Origen de la forma. El itinerario que ha conducido a Aristóteles a estos
dos principios del ser va de nuevo a través del lenguaje y del pensamiento. El pasaje de la Física, A, 7, donde por primera vez se desarrolla la teoría de la materia y la forma, contiene el fundamento de sus reflexiones en este punto; es el hecho de que cuando hablamos del devenir, del gÖgnesqai de las cosas, acostumbramos a decir que algo o de algo se ha hecho esto o aquello. Y no solo suponemos un sustrato, que sería la sustancia, en nuestro hablar y pensar cuando se trata de un devenir accidental, en la que aquellos cambios tienen lugar, sino que también las mismas sustancias surgen, cuando se dan de nuevo, de una materia subyacente; véase, si no, cómo surgen las plantas, los animales, las casas y las estatuas de algo preyacente; de la semilla, del semen, de la madera, de la piedra. Por ello todo lo que se da de nuevo es un compuesto de materia y forma, y al pensamiento analizador cumple aquilatar estos dos principios, las causas material y formal, y darnos en su pureza estos dos conceptos de materia y forma (109b 22). No es un simple traslado de la experiencia vulgar sobre el arte y la naturaleza al terreno de la metafísica, sino un fino análisis del pensamiento y del lenguaje, es decir, del espíritu humano en sus funciones básicas, que acostumbran a concebir así al devenir y al ser. Hilemorfismo. La teoría metafísica de materia y forma se suele designar con el nombre de hilemorfismo. Tenemos en él uno de los sistemas filosó- ficos más duraderos. Aristóteles ocupa el punto central. Como precursores hay que señalar a los pitagóricos y a Platón; como seguidores a la escolástica y a los escolásticos; y Kant mismo nos habla de materia y forma en su teoría del conocimiento. Lo esencial aquí es la tendencia de todo este pensamiento filosófico hacia una concepción totalitaria del ser. El todo está aquí con- cebido siempre como anterior a la parte. Las partes son en y por el todo, no el todo en y por las partes. Por eso todo el devenir está orientado por la forma. Ella no es un mero término de proceso, un producto terminal, sino que ella determina desde el mismo comienzo todo el proceso del devenir. Detrás de todos los fenómenos está siempre, como alma del acontecer, la forma. La posición más radicalmente antitética a esta visión cualitativa del ser, como se suele denominar, es la de Demócrito, para el cual no hay más que partes y agrupaciones de ellas a manera de puras sumas mecánicas; o también la del empirismo psicológico, para el que los fenómenos naturales se dan sin una ley interna que los una y agrupe, quedando a la mente la función de agruparlos mediante asociaciones psíquicas, hasta que Kant introduce de nuevo el concepto de sustancia, pero solo como categoría del espíritu, no como estructura esencial de lo óntico. Para Aristóteles, en cambio, todo el ser está en sí ordenado; tiene ya, a manera de núcleos de cristalización, puntos de derivación, centros de vida, estructuras, especies, géneros, estratos, en una palabra, formas (en ese sentido decíamos que aquí