Documente Academic
Documente Profesional
Documente Cultură
Wim Dierksxens
Hacia fines de los noventa las dos modalidades de acumulación real se agotan. La
inversión improductiva resta fuerza al crecimiento mundial y se torna negativa. Es
decir una recesión mundial se anuncia. El reparto del mercado mundial se estancó
por los desacuerdos entre las potencias. Al secarse así las ganancias reales de las
transnacionales, el mercado bursátil se desploma. La acumulación virtual también
se esfuma. Mucha empresa se endeudó con ello. Las deudas son reales, las
ganancias virtuales. Así se anuncia una crisis del gran capital. Las primeras
transnacionales se desploman (WorldCom y Enron). Ante la crisis surge la opción:
o se cambia de rumbo o se torna más agresivo el reparto del mundo. Lo primero
resulta más sensato, lo segundo más probable.
A partir del 11 de setiembre de 2001 entramos en una guerra global por el reparto
del mundo. El atentado sirvió para iniciar un reparto mediante la guerra en beneficio
de la «cultura elegida»: Occidente contra Oriente en una batalla de civilizaciones.
La economía de Japón se hunde, sin embargo Occidente no se recupera. No hay
lugar ni para todas las transnacionales occidentales. Con la guerra en Iraq se
vislumbra la guerra de EEUU contra el mundo entero en beneficio de la «nación
elegida». Las fisuras en NNUU, en la OTAN, en la Unión Europea y al interior de las
naciones, anuncian un “sálvese quien pueda” a costa de no importa quién. El
nacionalismo y el neofascismo en el reparto del pastel no harán, más que
profundizar la recesión económica y mundializar al movimiento social. Los 15
millones de ciudadanos que manifestaron contra la guerra el 15 de febrero de 2003
son su primer testimonio. La lucha social por el «otro mundo posible» no ha cesado
desde entonces, y más bien asciende conforme pasa el tiempo.
Después del fracaso del reparto del mercado mundial, a partir de 1945 la solución
fue acumular a partir de la inversión productiva en cada nación. Una especie de
proceso de engorde de cada país antes de iniciar un nuevo reparto. Sin embargo,
para que la inversión retorne al ámbito productivo se requiere un alza en la tasa de
beneficio. Esta alza se logró al acortar la vida media de los productos. Al acortarse
la vida media de la tecnología y de los bienes de consumo duradero (con modas,
falta de repuestos, etc.) aumentó la velocidad con que se realizaban las ventas y
ganancias y con ello se aceleró la acumulación de capital. En síntesis hay
acumulación a partir de crecimiento de riqueza en dinero, porque la vida de riqueza
material se acorta. Es la economía del derroche y de la contaminación.
Sólo hay necesidad y posibilidad de invertir dinero sobrante del Norte en forma
productiva en el Sur. La solidaridad del Norte con el Sur resulta así inevitable para
el Norte a fin de evitar la desvalorización inmediata del dinero. Con el conocimiento
como bien público y un dinero a intereses negativos puede reivindicarse y
desarrollarse la «economía de lo necesario» en el Sur. Ahí incrementará el ingreso
a velocidad en tanto que en el Norte se reducirá. La equidad está a la vista a
mediano plazo. El dinero pierde entonces toda posibilidad de acumulación. La clase
burguesa está fuera de la historia. La economía puede orientarse a la vida misma.
La democracia radical no sólo es posible sino que se reivindica como necesidad
histórica. Hemos entrado en otra racionalidad económica. ¿Cómo queremos
llamarla? ¿Socialismo mundial? No veo otro nombre más apropiado. Otra economía
es posible.