía? La vida de los sujetos está regulada en riores a ellas. «Cuando la prohibición de la homose-
las relaciones de poder que lo producen, pero persiste xualidad es culturalmente dominante, la pérdida de
una forma de irreductibilidad de la vida al poder que esta se borra debido a una reiteración y ritualización
adquiere el aspecto de un afecto especial: la melanco- de ese interdicto en toda la cultura. Se llega así a una
lía. Esta es el sentimiento de presencia de un resto cultura de la melancolía del género, en que la masculi-
inasimilable, así como de su pérdida. La melancolía nidad y la feminidad surgen como huellas del duelo
revela lo que se mantiene exterior a la sujeción y, al ausente e imposible de un amor». 35 Lo importante es
mismo tiempo, lo que está perdido para siempre. que la melancolía aparezca como una forma cultural,
Contrariamente al duelo, que puede resolverse me- que no señala el retorno a sí de un sujeto revelado a sí
diante una ruptura del apego y la construcción de nue- mismo, sino, al contrario, la imposibilidad de ese retor-
vos vínculos, 32 la melancolía debe pensarse como el no, a causa de la inscripción del sujeto en los géneros.
efecto psíquico de ciertas pérdidas a las que es imposi- La melancolía marca entonces el juego de lo psíquico y
ble volver, producidas por un conjunto de prohibicio- lo social, en el doble aspecto de una marcación de lo
30 !bid., pág. 59. 3;3 !bid., pág. 208.
31 !bid. Véase, asimismo, Judith Butler, Humain, inhumain: le 34 Cf. Cornelius Castoriadis, L'Institution imaginaire de la socié-
travail critique des normes. Entretiens, París: ÉditionsAmsterdam, té, París: Seuil, 1975, págs. 426-66 [La institución imaginaria de la
2005, pág. 124. sociedad, Barcelona: Tusquets, 1983].
32 J. Butler, La Vie psychique du pouvoir, op. cit., pág. 201. 35 J. Butler, La Vie psychique du pouvoir, op. cit., pág. 209.
¡11111:

111,,

100 101

1
11

primero por lo segundo y de una rumiación psíquica Este análisis se basa explícitamente en el estudio
1
que no deja de producirse debido a ella. Por eso mismo, que Freud dedicó a «Duelo y melancolía» en sus traba-
'I ¡ jos metapsicológicos de 1917. La intención de Freud,
todo sujeto queda afectado por una forma de tristeza
social. «Cuando un conjunto de prohibiciones cultural- con la introducción de su nueva tópica del ello, el yo y
mente prevalecientes hace obligatorio cierto tipo de el superyó, era destacar el concepto de ideal del yo. La
pérdidas, podemos esperar la preponderancia cultural génesis del yo se juega en el golpe infligido al ello por
de una forma de melancolía ... ». 36 Es significativo que la interiorización de las obligaciones sociales. La conti-
esa melancolía se dé esencialmente en el apego al nuidad del yo se construye en esa relación. De tal mo-
11:1¡
género sexual, pues lo que se juega en el rechazo del do, el yo queda doblemente desasido en los géneros
amor del propio género bajo la forma del deseo del otro que lo marcan y las pulsiones de vida indistintas que
"1 1 es el surgimiento del yo aferrado a un género. La mas- hereda. La melancolía da testimonio de esas dos for-
~:¡
il
culinidad y la feminidad, al reforzarse debido a sus re- mas de desasimiento. Es, a la vez, el olvido de la vida
indistinta en la inscripción en los géneros y su recor-
1

pudios mutuos, 37 trazan de antemano los contornos


mismos del yo, de modo que la melancolía por un yo datorio en esta misma inscripción.
'l'I anterior al apego al género se refiere, en realidad, a
una vida anterior al yo. 38 La melancolía funciona en-
111

tonces en un doble nivel. Ante todo, actúa como pérdi-


da, como síntoma de ingreso a los géneros: es en tal ca- 5. Hacia una política sobre la base de la furia
1]
so la afección social de la inscripción en ellos y adopta
la forma de una tristeza inerradicable que define el ¿Hay que quedarse con una lección semejante de
H11 surgimiento mismo del yo. Actúa luego como imposible renunciamiento o, a la manera de Spinoza, procurar
pérdida de la pérdida y señala, a la sazón, que lo mis- de todas las formas posibles excluir la melancolía (me-
111
mo que se ha borrado en el ingreso a los géneros, la in- lancholiam expellere)?39 Para Spinoza, la melancolía
distinción de la vida, persiste bajo la forma del retorno era la amenaza extrema de anonadamiento del cona-
de una ausencia, un blanco que no termina de acosar tus, dado que todos los componentes del mundo huma-
il ¡ al sujeto. Por la melancolía, el sujeto está indefinida-
mente ausente de sí mismo. El mal de su ser, en conse-
no se veían igualmente influenciados por un afecto de
tristeza, de modo tal que era imposible resistencia al-
cuencia, es a la vez lo que revela al yo en su construc- guna, pues esta suponía que al menos una parte del
ción en los géneros y lo que aleja de manera perma- mundo quedara sustraída a ese afecto y que, a partir
nente de él bajo la forma de una ausencia de sí. de ella, fuera viable una contraofensiva de alegría. La
solución del problema de la melancolía pasaba enton-
ces, claramente, por una ética de la alegría considera-
36 !bid.,pág. 208. da como aumento de la capacidad de perseverar en el
37 !bid.,pág. 209.
38 Véase, al respecto, Judith Butler, Trouble dans le genre: le fé-

minisme et la subversion de l'identité, París: La Découverte, 2005, 39 Baruch Spinoza, Éthique, cuarta parte, proposición 45, escolio,

págs. 147-59 [El género en disputa: el feminismo y la subversión de París: Seuil, 1988, pág. 413 [Ética demostrada según el orden geo-
la identidad, México: Paidós, 2001]. métrico, Buenos Aires: Orbis, 1980].

102 103

1111

1
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1 1 !

l 1

externas de poder. Ya no se trata entonces de liberar a


ser. De acuerdo con este punto de vista, la melancolía
los sujetos del poder, liberación imposible como lo es en
seguía siendo esa forma futura de la que era preciso
.ilil Foucault, sino de sí mismos, de esa forma melancólica
deshacerse aun antes de que acaeciera. Para Judith
11
1
1

Butler, la formulación del problema es diferente, por- que los encierra indefinida e ilusoriamente en su fuero
:11
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1
! 1,I,
1
que la melancolía es inevitable. Esta no es un riesgo de interno y los retrotrae de manera permanente a una
anonadamiento futuro, sino la afección social presente «Conciencia dominada por el superyó», a cuyo respecto
111
en toda vida psíquica. Como la vida psíquica es vida Butler constata que es no sólo el análogo del Estado
psíquica del poder, el poder se convierte, tal cual lo sino, más aún, su «idealización psíquica». 42 Contra un
enuncia Pierre Macherey, en «parte integrante de esa retorno a la idealidad de la conciencia que no es otra
profusión de ideas negras que es el correlato inevita- cosa que la marca interna del poder aterrorizador del
1

ble de los procedimientos de sujeción». 40 La melan- Estado, lo esencial consiste en romper, mediante la
,11

colía como pérdida de la pérdida confiere a toda vida la apelación a la furia, con la melancolía y el tipo de au-
,'l'.1
.11¡
apariencia de una fragilidad irreductible. Esta fragili- tocastigo que ella implica, reapropiándose de la agre-
11¡
dad es tomada por asalto en los procedimientos vitales sión al servicio mismo del deseo de vivir. 4 3 Mientras
11 1
1

de sujeción a las diferentes formas de poder. El desa- que la melancolía no termina de refigurar una y otra
,1
rrollo de la vida psíquica en los límites mismos de los vez el deseo de muerte, la cólera la interrumpe en be-
1¡111 diferentes poderes que regulan su curso la somete a neficio del deseo de vivir. El proceso de la cólera es en-
1:
las distintas representaciones que el poder da de su tonces el simétrico inverso de la melancolía. El reme-
propia forma autoritaria. Más en particular, es todo el dio de esta, pasión triste, no es la alegría sino la cólera.
disimulo de las formas reales de sujeción en las repre- Expulsarla implica devolverla a su remitente bajo la
sentaciones ideológicas utilizadas por el poder para forma de una ira que es la descompresión de ese yo
nombrar su ejercicio el que ingresa a la vida psíquica comprimido por la incorporación de las normas de po-
de los sujetos, que entonces se constituyen parcial- der. Así, la ira aparece como el desasimiento de sí en el
acto mismo de romper con la melancolía del yo. Se tra-
mente en las formas imaginarias a través de las cuales
ta, pues, de deshacer el yo, de desenfrenarlo. El deseo
los poderes buscan legitimarse.
Por ello, sólo puede darse una respuesta política a de vivir «instaura un modo de devenir que contradice
la melancolía. Visto que «el Estado cultiva la melanco- por su vivacidad la estasis y el estatus defensivo del
lía en sus ciudadanos como una manera de disimular y yo». 44 Estar literalmente fuera de sí, ya no ser nadie,
desplazar su propia autoridad ideal», 41 la apuesta con- es el efecto mismo no de la cólera que no se libera del
siste en poder volver esa melancolía contra él. La me- poder, sino de la melancolía producida por este, del te-
lancolía encierra al sujeto en sí mismo, pero en reali- mor que está intrínsecamente ligado a él. La cólera es
dad es producida por la incorporación de las formas entonces la afección vital que debe oponerse a esa otra
afección social que es la melancolía. El vaivén entre lo

40 P. Macherey, seminario del grupo de estudios «La philosophie


42 !bid.
au sens large», op. cit., ciclo lectivo 2002-2003, clase del 7 de mayo
43 !bid., pág. 278.
de 2003.
111
41 J. Butler, La Vie psychique du pouvoir, op. cit., pág. 276. 44 !bid., pág. 280.

105
104

1
1 ¡1
1 ¡ social y lo vital revela el juego propio de las afecciones se en la servidumbre. Lo que él sugiere es, entonces, la
il.l sociales que atestiguan el permanente encaje y desen- existencia anticipada de una «noluntad», una volun-
1
caje de la vida psíquica y la vida social. Por eso mismo tad de no querer. En contraste, la sujeción revelada
1¡ ,. se pone de manifiesto la inestabilidad de toda vida psí- por el apego se produce al servicio de la vida. La vida
quica y de toda vida social, que debe tener en cuenta es así lo impensado de toda sujeción que procura escla-
cualquier análisis de la identidad que se considere con recerse en función de la modalidad psíquica del apego.
demasiada ligereza sobre la base de una estabilidad Esa sombra de la vida ya está presente en Foucault
'I que no es sino el efecto de un proceso de estabilización cuando considera las respuestas políticas dadas a la
1 particularmente precario. Ni siquiera se tiene la certe- sujeción. En los textos sobre Irán, Foucault afirma que
za de que una teoría de la identidad pueda, además, el levantamiento es un gesto vital para alguien quepo-
adaptarse a esa precariedad. ne en juego su vida porque prefiere vivir. El levanta-
Es significativo que ese tratado político de la furia miento pertenece a la historia, constituye un aconteci-
con que termina Mecanismos psíquicos del poder pue- miento, pero, en cuanto acto vital, se sustrae a ella.
da llevarse a cabo gracias al recurso al deseo de vivir. Para una vida, el riesgo de muer.te genera las condicio-
Esta referencia a la vida aleja la comprensión de la su- nes vitales del levantamiento. Ese retorno foucaultia-
jeción de una concepción en términos de servidumbre no a una filosofía de la vida de tipo nietzscheano da
voluntaria a la manera de La Boétie. En efecto: tal co- motivos para la sorpresa, pero es fundamental para
mo lo establece el tema del niño, para Butler, la suje- comprender que un análisis de las formas de resisten-
ción está al servicio de la vida. El apego a las normas, cia a la sujeción supone implícitamente el cruce de la
a las reglas del poder, es el modo de vivir de un sujeto línea que separa lo vital de lo histórico. Butler y Fou-
que considera su supervivencia como fundamental. cault prolongan la misma operación de una puesta en
En esa perspectiva, el análisis de la sumisión ya no relación con la vida. 46 Ambos se aferran a una figura
puede considerar a esta como una forma de servidum- del deseo de vivir para contemplar los medios de una
bre voluntaria. Ajuicio de La Boétie, lo escandaloso en resistencia. Es cierto: tanto una como el otro sólo pien-
esta última es, en efecto, el masoquismo del pueblo san ese deseo de vivir dentro de lo social. Así, para Bu-
que acepta complacer al príncipe, literalmente, me- tler, «si se acepta la idea de Spinoza de que el deseo es
diante su sacrificio. La sumisión no está bajo la norma siempre el deseo de perseverar en el propio ser(. .. ), se
de una táctica de supervivencia, que siempre supone, estará acaso dispuesto a reconfigurar el deseo de per-
a la manera de Spinoza, una estrategia vital del cona- sistir en el ser como algo que sólo es negociable dentro
tus45 reveladora de que el poder de vivir del individuo de las modalidades riesgosas de la vida social. El ries-
no es del todo reducible a las reglas sociales, sino que, go de muerte es de tal modo coextenso con el carácter
en cierto sentido, preexiste a ellas. Para La Boétie, esa insuperable de lo social». 47 Butler se prohíbe decir na-
sumisión es el signo incomprensible de una voluntad
1l1¡ que se vuelve contra sí misma al extremo de aniquilar- 46 Sobre las implicaciones de esa puesta en relación en lo concer-
IH
niente a ambos autores, véase Guillaume le Blanc, Les Maladies de
45 l'homme normal, Begles: Éditions du Passant, 2004.
Véase, al respecto, Laurent Bove, La Stratégie du conatus, Pa-
47 J. Butler, La Vie psychique du pouuoir, op. cit., pág. 58.
rís: Vrin, 1996.

106 107
1
1

da sobre la vida anterior a lo social, y de esa manera 4. Los indisciplinados o una


escapa a la oposición demasiado simple de la dinámica arqueología de la defensa social
de la vida y la estática del poder siempre capturador y,
con ello, depreciado. No por eso es menos cierto que el
deseo de vivir conlleva polaridades vitales no del todo
dilucidadas. Esta referencia al deseo de vivir, común a
los dos autores, es posible gracias a una señal afectiva
fuerte: la furia en el caso de Butler, la indignación en
el de Foucault. Este último afecto es, para Foucault, el
En Enfermedad mental y personalidad, Foucault
elemento a partir del cual puede reformularse un de-
puede afirmar que «no es posible dar razón de la expe-
seo de vivir en la experiencia devastadora de la suje-
riencia patológica sin referirla a las estructuras socia-
ción. En una entrevista celebrada en 1971 con respec-
les» .1 Privada de naturaleza, la distinción de lo normal
to a las prisiones, Foucault ya consideraba los instru-
y lo patológico se ajusta al mero juego de las normas
mentos de una lucha sobre la base de un afecto de in-
sociales. Historia de la locura en la época clásica y El
dignación primordial. Al reafirmar su función de inte-
nacimiento de la clínica se empeñarán en dar sentido
lectual específico, decía no tener opiniones personales
a esa fórmula lapidaria de un escrito de juventud. Lo
sobre la existencia de las prisiones, pues lo importante
patológico será entonces el producto de una mirada
era otra cosa: «Estoy ahí para recoger documentos, di-
médica específica, psiquiátrica o clínica, cuya condi-
fundirlos y eventualmente provocarlos. Simplemente
ción de posibilidad reside en cierto juego de lo visible y
percibo lo intolerable». 48 Esa percepción de lo intolera-
lo enunciable, del poder y el saber. La expresión «es-
ble es fundamental para contemplar la posibilidad de
tructuras sociales» utilizada por Foucault podrá, por
nuevas luchas políticas. La indignación y la furia de-
ende, juzgarse un poco embarazosa, pues lo social pa-
ben inducir problematizaciones inéditas en el espacio
rece ser en gran medida una estructura mítica, que
reglado de los saberes y los poderes. Los afectos de fu-
enmascara la historicidad de los juegos de saber y las
ria e indignación reabren así lo que el análisis de las
relaciones de poder. En 1965, por lo demás, Foucault
disciplinas y de los aparatos ideológicos de Estado ha-
reprochará a Durkheim un pensamiento mítico de lo
bía cerrado con demasiada rapidez, al asimilar mecá-
social, que articula la sustancia envolvente de la socie-
nicamente la función sujeto a la sujeción. Preservan
dad y la sustancia integrada del individuo. 2
una dimensión vital de las luchas y dejan entrever
¿Significa eso que Foucault abandona el tema so-
una fabricación compleja del sujeto.
cial, como lo da a entender la crítica inapelable que di-
rige a Durkheim? Es cierto que renuncia muy pronto a

1 Michel Foucault, Maladie mentale et personnalité, París: PUF,


1954, pág. 83 [Enfermedad mental y personalidad, Buenos Aires:
Paidós, 1991].
2 Michel Foucault, «Philosophie et psychologie. Entretien avec

48 Alain Badiow>, en Dits et écrits, op. cit., vol. 1, pág. 441.


M. Foucault, «Je pergois l'intolérable», op. cit., pág. 205.

108 109

1
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!11
las tesis que se afanan por deducir las patologías di- aún en Nacimiento de la biopolítica sería, entonces, el
rectamente de las normas sociales. Así, ya no es po- punto culminante de ese proceso. Si nos atenemos al
sible mantener el enunciado de que «una sociedad se juego de los saberes positivos, es indudable que la psi-
!!'1 expresa positivamente en las enfermedades mentales quiatría, desde la Historia de la locura, actúa como un
,1·.:11,! manifestadas por sus miembros». 3 Las modalidades anudamiento disciplinario particular, un micropoder
'I!¡
de ordenamiento de una sociedad y de sus patologías específico armonizado con otros micropoderes, y ya no

sociales ya no pueden considerarse de acuerdo con una se la considera directamente como la expresión de los
1
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1

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:1
relación de expresión; en lo sucesivo es preciso relacio- conflictos sociales. Sin embargo, el final del curso so-
narlas con la institución psiquiátrica como red densa bre los anormales, dictado en 1975, sugiere otra pers-
(¿y relativamente autónoma?) de saberes y poderes. pectiva: «Trataré de retomar el problema del funciona-
La alienación mental deja de ser el reverso de la alie- miento de la psiquiatría como defensa social, a fines
nación social, en el sentido de que «la alienación histó- del siglo XIX, tomando como punto de partida el pro-
rica es la condición primera de la enfermedad». 4 El blema de la anarquía, el desorden social, la psiquiatri-
mito de una alienación psicológica primaria desapare- zación de la anarquía». 6 La historia de la psiquiatría
ce en Enfermedad mental y personalidad, pero en be- se inscribe entonces como saber/poder disciplinario es-
11! ,1
neficio de un nuevo mito: la alienación social. La pato- pecífico en una historia de las normas sociales. La psi-
,,1 logía encuentra su origen, entonces, en un imposible quiatría es la disciplina de los «individuos peligrosos».
,1
reconocimiento de sí generado por las contradicciones Sin duda, siempre es posible afirmar que la psiquia-
que suscitan las condiciones sociales. «Cuando el hom- tría ya no es el problema del curso de 1976, Defender
A la sociedad. Pero Foucault sugiere una continuidad
bre no puede reconocer significación humana y vivien-
te en las producciones de su actividad, y cuando las de- entre los dos cursos. Lo notable de las últimas líneas
terminaciones económicas y sociales lo apremian sin del dictado en 1975 es que ponen de relieve un objeto
que pueda encontrar su patria en el mundo, vive un común a Los anormales y a Defender la sociedad, asa-
conflicto que hace posible el síndrome esquizofréni- ber: la defensa social. En el final de su último curso,
co».5 El abandono del mito de la alienación social en Foucault menciona un nexo entre el año que acaba de
los escritos ulteriores de Foucault parece marcar la de- terminar y el venidero. Si el trabajo sobre la psiquia-
función del tema social como tal. Por lo demás, sería tría propiamente dicha ya no aparece en 1976, la refle-
posible (aunque parcialmente inexacto) interpretar el xión sobre la defensa social, en verdad --<:orno lo ates-
itinerario de Michel Foucault como la borradura pro- tigua el título mismo del curso--, se mantiene y se am-
gresiva de la cuestión social. El análisis del liberalis- plía, a punto tal que la hipótesis de la defensa social
mo expuesto en Seguridad, territorio, población y más garantizada por la psiquiatría debe situarse en una
perspectiva más global en torno a los medios con que

3 Michel Foucault, Maladie mentale et psychologie (reedición


6 Michel Foucault, Les Anormaux. Cours au College de France
modificada de Maladie mentale et personnalité), París: PUF, 1962,
pág. 75. (1974-1975), París: Gallimard/Seuil, 1999, clase del 19 de marzo de
4 !bid., pág. 103. 1975, pág. 301 [Los anormales. Curso en el College de France (1974-
5 !bid., pág. 89. 1975), Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, 2000].

110 111
una sociedad cuenta para defenderse. Mientras que la no es sólo un sistema de regulaciones a la manera de
defensa social a cargo de la psiquiatría permite saber Durkheim. 7 Su característica intrínseca no es única-
cuáles son los enemigos internos, esa misma defensa, mente la permanencia. A través de sus disciplinas, el
considerada negativamente a partir de la hipótesis de orden social se preocupa por su propia defensa. Es sa-
la guerra, permite prestar mayor atención a los ene- bido que Foucault volverá a Durkheim al integrar las
migos externos o, al menos, supone que los enemigos normas de regulación a la hipótesis del biopoder, en un
internos pueden volverse contra el orden social y re- sistema de la normalización que termina de cuadricu-
presentar una amenaza, no en lo concerniente a uno u lar lo social mediante un nuevo conjunto de normas.
otro de sus aspectos, sino en cuanto a su propia exis- Lo cierto es que antes de las normas de regulación, las
tencia. Los anormales y Defender la sociedad no perte- normas disciplinarias encuentran su realización en la
necen a dos historias diferentes, de lo disciplinario y invención de la disciplina psiquiátrica como medio de
del advenimiento del biopoder, nítidamente separadas precaverse contra los individuos peligrosos. La defen-
por Michel Foucault, sino que pueden leerse, en cam- sa de lo social, encarada por una serie de disciplinas,
bio, como los dos episodios significativos de una histo- es tal vez una figura particular de la invención de lo
ria de la defensa social comprendida como momento social. 8 Es, en todo caso, la verdad secreta y negativa
real de una realización del orden social. de un poder disciplinario que se propaga por el conjun-
En esa historia de la defensa social, el sujeto de la to del cuerpo social. En la arqueología disciplinaria de
disciplina psiquiátrica no es otro que el indisciplinado lo social emprendida por Foucault, la psiquiatría está
señalado como tal por el conjunto de las disciplinas y destinada a desempeñar un papel fundamental, pues
I'i: .'I
1 i'
puesto en manos de esta disciplina particular, la psi- se define en su totalidad como la instancia de legitima-
1'
,j 1 quiatría, que tiene a su cargo a quienes se resisten a la ción de la defensa social. Esta legitimación que Fou-
disciplina. Por lo tanto, Foucault no abandona el tema cault no vacila en incluir en la categoría de la «función
social. Lo retoma dentro de la historia de las discipli- psi», 9 que excede la función psiquiátrica pero también
nas como motivo de la psiquiatría. Así, es posible en- la engloba, se cumple en la vertiente médica. Pensar lo
trever en él un segundo episodio, ya no exclusivamen- social por el lado de un imperativo de defensa es cons-
te práctico sino práctico y teórico, de una historia de tituir la psiquiatría como medicina del cuerpo social.
las normas sociales: ya no la sujeción como producción Por eso la medicalización de la sociedad y la disciplina-
práctica de estas normas, sino la psiquiatrización de rización de lo social tienden a juntarse.
1

1
los sujetos sociales como exploración del tema de la
7 En 1965, en la entrevista ya citada con Alain Badiou, Foucault
defensa social.
se distancia explícitamente de Durkheim y le reprocha un pensa-
Si así son las cosas, es importante reabrir en ese miento mítico de lo social, que articula la sustancia envolvente de la
1
momento significativo del pensamiento Foucault la sociedad y la sustancia integrada a la sociedad del individuo. Cf. M.
confrontación inédita y extremadamente fructífera Foucault, «Philosophie et psychologie ... », op. cit., pág. 441.
8 Se encontrará una historia de lo social en Jacques Donzelot,
con el tema de lo social, a cuyo respecto se sabe, por lo
demás, que en Foucault fue objeto de cierta denigra- L'Invention du social: essai sur le déclin des passions politiques, Pa-
rís: Seuil, 1994 [La invención de lo social: ensayo sobre la declina-
ción. El mérito de Foucault consiste en poner de mani- ción de las pasiones políticas, Buenos Aires: Nueva Visión, 2007].
fiesto la dimensión disciplinaria de lo social. Lo social 9 M. Foucault, Le Pouvoir psychiatrique . .. , op. cit., pág. 86.

112 113

'iJl1,
1 ,111
l. La defensa del orden social conducta monstruosa ya no es el compromiso de la ver-
dad de una conducta en el extravío de la locura local,
El papel clave de defensa del orden social cumplido sino la loca desorganización del juego de lo voluntario
por la psiquiatría se revela en oportunidad de un aná- y lo involuntario en los límites de un instinto. Lo que
lisis referido a sus condiciones de posibilidad. 1 La psi- º era decisivo para Esquirol, la «locura parcial», 16 que
quiatría no es una práctica unitaria que haya perma- afectaba un segmento de la existencia, desaparece en
necido sin cambios a lo largo de su historia. Lo impor- la nueva psiquiatría en beneficio de una locura gene-
tante, ajuicio de Foucault, es tomar nota de la ruptura ral, manifestada por el conjunto de una vida y cuyo ori-
que se produjo entre la medicina de los alienistas de gen no debe buscarse en un desarreglo local de la con-
'1
í Pinel a Esquirol y la nueva psiquiatría. u La transfor- ciencia, sino en un mecanismo más fundamental que es
mación de la psiquiatría tiene lugar en el momento de el del instinto. La medicina mental de Esquirol sigue
11

constitución de un nuevo objeto, marginal en la medi- siendo una medicina de la conciencia y de las locuras
que la acosan, mientras que la nueva psiquiatría, for-
i cina de los alienistas y esencial en la nueva psiquia-
mulada por ejemplo por Baillarger, 17 aspira a capturar
tría: el «instinto» .12 Este «no es para los alienistas sino
el último elemento que hace inteligible una conducta bajo la lógica de una conciencia la espontaneidad de un
1 monstruosa, situado en segundo plano con respecto al comportamiento dado en su proceso más fundamental:
delirio, la demencia y la alienación». 13 Es que la me- el juego de lo voluntario y lo involuntario. Foucault
'.1
1, dicina de Pinel y Esquirol sigue siendo una medicina señala que Baillarger, de manera muy elocuente, ca-
de la locura 14 que, bajo lo instintivo, busca el delirio racteriza la locura como un «estado de sueño», y no co-
1i¡1
1
explicativo, mientras que la nueva psiquiatría, que se mo un «estado en el cual uno se equivoca de verdad». 18
1111
desarrolla en la segunda mitad del siglo XIX, se es- Ahora bien, lo característico del sueño es justamente
11¡1
fuerza por restituir por debajo de la aparente locura la el hecho de no ser consciente, de formarse a pesar de
11

' ¡11 profundidad y la falla en la conducta instintiva. 15 La uno mismo, en una región de la existencia que ya no se
11 define por el rigor lógico de una conciencia, sino por la
111

10 Para
flexibilidad de un comportamiento instintivo.
Foucault, la cuestión reside en retomar el gesto kantiano
Esta nueva organización de la psiquiatría obedece
de las condiciones de un conocimiento, pero para desplazarlo hacia
el aspecto de las apariciones históricas de este. Sobre el kantismo a tres elementos. El primero concierne a la demanda
de Foucault, véanse John Rajchman, Michel Foucault: la liberté de administrativa dirigida a ella. 19 La ley de 1838, que
savoir, París: PUF, 1987, págs. 124-30; Guillaume le Blanc, «Le con- establece la internación de oficio de un alienado en un
flit des modernités>" Magazine Littéraire, abril de 1993, págs. 56- hospital psiquiátrico a solicitud de la administración,
60, y Béatrice Han, L'Ontologie manquée de Michel Foucault: entre
termina de constituir a la psiquiatría como disciplina
l'historique et le transcendantal, Grenoble: Jéróme Millon, 1998,
págs. 38-49.
11 M. Foucault, Les Anormaux. .. , op. cit., clases del 12 de febrero 16 !bid., pág. 145.
y el 19 de marzo de 1975. l7 Jules Baillarger, Recherches sur les maladies mentales, París:
12
!bid., clase del 12 de febrero de 1975, pág. 128. G. Masson, 1890.
13 !bid. 18 M. Foucault, Les Anormaux. .. , op. cit., clase del 12 de febrero
14 !bid., pág. 147. de 1975, pág. 146.
15 !bid., pág. 146. 19 !bid., pág. 129.

1:1i1 1 115
1 1
114

:,11: :11
médica, pues los hospitales psiquiátricos se conciben partir de 1870-1880, la psiquiatría debe decir cuáles
abiertamente a partir de su capacidad de curar a cier- son los desviados y cuáles los normales. Produce la di-
to tipo de enfermos. Esta medicalización de la psiquia- visión entre el sano y el malsano, que la sociedad nece-
tría tiene una eminente función social de defensa del sita para funcionar. 24
orden social que se trasluce en la nueva psiquiatría. La nueva psiquiatría coincide con la demanda so-
«Mas, a partir del momento en que entra en vigor la cial de una defensa del orden social. Tiene la misión de
ley de 1838, se verá que la pregunta planteada al psi- enunciar los peligros que acechan a la sociedad, fijar
quiatra será esta: tenemos ante nosotros a un indivi- los términos de la indisciplina que las diferentes disci-
duo que es capaz de perturbar el orden o amenazar la plinas no pueden someter. Se convierte así en la disci-
seguridad pública. ¿Qué puede decir el psiquiatra en plina que necesitan las demás cuando son incapaces
lo que concierne a esta eventualidad de perturbación o de reducir la indisciplina que las amenaza. 25 Asume
º
peligro?». 2 La enfermedad mental ya no es solamente entonces, con total rigurosidad, la función de una dis-
ciplinarización de los indisciplinados reacios a las nue-
ese negativo que es preciso excluir de la conciencia, si-
no el negativo social agazapado en ciertos comporta- vas disciplinas que cuadriculan el cuerpo social.Ahora
mientos que amenazan el orden sociaI. 21 El segundo bien, sólo puede desempeñar ese nuevo papel -y este
elemento se refiere al cambio en el pedido familiar. 2 2 es el aspecto esencial- si cambia de objeto de saber.
Con la ley de 1838, los allegados del enfermo pueden Para funcionar como nuevo poder en el espacio disci-
solicitarle al médico su internación, con la condición plinario del cuerpo social, la psiquiatría debe refor-
de que los peligros que les hace correr sean bien com- marse como saber. Mientras siga siendo el saber de la
probados por el psiquiatra. «El psiquiatra, por lo tan- conciencia y sus trastornos, será un saber inútil o, en
to, se erige en el agente de los peligros intrafamiliares todo caso, un saber poco aprovechable. Es preciso que
en lo que estos pueden tener de más cotidiano». 23 El se sumerja en la variedad de los comportamientos coti-
tercer elemento concierne a la demanda política. A dianos para que ella determine el valor del comporta-
miento normal y el del patológico, y disponga así que
20 /bid., pág. 131. la disciplina médica se haga cargo de las conductas
21 «Ya no, por lo tanto, los estigmas de la incapacidad en el plano diagnosticadas como patológicas. Lo cual equivale a
de la conciencia, sino los focos de peligro en el nivel del comporta-
miento» (ibid.)
decir que a partir del momento en que una demanda
22 Sobre el vínculo entre la familia y el poder psiquiátrico, véase social y política define al sujeto de la psiquiatría, su
M. Foucault, Le Pouvoir psychiatrique . . ., op. cit., clase del 28 de objeto sufre una profunda modificación, a tal extremo
noviembre de 1973, pág. 87: «La función psi tiene como referencial que esta asegura la continuidad de las disciplinas so-
constante la familia, la soberanía familiar, y ello, en la medida mis- ciales y la disciplina médica en el señalamiento de los
ma en que es la instancia teórica de todo dispositivo disciplinario».
Véase, asimismo, ibid., clase del 5 de diciembre de 1973, pág. 116:
peligros sociales generados por los indisciplinados y en
«Creo posible decir que, a partir de los sistemas disciplinarios, la la medicalización que se les brinda gracias a los reme-
soberanía familiar deberá hacerse cargo de la siguiente obligación:
"Es preciso que encuentren locos, débiles mentales, cabezas duras,
24/bid., pág. 144.
viciosos . .. "».
23 M. Foucault, Les Anormaux. .. , op. cit., clase del 12 de febrero 25Cf. M. Foucault, Le Pouvoir psychiatrique . . ., op. cit., clase del
de 1975, pág. 136. 21 de noviembre de 1973, págs. 55 y sigs.

116 117

1
dios propuestos por la medicina psiquiátrica. Donde la comportamiento», 29 son elementos activos de una
demanda social socializa la psiquiatría, hace de ella disciplinarización general de lo social. 30 La nueva psi-
un arte social, y la psiquiatría, a cambio, medicaliza el quiatría, en cuanto es la forma mayor de la medicali-
campo social. Lo decisivo en la nueva psiquiatría no es zación de los comportamientos, se convierte en un en-
tanto su cambio de objeto (estudio del instinto y ya no granaje indispensable de la sociedad de normaliza-
de las locuras parciales) como la colusión de lo social y ción. El paso de una psiquiatría de la alienación a una
lo médico, el encaje de lo disciplinario en lo médico, psiquiatría comportamental revela una ampliación
indispensable a los efectos de la defensa del orden so- considerable de las competencias de esta disciplina.
cial. La psiquiatría es la invención requerida por un En lo sucesivo, «de igual forma, será preciso poder si-
orden social que se esfuerza por neutralizar de la ma- tuarla [a cualquier conducta] con respecto a y en fun-
nera más eficaz posible los peligros que pueden llegar a ción de una norma que la psiquiatría también contro-
perjudicarlo. la, o al menos percibe como tal». 31 En cuanto debe po-
La psiquiatrización de lo social como elemento de der leerse de acuerdo con la distinción de lo normal y lo
defensa del orden social es el indicio de una revisión en patológico, toda conducta es susceptible de una eva-
profundidad de lo social por lo normal. En la clase del luación psiquiátrica. La nueva psiquiatría tiene la do-
14 de enero de 1976 de Defender la sociedad, Foucault ble ventaja de anexar «el dominio entero de todas las
caracteriza a las sociedades modernas como socieda- conductas posibles» 32 y de relacionar estas con cierta
des de normalización. 26 Estas son sociedades que, jun- idea de la normalidad, al exponerlas como conformes a
1 ! 1'1 to al marco jurídico y estatal que las define, deben su la norma o como apartamientos más o menos signifi-
funcionamiento real a una serie de disciplinas que ha- cativos de ella. 33 En realidad, la psiquiatría pone en
il juego dos sentidos de la norma. Construye un sentido
1 L:I cen posible la cohesión del cuerpo social. 27 Las disci-
:¡1
plinas garantizan en el plano material la cuadrícula prescriptivo de esta que designa como la regla de con-
'I'
,' ,¡:
1
"'I ' del cuerpo social mediante el recurso a normas par- ducta por alcanzar, imperativo de conformidad al cual
i 111 !
1

ticulares que los diferentes poderes disciplinarios se «Se oponen la irregularidad, el desorden, la extrava-
1
afanan en realizar. «Las disciplinas, en consecuencia, gancia». Se refiere, asimismo, a un sentido descriptivo
expresarán un discurso que será el (. .. ) de la norma. de la norma en cuanto regularidad comportamental u
Definirán un código que no será el de la ley sino el de la orgánica a la que se oponen «lo patológico, lo mórbido,
normalización». 28 La medicina tiene un papel funda- lo desorganizado». 34 La nueva psiquiatría reduce el
mental en esta empresa de normalización. «El desa- 29 !bid., pág. 35.
rrollo de la medicina, la medicalización general del 30 Sobre el lazo entre medicina y psiquiatría, véase M. Foucault,
Le Pouvoir psychiatrique .. . , op. cit., clase del 6 de febrero de 1974,
26 M. Foucault, «ll faut défendre la société», op. cit., clase del 14 de págs. 299 y sigs.
31 M. Foucault, Les Anormaux.. . , op. cit., clase del 12 de febrero
enero de 1976, pág. 35. Véase, asimismo, la genealogía del poder de
disciplina presentada en M. Foucault, Le Pouvoir psychiatrique . .. , de 1975, pág. 148.
32 !bid.
op. cit., clase del 21 de noviembre de 1973, págs. 41 y sigs.
27 M. Foucault, «IZ faut défendre la société» . .. , op. cit., clase del 14 33 !bid., pág. 150.

de enero de 1976, pág. 33. 3 4 !bid. Véase también, del mismo curso, la clase del 19 de marzo
28 !bid., pág. 34. de 1975, pág. 289.
111

118 119

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11 '
1 '
sentido prirnarlo de la norma al sentido secundario. para el orden social: los indisciplinados peligrosos cali-
Define la irregularidad respecto de la norma con refe- ficados corno tales por la psiquiatría. 37
rencia a una patología y, al hacerlo, relaciona la mayor En ese registro resulta decisiva la extensión con-
variedad posible de conductas con una medicina del siderable de la psiquiatría. Para que esta pueda fun-
cuerpo. De ese doble uso de la norma, el prescriptivo y cionar realmente corno instrumento de la defensa so-
el médico, se desprende que la psiquiatría puede defi- cial, es preciso que se libere del riguroso collar de hie-
nirse corno «la ciencia y la técnica de los anormales, los rro que la vieja psiquiatría imponía a la enfermedad.
individuos anormales y las conductas anormales». 35 En el límite, la psiquiatría debe poder valer corno una
La psiquiatría no se conforma con decir qué es lo nor- medicina sin enfermedad, medicina del cuerpo social,
mal y qué es lo patológico en las conductas cotidianas; y no del cuerpo vivo. Eso es, en efecto, lo que señala
encierra esa distinción en el cuerpo del individuo nor- Foucault: «La psiquiatría abandona a la vez el delirio,
mal o del individuo anormal. la alienación mental, la referencia a la verdad y, luego,
La nueva psiquiatría cumple así una función esen- la enfermedad. Lo que torna en cuenta en ese rnornen-
cial de defensa del orden social. Esta función implica to es el cornportarniento, sus desviaciones, sus anoma-
el abandono de la referencia médica a la curación, cen- lías; hace de un desarrollo normativo su referencia».38
tral para Pinel y Esquirol, en beneficio de la detección Mientras que a principios del siglo XIX la psiquiatría
y prevención de los individuos peligrosos, identifica- erige la locura corno enfermedad, a mediados de ese
dos por una atención maníaca a las involuciones de la rnisrno siglo comienza a desechar esta última. Su ex-
vida fijadas en la herencia, así corno a las formas de tensión obedece a esta exclusión de la enfermedad y a
degeneración racial. 36 Los anormales ya no son esos la construcción de un nuevo objeto psiquiátrico, defini-
enfermos que pueden constituir el objeto de una cura- do en su totalidad por la referencia a la norma conteni-
ción. En lo sucesivo son los individuos incurables, no da en la psiquiatría, la anomalía. La reorientación de
porque el remedio apropiado todavía no se haya descu- la psiquiatría, el paso de la enfermedad a la anomalía,
bierto, sino porque su rnal no se sitúa en el rnisrno ni- sólo puede instituirse a partir de un nuevo dominio de
vel que el rnal de las enfermedades. Son esos seres vi- estudio a la vez normal y vulnerable a todos los desór-
vientes incurables quienes, en su vida, plantean un denes posibles. Ese nuevo dominio de estudio es prin-
problema a la sociedad; incurables porque no se inscri- cipalmente la infancia. Así corno la antigua medicina
ben en el marco de la cura médica (los anormales se de los alienistas siempre excluía a los niños, en mayor
apartan de una medicina de la curación) ni en el de la o menor medida, de la locura que era menester estu-
cura social (los anormales son refractarios a las disci- diar, para trazar con mayor claridad un contraste en-
plinas). Se trata entonces, rnuy precisamente, de los tre la inocencia de la infancia o de cierta infancia y el
indisciplinados que representan un peligro constante vicio del estado adulto en el que se abisma un indivi-

35 !bid., clase del 12 de febrero de 1975, pág. 151. 37 Sobre el nexo entre locura y crimen, véase ibid., clase del 23 de
36 M. Foucault, Le Pouvoir psychiatrique . .. , op. cit.,
clase del 30 enero de 1974, págs. 233 y sigs.
de enero de 1974, pág. 273, en lo relacionado con la herencia patoló- 38 M. Foucault, Les Anormaux. .. , op. cit., clase del 19 de marzo

gica. de 1975, pág. 291.

120 121
l'i 111

11111
39 tilismo o la imbecilidad, 42 la psiquiatría adquiere un
duo, la nueva psiquiatría procura encontrar la clave
[,! 11 comportamental del individuo en su etapa infantil. En «poder médico sobre lo no patológico». 43 La despatolo-
el primer caso, la infancia es aquello que, hasta cierto gización de su objeto es la condición de la generaliza-
punto (a partir del cual se cae precisamente en la en- ción del poder psiquiátrico. Dicha generalización es un
l1 fermedad), es ajeno al vicio que lo interrumpe. En el hecho definitivamente consumado cuando la psiquia-
tría forja la noción de «estado», que distingue de los
1

segundo caso, es, por el contrario, lo que hace caer al


sujeto en un desorden tanto más difícil de erradicar «delirios». Así como la vieja psiquiatría se aferraba al
cuanto que marca una suspensión del desarrollo vital. solo vocabulario del delirio para autentificar una en-
,¡ En el primer caso, la infancia es ajena al proceso pato- fermedad mental, la nueva psiquiatría establece, bajo
lógico. En el segundo, cae en la patología, redoblada la apariencia ruidosa de los delirios, la continuidad
por un infantilismo mortífero que inmoviliza las con- silenciosa del estado, y bajo el alboroto confuso de las
ductas del individuo en un balbuceo pueril. Así, el niño enfermedades, el basamento evidente de la anormali-
es el blanco de la intervención terapéutica. 40 A través dad a partir del cual estas resultan posibles. «El esta-
de la infancia, la psiquiatría asume el poder sobre la do es una especie de fondo causal permanente, a partir
totalidad de los comportamientos de las personas. De del cual pueden desarrollarse cierta cantidad de pro-
ahora en más, la vida entera de un individuo se pone cesos( ... ) que, por su parte, serán precisamente la en-
bajo la mirada del psiquiatra, porque la infancia mis- fermedad». 44 La noción de «estado» tiene varias ca-
ma, zona recelosa y reacia hasta el presente, ingresa a racterísticas. Por un lado, es lo que fija la verdad de un
la órbita de la evaluación médica. «Para que una con- sujeto, lo que introduce una continuidad subjetiva ba-
11!1' 1
ducta sea de la competencia de la psiquiatría (... ), jo la variedad discordante de manifestaciones anacró-
bastará con que sea portadora de una huella cualquie- nicas y permite, asimismo, determinar el vocabulario
ra de infantilismo. (... ) Y, a la inversa, serán psiquia- de lo anormal a despecho de una apariencia de conti-
trizables todas las conductas del adulto, en la medida nuidad. Por otro lado, es lo que fija la verdad de un li-
en que(. .. ) puedan asimilarse y referirse a las con- naje de sujetos, lo que introduce una continuidad tran-
ductas del niño». 41 subjetiva al hacer girar la vida en torno a su historia y
La psiquiatría actúa en lo sucesivo como una disci- poner de manifiesto involuciones, degeneraciones ar-
plina general de la existencia humana, cuyo nuevo po- borescentes, toda una anormalidad de la herencia. 45
1
! der se debe a que se ha liberado del collar de hierro, de- Mediante la degeneración, la psiquiatría moderna
masiado estrecho para ella, de la enfermedad, para completa su «posibilidad de injerencia indefinida en
abarcar el ámbito mucho más amplio de las anoma- los comportamientos humanos», porque el degenerado
lías. Con la infancia y la posibilidad de evaluar el con- es, propiamente hablando, ese individuo anormal y no
i
1

!l, 111 junto de las conductas humanas con la vara del infan- enfermo, calificado de tal por el psiquiatra que relacio-
na su historia con otra que es anterior a él, la historia
39 !bid., pág. 285.
40 42
M. Foucault, Le Pouvoir psychiatrique .. . , op. cit., clase del 12 !bid.
de diciembre de 1973. 43 !bid., pág. 292.
41
M. Foucault, Les Anormaux. .. , op. cit., clase del 19 de marzo 44 !bid., pág. 294.
¡,, de 1975, pág. 288. 45 !bid., pág. 296.

122 123

.
¡:


,,1,1 de sus padres, de su familia, para caer así en el espacio termina, para todo el cuerpo social, no tanto el valor de
1 1!1': ficticio (pero terriblemente eficaz) de una medicaliza- una curación apropiada como los términos de la buena
ción de lo anormal en ausencia de patología. 46 protección. «A partir de la medicalización de lo anor-
¿Por qué esa inclinación de la psiquiatría a ver por mal, a partir de la puesta a un lado de lo enfermizo y,
WI doquier lo anormal? La respuesta la da la demanda so- por lo tanto, de lo terapéutico, la psiquiatría va a poder
¡;1
cial que se le dirige. «La psiquiatría ya no trata de cu- atribuirse en concreto una función que será meramen-
J¡111 rar, o ya no lo hace esencialmente. Puede proponerse te de protección y de orden. Se asigna un papel de
,,"I
(. . .) funcionar simplemente como protección de la so- defensa social generalizada». 50 La psiquiatría es la
'I ciedad contra los peligros definitivos de que puede ser disciplina de saber y poder llamada al rescate de las
,!
,¡11
víctima por individuos que se encuentran en un estado demás. Es la instancia científica de protección de lo
'11
anormal». 47 Desde el día en que se pone a actuar como social contra las personas peligrosas, en la medida en

l !'!
1
medicina social, más que como medicina de la cura- que ella misma determina los límites de la peligrosi-
¡11 ción, la psiquiatría deja de fijar su mirada sobre la en- dad. La psiquiatría inventa la peligrosidad como cate-
! ::¡!I¡ fermedad para posarla sobre lo anormal. Esta trans-
formación es exigida en su totalidad por el paso de una
goría mayor del orden social que nace con las discipli-
nas. Y fija, con el mismo cariz disciplinario, el estado
sociedad de la ley a una sociedad de la disciplina. Cuan- de anormalidad y la posibilidad del peligro social.
to más cuadriculan el cuerpo las normas disciplinarias,
más se comunican entre sí las disciplinas según la lec-
ción de Vigilar y castigar, 48 más es el individuo mismo
un engranaje de la disciplina, un sujeto de la discipli- 2. La vida en sus peligros
1
na, y ya no solamente, como en la primera época de es-
!11,¡ ta, su objeto, 49 y mayor atención presta el poder disci- Surge una nueva psiquiatría cuya función es la de-
plinario a la desviación, a lo anormal, habida cuenta fensa del orden social contra los individuos peligrosos,
de que desviación y anormalidad establecen los térmi- y ya no la curación de las enfermedades mentales, que
nos de un peligro social. En esta configuración de la era empero la meta misma de los médicos alienistas de
¡111 disciplina y del peligro, la psiquiatría se ve en la nece- Pinel a Esquirol. En ese registro, los anormales se con-
sidad de cumplir un papel fundamental, dado que pue- funden con los indisciplinados, que representan un pe-
de funcionar, en el conjunto de los saberes humanos, ligro constante para el orden social. Entre las tres pre-
en el doble registro del saber y el poder, como saber de guntas hechas al psiquiatra convocado a testimoniar
los peligros individuales que se difunden por una so- ante un tribunal: ¿El individuo es peligroso?, ¿El acu-
ciedad, y como poder disciplinario específico, que de- sado es pasible de pena? y ¿El acusado es curable?, 51
sólo la primera da el «la» de la psiquiatría. En el fondo,
46
su pertinencia permite entender las otras dos. Estas
!bid., pág. 298.
47 !bid.
48 50 M. Foucault, Les Anormaux . .. , op. cit., clase del 19 de marzo
M. Foucault, Surveiller et punir. .. , op. cit., págs. 228-9.
49 Véase, sobre todo, M. Foucault, «Les rapports de pouvoir pas- de 1975, pág. 298.
sent ... », op. cit., págs. 228-37. 51 !bid., pág. 300.

124 125

11

~
:¡¡ 1111

1 111

i 1111 tres preguntas son para Foucault, en todo caso, ajenas luado (curación o no, readaptación). Un motivo psico-
1 1 1 1¡i!
al vocabulario jurídico. Exceden el derecho, porque lógico: reconstruir la historia de una vida buscando en
1 ,. acarrean consigo un peso normativo que las sitúa por ella las razones que son el origen del acto y permiten
' ·11.1 entero en el marco de una sociedad de la disciplina cu- explicarlo. Un motivo moral: establecer los límites de
I'
'11
ya preocupación es, ante todo, defenderse de los peli- lo bueno y lo malo, lo sano y lo malsano, y hacerlos ac-
gros internos. 52 De tal modo, orientan la psiquiatría
11

il 1,¡11, tuar en la historia misma de una vida. La pericia psi-


;!. hacia una pericia de los posibles peligros que algunos quiátrica inventa al delincuente en el entrelazamiento
'1
1
individuos significan para el orden social. de estos cuatro motivos. Lo característico del delin-
,¡i La pericia psiquiátrica inventa la figura del delin- cuente es que se le puede asignar una pena y aplicar
1,

¡ji¡
cuente. Donde hay un crimen, la psiquiatría se remon- una tecnología específica, 55 en el momento mismo en
ta al criminal, describe su psicología, invoca una lo- que su verdad psicológica se formula en los límites de
cura.53 Constituye lo que Foucault llama «doblete psi- una evaluación moral.
cológico ético del delito», pues sitúa una conducta en La invención del delincuente por la pericia psiquiá-
relación con una psicología íntegramente construida trica permite entrever la desvinculación de la psi-
en el marco de lo normal y lo patológico entendidos en quiatría moderna de la mera virtud médica de la me-
I" un sentido moral. Al enunciar lo regular y lo irregular dicina de los alienistas y precisar así la nueva signifi-
de una serie de conductas, 54 la psiquiatría puede defi- cación de esa disciplina como técnica social. Mientras
nirse como el conjunto de los juicios de apreciación de que en sus orígenes históricos (1810-1830) la pericia
una persona, en su acto pero también al margen del psiquiátrica se concibe como un acto médico inscripto
acto, en la larga historia que la conduce a él, según los de derecho en la medicina de la época, en la actualidad
polos a la vez médicos y morales de lo normal y lo pato- está desconectada del saber médico pero sigue ac-
1 1
lógico. El delincuente es el sujeto inventado para el de- tuando, sin embargo, por el lado de la práctica judicial.
¡.·:
recho por la pericia psiquiátrica que, al remontarse de Sucede justamente que su papel ha cambiado, como lo
' . li1 una conducta a la silueta que la produce, y de la in- confirma, a juicio de Foucault, la circular Chaumié de
fracción al personaje oculto bajo su gesto, oberlece a 1905, que exige al psiquiatra definir no la responsabi-
1

Ill:IJ i'
1

varios motivos. Un motivo jurídico: ser un elemento lidad del sujeto criminal, sino el régimen de las ano-
fundamental, tanto más importante por estar ligado a
1

11',I malías mentales que pueden ser relacionadas con la


1
un saber, en la fijación de la pena. Un motivo médico: infracción. Foucault interpreta ese deslizamiento de
illi saber lo que es posible hacer con el individuo así eva- una psiquiatría de la responsabilidad a una psiquia-
tría de la anomalía como un vuelco de esta disciplina
52 El propio Foucault califica la psiquiatría de «instancia general hacia un papel de técnica social de evaluación de los
de defensa de la sociedad contra los peligros que la minan desde peligros internos de una sociedad. Ya no se trata de
1.
dentro», en ibid., pág. 299 (las bastardillas son nuestras). enunciar la relación jurídica con una responsabilidad,
53 Sobre la conexión del crimen con la locura, véase M. Foucault,
sino de justipreciar un peligro para una sociedad y fi-
Le Pouvoir psychiatrique .. . , op. cit., clase del 23 de enero de 1974,
pág. 250.
jar los términos de su corrección posible.
54 M. Foucault, Les Anormaux. .. , op. cit., clase del 8 de enero de
1,
1975, pág. 16. 55 !bid., pág. 20.

126 127

~I
l

1
111
l!¡'i
11
eventualmente peligroso». 58 El peligro no depende de
De ello se derivan una mala y una buena interpre- una mirada inocente dirigida por un individuo a su en-
ll' tación de la pericia psiquiátrica. La mala interpreta- torno, no es ese negativo que atormenta lo real y que,
ción se basa en la convicción de que el poder psiquiá- por una percepción específica, suscita una reacción de
trico, en el contexto de su saber médico, se habría en- la institución judicial cuya prolongación natural es la
contrado con el poder judicial, y de que ese encuentro corrección. Es el fruto de un imperativo de protección
habría producido una síntesis original: la pericia psi- que se extiende al conjunto del cuerpo social, cuya for-
quiátrica. Esta interpretación tiene el doble defecto de mulación es posible gracias al «principio de una homo-
hacer creer que las formaciones psiquiátrica y jurídica geneidad de la reacción social» que liga la instancia
preexistían a su encuentro (lo cual es verdad en el caso médica de la curación a la instancia judicial del casti-
del derecho, pero lo es menos en el de la psiquiatría) y, go. 59 Del peligro es preciso decir, entonces, que no es
sobre todo, que ese encuentro era resultado de lastra- tanto una evidencia corno un artefacto de la sociedad
yectorias de ambas. La buena interpretación debe disciplinaria que, al asimilar lo médico a lo jurídico y
mostrar, al contrario, que la psiquiatría y el derecho se recíprocamente, saca a la luz una categoría de indivi-
recomponen gracias al surgimiento de un nuevo poder, duos que, con respecto a las normas definitorias del
que es el poder de normalización, un poder «ni médico cuerpo social, son considerados corno sospechosos, por-
ni judicial» que «tiene en sí rnisrno su autonomía». 56 tadores de sombras. El peligro es, así, el efecto de una
r De modo que la verdadera apuesta de Los anormales,
más que la psiquiatría, más que los anormales, es «la
conciencia de la fragilidad del todo disciplinario. Res-
ponde a una reflexión de las disciplinas sobre sus pro-
emergencia del poder de norrnalización». 57 Más exac- pios límites. En lo formal, el peligro supone una idea
tamente, en el curso de 1975 se trata de comprender de la fragilidad de la unidad social. En lo material, es
cómo se defiende lo social, mediante el surgimiento de codificado, formulado, por el factor rnisrno que lo hace
un poder de normalización, contra lo que lo amenaza. desaparecer o, al menos, le impide generalizarse, cier-
La vida social y el poder de normalización logran así ta institución judicial y médica cuyo punto culminante
coincidir en el hecho de que la normalización aparece es la pericia psiquiátrica.
! corno el medio adecuado de una defensa del orden so- Los psiquiatras, por consiguiente, no se conforman
1 cial. De ese modo, la construcción de lo anormal por la con rnedicalizar el crimen reduciéndolo a la psicología:
psiquiatría no compete a la instancia psiquiátrica con- formulan con la mayor claridad posible el imperativo
siderada en su mero desempeño médico, sino a un po- de defensa social que la sociedad necesita para preca-
1
der de normalización que atraviesa la psiquiatría, la verse contra los desórdenes que aparecen en el cuerpo
redefine por completo y aparece corno la verdadera di- social (desarrollo de la miseria y del proletariado, con-
mensión de lo social. diciones habitacionales y alimentarias que se tornan
! El poder psiquiátrico dice cuáles son los individuos críticas a causa del crecimiento de los centros urba-
1
peligrosos: «En la pericia psiquiátrica(. .. ), lo que el nos ... ). La psiquiatría formula las reglas de la buena
experto tiene que diagnosticar (. .. ) es el individuo
58 !bid., clase del 15 de enero de 1975, pág. 32.
56 !bid., pág. 24. 59 !bid., pág. 31.
57 !bid.
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higiene del cuerpo social en el momento en que este co- junto de las relaciones que lo ligan a los intereses, los
mienza a ser una realidad. ,y la psiquiatría, en el paso cálculos, el carácter, las inclinaciones, los hábitos del
1L1
del siglo XVIII al siglo XIX, ganó autonomía y adquirió sujeto». 61
1,
i tanto prestigio en virtud de que logró inscribirse en el
marco de una medicina concebida como reacción a los
º
peligros inherentes al cuerpo social». 6 Se comprende
por qué, en ese registro, los crímenes sin motivo plan- 3. Los anormales
tean el problema del peligro en toda su amplitud. Es
que, en teoría, cualquiera puede obrar de manera in- El individuo peligroso así comprendido en la peri-
sensata, producir ese negativo que tanto temor des- cia psiquiátrica no es otro que el anormal. «Con la pe-
pierta en la sociedad. Cualquiera puede matar sin ra- ricia tenemos una práctica que concierne a anormales,
zón, verse afectado por una locura criminal. La psi- pone en juego cierto poder de normalización y tiende
quiatría se esfuerza por responder a ese anonimato (. .. ) a constituirse como instancia de control de lo
angustiante de la locura asesina. No sólo individuali- anormal». 62 Lo anormal no es lo que sale de la norma,
za: también produce la causalidad faltante, restituye sino lo que esta no logra nivelar. Es aquello que, reacio
la historia secreta de esos hombres en apariencia co- a las normas de las disciplinas del cuerpo social, sus-
rrientes, pero profundamente distintos. La psiquiatría cita el poder normalizador de la psiquiatría. Es posible
¡· hace visible el crimen inmotivado. Pone en evidencia identificar la serie hombre perverso-individuo peligro-
estigmas patológicos en toda la psicología del criminal: so-anormal en su relación respectiva con el poder mé-
111¡ acá una locura moral, allá una locura instintiva, acu- dico legal. El perverso es aquel que, para la psiquia-
llá una imbecilidad pueril. Pretende conjurar el dra- tría, es portador de los peligros capaces de perjudicar a
ma anónimo de los asesinatos designando los tipos una sociedad. Es el individuo peligroso en potencia a
111111
! i 1 psicológicos que caen en la locura y considerando las quien la psiquiatría reconstituye más acá del acto cri-
formas de corrección posibles. minal. 63 La perversidad es así el motivo psicológico
que permite formular la categoría del individuo peli-
«Los médicos a quienes sólo debía convocarse para groso. El anormal, en esa serie, es el individuo peligro-
constatar los casos cada vez más evidentes de demen- so en cuanto se relaciona con un tratamiento y, de tal
cia o furor comenzarán entonces a ser llamados como modo, es el objeto de un poder de normalización. El
"especialistas del motivo"; deberán evaluar no sólo la perverso, el individuo peligroso y el anormal definen
razón del sujeto, sino la racionalidad del acto, el con- los tres momentos de una existencia ilegal.
1 En ese contexto, la psiquiatría desempeña una
doble función, explicativa y descriptiva, que le da toda
60 Michel Foucault, «L'évolution de la notion d'"individu dange-
reux" dans la psychiatrie légale du XIXe siecle», en Dits et écrits, op.
61 lbid., pág. 453.
cit., vol. 3, pág. 450 [«La evolución de la noción de "individuo peli- 62 M. Foucault, Les Anormaux. .. , op. cit., clase del 15 de enero de
groso" en la psiquiatría legal», en La vida de los hombres infames:
1975, pág. 39.
ensayos sobre desviación y dominación, Madrid: La Piqueta/Endy- 63 ]bid., pág. 30.
mion, 1990].

130 131

1
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1;111,I

su importancia en una defensa social que es la obse- monstruo humano, 64 el individuo a corregir65 y el niño
sión de la sociedad disciplinaria. Funciona como un masturbador. 66 Estas tres figuras de la anomalía, que
saber que pone de relieve, a contrapelo de un acto, una van desde los confines de la humanidad captada en su
psicología cuya reconstrucción permitirá identificar margen natural hasta la humanidad más corriente (el
mejor la naturaleza del individuo peligroso y exami- niño), dan sentido a la figura del anormal tal como
nar de manera más adecuada las formas de la correc- aparece en el siglo XIX. «Creo que, para situar esta es-
ción que es preciso aplicar a ese anormal. No obstante, pecie de arqueología de la anomalía, puede decirse que
hay que hacer la salvedad de que no funciona simple- el anormal del siglo XIX es el descendiente de esos tres
mente como un saber, sino también como un poder, po- individuos que son el monstruo, el incorregible y el
der de encerrar o no encerrar, corregir o no corregir, masturbador». 67 El anormal del siglo XIX hereda las
pero, más fundamentalmente aún, poder de decir por tres formas de la anomalía. Esta encierra al monstruo
anticipado cuáles son los peligros posibles, cuáles son humano, al indisciplinado y al onanista en otra confi-
'll I !
los individuos de quienes hay que desconfiar, cuáles guración del saber y el poder, descripta en el adveni-
son aquellos a los que es preciso vigilar más de cerca. miento de la psiquiatría moderna.
La psiquiatría funciona como una futurición de los pe- Con todo, estas tres figuras de la anomalía no tie-
ligros venideros, y no sólo como una clínica explicativa nen igual papel en la génesis del anormal. Foucault
de los peligros presentes. destaca dos de ellas: el monstruo y el niño masturba-
Los anormales son entonces tanto los individuos dor. 68 ¿Qué nos dicen el monstruo y el onanista a pro-
peligrosos presentes como los futuros. De allí la nece- pósito del anormal? En esencia, que los rasgos princi-
sidad de que la psiquiatría identifique figuras de la pe- pales de este se establecen a partir de cierta construc-
ligrosidad, y no exclusivamente a individuos peligro- ción del juego de los instintos y sus perturbaciones. Lo
sos. Desde ese punto de vista, lo anormal desborda al que diferencia al monstruo del anormal monstruoso,
individuo peligroso, no sólo porque lo considera según al niño onanista del niño masturbador normal, es un
el poder de normalización que se relaciona con él, sino problema de decodificación del mundo de los instintos.
además porque construye una tipología de los indivi- El anormal surge cuando, en el siglo XVIII, aparece
duos peligrosos. La categoría de los anormales forma- una nueva configuración del poder y del saber, en res-
liza el plural de los individuos peligrosos. Esa formali- puesta al imperativo táctico de una continuidad del
zación se obtiene por la referencia a la anomalía. El poder. 69 En el siglo XVIII el poder ya no se ejerce úni-
anormal es aquel que en su comportamiento deja ver camente por medio de una serie de rituales, un cere-
una anomalía. Esta genera la continuidad, reclamada monial del espectáculo de la soberanía. Se ejerce de
por el psiquiatra, entre la visibilidad de los comporta-
mientos y la invisibilidad de una psicología. Es la ano- 64 !bid., clase del 22 de enero de 1975, pág. 51.
1 1 65
malía, como visibilidad fundamental de un comporta- !bid., pág. 53.
66 !bid., pág. 54.
miento trastornado, la que permite identificar focos de 67 !bid., pág. 55.
peligro y remontarse a perversidades sepultadas en 6 8 Véase ibid., última clase (19 de marzo de 1975), pág. 275, don-
psicologías de apariencia corriente. Para Foucault, de Foucault se explaya al respecto.
tres figuras constituyen el dominio de la anomalía: el 69 !bid., clase del 29 de enero de 1975, pág. 80.

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1 132 133

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manera homogénea sobre la totalidad del cuerpo so- ne un orden disciplinario, una continuidad de las dis-
cial. Adopta una nueva forma disciplinaria, cuyo mas- ciplinas en un cuerpo social homogeneizado por ese
carón de proa es el poder de castigar, como efecto de la medio. La pesadilla del poder disciplinario es entonces
vigilancia generalizada y fina de una sociedad. 7 Fou- ° la irregularidad (irregularidad de lo que escapa a la
disciplina o irregularidad de lo que la amenaza). La
cault explica esta transformación del poder recurrien-
do a la hipótesis de un aumento de sus efectos en vir- disciplina está así, por naturaleza, atenta a la franja
tud de una disminución de su costo. Esta hipótesis de de indisciplina que la bordea y que amenaza poner en
una eficacia más grande del poder afecta, asimismo, al riesgo su ejercicio. Esta atención se revela en el mayor
poder de castigar, que conlleva la triple ventaja de te- cuidado que se pone en el tratamiento del poder puni-
11'
1. ner formas de vigilancia extremadamente refinadas, tivo. El poder punitivo se convierte en la disciplina de
vincular de manera necesaria el crimen al castigo, y la indisciplina, tanto más necesaria cuanto que el po-
111
1

no limitarse a castigar el crimen, sino asegurarse de der, en su conjunto, se define en el cuerpo social por la
.'l,1 que no se repita. 71 En la nueva economía del poder, la disciplina. El interrogante del poder disciplinario es
tecnología del castigo adquiere un lugar central por- entonces el siguiente: ¿Hasta qué punto la indisciplina
que, en el marco de un gasto mínimo para el poder, misma puede ser objeto de la disciplina? Para que lo
procura fijar los términos de una peligrosidad y propo- sea es necesaria una disciplina nueva que tienda un
i ti
puente entre lo judicial, que por vocación se ocupa de
ner su corrección más adecuada. El rasgo característi-
co del poder disciplinario, en su ejercicio real, no es en los problemas disciplinarios, y lo médico, que puede
ningún caso la desmesura del soberano, sino, muy por definirse en sentido amplio por la asistencia prestada
el contrario, cierta regularidad. La vigilancia conti- a personas que sufren. La inserción de la psiquiatría
nua, el ejercicio homogéneo de las disciplinas (fabril, en el aparato judicial permite la existencia de ese
escolar) y el rigor del castigo delatan un equilibrio de puente. Pero es preciso reconocer que este es insufi-
ponderación típico del poder disciplinario. «Todo el ex- ciente y corre el riesgo de ser ineficaz mientras no se
ceso, toda la gran economía del derroche ritual y mag- elabore un saber de la indisciplina. En efecto, sin ese
nífico del poder de castigar(. .. ), va a desaparecer aho- saber, ¿cómo asegurarse de que el poder disciplinario,
ra en beneficio de una economía ya no del desequi- bajo la forma del nuevo aparato médico-judicial que
librio y el exceso, sino de la mesura». 72 asoma en la práctica psiquiátrica, no quede a un lado?
La obsesión del poder disciplinario es, por tanto, la El poder disciplinario sólo puede tener autoridad so-
regularidad (regularidad de los comportamientos, en bre los indisciplinados si la psiquiatría sabe más acer-
las fábricas, las escuelas, las administraciones; regu- ca de estos que ellos mismos y desarma su subjetivi-
laridad de los procedimientos disciplinarios que pro- dad agresiva con la astucia de un saber tan fino que
d ducen tipos de comportamientos). 73 Es ella la que defi- sea capaz ora de prevenir, ora de curar. Tal es, en el
fondo, la apuesta del saber psiquiátrico: cumplir el pa-
70 /bid., pág. 81. pel de operador teórico de calificación para el ejercicio
71 /bid.
72 /bid., pág. 82.
73 Cf. M. Foucault, Le Pouvoir psychiatrique . .. , op. cit., clase del continuo, sino que implica, por el contrario, un procedimiento de
21 de noviembre de 1973, pág. 49: «El poder disciplinario no es dis- control continuo».

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134 135

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' ¡ práctico de la disciplina en su sentido amplio, y de la
' «El crimen tiene una naturaleza y el criminal es un ser
disciplina punitiva en su sentido estricto. Ahora bien,
natural caracterizado, en el plano mismo de su natu-
,1
la psiquiatría sólo podrá hacer valer ese saber, para
raleza, por su criminalidad. Así, podrán ver que por es-
.1
asegurarse definitivamente su lugar en el ejercicio del
ta economía del poder se plantea la exigencia de un sa-
1 poder disciplinario y en el aparato judicial, si remonta
11
ber totalmente nuevo, en cierto modo un saber natura-
los meandros subjetivos de aquellos a quienes se diri-
lista de la criminalidad. Será preciso hacer la historia
ge y desata los nudos de esas singulares personas que
natural del criminal como criminal». 75
son los indisciplinados. Convertirse en la disciplina de
estos es construir un saber de lo indisciplinado, una
El interés en el crimen reconstruido por los psi-
psicología que ilumine las sombras, las negruras, lo
il 1 i quiatras ya no puede ser el interés del antiguo sistema
negativo del hombre peligroso, y ponga de relieve, en
penal, asimilado a un móvil racional, un cálculo que
lugar del escándalo de la falta de razón de un crimen o
pone al sujeto en una situación de responsabilidad di-
una masturbación, un interés o un motivo.
recta con respecto a su acto. 76 Ese interés en el crimen
La psiquiatría es el saber de las irregularidades
se desplaza de la inteligibilidad a la afectividad, del
que las disuelve en la regularidad psicológica de los in-
cálculo al automatismo, de la racionalidad al instinto.
tereses. Foucault muestra con mucha claridad que el
El desplazamiento signa la naturalización del crimi-
paso del monstruo humano al anormal se efectúa en la
nal. La vida de este es tan idéntica a su acto que, toma-
dilucidación de los crímenes monstruosos sin inte-
da en su naturaleza propia, se expresa en tendencias
rés. 74 Para dar razón de un crimen monstruoso, del
. 'I fundamentales al crimen.Así encerrado en el terror de
crimen sin razón, la psiquiatría convoca la historia del
sus instintos, el criminal es el hombre a quien han en-
1· criminal y busca en ella los motivos o las pruebas de
fermado impulsos que ya no controla. Su enfermedad
una aberración básica. De tal modo, medicaliza al cri-
i 11111¡ lo califica en la naturaleza, en la verdad instintiva de
minal antes de su caída en el crimen, y al mismo tiem-
su ser. La psiquiatría articula el problema del instinto
po le atribuye una psicología. Hace del sujeto criminal
con el problema de la enfermedad. «A partir del instin-
un sujeto ya enfermo con anterioridad al crimen, cuya
1

to, toda la psiquiatría del siglo XIX va a poder devolver


! 1il ll':il1 psicología se deja ver en su totalidad en una patología
1 a los ámbitos de la enfermedad y la medicina mental
primera, legible en la historia de una persona. Res-
todos los trastornos, todas las irregularidades (. .. ). A
ponde así al carácter profundamente monstruoso del
partir de la noción de instinto, y en torno a lo que era
crimen desinteresado, a esa aberración natural, me-
: 1 otrora el problema de la locura, podrá organizarse to-
1
diante una recalificación del criminal que lo devuelve
da la problemática de lo anormal». 77
a la naturaleza. Lo que en apariencia estaba al mar-
La historia de la locura se interrumpe en su forma
gen de esta, el criminal y su crimen, constituye, por in-
patológica con la aparición del instinto. O, en todo ca-
termedio del saber psiquiátrico, el objeto de una nueva
naturaleza.
75 !bid., clase del 29 de enero de 1975, pág. 83. Véase el análisis

74 del caso Hcnriette Cornier en la clase del 5 de febrero del mismo año.
La clase del 5 de febrero de 1975 de Les Anormaux. .. , op. cit., 76 !bid., clase del 5 de febrero de 1975, pág. 120.
está dedicada a ese paso. 77 !bid., pág. 122.

136
137

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1111!'

Así, la sexualidad se une al instinto en la categoría de


so, se inclina hacia una problematización de lo anor- lo anormal cuando la psiquiatría hace de ellos las dos
mal en la que el instinto, con su cortejo de furores pul- figuras mayores del peligro social, que el control disci-
sionales, es ahora la categoría principal y puede remi- plinario no puede dejar de revelar cuando está redo-
tirse a los desbordes de la sexualidad. Así, la figura de blado por un control médico. La medicalización del
lo anormal reemplaza las figuras de la anomalía cuan- cuerpo social, bajo la forma de una prevención de los
do la psiquiatría logra, como saber/poder, establecer peligros sociales aportada por la medicina, puede
un continuo del monstruo humano al niño masturba- construirse cuando el diagnóstico de lo anormal conci-
1,I dor. Ese continuo sólo es posible a condición de postu- lia las grandes figuras separadas de la anomalía, el
lar cierto acoplamiento entre el mundo instintivo en monstruo humano y el niño masturbador, en las pe-
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¡1'·,l.1
11 que está encerrado el monstruo humano y el mundo se- queñas figuras del instinto y la sexualidad.
1 i
xual del niño masturbador. Ahora bien, la sexualidad
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del niño no puede sino tener vasos comunicantes con
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los malos instintos del monstruo humano una vez que
1
1

1
11
la medicina se relaciona con ella. Al volcarse al campo
'1'·
,11
de la enfermedad, 78 las prácticas masturbatorias del
4. Poder médico y control social
niño quedan sometidas a una evaluación médica 79
que es, a la vez, una evaluación disciplinaria efectua- La construcción de lo anormal es un efecto de la
da por la medicina a solicitud de las familias. 8 La fa- º irrupción del poder médico como elemento fundamen-
tal de un control del cuerpo social. La medicalización
milia es el relevo de las disciplinas, en cuanto la vigi-
lancia que instaura sobre la sexualidad de los niños de la masturbación se refiere, en verdad, a una forma
mediante el poder médico aparece como un instru- de control y racionalidad que se demanda al saber y el
mento privilegiado de la defensa social. 81 Esa vigilan- poder médicos. 83 ¿Qué significa el desarrollo de ese po-
cia se ejerce en nombre de un orden sexual normal, der médico como instrumento privilegiado de la defen-
realizado o futuro, celebrado por su falta de peligro pa- sa social? Con ello se señala que las disciplinas de vigi-
l'ii ra el orden social. «En resumen, la instancia de la fa-
milia medicalizada funciona como principio de norma-
lancia, producción, etc., sólo pueden funcionar correc-
tamente si toman a su cargo a los indisciplinados, los
1
, , 1

lización. Es esa familia (. .. ) la que ahora, desde las sujetos recalcitrantes a las disciplinas. Esa responsa-
1 primeras décadas del siglo XIX, podrá poner de ma- bilidad supone, a la vez, un diagnóstico y un remedio
'
1
li :
nifiesto lo normal y lo anormal en el orden sexual». 8 2 que son elaborados en la institución médica. La psi-
,1 '11
quiatría no es tanto ese saber médico llevado a su ex-
:1
1 tremo mental más sofisticado como la institución dis-
78
!bid., clase del 5 de marzo de 1975, pág. 223. ciplinaria que construye, con vistas a neutralizarlas,
1 i ,'11
1

79 !bid., pág. 235.


80 !bid., págs. 238-9. las diferentes figuras del peligro social. La medicaliza-
:1
'I,
81
Jacques Donzelot desarrolló con amplitud este tema en La Po- ción de lo social no es, entonces, otra cosa que la res-
·11 lice des familles, París: Éditions de Minuit, 1977 [La policía de las puesta de las disciplinas, en la sociedad misma, a las
1,I:; familias, Valencia: Pre-Textos, 1979].
82
M. Foucault, Les Anormaux. .. , op. cit., clase del 5 de marzo de 83 !bid., clase del 12 de marzo de 1975, pág. 250.
1975, pág. 239.
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social responde entonces a una triple función. Señala
¡l li
formas de indisciplina que son una amenaza para es-
ta. Debe plantearse la salvedad, no obstante, de que el los límites de las normas, tanto de disciplina como de
desarrollo del poder médico excede esa función de de- regulación; inviste lo negativo que estas no logran re-
1 fensa social, y pone de relieve otro sujeto de las nor- absorber, el escándalo de la indisciplina, la sombra de
mas que no es la sociedad, o, mejor, otro sujeto de las la muerte, y medicaliza esa negatividad con vistas a
normas para la sociedad que no son los individuos reabsorberla o, en su defecto, a circunscribirla: la psi-
ip disciplinados. Ese otro sujeto de las normas es la vida. quiatría responde en esencia a la medicalización en la
11
La medicalización del cuerpo social da a entender que era de las disciplinas, mientras que la biopolítica deja
¡ entrever otros usos de la medicina; para terminar, la
el todo disciplinario no es el todo social, pues esa medi-
calización se prolonga en normas que no remiten ex- arqueología de lo social inscribe al sujeto de la vida so-
clusivamente a las de carácter disciplinario y que con- cial, el individuo sometido, en la vida biológica de una
ciernen a la vida misma. La vida redefine la sociedad a población. Según esta lectura, es posible imaginar la
1 reunión de los cursos de 1974-1975 y 1975-1976. Los
j partir de normas distintas de las disciplinarias: las
normas de regulación; a partir de otra exigencia de de- anormales y Defender la sociedad proponen la refle-
fensa: la exigencia biopolítica de seguridad, ya no diri- xión más amplia, encaminada a las disciplinas y el
gida a individuos sino a toda una población; y a partir biopoder, sobre los peligros sociales a partir de una
de una institución distinta de la disciplinaria: la insti- psiquiatrización de estos, de un análisis de los peligros
tución estatal. El biopoder completa el elemento disci- políticos propuesto por los discursos de la guerra, y de
plinario con la introducción de otro esquema de defen- una medicalización de los peligros biopolíticos. De esa
sa social, expresada bajo la forma de un imperativo de arqueología de la forma social en las diferentes nor-
seguridad cuyo punto de referencia es, en lo sucesivo, mas que la recorren, lo importante sería comprender,
la vida misma de los sujetos. según Foucault, hasta qué punto la medicina está des-
En ese contexto, los peligros de una sociedad se tinada a desempeñar un papel central, ya no sólo como
identifican con patologías particulares que una pericia clínica de los individuos y ni siquiera como práctica co-
médica puede detectar y de los que debe estar en con- lectiva hospitalaria, sino, en términos más fundamen-
diciones de prevenirnos. «La preponderancia atribui- tales, como la codificación de los peligros sociales y la
da a la patología se convierte en una forma general de instancia de legitimación de la defensa social, tanto en
regulación de la sociedad. La medicina ya no tiene hoy el plano disciplinario como en el plano biopolítico.
campo exterior». 84 Podría así comprenderse que la so-
ciedad, en la era de las normas, se defina en profundi-
dad por la preocupación disciplinaria de la defensa so-
cial completada por la obsesión biopolítica de la segu-
ridad. En esa era de las normas, una arqueología de lo

84 Michel Foucault, «Crise de la médecine ou crise de l'anti-méde-

cine?», en Dits et écrits, op. cit., vol. 3, pág. 53 [«¿Crisis de la medici-


na o crisis de la antimedicina?», en Estrategias de poder. .. , op. cit. J.

140 141

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11 1

I' 111,I
5. El problen1a de las ciencias humanas cimiento de las ciencias humanas se inscribe como un
l
. 11
acontecimiento considerable en la cultura europea.
1 1 :li «Las ciencias humanas, en efecto, se dirigen al hombre
' 'I en cuanto vive, habla y produce». 3 Con la invención
111¡1'1 del pliegue antropológico queda sellada una versión de
la modernidad. Si esta se halla ligada al nacimiento de
.'¡:11,1
la figura del hombre, las ciencias humanas le asegu-
' 1
ran su desarrollo más adecuado al desplegar las ma-
',1'1
,, trices fundamentales que las mueven: la vida, el tra-
il ,'1,1 l. La diferencia arqueológica bajo y el lenguaje. Por ello, Foucault no puede dejar de
111ij plantearse el problema de una contramodernidad. El
Al asignar a la arqueología la tarea de exhumar las anuncio de la desaparición de la figura del hombre,
epistemes que permiten dar razón de los discursos y que cierra Las palabras y las cosas, se ajusta a la posi-
conceptos, en lugar de verlos capturados por una re- bilidad de un contrauso que la filosofia procura recap-
fundación en términos de cogito, conciencia o sujeto, turar milagrosamente en la arqueología misma. Así,
Foucault puede elaborar un análisis radicalmente no- la arqueología de las ciencias humanas se efectúa so-
vedoso de la historia de las ciencias humanas. El hom- bre un doble borde: la historia del surgimiento y el de-
bre ya no es esa evidencia silenciosa a la cual sería ne- sarrollo de estas ciencias se estudia en función de una
cesario volver, sino una construcción histórica depen- depreciación posible a su respecto.
diente de una nueva configuración de los discursos, un Para hacerlo, Foucault desvincula el lenguaje de
conjunto de estructuras solidarias de una lógica histó- los otros dos dobletes empírico-trascendentales. Com-
rica. La arqueología de las ciencias humanas empren- prueba que la desaparición de la historia natural y del
dida por Foucault debe revelar las «estructuras lógi- análisis de las riquezas fue absorbida por la unifica-
cas» que hacen posibles los diferentes enunciados de ción llevada a cabo por las categorías de la vida y la
las ciencias humanas. Esas estructuras lógicas apare- producción y los nuevos saberes, biología y economía.
cen con la declinación del discurso «que aseguraba el
1

lj!il A la inversa, la explicación de los modos de ser del len-


despliegue inicial, espontáneo e ingenuo de la repre-
'~'I¡
guaje no puso freno a la desaparición de la unidad de
sentación en el cuadro». 1 Liberados del espacio de la la gramática general. Al contrario, esos modos de ser
representación, la vida, el trabajo y el lenguaje pueden terminaron por multiplicarse. 4 Esa dispersión irre-
'11'11
interpretar su propia partitura antropológica. Se con- ductible del lenguaje revela la existencia de un ser
11.·
111'
vierten en las nuevas formas a partir de las cuales el propio de este cuya aparición deja entrever los linea-
1:11
hombre aparece como ser vivo, ser laborante y ser par- mientos de una postura filosófica inactual que es pre-
lante. 2 La biología, la economía y la filología se consti-
'11
1 :,¡ ciso conquistar. En ello se empeña Foucault, al consta-
tuyen como los nuevos saberes sobre cuya base el na- tar, ante todo, que «el lenguaje sólo ingresó directa-
¡,,11

1'
'¡11
1 M. Foucault, Les Mots et les choses .. . , op. cit., pág. 315.
,1,
3 !bid., pág. 362.
2
!bid., pág. 356. 4 !bid., pág. 315.
,11

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142 143
1 1'l1

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mente y por sí mismo al campo del pensamiento a fi- El psicoanálisis, la etnología y la lingüística respon-
¡
, ,11~ ' I
den de ese límite. Son las nuevas positividades que se-
nales del siglo XIX», 5 y considerar seguidamente a
Nietzsche y Mallarmé como los dos indicadores teóri- ñalan el advenimiento de las ciencias humanas, así co-
cos de una experiencia pura del ser del lenguaje. 6 Pues mo la biología, la economía y la filología indicaban el
el lenguaje ya no remite a un sujeto hablante, así como nacimiento de esas ciencias. La progresión teórica so-
no se inscribe en los límites de la filología, sino que, bre la que Foucault insiste con la aparición de esos
justamente con Nietzsche y Mallarmé, vuelve a su in- tres saberes y su ley de sucesión está marcada por el
finitud misteriosa. desarrollo de una analítica del ser del lenguaje. Si
Ese poder propio del lenguaje permite concebir una Freud revela un inconsciente de los signos, la etnolo-
gía y más aún la lingüística se esfuerzan por ahondar
I~:'
salida posible al destino de las ciencias humanas. Es
importante, en efecto, que la arqueología se sitúe en la sus surcos más distantes. En la orilla extrema de la
:
desaparición de las ciencias humanas está la promesa
1

mayor contigüidad con la experiencia del ser del len-


guaje inaugurada por Nietzsche y Mallarmé: «¿No es de una nueva episteme marcada por el misterio del ser
eso lo que Nietzsche preparaba cuando, dentro de su del lenguaje. En la intención de Foucault, la arqueolo-
lenguaje, mataba a la vez al hombre y a Dios?». 7 La ar- gía debe poder realizar esa promesa, consumar la ana-
queología gana un valor diferencial con respecto a las lítica del ser del lenguaje contenida en los nuevos sa-
11
ciencias humanas al aferrarse a la experiencia del ser beres y forjar así una diferencia significativa con res-
11 1 I
del lenguaje, que debe preservar y, de alguna manera, pecto a las ciencias humanas. 8
11
intensificar. El lenguaje, por lo tanto, no es sólo uno de
los dobletes empírico-trascendentales, solidarios del
nacimiento del hombre y las ciencias humanas. Testi-
monia una reserva de indeterminación en el corazón 2. Psiquiatría, disciplina y ciencias humanas
llLI ,¡
del dispositivo antropológico y, por ello, puede tener el
valor de resorte secreto de la arqueología, pues en lo
sucesivo esta queda presa de una analítica del lengua-
¿Es tan importante entonces salir de las ciencias
humanas? Foucaultjamás da una respuesta directa a
je de la que no puede liberarse sino mediante la renun- esta pregunta. He sugerido que el cumplimiento de la
cia a sí misma. modernidad antropológica por las ciencias humanas
Como consecuencia, hay una reorientación de la cobraba sentido, para él, en función de la conquista de
historia de los saberes a partir del plano del lenguaje. una posición inactual milagrosamente proporcionada
11
Esta reorientación culmina en la revelación del borde por el recurso al ser del lenguaje. La posibilidad de

último con que se topan las ciencias humanas como su una consideración inactual da sentido a una renova-
límite interno que les garantiza su realización máxi- ción de la filosofía producida en la misma diferencia
',

1
1.1

i ma y que es, a la vez, el signo de su disolución futura. que esta no deja de reclamar en su arqueología de las
ciencias humanas. Ese contrauso es ante todo de or-
111111
1 5 !bid., pág. 316. 8 En G. le Blanc, L'Esprit des sciences humaines, op. cit., primera
6 !bid., págs. 316-7.
parte, se encontrará una profundización del análisis.
7 !bid., págs. 317-8.

144 145
111
11 I,
1
1

den teórico. No responde a la primacía de la práctica todas las disciplinas escolares, militares, policiales,
que analicé en el capítulo l. Ahora bien, dicha pri- etc.».10 Es que la disciplina, en opinión de Foucault,
macía, forjada de manera gradual, reorienta el proble- cumple un doble papel, «anomizante» y «normaliza-
ma de las ciencias humanas. El análisis de las relacio- dor». Aparta a los individuos que no se adecuan a la
nes de poder, y más en particular las relaciones del po- norma y crea nuevas normas para vigilarlos. Si el sue-
der disciplinario, representa una inflexión notable en ño de la disciplina es la autodisciplina, o sea, el ajuste
el tratamiento de las ciencias humanas, aun cuando exacto de la función sujeto a la disciplina, lo cierto es,
haya que asegurar siempre la posibilidad de una críti- sostiene Foucault, que ese ajuste sólo puede producir-
ca, y con ella, la promesa de una depreciación. De aquí se porque la disciplina presupone, más allá de la sin-
en adelante, lo importante es reinscribir la historia de gularidad somática vigilada por todo un conjunto dis-
las ciencias humanas en las relaciones disciplinarias ciplinario, «como su prolongación o su comienzo, un
de poder, lo cual supone la inscripción de los juegos de núcleo de virtualidades, una psique, y establece, ade-
saber en las relaciones de poder y, de manera recípro- más, la norma como principio de partición y la norma-
ca, el desanudamiento de estas en el seno mismo de lización como prescripción universal para todos esos
11111
aquellos. individuos así constituidos». 11 Con notable perspica-
De hecho, en El poder psiquiátrico, Foucault consi- cia, Foucault advierte que una psicología de la psique
dera que las relaciones entre el saber/poder psiquiátri- está implicada en la ampliación máxima del poder dis-
co y el poder/saber médico son uno de los efectos más ciplinario. Al dar con la psique, la disciplina la ve como
significativos del surgimiento del poder disciplinario. lo que ella debe constituir para generalizar las técni-
La constitución del poder psiquiátrico depende direc- cas de normalización a las que está ligada. La función
tamente de la naturaleza del «residuo» dejado por las sujeto no puede reducirse únicamente al cuerpo. Debe
diferentes disciplinas. «El punto contra el cual van a producirse en la consumación misma de una coheren-
chocar los sistemas disciplinarios que clasifican, jerar- cia comportamental que aparece, a la vez, como el con-
quizan, vigilan, etc., será el elemento que no puede densado del conjunto de los comportamientos pasados
clasificarse, el que escapa a la vigilancia(. .. ); en sínte- y como el núcleo de los comportamientos futuros. La
'i¡ sis, el residuo, lo irreductible, lo inclasificable, lo inasi- determinación del alma surge como el problema cen-
milable». 9 Lo mental sólo se considera en cuanto es un tral de una maximización de las disciplinas. Sin lugar
'·11

parásito en la cuadrícula disciplinaria. La psiquiatría a dudas, la producción del alma, en el sistema de las
' 11
responde a esta molestia. Construye las patologías disciplinas, es para Foucault la responsable de la
mentales en el espacio dejado vacío por el conjunto de emergencia de las ciencias humanas. Es preciso, ade-
las disciplinas. Foucault puede constatar, de tal modo, más, darse cuenta de que la construcción del alma que
que el enfermo mental es, en verdad, «el residuo de to- está en juego es requerida por las disciplinas en nom-
dos los residuos, el residuo de todas las disciplinas, bre de la partición entre lo normal y lo anormal. Fou-
aquel que, dentro de una sociedad, es inasimilable a cault, en consecuencia, concibe de manera muy esti-

10 !bid., pág. 56.


~l M. Foucault, Le Pouvoir psychiatrique . . ., op. cit., clase del 21
de noviembre de 1973, pág. 55. 11 !bid., pág. 57.

1
1

146 147
1

:1

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ji mulante una relación completamente inédita con an- producir una investigación histórica sobre el surgi-
! terioridad entre el desarrollo de las ciencias humanas, miento de las ciencias humanas en el bloque de las dis-
~ la producción del alma y la partición de lo normal y lo ciplinas, pues esas ciencias, si bien alimentan la fic-
anormal. «Así pues, en el poder disciplinario tenemos ción de un individuo natural constituido en una serie
una serie constituida por la función sujeto, la singula- de derechos, en realidad acaban de construir al hom-
ridad somática, la mirada perpetua, la escritura, el bre como «individuo disciplinario». 14 Por otro lado, en
mecanismo del castigo infinitesimal, la proyección de una vertiente menos arqueológica que genealógica, es
la psique y, por último, la división normal/anormal».12 menester tratar de comprender, con una inquietud de
El individuo disciplinario necesita no sólo un alma pa- depreciación, cómo es posible pensar de otra manera
ra dar sentido a la coherencia comportamental de su al hombre de las ciencias humanas, esto es, para Fou-
,,1¡,I
cuerpo; el alma también es un elemento necesario en cault, cómo es posible dejarlo de lado. Con ello, la in-
1,1
la partición de lo normal y lo patológico presupuesta tención de Foucault es producir una arqueología de la
r1.1
por el residuo del conjunto de las disciplinas que en lo
sucesivo es el objeto exclusivo de un nuevo saber/poder
individualización del hombre de las ciencias humanas
y, a la vez, una genealogía de la desindividualización,
¡111
1 (!1
:1¡ disciplinario: la psiquiatría. capaz de renunciar a ese hombre para encontrar nue-
.11 A través de su propio trabajo, entonces, Foucault vos caminos de pensamiento. La emergencia del indi-
1 ¡, amplía en forma significativa el surgimiento del poder viduo moderno debe combatirse, pues, como el signo
psiquiátrico al conjunto de las ciencias del hombre. La de una ceguera de la modernidad. El futuro de la filo-
aparición del hombre ha supuesto el ajuste de la fun- sofía pasa por la afirmación del carácter peri111ido de
ción sujeto a su cuerpo, un ajuste sólo posible gracias a las ciencias humanas y de la ficción del individuo que
la producción de un alma individual en la que se insta- estas no cesan de producir. Foucault puede así dar
la la separación de lo normal y lo anormal. Por consi- sentido a un programa filosófico que afirma que «la de-
guiente, el procedimiento de normalización disciplina- subjetivación, la desnormalización, la despsicologiza-
i
¡, ria es responsable, al mismo tiempo, de la emergencia ción, implican necesariamente la destrucción del indi-
i del individuo moderno como sujeto o subjetividad y de viduo como tal». 15 Ese programa filosófico de una críti-
'I
'1 la construcción de un alma individual como objeto pri- ca de las ciencias humanas las relaciona de manera in-
.¡I
'11
vilegiado de un saber de lo normal y lo anormal. Por defectible, debido a la construcción somática y psíqui-
¡11 eso, Foucault puede afirmar que el individuo, lejos de ca del individuo en las disciplinas, con el uso específico
11'11
ser un dato primario, responde de una construcción que aseguran en estas.
l
1
il,
histórica en virtud de la cual es producido por las disci-
plinas como «sujeto normal, sujeto psicológicamente
normal». 13
'111

1
[1 1
Una vez más, el tratamiento foucaultiano de las
1,1 ciencias humanas se desdobla. Por un lado, se trata de
1

111
12 !bid.
14 !bid., pág. 59.
13 !bid., pág. 58. 15 !bid., pág. 58.

148 149

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3. Poderes de la normalización, en la obediencia de la ley tiende a verse desbordada
por prácticas disciplinarias que ahora tienen un papel
saberes de la norma
positivo (incrementar la utilidad posible de los indivi-
duos)18 y ya no negativo (neutralizar los peligros), y
Para Foucault es importante resituar el análisis de que se difunden en el conjunto del cuerpo social («dis-
las ciencias humanas en una comprensión del poder persión de los mecanismos disciplinarios») 19 y se reu-
de normalización que se impuso a fines del siglo XVIII nifican en función exclusiva de la estatización policial
a través de una serie de tecnologías disciplinarias. 16 de los mecanismos disciplinarios. 20 De acuerdo con el
Foucault remite el descubrimiento de ese poder de
registro de la vigilancia permanente del cuerpo social
normalización social a la aparición del libro de Can-
por medio de disciplinas cada vez más finas, la distin-
guilhem, Lo normal y lo patológico. Tres elementos
ción de lo normal y lo patológico se convierte en el pro-
analizados por este autor deben adjudicarse a una in-
ducto mismo de las sociedades disciplinarias cuyo sen-
vención de la normalidad a fines del siglo XVIII. En
tido ya no es expresado por la ley, sino por la norma
primer lugar, se desarrolla un proceso de normaliza-
que jerarquiza a los individuos y, llegado el caso, des-
ción social, política y técnica que engloba los ámbitos
califica a algunos para corregirlos en un segundo mo-
de la educación, la organización hospitalaria y la pro- mento. 21 Ajuicio de Foucault, la invención de la nor-
ducción industrial. En segundo lugar, la norma vale malidad se da en ese registro disciplinario, pues las
no como ley natural, sino como regla portadora de una
disciplinas que, al individualizarlos, producen cada
pretensión de poder. Tercero y último, la norma aca-
vez más los comportamientos, reclaman un saber es-
rrea consigo un principio de calificación y de correc- pecífico cuya forma de aplicación es la pericia.
ción. Incluye técnicas de transformación de la socie-
Las ciencias humanas se originan en la necesidad
dad. Actúa así como calificación social según el doble
,j'I.itl:
de las disciplinas de jerarquizar a los individuos y cla-
nivel de una adecuación a sí misma, juzgada en térmi-
1'
I!
sificarlos según criterios que los saberes humanos se
nos de normalidad, y de una inadecuación juzgada en
esfuerzan por destacar. Así, dice Foucault, «las cien-
términos de anormalidad, que implica una corrección
'",¡ ' cias que hechizan a nuestra humanidad desde hace
por medio de técnicas normativas específicas.
más de un siglo tienen su matriz técnica en la minucia
Esta irrupción del poder de las normas revela que
puntillosa y aviesa de las disciplinas y sus investiga-
el poder ya no funciona tanto en la ley como en la nor- ciones».22 Los saberes humanos dan a los poderes dis-
ma.17 Por lo demás, en el capítulo «El panoptismo» de
ciplinarios las observaciones que estos necesitan y, de
Vigilar y castigar, Foucault explica que a fines del siglo tal modo, se convierten en un elemento de la normali-
XVIII se introduce una nueva anatomía política, en la zación disciplinaria. La construcción de un saber de la
cual la forma gubernamental de la soberanía fundada normalidad llevada a cabo por las ciencias humanas
16
M. Foucault, Les Anormaux . .. , op. cit., clase del 15 de enero de
18 M. Foucault, Surveiller et punir. .. , op. cit., pág. 211.
1975, pág. 46.
1111 17
Cf. Fraw;:ois Ewald, «Norms, discipline and the law»,Represen-
19 !bid., pág. 213.
tations, 30, primavera de 1990, págs. 138-9. Véase, asimismo, Ju- º
2 !bid., pág. 214.
21 !bid., pág. 224.
dith Butler, «Faire et défaire le genre», Le Passant ordinaire, 50, oc-
22 !bid., pág. 227.
tubre de 2004.

150 151

1 ~1

.
1.·1
;
r1
1

es una condición de la empresa de normalización de Lo interesante es que lo anormal sólo puede serlo con
los poderes disciplinarios. De esta forma, la conexión referencia a una idea de lo normal que las ciencias hu-
del poder judicial con el saber psiquiátrico en la pericia manas construyen como tipo mental particular. Para
médico-legal no sólo duplica la partición de lo legal y lo Foucault, entonces, estudiar «la transformación de un
ilegal con la división entre lo normal y lo patológico: ser humano en sujeto» 24 es interesarse en el sentido
\ también transforma la categoría jurídica de delin- que las ciencias humanas atribuyen al alma en cuanto
1! i cuente en la categoría médica de enfermo o anormal. efecto exigido por las relaciones de poder. Ciertamen-
El perito psiquiátrico asimila el delito a una personali- te, en Vigilar y castigar, Foucault define el alma como
1 dad que está presente desde siempre en la historia del «el elemento en el que se articulan los efectos de deter-

~:
individuo criminal, vale decir, mucho antes del propio minado tipo de poder y la referencia de un saber». Por
. I· delito, que no hace sino revelar la fuerza de una per- eso, no sólo tiene sentido únicamente si posee una rea-
versión. Por obra de la psiquiatría, el criminal se cons- lidad histórica, sino que es siempre el efecto particular
1 l'l1 tituye como tal aun antes de serlo. Su personalidad de cierta anatomía política. Y por ello Foucault puede
1, ,1
paranoica, agresiva e hipocondríaca es científicamen- invertir la fórmula de Platón para decir que el alma es
1'
¡I te reconstruida por el saber psicológico o psiquiátrico. «la prisión del cuerpo». 25 La función sujeto se obtiene
Así, en ese movimiento disciplinario, las ciencias de manera definitiva a través de la construcción dis-
humanas construyen el alma de la disciplina. Su voca- ciplinaria del alma, que consuma el proceso de suje-
ción es trazar la distinción entre la personalidad nor- ción ya producido por la marcación disciplinaria del
mal y la patológica, para ser más útiles al conjunto del cuerpo.
proyecto disciplinario. La palabra clave de las ciencias
humanas es, sin duda, la construcción de la personali-
dad o del alma individual.No es casual, en verdad, que
:¡ el primer libro de Foucault se llame Enfermedad men- 4. Las dos historias de las ciencias humanas
'j tal y personalidad. Es que en las disciplinas se movili-
za toda una serie de saberes -médico, psicológico, psi- Hay, entonces, dos historias de las ciencias huma-
quiátrico, psicoanalític(}- para la reconstitución de la nas que Foucault no puede confundir del todo, pues se
personalidad normal y la personalidad patológica. De manifiestan en formas analíticas diferenciadas. En
esa manera, en el campo de la disciplina judicial, «la Las palabras y las cosas, Foucault produce la episte-
1
pericia médico-legal no se dirige a delincuentes o ino- ·mología formal de las ciencias humanas en función del
1 I centes, no se dirige a enfermos opuestos a no enfer- referencial antropológico que estas realizan y comple-
mos, sino a algo que es, creo, la categoría de los anor- jizan a la vez. En Vigilar y castigar, por su parte, pro-
males; o, si lo prefieren, es en ese campo no de oposi- duce la arqueología material de esas ciencias, cuya
ción, sino de gradación de lo normal a lo anormal, don- significación se debe al papel activo que desempeñan
de se despliega realmente la pericia médico-legal». 23 en las disciplinas. En el primer caso, no hay mención

23 24 M. Foucault, Surueiller et punir. .. , op. cit., pág. 298.


: M. Foucault, Les Anormaux. .. , op. cit., clase del 15 de enero de
25 !bid., pág. 34.
1975, pág. 38.

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1 152 153

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~ ~11 ~1 : ¡11

1 alguna al espíritu como tal. Las ciencias humanas es- la investigación epistemológica y política. La pobla-
tán presas en el triedro epistemológico de la vida, el ción es un conjunto de sujetos ligados entre sí por las
regularidades de la vida, el trabajo y el lenguaje y, al
trabajo y el lenguaje, y es ese subsuelo de dichas cien-
mismo tiempo, lo que tiene que ser gobernado como tal
cias el que, revelado en la biología, la economía política
sobre la base de mecanismos de seguridad que redefi-
y la lingüística, restituye la lógica de sus enunciados
positivos. En el segundo caso, el espíritu de las cien- nen el campo de la política. Los saberes de la vida, el
il cias humanas se considera como la forma mental pro- trabajo y el lenguaje, analizados en Las palabras y las
ducida por la disciplina, gracias a la cual la sujeción cosas como las matrices teóricas del pliegue antropoló-
puede realizarse. O bien el alma está ausente del dis- gico a partir de las cuales las ciencias humanas en-
positivo epistemológico, o bien se la presenta como un cuentran su verdadera significación, pueden reconsi-
efecto de una serie de tecnologías políticas. derarse como operadores específicos de un gobierno de
En Seguridad, territorio, población, Foucault bus- la población. Desde ese punto de vista, cumplen un
ca una última reunificación, regida por un análisis de doble papel. Señalan las regularidades de la población
la gubernamentalidad que debe permitir, en el plano y la constituyen como «sujeto colectivo», 27 pero, a cam-
teórico, una comprensión más acabada de las diferen- bio, ellos mismos son constituidos por la reforma de los
1 '11
tes formas de conducción de las conductas humanas saberes debida al surgimiento de la población. Pues,
originadas en el liberalismo, y en el plano pr::!ctico, para Foucault, es sin duda la problematización de esta
1 1

una mayor atención a la cuestión de «¿Cómo no ser tan la que aparece como operador de transformación de la
gobernado?». Foucault quiere así proceder a una doble historia natural en biología, del análisis de las rique-
reunificación de las formas de investigación sobre las zas en economía política y de la gramática general en
ciencias humanas y las formas de crítica. Se consagra filología. La figura de la población interroga la vida,
a ello mediante un análisis de la población y a través las riquezas y el lenguaje bajo la pluralidad de los se-
de los reordenamientos teóricos y prácticos que ese res vivos, las formas de intercambio y las representa-
análisis implica en lo relacionado con las investigacio- ciones lingüísticas. Garantiza, de tal modo, cierto anu-
nes dedicadas a las ciencias humanas. «La temática damiento de los juegos de poder y de las nuevas for-
mas de saber, en el que queda sellado el nacimiento de
del hombre, a través de las ciencias humanas que lo
la figura del hombre. «Después de todo, el hombre, tal
analizan como ser viviente, individuo que trabaja, su-
jeto hablante, debe comprenderse a partir del surgi- como se lo pensó y definió a partir de las llamadas
miento de la población como correlato del poder y obje- ciencias humanas del siglo XIX, y tal como lo hizo obje-
to de saber». 26 El tema de la población permite volver to de su reflexión el humanismo de esa misma centu-
a aprehender la investigación acerca de las ciencias ria, no es, en definitiva, otra cosa que una figura de la
i1 li

humanas en el doble borde del poder y el saber. La pro- población». 28


1
blematización de la población, llevada a cabo a fines No existe la certeza de que esa reunificación final
del siglo XVIII, da razón de un doble anudamiento de de las dos figuras de las ciencias humanas resuelva to-

26 27 !bid., pág. 80.


M. Foucault, Sécurité, territoire . .. , op. cit., clase del 25 de ene-
28 !bid., pág. 81.
ro de 1978, pág. 81.

154 155
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''1,11 talmente el problema de estas en Foucault. Pues él, Tercera parte. La vida gobernada
'1
más que dilucidar verdaderamente la unión de la ar-
,, queología epistemológica y la genealogía política, la
presupone. El tema de la población no hace sino efec-
tuar una última síntesis entre los dos caminos traza-
dos por Foucault. Este desplaza el modo de dilucida-
1¡1 ción de las ciencias humanas al introducir el análisis
'¡1 de la gubernamentalidad en términos de seguridad. Si
las ciencias humanas son una táctica de la guberna-
mentalidad liberal, responden entonces de las estrate-
gias de seguridad de la población que esa guberna-
mentalidad se esfuerza por producir. Pero en ese caso
la cuestión de dichas ciencias ya no puede plantearse
simplemente en términos de construcción de la forma
antropológica o de consumación de la norma discipli-
naria. A partir de esta nueva indecisión, las ciencias
humanas se abren a otro estado de cosas, que hace que
sea más imposible que nunca situarlas.

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