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INTRODUCCIÓN
1 SAMUEL 13:13-14
Hechos 2:37-38
Lucas 6:45
45 El hombre bueno, del buen tesoro de su corazón saca lo bueno; y el
hombre malo, del mal tesoro de su corazón saca lo malo; porque de la
abundancia del corazón habla la boca.
1 samuel 16-17
Y Saúl respondió a sus criados: Buscadme, pues, ahora alguno que toque
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bien, y traédmelo.
23 Y cuando el espíritu malo de parte de Dios venía sobre Saúl, David tomaba
el arpa y tocaba con su mano; y Saúl tenía alivio y estaba mejor, y el
espíritu malo se apartaba de él.
¡Dios tomó a un niño de campo, pequeño e insignificante, un pastor, y lo
convirtió en un poderoso rey guerrero! Ningún gobernante tuvo la
clase de amor y respeto como el que David disfrutó. Las personas lo
adoraban, sus sirvientes le obedecían sin cuestionar, sus mujeres
cumplían cada necesidad y deseo. ¿Qué hombre ha vivido con tal
bendición, tal favor, tal gracia y aprobación del Creador? Sin embargo,
todo eso palidecía en comparación con su relación con Dios. Él amaba
a Dios con pasión y le adoraba con abandono. Incluso en medio de sus
muchos deberes, David pasaba horas escribiendo canciones y poemas
a Dios, cantándole desde su corazón, buscando al Creador del universo
como cuando se busca a quien se ama. Todo el oro, la plata y las
riquezas del mundo no significaban nada para David en comparación
con su relación con Dios. Ese era el secreto de su poder. Eso era lo
que hizo de David un gobernante y rey tan formidable. David sabía
muy bien que no podía hacer nada sin Dios. Él sabía que Dios le
proveía la fuerza a su cuerpo, la sangre a sus venas, la sabiduría a su
mente, y el coraje a su corazón.