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DARCY

RIBEIRO·
CIVILIZACION
y
CREATIVIDAD

Vivimos, como el resto del planeta, una coyuntura postura nostálgica de defensa de valores humanos que sólo florece-
decisiva y mortal, huérfanos de pasado y con un rían en las sociedades dependientes y atrasadas.
futuro por inventar. La historia universal es la tarea Lo mismo ocurre con algunas nociones conexas a la de relativis-
común. y nuestro laberinto, el de todos los hombres.
OClavio Paz mo cultural, tal como el concepto de singularidad u originalidad de
las culturas y civilizaciones. En muchos textos, éste asume implícita
o explícitamente la forma de dos discriminaciones valorativas.
Primero, la tendencia a atribuir a ciertas sociedades y culturas
calidades dinámicas perentorias que las tomarían más susceptibles
El estudio de los modos y las circunstancias en que se ejerce la de progreso continuado; y a otras, calidades opuestas de apatía y
creatividad cultural en las Américas, exige un examen crítico desinterés en lo material que conllevaría al atraso resignado.
previo de algunos conceptos, especialmente las nociones de relat i- Segundo, la propensión a impregnar instancias de la evolución
vismo cultural, de autenticidad y de funcionalidad, tal como son humana de atributos ideológicos supuestamente inherentes a cier-
habitualmente utilizados por los antropólogos. tos pueblos o civilizaciones; más concretamente, a la "civi(jzación
En su acepción corriente, el concepto de relativislllo cultural sc europea, occidental y cristiana".
refiere a la idea de que las culturas, siendo entcs individualcs, y El primer orden de discriminación no tiene en cuenta el hecho
únicos, están cargadas de calidades singulares quc las tornan de que los europeo que protagonizaron los últimos procesos
insuceptibles de comparación valorativa. Contraponcr una cultura civüizatorios l habían sido, a lo largo de milenios, pueblos en nada
tribal a otra o a una civilización, o comparar dos civilizacioncs destacados por su creatividad cultural. Y que al contrario, muchos
entre sí, sería como oponer valorativamente un conejo a una pueblos sumergidos hoy día en la dependencia y el subdesarrollo
gallina, o ambos a un rinoceronte. Ninguno de ellos sería Illcjor o florecieron en el pasado como altas civilizaciones autónomas. El
peor que el otro, no teniendo cabida en el caso cualquier juicio de segundo orden de discriminación conduce a la ingenuidad de tratar
valor. cienos elementos de la tecnología moderna como si fueran logros
El razonamiento es sutil porque destaca calidades reales de las intrínsicamente europeos. Dentro de esta perspectiva, las máquinas
construcciones culturales y generoso porque enaltece las culturas a vapor o los motores a explosión corresponderían más bien a
más simples en relación a las más complejas. Y también porquc, al hazaí'ias espectaculares del hombre blanco a instancias necesarias de
etnocentrismo arraigado en toda sociedad humana, opone una la evolución humana que, al no haber ocurrido a1l1, habn'an
comprensión solidaria y niveladora. Pero es lamentablemente un surgido en alguna otra parte. En virtud de ello, en muchos textos,
razonamiento cuestionable porque la conclusión que se extrae de el vapor, el carbón o la gasolina aparecen tan impregnados de
él es que las culturas no son superiores ni inferiores, sino distintas. europeidad que pasan a ser vistos como entes occidentes y
La verdad es que esto no les impide ser, según criterios objetivos, cristianos.
más o menos desarrollados. Una actitud más crítica respecto de estas cuestiones llevaría a
Los argumentos utilizados para sostener la tesis del relativismo ponderar que el desarrollo cultural no es tan relativo ni imposible
cultural se basan en la imposibilidad de hacer comparaciones de ser comparado como se hace creer. Al contrario, a lo largo de
Y:llorativas entre distintos rituales religiosos, gustos culinarios, toda la existencia humana, encontramos las sociedades concretas
estilos artísticos, normas de conducta, etcétera. Sin embargo, los enmarcadas en determinadas formaciones económico-sociales, es
antropólogos ponen tanto empeño en demostrar la imposibilidad decir en ciertas etapas de una progresión evolutiva. Tales formacio-
de juzgar valorativamente los componentes de la cultura que se nes son comparables unas con las otras, pudiendo ser objetiva-
olvidan que eso es perfectamente factible en relación a la eficacia mente clasificadas como iguales, superiores o inferiores. O sea,
económica de las técnicas productivas, por ejemplo. Olvidan, por comparables por lo menos respecto a las calidades de eficacia de su
igual, los vínculos complejos pero innegables existentes entre los modo de adaptación a la naturaleza para proveer la subsistencia; a
niveles de desarrollo tecnológico-productivo, las formas de organi- la amplitud de las relaciones de mutualidad dentro de la estructu-
zación social y los grados de racionalidad de la visión del mundo. ras sociales en que se integran las respectivas poblaciones; y al
. Esta combinación delicada de observaciones sutiles, de aprecia- grado de racionalidad de sus interpretaciones simbólicas del mun-
CIones generosas y de puntos ciegos hacen de la noción de do.
relativismo cultural una forma de inducir actitudes conformistas. Además de explicativa, esta comprensión es también más di-
En efecto, la defensa del derecho inalienable de las sociedades más námica porque admite que la posición en que se encuentra una
sencillas de mantener sus culturas se convierte a través de esta sociedad no corresponde a sus calidades innatas o a calidades
ideología, en una apreciación refinada de lo ;rcaico y en una inmutables de su cultura, sino a circunstancias susceptibles de

• Brasileño. Antropólogo, maestro de Educación y Cultura


~lualmen~e está en e~ Instituto de Estudios Internacionales de'
elaUn¡versldad de ~~e:. Este trabajo forma parte de un ensayo
UNborado para la DlVl~on de Estudios de las Culturas de la
d''H~SC.O y fU~ pubbcado originalmente en los Cahiers
Istolre Mondzale. U47
é tas, ualquier ociedad puede experi- correspondencia funcional entre sus partes;-el todo exhibe caracte·
logra in orp rar a su cultura elemen-
o
rísticas fisionómicas que distinguen una cultura de otra, y rasgos
te 'n61 gi o·produ ti o que, más que rasgos de estilísticos que se imprimen tanto en las personalidades como en
-u Iqul r , fonna p rte, ho día, del patrimonio del sus creaciones, haciéndolas únicas e inconfundibles.
bcr hun n . Empero, con frecuencia se generalizan estas apreciaciones, inspi·
ntro de e tn I 'n, de exi tencia y en las radas en ciertas calidades de las culturas tribales autónomas, como
o untur en que un pueblo e rela·j na on 1 s demás y si se pudiese aftrmar que todas las culturas -incluso las más
pcrll1lCllt IJ trInucn la de los pr e ivilizatorios actuantes complejas- son éminentemente genuinas y auténticas. Aquí nos
lile d b(lIlOs bu ';Ir e pllC3 1 ne para su nivel de d arrollo, y no encontramos con una impregnación de preconceptos sutiles, filtra,
eJl 'llpll )tJ . hd~ld $Jn'lIlare de)'U ·uitura. dos a través de la noción de relativismo cultural, según los cuales
Sm elllba 'u, C JIC'C 'IrIU retener de la noci' n de relativismo cada cultura sería un ente singular, en q~ secristaliza la vivencia
ultul;ll )U I 'Ión" itl';I on n: -pel:t :.J las f rmas presentes de de un pueblo, siendo por esto todas sus partes dignas de acata·
1\1\11 n I h ho, nuda m. ab urdo que tomarla como miento como creaciones genuinas. En verdad, esta postura escamo·
.,1b.lda o tcnnlll:t!c del de aIT 110 humano, como tea el hecho de que cada cultura es producto de vicisitudes que
,d :lblo pur )i 1111 111:1 , nlCJurC) mientra má moder- necesariamente la deforman, operando como obstáculos a su
fU" ;¡n/,Hb, o $011 fl)rnl.1S ¡¡,abuda porquc r presentan creatividad plena y a su desarrollo autónomo. -
moti filo) tle un Iar'u i '1110 pro' o dc aulut r~lOsriguraci' n del Es de suponer que un pueblo, manteniéndose en condiciones de
hllmb" ' de 1'1 (ullur.1 que 'UlltlJllIlHá opcrund en el tiempo. o aislamiento, tenga mayores posibilidades de elaborar cuerpos cultu-
10011 mlf 111 .. lIlCllle de ahlc purqu r -pr 'scnlan l1l;í bien vicisi- rales integrados. Sin embargo, aun en estas condiciones, pueden
tud' de UII pfl 'Clioll m.í "111 nos espollliÍn 'o que la realización de producirse construcciones culturales con características negativas.
n t C.I 'UUI:!I"'cllte plt'VI 1.1 , Es sabido, por otro lado, que cuando una cultura se desarroDa en
I::J prt e.1 '1\'llI¡¡llllfIU C) CII e. 11 ia un III villliento continuo condiciones de opresión interna o externa, tiende a generar
la 11" IÓIl de IIICII.I "Úll en que el humbre paga elevado características contradictorias, muchas de ellas negativas. Como la
rce -tu ¡>\U su UlHlUI t:l), pero a ,III/.~I ,rredu 'liblel1lentc propo· mayor parte de las sociedades jamás experimentó condiciones de
111 ndo'C 1111 \:l 111 la IIUC, a u el., ien n a ser alienantes y aislamiento y de igualdad que defendieran la genuinidad estricta de
d Ilell.ll1le. su cultura, sino que se vieron casi siempre obligadas a crear y
1 ht' 'hu, :IIJ11IuICl (1 Ilwl 'IÓtl recrear sus culturas en situaciones de interacción competitiva con
P L;dl )' de fUIIIl.l) 1.1c";t1e de nue as otras sociedades y de antagonismo entre sus propios cuerpos
lud:!\ b IIU l/Oll d.I), putllelllJo 'c una otra defraudadoras o constructivos, debemos admitir que en cualquier cultura se pueden
Jlclll;ldUf tic Ill) Itle.t1cs hUl1l:ull) , Aun c nsiderando que éstos encontrar tanto elementos afirmativos de su genuinidad y ereativi'
Jn mdel1ll1blc), ell \'Irtud de u naturalcza lransitoria, en muchos dad, como elementos deletéreos y restrictivos del desarrollo autó'
,;u( puedcn r cVJhlado , por lo rncn en fonna negativa. Es nomo de la sociedad e incluso de la formación de sus miembros
tlc"" lo ,lb Ira 'lJfltentc Ideal par:! l seres humanos no puede ser como personalidades equilibradas.
pro lJ 11\,1 du. l'eN pucde dla no ti ar cuále modos de hacer, de Ciertas coyunturas socioeconómicas representan situaciones tan
IIIlerJ'luJI ) dc nllr fl fr.lI1'anlCntc de humanos o antihuma- extremas de limitación de la creatividad cultural que la sOCiedad a
110, Ir 'on 'cr que fllllguna iviliQ ión ha estado libre de ellos. ellas sometidas se transfigura deformatiVamente, orientándose por
direcciones opuestas a las de su afIrmación y sobreviviencia. Bajo
l. lo allfc /fIn/ l' /0 espurio tales condiciones, muy frecuentemente desaparecen las prop'ias
sociedades no por el extenninio físico de sus miembros, sino por
I-n búsqucda dc una I1lprcnsi'n rítica de la cultura, tal su sujeción a la opresión de un grupo extranjero que, mirándolas
prc nta en \méri a Latina, se impone otra tarea teórica como enemigas, puede ejercer sobre ellas un despotismo más
I d du Idnr la n ión de integración y de genuinidad de fanático que el posible dentro de una sociedad homogénea. Este
lonc ult ur;¡le, o ha 'ómo negar que las culturas fue el caso de los procesos de deculturación en que una población
'Icrla ~pa 'idad de integración Q de organización o una parte de ella fue sojuzgada y utilizada por otra como mero
n da a 1r;¡ é de la cont ¡nua interacción entre sus recurso energético de su sistema productivo. Desgarrada de su
. l que nriere al conjunto cierta funcionalidad, Es contexto, esa población se decultura como condición previa a su
m ién que la con tru iones culturales presentan integración en una nueva construcción cultural. En esta primera
de enuinidad de armonía, Vale decir, más allá de la instancia, el resultado de la confluencia con la sociedad dominante
2. Vicisitudes cultural s

.,
j. '- . ..

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desgarramiento de su doble ser: el de agentes locales de una
cultura superior que aspiran representar y el de miembros de una
sociedad subalterna cuyo modo de ser los mortifica.
Esta condición de inautenticidad responde, en el plano cultural,
a la condición exógena de clases dominantes de carácter consular
que aquí se establecieron para regir empresas coloniales. En la
cultura de esta élite, la creatividad artística florece por largo
tiempo como trasplante afmcado a un universo cultural informe
por haber perdido su facultad de expresarse debido a la inexisten·
cia o a la erradicación de la capa erudita de la sociedad subjugada.
Con el pasar de los siglos y a raíz de ingentes esfuerzos de
reconstrucción, surgen una nueva sociedad y una nueva cultura,
distintas y hasta opuestas a la metropolitana, pero configuradas
según pautas extraídas de aquélla. Desde ese entonces, la creativi·
dad se hace más genuina pero ahora ya no obedece a los cánones y
valores del pasado, sino a los estilos de la nueva civilización dentro
rllr grandes porciones de la cual el retoño se esfuerza por expresarse.
sus formas de En la esfera de la cultura vulgar que atañe al pueblo la
el indígena o el creatividad se ejerce también bajo las mismas vicisitudes. Desapare.
1 ntingentes cidas, por no ser viables, las viejas formas auténticas de autoexpre·
sión, la nueva producción destinada principalmente a mercados
lejanos, no ofrece al trabajador o al artesano ninguna oportunidad
de afirmar su individualidad. Repite gestos mecánicamente para
producir objetos e instrumentos apreciados tan sólo por su valer
mercantil. Unicamente en actividades subsidiarias, como en la
urdimbre del techo de su casa de paja, puede subsistir una técnica
de trenzado que ayer se expresaba en los cestos, o en la cerámica,
los jarros que todavía guardan para ojos expertos formas de un
estilo perdido.
Pese a estos percances, es en el horizonte de la cultura vulgar,
popular, folklórica, que encontramos un grado más alto de creativi·
dad y de genuinidad cultural. En efecto, fue en ese nivel que se
elaboraron y se fijaron las formas básicas de adaptación que
garantizaron la supervivencia de los implantes coloniales. El indí-
gena, antes de ser diezmado, enseñó al que lo iba a suceder en el
mismo ambiente ecológico, los nombres de las plantas y animales
de la nueva tierra; las técnicas de caza, de pesca, de cultivo; las
habilidades artesanales para la fabricación de bienes e instrumentos.
Es sobre la base de ese patrimonio de saber y de hacer, elaborado
a lo largo de milenios, que las nuevas sociedades llenaron los
requisitos materiales de sobrevivencia. Hoy incluso, es sobre la base
de él que grandes porciones de la población latinoamericana
continúan' cubriendo sus necesidades de subsistencia. Es también
en este nivel que se elaboran multiples formas de interacción Y
asociación que, más allá de las normas compulsivas dictadas por las
clases dominantes, proveen una convivencia humana solidaria.
Finalmente, fue en este nivel que se fijaron los mitos y leyendas
de explicación del mundo y de la posición del hombre dentro de
...· -'.--
-' -

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l que. lotbvia ho . lumall po ible amar la existencia tal cual e~,
Lu 'I:ue donunanle lalinoamcri ana Y u componente erudI-
to ejer 'Ier n e~n lahnclllc un:l fun ión gerencia~. en el. plano
e ·onuIIIII.'u,prudu '\IV. rden:ldur:l en el plan pollllco-soclal. re-
nu :t Iu 1 el le :nol I 'o,den Iiti adoctrinadora en el ideoló-
1'0 t.n~)C ~lll Ido. promo leron o altcraron u e ivas alteraciones
1m llIudu~ de produ CIÓIl al amparo de las revoluciones
le- '11010 'I'.I~ o urlldas :t u ra; IllIlJll:ineamcnte In dernizaron las
(url11;u de Itubl rtlu de e lión. una y tras copiadas o
IlUI"'71<1ln ell lIlodelus d s;¡nul1ado ell al'lHla de la me trópolis, Al
llllp~' <Ic ola 1lI0de-lIl1J:1'IÚll en '1 -¡IIIIPO le 'nológico-productivo.
ell I.u I'lllllll 'IUllO ~ 'I;jlo ell el nivel Ideoló ico. las creaciones
,1/11 Il'u l.llllblell red 1111 rUII rellu :tron, asi siemprc a un
'IIIIIH IlI,U 1111 IUI.I ell 1:1 e (era rUOII:1 d 1:1 'ullura que en la
ul 111 1.1 \ ul '.11, l.. u,.1 :11.1111 pudu ;1 'ol11pa/'\;tr las illllovaciones con
~ nún <le 111\10, In 'UII 'uen '1:1, el pu'hlo raramente pudo
<"111 II<1C' el lC"l'lI.IIC de lus ,lrllSlaS Illlckcluale que upuesta·
lI ... nl!" 11.111 1. !" 1rC:lIUII de )U l1\odu de ser.
l \I;u \1 UIIIII10 ddo'IlI11l1les de I:t 'rcull idad 'lIltural, aunque
lI,e 1110 e-11 Iud.l l.. Ol1fll(Urll '1llIIc hiSlórico-cullurales de las
Alll tI;u h;1Il udo m:.", lalh1cs dele 'Iabl' Cn al 'una de ellas,
l u /'1u'//m 1 JI,I 1111/" "elldu IlIlrlll 'antellle c 'Ill nlos de
\l lelLlllo e-UIOI .1$ 11,' I.llbda a ultramar. pudieron ab orber. sin
11 u, d.lnll, úullllluS (UlIl 11100 Id oló '1 s dc la tradición
Idell!;ll ''0 h,. II 'UIII<lU lu 1111 IIll) con los pueblo de las otras
d.. Illlfllttll:J 'IOIle-S '\si. pUl CJ IlIplo, al u illli1:tr la idealización
t"lI,uPC:J .te- 1. IIKtll.1 hU1II311;I, que Idenli I\;aba la imagen del
humhle- hl.lll 'u 'UII lo he-II0, lo lIoblc ha la lo normal; y al
ÚlltlllÚIl e :J Idnlllal.'llllI a puebh)' de (enotipo racial distinto
I tic lu) I", ..blos 1(' 1I1//()1/IO 1 pueblos IIUevOS 2 -los
...hcn ha, h:l 'Iénduhl$ (111,' hll·se:l i mi 11\0 egún una representa-
Ión Ull'lIjJllle, ',he a re ar que la creaciones artisticas de los
I'/lc'hlm ('{(///IOIl/O de :\111 rl\::I l 'Hina, iendo visiblemente contras-
I...nle 'lln los 'jlltllle europco, ' nllevaban a una actitud de
dC\1 re,,-Ul, .. '110 l1Iedl:llllC un e fuer/. deliherado de recuperar la
tllellll'ldao wlt ur:ll , e pueblo pudier n volver a apreciar las
,e . 11111 e de 1 :lnlepa do omo bellas y dignificadoras. En
..-1131110 lo 1 I('/l/O 1/IICI'OS, u propia ondición de sociedades
, '1 IlIl<:nle me III , enerada a partir de factorías, los hizo
-, mp re I a la Ópll a europea com inferiores, La interiorización
de esl -on C\XII: n por ¡ anc de las clases dominantes nativas y su
di U l ' n a I n13 dc la población, ha concurrido también para su
cn:ljcn
1:1 m dclelérco de é ta radica en la conciencia de sí
pI 111m americano construyeron a través de las
I I \'Id e intele luate de sus capas eruditas, Esta conciencia era
IIltrín mente in nu p rque, incapaz de comprender las condi-
I oc en que eJer ía la dominación, contribuía también a su
perpetuación. Es decir, mirando a lo existente como necesario y
hasta deseable y no como cuestionable, incapacitábase para generar
proyectos propios de reconstrucción autónoma de sus sociedades.
y sobre todo, para dar vanguardias a las rebeliones sociales
espontáneas y masas a las vanguardias letradas aisladas.
Sólo en años recientes empezó a fructificar un esfuerzo de 3. Estilo y Mliza i TI
desalienación por la crítica y el abandono de la carga de prejuicios
destinados a inducir los pueblos latinoamericanos a aceptar resigna-
dos su atraso como algo natural y necesario, debidó' a ca usas
inamovibles. Esta desalienación tardlÍl se explica, en gran parte,
por el hecho de que las mismas ciencias que estudian estos
temas eran, hasta hace poco tiempo, incapaces de proveer expl ica-
ciones más efectivas y más estimulantes de la realidad latinoameri-
cana.
La intelectualidad latinoamericana, incluso sus ensayistas más
brillantes, aprendieron a lo largo de déc.adas -como la mejor
lección de la ciencia exportada desde el Occidente- que el atraso
de sus países se debía a factores como el clima, la raza y el
mestizaje o las características del colonizador ibérico. Estos faclo-
res habrían generado naciones inferiores, "pueblos enfermos" y,
como tales, incapaces de progreso. 3
Una generación posterior rechaza ese cientificismo, pero se gu ía
por el espejismo de un consuelo idealista que contrapone al
"grosero materialismo yanqui" una supuesta espiritualidad latina,
hispánica y latinoamericana para consolarse de nuestros mediocres
logros en relación con el éxito de Norteamérica. 4 Seguidamente
aparecen generaciones de ensayistas que buscan en el "vigor
cósmico" del indígena, o en la "fuerza telúrica" de la nueva tierra,
la promesa de una redención siempre postergadaS
Finalmente, surgen pioneros de un pensamiento nuevo, menos
comprometidos con las clases dominantes y más capaces de
explotar los horizontes de la conciencia posible. Son los primeros
que efectivamente se atreven a ser latinoamericanos en el plano
intelectual y osan encarar objetivamente nuestro modo de ser y de
vivir para, a partir de él, concebir proyectos de transformación
social y cultural. Es el caso del cubano José Martí, del peruano
José Carlos Mariátegui, del brasileño Euclides de Cunha, en tre
muchos más. Son, sin embargo, meros pioneros cuyos discípulos
están recién madurando para diseñar el nuevo autorretrato de
América Latina. 6
Aflora así una conciencia crítica, opuesta a la antigua conciencia
ingenua capacitada, fmalmente, para repensar el mundo a partir de
la experiencia latinoamericana y a mirar lo existente como proble·
mático y susceptible de ser alterado intencional y racionalmente. A
la luz de esta conciencia crítica empiezan a ser formulados
diagnósticos más lúcidos y más realistas de América Latina. Resulta
evidente que el subdesarrollo no es la antevíspera del desarrollo,
sino su contraparte, cuya persistencia perpetúa una situación

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artesano por marcar su individualidad en sus obras de una manera
casi caligráfica, deja de existir pues pierde la viabilidad y el
sentido. Basta comprobar el arte indígena antiguo con el actual y
con el arte folklórico para percibir esta decadencia. Para eso
confluyen dos factores: la pérdida de libertad del antiguo artesano,
compelido a enrolarse en la fuerza de trabajo; y la disolución de la
comunidad para la cual él creaba, la única realmente capaz de
apreciar sus obras.
En algunos casos, algo de la calidad original se conserva, y se
destacan ciertas creaciones como innegablemente mejores que la
producción habitual. Aun frente a esas excepciones se confirma la
regla. Trátese de ramas artesanales que consiguen sobrevivir gracias
a la especialización de este orden de producción destinado a una
capa de consumidores -la novel clase dominante- que puede
eventualmente encontrar encanto exótico en producciones no
estandarizadas.
En el nivel de artes eruditas, la situación es todavía más graw,
Los pueblos americanos, colonizados e incorporados compulsiva·
mente a la civilización mercantil y, después, a la industrial, sólo
pudieron expresarse en el lenguaje de esa civilización que, a pesar
suyo, se tornaba su propio lenguaje. Los estilos artísticos europeos
así como otros elementos de esa cultura, al trasladarse a las
Américas, se adaptan a las nuevas realidades, adquieren peculiarida'
des locales, pero permanecen esencialmente idénticos en su estruc·
tura básica. Desde entonces, la creatividad puede ejercerse aquí
tanto como en Europa, aunque sólo se afIrme por reiteración y
según alcance expresión dentro de las mismas formas mentis.
La literatura, la pintura, la escultura, la arquitectura y la música
florecen en ambos lados del Atlántico, moldeados de acuerdo a los
mismos patrones. Más rudos en el ultramar, por que aquí la
sociedad es más modesta, es dependiente y pobre. Esta aparente
falta de originalidad se explica por el hecho de que, al haber sido
integradas en la corriente civilizadora europea que las engendró, las
sociedades americanas se expresarían en el lenguaje de aquélla, el
cual se habría vuelto tan imperativo como un estilo tribal lo es
para cada miembro de la tribu. Como la metrópoli europea se
encontraba en el momento de la Contrarreforma, cuyo estilo era el
barroco, éste revestirá las iglesias que se construirán en América.
Aquí o allí el peso de la antigua tradición cultural guía la mano
del artesano nativo, produciendo episódicamente singularidades que
hoy pueden ser calificadas como barroco mexicano, barroco andi'
no o barroco brasileño. Pero siempre barroco. No más discrepante
de la pauta básica que las variantes del barroco dentro de Europa.
Lo mismo se verifica en todos los otros campos, como el
literario, donde se suceden en el mismo orden cronológico y con
pequeños desajustes, el barroco, el romanticismo, el realismo, el
simbolismo, el impresionismo y el modernismo. En cada caso es en
formas mentís europeos que se adiestran artistas nativos donde
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quiera que la civilización occidental se haya implantado y donde
quiera que un ciclo económico produzca un brote de prosperidad
que posibilite el desarrollo episódico de una sociedad local capaci-
tada para costear el fasto.

4. Confluencias culturales

Lo bello no es hijo de la riqueza, es cierto, pero sólo


excepcionalmente florece en el pauperismo. Lo corriente es encon-
trar las al tas expresiones estéticas asociadas a la prosperidad.
Parejamente ésta puede y necesita exhibirse ostentosamente, darse
lujo y prendas, agasajando a quienes pueden crearlos. No es de
extrañar, por lo tanto, que las altas expresiones de la creatividad
artística en América Latina esten asociadas con los períodos de
prosperidad. Prosperidad de muy pocos, en verdad, y fundada en
la penuria multitudinaria, pero suficientemente rica para destinar
una parte de los exceden tes económicos a los templos y palacios, a
las alhajas y, en consecuencia, a los diseñadores, joyeros, músicos y
pintores.
Hay por esto un florecer art ístico vinculado a la explotación del
oro y la plata, otro a las plantaciones de azúcar y algodón, al café
y los últimos ya son con temporáneos de las chimeneas fabriles. Sin
embargo, no es en las minas, en las haciendas o en las fábricas que
las artes pueden florecer, sino en las redes urbanas que se edifican
con la riqueza que aquéllas producen. Florecen, asimismo, más
frecuentemente en las lejanas metrópolis europeas, que en las
ciudades coloniales.
Cabe agregar que el arte jamás está asociado directamente con
la gente involucrada en la producción, ni incluso con los dueños de
haciendas y minas, por lo común demasiado rudos y preocupados
con la gestión de sus bienes como para distraer energías en
delicadezas culturales. Las artes florecen no sólo lejos sino de
espaldas a sus substratos materiales, exigidas y cultivadas más bien
por parásitos sociales que por productores. Son los curas, los
gobernantes, los burócratas, los financieros quienes pueden y
necesitan ver exaltadas sus glorias divinas y humanas por la mano
del artista. Son todos urbanos y letrados y, en el caso de América
Latina colonial, en gran parte nacidos en Europa o allí educados.
Es decir, gente que se sentía como exiliada en sus patrias. El arte
que apreciaban y requerían era un arte a criterio europeo. A veces,
la sensibilidad de un artista criollo, nutrido en las herencias
locales, lograba imprimir singularidades a la obra que le era
encomendada. Tales osadías eran, sin embargo, vistas como
contaminaciones y sólo consentidas cuando se tornaba imposible
disciplinar canónicamente al creador, para que fuese fiel a los
modelos idelaes. Además, el propio artista erudito se cuidaba de
estos desbordes, considerados también por él como impurezas e
imperfecciones.
Las ciudades coloniales de América Latina -marco donde kilómetros tierra adentro, con el propósito de poblar los vacíos
floreció el arte- nacieron dispersas y crecieron impetuosamente al interiores de Brasil, tanto podría estar all í como en Eifel, o en
ritmo del desarrollo de las diversas ramas productivas. Fueron cualquier parte. No es la ciudad de los brasileños, sino una ciudad
siempre centros administrativos y comerciales, la mayoría de ellos del hombre, del hombre de este tiempo y de la civilización
implantados en los puertos, pero a veces edificados en la cordillera pujante.
o en el interior. las primeras ciudades fueron factorías fortifica- En esa constelación de ciudades americanas fue la civilización
das, como las nacidas en las Antillas en los albores del siglo XVI; o occidental que se expresó a lo largo de casi cinco siglos. En un
campamentos de conquistadores como Sao Paulo y Porto Seguro primer impulso de expansión agraria y mercantil las plantó como
en la orilla atlántica de Brasil, o en el corazón del continente, sus injertos y las hizo prosperar por el trabajo de los proletarios
como Asunción del Paraguay. Ninguna de ellas tuvo fortuna obligados de las colonias. En un segundo movimiento, impulsado
suficiente para prodigarse el fasto art ístico. por la revolución industrial, las revigorizó, amplió y modernizó
La civilización del 'oro y la plata dio lugar al nacimiento de las como núcleos de una civilización policéntrica, todavía europea y
primeras metrópolis coloniales: México, plantada sobre la antigua occidental en su espíritu. En nuestros días, las grandes ciudades
capital c!e los aztecas; Cuzco, sobre las ruinas de la capital incaica; americanas, como todas las metrópolis vivas, empiezan a liberarse
Lima en la costa peruana; Quito y Potosí en el interior. Todas de sus viejas servidumbres para ser los focos de una nueva
construidas según trazados previstos, como afirmación del dominio civilización, cuyas formas mal podemos prefigurar.
europeo y espaiiol sobre el mundo precolombino subyugado. Lo Recapitulando la sucesión de estilos dentro de estos procesos
mismo ocurriría, en forma aún más rígida, con la red urbana que civilizatorios, verifícase que el barroco conforma las creaciones
aquéllas metrópolis, a su vez, crearon. coloniales de América Latina. en lo plástico y lo literario. Era
En el Brasil, un siglo más tarde, otra ola de economía aurífera inevitable que así fuera porque siendo la Iglesia la patrocinadora
y de explotación de diamantes haría también surgir su red urbana, de las artes, sólo el estilo adoptado por ella podía tener expresión.
cuyas metrópolis fueron Ouro Preto y el puerto de Río de Janeiro. En el plano literario se trata, en general, de un barroco menor,
Anteriormente, habían sido edificadas, Bahía, Olinda, Recife, cuyo porque gestado bajo el colonialismo, más mediocre que pro-
fasto se basaba en la riqueza proveniente de la producción de vinciano porque, siendo el barroco una postura esencialmente
azúcar. Más tarde, las plantaciones de algodón harían florecer Sao canónica en relación a los padrones ideales del clasicismo,
Luiz; la extracción de hule o caucho en la floresta tropical daría nuestros remedos se harían aun más imitativos. El mundo
nacimiento a Belem y Manaos, y el café a Sao Paulo. europeo renacentista que se buscaba a sí mismo simulando
En la América Hispánica, después de la decadencia provocada restaurar los arquetipos griegos y romanos, se convierte aquí
por el agotamiento de las minas, la red urbana retomaría su frecuentemente en parodia.
ímpetu en el cauce de nuevos brotes de prosperidad económica Sin embargo, en las artes plásticas, particularmente en la arqui-
que renovarían viejas ciudades y crearían otras. Así, las plantacio- tectura y en la escultura florecen creaciones originales, algunas tan
nes tropicales activarían La Habana; los trigales y la ganadería se expresivas como las europeas. Eran al principio obras hechas según
expresarían urbanísticamente en Buenos Aires y Montevideo; la trazos de artistas europeos que, siendo muchas veces no ibéricos,
función portuaria y la explotación del salitre dinamizarían a traían contribuciones de todas partes que aqu í cristalizaban en
Valparaíso y Santiago y el petróleo convertiría a Caracas en formas peregrinas. Más tarde pasaron a ser diseñadas y ejecutadas
una urbe moderna. Finalmente, la industrialización de América por artistas criollos, a algunos de los cuales se deben las más al tas
Latina, aunque dependiente, reactivaría numerosas ciudades, creaciones artísticas latinoamericanas. Conformadas según moldes
entre ellas México, Sao Paulo y Buenos Aires, y crearía barrocos cada vez más libremente interpretados, producirían obras
muchas otras. visualmente llama tivas deslumbrantes en sus colores y exhuberantes
Sin embargo, ninguna de estas ramas productivas se inscribió, en sus corcovos, volutas y huecos. En estas creaciones barrocas
urbanísticamente o artísticamente, en las ciudades que hizo nacer. tardías prevalece muchas veces un tono lujuriante como en lo
Las metrópolis coloniales del oro y del azúcar no fueron mineras plástico del ultrabarroco, pero raramente se deslizan hacia ~l
ni ruralistas. Buenos Aires nada tiene de bucólica, ni Manaos de rococó. Conservan, casi siempre, cierta entereza y dignidad, qUlzas
boscosa, ni Caracas de petrolera. Fueron en el pasado y son hoy alcanzadas gracias a su aislamiento y no en competencia con otras
día ciudades de tipo europeo, edificadas en ultramar. Antes de creaciones conformadas en estilos diferentes.
todo, urbis en que se expresa la civilización occidental por el estilo El carácter singular de las mejores de estas creaciones -com.o el
de su arte .. barroco de Minas Gerais en Brasil- es su sentido de rebeldla y
La última de estas grandes ciudades, Brasilia, edificada mil protesta. O sea, el propósito manifiesto de ridiculizar a los
.,
-

guardianes del colonialismo -los que encomendaban las obras- a capas humildes, e impulsados por una actitud crítica respecto de la
través de la sátira más hiriente. Este sería quizás el único gesto estructura de poder y sus gestores.
posible de rebeldía para artistas atrapados en un cerrado universo Las letras y las artes pierden su carácter eclesiástico y la llÚsma
de formas y significados conformistas, cuyas conciencias buscaban Iglesia, crecientemente puesta en solfa, deja de atender el rebaño
comprensiones más fieles a sus vivencias y aspiraciones. popular para enrolarse en polémicas con masones, positivistas y
Con el derrumbe de la civilización agrario mercantil y el otros sectores heréticos. Surge una iglesia nueva, tanto más ortodo·
advenimiento de los primeros impulsos del capitalismo industrial, xamente europea, como más alejada del pueblo. Marginado, este
las artes plásticas de los países céntricos se orientan hacia un buscará satisfacer sus inquietudes místicas en otras fuentes, como
neoclasicismo y las literarias hacia el romanticismo. Estas olas de los cultos ancestrales africanos que renacen con vigor insospecha·
renovación pronto alcanzarían tierras americanas donde se asocia- do. El submundo de los esclavos, de los negros y sus mulatos,
rían a la exaltación de las luchas emancipadoras. Sus efectos son empieza así a crear sus propios cuerpos de signos y valores,
contradictorios. En las artes plásticas, sobreviene una visible deca- quebrantando el cuadro cultural y profundizando la brecha entre
dencia. Quizás porque la Iglesia, que como institución solidaria en el mundo de los letrados y el de la gente común.
el colonialismo ejercerá el papel rector de toda la educación y el Por fin, en el mismo cauce del romanticismo también los negros
de maestra única de las artes, en tra en ocaso. Conquistada la se vuelven literalizables. En ese caso por fuerza de los contenidos
Independencia, la Iglesia pasa a ser una voz entre muchas, ni la políticos y sociales de sus condiciones de existencia que inspiran
más rica ni la más poderosa. Y desde entonces las grandes las generaciones de poetas abolicionistas, de novelistas sentimenta·
edificaciones no son ya los templos, sino palacios oficiales y casas les qué se realizan literalizando el drama esclavo. Arte y sociedad
"burguesas" conformadas según un neoclasicismo sin vigor y adorna- empiezan nuevamente a confluir. El primero, con ojos más abiertos
das con pinturas y esculturas cada vez más academicistas. Los para su contexto; la última capacitada, por fm, para ser la caja de
artistas plásticos, colocados al servicio de los nuevos mecenas -tan resonancia de sus literatos. Sobre estas nuevas bases, unos pocos
exigentes como ignorantes- pasan a ser más áulicos y convenciona· escritores se profesionalizan, algunos artistas se emancipan, empe·
les que nunca. zando a liberarse de la dependencia a los poderosos.
En el campo literario, la renovación es más compleja. Por un El ser nacional, sus hazañas y sus protagonistas en múltiples
lado, produce generaciones de románticos atormentados y melan- formas en que se presentan a nivel regional o hasta local, refleja
cólicos, movidos por impulsos exógenos, es cierto, pero que sufren los modos de ser de lo humano que de esta forma se singulariza y
tan auténticamente como cualquiera los dolores de lo humano nativiza. Los cuentos populares se reelaboran literariamente; los
inconforme consigo mismo. Por otro lado, engendra una liberación tipos sociales más sencillos se personalizan, romantizados; las
que gesta nuevas categorías de literatos laicizados de ojos abiertos visiones arcaicas más oscuras se reiluminan y adquieren validez y
para la naturaleza y para el propio nativo que nadie había visto comunicación; la propia realidad expresada en textos y en telas, se
antenormente. El indígena romántico, una vez revelado por la revela a sí misma. Transfigurada e idealizada, es cierto, pero más
nueva mirada europea, se impone, aquí también, como personaje presente y más auténtica que en cualquier otro tiempo.
de ,novela, con:o te~a de la pintura y de la música, aunque el El romanticismo americano es esta urdimbre de hilos retrama·
mdlgena real sIgue SIendo cazado y exterminado en las fronteras dos, de intimismo y arrebatamiento, de subjetivismo melancólico y
d~ la civilización. El negro, al contrario del indígena -vuelto exaltación política, de misterio y claridad, de escapismo y de
slmbolo de las calidades nacionales y ejemplo de las virtudes retórica libertaria, de erotismo y de realismo que inspira una nueva
~umanas- pese a ser igualmente exótico, no cae bajo la mirada creatividad más libre y variada en que muchos artistas encuentran
hterana. Sus ~xotismos no eran, quizás, "romantizables". Aunque la forma adecuada de expresarse como hombres de su pueblo y de
contmuase~ SIendo desembarcados, por miles, en los puertos para su tiempo.
ser esclaVIzados en las haciendas, en las minas y -en cierta Es verdad que esta experiencia catártica desbordaría algunas
proporción- en las casas señoriales de las ciudades, a los negros veces en lirismo sentimental y en artificialidad. Pero abriría paso a
nadie los veía. búsquedas más ordenadas de objetividad. Eso ocurriría ya a la luz
, ~ pesar de estas miopías, el movimiento romántico se expande de una nueva visión del mundo, también exportada de Europa: el
rapldamente como un redescubrimiento del propio mundo colo- realismo. Adoptado como nueva lente, pasa a ser usado para mirar
nial. Al. coincidir con la ampliación de la vida urbana y el el propio contexto bajo nueva optica, resaltando dimensiones antes
agrandarruento de las capas letradas que ensancha el público de los ignoradas, sobre todo las malezas. Pero también esta forma se
artistas, se crean posibilidades de difundir las nuevas ideas -incluso agota rápidamente, desgastada por el cientifismo y el sectarismo
las ideas libertarias- a círculos más amplios, solidarios con las que otra vez impide ver y sentir la realidad. La lucidez sólo se
U5a
recupera ocasionalmente en el esfuerzo ~or retrat~r I? inédito por
parte de los regionalistas y en la reconq~lsta de la mtl~Tl1~ad por el
impresionismo que vuelca el creador hacIa dentro de sl,rrusmo.
Estas fueron, tal vez, las últimas formas mentlS. Jamas llegaron ,a
tener la fuerza del barroco o del romanticismo. Eran todavla
estilos, lenguajes prescritos de una expresión estética convencional.
Sin embargo, ya eran pretéritas porque la unidad espiritual no sólo
de Europa, sino de los varios focos de la civilización estaba rota.
Era ahora policéntrica, buscando expresar la singularidad de cada
uno de sus perfiles en formas nacionales propias.
Sobreviene entonces el modernismo y con él, el derrumbe de los
estilos e incluso de cualquier posibilidad de canonizar. Desde
entonces, el creador es un testigo del mundo que inventa su visión.
Sabe que es tan viable como otro cualquiera, ni mejor ni peor, y
habla desde su circunstancia a todos los hombres.
No existiendo más escuelas, ni cánones artísticos, ni estilos
posibles, el mundo extraeuropeo se libera. Pero cae en la orfana-
dad. Se siente solo y espera que algún vuelco en el espíritu de la
civilización pujante haga surgir la disciplina, la regla y el estilo. En
vano. Ya no hay posibilidad de establecer ninguna forma mentís.
Sólo hay la esperanza de devolver a cada hombre la posibilidad de
expresarse en alguna forma, de transmitir su mensaje, no a un
público hermético, sino al único público que realmente importa:
su círculo inmediato de convivencia.
Este es el mundo en el que estamos aprendiendo a vivir, bajo un
ritmo vertiginoso de transformación que cambia todo y a todo
pone en cuestión. Certezas que parecerían ¡namo :ibles, valores
aparentemente innegables, criterios no susceptibles de duda, son
todos cuestionados. Esta osadía indagativa que nada deja de pie,
sólo se compara a las mu taciones prodigiosas que marcan el albor
de una nueva civilización.
De hecho, una nueva civilización está naciendo. Una civilización
respecto de cuya cultura sólo sabemos que será más uniforme en
todo el mundo y se basará, cada vez más, en el saber explícito y
en la racionalidad. En su curso habrá de superarse el abismo entre
la cultura erudita y la cultura vulgar y se romperán las últimas
barreras detrás de las cuales todavía podían florecer culturas
provincianas.
La idea tiene algo de espantoso, dado los riesgos que implica
producir intencionalmente la nueva cultura, la nueva vida, el
hombre nuevo. La alternativa, que sin embargo existe, es su
producción casual, azarosa. Llegó un tiempo en que la vida social
ya no puede ser regida por los productos residuales de la creativi-
dad cultural cristalizados en los modelos de conducta transmitidos
por la tradición. Un tiempo de muy grandes transformaciones,
como lo fue el Renacimiento. De transformaciones tal vez aun más
radicales porque en aquel entonces todo cambió para fijarse en
nuevos moldes, estilos y pautas. Ahora quizás empieza un tiempo
.,-_ .........
....-:

sin pautas posibles. Las viejas fórmulas estan desgastadas y aunque nuevos" puebl?s transplantados y pueblos, emergentes. Las tres primeras
las fuentes de inspiración no estén agotadas, ya no será posible categoIlas estan representadas en las Americas; la cuarta comprende las
canonizar. Eso porque, mientras la tradición puede dignificar una naclOne;, de Asia y Africa que pasaron, en los últimos tiempos, de la
condlclOn tnbal a la nacional.
norma haciéndola parecer la única admisible, la razón tiene que Los pueblos testimonio de América (México, Guatemala, Bolivia, Perú y
argumentar con soluciones alternativas. Ello significa que vivimos Ecuador) se caracterizan por haberse originado del impacto de la e;{pansión
la antevíspera no sólo de un vuelco en la civilización, sino de una europea sobre altas civilizaciones precolombinas que aún no han integrado
civilización nueva. complementamcnte las dos grandes tradiciones culturales de que son herede-
ros. Los pueblos nuevos (Brasil, Antillas, Venezuela, Colombia, Chile y
Es de suponer que en el cuerpo de esta nueva civilización de Paraguay) surgieron de la conjunción, deculturación y fusión de matrices
dimensiones ecuménicas -que en su límite hará a cada hombre africanas, europeas y tribales aborígenes, en la mayoría de k>s casos bajo las
heredero de todo el patrimonio humano de saber y de arte- ya no compulsiones del esclavismo y de la monocultura. Constituyen pueblos
habrá lugar para particularismos estilísticos que marcaron, por siglos trasplantados de América los Estados Unidos, Canadá, Uruguay y Argentina,
que surgieron del traslado de grandes masas de inmigrantes europeos hacia
la creatividad artística. El arte, que surgió de la perentoria las colonias de ultramar donde buscaron rehacer sus antiguas formas de vida.
voluntad de belleza del hombre tribal, y que a través de milenios Estos diferentes modos de formación de los pueblos americanos explican, al
transigió entre la devoción a sí mismo -como expresión singular e menos en parte, sus ritmos desiguales de desarrollo.
individual- la presión de apreciadores refinados y las contingencias Son excepción Argentina, Uruguay y el sur de Estados Unidos, que
originariamente se configuraron como pueblos nuevos (sólo existentes en
de la producción mecanizada, retorna por fin a sus designios América) y fUeron más tarde suplantados por un alud inmigratorio que los
originales' y permanentes: dar a cada hombre condiciones de amar transfiguró en pueblos trasplantados. Estos últimos están representados fuera
y dignificar su existencia, por la capacidad de comunicarse espiri- de las Américas, por Australia, Nueva-Zelandia e Israel, a los cuales junto
tualmente con otros hombres, a través de sus propias creaciones. con Estados Unidos y Canadá se aplica la referida tendencia.
3 Son representativos de esta postura 105 hispanoamericanos Manuel
Ugarte (Enfermedades sociales, 1905 Buenos Aires); Alcides Arguedas (Pue-
hlo enfermo, 1909, Barcelona); Domingo F. Sarmiento (Conflictos y armo-
nia de razas en América, 1915, Buenos Aires); José Ingenieros (Sociologia
argentina, 1913, Buenos Aires); C.O. Bunge (Nuestra América, 1903,
Barcelona); y los brasileños: Paulo Prado (Retrato do Brasil 1928, S. Paulo) y
Oliveira Vianna (Populacoes meridionais do Brasil, 1952, 5a. edición, Río de
J aneiro).
4 Ejemplica esta actitud José Enrique Rodó (A riel, 190,0, Montevide~);
Notas
y entre muchos otros "arielistas", Francisco García Calderon (La CreaclOn
de un continente, 1920, Caracas). Posturas similares se encuentran en el
1 Sobre procesos civilizatorios, revoluciones tecnológicas y formaciones brasileño Eduardo da S. Prado (A ilusao americana. 1893, Sao Paulo).
económico-sociales ver nuestro libro El proceso civilizatorio. Allí elaboramos 5 Esta ideología tuvo algunos de sus principales intérpretes en Fran~
un esquema conceptual cuya directriz básica radica en el reconocimiento de Tamayo (La creación de la pedagogía naciona!, 1910, L~ Paz); Jase
que la evolución socio-cultura1 puede ser reconstituida conceptualmen te con Vasconcelos, (La raza cósmica, s/f. Barcelona); Jase Unel GarCla (El m~~do
base en una serie de revoluciones tecnológicas (la agrícola, la urbana, la indio 1937 Cuzco); Guillermo Francovich (Pachamama, 1942, AsunclOn);
mercantil, la industrial, etc.) generadoras de múltiples procesos civilizatorios Fern~ndo Diez de Medina (Sariri: una réplica al Ariel de Rodó'.,1954, La
que dieron nacimiento a diversas formaciones económicosociales o sociocul- Paz) y Juan Natalicio González (Cómo se construye una naClOn, 1959,
turales (las formaciones imperialista-industrial, la socialista revolucionaria, Asunción). .. .
por ejemplo). En ese contexto, las revoluciones tecnológicas consisten en 6 Bibliografías crlticas de estos movlmlentos Intelectuales se, encuentr~
transformaciones prodigiosas en las técnicas productivas que, una vez en W. Rex Crawford (1966), Martin S. Stab (1969),Pedro Hennquez Urena.
maduradas, generan antagonismos con las formas anteriores de asociación y (1960) y Mariano Picón Salas (1950) para los ensaYIstas h}spanoamencanos,
con los cuerpos ideológicos vigentes, provocando cambios sociales y cultura- y en Joao Cruz Costa (1956) Y Nelson Wernerk Sodre (1965) para los
les tendientes a rehacer los modos de ser y de pensar de las ;,ociedades por brasileños.
ellos afectadas. Los procesos civilizatorios desencadenados por las revolucio-
nes tecnológicas, operando por diversas vías, provocan el surgimiento de
focos dinámicos correspondientes a pueblos activados por el dominio de la
nueva tecnología. Todos los pueblos enrolados en esos movimientos se
transfiguran. Pero lo hacen en dos formas distintas segÚn experimentan
movimientos acelerativos de autoconstrucción que los modelan como pue-
blos para sí mismos; o movimientos reflejos de actualización o moderniza-
ción que plasman pueblos dependientes, objeto de dominio colonial de los
pnmeros.
2 En nuestro libro Las Américas y la civilización (1969) distinguimos
cuatro grandes configuraciones histórico culturales en que se dividen los
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