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DINERO

Por Leonardo Strejilevich

El dinero, la moneda corriente, la hacienda, la fortuna, el contante y sonante, el que se gasta, se


invierte o atesora, el que se obtiene ilegalmente y no se declara ante la hacienda pública, el dinero
en moneda efectiva o en forma plástica y virtual, el dinero que permite ser muy rico como
miserable y poco dadivoso, que puede ganarse o ser robado no es la única cosa de valor como
tampoco lo es el oro que tanto deseaba el rey Midas cuyo “tacto dorado”, que convertía al
instante todo en oro, y que tanto pidió a los dioses terminó por aborrecerlo al mismo tiempo que
se hundía en la angustia y la desesperación. Tener mucho dinero puede ser muy satisfactorio para
muchas personas pero sucede, como para nosotros ahora, que cada vez compramos menos o
pagamos mucho más por las mismas cosas; si esto siguiera así con sólo acopiar dinero sin más
terminaremos sin ninguna ventaja tangible. Para muchas personas y también países es imposible
pagar las deudas, los intereses de las deudas, los impuestos y tributaciones excesivas; podemos
imponerles la obligación de pagar, cargar sus cuentas con intereses punitorios, agobiarlos con
indemnizaciones, encarcelarlos por deudas como hicieron en otros tiempos con Dickens, Paganini
y tantos otros, llevarlos a juicio y pretender del deudor la devolución del capital, los intereses y
“una libra de su propia carne” pero tampoco pagarán porque no pueden. Las personas y también
los países que están en las condiciones de deudores podrán pedir créditos para pagar sus deudas
pero casi siempre tampoco podrán pagarlas porque cada vez deberían más; este tipo de
soluciones son agónicas y solamente posponen el desenlace final. De este círculo perverso de
acumular dinero cuyo valor es inestable y aleatorio y de vivir con lo ajeno resulta la depresión, la
recesión, la miseria, el hambre y la ruina de casi todo. Es larga la historia de la humanidad y la
pretensión de consumir sin trabajar o especular con que otros trabajen por nosotros y consumir
igual sin esfuerzo alguno. Seguimos hace siglos escarbando la tierra y pulverizando las rocas para
extraer “metales preciosos” que una vez obtenidos trasladamos desde su cueva original a otras
cuevas artificiales que son los tesoros blindados, seguros y ocultos en los sótanos de los bancos; lo
mismo hacemos con el dinero, los papeles con valor, las piedras preciosas… Todavía se supone,
por misterioso artificio, que la estabilidad financiera de un país depende de un montón de dinero
de cualquier color acumulado en el Banco Central. La depreciación de la moneda y la inflación no
son tan temidas por los gobiernos aunque perjudiquen seriamente al pueblo porque permiten
repudiar una buena parte de las deudas de las naciones. La idea de la seguridad y las certezas
absolutas en casi todo son mezquinas; la incertidumbre nos rodea y acosa continuamente. Es
cierto, a medias, que pagar las deudas tiene una importancia moral pero en general este principio
es sostenido por los acreedores que suelen tener una cuota alta de poder y fuerza y que nos
otorgan o nos quitan según las circunstancias la confianza, la seguridad jurídica y el nivel de riesgo
país. Una “moneda estable” es la que tiene un poder adquisitivo constante en relación con el
promedio de los productos. El desiderátum es tener una moneda estable y seguridad en el crédito
pero los hombres deseamos hacernos ricos de cualquier modo y a costa de lo que sea; preferimos
casi siempre tener mucho y al mismo tiempo dinero, poder y placer. Pensamos que los
competidores nos perjudican y los clientes nos benefician y hay una tendencia a pensar que las
finanzas representan la riqueza y por eso se sigue la dirección indicada por los bancos que tienen
intereses opuestos a los productores, los industriales y el público en general; por eso existe para
evitar hegemonías y perversiones la intervención del Estado. El ciudadano de a pie se queda
perplejo, mudo de espanto, cuando le hablan machacona y apocalípticamente como en estos
nuestros días de reservas altas o bajas, emisión monetaria, inflación, deflación, estanflación,
recesión y todo el resto de la jerga. La economía tiene importancia para cualquier hombre o
sociedad sin embargo se enseña y se divulga en pocos lugares y para exclusivas minorías; el
desconocimiento, la subjetividad, el misterio y la superstición favorecen a los que tienen el poder
financiero; muchas veces los que tienen competencia técnica en economía tienen fines propios e
intereses contrarios a la comunidad.“Uno de los impedimentos para el éxito de la democracia en
nuestra época es la complejidad del mundo moderno, que hace cada vez más difícil para el
hombre y la mujer ordinarios formarse una opinión sobre cuestiones políticas y aun decidir quién
es la persona cuyo experto juicio merece el mayor respeto” (Bertrand Russell). El dinero es un
producto cultural y social que aumenta constantemente su influencia sobre las conductas
humanas y que no da muestras de decadencia. El dinero tiene una desmesurada influencia y la
gente en general ha obliterado el concepto primigenio de instrumento destinado a facilitar los
intercambios comerciales; el dinero ha tomado hace tiempo un valor en sí mismo y es admirado y
codiciado por su capacidad de reproducción y crecimiento, es una especie de emancipación de su
utilidad propia que se ha transformado en un fin. Aristóteles en su “Política” distinguía lo
económico (oikonomikos) que era lo concerniente a la correcta administración de las propiedades
hogareñas de lo crematístico (chrematisike) referido a que los intercambios buscan aumentar la
ganancia (a quienes se dedican a esto los llamaba “parásitos”). Se pasa prácticamente de usar el
dinero para comprar y vender en busca de beneficio a que el dinero se compre y se venda a sí
mismo como fuente máxima de provecho independizado de las cosas para cuyo intercambio fue
inventado. El dinero carece de toda fuerza e importancia fuera de la compañía humana pero la
sociedad necesita para sobrevivir además del dinero mitos, ilusiones, esperanza, confianza en sí
misma, proyectos compartidos, valores. Tener mucho dinero es alcanzar una felicidad abstracta.
Cuando se impone en la relación humana la calculabilidad, la afectividad desaparece. La codicia, la
avaricia, el afán de lucro, el apego al vil metal, la usura han sido reprobados por los ideólogos
sociales desde la antigüedad; a partir del siglo XVIII, el recién inventado capitalismo, se
homologaron los usos financieros del dinero a la modernidad, el progreso, la prosperidad pública y
las libertades individuales. La codicia, la avaricia y la usura fueron sustituidas por una palabra más
presentable: el interés (= inter est: lo que está entre los hombres y los une) que sigue siendo
ventaja económica pero que da una imagen socialmente adecuada de cordura y elegancia
pragmática. El dinero puede convertirse en poder, en poder político que influye sobre los demás
con incalculable desmesura y efectividad; como el dinero el poder es virtualidad pura, es una
posibilidad abierta. Aún en las mejores democracias, la globalización y la eliminación de las
fronteras permite una gran movilidad de capitales importantes que pueden imponer sus
condiciones para establecerse en un país determinado a los que se les conceden privilegios en
detrimento de las leyes y condiciones que deberían ser igualitarias para todos los ciudadanos.; los
estados democráticos muchas veces se ven supeditados a un estado plutocrático interior. El dinero
por sí solo no basta como cimiento de una ciudadanía auténticamente democrática

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