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Sumario: I. La doctrina emergente de los fallos de las Cámaras de Apelaciones. — II. Primer argumento:
Inexistencia de avance del Congreso de la Nación sobre facultades exclusivas de las Provincias. — III.
Segundo argumento: de existir colisión de reglas de derecho, prevalecería la que maximiza la tutela del
consumidor. — IV. Tercer argumento: El beneficio de litigar sin gastos del CPC resulta inidóneo para
suplir el beneficio de gratuidad del art. 53 de la LDC. — V. Cuarto argumento: Inexistencia de un
perjuicio patrimonial definitivo para el Estado provincial. — VI. Otros argumentos relevantes. — VII.
Reflexión final .
I. La doctrina emergente de los fallos de las Cámaras de Apelaciones
Recientemente distintas Cámaras de Apelaciones en lo Civil y Comercial de nuestra ciudad (1) se
pronunciaron sobre la aplicabilidad en la Provincia de Córdoba del beneficio de justicia gratuita consagrado en
el art. 53 in fine de la Ley de Defensa del Consumidor (LDC) Nº 24.240 (Adla, LIIID, 4125) (incorporado por
la reforma de la Ley Nº 26.361, Adla, LXVIIIB, 1295).
Es relevante destacar que en nuestra provincia no se ha dictado ninguna norma adjetiva regulando dicho
instituto, que se encuentra previsto a la actualidad sólo en la normativa nacional.
La tendencia claramente mayoritaria (2) se inclinó por establecer la inaplicabilidad del citado dispositivo e,
incluso en algunos supuestos (como lo hizo la Cámara Cuarta, de oficio), lo declaró inconstitucional.
Con matices, sus argumentos fueron (3):
Que el art. 53 de la LDC constituye una violación de la competencia legislativa provincial (arts. 5, 75 inc.
12º y 121 de la Constitución Nacional), pues al impedir el cobro de la tasa de justicia está avanzando sobre
facultades reservadas por las provincias.
Que las competencias del Congreso Nacional para dictar normas procesales, reconocida por la C.S.J.N., no
pueden ser invocadas en la especie, por tratarse de materia tributaria y no adjetiva.
Que las normas nacionales que estatuyen sobre materia tributaria (actuaciones administrativas sobre bien
de familia y en procesos laborales) no plantean colisión normativa, por existir normas locales que han receptado
la gratuidad para tales supuestos.
Que en la provincia existen instrumentos procesales suficientes para el acceso a la justicia, tales como el
beneficio de litigar sin gastos y la asistencia jurídica gratuita), con lo cual resulta innecesaria la inclusión de la
gratuidad en la LDC.
Que el beneficio de justicia gratuita no sería operativo.
Que las limitaciones al acceso a la jurisdicción sólo resultan inválidas en cuanto puedan reputarse
irrazonables.
En una tesitura contraria (4), se sostuvo la aplicabilidad del instituto, postulándose:
La jerarquía constitucional de la tutela del consumidor, siendo que los ordenamientos provinciales no
pueden afectarla.
La operatividad de las garantías previstas a favor del consumidor.
El encuadramiento del beneficio de justicia gratuita dentro de las facultades del Congreso para el dictado
de normas correspondientes a la competencia provincial, conforme doctrina de la C.S.J.N. Se trataría en la
especie de una norma tributaria con incidencia procesal.
El beneficio de justicia gratuita no elimina la carga tributaria de los procesos de consumo, sino que
establece diferencias con otras acciones respecto de la posibilidad y momentos de percepción.
Nos enrolamos en esta segunda postura, por razones constitucionales y procesales que a nuestro juicio
resultan decisivas, y que desarrollaremos seguidamente.
II. Primer argumento: Inexistencia de avance del Congreso de la Nación sobre facultades exclusivas
de las Provincias
1. Como hemos visto, los tribunales de alzada han hecho especial hincapié en que el art. 53 de la LDC es
violatorio del art. 121 de la Constitución Nacional.
Sobre el particular cuadra decir que el Poder Legislativo Federal se encuentra autorizado a introducir en las
leyes sustanciales que dicta, normas correspondientes a materias que sean resortes de las provincias cuando
resultan necesarias a los fines de garantizar de la manera más pronta y efectiva la operatividad de los derechos
materiales que regulan. Así lo ha establecido el Tribunal Cimero Nacional (5).
2. Haciéndose cargo de este argumento, se ha dicho en la jurisprudencia que comentamos que dicha
atribución del Congreso ha sido reconocida por la Corte Suprema solamente en la órbita procesal, sin que pueda
extenderse a la materia tributaria.
a) En rigor, la jurisprudencia del máximo Tribunal de la Nación no formula tal distinción, sino que
convalida a que el Congreso pueda dictar (dentro del marco de las leyes de fondo) normas que estén referidas a
todo el abanico de facultades que las provincias se reservaron para sí y no circunscriptas a cuestiones
exclusivamente procesales o adjetivas.
Si los casos traídos a colación refieren a la temática procesal, ello obedece solamente al hecho de que en los
concretos casos en que el alto cuerpo fue llamado a decidir, se enjuiciaba la validez de normas de esa naturaleza;
este extremo, por demás contingente, impide sostener que la Corte ha desarrollado un discurso autoritativo en
relación a la cuestión procesal, desechando esa posibilidad respecto de otro tipo de dispositivos (como los
tributarios) (6).
b) Por lo demás, la habilitación al Congreso del dictado de normas no expresamente imputadas a su acervo
competencial por la Constitución Nacional no proviene de una creación pretoriana de la Corte, sino del art. 75
inc. 32 de la CN, que autoriza al Poder Legislativo de la Nación (en tanto depositario de la soberanía popular) a
"Hacer todas las leyes y reglamentos que sean convenientes para poner en ejercicio los poderes antecedentes, y
todos los otros concedidos por la presente Constitución al Gobierno de la Nación Argentina".
El último inciso del art. 75 de la Constitución Nacional reconoce su fuente en la Constitución de los Estados
Unidos, cuyo Art. I, Sección 8, 18, guarda algunas diferencias no sustantivas con el texto argentino (7). Se
autoriza al Poder Legislativo a dictar las leyes y reglamentos que sean convenientes para poner en ejercicio los
poderes antecedentes, y todos los otros concedidos por la Constitución al gobierno de la Nación Argentina (8).
Como se advierte, estas facultades implícitas del Congreso no se encuentran sesgadas en razón de la materia
que abordan, sino que se hallan condicionadas a otro recaudo: la conveniencia para poner en ejercicio lo poderes
concedidos al Parlamento Federal.
c) Dicho requerimiento se encuentra sobradamente satisfecho. Valorativamente, podemos señalar nuestra
opinión en el sentido de que el beneficio de justicia gratuita constituye una herramienta necesaria, conveniente y
razonable para garantizarle al consumidor una pronta y efectiva tutela de sus derechos que, por cierto, gozan de
rango constitucional (art. 42 CN), potenciándose en esta misma dirección la naturaleza eminentemente tuitiva de
la LDC.
Desde largo tiempo atrás se viene planteando que el acceso a la justicia es uno de los ejes de la protección
del consumidor y la equiparación de fuerzas con el proveedor, comprendiendo una modificación significativa de
los principios ordinarios del procedimiento (acceso colectivo, flexibilización de estructuras procesales,
simplificación, aceleración, abaratamiento, abandono de la rigidez jurisdiccional, etc.) (9). Con razón se ha
señalado que "la eficacia de las medidas de protección al consumidor no sólo depende del reconocimiento de los
derechos, sino igual y especialmente de los medios eficaces y adecuados para afirmarlos"(10). Y se señala la
evolución de las técnicas procesales como una de las cuentas pendientes de nuestro sistema de consumo (11).
Es dable destacar que los autores que tuvieron oportunidad de expedirse con motivo al veto del art. 53
original de la LDC (que establecía un beneficio de gratuidad), se pronunciaron casi unánimemente en el sentido
de que debía restañarse la gratuidad a fin de incentivar al consumidor a accionar y equipararlo procesalmente
respecto del proveedor, mediante un instrumento especial, más protectorio que los que juegan para la
generalidad de los procesos (12).
En relación al sistema vigente, se ha señalado que "La protección procesal del consumidor encuadra en la
categoría de procesos "de tramite preferencial" (subtipo integrativo de la tutela diferenciada), importando
plurales y notorios apartamientos de la regulación corriente prevista para la generalidad de procesos, y dando
lugar a la aplicación de diversas técnicas características de estas tutelas especiales" (...) En particular, el
beneficio de justicia gratuita constituye un rasgo específico de esta tutela diferenciada, en la medida que se
busca maximizar el acceso a la justicia de los consumidores y usuarios, brindándoles una herramienta de la que
no disponen los justiciables en su generalidad: un sistema de gratuidad automática que no requiere la previa
promoción ni concesión de un beneficio de litigar sin gastos, liberándolos de la prueba de la insuficiencia de
recursos para afrontar los costos del proceso"(13).
3. Todavía falta decir que del art. 42 Const. Nac. podrían derivarse consecuencias relevantes para el caso
que nos ocupa. La norma dispone textualmente que "La legislación establecerá procedimientos eficaces para la
prevención y solución de conflictos".
Este deber positivo impuesto a "la legislación" puede leerse como una interpelación a "los legisladores".
Pero, tratándose de resolución de conflictos, lo que remite a cuestiones de índole adjetiva: ¿Es razonable
concebir dicho llamamiento limitado al legislador provincial?
Sostenemos que es por lo menos razonable pensar que este segmento normativo ha venido a conferir al
Gobierno Federal competencias directas en materia procesal, en tanto que de su ejercicio deriven
"procedimientos eficaces para la prevención y solución de conflictos".
4. Adicionalmente, nos permitimos señalar otras objeciones a la doctrina de Cámaras sobre este tópico:
a) Se encuentra en la jurisprudencia examinada habituales alusiones al art. 5 de la Constitución Nacional, en
el que se condensa la garantía federal respecto a las autonomías locales, encontrándose allí argumentos
obstativos del avance de competencias federales.
Nos permitimos apuntar que dicha norma subordina las autonomías provinciales al dictado de
Constituciones (y, por vía de consecuencia, de normas infraconstitucionales) acordes con "los principios,
declaraciones y garantías de la Constitución Nacional". De allí que el derecho local no podría alzarse en
infracción a la efectiva tutela de estos derechos constitucionales, por acción ni por omisión.
b) Se alude reiteradamente a la existencia de competencias delegadas por las Provincias a la Nación.
Tenemos para nosotros que ese concepto, ajeno a la letra del art. 121 C.N. (que alude a competencias
delegadas "por esta Constitución") (14), se encuadra en una perspectiva confrontativa, propio de un federalismo
dual o competitivo en el que los niveles del Estado aparecen en permanente controversia respecto de sus
competencias y centran su esfuerzo en una cerrada defensa de sus propias competencias (15). En este plano, sin
reivindicar tendencias centrípetas desarrolladas en detrimento de las provincias y constitutivas del déficit federal
de nuestro sistema (16), advertimos que una observación agonal, estática y rígida de los repartos competenciales
resulta impropia.
Pensamos que, en clave contemporánea, esta visión debe ser reemplazada por una perspectiva cooperativa o
de concertación, en la que la relación federal ponga en juego más articulaciones que antagonismos,
advirtiéndose que en el caso el Gobierno Federal no reivindica para sí recursos tributarios provinciales (lo que
podría verse como una conducta lesiva de las autonomías locales), sino que ingresa a la temática tributaria a fin
de asegurar la efectiva vigencia de un derecho constitucional.
c) En este plano, nos parecen insoslayables las reflexiones de Clérico, desarrolladas en relación al derecho a
la salud (17) pero íntegramente aplicables al caso que nos ocupa.
Habiendo advertido la autora que "Algunos estados u obras sociales provinciales alegan la estructura federal
del Estado argentino para eximirse del cumplimiento de las obligaciones que surgen del bloque de
constitucionalidad", afirma que "si el reto es lograr igualdad real (mandato del art. 75 inc. 23 de la Constitución
nacional), "un nivel aceptable" de equidad territorial, esto es, un piso aceptable debería estar dado por el que
surge de las normas que conforman el bloque de constitucionalidad (léase Constitución e Instrumentos
Internacionales de Derechos Humanos sobre salud y discapacidad) y las normas federales y nacionales que los
complementan", presentando dos postulados que compartimos enteramente: (i) "Es necesario volver a pensar los
lugares desde los que algunos siguen interpretando la distribución de competencias en materia de cumplimiento
de los derechos. Estos lugares fueron pensados en su mayor parte con anterioridad a la reforma de 1994"; (ii) El
argumento del federalismo requiere ser interpretado como facilitador del cumplimiento de los derechos para
mejorar el piso que fijan las normas de derecho federal y nacional. En ausencia de protección provincial eficaz
se aplican los estándares que surjan de las normas federales y nacionales hasta que las provincias consoliden sus
propios medios de protección que se acerquen y superen a los estándares de fuente federal".
Con ello, "cuando surja un conflicto de normas porque la norma federal protege en forma más extensa que la
local, entonces hay que aplicar aquella que otorgue un mejor derecho, es decir la federal", debiendo advertirse
que en este caso "la puesta en ejercicio de la atribución local interfiere con los propósitos de la legislación
federal que justamente procuró lograr igualdad real de oportunidades para un grupo históricamente sojuzgado y
que de alguna forma más o menos sutil el accionar (por comisión u omisión) provincial tiende a burlar fijando
un piso por debajo del federal".
Esta intelección del federalismo, en el que los ordenamientos provinciales tienden a maximizar los
estándares tuitivos nacionales (que, a su vez, configuran un piso insusceptible de ser perforado), es la que
creemos que se impone contemporáneamente y nos tiene a salvo de posturas radicalizadas en las que el
argumento federal puede ser empleado en detrimento de la efectividad de derechos humanos (18).
Desde este entendimiento, se rechazan líneas interpretativas en las que, con fundamento en el argumento
federal, el piso federal de protección es inficionado (como en el presente caso), al igual que supuestos en los que
este piso es concebido como techo (19).
III. Segundo argumento: de existir colisión de reglas de derecho, prevalecería la que maximiza la
tutela del consumidor
Supongamos que, no obstante los argumentos dados en contrario, pudiera predicarse la existencia de una
violación a la regla de reparto competencial consignada en el art. 75 inc. 12 C.N.
De ser así, sería de recibo la reflexión del Dr. Simes (20), en el sentido de que "En la presente cuestión se
encuentran en pugna dos valores consagrados constitucionalmente; por una parte, el acceso a la justicia de los
consumidores en virtud de lo dispuesto por el art. 42 de la Constitución Nacional y la ley que reglamenta su
ejercicio (ley 24.240 modificada por la ley 26.361). Por otra parte, se encuentra la autonomía provincial prevista
en el art. 5° de la Carta Magna y la reserva de facultades efectuada por el art. 121 CN".
No compartimos en cambio la conclusión a la que arriba el destacado Magistrado ("atento a que ambos
principios merecen igual consideración de parte de los tribunales, es que debe interpretarse la legislación de
modo tal que ninguno de ellos resulte vulnerado"), en la medida de que resulta imposible resolver tal conflicto
de reglas de derecho sin que alguna de ellas resulte postergada (21).
Llegados a este punto, proponemos dos reglas que nos permiten resolver el conflicto reseñado, siempre a
favor de la vigencia del beneficio de la gratuidad:
1. El primer argumento, ya señalado en su momento (22), se vincula con la necesaria aplicación del
principio pro homine, de acuerdo al cual debe adoptarse la interpretación más beneficiosa para la tutela de los
derechos humanos involucrados, debiendo acudirse a la norma más amplia al momento de reconocer derechos y
asegurarles efectiva vigencia (23). Es imperativo arribar, como resultado del proceso de selección e
interpretación de las normas, al "resultado que proteja en mayor medida a la persona humana"(24).
Frente a este imperativo, plenamente vigente en nuestro sistema jurídico a partir de la incorporación de
tratados internacionales de derechos humanos a nuestro bloque de constitucionalidad (art. 75 inc. 22 C.N.) (25),
es inviable invocar la existencia de limitaciones internas para justificar la postergación de un derecho (26),
siendo además obligación de los Estados de "adoptar medidas positivas, evitar tomar iniciativas que limiten o
conculquen un derecho fundamental, y suprimir las medidas y practicas que restrinjan o vulneren un derecho
fundamental"(27).
El principio pro homine (en armónica conjunción con el de progresividad) es de especial aplicación en la
problemática de los derechos económicos y sociales, que tradicionalmente padecieron la mácula derivada de su
falta de vigencia efectiva, convirtiéndose en muchos supuestos en meros enunciados teóricos.
Desde esta perspectiva, ante la aparente colisión de estos dos preceptos la solución que debe adoptarse
mediante una interpretación armónica e integral de todo el ordenamiento jurídico, y en especial de acuerdo a los
postulados de los Tratados Internacionales de Derechos Humanos incorporados a nuestro derecho positivo con
status constitucional, es la de otorgar preeminencia a la normativa que asegura la plena, efectiva y preferente
tutela judicial de los derechos del consumidor cuando se encuentren en conflicto con normas de inferior
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jerarquía constitucional (art. 31 de la CN), teniendo siempre como norte que el hombre es la razón de todo el
sistema jurídico (principio pro homine) y que un sano criterio hermenéutico debe conducir a garantizar la
intangibilidad de los derechos de los débiles y la limitación a su disponibilidad a la baja, a partir de su estado de
hiposuficiencia (principio de progresividad).
Consecuentemente, si en la cuestión que se debate nos encontramos, por un lado, con un derecho humano
fundamental como lo es el acceso a la justicia (a más del derecho a la defensa del consumidor), y por el otro la
existencia de normas impositivas locales que imponen una carga tributaria para poder acceder al servicio de
justicia, el mentado principio, que coloca al hombre como el eje central y la razón de ser de todo el sistema
jurídico, lleva a optar por el primero por resultar el más beneficioso para la persona, en este caso el consumidor
o usuario, a efectos de tutelar de manera efectiva y pronta sus prerrogativas constitucionales que se encuentran
comprometidas, haciendo realidad la manda del art. 42 de la CN por encima de un objetivo netamente
economicista.
2. El segundo argumento responde a fundamentos de axiología constitucional (28). Los elementos de los que
nos nutrimos son los siguientes:
La Constitución Nacional, además de hallarse integrada por normas, contiene constitutivamente valores,
que operan en un plano axiológico. Estos valores no son horizontalmente equivalentes, sino que se encuentran
jerárquicamente ordenados conforme el diseño constitucional.
En el caso de hallarse dos normas constitucionales que se encuentran en colisión, es imposible dirimir la
controversia con base en criterios lógico formales basados en el rango que ocupan en el ordenamiento
normativo (pues se encuentran, desde esta óptica, absolutamente equiparadas).
En este supuesto, el criterio a adoptar para dirimir la controversia es de carácter axiológico: es necesario
determinar el lugar que ocupan las reglas de derecho en pugna desde el ángulo visual del sistema estimativo
constitucional, a fin de establecer cuál de ellas deberá prevalecer.
Aplicando estos principios al caso que nos ocupa, nos parece evidente que la axiología constitucional nos
conduce a priorizar la regla tuitiva del consumidor por sobre el art. 121 C.N..
Primero, porque una mera regla de reparto de competencias (como es el art. 121 C.N.) no podría prevalecer
por sobre una norma tuitiva de un derecho fundamental, cuya efectiva realización es prioritaria.
Segundo, porque si indagamos el fundamento último de la discusión, el interés subyacente que se
encuentra detrás de la regla competencial es de carácter fiscalista (29), lo que permite subrayar la conclusión
que hemos fijado: axiológicamente, no es viable sostener la preponderancia de un interés fiscal del Estado por
encima de la efectiva tutela de derechos constitucionales.
IV. Tercer argumento: El beneficio de litigar sin gastos del CPC resulta inidóneo para suplir el
beneficio de gratuidad del art. 53 de la LDC
Este es otro de los aspectos cuya solución, propuesta por las Cámaras, no compartimos. En todas las
resoluciones indicadas la Alzada concluyó que la gratuidad de la LDC encontraba debida resguardo en el
beneficio de litigar sin gastos (BLSG) de nuestro Código Procesal. No concordamos con esta perspectiva.
Dejando de lado, por no ser relevante para este análisis, las doctrinas que discrepan sobre la identificación o
no de efectos entre en beneficio de justicia gratuita y el BLSG (30), señalemos que este segundo instituto no
resulta igualmente idóneo para tutelar al consumidor, pues:
El BLSG implica que el consumidor deba peticionarlo y ofrecer toda la prueba (con fiscalización de la
contraria, del Ministerio Público, de la Dirección General de Administración del Poder Judicial y de la Caja de
Abogados de Córdoba) que sea necesaria con el objetivo de acreditar una insuficiencia de ingresos que le
impide afrontar los gastos causídicos, contrariamente a lo que acontece con la figura del art. 53 LDC que
consagra una presunción legal de pobreza a favor del consumidor (31).
En el BSLG existe el álea propia de todo proceso ya que puede ser desestimado, o bien, concluir por
perención, alejando en tal supuesto toda posibilidad de gratuidad en las actuaciones pues la promoción de un
nuevo beneficio sería inútil por no tener efecto retroactivo.
También resultaría harto insuficiente el BLSG en los juicios de montos exiguos (que son la mayoría donde
se ventilan cuestiones vinculadas con la LDC), pues ningún juez concedería el beneficio para eximir al
justiciable de abonar el mínimo de la tasa de justicia. Repárese en un consumidor que adquiere un artículo
electrónico, por ejemplo, un televisor o un equipo de audio que viene con un vicio de fábrica y que se ve
obligado a repararlo de su propio peculio porque el proveedor del bien no le reconoce la garantía del producto;
en tal supuesto es evidente que no se le concederá el aludido beneficio pues el costo económico que implicó el
arreglo del televisor o del equipo de audio seguramente no sería muy oneroso, con lo cual tendría que oblar,
inexorablemente el aporte mínimo en concepto de tasa de justicia, cuya cuantía es significativamente inferior al
precio de compra del bien (32).
Esa situación, además, desalienta al consumidor a accionar que es lo que justamente no quiere la LDC con
el instituto del art. 53, pues lo que se busca es precisamente lo contrario, esto es, incentivar al consumidor a que
concurra a los estrados judiciales a hacer valer sus derechos, equiparándolo procesalmente con relación al
proveedor.
Por lo demás, quien haya iniciado el beneficio de litigar sin gastos no podrá en principio trabar medidas
cautelares sin necesidad de contracautela hasta la concesión de la franquicia, por referirse el art. 460 C.P.C.C. a
beneficios concedidos (33); en cambio, con el beneficio de la gratuidad, esta posibilidad opera desde la misma
promoción del juicio (34).
Finalmente, se lesiona la accesibilidad a la justicia en relación a acciones de clase y a planteos promovidos
por asociaciones de consumidores.
En definitiva, no nos quedan dudas en orden a que el BLSG de nuestra ley ritual no proporciona, ni
remotamente, las ventajas que sí brinda el beneficio de gratuidad del art. 53 de la LDC, respecto al acceso
inmediato e instantáneo a la jurisdicción.
V. Cuarto argumento: Inexistencia de un perjuicio patrimonial definitivo para el Estado provincial
A lo dicho resta añadir que, a nuestro juicio, el beneficio de justicia gratuita no ocasiona un perjuicio
patrimonial definitivo al Estado provincial.
1. En primer término, porque no impide el cobro de la tasa de justicia, ni modifica el hecho imponible, ni el
sujeto activo ni pasivo del tributo, sino que simplemente establece un diferimiento de su pago para el final del
juicio.
A propósito de ello, existe un elevado cúmulo de causas que se tramitan en el fuero civil con el beneficio de
litigar sin gastos en las cuales, por tal razón, no se obla la tasa de justicia, sin que se haya argumentado (ni
pueda razonablemente sostenerse) que este instituto deviene en inconstitucional, al privar al Estado de la
percepción actual del tributo y al comprometer la liquidez de las arcas públicas.
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2. Por lo demás, podría plantearse la posibilidad de que el Fisco promueva el incidente de acreditación de
solvencia tendiente a hacer cesar el beneficio de justicia gratuita, en los términos del art. 53 in fine LCD (35).
Cierto es que la norma sólo alude a la legitimación de la demandada para promover esta incidencia y que la
doctrina colectiva se pronunció en contra de la legitimación del Fisco (36). Pero, suponiendo que la proclamada
invalidez de la norma pudiera salvarse mediante este resorte (al acordar al Estado provincial una vía idónea para
obtener una célera percepción de las gabelas), la exégesis del art. 53 LDC debería hacerse en tal sentido.
Ello porque el art. 3 LDC manda interpretar los textos legales en el sentido más favorable al consumidor,
que es precisamente el que permite que sus instituciones sean aplicables en el caso concreto (37).
VI. Otros argumentos relevantes
Además de los argumentos expuestos, que hacen a lo medular de la discusión, consideramos pertinente
añadir las siguientes razones en aval de nuestra postura:
1. No nos parece decisiva la afirmación de que la gratuidad establecida por determinadas normas
sustantivas, como el art. 20 de la Ley de Contrato de Trabajo Nº 20.744 (LCT), no resulta inválida (a diferencia
de la gratuidad prevista en la LDC) por el simple hecho de existir normativa local que recepta la misma
solución.
Por un lado, ese beneficio de gratuidad contenido en la LCT no trajo aparejado su declaración de
inconstitucionalidad o inaplicabilidad antes de su adecuación a las normas tributarias locales e incluso de su
recepción por la Constitución de la Provincia de Córdoba (CP) en su art. 23 inc. 10. Resulta útil recordar que la
LCT fue sancionada en el año 1974 y la Constitución Provincial en el año 1987, es decir, trece años después, no
existiendo antecedentes (al menos que se hayan publicado) de que en ese ínterin los tribunales laborales locales
hayan decidido la no aplicación del mentado art. 20 de la LCT o lo hayan declarado inconstitucional por invadir
una esfera de regulación provincial.
Por otro lado, si se busca una norma local de recepción de la gratuidad, nos encontramos con la previsión
genérica del art. 49 de la Const. Prov., que veda la existencia de limitaciones al acceso a la justicia por razones
económicas.
2. Tampoco compartimos el argumento que se ha deslizado en la jurisprudencia negando operatividad al
beneficio de justicia gratuita.
Si esto se hubiera planteado genéricamente en relación a los derechos del consumidor, no hubiéramos
coincidido, ya que se trata de dispositivos claramente operativos y no existe óbice alguno para su aplicación
inmediata (38). A la misma conclusión podría llegarse sólo desde la Constitución de Córdoba (39).
Ahora bien: tratándose de una norma legal en la que se establece específicamente el instituto, nuestra
discrepancia es aún mayor, en la medida que no se da el presupuesto necesario para negar operatividad a un
derecho o garantía: la ausencia de norma reglamentaria.
Por cierto que las eventuales dudas acerca de la extensión de la figura no suponen un óbice a su vigencia
inmediata, pues la propia LDC ofrece en su art. 3 una guía hermenéutica suficiente y, además, la eventual
indeterminación de una norma no supone un fundamento para no aplicarla, debiendo el intérprete determinar su
inteligencia en base a los diversos criterios técnicos de que dispone.
3. Desde otro ángulo, compartimos plenamente el excelente trabajo de los Dres. Francisco Junyent Bas y
Fernando M. Flores (40), en orden a las implicancias del cambio de paradigma operado por el reconocimiento
legislativo del principio protectorio del consumidor, como directriz que atraviesa todo el ordenamiento y que
tiene a corregir los desequilibrios del mercado, remarcando los distinguidos juristas (en enfoque que
compartimos) que esa profunda modificación legislativa no ha sido suficientemente percibida aún por los
operadores jurídicos que no logran comprender el alcance de este auténtico "big bang" de nuestro ordenamiento
jurídico (41).
En esta inteligencia, el principio interpretativo del art. 3 de la LDC (in dubio pro consumidor), en
coordinación con el art. 65 del mismo plexo normativo, en cuanto consagra el carácter de orden público del
estatuto consumeril, imponen realizar una interpretación de los diversos textos legales (sustantivos o adjetivos)
que mejor conformen los derechos de los consumidores o usuarios, a efectos de hacer efectiva la garantía
constitucional de la que gozan, lo que conlleva a su vez a redefinir principios de otras ramas del derecho que
tengan aplicación en la concreta relación de consumo de que se trate. Como lo sostienen los Dres. Junyent Bas y
Flores, se trata de un nuevo paradigma, con reglas y principios particulares y (en diversas situaciones) ajenos a
los clásicos postulados de los contratos civiles y comerciales (42).
En sintonía con estos lineamientos se impone la aplicación directa a las actuaciones judiciales que se inicien
con base en una relación de consumo del art. 53 in fine de la LDC, no obstante la falta de previsión expresa
sobre el particular en el Código Tributario de la Provincia, pues el juzgador debe llevar a cabo una
interpretación integral y sistemática de la norma en cuestión con el resto del ordenamiento jurídico a fin de
desentrañar su auténtico sentido al contemplarla en relación con este último, conduciendo dicha hermenéutica a
tener presente la garantía constitucional consagrada en el art. 42 de la Constitución Nacional, según la cual los
consumidores y usuarios de bienes y servicios tienen derecho, en la relación de consumo, a la protección de su
salud, seguridad e intereses económicos; a una información adecuada y veraz; a la libertad de elección y a
condiciones de trato equitativo y digno.
4. Finalmente, y en subsidio de lo que venimos diciendo, supongamos que efectivamente la regla fijada por
la LDC fuera insuficiente para regir de manera directa la gratuidad de los procesos habidos en sede provincial.
Ante este cuadro, se ha postulado en los fallos que comentamos la conveniencia de que la legislatura
provincial (a través de una reforma al Código Tributario) exima del pago de la tasa de justicia a los reclamos
judiciales basados en la LDC; inclusive, se ha postulado que hasta tanto se lleve a cabo la reforma legislativa
local, el juzgador no puede aplicar la norma del art. 53 de la LDC (43).
No compartimos esta perspectiva, ya que implicaría postergar sine die que la legislatura local recepte
legislativamente este instituto de vital importancia para que los consumidores y usuarios logren la preferente y
pronta tutela de sus derechos. Adviértase en este sentido que han pasado más de tres años desde que fue
introducido el beneficio de justicia gratuita a la LDC a través de la Ley 26.361, sin que hasta la fecha se haya
llevado a cabo la declamada "adecuación normativa"(44).
La omisión del legislador provincial no puede erigirse en un obstáculo para la aplicación directa de art. 53 a
efectos de permitirle al consumidor el acceso directo a la justicia sin ningún tipo de limitaciones, ello en razón
de que la garantía constitucional que le ha sido reconocida por el Constituyente a través del art. 42 CN, obliga a
los jueces a darle eficacia no obstante esa falta de reglamentación local.
Por ello, a falta de normas locales y si estas fueran juzgadas imprescindibles (que no es nuestro caso)
entendemos que procedería la vía pretoriana como canal para la aplicación directa de este instituto, siguiendo la
doctrina fijada por la CSJN desde los conocidos precedentes "Siri" y "Kot"(45) y recientemente transitada in re
"Halabi"(46)
A tales fines, el magistrado no estaría huérfano de instrumentos a los fines de aplicar esta figura, ya que
podría recurrir analógicamente a normas locales sobre gratuidad en el proceso del trabajo (47) (indudablemente
simétrica, al tratarse de dos modelos procesales protectorios) o, inclusive, aplicar el mentado art. 53 LDC ya no
de manera directa sino analógicamente, pues aunque éste sólo se reputase vigente en la Justicia Nacional, el art.
887 C.P.C.C. permite a los magistrados el recurso a dispositivos de extraña jurisdicción.
VII. Reflexión final
El problema que, contemporáneamente, se proyecta sobre los derechos humanos y sobre las garantías
procesales es el de su efectividad (48). Creemos que el beneficio de justicia gratuita es un instrumento
conducente a ese fin, y es por eso que asumimos la búsqueda de los puntales discursivos que lo sostienen.
Y si acaso no hubiéramos logrado demostrar el acierto de nuestra postura, cuanto menos esperamos haber
contribuido a generar un robusto intercambio de argumentos tendiente a enriquecer el debate sobre este tópico.
(1) Cámara Sexta, in re: "Tabares Vanesa Mariana c/ Plaza Motos S.A.OrdinarioCumplimiento/Resolución
de Contrato", Auto Nº 98,del 27411; Cámara Segunda, in re: "Mariano Elba Julio Elena y otro c/ Falabella
S.A.AbreviadosOtros", Auto Nº 274, del 03611; Cámara Quinta, in re: "Gennaro Pablo EstebanMedidas
Preparatorias", Auto Nº 239, del 29711; Cámara Cuarta, in re: "Arroyo Estela María c/ Caja de Seguros
S.A.AbreviadoCobro de Pesos", Auto Nº 481, del 15911; Cámara Séptima, in re "Usandivaras, Javier y otro
c/ Cablevisión S.A. Ordinario", Auto Nº 303, del 19/08/11.
(2) Cám. Sexta in re: "Tabares", cit.; Cám. Segunda, in re: "Mariano Elba Julio Elena", cit.; Cám. Quinta, in
re: "Gennaro", cit.; Cám. Cuarta, in re "Arroyo", cit.
(3) Por razones de espacio, se adicionan los diversos argumentos sin establecer a qué decisorio específico
pertenecen.
(4) Voto de la Dra. Palacio de Caeiro in re "Tabares", cit.; Cámara Séptima, in re "Usandivaras, Javier y
otro c/ Cablevisión S.A. Ordinario", Auto Nº 303, del 19/08/11.
(5) C.S.J.N., "Don Bernabé Correa", Fallos 138:157; "Perelló", Fallos 247:524, entre varios.
(6) De hecho, desde antaño (aunque sin brindar fundamentaciones enteramente aplicables al presente caso),
la C.S.J.N. admitió la validez de establecer por normas nacionales exenciones a impuestos provinciales (vgr.,
"Fiscal General de la provincia de Buenos Aires", Fallos 18:344; "F.C. Argentino", Fallos 68:234).
(7) La disposición norteamericana establece que el Congreso tendrá poder para "dictar todas las leyes que
sean necesarias y apropiadas para poner en ejecución los poderes mencionados (en las anteriores normas) y
todos los restantes poderes conferidos por la Constitución al gobierno de los Estados Unidos, o a cualquiera de
sus departamentos o funcionarios"
(8) Gelli, María Angélica; "Constitución de la Nación ArgentinaComentada y Concordada", La Ley, Bs.
As. 2006, pág. 610.
(9) Gabriel A. Stiglitz, "Protección Jurídica del Consumidor", Depalma, Buenos Aires 1986, pág. 49/52. Se
atribuye al acceso a la justicia un lugar trascendente en la protección del consumidor, lo que "implica no sólo el
reconocimiento normativo de sus derechos, sino también comprende el aspecto procesal, para que pueda contar
con los mecanismos adecuados para hacer valer tales derechos, fundamentalmente a través de la
implementación de procedimientos rápidos y sencillos, y por sobre todo gratuitos" (Graciela Lovece Celia
Weingarten, Las vías de acceso a la justicia en la ley de defensa del consumidor La Ley, 1996B, 833).
(10) Nicole L`Heureux; "El acceso efectivo del consumidor a la justicia: Tribunales de pequeñas
reclamaciones y acciones de interés colectivo", en "Defensa de los Consumidores de Productos y Servicios", La
Rocca, Bs.As. 1994, pág. 317.
(11) Conf. Gabriel A. Stiglitz, "Balance a diez años de vigencia de la ley 24.240", La Ley 2003C, 1017.
(12) Ver, por caso, Bersten, Horacio Luis, "Derecho Procesal del Consumidor", La Ley, Bs. As. 2004, pág.
350; Stiglitz, Rubén y Stiglitz, Gabriel, "Derechos y defensa del consumidor ", La Rocca, Bs. As. 1994, pág.
350/351; Carrillo, Hernán G., "Acceso del consumidor a la justicia", en "Tutela Procesal del Consumidor y del
Usuario", Director Peyrano, Editorial Jurídica Panamericana, Santa Fe 2000; Aníbal Manuel Reyes Oribe y
Francisco Javier Iraola, "Cuestiones procesales en la ley de defensa del consumidor", en Revista de Derecho
Privado y Comunitario, Nº 5 (Consumidores), Rubinzal Culzoni, Santa Fe 1996, pág. 288/289, entre muchos.
(13) Garay, Karim Gabriela, "La tutela procesal diferenciada del consumidor y el usuario y el beneficio de
justicia gratuita", en prensa.
(14) Es decir que es la Constitución la que distribuye las competencias y no las provincias las que las
delegan, resaltando que a pesar de la preexistencia histórica provincial nuestra Carta Magna Nacional no puede
concebirse como una "Constitución Pacto" resultante del acuerdo multilateral provincial, sino como una
"Constitución Ley", emanada de la voluntad soberana del pueblo.
(15) El tema excede largamente el presente estudio, por lo que nos limitamos a presentarlo. El federalismo
dual se caracteriza por una rígida división y una tenaz defensa de las competencias de cada nivel del Estado, que
se supera en el federalismo cooperativo a través de estrechos lazos de cooperación (Rodriguez Zapata, Jorge,
"Teoría y Práctica del Derecho Constitucional", Tecnos S.A., España 1996, pág. 87). Este modelo es una
consecuencia de las transformaciones sociales y del rol contemporáneo del Estado, que requiere una intensa
comunicación entre sus diversos niveles (Aja, Eliseo, "El Estado autonómico (Federalismo y hechos
diferenciales)", Alianza Editorial, Madrid 1999, pág. 29/30). Si bien es cierto que este modelo ocasionó en la
práctica efectos centralizadores, ello no justifica retroceder a instancias anteriores, sino antes bien avanzar hacia
la concreción de acuerdos y concertaciones (ver Barrera Buteler, Guillermo, "Provincias y Nación", Ciudad
Argentina, Bs. As. 1996, pág. 69/70); es que "sólo la concertación que asocia roles dispersos reconstruye el
sistema normativo requerido por la realidad" (Frías, Pedro J., "Federalismo como sistema", en "Derecho Público
Provincial", Hernández Coordinador, Lexis Nexis, Bs. As. 2008, pág. 127).
(16) Expresión de Nino, Carlos Santiago, utilizada en su obra "Fundamentos de derecho constitucional",
Astrea, Bs. As. 2000.
(17) Clérico, María Laura, "El derecho a la salud de las personas con discapacidad: ¿el argumento del
federalismo como acelerador o como freno?", Sup. Const, 2009 (junio), 7 La Ley, 2009D, 902.
(18) En este sentido, se expresa que la Constitución Nacional "sólo provee un piso mínimo de derechos"
que puede ser ampliado por las provincias pero, en cambio, si los jueces de provincia no respertaran esa
interpretación "mínima" de la Constitución Nacional, sus decisiones podrían ser invalidadas por la Corte
Suprema de Justicia de la Nación (González Bertomeu, Juan F., "Notas sobre federalismo", en "Teoría y crítica
del Derecho Constitucional", Gargarella Coordinador, Abeledo Perrot, Bs. As. 2010, Tomo I (Demoracia), pág.
478/479).
(19) Impidiendo a las provincias avanzar más allá de lo que lo hacen las normas nacionales. Sobre este
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empleo, ver Arballo, Gustavo, "Puesta en valor del constitucionalismo provincial", en "La Constitución en 2020.
48 propuestas para una sociedad igualitaria", Roberto Gargarella Coordinador, Siglo XXI, Bs. As. 2011.
(20) Cám. Sexta, "Tabares", cit..
(21) La Corte estableció en diversas resoluciones la tesis de la igualdad jerárquica, imponiendo al intérprete
la obligación de armonizar los diversos derechos (Fallos 255:293; 256:241; 258:267; 259:403; 264:94;
311:1438, entre otros). Esta igualdad jerárquica ha sido descartada por el mismo alto cuerpo, que ha admitido
los conflictos de derechos (ver Fallos 255:330; 264:416; 312:496) y ha privilegiado algunos derechos por sobre
otros (por mencionar sólo un caso paradigmático, ver autos "Ponzetti de Balbín", Fallos 306:1982).
(22) Villarragut, Marcelo "Reflexiones sobre la constitucionalidad del beneficio de justicia gratuita
contenido en la ley 24.240", Semanario Jurídico 1792, 03/02/10).
(23) En igual sentido, se ha expuesto que "Se trata de un tema de derechos humanos, donde el gobierno
federal puede fijar pautas uniformes, cuya concreción para todos los argentinos no puede quedar supeditada a
que las autoridades provinciales decidan sumarse a la política nacional" (González Zavala, Rodolfo, "Un
proceso justo para el consumidor", en "Derecho del consumidor", Tinti y Calderón Coordinadores, en prensa).
(24) C.S.J.N., "Cardozo", Fallos: 329:2265
(25) Conf. C.S.JN., "Simón", Fallos 328:2056
(26) Se ha destacado que: "La Convención de Viena sobre el derecho de los tratados aprobada por la Ley
19.865, ratificada por el Poder Ejecutivo Nacional el 05 de diciembre de 1972, y en vigor desde el 27 de enero
de 1980 es un tratado internacional constitucionalmente válido, que en su art. 27 dispone: "una parte no podrá
invocar las disposiciones de su derecho interno como justificación del incumplimiento de un tratado". La
necesaria aplicación de este artículo impone a los órganos del Estado Argentino una vez asegurados los
principios de derecho público constitucionales asignar primacía a los tratados ante un eventual conflicto con
cualquier norma interna contraria (CSJN, "Fibraca Construcciones S.C.A.", Fallos: 316:1669).
(27) Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), en su Opinión Consultiva OC18/03
(28) Desarrollados en Calderón, Maximiliano, "Los valores en la Constitución Argentina", Revista
Telemática de Filosofía del Derecho, nº 3, 1999/2000, pp. 4156 y "Los amparos contra el corralito y las
libertades preferidas", Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 7, 2003/2004, ambos accesibles en
www.rtfd.es. En un sentido convergente sobre la estructura jerárquica de la axiología constitucional,
Ekmekdjian, Miguel Angel, "El valor dignidad y la teoría del orden jerárquico de los derechos individuales", en
"Los valores en la constitución argentina", Ed. Ediar, Bs. As. 1999, pág. 9 y ss.
(29) No se trata de la defensa abstracta de las competencias provinciales, sino de su defensa en base a una
potencial lesión de naturaleza fiscal.
(30) Esto es, comprendiendo sólo una exención de pago de tasa y aportes previsionales, o quedando
equiparado al BLSG respecto al pago de costas judiciales. Problema que generó grandes discusiones
doctrinarias y jurisprudenciales en otras jurisdicciones, pero en Córdoba quedó relegado por la controversia
sobre la constitucionalidad y aplicabilidad del beneficio de justicia gratuita.
(31) Destaca su automaticidad, González Zavala, Rodolfo, "Justicia gratuita para el consumidor",
Semanario Jurídico 982008B, pág. 688.
(32) En igual sentido, González Zavala, op. cit., pág. 687 y 689.
(33) Conf., Venica, Oscar Hugo, "Código Procesal Civil y Comercial de la provincia de Córdoba", Lerner,
Córdoba 2001, Tomo IV, pág. 358. Así lo ha interpretado nuestro T.S.J., aunque admitiendo como excepción el
supuesto en que no existan indicios de una posible ulterior denegatoria del beneficio (T.S.J. Sala Civ. y Com.,
20/08/98, "Maidana, Manuel Antonio Filiación Cuerpo de fotocopias Recurso de casación").
(34) Conf. González Zavala, op. cit., pág. 693.
(35) González Zavala, op. cit., pág. 691, cuestiona esta disposición por absurda, al cercenar el interés de que
se paguen las tasas en los casos en que es razonable y elimina alternativas para evitar abusos.
(36) XXII Jornadas Nacionales de Derecho Civil, Córdoba 2009, Comisión de Derecho Interdisciplinario,
por unanimidad. González Zavala, op. cit., pág. 691, cuestiona la regla restrictiva por absurda, al cercenar el
interés de que se paguen las tasas en los casos en que es razonable y elimina alternativas para evitar abusos.
(37) La interpretación más favorable para el consumidor es la que conduce a la validez de las normas que se
dictan en su beneficio, no aquella que en abstracto puede juzgarse como más conveniente pero que conduce a
una tacha de inconstitucionalidad.
(38) Conf. Galdós, Jorge Mario, "La relación de consumo en la jurisprudencia de la Corte Suprema de
Justicia de la Nación" en "Ley de Defensa del Consumidor. Comentada y anotada", Vázquez Ferreyra y Picasso
Directores, La Ley, Bs. As. 2011, Tomo III, pág. 33 y ss., con cita de plurales antecedentes de la C.S.J.N.
("Bianchi", "Mosca", "Ledesma", "Uriarte", "Halabi") en tal sentido.
(39) El art. 22 de la Constitución Provincial establece la operatividad de todos los derechos
constitucionales; dentro de ellos, se enmarcan los derechos de los consumidores, fraccionariamente previstos en
los arts. 29 y 53 e internalizados por la cláusula de incorporación automática del art. 18 Const. Prov..
(40) Junyent Bas, Francisco y Flores, Fernando M.; "La tutela constitucional del beneficio de gratuidad
contenido en el art. 53, LDC", en Semanario Jurídico Nº 1801, del 07411, pag. 445.
(41) Junyent Bas, Francisco y Flores, Fernando M., op. cit., pag. 446.
(42) Junyent Bas, Francisco y Flores, Fernando M.; op. cit., pag. 447.
(43) Argumento de la Cámara Segunda in re "Mariano Elba".
(44) Esto sin perjuicio de la posibilidad de impetrar una acción de inconstitucionalidad por omisión.
(45) C.S.J.N., Fallos: 239:459 y 241:291, respectivamente.
(46) CSJN, "Halabi", Fallos 332:111. El Alto Cuerpo estableció la operatividad del acceso a la justicia para
los consumidores, añadiendo que "es obligación de los jueces darle eficacia, cuando se aporta nítida evidencia
sobre la afectación de un derecho fundamental y del acceso a la justicia de su titular. Esta Corte ha dicho que
donde hay un derecho hay un remedio legal para hacerlo valer toda vez que sea desconocido; principio del que
ha nacido la acción de amparo, pues las garantías constitucionales existen y protegen a los individuos por el solo
hecho de estar en la Constitución e independientemente de sus leyes reglamentarias, cuyas limitaciones no
pueden constituir obstáculo para la vigencia efectiva de dichas garantías", añadiendo luego que "Ese presunto
vacío legal no es óbice para que los jueces arbitren las medidas apropiadas y oportunas para una tutela efectiva
de los derechos constitucionales que se aducen vulnerados".
(47) Previsto por la Const. Prov. en su art. 23 inc. 10.
(48) Al respecto, señalaba hace más de una década Morello que "La efectividad de las técnicas (acciones y
remedios) y de los resultados es la meta que en estas horas finiseculares signa la eficiencia en concreto de la
actividad jurisdiccional, propósito notorio que cobra novedosa presencia como exigencia perentoria del Estado
de Derecho, en el clásico brocárdico: ubi remedium ibi ius (Morello, Augusto Mario, "Constitución y Proceso.
La nueva edad de las garantías jurisdiccionales", Librería Editora Platense, La Plata 1998, pág. 11).