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LECCIÓN NRO 9: ECOLOGÍA Y DESARROLLO

INTRODUCCIÓN

Uno de los grandes desafíos del siglo XXI es la crisis socio-ambiental, como afirma el papa
Francisco “No hay dos crisis separadas, una ambiental y otra social, sino una sola y compleja
crisis socio-ambiental. Las líneas para la solución requieren una aproximación integral para
combatir la pobreza, para devolver la dignidad a los excluidos y simultáneamente para cuidar la
naturaleza” (LS 139). La preocupación por la naturaleza y por el desarrollo integral de los
pueblos, especialmente de los más pobres es responsabilidad de toda la humanidad.

La conciencia respecto del problema ha tomado fuerza, trascendiendo el ámbito científico -


ecológico, para alcanzar al ciudadano común que experimenta en su propia vida los cambios que
se producen en la naturaleza y la sociedad. Hay que subrayar que ha cooperado a ésta conciencia
ecológica la visibilidad de los daños y de las víctimas, tales como: el cambio climático debido a
la irresponsable explotación y contaminación de los recursos naturales, las grandes migraciones
del campo a la ciudad han generado ciudades de pobreza, pues el desalojo de indígenas de su
hábitat ha condenado a muerte a pueblos ancestrales; ambas realidades -ambiental y humana-
son las dos caras de una misma moneda.

Es importante que es problema no pasa por soluciones meramente técnicas, es un problema


social ético, en el que está en juego la responsabilidad que tenemos con las generaciones futuras
y la solidaridad colectiva en el presente. Para la Iglesia la preocupación ecológica y el cuidado de
la creación están marcados por la centralidad del ser humano -en este sentido- cuidar la creación
es cuidar al ser humano, centralidad que tienen su origen en Dios[1], de ahí la urgencia de
defender a los pobres, exigir respeto a los derechos de las comunidades indígenas, denunciar la
crueldad del sistema económico vigente, etc. Desde hace muchos años la Iglesia es sensible a
estos temas, y su preocupación se ve reflejada es su enseñanza social, de la cual revisaremos
algunos puntos que nos permita una reflexión más sistemática y, por qué no, plantearnos
compromisos concretos.

UNA MIRADA A LA CRISIS

La preocupación por el medio ambiente nace desde aproximadamente los años 60 del siglo
pasado, puesto que se fue tomando conciencia del impacto de la economía industrial en la
naturaleza, pero es en los años 70 donde se disparan las alarmas, especialmente a partir de la
publicación del informe al Club de Roma, Los límites del crecimiento, dirigido por Dennis
Meadows y publicado en 1972, en este documento se declara que “no puede haber crecimiento
infinito con recursos finitos”, además se concluía que la “Tierra no podría soportar el crecimiento
económico que se había estado siguiendo a los largo del siglo XX, y se afirmaba que el inicio del
colapso sistémico se daría al cabo de cien años, en el siglo XXI. (Sols Lucía, 2014, pág. 371)

Esta situación ha generado mayor sensibilidad y conciencia respecto de la ecología, “además de


la cantidad limitada de recursos, el ser humano ha descubierto los terribles peligros que implican
la deforestación creciente del planeta, la contaminación atmosférica, el achicamiento de la capa
de ozono, los residuos industriales y, en especial, los nucleares. Preocupa también la extinción
de la biodiversidad: cada especie vegetal o animal que desaparece nos priva de enormes
posibilidades para el futuro.” (Corbelli, 2012, págs. 157-158)
El papa Francisco en la encíclica Laudato Sí, también da una mirada a la crisis y afirma que “La
tierra, nuestra casa, parece convertirse cada vez más en un inmenso depósito de porquería. En
muchos lugares del planeta, los ancianos añoran los paisajes de otros tiempos, que ahora se ven
inundados de basura.”(LS 21)

Sin embargo, la crisis socio-ambiental no solo se trata del problema de la contaminación


ambiental, de la pérdida de nuestros recursos naturales y la desaparición de la biodiversidad,
sino también incluye la inequidad planetaria en la que vivimos, donde el deterioro del planeta
(tanto del medio ambiente como del medio social) lo sufren los más débiles y pobres, además
de la falta o debilidad de reacciones frente al problema, la falta de voluntad política para dar
soluciones que empiecen y se preocupen especialmente por los que más sufren. Estamos frente
a la cultura del descarte que no solo descarta cosas sino también personas. Como afirma el papa
Francisco:

“Por ejemplo, el agotamiento de las reservas ictíco-las perjudica especialmente a quienes viven
de la pesca artesanal y no tienen cómo reemplazarla, la contaminación del agua afecta
particularmente a los más pobres que no tienen posibilidad de com-prar agua envasada, y la
elevación del nivel del mar afecta principalmente a las poblaciones costeras empobrecidas que
no tienen a dónde trasladarse. El impacto de los desajustes actuales se manifiesta también en
la muerte prematura de muchos po-bres, en los conflictos generados por falta de re-cursos y en
tantos otros problemas que no tienen espacio suficiente en las agendas del mundo” (LS 48)
3. Ecología y Doctrina Social de la Iglesia

Por otro lado, es importante comprender que “El modo de usar esa palabra ha experimentado
también una transformación durante estas cuatro décadas: de ser un término científico, que
designaba una rama de la ciencia estudiada por los ecólogos, el estudio del medio ambiente, ha
pasado a ser una visión antropológica, una cosmovisión, una percepción de nueva acerca del
hombre y su medio, incluso una ideología política, el ecologismo” (Sols Lucía, 2014, pág. 373)
también podríamos decir que hay una visión espiritual e integral de la ecología que es la que
plantea el papa Francisco en Laudato Si “Dado que todo está íntimamente relacio-nado, y que
los problemas actuales requieren una mirada que tenga en cuenta todos los factores de la crisis
mundial, propongo que nos detengamos ahora a pensar en los distintos aspectos de una
ecología integral, que incorpore claramente las di­mensiones humanas y sociales.” (LS 137). Un
verdadero planteamiento ecológico, dice el papa Francisco, necesariamente tiene que
incorporar el planteamiento social.

Desde la perspectiva de la Doctrina Social de la Iglesia, se propone una mirada integral de la


realidad. Una ecología integral que como se afirma “incorpore claramente las dimensiones
humanas y sociales”. Ahora bien la Iglesia no tiene una competencia específica en ecología, pero
el papa Francisco en su encíclica Laudato Sí, hace mención de la Tierra como “casa común” que
el ser humano, debe administrar y cuidar. La mirada de la doctrina social de la Iglesia respecto
del problema socio-ambiental de la crisis y la ecología integral nos deja algunas conclusiones
que presentaremos a continuación.

a) ECOLOGÍA INTEGRAL FRENTE AL PARADIGMA TECNOCRÁTICO

La raíz de la crisis socio-ambiental es humana, y se basa en el Paradigma tecnocrático que mueve


a la humanidad de hoy, el cual nos hace pensar la realidad desde una perspectiva
unidimensional. El paradigma tecnocrático se basa en que el desarrollo científico lleva a un
progreso tecnológico y este nos impulsa a un crecimiento económico lo que conlleva a un
bienestar social, lo que posibilita más desarrollo científico. Este paradigma es una de las causas
del problema socio-ambiental. Quizás un esquema nos puede ayudar a comprender:
Este paradigma es falso o en todo caso incompleto. Debemos tener en cuenta que el ser
humano desde siempre ha modificado la naturaleza adaptándose a los límites que encontraba,
pero con la tecnología se le ha dado el poder de controlarlo todo y de extraer de la naturaleza
todo lo que pueda sin tener en cuenta sus límites. Lo que nos ha hecho pensar en un
crecimiento ilimitado, lo que “supone la mentira de la disponibi­lidad infinita de los bienes del
planeta, que lleva a « estrujarlo » hasta el límite y más allá del límite.”(LS 106)

El Paradigma Tecnocrático tiende a influir en todos los aspectos de la vida, condicionándola al


uso de la técnica. Incluso la política y la economía se han condicionado al mismo.

“La economía asume todo desarrollo tecno­lógico en función del rédito, sin prestar atención a
eventuales consecuencias negativas para el ser humano. Las finanzas ahogan a la economía
real…En algunos círculos se sostiene que la economía actual y la tecnología resolverán todos los
problemas am-bientales, del mismo modo que se afirma, con lenguajes no académicos, que los
problemas del hambre y la miseria en el mundo simplemente se resolverán con el crecimiento
del mercado… Quienes no lo afirman con palabras lo sos­tienen con los hechos, cuando no
parece preo-cuparles una justa dimensión de la producción, una mejor distribución de la riqueza,
un cuidado responsable del ambiente o los derechos de las generaciones futuras. Con sus
comportamientos expresan que el objetivo de maximizar los bene-ficios es suficiente. Pero el
mercado por sí mis­mo no garantiza el desarrollo humano integral y la inclusión social.” (LS 109)

También el paradigma tecnocrático alcanza niveles más personales, hasta el punto que la “La
vida pasa a ser un abandonarse a las circuns-tancias condicionadas por la técnica, entendida
como el principal recurso para interpretar la exis-tencia. En la realidad concreta que nos
interpe-la, aparecen diversos síntomas que muestran el error, como la degradación del
ambiente, la an-gustia, la pérdida del sentido de la vida y de la convivencia.” El consumismo
excesivo es uno de los síntomas de este paradigma, es el reflejo subjetivo del mismo. Este
paradigma ha hecho pensar al ser humano que su libertad depende de su capacidad de comprar.
La pérdida del sentido de la vida nos ha llenado de vacíos existenciales y también nos está
llevando a una constante autorreferencialidad que nos vuelve cada vez más individualista. Como
se afirma “la obsesión por un estilo de vida consumista, sobre todo cuando sólo unos pocos
puedan sostener­lo, sólo podrá provocar violencia y destrucción recíproca.”(LS 204)
Frente a este paradigma la Iglesia propone una mira integral de la realidad. “La cultura ecológica
no se puede reducir a una serie de respuestas urgentes y parciales a los problemas que van
apareciendo en torno a la degradación del ambiente, al agotamiento de las reservas naturales y
a la contaminación. Debería ser una mirada distinta, un pensamiento, una po-lítica, un programa
educativo, un estilo de vida y una espiritualidad que conformen una resisten-cia ante el avance
del paradigma tecnocrático.” (LS 111)

Por eso la propuesta desde la encíclica Laudato Si, es una ecología integral, que abarque todos
los aspectos de la vida. Nos recuerda que todo está conectado, por tanto los seres humanos no
estamos aislados, vivimos en la naturaleza y estamos incluidos en ella, y ahora resulta que la
naturaleza está en crisis lo que exige una solución integral, para combatir la pobreza, devolver
la dignidad a los excluidos y cuidar del medio ambiente. Es bueno invertir en investigación pero
no sólo pensando en un beneficio económico, sino más bien en el bien común.

Es necesario una ecología natural que nos recuerde que la naturaleza es anterior al ser humano,
y que si bien es cierto tenemos en ella todo lo que necesitamos para vivir, debemos respetar sus
tiempos y sus procesos. Somos administradores de la creación y no sus dominadores. Por otro
lado, también se necesita una ecología económica, que no solo tenga al crecimiento económico
como fin, porque este homogeniza a las personas y con el desaparece la diversidad. También es
necesaria una ecología social que inserte la solidaridad y la cooperación, especialmente para con
los más pobres que se ven excluidos de la lógica consumista y del mercado que solo piensa en
el rédito.

Una ecología cultural nos debe recordar el respeto por las culturas y una ecología de la vida
cotidiana tiene que incorporar en el día a día la búsqueda de una mejor calidad de vida, que nos
lleve a convertir el yo en nosotros.

B) ANTROPOCENTRISMO DESVIADO Y CONVERSIÓN ECOLÓGICA

El Paradigma tecnocrático va de la mano con un antropocentrismo desviado, que lleva a pensar


que el ser humano es el fin de todo lo creado. Que el valor de toda la naturaleza se mide en
función al ser humano. Desde esta perspectiva cada ser vivo de la naturaleza es un objeto que
podemos usar y tirar de acuerdo a nuestras necesidades. Frente a ello el Catecismo cuestiona
de manera muy directa e insistente lo que sería un antropocentrismo desviado: « Toda criatura
posee su bondad y su perfección propias […] Las distintas criaturas, queridas en su ser propio,
reflejan, cada una a su manera, un rayo de la sabiduría y de la bondad infinitas de Dios. Por esto,
el hombre debe respetar la bondad propia de cada criatura para evitar un uso desordenado de
las cosas ».(CIC 339)

El antropocentrismo, paradójicamente ha terminado colocando a la razón técnica sobre la


realidad, este ser humano ve a la naturaleza como un objeto sobre la que tiene una tarea que
cumplir no importándole que pase con ella; debilitando de este modo el valor que tiene el
mundo en sí mismo. Mientras el ser humano no comprenda cual es su verdadero lugar en el
mundo, se entiende mal así mismo y termina contradiciendo su propia realidad “No sólo la tierra
ha sido dada por Dios al hombre, el cual debe usarla respetando la intención originaria de que
es un bien, según la cual le ha sido dada; in-cluso el hombre es para sí mismo un don de Dios y,
por tanto, debe respetar la estructura natural y moral de la que ha sido dotado”(CA 38)

Consecuencia de este antropocentrismo desviado es el relativismo práctico, el estilo de vida de


un ser humano autorreferencial, egoísta, individualista y consumista lleva a este relativismo;
“cuando el ser humano se coloca a sí mismo en el centro, termina dando prioridad absoluta a
sus conveniencias circunstanciales, y todo lo de­más se vuelve relativo.”(LS 122) Situaciones
como la trata de personas, el narcotráfico, las violaciones de derechos de los seres humanos, la
violencia, el maltrato del medio ambiente, la indiferencia generalizada frente al dolor de los
demás son consecuencia de este relativismo práctico tan nocivo en nuestra sociedad.

Frente a ello el papa Francisco insiste en la necesidad de una conversión ecológica que se base
en una espiritualidad y educación ecológicas. Lo primero y más importante es recordar la
centralidad de la persona y su dignidad frente a todo lo que nos propone la sociedad de hoy,
esta centralidad no implica una dominación del ser humano frente a las demás criaturas sino
más bien una mayor responsabilidad frente a las mismas.

El Papa nos conmina a “desarrollar la capacidad de salir de si hacia el otro. Sin ella no se reconoce
a las demás criaturas en su propio valor, no interesa cuidar algo para los demás, no hay
capacidad de ponerse límites para evitar el sufrimiento o el deterioro de lo que nos rodea.” (LS
208). Invita a tener una actitud de autotrascendencia, rompiendo la conciencia aislada y
autorreferencialidad, lo que hará posible que podamos cuidar de los demás y del medio
ambiente, y que nos permite reflexionar sobre el impacto que provoca cada acción y cada
decisión personal en las demás personas.

El mundo en el que vivimos, está marcado por la indiferencia y el individualismo, la conversión


implicaría dejar de lado ese individualismo para salir de nosotros mismos. Como decíamos antes
“cambiar de corazón”. La espiritualidad cristiana es un camino que se hace hacia los demás,
como lo hizo Jesús, salir hacia los más necesitados de la misericordia de Dios. Él siempre estuvo
con los que más necesitaban, con los pobres, niños, enfermos, etc.

A pesar de las difíciles situaciones en las que nos podemos ver inmersos, el papa Francisco
considera que “no todo está perdido, porque los seres humanos, capaces de degradarse hasta
el extremo, también pueden sobreponerse, volver a optar por el bien común y regenerarse, más
allá de todos los condicionamientos mentales y sociales que les impongan. Son capaces de
mirarse a sí mimos con honestidad, de sacar a la luz su propio hastío y de iniciar caminos nuevos
hacia la verdadera libertad.” (LS 205)

Es un signo de espiritualidad y conversión ecológica mantener abierta la esperanza de que las


cosas pueden cambiar, no cerrarnos a la posibilidad de cambio y caer en el pesimismo que la
misma realidad nos impone. En nuestro cambio de corazón hacia el corazón de los demás,
surgirá la “humanidad nueva” de entre los escombros de la “humanidad vieja”. (Gutierrez, 2013,
52).

Esta conversión ecológica supone diversas actitudes que se conjugan para movilizar un cuidado
generoso y lleno de ternura (LS 220):

- Gratitud y gratuidad; debemos reconocer al mundo como un don, un regalo que Dios nos
ha dado. Y si se nos ha dado gratis, entonces nosotros debemos responder también con amor
gratuito. Nuestra respuesta se da en la medida que nos preocupamos por los demás,
especialmente por los más débiles, entre ellos nuestros medio ambiente y los pobres y
abandonamos por el sistema injusto en el que vivimos.

Las actitudes provocadas por la conciencia del amor gratuito de Dios son actitudes de renuncia,
por ejemplo, a estilos de vida que afectan la vida de los más débiles, gestos generosos de entrega
que no tienen que ser grandes y que probablemente nadie vaya “reconocer”.
- Amorosa conciencia de no estar desconectados de las demás criaturas, formamos con los
demás seres del universo una preciosas “comunión universal”, habiendo sido “creados por el
mismo Padre, todos los seres del universo estamos unidos por lazos invisibles y conformamos
una especie de familia universal, una sublime comunión que nos mueve a un respeto sagrado,
cariñoso y humilde.” (LS 89).

Esta conciencia de estar conectados con los demás, de la íntima unión con los otros, solo se
puede ser real en la medida que en nuestro corazón hay ternura, compasión y preocupación por
los seres humanos. Y como afirma Francisco cuando el corazón está abierto a una comunión
universal, “nada ni nadie está excluido de esa fraternidad” (LS 92)

- Desarrollar la creatividad y el entusiasmo, para resolver los dramas del mundo: la


conversión ecológica nos debe llevar a desarrollar nuestra creatividad, a poner alegría y
entusiasmo en acciones que nos lleven al cambio, ofrecer al Señor nuestra vida pensada en los
demás. Ofrecer a Dios nuestro entusiasmo en la solución de los dramas del mundo. Haciendo
crecer las capacidades que Dios nos ha dado, multiplicar los dones con los que hemos sido
creados.

- Entendimiento de la superioridad como capacidad diferente y responsable: en la creación


el ser humano no es “superior a todas las criaturas” para poder dominarlas al punto de
rebajarlas, el ser humano es superior en la medida de su responsabilidad y del cuidado frente a
la creación. Hay que entender bien el papel del ser humano en la creación, debemos tener una
adecuada antropología, sin ningún tipo de desviaciones.

Para el Papa Francisco la conversión implica cambios en nuestros estilos de vida. El estilo de vida
actual es egoísta y consumista, está acabando con los recursos naturales y además
contaminando hasta niveles nunca antes vistos, además que el estilo de vida está determinado
por el sistema actual, por el mercado y por la dictadura de la tecnocracia.

Frente a esto el Papa afirma que “un cambio en los estilos de vida podría llegar a ejercer una
sana presión sobre los que tienen poder político, económico y social. (…) es un hecho que,
cuando los hábitos de la sociedad afectan al rédito de las empresas, estas se ven presionadas a
producir de otra manera…. “comprar es siempre un acto moral, y no solo económico”, por eso,
hoy “el tema del deterioro ambiental cuestiona los comportamientos de cada uno de nosotros”.
(LS 206)

La conversión no es una evasión de la vida, de la historia humana, no es optar por una vida
intimista ni espiritualista, la conversión es interna si, pero tiene que reflejarse en nuestras
acciones decisiones, tiene que reflejarse en nuestra lucha constante en contra de las estructuras
injustas, tiene que llevarnos a vivir “en un solo gesto con Dios y con los seres humanos”
(Gutierrez, 2013, 52) y con la Tierra. Un solo gesto con la tierra y con los seres humanos, es
escuchar “el gemido de la hermana tierra, que se une al gemido de los abandonados del mundo,
con un clamor que nos reclama otro rumbo.” (LS 53)

DESARROLLO Y DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA


Ya el papa Benedicto XVI en su encíclica Caritas in Veritate reconocía que: “el tema del desarrollo
está muy unido a los deberes que nacen de la relación del hombre con el ambiente natural” (CV
48)
Ya en el acápite anterior hacíamos mención de que el planteo ecológico no solo es un planteo
ambiental sino también social, desde esa perspectiva es importante retomar los planteamientos
que hace la doctrina social de la Iglesia respecto del desarrollo humano integral.

En la encíclica Populorum Progressio el papa Pablo VI recordaba que el desarrollo es pasar de


condiciones de vida menos humanas a condiciones de vida más humanas, teniendo en cuenta
que el desarrollo del ser humano no sólo es crecimiento económico sino también desarrollo
humano, pleno, solidario e integral, que abarca todas las dimensiones del ser humano, es decir
a todo el ser humano y a todos los seres humanos. En este mismo documento se nos recuerda
que para el desarrollo de los pueblos no solo se necesita de técnicos y especialistas sino también
de pensadores de reflexión profunda que den una mirada integral y humana de las situaciones
sociales, políticas y económicas en las que nos encontramos.

San Juan Pablo II años más tarde nos recordará en su encíclica Sollicitudo Rei Socialis que el
desarrollo tiene que ser económico y espiritual para que sea verdadero desarrollo. El papa
insiste en que en nuestra sociedad se valora más el tener que el ser, y que tenemos que revalorar
la dignidad de la persona humana en su ser ontológico, que el tener no puede estar sobre el ser,
porque este pensamiento y forma de vida solo ha llevado al subdesarrollo de unos y al
hiperdesarrollo de los otros, ocasionado una gran inequidad y desigualdad, donde unos oprimen
a los otros.

Toda la doctrina social de la Iglesia con respecto al desarrollo del ser humano está basada en la
defensa de la dignidad de la persona humana, sobre la lógica consumista e individualista del
mercado y del sistema que solo piensa en la ganancia. Mientras el desarrollo siga pensándose
en función al crecimiento económico, el ser humano va a quedar relegado a un segundo plano,
y va a ser visto como sujeto y objeto de consumo y no en su integralidad, como ser social, cultural
y espiritual.

Hoy por hoy relacionado con la ecología se ha empezado a hablar de un desarrollo regenerativo,
al punto que hemos llegado la sostenibilidad no es suficiente. Este planteamiento nos obliga a
pasar de un pensamiento de “egosistemas” a un pensamiento de “ecosistemas” donde el ser
humano se visualiza como parte del todo y no como por encima del mismo.

DESARROLLO REGENERATIVO
A continuación, un breve análisis de los seis pilares, que, sin pretender ser exhaustivo, busca
orientar el alcance de los mismos.
Es la modalidad como hoy en día nuestra sociedad a desarrollado los grandes avances
tecnológicos, dejado de lado la importante responsabilidad de las dimensiones en bien común
de la humanidad como es el cuidado de nuestro medio

el modo como la humanidad ha asumido la tecnología y su desarrollo junto con


un paradigma homogéneo y unidimensiona

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