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Prologo:

Cicerone (guía de museo)


Señores voy a contarles las extraordinarias e inauditas aventuras del hijo de Juan
= bar Jona, el hijo del trueno (Juan evangelista, hermano de Santiago, ambos hij
os del trueno, Zebedeo).
La historia se desenvuelve cuando los romanos dominan Judea. Espero les interese
.
Mientras voy narrando ustedes pueden imaginar los cuadros que están detrás de mí. Eso
les puede ayudar a representarse las cosas tal como sucedieron. Gócenlas, por favo
r. Comenzamos.
Señores, comencemos con un prologo.
Soy ciego por accidente, pero antes de quedar ciego he contemplado mil veces las
imágenes que ustedes van a mirar. Me las se de memoria, pues mi padre también era c
icerone y me heredo el cargo.
Se lo que esta detrás mi, y que señalo con el puntero, representa a María de Nazaret.
Un Ángel viene a anunciarle que va a tener un hijo, y que ese hijo será Jesús, nuestro
Señor.
Un ángel inmenso, con alas como dos arco iris. ¿Pueden verlo? Yo ya no lo veo, pero
aun lo miro en mi mente. Se le ha colado como una inundación en la humilde casita
de María, y la llena con la fluidez de su cuerpo sagrado y su gran veste ondulante
.
Si observan con atención el grabado, notaran que se ven muebles en la casa, a través
del cuerpo del Ángel. Se ha querido así subrayar la transparencia angélica.
El Ángel está ante María. Ella apenas lo mira. María reflexiona. El Ángel no ha tenido que
desatar su voz semejante a la del huracán. Ni siquiera ha tenido la necesidad de
hablar… Ya María lo presentía en su propia carne.
Ahora, el Ángel está delante de María. Y ella, como bosque denso y sombrío de noche, per
mite que se adentre en sí misma la Buena Nueva, semejante a un viajero que se extr
avía en la espesura. María está, como si fuera ella misma el bosque, inundada de aveci
llas y de profundo rumor de follaje. Una multitud de ideas sin palabras se despi
ertan en ella. Penosos pensamientos de madre que saborea el dolor.
Contemplamos al Ángel, que está como en suspenso, frente a estos pensamientos demasi
ado humanos: le duele haber sido Ángel, ya que los Ángeles no pueden nacer ni sufrir
. Y esta mañana de anunciación, ante los ojos maravillados de un Ángel, es la festivid
ad de los hombres. Porque ahora le corresponde al hombre ser sagrado. Señores, obs
erven bien la imagen, y ¡adelante con la música.
Ha concluido el prologo.
La historia comenzará nueve meses mas tarde, el 24 de diciembre, en las altas mont
añas de Judea. (Música, nueva imagen)
NACIMIENTO (pp. 84 y ss.)
Cicerone:
Señores, me he abstenido de aparecer durante las escenas que acaban ustedes de con
templar, para dejar que los acontecimientos se encadenen por si mismos.
Vean ustedes. Cómo se urde fuertemente la intriga. Observen allá a Bar Jona, corrien
do por la montaña para matar a Cristo.
Hagamos una pausa mientras todos los personajes anda de camino: unos por los cam
inos de arriero, otros por las veredas de las cabras. La montaña hormiguea de homb
res jubilosos, y el viento lleva hasta la cima el eco de algarabía.
Aprovecho la pausa para mostrarles a Cristo en el establo, pues no lo verán de otr
a manera: el no aparece en la recamara, ni José, ni la virgen María. Pero como hoy e
s navidad, tienen ustedes derecho de exigir que se les muestre el pesebre.
Helo aquí.
Allí tienen ustedes a la virgen, y a José, y al niño Jesús. Todo el amor del artista está
puesto allí en ese dibujo, pero, tal vez les parezca a ustedes ingenuo.
Mírenlos. Que bellas vestimentas traen los actores, pero están rígidas, se diría que son
marionetas. Ciertamente no lo eran. Si ustedes tuvieran los ojos cerrados como
yo… pero, observen. No hay más que cerrar los ojos para escuchar lo que voy a narrar
les, cómo los contemplo yo en mi interior.
La virgen esta palida, contempla al niño. Lo que habría que pintar en sus rostros es
un asombro y un ansia, como no se ha visto más que una vez en rostro humano. Porq
ue Cristo es su hijo, carne de su carne y fruto de sus entrañas. Lo ha llevado nue
ve meses. Le dará el pecho, y su leche llegará a ser la sangre de Dios. Lo estrecha
entre sus brazos y le dice: ¡Hijito! Otras veces, permanece como en suspenso y con
sidera: allí está Dios, y se siente presa de un temor religioso ante este Dios calla
dito, frente a este Niño que impone.
Porque no hay madre que no haya tenido momentos que repose ante ese trozo rebeld
e de su carne,-que es hijo suyo-, y que no se haya sentido como expulsada de esa
nueva vida, que ha brotado de su propia vida, y que se puebla de extraños presagi
os.
Más, ningún hijo ha sido arrancado de su madre tan rápida ni tan cruelmente, pues Él es
Dios, y supera con mucho, todo lo que Ella pudiera imaginar. Dura prueba para un
a madre… Avergonzarse de sí misma y de su condición humana, frente a su propio hijo.
Pero, yo creo que también hay otros momentos fluidos y fugaces en los que Ella sie
nte al mismo tiempo, que Cristo es su hijo, su ‘bebito’, todo suyo, y que ese niño es
Dios. Entonces lo mira y piensa: “ESTE NIÑO ES MI HIJO, ESTA CARNE DIVINA ES CARNE M
IA. ESTA HECHA DE MI CARNE. TIENE MIS OJOS. LA FORMA DE SUS BOQUITA ES LA FORMA
DE LA MIA. SE PARECE A MI. ES MI DIOS, Y SE PARECE A MI”.
Ninguna mujer ha sido tan afortunada de tener a Dios sólo para ella. Un Dios pequeñi
to al que puede estrechar en los brazos y cubrir de besos. Un Dios calientito qu
e sonríe y que respira. Un Dios al cual se puede tocar y a quien se le puede ver.
Si yo fuese pintor, en ese preciso momento quisiera yo pintar a María. Yo me esfor
zaría por darle un aire de audaz ternura y de timidez, con el que avanza su dedo p
ara tocar la sueve pielecita de ese Niño-Dios cuyo tibio peso experimenta en sus r
odillas, y que le sonríe a ella nada más.
Y eso es todo, en cuanto a Jesús y a la virgen María.
¿Y, José…?
A José no lo voy a pintar. No mostraré más que una sombra al fondo del establo y dos o
jos brillantes. Pues no sabría que decir de José, y José no sabría que decir de sí mismo.
El adora, es feliz adorando, se siente como arrobado. Hasta pienso que sufre, si
n quererlo reconocer. Sufre porque ve cuanto se parece a Dios la mujer que él ama
y cuan adentrada está ya en Dios… Porque Dios ha explotado como bomba en la intimida
d de esta familia. José y María se ven separados para adelante, por este incendio de
claridad. Y me imagino que, en el futuro, la vida entera de José va a ser únicament
e para aprender a aceptar.
Señoras, no tengo mas que añadir sobre la sagrada familia…

Jean Paul Sartre


barjona

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