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CATEQUESIS DEL PERDÓN Y LA RECONCILIACIÓN - 2017

“Déjense reconciliar con Dios y con los hermanos”


ENCUENTRO No.1
LAS TENTACIONES EN EL DESIERTO DE LA VIDA

Jesús le dijo: «Aléjate, Satanás, porque dice la Escritura: Adorarás al Señor tu Dios, y a
Él sólo servirás.» (Mateo 4,11)
1. Introducción al encuentro
1.1. Invocación:
En el nombre del Padre del Hijo y del Espíritu Santo. Amén
1.2. Canto: se sugiere un canto que la comunidad sepa sobre el tema
1.3. Ambiente: El animador se presenta y pide que se presenten los participantes al encuentro.
Luego toma el anexo sobre Lectio divina y les indica los pasos para la Lectura orante. Después
les indica el itinerario de los temas y los coloca de frente a un listado de pecados que están
escritos en una cartelera y pide que reflexionen un momento.
2. Pasos de la Lectura Orante
2.1. Invocación:
Ven, Espíritu Santo, Consolador, hazte luz para quienes todo lo ven oscuro; amor, para
quienes se creen o están solos; fuerza, para quienes perciben la debilidad física y también en
su espíritu. Tú eres el mejor Abogado, defiéndenos de nosotros mismos, de nuestras
melancolías y desesperanzas. Amén.
2.2. Lectura del Evangelio según SAN MATEO 4,1-11
El Espíritu condujo a Jesús al desierto para que fuera tentado por el diablo, y después de estar
sin comer cuarenta días y cuarenta noches, al final sintió hambre. Entonces se le acercó el
tentador y le dijo: «Si eres Hijo de Dios, ordena que estas piedras se conviertan en pan.» Pero
Jesús le respondió: «Dice la Escritura: El hombre no vive solamente de pan, sino de toda
palabra que sale de la boca de Dios.» Después el diablo lo llevó a la Ciudad Santa y lo puso
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en la parte más alta de la muralla del Templo. Y le dijo: «Si eres Hijo de Dios, tírate de aquí
abajo, pues la Escritura dice: Dios dará órdenes a sus ángeles y te llevarán en sus manos para
que tus pies no tropiecen en piedra alguna.» Jesús replicó: «Dice también la Escritura: No
tentarás al Señor tu Dios.» A continuación, lo llevó el diablo a un monte muy alto y le mostró
todas las naciones del mundo con todas sus grandezas y maravillas. Y le dijo: «Te daré todo
esto si te arrodillas y me adoras.» Jesús le dijo: «Aléjate, Satanás, porque dice la
Escritura: Adorarás al Señor tu Dios, y a Él sólo servirás.» Entonces lo dejó el diablo y se
acercaron los ángeles a servirle. Palabra del Señor.
± Dialoguemos sobre lo que dice la Palabra de Dios
¿Como podremos entender las tentacionrs hoy?
¿De que modo se manifiestan en mi vida diaria?
± Memoricemos:
Jesús le dijo: «Aléjate, Satanás, porque dice la Escritura: Adorarás al Señor tu Dios, y a Él
sólo servirás.»
2.3. Meditemos la Palabra
Jesús fue tentado. Mateo hace comprensible las tentaciones: tentación del pan, tentación del
prestigio, tentación del poder. Se trata de varias formas de esperanza mesiánica, que en aquel
tiempo existían en el pueblo de Israel. El mesías glorioso que, como un nuevo Moisés, daría de
comer al pueblo en el desierto:"¡manda que estas piedras se conviertan en pan!" El mesías
desconocido que de repente se impone a todos por medio de un gesto espectacular en el
Templo: "¡Arrójate desde aquí!" El mesías nacionalista que quisiera dominar el mundo: "¡Todo
esto te daré!"
En el Antiguo Testamento, tentaciones idénticas hacen caer al pueblo en el desierto, después
de la salida de Egipto (Dt 8,3; 6,16; Dt 6,13). Jesús no repetirá la historia. Él resiste la tentación
de pervertir el plan de Dios para adaptarlo a sus intereses humanos del momento. Tentador o
Satanás es todo lo que le desvía del Plan de Dios. Pedro fue Satanás para Jesús en su
momento (Mt 16,23).
La tentación fue constante en la vida de Jesús. Esta le acompañó desde el principio hasta el
fin, desde el bautismo hasta la muerte de cruz. Porque en la medida con la que el anuncio de
la Buena Nueva del Reino se extendía en medio del pueblo, crecía la presión sobre Jesús para
adaptarse a las perspectivas mesiánicas del pueblo y ser el mesías que los otros deseaban y
querían: "mesías glorioso y nacionalista", "mesías rey", "mesías sumo sacerdote", "mesías
juez", "mesías guerrillero", "mesías doctor de la ley". La carta a los hebreos dice: "Él fue probado
en todo a semejanza de nosotros, menos en el pecado" (Heb 4,15).
Pero la tentación no ha conseguido jamás desviar a Jesús de su misión. El continuaba firme
en el camino del "Mesías Siervo “anunciado por el profeta Isaías y esperado sobre todo por los

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pobres del pueblo, los anawim. Al respecto, Jesús no ha tenido miedo de provocar conflictos, ni
con las autoridades, ni con las personas más queridas. Todos los que tentaban de desviarlo del
camino recibían respuestas duras y reacciones inesperadas:
Pedro intentó de alejar a Jesús del camino de la Cruz: "¡No será así Señor; esto no sucederá
jamás!" (Mat 16,22) y ha debido sentir: "¡Aléjate de mí, Satanás!" (Mc 8,33).
Los parientes, primeramente, querían portarlo a casa. Pensaban que estaba loco (Mc 3,21),
pero sintieron las palabras duras que parecía una rotura (Mc 3,33). Después, cuando Jesús
gozaba de cierta fama, querían que se mostrase más en público y permaneciese en Jerusalén,
la capital (Jn 7,3-4). Una vez más responde Jesús mostrando que hay una diferencia radical
entre su propuesta y la de ellos (Jn 7,6-7).
Sus padres se lamentaban: "Hijo, ¿por qué has obrado así con nosotros?" (Lc 2,48). Pero
recibieron como respuesta: "¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debo ocuparme de
las cosas que son del servicio de mi Padre?" (Lc 2,49).
Los apóstoles contentos de la publicidad que Jesús había adquirido en medio del pueblo
querían que se volviese al pueblo: "¡Todos te buscan!" (Mc 1,37). Pero recibieron un rechazo:
"¡Vayamos a otra parte, por las aldeas y ciudades vecinas, a fin de que predique también allí;
porque para esto he venido!" (Mc 1,38).
Juan Bautista quería forzar a Jesús a ser un "mesías juez severo" (Lc 3,9; Mt 3,7-12; Mt 11,3).
Jesús remitió a Juan a las profecías para que las confrontara con los hechos: "¡Andad y decid
a Juan lo que habéis visto y oído!" (Mt 11,46 e Is 29, 18-19; 35,5-6; 61,1).
El pueblo, viendo el signo de la multiplicación de los panes en el desierto, concluyó: "¡Este
ciertamente es el profeta que debía venir al mundo!" (Jn 6,14) Ellos trataron de forzar a Jesús
a ser el "mesías rey" (Jn 6,15), pero Jesús se escapó a la montaña para estar en la soledad con
su Padre.
En la hora del prendimiento, la hora de las tinieblas (Lc 22,53) aparece la tentación de ser
el "mesías guerrero". Pero Jesús dice: "¡Mete la espada en su lugar!" (Mt 26,52) y "¡Orad para
no caer en tentación!" (Lc 22,40-46).
Jesús se orientaba por la Palabra de Dios y en ella encontraba la luz y el alimento. Es sobre
todo la profecía del Siervo, anunciada por Isaías (Is 42,1-9; 49,1-6; 50,3-9; 52,13-53,12) la que
lo anima y le da valor para seguir. En el Bautismo y en la Transfiguración Él recibe del Padre la
confirmación de su camino, de su misión. La voz del cielo repite las palabras con las que la
profecía de Isaías presenta el Siervo de Yahvé al pueblo: "¡Este es mi Hijo amado: escuchadlo!"
(Mc 1,11; 9,6).
Jesús define su misión con estas palabras: "¡El Hijo del Hombre no ha venido para ser servido,
sino para servir y dar su vida por la redención de muchos!" (Mt 20,28; Mc 10,45). Es la lección
que aprendió de su Madre, que había respondido al ángel: "¡He aquí la esclava del Señor; se
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cumpla en mí según tu palabra!" (Lc 1,38). Orientándose por la Palabra de Dios para profundizar
en la conciencia de su misión y buscando fuerza en la oración, Jesús afrontaba las tentaciones.
Metido en medio de los pobres, los anawim, y unido al Padre, fiel a entrambos, Él resistía y
seguía la senda del Mesías Siervo, el camino del servicio al pueblo (Mt 20,28).
2.4. El papa Francisco nos enseña
La tentación se manifiesta como una atracción inocua y termina por transformarse en una jaula,
de la que a menudo más que buscar evitarla se intenta minimizar su esclavitud, sordos a la
Palabra de Dios. El Santo Padre reafirmó una verdad y una consecuencia descritas por Santiago
en un pasaje de su Epístola, propuesta por la liturgia: La verdad es que jamás es Dios quien
tienta al hombre, sino sus pasiones. La secuencia es aquella producida por las mismas pasiones
las cuales, dice el Apóstol, “conciben y generan el pecado. Y el pecado, una vez cometido,
produce la muerte”.
El Pontífice dijo: “la tentación, ¿de dónde viene? ¿Cómo actúa dentro de nosotros? El apóstol
nos dice que no viene de Dios, sino de nuestras pasiones, de nuestras debilidades interiores,
de las heridas que ha dejado en nosotros el pecado original: las tentaciones vienen de allí, de
estas pasiones. Es curioso, la tentación tiene tres características: crece, contagia y se justifica.
Crece: comienza como si nada, y crece… El mismo Jesús decía esto, cuando habló de la
parábola del grano y de la cizaña: el grano crecía, pero también la cizaña sembrada por el
enemigo. Y la tentación crece: crece, crece… Y si uno no la detiene, ocupa todo”.
Además, continuó el Papa, la tentación “busca otro para hacerse compañía, contagia” y “en este
crecer y contagiar, la tentación nos encierra en un ambiente de donde no se puede salir con
facilidad”.
“Y así, cuando estamos tentados, no escuchamos la Palabra de Dios: no escuchamos. No
entendemos. Y Jesús ha debido recordar la multiplicación de los panes para hacerlos salir de
aquel ambiente, porque la tentación nos encierra, nos quita toda capacidad de previsión, nos
cierra todo horizonte, y así nos lleva al pecado. Cuando estamos tentados, solo la Palabra de
Dios, la Palabra de Jesús nos salva. Escuchar aquella Palabra que nos abre el horizonte… Él
siempre está dispuesto a enseñarnos cómo salir de la tentación. Y Jesús es grande porque no
solo nos hace salir de la tentación, sino que nos da más confianza”.
Esta confianza, afirmó el Santo Padre, es “una fuerza grande, cuando somos tentados: el Señor
nos espera”, “se fía de nosotros tentados, pecadores”, “abre siempre horizontes”. Por el
contario, repitió Francisco, el diablo con “la tentación, encierra, cierra, cierra” y hace “crecer” un
ambiente parecido a la barca de los Apóstoles. No dejarse “encarcelar” por este tipo de
ambiente, concluyó, es posible sólo “cuando se escucha la Palabra de Jesús”.
Para concluir, el Papa alentó a pedirle “al Señor que siempre, como hizo con los discípulos, con
su paciencia, cuando somos tentados nos diga: ‘Detente, estate tranquilo. Acuérdate que hice
contigo en aquel momento, en aquel tiempo: acuérdate. Alza los ojos, mira el horizonte, no

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cerrar, no te cierres, va adelante’. Y esta Palabra nos salvará de caer en el pecado en el


momento de la tentación”.
2.5. Oremos con la Palabra:
Señor Jesús, te doy gracias por tu palabra, que nos ha hecho ver mejor la voluntad del Padre:
Haz que tu Espíritu ilumine nuestras acciones y nos comunique la fuerza para seguir lo que tu
Palabra nos ha hecho ver. Haz que nosotros, como María tu Madre, podamos no sólo escuchar
sino practicar la Palabra. Tú que vives y reinas con el Padre en la unidad del Espíritu Santo por
todos los siglos de los siglos. Amén
2.6. Compromiso y Actitudes
Luchar contra las tentaciones desde la Palabra de Dios y a hacer la voluntad de Dios como
Jesús nos lo enseña.
3. Oración por Oración por el perdón y la reconciliación.
Señor que en este año la Diócesis de Fontibón se convierta en el eco de la palabra de Dios,
que resuena fuerte y decidida como palabra y gesto de perdón, de soporte, de ayuda, de amor.
Que nunca se canse de ofrecer misericordia y sea siempre paciente en el confortar y perdonar.
Que se haga voz de cada hombre y mujer y repita con confianza y sin descanso: «Acuérdate,
Señor, de tu misericordia y de tu amor; que son eternos» (Sal 25,6). Amén.
4. Para nuestro próximo encuentro:
Escoger una o dos personas de la comunidad para que dramaticen el texto de
Mateo 15,19
Nota: Ver anexos 1 y 2 evangelio según San Mateo

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“Déjense reconciliar con Dios y con los hermanos”


ENCUENTRO No.2
EL PECADO ESCLAVIZA AL HOMBRE

“Si se mantienen fieles a mis enseñanzas, serán realmente mis discípulos; y conocerán
la verdad, y la verdad los hará libres”. Juan 8,32
1. Introducción al encuentro
1.1. Invocación
En el nombre del Padre del Hijo y del Espíritu Santo. Amén
1.2. Canto: Se sugiere un canto que la comunidad sepa sobre el tema
1.3. Ambientación: Se dispone el salón para la dramatización del texto de Mt.15,19
2. Pasos de la Lectura Orante
2.1. Invocación: Ven, Espíritu Santo, Consolador, hazte luz para quienes todo lo ven oscuro;
amor, para quienes se creen o están solos; fuerza, para quienes perciben la debilidad física y
también en su espíritu. Tú eres el mejor Abogado, defiéndenos de nosotros mismos, de
nuestras melancolías y desesperanzas. Amén
2.2. Lectura del evangelio según SAN JUAN 8,31-46
Jesús se dirigió entonces a los judíos que habían creído en él, y les dijo:
―Si se mantienen fieles a mis enseñanzas, serán realmente mis discípulos; y conocerán la
verdad, y la verdad los hará libres.

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―Nosotros somos descendientes de Abraham —le contestaron—, y nunca hemos sido


esclavos de nadie. ¿Cómo puedes decir que seremos liberados?
―Ciertamente les aseguro que todo el que peca es esclavo del pecado —respondió Jesús—
Ahora bien, el esclavo no se queda para siempre en la familia; pero el hijo sí se queda en ella
para siempre. Así que, si el Hijo los libera, serán ustedes verdaderamente libres. Yo sé que
ustedes son descendientes de Abraham. Sin embargo, procuran matarme porque no está en
sus planes aceptar mi palabra. Yo hablo de lo que he visto en presencia del Padre; así también
ustedes, hagan lo que del Padre han escuchado.
―Nuestro padre es Abraham —replicaron.
―Si fueran hijos de Abraham, harían lo mismo que él hizo. Ustedes, en cambio, quieren
matarme, ¡a mí, que les he expuesto la verdad que he recibido de parte de Dios! Abraham jamás
haría tal cosa. 41 Las obras de ustedes son como las de su padre.
―Nosotros no somos hijos nacidos de prostitución —le reclamaron—. Un solo Padre tenemos,
y es Dios mismo.
―Si Dios fuera su Padre —les contestó Jesús—, ustedes me amarían, porque yo he venido de
Dios y aquí me tienen. No he venido por mi propia cuenta, sino que él me envió. ¿Por qué no
entienden mi modo de hablar? Porque no pueden aceptar mi palabra. Ustedes son de su padre,
el diablo, cuyos deseos quieren cumplir. Desde el principio este ha sido un asesino, y no se
mantiene en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando miente, expresa su propia
naturaleza, porque es un mentiroso. ¡Es el padre de la mentira! Y sin embargo a mí, que les
digo la verdad, no me creen. ¿Quién de ustedes me puede probar que soy culpable de pecado?
Si digo la verdad, ¿por qué no me creen? El que es de Dios escucha lo que Dios dice. Pero
ustedes no escuchan, porque no son de Dios. Palabra del Señor.
± Dialoguemos sobre lo que dice la Palabra
 ¿Qué me dice el texto?
 ¿Cómo el pecado me puede esclavizar?
 ¿Cómo puedo según el texto leído limpiarme de esos pecados?
± Memoricemos:
“Si se mantienen fieles a mis enseñanzas, serán realmente mis discípulos; y conocerán
la verdad, y la verdad los hará libres”.
2.3. Meditemos la Palabra:
• Juan 8,31-32: La libertad que nace de la fidelidad a la palabra de Jesús. Jesús manifiesta a
los judíos: “Si se mantienen en mi palabra, serán verdaderamente mis discípulos, y conocerán
la verdad y la verdad los hará libres. Ser discípulo de Jesús es lo mismo que abrirse a Dios. Las
palabras de Jesús son en realidad palabra de Dios. Comunican la verdad, porque dan a conocer
las cosas como son a los ojos de Dios y no a los ojos de los fariseos. Más tarde, durante la
última Cena, Jesús enseñará lo mismo a los discípulos.

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• Juan 8,33-38: ¿Qué quiere decir ser hijo e hija de Abrahán? La reacción de los judíos es
inmediata: "Nosotros somos descendencia de Abrahán y nunca hemos sido esclavos de nadie.
¿Cómo dices tú: los hare libres?” Jesús insiste haciendo una distinción entre hijo y esclavo y
dice: "Todo el que comete pecado es un esclavo. Y el esclavo no se queda en casa para
siempre; mientras el hijo se queda para siempre. Si, pues, el Hijo les da la libertad, seréis
realmente libres.” Jesús es el hijo y vive en la casa del Padre. El esclavo no vive en la casa del
Padre. Vivir fuera de la casa, fuera de Dios quiere decir vivir en el pecado. Si aceptaran la
palabra de Jesús podrían llegar a ser hijos y alcanzar la libertad. No serían esclavos. Y Jesús
continúa: “Ya sé que son descendencia de Abrahán; pero tratan de matarme, porque mi palabra
no llega a ustedes.” Inmediatamente aparece bien clara la distinción: “Yo hablo lo que he visto
junto a mi Padre; y ustedes hacen lo que han oído a su padre”. Jesús les niega el derecho a
decir que son hijos de Abrahán, porque sus obras afirman lo contrario.
• Juan 8,39-41a: Un hijo de Abrahán cumple las obras de Abrahán. Ellos insisten en afirmar:
“¡Nuestro Padre es Abrahán!” como si quisiesen presentar a Jesús un documento de su
identidad. Jesús vuelve a insistir: “Si son hijos de Abrahán, hagan las obras de Abrahán. Pero
tratan de matarme, a mí que les he dicho la verdad que oí de Dios. Eso no lo hizo Abrahán.
Ustedes hacen las obras de su padre.” Entre líneas sugiere que el padre de ellos es Satanás
(Jn 8,44). Sugiere que son hijos de la prostitución.
• Juan 8,41b-42: “Si Dios fuera su Padre, me amarían, porque yo he salido y vengo de Dios; no
he venido por mi cuenta, sino que él me ha enviado”. Usando palabras diversas, Jesús repite la
misma verdad: “Aquel que pertenece a Dios escucha las palabras de Dios”. El origen de esta
afirmación viene de Jeremías quien dice: “Pondré mi ley en su interior, la escribiré en sus
corazones. Entonces yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo. Ya no tendrán que enseñarse
mutuamente, diciéndose el uno al otro: ‘Conozcan a Yahvé’. Pues me conocerán todos, del más
grande al más humilde. Porque yo habré perdonado su culpa y no me acordaré más de su
pecado” (Jer 31,33-34). Pero ellos no se abrieron a esta nueva experiencia de Dios, y por esto
no reconocieron a Jesús como enviado del Padre.
2.4. El papa Francisco nos enseña

Con la ayuda de Jesús uno puede cambiar de vida si reconoce su pecado y quiere comenzar
de nuevo.

Como siempre, comento que el Evangelio “se nos habla de renovación”, y se afirma que todo
será cambiado “de lo feo a lo hermoso, de lo malo a lo bueno”.

Es lo mismo que hacía Jesús cuando “hacía ver un camino de cambio a la gente y por eso la
gente lo seguía”. “Lo seguían porque el mensaje de Jesús llegaba al corazón”, explicó.

“Pero esto que hacía Jesús no era solamente un cambio de lo feo a lo hermoso, de lo malo a lo
bueno, Jesús ha hecho una transformación. No es un problema de hacer algo hermoso, no es
un problema de maquillaje: ¡ha cambiado todo desde dentro!".

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“Ha cambiado con una recreación: Dios había creado el mundo; el hombre ha caído en pecado:
viene Jesús a recrear el mundo. Y este es el mensaje, el mensaje del Evangelio, que se ve
claro: antes de curar a ese hombre, Jesús perdona sus pecados. Va allí, a la re-creación, re-
crea a ese hombre pecador en justo: lo re-crea como justo. Lo hace nuevo, totalmente nuevo.
Y esto escandaliza. ¡Esto escandaliza!”.

“Ser transformados, esta es la gracia de la salud que lleva Jesús”, añadió.

El Papa destacó que es necesario vencer la tentación de “yo no puedo con ello” y dejarse “re-
crear por Jesús”. “Todos somos pecadores, pero mira la raíz de tu pecado y que el Señor vaya
más allá y la re-cree; y esa raíz amarga florecerá, florecerá con las obras de justicia; y tú serás
un hombre nuevo, una mujer nueva”.

El Santo Padre invitó a acudir al sacramento de la confesión y a confesar los pecados “con
nombre y apellidos”. “Yo he hecho esto, esto, esto y me avergüenzo dentro del corazón, y abro
el corazón: ‘Señor, lo único que tengo. ¡Recréame, recréame!’.

A veces “buscamos esconder la gravedad de nuestros pecados”, por ejemplo, cuando


disimulamos la envidia y esto “es algo muy feo”. “Es como el veneno de serpiente” que busca
“destruir al otro”.

Por eso hay que ir “al fondo de nuestros pecados y después darlos al Señor, para que Él los
borre y nos ayude a ir hacia delante con fe”.

A continuación, contó una anécdota de un santo “estudioso de la Biblia” que tenía un carácter
muy fuerte y pedía perdón a Dios: “El Santo, hablando con el Señor decía: ‘¿estás contento
Señor?’. ‘¡No!’. ‘¡Pero te he dado todo!’. ‘No, falta algo’. Y este pobre hombre hacía otra
penitencia, otra oración, otra vigilia: ‘Te he dado esto, Señor, ¿está bien?’. ‘¡No!’. ‘Falta algo’.
‘¿Pero qué falta Señor?’. ‘¡Faltan tus pecados! ¡Dame tus pecados! Esto es lo que hoy el Señor
nos pide a nosotros: ‘¡Ánimo! Dame tus pecados y te haré un hombre nuevo y una mujer nueva’”.

2.5. Oremos con la Palabra


Mi humanidad, mi mundanidad muchas veces me llena de ego, de orgullo, de caprichos y hace
que se pierda o confunda mi corazón, mi voluntad, mis esfuerzos. Señor tú conoces todo esto
y eres misericordioso, te pedimos que nos perdones y nos ayudes a ser lo más fiel a tu mensaje,
porque sabemos que tú eres la verdad, el camino a la libertad eterna.
2.6. Compromisos y actitudes que nos deja la Palabra
El valor de la persona está por encima de las costumbres o normas que atentan contra su
dignidad. Por ello se nos invita a acoger y recibir al hermano en medio de su necesidad.
3. Oración por el perdón y la reconciliación
Señor que en este año la Diócesis de Fontibón se convierta en el eco de la palabra de Dios,
que resuena fuerte y decidida como palabra y gesto de perdón, de soporte, de ayuda, de

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amor. Que nunca se canse de ofrecer misericordia y sea siempre paciente en el confortar y
perdonar. Que se haga voz de cada hombre y mujer y repita con confianza y sin descanso:
«Acuérdate, Señor, de tu misericordia y de tu amor; que son eternos» (Sal 25,6). Amén.
4. Para nuestro próximo encuentro:
Traer cosas para compartir en el próximo encuentro. Y Algunos se les dice en secreto que no
traigan nada.
Nota: Ver anexo 2 Evangelio según SAN JUAN

“Déjense reconciliar con Dios y con los hermanos”


ENCUENTRO N0.3
EL EGOISMO NOS ALEJA DEL AMOR DE DIOS Y DE LOS HERMANOS

“Esta misma noche te van a reclamar tu alma. ¿Quién se quedará con lo que has
preparado?”
Lucas. 12,21
1. Introducción al encuentro
1.1. Invocación
En el nombre del Padre del Hijo y del Espíritu Santo. Amen
1.2. Canto: Se sugiere un canto que la comunidad sepa sobre el tema.
1.3. Ambientación: Se reciben las cosas que han traído para compartir, y observar cómo
reaccionan con las personas que no trajeron nada.
2. Pasos para la lectura Orante:
2.1. Invocación:
Ven, Espíritu Santo, Consolador, hazte luz para quienes todo lo ven oscuro; amor, para quienes
se creen o están solos; fuerza, para quienes perciben la debilidad física y también en su espíritu.
Tú eres el mejor Abogado, defiéndenos de nosotros mismos, de nuestras melancolías y
desesperanzas. Amén

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2.2. Lectura del Evangelio según Lucas 12,13-21


Uno de entre la gente pidió a Jesús: «Maestro, dile a mi hermano que me dé mi parte de la
herencia.» Le contestó: «Amigo, ¿quién me ha nombrado juez o partidor de
herencias?» Después dijo a la gente: «Eviten con gran cuidado toda clase de codicia, porque,
aunque uno lo tenga todo, no son sus posesiones las que le dan vida.»
A continuación, les propuso este ejemplo: «Había un hombre rico, al que sus campos le habían
producido mucho. Pensaba: ¿Qué voy a hacer? No tengo dónde guardar mis cosechas. Y se
dijo: Haré lo siguiente: echaré abajo mis graneros y construiré otros más grandes; allí
amontonaré todo mi trigo, todas mis reservas. Entonces yo conmigo hablaré: Alma mía, tienes
aquí muchas cosas guardadas para muchos años: descansa, come, bebe, pásalo bien.» Pero
Dios le dijo: “¡Necio! Esta misma noche te van a reclamar tu alma. ¿Quién se quedará con lo
que has preparado?”. Esto vale para toda persona que amontona para sí misma en vez de
acumular para Dios.» Palabra del Señor.
± Dialoguemos sobre los que dice la palabra
 ¿Qué entiendo por egoísmo?
 ¿Cuáles son las características de una persona egoísta?
 ¿Cómo es posible vencer el egoísmo?

± Memoricemos:
¡Necio! Esta misma noche te reclamarán el alma; las cosas que preparaste, ¿para quién serán?
2.3. Meditemos la Palabra
● Lucas 12,13: Un pedido para repartir la herencia. “Uno de la gente le dijo: «Maestro, di a mi
hermano que reparta la herencia conmigo.” Hasta hoy, la distribución de la herencia entre los
familiares es siempre una cuestión delicada y, muchas veces, ocasiona infinitas discusiones y
tensiones. En aquel tiempo, la herencia tenía que ver también con la identidad de las personas
(1Re 21,1-3) y con su supervivencia (Núm 27,1-11; 36,1-12). El mayor problema era la
distribución de las tierras entre los hijos del fallecido padre. Siendo una familia grande, se corría
el peligro de que la herencia se desmenuzara en pequeños pedazos de tierra que no podrían
garantizar la supervivencia de todos. Por esto, para evitar la desintegración o pulverización de
la herencia y mantener vivo el nombre de familia, el mayor de los hijos recibía el doble de la
herencia (Dt 21,17. cf. 2Re 2,11).
● Lucas 12,14-15: Respuesta de Jesús: cuidado con la ganancia. “Jesús respondió: "¿Hombre,
¿Quién me ha constituido juez o repartidor entre vosotros?” En la respuesta de Jesús se ve la
conciencia que tenía de su misión. Jesús no se siente enviado por Dios para atender el pedido
de arbitrar entre los parientes que se pelean entre sí por el reparto de la herencia. Pero el pedido
despierta en él la misión de orientar a las personas, pues: “Les dijo: Mirad y guardaos de toda
codicia, porque, aunque alguien posea abundantes riquezas, éstas no le garantizan la
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vida.” Formaba parte de su misión el esclarecer a las personas respecto del sentido de la vida.
El valor de una vida no consiste en tener muchas cosas, sino en ser rico para Dios (Lc 12,21).
Pues, cuando la ganancia ocupa el corazón, no se llega a repartir la herencia con equidad y con
paz.
● Lucas 12,16-19: La parábola que hace pensar en el sentido de la vida. Inmediatamente
después Jesús cuenta una parábola para ayudar a las personas a reflexionar sobre el sentido
de la vida: "Los campos de cierto hombre rico dieron mucho fruto; y pensaba entre sí, diciendo:
¿Qué haré, pues no tengo dónde almacenar mi cosecha?” El hombre rico está totalmente
encerrado en la preocupación de sus bienes que aumentarán de repente por causa de una
cosecha abundante. Piensa sólo en acumular para garantizarse una vida despreocupada.
Dice: “Y dijo: Voy a hacer esto:
Voy a demoler mis graneros, edificaré otros más grandes, reuniré allí todo mi trigo y mis bienes
y diré a mi alma: Alma, tienes muchos bienes en reserva para muchos años. Descansa, come,
bebe, banquetea.'
● Lucas 12,20: Primera conclusión de la parábola. “Pero Dios le dijo: ¡Necio! Esta misma noche
te reclamarán el alma; las cosas que preparaste, ¿para quién serán?' La muerte es una llave
importante para redescubrir el sentido verdadero de la vida. Relativiza todo, pues muestra lo
que perece y lo que permanece. Quien sólo busca tener y olvida el ser pierde todo en la hora
de la muerte. Aquí se evidencia un pensamiento muy frecuente en los libros sapienciales: para
qué acumular bienes en esta vida, si no sabes dónde poner los bienes que acumulas, ni sabes
lo que el heredero va a hacer con aquello que tu le dejas (Ecl 2,12.18-19.21).
● Lucas 12,21: Segunda conclusión de la parábola. “Así es el que atesora riquezas para sí y no
se enriquece en orden a Dios.”. ¿Cómo volverse rico para Dios? Jesús dio diversas sugerencias
y consejos: quien quiere ser el primero, que sea el último (Mt 20,27; Mc 9,35; 10,44); es mejor
dar que recibir (At 20,35); el mayor es el menor (Mt 18,4; 23,11; Lc 9,48) guarda su vida aquel
que la pierde (Mt 10,39; 16,25; Mc 8,35; Lc 9,24).
2.4. El papa Francisco nos enseña:
“Jesús como buen maestro nos envía a vivir de otra manera, con otra ley, bajo otra norma. Es
pasar de la lógica del egoísmo, de la clausura, de la lucha, de la división, de la superioridad, a
la lógica de la vida, de la gratuidad, del amor. De la lógica del dominio, del aplastar, manipular;
a la lógica del acoger, recibir y cuidar”, aseveró el Pontífice. explicó que la lógica del evangelio
“no se convence con los argumentos, con las estrategias, con las tácticas, sino simplemente
aprendiendo a alojar, a hospedar”, especialmente a los más necesitados.
Pidió por la hospitalidad “con el hambriento, con el sediento, con el desnudo, con el enfermo,
con el paralítico, con el que no piensa como nosotros, con el que no tiene fe o la ha perdido por
culpa nuestra, con las culturas diferentes, con el pecador”.

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CATEQUESIS DEL PERDÓN Y LA RECONCILIACIÓN – 2017

“Cuanto bien podemos hacer si nos animamos a aprender este lenguaje de la


hospitalidad... cuántas heridas, cuántas desesperanzas se pueden curar en un hogar donde
uno se sienta bien recibido”, dijo el papa.
Francisco alertó sobre los riesgos de la soledad “que destruye silenciosamente tantas vidas, un
mal que va haciendo nido en nuestro corazón y comiendo nuestra hospitalidad”. Señaló que la
soledad “nos va alejando de los demás, nos va encerrando en nosotros mismos” y llamó a las
comunidades mantenerse unidas. La humildad nos hace fecundos, la soberbia estéril “La
humildad es necesaria para la fecundidad”. El Papa ha afirmado que la intervención de Dios
vence la esterilidad de nuestra vida y la hace fecunda. Por tanto, ha advertido contra el
comportamiento de soberbia que nos hace estériles. “¡Yo puedo, desde la aridez, hacer crecer
los frutos!”.
Y la salvación, afirmó Papa Francisco, es esta: “La intervención de Dios nos hace fecundos,
nos da la capacidad de dar vida”. Nosotros, advirtió, “no podemos” hacerlo “por nuestras
fuerzas”. Sin embargo, reveló, “muchos han hecho la prueba de pensar en nuestra capacidad
de salvarnos”.
“La humildad es necesaria para la fecundidad. Cuantas personas creen ser justas, como
aquella, y al final son pobrecillas. La humildad de decir al Señor: “’Señor, soy estéril, soy un
desierto’ y repetir en estos días estas bellas antífonas que la Iglesia nos hace rezar: ‘Oh Hijo de
Dios, oh Adonai, oh Sabiduría, hoy, oh raíz de Jesé, oh Emmanuel, ven a darnos vida, ven a
salvarnos, porque solo Tú puedes, ¡Yo solo no puedo!’ Y con esta humildad, la humildad del
desierto, la humildad del alma estéril, recibir la gracia, la gracia de florecer, de dar fruto y de dar
vida”.
2.5. Oremos con la palabra:
¡Oh Dios!, fuerza de los que en ti esperan, escucha nuestras súplicas; y, pues el hombre es
frágil y sin ti nada puede, concédenos la ayuda de tu gracia para guardar tus mandamientos y
agradarte con nuestras acciones y deseos. Por nuestro Señor.
2.6. Compromisos y Actitudes que nos deja la Palabra:
Teniendo en cuenta lo que nos dice la Palabra de Dios hoy, “no os amontonéis tesoros en la
tierra” ¿Cómo pretendes vivir ese compromiso? Exprésalo mediante hechos concretos. ¿La
comunidad puede ayudarte para ello?
3. Oración por el perdón y la reconciliación
Señor que en este año la Diócesis de Fontibón se convierta en el eco de la palabra de Dios,
que resuena fuerte y decidida como palabra y gesto de perdón, de soporte, de ayuda, de amor.
Que nunca se canse de ofrecer misericordia y sea siempre paciente en el confortar y perdonar.
CATEQUESIS DEL PERDÓN Y LA RECONCILIACIÓN - 2017

Que se haga voz de cada hombre y mujer y repita con confianza y sin descanso: «Acuérdate,
Señor, de tu misericordia y de tu amor; que son eternos» (Sal 25,6). Amén.
4. Para nuestro próximo encuentro:
Sabe sobre algún acto de soberbia que nos pudiera narrar.
Nota: Ver anexo 2 Evangelio según San Lucas
“Déjense reconciliar con Dios y con los hermanos”
ENCUENTRO NO. 4
PECADO DE LA SOBERBIA

“Porque el que se ensalce, será humillado; y el que se humille, será ensalzado” Lucas
18,14
1. Introducción al encuentro
1.1. Invocación
En el nombre del Padre del Hijo y del Espíritu Santo. Amén
1.2. Canto: se sugiere un canto que la comunidad sepa sobre el tema.
1.3. Ambientación: Disponer el salón para las narraciones de actos de soberbia.
2. Pasos de la lectura orante
2.1. Invocación: Ven, Espíritu Santo, Consolador, hazte luz para quienes todo lo ven oscuro;
amor, para quienes se creen o están solos; fuerza, para quienes perciben la debilidad física y
también en su espíritu. Tú eres el mejor Abogado, defiéndenos de nosotros mismos, de nuestras
melancolías y desesperanzas. Amén.
2.2. Lectura del Del Evangelio SEGÚN LUCAS 18,9-14

A algunos que se tenían por justos y despreciaban a los demás les dijo esta parábola: «Dos
hombres subieron al templo a orar; uno fariseo, otro publicano. El fariseo, de pie, oraba en su
interior de esta manera: ¡Oh Dios! Te doy gracias porque no soy como los demás hombres,
rapaces, injustos, adúlteros, ni tampoco como este publicano. Ayuno dos veces por semana,
doy el diezmo de todas mis ganancias.' En cambio, el publicano, manteniéndose a distancia, no

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CATEQUESIS DEL PERDÓN Y LA RECONCILIACIÓN – 2017

se atrevía ni a alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: ¡Oh Dios! ¡Ten
compasión de mí, que soy pecador!' Os digo que éste bajó a su casa justificado y aquél no.
Porque todo el que se ensalce será humillado; y el que se humille será ensalzado.»
Palabra del Señor.

± Dialoguemos sobre los que dice la palabra


¿En qué consiste la Soberbia?
¿Cómo daña las relaciones interpersonales la soberbia?
¿Cuál es la raíz de la soberbia?
± Memoricemos
“Porque el que se ensalce, será humillado; y el que se humille, será ensalzado”
2.3. Meditemos la Palabra
La parábola que expone Jesús, nos presenta dos posiciones opuestas del hombre frente a
Dios, una es simbolizada por el fariseo, “la soberbia”.
Hablamos de soberbia y nos referimos a una actitud de arrogancia, y los soberbios se auto
califican en sus hechos de grandiosos, magníficos, o estupendos, y disfrutan
placenteramente en la contemplación de sus cualidades propias, con menosprecio a los
demás.
El orgulloso no conoce el amor de Dios y se encuentra alejado de Él. Se ensoberbece porque
es rico, sabio o famoso, pero ignora la profundidad de su pobreza y de su ruina, porque no
ha conocido a Dios. En cambio, el Señor viene en ayuda de quien combate contra la
soberbia, a fin de que triunfe sobre esta pasión. El alma soberbia se atormenta por sí misma.
Para que puedas ser salvado, es necesario que te vuelvas humilde, puesto que, aunque se
trasladara por la fuerza un hombre soberbio al paraíso, tampoco allí encontraría paz ni se
sentiría satisfecho, y diría: “¿Por qué no estoy en el primer puesto?”.
La otra posición opuesta, simbolizada por el publicano, es la de una profunda humildad.
La humildad, es una actitud derivada del conocimiento de las propias limitaciones y que lleva
a obrar sin orgullo: La humildad permite reconocer los propios errores. Así es, como el
publicano que, con esta actitud de profunda humildad, hace un reconocimiento sincero de
sus faltas, él se mira interiormente a sí mismo y lo hace con verdad y honestidad, entonces
se sabe pecador, y por lo mismo, se reconoce necesitado del perdón de Dios.
El sentimiento de humildad del publicano, lo hace abrirse a sí mismo, y busca apoyarse en
la infinita misericordia de Dios, así es como dice: "¡Dios mío, ten piedad de mí, que soy un
pecador!". La suplica es con ahínco.
Somos humildes, cuando no nos fijamos en los errores de los demás y no los juzgamos.
CATEQUESIS DEL PERDÓN Y LA RECONCILIACIÓN - 2017

Finalmente, Jesús pronuncia una sentencia sobre la actitud de soberbia del fariseo y la
humilde del publicano. El fariseo, llenos de si, se vuelve vacío de Dios, el publicano, vacío
de sí mismo y se ve envuelto por el amor y la misericordia de Dios. Es decir, la oración
humilde justifica, es decir, nos hace aceptables a Dios, y la soberbia nos cierra las puertas
de su misericordia.
Mantengámonos humildes, Dios nos va a enriquecer con los beneficios de su gracia y de su
amor.
Nos sentimos siempre un tanto incómodos ante el pasaje evangélico del fariseo y del
publicano. Nos desagrada un poco que haya sólo dos protagonistas. Nosotros, en efecto, no
nos sentimos identificados con el fariseo, tan antipático en su actitud de persona de bien que
mira a todos los otros de arriba abajo —incluso a Dios, si fuera posible—; sin embargo,
tampoco nos identificamos con el publicano, porque es difícil reconocerse tan odiosamente
pecadores, aunque al final quisiéramos ser «justificados» como él.
A decir verdad, hay un tercer personaje, presente en el relato, aunque invisible: somos
nosotros. Soy yo, el que ahora lee la parábola. En mi corazón no está ni sólo el fariseo ni
sólo el publicano, sino sucesivamente uno y otro, o bien ambos al mismo tiempo. Está el
deseo de ser una persona agradable a Dios, una persona que de vez en cuando se cree
superior a los otros; vienen, a continuación, momentos en los que, por gracia, se me concede
advertir qué lejos ando de los sentimientos de Cristo, y, entonces, ya ni siquiera me atrevo
a levantar los ojos al cielo. La vida cristiana es, por tanto —como dice san Pablo—, una
lucha, un combate, una carrera para conseguir, con una imploración incesante, llegar a ser
dóciles y humildes, llegar a tener en nosotros «los mismos sentimientos de Cristo Jesús», el
cual no vino a aplastarnos con su superioridad, sino a hacerse pobre, pequeño, incluso
pecado y maldito, para que nosotros pudiéramos ser justificados.
2.4. El papa Francisco nos enseña:
"Nunca olvidemos que el verdadero poder es el servicio, y que también el papa, para ejercer el
poder, debe entrar cada vez más en ese servicio que tiene su culmen luminoso en la cruz; debe
poner sus ojos en el servicio humilde, concreto, rico de fe, de san José y, como él, abrir los
brazos para custodiar a todo el Pueblo de Dios y acoger con afecto y ternura a toda la
humanidad, especialmente los más pobres, los más débiles, los más pequeños", ha explicado
este martes durante la homilía de la misa de inicio de pontificado.
En resumen, según ha destacado, es lo que Mateo describe en el juicio final sobre la caridad:
"Al hambriento, al sediento, al forastero, al desnudo, al enfermo, al encarcelado". "Sólo el que
sirve con amor sabe custodiar", ha puntualizado.
En esta línea, ha precisado que ahí se encuentra el servicio que el obispo de Roma debe
realizar: "Custodiar a Jesús con María, custodiar toda la creación, custodiar a todos,
especialmente a los más pobres". Pero también ha apuntado que es un servicio al que todos
están llamados, "para hacer brillar la estrella de la esperanza". "Protejamos con amor lo que
Dios nos ha dado", ha añadido.

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CATEQUESIS DEL PERDÓN Y LA RECONCILIACIÓN – 2017

Precisamente, ha indicado que, para custodiar la creación, cada hombre y cada mujer ha de
hacerlo "con una mirada de ternura y de amor", abriendo "un resquicio de luz en medio de tantas
nubes" y llevando "el calor de la esperanza".
"Apoyado en la esperanza, contra toda esperanza. También hoy, ante tantos cúmulos de cielo
gris, hemos de ver la luz de la esperanza y dar nosotros mismos esperanza. Y, para el creyente,
para nosotros los cristianos, como Abraham, como san José, la esperanza que llevamos tiene
el horizonte de Dios, que se nos ha abierto en Cristo, está fundada sobre la roca que es Dios".
Por otra parte, el pontífice ha pedido a "todos los que ocupan puestos de responsabilidad en el
ámbito económico, político o social" y a todos los hombres y mujeres que no dejen que los
signos de destrucción y muerte, los "Herodes" de todas las épocas, desfiguren el mundo y les
ha reclamado que custodien la Creación.
"Por desgracia, en todas las épocas de la historia existen 'Herodes' que traman planes de
muerte, destruyen y desfiguran el rostro del hombre y de la mujer. Quisiera pedir, por favor, a
todos los que ocupan puestos de responsabilidad en el ámbito económico, político o social, a
todos los hombres y mujeres de buena voluntad: Seamos custodios de la creación, del designio
de Dios inscrito en la naturaleza, guardianes del otro, del medio ambiente; no dejemos que los
signos de destrucción y de muerte acompañen el camino de este mundo nuestro".
El pontífice ha recordado que "el odio, la envidia, la soberbia ensucian la vida" y que custodiar
quiere decir "vigilar sobre los sentimientos, el corazón, porque de ahí es de donde salen las
intenciones buenas y malas: las que construyen y las que destruyen". Además, ha pedido, entre
los aplausos de los fieles, que no se tenga miedo de la bondad, "más aún, ni siquiera de la
ternura" porque custodiar requiere bondad, "pide ser vivido con ternura".
No obstante, ha señalado que la vocación de custodiar no sólo atañe a los cristianos, sino que
tiene "una dimensión que antecede y que es simplemente humana" y que corresponde a todos,
como muestra San Francisco de Asís. Concretamente, ha indicado que consiste en preocuparse
por todas las criaturas de Dios y por el entorno, empezando por los niños, los ancianos y los
cónyuges.
"Preocuparse por todos, por cada uno, con amor, especialmente por los niños, los ancianos,
quienes son más frágiles y que a menudo se quedan en la periferia de nuestro corazón. Es
preocuparse uno del otro en la familia: los cónyuges se guardan recíprocamente y luego, como
padres, cuidan de los hijos, y con el tiempo, también los hijos se convertirán en cuidadores de
sus padres", ha destacado.
Además, ha explicado que custodiar es también "vivir con sinceridad las amistades, que son un
recíproco protegerse en la confianza, en el respeto y en el bien". "Cuando el hombre falla en
CATEQUESIS DEL PERDÓN Y LA RECONCILIACIÓN - 2017

esta responsabilidad -ha puntualizado-, cuando no nos preocupamos por la creación y por los
hermanos, entonces gana terreno la destrucción y el corazón se queda árido".
Así ha explicado el mensaje del Evangelio, en el que Mateo cuenta que José hizo lo que el
ángel del Señor le había mandado, y recibió a su mujer. En estas palabras, según ha indicado,
se encierra la misión que Dios confía a José, la de ser "custodio" de María y de Jesús, una
custodia que se extiende hasta la Iglesia.
Así, ha subrayado que José custodia "con discreción, con humildad, en silencio, pero con una
presencia constante y una fidelidad total, aun cuando no comprende".
"Desde su matrimonio con María hasta el episodio de Jesús en el Templo de Jerusalén a los
doce años, acompaña en todo momento con esmero y amor. Está junto a María, su esposa,
tanto en los momentos serenos de la vida como los difíciles, en el viaje a Belén para el censo y
en las horas temblorosas y gozosas del parto; en el momento dramático de la huida a Egipto y
en la afanosa búsqueda de su hijo en el Templo; y después en la vida cotidiana en la casa de
Nazaret, en el taller donde enseñó el oficio a Jesús", ha explicado.
Además, ha destacado que José está "abierto" a los signos de Dios, "disponible a su proyecto,
y no tanto al propio" porque "Dios no quiere una casa construida por el hombre, sino la fidelidad
a su palabra, a su designio; y es Dios mismo quien construye la casa, pero de piedras vivas
marcadas por su Espíritu".
Según ha explicado, José "sabe cómo leer con realismo los acontecimientos, está atento a lo
que le rodea, y sabe tomar las decisiones más sensatas", es un ejemplo de cómo se responde
a la llamada de Dios "con disponibilidad, con prontitud" y en él se ve cuál es el centro de la
vocación cristiana: Cristo. "Guardemos a Cristo en nuestra vida, para guardar a los demás,
salvaguardar la creación", ha añadido.
Igualmente, ha subrayado que es un hombre "fuerte y valiente, trabajador" pero asimismo de
"gran ternura, que no es la virtud de los débiles, sino más bien todo lo contrario: denota fortaleza
de ánimo y capacidad de atención, de compasión, de verdadera apertura al otro, de amor". Por
ello, ha insistido en que "no se debe tener miedo de la bondad, de la ternura".
2.5. Orar con la Palabra
¡Oh Dios!, que has preparado bienes inefables para los que te aman; infunde tu amor en
nuestros corazones, para que, amándote en todo y sobre todas las cosas, consigamos alcanzar
tus promesas, que superan todo deseo. Amén.

2.6. Compromisos y Actitudes que nos deja la Palabra

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CATEQUESIS DEL PERDÓN Y LA RECONCILIACIÓN – 2017

Que Dios sea todo en nuestra vida. No justifiquemos nuestros errores en los errores de los
demás.
3. Oración por el perdón y la reconciliación
Señor que en este año la Diócesis de Fontibón se convierta en el eco de la palabra de Dios,
que resuena fuerte y decidida como palabra y gesto de perdón, de soporte, de ayuda, de amor.
Que nunca se canse de ofrecer misericordia y sea siempre paciente en el confortar y perdonar.
Que se haga voz de cada hombre y mujer y repita con confianza y sin descanso: «Acuérdate,
Señor, de tu misericordia y de tu amor; que son eternos» (Sal 25,6). Amén.
4. Para nuestro próximo encuentro
Todos los miembros de la comunidad traen imágenes que demuestren situaciones de
servicio y situaciones que manifiesten pecado.
CATEQUESIS DEL PERDÓN Y LA RECONCILIACIÓN - 2017

“Déjense reconciliar con Dios y con los hermanos”


ENCUENTRO No.5
PECADO DE LA ENVIDIA

¨Pero él le dijo: `Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo¨ Lucas. 15,31
1. Introducción al encuentro
1.1. Invocación:
En el nombre del Padre del Hijo y del Espíritu Santo. Amén
1.2. Canto: se sugiere un canto que la comunidad sepa sobre el tema
1.3. Ambientación: Presentar las situaciones en pequeños grupos y sacar conclusiones.
2. Pasos para la Lectura Orante
2.1. Invocación:
Ven, Espíritu Santo, Consolador, hazte luz para quienes todo lo ven oscuro; amor, para quienes
se creen o están solos; fuerza, para quienes perciben la debilidad física y también en su espíritu.
Tú eres el mejor Abogado, defiéndenos de nosotros mismos, de nuestras melancolías y
desesperanzas. Amén.
2.2. Lectura del santo evangelio según SAN LUCAS 15,11-32
Dijo: «Un hombre tenía dos hijos. El menor de ellos dijo al padre: `Padre, dame la parte de la
hacienda que me corresponde.' Y él les repartió la hacienda. Pocos días después, el hijo menor
lo reunió todo y se marchó a un país lejano, donde malgastó su hacienda viviendo como un
libertino.
«Cuando se lo había gastado todo, sobrevino un hambre extrema en aquel país y comenzó a
pasar necesidad. Entonces fue y se ajustó con uno de los ciudadanos de aquel país, que lo
envió a sus fincas a apacentar puercos. Y deseaba llenar su vientre con las algarrobas que
comían los puercos, pues nadie le daba nada. Y entrando en sí mismo, dijo: ¡Cuántos jornaleros
de mi padre tienen pan en abundancia, mientras que yo aquí me muero de hambre! Me

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CATEQUESIS DEL PERDÓN Y LA RECONCILIACIÓN – 2017

levantaré, iré a mi padre y le diré: Padre, pequé contra el cielo y ante ti. Ya no merezco ser
llamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus jornaleros.' 20 Y, levantándose, partió hacia su
padre.
«Estando él todavía lejos, le vio su padre y, conmovido, corrió, se echó a su cuello y le besó
efusivamente. El hijo le dijo: `Padre, pequé contra el cielo y ante ti; ya no merezco ser llamado
hijo tuyo.' Pero el padre dijo a sus siervos: `Daos prisa; traed el mejor vestido y vestidle, ponedle
un anillo en la mano y unas sandalias en los pies. Traed el novillo cebado, matadlo, y comamos
y celebremos una fiesta, porque este hijo mío había muerto y ha vuelto a la vida; se había
perdido y ha sido hallado.' Y comenzaron la fiesta.
«Su hijo mayor estaba en el campo y, al volver, cuando se acercó a la casa, oyó la música y
las danzas; y, llamando a uno de los criados, le preguntó qué era aquello. Él le dijo: `Ha vuelto
tu hermano y tu padre ha matado el novillo cebado, porque le ha recobrado sano.' Él se irritó y
no quería entrar. Salió su padre y le rogaba. Pero él replicó a su padre: `Hace tantos años que
te sirvo, y jamás dejé de cumplir una orden tuya, pero nunca me has dado un cabrito para tener
una fiesta con mis amigos; y ¡ahora que ha venido ese hijo tuyo, que ha devorado tu hacienda
con prostitutas, has matado para él el novillo cebado!'
«Pero él le dijo: `Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo; pero convenía celebrar
una fiesta y alegrarse, porque este hermano tuyo había muerto y ha vuelto a la vida, se había
perdido y ha sido hallado.'» Palabra del Señor
± Dialoguemos sobre lo que dice la Palabra de Dios:
 ¿En qué consiste envidia?
 ¿Cuál es la raíz de la envidia?
 ¿Cómo daña las relaciones interpersonales?

± Memoricemos:
“Pero él le dijo: `Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo”

2.3. Meditemos la Palabra

El hijo mayor vuelve del trabajo y ve que hay fiesta en casa. No entra. Quiere saber qué sucede
Cuando se ha puesto al corriente del motivo de la fiesta, siente mucha envidia dentro de sí y no
quiere entrar. Encerrado en sí mismo piensa tener su derecho. No le gusta la fiesta y no entiende
la alegría del Padre. Señal de que no tenía mucha intimidad con el Padre, aun viviendo en la
misma casa. Y si hubiese tenido tal intimidad, hubiera notado la inmensa tristeza del Padre por
la pérdida del hijo menor y hubiera entendido su alegría por el regreso. Quien se preocupa
mucho de observar la ley de Dios, corre el riesgo de olvidar a Dios mismo. El hijo menor, que
ha estado viviendo lejos de la casa, parece conocer al Padre mejor que el mayor, que vive en
CATEQUESIS DEL PERDÓN Y LA RECONCILIACIÓN - 2017

su misma casa. Y así el más joven tiene el valor de volver a la casa del Padre, mientras el mayor
no quiere entrar en la casa del Padre. Este no quiere ser hermano, no se da cuenta que el
Padre, sin él, perderá la alegría, porque también él, el mayor, es hijo como el menor.
Lucas 15. 28ª-30: La conducta del Padre con el hijo mayor y la respuesta del hijo
El Padre sale de la casa y ruega al hijo mayor que entre. Pero éste contesta: “Hace tantos años
que te sirvo, y jamás he dejado de cumplir una orden tuya, pero nunca me has dado un cabrito
para hacer fiesta con mis amigos. Y ahora que este tu hijo, que ha despilfarrado todos sus
haberes con prostitutas regresa, para él has matado el novillo cebado.” El hijo mayor se gloría
de la observancia cumplida: Jamás he dejado de cumplir una orden tuya. Aunque quiere a su
hermano como tal, no lo llama hermano, sino “este hijo tuyo”, como si no fuese su hermano. Y
es él, el mayor, quien habla de prostitutas. Es su malicia la que interpreta así la vida de su joven
hermano. ¡Cuántas veces el hermano mayor interpreta mal la vida del hermano menor!
¡Cuántas veces nosotros los católicos interpretamos mal la vida de los otros! El comportamiento
del Padre es distinto. Él sale de casa para los dos hijos. Acoge al hijo joven, pero no quiere
perder al mayor. Los dos forman parte de la familia. ¡El uno no puede excluir al otro!
Lucas 15,31-32: La respuesta final del Padre
Así como el Padre no presta atención a los argumentos del hijo menor, tampoco tiene en cuenta
los argumentos del mayor y le dice: “¡Hijo, tú estás siempre conmigo y todo lo que es mío es
tuyo; pero era necesario hacer fiesta y alegrarse, porque este tu hermano estaba muerto y ha
vuelto a la vida, estaba perdido y ha sido encontrado!” ¿Era consciente el mayor de estar
siempre con el Padre y de encontrar en esta presencia la causa de su alegría? La expresión del
Padre: “¡Todo lo mío es tuyo!” incluye también al hijo menor que ha vuelto. El mayor no tiene
derecho a hacer distinciones. Si él quiere ser hijo del Padre, deberá aceptarlo como es, y no
como le gustaría que el Padre fuese. Esto nos toca a nosotros. Pues todos somos hermanos
mayores.
2.4. El papa Francisco nos enseña
«¡Qué cosa fea es la envidia! Es una actitud y un pecado feo. En el corazón, los celos o la
envidia crecen como mala hierba: crece y no deja crecer la hierba buena. Todo lo que le parece
que le hace sombra, le hace mal. ¡Nunca está en paz! ¡Es un corazón atormentado, un corazón
feo! Además, el corazón envidioso – como escuchamos aquí – lleva a matar, a la muerte. Y la
Escritura lo dice claro: por la envidia del diablo, entró la muerte en el mundo».
La envidia mata y no tolera que otro tenga algo que yo no tengo. Hace sufrir siempre, porque el
corazón del envidioso o del celoso sufre. ¡Es un corazón que sufre!, volvió a reiterar el Sucesor
de Pedro, para luego hacer hincapié en que es un sufrimiento que desea «la muerte de los
demás». Y cómo «cuántas veces en nuestras comunidades, no hay que ir muy lejos para ver
esto – por celos, se mata con la lengua. Uno tiene envidia de ese, del otro, y comienzan los
chismes: y los chismes matan»:
«Y yo, pensando y reflexionando sobre este pasaje de la Escritura, me invito a mí mismo y a
todos a buscar si en mi corazón hay algo de celos, algo de envidia, que siempre lleva a la muerte
y no me hace feliz. Porque esta enfermedad nos lleva a ver lo bueno que hay en el otro como
si estuviera en tu contra. ¡Y éste es un pecado feo! Es el comienzo de tantas, tantas

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CATEQUESIS DEL PERDÓN Y LA RECONCILIACIÓN – 2017

criminalidades. Pidamos al Señor que nos dé la gracia de no abrir el corazón a los celos, de no
abrir el corazón a las envidias, porque estas cosas llevan siempre a la muerte».
2.5. Oremos con la Palabra
Aquí estamos delante de ti, ¡oh Espíritu Santo! Sentimos el peso de nuestras debilidades, pero
estamos todos reunidos en tu nombre; ven, asístenos, ven a nuestros corazones; enséñanos tú
lo que debemos hacer, muéstranos tú el camino a seguir, realiza en nosotros todo cuanto te
pedimos. Tú seas sólo el que nos sugiera y guíe en nuestras decisiones, porque tú sólo con
Dios Padre y con su Hijo, tienes un nombre santo y glorioso; no permitas que por nosotros sea
dañada la justicia, tú que amas el orden y la paz; no nos desvíe la ignorancia; no nos vuelva
parciales la humana simpatía, no seamos influenciados por cargos o personas; tennos sujetos
a ti y nunca nos separaremos de la verdad; haz que reunidos en tu santo nombre, sepamos
contemplar bondad y ternura juntos, de modo que hagamos todo en armonía contigo, en la
esperanza de que por el fiel cumplimiento del deber se nos den los premios eternos . Amén.
2.6. Compromisos y Actitudes que nos deja la Palabra
Dejar el consumismo y dedicarnos a una vida más Espiritual en la Oración y en la Meditación
de la Palabra de Dios
3. Oración por el perdón y la reconciliación
Señor que en este año la Diócesis de Fontibón se convierta en el eco de la palabra de Dios,
que resuena fuerte y decidida como palabra y gesto de perdón, de soporte, de ayuda, de amor.
Que nunca se canse de ofrecer misericordia y sea siempre paciente en el confortar y perdonar.
Que se haga voz de cada hombre y mujer y repita con confianza y sin descanso: «Acuérdate,
Señor, de tu misericordia y de tu amor; que son eternos» (Sal 25,6). Amén.
4. Para nuestro próximo encuentro
Conseguir un baúl o cofre, revistas, cajas de cigarrillo, botellas de licor, biblia, camándulas, no
venas.
CATEQUESIS DEL PERDÓN Y LA RECONCILIACIÓN - 2017

“Déjense reconciliar con Dios y con los hermanos”


ENCUENTRO NO.6
PECADO DE LA INJUSTICIA

El que ha sido digno de confianza en cosas sin importancia, será digno de confianza
también en las importantes Luca 16,10
1. Introducción al encuentro
1.1. Invocación:
En el nombre del Padre del Hijo y del Espíritu Santo. Amén
1.2. Canto: se sugiere un canto que la comunidad sepa sobre el tema
1.3. Ambientación: Frente a tus dificultades, los vicios, problemas representados en
los elementos traídos: ¿a quién acostumbras acudir? ¿Alguna vez acudes a Jesús?
¿Haz aconsejado a alguien para que acuda a Jesús?
2. Pasos para la Lectura Orante
2.1. Invocación:
Ven, Espíritu Santo, Consolador, hazte luz para quienes todo lo ven oscuro; amor, para
quienes se creen o están solos; fuerza, para quienes perciben la debilidad física y también en
su espíritu. Tú eres el mejor Abogado, defiéndenos de nosotros mismos, de nuestras
melancolías y desesperanzas. Amén.
2.2. Lectura del Evangelio según SAN LUCAS. 16, 1-13
Jesús dijo también a sus discípulos: «Había un hombre rico que tenía un administrador, y le
vinieron a decir que estaba malgastando sus bienes. Lo mandó llamar y le dijo: «¿Qué oigo
decir de ti? Dame cuenta de tu administración, porque ya no continuarás en ese cargo.» El
administrador se dijo: «¿Qué voy a hacer ahora que mi patrón me despide de mi empleo? Para
trabajar la tierra no tengo fuerzas, y pedir limosna me da vergüenza. Ya sé lo que voy a hacer
para que, cuando me quiten el cargo, tenga gente que me reciba en su casa.» Llamó uno por
uno a los que tenían deudas con su patrón, y dijo al primero: «¿Cuánto debes a mi patrón?»

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CATEQUESIS DEL PERDÓN Y LA RECONCILIACIÓN – 2017

Le contestó: «Cien barriles de aceite.» Le dijo el administrador: «Toma tu recibo, siéntate y


escribe en seguida cincuenta.» Después dijo a otro: «Y tú, ¿cuánto le debes?» Contestó:
«Cuatrocientos quintales de trigo.» Entonces le dijo: «Toma tu recibo y escribe trescientos.» El
patrón admiró la manera tan inteligente de actuar de ese administrador que lo estafaba. Pues
es cierto que los ciudadanos de este mundo sacan más provecho de sus relaciones sociales
que los hijos de la luz. Por eso les digo: Utilicen el sucio dinero para hacerse amigos, para que
cuando les llegue a faltar, los reciban a ustedes en las viviendas eternas. El que ha sido digno
de confianza en cosas sin importancia, será digno de confianza también en las importantes y el
que no ha sido honrado en las cosas mínimas, tampoco será honrado en las cosas importantes.
Por lo tanto, si ustedes no han sido dignos de confianza en manejar el sucio dinero, ¿quién les
va a confiar los bienes verdaderos? Y si no se han mostrado dignos de confianza con cosas
ajenas, ¿quién les confiará los bienes que son realmente nuestros? Ningún siervo puede servir
a dos patrones, porque necesariamente odiará a uno y amará al otro o bien será fiel a uno y
despreciará al otro. Ustedes no pueden servir al mismo tiempo a Dios y al Dinero.
Palabra del Señor
± Dialoguemos sobre lo que dice la Palabra de Dios:
 ¿Cuál es la causa de la injusticia?
 ¿Cómo se manifiesta la injusticia en el mundo de hoy?
 ¿Cómo entender la justicia desde el Evangelio?

± Memoricemos
“El que ha sido digno de confianza en cosas sin importancia, será digno de confianza
también en las importantes”
2.3 Meditemos la Palabra:
Al administrador se le llama injusto y también a la riqueza. La deshonestidad es una
característica que puede atacar al ser, en las grandes cosas, en lo mucho, pero también en las
pequeñas, en lo poco. El texto griego no usa propiamente el término “injusto”, sino que dice
“administrador de la injusticia”, “riqueza de la injusticia” e “injusto en lo mínimo”, “injusto en lo
mucho”. La injusticia es una mala distribución, no igual, no equilibrada, en ella falta la armonía,
falta un centro que atraiga hacia sí toda la energía, todo cuidado o intento; crea fracturas,
heridas, dolor sobre dolor, acumulación por una parte y carencia por otra. Todos nosotros nos
hemos topado en cierto modo con la realidad de la injusticia, porque es algo que pertenece a
este mundo. Y nos hemos visto arrastrado por una y otra parte, perdemos la armonía, el
equilibrio, la belleza; así es, no podemos negarlo. La palabra del Evangelio condena esta
desarmonía tan fuerte que es el acumular, el mirar sólo para sí, el aumentar cada vez más, el
tener y nos muestra el camino de curación que es el don, el compartir, el dar con corazón
abierto, con misericordia. Como hace el Padre con nosotros, sin cansarse, sin desfallecer.
CATEQUESIS DEL PERDÓN Y LA RECONCILIACIÓN - 2017

* Y la mammona ¿qué es?


La palabra mammona aparece, en toda la Biblia, sólo en este capítulo de Lucas (vv. 9.11 y 13)
y en Mt 6,24. Es un vocablo semítico que corresponde a “riqueza”, “posesiones”, “ganancias”,
pero que se convierte en casi la personificación del dios-dinero, a quien los hombres sirven
como locos, esclavos de “aquella avaricia insaciable, que es la idolatría” (Col 3, 5). Aquí todo
está claro, está pleno de luz. Sé bien, ahora, cual es la pregunta que me queda, después del
encuentro con esta Palabra del Señor: “¿A quién quiero servir yo? La respuesta es una sola,
única, precisa...Retengo en mi corazón este verbo estupendo, maravilloso y dulce, el verbo
“servir” y lo rumió, extrayendo toda la substancia de la verdad que lleva consigo. Me vuelven a
la mente las palabras de Josué al pueblo: “Si te disgusta servir al Señor, escoge hoy a quién
quieres servir” (Jos 24, 15).
Sé que soy injusto, que soy un administrador infiel, sé que no tengo nada, pero hoy yo escojo,
con todo lo que soy, servir al Señor (cf. Act 20, 19; 1 Tes 1, 9; Gál 1, 10; Rom 12,11).

2.4. El Papa Francisco nos enseña

La Sagrada Escritura nos presenta a Dios como misericordia infinita, pero también como justicia
perfecta. ¿Cómo conciliar las dos cosas? ¿Cómo se articula la realidad de la misericordia con
las exigencias de la justicia? Podría parecer que sean dos realidades que se contradicen; en
realidad no es así, porque es justamente la misericordia de Dios que lleva a cumplimiento la
verdadera justicia. Es propio la misericordia de Dios que lleva a cumplimiento la verdadera
justicia. ¿Pero, de qué justicia se trata?

Si pensamos en la administración legal de la justicia, vemos que quien se considera víctima de


una injusticia se dirige al juez en un tribunal y pide que se haga justicia. Se trata de una justicia
retributiva, que aplica una pena al culpable, según el principio que a cada uno debe ser dado lo
que le corresponde. Como recita el libro de los Proverbios: «Así como la justicia conduce a
la vida, el que va detrás del mal camina hacia la muerte» (11,19). También Jesús lo dice en la
parábola de la viuda que iba repetidas veces al juez y le pedía: «Te ruego que me hagas justicia
contra mi adversario» (Lc 18,3).

Pero este camino no lleva todavía a la verdadera justicia porque en realidad no vence el mal,
sino simplemente lo circunscribe. En cambio, es solo respondiendo a esto con el bien que el
mal puede ser verdaderamente vencido.

Entonces hay aquí otro modo de hacer justicia que la Biblia nos presenta como camino maestro
a seguir. Se trata de un procedimiento que evita recurrir a un tribunal y prevé que la víctima se
dirija directamente al culpable para invitarlo a la conversión, ayudándolo a entender que está
haciendo el mal, apelándose a su conciencia. En este modo, finalmente arrepentido y
reconociendo su proprio error, él puede abrirse al perdón que la parte agraviada le está
ofreciendo. Y esto es bello: la persuasión; esto está mal, esto es así… El corazón se abre al
perdón que le es ofrecido. Es este el modo de resolver los contrastes al interno de las familias,
en las relaciones entre esposos o entre padres e hijos, donde el ofendido ama al culpable y
desea salvar la relación que lo une al otro. No corten esta relación, este vínculo.

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CATEQUESIS DEL PERDÓN Y LA RECONCILIACIÓN – 2017

Cierto, este es un camino difícil. Requiere que quien ha sufrido el mal esté listo a perdonar y
desear la salvación y el bien de quien lo ha ofendido. Pero solo así la justicia puede triunfar,
porque, si el culpable reconoce el mal hecho y deja de hacerlo, es ahí que el mal no existe más,
y aquel que era injusto se hace justo, porque es perdonado y ayudado a encontrar la camino
del bien. Y aquí está justamente el perdón, la misericordia.

Es así que Dios actúa en relación a nosotros pecadores. El Señor continuamente nos ofrece su
perdón y nos ayuda a acogerlo y a tomar conciencia de nuestro mal para poder liberarnos.
Porque Dios no quiere nuestra condena, sino nuestra salvación. ¡Dios no quiere la condena de
ninguno, de ninguno! Alguno de ustedes podrá hacerme la pregunta: ¿Pero padre, la condena
de Pilatos se la merecía? ¿Dios la quería? ¡No! ¡Dios quería salvar a Pilatos y también a Judas,
a todos! ¡Él, el Señor de la misericordia quiere salvar a todos! El problema es dejar que Él entre
en el corazón. Todas las palabras de los profetas son un llamado apasionado y lleno de amor
que busca nuestra conversión. Es esto lo que el Señor dice por medio del profeta Ezequiel:
«¿Acaso deseo yo la muerte del pecador … y no que se convierta de su mala conducta y viva?»
(18,23; Cfr. 33,11), ¡aquello que le gusta a Dios!

Y este es el corazón de Dios, un corazón de Padre que ama y quiere que sus hijos vivan en el
bien y en la justicia, y por ello vivan en plenitud y sean felices. Un corazón de Padre que va más
allá de nuestro pequeño concepto de justicia para abrirnos a los horizontes ilimitados de su
misericordia. Un corazón de Padre que nos trata según nuestros pecados y nos paga según
nuestras culpas. Y precisamente es un corazón de Padre el que queremos encontrar cuando
vamos al confesionario. Tal vez nos dirá alguna cosa para hacernos entender mejor el mal, pero
en el confesionario todos vamos a encontrar un padre; un padre que nos ayude a cambiar de
vida; un padre que nos de la fuerza para ir adelante; un padre que nos perdone en nombre de
Dios. Y por esto ser confesores es una responsabilidad muy grande, muy grande, porque aquel
hijo, aquella hija que se acerca a ti busca solamente encontrar un padre. Y tú, sacerdote, que
estás ahí en el confesionario, tú estás ahí en el lugar del Padre que hace justicia con su
misericordia.

2.6. Compromisos y Actitudes que nos deja la Palabra


Estar viviendo coherentemente con nuestra fe en la verdad y en el amor
3. Oración por el perdón y la reconciliación
Señor que en este año la Diócesis de Fontibón se convierta en el eco de la palabra de Dios,
que resuena fuerte y decidida como palabra y gesto de perdón, de soporte, de ayuda, de amor.
Que nunca se canse de ofrecer misericordia y sea siempre paciente en el confortar y perdonar.
Que se haga voz de cada hombre y mujer y repita con confianza y sin descanso: «Acuérdate,
Señor, de tu misericordia y de tu amor; que son eternos» (Sal 25,6). Amén.
CATEQUESIS DEL PERDÓN Y LA RECONCILIACIÓN - 2017

4. Para nuestro próximo encuentro


Traer una veladora y una imagen de Jesús

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CATEQUESIS DEL PERDÓN Y LA RECONCILIACIÓN – 2017

“Déjense reconciliar con Dios y con los hermanos”


ENCUENTRO No. 7
LA MUJER ADULTERA

«Aquel de vosotros que esté sin pecado, que le arroje la primera piedra.» (Jn 8,7)
1. Introducción al encuentro
1.1. Invocación
En el nombre del Padre del Hijo y del Espíritu Santo.
1.2. Canto: se sugiere un canto que la comunidad sepa sobre el tema
1.3. Ambientación:
Frente a una veladora encendida en el centro del salón, donde se desarrolla el encuentro, contar
la experiencia que han tenido frente a un pecador que le halla comentado sobre una falta contra
Dios.
2. Pasos de la Lectura Orante
2.1. Invocación:
Ven, Espíritu Santo, Consolador, hazte luz para quienes todo lo ven oscuro; amor, para quienes
se creen o están solos; fuerza, para quienes perciben la debilidad física y también en su espíritu.
Tú eres el mejor Abogado, defiéndenos de nosotros mismos, de nuestras melancolías y
desesperanzas. Amén
2.2. Lectura del Evangelio según SAN JUAN 8,1-11
Mas Jesús se fue al monte de los Olivos. Pero de madrugada se presentó otra vez en el Templo,
y todo el pueblo acudía a él. Entonces se sentó y se puso a enseñarles. Los escribas y fariseos
le llevan una mujer sorprendida en adulterio, la ponen en medio y le dicen: «Maestro, esta mujer
ha sido sorprendida en flagrante adulterio. Moisés nos mandó en la Ley apedrear a estas
mujeres. ¿Tú qué dices?» Esto lo decían para tentarle, para tener de qué acusarle. Pero Jesús,
inclinándose, se puso a escribir con el dedo en la tierra. Pero, como ellos insistían en
CATEQUESIS DEL PERDÓN Y LA RECONCILIACIÓN - 2017

preguntarle, se incorporó y les dijo: «Aquel de vosotros que esté sin pecado, que le arroje la
primera piedra.» E inclinándose de nuevo, escribía en la tierra. Ellos, al oír estas palabras, se
iban retirando uno tras otro, comenzando por los más viejos; y se quedó solo Jesús con la mujer,
que seguía en medio. Incorporándose Jesús le dijo: «Mujer, ¿dónde están? ¿Nadie te ha
condenado?» Ella respondió: «Nadie, Señor.» Jesús le dijo: «Tampoco yo te condeno. Vete, y
en adelante no peques más.» Palabra del Señor.
± Dialoguemos sobre lo que dice la Palabra:
¿Cuál fue la actitud de Jesús ante la mujer?
¿Qué cree que paso con la mujer después del encuentro con Jesús?
± Memoricemos la Palabra:
Jesús le dijo: «Tampoco yo te condeno. Vete, y en adelante no peques más.»
2.3. Meditemos la Palabra:
:• Juan 8,1-2: Jesús y la gente. Después de la discusión sobre el origen del Mesías, descrita al
final del capítulo 7 (Jn 7,37-52), “cada uno se marchó a su casa” (Jn 7,53). Jesús no tenía casa
en Jerusalén. Por esto, se fue para el Monte de los Olivos. Allí había una huerta donde él solía
pasar la noche en oración (Jn 18,1). Al día siguiente, antes del amanecer, Jesús estaba de
nuevo en el Templo. La gente también acudía pronto para poderle escuchar. Se sentaban
alrededor de Jesús y él les enseñaba. ¿Qué enseñaba Jesús? Tiene que haber sido algo muy
bonito, porque la gente acudía antes del amanecer para escucharle.
• Juan 8,3-6a: Los escribas preparan una encerrona. De repente, llegan los escribas y los
fariseos, trayendo consigo a una mujer sorprendida en flagrante adulterio. La ponen en medio.
Según la ley, esta persona debería ser apedreada (Lv 20,10; Dt 22,22.24). Ellos preguntan "¿Tú
qué dices?" Era una encerrona. Si Jesús hubiese dicho: "¡Aplicar la ley!", ellos hubiesen
pensado y dicho: “¡No es tan bueno como parece, porque manda matar a la pobre mujer!” Si
hubiese dicho: "No la matéis", hubiesen dicho "¡No es tan bueno como parece, porque ni
siquiera observa la ley!" Bajo la apariencia de fidelidad a Dios, ellos manipulan la ley y usan a
la persona de la mujer para poder acusar a Jesús.
• Juan 8,6b-8: Reacción de Jesús: escribe en la tierra. Parecía un callejón sin salida. Pero Jesús
no se espanta ni se deja llevar por los nervios. Por el contrario. Calmadamente, como quien es
dueño de la situación, se inclina y comienza a escribir en la tierra con el dedo. Los nervios se
adueñan de sus adversarios. E insisten para que Jesús les diga qué piensa. Entonces Jesús se
levanta y dice: "¡Aquel de vosotros que esté sin pecado, que le arroje la primera piedra!" E
inclinándose volvió a escribir en la tierra. Jesús no discute la ley. Pero cambia el punto del juicio.
En vez de permitir que ellos coloquen la luz de la ley por encima de la mujer para condenarla,
les pide que se examinen a la luz de lo que la ley les exige a ellos. La acción simbólica de
escribir en la tierra lo aclara todo. La palabra de la Ley de Dios tiene consistencia. Una palabra
escrita en la tierra no la tiene. La lluvia o el viento la eliminan. El perdón de Dios elimina el
pecado identificado y denunciado por la ley.

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CATEQUESIS DEL PERDÓN Y LA RECONCILIACIÓN – 2017

• Juan 8,9-11: Jesús y la mujer. El gesto y la respuesta de Jesús derriban a los adversarios. Los
fariseos y los escribas se retiran avergonzados, uno después del otro, comenzando por los más
ancianos. Acontece lo contrario de lo que ellos esperaban. La persona condenada por la ley no
era la mujer, sino ellos mismos que pensaban ser fieles a la ley. Al final, Jesús se queda solo
con la mujer en medio del círculo. Jesús se levanta y la mira: "Mujer, ¿dónde están? ¡Nadie te
ha condenado!" Y ella responde: "¡Nadie, Señor!" Y Jesús: "Tampoco yo te condeno. Vete, y en
adelante no peques más."

• Jesús no permite que alguien use la ley de Dios para condenar al hermano o a la hermana,
cuando él mismo, ella misma son pecadores. Este episodio, mejor que cualquier otro
enseñamiento, revela que Jesús es la luz que hace aparecer la verdad. El hace aparecer lo
que existe de escondido en las personas, en lo más íntimo de cada uno de nosotros. A la luz
de su palabra, los que parecían los defensores de la ley, se revelan llenos de pecado y ellos
mismos lo reconocen, pues se van comenzando por los más viejos. Y la mujer, considerada
culpable y merecedora de pena de muerte, está de pie ante de Jesús, absuelta, redimida y
dignificada (cf. Jn 3,19-21).

2.4. El Papa Francisco nos enseña

El Papa Francisco comentó el Evangelio de este domingo en el que se narra el episodio de la


mujer adúltera, “poniendo a la luz el tema de la misericordia de Dios, que no quiere nunca la
muerte del pecador, sino que se convierta y viva”.

“Él es la gracia, que salva del pecado y de la muerte”, subrayó. “Dios no nos clava a nuestro
pecado, no nos identifica con el mal que hemos cometido” sino que “nos quiere liberar, y quiere
que nosotros también lo queramos junto a Él. Quiere que nuestra libertad se convierta del mal
al bien, y esto es posible con su gracia”, dijo desde la Plaza de San Pedro.

Francisco explicó que a Jesús “le tienden una trampa” aquellos que le preguntan qué hacer con
la mujer. “Si Jesús siguiera la severidad de la ley, aprobando la lapidación de la mujer, perderá
su fama de manso y bondadoso que tanto fascina al pueblo; si en lugar de eso quiere ser
misericordioso, deberá ir contra la ley, que Él mimos ha dicho no querer abolir sino cumplir”.

Jesús con su respuesta al inclinarse y escribir con un dedo en la tierra “invita a todos a la calma,
a no actuar por la impulsividad, y a buscar la justicia de Dios”.

“Pero los otros insisten y esperan de Él una respuesta”, recordó el Papa. “Entonces Jesús alzó
la mirada y dijo: Quién de ustedes no tenga pecado que tire la primera piedra”.

“Esta respuesta ‘desplazada’ a los acusadores, desarmándoles a todos en el verdadero sentido


de la palabra: todos depusieron las ‘armas’, es decir, las piedras preparadas para ser arrojadas,
las que eran visibles para esa mujer, las ocultas contra Jesús”.
CATEQUESIS DEL PERDÓN Y LA RECONCILIACIÓN - 2017

"¡Cuánto bien nos hace ser conscientes de que también nosotros somos pecadores!. Cuando
hablamos de los otros, porque todos hacemos esto, cuanto bien nos hará tener la valentía de
hacer caer por tierra las piedras que tenemos para arrojar contra los otros, y pensar un poco en
nuestros pecados", añadió.

Finalmente, se quedan solos la mujer y Jesús: “la miseria y la misericordia, una frente a la otra”.
Y "esto cuantas veces sucede con nosotros cuantos nos detenemos en el confesionario". La
mirada de Jesús “está llena de misericordia y de amor, para hacer sentir a esa persona –quizás
por primera vez- que tiene una dignidad, que ella no es su pecado, que puede cambiar de vida,
puede salir de sus esclavitudes y caminar en un camino nuevo”.

El Pontífice señaló entonces que “esta mujer nos representa a todos nosotros, pecadores, es
decir, adúlteros delante de Dios, traidores de su fidelidad". Y "su experiencia representa la
voluntad de Dio para cada uno de nosotros: no nuestra condena sino nuestra salvación a través
de Jesús”.

2.5. Oremos con la Palabra:


Señor, Dios nuestro, cuyo amor sin medida nos enriquece con toda bendición, haz que,
abandonando la corrupción del hombre viejo, nos preparemos, como hombres nuevos, a tomar
parte en la gloria de tu reino. Por nuestro Señor. Amén
2.6. Compromisos y Actitudes que nos deja la Palabra:
Profundizar en la petición del Padrenuestro: < No nos dejes caer en la tentación>.
3. Oración por el perdón y la reconciliación
Señor que en este año la Diócesis de Fontibón se convierta en el eco de la palabra de Dios,
que resuena fuerte y decidida como palabra y gesto de perdón, de soporte, de ayuda, de amor.
Que nunca se canse de ofrecer misericordia y sea siempre paciente en el confortar y perdonar.
Que se haga voz de cada hombre y mujer y repita con confianza y sin descanso: «Acuérdate,
Señor, de tu misericordia y de tu amor; que son eternos» (Sal 25,6). Amén
4. Para nuestro próximo encuentro
Traer un dibujo que refleje un momento de tu vida en que Cristo ha actuado en ti.

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CATEQUESIS DEL PERDÓN Y LA RECONCILIACIÓN – 2017

“Déjense reconciliar con Dios y con los hermanos”


ENCUENTRO No.8
EL CIEGO DE NACIMIENTO

“Mientras estoy en el mundo, soy luz del mundo”. Juan 9,5


1. Introducción al encuentro
1.1. Invocación:
En el nombre del Padre del Hijo y del
1.2. Canto: Se sugiere un canto que la comunidad sepa sobre el tema
1.3. Ambientación: Compartir la experiencia que se ha dibujado.
2. Pasos para la Lectura Orante
2.1. Invocación:
Ven, Espíritu Santo, Consolador, hazte luz para quienes todo lo ven oscuro; amor, para quienes
se creen o están solos; fuerza, para quienes perciben la debilidad física y también en su espíritu.
Tú eres el mejor Abogado, defiéndenos de nosotros mismos, de nuestras melancolías y
desesperanzas. Amén.
2.2. Lectura del Evangelio según SAN JUAN 9,1-41
Vio, al pasar, a un hombre ciego de nacimiento. Y le preguntaron sus discípulos: «Rabbí,
¿quién pecó, él o sus padres, para que haya nacido ciego?» Respondió Jesús: «Ni él pecó ni
sus padres; es para que se manifiesten en él las obras de Dios. «Tenemos que trabajar en las
obras del que me ha enviado mientras es de día; llega la noche, cuando nadie puede
trabajar. Mientras estoy en el mundo, soy luz del mundo.»
Dicho esto, escupió en tierra, hizo barro con la saliva, y untó con el barro los ojos del ciego y
le dijo: «Vete, lávate en la piscina de Siloé» (que quiere decir Enviado). Él fue, se lavó y volvió
ya viendo.
CATEQUESIS DEL PERDÓN Y LA RECONCILIACIÓN - 2017

Los vecinos y los que solían verle antes, pues era mendigo, decían: «¿No es éste el que se
sentaba para mendigar?» Unos decían: «Es él». «No, decían otros, sino que es uno que se le
parece.» Pero él decía: «Soy yo.» Le dijeron entonces: «¿Cómo, pues, se te han abierto los
ojos?» Él respondió: «Ese hombre que se llama Jesús, hizo barro, me untó los ojos y me dijo:
`Vete a Siloé y lávate.' Yo fui, me lavé y vi.» Ellos le dijeron: «¿Dónde está ése?» Él respondió:
«No lo sé.» Lo llevan a los fariseos al que antes era ciego.
Era sábado el día en que Jesús hizo barro y le abrió los ojos. Los fariseos a su vez le
preguntaron cómo había recobrado la vista. Él les dijo: «Me puso barro sobre los ojos, me lavé
y veo.» Algunos fariseos decían: «Este hombre no viene de Dios, porque no guarda el sábado.»
Otros decían: «Pero, ¿cómo puede un pecador realizar semejantes signos?» Y había disensión
entre ellos. Entonces le dicen otra vez al ciego: «¿Y tú qué dices de él, ya que te ha abierto los
ojos?» Él respondió: «Que es un profeta.»
No creyeron los judíos que aquel hombre hubiera sido ciego, hasta que llamaron a los padres
del que había recobrado la vista y les preguntaron: «¿Es éste vuestro hijo, el que decís que
nació ciego? ¿Cómo, pues, ve ahora?» Sus padres respondieron: «Nosotros sabemos que este
es nuestro hijo y que nació ciego. Pero, cómo ve ahora, no lo sabemos; ni quién le ha abierto
los ojos, eso nosotros no lo sabemos. Preguntadle; edad tiene; puede hablar de sí mismo.» Sus
padres decían esto por miedo a los judíos, pues los judíos se habían puesto ya de acuerdo en
que, si alguno le reconocía como Cristo, quedara excluido de la sinagoga. Por eso dijeron sus
padres: «Edad tiene; preguntádselo a él.»
Llamaron por segunda vez al hombre que había sido ciego y le dijeron: «Da gloria a Dios.
Nosotros sabemos que ese hombre es un pecador.» Les respondió: «Si es un pecador, no lo
sé. Sólo sé una cosa: que era ciego y ahora veo.» Le dijeron entonces: «¿Qué hizo contigo?
¿Cómo te abrió los ojos?» Él replicó: «Os lo he dicho ya, y no me habéis escuchado. ¿Por qué
queréis oírlo otra vez? ¿Es qué queréis también vosotros haceros discípulos suyos?» Ellos le
llenaron de injurias y le dijeron: «Tú eres discípulo de ese hombre; nosotros somos discípulos
de Moisés. Nosotros sabemos que a Moisés le habló Dios; pero ése no sabemos de dónde
es.» El hombre les respondió: «Eso es lo extraño: que vosotros no sepáis de dónde es y que
me haya abierto a mí los ojos. Sabemos que Dios no escucha a los pecadores; mas, si uno es
religioso y cumple su voluntad, a ése le escucha. Jamás se ha oído decir que alguien haya
abierto los ojos de un ciego de nacimiento. Si éste no viniera de Dios, no podría hacer
nada.» Ellos le respondieron: «Has nacido todo entero en pecado ¿y nos das lecciones a
nosotros?» Y le echaron fuera.
Jesús se enteró de que le habían echado fuera y, encontrándose con él, le dijo: «¿Tú crees en
el Hijo del hombre?» Él respondió: «¿Y quién es Señor, para que crea en él?» Jesús le dijo:
«Le has visto; el que está hablando contigo, ése es». Él entonces dijo: «Creo, Señor.» Y se
postró ante él.
Y dijo Jesús: «Para un juicio he venido a este mundo: para que los que no ven, vean; y los que
ven, se vuelvan ciegos.» 40Algunos fariseos que estaban con él oyeron esto y le dijeron: «¿Es
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CATEQUESIS DEL PERDÓN Y LA RECONCILIACIÓN – 2017

que también nosotros somos ciegos?» Jesús les respondió: «Si fuerais ciegos, no tendríais
pecado; pero, como decís: `Vemos', vuestro pecado permanece.» Palabra del Señor
± Dialoguemos sobre lo que dice la Palabra de Dios:
¿Cómo podemos entender la ceguera de este hombre?
¿Cuáles son las cegueras de los hombres hoy?
± Memoricemos
“Mientras estoy en el mundo, soy luz del mundo”. Juan 9,5
2.3. Meditemos la Palabra:
Juan 9, 1-5: La ceguera ante el mal que existe en el mundo.
Viendo al ciego los discípulos preguntan: “Rabbí ¿quién pecó, él o sus padres, para que haya
nacido ciego?” En aquella época, un defecto físico o una enfermedad era considerada un
castigo de Dios. Asociar los defectos físicos al pecado era un modo con el cual los sacerdotes
de la Antigua Alianza mantenían su poder sobre la conciencia del pueblo. Jesús ayuda a corregir
sus ideas: “Ni él pecó ni sus padres, es para que se manifiesten en él las obras de Dios”. Obras
de Dios o lo que es lo mismo Signos de Dios. Por tanto, lo que era en aquella época signo de
ausencia de Dios, será signo de su presencia luminosa en medio de nosotros. Jesús dice:
“Tenemos que trabajar en las obras del que me ha enviado mientras es de día; llega la noche,
cuando nadie puede trabajar. Mientras estoy en el mundo, soy luz del mundo”. El Día de los
signos comienza a manifestarse cuando Jesús, “el tercer día” (Jn 2,1), realiza “el primer signo”
en Caná (Jn 2,11). Pero el Día está por terminar. La noche está por llegar, porque estamos ya
en el “séptimo día”, el sábado, y la curación del ciego es el sexto signo (Jn 9,14). La Noche es
la muerte de Jesús. El séptimo signo será la victoria sobre la muerte en la resurrección de
Lázaro (Jn 11). En el evangelio de Juan hay sólo siete signos, milagros, que anuncian el gran
signo que es la Muerte y la Resurrección de Jesús.
Juan 9,6-7. El signo de “Enviado de Jesús” que produce diversas reacciones
Jesús escupe en la tierra, hace fango con la saliva, unta el fango sobre los ojos del ciego y le
pide que se lave en la piscina de Siloé. El hombre va y vuelve curado. ¡Este es el signo! Juan
comenta diciendo que Siloé significa enviado. Jesús es el Enviado del Padre que realiza las
obras de Dios, los signos del Padre. El signo de este “envío” es que el ciego comienza a ver.
Juan 9,8-13: La primera reacción: la de los vecinos
El ciego es muy conocido. Los vecinos quedan dudosos: “¿Será ciertamente él? Y se preguntan:
¿Cómo, pues, se le han abierto los ojos? Aquel, que primero era ciego, atestigua: “Ese Hombre
que se llama Jesús me ha abierto los ojos”. El fundamento de la fe en Jesús es aceptar que Él
es un ser humano como nosotros. Los vecinos se preguntan: “¿Dónde está?” – “No lo sé”. Ellos
CATEQUESIS DEL PERDÓN Y LA RECONCILIACIÓN - 2017

no quedan satisfechos con la respuesta del ciego, y para aclarar el asunto, llevan al hombre
ante los fariseos, las autoridades religiosas.
Juan 9, 14-17: La segunda reacción: la de los fariseos
Aquel día era un sábado y el día de sábado estaba prohibido curar. Interrogado por los fariseos,
el hombre vuelve de nuevo a contarlo todo. Algunos fariseos, ciegos en su observancia por la
ley, comentan: “¡Este hombre no viene de Dios, porque no guarda el sábado!”. Y no estaban
dispuestos a admitir que Jesús pudiese ser un signo de Dios, porque curaba al ciego en sábado.
Pero otros fariseos, interpelados por el signo, responden: “¿Cómo puede un pecador realizar
semejantes signos?” ¡Y había disensión entre ellos! Y preguntaron al ciego: “¿Y tú qué dices de
él, ya que te ha abierto los ojos?” Y él ofrece su testimonio: “¡Es un Profeta!”
Juan 9, 18-23: La tercera reacción: la de los padres
Los fariseos, llamados ahora judíos, no creían que hubiese sido ciego. Pensaban que se tratase
de un engaño. Por esto mandaron llamar a los padres y le preguntaron: “¿Es éste vuestro hijo
de quien vosotros decís que nació ciego? ¿Cómo, pues, ve ahora?” Con mucha cautela los
padres respondieron: “Nosotros sabemos que éste es nuestro hijo y que nació ciego; pero, cómo
ve ahora, no lo sabemos, ni quien le ha abierto los ojos, eso nosotros no lo sabemos.
¡Preguntadle; edad tiene; puede hablar de sí mismo!”. La ceguera de los fariseos ante la
evidencia de la curación produce temor en la gente. Y aquél que confesaba tener fe en
Cristo Mesías era expulsado de la sinagoga. La conversación con los padres del ciego revela
la verdad, pero las autoridades religiosas se niegan a aceptarla. Su ceguera es mayor que la
evidencia de los hechos. Ellos, que tanto insistían en la observancia de la ley, ahora no quieren
aceptar la ley que declara válido el testimonio de dos personas (Jn 8,17).
Juan 9, 24-34: La sentencia final de los fariseos con respecto a Jesús
Llaman de nuevo al ciego y le dicen: “Da gloria a Dios. Nosotros sabemos que ese hombre es
un pecador”. En este caso: “dar gloria a Dios” significaba: “¡Pide perdón por la mentira que hace
poco has dicho!”. El ciego había dicho: “¡Es un Profeta!” Según los fariseos debiera haber dicho:
“¡Es un pecador!” Pero el ciego es inteligente. Y responde: "Si es un pecador no lo sé. Sólo sé
una cosa; ¡que yo antes era ciego y ahora veo!" ¡Contra este hecho no hay argumentos! De
nuevo los fariseos preguntan: “¿Qué hizo contigo? ¿Cómo te abrió los ojos?” El ciego responde
con ironía: “Os lo he dicho ya. ¿Es que queréis también vosotros haceros discípulos suyos?”
Entonces le insultaron y le dijeron: “Tú eres discípulo de ese hombre; nosotros somos discípulos
de Moisés. Nosotros sabemos que a Moisés le habló Dios; pero ése no sabemos de dónde es”.
Con fina ironía, de nuevo el ciego responde: “Eso es lo extraño: que vosotros no sepáis de
dónde es y que me haya abierto a mí los ojos”. “Si ése no fuese de Dios, no podría hacer nada”.
Ante la ceguera de los fariseos, crece en el ciego la luz de la fe. Él no acepta el razonamiento
de los fariseos y confiesa que Jesús viene del Padre. Esta profesión de fe le causa la expulsión
de la sinagoga. Lo mismo sucedía en las comunidades cristianas de finales del primer siglo.
Aquél que profesaba la fe en Jesús debía romper cualquier lazo de unión familiar y comunitario.

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CATEQUESIS DEL PERDÓN Y LA RECONCILIACIÓN – 2017

Así sucede hoy también: aquél o aquélla que decide ser fiel a Cristo corre el peligro de ser
excluido.
Juan 9,35-38: La conducta de fe del ciego delante de Jesús
Jesús no abandona a aquél que es perseguido por su causa. Cuando se entera de que lo han
expulsado, se encuentra con el hombre, lo ayuda a dar otro paso, invitándolo a asumir su fe y
le pregunta: “¿Tú crees en el Hijo del Hombre?” Y él le responde: ¿Y quién es Señor, para
que yo crea en él? Jesús le dice: “Tú lo has visto; el que está hablando contigo, ése es”. El
ciego exclama: “¡Creo, Señor!” Y se postró ante él. La conducta de fe del ciego delante de
Jesús es de absoluta confianza y total aceptación. Acepta todo de parte de Jesús. Y es ésta la
fe que sustentaba a las comunidades cristianas del Asia Menor hacia finales del siglo primero,
y que nos sostiene hasta hoy.
Juan 9,39-41: Una reflexión final
El ciego que no veía, acaba viendo mejor que los fariseos. Las comunidades del Asia Menor
que antes eran ciegas, descubren la luz. Los fariseos que pensaban ver correctamente, son
más ciegos que el ciego de nacimiento. Encerrados en la vieja observancia, mienten cuando
dicen que ven. ¡No hay peor ciego que el que no quiere ver!
2.4. El Papa Francisco nos enseña

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!


El Evangelio de hoy nos presenta el episodio del hombre ciego de nacimiento, al que Jesús
devuelve la vista. El largo relato, es largo, se abre con un ciego que comienza a ver y se cierra
con los que se supone que ven pero que son ciegos en el alma.

El milagro es relatado por Juan en apenas dos versículos, porque el evangelista no quiere llamar
la atención sobre el milagro en sí, sino en lo que sucede después, en las discusiones que
suscita, sobre las murmuraciones... Tantas veces una obra buena, una obra de caridad suscita
discusiones y murmuraciones. Porque hay muchos que no quieren ver la verdad. El Evangelista
quiere llamar la atención sobre esto que sucede también en nuestros días, cuando se hace una
obra buena. El ciego que es sanado es interrogado por la multitud asombrada, han visto el
milagro y le interrogan, después por los fariseos; y estos interrogan incluso a sus padres. Al
final el ciego curado llega a la fe, y esta es la gracia más grande que Jesús le concede: no solo
el ver, sino el conocerle a Él que es “la luz del mundo” (Jn 9,5)

Mientras el ciego se acerca gradualmente a la luz, los doctores de la ley, al contrario,


profundizan cada vez más en su ceguera interior. Cerrados en su presunción, creen tener ya la
luz, por esto no se abren a la verdad de Jesús. Estos hacen de todo por negar la evidencia.
Ponen en duda la identidad del hombre que ha sido curado, después niegan la acción de Dios
en la curación, tomando como excusa que Dios no actúa en sábado; llegan incluso a dudar que
CATEQUESIS DEL PERDÓN Y LA RECONCILIACIÓN - 2017

ese hombre hubiese nacido ciego. Su cerrazón a la luz se convierte en agresiva y desemboca
en la expulsión del templo del hombre sanado.

El camino del ciego sin embargo es una ruta a etapas, que parte del conocimiento del nombre
de Jesús. No conoce otra cosa de Él; de hecho, dice: “El hombre que se llama Jesús hizo barro
y me lo puso en los ojos” (v.11). Seguidamente después de las preguntas insistentes de los
doctores, lo considera en primer lugar un profeta (v.17) y después un hombre cercano a Dios
(v.31).
Después de que se alejó del templo, excluido de la sociedad, Jesús lo encuentra de nuevo y le
“abre los ojos” por segunda vez, revelándole la propia identidad: “¡Yo soy el Mesías!”. En este
punto el que fue ciego exclama: “¡Creo, Señor!” (v.38) y se postra ante Jesús. Esta es una cita
del Evangelio que nos enseña el drama de la ceguera interior de tanta gente. También la
nuestra, también tenemos muchos momentos de ceguera interior.

Nuestra vida a veces es similar a la del ciego que se ha abierto a la luz, a Dios y a su gracia. A
veces, es un poco como la de los fariseos: desde nuestro orgullo juzgamos a los otros ¡incluso
al Señor!
Hoy estamos invitados a abrirnos a la luz de Cristo para traer fruto a nuestra vida, para eliminar
los comportamientos que no son cristianos. Todos somos cristianos, pero todos tenemos
comportamientos no cristianos, que son pecado y debemos arrepentirnos de esto. Eliminar los
comportamientos no cristianos para caminar con decisión por el camino de la santidad. Esta
tiene su origen en el Bautismo. También nosotros hemos sido “iluminados” por Cristo en el
Bautismo, para que, como nos recuerda San Pablo, podamos comportarnos como “hijos de la
luz” (Ef 5,8), con humildad, paciencia y misericordia. Estos doctores de la ley no tenían
humildad, ni paciencia ni misericordia.

Yo les aconsejo hoy, cuando vuelvan a casa: Tomad el Evangelio de Juan, lean esa cita, del
capítulo 9 y les hará bien, así podrán ver ese camino de la ceguera a la luz y el camino malvado
de una ceguera a una ceguera más profunda. Y preguntémonos: ¿Cómo está nuestro corazón?
¿Cómo es tu corazón, mi corazón? ¿Tengo un corazón abierto o cerrado? ¿Abierto o cerrado
hacia Dios?
¿Abierto o cerrado hacia el prójimo? Siempre Todos nosotros tenemos alguna cerrazón
provocada por el pecado, por las equivocaciones, los errores. ¡No tengamos miedo! ¡No
tengamos miedo!¡ Abrámonos a la luz de Dios! Él nos espera siempre, nos espera siempre para
hacernos ver mejor, para darnos más luz, para perdonarnos. No olvidemos esto: Él nos espera
siempre.
A la Virgen María le confiamos el camino cuaresmal, para que también nosotros, como el ciego
sanado, con la gracia de Cristo podamos “llegar a la luz”, renacer a la vida nueva.

2.5. Oremos con la Palabra:


Crea en nosotros el silencio para escuchar tu voz en la Creación y en la Escritura, en los
acontecimientos y en las personas, sobre todo en los pobres y en los que sufren. Tu palabra
nos oriente a fin de que también nosotros, como los discípulos de Emaús, podamos

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CATEQUESIS DEL PERDÓN Y LA RECONCILIACIÓN – 2017

experimentar la fuerza de tu resurrección y testimoniar a los otros que Tú estás vivo en medio
de nosotros como fuente de fraternidad, de justicia y de paz. Te lo pedimos a Ti, Jesús, Hijo
de María, que nos has revelado al Padre y enviado tu Espíritu. Amén.
2.6. Compromisos y actitudes que nos dejan la Palabra:
Práctica de la metodología del ver, juzgar y actuar en la verdad, para construir una verdadera
comunión con Dios y los Hermanos.
3. Oración por el perdón y la reconciliación
Señor que en este año la Diócesis de Fontibón se convierta en el eco de la palabra de Dios,
que resuena fuerte y decidida como palabra y gesto de perdón, de soporte, de ayuda, de
amor. Que nunca se canse de ofrecer misericordia y sea siempre paciente en el confortar y
perdonar. Que se haga voz de cada hombre y mujer y repita con confianza y sin descanso:
«Acuérdate, Señor, de tu misericordia y de tu amor; que son eternos» (Sal 25,6). Amén
4. Para el próximo encuentro
Traer 5 mapas de Bogotá con las localidades definidas en ellos.
CATEQUESIS DEL PERDÓN Y LA RECONCILIACIÓN - 2017

“Déjense reconciliar con Dios y con los hermanos”


ENCUENTRO No.9
QUE ES CONVERSIÓN

“En verdad les digo: si no cambian y no llegan a ser como niños, nunca entrarán en el
Reino de los Cielos”. Mateo 18,2

1. Introducción al encuentro
1.1. Invocación:
En el nombre del Padre del Hijo y del Espíritu Santo. Amén
1.2. Canto: se sugiere un canto que la comunidad sepa sobre el tema
1.3. Ambiente:
En una mesa se colocará un mapa de la ciudad de Bogotá o varios por localidades y pedir a los
participantes que escriban los pecados que en ellas se presentan.
2. Pasos de la Lectura Orante
2.1. Invocación:
Ven, Espíritu Santo, Consolador, hazte luz para quienes todo lo ven oscuro; amor, para quienes
se creen o están solos; fuerza, para quienes perciben la debilidad física y también en su espíritu.
Tú eres el mejor Abogado, defiéndenos de nosotros mismos, de nuestras melancolías y
desesperanzas. Amén.

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CATEQUESIS DEL PERDÓN Y LA RECONCILIACIÓN – 2017

2.2. Lectura del Evangelio Según SAN MATEO 18,1-9


En aquel momento los discípulos se acercaron a Jesús y le preguntaron: «¿Quién es el más
grande en el Reino de los Cielos?» Jesús llamó a un niñito, lo colocó en medio de los discípulos,
y declaró: “En verdad les digo: si no cambian y no llegan a ser como niños, nunca entrarán en
el Reino de los Cielos”.
El que se haga pequeño como este niño, ése será el más grande en el Reino de los Cielos. Y
el que recibe en mi nombre a un niño como éste, a mí me recibe.
21El que hiciera caer a uno de estos pequeños que creen en mí, mejor le sería que le amarraran
al cuello una gran piedra de moler y que lo hundieran en lo más profundo del mar.
¡Ay del mundo a causa de los escándalos! Tiene que haber escándalos, pero, ¡ay del que causa
el escándalo!
Si tu mano o tu pie te está haciendo caer, córtatelo y tíralo lejos. Pues es mejor para ti entrar en
la vida sin una mano o sin un pie que ser echado al fuego eterno con las dos manos y los dos
pies.
Y si tu ojo te está haciendo caer, arráncalo y tíralo lejos. Pues es mejor para ti entrar tuerto en
la vida que ser arrojado con los dos ojos al fuego del infierno.
Cuídense, no desprecien a ninguno de estos pequeños. Pues yo se lo digo: sus ángeles en el
Cielo contemplan sin cesar la cara de mi Padre del Cielo. Palabra del Señor
± Dialoguemos sobre lo que dice la Palabra de Dios

 ¿Qué entiendo por conversión?


 ¿Estoy buscando hacer la voluntad de Dios?

± Memoricemos:
“En verdad les digo: si no cambian y no llegan a ser como niños, nunca entrarán en el Reino de
los Cielos”.

2.3. Meditemos la Palabra:


Conversión es, el volver a Dios en cualquier circunstancia, considerado psicológicamente, es
un acto del hombre mismo, que elige libremente y que se lleva a cabo en forma espontánea.
CATEQUESIS DEL PERDÓN Y LA RECONCILIACIÓN - 2017

No obstante, la Biblia deja sentado que es también, en un sentido más fundamental, obra de
Dios en él.
El AT dice que los pecadores se vuelven a Dios únicamente cuando él los vuelve a sí mismo
(Jer. 31.18; Lm. 5.21).
El NT enseña que cuando los hombres lo desean y ponen de su parte para que se cumpla la
voluntad de Dios respecto a su salvación, es la obra de Dios en ellos lo que los impulsa a obrar
de esa manera (Fil. 2.12s). También, describe la conversión inicial de los incrédulos como
resultado de una obra divina en ellos en la cual, por su misma naturaleza, ellos mismos no
podrían tener parte, ya que se trata esencialmente de la eliminación de la impotencia espiritual
que hasta ese momento les ha impedido volver a Dios: un levantamiento de la muerte (Ef.
2.1ss), un nuevo nacimiento (Jn. 3.1ss), un abrir del corazón (Hch. 16.14), un abrir y darle vista
a ojos enceguecidos (2 Co. 4.4–6), y el otorgamiento de entendimiento (1 Jn. 5.20).
El hombre responde al evangelio sólo porque Dios primeramente ha obrado en él de esta
manera. Además, los relatos de la conversión de Pablo, y diversas referencias al poder de
convencimiento que el Espíritu imparte a la palabra que convierte (cf. Jn. 16.8; 1 Co. 2.4s; 1 Ts.
1.5) demuestran que Dios atrae a sí mismo los hombres al influjo de un fuerte, más todavía, un
irresistible sentido de compulsión divina. Por ello la costumbre de algunas versiones de expresar
el verbo activo "volverse" en forma pasiva, "ser convertido", aunque sea una traducción mala,
representa, sin embargo, buena teología bíblica.
2.4. El Papa Francisco nos enseña:
“La auténtica conversión se produce cuando experimentamos en nosotros el amor de Dios y
acogemos el don de su misericordia; y un signo claro de que la conversión es auténtica es
cuando caemos en la cuenta de las necesidades del prójimo”, destacó en español.

El Pontífice predicó sobre la “verdadera conversión”, que es volver a Dios. Y sostuvo que “Jesús
se aparece varias veces a sus discípulos, después de su resurrección, antes de subir a la gloria
del Padre”, para reiterar la predicación fundamental que los apóstoles deberán ofrecer al
mundo.

“Podemos resumirla con dos palabras: conversión y perdón de los pecados”, indicó. Igualmente,
consideró estas dos palabras como signos que califican “la misericordia de Dios” que “con amor”
se hace cargo de “nosotros”.

De esta manera, la conversión fue el tema principal de la predicación del Papa que remarcó el
llamado de los profetas que invitan al pueblo a regresar a encontrar al Señor.

Entonces, volver a Dios, pidiendo perdón y cambiando estilo de vida. “Convertirse según los
profetas significa cambiar dirección de marcha y dirigirse al Señor, con la certeza de que Dios
siempre nos ama y que es siempre fiel”, constató.

42
CATEQUESIS DEL PERDÓN Y LA RECONCILIACIÓN – 2017

Sucesivamente, indicó que Jesús usaba en primer orden la palabra ‘conversión’ cuando
predicaba. “Conviértanse y crean en el Evangelio”. Jesús dirige al pueblo la última ‘palabra y
definitiva’ del Padre.

El Pontífice remarcó que Jesús insiste mucho más en la dimensión “interior de la conversión”
respecto a la predicación de los profetas.

Habló de una conversión integral en la cual toda la persona está involucrada: “Corazón y mente
para convertirse en una criatura nueva…cambiar el corazón y uno se renueva”.

“Cuando Jesús llama a la conversión, no se erige como juez de la persona, sino que lo hace a
partir de la cercanía, de compartir la condición humana”, insistió.

Jesús es la misericordia de todos los que la necesitan para cambiar vida. “Jesús es una
presencia amable que acoge a cada uno en su historia de salvación”.

“Jesús persuadía a la gente con su amabilidad, con su amor… Jesús con su comportamiento
tocaba profundamente el corazón de las personas que se sentían atraídas por el amor de Dios
y empujadas a cambiar de vida”.

Luego, Francisco recuerda las conversiones de Mateo y de Zaqueo que sucedieron porque –
indicó- se sintieron amados por Jesús. “La verdadera conversión sucede cuando acogemos el
don de la gracia”.

La conversión es auténtica “cuando nos damos cuenta de la necesidad de los hermanos y


estamos listos para encontrarnos con ellos”.

El Pontífice llamó a los fieles “hermanas y hermanos” y luego inquirió: “Cuántas veces nosotros
también sentimos la exigencia de un cambio que involucre toda nuestra persona”.

Pero, cuántas veces nos decimos: ‘yo no puedo seguir así, debo cambiar, mi vida por este
camino no dará frutos, será una vida inútil, será una vida infeliz… cuántas veces tenemos estos
pensamientos’.

Y Jesús está a nuestro lado con la mano extendida: ‘Ven conmigo, ven conmigo, el trabajo lo
hago yo…Yo te cambiaré el corazón, te cambiaré la vida, yo te haré feliz’. Pero, ¿creemos en
esto o no?”.

“Es Jesús que está con nosotros y nos invita a cambiar de vida y es Él con el Espíritu Santo
quien nos cultiva esta inquietud para cambiar nuestra vida y ser un poco mejores”.
CATEQUESIS DEL PERDÓN Y LA RECONCILIACIÓN - 2017

“Sigamos, por lo tanto, esta invitación del Señor, y no opongamos resistencias porque solo
abriéndonos a su misericordia, nosotros encontramos la verdadera vida y la verdadera alegría.

Y Él hace todo el resto, pero abrir el corazón para que lo cure y poder seguir adelante…”.

El papa Francisco luego alzó de nuevo el rostro con una sonrisa y dijo: “Y les aseguro, así
seremos más felices. ¡Gracias!”.

2.5. Oramos con la Palabra:

Gracias, Señor, por mi ángel de la guarda y por la gran esperanza que surge de esta meditación.
La cultura admira a la persona que por su propio esfuerzo tiene éxito, y esto es bueno. Pero,
como tu hijo, debo tener una visión más amplia: atesorar esa confianza y dependencia a tu
gracia, que es la que realmente logrará la trascendencia de mi vida. Además, siempre recordar
que hay muchas ovejas sin pastor que no deben quedarse atrás ni perderse, si en mí está el
poder ayudarles a volver o encontrar el redil. Amén.

2.6. Compromiso y actitudes que nos deja la Palabra:

Ante las tentaciones que se me puedan presentar hoy, pedir a Dios su gracia para evitar,
incluso, el pecado venial.

3. Oración por el perdón y la reconciliación


Señor que en este año la Diócesis de Fontibón se convierta en el eco de la palabra de Dios,
que resuena fuerte y decidida como palabra y gesto de perdón, de soporte, de ayuda, de amor.
Que nunca se canse de ofrecer misericordia y sea siempre paciente en el confortar y perdonar.
Que se haga voz de cada hombre y mujer y repita con confianza y sin descanso: «Acuérdate,
Señor, de tu misericordia y de tu amor; que son eternos» (Sal 25,6). Amén.
4. Para el próximo encuentro:
Preguntarnos: ¿Qué significa creer en nuestro Señor Jesucristo?

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CATEQUESIS DEL PERDÓN Y LA RECONCILIACIÓN – 2017

“Déjense reconciliar con Dios y con los hermanos”


ENCUENTRO No.10
CONVERSION A LA FE EN JESUS

“Luego debe proclamarse en su nombre la conversión y el perdón de los pecados,


comenzando por Jerusalén, y yendo después a todas las naciones” Lucas 24, 47

1. Introducción al encuentro
1.1. Invocación:
En el nombre del Padre del Hijo y del Espíritu Santo. Amén
1.2. Canto: se sugiere un canto que la comunidad sepa sobre el tema
1.3. Ambiente: Compartir las respuestas frente a una vela encendida.
2. Pasos de la Lectura Orante
2.1. Invocación:
Ven, Espíritu Santo, Consolador, hazte luz para quienes todo lo ven oscuro; amor, para
quienes se creen o están solos; fuerza, para quienes perciben la debilidad física y también en
su espíritu. Tú eres el mejor Abogado, defiéndenos de nosotros mismos, de nuestras
melancolías y desesperanzas. Amén.
2.2. Lectura del Evangelio según SAN LUCAS 24,35-48
Ellos, por su parte, contaron lo sucedido en el camino y cómo lo habían reconocido al partir el
pan. Mientras estaban hablando de todo esto, Jesús se presentó en medio de ellos (y les dijo:
«Paz a ustedes.») Quedaron atónitos y asustados, pensando que veían algún espíritu, pero él
les dijo: «¿Por qué se desconciertan? ¿Cómo se les ocurre pensar eso? Miren mis manos y mis
pies: soy yo. Tóquenme y fíjense bien que un espíritu no tiene carne ni huesos, como ustedes
ven que yo tengo.» (Y dicho esto les mostró las manos y los pies).
CATEQUESIS DEL PERDÓN Y LA RECONCILIACIÓN - 2017

Y como no acababan de creerlo por su gran alegría y seguían maravillados, les dijo: «¿Tienen
aquí algo que comer?» Ellos, entonces, le ofrecieron un pedazo de pescado asado; lo tomó y
lo comió delante ellos. Jesús les dijo: «Todo esto se lo había dicho cuando estaba todavía con
ustedes; tenía que cumplirse todo lo que está escrito en la Ley de Moisés, en los Profetas y en
los Salmos referente a mí.»
Entonces les abrió la mente para que entendieran las Escrituras. Les dijo: «Todo esto estaba
escrito: los padecimientos del Mesías y su resurrección de entre los muertos al tercer día. Luego
debe proclamarse en su nombre la conversión y el perdón de los pecados, comenzando por
Jerusalén, y yendo después a todas las naciones, invitándolas a que se conviertan. Ustedes
son testigos de todo esto. Palabra del Señor.
± Dialoguemos sobre lo que dice la Palabra de Dios
 ¿He vivido algún proceso de conversión de fe?
 ¿Qué se necesita para convertirse a la fe en Jesús?

± Memoricemos:
“Luego debe proclamarse en su nombre la conversión y el perdón de los pecados,
comenzando por Jerusalén, y yendo después a todas las naciones”
2.3. Meditemos la Palabra
Los discípulos no se han dejado engañar por un espíritu, ni por una ilusión: se trata de Jesús
mismo, en persona, el que conocieron antes de la cruz, el mismo pero al mismo tiempo
gloriosamente diferente. Él viene al encuentro de sus discípulos con una existencia, con una
realidad nueva y definitiva.

Jesús mismo, por iniciativa propia, los ha convencido de que ha superado la muerte y que
realmente vive. Jesús ha de sí mismo y de su vida poderosa el contenido, la esencia del
testimonio de sus discípulos.

Con su muerte y resurrección, Jesús completó el contenido del mensaje que debe ser anunciado
a todos los pueblos. En el nombre de Jesús, es el testimoniarlo a Él, a partir de todo lo que se
ha manifestado a través de su obra y su camino hasta la cruz y la resurrección, deben ser
anunciados a todos la conversión y el perdón de los pecados.

Todos los hombres, por lo tanto, están llamados a convertirse al Dios que, a través del camino
de Jesús, ha compartido nuestro destino humano hasta la muerte en la cruz y la resurrección
vencedora de la muerte.

Todos los hombres, están llamados a convertirse al Dios que les ha demostrado su amor y su
poder. La conversión se llevará a cabo en el apoyarse con confianza en las manos de este
Dios, entonces perdonará todos los pecados y dará la plena comunión con Él.

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CATEQUESIS DEL PERDÓN Y LA RECONCILIACIÓN – 2017

El encuentro con el Resucitado hace de los discípulos verdaderos testigos. Todo anuncio debe
partir de este testimonio y no de especulaciones, ideas u opiniones personales sin sobre el
hecho mismo y sobre las instrucciones pascuales del Señor Jesús.

Toda transmisión del mensaje pascual depende del hecho de que los apóstoles son testigos
oculares dignos de fe y han prestado un servicio fiel a su Palabra.

En síntesis, Jesús convence a sus discípulos de realidad de su vida nueva, los lleva a la
comprensión de la Escritura y de su camino, les muestra el contenido del anuncio y en qué
consiste su tarea misionera y finalmente los confirma como sus testigos. Sobre esta base se
hace la experiencia de Jesús resucitado.

2.4 El papa Francisco nos enseña:


Jesús después de la Resurrección se apareció diversas veces a los discípulos antes de subir a
la gloria del Padre. El párrafo del Evangelio que hemos recién escuchado (Lc 24,45-48) narra
una de estas apariciones en las cuales el Señor indica el contenido fundamental de la
predicación que los apóstoles deberán ofrecer al mundo. Podemos sintetizarla en dos palabras:
‘conversión’ y ‘perdón de los pecados’. Son dos aspectos que califican la misericordia de Dios
que, con amor nos cuida. Hoy tomamos en consideración la conversión.

¿Qué es la conversión? Ella está presente en toda la Biblia, y de manera particular en la


predicación de los profetas, que invitan continuamente al pueblo al ‘regresar al Señor’,
pidiéndole perdón y cambiando estilo de vida. Convertirse para los profetas significa cambiar
de dirección de marcha y dirigirse de nuevo al Señor, teniendo la seguridad que Él nos ama y
su amor es siempre fiel. ¡Volver al Señor!

Jesús hizo de la conversión la primera palabra de su predicación: ‘Conviértanse y crean en el


Evangelio’. (Mc 1,15). O sea, miren hacia y vuelvan atrás, esto es convertirse. Es con este
anuncio que Él se presenta al pueblo, pidiéndole que reciba su palabra como la última y
definitiva que el Padre dirige a la humanidad. (cfr Mc 12,1-11).

Sobre la predicación de los profetas, Jesús insiste aún más en la dimensión interior de la
conversión. En ella de hecho toda la persona está involucrada, corazón y mente, para volverse
una criatura nueva, una persona nueva. Cambiar el corazón y que uno se renueve.

Cuando Jesús llama a la conversión no se erige juez de las personas, sino lo parte estando
cercano, del hecho de compartir la condición humana, y por lo tanto la calle, la casa, el
comedor… La misericordia hacia quienes tenían necesidad de cambiar de vida se realiza con
su presencia amable, para involucrar a cada uno en su historia de salvación. Y Jesús persuadía
a la gente con amabilidad, con amor.
CATEQUESIS DEL PERDÓN Y LA RECONCILIACIÓN - 2017

Y con este comportamiento Jesús tocaba la profundidad de los corazones de las personas y
estos se sentían atraídos por el amor de Dios y empujados a cambiar vida. Por ejemplo, las
conversiones de Mateo (cfr Mt 9,9-13) y de Zaqueo (cfr Lc 19,1-10) se realizaron justamente de
esta manera, porque se habían sentidos amados por Jesús, y a través de Él, por el Padre.

La verdadera conversión se realiza cuando recibimos el don de la gracia y un claro señal de su


autenticidad es que nos damos cuenta de las necesidades de los hermanos y estamos listos a
ir a su encuentro.

Queridos hermanos y hermanas, cuántas veces también nosotros sentimos la exigencia de un


cambio que tome a nuestra persona por entero. Pero cuántas veces nos decimos a nosotros
mismos: ‘tengo que cambiar y no puedo seguir así. Mi vida en este camino no dará frutos, será
una vida inútil y no seré feliz’. Cuántas veces nos vienen estos pensamientos, cuántas
veces…Jesús con la mano extendida nos dice ven, ven a mí, que el trabajo lo hago yo. Yo te
cambiaré el corazón, te cambiaré la vida, te haré feliz.

¿Pero creemos esto o no?, ¿qué piensan, creen en esto o no? (aplausos…) Menos aplausos y
más voz, ¿creen o no creen? (respuesta coral, Sí…). Es así, es Jesús que está con nosotros y
nos invita a cambiar de vida. Y es él con el Espíritu Santo que siembra esta inquietud que nos
invita a cambiar vida y ser un poco mejor.

Sigamos por lo tanto esta invitación del Señor y no opongamos resistencias, porque solamente
si nos abrimos a su misericordia, encontraremos la verdadera vida y la verdadera
alegría. Solamente hay que abrir bien la puerta y él hace el resto, él hace todo. Pero hay que
abrir el corazón para que nos pueda curar y llevarnos hacia adelante. Y les aseguro que
seremos más felices. Gracias»

2.5. Oremos con la Palabra:


¡Oh Dios, que muestras la luz de tu verdad a los que andan extraviados, para que puedan volver
al buen camino!, concede a todos los cristianos rechazar lo que es indigno de este nombre y
cumplir cuanto en él se significa. Por nuestro Señor.
2.6. Compromisos y Actitudes que nos deja la Palabra:
Ser fuente de cambio y conversión en medio de las realidades que vivimos en nuestra ciudad.

3. Oración por el perdón y la reconciliación


Señor que en este año la Diócesis de Fontibón se convierta en el eco de la palabra de Dios,
que resuena fuerte y decidida como palabra y gesto de perdón, de soporte, de ayuda, de amor.
Que nunca se canse de ofrecer misericordia y sea siempre paciente en el confortar y perdonar.
Que se haga voz de cada hombre y mujer y repita con confianza y sin descanso: «Acuérdate,
Señor, de tu misericordia y de tu amor; que son eternos» (Sal 25,6). Amén.
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CATEQUESIS DEL PERDÓN Y LA RECONCILIACIÓN – 2017

4. Para nuestro próximo encuentro:


El animador debe llevar un cuadro de la figura de Nuestro Señor Jesucristo, y
traer una vasija de barro.
A cada uno de los miembros de la comunidad se le pide que escriba una carta dirigida a
Jesús en la que le entregan confiados las dificultades y problemas familiares, personales, de
trabajo y de la parroquia.
CATEQUESIS DEL PERDÓN Y LA RECONCILIACIÓN - 2017

“Déjense reconciliar con Dios y con los hermanos”


ENCUENTRO No.11
LA CONVERSION ESTA EN LA PERSONA DE JESUS

«Conviértanse, porque el Reino de los Cielos está cerca.» Mateo 3,2


1. Introducción al encuentro
1.1. Invocación:
En el nombre del Padre del Hijo y del Espíritu Santo.
1.2. Canto: se sugiere un canto que la comunidad sepa sobre el tema
1.3. Ambientación: Un cuadro de la figura de Nuestro Señor Jesucristo y sobre una mesa en
el salón, para que cada uno coloque la carta que ha traído sobre la mesa y después se queman
acompañados de una oración.
2. Pasos de la Lectura Orante
2.1. Invocación:
Ven, Espíritu Santo, Consolador, hazte luz para quienes todo lo ven oscuro; amor, para quienes
se creen o están solos; fuerza, para quienes perciben la debilidad física y también en su espíritu.
Tú eres el mejor Abogado, defiéndenos de nosotros mismos, de nuestras melancolías y
desesperanzas. Amén
2.2. Lectura del Evangelio según SAN MATEO 3,1-12
Por aquel tiempo se presentó Juan Bautista y empezó a predicar en el desierto de Judea; éste
era su mensaje: «Conviértanse, porque el Reino de los Cielos está cerca.»
Es a Juan a quien se refería el profeta Isaías cuando decía: Una voz grita en el desierto:
Preparen un camino al Señor; hagan sus senderos rectos.
Además de la piel que le ceñía la cintura, Juan no tenía más que un manto hecho de pelo de
camello. Su comida eran langostas y miel silvestre. 5Venían a verlo de Jerusalén, de toda la
Judea y de la región del Jordán. Y además de confesar sus pecados, se hacían bautizar por
Juan en el río Jordán.

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CATEQUESIS DEL PERDÓN Y LA RECONCILIACIÓN – 2017

Juan vio que un grupo de fariseos y de saduceos habían venido donde él bautizaba, y les dijo:
«Raza de víboras, ¿cómo van a pensar que escaparán del castigo que se les viene
encima? Muestren los frutos de una sincera conversión, pues de nada les sirve decir: “Abraham
es nuestro padre”. Yo les aseguro que Dios es capaz de sacar hijos de Abraham aun de estas
piedras. El hacha ya está puesta a la raíz de los árboles, y todo árbol que no da buen fruto,
será cortado y arrojado al fuego. Yo los bautizo en el agua, y es el camino a la conversión. Pero
después de mí viene uno con mucho más poder que yo –yo ni siquiera merezco llevarle las
sandalias–, él los bautizará en el Espíritu Santo y el fuego. Ya tiene la pala en sus manos para
separar el trigo de la paja. Guardará el trigo en sus bodegas, mientras que la paja la quemará
en el fuego que no se apaga.» Palabra del Señor
± Dialoguemos sobre lo que dice la Palabra:
 ¿Qué es el Reino de los Cielos para mí?
 ¿Cómo me ayuda el bautismo a vivir la conversión en mi vida?

± Memoricemos:
«Conviértanse, porque el Reino de los Cielos está cerca.»
2.3. Meditemos la Palabra
Con un estilo típicamente bíblico-narrativo Mateo presenta la figura y la actividad de Juan
Bautista en el desierto de la Judea. Esta última indicación geográfica intenta situar la actividad
de Juan en la región de la Judea, mientras Jesús desarrollará su misión en Galilea. Para Mateo
la actividad de Juan está completamente orientada y subordinada hacia “aquel que debe venir”,
la persona de Jesús. Además, Juan es presentado como el grande y valeroso predicador que
ha preanunciado el inminente juicio de Dios.
El mensaje del Bautista consiste en un preciso imperativo, “conviértanse” y en un motivo
también muy claro: “porque el reino de los cielos está cerca”. La conversión adquiere un gran
relieve en la predicación del Bautista, aunque al principio no aparece todavía clara en su
contenido. En 3,8 sin embargo, se indican los frutos de la conversión para expresar una nueva
orientación que dar a la propia existencia. Tal indicación, por un lado, se coloca en la línea de
los profetas que entendían el hecho de la conversión en el abandono radical de todo aquello
que hasta ahora tenía un valor; por otro lado, va más allá e intenta demostrar que la conversión
es un dirigirse hacia el “reino de los cielos”, hacia una novedad que se presenta inminente con
sus exigencias y prospectivas. Se trata de dar un cambio decisivo en la vida orientándola en
una nueva dirección: el “reino de los cielos” da fundamento y define la conversión, no una serie
de esfuerzos humanos. La expresión “reino de los cielos” está para indicar que Dios se revelará
a todos los hombres y con gran potencia. Juan dice que tal revelación de Dios es inminente, no
está lejana.
CATEQUESIS DEL PERDÓN Y LA RECONCILIACIÓN - 2017

La actividad profética de Juan tiene el deber de preparar a sus contemporáneos a la venida de


Dios en Jesús, con los rasgos de la figura de Elías. Interesante son los motivos, las imágenes
con las que viene interpretada la figura del Bautista, entre ellas el cinturón de cuero ceñido en
los costados, un signo de reconocimiento de profeta Elías (2 Re 1,8); el manto tejido de pelos
de camello es un vestido típico del profeta, según Zacarías 13,4. Se trata de una identificación
directa entre el profeta Elías y Juan. Seguramente tal interpretación es la respuesta del
evangelista a una objeción judaica de aquel tiempo: ¿cómo puede ser Jesús el Mesías, si
primero no viene Elías?
Con su actividad profética Juan consigue mover grandes muchedumbres, también Elías había
reconducido al pueblo entero a volver a la fe en Dios (1 Re 18). El bautismo de Juan no es
importante porque sean grandes muchedumbres las que lo reciben, sino que tiene valor porque
va acompañado de precisos compromisos de conversión. Además, no es un bautismo que tiene
el poder de borrar los pecados, sólo la muerte de Jesús tiene este poder, pero imprime sin
embargo una nueva orientación que dar a la vida.
También los “fariseos y saduceos” se acercan a recibirlo, pero se acercan con ánimo hipócrita,
sin una verdadera decisión de convertirse. Obrando así, no podrán huir del juicio de Dios. La
invectiva de Juan hacia este grupo lleno de falsa religiosidad, subraya que la función de su
bautismo, acogido con sincera decisión de cambiar de vida, protege a quien lo recibe del
inminente juicio de Dios.
¿De qué modo se hará visible una tal decisión de convertirse? Juan se abstiene de dar precisas
indicaciones, se limita sólo a indicar el motivo: evitar el juicio punitivo de Dios. Se pudiera decir
en un lenguaje propositivo que el fin de la conversión es Dios, el radical reconocimiento de Dios,
el orientar de un modo todo nuevo la propia vida hacia a Dios.
En tanto “los fariseos y saduceos” no están disponibles a convertirse, en cuanto ponen su
confianza y esperanza en la descendencia de Abrahán: en cuanto que pertenecen al pueblo
elegido están seguros de que Dios, por méritos de sus padres, les concederá la salvación. Juan
pone en duda esta falsa seguridad con dos imágenes: la del árbol y la del fuego.
Ante todo, la imagen del árbol que se tala, en el Antiguo Testamento recuerda al juicio de Dios.
Un texto de Isaías así lo describe: “He ahí el Señor Dios de los ejércitos, que rompe los árboles
con estruendo, las puntas más altas son derribadas, las cimas son abatidas”. Por su parte la
imagen del fuego tiene la función de expresar la “ira inminente” que se manifestará con el juicio
de Dios (3.7) En síntesis, se muestra la apremiante inminencia de la venida de Dios: los que
escuchan deben abrir los ojos sobre lo que les espera
Finalmente, la predicación de Juan hace un confrontamiento entre los dos bautismos, las dos
personas, la de Juan y la del que debe venir. La diferencia substancial es que Jesús bautiza
con espíritu y fuego, mientras Juan sólo con agua, un bautismo para la conversión. Tal distinción
subraya que el bautismo de Juan está completamente subordinado al de Jesús. Mateo anota
que el bautismo con el espíritu ya se ha realizado, precisamente en el bautismo cristiano, como

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CATEQUESIS DEL PERDÓN Y LA RECONCILIACIÓN – 2017

afirma la escena del bautismo de Jesús, mientras aquel del fuego debe todavía llegar y sucederá
en el juicio que Jesús dará.
El final de la predicación de Juan presenta, pues, la descripción del juicio que cae sobre la
comunidad con la imagen de la paja. La misma acción que el campesino hace en la era cuando
separa el grano de la paja, así será realizada por Dios en el juicio sobre la comunidad.
La predicación de Juan, mientras nos recuerda que la venida de Dios en nuestra vida es siempre
inminente, nos invita también con energía a la penitencia que purifica el corazón lo vuelve capaz
del encuentro con Jesús que viene al mundo de los hombres y lo abre a la esperanza y al amor
universal.
Tiene una frase el cardenal Newman que nos puede ayudar a comprender esta nueva
orientación que la Palabra de Dios intenta sugerir como urgente: “Aquí en la tierra vivir es
cambiar y ser perfecto es haber cambiado muchas veces”. Cambiar se ha de entender en la
óptica de la conversión; un cambio íntimo del corazón del hombre. Vivir es cambiar. En el
momento en que este deseo de cambiar desaparece, tú ya no eres un vivo. Una confirmación
se nos da en el Apocalipsis cuando el Señor dice: “Parece que estás vivo, pero estás muerto”
(3,1) Además “ser perfecto es haber cambiado muchas veces”. Parece que el cardenal Newman
quisiera decir: “El sentido del tiempo es mi conversión” También este tiempo de adviento se
mide en función del proyecto que Dios tiene sobre mí. Debo continuamente abrirme a la
novedad de Dios, estar disponible a dejarme renovar por Él.
Es la condición para convertirse: El evangelio no es sólo un contenido de mensaje, sino que es
una Persona que te pide venir a tu vida. Aceptar el Evangelio en este domingo de Adviento
significa abrir la puerta de la propia vida a aquel que Juan el Bautista ha definido como el más
fuerte. Esta idea está expresada muy bien por Juan Pablo II: “Abrid las puertas a Cristo...”
Aceptar a Cristo que viene al encuentro con su palabra definitiva de salvación. Nos vienen a la
mente las palabras de San Agustín que decía: “Temo al Señor que pasa”. Tal pasaje del Señor
podría encontrarnos en un momento de nuestra vida distraídos y superficiales.
2.4. Oremos con la Palabra:
Suscita en nosotros, Señor, el deseo vivo de una verdadera conversión. Hemos recorrido
muchos caminos, que no conducen a la vida. Hemos cruzado por muchos lugares, que nos han
dejado heridas de pecado en nuestro interior. Queremos pasar por las aguas del Jordán,
santificadas por tu presencia, Jesús. Renuévanos, Señor, con tu Espíritu y arderá nuestro
corazón en la hoguera de tu amor. Amén
2.4. El papa Francisco nos enseña
Conversión es volver al Señor con todo el corazón”
CATEQUESIS DEL PERDÓN Y LA RECONCILIACIÓN - 2017

«Dios nos invita a volver a Él con un corazón nuevo, purificado del mal, para tomar parte de su
gozo», es la exhortación del Papa Francisco en la celebración Eucarística al inicio de la
Cuaresma. La tarde de este miércoles, el Obispo de Roma presidió la Santa Misa con el rito de
la imposición de las Cenizas en la Basílica de Santa Sabina en Roma.
En su homilía el Pontífice recordó que la Cuaresma es un tiempo en el que tratamos de estar
más unidos a Cristo, para compartir el misterio de su pasión y resurrección. Asimismo, el
Sucesor de Pedro subrayó que el camino cuaresmal es un tiempo propicio para la “conversión”,
pero no una conversión superficial y transitoria, sino un itinerario espiritual que tiene que ver
con el lugar más íntimo de nuestra persona, es decir, el corazón, el centro de nuestros
sentimientos, el centro en el que maduran nuestras decisiones, nuestras actitudes.
“El Señor no se cansa jamás de tener misericordia de nosotros, y quiere ofrecernos una vez
más su perdón, dijo el Papa, invitándonos a volver a Él con un corazón nuevo, purificado del
mal, para tomar parte de su gozo”. Para ello afirmo es necesario dejarnos reconciliar por Dios,
es decir la reconciliación entre nosotros y Dios es posible gracias a la misericordia del Padre
que, por amor a nosotros, no dudó en sacrificar a su Hijo unigénito.
Conscientes de esto, dijo El Papa Francisco, “iniciamos confiados y gozosos el itinerario
cuaresmal. Que María Inmaculada sostenga nuestra lucha espiritual contra el pecado, nos
acompañe en este momento favorable, para que podamos llegar a cantar juntos la alegría de la
victoria en la Pascua de Resurrección”.
Como pueblo de Dios hoy comenzamos el camino de la Cuaresma, un tiempo en el que
tratamos de unirnos más estrechamente al Señor Jesucristo, para compartir el misterio de su
pasión y resurrección.
La liturgia de hoy nos propone ante todo el pasaje del profeta Joel, enviado por Dios para llamar
a la gente a la penitencia y a la conversión, a causa de una calamidad (una invasión de
langostas) que devasta la Judea. Sólo el Señor puede salvar del flagelo y por lo tanto es
necesario invocarlo con oraciones y ayunos, confesando el propio pecado.
El profeta insiste en la conversión interior: «Vuelvan a mí de todo corazón» (2:12). Regresar al
Señor “con todo el corazón” significa emprender el camino de una conversión no superficial y
transitoria, sino un itinerario espiritual que tiene que ver con el lugar más íntimo de nuestra
persona. El corazón, de hecho, es el centro de nuestros sentimientos, el centro en el que
maduran nuestras decisiones, nuestras actitudes.
Aquel “vuelvan a mí de todo corazón” no implica sólo el individuo, sino que se extiende a la
entera comunidad, es una convocación dirigida a todos: « ¡reúnan al pueblo, convoquen a la
asamblea, congreguen a los ancianos, reúnan a los pequeños y a los niños de pecho! ¡Que el
recién casado salga de su alcoba y la recién casada de su lecho nupcial!» (v. 16).
El profeta se detiene en particular en las oraciones de los sacerdotes, haciendo observar que
debe estar acompañada por lágrimas. Nos hará bien pedir a todos, pero especialmente a

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CATEQUESIS DEL PERDÓN Y LA RECONCILIACIÓN – 2017

nosotros, los sacerdotes, al comienzo de esta Cuaresma, pedir el don de las lágrimas, para
hacer así nuestra oración y nuestro camino de conversión siempre más auténticos y sin
hipocresía. Nos hará bien hacernos esta pregunta: ¿Lloro? ¿Llora el Papa? ¿Lloran los
cardenales? ¿Lloran los obispos? ¿Lloran los consagrados? ¿Lloran los sacerdotes? ¿Está el
llanto en nuestras oraciones?
Precisamente éste es el mensaje del Evangelio de hoy. En el pasaje de Mateo, Jesús relee las
tres obras de piedad previstas en la ley mosaica: la limosna, la oración y el ayuno. Con el tiempo,
estas disposiciones se habían corroído por la herrumbre del formalismo exterior, o incluso se
habían transformado en un signo de superioridad social. Jesús pone de relieve una tentación
común en estas tres obras, que se puede resumir precisamente en la hipocresía (la cita tres
veces): «Tengan cuidado de no practicar su justicia delante de los hombres para ser vistos por
ellos… cuando des limosna, no lo vayas pregonando delante de ti, como hacen los hipócritas…
Cuando ustedes oren, no hagan como los hipócritas… a ellos les gusta orar de pie… para ser
vistos… Cuando ustedes ayunen, no pongan cara triste, como hacen los hipócritas» (Mt
6,1.2.5.16). Saben, hermanos, que los hipócritas no saben llorar, se han olvidado de cómo se
llora, no piden el don de lágrimas.
Cuando se cumple algo bueno, casi instintivamente nace en nosotros el deseo de ser estimados
y admirados por esta buena acción, para tener una satisfacción. Jesús nos invita a cumplir estas
obras sin ostentación alguna, y a confiar sólo en la recompensa del Padre «que ve en lo
secreto» (Mt 6,4.6.18).
Queridos hermanos y hermanas, el Señor no se cansa nunca de tener misericordia de nosotros,
y quiere ofrecernos una vez más su perdón - todos tenemos necesidad de él - invitándonos a
volver a Él con un corazón nuevo, purificado del mal, para tomar parte de su gozo. ¿Cómo
acoger esta invitación? Nos lo sugiere San Pablo: «les suplicamos en nombre de Cristo: déjense
reconciliar con Dios» (2 Cor 5:20). Este esfuerzo de conversión no es solamente una obra
humana. La reconciliación entre nosotros y Dios es posible gracias a la misericordia del Padre
que, por amor a nosotros, no dudó en sacrificar a su Hijo unigénito. En efecto, Cristo, que era
justo y sin pecado, fue hecho pecado por nosotros (v. 21) cuando sobre la cruz cargó con
nuestros pecados, y así nos rescató y redimió ante Dios. «En Él», nosotros podemos volvernos
justos, en Él podemos cambiar, si acogemos la gracia de Dios y no dejamos pasar en vano el
«momento favorable» (6,2). Por favor, detengámonos, detengámonos un poco y dejémonos
reconciliar con Dios.
Con esta conciencia, iniciemos con confianza y alegría el itinerario cuaresmal. Que María
Inmaculada sostenga nuestra lucha espiritual contra el pecado, nos acompañe en este
momento favorable, para que lleguemos a cantar juntos la exultación de la victoria en la Pascua
de Resurrección. Y en señal de nuestra voluntad de dejarnos reconciliar con Dios, además de
CATEQUESIS DEL PERDÓN Y LA RECONCILIACIÓN - 2017

las lágrimas que estarán 'en lo secreto', en público realizaremos el gesto de la imposición de la
ceniza en la cabeza.
El celebrante pronuncia estas palabras: «eres polvo y al polvo volverás» (Gen 3:19), o también
repite la exhortación de Jesús: «Conviértanse y crean en la Buena Noticia» (Mc 1,15). Ambas
fórmulas constituyen una exhortación a la verdad de la existencia humana: somos criaturas
limitadas, pecadores siempre necesitados de penitencia y conversión. ¡Cuán importante es
escuchar y acoger esta exhortación en nuestro tiempo! La invitación a la conversión es entonces
un impulso a regresar, como hizo el hijo de la parábola, entre los brazos de Dios, Padre tierno
y misericordioso, a confiarnos de Él y a confiarnos a Él.
3. Oración por el perdón y la reconciliación
Señor que en este año la Diócesis de Fontibón se convierta en el eco de la palabra de Dios,
que resuena fuerte y decidida como palabra y gesto de perdón, de soporte, de ayuda, de amor.
Que nunca se canse de ofrecer misericordia y sea siempre paciente en el confortar y perdonar.
Que se haga voz de cada hombre y mujer y repita con confianza y sin descanso: «Acuérdate,
Señor, de tu misericordia y de tu amor; que son eternos» (Sal 25,6). Amén.
4. Para el próximo encuentro:
Traer signos de perdón.

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CATEQUESIS DEL PERDÓN Y LA RECONCILIACIÓN – 2017

“Déjense reconciliar con Dios y con los hermanos”


ENCUENTRO No. 12
QUE SIGNIFICA PERDONAR

Yo les digo a ustedes que me escuchan: amen a sus enemigos, hagan el bien a los que
los odian, bendigan a los que los maldicen, rueguen por los que los maltratan. Lucas 6,27
1. Introducción al Encuentro
1.1. Invocación
En el nombre del Padre del Hijo y del Espíritu Santo.
1.2. Canto: se sugiere un canto que la comunidad sepa sobre el tema.
1.3. Ambientación:
Compartir los signos y la importancia que tienen para perdonar.
2. Pasos de la Lectura Orante
2.1. Invocación:
Ven, Espíritu Santo, Consolador, hazte luz para quienes todo lo ven oscuro; amor, para quienes
se creen o están solos; fuerza, para quienes perciben la debilidad física y también en su espíritu.
Tú eres el mejor Abogado, defiéndenos de nosotros mismos, de nuestras melancolías y
desesperanzas. Amén.
2.2. Lectura del Evangelio según SAN LUCAS 6,27-38

Yo les digo a ustedes que me escuchan: amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los
odian, bendigan a los que los maldicen, rueguen por los que los maltratan. Al que te golpea en
una mejilla, preséntale también la otra. Al que te arrebata el manto, entrégale también el
vestido. Da al que te pide, y al que te quita lo tuyo, no se lo reclames.
Traten a los demás como quieren que ellos les traten a ustedes. Porque si ustedes aman a los
que los aman, ¿qué mérito tienen? Hasta los malos aman a los que los aman. Y si hacen bien
CATEQUESIS DEL PERDÓN Y LA RECONCILIACIÓN - 2017

a los que les hacen bien, ¿qué gracia tiene? También los pecadores obran así. Y si prestan algo
a los que les pueden retribuir, ¿qué gracia tiene? También los pecadores prestan a pecadores
para que éstos correspondan con algo.
Amen a sus enemigos, hagan el bien y presten sin esperar nada a cambio. Entonces la
recompensa de ustedes será grande y serán hijos del Altísimo, que es bueno con los ingratos
y los pecadores. Sean compasivos como es compasivo el Padre de ustedes.
No juzguen y no serán juzgados; no condenen y no serán condenados; perdonen y serán
perdonados. Den, y se les dará; se les echará en su delantal una medida colmada, apretada y
rebosante. Porque con la medida que ustedes midan serán medidos ustedes.»
«Pero a vosotros, los que me escucháis, yo os digo: Amad a vuestros enemigos, haced bien a
los que os odien, bendecid a los que os maldigan, rogad por los que os difamen. Al que te hiera
en una mejilla, preséntale también la otra; y al que te quite el manto, no le niegues la túnica. A
todo el que te pida, da, y al que tome lo tuyo, no se lo reclames. Y tratad a los hombres como
queréis que ellos os traten. Si amáis a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? Pues también los
pecadores aman a los que les aman. Si hacéis bien a los que os lo hacen a vosotros, ¿qué
mérito tenéis? ¡También los pecadores hacen otro tanto! Si prestáis a aquellos de quienes
esperáis recibir, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores prestan a los pecadores para
recibir lo correspondiente. Más bien, amad a vuestros enemigos; haced el bien y prestad sin
esperar nada a cambio; entonces vuestra recompensa será grande y seréis hijos del Altísimo,
porque él es bueno con los desagradecidos y los perversos. «Sed compasivos como vuestro
Padre es compasivo. No juzguéis y no seréis juzgados, no condenéis y no seréis condenados;
perdonad y seréis perdonados. Dad y se os dará; una medida buena, apretada, remecida,
rebosante pondrán en el halda de vuestros vestidos. Porque con la medida con que midáis se
os medirá.» Palabra del Señor.
± Dialoguemos sobre lo que dice la Palabra:
¿Cómo ha sido mi experiencia en perdonar y en recibir perdón?
¿Por qué tengo la tentación de juzgar a mi hermano?

± Memoricemos:
Yo les digo a ustedes que me escuchan: amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los
odian, bendigan a los que los maldicen, rueguen por los que los maltratan.

2.3. Meditemos la Palabra:


• Lucas 6,27-30: ¡Amar a los enemigos! Las palabras que Jesús dirige a este pueblo son
exigentes y difíciles: amar a los enemigos, no maldecir, ofrecer la otra mejilla a quien te hiera
en una, no reclamar cuando alguien toma lo que es tuyo. Tomadas al pie de la letra, estas frases
parecen favorecer a los ricos que roban. Pero ni siquiera Jesús las observó al pie de la letra.
Cuando el soldado le hirió en la mejilla, no ofreció la otra, sino que reaccionó con firmeza: “Si
hablé mal, ¡pruébalo! Y si no ¿por qué me golpeas?” (Jn 18,22-23). Entonces, ¿cómo entender
estas palabras?
Los versículos siguientes nos ayudan a entender lo que Jesús quiere enseñarnos.
• Lucas 6,31-36: ¡La Regla de Oro! Imitar a Dios. Dos frases de Jesús ayudan a entender lo que
él quiere enseñar. La primera frase es la así llamada Regla de Oro: " ¡Y tratad a los hombres

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CATEQUESIS DEL PERDÓN Y LA RECONCILIACIÓN – 2017

como queréis que ellos os traten!” (Lc 6,31). La segunda frase es: "¡Sed compasivo como
vuestro Padre celestial es compasivo!" (Lc 6,36). Estas dos frases muestran que Jesús no
quiere invertir sencillamente la situación, pues nada cambiaría. Quiere cambiar el sistema. Lo
Nuevo que el quiere construir nace de la nueva experiencia de Dios como Padre lleno de ternura
que ¡acoge a todos! Las palabras de amenaza contra los ricos no pueden ser ocasión para que
los pobres se venguen. Jesús manda tener una actitud contraria: “¡Amar a vuestros enemigos!"
El amor no puede depender de lo que recibimos del otro. El verdadero amor tiene que querer
también el bien del otro, independientemente de que él o ella hagan por mí. El amor tiene que
ser creativo, pues así es el amor de Dios para nosotros: "¡Sed compasivos como el Padre
celestial es compasivo!". Mateo dice lo mismo con otras palabras: “Sed perfectos como vuestro
Padre celestial es perfecto” (Mt 5,48). Nunca nadie podrá llegar a decir: Hoy he sido perfecto
como el Padre celestial es perfecto. He sido compasivo como el Padre celestial es compasivo”.
Estaremos siempre por debajo del listón que Jesús puso ante nosotros.
En el evangelio de Lucas, la Regla de Oro dice: "¡Y todo lo que ustedes desearían de los demás,
háganlo con ellos¡” y añade: “Pues en esto consisten la Ley y los Profetas" (Mt 7,12).
Prácticamente todas las religiones del mundo tienen la misma Regla de oro con formulaciones
diversas. Señal de que aquí se expresa una intuición o un deseo universal que nace del fondo
del corazón humano.
• Lucas 6,37-38: Porque con la medida con que midáis se os medirá. “No juzguéis y no seréis
juzgados, no condenéis y no seréis condenados; perdonad y seréis perdonados. Dad y se os
dará; una medida buena, apretada, remecida, rebosante pondrán en el halda de vuestros
vestidos. Porque con la medida con que midáis se os medirá”. Son cuatro consejos: dos de
forma negativa: no juzgar, no condenar; y dos de forma positiva: perdonar y dar con medida
abundante. Cuando dice “y se os dará”, Jesús alude al tratamiento que Dios quiere tener con
nosotros. Pero cuando nuestra manera de tratar a los otros es mezquina, Dios no puede usar
la medida abundante y rebosante que a Él le gustaría usar.

Celebrar la visita de Dios. El Sermón de la Planicie o Sermón del Monte, desde su comienzo,
lleva a los oyentes a optar, a una opción a favor de los pobres. En el Antiguo Testamento, varias
veces, Dios colocó a la gente ante la misma opción de bendición o de maldición. La gente tenía
la libertad de escoger. "Te puse delante la vida o la muerte, la bendición o la maldición. Escoge,
por tanto, la vida, para que vivas tú y tu descendencia" (Dt 30,19). No es Dios quien condena,
sino que la gente misma según la opción que hará entre la vida y la muerte, entre el bien y el
mal. Estos momentos de opción son los momentos de la visita de Dios a su gente (Gén 21,1;
50,24-25; Ex 3,16; 32,34; Jer 29,10; Sal 59,6; Sal 65,10; Sal 80,15, Sal 106,4). Lucas es el único
evangelista que emplea esta imagen de la visita de Dios (Lc 1,68. 78; 7,16; 19,44; He 15,16).
Para Lucas Jesús es la visita de Dios que coloca a la gente ante la posibilidad de escoger la
bendición o la maldición: “¡Bienaventurados vosotros los pobres!" y "¡Ay de vosotros, los ricos!"
Pero la gente no reconoce la visita de Dios (Lc 19,44).
2.4. El Papa francisco nos enseña:
CATEQUESIS DEL PERDÓN Y LA RECONCILIACIÓN - 2017

Para pedir perdón a Dios es necesario seguir la enseñanza del “Padrenuestro”: arrepentirse
con sinceridad de los propios pecados, sabiendo que Dios perdona siempre, y perdonar a los
demás con la misma amplitud del corazón. Lo reafirmó el Papa Francisco durante
su homilía de la Misa matutina celebrada en la capilla de la Casa de Santa Marta.
 La omnipotencia de Dios se detiene ante la puerta cerrada de un corazón
Dios es omnipotente, pero también su omnipotencia, en cierto sentido, se detiene ante la puerta
cerrada de un corazón. Un corazón que no quiere perdonar a quien lo ha herido. El Papa
Francisco se inspiró en el Evangelio del día en el que Jesús explica a Pedro que es necesario
perdonar “setenta veces siete”, que equivale a “siempre”, para reafirmar que el perdón de Dios
a nuestros pecados y nuestro perdón a los demás están estrechamente relacionados.
 “Perdóname”, no “discúlpame”
“Pedir perdón es otra cosa, es distinto que pedir disculpas. ¿Yo me equivoco? Pero, discúlpame,
me he equivocado… ¡He pecado! No tiene nada que ver una cosa con la otra. El pecado no es
una simple equivocación. El pecado es idolatría, es adorar al ídolo, al ídolo del orgullo, de la
vanidad, del dinero, del ‘mí mismo’, del bienestar… Tantos ídolos que nosotros tenemos. Y por
esta razón Azarías no pide disculpas. Pide perdón”.
 Perdona a quien te ha hecho el mal
Hay que pedir perdón sinceramente, con el corazón, y de corazón debe ser dado a quien nos
ha ofendido. Como el patrón de la parábola evangélica relatada por Jesús, que condona una
deuda enorme a un siervo suyo porque se compadece por sus súplicas. Y no como hace ese
mismo siervo con un semejante, tratándolo sin piedad y mandándolo a la cárcel, aun siendo
deudor de una suma irrisoria. La dinámica del perdón – recordó Francisco – es la que enseña
Jesús en el “Padrenuestro”:
“Jesús nos enseña a rezar así al Padre: ‘perdona nuestras ofensas como también nosotros
perdonamos a los que nos ofenden’. Si yo no soy capaz de perdonar, no soy capaz de pedir
perdón. ‘Pero, Padre, yo me confieso, voy a confesarme…’. ‘¿Y qué haces antes de
confesarte?’. ‘Pienso en las cosas que he hecho mal…’. ‘Está bien’. ‘Después pido perdón al
Señor y prometo no volver a hacerlas…’. ‘Bien. Y después vas a lo del sacerdote. Pero antes
te falta una cosa: ¿has perdonado a aquellos que te han hecho el mal?’”.
 Conscientes del pecado
En una palabra, Francisco resumió que “el perdón que Dios te dará”, requiere “el perdón que tú
des a los demás”:
“Este es el razonamiento que Jesús nos enseña sobre el perdón. Primero: pedir perdón no es
un sencillo pedir disculpas, es ser consciente del pecado, de nuestra idolatría, de las tantas

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CATEQUESIS DEL PERDÓN Y LA RECONCILIACIÓN – 2017

idolatrías. Segundo: Dios siempre perdona, siempre. Pero pide que yo perdone. Si yo no
perdono, en cierto sentido cierro la puerta al perdón de Dios. ‘Perdona nuestras ofensas como
también nosotros perdonamos a los que nos ofenden’”.

3. Oración por el perdón y la reconciliación


Señor que en este año la Diócesis de Fontibón se convierta en el eco de la palabra de Dios,
que resuena fuerte y decidida como palabra y gesto de perdón, de soporte, de ayuda, de amor.
Que nunca se canse de ofrecer misericordia y sea siempre paciente en el confortar y perdonar.
Que se haga voz de cada hombre y mujer y repita con confianza y sin descanso: «Acuérdate,
Señor, de tu misericordia y de tu amor; que son eternos» (Sal 25,6). Amén.
4. Para el próximo encuentro
Traer postales con mensajes de reconciliación.
CATEQUESIS DEL PERDÓN Y LA RECONCILIACIÓN - 2017

“Déjense reconciliar con Dios y con los hermanos”


ENCUENTRO No. 13
LA IMPORTANCIA DEL PERDÓN

“¡Ánimo!, hijo, tus pecados te son perdonados”. Mateo 9,2


1. Introducción al encuentro
1.1. Invocación:
En el nombre del Padre del Hijo y del Espíritu Santo. Amén
1.2. Canto: se sugiere un canto que la comunidad sepa sobre el tema
1.3. Ambiente:
Se entregan las postales entre los participantes y se reflexiona sobre su contenido.
2. Pasos de la Lectura Orante
2.1. Invocación:
Ven, Espíritu Santo, Consolador, hazte luz para quienes todo lo ven oscuro; amor, para quienes
se creen o están solos; fuerza, para quienes perciben la debilidad física y también en su espíritu.
Tú eres el mejor Abogado, defiéndenos de nosotros mismos, de nuestras melancolías y
desesperanzas. Amén.
2.2. Lectura del santo Evangelio según SAN MATEO 9,1-8
Subiendo a la barca, Jesús pasó a la otra orilla y vino a su ciudad. En esto le trajeron un
paralítico postrado en una camilla. Viendo Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico: “¡Ánimo!, hijo,
tus pecados te son perdonados”.
Pero he aquí que algunos escribas dijeron para sí: «Éste está blasfemando”. Jesús, conociendo
sus pensamientos, dijo: “¿Por qué pensáis mal en vuestros corazones? ¿Qué es más fácil,
decir: “Tus pecados te son perdonados”, o decir: “Levántate y anda?”. Pues para que sepáis
que el Hijo del hombre tiene en la tierra poder de perdonar pecados -dice entonces al paralítico-
: “Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa”. Él se levantó y se fue a su casa. Y al ver esto, la
gente temió y glorificó a Dios, que había dado tal poder a los hombres. Palabra del Señor
± Dialoguemos sobre lo que dice la palabra:
 ¿Qué realidades se manifiestan en el perdón de Jesús?
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CATEQUESIS DEL PERDÓN Y LA RECONCILIACIÓN – 2017

 ¿Qué trae para mi vida el perdón de Jesús?

± Memoricemos:
“¡Ánimo!, hijo, tus pecados te son perdonados”.

2.3. Meditemos la Palabra:


• La autoridad extraordinaria de Jesús. Jesús aparece ante el lector como persona investida de
una extraordinaria autoridad mediante la palabra y el signo (Mt 9,6.8). La palabra autoritaria de
Jesús ataca el mal en su raíz: en el caso del paralítico ataca el pecado que corroe al hombre
en su libertad y bloquea sus fuerzas vivas: “Tus pecados te son perdonados” (v.2); “Levántate,
toma tu camilla y vete a tu casa” (v.6). En verdad, todas las parálisis del corazón y de la mente
con las que uno está encadenado, las anula la autoridad de Jesús (9,6), el hecho de encontrarse
con él en la vida terrena. La palabra autoritaria y eficaz de Jesús despierta a la humanidad
paralizada (9,5-7) y le da el don de caminar (9,6) con una fe renovada.
• El encuentro con el paralítico. Jesús, después de la tempestad y de una visita al país de los
gerasenos, vuelve a Cafarnaúm, su ciudad. Durante el regreso tiene lugar el encuentro con el
paralítico. La curación no se realiza en una casa, sino a lo largo del camino. Así pues, durante
el camino que conduce a Cafarnaúm le llevaron un paralítico y Jesús se dirige a él llamándolo
“hijo”, un gesto de atención que pronto se convertirá en un gesto salvífico: “tus pecados te son
perdonados” (v.2). El perdón de los pecados que Jesús invoca sobre el paralítico de parte de
Dios alude al nexo entre enfermedad, culpa y pecado. Es la primera vez que el evangelista
atribuye a Jesús de manera explícita este particular poder divino. Para los judíos, la enfermedad
en el hombre era considerada un castigo por los pecados cometidos; el mal físico, la
enfermedad, siempre era signo y consecuencia del mal moral de los padres (Jn 9,2). Jesús
restituye al hombre su condición de salvado al liberarlo tanto de la enfermedad como del
pecado.
• Para algunos de los presentes, como los escribas, las palabras de Jesús anunciando el perdón
de los pecados son una verdadera blasfemia. Para ellos Jesús es un arrogante, ya que sólo
Dios puede perdonar. Este juicio sobre Jesús no lo manifiestan abiertamente, sino murmurando
entre ellos. Jesús, que escruta sus corazones, conoce sus consideraciones y les reprocha su
incredulidad. La expresión de Jesús “para que sepáis que el Hijo del hombre tiene poder de
perdonar los pecados…” (v.6) indica que no sólo puede perdonar Dios, sino que en Jesús,
también puede perdonar un hombre (Gnilka).
• A diferencia de los escribas, la multitud se llena de asombro y glorifica a Dios ante la curación
del paralítico. La gente está impresionada por el poder de perdonar los pecados manifestado
en la curación, y se alegra porque Dios ha concedido tal poder al Hijo del hombre. ¿Es posible
atribuir esto a la comunidad eclesial donde se concedía el perdón de los pecados por mandato
de Jesús? Mateo pone este episodio sobre el perdón de los pecados con la intención de
aplicarlo a las relaciones fraternas dentro de la comunidad eclesial. En ella se tenía ya la
práctica de perdonar los pecados por delegación de Jesús; era ésta una práctica que la
sinagoga no compartía. El tema del perdón de los pecados aparece de nuevo en Mt 18 y al final
del evangelio se afirma que ello tiene sus raíces en la muerte de Jesús en la cruz (26,28). Pero
CATEQUESIS DEL PERDÓN Y LA RECONCILIACIÓN - 2017

en nuestro contexto el perdón de los pecados aparece unido a la exigencia de la misericordia


como se hace presente en el siguiente episodio, la vocación de Mateo: “…misericordia quiero,
que no sacrificio. Porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores” (Mt 9,13). Estas
palabras de Jesús pretenden decir que él ha hecho visible el perdón de Dios; sobre todo en sus
relaciones con los publicanos y pecadores, al sentarse con ellos a la mesa.
• Este relato que retoma el problema del pecado y reclama la conexión con la miseria del
hombre, es una práctica del perdón que se ha de ofrecer, pero es sobre todo una historia que
debe ocupar un espacio privilegiado en la predicación de nuestras comunidades eclesiales.

2.4. El Papa Francisco nos enseña:


La misericordia se expresa, sobre todo, en el perdón: «No juzguen y no serán juzgados; no
condenen y no serán condenados; perdonen y serán perdonados» (v. 37). Jesús no pretende
alterar el curso de la justicia humana, todavía recuerda a los discípulos que pera tener
relaciones fraternas se necesita suspender los juicios y las condenas. De hecho, es el perdón
el pilar que sostiene la vida de la comunidad cristiana, porque en ella se manifiesta la gratuidad
del amor con el cual Dios nos ha amado primero. ¡El cristiano debe perdonar! Pero ¿Por qué?
Porque ha sido perdonado.
Todos nosotros que estamos aquí, hoy, en la Plaza, todos nosotros, hemos sido perdonados.
Ninguno de nosotros, en su vida, no ha tenido necesidad del perdón de Dios. Y porque nosotros
hemos sido perdonados, debemos perdonar. Y lo recitamos todos los días en el Padre Nuestro:
"Perdona nuestros pecados; perdona nuestras deudas como nosotros perdonamos a nuestros
deudores". Es decir, perdonar las ofensas, perdonar tantas cosas, porque nosotros hemos sido
perdonados de tantas ofensas, de tantos pecados. Y así es fácil perdonar. Si Dios me ha
perdonado, ¿por qué no debo perdonar a los demás? ¿Soy más grande de Dios? ¿Entienden
esto? Este pilar del perdón nos muestra la gratuidad del amor de Dios, que nos ha amado
primero. Juzgar y condenar al hermano que peca es equivocado. No porque no se quiera
reconocer el pecado, sino porque condenar al pecador rompe la relación de fraternidad con él
y desprecia la misericordia de Dios, que en cambio no quiere renunciar a ninguno de sus hijos.
No tenemos el poder de condenar a nuestro hermano que se equivoca, no estamos por encima
él: al contrario, tenemos el deber de rescatarlo a la dignidad de hijo del Padre y de acompañarlo
en su camino de conversión.
A su Iglesia, a nosotros, Jesús indica también un segundo pilar: "donar". Perdonar es el primer
pilar; donar es el segundo pilar. «Den, y se les dará [...] Porque la medida con que ustedes
midan también se usará para ustedes» (v. 38). Dios dona muy por encima de nuestros méritos,
pero será todavía más generoso con cuantos aquí en la tierra serán generosos. Jesús no dice
que cosa sucederá a quienes no donan, pero la imagen de la "medida" constituye una
exhortación: con la medida del amor que damos, seremos nosotros mismos a decidir cómo
seremos juzgados, como seremos amados. Si observamos bien, existe una lógica coherente:
¡en la medida con la cual se recibe de Dios, se dona al hermano, y en la medida con la cual se
dona al hermano, se recibe de Dios!
El amor misericordioso es por esto la única vía a seguir. Cuanta necesidad tenemos todos de
ser un poco misericordiosos, de no hablar mal de los demás, de no juzgar, de no "desplumar" a
los demás con las críticas, con las envidias, con los celos. ¡No! Perdonar, ser misericordiosos,

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CATEQUESIS DEL PERDÓN Y LA RECONCILIACIÓN – 2017

vivir nuestra vida en el amor y donar. Esa – caridad y este amor – permite a los discípulos de
Jesús no perder la identidad recibida de Él, y de reconocerse como hijos del mismo Padre. En
el amor que ellos – es decir, nosotros – practicamos en la vida se refleja así aquella Misericordia
que no tendrá jamás fin (Cfr. 1 Cor 13,1-12). Pero no se olviden de esto: misericordia y don;
perdón y don. Así el corazón crece, crece en el amor. En cambio, el egoísmo, la rabia, hace el
corazón pequeño, pequeño, pequeño, pequeño y se endurece como una piedra. ¿Qué cosa
prefieren ustedes? ¿Un corazón de piedra? Les pregunto, respondan: "No". No escucho bien...
"No". ¿Un corazón lleno de amor? "Si". ¡Si prefieren un corazón lleno de amor, sean
misericordiosos!
2.5. Oremos con la Palabra:
Padre de bondad, que por la gracia de la adopción nos has hecho hijos de la luz; concédenos
vivir fuera de las tinieblas del error y permanecer siempre en el esplendor de la verdad. Amén.
2.6. Compromisos y actitudes:
Realizar un acto penitencial.

3. Oración por el perdón y la reconciliación


Señor que en este año la Diócesis de Fontibón se convierta en el eco de la palabra de Dios,
que resuena fuerte y decidida como palabra y gesto de perdón, de soporte, de ayuda, de amor.
Que nunca se canse de ofrecer misericordia y sea siempre paciente en el confortar y perdonar.
Que se haga voz de cada hombre y mujer y repita con confianza y sin descanso: «Acuérdate,
Señor, de tu misericordia y de tu amor; que son eternos» (Sal 25,6). Amén.
4. Para el próximo encuentro:
Traer signos que muestren un perdón fraterno.
CATEQUESIS DEL PERDÓN Y LA RECONCILIACIÓN - 2017

“Déjense reconciliar con Dios y con los hermanos”


ENCUENTRO No.14
EL PERDÓN MUTUO

«No te digo siete, sino setenta veces siete.» Mateo 18,24


1. Introducción al Encuentro
1.1. Invocación
En el nombre del Padre del Hijo y del Espíritu Santo.
1.2. Canto: se sugiere un canto que la comunidad sepa sobre el tema.
1.3. Ambientación:
El animador invita a los participantes a compartir los signos y explicarlos.
2. Pasos de la Lectura Orante
2.1. Invocación:
Ven, Espíritu Santo, Consolador, hazte luz para quienes todo lo ven oscuro; amor, para quienes
se creen o están solos; fuerza, para quienes perciben la debilidad física y también en su espíritu.
Tú eres el mejor Abogado, defiéndenos de nosotros mismos, de nuestras melancolías y
desesperanzas. Amén.
2.2. Lectura del Evangelio según SAN MATEO 18,23-35
Entonces Pedro se acercó con esta pregunta: «Señor, ¿cuántas veces tengo que perdonar las
ofensas de mi hermano? ¿Hasta siete veces?»
Jesús le contestó: «No te digo siete, sino setenta veces siete.» «Aprendan algo sobre el Reino
de los Cielos. Un rey había decidido arreglar cuentas con sus empleados, y para empezar, le
trajeron a uno que le debía diez mil monedas de oro.
Como el hombre no tenía con qué pagar, el rey ordenó que fuera vendido como esclavo, junto
con su mujer, sus hijos y todo cuanto poseía, para así recobrar algo. El empleado, pues, se
arrojó a los pies del rey, suplicándole: «Dame un poco de tiempo, y yo te lo pagaré todo.»

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CATEQUESIS DEL PERDÓN Y LA RECONCILIACIÓN – 2017

El rey se compadeció y lo dejó libre; más todavía, le perdonó la deuda. Pero apenas salió el
empleado de la presencia del rey, se encontró con uno de sus compañeros que le debía cien
monedas. Lo agarró del cuello y casi lo ahogaba, gritándole: «Págame lo que me debes.»
El compañero se echó a sus pies y le rogaba: «Dame un poco de tiempo, y yo te lo pagaré
todo.» Pero el otro no aceptó, sino que lo mandó a la cárcel hasta que le pagara toda la deuda.
Los compañeros, testigos de esta escena, quedaron muy molestos y fueron a contárselo todo
a su señor.
Entonces el señor lo hizo llamar y le dijo: «Siervo miserable, yo te perdoné toda la deuda cuando
me lo suplicaste. ¿No debías también tú tener compasión de tu compañero como yo tuve
compasión de ti?» Y hasta tal punto se enojó el señor, que lo puso en manos de los verdugos,
hasta que pagara toda la deuda. Y Jesús añadió: «Lo mismo hará mi Padre Celestial con
ustedes, a no ser que cada uno perdone de corazón a su hermano.» Palabra del Señor
± Dialoguemos con la palabra:
 ¿Qué me dice el texto?
 ¿Qué rescato en mi experiencia de perdonar las ofensas de mis hermanos?

± Memoricemos:
«No te digo siete, sino setenta veces siete.»
2.3. Meditamos la Palabra
• El Evangelio de hoy habla de la necesidad del perdón. No es fácil perdonar. Pues ciertas
heridas siguen machucando el corazón. Hay personas que dicen: “Yo perdono, pero no olvido”
Rencor, tensiones, discusiones, opiniones diferentes, ofensas, provocaciones dificultan el
perdón y la reconciliación. Vamos a meditar las palabras de Jesús que hablan de reconciliación
(Mt 18,21-22) y que nos traen la parábola del perdón sin límites (Mt 18,23-35).
• Mateo 18,21-22: ¡Perdonar setenta veces siete! Jesús había hablado de la importancia del
perdón y sobre la necesidad de saber acoger a los hermanos y a las hermanas para ayudarlos
a reconciliarse con la comunidad (Mt 18,15-20). Ante estas palabras de Jesús, Pedro pregunta:
“¿Cuántas veces tengo que perdonar a los hermanos que pecan contra mí? ¿Hasta setenta
veces siete? ” El número siete indica una perfección. En este caso, era sinónimo de siempre.
Jesús va más lejos de la propuesta de Pedro. Elimina todo y cualquier límite posible para el
perdón: "No te digo siete, sino setenta veces siete.” O sea, ¡setenta veces siempre! Pues no
hay proporción entre el perdón que recibimos de Dios y el perdón que debemos ofrecer a los
hermanos, como nos enseña la parábola del perdón sin límites.
• La expresión setenta veces siete era una alusión a las palabras de Lamec que decía: “Y dijo
Lamec a sus mujeres: Que un varón mataré por mi herida, y un joven por mi golpe. Si siete
veces será vengado Caín, Lamec en verdad setenta veces siete lo será”. (Gen 4,23-24). Jesús
quiere invertir el espiral de violencia que entró en el mundo por la desobediencia de Adán y Eva,
por el asesinato de Abel y Caín y por la venganza de Lamec. Cuando la violencia desenfrenada
CATEQUESIS DEL PERDÓN Y LA RECONCILIACIÓN - 2017

se apodera de la vida, todo se deshace y la vida se desintegra. Surge el Diluvio y aparece la


Torre de Babel de la dominación universal (Gen 2,1 a 11,32).
• Mateo18, 23-35: La parábola del perdón sin límite. La deuda de diez mil talentos valía
alrededor de 164 toneladas de oro. La deuda de cien denarios valía 30 gramos de oro. No existe
medio de comparación entre los dos. Aunque el deudor con mujer e hijos fuesen a trabajar la
vida entera, jamás serían capaces de juntar 164 toneladas de oro. Ante el amor de Dios que
perdona gratuitamente nuestra deuda de 164 toneladas de oro, es nada más que justo el que
nosotros perdonemos al hermano una deuda insignificante de 30 gramos de oro, ¡setenta veces
siempre! ¡El único límite a la gratuidad del perdón de Dios es nuestra incapacidad de perdonar
al hermano! (Mt 18,34; 6,15).
• La comunidad como espacio alternativo de solidaridad y de fraternidad. La sociedad del
Imperio Romano era dura y sin corazón, sin espacio para los pequeños. Estos buscaban un
abrigo para el corazón y no lo encontraban. Las sinagogas también eran exigentes y no ofrecían
un lugar para ellos. Y en las comunidades cristianas el rigor de algunos en la observancia de la
Ley llevaba dentro de la convivencia los mismos criterios de la sinagoga. Además de esto, hacia
finales del siglo primero, en las comunidades cristianas comenzaban a aparecer las mismas
divisiones que existían en la sociedad entre rico y pobre (Sant 2,1-9). En vez de ser la
comunidad un espacio de acogida, corría el riesgo de volverse un lugar de condena y de
conflictos. Mateo quiere iluminar las comunidades, para que sean un espacio alternativo de
solidaridad y de fraternidad. Deben ser una Buena Nueva para los pobres.

2.4. El Papa Francisco nos enseña:

Hoy quisiera destacar este aspecto: que la familia es un gran gimnasio de entrenamiento en el
don y en el perdón recíproco sin el cual ningún amor puede ser duradero. Sin entregarse y sin
perdonarse el amor no permanece, no dura. En la oración que Él mismo nos enseñó —es decir
el Padrenuestro— Jesús nos hace pedirle al Padre: «Perdona nuestras ofensas, como también
nosotros perdonamos a los que nos ofenden». Y al final comenta: «Porque si perdonáis a los
hombres sus ofensas, también os perdonará vuestro Padre celestial, pero si no perdonáis a los
hombres, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras ofensas» (Mt 6, 12.14-15). No se puede
vivir sin perdonarse, o al menos no se puede vivir bien, especialmente en la familia. Cada día
nos ofendemos unos a otros.

Tenemos que considerar estos errores, debidos a nuestra fragilidad y a nuestro egoísmo. Lo
que se nos pide es curar inmediatamente las heridas que nos provocamos, volver a tejer de
inmediato los hilos que rompemos en la familia. Si esperamos demasiado, todo se hace más
difícil. Y hay un secreto sencillo para curar las heridas y disipar las acusaciones. Es este: no
dejar que acabe el día sin pedirse perdón, sin hacer las paces entre marido y mujer, entre padres
e hijos, entre hermanos y hermanas... entre nuera y suegra.

Si aprendemos a pedirnos inmediatamente perdón y a darnos el perdón recíproco, se sanan las


heridas, el matrimonio se fortalece y la familia se convierte en una casa cada vez más sólida,
que resiste a las sacudidas de nuestras pequeñas y grandes maldades. Y por esto no es

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CATEQUESIS DEL PERDÓN Y LA RECONCILIACIÓN – 2017

necesario dar un gran discurso, sino que es suficiente una caricia: una caricia y todo se acaba,
y se recomienza. Pero no terminar el día en guerra.

Si aprendemos a vivir así en la familia, lo hacemos también fuera, donde sea que nos
encontremos. Es fácil ser escéptico en esto. Muchos —también entre los cristianos— piensan
que se trate de una exageración. Se dice: sí, son hermosas palabras, pero es imposible ponerlas
en práctica. Pero gracias a Dios no es así. En efecto, es precisamente recibiendo el perdón de
Dios que, a su vez, somos capaces de perdonar a los demás. Por ello Jesús nos hace repetir
estas palabras cada vez que rezamos la oración del Padrenuestro, es decir cada día. Es
indispensable que, en una sociedad a veces despiadada, haya espacios, como la familia, donde
se aprenda a perdonar los unos a los otros.

El Sínodo ha reavivado nuestra esperanza también en esto: forma parte de la vocación y de la


misión de la familia la capacidad de perdonar y de perdonarse. La práctica del perdón no sólo
salva a las familias de la división, sino que las hace capaces de ayudar a la sociedad a ser
menos mala y menos cruel. Sí, cada gesto de perdón repara la casa ante las grietas y consolida
sus muros.

La Iglesia, queridas familias, está siempre cerca de vosotras para ayudaros a construir vuestra
casa sobre la roca de la cual habló Jesús. Y no olvidemos estas palabras que preceden
inmediatamente la parábola de la casa: «No todo el que me dice “Señor, Señor” entrará en el
reino de los cielos, sino el que hace la voluntad del Padre». Y añade: «Muchos me dirán ese
día: Señor, Señor, ¿no hemos profetizado en tu nombre y echado demonios en tu nombre?
Entonces yo les declararé: Nunca os he conocido» (cf. Mt7, 21-23). Es una palabra fuerte, no
cabe duda, que tiene la finalidad de sacudirnos y llamarnos a la conversión.

Os aseguro, queridas familias, que, si seréis capaces de caminar cada vez más decididamente
por la senda de las Bienaventuranzas, aprendiendo y enseñando a perdonaros mutuamente,
en toda la gran familia de la Iglesia crecerá la capacidad de dar testimonio de la fuerza
renovadora del perdón de Dios.

De otro modo, haremos predicaciones incluso muy bellas, y tal vez también expulsaremos algún
demonio, pero al final el Señor no nos reconocerá como sus discípulos, porque no hemos tenido
la capacidad de perdonar y de dejarnos perdonar por los demás.

Las familias cristianas pueden hacer mucho por la sociedad de hoy, y también por la Iglesia.
Por eso deseo que en el Jubileo de la misericordia las familias redescubran el tesoro del perdón
mutuo. Recemos para que las familias sean cada vez más capaces de vivir y de construir
caminos concretos de reconciliación, donde nadie se sienta abandonado bajo el peso de sus
ofensas.
CATEQUESIS DEL PERDÓN Y LA RECONCILIACIÓN - 2017

Con esta intención, digamos juntos: «Padre nuestro, perdona nuestras ofensas, como también
nosotros perdonamos a los que nos ofenden». [Digámoslo juntos: «Padre nuestro, perdona
nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden»].

2.5. Oremos con la Palabra:

Gracias, Señor, por enseñarme a orar. Sé que me puedo acercar a Ti con toda confianza, con
la seguridad de ser escuchado y la certeza de ser amado. Que esta familiaridad no me lleve a
olvidar con quién estoy tratando. Humildemente te pido que sepa, al igual que tu Madre
Santísima lo hizo, reconocer y corresponder a las grandes maravillas con las que quieres
enriquecer mi vida. Amén

2.6. Compromiso y actitudes

Siguiendo el mensaje de este texto, ¿Cuál es la acción concreta que te invita a realizar?

3. Oración por el perdón y la reconciliación


Señor que en este año la Diócesis de Fontibón se convierta en el eco de la palabra de Dios,
que resuena fuerte y decidida como palabra y gesto de perdón, de soporte, de ayuda, de amor.
Que nunca se canse de ofrecer misericordia y sea siempre paciente en el confortar y perdonar.
Que se haga voz de cada hombre y mujer y repita con confianza y sin descanso: «Acuérdate,
Señor, de tu misericordia y de tu amor; que son eternos» (Sal 25,6). Amén.
4. Para el próximo encuentro
Traer una imagen de Jesús con una muchedumbre imponiéndoles las manos

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CATEQUESIS DEL PERDÓN Y LA RECONCILIACIÓN – 2017

“Déjense reconciliar con Dios y con los hermanos”


ENCUENTRO No. 15
EL PERDÓN QUE RECIBO DE DIOS

“Al ver la fe de aquella gente, Jesús dijo al paralítico: «Hijo, se te perdonan tus
pecados.» Mc 2,5
1. Invocación inicial
En el nombre del Padre del Hijo y del Espíritu Santo
1.1. Canto: se sugiere un canto que la comunidad sepa sobre el tema
1.2. Ambiente:
El animador del encuentro coloca una imagen de Jesús frete a una gran muchedumbre
imponiéndoles las manos y les pide a los participantes que describan el hecho.
2. Pasos de la Lectura Orante
2.1. Invocación
Ven, Espíritu Santo, Consolador, hazte luz para quienes todo lo ven oscuro; amor, para
quienes se creen o están solos; fuerza, para quienes perciben la debilidad física y también en
su espíritu. Tú eres el mejor Abogado, defiéndenos de nosotros mismos, de nuestras
melancolías y desesperanzas. Amén
2.2. Lectura del santo Evangelio según SAN MARCOS 2,1-12
Tiempo después, Jesús volvió a Cafarnaúm. Apenas corrió la noticia de que estaba en casa, se
reunió tanta gente que no quedaba sitio ni siquiera a la puerta. Y mientras Jesús les anunciaba
la Palabra, cuatro hombres le trajeron un paralítico que llevaban tendido en una camilla.
Como no podían acercarlo a Jesús a causa de la multitud, levantaron el techo donde él estaba
y por el boquete bajaron al enfermo en su camilla. Al ver la fe de aquella gente, Jesús dijo al
paralítico: «Hijo, se te perdonan tus pecados.» Estaban allí sentados algunos maestros de la
CATEQUESIS DEL PERDÓN Y LA RECONCILIACIÓN - 2017

Ley, y pensaron en su interior: «¿Cómo puede decir eso? Realmente se burla de Dios. ¿Quién
puede perdonar pecados, fuera de Dios?»
Pero Jesús supo en su espíritu lo que ellos estaban pensando, y les dijo: «¿Por qué piensan
así? ¿Qué es más fácil decir a este paralítico: Se te perdonan tus pecados, o decir: ¡Levántate,
toma tu camilla y anda! Pues ahora ustedes sabrán que el Hijo del Hombre tiene en la tierra
poder para perdonar pecados.» Y dijo al paralítico: «Levántate, toma tu camilla y vete a tu
casa.»
El hombre se levantó, y ante los ojos de toda la gente, cargó con su camilla y se fue. La gente
quedó asombrada, y todos glorificaban a Dios diciendo: «Nunca hemos visto nada parecido.»
Palabra del Señor
± Dialoguemos sobre lo que dice la palabra
 ¿Qué nos revela este texto sobre Jesús?
 ¿Qué significa el recibir el perdón de los pecados?

± Memoricemos:
“Al ver la fe de aquella gente, Jesús dijo al paralítico: «Hijo, se te perdonan tus pecados.»
2.3. Meditemos la Palabra
Los doctores enseñaban que esa persona impura se volvía incapaz de acercarse a Dios. Por
esto, los enfermos, los pobres se sentían rechazados por Dios. ¡Pero Jesús no pensaba así!
Aquella fe tan grande era una señal evidente de que el paralítico estaba siendo acogido por
Dios. Por eso, declaró: ¡Tus pecados te son perdonados! Es decir: “¡Dios no te aleja de él!” Con
esta afirmación Jesús niega que la parálisis fuese un castigo debido al pecado del hombre.
• Jesús es acusado de blasfemia por los dueños del poder. La afirmación de Jesús era contraria
al catecismo de la época. No combinaba con la idea que tenían de Dios. Por eso reaccionan y
acusan a Jesús diciendo: ¡Este se burla de Dios! Para ellos, sólo Dios podía perdonar los
pecados. Y sólo el sacerdote podía declarar que alguien había sido perdonado y purificado.
¿Cómo es que Jesús, hombre sin estudios, seglar, un sencillo carpintero, podía declarar a las
personas perdonadas y purificadas de los pecados? Y había, además, otro motivo que los
llevaba a criticar a Jesús. Ellos probablemente estarían pensando: “Si fuera verdad lo que Jesús
está diciendo, ¡vamos a perder todo nuestro poder! Y vamos a perder la fuente de nuestra
renta”.
• Curando, Jesús demuestra que tiene poder de perdonar los pecados. Jesús percibe la crítica.
Por eso pregunta: ¿Qué es más fácil decir al paralítico: ¿Tus pecados te son perdonados, o
levántate, toma tu camilla y anda? Es mucho más fácil decir: “Tus pecados te son perdonados”.
Pues nadie puede comprobar si de hecho el pecado fue o no perdonado. Pero si digo:
“¡Levántate y anda!”, allí todos pueden comprobar si tengo o no ese poder de curar. Por esto,
para mostrar que tenía el poder de perdonar los pecados en nombre de Dios, Jesús dijo al
paralítico: ¡Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa! El hombre se curó. Así, mediante un

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CATEQUESIS DEL PERDÓN Y LA RECONCILIACIÓN – 2017

milagro demostró que la parálisis del hombre no era un castigo de Dios, y mostró que la fe de
los pobres es una prueba de que Dios los acoge en su amor.
• El mensaje del milagro y la reacción de la gente. El paralítico se levanta, toma la camilla,
empieza a andar y todos dice: ¡Nunca vimos cosa igual! Este milagro reveló tres cosas muy
importantes: 1) las enfermedades de las personas no son un castigo por sus pecados. 2) Jesús
abre un nuevo camino para llegar hasta Dios. Aquello que el sistema llamaba impureza no era
impedimento para que las personas se acercaran a Dios. 3) El rostro de Dios revelado a través
de la actitud de Jesús no es el rostro severo de Dios revelado por la actitud de los doctores.
2.4. El papa Francisco nos enseña:

Como todos los domingos, el Papa Francisco presidió el rezo del Ángelus y comentó el
Evangelio del día Lucas 15,1-32, que recoge tres parábolas de misericordia y muestran hasta
dónde llega el perdón de Dios.

“Su perdón cancela el pasado y nos regenera en el amor” de tal forma que "cuando un pecador
se convierte y se hace reencontrar por Dios no lo esperan reprobaciones y durezas, porque
Dios salva, espera en casa con alegría y hace fiesta”.

El Pontífice dijo a todos que “el mensaje del Evangelio de hoy nos infunde gran esperanza y lo
podemos sintetizar así: no hay pecado en el que hayamos caído por el que, con la gracia de
Dios, no podamos resurgir; no hay un individuo irrecuperable, porque Dios no deja jamás de
querer nuestro bien, también cuando pecamos”.

“Con estos tres relatos, Jesús quiere hacer entender que Dios es el primero en tener hacia los
pecadores una actitud de acogida y misericordia”, explicó.

En la primera parábola Dios es presentado como un pastor que deja 99 ovejas para ir en busca
de la que se ha perdido. En la segunda se observa “a una mujer que ha perdido una moneda y
la busca, pero no la encuentra y en la tercera Dios es imaginado como un padre que acoge a
su hijo que se había alejado”.

Francisco destacó que todas tienen un elemento común: “verbos que significan alegrarse juntos,
hacer fiesta”. Con los tres relatos “Jesús nos presenta un Dios con los brazos abiertos, que trata
a los pecadores con ternura y compasión”.

En opinión del Papa, “la que más conmueve, porque manifiesta el infinito amor de Dios, es la
del padre que abraza al hijo que ha regresado”.

“El camino de regreso a casa es la vía de la esperanza y de la vida nueva”, “Dios espera nuestro
retomar el camino, nos espera con paciencia, nos ve cuando todavía estamos lejos, va a nuestro
encuentro, nos abraza, nos perdona”.
CATEQUESIS DEL PERDÓN Y LA RECONCILIACIÓN - 2017

2.5. Oremos con la Palabra


También yo, Padre, me siento paralizado por la pereza, la rutina, la indiferencia para contigo.
No soy consciente muchas veces del amor que me das y en el que envuelves mi existencia y
mi persona. Cualquier dificultad, cualquier ocupación son pretexto para no entrar en comunión
y en diálogo, pausado y sincero, contigo. Amén.

2.6. Compromisos que nos deja la Palabra


Tener apertura al perdón con Dios y con mis hermanos.
3. Oración por el perdón y la reconciliación
Señor que en este año la Diócesis de Fontibón se convierta en el eco de la palabra de Dios,
que resuena fuerte y decidida como palabra y gesto de perdón, de soporte, de ayuda, de amor.
Que nunca se canse de ofrecer misericordia y sea siempre paciente en el confortar y perdonar.
Que se haga voz de cada hombre y mujer y repita con confianza y sin descanso: «Acuérdate,
Señor, de tu misericordia y de tu amor; que son eternos» (Sal 25,6).
4. Para nuestro próximo encuentro
El animador pide a los participantes del encuentro traer varias postales donde se invita al perdón
Nota: Ver anexo 2 Evangelio según San Marcos.

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CATEQUESIS DEL PERDÓN Y LA RECONCILIACIÓN – 2017

“Déjense reconciliar con Dios y con los hermanos”


PODER DADO A LA IGLESIA PARA PERDONAR PECADOS
ENCUENTRO No. 16

A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis,
les quedan retenidos”. Juan 20,23
1. Introducción al encuentro
1.1. Invocación:
En el nombre del Padre del Hijo y del Espíritu Santo. Amén
1.2. Canto: se sugiere un canto que la comunidad sepa sobre el tema
1.3. Ambiente:
2. Pasos de la Lectura Orante
2.1. Invocación:
Ven, Espíritu Santo, Consolador, hazte luz para quienes todo lo ven oscuro; amor, para quienes
se creen o están solos; fuerza, para quienes perciben la debilidad física y también en su espíritu.
Tú eres el mejor Abogado, defiéndenos de nosotros mismos, de nuestras melancolías y
desesperanzas. Amén.
2.2. Lectura el Evangelio según SAN JUAN 20,19-23
Al atardecer de aquel día, el primero de la semana, estando cerradas, por miedo a los judíos,
las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, se presentó Jesús en medio de ellos
y les dijo: “La paz con vosotros”. Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Los discípulos
se alegraron de ver al Señor. Jesús les dijo otra vez: “La paz con vosotros. Como el Padre me
envió, también yo os envío. Dicho esto, sopló y les dijo: “Recibid el Espíritu Santo. A quienes
perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan
retenidos”. Palabra del Señor.
CATEQUESIS DEL PERDÓN Y LA RECONCILIACIÓN - 2017

± Dialoguemos sobre lo que dice la Palabra de Dios:


 ¿Cuál es el mandato de Jesús?
 ¿Cómo ha sido mi experiencia de recibir el perdón de mis pecados?

± Memoricemos:
“Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes
se los retengáis, les quedan retenidos”.
2.3. Meditemos la Palabra
Jesús se hace presente en la comunidad. Ni siquiera las puertas cerradas le impiden estar en
medio de aquéllos que no lo reconocen. ¡Hasta el presente es así! Cuando estamos reunidos,
también si las puertas están cerradas, ¡Jesús está en medio de nosotros! Y también hoy, la
primera palabra de Jesús será siempre: “¡La Paz esté con vosotros!”
Él les muestra las señales de su pasión en las manos y en su costado. ¡El resucitado es el
crucificado! El Jesús que está con nosotros en la comunidad, no es un Jesús glorioso que no
tiene nada en común con la vida de la gente. Sino es el mismo Jesús que ha venido a esta tierra
y que tiene las señales de su pasión. Y hoy estas mismas señales se encuentran en los
sufrimientos de la gente. Son los signos del hambre, de la tortura, de las guerras, de las
enfermedades, de la violencia, de las injusticias. ¡Tantas señales! Y en las personas que
reaccionan y luchan por la vida, Jesús resucita y se vuelve presente en medio de nosotros.
De este Jesús crucificado y resucitado nosotros recibimos la misión, la misma que Él recibió del
Padre. Y también para nosotros Él repite: “¡La paz esté con vosotros!”. La repetición recalca la
importancia de la paz. Construir la paz forma parte de la misión. La Paz que Jesús nos deja
significa mucho más que ausencia de guerra. Significa construir un conjunto humano
armonioso, en el que las personas puedan ser ellas mismas, con todo lo necesario para vivir, y
donde puedan vivir felices y en paz. En una palabra, quiere decir construir una comunidad según
la comunidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Jesús sopló y dijo: “Recibid el Espíritu Santo”. Y es por tanto con la ayuda del Espíritu Santo
con la que podemos realizar la misión que él nos confía. En el evangelio de Juan, la resurrección
(Pascua) y la efusión del Espíritu Santo (Pentecostés) son una misma cosa. Todo sucede en
mismo momento.
El punto central de la misión de paz se encuentra en la reconciliación, en el intento de superar
las barreras que nos separan: “A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; y a
quienes se los retengáis, les quedan retenidos.” Ahora este poder de reconciliar y perdonar se
le da a los discípulos. En el Evangelio de Mateo, este mismo poder se le da también a Pedro
(Mt 16,19) y a las comunidades (Mt 18,18). Una comunidad sin perdón y sin reconciliación, no
es una comunidad cristiana.

2.3. El Papa Francisco nos enseña:

76
CATEQUESIS DEL PERDÓN Y LA RECONCILIACIÓN – 2017

“El sacramento de la Reconciliación es un sacramento de curación. Cuando yo voy a


confesarme es para sanarme, curar mi alma, sanar el corazón y algo que hice y no funciona
bien. La imagen bíblica que mejor los expresa, en su vínculo profundo, es el episodio del perdón
y de la curación del paralítico, donde el Señor Jesús se revela al mismo tiempo médico de las
almas y los cuerpos (cf. Mc 2, 1-12; Mt 9, 1-8; Lc 5, 17-26).
El sacramento de la Penitencia y de la Reconciliación brota directamente del misterio pascual.
En efecto, la misma tarde de la Pascua el Señor se aparece a los discípulos, encerrados en el
cenáculo, y, tras dirigirles el saludo «Paz a vosotros», sopló sobre ellos y dijo: «Recibid el
Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados» (Jn 20, 21-23).

Este pasaje nos descubre la dinámica más profunda contenida en este sacramento. Ante todo,
el hecho de que el perdón de nuestros pecados no es algo que podamos darnos nosotros
mismos. Yo no puedo decir: me perdono los pecados. El perdón se pide, se pide a otro, y en la
Confesión pedimos el perdón a Jesús.

El perdón no es fruto de nuestros esfuerzos, sino que es un regalo, es un don del Espíritu Santo,
que nos llena de la purificación de misericordia y de gracia que brota incesantemente del
corazón abierto de par en par de Cristo crucificado y resucitado.

En segundo lugar, nos recuerda que sólo si nos dejamos reconciliar en el Señor Jesús con el
Padre y con los hermanos podemos estar verdaderamente en la paz. Y esto lo hemos sentido
todos en el corazón cuando vamos a confesarnos, con un peso en el alma, un poco de tristeza;
y cuando recibimos el perdón de Jesús estamos en paz, con esa paz del alma tan bella que
sólo Jesús puede dar, sólo Él” (Audiencia general, 19.II.2014).

2.5. Oremos con la Palabra:

Señor Jesús, te damos gracia por tu Palabra que nos ha hecho ver mejor la voluntad del Padre.
Haz que tu Espíritu ilumine nuestras acciones y nos comunique la fuerza para seguir lo que Tu
Palabra nos ha hecho ver. Haz que nosotros como María, tu Madre, podamos no sólo escuchar,
sino también poner en práctica la Palabra. Tú que vives y reinas con el Padre en la unidad del
Espíritu Santo por todos los siglos de los siglos. Amén.

2.6. Compromiso y actitudes que nos deja la Palabra:


Participar del sacramento de la penitencia.
CATEQUESIS DEL PERDÓN Y LA RECONCILIACIÓN - 2017

3. Oración por el perdón y la reconciliación


Señor que en este año la Diócesis de Fontibón se convierta en el eco de la palabra de Dios,
que resuena fuerte y decidida como palabra y gesto de perdón, de soporte, de ayuda, de amor.
Que nunca se canse de ofrecer misericordia y sea siempre paciente en el confortar y perdonar.
Que se haga voz de cada hombre y mujer y repita con confianza y sin descanso: «Acuérdate,
Señor, de tu misericordia y de tu amor; que son eternos» (Sal 25,6).
4. Para nuestro próximo encuentro:
Elaborar una reflexión sobre nuestras faltas graves.

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CATEQUESIS DEL PERDÓN Y LA RECONCILIACIÓN – 2017

“Déjense reconciliar con Dios y con los hermanos”


ACTO HUMANO DE LA CONTRICIÓN
ENCUENTRO NO. 17

Y, saliendo fuera, lloró amargamente. Mateo 26,75


1. Introducción al encuentro
1.1. Invocación:
En el nombre del Padre del Hijo y del Espíritu Santo. Amén
1.2. Canto: se sugiere un canto que la comunidad sepa sobre el tema
1.3. Ambiente: El animador invita a los participantes a compartir la reflexión que trajeron.
2. Pasos de la Lectura Orante
2.1. Invocación:
Ven, Espíritu Santo, Consolador, hazte luz para quienes todo lo ven oscuro; amor, para quienes
se creen o están solos; fuerza, para quienes perciben la debilidad física y también en su espíritu.
Tú eres el mejor Abogado, defiéndenos de nosotros mismos, de nuestras melancolías y
desesperanzas. Amén.
2.2. Lectura del Evangelio según SAN MATEO 26,69-75
Pedro, entretanto, estaba sentado fuera en el patio; y una criada se acercó a él y le dijo:
«También tú estabas con Jesús el Galileo.» Pero él lo negó delante de todos: «No sé qué
dices.» Cuando salía al portal, le vio otra criada y dijo a los que estaban allí: «Éste estaba con
Jesús el Nazareo.» Y de nuevo lo negó con juramento: «¡Yo no conozco a ese hombre!» Poco
después se acercaron los que estaban allí y dijeron a Pedro: «¡Ciertamente, tú también eres de
ellos, pues además tu misma habla te descubre!» Entonces él se puso a echar imprecaciones
y a jurar: «¡Yo no conozco a ese hombre!» Inmediatamente cantó un gallo. Y Pedro se acordó
de aquello que le había dicho Jesús: «Antes que el gallo cante, me habrás negado tres veces.»
Y, saliendo fuera, lloró amargamente. Palabra del Señor.
CATEQUESIS DEL PERDÓN Y LA RECONCILIACIÓN - 2017

± Dialoguemos sobre lo que dice la Palabra de Dios:


 ¿Qué entiendo por contrición?
 ¿Cuál ha sido la experiencia de haber negado a Dios en mi vida?

± Memoricemos:
“Y, saliendo fuera, lloró amargamente”.
2.3. Meditemos la Palabra:
Jesús le había dicho que en esa noche, "antes que el gallo haya cantado dos veces, me negarás
tres veces" (Mr 14:30), así que cuando coincidiendo con su tercera negación escuchó cantar
por segunda vez al gallo, inmediatamente recordó las palabras del Señor. Además, justo en ese
momento, el Señor estaba siendo llevado para comparecer ante el tribunal de Pilato y pasó por
el patio donde estaba Pedro, y en un breve instante se volvió para mirarle (Lc 22:61). Esta
mirada del Señor llegó hasta lo más profundo de su corazón, terminando de quebrantar al
orgulloso Pedro, que "pensando en esto lloraba" (Mr 14:72).
¿Qué sentimientos agitaban el alma del apóstol en estos momentos? Seguramente tendría
amargos remordimientos que le atormentaban pensando en lo que acaba de hacer. ¿Cómo
podía haber negado al Señor después de todo lo que había hecho por él? ¿Cómo había
correspondido de esta forma al amor y la amistad de las que tantas veces Cristo le había hecho
partícipe? Seguro que también recordó que el Señor se lo había advertido anteriormente y que
él no había querido hacerle caso. Y hasta tal vez se le pasó por la cabeza lo que los demás
discípulos dirían de él, después de que unas horas antes se había mostrado tan autosuficiente,
creyéndose superior a todos ellos.
Esto fue una humillación muy dolorosa, pero totalmente necesaria, puesto que no había querido
tener en cuenta la palabra del Señor. Y siempre que no queremos hacer caso a lo que el Señor
nos dice, finalmente él nos deja a nuestros propios recursos hasta que nuestra confianza carnal
es abatida hasta el polvo. Es mejor hacer caso a su Palabra y no llegar hasta este punto.
No obstante, debemos apreciar algo muy positivo: el arrepentimiento de Pedro fue muy rápido.
Lucas nos dice que en ese momento "saliendo afuera, lloró amargamente" (Lc 22:62). No nos
cabe duda de que cada una de sus lágrimas eran evidencia de un arrepentimiento genuino y
real. Debemos tomar esto en consideración, sobre todo en una época como la nuestra, cuando
las personas que dicen arrepentirse, apenas entienden la seriedad del pecado ni sienten dolor
por ellos.

80
CATEQUESIS DEL PERDÓN Y LA RECONCILIACIÓN – 2017

En el caso de Pedro, junto con el dolor que le producía su pecado, había también un profundo
sentimiento de vergüenza que era necesario encauzar debidamente. Lucas nos dice que
inmediatamente después de que se dio cuenta de la gravedad de lo que acababa de hacer,
buscó un lugar en la oscuridad de la ciudad donde esconderse de la vergüenza que sentía
por aquella amistad que había traicionado. Y los cristianos conocemos bien esta experiencia,
porque cuando pecamos se apodera de nosotros el mismo sentimiento de culpa y vergüenza
que tenía Pedro. Y es entonces cuando tenemos la tentación de "escondernos", pensando
que dejando pasar el tiempo las cosas se arreglarán por sí solas. Pero mientras dura este
tiempo en que la comunión con el Señor ha quedado rota, somos completamente vulnerables,
y es entonces cuando el diablo aprovecha para llevarnos a otras tentaciones peores. Por esta
razón, es importante que nada más que pecamos y somos conscientes de ello, acudamos sin
demora al Señor y le pidamos perdón. No olvidemos que él es nuestro Sumo Sacerdote en
el cielo que siempre nos recibe e intercede por nosotros ante el Padre asegurando nuestro
perdón.

Aunque el perdón es algo que ocurre en el mismo momento en que nos dirigimos al Señor
con verdadero arrepentimiento y fe, la restauración es un proceso que puede llevar más
tiempo. Además, el Señor siempre toma las medidas necesarias para librarnos en lo sucesivo
de cosas similares.

El primer paso para llevar a cabo esta restauración es reconocer que el Señor nos conoce
mejor que nosotros mismos. Esto es lo que Pedro descubrió de una forma tan dolorosa
cuando vio cumplido con total exactitud lo que Jesús le había anunciado en cuanto a su
negación (Mr 14:27-31). Después de negar al Señor, Pedro tuvo ocasión de meditar en esto:
"se acordó de las palabras que Jesús le había dicho" (Mr 14:72). Y si quería prevenir otras
caídas en el futuro, tendría que apoyarse en la Palabra del Señor y no es sus propias
percepciones, algo que, por supuesto, todos tenemos que aprender.

Y de hecho, sería la confianza en la palabra de Jesús lo que le ayudaría también a salir de


aquella crisis en la que se encontraba. Veamos lo que el Señor le dijo cuando profetizó su
negación: "Simón, Simón, he aquí Satanás os ha pedido para zarandearos como a trigo; pero
yo he rogado por ti, que tu fe no falte; y tú, una vez vuelto, confirma a tus hermanos" (Lc
22:31-32). Era evidente que Jesús sabía lo que Pedro iba a hacer, pero aun así le dijo que a
pesar de eso todavía estaba dispuesto a contar con él en el futuro: "Tú, una vez vuelto,
confirma a tus hermanos". No es difícil imaginar el impacto que esto tuvo que tener en la
mente del atribulado apóstol después de su caída. Si confiaba en la palabra de Cristo, sería
librado de la desesperanza fatal que sentía.
CATEQUESIS DEL PERDÓN Y LA RECONCILIACIÓN - 2017

Otro aspecto importante que tenía que considerar para evitar otras caídas era que el Señor
nos impone limitaciones que debemos respetar por nuestro propio bien. Jesús le había dicho
a Pedro: "A donde yo voy, no me puedes seguir ahora; más me seguirás después"; algo que
el apóstol no estuvo dispuesto a aceptar, y por eso le contestó: "¿por qué no te puedo seguir
ahora? Mi vida pondré por ti" (Jn 13:36-37). Debemos admitir que tenemos limitaciones por
nuestra propia naturaleza, algo que Pedro no parecía entender todavía, y esto nos impide
hacer todo lo que quisiéramos. Por eso, en la vida cristiana no es sabio aspirar a hacer lo
mismo que otros hacen, sino que debemos seguir el camino trazado por el Señor para
nosotros. Todos somos diferentes y hemos recibido del Señor dones complementarios que
determinan el tipo de servicio que él tiene preparado para cada uno de nosotros. Cuando nos
empeñamos en tomar una dirección diferente, esto nos conducirá al fracaso.

Y finalmente, era muy importante que Pedro dejara que el Señor le restaurara. Como ya
hemos dicho, él había aprendido muchas cosas, pero ahora era necesario que fuera
restaurado al servicio y a la confianza entre sus compañeros de apostolado. Y una vez más
fue el Señor quien tomó la iniciativa para ello. Pero no fue fácil, porque como todos los
cristianos hemos experimentado muchas veces, cuando pecamos nos sentimos abrumados
por la culpa y sucios por el pecado, y llegamos a pensar que nuestras acciones han sido tan
malas que Dios no puede perdonarnos, y que si lo hace, aun así ya nunca podremos hacer
nada para él. Pero por supuesto, el Señor ve las cosas de otra manera. Sólo cuando la
persona que ha pecado se siente conforme con lo que ha hecho, es cuando no es posible
una auténtica restauración.

2.4. El papa francisco nos enseña


“Pero padre, me da vergüenza”. También la vergüenza es buena, es saludable tener un poco
de vergüenza. Porque avergonzarse es saludable. Porque cuando una persona no tiene
vergüenza en mi país decimos que es un 'sin vergüenza', un "sinvergüenza" (lo dice en español),
un 'sin vergüenza'. Pero la vergüenza también nos hace bien, porque nos hace más humildes.
Y el sacerdote recibe con amor y con ternura esta confesión y en el nombre de Dios perdona.
“Si hay necesidad de volver es porque nos hemos alejado. Es el misterio del pecado: nos hemos
alejado de Dios, de los demás, de nosotros mismos. No es difícil darse cuenta de ello: todos
sabemos cuánto nos cuesta tener verdadera confianza en Dios, confiar en Él como Padre, sin
miedo; cuán difícil es amar a los demás, sin llegar a pensar mal de ellos; cómo nos cuesta
realizar nuestro bien verdadero, mientras que nos atraen y seducen muchas realidades
materiales, que desaparecen y al final nos empobrecen” (Homilía Miércoles de Ceniza,
10.II.2016).
“Es la llamada a cambiar de vida. Convertirse no es cuestión de un momento o de un período
del año, es un compromiso que dura toda la vida. ¿Quién entre nosotros puede presumir de no
ser pecador? Nadie. Todos lo somos. Escribe el apóstol Juan: «Si decimos que no hemos
pecado, nos engañamos y la verdad no está en nosotros. Pero, si confesamos nuestros

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CATEQUESIS DEL PERDÓN Y LA RECONCILIACIÓN – 2017

pecados, Él, que es fiel y justo, nos perdonará los pecados y nos limpiará de toda injusticia» (1
Jn 1, 8-9) (Homilía 28.III.2014).

¿Qué es un acto de contrición perfecta?


Es un acto de arrepentimiento del pecado cometido, movido por amor de Dios. Dolor de haber
ofendido a Dios, tan santo, digno de amor, grande, bueno, etc.

¿Qué es un acto de contrición imperfecta?


Es el mismo acto, realizado por motivos sobrenaturales, muy buenos todos, pero que no son el
amor de Dios: miedo al infierno, fealdad del pecado, deseos de comulgar, peso de la conciencia,
etc.
El dolor de la contrición imperfecta es suficiente para recibir el perdón de los pecados en la
confesión. Si al dolor de la contrición perfecta se le une el propósito de confesar, se obtiene la
gracia -podríamos decir- por adelantado, antes de la confesión. (Roma 27 septiembre del 2013)

2.3. Oramos con la Palabra:


Señor Jesús, te damos gracia por tu Palabra que nos ha hecho ver mejor la voluntad del Padre.
Haz que tu Espíritu ilumine nuestras acciones y nos comunique la fuerza para seguir lo que Tu
Palabra nos ha hecho ver. Haz que nosotros como María, tu Madre, podamos no sólo escuchar,
sino también poner en práctica la Palabra. Tú que vives y reinas con el Padre en la unidad del
Espíritu Santo por todos los siglos de los siglos. Amén.
2.6. Compromiso y actitudes que nos deja la Palabra:
Reconocer delante de Dios nuestro dolor por haber pecado contra su voluntad.
3. Oración por el perdón y la reconciliación
Señor que en este año la Diócesis de Fontibón se convierta en el eco de la palabra de Dios,
que resuena fuerte y decidida como palabra y gesto de perdón, de soporte, de ayuda, de amor.
Que nunca se canse de ofrecer misericordia y sea siempre paciente en el confortar y perdonar.
Que se haga voz de cada hombre y mujer y repita con confianza y sin descanso: «Acuérdate,
Señor, de tu misericordia y de tu amor; que son eternos» (Sal 25,6).
4. Para nuestro próximo encuentro
Desde un acto penitencial descubrir el amor de Dios.
CATEQUESIS DEL PERDÓN Y LA RECONCILIACIÓN - 2017

“Déjense reconciliar con Dios y con los hermanos”


CONFESAR LOS PECADOS
ENCUENTRO NO. 18

“Y además de confesar sus pecados, se hacían bautizar por Juan en el río Jordán”.
Mateo 3,6
1. Introducción al encuentro
1.1. Invocación:
En el nombre del Padre del Hijo y del Espíritu Santo. Amén
1.2. Canto: se sugiere un canto que la comunidad sepa sobre el tema
1.3. Ambiente:
Frente a un velón compartir la experiencia.
2. Pasos de la Lectura Orante
2.1. Invocación:
Ven, Espíritu Santo, Consolador, hazte luz para quienes todo lo ven oscuro; amor, para quienes
se creen o están solos; fuerza, para quienes perciben la debilidad física y también en su espíritu.
Tú eres el mejor Abogado, defiéndenos de nosotros mismos, de nuestras melancolías y
desesperanzas. Amén.
2.2. Lectura del Evangelio según SAN MATEO 3, 1-10
Por aquel tiempo se presentó Juan Bautista y empezó a predicar en el desierto de Judea; éste
era su mensaje: «Renuncien a su mal camino, porque el Reino de los Cielos está cerca.»
Es a Juan a quien se refería el profeta Isaías cuando decía: Una voz grita en el desierto:
Preparen un camino al Señor; hagan sus senderos rectos.

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CATEQUESIS DEL PERDÓN Y LA RECONCILIACIÓN – 2017

Además de la piel que le ceñía la cintura, Juan no tenía más que un manto hecho de pelo de
camello. Su comida eran langostas y miel silvestre. Venían a verlo de Jerusalén, de toda la
Judea y de la región del Jordán. Y además de confesar sus pecados, se hacían bautizar por
Juan en el río Jordán.
Juan vio que un grupo de fariseos y de saduceos habían venido donde él bautizaba, y les dijo:
«Raza de víboras, ¿cómo van a pensar que escaparán del castigo que se les viene
encima? Muestren los frutos de una sincera conversión, pues de nada les sirve decir: “Abraham
es nuestro padre”. Yo les aseguro que Dios es capaz de sacar hijos de Abraham aun de estas
piedras. El hacha ya está puesta a la raíz de los árboles, y todo árbol que no da buen fruto,
será cortado y arrojado al fuego. Palabra del Señor.
± Dialoguemos sobre lo que dice la Palabra de Dios:
 ¿Qué entiendo por confesar los pecados?
 ¿He sentido el perdón de Dios?
 ¿Perdono y he perdonado mi pecado?

± Memoricemos:
“Y además de confesar sus pecados, se hacían bautizar por Juan en el río Jordán”.
2.3. Meditemos la Palabra:
“Arrepiéntanse (griego: metanoeite – de metanoeo), que el reino de los cielos está cerca” (v. 2).
Jesús comenzará a predicar con estas mismas palabras (4:17). El equivalente hebreo del
verbometanoeo “era usado con frecuencia por los profetas para urgir a Israel que volviera a una
relación correcta con Dios (cf. Deuteronomio 30:2; Jeremías 4:1; Ezequiel 18:30-32; Óseas
14:1). Cuando Juan solicita el arrepentimiento, por lo tanto, invita a sus oyentes que rompan
radicalmente con su pasado pecador y a empezar de nuevo con el Dios que pronto vendrá a
juzgar” (Gardner). Arrepentimiento es más que darle la espalda al pecado – también significa
volver hacia una vida fructuosa (v. 10).

No ha habido un profeta en Israel por cuatrocientos años, y la gente está ansiosa de escuchar
a un profeta. Juan es tal profeta, le pide a la gente que se arrepienta, y que se prepare para la
llegada del reino de Dios – para el Día del Señor (Isaías 13:6) – un día cuando “Y la altivez del
hombre será abatida, y la soberbia de los hombres será humillada; y solo Jehová será ensalzado
en aquel día” (Isaías 2:17) – un día en que vendrá el Señor “viene, crudo, y de saña y ardor de
ira, para tornar la tierra en soledad, y raer de ella sus pecadores” (Isaías 13:9) – ese grande y
terrible día (Joel 2:11).

Juan denuncia el mal siempre que lo encuentra, incluyendo el que encuentra dentro de la familia
de Herodes (14:4). Convoca al pueblo a la justicia. “Donde sea que el Evangelio se oiga con
CATEQUESIS DEL PERDÓN Y LA RECONCILIACIÓN - 2017

profundidad ha de ser precedido por la ley con toda su seriedad. Sin ley no hay evangelio…
Juan es la ley de Dios en persona; Jesús es el evangelio de Dios en persona” (Bruner, 69-70).

Arrepentirse significa dar la vuelta – tomar una nueva dirección – un cambio de idea y de
corazón – un nuevo compromiso. Juan solicita el arrepentimiento, porque solo nos libraremos
del pecado cuando nos enfrentamos plenamente con él y lo denunciamos. Hoy, estamos
tentados a llamar al pecado por otros nombres y a culpar a otros por nuestros problemas en vez
de aceptar la responsabilidad por nuestros pecados. Tal actitud rechaza la existencia del
pecado y, de esa manera, no nos ofrece ningún escape de él.

Juan justifica su súplica hacia el arrepentimiento anunciando que el reino de los cielos se ha
acercado. “Gente no le da la espalda a un estilo de vida simplemente; lo hace cuando se vuelve
hacia algo más profundo y verdadero”– y el reino es la realidad “más grande y verdadera” a la
que Juan clama. Juan anuncia que una gran página en la historia humana se está pasando. El
día se acerca “cuando la tierra se llenará de la sabiduría de Dios – el juicio y la eliminación de
todo aparato y estructura que inflija daño humano, destrucción y angustia” La manera de
prepararse para ese día es arrepintiéndose.

“Aparejen el camino del Señor” (v. 3). Mateo cita a Isaías 40:3, un versículo citado en los cuatro
Evangelios (Marcos 1:2; Lucas 3:4; Juan 1:23). En su contexto original, hablaba de preparar el
camino para que el pueblo israelita regresara del exilio a su tierra natal. Constituía una visión
alegre de un viaje bendecido y facilitado por Dios a través de un desierto que, de otra manera,
sería mortal. Mateo nos dice que aunque la profecía de Isaías señalaba a ese viaje histórico,
su cumplimiento final solo toma lugar a medida que Juan prepara el camino para Jesús (v. 3) –
pidiendo que la gente se arrepienta (v. 2), y bautizando aquéllos que confiesan sus pecados (v.
6). El exilio anterior y el regreso a Israel tenían el propósito de redimir a Israel de su pecado. El
predicar de Juan y la venida de Jesús tienen un propósito similar de redimir.

Prepararse para el Señor es una obra perpetua. El arrepentimiento no solo ocurre una vez, sino
que debe ocurrir a diario. Ni nuestro mundo ni nuestras vidas son adecuados para la presencia
de Dios. Nos confrontamos con una obra del tamaño de Hércules para hacerlos adecuados –
una obra que sería imposible a no ser por la gracia de Dios. Nuestra preparación no estará
completa hasta el día que Jesús regrese de nuevo, cuando él la completará.

2.4. El Papa Francisco nos enseña:

 Confesarse con un sacerdote es un modo de poner mi vida en las manos y en el corazón de


otro, que en ese momento actúa en nombre y por cuenta de Jesús. Es una manera de ser

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CATEQUESIS DEL PERDÓN Y LA RECONCILIACIÓN – 2017

concretos y auténticos: estar frente a la realidad mirando a otra persona y no a uno mismo
reflejado en un espejo.
 Es cierto que puedo hablar con el Señor, pedirle enseguida perdón a Él, implorárselo. Y el
Señor perdona, enseguida. Pero es importante que vaya al confesionario, que me ponga a
mí mismo frente a un sacerdote que representa a Jesús, que me arrodille frente a la Madre
Iglesia llamada a distribuir la misericordia de Dios. Hay una objetividad en este gesto, en
arrodillarme frente al sacerdote, que en ese momento es el trámite de la gracia que me llega
y me cura.
 Como confesor, incluso cuando me he encontrado ante una puerta cerrada, siempre he
buscado una fisura, una grieta, para abrir esa puerta y poder dar el perdón, la misericordia.
 El que se confiesa está bien que se avergüence del pecado: la vergüenza es una gracia que
hay que pedir, es un factor bueno, positivo, porque nos hace humildes.
 Está también la importancia del gesto. El solo hecho de que una persona vaya al
confesionario indica que ya hay un inicio de arrepentimiento, aunque no sea consciente. Si
no hubiera existido ese movimiento inicial, la persona no hubiera ido. Que esté allí puede
evidenciar el deseo de un cambio. La palabra es importante, explicita el gesto. Pero el propio
gesto es importante.
 ¿Qué consejos le daría a un penitente para hacer una buena confesión? Que piense en la
verdad de su vida frente a Dios, qué siente, qué piensa. Que sepa mirarse con sinceridad a
sí mismo y a su pecado. Y que se sienta pecador, que se deje sorprender, asombrar por
Dios.
 La misericordia existe, pero si tú no quieres recibirla… Si no te reconoces pecador quiere
decir que no la quieres recibir, quiere decir que no sientes la necesidad.
 Hay muchas personas humildes que confiesan sus recaídas. Lo importante, en la vida de
cada hombre y de cada mujer, no es no volver a caer jamás por el camino. Lo importante es
levantarse siempre, no quedarse en el suelo lamiéndose las heridas. El Señor de la
misericordia me perdona siempre, de manera que me ofrece la posibilidad de volver a
empezar siempre.

2.5. Oremos con la Palabra:

Señor te decimos desde lo más profundo del corazón: Ven a nosotros en la humildad de tu
encarnación, de tu humanidad cargada de nuestros límites y pecado y danos el bautismo de la
inmersión en el abismo de tu humildad. Concédenos estar inmersos en aquellas aguas del
CATEQUESIS DEL PERDÓN Y LA RECONCILIACIÓN - 2017

Jordán que fluyen de tu divino costado atravesado en la cruz y haz que te reconozcamos
verdadero Hijo de Dios, verdadero Salvador nuestro. Llévanos al desierto de la conversión, de
la soledad, de la penitencia para experimentar el amor del tiempo primaveral. Que tu voz no
quede en el desierto, sino que resuene en nuestro corazón de modo que toda nuestra vida,
inmersa – bautizada en tu Presencia pueda convertirse en novedad de amor. Amén.

2.6. Compromiso y actitudes que nos deja la Palabra:


Hacer un acto de reconocer y confesar los pecados.
3. Oración por el perdón y la reconciliación
Señor que en este año la Diócesis de Fontibón se convierta en el eco de la palabra de Dios,
que resuena fuerte y decidida como palabra y gesto de perdón, de soporte, de ayuda, de amor.
Que nunca se canse de ofrecer misericordia y sea siempre paciente en el confortar y perdonar.
Que se haga voz de cada hombre y mujer y repita con confianza y sin descanso: «Acuérdate,
Señor, de tu misericordia y de tu amor; que son eternos» (Sal 25,6).
4. Para nuestro próximo encuentro:
¿Qué cosas haz hecho para reparar las faltas cometidas?
La idea central El evangelio de hoy con este resumen: “Con muchas otras exhortaciones,
anunciaba al pueblo la Buena Nueva” (3,18). En este mismo pasaje el evangelista caracteriza
al auditorio de Juan como “el pueblo (que) estaba a la espera” (3,15). La Buena Nueva para
este pueblo era la venida del Señor, venida para la cual era preciso prepararse mediante la
conversión, es decir, pasando del camino de pecado al camino del Señor. Atención al contexto
El pasaje que leemos hoy hace parte del conjunto de pasajes que Lucas agrupó para describir
de la manera más completa posible el ministerio del precursor del Señor. Esta parte del
evangelio tiene cinco pequeñas unidades que nos presentan el ciclo completo del ministerio del
precursor del Mesías: (1) la entrada en escena de Juan Bautista (3,1-6); (2) la predicación de la
conversión (3,7-9); (3) la dinámica de la conversión (3,10-14); (4) el anuncio de la venida de
Jesús (3,15-18); y (5) la salida de Juan Bautista del escenario porque es encerrado en una
cárcel (3,19-20). 3 El domingo pasado leímos la primera parte, hoy nos vamos a detener en la
tercera y la cuarta, después de hacer alguna referencia a la segunda. Profundicemos en el
pasaje Partiendo del mismo texto, dejémonos guiar por las dos preguntas que dinamizan el
relato: (1) ¿Qué debemos hacer?, es decir, la dinámica de la conversión, y (2) ¿Quién eres tú?,
o sea, el anuncio que Juan hace de Jesús mostrando la novedad de la obra del Mesías teniendo
como trasfondo la suya. 1. La dinámica de la conversión: “¿Qué debemos hacer?” (3,10-14)
Después que Juan termina su predicación llamando a la conversión (3,7-9), la gente reacciona
positivamente pidiendo pistas concretas para hacer el camino de conversión significado en el
bautismo. En su predicación inicial Juan Bautista le había dicho a la gente que venía a ser
bautizada que se tomara en serio lo que iba a hacer, que no le sacaran el cuerpo a la conversión.
Parece que la más común era sentirse seguro de la salvación sacando a relucir el ser hijo de

88
CATEQUESIS DEL PERDÓN Y LA RECONCILIACIÓN – 2017

Abraham, como si el hecho de ser israelita concediera automáticamente el derecho al cielo.


Apoyarse en la infinita misericordia de Dios para excusarse de la conversión (como quien dice:
“para qué, si al fin y al cabo Dios misericordioso me entiende y me perdona”) es un tremendo
abuso. No hay que dejar para mañana la conversión. La decisión tiene que ser a fondo e
inmediata porque la “ira es inminente” (ver 3,7-9). Entonces tres grupos de personas se acercan
al bautista y en las tres ocasiones le plantean la misma pregunta: “¿Qué debemos hacer?”
(3,10.12.14). La gente quiere darle cuerpo a la conversión y a la vida nueva en acciones
concretas. La conversión se reconoce en la “praxis”, sobre todo la de la caridad y la justicia.
Notemos que cinco veces se repite el verbo “hacer” (ver 3,8.10.11.12.14). Para cada categoría
de personas que dialogan con Juan Bautista se propone un “hacer” específico. 1.1. Un grupo
amplio de personas (3,10-11) A las multitudes anónimas, el Bautista los invita a despojarse para
compartir con los más pobres: “El que tenga dos túnicas, que las reparta con el que no tiene; el
que tenga para comer, que haga lo mismo”. El vestido y el alimento representan necesidades
básicas. Juan aparece en sintonía con el espíritu del profeta Isaías, quien decía: “Partir al
hambriento tu pan... a los pobres sin hogar recibir en casa... y cuando veas a un 4 desnudo le
cubras... de tu semejante no te apartes” (58,7). A lo largo del evangelio de Lucas ésta será una
exigencia fundamental, como se ilustra en la parábola del rico epulón: uno que nada en la
abundancia y tiene un pobre padeciendo a su lado está poniendo en ridículo la Palabra de Dios
(ver 16,19-31).
1.2.El grupo de los cobradores de impuestos (3,12-13) A los cobradores de impuestos, tentados
de enriquecerse exigiéndole a los contribuyentes sumas superiores a las establecidas
oficialmente, les pide que no caigan en la corrupción, que sean honestos: “No exijáis más de lo
que está fijado”. Los cobradores de impuestos en la época eran delincuentes “de cuello blanco”
ampliamente conocidos por su pésima reputación de ladrones. A lo largo del evangelio muchos
de estos van vivir un cambio radical de vida al lado de Jesús. 1.3.El grupo de los soldados (3,14)
A los soldados, que eran judíos enrolados en el ejército romano para ponerle mano dura a los
cobradores de impuestos, les exige que no abusen del poder: “No hagáis extorsión a nadie, no
hagáis denuncias falsas, y contentaos con vuestra paga”. En otras palabras, se les pide que no
usen la fuerza ―tortura o extorsión― para obtener información sobre la gente sospechosa, y
también a ellos se les pide que no busquen ganancias extras haciendo mal uso de la autoridad
que se les dio. Notamos cómo en los tres casos, el estilo de predicación de Juan Bautista es bien
distinto al que adoptó inicialmente. No regaña a la gente sino que le ofrece caminos concretos de superación. La
preocupación de fondo es la de la justicia social. La predicación de Juan está en sintonía con la de los profetas que
tenían claro que las devociones religiosas debían cederle espacio a toda forma de justicia social (por ejemplo:
Isaías 1,10-20 y Amós 5,21-27). Igualmente está en sintonía con el espíritu de la Iglesia en Pentecostés (ver Hechos
2,44 y 4,32-35).
CATEQUESIS DEL PERDÓN Y LA RECONCILIACIÓN - 2017

Presento estos anexos para profundizar en la metodología de la Lectio Divina, las


introducciones de los autores de los Evangelios y una reflexión sobre el sacramento de la
reconciliación desde el Catecismo de la Iglesia Católica:

ANEXO 1

Al emprender este camino, en el año que hemos denominado en nuestro plan pastoral de la
Diócesis año del y Oración por el perdón y la reconciliación, quisiera que empezáramos por
aprender sobre el método de la Lectio Divina.
1. ¿Qué es la Lectio Divina?
La Lectio Divina significa «Lectura de Dios», e indica la práctica monástica, ya secular, de la
«Lectura orante» de la Biblia.
El primero en utilizar esa expresión fue Orígenes, quien afirmaba que para leer la Biblia con
provecho es necesario hacerlo con atención, constancia y oración. Más adelante, la Lectio
Divina vendría a convertirse en la columna vertebral de la vida religiosa. Las reglas monásticas
de Pacomio, Agustín, Basilio y Benito harían de esa práctica, junto al trabajo manual y la liturgia,
la triple base de la vida monástica. La sistematización de la Lectio Divina en cuatro peldaños
proviene del siglo XII.
Alrededor del año 1150, Guido, un monje cartujo, escribió un librito titulado La escalera de los
monjes, en donde exponía la teoría de los cuatro peldaños: lectura, meditación, oración y
contemplación.
En el siglo XIII, los mendicantes intentaron crear un nuevo tipo de vida religiosa más
comprometida con los pobres e hicieron de la Lectio Divina la fuente de inspiración para su
movimiento renovador.

En los siglos posteriores a la Contrarreforma, los creyentes perdieron el contacto directo con la
Palabra. Sin embargo, el Concilio Vaticano II recuperó, felizmente, la anterior tradición e instó,
con insistencia, a los fieles a leer asiduamente la Escritura.

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CATEQUESIS DEL PERDÓN Y LA RECONCILIACIÓN – 2017

En la actualidad, la Lectio Divina se va difundiendo cada vez más en las comunidades eclesiales
más diversas, y está resultando una fuente de renovación espiritual y de vivo compromiso
eclesial.
2. ¿Cómo se reza?
Los cuatro pasos que constituyen el proceso de la Lectio Divina son cuatro actitudes básicas
del creyente que desea SEGUIR a Cristo conociendo su Palabra (Lectura), aprendiendo a vivir
como Él vivió (Meditación), suplicando fuerza y luz para sus pasos (Oración) y trabajando para
que el Reino sea una realidad en cada uno de nuestros ambientes (Contemplación y Acción).
2.1. Pasos de la Lectio Divina
2.1.1 Lectura
Se trata simplemente de leer y releer el texto. Si cada vez que tomamos cualquier texto literario
nos aporta nuevas cosas, cuánto más podrá aportarnos la Lectura de la Palabra de Dios.
En este paso debemos responder a la pregunta de: ¿qué nos dice el texto? Para ello podremos
abordar el texto desde tres perspectivas:
a) Literal
• Análisis de las palabras que constituyen el texto (sustantivos, adjetivos, verbos…), cayendo
en la cuenta de sus campos semánticos, sus sinónimos y antónimos…
• Atención a las repeticiones de palabras o frases.
• Atención a los personajes y sus acciones.
• Atención a las indicaciones de tiempo y lugar.
• Atención al contexto literario: qué precede y qué sigue a nuestro texto, de modo inmediato y
de modo más general (qué lugar ocupa el texto en la estructura general del libro).
b) Histórica
• Cuál es la situación socio-cultural, económica, política y religiosa en la que se compuso el
texto.
c) Espiritual
• Qué dice Dios al pueblo en aquella situación concreta. Cuál es el mensaje clave del texto.
2.1.2. Meditación
CATEQUESIS DEL PERDÓN Y LA RECONCILIACIÓN - 2017

La pregunta a contestar en esta parte será: ¿qué me dice el texto a mí? Este paso se trata de
actualizar el mensaje y entrar en diálogo con el Dios que habla en el aquí y ahora.
Para ello podremos tener de guía estas preguntas:
• ¿Qué diferencias y qué semejanzas encontramos entre la situación del texto y la nuestra?
• ¿Qué conflictos del pasado existen todavía hoy?
• ¿Cuáles son diferentes?
• ¿Qué dice el mensaje del texto para nuestra situación actual?
• ¿Qué cambio de comportamiento me sugiere a mí?
• ¿Qué quiere hacer crecer en mí, en nosotros?
Para terminar este paso será muy bueno encontrar alguna frase que resuma lo que vimos de
tal manera que la podamos seguir meditando a lo largo de la semana de tal manera que poco
a poco la Palabra de Dios cale en nuestros corazones.
2.1.3. Oración
En este paso respondemos a la pregunta de: ¿qué me hace decir el texto a Dios? Este es el
paso en donde el hombre responde a Dios.
2.1.4. Contemplación y Acción
A pesar de que este concepto nos remita siempre a algo alejado de la realidad y reservado para
los monjes de clausura debemos decir que lejos está de eso. La pregunta que responderemos
en este paso es: ¿cómo cambia el texto mi mirada acerca de la realidad?
Este cambio de visión debe llevar a la acción: para completar en nuestro ambiente aquello que
todavía falta por realizar, conocer o sentir. Responder a la pegunta: ¿Qué me hace vivir el Señor
a partir de su Palabra?

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CATEQUESIS DEL PERDÓN Y LA RECONCILIACIÓN – 2017

ANEXO 2
EVANGELIO SEGÚN MATEO
¿Quién era Mateo, llamado también Leví? Leemos en el Evangelio que era cobrador de
impuestos y que Jesús hizo de él uno de sus apóstoles (Mt 9,9 y Mc 2,13).
Con toda probabilidad este Evangelio fue escrito en una comunidad cristiana en la que había
cristianos de origen judío y griego, tal vez Antioquía (véase Hch 12,1 y 13). Es el momento en
que el sumo sacerdote Ananías hizo apedrear a Santiago, el obispo de Jerusalén (año 62).
Entonces los cristianos son excluidos de la comunidad judía y ya no son protegidos por las leyes
romanas que autorizaban a los judíos a que no sacrificarán a las divinidades romanas y un poco
más tarde serán perseguidos por Nerón (años 64-65).
A manera de introducción Mateo pone los dos primeros capítulos sobre la infancia de Jesús.
Son relatos de un carácter especial, en los que se preocupa muy poco de la historicidad de los
hechos, pues la intención es presentar a través de imágenes una enseñanza teológica.
Mateo destaca la figura de Jesús como predicador y Maestro de la Escritura. Se interesa en
forma especial por las palabras de Jesús, que son más numerosas en su Evangelio que en los
demás, y en cambio cuenta sus gestos y sus milagros del modo más esquemático posible.
No hay pues que extrañarse de que Mateo haya construido su Evangelio en torno a cinco
“discursos”, en los que reunió palabras que Jesús pronunció en diferentes ocasiones. Estos
discursos son:
– El Sermón de la montaña: 5, 6 y 7. Esta carta magna de los hijos de Dios se completa con
diez signos de poder que anuncian nuestra liberación del pecado (c. 8 y 9).
– Las instrucciones a los misioneros: 10. Estas instrucciones son completadas por las
controversias que enfrentan a Jesús con sus adversarios (c.11 - 12).
– Las Parábolas del Reino: 13. Los fariseos se ciegan, mientras que la fe de los Doce y de
Pedro permite que Jesús funde su Iglesia.
– Las advertencias a la comunidad cristiana: 18. La ley fundamental del perdón fraterno se
completa con instrucciones diversas. Los guías del pueblo judío se cierran, mostrando por
contraste lo que deberán ser los guías del pueblo cristiano.
– Cómo vivir a la espera del fin de los tiempos: 24 y 25.
CATEQUESIS DEL PERDÓN Y LA RECONCILIACIÓN - 2017

EVANGELIO SEGÚN SAN MARCOS


Este Evangelio fue compuesto por un discípulo o, más exactamente, un «intérprete» del Apóstol
Pedro, cuyo nombre completo era JUAN MARCOS. Es el más antiguo, el primero que fue puesto
por escrito, cerca del año 70 de nuestra era, y es también el más breve.
Como está dirigido a cristianos provenientes del paganismo, que no conocían las costumbres
judías, Marcos se las explica y, asimismo, traduce las expresiones arameas que utiliza en varias
ocasiones. Su estilo es vivo y popular, y está lleno de espontaneidad, aunque su lenguaje es
pobre y rudimentario.
El Evangelio de Marcos contiene pocos discursos, y se interesa más por las acciones que por
las palabras de Jesús. En cambio, los relatos se desarrollan con abundancia de detalles, y en
ellos Jesús aparece con las reacciones propias de un ser humano. Marcos destaca
especialmente la humanidad de Jesús y, a partir de ella, nos lleva progresivamente a descubrir
en él al Hijo de Dios. Porque detrás de su Persona se esconde un gran «secreto», el secreto
«mesiánico», que sólo se revela en su Muerte y su Resurrección.
Únicamente en la cruz está la respuesta a la gran pregunta latente a lo largo de todo este
Evangelio: «¿Quién es Jesús de Nazaret?». Ciertamente, no es el Mesías glorioso que
esperaban sus contemporáneos, sino el Mesías crucificado. La cruz era el camino obligado para
llegar a la Resurrección. Todos estamos llamados a seguirlo por este camino, para poder
comprender cada vez más profundamente «la Buena Noticia de Jesús, Mesías, Hijo de
Dios» (1. 1), que Marcos nos transmite con tanta frescura y sencillez, como un eco fiel del primer
anuncio del Evangelio.

EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS


Fue redactado por este compañero de viaje del Apóstol san Pablo, unos cincuenta años
después de la muerte de Jesús, y originariamente formaba un todo con el libro de los Hechos
de los Apóstoles. Lucas no era de origen judío, y su obra está dirigida ante todo a los cristianos
que, como él, provenían del mundo pagano. En el Prólogo de su Evangelio hace referencia al
proceso de predicación, de transmisión oral y de redacción que precedió a la composición
definitiva de los Evangelios.
Uno de los aspectos de la Buena Noticia que más quiso destacar san Lucas es el carácter
universal de la Salvación. Jesucristo, en efecto, es el Salvador del mundo entero, y Dios quiere
que todos los hombres se salven por medio de él. Para él no hay privilegios de raza, de
nacionalidad, de cultura o de clase social. Mejor dicho, hay privilegios. Pero Dios los reserva
para los pobres, para los que aparentemente no valen nada. Ellos son los destinatarios
predilectos de la Buena Noticia, los herederos por excelencia del Reino de Dios.
Asimismo, este Evangelio se llama con razón el «Evangelio de la misericordia». Lucas nos
presenta constantemente a Jesús como aquel que «vino a buscar y a salvar lo que estaba

94
CATEQUESIS DEL PERDÓN Y LA RECONCILIACIÓN – 2017

perdido» (19. 10). Dios es para él, sobre todo, el Padre misericordioso que sale al encuentro de
sus hijos extraviados y se llena de alegría al volver a encontrarlos.
Pero el «Evangelio de la misericordia» es también un Evangelio exigente. Su autor insiste en el
llamado a la conversión, es decir, al cambio de vida, como condición indispensable para
alcanzar la Salvación. El fruto de esa conversión es el gozo que experimentan los que creen en
la Buena Noticia y se dejan salvar por ella. Por eso, san Lucas pone tan de relieve la acción del
Espíritu Santo, que es la fuente de la verdadera alegría.

EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN


El cuarto Evangelio difiere considerablemente de los tres anteriores, tanto por su forma literaria
cuanto por su contenido. La tradición cristiana lo atribuye al Apóstol JUAN, a quien identifica
con «el discípulo al que Jesús amaba» (13. 23; 19. 26; 20. 2; 21. 7, 20), y hay varios indicios en
el mismo Evangelio que corroboran esta atribución. De todas maneras, la redacción final del
Libro es el resultado de una larga elaboración en la que también intervinieron los discípulos del
Apóstol. La obra fue concluida hacia el año 100, y tenía como destinatarios inmediatos a las
comunidades cristianas de Asia Menor.
El Evangelio de Juan gira en torno a un tema fundamental: Jesús es el Enviado de Dios, su
Palabra por excelencia, que vino a este mundo para hacernos conocer al Padre. Él no habla
por sí mismo, sino que «da testimonio» de la Verdad que escuchó del Padre (3. 11-13, 31-34),
y toda su vida es una revelación de la «gloria» que recibió de su mismo Padre antes de la
creación del mundo (17. 1-5).
Con más insistencia que los otros evangelistas, Juan acentúa la oposición entre Jesús –la
«Luz», el «Camino», la «Verdad» y la «Vida»– y los que se niegan a creer en él, designados
habitualmente con el nombre genérico de «los judíos». Jesús no vino a «juzgar» al mundo, sino
a salvarlo. Pero, por el simple hecho de manifestarse a los hombres, él los pone ante una
alternativa: la de permanecer en sus propias «tinieblas» o creer en la «luz». El que no cree en
Jesús «ya» está condenado, mientras que el que cree en él «ya» ha pasado de la muerte a la
Vida y tiene Vida eterna.
A diferencia de los Evangelios sinópticos, que mencionan una sola «subida» de Jesús a
Jerusalén, este Evangelio habla de tres Pascuas celebradas en la Ciudad santa. Más aún, casi
toda la actividad pública del Señor, se desarrolla dentro del marco litúrgico de alguna festividad
judía. En lugar de las parábolas del Reino utilizadas a manera de comparaciones, tan
características de los otros Evangelios, Juan se vale de breves y expresivas alegorías, como
por ejemplo, la de la vid y los sarmientos y la del buen Pastor. También emplea diversos
«símbolos» para referirse a la persona de Jesús y a los bienes que él brinda a los hombres: en
especial, el «agua» y el «pan» le sirven para hacer una verdadera «catequesis sacramental»
sobre el Bautismo y la Eucaristía.
El autor de este Evangelio vuelve constantemente sobre los mismos temas, desarrollándolos y
profundizándolos una y otra vez. En cada uno de esos temas está contenido todo el misterio de
CATEQUESIS DEL PERDÓN Y LA RECONCILIACIÓN - 2017

Cristo. Pero más que los «hechos» de su vida, lo que le interesa y quiere poner de relieve es el
«significado» que ellos encierran y que sólo la fe puede descubrir. Desde esa perspectiva, Juan
interpreta las obras y amplía los discursos de Jesús, como fruto de una larga y profunda
contemplación. Su objetivo fundamental es conducirnos a la Vida eterna, que consiste en
conocer al «único Dios verdadero» y a su «Enviado, Jesucristo» (17. 3). Con razón se ha
llamado al Evangelio de Juan el «Evangelio espiritual».

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CATEQUESIS DEL PERDÓN Y LA RECONCILIACIÓN – 2017

ANEXO 3

EL SACRAMENTO DE LA PENITENCIA Y DE LA RECONCILIACIÓN EN EL CATECISMO


DE LA IGLESIA CATÓLICA

1422 "Los que se acercan al sacramento de la penitencia obtienen de la misericordia de Dios


el perdón de los pecados cometidos contra El y, al mismo tiempo, se reconcilian con la Iglesia,
a la que ofendieron con sus pecados. Ella les mueve a conversión con su amor, su ejemplo y
sus oraciones" (LG 11).

I. El nombre de este sacramento

1423 Se le denomina sacramento de conversión porque realiza sacramentalmente la llamada


de Jesús a la conversión (cf Mc 1,15), la vuelta al Padre (cf Lc 15,18) del que el hombre se
había alejado por el pecado.

Se denomina sacramento de la penitencia porque consagra un proceso personal y eclesial de


conversión, de arrepentimiento y de reparación por parte del cristiano pecador.

1424 Se le denomina sacramento de la confesión porque la declaración o manifestación, la


confesión de los pecados ante el sacerdote, es un elemento esencial de este sacramento. En
un sentido profundo este sacramento es también una "confesión", reconocimiento y alabanza
de la santidad de Dios y de su misericordia para con el hombre pecador.

Se le denomina sacramento del perdón porque, por la absolución sacramental del sacerdote,
Dios concede al penitente "el perdón [...] y la paz" (Ritual de la Penitencia, 46, 55).

Se le denomina sacramento de reconciliación porque otorga al pecador el amor de Dios que


reconcilia: "Dejaos reconciliar con Dios" (2 Co 5,20). El que vive del amor misericordioso de
Dios está pronto a responder a la llamada del Señor: "Ve primero a reconciliarte con tu hermano"
(Mt 5,24).

II. Por qué un sacramento de la Reconciliación después del Bautismo

1425 "Habéis sido lavados [...] habéis sido santificados, [...] habéis sido justificados en el
nombre del Señor Jesucristo y por el Espíritu de nuestro Dios" (1 Co 6,11). Es preciso darse
cuenta de la grandeza del don de Dios que se nos hace en los sacramentos de la iniciación
cristiana para comprender hasta qué punto el pecado es algo que no cabe en aquel que "se ha
revestido de Cristo" (Ga 3,27).

Pero el apóstol san Juan dice también: "Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos y
la verdad no está en nosotros" (1 Jn 1,8). Y el Señor mismo nos enseñó a orar: "Perdona
CATEQUESIS DEL PERDÓN Y LA RECONCILIACIÓN - 2017

nuestras ofensas" (Lc 11,4) uniendo el perdón mutuo de nuestras ofensas al perdón que Dios
concederá a nuestros pecados.

1426 La conversión a Cristo, el nuevo nacimiento por el Bautismo, el don del Espíritu Santo, el
Cuerpo y la Sangre de Cristo recibidos como alimento nos han hecho "santos e inmaculados
ante Él" (Ef 1,4), como la Iglesia misma, esposa de Cristo, es "santa e inmaculada ante Él"
(Ef 5,27). Sin embargo, la vida nueva recibida en la iniciación cristiana no suprimió la fragilidad
y la debilidad de la naturaleza humana, ni la inclinación al pecado que la tradición
llama concupiscencia, y que permanece en los bautizados a fin de que sirva de prueba en ellos
en el combate de la vida cristiana ayudados por la gracia de Dios (cf DS 1515). Esta lucha es
la de la conversión con miras a la santidad y la vida eterna a la que el Señor no cesa de
llamarnos (cf DS 1545; LG 40).

III. La conversión de los bautizados

1427 Jesús llama a la conversión. Esta llamada es una parte esencial del anuncio del Reino:
"El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca; convertíos y creed en la Buena Nueva"
(Mc 1,15). En la predicación de la Iglesia, esta llamada se dirige primeramente a los que no
conocen todavía a Cristo y su Evangelio. Así, el Bautismo es el lugar principal de la conversión
primera y fundamental. Por la fe en la Buena Nueva y por el Bautismo (cf. Hch2,38) se renuncia
al mal y se alcanza la salvación, es decir, la remisión de todos los pecados y el don de la vida
nueva.

1428 Ahora bien, la llamada de Cristo a la conversión sigue resonando en la vida de los
cristianos. Esta segunda conversión es una tarea ininterrumpida para toda la Iglesia que "recibe
en su propio seno a los pecadores" y que siendo "santa al mismo tiempo que necesitada de
purificación constante, busca sin cesar la penitencia y la renovación" (LG 8). Este esfuerzo de
conversión no es sólo una obra humana. Es el movimiento del "corazón contrito" (Sal 51,19),
atraído y movido por la gracia (cf Jn 6,44; 12,32) a responder al amor misericordioso de Dios
que nos ha amado primero (cf 1 Jn 4,10).

1429 De ello da testimonio la conversión de san Pedro tras la triple negación de su Maestro. La
mirada de infinita misericordia de Jesús provoca las lágrimas del arrepentimiento (Lc22,61) y,
tras la resurrección del Señor, la triple afirmación de su amor hacia él (cf Jn 21,15-17). La
segunda conversión tiene también una dimensión comunitaria. Esto aparece en la llamada del
Señor a toda la Iglesia: "¡Arrepiéntete!" (Ap 2,5.16).

San Ambrosio dice acerca de las dos conversiones que, «en la Iglesia, existen el agua y las
lágrimas: el agua del Bautismo y las lágrimas de la Penitencia» (Epistula extra collectionem 1
[41], 12).

IV. La penitencia interior

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CATEQUESIS DEL PERDÓN Y LA RECONCILIACIÓN – 2017

1430 Como ya en los profetas, la llamada de Jesús a la conversión y a la penitencia no mira,


en primer lugar, a las obras exteriores "el saco y la ceniza", los ayunos y las mortificaciones,
sino a la conversión del corazón, la penitencia interior. Sin ella, las obras de penitencia
permanecen estériles y engañosas; por el contrario, la conversión interior impulsa a la expresión
de esta actitud por medio de signos visibles, gestos y obras de penitencia (cf Jl 2,12-13; Is 1,16-
17; Mt 6,1-6. 16-18).

1431 La penitencia interior es una reorientación radical de toda la vida, un retorno, una
conversión a Dios con todo nuestro corazón, una ruptura con el pecado, una aversión del mal,
con repugnancia hacia las malas acciones que hemos cometido. Al mismo tiempo, comprende
el deseo y la resolución de cambiar de vida con la esperanza de la misericordia divina y la
confianza en la ayuda de su gracia. Esta conversión del corazón va acompañada de dolor y
tristeza saludables que los Padres llamaron animi cruciatus (aflicción del espíritu), compunctio
cordis (arrepentimiento del corazón) (cf Concilio de Trento: DS 1676-1678; 1705; Catecismo
Romano, 2, 5, 4).

1432 El corazón del hombre es torpe y endurecido. Es preciso que Dios dé al hombre un
corazón nuevo (cf Ez 36,26-27). La conversión es primeramente una obra de la gracia de Dios
que hace volver a Él nuestros corazones: "Conviértenos, Señor, y nos convertiremos" (Lm 5,21).
Dios es quien nos da la fuerza para comenzar de nuevo. Al descubrir la grandeza del amor de
Dios, nuestro corazón se estremece ante el horror y el peso del pecado y comienza a temer
ofender a Dios por el pecado y verse separado de él. El corazón humano se convierte mirando
al que nuestros pecados traspasaron (cf Jn 19,37; Za 12,10).

«Tengamos los ojos fijos en la sangre de Cristo y comprendamos cuán preciosa es a su Padre,
porque, habiendo sido derramada para nuestra salvación, ha conseguido para el mundo entero
la gracia del arrepentimiento» (San Clemente Romano, Epistula ad Corinthios 7, 4).

1433 Después de Pascua, el Espíritu Santo "convence al mundo en lo referente al pecado"


(Jn 16, 8-9), a saber, que el mundo no ha creído en el que el Padre ha enviado. Pero este mismo
Espíritu, que desvela el pecado, es el Consolador (cf Jn 15,26) que da al corazón del hombre
la gracia del arrepentimiento y de la conversión (cf Hch 2,36-38; Juan Pablo II, Dominum et
vivificantem, 27-48).

V. Diversas formas de penitencia en la vida cristiana

1434 La penitencia interior del cristiano puede tener expresiones muy variadas. La Escritura y
los Padres insisten sobre todo en tres formas: el ayuno, la oración, la
limosna (cf. Tb 12,8; Mt 6,1-18), que expresan la conversión con relación a sí mismo, con
relación a Dios y con relación a los demás. Junto a la purificación radical operada por el
Bautismo o por el martirio, citan, como medio de obtener el perdón de los pecados, los esfuerzos
realizados para reconciliarse con el prójimo, las lágrimas de penitencia, la preocupación por la
CATEQUESIS DEL PERDÓN Y LA RECONCILIACIÓN - 2017

salvación del prójimo (cf St 5,20), la intercesión de los santos y la práctica de la caridad "que
cubre multitud de pecados" (1 P 4,8).

1435 La conversión se realiza en la vida cotidiana mediante gestos de reconciliación, la atención


a los pobres, el ejercicio y la defensa de la justicia y del derecho (cf Am 5,24; Is1,17), por el
reconocimiento de nuestras faltas ante los hermanos, la corrección fraterna, la revisión de vida,
el examen de conciencia, la dirección espiritual, la aceptación de los sufrimientos, el padecer la
persecución a causa de la justicia. Tomar la cruz cada día y seguir a Jesús es el camino más
seguro de la penitencia (cf Lc 9,23).

1436 Eucaristía y Penitencia. La conversión y la penitencia diarias encuentran su fuente y su


alimento en la Eucaristía, pues en ella se hace presente el sacrificio de Cristo que nos reconcilió
con Dios; por ella son alimentados y fortificados los que viven de la vida de Cristo; "es el antídoto
que nos libera de nuestras faltas cotidianas y nos preserva de pecados mortales" (Concilio de
Trento: DS 1638).

1437 La lectura de la sagrada Escritura, la oración de la Liturgia de las Horas y del Padre
Nuestro, todo acto sincero de culto o de piedad reaviva en nosotros el espíritu de conversión y
de penitencia y contribuye al perdón de nuestros pecados.

1438 Los tiempos y los días de penitencia a lo largo del año litúrgico (el tiempo de Cuaresma,
cada viernes en memoria de la muerte del Señor) son momentos fuertes de la práctica
penitencial de la Iglesia (cf SC 109-110; CIC can. 1249-1253; CCEO 880-883). Estos tiempos
son particularmente apropiados para los ejercicios espirituales, las liturgias penitenciales, las
peregrinaciones como signo de penitencia, las privaciones voluntarias como el ayuno y la
limosna, la comunicación cristiana de bienes (obras caritativas y misioneras).

1439 El proceso de la conversión y de la penitencia fue descrito maravillosamente por Jesús en


la parábola llamada "del hijo pródigo", cuyo centro es "el padre misericordioso" (Lc15,11-24): la
fascinación de una libertad ilusoria, el abandono de la casa paterna; la miseria extrema en que
el hijo se encuentra tras haber dilapidado su fortuna; la humillación profunda de verse obligado
a apacentar cerdos, y peor aún, la de desear alimentarse de las algarrobas que comían los
cerdos; la reflexión sobre los bienes perdidos; el arrepentimiento y la decisión de declararse
culpable ante su padre, el camino del retorno; la acogida generosa del padre; la alegría del
padre: todos estos son rasgos propios del proceso de conversión. El mejor vestido, el anillo y el
banquete de fiesta son símbolos de esta vida nueva, pura, digna, llena de alegría que es la vida
del hombre que vuelve a Dios y al seno de su familia, que es la Iglesia. Sólo el corazón de
Cristo, que conoce las profundidades del amor de su Padre, pudo revelarnos el abismo de su
misericordia de una manera tan llena de simplicidad y de belleza.

VI. El sacramento de la Penitencia y de la Reconciliación

1440 El pecado es, ante todo, ofensa a Dios, ruptura de la comunión con Él. Al mismo tiempo,
atenta contra la comunión con la Iglesia. Por eso la conversión implica a la vez el perdón de

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CATEQUESIS DEL PERDÓN Y LA RECONCILIACIÓN – 2017

Dios y la reconciliación con la Iglesia, que es lo que expresa y realiza litúrgicamente el


sacramento de la Penitencia y de la Reconciliación (cf LG 11).

Sólo Dios perdona el pecado

1441 Sólo Dios perdona los pecados (cf Mc 2,7). Porque Jesús es el Hijo de Dios, dice de sí
mismo: "El Hijo del hombre tiene poder de perdonar los pecados en la tierra" (Mc 2,10) y ejerce
ese poder divino: "Tus pecados están perdonados" (Mc 2,5; Lc 7,48). Más aún, en virtud de su
autoridad divina, Jesús confiere este poder a los hombres (cf Jn 20,21-23) para que lo ejerzan
en su nombre.

1442 Cristo quiso que toda su Iglesia, tanto en su oración como en su vida y su obra, fuera el
signo y el instrumento del perdón y de la reconciliación que nos adquirió al precio de su sangre.
Sin embargo, confió el ejercicio del poder de absolución al ministerio apostólico, que está
encargado del "ministerio de la reconciliación" (2 Co 5,18). El apóstol es enviado "en nombre
de Cristo", y "es Dios mismo" quien, a través de él, exhorta y suplica: "Dejaos reconciliar con
Dios" (2 Co 5,20).

Reconciliación con la Iglesia

1443 Durante su vida pública, Jesús no sólo perdonó los pecados, también manifestó el efecto
de este perdón: a los pecadores que son perdonados los vuelve a integrar en la comunidad del
pueblo de Dios, de donde el pecado los había alejado o incluso excluido. Un signo manifiesto
de ello es el hecho de que Jesús admite a los pecadores a su mesa, más aún, Él mismo se
sienta a su mesa, gesto que expresa de manera conmovedora, a la vez, el perdón de Dios
(cf Lc 15) y el retorno al seno del pueblo de Dios (cf Lc 19,9).

1444 Al hacer partícipes a los Apóstoles de su propio poder de perdonar los pecados, el Señor
les da también la autoridad de reconciliar a los pecadores con la Iglesia. Esta dimensión eclesial
de su tarea se expresa particularmente en las palabras solemnes de Cristo a Simón Pedro: "A
ti te daré las llaves del Reino de los cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos,
y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos" (Mt16,19). "Consta que también el
colegio de los Apóstoles, unido a su cabeza, recibió la función de atar y desatar dada a Pedro
(cf Mt 18,18; 28,16-20)" LG 22).

1445 Las palabras atar y desatar significan: aquel a quien excluyáis de vuestra comunión, será
excluido de la comunión con Dios; aquel a quien que recibáis de nuevo en vuestra comunión,
Dios lo acogerá también en la suya. La reconciliación con la Iglesia es inseparable de la
reconciliación con Dios.
CATEQUESIS DEL PERDÓN Y LA RECONCILIACIÓN - 2017

El sacramento del perdón

1446 Cristo instituyó el sacramento de la Penitencia en favor de todos los miembros pecadores
de su Iglesia, ante todo para los que, después del Bautismo, hayan caído en el pecado grave y
así hayan perdido la gracia bautismal y lesionado la comunión eclesial. El sacramento de la
Penitencia ofrece a éstos una nueva posibilidad de convertirse y de recuperar la gracia de la
justificación. Los Padres de la Iglesia presentan este sacramento como "la segunda tabla (de
salvación) después del naufragio que es la pérdida de la gracia" (Concilio de Trento: DS 1542;
cf Tertuliano, De paenitentia 4, 2).

1447 A lo largo de los siglos, la forma concreta según la cual la Iglesia ha ejercido este poder
recibido del Señor ha variado mucho. Durante los primeros siglos, la reconciliación de los
cristianos que habían cometido pecados particularmente graves después de su Bautismo (por
ejemplo, idolatría, homicidio o adulterio), estaba vinculada a una disciplina muy rigurosa, según
la cual los penitentes debían hacer penitencia pública por sus pecados, a menudo, durante
largos años, antes de recibir la reconciliación. A este "orden de los penitentes" (que sólo
concernía a ciertos pecados graves) sólo se era admitido raramente y, en ciertas regiones, una
sola vez en la vida. Durante el siglo VII, los misioneros irlandeses, inspirados en la tradición
monástica de Oriente, trajeron a Europa continental la práctica "privada" de la Penitencia, que
no exigía la realización pública y prolongada de obras de penitencia antes de recibir la
reconciliación con la Iglesia. El sacramento se realiza desde entonces de una manera más
secreta entre el penitente y el sacerdote. Esta nueva práctica preveía la posibilidad de la
reiteración del sacramento y abría así el camino a una recepción regular del mismo. Permitía
integrar en una sola celebración sacramental el perdón de los pecados graves y de los pecados
veniales. A grandes líneas, esta es la forma de penitencia que la Iglesia practica hasta nuestros
días.

1448 A través de los cambios que la disciplina y la celebración de este sacramento han
experimentado a lo largo de los siglos, se descubre una misma estructura fundamental.
Comprende dos elementos igualmente esenciales: por una parte, los actos del hombre que se
convierte bajo la acción del Espíritu Santo, a saber, la contrición, la confesión de los pecados y
la satisfacción; y por otra parte, la acción de Dios por el ministerio de la Iglesia. Por medio del
obispo y de sus presbíteros, la Iglesia, en nombre de Jesucristo, concede el perdón de los
pecados, determina la modalidad de la satisfacción, ora también por el pecador y hace
penitencia con él. Así el pecador es curado y restablecido en la comunión eclesial.

1449 La fórmula de absolución en uso en la Iglesia latina expresa el elemento esencial de este
sacramento: el Padre de la misericordia es la fuente de todo perdón. Realiza la reconciliación
de los pecadores por la Pascua de su Hijo y el don de su Espíritu, a través de la oración y el
ministerio de la Iglesia:

«Dios, Padre misericordioso, que reconcilió consigo al mundo por la muerte y la resurrección
de su Hijo y derramó el Espíritu Santo para la remisión de los pecados, te conceda, por el

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CATEQUESIS DEL PERDÓN Y LA RECONCILIACIÓN – 2017

ministerio de la Iglesia, el perdón y la paz. Y yo te absuelvo de tus pecados en el nombre del


Padre y del Hijo y del Espíritu Santo» (Ritual de la Penitencia, 46. 55 ).

VII. Los actos del penitente

1450 "La penitencia mueve al pecador a soportarlo todo con el ánimo bien dispuesto; en su
corazón, contrición; en la boca, confesión; en la obra, toda humildad y fructífera satisfacción"
(Catecismo Romano 2,5,21; cf Concilio de Trento: DS 1673) .

La contrición

1451 Entre los actos del penitente, la contrición aparece en primer lugar. Es "un dolor del alma
y una detestación del pecado cometido con la resolución de no volver a pecar" (Concilio de
Trento: DS 1676).

1452 Cuando brota del amor de Dios amado sobre todas las cosas, la contrición se llama
"contrición perfecta"(contrición de caridad). Semejante contrición perdona las faltas veniales;
obtiene también el perdón de los pecados mortales, si comprende la firme resolución de recurrir
tan pronto sea posible a la confesión sacramental (cf Concilio de Trento: DS 1677).

1453 La contrición llamada "imperfecta" (o "atrición") es también un don de Dios, un impulso del
Espíritu Santo. Nace de la consideración de la fealdad del pecado o del temor de la condenación
eterna y de las demás penas con que es amenazado el pecador. Tal conmoción de la conciencia
puede ser el comienzo de una evolución interior que culmina, bajo la acción de la gracia, en la
absolución sacramental. Sin embargo, por sí misma la contrición imperfecta no alcanza el
perdón de los pecados graves, pero dispone a obtenerlo en el sacramento de la Penitencia (cf
Concilio de Trento: DS 1678, 1705).

1454 Conviene preparar la recepción de este sacramento mediante un examen de


concienciahecho a la luz de la Palabra de Dios. Para esto, los textos más aptos a este respecto
se encuentran en el Decálogo y en la catequesis moral de los evangelios y de las Cartas de los
Apóstoles: Sermón de la montaña y enseñanzas apostólicas (Rm 12-15; 1 Co 12-13; Ga 5; Ef4-
6).

La confesión de los pecados

1455 La confesión de los pecados (acusación), incluso desde un punto de vista simplemente
humano, nos libera y facilita nuestra reconciliación con los demás. Por la confesión, el hombre
se enfrenta a los pecados de que se siente culpable; asume su responsabilidad y, por ello, se
abre de nuevo a Dios y a la comunión de la Iglesia con el fin de hacer posible un nuevo futuro.
CATEQUESIS DEL PERDÓN Y LA RECONCILIACIÓN - 2017

1456 La confesión de los pecados hecha al sacerdote constituye una parte esencial del
sacramento de la Penitencia: "En la confesión, los penitentes deben enumerar todos los
pecados mortales de que tienen conciencia tras haberse examinado seriamente, incluso si estos
pecados son muy secretos y si han sido cometidos solamente contra los dos últimos
mandamientos del Decálogo (cf Ex 20,17; Mt 5,28), pues, a veces, estos pecados hieren más
gravemente el alma y son más peligrosos que los que han sido cometidos a la vista de todos"
(Concilio de Trento: DS 1680):

«Cuando los fieles de Cristo se esfuerzan por confesar todos los pecados que recuerdan, no se
puede dudar que están presentando ante la misericordia divina para su perdón todos los
pecados que han cometido. "Quienes actúan de otro modo y callan conscientemente algunos
pecados, no están presentando ante la bondad divina nada que pueda ser perdonado por
mediación del sacerdote. Porque si el enfermo se avergüenza de descubrir su llaga al médico,
la medicina no cura lo que ignora" (Concilio de Trento: DS 1680; cf San
Jerónimo, Commentarius in Ecclesiasten 10, 11).

1457 Según el mandamiento de la Iglesia "todo fiel llegado a la edad del uso de razón debe
confesar, al menos una vez la año, fielmente sus pecados graves" (CIC can. 989; cf. DS 1683;
1708). "Quien tenga conciencia de hallarse en pecado grave que no comulgue el Cuerpo del
Señor sin acudir antes a la confesión sacramental (cf DS 1647, 1661) a no ser que concurra un
motivo grave y no haya posibilidad de confesarse; y, en este caso, tenga presente que está
obligado a hacer un acto de contrición perfecta, que incluye el propósito de confesarse cuanto
antes" (CIC can. 916; CCEO can. 711). Los niños deben acceder al sacramento de la Penitencia
antes de recibir por primera vez la Sagrada Comunión (CIC can. 914).

1458 Sin ser estrictamente necesaria, la confesión de los pecados veniales, sin embargo, se
recomienda vivamente por la Iglesia (cf Concilio de Trento: DS 1680; CIC 988, §2). En efecto,
la confesión habitual de los pecados veniales ayuda a formar la conciencia, a luchar contra las
malas inclinaciones, a dejarse curar por Cristo, a progresar en la vida del Espíritu. Cuando se
recibe con frecuencia, mediante este sacramento, el don de la misericordia del Padre, el
creyente se ve impulsado a ser él también misericordioso (cf Lc 6,36):

«Quien confiesa y se acusa de sus pecados hace las paces con Dios. Dios reprueba tus
pecados. Si tú haces lo mismo, te unes a Dios. Hombre y pecador son dos cosas distintas;
cuando oyes, hombre, oyes lo que hizo Dios; cuando oyes, pecador, oyes lo que el mismo
hombre hizo. Deshaz lo que hiciste para que Dios salve lo que hizo. Es preciso que aborrezcas
tu obra y que ames en ti la obra de Dios Cuando empiezas a detestar lo que hiciste, entonces
empiezan tus buenas obras buenas, porque repruebas las tuyas malas. [...] Practicas la verdad
y vienes a la luz» (San Agustín, In Iohannis Evangelium tractatus 12, 13).

La satisfacción

1459 Muchos pecados causan daño al prójimo. Es preciso hacer lo posible para repararlo (por
ejemplo, restituir las cosas robadas, restablecer la reputación del que ha sido calumniado,

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CATEQUESIS DEL PERDÓN Y LA RECONCILIACIÓN – 2017

compensar las heridas). La simple justicia exige esto. Pero además el pecado hiere y debilita al
pecador mismo, así como sus relaciones con Dios y con el prójimo. La absolución quita el
pecado, pero no remedia todos los desórdenes que el pecado causó (cf Concilio de Trento: DS
1712). Liberado del pecado, el pecador debe todavía recobrar la plena salud espiritual. Por
tanto, debe hacer algo más para reparar sus pecados: debe "satisfacer" de manera apropiada
o "expiar" sus pecados. Esta satisfacción se llama también "penitencia".

1460 La penitencia que el confesor impone debe tener en cuenta la situación personal del
penitente y buscar su bien espiritual. Debe corresponder todo lo posible a la gravedad y a la
naturaleza de los pecados cometidos. Puede consistir en la oración, en ofrendas, en obras de
misericordia, servicios al prójimo, privaciones voluntarias, sacrificios, y sobre todo, la aceptación
paciente de la cruz que debemos llevar. Tales penitencias ayudan a configurarnos con Cristo
que, el Único, expió nuestros pecados (Rm 3,25; 1 Jn 2,1-2) una vez por todas. Nos permiten
llegar a ser coherederos de Cristo resucitado, "ya que sufrimos con él" (Rm8,17; cf Concilio de
Trento: DS 1690):

«Pero nuestra satisfacción, la que realizamos por nuestros pecados, sólo es posible por medio
de Jesucristo: nosotros que, por nosotros mismos, no podemos nada, con la ayuda "del que nos
fortalece, lo podemos todo" (Flp 4,13). Así el hombre no tiene nada de que pueda gloriarse sino
que toda "nuestra gloria" está en Cristo [...] en quien nosotros satisfacemos "dando frutos dignos
de penitencia" (Lc 3,8) que reciben su fuerza de Él, por Él son ofrecidos al Padre y gracias a Él
son aceptados por el Padre (Concilio de Trento: DS 1691).

VIII. El ministro de este sacramento

1461 Puesto que Cristo confió a sus Apóstoles el ministerio de la reconciliación (cf Jn 20,23; 2
Co 5,18), los obispos, sus sucesores, y los presbíteros, colaboradores de los obispos, continúan
ejerciendo este ministerio. En efecto, los obispos y los presbíteros, en virtud del sacramento del
Orden, tienen el poder de perdonar todos los pecados "en el nombre del Padre y del Hijo y del
Espíritu Santo".

1462 El perdón de los pecados reconcilia con Dios y también con la Iglesia. El obispo, cabeza
visible de la Iglesia particular, es considerado, por tanto, con justo título, desde los tiempos
antiguos, como el que tiene principalmente el poder y el ministerio de la reconciliación: es el
moderador de la disciplina penitencial (LG 26). Los presbíteros, sus colaboradores, lo ejercen
en la medida en que han recibido la tarea de administrarlo, sea de su obispo (o de un superior
religioso) sea del Papa, a través del derecho de la Iglesia (cf CIC can 844; 967-969, 972; CCEO
can. 722,3-4).
CATEQUESIS DEL PERDÓN Y LA RECONCILIACIÓN - 2017

1463 «Ciertos pecados particularmente graves están sancionados con la excomunión, la pena
eclesiástica más severa, que impide la recepción de los sacramentos y el ejercicio de ciertos
actos eclesiásticos (cf CIC can 1331; CCEO can 1420), y cuya absolución, por consiguiente,
sólo puede ser concedida, según el derecho de la Iglesia, por el Papa, por el obispo del lugar,
o por sacerdotes autorizados por ellos (cf CIC can 1354-1357; CCEO can. 1420). En caso de
peligro de muerte, todo sacerdote, aun el que carece de la facultad de oír confesiones, puede
absolver de cualquier pecado y de toda excomunión» (cf CIC can 976; para la absolución de los
pecados, CCEO can. 725).

1464 Los sacerdotes deben alentar a los fieles a acceder al sacramento de la Penitencia y
deben mostrarse disponibles a celebrar este sacramento cada vez que los cristianos lo pidan
de manera razonable (cf CIC can. 986; CCEO, can 735; PO 13).

1465 Cuando celebra el sacramento de la Penitencia, el sacerdote ejerce el ministerio del Buen
Pastor que busca la oveja perdida, el del Buen Samaritano que cura las heridas, del Padre que
espera al hijo pródigo y lo acoge a su vuelta, del justo Juez que no hace acepción de personas
y cuyo juicio es a la vez justo y misericordioso. En una palabra, el sacerdote es el signo y el
instrumento del amor misericordioso de Dios con el pecador.

1466 El confesor no es dueño, sino el servidor del perdón de Dios. El ministro de este
sacramento debe unirse a la intención y a la caridad de Cristo (cf PO 13). Debe tener un
conocimiento probado del comportamiento cristiano, experiencia de las cosas humanas, respeto
y delicadeza con el que ha caído; debe amar la verdad, ser fiel al magisterio de la Iglesia y
conducir al penitente con paciencia hacia su curación y su plena madurez. Debe orar y hacer
penitencia por él confiándolo a la misericordia del Señor.

1467 Dada la delicadeza y la grandeza de este ministerio y el respeto debido a las personas, la
Iglesia declara que todo sacerdote que oye confesiones está obligado a guardar un secreto
absoluto sobre los pecados que sus penitentes le han confesado, bajo penas muy severas (CIC
can. 983-984. 1388, §1; CCEO can 1456). Tampoco puede hacer uso de los conocimientos que
la confesión le da sobre la vida de los penitentes. Este secreto, que no admite excepción, se
llama "sigilo sacramental", porque lo que el penitente ha manifestado al sacerdote queda
"sellado" por el sacramento.

IX. Los efectos de este sacramento

1468 "Toda la fuerza de la Penitencia consiste en que nos restituye a la gracia de Dios y nos
une con Él con profunda amistad" (Catecismo Romano, 2, 5, 18). El fin y el efecto de este
sacramento son, pues, la reconciliación con Dios. En los que reciben el sacramento de la
Penitencia con un corazón contrito y con una disposición religiosa, "tiene como resultado la paz
y la tranquilidad de la conciencia, a las que acompaña un profundo consuelo espiritual" (Concilio
de Trento: DS 1674). En efecto, el sacramento de la reconciliación con Dios produce una
verdadera "resurrección espiritual", una restitución de la dignidad y de los bienes de la vida de
los hijos de Dios, el más precioso de los cuales es la amistad de Dios (Lc15,32).

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CATEQUESIS DEL PERDÓN Y LA RECONCILIACIÓN – 2017

1469 Este sacramento reconcilia con la Iglesia al penitente. El pecado menoscaba o rompe la
comunión fraterna. El sacramento de la Penitencia la repara o la restaura. En este sentido, no
cura solamente al que se reintegra en la comunión eclesial, tiene también un efecto vivificante
sobre la vida de la Iglesia que ha sufrido por el pecado de uno de sus miembros (cf 1 Co 12,26).
Restablecido o afirmado en la comunión de los santos, el pecador es fortalecido por el
intercambio de los bienes espirituales entre todos los miembros vivos del Cuerpo de Cristo,
estén todavía en situación de peregrinos o que se hallen ya en la patria celestial (cf LG 48-50):

«Pero hay que añadir que tal reconciliación con Dios tiene como consecuencia, por así decir,
otras reconciliaciones que reparan las rupturas causadas por el pecado: el penitente perdonado
se reconcilia consigo mismo en el fondo más íntimo de su propio ser, en el que recupera la
propia verdad interior; se reconcilia con los hermanos, agredidos y lesionados por él de algún
modo; se reconcilia con la Iglesia, se reconcilia con toda la creación» (Juan Pablo II, Exhort.
Apost. Reconciliatio et paenitentita, 31).

1470 En este sacramento, el pecador, confiándose al juicio misericordioso de Dios, anticipa en


cierta manera el juicio al que será sometido al fin de esta vida terrena. Porque es ahora, en esta
vida, cuando nos es ofrecida la elección entre la vida y la muerte, y sólo por el camino de la
conversión podemos entrar en el Reino del que el pecado grave nos aparta (cf 1
Co 5,11; Ga 5,19-21; Ap 22,15). Convirtiéndose a Cristo por la penitencia y la fe, el pecador
pasa de la muerte a la vida "y no incurre en juicio" (Jn 5,24).

X. Las indulgencias:

1471 La doctrina y la práctica de las indulgencias en la Iglesia están estrechamente ligadas a


los efectos del sacramento de la Penitencia.

Qué son las indulgencias

"La indulgencia es la remisión ante Dios de la pena temporal por los pecados, ya perdonados
en cuanto a la culpa, que un fiel dispuesto y cumpliendo determinadas condiciones consigue
por mediación de la Iglesia, la cual, como administradora de la redención, distribuye y aplica
con autoridad el tesoro de las satisfacciones de Cristo y de los santos" (Pablo VI, Const.
ap. Indulgentiarum doctrina, normas 1).

"La indulgencia es parcial o plenaria según libere de la pena temporal debida por los pecados
en parte o totalmente" (Indulgentiarum doctrina, normas 2). "Todo fiel puede lucrar para sí
mismo o aplicar por los difuntos, a manera de sufragio, las indulgencias tanto parciales como
plenarias" (CIC can 994).

Las penas del pecado:


CATEQUESIS DEL PERDÓN Y LA RECONCILIACIÓN - 2017

1472 Para entender esta doctrina y esta práctica de la Iglesia es preciso recordar que el
pecado tiene una doble consecuencia. El pecado grave nos priva de la comunión con Dios y
por ello nos hace incapaces de la vida eterna, cuya privación se llama la "pena eterna" del
pecado. Por otra parte, todo pecado, incluso venial, entraña apego desordenado a las criaturas
que es necesario purificar, sea aquí abajo, sea después de la muerte, en el estado que se llama
Purgatorio. Esta purificación libera de lo que se llama la "pena temporal" del pecado. Estas dos
penas no deben ser concebidas como una especie de venganza, infligida por Dios desde el
exterior, sino como algo que brota de la naturaleza misma del pecado. Una conversión que
procede de una ferviente caridad puede llegar a la total purificación del pecador, de modo que
no subsistiría ninguna pena (cf Concilio de Trento: DS 1712-13; 1820).

1473 El perdón del pecado y la restauración de la comunión con Dios entrañan la remisión de
las penas eternas del pecado. Pero las penas temporales del pecado permanecen. El cristiano
debe esforzarse, soportando pacientemente los sufrimientos y las pruebas de toda clase y,
llegado el día, enfrentándose serenamente con la muerte, por aceptar como una gracia estas
penas temporales del pecado; debe aplicarse, tanto mediante las obras de misericordia y de
caridad, como mediante la oración y las distintas prácticas de penitencia, a despojarse
completamente del "hombre viejo" y a revestirse del "hombre nuevo" (cf. Ef 4,24).

En la comunión de los santos

1474 El cristiano que quiere purificarse de su pecado y santificarse con ayuda de la gracia de
Dios no se encuentra solo. "La vida de cada uno de los hijos de Dios está ligada de una manera
admirable, en Cristo y por Cristo, con la vida de todos los otros hermanos cristianos, en la unidad
sobrenatural del Cuerpo místico de Cristo, como en una persona mística" (Pablo VI, Const.
ap. Indulgentiarum doctrina, 5).

1475 En la comunión de los santos, por consiguiente, "existe entre los fieles, tanto entre quienes
ya son bienaventurados como entre los que expían en el purgatorio o los que que peregrinan
todavía en la tierra, un constante vínculo de amor y un abundante intercambio de todos los
bienes" (Ibíd). En este intercambio admirable, la santidad de uno aprovecha a los otros, más
allá del daño que el pecado de uno pudo causar a los demás. Así, el recurso a la comunión de
los santos permite al pecador contrito estar antes y más eficazmente purificado de las penas
del pecado.

1476 Estos bienes espirituales de la comunión de los santos, los llamamos también el tesoro
de la Iglesia, "que no es suma de bienes, como lo son las riquezas materiales acumuladas en
el transcurso de los siglos, sino que es el valor infinito e inagotable que tienen ante Dios las
expiaciones y los méritos de Cristo nuestro Señor, ofrecidos para que la humanidad quedara
libre del pecado y llegase a la comunión con el Padre. Sólo en Cristo, Redentor nuestro, se
encuentran en abundancia las satisfacciones y los méritos de su redención " (Indulgentiarum
doctrina, 5).

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CATEQUESIS DEL PERDÓN Y LA RECONCILIACIÓN – 2017

1477 "Pertenecen igualmente a este tesoro el precio verdaderamente inmenso,


inconmensurable y siempre nuevo que tienen ante Dios las oraciones y las buenas obras de la
Bienaventurada Virgen María y de todos los santos que se santificaron por la gracia de Cristo,
siguiendo sus pasos, y realizaron una obra agradable al Padre, de manera que, trabajando en
su propia salvación, cooperaron igualmente a la salvación de sus hermanos en la unidad del
Cuerpo místico" (Indulgentiarum doctrina, 5).

La indulgencia de Dios se obtiene por medio de la Iglesia:

1478 Las indulgencias se obtienen por la Iglesia que, en virtud del poder de atar y desatar que
le fue concedido por Cristo Jesús, interviene en favor de un cristiano y le abre el tesoro de los
méritos de Cristo y de los santos para obtener del Padre de la misericordia la remisión de las
penas temporales debidas por sus pecados. Por eso la Iglesia no quiere solamente acudir en
ayuda de este cristiano, sino también impulsarlo a hacer a obras de piedad, de penitencia y de
caridad (cf Indulgentiarum doctrina, 8; Concilio. de Trento: DS 1835).

1479 Puesto que los fieles difuntos en vía de purificación son también miembros de la misma
comunión de los santos, podemos ayudarles, entre otras formas, obteniendo para ellos
indulgencias, de manera que se vean libres de las penas temporales debidas por sus pecados.

XI. La celebración del sacramento de la Penitencia:

1480 Como todos los sacramentos, la Penitencia es una acción litúrgica. Ordinariamente los
elementos de su celebración son: saludo y bendición del sacerdote, lectura de la Palabra de
Dios para iluminar la conciencia y suscitar la contrición, y exhortación al arrepentimiento; la
confesión que reconoce los pecados y los manifiesta al sacerdote; la imposición y la aceptación
de la penitencia; la absolución del sacerdote; alabanza de acción de gracias y despedida con la
bendición del sacerdote.

1481 La liturgia bizantina posee expresiones diversas de absolución, en forma deprecativa, que
expresan admirablemente el misterio del perdón: "Que el Dios que por el profeta Natán perdonó
a David cuando confesó sus pecados, y a Pedro cuando lloró amargamente y a la pecadora
cuando derramó lágrimas sobre sus pies, y al publicano, y al pródigo, que este mismo Dios, por
medio de mí, pecador, os perdone en esta vida y en la otra y que os haga comparecer sin
condenaros en su temible tribunal. El que es bendito por los siglos de los siglos. Amén"
(Eulógion to méga [Atenas 1992] p. 222).

1482 El sacramento de la Penitencia puede también celebrarse en el marco de una celebración


comunitaria, en la que los penitentes se preparan a la confesión y juntos dan gracias por el
perdón recibido. Así la confesión personal de los pecados y la absolución individual están
insertadas en una liturgia de la Palabra de Dios, con lecturas y homilía, examen de conciencia
dirigido en común, petición comunitaria del perdón, rezo del Padre Nuestro y acción de gracias
CATEQUESIS DEL PERDÓN Y LA RECONCILIACIÓN - 2017

en común. Esta celebración comunitaria expresa más claramente el carácter eclesial de la


penitencia. En todo caso, cualquiera que sea la manera de su celebración, el sacramento de la
Penitencia es siempre, por su naturaleza misma, una acción litúrgica, por tanto, eclesial y
pública (cf SC 26-27).

1483 En casos de necesidad grave se puede recurrir a la celebración comunitaria de la


reconciliación con confesión general y absolución general. Semejante necesidad grave puede
presentarse cuando hay un peligro inminente de muerte sin que el sacerdote o los sacerdotes
tengan tiempo suficiente para oír la confesión de cada penitente. La necesidad grave puede
existir también cuando, teniendo en cuenta el número de penitentes, no hay bastantes
confesores para oír debidamente las confesiones individuales en un tiempo razonable, de
manera que los penitentes, sin culpa suya, se verían privados durante largo tiempo de la gracia
sacramental o de la sagrada comunión.

En este caso, los fieles deben tener, para la validez de la absolución, el propósito de confesar
individualmente sus pecados graves en su debido tiempo (CIC can 962, §1). Al obispo
diocesano corresponde juzgar si existen las condiciones requeridas para la absolución general
(CIC can 961, §2). Una gran concurrencia de fieles con ocasión de grandes fiestas o de
peregrinaciones no constituyen por su naturaleza ocasión de la referida necesidad grave.
(cf CIC can 962, §1, 2)

1484 "La confesión individual e íntegra y la absolución continúan siendo el único modo ordinario
para que los fieles se reconcilien con Dios y la Iglesia, a no ser que una imposibilidad física o
moral excuse de este modo de confesión" (Ritual de la Penitencia, Prenotandos 31). Y esto se
establece así por razones profundas. Cristo actúa en cada uno de los sacramentos. Se dirige
personalmente a cada uno de los pecadores: "Hijo, tus pecados están perdonados" (Mc 2,5);
es el médico que se inclina sobre cada uno de los enfermos que tienen necesidad de él
(cf Mc 2,17) para curarlos; los restaura y los devuelve a la comunión fraterna. Por tanto, la
confesión personal es la forma más significativa de la reconciliación con Dios y con la Iglesia.

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